sábado, 7 de septiembre de 2019

Comicios

Cuando uno empieza a buscar patrones en la letrología periódica, termina fumado de metáforas. Por ejemplo, si uno lee una noticia sobre la cámara frigorífica de los diputados y luego otra sobre el gran colisionador de particulillas del CERN, concluye que el parlamento es un colisionador de ladrones. Y si uno lee a los septuagenarios de La Razón, puede sufrir un arrebato de economística y capicarmelitalismo y terminar luchando por su vida en el planeta rojo, como en una novela de  Edgar Rice Burroughs o una película de Mad Marx.

Lo mismo ocurre con otras figuras retóricas, como la antítesis. Huyendo de un vicio, decía Quinto Horacio el Flaco se caía en el opuesto, y así un fiel de balance como el denodado Sánchez, que tanto se fuerza en pasar mimetizado con el entorno, termina siendo un Sánchez perceptible, un Sánchez notorio e, inevitablemente, un acusado Sánchez. Esta palpabilidad de Sánchez no se debe a que il bello parezca salido con todo su caretón piedra de un escaparate, que también, sino a que, aunque los españoles hibernan en agosto, Sánchez parece que aún no se ha descongelado. Tanta es su rigidez que Pedro parece un obispo lleno de pedrería.

Claro está que para Horacio "la virtud está en el medio", no a la izquierda, que siempre ha sido siniestra para los fabricantes de supersticiones periódicas. Descentrarse traería cola, o más bien al coleta. Esto es que prepara su segundo advenimiento, que va a haber elecciones, como en un mercado o en un prostíbulo fino. A ver quién presenta ya los mejores rábanos, no digamos nabos, melones o almejas; de los chorizos hablaremos en otra ocasión. Hablo de rábanos porque les importa un ídem lo que van a decir; si la gente no cree ya en sus promesas (fe), ni espera nada de ellos (esperanza), ¿para qué va a tener con ellos amor o caridad? Pues la tiene. Por eso elige siempre a los más guapos, a los que les dan menos repelús. Como en el burdel o en la elección de Miss Universo o Miss España. La figuración es lo que tiene. No es que la gente necesite un protésico mental, es que, como es mejor que ellos, prefiere no ponerlos a parir, o reírse de ellos, como hago yo. Por higiene mental. Se comparan glúteos (las mujeres no tienen esa ordinariez llamada culo), ombligos y demás apariencias. No se les pide ni siquiera alma ni se atiende a lo que dicen, sino a su tono de voz, su vestimenta, el corte de pelo.

Por eso yo propongo que nos gobierne la nada, o un político incorpóreo y fantasmal, o mejor un algoritmo o ecuación que no nos torture con el ruido de sus bocas y no se nos aparezca diariamente como un santo paliza y latoso. Algo así como un Sánchez cuando andaba contingente, remoto y perdido. Cuando era, en fin, Pedro, el Hermoso.

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