martes, 28 de agosto de 2018

Los enemigos del comercio, de Escohotado

I

Los enemigos del comercio: una reseña

Luis Miguel Andrés Llatas Profesor de filosofía en secundaria y bachillerato

De vez en cuando sentimos la fortuna pareja a la dicha (¿existe otra?) de dar con uno de esos libros en los que no deseamos pasar la última página. Aquellos que parecen escritos personalmente para el lector, en donde voracidad y templanza se alternan para alargar lo más posible la experiencia. Son aquellas obras en las que, una vez marcada la página, no miramos de perfil el lomo, por no enfrentarnos a que cada vez quedan menos hojas por leer. Koestler dijo que este fenómeno (el de encontrar el libro justo para el momento adecuado) lo propicia el ángel de la biblioteca. El último libro de Antonio Escohotado Los enemigos del comercio III: una historia moral de la propiedad (Espasa 2016) está más que bendecido por ese bibliófilo ser celestial.

Culminando una labor de más de 17 años de investigación, que comenzó con un año sabático en el 2000 para averiguar las causas de la pobreza y riqueza entre países que jugaban en distinta liga, llegamos al 2017 con tres ediciones ya del postrer tomo. Y las que quedan. Los apuntes de lo que iba a ser esta colosal obra sin precedentes en la bibliografía mundial bordan el texto (a ratos antropológico, a ratos biográfico y sobretodo poético) de Sesenta semanas en el trópico (Anagrama 2003), donde el autor pretendía escribir una "chalupa" que le ayudara a entender el fenómeno del comunismo.

Los enemigos del comercio se lee como si de una novela de Ken Follett se tratara, a pesar del goteo constante del dato, que va empapando el intelecto del lector según avanzan las páginas, obtenidos siempre de fuentes primarias. Hoy nos encontramos con tres tomos de más de 2000 páginas indispensables para todo aquel que pretenda conocer cómo se gesta y cómo naufraga todo propósito de crear un paraíso inmaterial (por abolición dineraria) en la tierra.

Sería imposible entrar en detalle a propósito de las inestimables aportaciones que Escohotado hace en su obra, pero quisiera, en tanto que profesor de ciencias sociales en secundaria, señalar aquellas que deberían aparecer en los libros de texto de mis alumnos y son escandalosamente omitidas:

Los movimientos revolucionarios/comunistas aparecen en etapas de relativa prosperidad y no carestía: máximo ejemplo sería el siglo XIX en donde la exuberancia de la Revolución Industrial, que permite pasar de la estacionalidad del cultivo a la estabilidad de la fábrica, despierta los primeros ardores de estómago de los mesías rojos. Ayudados por Dickens y Víctor Hugo, que pecan de amarillismo en sus obras reflejando una sociedad que no fue la del momento, surgen los primeros grupos comunistas modernos.

Ninguno de los grandes líderes del movimiento obrero, desde Marx pasando por Lenin o Stalin, fueron currantes, sino señoritos que vivían de sablazos o atracos, sin dar un palo al agua. Marx vive largo tiempo de dinero prestado o heredado (se pulió la fortuna de su mujer, Jenny von Westphalen), además de dejar morir a su hijo Edgar de hambre y de frío, mientras se negaba a aceptar un puesto de profesor en la academia de su amigo Wolff, a escasos metros de su casa. Otros tantos de sus vástagos fueron cayendo ante la desidia de quien pretendía salvar un grupo social al que nunca perteneció ni entendió. Además, nunca definió el concepto de "clase", que prácticamente confunde con estamento inamovible. Muere sin aclararlo.

La I Guerra Mundial fue consecuencia del aislamiento torticero ejercido sobre Alemania (que despuntaba como la potencia económica que hoy es) por parte de Francia e Inglaterra, ante el temor de que el país teutón se hiciera con el almirantazgo, dominando también los mares. En cualquier libro de la ESO (hagan la prueba) encontrarán que el motivo fue sofocar el excesivo belicismo de Prusia.

Durante la égida de Lenin (poco más de cinco años) murieron de frío y de hambre cerca de 30 millones de personas en Rusia. A mi juicio, uno de los datos más obviados que Escohotado rescata. Y se suponía que por la fuerza la humanidad iba ser arrastra a ser feliz (Gorki). Y a la muerte, también.

Invito al lector a que se acerque sin pereza a esta obra. Escohotado es sin duda una de las cabezas mejor amuebladas del panorama intelectual.

El acuerdo Ribbentrop-Molotov (Alemania-Rusia) firmado en septiembre de 1939 para repartirse Polonia fue el detonante de la II Guerra Mundial: ¿son acaso tan distintos los nazis de bolcheviques, cuando Hitler al final de su Mein Kampf confiesa que pretende acabar con la propiedad privada?

Para quienes duden de la semejanza entre los hunos y los otros: los estatutos de la Gestapo son un calco de los de las Chekas, siendo Dzerzhinsky el creador de las mismas a la vez que inspirador de su homólogo alemán Himmler.

Ni Mao ni Stalin (asesinos genocidas al mismo nivel que Hitler) leyeron El Capital de Marx. ¿Cómo aplicar la teoría de aquello que ni conocen?

El Che Guevara fue un liberticida que metió en campos de concentración (las UMAP cubanas) a no pocos homosexuales. ¿Lo saben quienes lucen hoy su efigie en camisetas en los Gay Pride?
Invito al lector a que se acerque sin pereza a esta obra. Escohotado es sin duda una de las cabezas mejor amuebladas del panorama intelectual. Autor a veces silenciado (cuando apareció el primer tomo en el 2008, apenas surgió ninguna crítica: creo que porque empezaba a meter el dedo en la llaga demasiado a fondo) y otras no reconocido en el ámbito universitario (el lector puede buscar por Youtube cuán hilarante fue su proceso a la hora de presentarse a cátedras), su pluma siempre libre ejerce un efecto purgante.

La falta de reconocimiento en pocos y reducidos ámbitos académicos es sin duda un peaje que al filósofo le sale muy barato pagar. Algo parecido le sucedió a Luis Cencillo en vida (Madrid, 1923-2008), otro monstruo intelectual y autoridad indiscutible capaz de expresarse en latín, griego, sánscrito o hebreo y escribir sobre mil asuntos (derecho, religión, psicología, lingüística, filosofía o arte) con un agudeza inaudita por infalible, a pesar de que tuvo que costearse personalmente las ediciones de sus libros. Búsquenlos en Internet: son urgentemente necesarios. Estos autores son, a mi juicio, dos meteoritos de la Ilustración que hemos tenido en suerte poder ver en el cielo de nuestro tiempo. No aparecen muy a menudo. En cualquier otro país serían el equivalente a un Premio Cervantes como poco.

Promete el maestro Escohotado un libro póstumo, una suerte de diario personal sobre su dieta farmacológica y las reflexiones, quizá inspiradas por ella, que vienen a su pluma mientras tanto. Solo por no ver su casa quemada por "una turba gris" espera a su muerte para que salga a la luz. Tengo unas ganas terribles de leerlo: ojalá tarde muchos años en publicarse.

II

Antonio Escohotado contra los enemigos del comercio: la batalla final
En el primer tomo les tocó el turno a los cristianos primitivos, en el segundo a Marx, y en el tercero de su ciclópea historia del comunismo, el sabio Escota desguaza la Revolución rusa y el populismo
Foto: Antonio Escohotado. (Foto: Igor Gayarre)Antonio Escohotado. (Foto: Igor Gayarre)
DANIEL ARJONA
TAGSLIBROSCAPITALISMO
TIEMPO DE LECTURA18'
24/11/2016 05:00 - ACTUALIZADO: 28/11/2016 12:11
Cuando el periodista llega al chalé pareado de Antonio Escohotado (Madrid, 1941) en la sierra madrileña, la desapacible tarde que le acompañaba se va con el humo del primer pitillo. El primero de muchos. El sabio explica que se acaba de duchar para estar "presentable" y anuncia que se muere de hambre porque, desde que ha desayunado a la una del mediodía, no ha probado bocado. "Vamos a la cocina a por cervezas y a ver si encontramos algo comestible". Voilá. Pertrechados con un filete de pollo empanado, un blíster de humus del Mercadona, mucho tabaco y las birras, nos instalamos en un salón por el que danzan sus cuatro gatos. Falta algo. "¿Quieres también un chupito de whisky con Baileys? Es un cóctel cojonudo". Venga esos chupitos, que hay que celebrar.

'Los enemigos del comercio III'.
'Los enemigos del comercio III'.
Porque Escohotado acaba de completar una empresa de 16 años, una auténtica gigantomaquia, la obra de su vida, en la que ha perseguido la historia del comunismo a lo largo de tres volúmenes y más de 2.000 páginas, desde la irrupción de Jesús en el Templo a latigazos contra los mercaderes hasta la última hora de los movimientos populistas, pasando por el cataclismo de la 'restitución' soviética. Hemos venido precisamente a hablar del tercer y último tomo, 'Los enemigos del comercio III. Una historia moral de la propiedad', que llegará a las librerías en los próximos días. Y ojo porque, nos asegura, nadie ha escrito nada igual.

El filósofo reclama que no empecemos a grabar hasta zamparse el filete, y nos aplicamos mientras tanto a charlar con la boca llena de Camus y Sartre, de la descolonización y del papa Francisco. "¡Ha dicho que los comunistas son cristianos y que el dinero es el estiércol del diablo!". "¿Tú crees que es el Papa más cercano a la teología de la liberación?". "¿Cómo el más cercano? ¡Es un teólogo de la liberación!". La tarde se escapa tras la ventana. Toca encender la grabadora.

P. El segundo volumen atravesaba el siglo XIX como un misil para dejarnos a la puerta de la Revolución Rusa. Y ahora en el tercero, por primera vez, se verifica en el mundo el comunismo moderno. El comercio es desterrado y comienza la restitución. También es abolido el dinero con una salvaje hiperinflación. ¿Fue ese el activador de la catástrofe que describes?

R. A despecho de lo carísimos que son el papel para billetes y su tinta indeleble, compraron toneladas de ambos para sacar adelante una hiperinflación que “dinamitara” el dinero, creando “un oasis extradinerario de trueque científico”. Lenin lo llevaba acariciando años, porque “la motivación no puede seguir siendo ganar dinero”, pero la rebelión del campesinado impuso retroceder desde la colectivización a la Nueva Política Económica (NEP). Aquella hiperinflación prefiguró la alemana de 1929, aunque fue totalmente voluntaria. Por lo demás, viendo que el oasis resultaba ser más bien un infierno crearon tres años después el rublo “fuerte” –cambiado a razón de seis millones de los antiguos por uno-, aprovechando las casi 800 toneladas de oro que incautaron al forzar las bóvedas del Banco Central de Rusia.

Es ridículo echarle la culpa a los particulares. ¿El fallo del comunismo en Rumanía fue Ceaucescu? ¿El de Camboya fue Pol Pot? Tonterías

P. Si en el volumen anterior te ocupas del "héroe" Marx, aquí le toca el turno a Lenin, al que llamas “héroe circunspecto”. Ha sido habitual a lo largo de este siglo la operación de salvar a Lenin y condenar a Stalin por la burocratización y el terror.

R. Eso es muy gracioso. Stalin hace lo que hace porque se lo manda Lenin o porque lo imita. Es ridículo que, cuando tú tienes fe en un proyecto y el proyecto falla, le eches la culpa a ejecutores particulares. ¿El fallo del comunismo en Rumanía fue Ceaucescu? ¿El de Camboya fue Pol Pot? Eso son tonterías. No se puede culpar a personas cuando de lo que se trata es de aplicar ideas. Y en el caso del comunismo, nadie se dio cuenta de que la idea acarreaba un mar de consecuencias. De estas consecuencias, el 99% eran indeseadas e incómodas para sacar adelante la propia idea principal. Lo imprevisto es lo decisivo históricamente. Y es lo que el utópico, o patético-enfático como yo lo llamo, no quiere aceptar porque le descubre la diferencia entre realidad y fantasía. Cuando uno no quiere cambiar pero sí que cambien los demás y no es capaz de convencerlos, recurre a dos técnicas ancestrales: la censura y la intimidación o represión. Nunca nadie había llevado estas dos técnicas hasta tal extremo como el llamado comunismo científico.

Antonio Escohotado. (Foto: Igor Gayarre)
Antonio Escohotado. (Foto: Igor Gayarre)

P. ¿No muestra Lenin al menos algo del sentido común que se desvanecería definitivamente con Stalin al permitir en 1921 cierta apertura con la NEP?

R. Para Lenin la NEP fue algo impuesto por las circunstancias -recuerda que se enfrentaba a tres ejércitos distintos (el zarista, el anarquista y el campesino), a la rebelión de Kronstadt, y al hecho de que estaban muriendo de hambre y frío unas 10.000 personas cada día-, y lo hizo expresamente para “no perder el mando”. Pero con la amargura y el disgusto suscitados por aquel “retroceso” empezaron sus insomnios y ataques de parálisis, que acabaron matándole.

P. Pero sin embargo a Stalin, que recuperó luego la colectivización, las circunstancias le dieron igual.

R. Stalin tenía una policía multiplicada por siete, un Partido multiplicado por otro tanto, y podía volver al plan de Lenin sin miedo al derrocamiento. Por supuesto, la fidelidad al programa “no revisionista” se cargó a otros ocho o diez millones de personas, en parte para liquidar a los kulaks, la clase media agrícola, y en parte porque la industrialización se pagó abriendo el diferencial entre precios impuestos al campesino y sueldos de la incipiente clase obrera.

P. Tampoco salvas a Trotski, por cierto, y, sin embargo, afirmas que era con diferencia el más brillante entre los bolcheviques. ¿Cómo es posible que Stalin acabara robándole la merienda (y la vida)?

R. Ser el más culto y bien parecido de la cúpula era peligroso cuando prosperaba el predominio de los últimos sobre los primeros, y cuento en detalle cómo su combinación de arrogancia y dogmatismo se acabó pagando con un piolet clavado en la tapa de los sesos.

Trotski era el más culto y bien parecido; eso era peligroso en el dominio de los últimos sobre los primeros y lo pagó el piolet

P. ¿Pretendió Trotski en algún momento democratizar el bolchevismo?

R. Aunque su círculo íntimo le propuso apostar por un comunismo democrático y pacífico, jamás renunció al terror como Norte.

P. Stalin y Hitler. Describes cómo ambos se admiraron...

R. Mucho más Stalin a Hitler que viceversa.

P. Pero añades una tesis interesante: el nazismo aprendió del desastre económico soviético y así le fueron mejor las cosas.

R. Completamente. Alemania atravesó un breve “milagro” económico entre 1933 y 1936, hasta que la magnitud de su gasto en rearme fulminó la recuperación. La propaganda soviética sufrió no teniendo nada material que ofrecer, mientras Goebbels se jactaba de regalar cruceros, radios y coches al obrero de aquellos años. . 

P. Al mencionar el caso español y la Guerra Civil, defiendes que el miedo a la revolución puso a la mayoría de los españoles en manos de Franco. ¿En qué te basas?

R. A mí me lo contó mi padre, Román, pero se lo escuché también a Dionisio Ridruejo, a Eugenio Montes, a Agustín de Foxá.

P. Ellos eran falangistas.

R. ¡Pero completamente decepcionados! Piensa en Ridruejo! Estaban convencidos de que la República perdió la guerra civil primero porque Negrín hizo la locura de darle el oro del Banco de España a Stalin, cosa que hundió la peseta y con ella cualquier capacidad de importar, y segundo porque las chekas empezaron a matar a mansalva, cuando los comunistas no pasaban de ser una pequeña minoría. Mi padre recordaba cómo él y su hermano mayor, Amadeo, se pasaron en la Batalla del Ebro, aunque ambos hubieran empezado votando al socialista Besteiro. Esa deserción cada vez más masiva decidió lo que restaba de contienda.

P. Seguimos con el libro.

R. Seguimos, pero yo me voy a echar otra clarita. ¿Quieres tú otra?

P. Venga.

Va a la cocina, grita, "¡pero ven, Daniel, échame una mano!".  Trajinamos y, con nuevas vituallas cerveciles, acompañadas de otra ronda de chupitos y más tabaco, proseguimos. En ningún momento de la conversación entrevistador y entrevistado tendrán sus cigarrillos apagados a la vez.

Tras las purgas sólo podías creer que todo iba bien mirando a otro lado. Shaw aseguraba que no había nadie delgado en la URSS; qué mala gente era

P. Este tomo, como los anteriores, presenta una estupenda colección de personajes. Destacan por un lado los intelectuales mayoritariamente subyugados por el estalinismo, los Brecht, Benjamin, Neruda o Aragon. ¿Es posible que, como muchos de ellos adujeron después, no sabían lo que estaba ocurriendo allí?

R. Lo dudo. Tras la primera gran purga de Stalin, la del 34, sólo podías creer que todo iba bien mirando hacia otro lado. A pesar de ello, H.G. Wells dijo entonces que Stalin era “demasiado bueno” y Bernard Shaw que tras viajar a la URSS no había visto a nadie delgado, y todos los niños estaban rollizos. Qué mala gente fue Shaw, el primer abogado de las cámaras de gas.

P. Son interesantes ahí las decepciones tempranas, como las llamas en el libro. Koestler, Malraux o Gide. Ese 'club de las esperanzas perdidas' actúa, sin embargo, precisas, con mucho cuidado. ¿Qué barrera mental impedía, y aún hoy parece impedir, equiparar al estalinismo y al nazismo?

R. La misma  que separa el estatus de la extrema derecha y la extrema izquierda. Es evidente que hoy tanto la derecha como la izquierda se han ido al centro, y que los extremistas son irrelevantes estadísticamente. Sin embargo, seguimos hablando en esos términos, cosa útil para velar la íntima copertenencia de nazis y bolcheviques. La propia Wikipedia dedica un artículo a crímenes de guerra de la Wehrmacht, y no a los del Ejército Rojo, aunque los reconozca por el propio Gorbachov. ¡Hasta un genio filantrópico y ecuánime como Jimmy Wales resulta incapaz de frenar el sesgo de sus redactores!

A cambio del Estado del bienestar, ganamos en Europa un grado de blindaje ante promesas mesiánicas que los otros no tienen

P. ¿El Estado del bienestar europeo no hubiera triunfado sin la amenaza soviética?

R. Fue sin duda un estímulo, pero la derecha europea tradicional también se apuntó a sufragar el Estado del bienestar, cuyo sistema de seguros y pensiones acaba absorbiendo dos de cada tres euros circulantes. A cambio, tenemos en Europa un grado de blindaje ante promesas mesiánicas del que carecen otras democracias, como muestra la propia elección de Trump.

P. Liberal/libertarios como Hayek, Von Mises o Rothbard rechazaron el Estado del bienestar como una forma más de socialismo. Y tú escribes que les pierde su anticomunismo visceral.

R. Son muy diferentes. Mises es un anticomunista y un dogmático, algo menos absurdo que su epígono Murray Rothbard. Ambos son tan anticomunistas como antiliberales son los comunistas. Creen en entidades negativas como Satán, que en su caso resulta ser el Estado. Hayek está más cerca del socialismo evolutivo, cuando limita la inversión estatal a los campos donde la iniciativa privada se revela defectuosa o nula.

P. Esa información sería problemática en el Juan de Mariana…

R. ¡Que le lean atentamente!

Mises es un anticomunista, algo menos absurdo que su epígono Rothbard. Son tan anticomunistas como antiliberales son los comunistas

P. A ti también te han acusado de anticomunista autores como César Rendueles, que escribió en 'El País' que tu obra le recordaba a "los heterodoxos de Menéndez Pelayo".

R. No soy antinada, y me he hartado de decirlo en todas partes. Rendueles me imputó “invectivas airadas” y consideraciones “psicodélicas”. Nunca he conseguido que precise las páginas correspondientes a lo uno y lo otro, y le será muy difícil encontrar vehemencia en alguno de los tres tomos, porque renuncié desde el principio a usar un solo adjetivo.

Baja por las escaleras su mujer. "¿No vienes a saludar a Daniel Arjona de El Confidencial?". "Hola Daniel, soy Bea, encantada, ¡os leo todos los días!". ¡Eres entonces una fan del Confi, hay que cuidarte!". "¡Cuida tú a mi chico, mejor, jajaja". Más cervezas, más chupitos, nos acercamos al final, aunque eso con Escota nunca es fácil saberlo...

'Frente al miedo'.
'Frente al miedo'.
P. Por cierto, Antonio, en ‘'Frente al miedo’ (Página Indómita, 2015), relatabas una conferencia que dictaste en la reunión anual de la sociedad Mont Pelerin, el foro liberal más célebre del mundo, fundado por Hayek en los cuarenta. Allí, y ante el estupor de los 'creyentes', te declaraste liberal "no dogmático", ensalzaste, citando a Bernstein, el socialismo democrático y le sacaste los colores al auditorio denunciando "el dogma liberal".

R. Jaja, sí. El auditorio era muy numeroso. Lo que dije es que los liberales, si no somos abiertos, lo contrario de dogmáticos, no somos nada. Y que la forma moderna del liberalismo es el socialismo democrático.

P. ¿Saliste vivo?

R. Salí felicitado, y que me invitaran demuestra su grado de apertura.

Si los liberales no somos abiertos, en lugar de dogmáticos, no somos nada. La forma moderna del liberalismo es el socialismo democrático

P. Pero no crees que los liberales españoles, que no son muchos precisamente, te acogieron al principio como su referencia intelectual.

R. Estudiar la historia del comunismo implica investigar paralelamente la historia del liberalismo, cosa bienvenida por cualquier espíritu que respete la autonomía.

P. Antonio, en una entrevista que te hice hace tres años, al preguntarte si te quedabas con Keynes o con Hayek, me dijiste que con los dos, que los dos te habían enseñado mucho. Y me quedó pendiente preguntarte desde entonces si aquello no era una contradicción, como me replican mis amigos liberales.

R. En 1945, cuando Hayek publica 'Camino de servidumbre', Keynes le escribe sugiriendo que es inoportuno torpedear directa o indirectamente la política de expandir el endeudamiento público, pensada como antídoto del desempleo y catalizador de una recuperación ante la atonía inversora, pues Occidente lleva casi 30 años padeciendo uno u otro horror totalitario. También reconoce que políticas análogas solo funcionarán si las ciudadanías son tales, y empeorarían la situación en cualquier otro caso. Hayek le responde que quizá tiene momentáneamente razón, se retira a estudiar y le desea buena suerte, esperando un futuro halagüeño. Pero en 1973, con el primer shock del petróleo, la receta keynesiana produce lo impensable a su juicio -que haya al tiempo inflación y estancamiento- y llega la hora para un discípulo de Hayek como Milton Friedman.

P. ¿Muestra la  gran crisis de estanflación de los setenta los límites de la apuesta keynesiana? Lo digo porque con la siguiente crisis, la última, Keynes resucito con fuerza.

R. El keynesianismo es una solución para situaciones de crisis, pero si se aplica en por sistema es un potenciador de crisis.

P. Pero mientras tanto disfrutas décadas de prosperidad, como ocurrió después de la II Guerra Mundial.

R. Huir hacia delante es siempre mal negocio. Esas décadas fructificaron gracias a estar acompañadas por progreso tecnológico, innovación y robustecimiento de ese activo nuclear representado por el civismo. Como en otros órdenes de la vida, la inversión de fondos públicos requiere mucha mano izquierda, o prosperará un subvencionismo no solo ruinoso sino montado sobre al agravio comparativo. El dinero que se emplea en carbón demasiado caro crea más empleo y ahorro en sectores pujantes.

El keynesianismo es una buena solución para tiempos de crisis. Porque si lo aplicas como política general, ¡creas la megacrisis!

P. Te he escuchado alguna vez decir que fuiste más rojo que la muleta de un torero. Y sin embargo la aplicación y el estudio te permitieron despojarte de esa conciencia roja. Compruebo sin embargo que te mantienes fiel al psicoanálisis. ¿Cómo es posible que las ideas de un médico vienés de principios del XX, por muy brillantes que resultasen, nos sirvan de algo hoy?

R. ¡Pero es que es mi maestro, se lo debía! Freud y Hegel son mis maestros. ¿Has visto la profundidad con la que le conozco?

P. Y tanto. Tuve que leerlo varias veces…

R. Jajaja. Freud cartografió el alma, cosa que nadie había hecho. Y sigue siendo la rejilla fundamental para el proyecto de una psicología moderna. ¿Conoces a Steven Pinker?

P. Vaya si lo conozco.

R. Pues Pinker no dice nada que no hubiera dicho Freud.

P. ¿Tú crees? Pero la psicología cognitiva y las neurociencias han hecho grandes avances desde entonces.

R. Pues claro. Einstein no podía conocer tampoco los descubrimiento del CERN. Pero los sueños…

P. Hoy nadie acepta lo que decía Freud al respecto, que los sueños eran la manifestación de las pulsiones inconscientes. Más bien se empieza a pensar que los sueños no son más que la forma que tiene el cerebro de arrojar la basura psíquica.

R. No lo había oído, pero me parece bastante razonable. Un exutorio. Pero en fin, hoy ignoran a Freud o no le entienden, como demuestran los de la escuela lacaniana.

Althusser y Derrida reconocieron que fueron incapaces de leer mientras vivían de ser profesores. ¡El fraude duró medio siglo!

P. Por cierto que, al glosar la vida de Freud, aprovechas para darle una colleja a Lacan y a su "camelo posmoderno". ¿Eso fueron el posestructuralismo y el posmodernismo? ¿Un camelo, como aseguraron Sokal y compañía?

R. Temo que sí, pero no sólo porque lo dijeran Sokal y compañía. Recuerda que Deleuze, Foucault y Althusser apoyaron a las Brigadas Rojas. Y luego Althusser y Derrida lo reconocieron: “Hemos vivido en el terror de ser denunciados por fraude, porque somos incapaces de leer y estudiar, pero vivimos de ser profesores y pretender que lo hemos leído y estudiado todo”. ¡Llevaban medio siglo de fraude, y no lo digo yo, lo confiesan sus diarios póstumos!

P. Eres bastante crítico en tu libro con los Estados Unidos de la Guerra Fría y su complejo militar industrial. ¿Tú también estás aterrado porque a Obama, el presidente más culto y moderado en mucho tiempo, le haya sucedido un sujeto como Trump?

R. Son oscilaciones, después del verano llega el invierno pero no de golpe, de pronto viene un día más fresco. Luego vuelve a haber verano pero ya un poco más corto. Y así se van introduciendo las cosas. Obama ha sido muy civilizado, pero su buenismo tenía que desaparecer por el conflicto del actual flujo migratorio. Ni Europa ni Estados Unidos están dispuestos a aceptar, no ya lo inevitable de las migraciones sino que tengamos la culpa por cuenta de la colonización. Si quieren venir masivamente a nuestras tierras, seguro que aceptaremos cambiar Bélgica por Ecuador, Holanda por el Congo, o España por Sumatra. Incluso Europa entera por Iberoamérica o África. A nadie en sus cabales le cabrá duda de que ambos continentes serían más prósperos en poco tiempo, y que los europeos agradeceremos sus bondades climáticas, corrigiendo de paso el salvajismo tribal con una explotación menos abandonada de sus recursos naturales. Los migrantes quieren casa aquí y allí, aunque si tratamos de acudir en masa a cualquier de sus países -recibiendo un trato igual al suyo- nos recibirán con artillería y fuego de ametralladora. Pero la plurilocación es algo reservado a chamanes.

P. Podemos asoma en las páginas finales. Creo que no aprecias a Pablo Iglesias pero sí a Errejón. Un amigo pablista al que se lo comentaba esta mañana me decía que, claro, te gusta Errejón como a todos los que no les gusta Podemos. Y añadía entre risas que por eso Errejón debería ser purgado inmediatamente…

R. Lo que me parece es que Iglesias podría ser un adepto a la idea fija, y Errejón quizá más abierto. Me interesa ante todo conocer en detalle sus ideas. Quizá la regeneración del PSOE -partido al que entonces yo votaría- pasa por emanciparse de las memeces tiránicas llamadas “nuestros valores” por Zapatero o Sánchez, pasaría por una fusión con el sensor sensato de Podemos. Mi trabajo arqueológico terminó, y me gustaría ayudar políticamente.

La regeneración del PSOE, partido al que yo votaría, pasa por una fusión con el sector sensato de Podemos que representa Errejón

P. ¿Qué opinas de propuestas de la última izquierda como la renta básica basada en que ahora somos tan productivos que podríamos vivir mejor y más ociosamente?

R. Me parece bien siempre que lo apoye la mayoría de un país, y siempre que ese país tenga superávit. Suiza es el prototipo. Pero fíjate que fue votado en los suizos, y el no ganó con un 74%. Quizá no podemos vivir más ociosamente, dada la indiferencia general de la naturaleza y la disposición laboriosa del humano. El elogio de la pereza es el disparate de un Lafargue que se suicidó a los 65 años, arrastrando a su esposa Laura, una hija de Marx.

P. Los transhumanistas anuncian que en breve podremos descargar nuestra conciencia en un disco duro y vivir eternamente. ¿Te apuntas?


R. Pues mira, querría que me respeten mis vecinos, y que mis hijos y nietos se enorgullezcan de mí. Con eso me basta y sobra. Soy lo bastante ingenuo como para entender, con Manrique, que la única vida perdurable es la fama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario