lunes, 27 de octubre de 2014

Carta de mí mismo II

Ya no se estilan las cartas, las sensaciones complejas, elaboradas, envolventes. Todo se ha vuelto fragmentario y discontinuo, como el vestido desvestido de las señoritas de ahora. Bajo la seda asoma lo vulgar, lo mismo, lo de siempre. Cuando te conocí explorabas los límites del barrio, avanzabas por una selva de rosales y aceras y subías las cuestas de la montaña entre frondosos olivos hacia las murallas siempre inalcanzables del castillo de Santa Catalina. Muchos años después volviste, pero los recuerdos habían encogido, y cuando por segunda vez llegaste ya se habían transformado en abstracciones, intuiciones, fantasmas apagados. Solo el sueño y el déjà vu podía hacer volver ese tiempo perdido, ese yo perdido, esa infancia. Ahora eres otro y solo puedes recuperarte como lectura.


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