martes, 2 de septiembre de 2014

Gitanos

Es difícil ponerle etiquetas a un gitano, porque un gitano, que tantas cosas vende, no se deja vender ni clasificar así como así. Son unos auténticos amantes de la libertad, aunque su concepto de ella se parece más al de "independencia" que otra cosa, por lo cual gustaban mucho a Cervantes, uno de cuyos parientes se casó con una gitana; algo raro, porque los gitanos se consideran a sí mismos como una aristocracia y en consecuencia solo se casan entre ellos, ya que por sus venas corre sangre de reyes. La Gitanilla es la novela ejemplar más extensa de Cervantes, y eso, ya de por sí, resalta su importancia en el conjunto. En la lengua cásica, el gitano adjetivo tenía el significado de "garboso" o "rumboso"; por demás, la palabra procede por aféresis de egitano, forma vulgar de egiptano, "de Egipto", porque ellos solían decir que eran príncipes venidos de Egipto; faraones, vamos. Pero por su lengua, el romaní, que es en realidad un dialecto del sánscrito, y por sus genes, se sabe que en realidad vienen del Punjab, en el norte de la India. Allí eran una casta militar de jinetes que, derrotada en una guerra al filo del siglo XI, tuvo que escoger entre dos alternativas: la esclavitud como parias o el destierro. Los gitanos europeos escogieron esto último y se dispersaron por todo Occidente hasta llegar a España a comienzos del siglo XV. Esto explica tres cosas: su conciencia de formar una nobleza o casta, su tradición nómada de caballeros y su justificada fama de chalanes o comerciantes de cuadrúpedos, algo que les hizo ser acusados continuamente de abigeato. Su lengua no se ha mantenido pura, sino que ha ido adaptándose al terreno que pisaban formando diversos dialectos pidgin, de los cuales hay cinco en España; por ejemplo, el caló usa la morfosintaxis del español, el errominchela la del vasco. Por cierto que este último pidgin, casi extinto (solo tiene unos mil hablantes, la mayoría de edad avanzada) interesa porque puede ofrecer algunos datos interesantes sobre el vasco antiguo del siglo XV, del que no queda otro resto que el dialecto roncalés. Su religión también se adapta al terreno, pero en sus raíces no cree en el animismo natural, sino en el culto a los antepasados y en la vida después de la muerte: las mejores tumbas del cementerio son siempre las de los gitanos, como las de los egipcios. Cuidan mejor de su coche, siempre ceñido con decentes cortinillas, o de su carro que de su casa, porque la casa se considera algo temporal y desechable. De su dios solo cabe decir que no es el de los payos, gachós o no gitanos, es un dios hecho a imagen y semejanza del gitano ideal, pero existe y proveerá; la moral consiste en no traicionar al clan o al patriarca que lo representa violando una lista de tabúes y supersticiones que crean cohesión. Su valor primero es la familia y el clan, y entre ellos no existe ni el divorcio ni la independencia familiar: los ancianos son respetadísimos. Por orden, se respeta al clan gitano, al varón gitano, a la mujer gitana, a la naturaleza y a la vida. Su historia es muy parecida a la de los judíos, si bien ellos carecen de tradición escrita y de ganas de volver a su país; como son nómadas, consideraron esas cosas como poco útiles para el viaje y las desecharon; quizá por eso han prosperado menos: siempre se encuentran de paso en todas partes.

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