martes, 1 de septiembre de 2015

Parábola para los tiempos que corren: el hundimiento del Titánic

Los pasajeros que sobrevivieron al hundimiento del Titánic en el bote salvavidas número uno, el primero a que corrieron los gordos millonarios de primera clase, fue apodado el «barco de dinero» puesto que los pasajeros ricos que subieron a bordo sobornaron presuntamente a miembros de la tripulación para que remaran lejos de la catástrofe antes de que el bote estuviera lleno y, si no lo hicieron, de todas formas fue eso lo que se hizo, pese a que las barcas estaban menos que medio vacías. Y, de todas maneras, para ahorrar dinero y engordar a los millonarios, el Titanic había sido diseñado sin botes suficientes para salvar a todos los pasajeros. No pudieron salvarse los pobres.

O sea, como hacen ahora nuestros gobernantes nacionales y europeos, sobornados por bancos, ricoshomes y multinacionales, para salvarse ellos de la crisis que han provocado y para la que ni siquiera pensaron en cómo evitar sufrimiento a sus víctimas, a las que les quitaron y quitan cada vez más barcas y de las que se pretenden segregar.

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