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sábado, 14 de noviembre de 2020

Anoche soñé que volvía a Manderley

Anoche soñé que volvía a Manderley. Me encontraba ante la verja, pero no podía entrar. Entonces, como todos los que sueñan, me sentí imbuida de un poder sobrenatural y la atravesé como un espíritu. El camino serpenteaba, retorcido y tortuoso como siempre, pero según avanzaba percibí que la naturaleza se había posesionado del mismo con sus tenaces dedos. Finalmente, allí estaba Manderley, reservado y silencioso. El tiempo no había desfigurado la perfecta simetría de sus muros. A veces la Luna puede jugar con la imaginación; creí ver luz en las ventanas, pero una nube cubrió repentinamente la Luna y se detuvo un instante, como una mano sombría escondiendo un rostro. La ilusión se fue con ella, extinguiendo las luces. Veía un caserón desolado sin que el menor murmullo del pasado rozara sus imponentes muros. Nunca podremos volver a Manderley, esto es seguro. Pero algunas veces en mis sueños vuelvo allí, a los extraños días de mi vida que empezaron en el sur de Francia.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Curiosidades

¿Qué tienen que ver Blade Runner y Sancho Panza?

"Taffey Lewis", interpretado por el más feo actor estadounidense, Hy Pike (con la cara de sospechoso habitual más grande que he visto en mi vida; yo creo que lo maquillaron para que los espectadores no se llevaran un susto: es peor que el pequeño de los hermanos Calatrava), fue Sancho Panza en una versión músico-erótico-cinematográfica de Don Quijote de La Mancha: The Amourous Adventures of Don Quixote (When Sex Was a Knightly Affair) (1976) , perpetrada por un tal Raphael Nussbaum, engendrado en Alemania.

Quién nos iba a decir también, por otra parte, que el famoso novelista del oeste Marcial Lafuente Estefanía se entregó en 1938 a las tropas nacionales en Ciudad Real. Una curiosidad histórica más.

Es el tipo de cosas inútiles que averiguamos los mirapapeles. Compartimos genes con las polillas xilófagas, que sobreviven alimentándose solo de papel viejo.

viernes, 3 de julio de 2020

Película mágica

"No lo recuerdo, lo sé" (Jennie, en Retrato de Jennie, de William Dieterle, 1949)

domingo, 3 de noviembre de 2019

Mejores películas de terror

Las películas geniales de terror son muy escasas. Son las que poseen la virtud de la poesía: lo sublime. No más de dieciséis, y podrían ser menos. Esta es la lista:

La noche del cazador, de Charles Laughton
Funny Games, de Hanecke
La semilla del diablo, de Roman Polanski
El otro, de Robert Mulligan
La niebla, de Frank Darabont
Los otros, de Alejandro Amenábar
La cabina, de Antonio Mercero.
Déjame entrar, de Tomas Alfredson.
La parada de los monstruos, de Tod Browning
Al final de la escalera, de Peter Medak
La profecía, de Richard Donner.
La invasión de los ultracuerpos, de Philip Kaufman
Hostel, de Eli Roth
El Ente, de Sidney J. Furie
El resplandor, de Stanley Kubrick
El exorcista, de William Friedkin
La bruja de Robert Eggers.
El ansia, de Tony Scott
Johnny cogió su fusil, de Dalton Trumbo

viernes, 7 de junio de 2019

Va de tapas

Hay dos películas que presentan formas opuestas de idealismo. Casablanca (1942), por ejemplo, se ríe continuamente de quienes pretenden hacer lo correcto, pero termina con el sacrificio idealista del héroe y los consuelos de la memoria y la amistad. En El tercer hombre (1949), por el contrario, el que intenta hacer las cosas bien termina sin ni siquiera esas magras recompensas; porque el héroe verdadero no es un bueno que se disfraza de malo (también el capitán Renaud lo hace), sino un malo hasta la médula, el nihilista Harry Lime, quien, tras ver que los poderes juegan con la vida humana y con la suya como han hecho en la II Guerra Mundial, decide que él, ¿por qué no? tiene "derecho" a hacer lo mismo, ya que no es mejor que ellos:

Hoy en día nadie piensa en términos de seres humanos; los gobiernos no lo hacen ¿por qué nosotros sí? Hablan del pueblo y del proletariado; yo de los tontos y los peleles, que vienen a ser lo mismo; ellos tienen sus planes quinquenales; yo, también.

El héroe americano (los de entonces vestían de paisano) de El tercer hombre nunca se ha comido, ni esta vez se come, un rosco: la chica bonita está enamorada del malo y pasa de él como de la mierda; ni siquiera les queda París o Miguelturra, con su Sacré-Coeur gordo. Harry Lime no tiene conciencia, al contrario que Raskolnikov: por eso es más moderno, más narcisista y completamente culpable. Si usted piensa que ahora no ocurren esas cosas es tan ingenuo como Joseph Cotten; en Viena se traficaba con penicilina diluida; ayer nos hemos enterado de que Pfizer sabía que un medicamento suyo curaba el alzheimer y prefirió ocultarlo porque le salía más beneficioso curar con él la artritis; ni siquiera hay que hablar del que compró los derechos de la panacea contra la hepatitis C para subir el precio o  de los que mataron sidosos y ahora matan drogadictos solo porque no es negocio curarlos con lo que saben que puede hacerse.

Veámoslo de otra manera; en concreto, de la manera como no se suele ver al gato de Schrödinger: con empatía. El gato puede estar vivo o muerto, pero mientras no abras esa caja, que puede ser también un ataúd, estará las dos cosas al mismo tiempo (quizá porque el tiempo es el mismo). Pero imaginemos que la realidad está encerrada en la caja del gato, esto es, que nosotros somos el gato, pura indeterminación: que no sabemos si somos reales o no somos, y queremos saber qué hay fuera, para saber si alguien o algo nos lo puede decir, ahí fuera, sobre la tapa de los cielos, en el lugar de las suposiciones y del idealismo (porque "la verdad está ahí fuera", que dicen).  Yo, desde luego, no sé si existo: los científicos nos han dicho que el universo es solo el cinco por ciento de lo que hay; así que no tengo derecho a pensar que la pizca que soy es algo sino una parte ínfima, rota y dolida de un todo inmenso (John Donne lo dijo mucho mejor hace cuatro siglos):

¿Quién no echa una mirada al sol
cuando atardece? ¿Quién depone los ojos
del cometa cuando fulgura?¿Quién no presta
oídos a una campana cuando por algo
tañe?¿Quién puede desoír esa campana
cuya música traslada fuera de este mundo?

Nadie es una isla, completo en sí mismo;
cada hombre es una pieza del continente,
un trozo de tierra; si el mar arrebata
una parte, toda Europa queda
achicada como si se tratara de un promontorio,
de la casa de uno de tus amigos, o incluso de la tuya. 

La muerte de cualquier hombre me reduce
porque estoy unido a la humanidad;
por tanto, no preguntes nunca

por quién doblan las campanas: doblan por ti.

También hace unos siglos, fíjense, pensábamos que estábamos en el centro del universo y las estrellas eran de papel pintado. ¿Cómo será de grande el tamaño de lo que hay dentro de veinte años? Ahora entiendo lo que dijo el filósofo Woody Allen: "La eternidad se hace muy larga, sobre todo hacia el final". ¿Estamos vivos o estamos como Willis en El sexto sentido, como Segismundo en La vida es sueño o como Hamlet entre el ser y el no ser? Porque el gato de Schrödinger es Willis, Segismundo y Hamlet y es usted y lo soy yo. Lo único cierto es que hay una tapa que tenemos que levantar para saberlo, y no precisamente para mear.

Esa tapa que hay que levantarse es la de los sesos: la muerte. En el mundo subatómico (es un suponer) no existe eso que llamamos vida; pero cuando nos descomponemos nos volvemos elementos simples, átomos sin vida. Si creemos que puede haber vida dentro de la caja, también puede haberla fuera, y (quizá) no dentro de ella, donde estamos: porque no estamos... seguros. Quizá la caja está dentro de otra caja, como en matriuskas o en un mandala zen. La diferencia es eso que hay entre la vida y la muerte, si es que hay algo; Poe se lo preguntaba al señor Valdemar.

Incluso podríamos creer, o estar seguros del todo de que estamos vivos ahora, pero, si eso es así, ¿no podemos estarlo más? ¿No existe una posibilidad de que una vida quizá más verdadera, o sencillamente distinta, otra forma de vivir, se halle al levantar la tapa de la muerte? Que no sea la ilusión de un trilero.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Dos entrevistas con el filósofo Woody Allen

I

Álex Vicente, Woody Allen: “Que destruyan mis películas, me dará igual”. El director estrena ‘Wonder Wheel”, tragedia ambientada en un parque de atracciones del Brooklyn de su infancia, con Kate Winslet y Justin Timberlake, El País, 21 DIC 2017

Para Woody Allen (Nueva York, 1935), la vida es un parque de atracciones donde la mitad de los tiovivos no funciona y la otra mitad procura emociones mucho menos intensas de lo que uno esperaba. Su nueva película, Wonder Wheel, que se estrena hoy, reúne a cuatro personajes desesperados en el Coney Island de los cincuenta, la gran feria pegada a la playa de Brooklyn en la que transcurrió parte de su infancia. La entrevista tiene lugar en un hotel de lujo de París. Durante su trascurso estará terminantemente prohibido mencionar los escándalos sexuales que han sacudido Hollywood durante el otoño y que ha destapado su propio hijo, Ronan Farrow, con quien lleva años enemistado. “Ni Harvey Weinstein, ni Kevin Spacey, ni Oliver Stone”, insistirá su publicista antes de dejarnos entrar en su habitación, amenazando con interrumpirla en el momento en que dejemos de hablar de la película. Pero no dirá nada sobre las consecuencias que este nuevo clima puede tener en la consideración de su obra. ¿Dejará de ser Woody Allen, cargando con graves acusaciones que siempre ha desmentido, un intocable del séptimo arte?

Pregunta. ¿Por qué escogió un parque de atracciones como decorado?

Respuesta. Es un lugar lleno de sustos fáciles y falsas apariencias. Mis personajes viven al otro lado del decorado de ese gran espectáculo de magia. Ellos saben en qué consisten sus trucos baratos. Cuando los ves sobre el escenario te parecen maravillosos. Pero, bajo la superficie, descubres que son insulsos y que no tienen ningún glamur...

P. Parece utilizarlo como metáfora de la propia vida.

R. La única diferencia es que la vida suele ser tan fea por fuera como por dentro. Pocas cosas escapan a esa regla: un puñado de obras de arte, ciertos momentos vividos con los demás y algunos instantes encantadores, heroicos o románticos… Pero no son demasiados. La mayor parte es solo una carga.

P. Su película se inspira en Tennessee Williams y Eugene O’Neill. ¿Qué aprendió de ellos?

R. Que es fascinante observar a personajes en crisis. Al interesarnos por ellos, puede que aprendamos algo sobre la vida. En todo caso, siempre logramos sentir algo…

P. “Obsesionados por un cuento de hadas, nos pasamos la vida buscando una puerta mágica que nos lleve a un reino perdido de paz”, escribió O’Neill. ¿Lo comparte?

R. Sí, tenía razón. Nos pasamos la vida esperando que suceda algo que, por arte de magia, lo cambie todo a mejor. En realidad, la vida suele cambiar a peor. Creemos que nos tocará la lotería, que nos darán el trabajo de nuestros sueños o que conoceremos a la persona perfecta, que logrará terminar con nuestro espantoso matrimonio. Incluso cuando eso ocurre, te terminas dando cuenta de que te enfrentas a algo muy superior. En un momento dado, te preguntas adónde vas y entiendes que solo te harás viejo y morirás. En el sentido existencial, no se resuelve nada.

P. Entonces, ¿perseguir la felicidad es cosa de necios?

R. No me parece grave, siempre que sepas que no tiene ningún sentido. Mientras todo esto dure, siempre es mejor ser feliz que desgraciado. Es mejor ser un hombre rico, con buena salud y una relación sentimental agradable que un tipo amargado, sin techo y sin amigos. El problema es que, al final, los dos terminarán enterrados en el mismo cementerio…


Tráiler de 'Wonder Wheel'.
P. Esta película, igual que la anterior, Café Society, fantasea con la vida que pudimos tener y no tuvimos.

R. Es algo que han enseñado autores como Chejov, que siempre habla de personajes que aspiran a que todo sea diferente. Salvo que nunca lo es, porque llevan en su interior la semilla de la infelicidad…

P. ¿Fantasea usted con otras vidas? ¿Qué le hubiera gustado que fuera distinto?

R. Me hubiera gustado no estar limitado por ciertos defectos de mi carácter. Me hubiera gustado ser menos cobarde, más dispuesto a correr aventuras, menos hipocondríaco. Más libre…

P. Wonder Wheel es un estudio sobre el “error trágico”, ese defecto de carácter que, en la tragedia griega, provoca la caída del héroe. ¿Cuál sería el suyo?

R. Mis defectos no llegan a trágicos. Como mucho, son patéticos. Soy asustadizo, corto de miras, cerrado, huraño, desconfiado… Podría seguir todo el día…

P. Su protagonista, esa actriz venida a menos a la que interpreta Kate Winslet, se ve carcomida por los remordimientos. ¿De qué se arrepiente usted?

R. Tengo muchos remordimientos, aunque tal vez no sean los que los demás creen. Me hubiera gustado seguir estudiando. Me hubiera gustado tomar decisiones artísticas diferentes. Me hubiera gustado ser más decidido con ciertas mujeres, para lograr conocerlas, salir con ellas y vivir bonitas experiencias…

P. ¿Qué lamenta en lo artístico?

R. Hubiera preferido ser menos comercial cuando debuté. Entonces me incitaron a ser cómico. Mi carrera hubiera sido más difícil, pero lamento no haber tenido la valentía de llevar a cabo lo que tenía en mente.

 P. ¿Lamenta haber sido demasiado divertido?

R. No, eso tampoco, porque el humor me salvó la vida. No sé de qué hubiera trabajado si no hubiera sido divertido. Pero me hubiera gustado estudiar poesía y convertirme en poeta… Mi humor ha sido bastante escapista, con una pátina de entretenimiento. Me hubiera gustado hacer más tragedia, porque siempre es más beligerante.

P. ¿Hay películas que lamente haber rodado?

R. No puedo decir eso, pero sí hay películas que hubiera preferido hacer mejor. Lamento haber dicho que sí a Crisis in six scenes [su miniserie para Amazon]. Fue más difícil de lo que creía. No creo que vuelva a hacer televisión, a no ser que se me ocurra algo sensacional.

P. Desde hace años, casi todas sus películas están protagonizadas por mujeres. ¿Por qué motivo?

R. Me acostumbré a trabajar así desde que empecé a escribir para Diane Keaton. En cierto modo, son más complejas que los hombres. Los hombres tienen menos dimensiones. En las películas estadounidenses suelen ser solo brutos que llevan armas. Las mujeres viven, sienten y expresan más cosas. Cuando uno aspira a hablar de las emociones de la vida, las mujeres te lo ponen más fácil.

P. En ese sentido, ¿su psicología es más femenina que masculina?

R. Sí, existe un elemento femenino en ella. Estoy seguro de ello. Cuando lo tienes, empatizas más con las mujeres.

P. Por primera vez desde Roosevelt, un neoyorquino ocupa la Casa Blanca. ¿Cómo evalúa a Trump?

R. Es ridículo. No entiendo por qué quiso ser presidente. Está claro que no es algo que se le da bien. Una vez salió en una de mis películas [Celebrity]. En aquel tiempo se dedicaba a jugar a golf y acudir a concursos de belleza. No sé qué se le ha perdido en la escalada nuclear con Corea del Norte o la lucha contra el cambio climático. Como dijo P.T. Barnum, pionero del circo en el siglo XIX, nunca hay que subestimar el gusto del público estadounidense. No es un público muy sofisticado…

P. Se cumplen 10 años del rodaje de Vicky Cristina Barcelona. ¿Ha seguido la situación política en Cataluña?

R. Sí, un poco. Nunca logré entender la intensidad del sentimiento catalán respecto a la independencia. Ahora leo que es una cuestión financiera. Cuando pensamos en España, no logramos imaginar un país en el que no esté Barcelona. Seguro que tienen sus razones, pero es triste que se quieran marchar. Espero que puedan resolverlo y que España siga siendo el gran país que siempre ha sido.

 P. ¿Le preocupa la posteridad? En el contexto actual, ¿cómo cree que lo tratará la historia, a usted y a sus películas?

R. No soy una persona que se preocupe por su legado. No me puede importar menos lo que la gente piense de mí o de mis películas. Cuando esté muerto, el único valor que tendrán será como fuente de ingresos para mis hijos. Si no necesitan el dinero, que las cojan y las destruyan en una trituradora de papel, me dará igual… Cuando me haya marchado, se terminó.

P. ¿Qué respondería a los espectadores que, de un tiempo a esta parte, se niegan a ver sus películas?

R. Me parece perfectamente legítimo. Hay gente a la que le apetece y otra gente a la que no. Yo también tengo mi propio gusto. Es un sentimiento totalmente aceptable.

P. ¿Qué piensa hacer después de esta entrevista?

R. Iré a ver una exposición sobre Gauguin. Su historia es interesante: cuando llegó a Tahití, descubrió que el paraíso no era tan bello como él había imaginado, así que decidió embellecerlo en sus cuadros. Pero eso no evitó que terminara muriendo de sífilis...

II

Woody Allen: “De no ser tímido, habría tenido una vida mejor”, El País, 2 de novuiembre de 2014:

Claustrofóbico, alarmista, tímido, pesimista... Calificativos para un cineasta genial que con casi 80 años, vuelve a su cita anual con una nueva película: 'Magia a la luz de la luna'

Los chistes, la angustia existencial, el autoanálisis, la lucidez. Los pensamientos sombríos, los requiebros, la falta de esperanza, el buen humor. El cine de Woody Allen contiene todos estos ­elementos, Woody Allen se compone de todos ellos, y todos ellos aparecen a lo largo de esta entrevista que se celebra en un lujoso hotel de París. A punto de cumplir los 80 años, el viejo Allan Stewart Königsberg, mago de la palabra cinematográfica, reverenciado director y agudo ­comediante, autor de películas deslumbrantes como Manhattan, Annie Hall, Zelig o Delitos y faltas, entre muchas otras, acude fiel a su cita anual con las pantallas, un compromiso del que no se ha apeado más que dos veces desde el año 1966. Una película al año. Su compulsión en la elaboración de largometrajes no tiene parangón. Y ya van 46 películas detrás de la cámara.

Magia a la luz de la luna, su nueva entrega, la historia de un mago interpretado por Colin Firth que intenta desenmascarar a una médium (Emma Stone) en la Francia de los años veinte (se estrena el próximo 5 de diciembre), llega después de una de las más aclamadas películas de su filmografía, Blue Jasmine. Allen se muestra en buena forma durante la entrevista. Cualquiera diría que va a cumplir 80. Sólo se incomoda cuando es preguntado por la acusación de su hija adoptiva Dylan Farrow, que afirma haber sido víctima de abusos sexuales cuando tenía siete años. A pesar de que el caso fue desestimado en 1993 por falta de pruebas, Dylan Farrow escribió el pasado mes de febrero una carta en The New York Times en la que volvía a acusarle. Sólo en lo relativo a esta cuestión Allen se revuelve en el sillón, sobrepone su argumentario sobre el enunciado de la pregunta y hace todo lo posible por evitar la cuestión.

Estás condenado a muerte desde el nacimiento. ¿Y todo para qué?"

El hombre que sueña con arañas, según confiesa, y cuya película favorita es El ladrón de bicicletas, del maestro De Sica, responde ligeramente repantingado en una butaca de la habitación 205 del hotel Le Bristol en el que botones con bonete acarrean paquetes por recepción como si siguiéramos en ese París de los años veinte que a Allen tanto le fascina. Habla con cierta lentitud, lúcido y pesimista. De vez en cuando, detrás de sus palabras, emerge su sonrisa de niño pillo.

A través del mago Stanley Crawford, el protagonista de su nueva película, usted describe a un hombre que quiere escapar de la realidad para abrazar la magia. ¿Hace usted lo mismo? Sí, pero no podemos. A los dos nos gustaría que hubiera algo mágico en el universo, en la vida, pero, desafortunadamente, parece que lo que ves es lo que hay.

O sea, que es usted tan racional como el personaje. Totalmente.

¿Y qué supone esto en su vida? Significa que la mayor parte del tiempo estás deprimido, en vez de estar feliz. Es triste la condición del ser humano, tener que pasar por esto…

¿A qué se refiere? Vivimos en un mundo que no tiene sentido, ni propósito. Somos mortales, y todas las preguntas importantes… Para mí lo importante no ha sido nunca quién es el presidente de Estados Unidos, esas cuestiones van y vienen. Las preguntas importantes se quedan con nosotros y no tienen respuesta. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿De qué va esto? ¿Por qué es importante que envejezcamos, por qué morimos? ¿Qué significa la vida? Y si no significa nada, ¿de qué sirve? Esas son las grandes cuestiones que nos vuelven locos, no tienen respuesta, y uno tiene que seguir adelante y olvidarse de ellas.

 Woddy Allen durante el rodaje de su nueva película, junto a Colin Firth (a la izquierda)ampliar foto
Woddy Allen durante el rodaje de su nueva película, junto a Colin Firth (a la izquierda)
Usted ha abordado todas estas cuestiones a lo largo de su filmografía. A medida que pasa el tiempo, ¿las afronta uno de un modo distinto? Alguna gente sí; alguna gente cambia. Yo no he cambiado lo suficiente; ojalá hubiera podido cambiar más. Hay gente cuyos puntos de vista se modifican según pasan las décadas. Empiezan creyendo en Dios y cuando son más mayores ya no creen porque la vida les ha desilusionado. A otros les pasa lo contrario, se hacen mayores y empiezan a creer en Dios porque su experiencia les lleva a la conclusión de que hay un poder superior, que hay algo más…

No es su caso. No, yo no creo. Tengo una visión pesimista y realista de las cosas. Como Colin Firth en esta película, creo que lo que ves es lo que hay.

En un momento dado de la película, el personaje interpretado por Emma Stone dice algo como: “Todos necesitamos mentiras para poder vivir”. ¿Necesitamos mentiras para vivir? Sí; Nietzsche lo dijo; Freud lo dijo; Eugene O’Neill lo dijo en una de sus obras. Necesitamos espejismos, la vida es demasiado terrible de afrontar y no podemos afrontar la verdad de lo que es la vida porque es demasiado horrible. Cada ser humano posee un mecanismo de negación para sobrevivir. La única manera de sobrevivir es negar, ¿negar el qué?: negar la realidad. La vida es una situación tan trágica que solo negando la realidad sobrevives.

¿Siempre le pareció tan trágica la vida? Sí, desde que fui capaz de pensar, desde que tenía cinco años, siempre me pareció tremendamente trágica.

Woody Allen. Nacido en Brooklyn (Nueva York) el 1 de diciembre de 1935, dio sus primeros pasos como monologuista en los años sesenta. Su primera película, como guionista y actor fue ¿Qué tal, Pussycat? Su primer largometraje, Toma el dinero y corre, en 1969. Nunca acude a la gala de los Oscar, no cree en esos premios, pero Hollywood sí cree en él: ha recibido un total de 24 nominaciones a lo largo de su carrera, 16 como guionista. Y ha logrado cuatro estatuillas.

En la película que estrena el 5 de diciembre vuelve a transitar por el terreno de la comedia ligera. Magia a la luz de la luna, ambientada en la Costa Azul de los años veinte, supone el fichaje de la magnética actriz Emma Stone. La máquina de hacer películas no se detiene.

¿Por qué? Porque pude ver lo que era desde una edad temprana. Pude ver que naces, que no sabes por qué naces, que vives un número de años, impredeciblemente, puedes morir en cualquier momento, puedes morir a los 5 años o a los 15 o a los 50, nunca vas a sentirte seguro y relajado, siempre tienes que estar alerta; e incluso con esto, finalmente, vas a morir; estás condenado a muerte desde el nacimiento; consigues una pena de muerte en el instante en que naces, así que ¡muchas gracias! ¿Y todo para qué?

Usted viene haciendo una película al año desde 1966, con dos excepciones. ¿Cómo lo hace? No se debe confundir la cantidad con la calidad. He estado sano, gracias a Dios, y sigo trabajando, es agradable. Pero esto no dice nada de la calidad de las películas. Si me dijera que he estado haciendo grandes filmes, uno tras otro, desde 1966, eso sería un logro.

Bueno, de hecho es algo por lo que se le critica: por hacer muchas películas y, tal vez, no tan buenas como las que rodaba en los años setenta. ¿Qué opina sobre esto? No pienso nada, no significa nada para mí. Hay gente que me dice que Match Point; Midnight in Paris; Vicky, Cristina, Barcelona y Blue Jasmine son las mejores películas que he hecho en mi vida. ¿Qué más da lo que piense la gente? Da igual.

Y usted ¿qué piensa? He leído que es tan perfeccionista que cada vez que ve una de sus películas, no le gusta. ¿Está ­especialmente orgulloso de alguna de ellas? Oh, sí; creo que he hecho algunas películas buenas; no, grandes películas, pero sí películas buenas.

¿Cuáles serían esas para usted? La rosa púrpura del Cairo es una buena película; Zelig, también; Balas sobre Broadway…

¿Qué hace que una cinta sea buena? Para mí una buena película es cuando estoy en casa, tengo una idea, la escribo, la filmo, la monto, le pongo la música y digo: “¡Salió como yo quería, es exactamente lo que quería!”.

Tengo entendido que cuando usted rodó Manhattan, no le gustó nada e incluso ofreció a United Artists rodar una de forma gratuita si no la exhibían. Sí, no estaba contento cuando acabé Manhattan porque no conseguí lo que quería. A la gente le gustó, fenomenal, pero no es lo que yo quería. Lo mismo me pasó con Hannah y sus hermanas, que tuvo mucho éxito, pero no para mí.

 El director junto a Colin Firth en otro momento del rodaje de 'Magia a la luz de la luna'.ampliar foto
El director junto a Colin Firth en otro momento del rodaje de 'Magia a la luz de la luna'.
Más de una vez ha dicho usted que rodar es una manera de escapar de sus ansiedades. Sí, me permite no pensar en cuestiones sombrías. Pienso en si podré contratar a Emma Stone para la película, o a Colin Firth; si deberé rodarla en el sur de Francia o en Boston. Esos problemas triviales se pueden solucionar, y si no se solucionan, nadie me mata; si todo sale mal, mal, mal, el resultado es, simplemente, que tengo una mala ­película. Los otros problemas, los que no puedo resolver, sí que me matan.

Entre esos problemas estará, supongo, lo ocurrido este año con su hija adoptiva Dylan Farrow, que le habrá afectado… No, yo compartimento muy bien las cosas.

¿No le afecta? Yo sólo trabajo, no leo lo que dicen sobre mí en la prensa, nunca leo las críticas de mis películas, ni veo mis películas. No he vuelto a ver Toma el dinero y corre desde 1967, cuando la rodé… Yo solo trabajo; es lo único importante para mí; ni los premios, ni las críticas, ni las cuestiones financieras… No leo lo que se publica de mí en la prensa; sea bueno o malo, críticas…

Sí, pero esta vez tuvo la necesidad de escribir en The New York Times su versión de los hechos… Sí, tuve que corregir algo.

Se trata de una acusación de abusos sexuales… Tuve que corregir algo y lo hice. Lo escribí rápido,no me llevó más de una hora. Y eso fue todo.

En Woody Allen: un documental, realizado en 2011, gente que trabajó con usted le describía como una persona tímida, un poco adolescente, hipocondriaco, lleno de fobias. ¿Es así? Hasta cierto punto. No estoy lleno de fobias, tengo algunas. No voy por túneles, soy claustrofóbico. No soy un hipocondriaco; más bien un alarmista: no imagino que estoy enfermo, pero si veo una cosa pequeñita aquí, una picadura de mosquito, pienso que es un tumor cerebral. Tengo ­peculiaridades, pero no son peligrosas…

Tímido… Sí, siempre luché contra esto. Ojalá no hubiera sido tan tímido, hubiera tenido una vida mejor si no llego a serlo.

Ha rodado la mayor parte de sus últimos largometrajes en Europa. ¿Lo ha hecho para poder mantener su independencia? No. Fue por cuestiones de financiación, al principio. Siempre he sido independiente, siempre he tenido el corte final, nunca, nunca, nunca han tocado mis películas, desde la primera que rodé.

¿Siempre ha sido libre? Completamente, libre al 100%.

Para mí una buena película es cuando tengo una idea, la escribo,
la filmo, la monto y digo: 'Salió exactamente como yo quería"

¿Tuvo esto algún coste para usted? Mientras mis películas no salgan muy caras, les da igual lo que haga. Tuve problemas para conseguir dinero y me propusieron que si hacía Match Point en Londres, me la financiaban, así que fui y me gustó. Luego llamaron de España para que hiciera una película en Barcelona.

¿Qué recuerda de aquellos días en Barcelona? Me encantó, tuve una gran experiencia. Me encanta España en general. Mi mujer y yo lo pasamos muy bien allí. Vivimos en Barcelona una temporada, toqué mucho jazz. Me encantó Madrid cuando fui, San Sebastián… Y Oviedo me volvió loco: si alguna vez tuviera que jubilarme, Oviedo sería el sitio.

¡Vaya! Es precioso, me encanta el tiempo, las comidas, la gente… Y en Barcelona estuve varios meses; con Scarlett Johansson, con Javier Bardem, con Penélope Cruz, lo pasé muy bien.

Suele usted decir que en Europa le consideramos un intelectual porque lleva gafas de pasta, pero que en realidad no lo es… Sí, eso es lo que la gente piensa de mí.

O sea, que usted no es un intelectual. No soy un intelectual, pero la gente piensa que lo soy porque tengo el aspecto que se atribuye a los intelectuales. Pero estos no tienen un aspecto especial; tienen el mismo que los levantadores de pesas o que los jugadores de béisbol… Hace años, si leías mucho, se te estropeaba la vista, y si llevabas gafas era porque leías mucho, porque eras una persona de libros. Pero yo no soy un intelectual.

Acostumbra usted a contar que lo que le gusta es beberse una cerveza viendo un partido de béisbol… Sí, no soy un intelectual. Me gusta tocar jazz; me gusta ver baloncesto, béisbol, fútbol americano, tenis, me gustan los deportes… No son actividades de intelectual.

 Woody Allen junto a Penélope Cruz, a quien dirigió en 'A Roma con amor'.ampliar foto
Woody Allen junto a Penélope Cruz, a quien dirigió en 'A Roma con amor'.
Después de venir tanto a Europa para sus películas, ¿no echa de menos Nueva York, como ciudad, para rodar? No, no demasiado. De vez en cuando me gustaría hacer una película en Nueva York, porque estoy loco por la ciudad de Nueva York, pero no es que me vaya a Sudán o a Libia a rodar; voy a hacer películas a Barcelona, Londres, París, Roma…

Sí, y se dice que sus películas son muy turísticas… Ah, sí, para mí las ciudades son personajes vivos, como Nueva York. El lugar en el que estoy es muy importante para mí, soy muy de ciudad y me gusta que el público sienta la ciudad como yo la siento. Con Nueva York me solían decir lo mismo, que no era tal y como yo la retrataba.

Eso le dijeron cuando hizo Manhattan… Sí, y dije que me daba igual. Soy un artista, no soy un periodista; te muestro cómo siento Nueva York, mis impresiones de la ciudad, lo mismo con Barcelona y con Roma… Yo voy a esas ciudades como turista, soy un turista en Roma, soy un turista en Barcelona, y las veo desde los ojos del turista que se enamora de ellas. Como turista, no me enamoro de todas las ciudades a las que voy, he viajado por toda Europa. Pero he tenido un sentimiento muy apasionado en las ciudades en las que he rodado.

Sigue usted sin acudir a la entrega de los Oscar. ¿Por qué? No soy una persona de premios. Se puede decir cuál es la película favorita de uno, pero no cuál es la mejor película. ¿Quién puede decir eso? Son valoraciones personales, no significan nada. Para los Oscar, la gente hace campaña y gasta millones de dólares para comprar esos premios.

En otro orden de cosas, señor Allen, ¿a usted qué le preocupa del mundo en el que vivimos, del rumbo que ha tomado nuestra civilización? Soy muy pesimista porque el problema del mundo es que depende de la gente. Si miras la historia, ves que la gente no ha hecho un buen trabajo administrándolo, cuidándolo, viviendo en él. No tengo muy claro que el mundo vaya a sobrevivir; no hay muchas razones para el optimismo en estos momentos, tal vez en unos años haya mejores perspectivas.

¿No encuentra usted ningún motivo para la esperanza? Bueno, hay una porción de la gente que es agradable. Pero o no hay suficiente, o son demasiado pasivos, o la tarea es abrumadora; o los malos tienen más ambición y energía. Pero es difícil hallar un punto luminoso en la historia de la humanidad.

¿La gente, en general, no es buena? La gente, en general, está asustada. Y cuando están asustados, actúan equivocadamente, se comportan mal. Es la condición humana, la trágica condición de la existencia, la gente está ansiosa y asustada, no tiene nada en lo que creer, ni tiene esperanza, y la vida es muy complicada, y se comportan mal. Si mañana quedara claro que la vida tiene sentido, o que hay un dios en el universo, seguro que la gente actuaría mejor, y la situación cambiaría para mejor radicalmente. No es que la gente sea inherentemente mala, es que tiene miedo y por eso se comporta mal.

¿Lo tiene usted? Yo estoy tan asustado como los demás, más que la mayoría; y soy una de las personas que se comportan decentemente a pesar de todo. Hay gente así, pero no demasiada.

Al ritmo que sigue rodando, no parece que tenga usted pensado retirarse del cine. No tengo planes de retirarme en estos momentos. Pero puedo volver a mi habitación y me puede dar un infarto y quedar mal, y entonces me retiraría. Si la salud aguanta, si estoy sano y la gente quiere poner dinero para mis películas, no me retiraré. Si enfermo o la edad me ralentiza de un modo que me avergüence, o no consigo dinero para mis películas, pues me retiraré.

Y a estas alturas de la vida, usted ¿qué quiere? No lo sé. Dos camareras de cócteles de 20 años.

¿Nada más? ¡No necesito nada más!

¿Nada más? No, ¡estoy en forma!

sábado, 2 de septiembre de 2017

It, película de terror

Gregorio Belinchón, "‘It’: el terror en dos letras. La versión en cine de la novela de Stephen King incide en el miedo social", en El País, 30-VIII-2017:

Habría que cotejarlo, pero hasta en eso Stephen King fue un visionario: cada 27 años aproximadamente una ola de ultraconservadurismo asuela Estados Unidos”. La argentina Bárbara Muschietti sabe de lo que habla, porque ha producido la nueva versión de It, obra maestra del terror y a su vez otro incisivo retrato social de King, escritor que ha sabido trascender el género que le ha dado fama y millones de seguidores. Porque It fue escrita en la época de Reagan —se publicó en 1986— y narraba un drama que acontecía durante la Guerra fría. It, la película, se estrena —el próximo 8 de septiembre— durante los días en que un furioso tuitero reside en la Casa Blanca y se desarrolla durante el gobierno de Reagan. Más o menos, cada 27 años. Andy Muschietti (Buenos Aires, 1973), director del filme y hermano de la productora, con la que forma dúo creativo, achaca todo al escritor: “Tiene que ver con la lucidez de ciertos artistas que adquieren un compromiso constante con las situaciones sociopolíticas, como King, que hoy es un activista a través de Twitter y un hombre dotado de gran humor”.

Los juegos temporales señalan claramente la base política de la obra de un escritor de profundas raíces estadounidenses. “Hay tantos paralelismos que se pueden realizar de It con la actualidad, incluyendo el misil lanzado por Corea del Norte que ha sobrevolado Japón...”, cuenta Bárbara. El Derry en que se sitúa It, un pueblo ejemplo de la América de la costa Este, sirve como radiografía: “Los personajes de It son definitorios de lo que piensa King. ¿Quién se enfrenta al terror?”. Los niños que conforman el club de perdedores: un niño absorbido por una madre hipocondríaca, otro judío, un afroamericano que no va al colegio, el gafotas charlatán, una niña de la que abusa sexualmente su padre... “Cuando uno de esos críos, Bill, le insiste a sus amigos que lo que están viendo no es real, que el payaso asesino no existe, King está dividiendo en dos a los estadounidenses: los que ven y los que no ven... o no quieren ver. King siempre ha optado por la ficción , pero no duda en dejar mensajes”, asegura el cineasta, y a su lado su hermana apostilla: “En realidad, los que ven el terror [el ello del título] son miembros de minorías, están forzados a verlo, no les queda otra. Buen por raza, género o religión. Los losers,los perdedores en un pueblo aparentemente perfecto”. En la historia se subraya: cada 27 años desaparecen multitud de niños en Derry, y los adultos miran para otro lado. Solo los críos parecen verlo y sufrirlo.

Y lo que ven es a Pennywise, el payaso rey y rostro del terror. King también fue pionero en dar voz a miles de personas a quienes los payasos provocan escalofríos. Hace unos días, Pam Moody, presidenta de la Asociación Mundial de Payasos, se quejó en la revista The Hollywood Reporter de la imagen que da el cine —y en concreto este filme— de su profesión. A los Muschietti les provoca una sonrisa la diatriba. Que llega tarde, porque desde que en 1990 Tim Curry encarnara a Pennywise en la miniserie de televisión que adaptó a las pantallas por primera vez It, el audiovisual (y más aún desde que existe YouTube) se ha llenado de payasos criminales. El Pennywise de 2017 llegó de un proceso de selección absolutamente abierto. Tanto que incluso en un momento dado Tilda Swinton entró en la lista. Finalmente, el elegido fue Bill Skarsgård, hijo de Stellan y hermano pequeño de Alexander. “Estábamos abierto a todo”, recuerda Bárbara. “Llegaron actores veteranos y jóvenes, hombres y mujeres”. El intérprete sueco acabó elegido por su rostro algo aniñado. “Y porque se alejó por completo de la sucinta imitación a Tim Curry, error en el que cayeron muchos de sus compañeros, y nos ofreció algo nuevo”. A una semana del rodaje, el director le explicó que retocarían sus ojos en posproducción porque querían que se movieran de forma independiente. “Y me soltó: ‘No hace falta’. De repente, movió uno de los dos. Solo puede hacerlo una persona entre un millón, y justo nosotros habíamos contratado a una de ellas”.

El cineasta y su voz

Los Muschietti han encarado It con más presión interna que del estudio que les contrató. “Quería recuperar las impresiones que sentí cuando leí por primera vez la novela. Y eso era más importante que lo que pensara un ejecutivo o 18 millones de fans. Porque cada uno tiene sus opiniones, y más en un libro con tantos eventos y personajes. Como cineasta tienes que encontrar una visión, y cuanto más cercana esté a tu experiencia emocional, mejor. Si no, es un proceso artificial. Y de hecho ves muchas películas basadas en trabajos de King hechas sin amor”. El director empieza con la lista de filmes que sí nacieron de esa pasión: “Cuenta conmigo, Cadena perpetua... Y más. Dirigidos por creadores influidos por la manera de narrar del autor. También es cierto que King puede que sea el escritor más adaptado al cine de la historia”. Sobre los fans, un apunte: el primer tráiler de It tuvo en Internet 197 millones de visionados solo en sus primeras 24 horas, rompiendo el récord de 139 millones de Fast & Furious 8.

La pareja Muschietti, que residió en Barcelona durante unos años, debutó en el largo con Mamá (2013), otro filme de terror que trasciende el género con Jessica Chastain y Nikolaj Coster-Waldau como protagonistas. Desde entonces han estado en varios proyectos de los que han salido bien por desavenencias creativas, bien porque se hundían. El mismo It lo heredaron de Cary Fukunaga (True Detective), y Andy pidió retocar el guion para volver a incluir escenas de la novela, aunque en la pantalla solo aparecen las desventuras de los protagonistas en su época infantil. “Todo está relacionado en It. Porque el final de la infancia significa que dejas de sentir. Al menos, sientes de forma más intelectual a partir de ese momento. De crío la magia manda. Ese mundo desaparece con la adolescencia. Me interesaba mucho incidir en ese aspecto”, confirma Andy.

Así que al cortar en dos la novela y dejar de lado los acontecimientos de los protagonistas adultos, It —película— podría tener una segunda parte: “La intención está ahí, aunque todavía no hay un empujón”, clarifica Bárbara. Y si se rueda, se avanzará en la trama 27 años, hasta llegar a nuestros días. A la época Trump. “Sí, hay margen ahí para referencias menos sutiles a los acontecimientos actuales, del Gobierno de Trump. Porque es tan obsceno lo que está pasando...”, asegura el director. “A mí me gustaría seguir mezclando las dos líneas temporales, algo fundamental en el libro. En la primera no lo hemos hecho para no interferir en una historia tan bella como es la de la infancia”. Y Bárbara le apunta, verbalizando un deseo bastante generalizado: “Mira que si cuando filmamos ya no está Trump...”.

sábado, 5 de agosto de 2017

Ganar es un modo de perder más lentamente

En un momento de Retorno al pasado Jeff (Robert Mitchum) le recrimina a Kathie (Jane Greer) que lo que está haciendo no es el modo de ganar.

A lo que ella contesta: "¿Acaso hay una manera de ganar?".

"Digamos", replica él de la mano de un guión de pedernal, "que ganar es únicamente un modo de perder más lentamente". 

martes, 6 de junio de 2017

Crítica de Manuel Jabois a "Déjame salir"

Manuel Jabois, "Votar a Obama", en El País, 31 de mayo de 2017:

La película ‘Déjame salir’ refleja con exactitud el fenómeno de las buenas intenciones de la clase blanca, heterosexual y dominante sobre las demás.

Déjame salir es la clase de película que tenía ganas de ver desde hace tiempo. Va de un negro invitado a una fiesta de blancos: tal acontecimiento no lo explica mejor el periodismo ni la ficción, sino el género fantástico. Sólo desde ese prisma puede entenderse una película de miedo en la que el mayor momento de terror se produce cuando un hombre blanco y progresista dice que hubiera votado a Obama para un tercer mandato.

Por supuesto no mentía: lo hubiera hecho. También los invitados a su fiesta: matrimonios blancos y ricos, tolerantes, acogedores. Todos despliegan en la conversación con el protagonista un racismo casi clínico, resultado no de la hostilidad hacia el diferente sino de la amabilidad con él, su integración. O sea, el reconocimiento de que está excluido.

Se trata del racismo involuntario de quien cree que el negro se va a sentir mejor hablando de cosas de negros: una forma exótica de cortesía. Con tal voluntad de hacer que se sienta cómodo que, cuando un hombre le dice que se dedica al golf, añade que conoce a Tiger Woods. Por un momento parece que va a preguntarle si él también lo conoce, como aquel personaje de Aquí no hay quien viva que, enterado de que su vecino es homosexual, le dice: “Entonces tienes que conocer a mi sobrino, que también vive en Madrid”.

Esa escena de la película refleja con exactitud el fenómeno de las buenas intenciones de la clase blanca, heterosexual y dominante sobre las demás. Cuando en el afán de que una transexual se sienta a gusto se hace girar la conversación sobre su sexo entre proclamas de libertad y tolerancia, como si en lugar de un amigo se le estuviese presentando un terapeuta. Casos especialmente graves en el periodismo, cuando parece imposible desligar el mérito del entrevistado de su raza, sexo o religión si estas condiciones son minoritarias.

Con una actriz, científica, escritora y etcétera pierde el entrevistador —yo también— dos o tres preguntas sobre algo tan insólito como el haber nacido mujer; preguntas —las mías también— a menudo bienintencionadas y paternalistas que tienen por objetivo trasladarle solidaridad sin reparar en lo ridículo, y machista, que resulta cuando nadie la ha pedido. Y así con negros, lesbianas o inmigrantes a los que con frecuencia su condición eclipsa su trabajo sin saber si les apetece hacer causa en ese momento.

El protagonista de Déjame salir lo comprueba en una fiesta de final insólito. Miren la película. Lo que hacen con él es lo que parece que vamos a hacer nosotros cuando en lugar de una persona parece que nos han presentado un prototipo.

miércoles, 12 de abril de 2017

Paterson

Manuel Jabois, "Secretos", en El País, 12-IV-2017:

A Paterson, el personaje de la película de Jim Jarmusch, lo mejor que le ocurre es que todo siga igual

En Paterson, la película de Jim Jarmusch, un conductor de autobús es poeta en la intimidad. Un asunto delicado, el de conducir un autobús pensando en versos. Pero Paterson (Adam Driver) lo resuelve bien: escribe antes de empezar la ruta, guarda su cuaderno secreto y conduce. Como vi la película sin saber de qué trataba, fui de sobresalto en sobresalto esperando que al autobús se subiese Keanu Reeves, que al perro lo secuestrasen unos raperos, que su novia muriese metiendo la cabeza en el horno por vigilar sus cupcakes. Pero como en la vida, en la película siempre está a punto de pasar algo mientras está pasando todo.

Paterson es una versión menos rockera que American Beauty, que anunciaba poesía de lo cotidiano con una bolsa de basura en movimiento mientras se sucedía la prosa habitual de la crisis de los 40: drogas, sexo con adolescentes y asesinatos. Así que ahora, cuando mi generación se aproxima como un tren a la edad de Lester Burham pero ya con todos los deberes hechos, aparece una poética diferente, más artística y por tanto más real.

La novia de Paterson, por ejemplo, es devota del blanco y negro, sueña con gemelos y le anima a hacer una copia de sus versos para que su obra esté segura; Paterson, mientras, ve gemelos todo el rato y se encuentra al final con su reflejo oriental en el espejo, tan admirador como él del poeta William Carlos Williams. La película entera es un poema de éste último, desgraciado spoiler para sus lectores. O instrucciones para un poema, mucho mejor dicho por Xaime Martínez en Playground.

Paterson es una historia feliz porque de algún modo al final se cae en que el protagonista es un poeta cuyo oficio clandestino, a fuerza de exhibirlo, es el de conductor de autobús, como todos nosotros. Y se agradece que sonría sin necesidad de acariciarle el lomo: la rutina suele ser maltratada en el cine y fuera de él, señalada con adjetivos condescendientes y paternalistas. Así que a ese hombre que siempre parece que le va a ocurrir algo, la gloria o el crimen, lo mejor que le ocurre es que todo sigue igual. Que eso se interprete como felicidad y no como resignación es uno de los éxitos de la película. Otro de los éxitos es acabar de verla sin saber qué se ha visto; la película también enseña que el desconcierto está infravalorado.

Paterson empieza con Adam Driver despertándose. Lo hace de lunes a viernes de forma natural entre las 6.15 y las 6.30. Es lo que más turbación produce: esa placidez es casi una deriva

domingo, 9 de abril de 2017

Películas con las que se aprende

Tomado de El País:

La llegada (Denis Villeneuve, 2016) 
De qué va. No todas las heroínas llevan capa. El superpoder de la doctora Louise Banks (Amy Adams) es la lingüística, y con ella ha vengado a todos los filólogos del mundo. 'La llegada' es una parábola sobre la comunicación (y la peligrosa ausencia de ella).
Por qué nos hace más inteligentes. Porque presenciamos cómo funciona la formación del lenguaje. Horas y horas de conversaciones sin salida permiten a Louise descifrar la gramática, la morfología y la sintaxis del lenguaje de los alienígenas. Y salvar el mundo. Invita al espectador a presenciar cómo se edifica formalmente un idioma. Sergio García, experto en psicología en el cine, lo explica: "Aprendemos el lenguaje escuchando a otros hablantes y les imitamos. Y en esa imitación hay un ensayo y un error. Primero aparece una palabra, hacemos acercamientos a esa palabra... hasta finalmente hacer coincidir lo escuchado con lo dicho. En realidad, es casi un ejercicio matemático"

Memento (Christopher Nolan, 1999) 
De qué va.Leonard (Guy Pearce) busca al asesino de su esposa, quien además le provocó una amnesia a corto plazo que le impide recordar nada de lo que ha sucedido entre el ataque y el momento presente. Solo recuerda el último par de minutos que ha vivido. La película está contada de forma inversa, del final al principio: empieza con la última escena de su investigación y acaba con el origen de la historia. El espectador, de este modo, tiene tanta información como el propio Leonard.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque activa nuestra empatía cerebral y emocional. Es distinto entender algo que sentirlo. "En este caso, el espectador entiende lo que está viendo, y a la vez comparte la angustia del protagonista", describe Verónica Cruz, co-directora de la iniciativa sobre inteligencia emocional Rapport. Y añade: "La empatía puede ser heterocentrada (ponerse en el lugar de alguien racionalmente) o autocentrada (sufrir con esa persona). En 'Memento' se dan los dos tipos de empatía, de modo que la involucración del espectador es absoluta".

Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957) 
De qué va. Un chaval de clase baja supuestamente apuñaló a su padre hasta la muerte. Si los doce integrantes del jurado concluyen que existe duda razonable, han de declararle no culpable. En la primera votación, solo uno de ellos le considera no culpable.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque retrata el funcionamiento de la mente humana. Expone cómo la mente puede razonar a través de y gracias al lenguaje. Según Sergio García, experto en psicología en el cine, "el pensamiento humano se genera como resultado de las palabras". "Los personajes deliberan a través de su discurso, y no al revés; utilizan palabras que ya conocen para dar forma a opiniones que no tenían hasta ahora", describe García. Y añade: "La película sugiere que los testigos no siempre son una prueba determinante en un juicio. Cuando una persona ve un acontecimiento, el recuerdo que después tendrá de esos hechos queda mermado o influido por lo que sucede después, la expectativa, la sociedad o la propia moral del testigo. La memoria es volátil. Así que un testigo no siempre será una prueba determinante, como se pensaba antiguamente".

El gran Lebowski (Joel Coen, 1998) 
De qué va. El Nota (Jeff Bridges) se mete en líos de mafiosos cuando es confundido con otro Jeff Lebowski. Secuestros, maletines, rescates, bolos, laca de uñas verde y una banda (des)organizada, autodenominada "los nihilistas", amenizan la vida de El Nota.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque condensa la filosofía nihilista y nos incita a disfrutar el momento. En realidad el único nihilista de la película es El Nota. Y representa con total naturalidad la filosofía nihilista más doméstica y cotidiana. Mientras el resto de personajes se aferran a códigos de valores morales (Walter y la guerra de Vietnam), familiares (Maude, obsesionada con proteger a su padre y con procrear), económicos (la falsa banda de secuestradores) o competitivos (Jesús y su fervor con la liga de bolos), El Nota solo quiere recuperar su alfombra porque "realmente le daba ambiente a la habitación". Él no cree en nada más que en lo que tiene delante en cada momento.

Del revés (Peter Docter, 2015) 
De qué va. Riley es una preadolescente que sufre frustración ante la mudanza de su familia. Su mundo interior está protagonizado por cinco carismáticas y coloridas emociones: la alegría, la tristeza, la ira, el asco y el miedo.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque simplifica algo tan complejo como las emociones humanas. Verónica Cruz, co-directora de la iniciativa sobre inteligencia emocional Rapport, asegura que el éxito de la película reside en normalizar las emociones y tratar algo que todos conocemos, pero de lo que no se habla. "Es muy importante que los padres de Riley validen las emociones de la niña. Se preocupan, la entienden y, a partir de ahí, reaccionan. Por eso es necesario expresar la tristeza, porque despierta una reacción entre las personas que nos rodean, tiene una función social", asegura Cruz. Cuando alguien atraviesa un proceso de maduración, tarda mucho en darse cuenta de ello, y la adolescencia de Riley se precipita por sus circunstancias familiares.

Ex Machina (Alex Garland, 2015) 
De qué va. Nathan (Oscar Isaac) invita a Caleb (Domnhall Gleeson) a conocer a Ava (Alicia Vikander), su creación de inteligencia artificial. Quiere que compruebe si ella es capaz de razonar, si alberga una conciencia y si puede generar empatía.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque nos explica la inteligencia artificial. Las nociones de libre albedrío, ideas preconcebidas y misericordia no significan lo mismo en esa habitación. Y al conocer a los distintos seres que Nathan ha creado, el espectador es testigo de varios grados de inteligencia artificial: esas máquinas humanoides son capaces de generar sumisión, sentimientos, insurrección, manipulación. O todo a la vez. Nathan, por su parte, lleva el complejo de Dios a un nivel inexplorado. 'Ex Machina' es una versión intimista de 'Terminator 2'.

Margin Call (J. C. Chandor, 2011) 
De qué va. Año 2007. En 36 horas, los empleados de un importante banco de inversiones de Wall Street van descubriendo que se avecina la mayor crisis económica de las últimas décadas.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque viéndola entendemos muy bien la despiadada crisis económica que nos azota. La empresa descubre que el cataclismo es inminente, porque las hipotecas y los préstamos que ha ido concediendo alegremente durante años son más volátiles de lo que deberían. Inmediatamente, deciden vender esos activos tóxicos. Los jefes sabían esto desde hacía semanas, pero consideran que forma parte del ciclo económico. Y están tranquilos porque saben que, durante los dos años siguientes, la crisis mundial les permitirá conseguir beneficios económicos ante la cantidad masiva de gente que querrá deshacerse de sus acciones. Moraleja: al final siempre ganan los mismos.

Contact (Robert Zemeckis, 1997) 
De qué va. Ellie Arroway (Jodie Foster) vive esperando una señal de vida extraterrestre. Un día, la recibe.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque nos ayuda a entender el universo. Se trata de una fábula realista sobre cómo podría desarrollarse una comunicación entre los humanos y los alienígenas. Ellie Arroway atraviesa varios agujeros de gusano (una teoría física que asegura que permite conectar dos puntos del universo y trasladarse de uno al otro en cuestión de segundos) hasta encontrarse con las formas de vida extraterrestres. Pero ellos tampoco tienen todas las respuestas: el universo es demasiado inmenso para que una sola civilización pueda comprenderlo en su totalidad.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Elvira Lindo entrevista a Amodóvar

Elvira Lindo, “España era mucho más tolerante”, en El País, 11 DIC 2016:

El director manchego recuerda sus primeros años en Madrid, su infancia y la muerte de su padre

A unos metros del Hotel Baccarat de Manhattan ruge el amenazador dispositivo de seguridad que protege al nuevo presidente en la Casa Trump, pero Pedro Almodóvar tiene razones para estar satisfecho. El MoMa ha dedicado una retrospectiva a su obra; The New Yorker lo celebra convirtiéndole en personaje central de la revista y un nutrido grupo de admiradores, de Kate Blanchett a John Turturro, acudieron a la cena que el museo organizó para celebrar a un cineasta al que impulsó y mimó casi desde el principio.

-El Moma me acogió desde “Qué he hecho yo para merecer esto”, me introdujo en esta ciudad tan parecida a la yo veía en los tebeos de Superman.

-Hay mucha gente que cuando ve mis primeras películas, me dice, ahora no podrías hacerlas. Yo me atrevería, pero la reacción contra ellas sería brutal.

-España era infinitamente más tolerante en los 80, ni siquiera era una postura política sino el modo mismo de vivir. Estábamos estrenando la libertad. La España franquista, que podía haber reaccionado en contra, estaba metida en su casa, medio atemorizada.

-Mi catetismo desapareció con la felicidad de sentir que había llegado al lugar al que pertenecía, Madrid. Uno descubría que la ciudad estaba hecha por todos los forasteros que veníamos a conquistarla.

-Iba por la M30, veía las colmenas ilimitadas del barrio de la Concepción, y percibía que visualmente tenían una fuerza descomunal. Reconocía como míos esos barrios llenos de pueblerinos. Del neorrealismo italiano había aprendido cómo lo suburbial se convertía en arte. Había otra cuestión latente, la conciencia social: yo pertenecía a esas familias.

-Mis pintas eran un escándalo cuando volvía al pueblo. Era terrible sentir cómo tu familia pasaba malos ratos porque tenías pluma y vestías hiper moderno. Temía poner a mis padres en evidencia, pero hay un momento en el que has de elegir entre agradar a tu familia o ser tú mismo.

-He tenido una mala relación con los recuerdos de infancia. No he podido hacer una película acerca de lo que significa ser un niño diferente en un pueblo.

-Tenía 30 años cuando murió mi padre. Sentía lo mucho que me quería, pero también su enorme extrañeza hacia mí. La única conversación real la tuvimos un momento antes de que muriera, cuando me encomendó a Agustín. Me dijo, “ocúpate del niño”. Me encantaría que tuviera ocasión de ver que el niño me ha acompañado todos los días de mi vida.

-Yo era un niño espectacular, no paraba de hacer cosas llamativas. Cantaba en latín, declamaba: en el internado, por las noches, aquellos curas me ponían a leer a los internos las vidas atroces de los santos.

-Al principio, hubo grandes prejuicios contra mí en las esferas artísticas, me consideraban una absurda. Yo compatibilizaba dirigir con ponerme una bata de boata y salir en el Rockola a cantar, que es una experiencia que le recomiendo a todo el mundo antes de los 50.

-Nosotros fuimos la reacción a la estética progre de los 70 que, por otra parte, veo recuperada ahora mismo para mi asombro.

-Vivir en Madrid en plena explosión democrática fue un regalo. ¿Cómo se lo vendes eso ahora a las personas que tienen 20 años? No me gustan las idealizaciones, pero aquello no fue un espejismo: lo vivimos.

--En nuestro mundo nocturno la política no aparecía, pero esa defensa de la frivolidad y el hedonismo eran en sí mismos una postura radical.

-Es agotador que hoy todo esté en entredicho en España. En 2004, comenzó un período en el que la espontaneidad desapareció y dejó de permitirse la ironía. Yo desconocía que vivía en un país en el que la derecha tenía tal fuerza. ¡Toda la vida luchando contra la dictadura de “el qué dirán” y mira dónde estamos!

-Aquí me encuentro más relajado, sí, no padezco esa especie de vigilancia que me obliga a estar alerta ante lo que digo. Y qué te voy a decir: es una pena.

Una pena, ciertamente, porque cuando Almodóvar se soltaba la melena, ay, era un festín para los periodistas

domingo, 20 de noviembre de 2016

Recuerde el alma dormida

Venía, más o menos a las doce y media de la noche, de los cines Las Vías, después de ver La llegada, una obra magistral pero algo oscura y al borde del lirismo desmelenado del canadiense Denis Villeneuve, a quien ha elegido Ridley Scott para rodar la segunda parte de Blade Runner. Una penetrante crítica de esta película, que suscribo, de Jorge Loser, figura más abajo; lo que voy a comentar es un encuentro que tuve en la Plaza Mayor de Ciudad Real cuando volvía a mi casa.

Me encontré con un antiguo conocido, un personaje con algunos problemas psicológicos que está bien medicado y aprovechamos para intercambiar relaciones de desgracias; pasaré por alto las mías y contaré tan solo lo que me dijo, sin dar más detalles: que ahora vive con una chica de treinta y cinco años que es drogodependiente (o politoxicómana, como dicen ahora) de una especie de mezcla de cocaína y heroína, y se negaba a medicarse o a ir a psicólogos y demás. De vez en cuando ella roba para conseguirse una dosis y por eso bastante a menudo vienen con citaciones a su casa común para juicios o para que pase seis meses en la cárcel. Él había salido de casa porque la chica se había ido; lo más seguro era, decía, que estuviese bebiéndose un cartón de vino en algún parque, a pesar del frío que hacía. La chica no quería curarse. Él, me decía, lo único que podía hacer era darle ejemplo y tener esperanza en lugar de la chica. Pensé que estas derivaciones son la consecuencia de la política permisiva de tantos partidos políticos con el botellón. Nadie tiene el valor de atajar estos futuros negros porque nadie piensa en el futuro: viven en el presente, solamente. Pero si somos adultos -y los políticos deberían serlo- lo primero que hay que hacer es pensar en el futuro. Un futuro lleno de gente como esa chica. Lamentable. Me dejó sin palabras; pensé en cuántas desgracias son acogidas con palabras duras o sencillamente indiferentes, como más de una vez he tenido que padecer yo mismo en un lado o en el otro, y sencillamente me quedé mudo y lamentando el mal común; es lo mejor, no sé si lo único, cuando no se puede hacer nada.

Y esta es la crítica de Jorge Loser:

Un diseño, por cierto, bastante cthulhiano, que añade leña a los referentes literarios de los que bebe. Aunque no vamos a entrar en las múltiples influencias de cine de ciencia ficción que posee, es imposible no mencionar la obra de Carl Sagan, episodios de las serie ‘La Dimensión desconocida’ y ‘The Outer Limits’ o las reinterpretaciones modernas de Arthur C. Clarke de Richard Kelly.

Celebración del lenguaje como salvación

Lo más sorprendente y adulto de ‘La Llegada’ es su capacidad para reestablecer la escala del un blockbuster de ciencia ficción a un solo emplazamiento, a través de un conflicto basado, mayormente, en el proceso de comunicación con los alienígenas. Este detalle, todo sea dicho, genera un momento involuntariamente cómico cuando para reclutar a la traductora interpretada por Amy Adams, el ejército le pide si puede traducir, así a pelo, el gruñido de un alienígena grabado en audio. Glorioso.

Implausibilidades a parte, el desarrollo del grueso de la trama es un apasionante estudio del lenguaje de símbolos extraterrestres que estos les dibujan con su tinta de calamar del espacio exterior. Un detalle que no exime a los amigables visitantes de estar rodados de forma casi inquietante; aplausos al realizador por su fotografía ceniza y uso minimalista de la música en todas sus escenas. Se podría decir que su estilo es la antítesis de otras invasiones como ‘Independence Day: Contraataque’ (Independance Day: Resurgence, 2016)

El uso del juego de codificaciones y decodificaciones tiene un reconocimiento simbólico muy importante en la coda del film, una fascinante oda a la comunicación como llave del entendimiento global. Un análisis inteligente sobre la transparencia y la importancia de la concordia, a través de algo tan sencillo como las palabras, para desenmarañar el significado entero de otras culturas que nos resultan alienígenas.

El ambiguo mensaje provida

Llegado el momento de las explicaciones, la película entra en su fase más ‘Intellestelar’ (2014) uniendo sus elementos de ciencia ficción extraterrestre con postulados de viajes en el tiempo para, además, relacionarlos con una intensa experiencia emocional paternofilial. Es aquí dónde el guión revela sus cartas relacionando el doloroso prólogo de la muerte de la hija de la protagonista con el futuro y no con el pasado. Un golpe de efecto que deja el problema de la misión alienígena a un lado para centrarse en Louise.

El conflicto planteado, resumiendo, es que la recién obtenida clarividencia de Louise le permite adivinar que tendrá una hija y que esta sufrirá una muerte agónica a causa de un cáncer. Y, aún sabiéndolo, decide seguir adelante casándose con Ian (Jeremy Renner) y concibiendo a su hija condenada. Una decisión consciente que implica una vida corta para la niña, pero una vida plena, como se nos muestra con una bella escena de flashforward de estampas idílicas y una triste partitura. El conflicto moral de si su elección es o no errónea queda en el aire.

Por una parte, celebra el hecho de la vida en sí misma, en experimentarla el tiempo que dure, en disfrutar sin culpas ni miedos de su futilidad. Por otra, se alinea con argumentos clásicos de los grupos pro-vida, no cuestionando el aborto en sí mismo pero transmitiendo que la vida hay que dejarla salir, aunque acabe pronto y mal. La excusa fantástica enmascara la ambigüedad del mensaje, pero aún sin caer en lo que critica ‘Camino’(2010), el montaje de imágenes podría hacerse pasar por propaganda muy cara de foro de la familia.

Quizá su personaje no tenga más opción, pues no queda absolutamente claro su papel final en el devenir de la misión alienígena y hay preguntas en el aire, como si la decisión sobre su maternidad viene impuesta por la imposibilidad de romper la cadena de acontecimientos conocidos (quizá de ahí el símbolo del pájaro enjaulado). El debate filosófico sobre la maternidad, sobre las decisiones, está servido, pero no se debe reducir su complejo dilema metafísico y moral a un ejercicio de burda complacencia ideológica.

sábado, 29 de octubre de 2016

Superpoorman, héroe de nuestro tiempo

No existe un cine social que sea visible tan asiduamente como el comercial, aunque se dirijan ambos a la mayor parte de la gente. Ni Superman ni Batman, supernenes que vuelan por la pantalla, son héroes de la clase trabajadora, siempre pegada a la tierra de la que es paria. Mientras, las películas de los Dardenne, de Costa-Gavras, de Tony Kaye o de Ken Loach, quien estrena su Yo, Daniel Blake (por cierto que no en Las Vías) pasan discretamente y, a pesar de los premios que tengan, que les den, más o menos por el bajo y revuelto lugar estomacal por donde La Tribuna sitúa a los columnistas no afectos al régimen (de los gordos) libres de impuestos. Las películas sociales no se reestrenan en televisión, no se repiten nunca, mientras que las de fantastiquismo se vuelven a ver una y otra vez, como si fueran noticias de la Brunete mediática; la fantasía y los artículos de derechas son así de parecidos: pura mentira goebbelsiana. ¡Qué miedo da la realidad, josús! Gramsci lo llamaba hegemonía cultural: un poderoso inmovilizador de la capacidad de evolución de los pueblos, ahora que un monstruo como Rajoy viene a vernos con más cuentos y recortes.

Si uno lee La Tribuna (que ha mejorado su contenido cultural, gracias a Dios: ahora incluso resumen contenidos y ya no es sopa de sobre) lo hace solamente por algunos nombres que sí merecen la pena: Aurora Gómez Campos o Rafael Robles, por ejemplo; incluso leo La Razón, porque es lo único que encuentro en el bar donde mi primo tiene su sede social. Me ilustro con los artículos de los epénticos Francisco Nieva o Luis Antonio de Villena al lado de deleznables como el defraudador de Hacienda César Vidal o los exconvictos Losantos y Pío Moa; incluso del ancien régime Alfonso Ussía, un defensor de los toros y la caza mayor que se indigna de que le cazaran también a su abuelo en la Guerra Incivil. Ussía es un imitador pésimo de Wodehouse; ni siquiera llega a mediano jugador de mus, pero se salva por querer acercarse al inimitable, que ya es algo y no poco. Heredó el sentido del humor de su abuelo materno, Pedro Muñoz Seca (aunque la mayor parte de lo que escribió es obra de su negro Pedro Pérez Fernández y ya en su época ya se decía que "poco va de Pedro a Pedro"), y ahora lo quiere pasar de venerable a beato de la Iglesia Católica; ¡mecachis en la mar! ¡Un humorista, beato de la Iglesia Católica! ¡Cuánto han bajado los cánones! La culpa es del papa polaco-polanquista.

La Tribuna es propiedad del primer empresario condenado por corrupción en España, Antonio Miguel Méndez Pozo, pero este, al parecer, no ha cambiado de deplorables costumbres, sino que las ha refinado y sigue metido en los oscuros manejos de la trama Púnica, como se ha visto últimamente. Pero, claro, estas cosillas son muy poco visibles, sobre todo en Ciudad Real y en un lugar tan alto, destacado y abierto a las miradas como una Tribuna donde se tienden las cuerdas de títeres de la banca y de empresarios turbios como Méndez Pozo, ansiosos de enterrar en la mierda que crean a los partidos que piden un poco de justicia distributiva. Nunca veremos en esas cuerdas la ropa tendida de los poderosos, sino los harapos de los pobres.

domingo, 9 de octubre de 2016

Javier Marías, Por qué leeré siempre libros

Javier Marías, "Por qué leeré siempre libros", El País, 03 DE OCTUBRE DE 2016

SIGO VIENDO muchas películas, pero hace tiempo que no voy a los cines. Hubo épocas juveniles en las que iba hasta tres veces diarias cuando mis ahorros me lo permitían: rastreaba títulos célebres, que por edad me habían estado vedados, en las salas de barrio más remotas, y así conocí zonas de Madrid que jamás había pisado. La primera vez que fui a París, a los diecisiete años, durante una estancia de mes y medio vi más de ochenta pe­­lículas; gracias, desde luego, a la generosidad de Henri Langlois, el mítico director de la Cinémathèque, que me dio un pase gratuito para cuantas sesiones me apetecieran, quizá conmovido por la pasión cinéfila de un estudiante con muy poco dinero.

Hay varias razones por las que he perdido tan arraigada costumbre, entre ellas la falta de tiempo, la desaparición de los cines céntricos de la Gran Vía (se los cargaron el PP y Ruiz-Gallardón, recuerden, otra cosa que no perdonarles), y en gran medida los nuevos hábitos de los espectadores. Hay ya muchas generaciones nacidas con televisión en casa, a las que nadie ha enseñado que las salas no son una extensión de su salón familiar. En él la gente ve películas o series mientras entra y sale, contesta el teléfono, come y bebe ruidosamente, se va al cuarto de baño o hace lo que le parezca. Esa misma actitud, lícita en el propio hogar, la ha trasladado a un espacio compartido y sin luz, o con sólo la que arroja la pantalla. Las últimas veces que fui a uno de ellos era imposible seguir la película. Si era una de estruendo y efectos especiales daba lo mismo, pero si había diálogos interesantes o detalles sutiles, estaba uno perdido en medio del continuo crujido de palomitas masticadas, sorbos a refrescos, móviles sonando, individuos hablando tan alto como si estuvieran en un bar o en la calle. Seré tiquis miquis, pero pertenezco a una generación que reivindicó el cine como arte comparable a cualquier otro, y veíamos con atención y respeto todo, Bergman y Rossellini o John Ford, Blake Edwards, los Hermanos Marx y Billy Wilder. Con estos últimos, claro está, riéndonos.

Así que el DVD me salvó la vida, no me quejo. Sin embargo, me doy cuenta (y no soy el único al que le pasa) de que, seguramente por verlo todo en pequeño, y además en el mismo sitio (la pantalla de la televisión), olvido y confundo infinitamente más lo que he visto. No descarto que también pueda deberse a que hoy escasean las películas memorables y muchas son rutinarias (si vuelvo a ponerme Centauros del desierto la absorbo como antaño). A cada cinta se le añadía el recuerdo de la ocasión, el desplazamiento, la persona con la que la veía uno, la sala … Esos apoyos de la memoria están borrados: siempre en casa, en el sofá, en el mismo marco, etc. Por eso intuyo que nunca leeré en e-book o dispositivo electrónico, por muchas ventajas que ofrezca. He viajado toda la vida con cargamentos de libros que ahora podría ahorrarme. He recorrido librerías de viejo en busca de un título agotadísimo que hoy seguramente me servirían de inmediato. Sin duda, grandes beneficios. Pero estoy convencido de que, si con el cine y las series me ocurre lo que me ocurre, me sucedería lo mismo si leyera todo (o mucho) en el mismo “receptáculo”, en la misma pantalla invariable. Las novelas se me mezclarían, éstas a su vez con los ensayos y las obras de Historia, no distinguiría de quién eran aquellos poemas que tanto me gustaron (¿eran de Mark Strand, de Louise Glück, de Simic o de Zagajewski?). Letra impresa virtual tras letra impresa, un enorme batiburrillo.

A mis lecturas inolvidables tengo indeleblemente asociados el volumen, la cubierta que me acompañó durante días, el tacto y el olor distintos de cada edición (no huele igual un libro inglés que uno americano, uno francés que uno español). Madame Bovary no es para mí sólo el texto, me resulta indisociable del lomo amarillo de la colección Garnier y de la imagen que me llamaba. Pienso en Conrad y, además de sus ricas ambigüedades morales, me vienen los lomos grises de Penguin Modern Classics y sus exquisitas ilustraciones de cubierta, como con Henry James y Faulkner. Machado se me aparece envuelto en Austral, lo mismo que Rilke. Y luego están, naturalmente, la ocasión, la ciudad, la librería en que compré cada volumen, a veces la alegría incrédula de dar por fin con una obra que nos resultaba inencontrable. Todo eso ayuda a recordar con nitidez los textos, a no confundirlos. No quiero exponerme a que con la literatura me empiece a pasar lo que con el cine, pero aún más gravemente: en éste, al fin y al cabo, las imágenes cambian y dejan más clara huella, aunque se difumine rápido a menudo; en los textos siempre hay letra, letra, letra, el “aspecto” de lo que tiene uno ante la vista es casi indistinto, por mucho que luego haya obras maestras, indiferentes e insoportables. Me pregunto, incluso, si en un libro electrónico no acabarían por parecerme similares todas, es decir (vaya desgracia), todas maestras o indiferentes, o todas insoportables.

viernes, 26 de agosto de 2016

Las cien mejores películas de lo que va del siglo XXI

Críticos de distintos países han elegido las cien mejores películas de lo que va del siglo XXI. Puede ser una buena orientación. De estas solo he visto un tercio, de las otras no puedo juzgar. Me gustan, en efecto, Mulholland drive, El viaje de Chihiro, El laberinto del fauno, Lost in translation, Shame, A. I, inteligencia artificial, Her, Amelie, El secreto de sus ojos, Déjame entrar, El pianista y Un tipo serio. Y me gustaría haber visto Nader y Simin, La vida de Adèle, Carol y El gran hotel Budapest. 

1. MULHOLLAND DRIVE (DAVID LYNCH, 2001)

2. DESEANDO AMAR (WONG KAR-WAI, 2000)

3. POZOS DE AMBICIÓN (PAUL THOMAS ANDERSON, 2007)

4. EL VIAJE DE CHIHIRO (HAYAO MIYAZAKI, 2001)

5. BOYHOOD (MOMENTOS DE UNA VIDA) (RICHARD LINKLATER, 2014)

6. ¡OLVÍDATE DE MÍ! (MICHEL GONDRY, 2004)

7. EL ÁRBOL DE LA VIDA (TERRENCE MALICK, 2011)

8. YI YI (EDWARD YANG, 2000)

9. NADER Y SIMIN, UNA SEPARACIÓN (ASGHAR FARHADI, 2011)

10. A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS (JOEL Y ETHAN COEN, 2013)

11. NO ES PAÍS PARA VIEJOS (JOEL Y ETHAN COEN, 2007)

12. HIJOS DE LOS HOMBRES (ALFONSO CUARÓN, 2006)

13. ZODIAC (DAVID FINCHER, 2007)

14. THE ACT OF KILLING (JOSHUA OPPENHEIMER, 2012)

15. 4 MESES, 3 SEMANAS, 2 DÍAS (CRISTIAN MUNGIU, 2007)

16. HOLY MOTORS (LEOS CARAX, 2012)

17. EL LABERINTO DEL FAUNO (GUILLERMO DEL TORO, 2006)

18. LA CINTA BLANCA (MICHAEL HANEKE, 2009)

19. MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA (GEORGE MILLER, 2015)

20. SYNECDOCHE, NEW YORK (CHARLIE KAUFMAN, 2008)

21. EL GRAN HOTEL BUDAPEST (WES ANDERSON, 2014)

22. CACHÉ (ESCONDIDO) (MICHAEL HANEKE, 2005)

23. LOST IN TRANSLATION (SOFIA COPPOLA, 2003)

24. THE MASTER (PAUL THOMAS ANDERSON, 2012)

25. MEMENTO (CHRISTOPHER NOLAN, 2001)

26. LA ÚLTIMA NOCHE (SPIKE LEE, 2002)

27. LA RED SOCIAL (DAVID FINCHER, 2010)

28. HABLE CON ELLA (PEDRO ALMODÓVAR, 2002)

29. WALL-E (ANDREW STANTON, 2008)

30. OLDBOY (PARK CHAN-WOOK, 2003)

31. MARGARET (KENNETH LONERGAN, 2011)

32. LA VIDA DE LOS OTROS (FLORIAN HENCKEL VON DONNERSMARCK, 2006)

33. EL HIJO DE SAÚL (LÁSZLÓ NEMES, 2015)

34. EL CABALLERO OSCURO (CHRISTOPHER NOLAN, 2008)

35. TIGRE Y DRAGÓN (ANG LEE, 2000)

36. TIMBUKTU (ABDERRAHMANE SISSAKO, 2014)

37. TÍO BOONMEE RECUERDA SUS VIDAS PASADAS (APICHATPONG WEERASETHAKUL, 2010)

38. CIUDAD DE DIOS (FERNANDO MEIRELLES Y KÁTIA LUND, 2002)

39. EL NUEVO MUNDO (TERRENCE MALICK, 2005)

40. BROKEBACK MOUNTAIN (ANG LEE, 2005)

41. DEL REVÉS (PETE DOCTER Y RONNIE DEL CARMEN, 2015)

42. 12 AÑOS DE ESCLAVITUD (STEVE MCQUEEN, 2013)

43. AMOR (MICHAEL HANEKE, 2012)

44. MELANCOLÍA (LARS VON TRIER, 2011)

45. LA VIDA DE ADÈLE (ABDELLATIF KECHICHE, 2013)

46. COPIA CERTIFICADA (ABBAS KIAROSTAMI, 2010)

47. LEVIATÁN (ANDREY ZVYAGINTSEV, 2014)

48. BROOKLYN (JOHN CROWLEY, 2015)

49. ADIÓS AL LENGUAJE (JEAN-LUC GODARD, 2014)

50. ORÍGEN (CHRISTOPHER NOLAN, 2010)

51. THE ASSASSIN (HOU HSIAO-HSIEN, 2015)

52. TROPICAL MALADY (APICHATPONG WEERASETHAKUL, 2004)

53. IDA (PAWEL PAWLIKOWSKI, 2013)

54. MOULIN ROUGE (BAZ LUHRMANN, 2001)

55. ÉRASE UNA VEZ EN ANATOLIA (NURI BILGE CEYLAN, 2011)

56. ARMONÍAS DE WERCKMEISTER (BELA TARR Y ÁGNES HRANITZKY, 2000)

57. LA NOCHE MÁS OSCURA (ZERO DARK THIRTY) (KATHRYN BIGELOW, 2012)

58. UNA HISTORIA DE VIOLENCIA (DAVID CRONENBERG, 2005)

59. MALDITOS BASTARDOS (QUENTIN TARANTINO Y ELI ROTH, 2009)

60. MOOLAADÉ (PROTECCIÓN)(OUSMANE SEMBENE, 2004)

61. SÍNDROMES Y UN SIGLO (SYNDROMES AND A CENTURY) (APICHATPONG WEERASETHAKUL, 2006)

62. UNDER THE SKIN (JONATHAN GLAZER, 2013)

63. FISH TANK (ANDREA ARNOLD, 2009)

64. LA GRAN BELLEZA (PAOLO SORRENTINO, 2013)

65. EL CABALLO DE TURÍN (BELA TARR Y ÁGNES HRANITZKY, 2011)

66. PRIMAVERA, VERANO, OTOÑO, INVIERNO... Y PRIMAVERA(KIM KI-DUK, 2003)

67. EN TIERRA HOSTIL (KATHRYN BIGELOW, 2008)

68. CAROL (TODD HAYNES, 2015)

69. LOS TENENBAUMS. UNA FAMILIA DE GENIOS (WES ANDERSON, 2001)

70. STORIES WE TELL (SARAH POLLEY, 2012)

71. TABÚ (MIGUEL GOMES, 2012)

72. ANTES DEL ATARDECER (RICHARD LINKLATER, 2004)

73. SÓLO LOS AMANTES SOBREVIVEN (JIM JARMUSCH, 2013)

74. SPRING BREAKERS (HARMONY KORINE, 2012)

75. DOGVILLE (LARS VON TRIER, 2003)

76. PURO VICIO (PAUL THOMAS ANDERSON, 2014)

77. LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA (JULIAN SCHNABEL, 2007)

78. CASI FAMOSOS (CAMERON CROWE, 2000)

79. EL REGRESO (ANDREY ZVYAGINTSEV, 2003)

80. EL LOBO DE WALL STREET (MARTIN SCORSESE, 2013)

81. UN PROFETA (JACQUES AUDIARD, 2009)

82. UN TIPO SERIO (JOEL Y ETHAN COEN, 2009)

83. A.I. INTELIGENCIA ARTIFICIAL (STEVEN SPIELBERG, 2001)

84. HER (SPIKE JONZE, 2013)

85. SHAME (STEVE MCQUEEN, 2011)

86. AMÉLIE (JEAN-PIERRE JEUNET, 2001)

87. LEJOS DEL CIELO (TODD HAYNES, 2002)

88. SPOTLIGHT (TOM MCCARTHY, 2015)

89. THE HEADLESS WOMAN (LUCRECIA MARTEL, 2008)

90. BUSCANDO A NEMO (ANDREW STANTON, 2003)

91. DÉJAME ENTRAR (TOMAS ALFREDSON, 2008)

92. MOONRISE KINGDOM (WES ANDERSON, 2012)

93. RATATOUILLE (BRAD BIRD Y JAN PINKAVA, 2007)

94. EL ASESINATO DE JESSE JAMES POR EL COBARDE ROBERT FORD(ANDREW DOMINIK, 2007)

95. EL PIANISTA (ROMAN POLANSKI, 2002)

96. EL SECRETO DE SUS OJOS (JUAN JOSÉ CAMPANELLA, 2009)

97. TEN (ABBAS KIAROSTAMI, 2002)

98. LOS ESPIGADORES Y LA ESPIGADORA (AGNÈS VARDA, 2000)

99. UNA MUJER EN ÁFRICA (CLAIRE DENIS, 2009)

100. CARLOS (OLIVIER ASSAYAS, 2010)

100. RÉQUIEM POR UN SUEÑO (DARREN ARONOFSKY, 2000)

100. TONI ERDMANN (MAREN ADE, 2016)