viernes, 10 de mayo de 2019

Usted diga lo que quiera

El modo de razonar de los políticos,  meramente retórico, esto es, inconclusivo, con razones que ni atan ni desatan o bernardinas que solo declaran actitud, siempre me ha parecido un mero traslado de la manera de "pensar" antidialéctica tan típica de muchos españoles: la teológica, la fanática, que mira más a la convicción o a la fe que a la razón o a la esperanza, esto es, al futuro de todos. Una liturgia maligna, como decía hace poco el buen Manolo Valero; en ella solo valen las premisas, no las conclusiones. Por eso siempre es subjetiva, narcisista... y estúpida.

Un gran crítico de lo que fue y continúa siendo España fue José Cadalso, quien escribió al respecto: "No sé por que se ha escrito tanto sobre la Teología. Esta facultad trata de Dios. Dios es incomprehensible. Ergo es inútil la Teología". A los españoles siempre nos ha parecido mejor la fe medieval que la lógica del renacimiento. Aun ahora, cuando Abascal, primero de su lista electoral de reyes godos, se va a Covadonga, no sé a qué; seguramente a comerse una mariscada, como hacen los treintaytresmileuristas como él. Eso da para criar mucha barba a lo Jomeini, pues no hay más Abascal que Abascal, y Smith es su profeta; que le estén saliendo disidentes al Frente Popular de Judea era de esperar; no todo el mundo es de la misma fe wahabista. 

Al respecto me acuerdo de que se discutía en la I.ª República la libertad de cultos, algo que tanto ha costado traer a la España fanática. Don Emilio Castelar pronunció entonces su famoso discurso en el que hizo célebre su frase de "Grande es Dios en el Sinaí... pero es más grande el humilde Dios del Calvario" y enumeraba todas las razones de la soberbia que han hecho miserable al catolicismo en España; entre ellas decía que había estado en Roma y allí había visto, al lado de los frescos de Miguel Ángel, otro con la Matanza de San Bartolomé donde el rey francés ofrecía al Papa la cabeza de Coligny;  le contestó el canónigo Manterola a la manera típicamente española; haciéndose el sordo y negándole el pan y la sal:

-El señor Castelar nos dijo que había estado en Roma y yo, francamente, creo que el señor Castelar nunca ha estado en Roma.

Don Emilio le interrumpió:

-Sí: el año pasado por ahora.

Manterola insistió:

-Digo que no creo yo que el señor Castelar haya estado nunca en Roma. El señor Castelar fue a Roma, el señor Castelar debió de dormir en Roma porque se duerme en todas partes y es necesario dormir. Y el señor Castelar ha vuelto de Roma a España sin haber estado en Roma. La inteligencia fecunda del señor Castelar, la imaginación brillante del señor Castelar, el corazón generoso del señor Castelar nunca han estado en Roma.

O sea, razones a la española o el modo teológico de pensar que hizo nacer la palabra tiquismiquis: "Usted diga lo que quiera, que yo haré lo que me dé la gana". Como ahora, en que ni siquiera hay algo tan dialéctico y abierto como una república.

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