miércoles, 18 de marzo de 2015

Una edad del hielo económica

Joaquín Estefanía, "El rescate del Estado de bienestar", reseña publicada en Babelia, suplemento cultural de El País, 17-III-2015:

El legado más negativo de la crisis, según López Garrido, es un modelo social europeo herido de muerte y una Administración debilitada por la pérdida de poder tributario


Se sofistican las metáforas para definir lo que nos ha ocurrido en el último septenio. Durante mucho tiempo bastó hablar de Gran Recesión, pero el concepto se fue quedando corto. Del mismo modo que Yanis Varoufakis, antes de ser famoso y ministro de Finanzas del Gobierno griego, instaló “la del Minotauro global”, López Garrido analiza “la edad de hielo”, una etapa fría y dura que no constituirá un mero paréntesis entre dos eras de normalidad y que afectará, sobre todo, al hemisferio norte. Durante la primitiva Edad de Hielo extensas zonas de la Tierra estuvieron cubiertas por el hielo, el clima se enfrió en todo el planeta y disminuyó el volumen de los mares y los ríos ya que la mayor parte se congeló. En la actual edad de hielo se congeló ante todo el dinero, el alimento de la economía de nuestra era: congeló las arterias del sistema, los bancos, y sobre todo congeló el corazón de la economía, su latido productivo y laboral, y la sumió en un periodo de somnolencia invernal, frenando en seco el crecimiento y el empleo.

Ahora que muy tímidamente comienzan a emerger síntomas de deshielo, lo principal es establecer el legado de tal glaciación económica. Esa herencia tiene tres grandes componentes: un poder financiero incontrolable, un modelo social herido de gravedad y un Estado sin poder tributario, que es el nervio del poder político. El primero de los tres semeja una paradoja: habiendo comenzado todos los problemas en el corazón financiero del mundo, Wall Street, y habiéndose contagiado el resto del sistema de los abusos, irregularidades y robos de aquél, quien primero sale a flote, con mayor poder que nunca, con las mismas formas de hacer y con el orgullo de quien se cree superior es el propio sistema financiero, y lo hace con parecidos gestores (si no los mismos) después de haber utilizado para su normalización paladas y paladas de dinero público; es decir, de todos los ciudadanos.

El modelo social no es idéntico en todo el mundo. En muchas partes, ni siquiera existe. Ni siquiera en la vieja Europa, que es la zona donde más se desarrolló, es común a los diferentes países. Pero sí había un denominador que se repetía: un elevado nivel de protección social, ayudas especiales a los sectores más vulnerables de la sociedad, una posición beligerante de los poderes públicos sobre el empleo, una presencia determinante de estos poderes en la definición de una auténtica política social que no se dejaba al arbitrio del mercado, y un papel crucial de los interlocutores sociales. Durante esta crisis, todo ello se ha debilitado a sabiendas; primero, deslegitimándolo (contribuye a la ineficacia, resta potencial al crecimiento, ha generado privilegios) y, a continuación, segando las vías de su financiación, haciéndolo más frágil.

Y aquí llegamos al último componente de la herencia de la crisis, la verdadera obsesión de López Garrido en este libro y en sus artículos de prensa, el núcleo fuerte de su pensamiento: la destrucción del sistema fiscal a través de la reducción de impuestos, la evasión fiscal, la elusión fiscal legal, la multiplicación de los paraísos fiscales, la aceptación de una mínima imposición a muchas multinacionales en una especie de sistemático dumping fiscal. Para el autor de este texto se han ido sustituyendo los impuestos (que se pagan según la capacidad adquisitiva y la propiedad de los contribuyentes, y que no se devuelven más que en forma de contraprestaciones) por deuda pública (que afecta a todos los ciudadanos y que hay que devolver a quien presta el dinero: los bancos). Ello ha activado el mecanismo por el cual esta crisis, que empezó siendo del capitalismo, ha acabado siendo una crisis de la deuda (el otro mecanismo es el de socialización de las pérdidas, de modo que la gigantesca deuda privada, el “opio de las clases medias”, ha pasado a ser deuda pública).

El otro cuchillo incisivo del autor es el papel de Europa en este periodo, sobre todo en relación a EE UU. López Garrido analiza cómo a la Unión Europea le han pillado las dificultades económicas a medio construir y no ha sido capaz de acelerar los tiempos por falta de voluntad política y porque no a todos los Estados les iba igual de mal en este aquelarre, porque unos eran acreedores (los más fuertes, con Alemania a la cabeza) y otros eran deudores (los países del sur).

La austeridad ha sido una política que expresa macroeconómicamente la lucha de clases, que, como dijo Warren Buffet, están ganando por goleada los suyos, es decir, los más poderosos. El principal papel de los intelectuales y analistas es el de buscar los responsables de lo ocurrido y desenmascararlos, porque si no, además de cornudos, apaleados: los ciudadanos, además de ser los paganos de los abusos provenientes de las instituciones financieras y de otros centros de poder, serán los culpables por “haber vivido por encima de sus posibilidades”. Un doble saqueo.

La edad de hielo. Diego López Garrido. RBA. Barcelona, 2014. 447 páginas.

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