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sábado, 16 de marzo de 2024

Se ha descubierto en el Tibet una biblioteca secreta, emparedada, sobre budismo tibetano, con obras de hace mil años.

"Monasterio Sakya, la biblioteca de oro del budismo tibetano", Rodrigo Lastreto, 2 de marzo de 2021

Allí encontraron 84.000 sutras y pergaminos escritos a mano en tibetano, sánscrito, chino y mongol; y que cuentan la historia del Tíbet a través del prisma de la filosofía, la ópera, la poesía, la medicina y la geología, entre otras disciplinas.  

Cuando en el año 2003 se encontraron más de 84.000 rollos tras una pared de 60 metros de largo y 10 de alto en el templo budista del monasterio de Sakya nadie podía creerlo. Era una enorme biblioteca de más de 84.000 rollos de escrituras budistas, obras de literatura, filosofía, astronomía y otras ciencias que habían permanecido ocultas e intactas durante cientos de años en el principal santuario sagrado de la secta Sakyapa, una de las últimas sectas de viejas escuelas no reformada de origen indio. Estábamos en presencia de la biblioteca de oro del budismo tibetano.

Estas maravillas se hallaron escondidas detrás de una pared de 600 metros cuadrados en el gran salón de rezos, en una habitación fría, oscura y, sin embargo, extremadamente notable. Allí se encontró una única estantería que albergaba alrededor de 84.000 sutras y pergaminos escritos a mano en tibetano, sánscrito, chino y mongol; y que cuentan la historia del Tíbet a través del prisma de la filosofía, la ópera, la poesía, la medicina y la geología, entre otras disciplinas. Los ejemplares más antiguos tienen más de 1.000 años y cuenta la leyenda que esta estantería podría sostener todo el monasterio por sí sola incluso si los otros muros se derrumbaran.

El Monasterio Sakya (también conocido como Pel Sakya; “Tierra Blanca”) es un monasterio budista situado a 25 km al sureste de un puente que está a unos 127 km al oeste de Shigatse en la carretera a Tingri en el Tíbet; así que llegar allí no es fácil (pero sin duda que valdría la pena el esfuerzo). Es la sede de la escuela Sakya (o Sakyapa) de budismo tibetano y fue fundado en 1073 por Konchok Gyelpo. Después del levantamiento de Lhasa del 10 de marzo de 1959 para proteger al 14º Dalai Lama del Ejército de Liberación del Pueblo Chino Comunista, la mayoría de los monjes del Monasterio Sakya se vieron obligados a irse. Dice Dawa Norbu (politólogo y Profesor de Estudios Asiáticos): “Anteriormente había unos quinientos monjes en el Gran Monasterio Sakya, pero a finales de 1959 sólo quedaban 36 monjes ancianos”. La mayoría de los edificios del monasterio están en ruinas , porque fueron destruidos durante la Revolución Cultural.

Todos los libros de la biblioteca sobrevivieron ilesos a la Revolución Cultural comunista en la última década del gobierno de Mao Zedong de 1966 a 1976 (aunque la mayoría de los monjes del monasterio se vieron obligados a irse) ya que la entrada estuvo sellada y sin tocar durante varios cientos de años. En la actualidad, los textos todavía están siendo descifrados por científicos de la Academia Tibetana de Ciencias Sociales.

Los libros están envueltos parcialmente en pañuelos de seda. Solo el clima frío, a una altitud de 4.280 metros, protege las obras de la descomposición. Pero un libro muy especial se guarda en una vitrina: contiene las enseñanzas de Buda, así como los registros de su vida. El libro tiene 700 años y unas dimensiones impresionantes: dos metros de largo, un metro de ancho y ochenta centímetros de grosor. Por lo tanto, sus páginas deben pasarse con ocho personas. También se necesitan ocho personas para llevarlo ya que es considerado el libro budista más grande del mundo con un peso asombroso de 500 kg. Y todas sus páginas están escritas a mano con letra dorada.

lunes, 7 de agosto de 2023

¿Qué libros ya no existen en el mundo?

 ¿Qué libros ya no existen en el mundo?

1.Los que se inventan escritores de ficción como Lovecraft y seguidores.

2.Los que desaparecieron por las escasas copias que existían de ellos

3.Los que se destruyeron en diversos bibliocaustos desde que el primer emperador de China empezó la costumbre.

4.Los que perecieron en expurgos de bibliotecas o resquebrajó y quemó la lignina ácida de su papel.

5.Aquellos que exponían materias tan vergonzosas, secretas, peligrosas o esotéricas que quien los leía luego los quemaba.

,6. Los que eran tan malos, aburridos o breves o eran de material tan deleznable y degradable que se leían y se tiraban a la basuras.

7.Los que se comieron los xilófagos.

8. Los que se escondieron tanto que ya nadie sabe donde están.

9. Los que están tan mal catalogados que nunca han sido identificados correctamente y por tanto no han sido retirados de una biblioteca y leídos.

10. Los que aguardan en algún sótano de una casa abandonada mientras los devoran las ratas y el olvido o los que cuyo papel sirve para ser reciclado en otro libro.

11.Algunos que escribieron los hebreos y cita la Biblia, u hombres y mujeres que nunca salieron de casa y nunca importaron a nadie, de modo que sus herederos tiraron sus obras a la basura o las dieron al trapero.

12. Aquellos que reseñaban Stanislaw Lem o Borges.

13. Los libros que consultamos en las estanterías de los sueños

14. Los del cementerio de los libros olvidados de Ruiz Zafón.

15. Los que fueron censurados tan a fondo por el Index librorum prohibitorum que ya no queda ni un renglón.

16. Los que por carecer de título, autor o partes y muchas páginas esenciales ni siquiera sabemos nombrar y están reducidos a los harapos de unos cortos fragmentos, citas o escuetos epítomes.

17. Los que están escritos en una lengua desaparecida, desconocida o con una clave indescifrable, o se encuentran en la Biblioteca de Babel de Borges.

18. Los que hay en los llamados '"infiernos" de las bibliotecas y en los archivos secretos del Vaticano.

19. Los que quemó Pepe Carvalho.

20. Los que no salvó del olvido el gran libro de Fernando Báez.

21. Los manuscritos únicos que quemaban los escritores y artistas bohemios de Henri Murger a la fuerza para calentarse del frío en su ático-buhardilla parisino expuesto a los cuatro vientos.

22. Los que fueron tan refundidos, adaptados, resumidos, ampliados, corregidos, interpolados, deturpados, traducidos, censurados, reelaborados y reescritos en la India, China y Egipto que ya nadie sabe quién o quiénes los escribieron, donde empiezan o acaban, qué les sobra o falta y de qué trataban al menos en algunas de sus versiones.

23. Las caras ediciones únicas y manuscritos robados que no pueden enseñarse por razones obvias o que poseen coleccionistas chalados como algunos que yo me sé.

24. Los que perecieron en Bagdad, Alejandría y Córdoba.

25. Los borradores que se quemaron en la torre china de Changshá.

26. Los que rechazan todas las editoriales.

27. Los que no llegaron a publicar los heterónimos de Fernando Pessoa.

28. Todo aquel que alguien escribió para sí mismo.

29. Aquellos a los que se cambió el título y ya nadie sabe identificar.

30. Los que Cervantes dijo que quería escribir en la dedicatoria del Persiles, poco antes de morir: Las semanas del jardín, el Bernardo, la Segunda parte de la Galatea.

31. Las copias únicas de piezas teatrales que se quemaron en el teatro del Globo, en Londres.

martes, 1 de agosto de 2023

Consejos a escritores de Ray Bradbury

Una hora de escritura es tónica

Bradbury abogó por una dosis diaria de escritura como una cura contra los males y las penas de la vida cotidiana, un tónico que tiene el potencial de energizar todo lo que experimentamos. En los artículos recopilados para su libro de 1990 El zen en el arte de escribir y en conferencias dadas a lo largo de su vida, compartió el poder benéfico de la palabra escrita. Porque el acto de escribir no necesita ser tratado como una tarea, ni debe ser el dominio de solo un grupo elegido.

Siga leyendo y escriba con la voz de Bradbury como guía. Que sus ideas sobre el valor de la escritura lo lleven a través de una oración, un párrafo y tal vez incluso una historia corta, pero, lo que es más importante, a través de su vida más allá de la página.

Zen en el arte de escribir — extracto del Prefacio. ¿Qué nos enseña la escritura?

Ante todo, nos recuerda que estamos vivos y que es un don y un privilegio, no un derecho. Debemos ganarnos la vida una vez que nos ha sido otorgada. La vida pide recompensas porque nos ha favorecido con animación.

Así que mientras nuestro arte no puede, como quisiéramos, salvarnos de las guerras, las privaciones, la envidia, la codicia, la vejez o la muerte, puede revitalizarnos en medio de todo.

En segundo lugar, escribir es sobrevivir. Cualquier arte, cualquier buen trabajo, por supuesto, es eso.

No escribir, para muchos de nosotros, es morir.

Debemos tomar las armas todos los días, tal vez sabiendo que la batalla no se puede ganar por completo, pero debemos luchar, aunque solo sea un combate suave. El menor esfuerzo por ganar significa, al final de cada día, una especie de victoria. Recuerda a ese pianista que decía que si no practicaba todos los días lo sabría, si no practicaba dos días, los críticos lo sabrían, después de tres días, su público lo sabría.

Una variación de esto es cierto para los escritores. No es que tu estilo, sea lo que sea, perdería forma en esos pocos días. Pero lo que pasaría es que el mundo te alcanzaría y trataría de enfermarte.

Si no escribieras todos los días, los venenos se acumularían y comenzarías a morir, o actuar como un loco, o ambas cosas.

Porque la escritura permite las recetas adecuadas de la verdad, la vida, la realidad, ya que puedes comer, beber y digerir sin hiperventilar y revolcarte como un pez muerto en tu cama.

He aprendido, en mis viajes, que si dejo pasar un día sin escribir, me inquieto. Dos días y estoy temblando. Tres y sospecho locura. Cuatro y yo bien podría ser un cerdo, sufriendo el flujo en un revolcadero. La escritura de una hora es tónica. Estoy de pie, corriendo en círculos y gritando por un par de polainas limpias.

De modo que, de una forma u otra, es de lo que se trata este libro. Tomar tu pizca de arsénico todas las mañanas para poder sobrevivir hasta el atardecer. Otro pellizco al atardecer para que sobrevivas hasta el amanecer. . .

Ahora es tu turno.

¡Que haya palabras, muchas de ellas!

Bradbury, el hombre de muchas palabras, historias, libros e ideas, ofrece algunos consejos inspiradores y prácticos para impulsar su práctica diaria de escritura. Estos son algunos de los consejos de Ray interpretados por Colin Marshall en openculture.com

Creo que eventualmente la cantidad contribuirá a la calidad. . . . La cantidad da experiencia. Sólo de la experiencia puede surgir la calidad.

Comience corto. No empiece a escribir novelas, toman demasiado tiempo, "escriba un montón de cuentos", dijo. Date tiempo para mejorar; con cada semana y mes, verás mejorar tus historias. Afirma que simplemente no es posible escribir 52 malas historias seguidas.

Simplemente escriba cualquier cosa vieja que se le venga a la cabeza. Recomendó la "asociación de palabras" para romper cualquier bloqueo creativo, ya que "no sabes lo que hay en ti hasta que lo pruebas".

Haz una lista de diez cosas que amas y diez cosas que odias. Luego escribe sobre los primeros y “mata” a los segundos, también escribiendo sobre ellos. Haz lo mismo con tus miedos.

Vive en la biblioteca. Aléjese de su computadora y expóngase a nuevos libros con frecuencia. Hay numerosos mundos por descubrir más allá de tu pantalla.

Escribir no es un asunto serio.

Escribe con alegría. Si una historia comienza a sentirse como un trabajo, deséchela y comience una que no lo haga.

Examine las historias cortas de "calidad". Sugirió leer obras de Roald Dahl, Guy de Maupassant, Nigel Kneale y John Collier. Acude a historias con metáforas; ¡Sorprendentemente, consideró que las últimas historias del New Yorker carecían de este departamento!

Lea, mucho, pero seleccione sabiamente. Lectura completa recomendada por Bradbury para la hora de acostarse: un cuento, un poema (especialmente Pope, Shakespeare y Frost) y un ensayo. Por supuesto, no cualquier ensayo. Deben provenir de una diversidad de campos, incluida la arqueología, la zoología, la biología, la filosofía, la política y la literatura.

No  te alejes de lo que eres, el material dentro de ti que te hace individual y, por lo tanto, indispensable para los demás.

Aprende de los grandes, pero sé tú mismo. Aprende de tus escritores favoritos, en lugar de imitarlos. Bradbury también imitó inicialmente a HG Wells, Jules Verne, Arthur Conan Doyle y L. Frank Baum antes de desarrollar su propio estilo único.

Enamórate de las películas. Preferiblemente viejas.

Desarrolle un fuerte sistema de apoyo. ¿Tiene amigos que se burlan de sus ambiciones literarias? El consejo de Bradbury: “Despídalos” sin demora. El objetivo es que solo una persona se acerque y te diga: "Te amo por lo que haces". O, en su defecto, estás buscando a alguien que venga y te diga: “No estás loco como dice la gente”.

Cuando la gente me pregunta de dónde saco mis ideas, me río. Qué extraño, estamos tan ocupados mirando hacia afuera, para encontrar formas y medios, que nos olvidamos de mirar hacia adentro.

Lista de raros de Javier Memba

Lista de 75 escritores raros y frikis (o, como él dice, malditos, heterodoxos y alucinados) tomada de El Mundo. Todos los entretenidos artículos correspondientes escritos por el cinéfilo periodista Javier Memba (un especialista en ello, o en el ello, para ser (im-) precisos) sobre estos autores y sus obras pueden leerse en este enlaceNo halagaron opiniones (2014), es su último libro, un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada

Louis-Ferdinand Céline (I)

Howard Phillips Lovecraft (II)

Jean Genet (III)

Yukio Mishima (IV)

Emilio Carrere (V)

Boris Vian (VI)

Algernon Blackwood (VII)

Alejandro Sawa (VIII)

François Villon (IX)

Neal Cassady (X)

Julio Verne (XI)

Arthur Machen (XII)

Marqués de Sade (XIII)

Rutebeuf (XIV)

Leopoldo María Panero (XV)

Malcolm Lowry (XVI)

Guy de Maupassant (XVII)

Eduardo Haro Ibars (XVIII)

Remigio Vega Armentero (XIX)

Andrés Carranque de Ríos (XX)

Cecco Angiolieri (XXI)

Arthur Rimbaud (XXII)

Hölderlin (XXIII)

Antonin Artaud (XXIV)

Robert Ervin Howard (XXV)

Luis Cernuda (XXVI)

Philip K. Dick (XXVII)

August Strindberg (XXVIII)

Pierre Drieu La Rochelle (XXIX)

Edgar Allan Poe (XXX)

Charles Baudelaire (XXXI)

Alfred Jarry (XXXII)

Paul Verlaine (XXXIII)

William S. Burroughs (XXXIV)

Joseph-Pétrus Borel (XXXV)

Horacio Quiroga (XXXVI)

Bram Stoker (XXXVII)

Julio Herrera y Reissig (XXXVIII)

Carson McCullers (XXXIX)

H.P. Blavatsky (XL)

Anne Radcliffe (XLI)

John Polidori (XLII)

Percy Bysshe Shelley (XLIII)

Raymond Radiguet (XLIV)

Djuna Barnes (XLV)

Chester Himes (XLVI)

Anaïs Nin (XLVII)

Flannery O'Connor (XLVIII)

Hunter Stockton Thompson (XLIX)

Jaime Gil de Biedma(L)

William Hope Hodgson (LI)

Maurice Sachs (LII)

Sheridan Le Fanu (LIII)

Charles Robert Maturin (LIV)

Mary Wollstoncraft Shelley (LV)

André Breton (LVI)

Kurt Siodmak (LVII)

Blaise Cendrards (LVIII)

H. G. Wells (LIX)

Jean Cocteau (LX)

Pierre Boulle (LXI)

Jack London (LXII)

Oscar Wilde (LXIII)

Francis Scott Fitzgerald (LXIV)

Charles Bukowski (LXV)

William Gibson (LXVI)

Thomas de Quincey (LXVII)

Dylan Thomas(LXVIII)

Paul Bowles (LXIX)

Guillaume Apollinaire (LXX)

Aphra Behn (LXXI)

Jan Potocki (LXXII)

Mijail Bakunin (LXXIII)

Samuel Butler(LXXIV)

Leo Ferré (y LXXV)

sábado, 13 de mayo de 2023

Lectura definitoria

“Si no te gusta un libro, no lo leas; si no te gusta leer, no lo hagas. La lectura no es una moda, es una forma de felicidad y no debe obligarse a alguien a ser feliz”

Jorge Luis Borges 

jueves, 3 de junio de 2021

Beneficios de la lectura

De Fabrizio Bossio en Quora:

 ¿Por qué leer libros te hace una mejor persona, según la ciencia? 

La ciencia ha demostrado una y otra vez que leer no solo es un buen entretenimiento, sino que puede hacerte más inteligente, brindarte un mejor recuerdo e incluso ayudarte a vivir más tiempo. Estas son solo algunas de las formas en que la lectura puede mejorar tu vida según la ciencia.

1. Te hace más inteligente: Investigadores de la Universidad de Edimburgo y el King’s College de Londres probaron 1.890 pares de gemelos cinco veces entre los 7 y los 16 años para evaluar su capacidad de lectura y su coeficiente intelectual.

Encontraron que el gemelo con mayor capacidad de lectura también tenía mayor capacidad verbal y no verbal. El roce constante con las palabras, percibirlas, sentirlas y evocarlas es un ejercicio que difícilmente se puede igualar solo memorizando datos. Cuando lo que leemos nos atrapa y nos interesa, parece que nuestra inteligencia se activa y se tonifica como un músculo, haciéndonos más hábiles en mentalmente.

2. Te hace más creativo. Investigaciones en la Universidad de Toronto encuentran que las personas que leen ficción de cuentos cortos tienden a ser más abiertos que sus compañeros que no aman la ficción.

Experimentaron una necesidad mucho menor de «cierre cognitivo», lo que facilita el procesamiento de la información en general y la creatividad inspiradora. Estos resultados no son de extrañar, al leer, las personas expanden sus horizontes, descubren perspectivas diferentes a la suya, nuevas maneras de ver el mundo que los hacen ampliar su bagaje cultural, imaginación y creatividad para enfrentar retos en la vida.

3. Te hace más feliz. Investigadores de la Universidad de Liverpool encuestaron a 4.164 adultos y encontraron que los lectores autoidentificados informaron estar menos estresados, menos deprimidos y con mayor autoestima y capacidad para enfrentar los desafíos.

Cuando se comparan con los no lectores en el grupo, también tienden a tener más amigos cercanos y un mayor sentido de apego a su comunidad, y conocimiento de los problemas sociales y la diversidad cultural.

4. Te quita el estrés. Un estudio realizado en el año 2009 por la Universidad de Sussex demostró que la lectura puede reducir el estrés hasta en un 68 por ciento. También funciona más rápido que otras actividades calmantes, como salir a caminar o escuchar música.

Los investigadores creen que esto se debe a que la lectura requiere concentración, relaja la mente y alivia las tensiones en los músculos y el corazón.

La influencia de la lectura a lo largo de nuestras vidas es positiva desde muchos aspectos, y tal como lo señalan las investigaciones, mientras más temprano nos involucremos en el mundo de la lectura, mucho mayor será nuestro desarrollo como personas.

Y es que cuanto más lees, más sabes. Cuanto más sepas, más verás cuánto no sabías antes de leer para aprender lo que sabes ahora. Cuanto más veas lo que no sabías, más abierta mantendrás tu mente para aprender más cuando leas más. Cada nueva percepción y cambio de opinión trae consigo no solo la lección aprendida, sino también la lección de que si cambias de opinión una vez, algo podría cambiarla nuevamente.

Si deseas conocer más beneficios e investigaciones sobre la lectura puedes visitar Beneficios de la lectura probados científicamente.

viernes, 2 de abril de 2021

El sentido de la lectura

 

He leído muchos libros pero olvidé la mayoría de ellos. ¿Cuál es el propósito de la lectura entonces?

Había una vez un gran maestro quien tenía muchos estudiantes.

Una vez uno de los estudiantes vino donde él y le preguntó "He leído montones de libros pero he olvidado la mayoría de ellos. ¿Cuál es el propósito de leer?".

El maestro no le dio una respuesta en ese momento.

Después de unos días el maestro le dio a ese estudiante un tamiz el cual estaba sucio y en una muy mala condición como se muestra en la imagen.

El maestro le pidió al estudiante que fuese a buscar agua de un río cercano en este tamiz.

Al estudiante no le gustó la idea pero no pudo rehusarse a su maestro.

Fue al río, llenó el tamiz en el río e inició su viaje de regreso.

A unos cuantos pies de caminar, todo el agua en el tamiz se derramó a través de los hoyos.

Entonces de nuevo fue al río y llenó el tamiz.

Hizo esto todo el día pero no pudo cumplir la tarea asignada por su maestro.

Regresó a donde el maestro con una cara triste y dijo "Soy incapaz de recoger agua con este tamiz. He fallado."

Su maestro le sonrió.

¡No! No fallaste.

Mira el tamiz.

Se había puesto como nuevo. Se limpió cuando estabas intentando recoger agua.

El maestro entonces explicó el verdadero motivo detrás de esta tarea.

Dijo "La última vez me preguntaste cuál es el propósito de leer si no recuerdas lo que leíste. Ahora toma este ejemplo del tamiz.

Tamiz = Mente

Agua = Conocimiento

Río = Libro

¡Incluso si no puedes recordarlo está bien!

Pero leer definitivamente hará que tu mente se agilice.

El leer tiene un profundo impacto en tu mente, cerebro.

Ayuda a ser una mejor versión de ti mismo.

Esto es un proceso inconsciente.

La historia termina aquí.

He leído cientos de libros hasta la fecha.

No recuerdo todas las cosas de ellos.

Pero ciertamente sé que soy más inteligente que antes y por ende, seguiré leyendo.

domingo, 14 de marzo de 2021

Excerpta de respuestas a para qué sirve la literatura tomadas de Quora

 ¿Sigues alguna serie de televisión? ¿Te gustan las películas? Todos esos son ejemplos de literatura.

Mucha gente cree que la literatura son sólo libros, y la verdad es que no es cierto. Ningún programa de televisión, ninguna película surge sin literatura, esto es, sin un guion escrito.

Algunas telenovelas tienen diálogos malísimos, y también algunas series de televisión. Son pésima literatura. Pero algunos son chispeantes, bien estructurados, con la lógica propia del género. Hay películas que de veras que sus diálogos son malísimos.

Pero hay joyas literarias fílmicas o televisivas que no se clasifican como tales a pesar de que su guion es genial.

Esos programas y películas nacieron del teatro, arte que llevaba ya siglos si no es que milenios de practicarse, en especial en Grecia. Hasta cierto punto es un arma de control ideológico para la cultura.

Así que la literatura está más que viva, y hoy se ha trasmutado en lo que se llama "contenido" para blogs, páginas web, Facebook, YouTube, Instagram, Quora, etc.

Algunos debates en esos sitios son verdaderas obras del arte literario: hay gente que le pone alma y corazón a sus escritos.

Esto se está extendiendo a los juegos de mesa y de video. Hace poco vi un juego de mesa muy bien escrito, poético, bien estructurado, y he encontrado ejemplos sobre todo en los juegos de rol. Éstos son buenos ejemplos de lo que podríamos llamar literatura efímera: se olvidan en el momento en que ocurren, son únicos. Es fascinante participar en ellos como entretenimiento, y si se da, como literatura filosófica. Es toda una experiencia.

Un buen blog va a tener buena literatura.

Nos olvidamos que la literatura tiene un substrato doble: la lingüística y gramática, y la retórica (que puede estudiarse lingüísticamente). Que nos puede enseñar a escribir de manera tal que persuada a nuestro lector con respecto a alguna idea, y hasta, pragmáticamente, a comprar algo. Es fundamental para la educación de los niños.

Sin la literatura simplemente nadie podría vender nada, te puede parecer increíble, pero sirve para eso, entre otras cosas. Ha formado civilizaciones enteras, les ha dado una narrativa coherente, ha sido el sustrato fundamental de las diversas religiones, es el elemento básico para nuestro avance cultural.

Además es divertido leer.

La literatura tiene una importancia enorme para la civilización. De ella depende que nos podamos comunicar siendo miembros de ella. Nos enseña idiomas, nos enseña a entender otras culturas, aun en traducciones.

De paso nos enseña historias, nos hace soñar, nos divierte, angustia, aterroriza, y nos hace vivir vidas paralelas, ilusiones sin duda. Nos vuelve más humanos y a veces más espirituales.

La literatura es el arte en sí que conforma los sueños de una civilización. Sin ella, jamás habríamos avanzado hasta donde estamos. Homero, Víctor Hugo, Cervantes, Molière, Shakespeare, por nombrar sólo a algunos, nos moldearon de alguna manera u otra y todavía podemos adquirir filosofía y sabiduría de sus escritos, después de tanto tiempo.

Sin la literatura no existiríamos ni como cultura ni como civilización. Habríamos desaparecido hace milenios

La literatura es un arte que se presenta escrito.

Primero, la escritura permite la transmisión atemporal de ideas. Permite echar un vistazo a las mentes de gente con la que no te cruzarías normalmente por la calle. Enriquecerá tu mundo interior con nuevos conocimientos y nuevos puntos de vista.

Segundo, es un arte. No sólo transmite los datos fríos y calculados como en una noticia periodística. Transmite emociones y experiencias. El conocimiento de experiencias ajenas y la posibilidad de contemplar la propia reacción ante esas experiencias. “Vivir un millón de vidas”, decía un viejo anuncio.

Tercero, es divertido. La técnica literaria permite muchos juegos, giros inesperados, sutilezas y ambigüedades que a veces, un lector poco experimentado puede pasar por alto.

De acuerdo con las respuestas que han dado los compañeros. Añado otra perspectiva del asunto, histórica. Aclaro que, por mis competencias, en un primer momento hablo del mundo occidental u oriental cercano, no de las grandes culturas asiáticas, africanas o americanas. En Occidente la literatura surge con la obra de Homero, que va a constituir la base de la cultura griega. Esta expresión de Homero como educador de Grecia, que ya se encuentra en Platón, República 10.606e, no quiere decir solamente que el sistema educativo griego se basaba en la memorización de los poemas homéricos y en el estudio de todas sus características. Para entender en profundidad lo que significa que Homero es el educador de Grecia y, con ello, de todo Occidente, hay que tener presente que los poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea, son las primeras composiciones importantes –y casi que absolutamente, salvo algunas inscripciones– escritas con el actual sistema alfabético de una letra por un fonema, lo que constituye un perfeccionamiento decisivo del silabario que los griegos habían recibido de los fenicios. Nótese que entender por primera vez la lengua escrita como una composición de un número bastante limitado de signos, veinticuatro en el caso del griego, trajo consigo una revolución de la que nos seguimos beneficiando. En primer lugar, por la facilidad de aprender a escribir y la universalidad en el leer, ya que por primera vez dejó de ser necesario conocer una lengua para leer un texto escrito en esa lengua, como ocurría con los silabarios y los ideogramas. Esto, por supuesto, no es conocer la lengua, pero sí es un primer paso decisivo hacia su aprendizaje. Más importante que ello, sin embargo, es el hecho de que a partir de esto, los griegos estuvieron en posición de comenzar a entender los hechos del mundo de un modo analítico. Les resultó ahora claro que las cosas materiales deben de estar compuestas de principios más elementales a partir de cuya composición, según ciertas reglas, se forman todas las cosas. A lo largo de la historia hubo estancamientos y desvíos de este principio comprensivo, pero nunca se perdió del todo y constituye la base del conocimiento y la investigación moderna y contemporánea. Esto al nivel de los elementos de la escritura. Pero desde la perspectiva del contenido, los poemas homéricos indicaron también una revolución decisiva. En efecto, la obra de Homero no es el simple relato de acontecimientos acaecidos, sino que en ella los acontecimientos se ponen al servicio de una idea constructiva del poema, la cólera de Aquiles en la Ilíada, el regreso de Odiseo en la Odisea. A partir de esta idea central el poeta articula el paso del tiempo, los caracteres de los personajes y los eventos acaecidos, con lo cual crea una realidad que no existía en el mundo empírico y que ayuda a entenderlo. La literatura ofrece, entonces, la primera idea verdaderamente eficaz de la comprensión del mundo mediante la construcción de un modelo interpretativo. Esta idea va a extenderse después a otras áreas del quehacer humano, como la medicina, la historia, la filosofía y la geometría, entre los griegos, y luego, con tiempo, a todas las áreas de la actividad humana, pero sigue estando viva en las grandes construcciones literarias y sigue siendo uno de los medios más poderosos de comprensión de la realidad

Si quieres una respuesta objetiva, primero habría que decir qué es la literatura, lo que ha sido un problema durante un buen tiempo. Creo que a diferencia de las ciencias, sería erróneo buscarle un objetivo pragmático a la literatura. Simplemente, como toda manifestación artística, ha de ser contemplada. En algunos casos, la contemplación de la literatura y del arte puede ampliar nuestro horizonte estético, en otros casos nuestro horizonte moral, en otros casos nuestra percepción de las condiciones socioculturales de un período y un lugar, etc., pero no existe una regla fija que nos de un propósito general, pues todo texto literario es diferente y pareciera no haber un rasgo común que los encierre a todos. Diría, sin temor a equivocarme, que sirve para el deleite.

Para nutrir el alma y la mente, despertar la imaginación, adquirir nuevas percepciones del mundo, de la vida y de los otros. La literatura es un puente entre tus pensamientos y los pensamientos de alguien más. Un instrumento para la soledad, una compañía que depende de tus elecciones y no de la sociedad. Para perderte del ruido del mundo, para extasiarte, llenarte o vaciarte, simplemente para hacerte sentir frágil y humano. Para estar contigo por un rato.

Primero y antes que nada: sirve para disfrutarla.

Además y por fortuna, sirve para expandir el horizonte de tu realidad.

La literatura, al conservar y reinventar la experiencia humana, te permite darte cuenta de todo lo que es posible vivir, porque lo que le ha sucedido a uno, le puede suceder a todos

Nietzsche en el origen de la tragedia viene a patear el tablero de Aristóteles y dice que la función de la tragedia, es decir del teatro griego que es literatura, no es disipar energías negativas, como pensaba lo catártico de la tragedia Aristóteles, sino para volver más recargado, energizado y como en lo más profundo y misterioso de la vida, está el dolor, la muerte y la contienda.

La literatura nos saca de nosotros mismos para permitirnos ver el mundo desde “los otros”.

Nos proporciona el punto de vista de otras personas sobre la realidad, lo que nos permite ampliar nuestra percepción sobre la misma y nos permite conocernos mejor a nosotros mismos

sábado, 1 de agosto de 2020

Ventajas de la lectura

El Mundo,  "La influencia de la literatura en el cerebro: mejora las habilidades cognitivas y el equilibrio psicológico" Danilo di Diodoro (Corriere della Sera) sábado, 1 agosto 2020

"Las novelas más literarias ayudan a reconocer la complejidad del comportamiento humano y la dinámica social, mientras que las novelas de género o de entretenimiento muestran la tendencia opuesta", concluye un estudio

Leer un buen libro no solo es un placer, sino algo bueno para la salud. Estudios observacionales desarrollados durante más de 10 años, realizados en personas cercanas a la tercera edad, han demostrado que la mortalidad de los lectores habituales se reduce un 20%, algo probablemente relacionado con el efecto protector de la lectura en las habilidades cognitivas, así como en el equilibrio psicológico.

La escritura y la lectura se encuentran entre los grandes logros del homo sapiens y han contribuido a su capacidad para comunicarse y transmitir conocimientos. «La capacidad narrativa, la creación de historias, es mucho más antigua que la invención de la escritura», dice Emanuele Castano, del Departamento de Psicología y Ciencias Cognitivas de la Universidad de Trento, autor de varias investigaciones en esta área.

«La psicología evolutiva considera las historias contadas por nuestros antepasados alrededor del fuego como una actividad que ha permitido la evolución de la mente humana. En cierto sentido, son precisamente las historias las que nos hicieron humanos, dado que transmiten significados e información importantes para la vida social».

«El psicólogo cognitivo Jerome Bruner consideró la narración de historias como la forma en que damos sentido a nuestra experiencia», continúa explicando Castano. «Nuestra investigación es parte de esta línea y arroja luz sobre los efectos que la narrativa tiene sobre los procesos cognitivos: sobre cómo pensamos y no solo sobre lo que pensamos. Hicimos un estudio publicado en la revista Science que muestra cómo los diferentes tipos de historias influyen en la forma en que pensamos. Por ejemplo, las novelas más literarias aumentan nuestra capacidad para comprender mejor a los demás, lo que en las ciencias cognitivas llamamos teoría de la mente. Por el contrario, las novelas de género o más populares no parecen estimular esta capacidad, sin la cual cada interacción diaria, como las relaciones sociales, caería en el caos. La mayor parte de la investigación en este área es en psicología del desarrollo y psicopatología».

Castano ya ha colaborado con algunos colegios de California para comprender si leer novelas puede facilitar el desarrollo de la teoría de la mente y ahora está desarrollando una investigación-intervención similar en Italia, que explorará si leer narrativa puede ser útil en el tratamiento del autismo.

«Mejorar la teoría de la mente es, en todo caso, deseable incluso en adultos sin patologías. Nos ayuda a comprender mejor a los demás, facilita la empatía y el comportamiento pro-social. Obviamente, poder leer la mente de los demás también nos ayuda en la competencia. Las personas con fuertes habilidades de teoría mental tienen mejores resultados en las operaciones financieras. Algunas investigaciones que estoy completando también muestran que la teoría de la mente está en la base del pensamiento estratégico y la inteligencia maquiavélica, es decir, la capacidad de manipular la conducta de otras personas en beneficio propio».

LA LITERATURA AYUDA, LAS NOVELAS DE GÉNERO NO

El trabajo de Castano indica la existencia de una diferencia en el efecto de dos tipos de novela. La novela de género, que tiende a centrarse en la trama y utiliza más personajes unidimensionales y estereotipados; y el literario, que enfatiza la vida interior de los personajes, más compleja, opaca, algo impredecible e incluso más realista.

«La novela literaria utiliza de manera más sistemática un lenguaje que obliga al lector a hacer pausas reflexivas a través de variaciones estilísticas a nivel fonético, como aliteraciones y rimas, omisiones de elementos sintácticos, que el lector debe adivinar, y hace uso de estructuras semánticas como la metáfora», dice Castano.

«Mientras que la novela de género nos tranquiliza en nuestras expectativas y prejuicios», continúa, «la literaria, como otras formas de arte, juega con la incertidumbre y la ambigüedad, contrasta la sensación de familiaridad con los personajes y nos obliga a considerar diferentes puntos de vista y posibilidades. En nuestra última investigación, en colaboración con el filósofo italiano Pietro Perconti, concluimos que estas características también influyen en la complejidad del pensamiento y de los estilos cognitivos. Las personas que leen habitualmente novelas literarias tienen más probabilidades de reconocer la complejidad del comportamiento humano y la dinámica social, mientras que las que prefieren las novelas de género muestran la tendencia opuesta. Pero no se trata tanto de establecer una jerarquía entre los tipos de novelas», matiza el estudioso.

«Desde el punto de vista de la salud mental, las novelas literarias, al cuestionar creencias, patrones y certezas, pueden aumentar nuestra ansiedad existencial», continúa. «Las novelas de género, por otro lado, son tranquilizadoras. Sin embargo, para quienes desean un modelo de sociedad basado en los principios de la democracia libre, una dieta exclusiva de novelas populares puede ser letal. Los grandes problemas sociales y los procesos democráticos no son problemas simples y claros. Por lo tanto, un cierto grado de complejidad de análisis, de escepticismo y una mentalidad abierta a considerar diversas opiniones son valores que hay que nutrir y apoyar. Nuestra investigación sugiere que estos valores son estimulados al leer novelas literarias. Obviamente, otros productos culturales, otras experiencias y, claro, el sistema educativo también juegan un papel fundamental en este sentido. Algunos de los mecanismos sociocognitivos estimulados por la ficción probablemente estén presentes en otros productos culturales y otras experiencias», concluye.

LA GIMNASIA MENTAL NECESARIA PARA APRECIAR LA POESÍA

La neurobiología y la poesía parecen ser dos universos separados por millones de kilómetros, pero si no hubiera un cerebro capaz no solo de producirla, sino también de disfrutarla, la poesía no existiría.

«La poesía es el tipo de ficción más desafiante, capaz de revelar nuevos niveles de significado con cada lectura y relectura», dicen los psicólogos alemanes Arthur Jacobs y Roel Willems en un artículo publicado en la Review of General Psychology, «y hay un nuevo interés en la neurociencia hacia el estudio de las formas en que se produce y recibe la poesía». Su trabajo indica que para comprender la poesía y experimentar plenamente su significado, el lector debe saber cómo realizar una gimnasia mental específica y algo articulada, lo que implica la activación simultánea de diferentes áreas del cerebro.

Por ejemplo, el hipocampo y la corteza prefrontal dorsolateral deben estar activados, pero también la unión temporoparietal, que permite enriquecer la lectura con resonancias provenientes de la propia memoria, o la circunvolución frontal inferior, que participa en la separación de representaciones muy similares, como en la percepción de metáforas.

Los estudios realizados sobre la recepción de poesía se llevaron a cabo con técnicas de neuroimagen a través de las cuales se hicieron comparaciones entre leer poesía y leer piezas en prosa. «El objetivo de estos estudios era descubrir la base neuronal de la conciencia literaria», dicen los dos psicólogos alemanes. «Es decir, la capacidad de considerar, manipular y comprender el significado de textos complejos, que implican un proceso de construcción de modelos flexibles, con el fin de poder ajustarse a hilos de significado cambiante, a la sensibilidad hacia diferencias sutiles en el significado, así como a mayores habilidades de razonamiento social, probablemente basada en la empatía».


LEER EN VOZ A LOS NIÑOS MEJORA SU DESARROLLO

Cuando leemos ficción nos sumergimos en otros mundos que, a menudo, son muy diferentes al nuestro, también viajamos al pasado o incluso al futuro, y todo eso nos obliga a imaginar realidades alternativas a las conocidas, pero sobre todo interactuamos con otros individuos y con una gran variedad de roles sociales alternativos a los reales.

«Todo esto es un proceso de simulación e imaginación contrafactual que nos permite tener experiencias sociales y de relaciones casi como si fueran reales», explica Emanuele Castano. «Cuando leemos cuentos a nuestros hijos con brujas que comen niños y con monstruos terroríficos, les permitimos experimentar emociones fuertes y, por lo tanto, aprender. Un aprendizaje cuyo único riesgo es tener que hacerles un hueco en la cama si tienen miedo esa noche... En los primeros años de vida, incluso cuando los niños ya saben leer, es importante leer con ellos, de modo que aprendan a manejar la atención, comentando las situaciones que experimentan los personajes, estimulando su capacidad de anticipar situaciones y consecuencias».

Los beneficios de leer en voz alta a los niños son objeto de diversas investigaciones, incluso en el campo psicológico. Es el caso de los investigadores de la Universidad de Perugia Federico Batini y Marco Bartolucci, que estudian en varias escuelas las formas de lectura de los maestros. Su trabajo indica que leer en voz alta ayuda a los niños a mejorar algunos procesos de desarrollo importantes, como aprender a comprender sus propias emociones y las de los demás, ampliar su lenguaje y fortalecer las habilidades cognitivas básicas, como la atención, la planificación y la inteligencia verbal.

jueves, 15 de febrero de 2018

Entrevista con Carlos García Gual

Carlos García Gual: “Los alumnos pasan mucho tiempo con el móvil. No saben nada”
José Andrés Rojo 12 FEB 2018 - 10:17 CET

Ocupa el sillón J de la Real Academia Española. Escritor, catedrático y traductor, convirtió la literatura y el mundo clásico en sus pasiones. Pero el título que le atribuyen sin discusión quienes lo conocen y lo han leído es el de sabio. Pasó su infancia en el Mediterráneo, sumergido en la biblioteca de su abuelo militar. Fue un niño miope al que le gustaba poco el deporte, una rareza en su familia. Asegura que la lectura es la manera de escapar de “la prisión del presente”.

Tiene algo de exótico un catedrático (emérito) de Filología Griega en un mundo que le ha vuelto la espalda a los saberes clásicos. Por eso mismo, dice Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) hace falta “ir a las barricadas”, para seguir peleando por que a las humanidades les quede al menos un rincón. Escritor, crítico, ha recibido dos veces el Premio Nacional por algunas de sus muchas traducciones. Dirige la colección Biblioteca Clásica Gredos. Por dar noticia de la variedad de sus intereses, basta con citar algunos de sus libros: Epicuro, La secta del perro, Diccionario de mitos, Las primeras novelas, Sirenas: seducciones y metamorfosis o el último, La muerte de los héroes. Hace poco fue elegido para ocupar el sillón J de la Real Academia Española. De dónde viene, cómo fue su historia, qué España le tocó vivir: de eso tratamos en su casa de Madrid para averiguar cómo terminó convirtiéndose en un hombre sabio, un título que le otorgan sin la menor discusión cuantos lo conocen y lo han leído.

¿Qué me dice de sus primeros años?

Nací en Palma en casa de mi abuelo. Entonces se nacía en las casas. Soy el primero de seis hermanos, mi padre era militar de baja graduación. De niño iba con mi abuelo a la catedral a misa mayor (no era muy religioso, pero le gustaba la ceremonia). Al salir me encontraba con la bahía, hay un mirador estupendo, y luego estaba recorrer de un lado a otro el paseo del Born. Hasta los siete años.

Empieza ya entonces a leer. 

Mi abuelo tenía una biblioteca bastante grande y muy bien ordenada, a diferencia de la mía. La suya debía de tener 4.000 o 5.000 ejemplares y se pasó la vida ocupándose de ella. Era un hombre muy disciplinado, se levantaba a las ocho de la mañana y se acostaba a las doce de la noche después de escuchar Radio París. Siempre hacía lo mismo. Poseía unas libretas donde tenía catalogados todos sus ­libros. Tuve también un tío que escribía en los periódicos. Mi abuelo no. Se sabía poesías de memoria. Le gustaban mucho Amado Nervo, Rubén Darío y, un poco menos, Unamuno. Tenía toda la obra de Blasco Ibáñez, al que yo nunca leí por prejuicios.

“Gente como mi abuelo, con una gran cultura literaria,  que estaba al día de lo que pasaba, que anotaba sus libros, ha ido desapareciendo”

¿A qué se dedicaba su abuelo?

Era coronel de carabineros retirado. Se retiró en 1935. Los carabineros no se sumaron al alzamiento, y tal vez, de haber estado en activo, lo hubieran fusilado. El castigo que Franco les impuso fue el de mantenerles la paga de 1936, así que en los años sesenta seguía cobrando lo mismo que al empezar la guerra: mil pesetas. Tenía algún amigo general que había muerto en la mayor de las pobrezas. Ese tipo de gente, como mi abuelo, ha ido desapareciendo. Gente que poseía una gran cultura literaria, que estaba al día de lo que pasaba. Sus libros estaban anotados. Mis favoritos de su biblioteca fueron Conan Doyle y Julio Verne, en unas viejas ediciones con grabados. Yo era un niño bastante miope, con gafas. Muy poco deportista. Fui una rara avis dentro de la familia.

¿Por qué se va de Palma?

Cuando tenía ocho años, mi padre pidió el traslado a Rosas, en Girona, a una batería de montaña. Donde ahora está elBulli hubo una batería de montaña, que yo recuerdo con unos cañones tremendos. Y allí estuvimos más o menos cinco años. A mi padre le gustaba cazar y pescar. Lo había hecho en el norte de Mallorca y luego lo hizo en Rosas. A mí me gustan esos paisajes, el del Ampurdán y el de Mallorca, se parecen un poco a las islas griegas. Mi niñez y mi adolescencia están ligadas al Mediterráneo. Luego me vine a Madrid a hacer la carrera. Vine solo.

Fue hijo de militar en una dictadura gobernada por militares.

Mi padre no era nada militar, se pasaba la vida en el café. Antes de la guerra se había alistado como voluntario y lo destinaron a África. Así que vino desde allí con las tropas de los moros. Y estuvo en ­todas partes: en Brunete, en Belchite, en el Ebro. Pero era muy joven, no sé si llegó a sargento. Si se quedó en el Ejército fue porque aquella catástrofe lo dejó desconcertado. Su familia era de derechas y un hermano suyo murió en la guerra, pero terminó siendo totalmente antifranquista. Tuvo que luchar cuando debería haber estado estudiando y luego ya no pudo hacerlo. Venía de esa zona de Castilla donde estaban muy implantadas las JONS y tenía muchas ilusiones, según contaba mi madre, de que vendría un mundo mejor. Así que vivió siempre desilusionado. Hablamos poco. Me he quedado con algo pendiente. Es lo que decía Fernán Gómez sobre su padre, que nunca le pudo decir cuánto lo quería. Era una persona como bondadosa. Nunca hablaba de la guerra. Y nosotros no le preguntábamos. Tenía muchos méritos acumulados, así que eso terminó conduciéndole también a Madrid, al Ministerio del Ejército, uno o dos años después de que llegara yo.

¿De qué parte de Palencia venía?

Su padre era de San Cebrián de Campos, un sitio muy bonito cerca de Carrión, en la Castilla más antigua, en la comarca del Pisuerga. Era veterinario y, al revés del abuelo de Palma, muy desordenado. Tenía una especie de herrería en una cuadra donde también había caballos. En el patio crecía un gran moral, donde nos subíamos de pequeños y nos manchábamos enteros. Mi amor por Castilla viene de ahí. Viajábamos en tren, generalmente en vagón de tercera; éramos entonces los cuatro hermanos pequeños y mis padres. Íbamos en barco de Mallorca a Barcelona, donde mi padre, para hacer tiempo, nos llevaba a un cine de las Ramblas donde ponían películas cómicas en sesión continua: Charlot, ­Jaimito, etcétera. Y al zoo. De Barcelona solo conocíamos el cine y el zoo. Y luego íbamos a la estación de Francia y cogíamos un tren que tardaba veintitantas ­horas; hasta Valladolid primero y después a Palencia.

¿Y su madre?

Fue la que nos crio a todos. Era una mujer muy alegre, siempre rodeada de niños. No hizo nada más que cuidar de la casa. Pienso que fue feliz a medias. No le gustaba la cocina, no le gustaba coser, hubiera preferido una vida más alegre. Se vio hipote­cada por los seis hijos. Llegó a vivir muchos años, unos noventa, y en los últimos le salió un poco la amargura de haber gastado toda su vida en la familia. Tenía un fondo frívolo, le hubiera gustado que se ocuparan más de ella. Era muy tradicional.

¿Cómo terminó dedicándose al griego?

Tuve siempre vocación de letras, por el ambiente familiar. Si decidí dedicarme al griego fue porque, en Filosofía y Letras, los profesores de lenguas clásicas eran muy buenos. Francisco Rodríguez Adrados o Luis Gil, que todavía viven. De hecho, la presentación en la Academia fue promo­vida por Adrados: tenía miedo de que se quedaran sin helenistas.

¿Cómo era el Madrid de aquellos años? 

Me gustó mucho. Fui del mismo curso que Manuel Gutiérrez Aragón, Carlos Piera, Jesús Muñárriz, Lourdes Ortiz... Era una universidad muy politizada, aunque no todo el mundo lo estuviera. Algunos de mis amigos pertenecían al partido comunista. Participe en la manifestación de 1965. Me detuvieron, pero durante poco tiempo. Más adelante conocí a García Calvo y a Tovar. Entonces se leía mucho, fuera de los textos obligatorios. Era la época del existencialismo, de Sartre y Camus, a quienes se los conocía bien. Los más finos leían a Guillén o a Aleixandre. Era un mundo donde no había televisión, donde no había pantallas, y el cine español tenía cosas interesantes, no solo las comedias de Landa. Tuvo mucho éxito en aquella época la novela Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos. Todo eso ha ido desapareciendo. Ahora los alumnos leen muy poco. Fuera de lo que es obligatorio, no saben nada. Pasan mucho tiempo dedicados al móvil y no les queda casi nada para leer.

“La gente que no lee vive en la prisión del presente. La vulgaridad siempre tiene a su favor la facilidad. Es muy fácil ser vulgar, ser como todos”

Eso le debe parecer un horror, ¿no?

Soy sobre todo lector y todo lo que he escrito tiene que ver más con mis lecturas y menos con mis experiencias personales. Para mí, leer es entrar en un mundo de horizontes casi diría que infinitos. Y donde hay figuras dramáticas y situaciones y épocas que son mucho más interesantes que mi propio contexto. Quien no lee está limitado a sus circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos. Para mí, la lectura es como un campo de ­correrías. Siempre he leído y he escrito lo que me ha gustado. Seguramente por eso soy mal ejemplo para filólogos. Decía Martín de Riquer en una entrevista, aunque no es del todo exacto: “Yo no he trabajado nunca. Todo lo he hecho por placer”. Yo creo que no es incompatible lo uno con lo otro, pero a mí me pasa lo mismo: todo lo he hecho por placer. Cuando llegue al más allá no haré reclamaciones.

¿Cómo le fue en términos académicos? Comencé siendo un lingüista estructural. Me gustaba mucho la sin­taxis y el estructuralismo estaba de moda. Era una disciplina puntera e hice mi tesis sobre las voces del verbo griego, un trabajo bastante difícil, y el libro que salió de ahí me sigue pareciendo estupendo. Se publicó en 1970. Me apasiona el griego y he traducido mucho. Pero, sí, he derivado hacia la literatura. Me gusta la épica, me gustan las aventuras. Luego también me he metido en los mitos artúricos. Mi atracción ha pasado de los clásicos al mundo de la mitología. He trabajado bastante en la literatura comparada, las literaturas medievales inglesa, francesa, alemana. No he tratado la literatura más cercana, sino la que está más distante. Al terminar, fui catedrático un año en Granada y seis en Barcelona, pero siempre hemos tenido la unión con Madrid, porque mi mujer era de Madrid.

¿Y qué pasó con el griego?

Sigo acudiendo mucho a los griegos. La Iliada, la Odisea, las grandes obras trágicas me atraen mucho; también Platón. Me han gustado asimismo textos un poco raros, que ni siquiera estaban en español. Yo traduje, por ejemplo, El viaje de los argonautas, de Apolonio de Rodas. Y también la vida de Alejandro, de Pseudo Calístenes. Es un griego, seguramente egipcio que escribía en griego, y se ocupa del mito de Alejandro 400 años después de su muerte. Ahí ya están algunas de sus grandes aventuras: un viaje en globo a las alturas, un viaje en una bola de cristal al fondo del mar, el encuentro con los árboles parlantes. En España todo eso está en el Libro de Alexandre, del primer tercio del siglo XIII.

Aventuras y aventuras.

Me atraen las aventuras míticas, que tienen su lado fabuloso. Por eso en la última versión de mi libro sobre los mitos he metido a uno que hasta ahora no me atrevía: Tarzán. Es un héroe moderno, pero no es galáctico. No puedes compararlo con Superman, y me parece mucho más interesante aunque políticamente incorrecto. Es el niño blanco, de buena familia inglesa, que recupera en medio de la selva y los monos todo el mundo victoriano.

Y la política, ¿no le ha atraído nunca?

Me he mantenido siempre bastante apartado. De ideas soy de izquierdas, me gusta el marxismo teórico, pero creo que la práctica lo ha desprestigiado mucho. Nunca he pertenecido a ningún grupo político, aunque he sentido cierta simpatía por el socialismo de la época de Felipe González. Y soy un admirador de la Transición: aunque tiene sus limitaciones, fue un gran avance. Vengo de la época franquista y nunca he podido aceptar el mundo de la censura. Hice un viaje a Cuba para estar dos semanas como comisario de libros. No pude aguantar más que una. Era un mundo donde no había periódicos y donde la gente que acudía a las conversaciones venía con ideas previas, con sus papelitos para censurar.

También se ha ocupado del pensamiento. 

Sí, la filosofía ha sido muy importante para mí. He escrito prólogos para libros de Platón, Aristóteles, para otros grandes. Pero también, y fundamentalmente, he abierto la línea sobre Epicuro y los cínicos. Mis libros fueron anteriores a cuando se pusieron de moda. Todo el mundo habla ya de Epicuro, pero mi libro fue de los años ochenta. Y luego están los cínicos, a los que se llamaba la “secta del perro”. Me gusta lo que hay en ellos de búsqueda de una felicidad terrestre y su desconfianza en el idealismo y las falsas ideas, y esa búsqueda de la amistad, de una sociedad sin grandes pretensiones pero muy humana. Los cínicos me han hecho gracia, y eso que yo soy más epicúreo que cínico. Me han interesado como movimiento de protesta con una gran dosis de humor, de un humor punzante. Eran muy anarquistas.

Le interesa, por lo que veo, lo más próximo, lo que está escrito en letras minúsculas. 

Como los epicúreos, creo en la amistad. Pero en unos cuantos amigos, a los que se pueda tratar de verdad. Toda esta gente que a través del móvil tiene cientos de miles de amigos, pues eso me parece una tontería. No creo en las grandes palabras huecas.

¿Le gustó su paso por la universidad? 

Me ha gustado dar clases. Otros aspectos de la universidad ya me gustan menos. Toda la cosa burocrática, los programas de investigación que te permiten viajar, todo eso no me ha interesado. Fui dos años vicerrector en la UNED y las reuniones me aburrían mucho. Me gusta el griego. He tenido pocos alumnos porque me tocó ya la época en la que el griego dejó de ser la asignatura que debía cursar todo el mundo, por lo menos durante los primeros años de comunes. Mantengo muy buenas relaciones con algunos alumnos, hace unas semanas coincidí con los de la promoción de 1970.

¿Cómo ve las cosas ahora?

Hay un prejuicio funesto que es el de la rentabilidad. Obtener algo de inmediato, que la gente estudie para colocarse. Conocer unas cuantas materias y un poco de inglés. Creo que todo eso es un empobrecimiento. El ser humano tiene unas capacidades imaginativas, y de memoria y de entendimiento, que se abren con la cultura. Pero eso a los Gobiernos de ahora no les interesa. No es rentable para ellos como políticos y, piensan, tampoco es rentable para los que tienen que colocarse. Pero reducir la vida a eso es un poco triste. Hay tiempo para todo: se puede ser un buen lector y un buen ingeniero. Esta es una batalla, la batalla de las humanidades, perdida. En grandes líneas. Pero puede haber focos de resistencia. Hay que volver a las barricadas, individuales y de pequeños grupos. El lector seguirá existiendo, aunque sea en este mundo hostil. Serán minoría, pero existirán. La lectura está unida a la crítica y a los grandes horizontes. La gente que no lee es gente de mentalidad muy reducida: viven en la prisión del presente.

¿Hay alguna salida?

Es difícil. La vulgaridad tiene siempre a su favor la facilidad. Es muy fácil ser vulgar, ser como todos, el mínimo común denominador. Es lo que hay.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Los niños ya no saben leer, se ha jodido todo

Luis Alemany, "Los niños ya no saben leer. Se ha jodido todo", El País, 20 NOV. 2017

El profesor Miguel Díez Rodríguez, autor de Cómo enseñar a leer en clase. Memorias de un viejo profesor clama contra el abandono de la Lengua y la Literatura en los planes de estudios
El profesor Miguel Díez Rodríguez fue casi famoso en 1985, cuando editó Antología del cuento literario, una selección de 25 relatos entre los que leía a sus alumnos. «En las clases leía cuentos de Poe, de Rulfo... Y los chicos encantados». De aquella antología se vendieron medio millón de ejemplares. 32 años después, Díez publica Cómo enseñar a leer en clase (Reino de Cordelia) que es lo mismo pero con matices: el propósito ya no es la excelencia lectora sino la supervivencia de la literatura como una forma de conocimiento relevante en la educación.

Ya no me acuerdo de cuánta Lengua y Literatura dábamos en BUP y COU.

En primero, cinco horas semanales de Lengua. En segundo, cinco de Literatura Española. En tercero estaba la opción de Literatura Universal que eran cuatro horas. Era el mejor curso que había. Y en COU, tres horas de lengua obligatorias y la opción de Literatura Española y Latinoamericana.

¿Y después?

Después vino la LOGSE que decía que lo importante era que los niños vinieran contentos a clases. Un buenismo que inventaron psicopedagogos en un laboratorio, gente que en la vida había pisado un aula con 30 chavales. Todo lo que vino después fue horrible, todo, lo de los socialistas y lo de los del PP. Ángel Gabilondo propuso reformas que estaban bien pero no le dejaron.

¿Y qué fue de Lengua y Literatura?

Literatura se ha convertido en todo lo que odiábamos: se enseñan datos y no se lee. «Lope de Vega nació nosedónde el año tal». Y la lengua está pésimamente enfocada.El chaval aprende a hacer análisis sintácticos en cuarto de la ESO y se pasa repitiendo lo mismo dos años más. En cambio, nadie le enseña a leer. No entiende qué pone la frase que ha analizado. Se ha jodido todo. Y así quedamos como quedamos en el Informe Pisa, a la altura del betún.

Bueno...

Leer exige concentración, tranquilidad, respeto. Antes, yo le daba a mis alumnos El guardián entre el centeno y lo leían como obsesos.Cómo no iban a hacerlo, si la adolescencia está ahí, perfectamente actual. Ahora, no lo entienden, así de sencillo. Eso si no ha aparecido antes un padre que vete el libro porque hay una escena en la que Caufeld llama a unas prostitutas. Y yo pienso: debe de ser que soy un hombre muy viejo porque el que no entiende nada soy yo.

Pero se venden muchos libros para críos. Aunque estén más dirigidos al entretenimiento que a desarrollar una educación literaria...

Los niños leen. Hasta los 12 años sí que leen. Después... Yo lo entiendo, hay tantas distracciones a su alcance.

El hecho de que para algunos de nosotros sea importante la literatura no significa que lo tenga que ser para todo el mundo.

Estoy de acuerdo, se puede vivir y ser un buen ciudadano sin que la literatura te importe mucho. Pero sin leer es imposible. En España estamos en un 50% de población que no lee nunca. En Suecia, es un 30%. Y en Estados Unidos es mucho más. Luego no hay que sorprenderse si votan a Donald Trump.

sábado, 18 de noviembre de 2017

La utopía de las bibliotecas ideales

Jordi Llovet "La utopía de las bibliotecas ideales" El País, 17-XI-2017:

La democracia diluye los dogmas y el canon cambia según las épocas y los lectores. Siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Tennyson merecía más espacio en las enciclopedias que Flaubert

Preguntarse hoy por una “biblioteca ideal” resulta casi una utopía, además de un anacronismo: este es el daño que le ha hecho a la producción literaria la mercadotecnia y la falta de un conocimiento consolidado por parte del lector común en materia de literatura.

Es posible que en la Grecia del siglo V existiera algo así como una “biblioteca ideal”, como lo atestigua la colección, perdida en buena parte pero documentada, de la biblioteca de Alejandría. Salvo en casos de pérdida irremisible de muchas obras de la antigüedad, aquella biblioteca helenística debió de poseer lo que la tradición había llegado a considerar la gran literatura en lengua griega. Sucedió lo mismo en Roma, cuyos “rollos” de escritura, aun cuando fuesen de una calidad literaria menos homogénea que la griega, demostrarían que los rétores, los gramáticos y los filósofos tuvieron claro qué era lo que podía considerarse ideal —de acuerdo con baremos religiosos, estéticos, políticos y didácticos—, y qué debía ser considerado non classicus, es decir, de poca categoría.

También en la Edad Media resultaron vigentes varios criterios, además del que concibió el de Aquino, tan aristotélico —ad pulchritudinem tria requirintur: integritas, consonantia, claritas—, para considerar qué era lo bueno, o lo ideal, y qué lo secundario, gracias a la autoridad de la compleja red de valores propia de los largos siglos tardorromanos, y luego neolatinos, basada primero en la teología cristiana, y luego en el no menos poderoso código —a partir del siglo XII—, de la sociedad caballeresca y feudal. La producción de literatura era entonces tan escasa, y se encontraba tan anclada en modelos que, directa o indirectamente, procedían del dogma cristiano, que era poco concebible la creación de poesía, teatro o épica contraria a una ideología y unos mitos que, como la realeza, se hallaban por fuerza impregnados de símbolos y argumentos predeterminados e ineludibles. Las bibliotecas medievales —dejando a un lado los clásicos conservados por las órdenes monásticas y las casas nobles— fueron casi siempre representaciones de un mundo simbólico en el que tenían un papel muy poco significativo las muestras “heréticas”, paganas o no canónicas, de expresión literaria.

Solo a partir del humanismo, o a partir de fenómenos como la invención de la imprenta, el redescubrimiento de la grandeza de las literaturas griega y latina, la consolidación de las lenguas vulgares, la labor de los traductores o el contacto frecuente entre hombres de letras de países muy diversos, solo entonces, y de un modo progresivo, la literatura proliferó de un modo extraordinario; y los marcos conceptuales, o los “campos” de lo literario se volvieron tan distintos, que surgió por vez primera, en nuestra civilización escrita, una enorme disparidad de criterios, de géneros literarios, de asuntos y de públicos lectores u oidores de lo que empezó a constituirse, con mucha entidad y cada vez mayor autonomía, el ámbito universal de lo literario.

A partir de los primeros siglos modernos, el panorama literario presentó tal variedad de formas, de recursos y de regulación estética, que ya entonces podría haberse iniciado la disputa —tan poderosa durante el siglo XVIII— acerca de lo clásico y lo moderno, lo bueno y lo malo, lo ideal y lo rechazable. Cada vez más, escribir se convirtió en un trabajo independiente de nuestra herencia clásica, y los libros, cuando ya eran propiamente los códices asequibles que seguimos usando, respondieron a criterios desgajados de todo dogmatismo, proclives a satisfacer gustos distintos, amigos de la novedad y la singularidad. No cabe duda de que los clásicos grecolatinos, o la propia Biblia, siguieron aquilatando una gran parte de las literaturas modernas y contemporáneas —véase Moby Dick, de Melville, por ejemplo, e incluso Ulysses, de Joyce—, pero esta influencia, en el seno de producciones enteramente libres, pasó a convertirse en solo una referencia de autoridad, un vestigio agradecido del acervo antiguo.

Las bibliotecas medievales fueron casi siempre representaciones de un mundo simbólico en el que tenían un papel muy poco significativo las muestras “heréticas”, paganas o no canónicas, de expresión literaria

Más varió aún el panorama cuando, en la época posterior a la Ilustración, las literaturas conocieron un despliegue de una osadía fabulosa —así las literaturas del Romanticismo—, los índices de alfabetización se multiplicaron de manera exponencial, y la lectura se convirtió en un hábito cada vez más extendido, más “democrático” y menos sujeto a cualquier forma de mitología colectiva o de dogmatismo teológico. Si todavía en los siglos renacentistas o en el Grand Siècle francés se pudo hablar de una “biblioteca ideal” o de lo que podía ser idealmente la “buena literatura”, parece claro que, entre el siglo XIX y nuestros días, la literatura rebosó por completo los márgenes de la tradición y lo “canónico”; de modo que actualmente no hay casi ninguna instancia que pueda arrogarse el derecho a establecer el listado de lo que llamaríamos “la biblioteca ideal”.

Harold Bloom presentó uno, muy famoso, en su libro El canon occidental, en el que, sin disimulo alguno, privilegiaba a la literatura inglesa, y a Shakespeare en especial, con la más absoluta tranquilidad. Una tarea así resulta siempre inútil, por cuanto existen, en nuestro continente, muchos autores y libros hoy poco leídos, pero de gran categoría, que durante un tiempo ascendieron al canon literario o cayeron de él por razones que suelen ser circunstanciales, ideológicas o partidistas. No hay más que ver la lista de los autores premiados con el Nobel de literatura para darse cuenta de que muchos de ellos subieron al Parnaso del canon literario —como pasó con el parnaso cervantino— para caer de él al cabo de pocos decenios, si no años: véase el caso de nuestros Echegaray y Benavente, o los casos de R.C Eucken (Alemania), W. Reymond (Polonia), o E.A. Karlfeldt (Suecia).

La undécima edición de The Encyclopaedia Britannica (1911, con dos volúmenes complementarios de 1920), en opinión de Borges la mejor edición de cuantas se han estampado de esta enciclopedia ejemplar, apenas sabía en esa fecha quiénes eran Flaubert, Melville o Hölderlin, pero dedicaba a Alfred Lord Tennyson, un poeta de autoridad muy relativa, doce columnas.

No hay más que ver la lista de premiados con el Nobel para darse cuenta de que muchos subieron al canon literario para caer de él al cabo de pocos decenios, si no años

Basten estos ejemplos para comprender que las listas de una “biblioteca ideal” pecan siempre de alguna arbitrariedad y suelen tener un valor epocal, refigurado con el paso de los años gracias al número de ediciones y de lectores que puede llegar a poseer un libro, por la entronización de determinados autores a cargo de la academia o de colectivos fanáticos, o por el reconocimiento tardío de ciertos valores que han pasado siglos en el desván del olvido.

La academia, y con ella los programas de enseñanza de la literatura en escuelas y universidades, serían desde hace tiempo la única garantía de conservación de un criterio estético en relación con el mercado y la difusión de productos literarios. Invisible e ineficaz, cada vez más, la autoridad de esas instancias, lo que corresponde es suponer que cada lector posee hoy su biblioteca de excelencias. Así lo apreciaba ya Paul Valéry en una entrada de sus Cahiers, bajo el epígrafe “Obras maestras”: “No es nunca el autor quien hace una obra maestra. La obra maestra se debe a los lectores, a la calidad del lector. Lector ceñido, con finura, con parsimonia, con tiempo y una ingenuidad armada [...] Solo él puede conseguir la obra maestra, exigir la particularidad, el cuidado, los efectos inagotables, el rigor, la elegancia, la perdurabilidad, la relectura de un libro”. Valéry se refería a lectores muy capaces, como él mismo, pero es posible que, en estos momentos, ni siquiera existan esos finos lectores en términos generales. Por consiguiente, quizá deberíamos suponer que, para el lector común de nuestros días, no exista mejor biblioteca ideal que aquella que él ha leído con placer y que, en el mejor de los casos, en un gesto nuevamente benedictino, conservará en su biblioteca hasta la muerte.

JORDI LLOVET es catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona

martes, 24 de octubre de 2017

Libros para algo

Borja Hermoso “El profesor que triunfa en la universidad es el burócrata" El ensayista Nuccio Ordine aspira a ofrecer pistas para quienes el dinero no lo es todo con su nuevo libro, 'Clásicos para la vida' El País, 24 OCT 2017 

A bordo de un impecable look de ejecutivo -traje azul oscuro, camisa blanca y corbata roja- rematado por unas aparatosas botas deportivas color arena viaja Nuccio Ordine (Diamante, Italia, 1958). Estamos ante un ciudadano, un profesor y un ensayista que se ha empeñado en resistir. Resistir, desde la defensa de las humanidades y la enseñanza de los clásicos, a la inercia inexorable de la consabida deriva mercantilista.

Por eso Ordine se indigna contra la transformación de las universidades como templos del saber en factorías de nuevos profesionales perfectamente diseñados para el mercado. Por eso clama contra la derrota del pensamiento frente al dinero, y del corto frente al largo plazo, y por eso lo cuenta en libros-manifiesto de lectura apasionante. Fue el caso de La utilidad de lo inútil (traducido ya a 20 idiomas en 30 países), un verdadero fenómeno editorial consistente en la reivindicación furiosa de las inútiles humanidades -más necesarias que nunca, sostiene- frente a los saberes útiles, con la ayuda de un buen puñado de filósofos y escritores de todas las épocas.

Y es el caso de su nuevo libro, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal, en el que el profesor de la Universidad de Calabria, lejos de pretender establecer un canon literario-filosófico, solo aspira a ofrecer pistas, balizas a navegantes para quienes, definitivamente, el dinero no lo es todo. También están Einstein, Thomas Mann y Montaigne. Tanto La utilidad de lo inútil como Clásicos para la vida están editados en castellano por Acantilado, y en catalán por Quaderns Crema. Ordine estuvo ayer en Barcelona para hablar de su nuevo ensayo y para inaugurar, junto al compositor y violagambista Jordi Savall, un nuevo ciclo de Conversaciones en La Pedrera.

Las grandes obras literarias y filosóficas no deberían ser leídas para aprobar un examen sino para, en primer lugar, experimentar placer y, en segundo, mejorar como personas. Ese es el punto de partida para este experto en el Renacimiento y en la vida y la obra de Giordano Bruno. Pero Nuccio Ordine no es un ingenuo y sabe que la batalla está perdida de antemano. "El poder nunca ha querido gente cultivada, así es más fácil hacerle creer cosas. Cuando no eres una persona cultivada, no tienes capacidad crítica. Maquiavelo decía que la humanidad se divide entre los que saben y los que no saben. El que sabe tiene siempre una posición dominante. El segundo es un esclavo del otro", ha explicado este lunes en una conversación con este diario.

Considera Ordine que el presente en lo que a la educación y la cultura se refiere es un espejo del pensamiento único y de la desidia, cuando no la consciente negación de la enseñanza. Así lo argumenta: "Cada vez más, en los institutos y en las universidades el profesor que triunfa es el profesor burócrata, ese que se dedica a redactar informes sin parar y que frecuenta todos los consejos. Paradójicamente, el profesor que se dedica a hacer de profesor se ha convertido en algo marginal dentro del sistema. Esto es gravísimo". ¿Su propuesta?: "La universidad y la escuela deben volver al espíritu para el que fueron fundadas. La palabra escuela viene del griego skolé, que significa 'tiempo libre', 'ocio'. significa que no debes hacer algo porque te sientes presionado por una exigencia práctica, sino por ti, para mejorar".

Para combatir ese fatalismo, en los últimos 15 años Ordine ha leído ante sus alumnos un gran número de pasajes de obras de escritores o pensadores no necesariamente ligadas al temario que tocaba. Desde Borges hasta Pessoa y desde Maquiavelo hasta Cervantes, pasando por Goëthe, Saint-Exupéry, Ludovico Ariosto, Montesquieu, Homero, Hipócrates o Stefan Zweig entre otras decenas de nombres, los ha relacionado con cuestiones de actualidad. Así ha demostrado lo que perseguía: que los clásicos no solo ofrecen placer. También ofrecen soluciones.

Casi todo es, para él, una cuestión de disyuntiva entre el corto y el largo plazo. Eso afecta a la praxis política. Eso afecta a la educación. Eso afecta al compromiso o no de quienes disponen del dinero a la hora de ayudar a crear mejores generaciones de ciudadanos. "El mercado te exige hoy una cosa que en seis ya no es válida. Eso impide ver las cosas a largo plazo. Las profesiones y los oficios nacen y desaparecen a toda velocidad. Pero en la enseñanza y el aprendizaje en profundidad, los plazos son de 20 o 25 años. ¿Y cómo vas a aplicarle a la enseñanza una lógica de mercado si a los 25 años absolutamente todo habrá cambiado?". Pero queda, asegura, un resquicio de esperanza: "Hay algo que ni todo el dinero del mundo puede comprar: el saber. Eso es fruto de un esfuerzo que solo tú puedes hacer, y ahí nadie puede sustituirte".

Pone a Nietschze y su elogio de la lentitud en el aprendizaje como uno de los modelos a seguir. Y subraya que, mientras los sistemas de educación occidentales avanzan a toda velocidad hacia otro modelo, el consistente en factorías de robots humanos utilísimos, incultísimos y autoconvencidísimos de su excelencia, un país tan hipertecnológico y tan cibernético como Corea del Sur intensifica sus inversiones en educación humanística. "¿Sabe usted que hace cosa de un año la Unesco organizó una especie de campeonatos mundiales de filosofía y que los dos primeros clasificados fueron dos surcoreanos?", pregunta Nuccio Ordine.

"CHOCANDO PARED CONTRA PARED, TODOS PERDERÁN: CATALUÑA Y ESPAÑA"

Nuccio Ordine visitaba Barcelona y la pregunta no se hizo esperar. Una periodista le inquirió acerca de qué autor clásico recomendaría para entender lo que está pasando en Cataluña. El profesor italiano no se anduvo con rodeos: "Chocando pared contra pared todos saldrán perdiendo, Cataluña y España. El pueblo catalán, de gran apertura, tiene que pensar en una Europa unida y en hacer desaparecer las barreras entre Cataluña, España, Italia, Francia. para estar orgullosos de nuestra cultura tenemos que estar orgullosos de Europa". Y acabó así: "Homero no es griego, es de todos. Cervantes no es español, es patrimonio de todos. Y Ausiàs March no es valenciano, es de todos".

La utilidad de lo inútil
NUCCIO ORDINE
2013

SINOPSIS

CHRISTIAN GÁLVEZ para LIBROTEA: "Imprescindible como fuente de inspiración. Este manifiesto resalta la importancia de la curiosidad, esa necesidad innata de saber, frente al único objetivo de generar beneficios desplazando la realización personal."

ANA MILÁN para LIBROTEA: "Bastan 171 páginas para entender que no todo lo que nos nutre tiene un fin económico. Que el alma y el espíritu se nutren a menudo de luces y sombras que no son tangibles más que en el interior."


El oxímoron evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración. La paradójica 'utilidad' a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. [...] Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espiritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante 'homo sapiens' pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad. NUCCIO ORDINE "Algunos impenitentes agradecemos a Nuccio Ordine su manifiesto La utilidad de lo inútil en el que repasa las opiniones de filósofos y escritores sobre la importancia de seguir tutelando en escuelas y universidades ese afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico en el que tradicionalmente se ha basado la dignitas hominis". Fernando Savater "Un libro necesario… una guía en esta vida adentellada por la crisis, por el ansia de eficiencia, por las quiebras". Roberto Saviano "En medio de este panorama, resulta oportuno que Nuccio Ordine haya publicado un libro en que alaba los saberes tradicionalmente considerados “inútiles” y que llegue, incluso, a darles la vuelta a los conceptos, considerando que los saberes humanísticos son más útiles que los supuestos saberes económicos". Jordi Llovet, El País