domingo, 28 de agosto de 2016

El cotilleo en Suetonio y Plutarco

Jaime Romero, "El mayor arte del mundo", en Huffington Post 28/08/2016 

Las más exquisitas sutilezas del humanal linaje siempre se han alcanzado en el donoso arte de la chismografía: quién dijo qué de la pareja de quién, y por dónde le dolía el dolor al susodicho. Y sus dos mayores artistas de siempre son Suetonio y Plutarco.

Lo de Suetonio era el arte chismográfico por el arte mismo, la persecución de un ideal. Plutarco, aunque le iba a la zaga con paso firme y la cabeza muy en alto, no alcanzó nunca esa misma cualidad lírica. Pero lo suplió con cantidad: Suetonio con su arte sólo desbarató 12 vidas, en cambio Plutarco nos regaló las intimidades de nada menos que 48 personajes.

Sin embargo, más allá de un número frío y escueto, o de la relevancia de los biografiados y el punto picante de sus biografías, lo que hay detrás es una técnica artística depurada.

Suetonio era de los que te decía, luego de aparentemente ya haber destripado por completo a Tiberio: "Se le atribuían vicios aún peores y más indignos, de tal naturaleza que apenas es lícito exponerlos u oírlos contar, y menos aún creerlos... Se decía, en efecto, que...", y se manda el angelito a detallarnos minuciosamente esos precisos vicios de Tiberio que apenas era lícito contarlos u oírlos contar, y menos aún creerlos.

Sus textos están repletos de golosinas de gracioso cinismo chismográfico. Hablando de Julio César dice: "Paso por alto los discursos de Dolabela...", pero claro que no los pasa por alto y muy bien que rescata sus mejores perlas en contra del Divino Julio ("rival de la reina", "almohada de la litera real", "establo de Nicomedes", "Lupanar de Bitinia"). Constantemente se vale de muletillas jugosas tales como: "Sin embargo, no me puedo creer que...", pero de todas formas nos lo cuenta igual que si lo jurara por su vida. "Tampoco ignoro lo que otros han contado, a saber, que...", ¡y tanto que no lo ignoraba! Otras veces aboga por la pluralidad de opiniones: "Hay quienes creen que... otros piensan que...", y entre lo que creen unos, y lo que piensan otros, Suetonio acaba de rematar en el suelo el nombre del biografiado.

Plutarco tampoco se chupaba el dedo. Luego de contarnos mil rumores turbios acerca de Pericles (que Fidias "recibía en secreto mujeres libres que iban a las obras a citarse con Pericles", o que Pericles conocía demasiado bien a la mujer de su amigo Menipo, o que Pirilampes, criador de pájaros, les regalaba un pavo real a todas la mujeres que tortoleaban con Pericles), ahora quiere hacernos creer que él no se cree esos rumores, sin embargo suelta al final un dardo chismográfico aún más rico y venenoso: "¿Por qué tendría uno que admirarse de que hombres con conducta propia de sátiros anden constantemente ofreciendo difamaciones contra los poderosos a la envidia de la chusma como a un demon malvado, cuando incluso Estesímbroto de Tasos se atrevió a publicar contra Pericles una terrible y repugnante impiedad en relación con la mujer de su hijo?".

Suetonio era obsesivamente pedagógico, sus textos rebosan de "pero para que a nadie le quepa la menor duda..." y del incisivo "No sólo que...sino que...".
Plutarco también se vale de jugosas muletillas: "Tal vez no valga la pena mencionarlo, pero...". Luego de despacharse en contra de Aspasia, la segunda mujer de Pericles (de ella ya nos ha dicho que "no dirigía un negocio digno y honrado, sino que formaba a cortesanas", y ha citado unos versos donde se refieren a ella como "concubina ojos de perro"; y ya a Pericles nos lo ha pintado como un pelele al que Aspasia lo despedía y recibía en la puerta de la casa con un beso en la boca), luego de despacharse muy a su sabor, se lava las manos con un tan donoso estilo que Poncio Pilato hubiera muerto de envidia: "Estas cuestiones me vinieron a la memoria al hilo del relato...y tal vez no era humano omitirlas y pasarlas por alto".

Suetonio era obsesivamente pedagógico, sus textos rebosan de "pero para que a nadie le quepa la menor duda..." (y continua diciéndonos que Curión se refiere a Julio César como "marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos"). "Y para dejar aún más clara cuál era su índole..." (y a continuación nos deja clarísima la perturbadora índole de Nerón). También era asiduo al incisivo "No sólo que...sino que...".

Asimismo sabía de apologías. El emperador Tito "fue el amor y la delicia del género humano". Germánico "tuvo la suerte de poseer todas la virtudes físicas y espirituales, y en una medida mayor a la que nadie gozó jamás: una belleza y una fortaleza extraordinarias, un ingenio que sobresalía en la elocuencia y la erudición tanto en griego como en latín, una bondad excepcional, y una admirable y eficaz inclinación a granjearse la amistad de los hombres y conquistar su afecto". De Calígula nos cuenta que al principio la multitud le gritaba que era "su estrella, su polluelo, su muñequito, su niño...".

Una de sus mayores querencias fue la precisión exhaustiva. De los vicios de Tiberio nos advierte que "hablaré de ellos uno a uno desde el principio...". También nos dice: "Hasta aquí hemos hablado de Calígula como de un príncipe, réstanos referirnos a él como a un monstruo".

Suetonio fue un gran burlón. La vez que Tiberio se cruzó por la calle con la mujer de la que le habían obligado a divorciarse, dice que "la siguió con unos ojos tan alegres y tiernos...", que hubieron de tomarse medidas drásticas al respecto. Y Augusto se divorció de Escribonia "hastiado del desarreglo de sus costumbres". Del emperador Otón nos suelta que fue "hijo de un caballero romano y de una mujer de condición humilde que quizás no era libre de nacimiento".

Dejó dicho Henry James que "en literatura, el chisme es rey". Con Plutarco y Suetonio como sus mayores regentes, la chismografía, con su depurada técnica, su rico saber y su arcana ciencia, sin duda es la más excelsa de todas las artes

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