lunes, 9 de enero de 2017

El discurso complejo interfiere el contacto visual

Eva Carnero, "Hablar sin mirar a los ojos no es de mentirosos. Su cerebro puede hacer muchas cosas al mismo tiempo, pero desarrollar un discurso y mantener el contacto visual no son dos de ellas" El País, 9 ENE 2017

Somos capaces de enviar un mensaje de Whatsapp y atender el GPS de reojo, contestar una llamada mientras leemos las noticias o tener un debate acalorado con nuestra pareja a la vez que compramos el pan. Sin embargo, conversar y fijar la mirada en nuestro interlocutor, algo que a priori parece la más sencilla de las tareas, se nos resiste. Nuestra capacidad multitarea es limitada y no siempre podemos simultanear dos actividades, al menos sin que una de las dos salga perjudicada. Así lo creen los psicólogos japoneses Shogo Kajimura y Michio Naumura de la Universidad de Kyoto, quienes afirman que la construcción de un discurso complejo interfiere en el mantenimiento del contacto visual.

Según los autores del estudio, nos vemos obligados a elegir entre hablar con propiedad o saber de qué color son los ojos del que tenemos enfrente. Cristina Larroy, directora de la Clínica Universitaria de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, añade: "Cuando queremos escoger bien las palabras, tendemos a desviar la mirada y a fijarla en un punto. Este es el mecanismo por el que evitamos destinar recursos a procesar la información que nuestro interlocutor nos está enviando y utilizarlos para recordar y definir nuestro discurso". Como afirman los investgadores japoneses, "cuanto más complicada es la hisoria que estás contando (o la excusa que estás elaborando), más difícil se hace mantener el contacto visual". Lo que nos lleva a preguntarnos si es cierto que una mirada esquiva puede ser la señal de que no nos cuentan toda la verdad.

No me mira, ¿me está mintiendo?

"Cuando mentimos tendemos a controlar muchos procesos de forma simultánea: inhibir la verdad, fabular la mentira, controlar nuestro lenguaje corporal... Por tanto, si nos centramos más en los recursos cognitivos (pensar rápido y bien), nuestro lenguaje corporal se ralentiza, nos movemos menos y tenemos una mirada de concentración, lo que dificulta mirar a los ojos", explica Martos. En el extremo opuesto, un artículo publicado en el Journal of Nonverbal Behavior asegura que establecer contacto visual de forma deliberada también puede ser señal de engaño: "Los que mienten tienen un deseo mayor de resultar convincentes, lo que les inclina a observar al interlocutor para comprobar que les están creyendo".

Pero la complejidad del discurso, aunque sea para explicar un problema de matemáticas, no es la única razón por la que desviamos la mirada: "Los que más la rehúyen son aquellos individuos que presentan fobia social. Muchos de ellos son incapaces de levantar la mirada del suelo", asegura la psicóloga clínica Pura Hernández, de Garner Psicólogos.

Para Larroy, además, "la distancia y la jerarquía entre los interlocutores pueden influir en la comunicación. Pero el aburrimiento, el miedo, el desprecio, el cansancio o simples problemas visuales también pueden ser eficaces desencadenantes", remarca, por lo que esta experta desaconseja juzgar la veracidad de lo que nos cuentan dependiendo de si existe o no contacto visual.

En cualquier caso, la mirada es un elemento de comunicación no verbal especialmente importante cuando nos comunicamos. "El contacto visual es lo que permite crear un vínculo entre el emisor y el receptor", asegura Larroy. Y añade: "Una mirada dulce o de admiración puede ser percibida como algo positivo. Sin embargo, si va acompañada de un ceño fruncido, transmitirá hostilidad".

Cuánto se tarda en intimidar

Entre un gesto huidizo y una mirada intimidante hay un trecho. Que se recorre concretamente en 3,3 segundos, según una investigación del Colegio Universitario de Londres (Inglaterra), que asegura que este es el tiempo, de media, que tarda el contacto visual en pasar de agradable a incómodo. "No me parece adecuado establecer tiempos porque la duración de la mirada depende de muchas variables, entre ellas, las culturales, hay sociedades en las que no mirar a los ojos se interpreta como una señal de respeto, mientras que en otras es signo de mala educación. Por ejemplo, los latinos mantenemos el contacto visual más que los anglosajones", disiente Larroy, quien afirma que el grado de familiaridad o la proximidad afectiva también influyen.

"Una mirada directa y prolongada puede ser intimidante", afirma el profesor de Comunicación no Verbal y Oratoria José Luis Martín Ovejero, quien aconseja "no mantenerla más tiempo del que precisemos para identificar el color de ojos de quien está frente a nosotros". Además, pensando en aquellos a los que les cuesta mirar a los ojos, el experto aporta un sencillo truco: "Centre la mirada en el entrecejo. No requiere mucho esfuerzo y la otra persona creerá que le está mirando directamente a los ojos".

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