lunes, 16 de marzo de 2015

Islandia no es Grecia (ni tampoco España)

Marcos Balfagón, "Islandia se permite un lujo. El país nórdico retira su candidatura a ingresar en la UE", EL PAÍS 16 de marzo de 2015:

Islandia acaba de retirar, con prosa desenvuelta, su candidatura para ingresar en la Unión Europea (UE). El argumento del gobierno conservador islandés es sucinto, pero sustancioso: los intereses del país se pueden defender mejor sin formar parte de la UE. Eso es precisamente lo que pensaría cualquier observador de las relaciones grecoeuropeas, cualquier analista de los rescates de Portugal o Irlanda, o cualquier testigo de los flujos financieros que vuelan desde la periferia (España, Portugal, Italia, Grecia) hacia el centro (Alemania y satélites). Aunque suene a boutade si se habla de Islandia, no se trata sólo de un gélido cálculo financiero o del desacuerdo radical en materia de pesca y agricultura; es que los islandeses desconfían de las virtudes de la UE y el euro. Cultivan un cierto rencor porque entienden que Europa en general y Londres en particular pretendió estafarles con la crisis de los bancos. Allá por 2011 los islandeses se negaron a pagar los 4.000 millones que reclamaba la City en concepto de indemnización a los depositantes de los bancos islandeses quebrados en el Reino Unido. En referéndum —raro método en las democracias europeas— decidieron que no iban a pagar y sentaron un precedente que quizá un día pueda rentabilizar algún deudor.

Afrontaron la crisis con imaginación, entereza y sin separarse de los principios proclamados, pero pocas veces cumplidos, del capitalismo. Como mandan los cánones, dejaron quebrar los bancos causantes del desaguisado; como manda el sentido común, se garantizaron los depósitos y se nacionalizaron las entidades; y como manda la ley, se procesó a los banqueros causantes de la catástrofe. El criterio espiritual del modelo islandés, aplicable en teoría en todos los países, fue que los bancos son globales cuando prosperan y nacionales cuando mueren; y eso no puede ser.

Tampoco hay que engañarse. Islandia puede proponer una autonomía con probabilidad de éxito porque es un país pequeño, con una población similar a Valladolid. Pero, advierten, no quieren enfriar las relaciones económicas y comerciales con Europa. Quieren estar fuera, pero cerca. Pueden permitirse ese lujo.

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