lunes, 12 de marzo de 2012

El monólogo de Gregorio Silvestre

Este poema clásico es tan bueno como recóndito y casi desconocido; lo hizo el poeta hipanoportugués del Renacimiento Gregorio Silvestre, (Lisboa, 1520 - Granadda, 1569). Lo han paladeado exquisitos como Alfonso Reyes, José María Álvarez o Rodríguez Moñino y para ya de contar, pese a lo cual no suele verse en las antologías de clásicos. Posiblementee influyó en el monólogo de Segismundo de Pedro Calderón de la Barca, y aun podría pensarse que en el famoso de Hamlet (Shakespeare, cuenta Astrana Marín, tenía un amigo librero que le dejaba muchos libros, además de un amigo y colaborador hispanista, John Fletcher, con quien escribuó su Cardenio, inspirado en el personaje de la primera parte del Don Quijote) . El poema termina con un mote muy popular en su tiempo, glosado, entre otros, por el Conde de Salinas, un amante de las sutilezas: "Yo he hecho lo que he podido / Fortuna, lo que ha querido". Aprovecho para incluir un pasaje en la Wikipedia en español, en la entrada que yo mismo escribí hace tiempo.


 Confusión

¡Qué niebla, qué confusión!
¿En qué Babilonia estoy?
¿Si he de ser, si fui, si soy?
¿Si tengo seso o razón,
o manera?
¿Soy acaso o soy quimera?
¿Soy cosa fantaseada
o soy un ser que no es nada,
o fuera más que no fuera?
Yo pregunto
si soy vivo o si difunto
porque, cuando miro en ello,
no soy aquesto, ni aquello,
ni estotro, ni todo junto.
Ni hay que ver
si tengo o no tengo ser,
pues no soy gloria ni pena,
ni cosa mala, ni buena,
de pesar, ni de placer.
He pensado
que soy un concepto errado,
un desastre de ventura,
un siniestro de natura,
un compuesto desvariado
de elementos.
Ruina de pensamientos,
cisma de sentidos varios,
revolución de adversarios,
y furia de contrarios vientos
y aún peor:
el mismo qu’es el dolor
de mí sale y yo soy él;
él está en mí y yo esté en él
por una regla de amor
señalada;
no es mi vida atormentada
de desdichas de fortuna,
ni tienen fuerza ninguna
si de mí no les es dada
de prestado.
Yo no siento,
ni alcanza mi pensamiento,
qué mal tengo. ni en qué grado,
que el andar desvarïado
confunde el entendimiento.
No es penar,
no es tormento, ni es pesar,
ni morir, ni enloquecer,
sino que, a mi parecer,
es más que todo a la par.
Esto he olvidado:
si el principio fue causado
(y al fin me acuerdo que sí)
de una gloria que perdí
por querer demasïado.
El cómo fue,
por la pena que pasé
y el dolor que he sostenido,
pienso que ya lo es sabido,
pero, agora, no lo sé.
Así estoy más que perdido,
sin saber cómo ni cuándo,
desesperado esperando
que no sea lo que ha sido.
Vengo a tanto
que de ver cuál es y cuánto
este mi grave cuidado,
me quedo de mí espantado
cómo de mí no me espanto.
En fin, hallo
que es yerro desmenuzallo:
mejor es para mi fe
que se piense que lo sé
y que por algo lo callo:
yo he hecho lo que he podido;
Fortuna, lo que ha querido.

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