martes, 5 de abril de 2016

Una versión de Suzanne de Leonard Cohen

Suzanne te lleva a su escondite, al lado del río.
Puedes oír las barcas pasar de largo.
Puedes pasarte toda la noche a su lado.
Y sabes que está medio loca,
pero ése es el motivo por el cual estás allí.
Y te da té y naranjas de la China.
Y cuando tratas de decirle
que no tienes amor que ofrecerle,
te coge y te mece en sus brazos,
dejando que sea el río el que conteste
que siempre has sido su amante.
Y quieres viajar con ella.
Quieres viajar a ciegas.
Y sabes que confiará en ti
por haber tocado su cuerpo perfecto con tu mente.

Jesús era un marinero
cuando caminó sobre el agua.
Gastó mucho tiempo mirando
desde su solitaria torre de madera.
Y cuando supo con certeza
que solo los que se ahogaran podrían verle
Dijo: "Todos los hombres serán marineros,
hasta el día que el mar los libere".
Pero él mismo estaba arruinado
antes de que el cielo se abriera:
abandonado, casi humano,
y se hundió bajo la sabiduría
como una piedra.
Y quieres viajar con él.
Quieres viajar a ciegas.
Y sabes que quizá confiarás en él
por haber tocado tu cuerpo perfecto con su mente.

Ahora, Suzanne toma tu mano
y te lleva hasta el río.
Lleva puestos unos trapos y plumas
sacados de la ventanilla del Ejército de Salvación.
Y el sol cae como la miel
sobre la chica común del puerto
y te muestra donde mirar
entre la basura y las flores.
Hay héroes en las cloacas,
y niños por la mañana,
inclinándose por amor.
Y lo seguirán haciendo siempre,
mientras Suzanne sostiene el espejo donde se mira.
Y quieres viajar con ella.
Quieres viajar a ciegas.
Y sabes que confiará en ti
por haber tocado tu cuerpo perfecto con su mente..

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