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viernes, 17 de julio de 2020

Aldous Huxley y la "Democracia"

Aldous Huxley, en su obra El fin y los medios (1937), escribe lo siguiente:

Esencialmente, todas las nuevas morales comunista, fascista, nazi o meramente nacionalista, se parecen mucho entre sí. Todas afirman que los buenos fines justifican los medios; y para todas, los fines consisten en el triunfo de una parte de la especie humana sobre las demás. Todas justifican el uso ilimitado de la astucia y de la violencia. Todas predican la subordinación de los individuos a una oligarquía gobernante, endiosada, que denominan 'el Estado'. Todas predican las virtudes menores, como la temperancia, la prudencia, el coraje y otras; pero todas desacreditan la caridad y la inteligencia, virtudes superiores sin las cuales las virtudes menores son meros instrumentos para hacer el mal con una eficiencia cada vez mayor.... Tanto el capitalismo como el nacionalismo son frutos de la obsesión por el poder, el éxito y la posición social... Deja definitivamente atrás una Europa que, en sus propias palabras, se ha rendido a la idolatría de «divinidades locales como la nación, el partido, la clase o el caudillo endiosado», en la que las masas son «conducidas como rebaños» y «el individuo es reducido a un estado de intoxicada subhumanidad».

Abandona el cinismo que lo había caracterizado, se adentra de manera constructiva en el terreno de la teoría política y la filosofía moral y se pregunta cómo «podríamos desembarazarnos de la maldición de la obediencia pasiva, curar el vicio de la indolencia política y poner al alcance de todos las ventajas de la libertad activa y responsable».

domingo, 14 de junio de 2020

Pensamientos ajenos sobre pobreza y corrupción

"Va a dejar de haber pobreza cuando dejen de robar, va a haber instituciones cuando dejen de mentir.“ —  Elisa Carrió política argentina 1956

"No hay otra alianza con Dios que No mentir, No robar y No votar contra los pobres.“,  Elisa Carrió política argentina 1956

"Si a vos los de arriba te enseñan a robar, vos vas a robar; si te enseñan a mentir, vas a mentir. ¿Qué hacer con un poder que miente y roba todos los días? ¿Qué puede hacer una maestra y cómo les explica a los chicos que no deben mentir porque sino sus vidas van a ser difíciles, si el chico ve la vida exitosa de los que roban y mienten? Tenemos que tomar esa decisión“ —  Elisa Carrió, 1956

"Era un poco como robar. Era exactamente como robar. Era de hecho, robar. Pero no había ninguna ley que lo prohibiera porque nadie sabía que el crimen existía, ¿y acaso se podía llamar robo cuando nadie echaba de menos lo robado? ¿Y acaso era robar si se robaba a unos ladrones? En cualquier caso, toda propiedad es un robo, salvo la mía" —  Terry Pratchett, 1948

martes, 26 de mayo de 2020

La miseria del liberalismo

Cada cierto tiempo se reitera la misma noticia: un niño cae a un pozo e intentan rescatarlo mejor vivo que muerto. Quizá por ello los telediarios no dedican mucho tiempo al periódico asunto en estos tiempos groseros e impíos. Con frecuencia, también, es cansino constatar cómo la banca sigue tomándose la justicia por su mano (suponiendo que banca y justicia no sean lo mismo, como ya demostró Juan March) no solo en cuestión de hipotecas y manipulación judicial, sino también en la extrajudicial, recurriendo a policías públicos para que les hagan el trabajo sucio. Si ya hay jueces ¿para qué recurrir a la mafia? ¿Para qué matar a alguien si podemos subirle el sueldo u otorgarle un mejor cargo? Sillas giratorias. Cuán feo, cuán obsceno es que se desestime la contratación de un ejecutivo bancario porque pide cincuenta milllones en vez de cuarenta y nueve coma nueve, mientras informan de que "se" va a  despedir a la cuarta parte de su personal porque la robotización y la informática ya empiezan a ser los únicos que trabajan en España.

Al respecto me cabían dos esperanzas: la de que el dicho niño siguiera vivo tras trece días sin agua ni alimento, y la de que la banca pagara algo de lo que nos debe o los gobiernos que la babean repartieran la pobreza. Creía más en la primera que en la segunda. Solo hay que ver lo que dicen en el frío foro de Davos, un lugar de la bancaria Suiza que a los especialistas en lengua y literatura solo nos suena porque en sus hoteles se inspiró Thomas Mann para escribir La montaña mágica, suprema metáfora de la impotencia que motivó dos guerras mundiales. ¿Qué hace más daño a la sociedad, pregunto? ¿Un pozo abierto para que caiga un niño o los millares de pozos que abre la banca para que caiga en la miseria la clase media y puedan seguir repartiéndose la parte del león las veintinueve familias que poseen la mitad de la riqueza mundial? 

Ya han nacido dos clases que van aislándose en forma de nuevos estamentos medievales, la que con nuevas palabras llaman hiperburguesía y el precariado. Desaparecida la clase media y del todo alienado el proletariado, que ya solo es un lumpen, por ahí asoman también otros neologismos: poscomunismo, posreligión. Que en francés incluso ya han dejado de ser un neologismo.

En humanidades denominamos justicia poética al final de una historia en que, tras haber perdido, gana a fin de cuentas el bueno; pero ya lo avisó Albert Camus: "En España aprendió mi generación que no siempre ganan los buenos". Hay que llamar a la justicia / política española una justicia antipoética, un barrizal mierdero: el bueno acaso gane en primera instancia, pero al final siempre vencen los malos (si es que los buenos no han muerto de viejos). No es una sociedad garantista; no hay derecho "a un juicio rápido", como dice la enmienda de los useños. Robar a los pobres para socorrer a los ricos es algo que siempre hacen los cabrones de derechas o de izquierdas, llámense Maduro o Rita Barberá. Y por ahí anda alguien rehaciendo refranes: "No es más rico el que más tiene, sino Amancio Ortega". La hiperburguesía es lo que en seudocastellano podríamos llamar gente Premium. Que tiene algo de primero, de pariente, de mío y de ganancia consensuada en el nombre: el fruto de un buen creativo publicitario. Podría haber sido el rótulo de un polo de chocolate. En cuanto a los otros, está claro: no es que los hiperburgueses los quieran menos: es que aman a su dinero más. La excusa que, en otro sentido, sirvió a Bruto para matar a César. Y más o menos lo de Leopoldo II de Bélgica, que se arrogaba el título de civilizar a los negros, pero solo quería su guita. El precariado es eso: los economistas que he visto cuidando viejos, los filósofos que sirven hamburguesas y esos historiadores que limpian retretes. ¿Qué verán mis hijos?


El artículo 16 de la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano (1789) señala que «Una sociedad en la que no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la separación de los poderes, carece de constitución». Esto es, si los derechos necesitan garantías para no ser papel mojado, el Estado debe extraerlas de los impuestos. Y, habida cuenta de que es insuficiente el control y contrapeso que debe tener el único poder que hace lo que le da la gana, ajeno a la única limitación que tiene, el voto, es el poder legislativo, conviene desarrollar organismos que lo limiten, empezando, por ejemplo, por destruir de una vez por todas las famosas epiqueyas a que da lugar su inviolabilidad, su inmunidad y su aforamiento. Ya que sin justicia es imposible todo progreso, conviene ante todo depurar las estructuras de parásitos morales.

Desde la famosa Constitución de Weimar de 1919 viene siendo un objetivo primordial desarrollar el aparato estatal para cumplir un propósito esencial: hacer más válido al ciudadano. Eso no se puede hacer sin redistribuir la riqueza, sanear su cuerpo y aumentar su educación. Y no se logrará solo con una Constitución de papel. Supone unas políticas de recaudación progresivas para fundar y sostener un estado del bienestar.

En el estado del bienestar moderno se reconocen los derechos de las minorías, empezando por las mujeres (que, en realidad, son mayoría demográfica). Se prohíbe el trabajo infantil, se autorizan las minorías sexuales no lesivas. Se intenta nivelar la diferencia entre partes en el contrato de trabajo y en el suscrito entre empresas y consumidores. En Latinoamérica se han empezado a reconocer los derechos civiles y culturales de las minorías indígenas, algo en lo que los estadounidenses y sudafricanos ya nos llevan alguna ventaja. En estos países incluso se les ha permitido a veces alguna jurisdicción, instituciones y un derecho propios. Un punto de inflexión en dicho desarrollo fue el Convenio 169 de la OIT de 1989, que amparó a pueblos tribales independientes regidos por sus propias costumbres tradicionales o legislación, y a los pueblos indígenas u originarios dentro de países independientes, sometidos con frecuencia a genocidio, como los uigures y tibetanos de China, los rohinyás de Birmania o los maoríes de Australia. 

A finales del XIX y principios del XX el proyecto liberal requería serias correcciones porque solo reconocía la igualdad formal y no la material. Un derecho que trata igual a pobres y ricos, a empresarios y trabajadores, a indígenas y a ciudadanos ordinarios, etcétera, no solo no ofrece soluciones, sino que agrava los problemas: el derecho tiene que reconocer diferencias: las personas no pueden ser vistas todas igual, eso es lo mismo que no verlas, y la justicia necesita quitarse la venda para no ser ciega. Hay que entender que las personas son iguales, pero se desenvuelven en unos contextos tan distintos que es preciso y necesario que el Estado las proteja y regule de algún modo. El derecho liberal se ocupa solo del individuo, pero ¿qué pasa con los colectivos? Los derechos sociales conquistados penosamente son: un máximo de horas de jornada laboral, una edad mínima para el trabajo, el derecho al descanso, el derecho a medidas de protección en el peligro del trabajo, los periodos vacacionales pagados, la indemnización por despido improcedente, el salario mínimo, etc. Para evitarlo la hiperburguesía ha contraatacado creando el precariado y privatizando y vaciando las arcas del Estado para impedir cualquier forma de garantismo. 

Por lo cual debe avanzarse en el reconocimiento de derechos sociales y políticos, no solo con tímidas reformas legislativas y papeleras, sino de forma garantista, con el nacimiento de una serie de instituciones y principios que constituyan un punto de partida y no de detención del derecho: se trata de los llamados derechos fundamentales de segunda generación (la primera fue la de los derechos civiles y políticos del primer constitucionalismo liberal): la salud, el trabajo, el descanso, la vivienda, la educación, la seguridad social, que empiezan a ser concebidos como cuestiones que competen al Estado, ya que son factores que no puede controlar un individuo por sí mismo y ante las cuales debe tener un papel más o menos activo. La pobreza, la enfermedad, la marginalidad, la muerte y otras desventuras comunes en la vida de las personas, son accidentes. Eso quiere decir que cualquiera puede verse afectado por ellas; no dependen, en definitiva, de la voluntad de los sujetos, ni de su diligencia. Siendo este el principio, el Estado, en cuanto organización social colectiva, debe asumir la asistencia a las personas en lo que a estas cuestiones respecta. De ese deber de asistencia derivan derechos sociales que luego se desarrollan en mayor o menor medida en la práctica: derecho a obtener prestaciones sanitarias suficientes en caso de enfermedad, derecho a la educación aun cuando no se cuente con los medios para pagarla, derecho a la vivienda, derecho a una jubilación, a descanso, a pensión de invalidez y viudedad, etc. El estado de bienestar supone acciones positivas del Estado para conseguir estos fines y garantizar así un bienestar colectivo que distribuya, entre todos, el coste de estos accidentes. Es esto lo que llaman los juristas la socialización del derecho. 

La seguridad social responde a un problema cada vez más frecuente, de gran perjuicio social. El individualismo burgués culpabiliza de problemas incontrolables a quien los padece y su entorno familiar. Un accidente, una enfermedad o la vejez son hechos que ponen en situación de vulnerabilidad a la persona que los vive y a quienes tienen que cuidar de ella. El Estado liberal del XIX no respondía a estas cuestiones y lo dejaba a la caridad privada; la religión era más fuerte entonces que ahora. Quien no puede trabajar no recibe ningún tipo de compensación y, quien no tenga medios para subsistir sin trabajar, no puede dejar de hacerlo nunca, sin importar lo avanzado de su edad. Diversos movimientos sociales generaron instituciones para paliar los efectos de estos problemas. Se fundaron mutualidades para acudir en ayuda de los accidentados y otras destinadas a la mantener a los que por edad ya no pueden trabajar. Lo solucionaban gremios, colectivos e instituciones de caridad, y en el siglo XIX meros filántropos en el primer Estado liberal o sindicatos. Esas prestaciones irán fraguando en derechos sociales y, aun estando al principio en manos de colectivos de trabajadores, se van convirtiendo en prestaciones públicas en manos del Estado.

Tras las dos feroces guerras mundiales y sus adyacentes, se abrió la puerta a la socialización de los costes por los daños realizados contra el ser humano en general por la fatalidad. Esta política redujo de forma extraordinaria la marginalidad y la pobreza, aseguró un estándar de vida medio-alto a la mayoría de la población y abrió oportunidades que antes estaban reservadas para las clases altas a sectores extensos de la población. En todo caso, el mérito del estado de bienestar entendido de la manera que expongo no fue tanto el cuánto da o reparte el Estado, sino bajo qué principio: el de la solidaridad (es decir, responder como conjunto social a las desgracias, los accidentes y la mala fortuna de aquellos que la componen).

Quisiera saber de cuánta solidaridad son capaces algunos.

lunes, 18 de mayo de 2020

Discurso, o más bien monólogo, de Greta Thurnberg

Mi mensaje es que os estaremos vigilando. Todo esto está mal. No debería estar aquí. Debería estar de vuelta a la escuela al otro lado del océano. ¿Por qué sin embargo todos ustedes vienen a nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza? ¿Cómo se atreven? ¡Han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías! Y sin embargo, soy una de las afortunadas. La gente está sufriendo. La gente está muriendo. Ecosistemas enteros se están derrumbando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva... y de lo único que podéis hablar es de dinero y de cuentos de hadas, de crecimiento económico eterno.

Durante más de 30 años, la ciencia ha sido clara como el cristal. ¿Cómo os atrevéis a seguir desviando la mirada y a venir aquí diciendo que estáis haciendo lo suficiente, cuando la política y las soluciones necesarias aún no están a la vista?

Decís que nos escucháis y que entendéis la urgencia. Pero no importa cuán triste y enojada esté: no quiero creer eso. Porque, si realmente entendisteis la situación y aún no actuasteis, entonces serías perversos, y me niego a creerlo.

La idea popular de reducir nuestras emisiones a la mitad en 10 años solo nos ofrece un 50% de posibilidades de permanecer por debajo de 1.5 grados Celsius y de reducir el riesgo de desencadenar reacciones en cadena irreversibles más allá del control humano.

El cincuenta por ciento puede ser aceptable para ustedes. Pero esos números no incluyen puntos de inflexión, ni la mayoría de los circuitos de retroalimentación y calentamiento adicional ocultos por la tóxica contaminación atmosférica o los aspectos referentes a la equidad y justicia climáticas. También dependen de que mi generación absorba cientos de miles de millones de toneladas de su CO2 fuera de la atmósfera con tecnologías que apenas existen.

Por tanto, un riesgo del 50% simplemente no nos es aceptable: nosotros somos quienes tenemos que vivir con las consecuencias.

Para albergar un 67% de posibilidades de permanecer por debajo de un aumento de temperatura global de 1.5 grados, las mejores probabilidades concedidas por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el mundo tenía 420 gigatoneladas de CO2 para emitir el 1 de enero de 2018: hoy esa cifra ya se ha reducido a menos de 350 gigatoneladas.

¿Cómo os atrevéis a fingir que esto se puede resolver con "negocios como siempre" y algunas soluciones técnicas? Con los niveles de emisiones actuales, ese presupuesto restante de CO2 desaparecerá por completo en menos de 8 años y medio.

Hoy no se presentarán soluciones o planes que asuman estas cifras, porque estos números son demasiado incómodos. Y todavía no sois lo suficientemente maduros como para decirlo como es. ¿Cómo os atrevéis?  Nos estáis fallando. Pero los jóvenes están comenzando a comprender vuestra traición. Los ojos de todas las generaciones futuras están sobre vosotros. Y si elegís fallarnos, yo digo: nunca os perdonaremos.

No dejaremos que os salgáis con la vuestra. Justo aquí es ahora donde trazamos la línea. El mundo se está despertando. Y el cambio está llegando, os guste o no.

Gracias.

domingo, 26 de abril de 2020

viernes, 8 de septiembre de 2017

Novela autobiográfica de Sergio del Molino sobre su juventud y un profesor de filosofía suicida

Carmen Morán, "Adolescencia y culpa en la última novela de Sergio del Molino. El suicidio de un profesor y activista local permite al autor de 'La España vacía' abordar su época en un instituto en Zaragoza", en El País, 8-IX-2017:

La adolescencia le ha proporcionado a Sergio del Molino un buen caldo para el libro que ya tienen en las tiendas: La mirada de los peces (Random House). Un caldo donde se recuecen la música de vinilo y los sinsabores generacionales, el aburrimiento en un banco del parque con los pies enterrados en cáscaras de pipas, las ganas de coger un tren que lleve lejos, los primeros coqueteos con la literatura, las drogas y la violencia, el amor y los estudios, el instituto. Así estaba el tema, dando vueltas en la cabeza, cuando la llamada de un viejo profesor que anuncia que ha decidido poner fin a su vida ordenó las ideas en 200 páginas escritas “a borbotones” en unos pocos meses.

El profesor de filosofía es Antonio Aramayona, uno de esos maestros que los alumnos guardan siempre en la memoria porque sacan lo mejor de ellos, un personaje controvertido que pasó sus últimos meses de vida defendiendo unas pocas causas: el laicismo, la enseñanza pública, el derecho a morir dignamente, y que se apostó frente a la puerta de la consejera de Educación de Aragón durante meses acumulando multas de la policía que se negó a pagar. Aramayona se transformó en un héroe local de Zaragoza, donde se desarrolla esta historia, estaba enfermo, se movía en silla de ruedas y decidió que se quitaría la vida. Hizo de ello partícipes a varios amigos y antiguos alumnos. Sergio fue uno de ellos y de ahí nació esta obra, muy autobiográfica aunque, como avisa el autor, se trata de su mirada, distorsionada "por la miopía y el astigmatismo", sobre una época y un lugar.

Un barrio periférico de Zaragoza con nombre de santo, como tantos barrios obreros, el San José es el escenario donde un puñado de muchachos aburridos e hiperactivos orbitan alrededor del profesor que les agita las conciencias. “La adolescencia es muy atractiva literariamente porque permite abordar las contradicciones. Somos unos idiotas inconscientes a los que se suelta al mundo sin que sepamos qué hacer con él. Pero es bueno ser idiota a esa edad, porque aquel que no lo practica entonces corre el riesgo de hacerlo a los 50 y causar mucho daño. De jóvenes deberíamos tener una reserva animal, una barra libre de idioteces para llegar saludables a la edad adulta. El adolescente transita entre la infancia y la edad adulta, entra y sale, entre la irresponsabilidad de ser un niño y las consecuencias de sus acciones. Tiene la posibilidad de ser cínico y entonces habrá mordido la manzana, ahí está ya el pecado original. Es una etapa idónea para plantear dilemas morales”, dice Del Molino.

El autor moldea una crónica social de la España de los años ochenta, cuando las drogas hacían estragos

Periodista también, el autor moldea una crónica social de la España de los años ochenta, cuando las drogas hacían estragos sin que las casas de la juventud ni los maestros más esmerados pudieran hacer mucho por los muchachos que daban vueltas alrededor de los descampados que bordeaban su barrio y la ciudad entera. Y la entremezcla con la actualidad, en la que esos alumnos han crecido y se dedican a sus vidas que, en ocasiones, como es el caso de Sergio, autor y protagonista, ya les ha dado algún zarpazo sin remedio. No hay tiempo que dedicar a esos viejos maestros, sus causas ya no son las propias, a veces hay que disimular, tristemente, el desinterés. Y de ahí nace la culpa. “Eso es lo que es este libro, la asunción de la culpa por haber dejado de lado a estos maestros a lo que un día idealizábamos y con el tiempo los hemos visto solo como humanos. Pero es a la edad adulta cuando, si lo sabes mirar bien adquieren todo su interés”, dice. Cuando ya no se mira por encima del hombro se ve al amigo y quizá la distancia se ha vuelto insalvable.

Del Molino pasó el 15-M viendo morir poco a poco a su hijo en un hospital. Cuando salió de aquella cámara aislante España se había transformado un poco, el friso político era distinto, muchas causas que compartía habían salido a la calle y su viejo profesor era el protagonista de provincias de varias de ellas. “Lo habían convertido en un santo, lo habían beatificado. Se hicieron de él semblanzas donde yo casi no le reconocía. Era casi un gurú. No me irritaba lo que él hace sino lo que los demás hicieron de él y que él mismo impidiera ver al hombre real, mil veces más interesante, amable y querible que aquel de resonancia pública. Él lo alentó, en eso sí puedo tener un reproche”, explica Del Molino.

En un barrio periférico de Zaragoza un puñado de muchachos orbitan alrededor del profesor que agita sus conciencias

Pero este libro no es sobre Antonio Aramayona, es sobre Sergio del Molino. Él es el protagonista que se desnuda ante los que le conocen evitando el pudor que congela a algunos escritores. “Eso es justo lo que no hizo Antonio. En los libros que escribió él no estaba, no se oía su voz, ni se percibía su aguda ironía, ni su forma de hablar”. Ya no era aquel personaje del que se enamoraron los alumnos, por el que ciegamente podían convertirse en terroristas si él se lo pedía, que los arrastraba como una ola en bromas macabras que exprimía sin piedad para extraer el sentimiento crítico con el que un maestro enseña a sus alumnos a pasar a la edad adulta.

No era fácil en aquella época. La fauna de los institutos era cruel e impía, y entonces, dice Del Molino, “cerraban la puerta de la sala de profesores y que el patio del recreo ardiera si quería”. Cristales rotos, mesas con las patas destornilladas, maltrato adolescente que ahora tiene nombre propio: bullying. “Aquella España ya no existe, ahora somos más civilizados, las familias se ocupan de que sus hijos no sufran maltrato, las Administraciones procuran combatirlo, los periódicos lo cuentan, lo mismo que pasa con la violencia contra las mujeres. Y los chicos tienen más recursos y se aburren menos. Hasta en la España más tocada por la crisis se vive mejor que entonces, cuando no había ni sesión doble ni simple, es que no había cine, ni hablar de móviles o tabletas. Yo creo, con Steven Pinker, que le pone cifras a esto, que el mundo cada vez esta mejor”.

Para demostrarlo, en este libro vuelve a asomarse con maestría aquella España que se fue vaciando para reunirse en las periferias de las ciudades, en barrios con nombre de santo donde algunos maestros se empeñaban en que sus alumnos pudieran soñar sin que fuera en un tren que les llevara lejos.

domingo, 9 de julio de 2017

Timos democráticos

Javier Marías, "Timos democráticos", El País, 9 de julio de 2017:

En las apelaciones de los partidos a la opinión continua de las “bases” hay un elemento de cobardía. Un afán de guardarse las espaldas.

Hemos llegado al punto en el que debe desconfiarse de quienes se proclaman “demócratas” con excesivo y sospechoso ahínco. O de quienes compiten denodadamente por parecerlo más que el resto. Porque entre ellos se esconden precisamente los individuos más autoritarios —por no decir dictatoriales— de nuestras sociedades. Maduro apela a la democracia para cargarse la poca que queda en su país, ya desde Chávez. Los políticos independentistas catalanes la invocan para instaurar, si pudieran, un régimen monocolor, con control de los jueces y la prensa, e incluso con la figura del “traidor” o “anticatalán” para todo el que no aplaudiera y bendijera sus planes. Y van en aumento las formaciones políticas que practican o defienden la llamada “democracia directa” o “asamblearia” en detrimento de la representativa, alegando que sólo la primera es verdadera. Lo curioso de estos partidos es que, al mismo tiempo, no prescinden de secretarios generales, presidentes, líderes y ejecutivas. Si todas las decisiones las van a tomar los militantes, no se ve qué falta hacen los próceres y dirigentes, por qué luchan entre sí y ansían hacerse con el poder y el mando.

Todo esto es un timo, como ya se ha comprobado en las “consultas populares” que ha organizado el inefable Ayuntamiento de Madrid, dominado por Ahora Madrid y encabezado por Carmena. Recordarán que una de estas votaciones fue respecto a la reforma de la Plaza de España. Se dio a elegir a los ciudadanos entre setenta proyectos —­setenta—. Como era de esperar, sólo 7.000 residentes se molestaron en pronunciarse, probablemente los partidarios de Ahora Madrid y unos cuantos ociosos (la gente ya tiene bastante con ocuparse de sus problemas y ganarse la vida). 7.000 madrileños debe de ser algo así como el 0,3% de la totalidad, lo cual invalidaría per se cualquier resultado. En todo caso, ese 0,3% mostró su preferencia por los proyectos Pradera urbana (903 aplastantes votos) y The Fool on the Hill (784 abrumadores). Pero entonces intervino un jurado, que decidió que los ciudadanos no tenían ni puta idea y declaró finalistas los proyectos que habían quedado en tercera y décima posición. La organización de la ridícula consulta pudo costar 600.000€ (no sé la cuantía final), sólo para que Ahora Madrid fingiera burdamente ser más democrático que nadie y luego pasarse por el forro la elección de los consultados. Poco después vino otra consulta, por el mismo precio barato, sobre la peatonalización de la Gran Vía, la cual, sin embargo, estaba ya decidida por el autoritario Ayuntamiento. Pero como “la ciudadanía de Madrid es soberana”, según dijo con gran cinismo el concejal Calvo, se llevó a cabo la farsa de preguntarle acerca de detalles menores y estúpidos como el número de pasos peatonales, o “¿Consideras necesario mejorar las condiciones de las plazas traseras vincu­ladas a Gran Vía para que puedan ser utilizadas como espacio de descanso y/o estancia?” No obstante, y según reconoció ese edil experto en cinismo, el Ayuntamiento ya había convocado el concurso de jóvenes arquitectos para remodelar dichas “traseras”. Lo que por supuesto no se consultó fue lo principal del asunto, a saber: “¿Desea la peatonalización de la Gran Vía o lo considera un disparate?” No, eso los demócratas preferían no preguntarlo, por si su brutal imposición a la capital entera se les torcía e iba al traste. La palabra que he empleado no es exagerada: todo es un timo. Los autoritarios no se conforman con serlo (como lo es el PP, sin escrúpulos), sino que además quieren presumir de ser los más democráticos de todos.

La cuestión no acaba aquí, ahora que también el PSOE anuncia toda clase de consultas y votaciones de sus militantes para resolver cualquier asunto … que seguramente sus líderes se pasarán por el forro si no les conviene el resultado. En estas apelaciones a la opinión continua de las “bases” hay un elemento de cobardía. Un afán de guardarse las espaldas, de declararse irresponsable cuando vienen mal dadas. Cuando algo es un manifiesto error, o una injusticia, o una metedura de pata con consecuencias graves, los dirigentes pueden escaquearse: “Ah, no fuimos nosotros, lo quiso la gente y nosotros estamos a su servicio”. Pero, como se hizo patente en los “referéndums” de Carmena, los que se molestan en votar esas cosas son cuatro gatos —los activistas, los fieles, y éstos son fácilmente manipulables por los convocantes, o más bien suelen estar a sus órdenes—. Estos dirigentes son unos vivos: si destrozan una ciudad o un partido, pretenderán no ser castigados, como sucedería si se hicieran responsables de sus decisiones. Así que lo mejor es tomarlas (para qué, si no, quieren mandar) y echarles luego la culpa de los ­desaguisados a la ciudadanía o a la militancia. Dejen de tomar el pelo: si han sido elegidos, hagan su trabajo y gobiernen, no mareen al personal continuamente, expónganse y asuman sus equivocaciones y aciertos, si es que alguno hay de estos últimos.

martes, 4 de julio de 2017

Dossier abusos bancarios

Seis artículos con denuncias e información sobre abusos bancarios, especialmente comunes en España, donde el marco jurídico está absolutamente influido por la derecha:

I

Íñigo de Barrón, "La banca desoye dos de cada tres reclamaciones en las que el cliente tiene razón. Según el Banco de España, los usuarios han presentado 8.000 quejas hasta abril, el doble que un año antes", en El País, 4 de julio de 2017:

El Banco de España no consigue doblegar a las entidades en una batalla que mantiene desde hace años: la banca solo da la razón en el 36,8% de las ocasiones en las que el supervisor afirma que tiene sentido la reclamación del cliente. Es decir, después de presentar su queja ante la oficina, luego ante el defensor del cliente del banco y después llevarlo hasta el Banco de España, en el 63% de los casos, la entidad se niega a reconocer su error, aunque el supervisor cree que ha obrado mal. Ante esta situación, al cliente solo le queda el camino, lento y costoso, de los tribunales.

La Memoria de Reclamaciones de 2016, presentada este lunes, deja clara el malestar del supervisor por esta actitud. "No es una buena noticia que la media general de rectificaciones, para las reclamaciones no relacionadas con cláusulas suelo, se haya situado en 2016 en el 36,8% de los informes favorables al reclamante, ligeramente por debajo del 40% de 2015, y que, en el caso de las sí relacionadas con cláusulas suelo, haya ocurrido otro tanto —31% en 2016, frente al 35,4% en 2015—. En ambos casos se rompe una tendencia de mejora que venía de hace varios años, aunque los datos son, todavía, mejores que los registrados hace dos años", se consuela.

Entre las entidades que menos rectifican está Bankinter (solo lo hace un 5% de las ocasiones), Evo, Ibercaja, Unicaja, CaixaBank, Kutxabank, Popular, Bankia y Santander, que lo hace en un 43% de las ocasiones. Los que más caso hacen al Banco de España son: ING, BBVA, Cajamar y Sabadell.

El organismo dirigido por Luis Linde admite que hay un problema de voluntad en este asunto que afecta directamente a la mala reputación social de la banca. "Aun entendiendo la dificultad que, en ocasiones, entraña la rectificación de las entidades y su sumisión al criterio sentado por el Banco de España, la no rectificación podría ser indicativa de una insuficiente voluntad de la entidad para asumir ese criterio, que es previa y sobradamente conocido".

Y exige un cambio de actitud, como hizo en ejercicios anteriores con dudoso éxito. "Unas mayores tasas de rectificación son bienvenidas en la medida en que, finalmente, suponen resolver la controversia a favor del cliente, pero, por otro lado, impulsan al Departamento de Conducta de Mercado y Reclamaciones (DCMR) a incluir en sus acciones supervisoras actuaciones específicas encaminadas a inducir a las entidades a asumir sus criterios en fases anteriores del procedimiento de reclamación e incluso, ya idealmente, en su origen".

Una queja antigua

El Banco de España ha planteado en diferentes ocasiones la necesidad de que estas resoluciones sean de obligado cumplimiento. También ha sugerido que sea el propio sector el que organice este departamento, en línea con la autorregulación que existen en otros países, para que asuman los dictámenes. De todas formas, este departamento del Banco de España pasará al nuevo organismo de defensa del consumidor de los mercados, que planea crear el Gobierno.

Otro dato curioso del informe es que la inmensa mayoría de los clientes que reclaman ante el Banco de España acaban con un informe favorable. "En 2016, como se verá, del total de resoluciones emitidas —informes, allanamientos y desistimientos—, un 71,1% finalizó en un sentido favorable a los intereses del reclamante, en el entorno de los niveles registrados en años anteriores. Un porcentaje elevado de informes favorables al reclamante seguiría indicando que, con carácter general, la entidad no ha resuelto de modo correcto las reclamaciones de sus clientes".

Y también apunta un tema especialmente sensible ante la opinión pública. "Interesa destacar que el índice de resoluciones favorables a los reclamantes es superior al general en el caso de las reclamaciones relacionadas con la aplicación del Código de Buenas Prácticas previsto en la normativa de protección de deudores hipotecarios sin recursos", alcanzando el 83,6% de los casos. "Aun siendo pocas, relativamente, las reclamaciones en esta materia y estar concentradas solo en algunas entidades, no cabe duda de que se trata de una cuestión de gran relevancia social, por lo que algunas de las iniciativas supervisoras del Departamento se están dirigiendo, precisamente, a esta materia a la comisión de seguimiento" encargada de estos temas.

8.000 quejas en solo cuatro meses

El Banco de España registró más de 8.000 reclamaciones en el primer cuatrimestre del año, principalmente debido a un incremento de casos relacionados con la devolución de los gastos hipotecarios, lo que supone un cambio de tendencia respecto a los descensos que se han registrado
en los últimos años. El supervisor adelanta que si esta "cifra se proyecta para todo el año, llevaría las reclamaciones en 2017 a cifras próximas a 30.000". En 2016 hubo 14.462 quejas, por lo que este año va camino de duplicarse las protestas de los clientes bancarios.

El nuevo aluvión de quejas de 2017 se debe a "las solicitudes que las entidades bancarias están recibiendo de sus clientes para la devolución de los gastos de formalización de los préstamos hipotecarios al albur de la sentencia 705/2015 del Tribunal Supremo, que declaró abusivas determinadas cláusulas insertas en préstamos hipotecarios; entre otras, la de atribución de gastos de la operación al consumidor".

No obstante, en 2016 se registró "una nueva reducción en el número de reclamaciones, situándose en 14.462, un 28,6 % inferior al de 2015, y continuando así una tendencia que viene desde 2013, cuando alcanzó su máximo histórico en 34.645", dice el informe.

La disminución de reclamaciones en 2016 ha sido especialmente significativa en las cláusulas suelo, que han pasado de representar un 46% del total en 2015 a ser un 27% —3.954— en 2016. "La proliferación de sentencias sobre esta materia permite suponer que existe un creciente uso de la vía judicial para dilucidar las controversias, circunstancia que, sumada a una mayor propensión de las entidades a cerrar acuerdos de resolución amistosa con sus clientes, permite explicar el menor recurso al sistema de reclamaciones", dice el documento.

El número de consultas también se redujo el pasado ejercicio, tanto las telefónicas, que se situaron en 31.660, un 11% menos, como las escritas, que fueron 1.935, lo que supone una caída del 40,2%.

La mayor parte de las reclamaciones, el 55,8%, correspondieron a operaciones de activo, es decir, préstamos y créditos, y destacan las relacionadas con la liquidación de los préstamos hipotecarios tras la desaparición de algunos índices de referencia, con la aplicación por parte de las entidades de las medidas para reforzar la protección de los deudores hipotecarios y con las cláusulas suelo.

II

El Banco de España expedienta a siete entidades financieras por falta de transparencia, el País, 16 de mayo de 2017:

La apertura de expediente fue a cuatro bancos y otras tres entidades de crédito

El Banco de España abrió en 2016 siete expedientes sancionadores en el ámbito de la conducta de las entidades, la transparencia y la protección de la clientela. La apertura de expediente fue a cuatro bancos y tres entidades financieras, de acuerdo con la Memoria de supervisión bancaria de 2016, publicada este martes por la institución.

De los tres expedientes sancionadores en esta materia que no fueron dirigidos a bancos, uno fue para una cooperativa de crédito, otra a una entidad de cambio de moneda y otra a un establecimiento financiero de crédito. En 2016, el Banco de España también resolvió un expediente incoado el año anterior a un establecimiento financiero de crédito.

Cinco de los siete expedientes sancionadores incoados fueron el resultado de inspecciones realizadas a entidades, mientras que los otros dos tuvieron su origen en reclamaciones recibidas y tramitadas en el Banco de España. En estos casos se concluyó la posible existencia de quebrantamiento de las normas de transparencia y protección de la clientela.

En materia de cobertura de recursos propios, contabilidad y salvaguarda de los fondos entregados por los clientes, se abrió durante el año pasado un expediente, en el que además se llevó a cabo la suspensión de la actividad de la entidad. Además, se resolvieron otros dos expedientes con imposición de sanciones.

80 actuaciones

El supervisor llevó a cabo 80 actuaciones de comprobación en el área de conducta, de las que la mayoría, unas 31, correspondieron a servicios de atención al cliente. El resto fueron 23 en el ámbito hipotecario (código de buenas prácticas, cláusulas suelo o transparencia), otras 23 a transparencia (deber de información, comisiones y pagos), dos a publicidad y una a otras materias.

En el área de conducta, la institución realizó 29 inspecciones, principalmente en el ámbito de transparencia (19), pero también en el hipotecario (10). El Banco de España abrió en 2016 unas 42 actuaciones supervisoras y seis inspecciones que no estaban previamente planificadas, según detalla la Memoria.

En el ámbito del crédito hipotecario, el Banco de España trabajó en ocho inspecciones presenciales a entidades de crédito que estaban en desarrollo el año anterior, debido al grado de detalle. Se prevé que terminen en la primera mitad de este año.

III

Íñigo de Barrón , "El Banco de España pide al sector que no use lenguaje confuso ni engañoso con sus clientes. Javier Alonso, subgobernador, reclama que se cobre por los servicios tecnológicos que ahora son gratuitos", en El País, 20 de abril de 2017:

Javier Alonso, el nuevo subgobernador, nombrado en enero pasado, ha aprovechado su primera intervención pública para lanzar mensajes claros y directos al sector. Tras analizar la necesidad de incrementar la rentabilidad y advertir de los riesgos de los nuevos competidores tecnológicos, Alonso ha centrado su discurso en lo que deben y no deben hacer los bancos para recuperar la confianza de los clientes, una prioridad para los bancos.

Respecto al lenguaje utilizado, el número dos del supervisor español ha comentado que "los nombres y descripciones de los productos bancarios no deben ser confusos respecto a sus características de rentabilidad y riesgo, ni ser utilizados como herramienta comercial engañosa". Sin citarlo, pareció referirse a las participaciones preferentes, y a otras colocaciones masivas realizadas en las oficinas en la pasada crisis, que tan funestas consecuencias ha tenido para los clientes.  

En esta línea, en su discurso de apertura de la segunda jornadas del XXIV Encuentro del Sector Financiero, organizado por Deloitte, ABC y la Sociedad de Tasación, explicó que "la recuperación y el fortalecimiento de la reputación del sector ante los inversores y clientes es uno de los principales desafíos que tenemos por delante. Para ello es necesario empezar por priorizar la sencillez y la veracidad en toda comunicación con los clientes, algo que engloba aspectos tales como mejorar el lenguaje que se utiliza en las relaciones con los clientes, depurar las prácticas de comercialización e impulsar la transparencia".

Y concretó lo que no deben hacer los bancos: "Debe evitarse el uso de términos que ofrezcan una falsa sensación de seguridad en cuanto a la percepción de una renta o interés. La necesidad de mejorar el lenguaje es aún más apremiante teniendo en cuenta que el diálogo entre el banco y el cliente no es un diálogo de fuerzas equilibradas".

Sin referencias a la necesidad de fusiones, como era habitual en su predecesor, Fernando Restoy, y como aconsejó el FMI en su reciente informe, el subgobernador se refirió a las prácticas de comercialización de las entidades. Alonso afirmó que han mejorado la atención que prestan, pero apuntó que "se requieren mayores esfuerzos para asegurar que el cliente bancario, principal activo de la entidad, es capaz de comprender las condiciones de la operación en cuestión, como las cláusulas de los contratos, los precios de los servicios que se prestan, etc.".

En este sentido, pidió que se dedique más tiempo a la información precontractual, y reclamó que se "erradique la venta de productos a clientes cuyo perfil no es apto para comprar esos productos". Para cerrar este capítulo, Alonso habló de las actuaciones que está haciendo el Banco de España para que el sector cumpla con la normativa de transparencia en la comercialización del crédito hipotecario y del crédito al consumo, así como con el funcionamiento de los servicios de atención al cliente de las entidades.

Cobrar los costes de la tecnología

Pero el nuevo subgobernador no obvió que todo esto tiene costes para los bancos. Y pidió que se los cobren a los clientes, consciente de que las entidades han perdido ingresos en los últimos años. "Las entidades bancarias deben ser claras en el coste de los servicios que ofrecen y deben repercutirlos adecuadamente al cliente bancario".

En su opinión, el precio de los servicios que se repercute al cliente "debe ajustarse al coste de los mismos. Actualmente, gran parte de las mejoras tecnológicas que se ofrecen no parecen tener un coste adicional para el usuario". Citó la inmediatez en el acceso a los datos a través de dispositivos móviles, la reiteración automática de consultas cada pocos segundos, o los envíos masivos de instrucciones o de peticiones de datos, "que se ofrecen sin coste aparente para el cliente. Sin embargo, los nuevos servicios tienen costes y estos deben repercutirse de forma clara y transparente a los clientes".

Recordó que entre los costes de las nuevas tecnologías las inversiones en innovación "que se realizan pero que posteriormente no llegan a fructificar, o inversiones cuyos ciclos de amortización podrían acabar siendo mucho más largos de lo previsto como, en principio, parecen apuntar algunas de las iniciativas que se están desarrollando sobre tecnologías DLT (Distributed Ledger Technology)".

Y explicó, ante una sala con abundante presencia de directivos bancarios, que existen riesgos relacionados con la privacidad de la información personal, con el fraude o con los ciberataques, entre otros. "Además, la proliferación de las nuevas tecnologías también puede llevar a la eventual exclusión financiera de aquellos usuarios alejados de ellas, que podrían resultar perjudicados si no se garantiza la continuidad en la prestación de servicios a través de los sistemas tradicionales", apuntó Alonso.

IV

Íñigo de Barrón, "El Banco de España ve tasas excesivas por reclamaciones por descubierto. El supervisor publicó hace días la Memoria de Reclamaciones, donde informaba de que había recibido 29.528 quejas el año pasado". El País, 7 de diciembre de 2015:

Una vez al año, el Banco de España repasa el comportamiento de las entidades con asuntos de pequeña cuantía económica. Uno de estos asuntos son las comisiones, que no afectan a la solvencia, pero tiene un gran impacto en la reputación de las entidades con sus clientes. El supervisor publicó hace días la Memoria de Reclamaciones, donde informaba de que había recibido 29.528 quejas el año pasado, un 14,8% menos que en 2013, cuando se llegó al récord.

No es habitual que el supervisor afee la conducta de los bancos, pero en varios apartados de la memoria advierte de que se están produciendo comportamientos “que no se están ajustando a las buenas prácticas y usos bancarios”. Se trata de dos comisiones muy frecuentes y que provocan numerosas quejas de los clientes: la comisión por ingresos en efectivo (hasta tres euros) y la de reclamación de descubierto (de 39 a 25 euros), es decir, cuando una cuenta se queda en números rojos.

En el ingreso en efectivo, las protestas llegan porque es una forma habitual de pago de recibos, comunidad de vecinos o derramas. La normativa del supervisor dice que el banco no puede cobrar ninguna comisión excepto cuando se reclama un justificante del pago “por el que estarían habilitadas a percibir una comisión, si se verifican los requisitos para ello”. Sin embargo, poner el nombre de la persona que realiza el ingreso “no está considerado como un justificante”, aclaran fuentes del Banco de España, ya que los pagos son nominativos por ley y la entidad debe identificar al que los realiza.

Otro motivo de reclamación es cuando una persona hace un ingreso en una oficina y la persona que lo va a recibir tiene su cuenta domiciliada en otra. En este caso, el Banco de España aclara que “no es aceptable el cobro de una comisión bajo el concepto de transferencia, giro y otras órdenes de pago”. El supervisor entiende que si el banco no da servicio al que ingresa el dinero, no se lo puede cobrar. En realidad, el servicio se lo presta al que recibe el dinero, que ya paga la comisión anual de mantenimiento.

El problema es que el criterio de los tribunales, de obligado cumplimiento, no coincide con el Banco de España. Este organismo afirma que no es vinculante y da la razón a los bancos que cobran si emiten justificantes. En tres sentencias a las que ha tenido acceso EL PAÍS, los jueces han fallado en favor del cliente.

No es habitual que se produzcan denuncias. El importe de la comisión es tan pequeño que supera los gastos del procedimiento. Por eso, suelen ser abogados los que denuncian. CaixaBank ha sido condenada en dos ocasiones: un el juzgado de Chiclana, en Cádiz, este marzo y otro de Palencia en junio. Fuentes de CaixaBank apuntan: “Se trata de un servicio de pago sujeto a la normativa que regula los servicios de pago y de transparencia. El Banco de España admite el cobro de una comisión siempre que se preste un servicio añadido. Además, esta operación se puede hacer en los cajeros sin comisión”.

Ibercaja también ha sido condenada en Zaragoza, el 3 de noviembre pasado. El abogado Juan Carlos Martínez Hierro afirma que mostró su disconformidad con este cargo y habló con el departamento jurídico “que me reconoció la improcedencia del cobro, pero el sistema informático no permitió condonar el importe. Cuatro días más tarde, se repitió la historia porque el banco no había modificado su sistema informático y puse una demanda amparándome en el artículo 82 de la Ley de Defensa de los Consumidores”. Los tres fallos han llegado en juzgados de primera instancia. Adicae ha realizado estudios sobre estas comisiones y afirma que son “totalmente abusivas”.

El precio del dinero

La otra tasa polémica es la de reclamación de descubierto. Este cargo está al margen de la comisión por liquidación, que se calcula aplicando al importe en descubierto un tipo de interés concreto multiplicado por el número de días que la cuenta está en números rojos. No se puede aplicar un interés superior a 2,5 veces el precio oficial del dinero.

El Banco de España solo justifica esta comisión de reclamación de descubierto “cuando la entidad haya hecho algún tipo de gestión encaminada a reclamar la deuda y lo puede justificar documentalmente. De lo contrario, se consideraría mala práctica bancaria”. El problema es que un buen número de entidades tienen sistemas informáticos que cargan automáticamente esta comisión al quedar el saldo en negativo. Estefanía González, portavoz del comparador Kelisto, cree que “en la práctica, lo que sucede es que las entidades se limitan a remitir una carta tipo, que se genera de forma automática, para avisar de lo sucedido o, como mucho, realizan una llamada telefónica o envían un mail, incluso a clientes que no usan la banca telefónica. No creemos que pueda considerarse una buena práctica bancaria y recomendamos presentar una reclamación y exigir su devolución”.

V

Laura delle Femmine, "Cuáles son las comisiones bancarias más abusivas y cómo evitarlas. Los pagos por servicios aumentaron un 14,5% durante el año pasado, según ADICAE", en El País, 28 MAY 2015:

Un euro por un lado, dos por el otro, cientos a fin de año: en 2014, las comisiones bancarias se encarecieron un 14,5% respecto al año anterior, de acuerdo con ADICAE. Si se considera que desde 2011 se ha eliminado la obligación de registrar en el supervisor los folletos de las tarifas aplicadas y sus cuotas máximas, el panorama para los consumidores es aún más desolador: la actual normativa establece que es suficiente con informar al cliente “sobre las comisiones percibidas por operaciones y servicios más frecuentes”. Es decir, que los bancos son libres de aplicar los importes que quieran, salvo que cobren dos veces por el mismo servicio.

Como resultado, el consumidor sigue siendo víctima de cobros elevados y de un sistema de reclamaciones lejos de ser eficiente. Según la última Memoria de Reclamaciones del Banco de España, durante 2013 se contabilizaron 34.645 quejas, un incremento del 142,1% respecto al año anterior. Sin embargo, incluso cuando el supervisor da la razón a los clientes, las entidades no están obligadas a recoger sus veredictos, y en 2014 hicieron caso omiso a cinco de cada seis solicitudes apoyadas por el Banco de España. El mismo subgobernador del organismo ha admitido que el “sistema adolece de varios problemas”, entre ellos la escasa agilidad y la falta de “involucración de un tercero con capacidad de emitir un dictamen vinculante”, por lo que propone que se estudie “la posibilidad de desarrollar [...] esquemas centralizados y vinculantes de resolución de disputas”.

¿Cuáles son las comisiones más abusivas?

De acuerdo con el último informe de FACUA-Consumidores en Acción —llevado a cabo entre julio y septiembre de 2014 tras comparar las tarifas de 16 bancos—, el usuario tipo establecido para su estudio —sin nómina domiciliada— paga en media 168,77 euros al año en comisiones. Las entidades más caras resultaron ser Barclays (271,41 euros), adquirido por CaixaBank, el Santander (248,40 euros), Unicaja (242,40 euros) y CaixaBank (239,90 euros); las más baratas, ING Direct (25 euros) y Triodos Bank (30 euros). Entre las comisiones más abusivas, están las por sacar dinero del cajero, realizar ingresos en ventanilla o recibir correspondencia. 

NO DEJES DE RECLAMAR

Cuáles son las comisiones bancarias más abusivas y cómo evitarlas

Si nos siguen cobrando cuantías que creemos exageradas o por conceptos que consideramos abusivos, aunque tengamos nuestra nómina u otros recibos domiciliados, lo primero es protestar en la oficina, mantiene Pardo de ADICAE, a través de una reclamación escrita al servicio de atención o al defensor del cliente de la entidad, que tiene dos meses para contestar. Si su resolución es favorable al consumidor, la entidad tendrá que cumplirlo.

El abogado Francisco López Sorio alerta de que es fundamental poder acreditar que hemos presentado una queja previa por esta vía, al ser elemento indispensable para continuar con el trámite ante el servicio de reclamaciones del Banco de España, adonde acudiremos si la respuesta que hemos recibido —o su falta— no nos convence. El supervisor deberá resolver la solicitud en un plazo máximo de cuatro meses, pero su veredicto no es vinculante. La última vía es la judicial, y los expertos aconsejan dirigirse a las asociaciones de consumidores, que cuentan con los medios para emprender una causa colectiva —como en el reciente caso de las cláusulas suelo— y tienen más probabilidades de que los clientes logren ver reconocidos sus derechos. 

Pagar por sacar del cajero. CaixaBank ha empezado a cobrar dos euros a los usuarios que no sean sus clientes y saquen de uno de sus 9.683 cajeros, la red más extensa de España. Pese a que la Unión Europea haya pedido “aclaraciones” sobre esta maniobra, otras entidades españolas han anunciado estar estudiando aplicar la misma medida. Actualmente, quien cobra la comisión mínima más cara para usar un cajero de la misma red es Bankia —un 4% con un mínimo de 4 euros—, y para sacar de otra red es Cajamar —un 5,5% y un mínimo de 5,5 euros—, según el comparador de comisiones de ADICAE, que permite confrontar las comisiones al suponer que el cliente sea titular de una cuenta básica sin ningún tipo de domiciliación. Para Manuel Pardo, presidente de la asociación, esta decisión se inscribe en “la lucha interna” del sector contra los operadores online y la pequeña banca que no dispone de cajeros en todo el territorio.

Realizar ingresos en ventanilla. Antonio Gallardo, experto de iAhorro, explica que esta comisión se está extendiendo a cada vez más entidades y responde a la estrategia de “expulsar a los clientes de las oficinas” para incentivar el uso de cajeros y medios online. “Lo cierto es que nos están cobrando dos veces por el mismo servicio, y esta situación es aún más grave si consideramos que durante la crisis muchas familias han quitado domiciliaciones para evitar descubiertos”, asegura. De los grandes bancos, Bankia y Santander aplican la tarifa más cara —hasta tres euros—, de acuerdo con ADICAE. Por su parte, los bancos se justifican aduciendo que se genera un justificante “especial o adicional” al tener que indicar el concepto de la operación. 

Comisión por descubierto, cada vez más cara. “Las comisiones máximas se mantienen estables, el truco está en las mínimas”, explica Gallardo: “Si tienes un descubierto de 10 euros y el mínimo establecido son 18, acabas pagando más”. De los grandes bancos, la comisión mínima más cara es la de Banco Popular (20 euros), seguida por la de Santander (18 euros). La entidad liderada por Ana Botín es también, entre los grandes bancos, la que más cobra por notificar un descubierto: el importe alcanza los 39 euros, contra los 33 de media señalados por FACUA.

Gastos por correspondencia. Algunos bancos cobran para enviar información relativa a nuestra cuenta, “normalmente el coste de un sello”, dice Gallardo. “Lo hacen para que la gente utilice el canal online”, asegura, “pero hay miles de mayores que no tienen Internet. Además, suelen mandar muchas cartas con pequeños movimientos, cobrando por cada una de ellas”.

Las comisiones tienen que responder a servicios efectivamente prestados

Tarjetas de crédito. Al tener domiciliada la nómina u otros ingresos, o usar el plástico un número mínimo de veces, los bancos no nos suelen cobrar para disponer de una tarjeta de crédito. Al no cumplir con estos requisitos, la entidad más cara es Barclays, con un coste de mantenimiento anual de 80 euros; entre los grandes bancos españoles, los más caros son CaixaBank (45 euros) y el banco online de Sabadell, ActivoBank (43 euros), según se desprende del comparador de comisiones de ADICAE. 

Mantenimiento y apuntes en cuenta. La comisión por el mantenimiento de la cuenta puede llegar hasta los 120 euros anuales, cuantía aplicada por el Banco Popular, si no hay ninguna domiciliación. Sabadell cobra 60 euros, lo mismo que Bankia y Santander. Los demás grandes bancos exigen cantidades inferiores a los 50 euros. La comisión por apuntes en cuenta es otra de las “sacaperras” de las entidades: por cada movimiento en nuestra cuenta, hay bancos que nos cobran entre 0,50 y 0,60 céntimos de euro. 

¿Cómo podemos defendernos?

Las entidades retiran gran parte de las comisiones cuando el cliente domicilia la nómina, se compromete a ingresar un determinado importe cada mes o vincula una cantidad ingente como un depósito o un plan de pensiones. Por ejemplo, el último producto diseñado por el Santander, la Cuenta 1,2,3, no solo reduce las comisiones —el mantenimiento mensual son 3 euros y otros tres para la tarjeta—, sino que promete rentabilidades entre el 1% y el 3% según el saldo —que puede oscilar entre 1.000 y 15.000 euros—, y ofrece bonificaciones sobre impuestos, seguros y otras cuotas hasta un máximo de 110 euros mensuales, a cambio que el cliente aumente su vinculación con la entidad.  “Es importante que la ausencia de comisiones se establezca de forma contractual”, puntualiza Gallardo. El experto también recomienda privilegiar el canal virtual para reducir gastos, tanto para realizar operaciones como para recibir la correspondencia. 

Según la normativa sobre transparencia y protección del cliente de servicios bancarios, “solo podrán percibirse comisiones [...] por servicios solicitados en firme o aceptados expresamente por un cliente y siempre que respondan a servicios efectivamente prestados o a gastos habidos”. En caso de modificaciones unilaterales en la política de comisiones, la entidad tendrá que comunicar los cambios al cliente con dos meses de antelación. Asimismo, si hemos tenido que abrir una cuenta para acceder a otros servicios, como contratar una hipoteca, el Banco de España considera que “no corresponde a los clientes soportar ninguna comisión por mantenimiento y/o administración [...], pues conduciría al absurdo de que el cliente pague por cumplir una obligación —apertura de cuenta para facilitar la gestión de la entidad— que esta le impuso en interés propio”. 

VI

Íñigo de Barrón, "La banca ignora la mitad de las quejas incluso si los clientes tienen razón", en El País, 27 de noviembre de 2015:

El Banco de España respaldó 15.516 reclamaciones, pero las entidades solo rectificaron sus errores en 7.487 ocasiones. La ley les permite no hacer caso al supervisor.

El Banco de España recibió el año pasado 29.528 reclamaciones. Son un 14,8% menos que el año anterior, cuando se produjo el récord de quejas en la institución por parte de clientes en desacuerdo con su entidad bancaria. Sin embargo, aunque el supervisor dio la razón al reclamante en 9.987 ocasiones y los bancos rectificaron su error sin abrir expediente (allanamiento) 5.619 veces (un total de 15.516), las entidades solo dieron marcha atrás y admitieron que el cliente tenía razón en 7.486 informes.

Esto supone que en el 48% de los casos en los que el Banco de España dijo que el usuario tenía motivos fundados para la reclamación, las entidades se lo concedieron, según la Memoria de Reclamaciones de 2014. Pero en el 52% restante, no

La legislación actual permite no acatar las decisiones del supervisor. Tanto el Banco de España como la CNMV, organismo al que tampoco deben obediencia las empresas controladas, han pedido al Gobierno una modificación de la ley, pero no lo ha hecho. El Banco de España admite que no está cómodo con esta situación e insta a las entidades a "realizar un esfuerzo" para mejorar el número de veces que se sigue su dictámen y se dá la razón al cliente. Y añade: "La no rectificación podría ser indicativa en otros de una escasa voluntad de la entidad para asumir los criterios de buenas prácticas del Banco de España".

Bajan las rectificaciones

Si se desglosan los datos hasta analizar solo las rectificaciones (sin los allanamientos) en los datos provisionales hasta el 30 de septiembre de 2015, el porcentaje de rectificación en reclamaciones, excluidas las cláusulas suelo de las hipotecas, es del 36,5%, y en los casos de quejas por estas cláusulas, el porcentaje baja al 32%.

Estas condiciones de las hipotecas fueron la causa de 9.852 reclamaciones en 2014, de los que 6.687 fueron favorables al reclamante. De estos, solo se rectificó en 1.098 casos, es decir, en un 16,4%, aunque en 3.693 casos (el 27,3¨%) los bancos decidieron dar la razón al cliente (allanamiento) en cuanto supieron que había reclamado al Banco de España.

El supervisor eleva el tono y critica que suban tanto los allanamientos porque entiende que significa que los bancos retrasan dar "una solución efectiva a favor de su clientela, hasta que presenta la reclamación" ante el el Departamento de Conducta de Mercado y Reclamaciones (DCMR). 

Por primera vez, el supervisor especifica las entidades que menos rectifican en los temas generales: Ibercaja Banco (8,3% de las ocasiones), Catalunya Banc (6,6%, hoy BBVA) y Barclays Bank (6,3%, hoy CaixaBank). En cuanto a las cláusulas suelo, los menos obedientes, "con ratios de rectificación muy por debajo de la media", son Caixabank (9,2%) , Liberbank (7,2%), Banco CCM (7%), Unicaja Banco (5,5%) o Banco de Caja España (1,2%). "Destacan negativamente diez entidades que, tras recibir informes favorables al reclamante, no han rectificado en ninguno de los casos, como son Caja Rural de Granada, Credifimo, Caja Rural de Castilla-La Mancha, Caja Rural de Navarra, Caja Rural de Jaén, Barcelona y Madrid, Abanca, Caja de Arquitectos, Caja Rural de Extremadura, Targobank y Bancofar.

Los créditos, motivo de queja

Los principales motivos de reclamación se siguen concentrando en los créditos, que absorben un 68,9% del total de reclamaciones, manteniendo su volumen respecto al pasado ejercicio. "No obstante, se observa un ligero descenso de las reclamaciones por cláusulas suelo (52,8%)" y un aumento del peso en reclamaciones sobre otros créditos.

Aunque las reclamaciones en 2014 y los nueve primeros meses de 2015 están cayendo, el supervisor admite que "si se comparan las cifras de 2014 con las 2012, se observa que el incremento en el número de reclamaciones es del 106%, lo que parece confirmar la estabilización del número de reclamaciones en niveles equivalentes al doble de los registrados en el período 2009-2012".

El Banco de España también recuerda que, pese a la cesión de competencias al BCE, esta labor de vigilancia le sigue correspondiendo a el como supervisor de conductas

domingo, 25 de junio de 2017

Verdades de Pasolini. La edad de la basura

Antonio Muñoz Molina, "La verdad a cualquier precio. Pasolini se dio cuenta antes que nadie de la devastación espiritual que la economía de consumo masivo podría traer consigo", 23-VI-2017:

Porque Pier Paolo Pasolini no tenía miedo de nada, ni siquiera lo tenía de aquello que más puede asustar a un literato o a un artista de las últimas décadas, casi del último siglo: que lo acusaran de retrógrado, de anticuado. La ortodoxia de la modernidad, lo mismo en las artes que en la política, es la celebración incondicional de lo que se considera avanzado, lo contemporáneo, lo más nuevo, lo último. Quizás por eso las artes plásticas han adoptado tan jovialmente los papanatismos de la moda, sin más que espolvorearlos con una capa cada vez más ligera y más atolondrada de intelectualidad, y los dirigentes políticos de todos los partidos encargan directamente sus eslóganes a las mismas empresas de publicidad que incitan a comprar teléfonos o coches. Tienes que asegurarte de que te has hecho con el último modelo de algo, un smartphone o el nombre de un artista o la consigna ideológica que más va a llevarse esta temporada. Y como la velocidad de la moda hace imprescindible y hasta inevitable el olvido, no habrá el menor peligro de que nadie te acuse de veleidad o de incongruencia.

Hace unos años, por ejemplo, la ortodoxia de lo último exigía augurar con impaciente alegría la desaparición de los libros en papel y el triunfo del lector electrónico. El mismo espacio que en esa época dedicaban casi a diario los medios al triunfo inminente de esa maravilla tecnológica lo dedican ahora, sin estupor ni autocrítica, a la sorpresa halagadora de que los libros en papel han resistido a la crisis, a la piratería, incluso a la brutalidad de las autoridades culturales españolas. Durante largos decenios, arquitectos y urbanistas predicaron, y desdichadamente pusieron en práctica, el dogma lecorbusiano de la destrucción de la ciudad, en nombre de lo nuevo: los coches, las autopistas, los centros comerciales eran el porvenir. Ahora cantan las virtudes de los espacios caminables, el transporte público, la mezcla de los usos urbanos, las bicicletas. Bienvenidos sean. Pero el mundo sería ahora algo menos inhabitable si las cabezas pensantes de la modernidad urbana no hubieran actuado durante tantos años como si cobraran directamente de las compañías petrolíferas y los fabricantes de coches.

Los partidos políticos españoles no parece que acaben de enterarse, pero la más abrumadora de todas las ortodoxias, la del crecimiento económico ilimitado y el bienestar definido exclusivamente en términos de consumo, está siendo ya puesta en duda por mucha gente: gente joven, sobre todo, que ve derrumbarse sus expectativas de porvenir y está muy alerta a las consecuencias de una prosperidad cada vez más desigual y basada en la explotación de recursos que no son renovables, en el pillaje, el envenenamiento y la destrucción del mundo natural.

Leídas ahora las palabras airadas de Pasolini cobran una inquietante cualidad de profecías cumplidas. Lo que él vio venir y contra lo que clamó en solitario fue la Edad de la Basura

Ahora ya se corre algo menos de peligro de ser llamado retrógrado o antiguo o nostálgico si no se aprueba con fervor incondicional cualquier novedad que traiga el sello del progreso. En los años sesenta y los primeros setenta, cuando Pasolini alzó en solitario su voz para poner en duda lo que todo el mundo acataba, para denunciar la parte de devastación y de empobrecimiento espiritual que había en el capitalismo de consumo y en la omnipresencia de la televisión comercial, su heterodoxia enfurecía por igual a la derecha y a la izquierda. Era, para unos y otros, para sus adversarios de siempre y sus camaradas de otro tiempo, un retrógrado, una especie de profeta irritante, un defensor de causas no ya perdidas, sino obsoletas, más molesto aún porque ejercía su disidencia en los años deslumbrantes del milagro económico.

Era comunista y homosexual, pero decía añorar la sensación de lo sagrado y había hecho una película con el Evangelio de san Mateo. Se declaraba marxista, pero sus héroes de clase no eran los obreros de las fábricas, sino los campesinos forzados al abandono de la tierra y a la emigración por el desarrollo capitalista, los pequeños artesanos arruinados por la producción industrial, los marginados y los buscavidas de los cinturones de chabolas de las grandes ciudades. Había conocido la pobreza muy de cerca y era consciente de cómo el desarrollo mejoraba las vidas de la gente trabajadora: el agua corriente, la salud, la buena alimentación, la escuela. Pero se dio cuenta antes que nadie de la devastación espiritual que la economía del consumo masivo podría traer consigo, y del modo en que la televisión comercial estaba acabando con la variedad y la riqueza de las culturas populares, las hablas y las formas de vida.

En sus últimos tiempos parecía que buscaba desesperadamente explicarse: disipar los malentendidos y las tergiversaciones de lo que decía, defender su derecho a llevar la contraria, aunque estuviera él solo, aunque nadie quisiera aceptar y ni siquiera oír sus palabras urgentes. Unos días antes de que lo mataran, en octubre de 1975, Pasolini participó en un debate público con educadores. “No tengo miedo a exponerme a ser tachado de reaccionario o de conservador”, les dijo: “La verdad debe decirse a cualquier precio”. En voz alta y clara hizo el dictamen del mundo que entonces estaba naciendo, y que ha llegado a su cumplimiento máximo en esta época nuestra: “El consumismo es una forma nueva y revolucionaria de capitalismo, porque posee en su interior elementos nuevos que lo revolucionan: la producción de mercancías superfluas a una escala enorme y, por tanto, el descubrimiento de la función hedonista”. También dijo, provocadoramente, que si de él dependiera clausuraría la televisión y la escuela pública. (La televisión tal como existía, la escuela en su peor sentido, explicó luego, no se sabe si sorprendido o halagado de que no hubieran apreciado su sarcasmo).

Ese debate tan lejano, tan pertinente ahora, lo ha traducido y prologado con solvencia impecable Salvador Cobo, con el mismo título que tiene en italiano, Vulgar lengua, en una de esas editoriales combativas y algo recónditas que hay ahora, Ediciones el Salmón. Leídas ahora las palabras airadas de Pasolini cobran una inquietante cualidad de profecías cumplidas. Lo que él vio venir y contra lo que clamó en solitario fue la Edad de la Basura: la basura material de las mercancías superfluas que ahora convierte en vertederos de plástico los fondos marinos y las playas de las islas perdidas; la basura de la televisión que iba a trastornar Italia desde los tiempos de Berlusconi y luego nos contagió a nosotros, y ahí sigue, segregando su grosería como un vertido tóxico incesante, sin que nadie clame en serio contra ella, no vaya a parecer retrógrado, o anticuado, o nostálgico.

Vulgar lengua’. Pier Paolo Pasolini. Traducción de Salvador Cobo. Ediciones el Salmón, 2017. 136 páginas. 13 euros.

sábado, 24 de junio de 2017

Entrevista al benedictino Moisés Salgado

Antonio Lucas, "Los intelectuales y España  / Moisés Salgado "Es horrible la ligereza con la que se roba y se falta a la sociedad", en El Mundo, (24-VI-2017):

El monje benedictino Moisés Salgado (Gumiel de Izán, Burgos, 1953) es un hombre que abraza la duda como motor a la vez que exhibe una inamovible fe. Desde el monasterio de Silos, donde es prior, atiende a las convulsiones del presente reivindicando el legado pacifista de Gandhi y el pensamiento crítico del pensador británico (de origen polaco) Zygmunt Bauman. Un monje distinto
En un rincón del huerto del monasterio de Silos el monje prior, Moisés Salgado, busca sombra. Sobre la ropa de civil, el hábito negro de la orden benedictina. El sol se lanza desde el cielo con algo de pájaro en llamas. Lleva 51 años en este lugar que comparte con 28 monjes más. De treintañeros a nonagenarios. Desde aquí también se avista el mundo, pero con una mansedumbre que deshecha decibelios. Este hombre mantiene una atención inquieta ante las cosas que suceden fuera de estos muros. Lee, reza, intenta entender las razones del otro. No impone sus certezas, pero no cede en sus convicciones. No duda de la existencia de Dios, pero acepta la duda. Incluso la negación. Cada cual con lo suyo. No tiene estudios, sino lecturas. Muchas lecturas. De filosofía, principalmente. En Silos el canto gregoriano enmudece a los jilgueros.

¿Desde aquí dentro se ve con nitidez el mundo de fuera?

Claro que sí, aunque lo veamos desde la retaguardia. No somos ajenos a la realidad. Estamos dentro del mundo, pues el ser humano es el mismo esté donde esté. Quiero decir: existe guerra y violencia fuera, igual que existe violencia y guerra en los monasterios.

¿Guerra y violencia?

Es que son condiciones que todos llevamos dentro. Hablo de guerra desde el punto de vista de la convivencia diaria, de las tensiones que se producen en la convivencia. Las situaciones de rechazo, de antipatías e, incluso, de odio momentáneo forman parte, por desgracia, del hecho de ser hombre.
Singular escucharle decir eso.

Es que donde esté el ser humano está la guerra y la violencia. Aunque nosotros, los monjes, tenemos la ventaja de que el contacto diario con Dios, la palabra del Evangelio y el maestro que es Jesús de Nazaret nos ayudan a entender que el camino es otro: amar y perdonar.

¿Qué idea tiene un monje de Silos como usted de lo que es hoy este país?

En nuestra vida de monjes también vivimos los acontecimientos dolorosos del mundo. Y lo vivimos con dolor. Hay quien cree que aquí nada nos afecta, que nos hemos retirado del mundo. Que hemos abandonado. Pero no es así. Esto no es un retiro para dejar a un lado la realidad, sino una forma de tomar distancia por la necesidad de realizar nuestra vocación. Nunca por egoísmo.

¿Y el panorama político?

Pues es ciertamente preocupante. Hay demasiada gente pasándolo mal mientras ves la deshonestidad de otros, la falta de responsabilidad con los deberes que uno ha asumido. Es horrible la ligereza con la que aquí se roba y se falta el respeto a la sociedad. Y no sólo sientes una preocupación, sino una indignación. No hay derecho a lo que algunos han hecho. Ni a lo que siguen haciendo.
Es un sentimiento muy compartido.

Aunque la diferencia de uno de nosotros ante ese sentimiento es que al estar identificados con el Evangelio tenemos especial cuidado con extremar los aspectos animalescos de la indignación, porque ésta prende de un modo muy fácil. La reacción humana de furia tigresca te sale, pero debemos controlarla. La furia es la raíz de los movimientos populistas que están tomando presencia y fuerza en nuestros días. Yo estoy indignado con ciertas cosas de lo que veo, pero cuido cómo lo expreso. Para mí, después de Jesús, Gandhi es el referente. Un gran maestro en el autodominio y la no violencia. Sus palabras parecen bajadas del cielo.

Lo de Gandhi fue una revolución.

Sí, pero de un modo distinto a las que conocemos en Occidente. Las revoluciones occidentales han conseguido muy poco, aunque parezca lo contrario. Dejan demasiada sangre por el camino para nada. Creo que es mejor la evolución que la revolución. Me gusta aquello que dijo Benedicto XVI: "Debemos tener paciencia histórica".

¿Más?

Toda la posible. Los hombres, cuando ocurre algún fenómeno social adverso, nos indignamos y quisiéramos tirarlo todo al suelo. Es muy importante transmitir este mensaje en momentos de tensión social: controlemos nuestras reacciones y busquemos alternativas. Todos estamos metidos en la misma jaula y nadie está libre de culpa. Algunos que, por ejemplo, tanto critican a los políticos corruptos evaden el IVA en cuanto pueden. Todos, de algún modo, estamos pringaos. Quién no ha cometido alguna injusticia. Como dijo Gandhi: "Sé tú el cambio que quieras ver en los demás".

¿El Papa Francisco es un revolucionario?

No lo expresaría así. Cada Papa tiene su personalidad, como cada uno de los directores de EL MUNDO tiene la suya. Estoy encantado con este Papa. Es un hombre evangélico que ha sabido bajar a la arena escuchando a la gente sencilla. Eso le ha dado una escuela que no tenemos los que no hemos andado ahí. Me gusta la manera que tiene de sacudirnos a los católicos para que espabilemos. Eso no lo han hecho igual otros Papas. Es valiente, más en un momento en el que cuando nos llaman la atención sacamos la pistola.

Denuncia los abusos del capitalismo, pide repensar el papel de la mujer en la Iglesia o promueve un acercamiento de la Iglesia a los homosexuales.

Así es. Son frentes nuevos. La homosexualidad existe desde que el hombre está aquí, pero hasta no hace mucho era algo oculto, desconocido y perseguido. Una cosa es estar de acuerdo con su comportamiento y otra muy distinta no respetarlo. El Papa Francisco no se inventa nada, todo lo que dice está ya en el Evangelio. No imagino a Jesús fustigando o condenando a los homosexuales. Les diría también las verdades, pero los acogería. Además, qué homosexual se inventa su condición de homosexual. ¡Ninguno! Eso es algo que uno se encuentra, no se construye. Así que debemos respeto, lo que no quiere decir que se aprueben determinadas actitudes. El tema es delicado y hay quien ha sufrido mucho con este asunto. Por eso también es importante tener un alto sentido de acogida y de misericordia. Incluso desde el desacuerdo.

Pues ya tiene usted algo en común con Pablo Iglesias: la admiración a Bergoglio.

Ya me gustaría a mí hablar con Pablo Iglesias.

¿Y eso?

Porque conviene que alguien le diga que reflexione sobre la línea política que ha escogido. Y eso que en algunas cosas entiendo y atiendo a lo que propone.

¿Qué línea política es esa?

Una muy exagerada desde la que no vamos a lograr lo que conviene lograr. Es muy extralimitado y percibo en él cierta violencia, animadversión y odio de clase. Preferencia por la gente sencilla y los pobres, perfecto, pero no hay que machacar porque sí a los ricos. Pablo Iglesias no va por buen camino. Me gustaría que fuese un político más sensato. Para qué repetir la historia.

¿Y con Pedro Sánchez no le interesa sentarse a hablar?

Bueno, he visto lo del congreso socialista unos 15 minutillos diarios. A mí me interesan las bases éticas y morales de los partidos. No me meto en más.

Ha hablado antes de populismo...

Es que un verdadero monje no puede prescindir de los dolores que hay fuera de su monasterio.

¿Y el populismo es un dolor?

Es inquietante.

¿Y cómo entiende este galope del mundo tecnificado, urgente, hiperconectado?

Vivimos en una época muy compleja. La inmensa mayoría de la gente no tiene conciencia clara de lo que está sucediendo. De esto ya habló mejor que yo Zygmunt Bauman, entre otros. No llegamos al fondo de la complejidad de la que formamos parte. Todo, absolutamente todo, está en crisis.

¿También la Iglesia?

Sufrimos la misma crisis que todas las instituciones. Dentro de la Iglesia tienes las mismas corrientes y tensiones que se dan fuera. Miremos lo que sucede en Europa, construida sobre tres bases: el judeocristianismo, el Derecho Romano y la filosofía griega. Al alejarse de ellas la fragilidad es alarmante. En el fondo de muchos ciudadanos hay una mezcla de ansiedad, vacío y desconcierto. No estamos serenos. El hombre necesita certezas, aunque sean falsas. Al menos creer en algo. Pero en un momento como el de ahora casi nada es seguro. La vida nos golpea constantemente y hemos perdido demasiados valores por el camino. El monasterio es una escuela para conocer en toda su intensidad al ser humano. Aquí vivimos en comunidad toda la vida. Por decirlo de un modo exagerado, esto es un Gran Hermano a lo bestia.

¿?

Con diferencias sustanciales, evidentemente.

¿Qué relación tiene con la duda?

El hombre es duda.

Pues hoy abundan las verdades absolutas.

Y el relativismo voraz. Ahora no son los curas los que hablan en términos absolutos, sino los políticos y los economistas. Es curioso. Sí creo en alguna verdad absoluta, pero entiendo que tenga una cierta dosis relativa. En este mundo, fuera de los números, no hay nada cierto.

¿Ni Dios?

Hablo desde un punto de vista de ciudadanía. Para mí es una certeza, pero toda certeza integra la duda. El que no haya experimentado a Dios lo tendrá muy difícil en muchas cosas.

¿Cómo explica que algunos creyentes recen por la paz y otros, igual de creyentes, recen por ganar la guerra?

Un verdadero creyente no puede ser partidario de la guerra. No hay guerra justa. Eso es un concepto confuso. Aunque entiendo que si te invaden algo tendrás que hacer.

¿Qué cosas le preocupan?

Muchas. Demasiadas. Pero hay dos que hoy nos interpelan a todos: el terrorismo islamista (que usa a Dios como excusa) y los nacionalismos.

Dos formas de revancha.

Los monjes no entramos en política como tal. Juzgamos desde los grandes valores. Pero me preocupa que una región española pueda equivocarse y arrastrar a la gente al sufrimiento. Quisiera que los independentistas de Cataluña se paren a pensar. Su problema es la ceguera. ¿Quién los frena ahora? No creo que sea ningún disparate apuntar que un día España pueda ser más federal, pero de ahí a querer una ruptura total hay un salto difícil. Sería lanzarse al abismo sin paracaídas.

¿Sabe que el Banco de España advierte de que la banca no devolverá 60.000 millones de dinero público del total que el Estado prestó para su rescate?

En eso me pillas con el pie cambiado. Yo de asuntos de economía...

Pero no sólo es economía.

Pues claro que no voy a bendecir algo así. ¿Qué pienso del asunto? Que estamos ante otro fiasco. Otro mal comportamiento. Otra falta de ética.

¿Se imagina fuera de este monasterio?

Llevo aquí 51 años. Para mí es impensable. Estoy muy identificado con esta vida. Es un privilegio. Sólo pensarme fuera del monasterio me provoca mareos.

¿Por qué pierde la Iglesia tantos seguidores?

No es un fenómeno sólo español, sino que afecta a toda Europa. La crisis, en todos los sentidos (sociales y espirituales), tiene mucho que ver. Pero Europa regresará un día a sus raíces, a sus grandes valores. Y volveremos a hacerlos nuestros. Yo no encuentro una fuente de sentido mayor que la que ofrece Jesús de Nazaret. Seguirlo es un camino de madurez humana. Los monjes, como dijo San Benito, somos buscadores de Dios. Porque a Dios hay que buscarlo, no es un ser evidente.

¿Existen los santos?

Los he conocido y los conozco, así que existen. Aquí, en el monasterio, tenemos un hermano de más de 90 años que es para muchos de nosotros un referente. Es decir, un santo.

¿Se permite usted dudar?

No me permitiría no hacerlo.