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lunes, 7 de agosto de 2023

¿Qué libros ya no existen en el mundo?

 ¿Qué libros ya no existen en el mundo?

1.Los que se inventan escritores de ficción como Lovecraft y seguidores.

2.Los que desaparecieron por las escasas copias que existían de ellos

3.Los que se destruyeron en diversos bibliocaustos desde que el primer emperador de China empezó la costumbre.

4.Los que perecieron en expurgos de bibliotecas o resquebrajó y quemó la lignina ácida de su papel.

5.Aquellos que exponían materias tan vergonzosas, secretas, peligrosas o esotéricas que quien los leía luego los quemaba.

,6. Los que eran tan malos, aburridos o breves o eran de material tan deleznable y degradable que se leían y se tiraban a la basuras.

7.Los que se comieron los xilófagos.

8. Los que se escondieron tanto que ya nadie sabe donde están.

9. Los que están tan mal catalogados que nunca han sido identificados correctamente y por tanto no han sido retirados de una biblioteca y leídos.

10. Los que aguardan en algún sótano de una casa abandonada mientras los devoran las ratas y el olvido o los que cuyo papel sirve para ser reciclado en otro libro.

11.Algunos que escribieron los hebreos y cita la Biblia, u hombres y mujeres que nunca salieron de casa y nunca importaron a nadie, de modo que sus herederos tiraron sus obras a la basura o las dieron al trapero.

12. Aquellos que reseñaban Stanislaw Lem o Borges.

13. Los libros que consultamos en las estanterías de los sueños

14. Los del cementerio de los libros olvidados de Ruiz Zafón.

15. Los que fueron censurados tan a fondo por el Index librorum prohibitorum que ya no queda ni un renglón.

16. Los que por carecer de título, autor o partes y muchas páginas esenciales ni siquiera sabemos nombrar y están reducidos a los harapos de unos cortos fragmentos, citas o escuetos epítomes.

17. Los que están escritos en una lengua desaparecida, desconocida o con una clave indescifrable, o se encuentran en la Biblioteca de Babel de Borges.

18. Los que hay en los llamados '"infiernos" de las bibliotecas y en los archivos secretos del Vaticano.

19. Los que quemó Pepe Carvalho.

20. Los que no salvó del olvido el gran libro de Fernando Báez.

21. Los manuscritos únicos que quemaban los escritores y artistas bohemios de Henri Murger a la fuerza para calentarse del frío en su ático-buhardilla parisino expuesto a los cuatro vientos.

22. Los que fueron tan refundidos, adaptados, resumidos, ampliados, corregidos, interpolados, deturpados, traducidos, censurados, reelaborados y reescritos en la India, China y Egipto que ya nadie sabe quién o quiénes los escribieron, donde empiezan o acaban, qué les sobra o falta y de qué trataban al menos en algunas de sus versiones.

23. Las caras ediciones únicas y manuscritos robados que no pueden enseñarse por razones obvias o que poseen coleccionistas chalados como algunos que yo me sé.

24. Los que perecieron en Bagdad, Alejandría y Córdoba.

25. Los borradores que se quemaron en la torre china de Changshá.

26. Los que rechazan todas las editoriales.

27. Los que no llegaron a publicar los heterónimos de Fernando Pessoa.

28. Todo aquel que alguien escribió para sí mismo.

29. Aquellos a los que se cambió el título y ya nadie sabe identificar.

30. Los que Cervantes dijo que quería escribir en la dedicatoria del Persiles, poco antes de morir: Las semanas del jardín, el Bernardo, la Segunda parte de la Galatea.

31. Las copias únicas de piezas teatrales que se quemaron en el teatro del Globo, en Londres.

¿Cuál es el origen de la epidemia de mala ortografía actual?

¿Cuál es el origen de la epidemia de mala ortografía actual?

La cultura de la imagen y, con frecuencia, los irresponsables estados y autonomías por sus políticas. En España, por ejemplo, por las siete vacilantes reformas educativas con que cada gobierno castiga sucesivamente, creyéndose que puede mejorar algo que solo empeora un poco más y que no tiene ni idea de como atajar. Por ejemplo, una institución que pagamos todos, la RAE, debía ofrecer copias gratuitas de su ortografía tantas veces "re-reformada" y ya no radicalmente prescriptiva en la red o impresas, pero solo lo permite en la primera por párrafos sueltos, y el monstruoso mazacote que ha publicado con sus manías y "sugerencias" que dice consensuadas es ya para los simples entre los que me incluyo un auténtico horror. Le gusta el negocio, y prefiere hacer dinero a generar buenos y correctos escritores.

Ya no se practican la lectura en voz alta, la redacción, los dictados y la caligrafía. También se ha expulsado la literatura en los currículos, donde no para de encogerse el lugar que ocupaban las humanidades. Los profesores de latín, griego, historia y filosofía solo cuentan con una presencia testimonial. Y los de ciencias no suelen superar un nivel mínimo de ortografía en no pocas ocasiones.

Asimismo, pretender bilingüismo por un lado, mientras por el otro se ejerce una violenta inmersión en una sola de esas lenguas, provoca diglosias. Como los alumnos confunden en una dos ortografías y dos gramáticas, terminan sufriendo diglosias en una y otra lengua, y hablando y escribiendo mal las dos.

Es también nefasta la costumbre de dictar apuntes apresuradamente que se escriben de cualquier manera a causa de la premura y de que solo nosotros los vamos a leer. Deberían existir libros de texto baratos, para que eso no fuera necesario y pudiesen estudiar textos correctamente escritos; pero en esos libros de texto o manuales he visto con frecuencia tipografías horribles, párrafos ambiguos, mal escritos e insuficientes y escaso uso del párrafo largo, de sintaxis compleja y de largo alcance. Incluso mal puntuados. Tampoco sabían equilibrar las frases ni sostener un ritmo de expresión.

También tiene que ver la costumbre de escribir con indolencia y descuido en redvistas, bitácoras y redes sociales como esta. Y emplear correctores de ortografía automáticos de esos que, cuando se escribe Garcilaso, te corrigen a Gracilazo (así de mal están hechos) o con taquigrafías o estenografías telegráficas en chats, "guasaps" y mensajes chorras desde que se es niño o niñato, demasiado pronto echado a pastar en un teclado, cuando todavía no se sabe ni siquiera escribir en papel con lápiz, y aún menos con caligráfica letra inglesa. Quora mismo es testigo de todos esos errores por correcciones automatizadas simplificantes o conducta relajada y anónima.

Existe también el horrendo hábito de usar formularios para todo y tests o pruebas de preguntas cortas en vez de preguntas de ensayo, que exigen algo más que escoger entre sí y no o V y F.

Porque es general la actitud relajada y el descuido del lenguaje, no ya en la ortografía, sino al hablar, cometiendo faltas de ortología de las que se imitan casi siempre las de la ortografía.

Antiguamente los muchachos aprendían a leer correctamente por medio de historietas, de enciclopedias y de libros que había en todas las casas. Pero en las casas modernas ya no hay nada de eso, ni se siente la necesidad de proveerse de esos productos, porque su lugar lo ha tomado el ordenador y el iPod, instrumento este último que solo usa lenguaje oral, no el escrito, los llamados audiolibros. Con eso no se aprende ortografía.

El consumo de historietas ha pasado a ser sustituido por el de anime sin apenas lenguaje escrito. La crisis que experimenta la lectura se refleja en la ausente venta de tebeos o libros de historietas baratas, un instrumento que siempre se mostró muy eficaz para introducir a la lectura y la ortografía, como asimismo las novelillas de a duro de vaqueros o amoríos. Las revistillas de adolescentes están llenas de fotos y narcisismo, y los textos son escasos, cortos y pobres de léxico y sintaxis, muy surtidos de anglicismos innecesarios y horteras. Ahora se prefieren las carísimas novelas gráficas, los también onerosos álbumes en tapa dura y los videojuegos. Y el Estado no sufraga ni subvenciona, como hacía antes, colecciones populares de clásicos.

Otro motivo de esta especie de conspiración técnica, económica y social contra la lectura se debe también al hecho de que no existan planes de lectura en muchas escuelas e institutos.Tampoco hay bibliotecas de uso efectivo en las instalaciones educativas, o que abran por la tarde y en festivos, como tampoco, en los muertos pueblos de la España vacía, por la incuria de los ayuntamientos (que prefieren construir estadios y piscinas) y por la efervescencia de las presuntas sociedades "culturales" dónde esa cultura se restringe a fomentar el deporte y el fútbol local y llenar la panza con convites de gastronomía local. Por no hablar de los grupos de coros y danzas regionales para alegrar la memoria de las abuelas, etc. etc. etc.

Por último, en los periódicos en red se prefieren ahora las entrevistas en vídeo y habladas en vez de los artículos de fondo bien escritos. Si quieres leerlos te hacen pagar. De exagerarse esto en el futuro, solo aprenderán a escribir bien los pudientes.

En los comentarios escritos a cada noticia electrónica se ha permitido y permite publicar textos escritos poco menos que por analfabetos y no se desprecia la incultura y la insuficiencia formal porque se iguala siempre por lo bajo. El remedio: actuar desde arriba, no permitir grosería ni vulgaridad en forma alguna y fomentar la cultura de la corrección.

Aprender ortografía es necesario por una cuestión muy simple: no en vano los test o pruebas psicotécnicas incluyen una sección de preguntas ortográficas que sirve para barrer al 80 % de los que buscan un empleo. A los empresarios no les interesan empleados ágrafos y analfabetos funcionales que no prestan atención a puntos y comas y a la forma correcta y propiedad precisa de las palabras: por extensión, no prestarán atención alguna a otros detalles buenos para el negocio. Estos afásicos no leen habitualmente o no entienden lo que leen por su pereza en leer; no están habituados a usar un léxico rico, preciso y abstracto y son por esa falta de curiosidad incultos y descuidados, incapaces de redactar y comprender una carta, un impreso, un formulario o un manual técnico.

Así que, si queremos que nuestros alumnos encuentren trabajo, debemos exigirles la ortografía, en especial la de las siempre omitidas y resignadas tildes, y hacerles paladear las palabras por medio de dictados y la lectura en voz alta de textos literarios. Asimismo, la ortología, el léxico y la caligrafía han de ser asiduas.

miércoles, 26 de julio de 2023

Formas de no hacer nada

Cuando los alumnos iban a clase, algo poco frecuente hoy, cuando no los hay ni cunde el precepto de crecer y multiplicarse, su atención, dispersa por el TDAH que inoculan redes, pantallas y móviles como vacunación contra el viral saber, languidece a los veinte minutos. Y los chinos, marroquíes, ucranianos, rumanos, sirios, manchegos, churriegos, cabezones y la demás Babel que forma nuestra plural nación imbuida de vehicular lengua española empieza a generar conductas curiosas. 

En Oriente, por ejemplo, se permite dormir en el pupitre; los estadounidenses permiten incluso llevarse mantas, termos y almohadas a las bibliotecas, que no cierran por la noche. Yo he visto chicos depositando la panza en la mesa y mirando al suelo. Otros se ponen a planificar el fin de semana en voz alta o intercambian un caudaloso epistolario de notitas en lengua woynich, o ponen su mochila encima y delante, como parapeto de escarabajo pelotero contra el asalto de la cultura (estos siempre suspenden). Antaño, u otrora, que dicen los novelistas, en la época aquella de los tinteros y las plumas de acero, lo normal era la captura y descuartizamiento de moscas, empezando por arrancarles las alas y terminando con una disección sin anestesia realizada con la destornillada cuchilla de un sacapuntas y el bisturí de la sobredicha pluma. O se dejaba viva, tras un baño de tintero, para leer las líneas del destino que dibujaba su angustia sobre el inmaculado papel con marca de agua Galgo. Es lo que cuenta Ignacio Aldecoa, en uno de sus magistrales cuentos. Hoy, empero, como siguen diciendo los novelistas, estos chicos tan talibanes se han vuelto como Alá, el Clemente, el Misericordioso, y han abandonado tan mal vista clase de esparcimiento para, discretamente ya en casa, ofrecer una muerte rápida a las sucias infieles, achicharrando moscas en el microondas para que exploten haciendo flop como las palomitas. ¡Criaturas! 


Entre otras chuminadas (showmenowing), especímenes paridos e igualmente desquiciados tiraban de las trenzas a las alumnas cuando se instaló la coeducación (por entonces se estilaban trenzas, y no las mechas violáceas, los ombligos de aceituna o las faldas minimalistas, ni los piercings en el cerebro o aretes para poner cortinas), quemaban el pelo de las alumnas, incendiaban las papeleras, fumaban celtas o mecánicos a escondidas o, los interminables días en que había huelga de penenes / interinos, jugaban a simplezas como el cinquillo, la brisca, o el más racial burro; cuentan también que algunos, los brutos del fondo hacían… esas cosas que se hacían. Yo nunca vi nada. Pero, en capitán, en coronel e incluso en general todo era muy inocente. Hasta en el instituto masculino, donde había unos cacos expertos en robar vestuarios mientras los demás se drogaban con el fútbol.

Por demás, ya había entonces algunas parejas de hecho formadas por callados varones adolescentes que siempre se sentaban juntos y faltaban los mismos días. Al pasar lista los profesores, siempre decían lo mismo: "¿Y T...n? Contestábamos: "Está con V...a" - "¿Y V...a" -"Está con T...n". Y luego una risita. Algún Bin Laden tiraba aviones de papel que no conseguían derrumbar ningún orden establecido; tampoco lo hacían los tiroteos de tizas, la metralla de restos de gomas (todas venían de Milán), pelotillas de papel y rollos angulados como bumeranes, lanzados con gomas entre dos dedos; las peores heridas las infligía el feroz calibre de los tubos de bolígrafo o incluso el rústico y poderoso tirachinas. El bombardeo consistía en fétidas, pedradas y balonazos que rompían cristales previsoramente reemplazados por láminas de plástico. Por supuesto, siempre había formas de decorar el pupitre con declaraciones airadas, siglas, corazones manchados y dibujos obscenos o enfangatorios.

Cuando el estudio y la aplicación se evaporan de un aula, queda un poso de salvajismo urbanita; es como la erudición, cuyo sublimado deja un polvo de pedantería, estadillos, notas, numerillos, cursivas, citas, llamadas, cursivas cursis y negritas de colacao. Tierra, humo, polvo, sombra y nada. También la política se evapora y se queda en burocracia. Ya al salir de la escuela se percibe más descubierta esa brutal compresión del ánima juvenil: todos salen corriendo, chillando, saltando y tropezando en típico y aleatorio desorden.

Por supuesto, ha desaparecido ese corporativismo disciplinario que permitía que clases enteras fueran castigadas por la falta de un solo alumno. Ahora se exige incoar una especie de proceso judicial, cadena de custodia, apuntar la novedad en el correspondiente dossier de un archivo de expedientes criminales que todo instituto debe tener y llamar a sus representantes legales, quienes, a veces, son más peligrosos que los mismos reos.

Tengo que confesar que mis crímenes aún se hallan impunes. El peor, sin duda, es el secuestro de un libro que tenía que devolver a la Biblioteca Pública hace ya muchos días. Un sudor frío me recorre el espinazo, pues es indudable que seré excomulgado durante un tiempo no breve. Ni siquiera tendré abogado defensor que pueda rebajar mi pena, o canjearla por actividades sociales. En fin, después de todo, en verano no es preciso tener tiempo para no hacer nada.

sábado, 8 de julio de 2023

Hacinamiento

Si uno se pone a mirar el Universo termina pensando que está hecho para el asombro, como los fuegos artificiales. Dios es, después de todo y fuera de jardinero, un pirotécnico al que le gusta abrir rosas de sol, regar con fuentes de energía, desaguar con agujeros negros y diseñar redondos parterres de estrellas y florecillas varias, algunas de las cuales solo se abren una vez en la vida, como ciertos cometas. Es un artista que en vez de arte hace naturaleza, moldeando materia y tiempo con arena de átomos. Puede que incluso seamos un cuadro abandonado entre otros muchos más o menos acabados en su taller. También a Leonardo le costaba terminar sus obras.

Pero el fuego de este verano no tiene nada de divino: lo encendimos nosotros, y provoca más angustia que asombro. Quema como el Infierno, pero no es obra del divino Hacedor, sino del hombre con su basura gaseosa, que incluye el fétido aliento de su industria y sus máquinas, que respiran sin vida. Nuestro universo no está hecho para el asombro, sino para el fuego del consumo, que degrada y mata. La atareada industria nos deja sin resuello (o nos atufa, diría un manchego de pueblo, algo así como un amish que mirara cuándo y cómo va pintando la uva), destruye los jardines de Dios, mata desde las abejas a las ballenas y nos provoca una fiebre altísima, así como pesadillas repetitivas que son algo así como la televisión (telemierda de la 5 y sucedáneos) o Internet (vídeos y oídeos de pura necedad, que además mugrean la lengua escrita); van como locos y tan rápido que se acelera el pulso y no podemos asimilar ni comprender nada. Como si fuera peligroso, es decir, no comercial. El mundo está enfermo: pasa ya de los cuarenta grados. Y el trastorno es grave: puede morir. Incluso algunos médicos nos han desahuciado; dicen que no hay tiempo (van como locos) para soluciones ya, y, si la aniquilación nos perdona, ya solo podemos aspirar a sobrevivir menos, más peleados y con taras. 

Nos hemos cargado, dicen, el anticiclón de las Azores, que uno creía provisto por un lejano elfo llamado Mariano Medina, el meteorólogo que parecía un maestro nacional ante su pizarra y con una varita que causaba tormentas y desastres por todo el mapa. Las mujeres del tiempo más parecen ahora ángeles del Apocalipsis, aunque sus vestidos sean más estrechos que los de Beato de Liébana y las alas se las guarden para rascárselas como las gaviotas en alguna playa. 

Pues sí, vaya; nos gustaría ver amenazantes y húmedas nubes negras pintadas por Goya, nada de esa brujería blanca de Rowling. Pero es lo que hay: los almohadones lanudos de Heidi apenas arrebañados en el cielo, sin aprisco, pastoreados sin ganas por un viento feble como el hálito de un agónico, e incluso faltos de imaginación, sin rememorar otros contornos que los de una fatigosa tulpa, un egregor o una ideoplastia. Las caras de Bélmez tenían más mala leche y ya no hay quien se moleste en buscar una señal en el cielo o el aceite de palma en la larga y visigótica letra de hormiga de la lista de componentes.

Los memos y la memética se han reproducido tanto como las ratas del universo 25, el famoso y mil veces probado experimento del etólogo John Bumpass Calhoun sobre la conducta que genera el hacinamiento. Puso a seis ratones en un reciento con comida, diversión, agua y temperatura beneficiosas y los dejó reproducirse sin necesidades. El Paraíso ratuno fue poco a poco degenerando. Como la gente ahora: se pone a romper cosas, como en Francia, o se vuelve hikikomori de cuarto sin ventanas, como en Escoña. 

Apunta Calhoun los males de la prosperidad sin esfuerzo: peleas territoriales, traslados compulsivos y el nacimiento o nación del problema fundamental: muchos dejan de tener un papel en tan estrecha y apretada sociedad, no hay roles ni identidad para todos los individuos (nacionalismo).

Debido a este fenómeno, muchos de nosotros, marditoh roedoreh, nos mostramos apáticos, abúlicos, estólidos, pues no ocupamos un rol con sentido en este pegajoso mundo inmundo, lleno de la cacarienta basura acumulada por doscientos años de capitalismo. No tenemos utilidad. John B. Calhoun bautizó este fenómeno como hundimiento conductual.

Por supuesto que algunos ratones pretenden levantarnos la cosa con erecciones generales. Pero Luis Martínez Casasola, reseñando a Calhoun, dictamina como un Dios sombrío:

Las hembras del Universo 25 dejaron de tratar de reproducirse. Los machos, igualmente, se alejaban de los nidos y simplemente se iban a la zona del recinto donde se encontraba el alimento. Los conflictos vecinales eran constantes y era difícil encontrar algún ratón que no contase con alguna herida o cicatriz debido a una disputa territorial. Se observaron conductas sexuales anómalas. Había individuos que realizaban estos comportamientos de manera frenética, sin discriminación de sexos, para luego pasar a no realizar cópula alguna. Aparecieron las luchas intrafamiliares. Algunos de los ratones acabaron con la vida de sus crías. Otros expulsaban a miembros del nido. Incluso se llegaron a registrar comportamientos caníbales. Hay que decir que no todos los ratones tenían conductas violentas. Existía un grupo, al que Calhoun bautizó como “los guapos”, cuyo comportamiento se limitaba a conductas de higiene como atusarse el pelo, aparte de alimentarse y dormir, que es la única actividad a la que se reducía la conducta de todos los componentes de la colonia.

Media horita que acude por semana al trabajo del Conqueso de los diputados el guapo ratón congreguista nini Abascal, sociólogo por más tacha. Se alimenta del pánico que hay en el constreñido y estreñido Paraíso, especie de Forbidden planet del ahogamiento global. Calhoun curaba a los ratones enfermos, en fin, les proveía de todo. Muchos de los ratones solo se movían para comer, beber y moverse cuando otros miembros de la comunidad estaban dormidos; como ahora hacen muchos jóvenes. Así no tenían que dar explicaciones. Los machos mostraban desinterés y, en ocasiones, conductas agresivas hacia las hembras. Las hembras abandonaban a sus crías o las descuidaban. Pocos ratones sobrevivieron al destete; cada vez había menos embarazos, y ninguna cría sobrevivió. Todas las colonias Paraíso se extinguían.  Cuando un recinto ratuno se congestiona, exhiben los mismos síntomas de estrés, alienación, hostilidad, perversión sexual, incompetencia de los padres y violencia rabiosa que ahora encontramos en las megalópolis.

¿Y el fin? El universo colapsó, la infertilidad se hizo general, y ningún ratón de los tres mil que llegó a haber sobrevivió a dos años de que ese Paraíso se transformara en un Infierno. Calhoun repitió el experimento más de cien veces, y siempre fue igual: la utopía se volvió distopía. Como en la isla de Pascua, llena de caraduras.

viernes, 23 de julio de 2021

Fermentación de la mala uva

Ocurre con la redacción de artículos que los mismos que te exigen verdad se ofenden si la declaras; no los atareados editores de nuestro fotónico papelucho, profesionales a prueba de todo, sino la gente sin discernimiento. ¿Qué le cabe entonces al juntaletras: ofender por sinceridad, o mentir por educación? El filo de la navaja, la pantalla traslúcida, el sonido bajo y confuso, las verdades a medias, las siluetas oscuras, las puertas entreabiertas.

Un suponer: el caso de la corrupción. Mutación vírica, o viral, que ya ha inficionado a cualquiera. Es término médico y surgió en el XIX contrapuesto a regeneración, otro tecnicismo del mismo campo que corrió la misma suerte. Enseguida los políticos lo usaron como metáfora para la curación de los males sociales y económicos (los políticos son incurables en España); es más, incluso Costa recomendó un cirujano de hierro para emprender esa tarea. Pero los médicos no se quejaron de un uso tan infeccioso, perdón, tan infecto de su lenguaje. Pues entonces van los políticos y dicen que el infecto es uno.

Hay que actualizarse: no se pueden emplear ya esas voces. En tiempos de pandemia, cuando hasta los antibióticos empiezan a ser inútiles y las vacunas flaquean, se ha generalizado tanto ese miasma tóxico que ya de ninguna manera cabe hablar de corrupción, sino de saprobiosis (microorganismos que se alimentan solo y exclusivamente de mierda) y de fermentación butírica, que es lo que sucede cuando la corrupción dura ya tanto que empiezan a acudir anélidos nacionalistas por el estilo del puigdemont, del abascal o del strongyloides stercoralis. Menudos meningococos. Acuden como las moscas ante la putrefacción de un sistema constitucional o de la mera falta de higiene democrática e inundan los lazaretos parlamentarios. Cuando se paraliza para siempre un proceso de actualización de las instituciones políticas (la democracia se cura con más democracia) es lo que pasa. Por ejemplo con los chusqueros tribunales españolitas, el supremacista y el constituloco.

Europa está igual, solo que en España, de siempre dictadura de envidiosos, que eso fueron los que se vistieron las sotanas, uniformes y demás chanfainas del alzamiento, es peor. Nos adelantamos a todo lo malo; a las guerras coloniales, incluso a la II Guerra Mundial. Por aquí ya estaba la Luftwaffe aniquilando familias enteras con bombas de fósforo o Mussolini, sacando pecho y violando mujeres cada día, como era su natural.

Fascistillas como Abasculo o Puchdemonio envenenan la convivencia dirigiendo la ceremonia expiatoria del impuro extranjero. ¿Pero qué es un extranjero? En muchas lenguas no se distingue de un extraño, pero en español sí. Conozco a un rumano muy inteligente que lleva treinta años en España; dice que, por tanto, ya no es ni rumano ni español, sino rumanoide. Cuán ironista y acertado. Una palabra cabal. Ningún extranjero acaba de encajar. Pero lo que hay que hacer es integrarlos, no echarlos. En una España empobrecida por siglos a causa de haber expulsado a judíos, protestantes, humanistas, científicos, moriscos, ilustrados, afrancesados, liberales, krausistas, demócratas, republicanos, socialistas etcétera, y después de haber abierto las puertas a regenerar la economía admitiendo a unos extranjeros llamados turistas, queremos volver a expulsar a los turistas de alpargata marroquíes, africanos, rumanos e ingleses, que vienen a quedarse y trabajar en lo que no queremos, o incluso a charnegos y maketos. Inversamente, en Cuba y en Venezuela ya se ha ido un tercio de la gente, y últimamente habanece en el Malecón.   

No procede sacar la gorda conclusión de que esto no lo arregla nadie; la materia prima del cambio es la voluntad general, expresa en leyes de sufragio suficientemente representativas y más que nada en el referéndum, que casi es imposible ejercer para nada que quiera el pueblo. Y en España hay una ley electoral deforme e infame; un sistema de iniciativa legislativa popular imposible y absurdo, unas instituciones que se bloquean unas a otras, listas cerradas, una constitución cerrada e inmodificable, partidos sin primarias, discriminación en las aulas y en los empleos autonómicos...

Reforma política ya: una constitución nueva, obra del pueblo con los procedimientos de control pertinentes, como en Chile. Y mirar al futuro, no al pasado. O nos hundiremos chocando con un iceberg.

sábado, 22 de mayo de 2021

La comodidad del Infierno

España tiene la tasa más alta de desempleo de jóvenes en Europa: el 40% hasta los 25 años. Mayor que Grecia (33%) o Italia (30%), donde también se desespera a la juventud. Y con un 16 % de paro general y expectativas aún peores, según la siniestra Ley de Okun

Muchos de estos parados no son sin embargo detenidos y marchan fuera, a Londres y otras grandes capitales de Europa que están llenas de camareros y cocineros españoles ya con  treinta años, muchos de ellos sobrecualificados (por no hablar de los científicos, que solo para el papeleo burocrático que necesitan para renovar su contrato gastan varios bolígrafos rellenando papeles). También huyen los talentosos: hace decenios que aquí no han sido vistas las oportunidades, de modo que si aparecen hay gente que ni siquiera las reconocería; dicen que en California, Australia, Georgia y China las han visto, pero yo hasta dudo que haya podido existir una quimera de ese tipo. En la estéril España donde Cernuda decía que "todo nace muerto, vive muerto y muere muerto" no crece nada, nada echa raíces, y mucho menos el futuro. Eso sí, tenemos la mayor cantidad de viejos que no trabajan, y de calidad premium.

La vivienda se comparte entre los jóvenes; en Madrid incluso se ha abierto un hotel de celdillas o cilindros. Ya más que escasa natalidad es extinción; incluso las cigüeñas están empezando a desaparecer. Al menos el gobierno europeo vela para que nuestros políticos no arrasen completamente el país.

Es habitual señalar Venezuela como víctima del comunismo; sin embargo nadie se acuerda de Argentina como víctima del capitalismo buitre, o Chile, donde son los ciudadanos los que escriben su constitución, como en Islandia. Ni de Kerala, la única provincia hindú que ha desterrado el analfabetismo y la pobreza gracias al socialismo comunalista democrático.  En Argentina están ahora como nosotros dentro de veinte años, si no nos espabilamos. ¿Que no hará el mainstream para conseguir deformarnos la conciencia y seguir destruyendo la materia natural y el espíritu civilizado? Las masas se han vuelto tan líquidas como denunciaba Zygmunt Bauman, e Internet nos ha vuelto sumamente nubosos, informes y mal informados.

Las naciones se han puesto de pie siempre con solo un combustible, la voluntad. ¿Cómo se desarrolla esta virtud? Por medio de elementos que no aparecen en nuestro sistema educativo ni en los programas más vistos y oídos de la TV y la radio (no menciono la prensa en papel porque ni siquiera existe ya): la constancia, el trabajo, la disciplina, el sacrificio y la esperanza. No hay pastilla que cure el mal que ya los ensayistas del 1898 llamaban abulia española, fruto de lo que Cernuda (otra vez) llamaba "vivir sin estar viviendo", una forma extrema de monacal estoicismo

Hay quien afirma que la voluntad no se entrena ni se mejora. Que no es como un músculo que se vuelve más resistente con la práctica. Un estudio afirma que las personas más exitosas no poseen una mayor fuerza de voluntad, sino que simplemente acomodan su entorno para no usarla. Si quieres dejar de comer galletas no las compres, si ya las tienes que te las escondan o tíralas. Y si no quieres usar tanto el móvil, ponlo muy lejos de tu alcance, no duermas con él.

Es que hay que tener en cuenta que la fuerza de voluntad es limitada y se agota. Cuando se trata de controlarla y administrarla para evitar defectos hay que tener en cuenta que la voluntad es a veces retrógrada o inversa: si uno está todo el tiempo diciéndose "que no" debe hacer algo, está ejerciendo tanta voluntad que gasta la que tenía para todo el día y acaba desmoronado haciendo todo lo que no debería hacer. Así que lo que funciona es planificar las cosas de tal modo que uno no tenga que decírselo: poner los medios y la inteligencia necesarias para no tener que ejercerla. Cambiar el "chip" de rutas y costumbres

Es lo mismo con la procastinación, el defecto con que Mariano José de Larra caracterizó a los españoles en Vuelva usted mañana.La voluntad se ahorra cuando uno trabaja en algo que le gusta: si no lo hace, volverá a su casa agotado y sin ganas de hacer lo que realmente desea. Pero, por desgracia, aquí, en España, ni siquiera nos dejan trabajar.

jueves, 1 de abril de 2021

Cómo están las cabezas.

 Algunos tienen mucho miedo a una revolución, y no digamos a una devolución. Por gracia o desgracia, la política en España es lo que es. Lo que definió el diplomático mexicano Marco Aurelio Almazán: "El arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa". 

Uno se pasa la vida rehaciendo el significado de palabras demasiado machacadas por la estupidez de los binarios, esos que solo ven bien y mal, Tom y Jerry, izquierda y derecha. No hay muchos con el poder de sintetizar textos o pensamientos complejos y mínimamente morales. No estará de más recordar que derechista es, simplemente, quien no quiere pagar impuestos sino quedárselos o evadirlos, apropiarse de todo lo público (sanidad, educación y un largo etcétera) o cuando menos degradarlo y subir los precios con sus acaparamientos y exclusiones monopolísticas de capitalismo buitre. Alguien, por ejemplo, como Maduro o Ayuso, esa que demoniza tanto a un partido que ha pagado las deudas de Madrid. 



Cada vez que habla sube el pan, y eso que los podemitas reproducen su lenguaje y los llaman criminales. Pero la verdad, si es eso lo que dicen nuestros jueces, es que el PP sí que es una asociación criminal, un cártel de corruptos cuya fuente se remonta a las más puercas pocilgas del régimen franquista, ataviados con nuevos ropajes. Los que quieren distribuir algo de equidad tienen mucho menos mierda atesorada que esos farsantes demostrados que pretenden aplastarlos con la Brunete fáctico-mediática.

Es lo que tiene bautizar como demonios a los otros: diviniza que no veas y, por consiguiente, le transforma a uno en un pontífice, incluso en alguien tan indiscutible como Dios, Ayuso o Maduro. Pero los cocos de verdad son ellos, los binarios, y se llevan a los adultos que duermen poco de tanto telele (ver tanta tele).

 No estará de más recordar lo que Antonio Escohotado ha llamado "la prueba del cinco": es imbécil para un opinólogo de secano hablar sobre economía, política y sociedad apoyándose (solamente) en un puñado de clichés anacrónicos, palabras que ya no significan nada y que son solo cinco duros coprolitos que expeler al otro: los términos "izquierda", "derecha", "extrema", "ultra" y "fascista", que manchan nada más tocarlos. No significan nada: no tienen sinónimos, como los pronombres, porque no tienen significado permanente alguno que pueda copiarse. "Que las palabras tengan sinónimos es la mejor demostración de que ninguna monopoliza el pensamiento o, si se prefiere, de que la inteligencia desborda siempre cualquier modalidad fija de expresión. Amor sugiere afecto, cariño, devoción; longitud evoca distancia, espacio, etcétera. Ningún término hay carente de análogos salvo para el afásico, alguien que por distintas causas –sobre todo traumatismos o una tara congénita- resulta incapaz de hablar y escribir creativamente... no logra participar en el aprendizaje paralelo de la lógica, o algo como un balazo afecta parte de su cerebro, y pasa de manejar digamos mil términos a solo diez o treinta y siete".

Todos estos investidos de premisas sin conclusiones deberían aprender que los instrumentos del conocimiento son la ignorancia y la duda. Pero ellos saben solo su librillo y no quieren saber más: aplican las mismas palabras a realidades distintas que reclaman el más notorio atributo de lo real: la complejidad. El diccionario de los enfermos de binarismo contiene solo dos palabras: y no; también esas que dice Escohotado. Y los menos graves además otra: quizá, qué duda cabe.

Qué estúpidos son los políticos. Todos son más cabezones que una testa olmeca. ¿A quién le importa quién va a ganar cuando todos van a perder? El mundo gasta medio billón de dólares cada año preparándose para guerras que no se atreven a pelear. Existe un culto a la ignorancia en todas partes que siempre ha prevalecido y que a veces incluso se impone al modo Spengler. La tensión del antiintelectualismo ha sido un hilo constante que se abre camino a través de nuestra vida política y cultural, alimentada por la falsa noción de que democracia significa que "mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento". Es precisa más psicología, más comprensión de la naturaleza humana, más preguntas, más Quora. Porque el único peligro real que existe es el hombre mismo. Él es el gran peligro. Y lamentablemente no nos damos cuenta de que su formación y constitución es la raíz de cualquier problema o cualquier solución. No sabemos nada del hombre, demasiado poco. Su psique debe ser estudiada porque somos el origen de todo mal que venga o pueda venir.

Cuando a uno le da por leer o escuchar a Antonio Escohotado se queda tan definitivamente pensativo, fumativo y admirativo que lo propondría como presidente de la República Española, a falta del impotente García-Tola o de los irreprochables pero finados Sampedro, Anguita o incluso Tierno Galván, todos ellos arrinconados por los poderes fácticos y amadísimos por nosotros los comunes. Incluso podría proponerse un presidente contratado de otro país, pongamos Suecia o Dinamarca, a despecho de nacionalistas descerebrados. Pero entonces se disipan las nubes lisérgicas y asoma la descarada y descarnada realidad: esto es una monarquía postfranquista de mierda y Escohotado, aunque aún lúcido y lucido, no anda para trotes.

Este filósofo padece muchos enemigos, casi tantos como la lógica y la cultura, y aunque muchos lo definen como un converso al liberalismo, le he visto catalogarse ahora como un socialdemócrata adicto al estudio (y a otras cosas, ejem). El liberalismo puro es predatorio y carece de ética y conciencia (su mismo padre, John Locke, defendía y promovía la esclavitud); es peor que la peste negra. Por eso Escohotado subtituló a sus Enemigos del comercio "una historia moral de la propiedad", aunque solo llegó a ponerlo en el tercer tomo de la obra.

El gran ancho de banda que ganó ampliando los umbrales de su curiosidad ("la puerta sin puerta", dirían los zen) le permitieron librarse de muchas ilusiones mentales y sentimentales. Los impuestos son necesarios para los desafortunados, los enfermos, los viejos y los científicos, ya que debe haber un Estado que vele por ellos y corrija las desviaciones salvajes de los buitres agiotistas que creen y fomentan la desigualdad de la ley y ante la ley y otros vicios emanados del sentido propio, ya que tanto carecemos del común. Es necesario, por ejemplo, para evitar la destrucción del planeta por parte del hombre (no precisamente por la caída del asteroide Tutatis sobre la cabeza de los galos, sino por el cambio climático, los agujeros en la atmósfera y el suelo, las pandemias y el colapso ya irremediable de los sistemas ecológicos), es necesario, digo, no precisamente nacionalizar, sino mundializar áreas que afectan al hombre en su conjunto: las industrias farmacéuticas, la medicina, la enseñanza. Ahora que de repente empiezan a aflorar las momias de los Alpes, los mamuts de Siberia y las mierdas del PP. Incluso podría descongelarse la cabeza de Trump. 

domingo, 21 de marzo de 2021

La edad y los relojes blandos

Hace poco la ciencia determinó que gran parte de los recuerdos es falsa o inducida por un entorno emocional o informativo insistente. Este deja una impronta o cascara mental que actúa a manera de escafandra a través de la cual la conciencia atisba apenas las cosas.

Esa estructura nos aísla. Censura los muchos matices del pasado y del presente, y el superego social y castrante nos oculta también muchas estampas de una incomparablemente rica realidad. Los cambios por los que atraviesa el espíritu determinan que la memoria esté en perpetua reconstrucción, por lo que se nos ofrece distorsionada y selectiva y, al final de la vida, si hay algo de fortuna, reducida a un esquema repetitivo e insuficiente; la cronología interior no es exacta y con frecuencia recordamos sin causalidad, o sensitivamente. Lo que hacía Proust, después de todo, era contar batallitas.

Por el contrario (o "por contra", que es más oral) los escasos recuerdos genuinos son obra de nuestra debilucha voluntad, una antorcha desorientada que vaga en la noche por el laberinto de las más oscuras provincias del cerebro, entre copias de copias de la realidad seleccionadas por algún barniz emocional que los agrupa y revisa con frecuencia. 

Estos recuerdos son distintos a los reflejos automáticos, memorias programadas por el aprendizaje, como conducir un coche o una bicicleta, o usar un teclado o la tabla de multiplicar. Apenas podemos reunir los recuerdos buenos en un armario de nuestra mente: no somos como Dante, quien, en la cumbre del monte Purgatorio, bebía de la fuente Eunoe, más selectiva que la del Leteo, para olvidar todo lo malo y recordar solo lo bueno antes de pasar a la cándida rosa del Paradiso, en la que cada pétalo es un alma.

Pero lo que se suele olvidar es que también los pensamientos pueden ser falsos y no genuinos. Al igual que los recuerdos y las emociones, las ideas se pueden falsificar, incluso las que venimos sosteniendo y asumiendo largo tiempo, porque nos han sido inculcados por los desvíos de una cultura centrípeta. Pueden intoxicar o deformar las ideas genuinas o reales o asentar prejuicios útiles para otros, aunque siempre terminen por prevalecer aquellos beneficiosos para la sociedad en su conjunto, siguiendo el camino trazado por la socialización de nuestra manada y la programación genética común de los instintos, lo que Dawkins llama el gen egoísta.

El subconsciente es muy mentiroso. Todas las noches nos cuenta cinco cuentos, no antes sino después de dormirnos, construidos con los impulsos frustrados de la mañana o con pedazos de memoria triturados para la ocasión. Si un hipnotizador nos obliga a llenar un vacío de la memoria, podrá contarnos la mentira más detallada y persuasiva que podamos "imaginar". La sombra de Jung tiene el poder de proyectar todo lo que rechazamos en esas historias.  El poder incluso de proyectar leyes, mitos, sociedades, costumbres ancestrales, dejando aparte la cuestión, nada baladí y que acaso no debe pasarse por alto, de si nacemos ya con recuerdos o con al menos una programación instintiva revisable y reversible.

Hay recuerdos inducidos a través de imágenes de televisión cientos de veces repetidas. Se implantan constructos artificiales falsos que vienen de otro sitio y de otras intenciones. Se implantan falsos recuerdos para apoyar falsas ideologías: despierten de su sueño ideológico, que es un sueño que produce monstruos. El vodka y el whisky son lo mismo porque producen los mismos efectos. Nos parece que hay ochenta clases de caramelos, pero solo los hay de limón, naranja, menta y pocos más. La cocacola y la pepsicola son uno y el mismo refresco. Y una sola son también todas las cadenas de hamburguesas, por más que haya que advertir que, si no eres uno de los comensales, eres parte del menú. Que lo digan sus trabajadores, que se ven sometidos a jornadas irregulares y extenuantes sin apoyo sindical porque los despiden.

El pasado común de la generación dominante está configurado por los años ochenta. Los tópicos de años anteriores ya no mueven molino. Incluso personajes de esa época ya no están para trotes. Joaquín Sabina es uno de los pocos movideños y pataliebres que han tenido la suerte de no disolverse en lo mucho que bebieron o se pusieron. Un actor tan desparramado y accidentado como Quique San Francisco, tan feo y pálido que dijo Lola Flores que "estaba sin cocer", tuvo que pagar su pato de mil y una birras jubilándose de la vida a los sesenta y cinco. "Hay que protegerse", dijo El hombre sin nombre, ese zurdo que ahora amenaza con cumplir los noventa y uno sin despeine. Que tenga cuidado de que no empiece a temblarle la mano izquierda, esa en la que tiene el magnum 45: es el primer síntoma del Parkinson. Nadie le va ya a alegrar los días.

Mucha gente nocturniega y de mecha corta acaba sumida en el infarto, la pancreatitis o el cáncer de pulmón. De día se sostienen apenas a fuer de cocaína, y su patética ilusión de vida es estar colgados de la nube, como Heidi. Hay que ser flemático y frío como los peces, aunque la vejez no garantice una vida aprovechada y con sentido. Especialmente para las mujeres de hace poco: muchas vivían cien años sin apenas salir de la cocina; para ellas esos cien años solo han durado un día, siempre el mismo con apenas variaciones. Irse al otro barrio es para ellas literalmente ir a otro mundo. Muchas de ellas no habrán ido nunca ni siquiera a Miguelturra. Las crisis han ido juntando a los viejos y a los jóvenes, pues ambos no tienen futuro y se mantienen en pie mutuamente.

Son necesarios los viejos para sostener a los jóvenes y viceversa. A ellos les cuesta mucho retener cualquier cosa: la dentadura, la pensión, la memoria, el oído, la vista, los hijos, las babas, la orina, la mierda y la vida. La gran mayoría acaba transformada en pellejos de desecho y desilusión. Como los jóvenes.

jueves, 11 de febrero de 2021

El hundimiento del Hispánic

Cuando un iceberg hundió el Titánic, la única clase que pudo largarse de allí fue la primera; no estaba prevista otra cosa. Cuando el coronavirus nos hundió, los únicos que se vacunaron como el rayo fueron los militares de más alta graduación (unos cuantos quisieron pasarnos por el paredón hace poco), y, sin respetar el protocolo y mintiendo (faltando al octavo, que es su propio protocolo), un ex arzobispo, un par de obispos y un canónigo que sepamos, así como numerosos próceres de izquierda y derecha elegidos por listas cerradas, ya que son el pueblo elegido y por tanto mejores que nosotros y las leyes. Se consideran tan necesarios como el culo.

¿Soy un antiguo por considerar que los líderes de tan medievales instituciones deben dar ejemplo o hacerse el harakiri? Por lo menos dimitir, esa palabra antiputinesca, o irse fora, como el aforado y aforrado ex rey, que se ha ido a un soleado exilio informal por cuestiones de vergüenza y mentira. Si esto es el sálvese quien pueda, y no las mujeres y niños, víctimas de siempre, especialmente si son de escaso caudal, las armas deberían ser legales para reclamar nuestro derecho a la igualdad de trato, como en los Estados Unidos. Ahí, no en vano, llamaban al revólver Colt "el Empatador", y no precisamente por la empatía. Y aunque estoy contra las armas y contra cualquier tipo de violencia, las actitudes de algunas personas alérgicas a la ética y a la dimisión a veces me hacen preguntarme si por lo menos no podría permitirme la violencia mínima de asestarles un tartazo de cine mudo en los morros o toserles en la cara; lo cual no quiere decir que iría vestido de ciervo al Congreso, esa manada de venados y de venales. 

Las vacunas son pocas. Yo mismo, que pertenezco a un grupo de riesgo, no puedo tomar la que han comprado apresuradamente esos magníficos europeos, porque tengo más de cincuenta y cinco años. Si son pocas, es preciso hacer triaje y cola y aguardar turno. Algo a lo que no están acostumbrados aquellos impacientes a los que les gusta mandar en su provecho.

domingo, 27 de diciembre de 2020

Las nuevas viejas ideas de Diego Medrano y Treviño

He leído algunos artículos del último número de los Cuadernos de Estudios Manchegos; no voy a hablar del mío, tan lleno de erratas y otras tachas, pero sí del de José María Barreda sobre el gran político ciudadrealeño (o ciudarrealeño) Diego Medrano y Treviño (1784-1853), porque creo poder completarlo en muchas cosas que me fueron apareciendo tangencialmente cuando investigaba a otro autor, hace ya bastantes años. 

Parte de ello ya lo había anticipado en mi Historia de la literatura manchega del siglo XIX. Me di cuenta de que Diego Medrano había escrito como colaborador un importante ensayo sobre política ("Del progreso", 1842) en la Revista de Madrid, en plena regencia del también manchego y "progresista" general Baldomero Espartero, que había sido ignorado en todas las bibliografías, y ahora mismo que he mirado más, con motivo de escribir este artículo, descubrí otros dos textos: un discurso de presentación cuando le dieron el cargo de jefe político de Castellón y otro artículo sobre derecho constitucional aparecido también en la Revista de Madrid. Para aliviarles la fatigosa búsqueda les tengo transcritos los dos artículos de la Revista de Madrid aquí, en mi blog, modernizando la ortografía y la prosodia, traduciendo algunas citas en italiano y aportando unas pocas notas, pues no tengo tiempo para trabajar más en estos textos. Sin duda Medrano fue algo más que un político "aprovechado", como era lo común en su época; era conservador, pero un conservador inteligente, que había asimilado sus lecturas (Condorcet, Bentham, Burke, Thiers) sintetizándolas en un grado tal que supo darse cuenta de que las necesidades más perentorias del país pasaban por un pragmatismo esencial, una visión moderada que reflejara la disposición de usar solo de lo que se tiene, pero con voluntad firme y sin pausa, de la que derivó la creación de un capital rural con una ley para generar las cajas de ahorro que actualmente se han destruido o sustituido por bancos, estos últimos sin interés social. Fue un político que hizo algo bueno. El regeneracionista miguelturreño Francisco Rivas Moreno, apóstol del cooperativismo, se hará eco de esta idea, que vio dar más fruto en otras regiones que en la suya. Leyendo a Medrano se da uno cuenta del sentido profundo que tiene la frase, en apariencia superficial, de "lo mejor es enemigo de lo bueno"; él prefiere lo bueno a lo mejor, que él identifica con los fanatismos y los sueños de utopía.

Una Constitución política sin leyes orgánicas que de ella emanen y la desenvuelvan es solamente una colección de preceptos aislados que de nada o casi de nada sirven, y aun no sin fundamento se puede todavía ir más lejos, porque si en la Constitución se fija una organización nueva de los poderes públicos y estos, sin embargo, en su ejercicio se han de sujetar en gran parte a reglas dictadas para otro sistema distinto o diametralmente opuesto, con precisión ha de resultar un desconcierto que constituya por lo menos un estado anómalo, que no es de libertad, ni de absolutismo, sino de una tercera especie incalificable como no se le titule de anarquía.

Aparecen en su ensayo "Del progreso" claramente esbozados los males que atacaban a España entonces; lo malo es que parece que ahora siguen siendo los mismos:

Los códigos que han de regir en toda la Monarquía, están en pensamiento y nada más o, por mejor decir, ni se piensa siquiera en su formación. A los gastos del Estado se debe contribuir en proporción de los haberes de cada uno, y faltan todos los elementos para lograrlo; y con el más impudente descaro son aliviados unos, sobrecargados otros, sin más regla que la opinión política de repartidores y contribuyentes. Los hechos más palpables y escandalosos demuestran la suerte que ha cabido y cabe a la seguridad individual, con tanta frecuencia menospreciada: no se respeta la propiedad, que sufre repetidos ataques impune o ligeramente castigados. Nada hay prevenido respecto a la forma y modo de hacer efectiva la responsabilidad de los Ministros, punto ciertamente difícil, quizá imposible; pero que al fin se debe procurar en cuanto sea dable aproximarse a la resolución del problema. Sobre la inviolabilidad del Trono y la de los Senadores y Diputados, sucesos recientes manifiestan con harta claridad el respeto que han merecido y pueden merecer en adelante. La inamovilidad de los jueces se ha establecido a voluntad de un Gobierno parcial y en beneficio de una miserable pandilla, que por asalto ocupó los puestos de la magistratura. La administración provincial y municipal se dirige por una ley monstruo que todos desaprueban, aunque muchos la han utilizado para escalar el poder, introducir el desorden más espantoso y desquiciar todas las reglas de buen Gobierno. [...] El establecimiento de las leyes indicadas debió ser instantáneo, porque sin ellas no puede decirse en realidad que el Gobierno representativo rige en España sino a medias, que es peor que si no rigiese, por la proximidad de la idea de no regir ninguno.

Si pues todo esto es cierto porque se apoya en hechos patentes, innegables ¿qué nos queda de la Constitución política de la Monarquía? ¿Qué del gobierno representativo? En suma, nada más que dos reuniones de hombres que se agrupan con intervalos en un verdadero campo de Agramante, para pasar el tiempo con sus eternos discursos y sus interpelaciones para satisfacer su ambición o particulares miras con sus coaliciones y rencillas, para entorpecer con sus enmiendas y con sus cuestiones previas o incidentales [...] No somos de los que nos horripilamos al oír el nombre de república: estamos persuadidos de que esta es una clase de gobierno como todas las demás, que según cada una de las otras tiene sus ventajas y sus contras, porque ventajas tiene también el absolutismo; pero creemos de buena fe y con la más profunda convicción que el Gobierno republicano ni es ni puede ser aplicable a la nación española, porque en ella no se reúnen, ni es posible reunir, las circunstancias o condiciones que hacen conveniente este sistema político; sin embargo, dígase también, en conciencia y con la mano puesta sobre el corazón, si el sistema vigente, supuesto el caso de que pueda llamarse sistema, con su Constitución no desenvuelta, con el desconcierto de todos los ramos de administración, con la preponderancia y casi independencia de las corporaciones provinciales y municipales, dígase, repetimos, si no es una verdadera república, o mejor, dígase si no es peor mil veces que una república, porque no es otra cosa que un completo estado de anarquía. 


La cita es larga, pero el pragmatismo de Diego Medrano, autor de un importante informe para la Sociedad Económica de Amigos del País de Ciudad Real, no se detiene, como hoy se suele hacer, y llega a conclusiones sobre qué debe hacerse:

Para hallar la verdad no hay más que un camino, y este no es, por cierto, el de las ilusiones: antes de corregir los defectos de una cosa cualquiera, bien sea en sí misma o en los accidentes que la acompañan, es indispensable conocerlos y aun decirlos. 

La condición más esencial de los gobiernos representativos, es la división de los tres poderes fuertes, independientes, únicos, con la marcha desembarazada y libre en el ejercicio de sus respectivas atribuciones: si más o menos abiertamente se pretende introducir otro, es preciso anonadarlo; si se observa que uno de los legítimos tiene su acción entorpecida porque los medios adoptados para desenvolverla le han quitado la fuerza que le corresponde, es necesario dársela instantáneamente, removiendo los obstáculos que perjudiquen su movimiento

La política tiene sus ritmos, pero el progreso no se debe dejar embotar:

La lentitud en su marcha es el carácter distintivo de los cuerpos numerosos: ella está considerada como la prenda más segura del acierto en las deliberaciones que de necesidad exigen la discusión detenida y el peso respectivo de las razones que se alegan en pro y en contra de los puntos que se ventilan; pero la lentitud tiene sus límites, que le ha de fijar una prudencia reflexiva para evitar el gravísimo inconveniente de entorpecer las resoluciones y concluir por no hacer nada; de esta regla exactísima se sigue otra, no menos cierta, cual es la de que, por la misma naturaleza de las cosas, dicta la razón que en los cuerpos numerosos se adopte y observe con rigor todo lo que contribuya a la brevedad sin perjuicio del acierto, pues precisamente lo contrario es lo que se hace en términos de que parece haber un tenaz empeño en dilatar las  discusiones, entorpecer los acuerdos y no acabar nunca; de modo que las leyes requeridas por las necesidades públicas, o no se dan, o cuando llegan a su fin son inoportunas o insuficientes por lo menos para reparar los inmensos males que su falta ocasionó; por esto una persona entendida dijo, no ha mucho tiempo, y no sin bastante fundamento, que los cuerpos legisladores podían ser buenos para muchas cosas; pero que no servían para hacer leyes. 



En los dos artículos, sin mencionarlo específicamente, polemiza con el diario que lideraba el progresismo, El Eco del Comercio, cuyo Suplemento satírico de ocho páginas redactó su paisano Félix Mejía desde el dieciséis de mayo de 1844 al cuatro de mayo de 1845. El primer artículo, Del progreso, se escribió contra el Partido Progresista en 1842 durante la regencia del también manchego general Espartero (del que se ha publicado ha poco una solvente biografía): 

¡Oh, y qué bien en un periódico asalariado o en un café de la Corte se llena la boca con expresiones retumbantes de que se progresa! ¿Por qué no van esos apóstoles de felicidad y ventura a recorrer los pueblos y ver sus necesidades y su postración, víctimas de continuas exacciones y en el mayor desconsuelo? ¿Por qué no van a verlos manejados por unos cuantos individuos regularmente de la hez, del cieno de que no debían haber salido nunca, erigidos en mandarines, déspotas que a mansalva vejan, oprimen, tiranizan y arruinan? Pero no se necesita recorrer todos los pueblos; con el ligero trabajo de examinar lo que sucede en uno solo, eso mismo con cortas diferencias acontece en los veinte mil y más que forman la nación

El ensayo "Del progreso" se publicó justo un año antes de que imprimiera sus ya conocidas Consideraciones sobre el estado económico moral de la provincia de Ciudad-Real, redactadas para su Sociedad Económica antes del 16 de junio de 1841 (institución que imprimió algo más de que no hay constancia salvo la que doy, pues recuerdo haber visto hojas de otro folleto desconocido que publicó, en algún archivo que ya soy incapaz de recordar).

El segundo, Observaciones sobre la verdadera inteligencia del art. 37 de la Constitución, se publicó en 1844, tras la caída de Espartero, acaso para polemizar con su coterráneo, compatricio o paisano, como quieran ustedes llamarlo, Félix Mejía, quien había descargado en el Suplemento a El Eco del Comercio toda su inteligencia y pasión en diversos artículos contra la entonces en escritura Constitución de 1845, auspiciada por el Espadón de Loja, el general Narváez, sobre todo contra el concepto de soberanía compartida (algo que, pese a quien pese, sigue existiendo soterrado en la Constitución actual, que no permite sino muy difícilmente cambiar la forma del estado). Se discute en el artículo cuál cámara, el Congreso o el Senado, debe prevalecer en caso de conflicto (en nuestro caso, tres cámaras, si se incluye al Tribunal Constitucional, del que tanto se abusa). Y por cierto que lo que dice en cuanto a la tramitación de los presupuestos generales del Estado tenía mucha aplicación al follón que se ha montado al respecto desde hace años y hasta hace bien poco:

Como nuestra administración pública no está organizada, ni probablemente lo estará en mucho tiempo, y, por otra parte, el examen de los presupuestos proporciona a los partidos un campo vasto de discusión en el cual pueden desplegar sus fuerzas y tocar todas las cuestiones de gobierno, es claro que los debates han de ser lentos; de lo que se sigue que aun cuando no está fijada la duración de las legislaturas, estas no pueden menos de tener un término racional y conforme a la misma naturaleza de los cuerpos colegisladores; y presentándose primero al Congreso de los diputados la ley de presupuestos, absorbe él mismo todo el tiempo en su examen y aprobación, de lo que resulta que el Senado se ve en la necesidad de pasar por ellos a ciegas y como por mera fórmula, exponiéndose a incurrir en la irregularidad de aprobar de este modo incidental y ligero cosas que anteriormente haya desaprobado con plena deliberación según que ya ha sucedido una vez y puede repetirse varias.

¡Cuánto hubieran podido haber aprendido nuestros políticos si hubieran leído los pensamientos, errores y desengaños de sus antepasados...! ¡Si hubieran leído...! Pero no se preocupen: esto se remediará con otra reforma educativa.

lunes, 7 de diciembre de 2020

Se debería preferir no hacerlo

En una coproducción Francisco Franco Fund / Ku Klux Klan (FFF / KKK) ciertos abuelos cebolleta sedicentes y soi-disants exmilitares han borrajeado un Manifiesto entre cuyos torcidos renglones se ha leído la intención de mandar a un paredón picturonegril a unos veinte millones de españoles o, cuando menos, acojonarlos (me refiero a los "cojones del alma" que decía Miguel Hernández; hoy se padece una general criptorquidia; y perdón por enviar a la gente al diccionario).

Y, sin embargo, pocas cosas hay tan deslucidas para un militar como tener poco aguante, que eso es cuanto cabe decir de los garabatos etílicos de tal execraciónque no se dirige por supuesto al Pueblo, ni a nuestra curiosa Constitución, sino a un militar llamado Rey de España, al parecer propietario de la granja de animales del país.

Cabe reconocer, sin embargo, a este ciudadano la virtud militar del silencio, que tanto adorna al aguerrido soldado desconocido que soporta sin queja la llama eterna; los que ahora lo deshonran, sin embargo, peroran en los chats como pollos sin cabeza; se nota que nunca se la han lavado por dentro y andan por ahí con unas mugrientas ideas sacadas de un botellón de cerveza El Alcázar.

El sentimiento (pasión o prejuicio) denominado Patria es algo tan personal como el culo: todo el mundo tiene una, y no reconocerá la vox que salga de él porque el egoísmo es lo que tiene. Cuando se proclama es solo por la mal digerida presión del espirituoso hábito miliciento de acumular masa monetaria en los intestinos del cerdito-hucha suizo. Siempre ha sido higiénico quitar el caqui a los niños, como hoy se quita, pero este vicio militar, que es solo el vicio de emplear armas y perder el tiempo, se les cae solo como los dientes de leche. Que vean Johnny cogió su fusil, si es que pueden soportarla.




El pensamiento vale más que una pasión exclusiva y excluyente porque es la única jerarquía que admite la libertad; los que nos quieren matar odian, simplemente. No les va el yin-yang de la vida o concordia de contrarios, sino la muerte y la degeneración de la guerra heraclitana occidental. Y como no hay pasión más antigua, simple ni con más derivaciones que el egoísmo, como ya afirmaban Maquiavelo y Hobbes, hay que decir que ser nacionalista apasionado en una época de medular narcisismo es, cuando menos, aburrido; tanto como la  música militar, que a mí me suena a cañonazos de reguetón, a caramelos Pez y a campos de cebollas. 

Precisiones lingüísticas. La "patria mía", en la lengua de Quevedo, la del Siglo de Oro, cuando había separatismos provocados por el unificador impuesto de Olivares (cuánto se repite esto), significaba "casa de mis padres". Y nada más, pero tampoco menos. Eso tan horaciano de dulce et decorum est pro patria mori, que inspiró el angustioso poema de trinchera de Wilfred Owen y el "morir por la patria" de los cuarteles, es menos abstracto de lo que han querido traducir (mal) en España: morir por la patria no es "morir por causa u orden de la patria" sino "morir en lugar de la patria", esto es, en la casa de los padres, rodeado de la familia, como don Rodrigo Manrique, el guerrero fundador de nuestro Villamanrique y padre del poeta Jorge; o, en todo caso, y eso es lo más hermoso, "morir en vez de que tu familia muera", como hizo Tom Hanks salvando a Matt Damon, justo lo contrario del terrible Munich de Spielberg. Pero, ya se sabe, los políticos no saben latín ya, e incluso los militares fusilan los idiomas vivos. El ambiciosillo, genocida y patriota Franco tenía un nivel de inglés inferior al de su compatricio Rajoy, el del cártel del PP, y doblaba al castellano todas las películas, incluso la suya, tan censurable y censurada. Que subtitulen ellos.

Los sentimientos de patria han sido siempre fértiles en muertos, heridos, desaparecidos y represaliados, especialmente cuando se pretenden conceptualizar  (que es imposible con un sentimiento, y mucho más al ser una mentira fecunda, de esas que crecen creando otras; la mentira es violencia intelectual, más peligrosa en suma que la física y la emocional, porque las genera como un Hermano Mayor de cofradilla y pesadilla). La verdad, sin embargo, es una largoplacista hija póstuma y poco agraciada, con cara de Cordelia, la del rey Lear. Un escaso retoño del bosque de los cerezos, en la película Sueños, de Akira Kurosawa. Y así resulta que cuando ya nos habíamos librado de las Gudrun y Ulrike de ETA, que reprodujo en sus años de plomo el otoño alemán, nos salen para matarnos los de otro  nacionalismo genocida. La verdadera patria, sin muros ni armas, es nuestra humanidad. 




El filósofo alemán-coreano de moda, que es de mi generación, Byung-Chul Han, ya nos habla de una Sociedad del cansancio, 2010. Y uno, que se ve cansado de lo que llaman en Amerispaña guerrilleros de cafetería coincide. Hay en todas partes una positividad general, una inundación tal de postureo y una alergia a la verdad tan grande que es imposible reconocerse como individuo y mucho menos anunciar un desastre (que es lo que hacen Trump, Putin, Bolsonaro y demás fascistas). Es imposible reconocer el mal como tal en uno mismo y dimitirse. Se ve en la especie del "Contreras", el que siempre lleva la contraria a los demás menos a sí mismo, especialmente en Catalagarra. España se está llenando de categóricos que no admiten ni siquiera una opusina corrección fraterna. Y, sin embargo, esta gente nos habla de "pensamiento único". ¡Qué desfachatez! El único pensamiento único es el de Arthur Schopenhauer quien, en las ochocientas páginas de alemán, griego y latín de su El mundo como voluntad y representación, se atrevió a decir que expresaba "un solo pensamiento". Por cierto que bien deprimente. El resto "es solo una figura", que dijo Quevedo, el mundo ultraaplastado y terraplanista de Marcuse, donde el individuo se halla aislado en una cámara anecoica de medios de comunicación de masas que le da su forma flatlandista de paperman

Merced a los medios de comunicación nuevos que paradójicamente nos aíslan en una burbuja de vulgaridad, se ha potenciado en la actualidad lo que los psicólogos llaman desrealización o despersonalización; el mundo aparece como brumoso, indefinido, alejado. Y eso nos provoca tres ansiedades recurrentes: el miedo a ser apagados o desactivados, el miedo a perder el manual de la cordura y el miedo a desnudarnos en Internet; esto es, los antiguos miedos a la muerte, a la locura y al descontrol. La gente pierde las ganas, la voluntad de Schopenhauer, y no sale de casa. Se pierde el tono de la musculatura emocional; como se dice en el Ready player one de Spielberg, "laa gente deja de luchar en la vida y ya simplemente la sobrelleva".

Byung-Chul Han describe una sociedad dispersa de ausentes y apáticos, la nuestra, donde, inversamente al renacimiento, aumenta la repetición y el aburrimiento y el síndrome de trastorno por déficit de atención; y es que solo el cansancio puede cerrar la herida de Prometeo. Nuestra hiperactividad se ha vuelto "simple desasosiego". No existe ya la sociedad disciplinaria de Foucault, porque "de la sociedad disciplinaria se ha pasado a la sociedad del rendimiento... El imperativo social de pertenecerse solo a sí mismo causa depresiones... expresión patológica del fracaso del hombre tardomoderno de devenir él mismo" (p. 29). La presión del rendimiento nos aplasta, nos vuelve unidimensionales dentro de un pensamiento hiperpositivo; "en realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento, como nuevo mandato de la sociedad del trabajo tardomoderna.... Este cansancio fundamental suprime el aislamiento egológico y funda una comunidad que no necesita ningún parentesco. En ella despierta un compás especial, que conduce a una concordancia, una cercanía, una vecindad sin necesidad de vínculos familiares ni funcionales..." (p. 79) Esta es la hipotética sociedad futura para Peter Handke y Byung-Chul Han; la sociedad del nohacer frente a la del quehacer. El triunfo póstumo de Bartleby.

martes, 24 de noviembre de 2020

Babel

Una extranjera dijo que "los españoles hablan en mayúsculas". Que somos gritones. Es lógico: nadie hizo aquí jamás eso tan constructivo de escuchar. La verdad es que nos va, y por eso no diré de ella que le den por las antípodas. El español, la lengua en que mejor se grita (por su tendencia a la sílaba libre) es lengua internacional y de cultura; incluso tecnológica y científica, aunque las estadísticas muestren que en ello nos supera el vietnamita y el húngaro (ojalá se aumenten los presupuestos para la ciencia).

Ahora nuestros propios extranjeros, los nacionalistas, quieren hacer del español una lengua extravehicular. Vamos, que nos quieren arrojar del coche en marcha. Sin embargo, el español es una ventaja, no un inconveniente, al menos en ciertos contextos. Si te atracan en Nueva York, hablarle al sicario en "la lengua de Verdaguer" o de Gabriel Aresti no te permitirá sobrevivir, pero si lo haces en una lengua propia de Latin king's (una mafia peor que la de los Bourbon King's), maras, ñetas, zetas, miamis y demás, existe una pequeña posibilidad. 

En el siglo XVI el español era la lengua del oro, las perlas y las esmeraldas, aunque históricamente fue más importante por ser la lengua del tomate, la patata, el maíz, el cacao y los frijoles; por eso todo el mundo en Europa, en especial los comerciantes que viajaban a Sevilla, querían hablarla; Nebrija tuvo que imprimir por eso la primera gramática de una lengua vulgar, en 1492, en cuyo prólogo se dice que "siempre fue la lengua compañera del imperio"; incluso se imprimieron muchas más después en el extranjero y por extranjeros, entre ellos la de Juan de Luna, el protestante manchego exiliado continuador del Lazarillo. Ahora el español es la lengua de la cocaína y del subdesarrollo. "Porro", una palabra aceptada ya en el diccionario, es una palabra que viene del quechua. Ojalá el español fuera una lengua indígena tan valiosa como el Aymara, que parece construida por un informático: con ella en el cerebro se puede generar una memoria eidética y gestionar mejor la información.

Entre el XVI y el XVII España contribuyó a la estética literaria de Europa con algo que hasta entonces no se había formulado: el realismo. Todas las demás narraciones en Europa idealizaban a sus planos personajes; pero nuestras Celestinas, novelas picarescas y Quijotes se tradujeron hasta al latín. Y en siglos sucesivos los discípulos europeos de Cervantes alzaron la novela polifónica a nuevas cotas, como en Oriente hizo otra genial novelista japonesa, aunque muy anterior, Murasaki Shikibu. En España hubo que esperar a Galdós: el Siglo de Oro cerraba una época y, al contrario que el Grand Siècle o la Inglaterra isabelina, no nos condujo a nada. Reyes y otros militares siempre han detenido el progreso y la diversidad en España: son los famosos tres frenazos: el de Felipe II, el de Fernando VII y el de Franco.

Felipe II no quiso imponer la lengua castellana en América y obligó a los clérigos a utilizar las lenguas indígenas, quizá porque España era entonces más plurilingüe y austrohúngara que ahora. Solo fue el Borbón Carlos III el que impuso allí el castellano a machamartillo. Y no fue mal del todo, aunque se le sublevaran los agobiados incas sometidos casi a la esclavitud en las minas; quisiera ver ahora a todas esas colonias gobernarse bien con más lenguas y dialectos que India, que tiene unas mil quinientas, de ellas quince oficiales, y usando en vez de instancias quipus incas o glifos mayas. 

Pero creo que la estupidez de eliminar el español como lengua vehicular no durará mucho, simplemente por eso, porque es una estupidez más. Claro está que España misma y su enfermiza Constitución es una estupidez tan grande que en realidad hasta podría durar tanto como la misma Constitución, que ya parece más pétrea que los Diez Mandamientos. Habremos de suponer que Suárez nunca llegó a ver la tierra prometida; mejor, se llevaría un chasco y las manos a la cabeza. Y creo que no durará porque vamos por la octava ley educativa y los profesores chiflados que tienen que aprenderse todas esas chorradas burocrático-gilipollescas y entrar poco menos que liofilizados a la aséptica cancha de machaques  ya están tan hartos de tenerse que cambiar tan a menudo la camisa de fuerza y tragar esas píldoras tan gordas que no harán nada. No en vano nunca se les tuvo en cuenta. Y mucho menos con sindicatos perrunos y calados por los políticos como los que hay.



Aprendamos lenguas, aunque nos llevemos tan mal como en Suiza, donde no hay nacionalismo, sino algo menos tóxico llamado aldeanismo, gracias a su Constitución, que deja a todo el mundo en paz. No es tan difícil: las lenguas más abstrusas del mundo son las tonales (en especial el cantonés) y las aglutinantes, que tienen la que más quince casos y una fonología compleja y endiablada, como el estonio. El vasco también es una de las más difíciles, porque en cada caserío tienen su propio y distinto diccionario y no se entienden ni con el vecino, por no hablar de sus siete dialectos; el batua es solo un intento moderno de solucionar con un popurrí el problema; pero quienes piensan en vasco no pueden concebir un futuro, ya que es una lengua sin expresión de lo potencial, si hemos de hacer caso a la hipótesis Sapir-Whorf. Tal vez eso explique el carácter inmovilista de esa gente, amante de los pedruscos y los hachazos; incluso también el de los españoles gritones. En cuanto al seny de la lengua catalana, que se traduce desde antiguo en  el Cantar de mio Çid por mesura, nada hay tan común. Porque, como saben los lingüistas, no hay nada intraducible ni específico en una lengua, sino más factible o no; incluso el alemán schadenfreude puede traducirse en español por regodeo. Por no mencionar que cada lengua está hecha de préstamos de otras; el inglés es un buen ejemplo, y el español también. Nuestra identidad está hecha de retales de indentidades, y eso de encontrar a nuestros ascendientes como míticos es ni más ni menos que uno de los síntomas de la narcisista paranoia social.

La lengua más simple y desconcertante del mundo es el pirahã, que se habla en una aldea de la Amazonia.  Solo tiene diez fonemas, tres de ellos vocales. Pero esto es engañoso, porque es una lengua con tonalidades muy complejas. Su rareza deriva de que en ella es imposible la recursividad, una propiedad que Chomsky considera preinstalada en nuestro software cerebral, de forma que en ella es imposible crear oraciones compuestas, recordar lo que se ha dicho hace tres días, crear pensamiento complejo o contar con precisión. La lengua ideal para los políticos. Lástima que la gran mayoría no alcance siquiera a saber inglés.


sábado, 7 de noviembre de 2020

Y el piso sin fregar

Se ha demostrado que llamar burro a Trump es redundante. Y además es descripción, no insulto: "Tonto es el que hace tonterías" es la definición de un genio como lo fue Forrest Gump, no precisamente ese gemelo suyo necio, Forrest Trump. Es incorrecto solo porque el burro es la mascota del partido demócrata y de Juan Ramón; Trump no es blando ni suave, ni parece hecho de algodón sureño, aunque sí es más peludo que pelosiano y ultrablanco, o más bien eso que ellos llaman mierda blanca, aunque se bañe en agua de mentiras y borrajas; es de la que se dice tartamudeando cacaca, KKK. Podrá no haber declarado una guerra a los extranjis, pero lo ha hecho a sus intranjis con su "América primero", dividiéndola e incitando a la guerra civil. Y perdonen la forma de señalar.

No quiero fruncir el entrecejo, que dicen los novelistas, pero no hay que engañarse: lo que es Trump es un simple palurdo (que es decirlo dos veces: simple y palurdo). Lincoln, que era de su partido, no de su secta, lo sabía bien: "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.” Ha habido gente que ha votado más contra él que a favor de Biden, y ahora ha cosechado las tempestades de los pedos narcisistas que se tiraba. Tras el virus, tras Halloween  y tras los comicios useños, las bravatas antidemócratas y antidemocráticas de Trump no asustan ya a nadie, ni siquiera que diga que no es serio este cementerio y que los muertos por virus han salido de sus tumbas para votar por correo. 





Luego vendrá sin embargo el tío Paco con las rebajas; subirá de nuevo el número de parados y de detenidos, porque esta es solo la segunda de las crisis que desangran a Occidente (no precisamente a Oriente) de su más mal distribuida que malgastada opulencia hasta que aprendamos que lo que hoy en día importa es la especie humana y no el individuo, la clase social y la nación.

Salgo de una birrería y un colgado me dice ante la Luna llena que es una aspirina de Dios para nuestras aflicciones. Desde luego el patio mundial está para alucines y balas de plata. Incluso nuestro patio, con tanta elección indecisa y tanto presupuesto postsupuesto. Parece un piso de estudiantes: en años sin fregar, los platos han  desarrollado tan complejo ecosistema de guarrería, tanta carroña y corruptela que ni siquiera pueden igualarse las malformaciones políticas de la postdictadura. Menuda teratología, la de ahora. Los viejos ya comen en platos de plástico porque los jóvenes que deben lavarlos, aparte de su demográfica escasez, no son capaces ni de sacar la nariz del móvil, del miedo que han. No poca parte es de derechas y ya aprenderá con el tiempo y por las malas: hay que hacerse valer incluso en una época sin valores. Y, hasta que llegue lo nuevo, si es que llega, el mundo seguirá pareciendo una pensión sórdida donde se mueren los viajantes, la toalla se mueve sola como un gusano, las moscas juegan al tute y los vegetales calcetines florecen por doquiera como apestosas margaritas en primavera; en este piso más de estudiantes que de estudiosos nos alimentaremos con sopa de sobre, pan de ayer y Nocilla. Que no por nada somos eso que llaman generación Nocilla o afterpop.

martes, 20 de octubre de 2020

Viejos con viruelas

Cuando el Sida pandemiaba, y con muy mala uva, los nada evangélicos retrolitigiosos jeremiaban que era un castigo divino contra gays y demás elegebeteces. Ahora que pega fuerte el Covid contra vejetes carcundas como Johnson, Bolsonaro o Trump, callan porque no les sale la teología. De donde les salga. Puro estreñimiento mental, si tuvieran mente y no la pasión asesina del rencor. Por eso le sacan un origen comunista y no acidonucleico al virus: son unos tramposones, no unos transposones. Ellos si que no mutan, pero los tiempos cambian: es la misma leyenda urbana que con el Sida, pero entonces se acusaba a los useños, ergo ha cambiado de sesgo la superestructura, el mainstream o la hegemonía cultural, comoquiera se llame ahora. 

Debería apercibirse que el virus es un enemigo de la especie humana; el humanismo es la única ideología que nos puede ayudar, porque no es una ideología: no corrompe ni fragmenta como un credo político o un nacionalismo. El virus persigue y encuentra a los ancianos, porque van a pata coja; hay que apreciarlos debidamente, ahora que nos necesitan; todos y yo mismo queremos llegar a ser uno de ellos.

Van despacio, pero muchos presuntamente inválidos podrían pasar de reválida; aunque tarden se equivocan menos, y aunque les falle la vista, alcanzan más lejos. La cercanía del fin es lo que tiene: dejan de lado lo que no cuenta (qué capitalista es el verbo) porque la muerte resta que es una barbaridad. Tan cerca están del punto de fuga que apenas se los distingue, pero se hallan en el privilegiado centro del cuadro, con vistas a todo. Un ancianito es una conclusión viva y, por tanto, tiene sentido, esto es, indica una dirección que carece de tontas premisas, que es cuanto necesitaba Wittgenstein (el sin bragas) para derribar su escalera. Un ejemplo bien ejemplar: un cantabrón montés como Revilla, señor no solo antiguo, sino lejano, acuñado en una ceca vetusta, con hidalguía, que habla con peso y conocimiento y calla cuando debe, como antaño; eso es tener sentido del tacto y no del taco. Podríamos haberlo recogido de un huerto, tan maduro y natural se muestra: está educado, no caducado; no es un Contreras charlistán y urbanificado, ni un enene que se crece y vocifera deponiendo por toda la pantalla y no tras ella y agachado.

Hay ancianos admirables en España, aunque a la mayoría los conculquen con la pretextontez de haberles vencido el cuerpo. A mí me parecen, al menos, menos rancios que la asustadiza y avestruzada juventud de hogaño, a la que solo las calorías les importan algo. Pero a nuestros viejos los desaparece el ninguneo antes de que se desnazcan de facto. 

Se nos murieron casi de asco José Luis Sampedro o Julio Anguita, a los que uno tenía que desempolvar el adjetivo cívico para calificar; se nos morirá también Escohotado, al que le ha costado (que capitalista es el verbo) años de lectura y de tripis pasar del Vietcong al calvinismo capitalista; si hubiera empezado al revés ahora estaría en el mismo sitio, pues se es solo la mayor parte de lo que se ha vivido y se busca siempre lo contrario de lo que eres, y pocas veces lo alcanzas. 

Es natural que los viejos no se corrompan; una tierra nada leve los despojará dejando tan solo el hueso de sus palabras en algún estrato perdido y solo para algún arqueólogo. Nada les va ya en ello y por eso les rodea la verdad, aunque también haya maravillas de vicio que no se creen que han crecido y se ven inmortales como niñatos grandes, cabezudos o gigantes de carnaval puros como los dementados Johnson, Bolsonaro o Trump, sumidos en un narcisismo adolescente que vende, pero no vale nada.

Se nos están acabando los ancianos venerables. No me refiero a los vegetales, los fósiles extinguidos de La Razón, que uno puede ver abriendo las dos láminas de papel en que se guardan, como en un herbolario seco y sin fruto. Los viejos que sí saben donde van a parar son sabios, incluso a la fuerza, porque si no han aprendido por caletre lo han hecho con el tiempo y por las malas; nadie se ha equivocado tanto como ellos, nadie mejor que ellos para conocer la relatividad de las cosas. Nunca se dejarán intoxicar de juvenicisismo milenial y consumista.

Trituro la morfología de las palabras de esta monarquía bananera para que tengan la calidad de la pintura, cuyos pigmentos se trituran y mezclan para poder configurar una pincelada ajustable a una sociedad desajustada como es la nuestra. Ut pictura poesis

Pero si tengo que describir a la juventud me quedo inánime, fané y descangallado. ¿Qué hace la juventud? Sencillamente, no está, no se la halla, no sale en pantalla alguna sino bebiendo y huyendo. Si sale, es de España; durante la Movida salía más que ahora, cuando todos los aprovechables se han ido de Erasmus para no volver. Los Erasmus que vienen de fuera solo vienen a tomar tapas de tortilla. Qué país más estéril y sin oportunidades: no se escucha a nadie aunque se hable más de la cuenta. Pero quiero ser pesimista: siempre nos quedará el fútbol.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Prolegómenos a la desesperación

Si yo quisiera conducir el mundo este, esto es, desviar su mirada, que no dominarlo (algo sin duda más laborioso, maligno y pretendido), lo primero que haría es cambiar un poquito el algoritmo de búsqueda Pagerank de Google.

Así podría "orientar" el pensamiento de todos los perfiles ideológicos del mundo dañinos que ellos ya poseen y emplean solo para engordar sus bolsillos: para hacerles ver la otra y oscura cara del mundo. Las consecuencias a la larga de sus actos. Y lo haría a sabiendas de que no serviría para nada: en el océano de Internet hay corrientes tan fuertes que enseguida prevalecería lo notorio y natural, el capitalismo asesino, basurero y agotador, o el indeseable fascismo genocida, puras emanaciones del egoísmo narcisista que nos invade. Las pasiones usan la razón como un verbo, como un predicado instrumental, no como un sustantivo, un sujeto controlador. 

Además, Los Estados Unidos lo han hecho ya, dirigiendo la voluntad humana al consumismo. Curioso es que el país más narcisista no tenga nombre. ¿Será porque su nombre es el Mundo? Y no me refiero al periódico, tan fachesco últimamente que parece un piso franco alquilado por la CIA, aunque también. Para los americanos somos solo un estado más algo distante de la Unión "más perfecta". ¡Tanto confían en nosotros, que quieren llevarse todos los trastos de África y trasladarlos a la base de Rota, para vigilar ahí a los chinos!

Ese es el poder de las leyes naturales; solo hay una cosa que puede (solo eso, puede) contrariarlas: la voluntad. Todo marcha siempre por el sendero más fácil, menos arriesgado, hasta el sumidero y de ahí a la descomposición. Nuestra democracia, por caso. 

Hay un mito  que habla de ello: Hércules en la encrucijada. El héroe tenía que elegir entre los caminos del vicio y de la virtud. El del vicio era llano y agradable. El de la virtud estaba sin desbrozar, era cuesta arriba, áspero y poco frecuentado. Y Hércules escogió la virtud, porque en el del vicio le darían de comer cuando no tuviera hambre, de beber cuando no tuviera sed, y no sabría valorar lo que no tenía la necesidad de conseguir.

Como ni siquiera nos planteamos el futuro (y más con la crisis) especialmente en un sistema atascado y estólido, donde todas las opiniones se acatan y se anulan, como el de nuestra democracia, todo va a peor y por el camino del vicio. ¿Adónde va la democracia española? A la mierda. Hay que "esforzarse" en caminar al futuro, pero los cortoplacistas de siempre, especialmente en la derecha, lo joroban todo.

Necesitamos el material del que está hecho el progreso: la voluntad, el autosacrificio, el largoplacismo, la paciencia. Por poner solo un caso: combatir una epidemia no se puede hacer con políticos cortoplacistas y electoraloides. No sería posible dirigir la voluntad de la gente hacia lo bueno ni tampoco hacia la izquierda social (suponiendo que sean la misma cosa), porque eso requiere ausencia de egoísmo, renuncia dolorosa, compromiso con otros, cambio a un sistema de valores no publicitado pero eterno, imperecedero y tradicional. 

No se verá, pero ojalá se vea; no porque exista algo de ética en nuestros dirigentes, que alguna hay, por más que se diga, sino porque es antieconómico, y la economía, la macroeconomía, se entiende, es la más inhumana o incluso antihumana de las doctrinas humanísticas. No lo digo yo: lo dijo José Luis Sampedro, el imposible presidente de una república que no puede ser, como dijo er Guerra.

¡Cuánto se reitera el adjetivo imposible cuando se trata de hacer bien las cosas! Necesitamos lo que nuestro premio Nobel Cajal llamaba "los tónicos de la voluntad". Pero la falta de fe / confianza, la alienación, la cosificación del hombre, el aislamiento del individuo trabajador y la sustitución de las relaciones humanas por relaciones de mero consumo, el amor de usar y tirar, que es solo egoísmo, nos están afectando muy seriamente.

De hecho, recuerdo que uno de los principios del decálogo empresarial de Sergéi Brin y Larry Page, cuando el Google aquel empezaba a prosperar, era "No seas malvado". En la actualidad se ha reescrito, lo pueden ver en la página de la empresa: ya no aparece. Y tampoco el que más o menos soslayan y evitan penosamente decir con todos esos extensos e ilegibles nuevos mandamientos que han incluido ahora; no tenían que escribir tanto: siempre es ilegible lo que hace daño; bastaba con usa sola frase: "Hazte asquerosamente rico pese a quien pese".

Si miro otro decálogo tradicional, el de Moisés, veo que hay no menos de dos mandamientos hacia el final contra la codicia; si es tan importante combatirla, deberían ser los primeros. Dicen los que entienden de leyes que cuando se reiteran es porque no se cumplen. Ya, ya...Yo, yo querría poner en primera posición el de "No mentirás", porque eso validaría los otros; pero, como ya digo, eso sería poco molón y desquiciaría todo el planisferio terrestre: "La fuerza más poderosa que mueve el mundo es la mentira", que decía Jean-François Revel. Esto es, un tipo de violencia que no es ni fisica ni emocional, sino intelectual: genera las otras dos, que vienen siempre después.

Otro decálogo, el de Alcohólicos Anónimos, fue copiado por muchísimas laudables asociaciones. "Reconocer una autoridad superior", esto es, someterse, ser humilde de cojones y de todo. Porque no hay otra autoridad superior que la colectividad. Incluso se diría que Dios es solo eso, colectividad. No está mal; pero se ve que ese primer mandamiento es una copia del primero de Moisés, si bien se ha alterado para que cada cual ponga el Dios que le parezca menos la botella. Qué sabio era su jefe (no puedo decir que Moisés, porque si no estaría desobedeciendo el artículo).

Claro, es imposible ver claramente lo que es la izquierda con el cibercolor con que todo se mira, diseñado por gente de muy dudosa, o, cuando menos, contradictoria y pesetera condición moral. Es como los selfis, que solo se hacen de los buenos momentos y no de los malos, aunque se aprenda más de estos últimos.

Solo son problemas verdaderos los complejos, y estos no se solucionan verdaderamente con una simple lógica binaria (por usar un adjetivo que está de moda). Hace falta una de mayor alcance; cuando menos la que llaman lógica plurivalente. Las gafas bicolores no sirven, y son feas. El arcoíris con que se mira debe tener también ultravioletas e infrarrojos que no se ven pero existen.