jueves, 3 de septiembre de 2015

Infancias traicionadas por los representantes de Dios


Empezó con un cura y una débil sospecha. Y acabó en un escándalo de abuso de menores en el seno de la Iglesia católica que mostró la implicación de hasta 249 eclesiásticos tan solo en la archidiócesis de Boston. Una vez abierta en 2002 la caja de Pandora, las denuncias se multiplicaron en EE UU y en el mundo, tanto que hoy los casos de curas pedófilos comprobados ya son miles. Todo desde que cuatro reporteros de Spotlight, un equipo de investigación de The Boston Globe, se volcaron durante meses en lo que mejor se les daba: el periodismo.

Es decir, rastrear archivos, entrevistar víctimas, contrastar testimonios y luchar contra el ostracismo tanto de la Iglesia como de quien quería mirar hacia el otro lado. Finalmente, dieron con documentos que probaban la traición más cruel de los hombres de Dios a sus pequeños fieles. Su investigación obtuvo el Pulitzer y ha sido llevada al cine por la película Spotlight, presentada esta mañana fuera de concurso en el festival de Venecia. Entre grandes aplausos, tanto al filme como al trabajo de los redactores.

“Hay dos sitios donde me hacía especial ilusión estrenar la película: Irlanda e Italia”, cuenta el director, Thomas McCarthy, en un encuentro con varios periodistas internacionales. La primera fue quizás el país donde el escándalo de los curas pedófilos alcanzó su nivel más dramático. Y la segunda, claro está, es la sede del Vaticano. Desde donde, por cierto, solo llega silencio. “No creo que vaya a haber ninguna respuesta”, defiende McCarthy, que elogia los intentos de renovación del papa Francisco pero se muestra pesimista sobre sus consecuencias reales. Al fin y al cabo, en el corazón de Roma todavía vive el cardenal Law, máxima institución de la iglesia en Boston durante la investigación, que también demostró su conocimiento de lo que se podría en la casa del Señor. Un traslado fue el único precio que pagó el líder del rebaño por silenciar a las cientos de ovejas a las que destrozaron la infancia.

“Cuando empezaron a investigar sabían que se trataba de algo importante, pero no creo que imaginaban el alance que tendría”, asegura McCarthy sobre los reporteros originales. El cineasta y el reparto del filme (Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Michael Keaton, entre otros) pasaron meses reuniéndose una y otra vez con los redactores de Spotlight y con cualquiera que tuviera algo que ver con la historia: víctimas, abogados, curas, jueces… “Buscamos todas las perspectivas posibles”, agrega el director.

Como una serie de muñecas rusas al revés, la película siguió un proceso idéntico a la investigación: la historia no paraba de ampliarse. Tanto que solo la escritura del guion requirió años y el proyecto estuvo “muerto” tres veces, ante las dificultades para encontrar alguien dispuesto a financiar una historia que iluminara el lado más oscuro de la Iglesia. “Hay cartas de gente diciendo: ‘Querría seguir siendo católica pero habéis violado a siete de mis hijos. ¡Ayudadme!”, relata McCarthy. O, como explica una de las víctimas en la película sobre por qué no se rebeló: “¿Cómo se puede decir que no a Dios?”.

“Las exigencias eran altísimas. Interpretas a gente real, que está allí, delante de ti. Cuentas una historia con muchas víctimas, y encima va en contra de una de las instituciones más relevantes del mundo”, explica Ruffalo, que interpreta a Michael Rezendes, uno de los cuatro reporteros. El actor estudió y reprodujo a la perfección los movimientos y la curiosidad incansable del redactor. “A veces actuar es como el periodismo, como un reportaje: tienes que saber todo del personaje, cómo piensa, qué comería, qué música escucharía. Al principio de mi carrera pasaba casi más tiempo en la biblioteca que en el escenario”, añade Ruffalo. En el fondo, McCarthy considera que Spotlight es también un monumento al periodismo “sólido y profesional” y al reporterismo local, en los tiempos de Internet, la globalización y la rapidez por encima de la calidad. Aunque lo cierto es que el director usa otro término: “Testamento”.

Otra infancia perdida


Cary Fukunaga y el actor Abraham Attah, director e intérprete de 'Beasts of No Nation', posan esta mañana ante los fotógrafos en Venecia. / JOEL RYAN (AP)
Cuesta imaginar una infancia más trágica que la de una víctima de pedofilia. Sin embargo, Beasts of No Nation, el filme de Cary Fukunaga (el director de la primera temporada de True Detective) que inauguró anoche la competición oficial del festival, mostró otra de las horribles maneras de criarse en el mundo. La película, producida por Netflix y protagonizada por Idris Elba, cuenta la odisea de Agu, un niño africano condenado a perder la inocencia en medio de una guerra: su familia es asesinada y él es reclutado por un grupo de guerrilleros que avanza masacrando a cualquiera que se encuentre por el camino.

Fukunaga explicó las enormes dificultades del rodaje, en plena selva africana, y analizó la coincidencia de su película con Spotlight: “Creo que los filmes tienen el poder de poner en marcha cambios y hacer de este mundo un lugar mejor “. A su lado, el pequeño Abraham Attah, protagonista de Beasts of No Nation, sonreía y contaba en pocas palabras cómo fue su fichaje: “Estaba jugando al fútbol en el colegio, vino un tipo y me preguntó si quería estar en una película”. Así de inocente. Menos mal

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