jueves, 8 de agosto de 2019

Tecnología punta

Es fácil inferir la personalidad de un pueblo como el español por la tecnología punta que genera. Y como nosotros no hemos pasado más allá de la fregona,  la tapa, el chupachup y el botijo, hay que concluir (inevitablemente, como Thanos) que somos unos comodones con miedo a mancharse las manos y a pasar mucho calor, al menos desde hace 3.500 años, pues hay botijos desde la almeriense cultura de El Argar. Que por aquí no pasa el tiempo. Cuán extraña es esa afición a las cosas con palito: el chupachup, la fregona, las tapas... y las banderas. Así nos va.

También se puede inferir la calidad de nuestro gobierno político por la de las tertulias (el parlamento es solo eso, una tertulia). De todas se saca la misma conclusión: ninguna. Es curiosa la unanimidad de ideas: todo el mundo hace el Inda de una forma u otra. Es la llanura perfecta del encefalograma plano, un campo de sal como el del Titicaca. ¿Qué idea será esa? ¿Sentarse rápido en la silla, como en el juego infantil?

Creo en la colectivización del conocimiento y de la ética, no en esta república camarera y los ochentamileuristas que la maltratan: nunca se ocuparán de la juventud que no nace y se marcha, de la sanidad que encoge, de los bancos que crecen, de la mierda que nos entierra. Ni Francisco Kafka podría describir esta postergación indefinida de una legalidad más real que legal. Un poco ejemplar ejemplo: el PSOE (Pedro Sánchez ¡OhÉ!), tira un dinero público que podrían haber usado en subirse más lo sueldos convocando perpetuas y eternas elecciones; y no es que los demás (de más para ellos) lo dejen: el convulso y malugno Rivera se agita como un cocamán y quiere bailar siempre con la más guapa y ser califa en lugar del califa; los podencos discuten con los galgos y los pobres y desvalidos no tienen nada que esperar de este espantajo que alguna vez pareció un país y ya no lo es. España y las demás repúblicas cementeras del sur de Europa son el tamagotchi de la UE.

Más nos vale hablar de Arrimadas, una niña conveniente y debida, bien educada, hija de buenos padres, modosa, kawai, fregatriz, pacata y circunspecta pajarilla en ese campo de nabos, esa manada que es la política española, más vulgar que la sopa de fideos. En China tienen una expresión para indicar la vergüenza: "perder la cara". Y todos los políticacos españoles tienen la misma: ninguna.

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