domingo, 16 de marzo de 2014

Ropa tendida

A Putín, antiguo malsín del KGB y hoy, qué cosas, propietario de huevos termonucleares y ecoilógicas bombas de neutrones, le parece mal que tirios y troyanos, o sea, sirios y ucranianos con los huevos irradiados se subleven contra su gobierno legítimo, pero muy requetebién que los crimeos se levanten contra el suyo por un quítame allá esos legitimismos, que son mismos, pero Más. Lo de lacrimea es que es de llorar. Por otra parte, la de aquí, cuecen habas a la catalana (que son con butifarra), y el historiador Eslavo Galán, a cuya sobrina rubia y guapa Lourdes conocí, no en sentido bíblico, hace sinfinitos días, proclama aquello de que en el 23-F todos estaban pringaos: Rey, derecha, PCE, y hasta los niños de La Zarzuela, que no fueron al cole ese día, y no llovía. Que antes del espectáculo, lamentable, pero en el que hicieron faena honrosa los diestros Mellado y Suárez, las bases americanas estaban en alerta y sobrevolaban Madrid aviones espías, mientras que agentes del Cesid abrían paso a los guardias hasta el Congreso de chacineros, que parecía media plaza de toros y tricornios. Yo si sé dónde estaba: aquí, contándoselo al poeta Fernando José Carretero. Su comentario fue memorable: "¡Qué romántico! ¡Como en el siglo XIX!"

Félix Mejía, que también era del XIX y, fuera de ser ciudarrealeño, le descubrió una conspiración al tahurómaco (sic) Fernando VII, llamaba pasteleos a las conspiraciones de hoy, tan actuales, aunque no haya pasado el tiempo, un decir. Pero estas agridulzuras no se fabricaban en La Deliciosa de Ciudad Real o El Buen Gusto de Manzanares, de donde era natural el crítico taurino Manuel Serrano García-Vao, "Dulzuras". Son aplicaciones de la universal, que no democrática, ley del embudo: ancho para unos y estrecho para los otros. En Madrid se iban de farra y orgía con el dinero de cursos para unos pocos parados, que no detenidos, y los abogados, que solo abogan por alargar la minuta, joden a todos, inocentes y culpables, porque en España, donde no hay justicia, tampoco hay ni siquiera ética, ni una cristiana, esa que los supuestos progresistas quieren derribar. Si queréis ser subversivos, pedid honradez, pedid pobreza, y veréis la que os cae y lo que os ningunean. Hasta hablarán de "buenismo", los muy gilipollas, cuyo malismo hipocritón acojona todo lo acojonable. Todo el mundo sabía lo de los cursos, consentía, no denunciaba, y ahora que todos se han gastado hasta el dinero para cerillas es cuando se hace la luz, a posteriori. La cosa nostra de cada día. Perdonen ustedes, que Él no sé. Hay demasiada gente que cae en la tentación y no se libra del mal ni siquiera huyendo de él, que es como algunas tentaciones se combaten, ya que la carne es débil.

Que cuando se tenga que juzgar, que ya haya prescrito, o que las leyes exoneren por ser hijo de buen político o que las penas sean ridículas o que ya no se pueda devolver sino alargando todavía más el pleito hasta el "anda y que se aburra", que es lo que decían en mi pueblo manchego cuando alguien quería vender una parcela a precio no irrisorio. Eso es: "hasta lo judicial, perjudiciales", que decía Lope de Vega. No habiendo justicia, ya se sabe qué significa eso. Es el caos con careta de orden, es Carnaval, es la España de Solana y pandereta. No me extraña que los catalanes prefieran su propia pandereta; deberían pagar derechos de autor por comer popular y castellana tortilla de patatas. Cuestión de denominación de origen.

Que hay corrupción, lo saben hasta los recién nacidos, aunque lo sean en clínica privatizada. Lo dice hasta Internet, ese mundo nuevo creado porque no se podía cambiar el viejo: cuando uno teclea la palabrita en Google aparecen "aproximadamente 11.300.000 entradas" en ese idioma llamado español por unos y castellano por otros. Si ponemos otra palabra del siglo XIX, tomada también en sentido político desde el léxico de la medicina, "regeneración", solo se muestran "2.000.000", casi siempre en su sentido anatómico originario. Para la primera habría que usar ya otro término del mismo campo, metástasis.

Nuestro filosofista manchego, Marina, afirma que en el lenguaje las expresiones para castigar son más abundantes que las que hay para elogiar. Eso dice algo sobre nuestra naturaleza, y también sobre las funciones del lenguaje. Probablemente la primera palabra fue un insulto. Quienes hacen experimentos con nuestros primos primates (me refiero a la primera acepción de la palabra, no a la segunda, que es "político"), enseñándoles la lengua de signos, terminan concluyendo que las únicas creaciones léxicas que se producen están relacionadas con insultos escatológicos, con algo parecido a "lameculos". Figura en el DRAE.    

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