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viernes, 1 de diciembre de 2023

Análisis de libros, portales en Internet

¿Dónde puedo encontrar crítica literaria y análisis crítico detallado de libros premiados, orientados a adultos instruidos?

Estos son algunos entre los mejores:

Crítica de libros (contiene reseñas y recensiones de libros clásicos de todas las culturas y épocas)

Revista de Libros (Contiene reseñas y recensiones de libros más actuales)

El Cultural (suplemento cultural del diario madrileño El Mundo. Contiene reseñas y recensiones de libros actuales agrupados por géneros, y además tiene secciones dedicadas a otras ramas de la cultura)

TodoLiteratura (Contiene reseñas y recensiones por géneros y temas, y además permite suscribirse a su boletín de novedades en línea)

lunes, 7 de agosto de 2023

¿Qué libros ya no existen en el mundo?

 ¿Qué libros ya no existen en el mundo?

1.Los que se inventan escritores de ficción como Lovecraft y seguidores.

2.Los que desaparecieron por las escasas copias que existían de ellos

3.Los que se destruyeron en diversos bibliocaustos desde que el primer emperador de China empezó la costumbre.

4.Los que perecieron en expurgos de bibliotecas o resquebrajó y quemó la lignina ácida de su papel.

5.Aquellos que exponían materias tan vergonzosas, secretas, peligrosas o esotéricas que quien los leía luego los quemaba.

,6. Los que eran tan malos, aburridos o breves o eran de material tan deleznable y degradable que se leían y se tiraban a la basuras.

7.Los que se comieron los xilófagos.

8. Los que se escondieron tanto que ya nadie sabe donde están.

9. Los que están tan mal catalogados que nunca han sido identificados correctamente y por tanto no han sido retirados de una biblioteca y leídos.

10. Los que aguardan en algún sótano de una casa abandonada mientras los devoran las ratas y el olvido o los que cuyo papel sirve para ser reciclado en otro libro.

11.Algunos que escribieron los hebreos y cita la Biblia, u hombres y mujeres que nunca salieron de casa y nunca importaron a nadie, de modo que sus herederos tiraron sus obras a la basura o las dieron al trapero.

12. Aquellos que reseñaban Stanislaw Lem o Borges.

13. Los libros que consultamos en las estanterías de los sueños

14. Los del cementerio de los libros olvidados de Ruiz Zafón.

15. Los que fueron censurados tan a fondo por el Index librorum prohibitorum que ya no queda ni un renglón.

16. Los que por carecer de título, autor o partes y muchas páginas esenciales ni siquiera sabemos nombrar y están reducidos a los harapos de unos cortos fragmentos, citas o escuetos epítomes.

17. Los que están escritos en una lengua desaparecida, desconocida o con una clave indescifrable, o se encuentran en la Biblioteca de Babel de Borges.

18. Los que hay en los llamados '"infiernos" de las bibliotecas y en los archivos secretos del Vaticano.

19. Los que quemó Pepe Carvalho.

20. Los que no salvó del olvido el gran libro de Fernando Báez.

21. Los manuscritos únicos que quemaban los escritores y artistas bohemios de Henri Murger a la fuerza para calentarse del frío en su ático-buhardilla parisino expuesto a los cuatro vientos.

22. Los que fueron tan refundidos, adaptados, resumidos, ampliados, corregidos, interpolados, deturpados, traducidos, censurados, reelaborados y reescritos en la India, China y Egipto que ya nadie sabe quién o quiénes los escribieron, donde empiezan o acaban, qué les sobra o falta y de qué trataban al menos en algunas de sus versiones.

23. Las caras ediciones únicas y manuscritos robados que no pueden enseñarse por razones obvias o que poseen coleccionistas chalados como algunos que yo me sé.

24. Los que perecieron en Bagdad, Alejandría y Córdoba.

25. Los borradores que se quemaron en la torre china de Changshá.

26. Los que rechazan todas las editoriales.

27. Los que no llegaron a publicar los heterónimos de Fernando Pessoa.

28. Todo aquel que alguien escribió para sí mismo.

29. Aquellos a los que se cambió el título y ya nadie sabe identificar.

30. Los que Cervantes dijo que quería escribir en la dedicatoria del Persiles, poco antes de morir: Las semanas del jardín, el Bernardo, la Segunda parte de la Galatea.

31. Las copias únicas de piezas teatrales que se quemaron en el teatro del Globo, en Londres.

viernes, 17 de julio de 2020

Escritores hablando de escritores

Día del libro: Lo que los escritores piensan de otros escritores

MANUEL LLORENTE, El Mundo, 22 ABR. 2018 04:05

Cuenta Mario Vargas Llosa que la lectura de Madame Bovary, cuando tenía 23 años, le cambió la vida. En el verano de 1959 se encontraba en París con poco dinero y la promesa de una beca, pero tenía lo suficiente como para comprarse el libro de Flaubert que devoró en el hotel Wetter hasta terminarlo. Parece ser que de un tirón. Algo parecido le ocurrió a Antonio Muñoz Molina. En 2013, escribió, no tenía noticias de James Salter pero abrió Años luz y estuvo leyendo sin parar la novela hasta que al día siguiente acabó con ella. La pasión con que estos dos escritores contagian su entusiasmo por un autor o un libro es impagable. No sólo sugieren sino que te convencen de que debes leer a tal autor o tal libro con la fe de un converso. Vargas Llosa reunió en La verdad de las mentiras (Suma de letras) algunos de los títulos clave de la narrativa de los siglos XIX y XX. En 10/20 páginas persuade de la necesidad de leer Lolita (Nabokov), Sostiene Pereira (Tabucchi), El corazón de las tinieblas (Conrad), La señora Dalloway (Virginia Woolf), El extranjero (Camus), Dublineses (Joyce)... con un lenguaje claro, directo, imbatible. ¿Que alguien no tiene claro qué libro empezar? Aquí está no una sino hasta 35 posibilidades.Fernando Aramburu firmó con Las letras entornadas (Tusquets) un peculiar libro: cada jueves visitaba a un hombre anciano, casi ciego, en su ático y allí, con una botella de vino que compartían, iban hablando de Cernuda, Thomas Mann, Gabriel Celaya, Ramiro Pinilla o Mercè Rodoreda. A través de estas páginas nos enteramos también de que el primer libro que leyó Aramburu fue Lazarillo de Tormes en la "edición económica Austral" y cómo mediante el duro que le daba su abuela Juana Goicoechea fue comprándose tebeos en una librería del barrio de El Antiguo, de Roy Rogers o El Llanero Solitario y luego El gran torbellino del mundo, de Pío Baroja, Larra, Bécquer (siempre en Austral). Más tarde fue profesor en Alemania durante 24 años y con el tiempo surgiría Patria.También de San Sebastián es Fernando Savater, acérrimo defensor de los clásicos que han sido consuelo y cobijo en nuestra infancia. No ahorra adjetivos el catedrático de Filosofía y uno de los más grandes divulgadores (y no sólo) de la literatura de aventuras. En La infancia recuperada (Taurus) da buena cuenta de ello. Allí se agolpan Tolkien, Julio Verne y Emilio Salgari, pero también Richmal Crompton, Daniel Defoe y Zane Grey. Y Jack London y sir Arthur Conan Doyle. Y Karl May, del que escribe: "El lector de Karl May se encuentra en la estupenda disposición del perfecto aficionado literario a la aventura: saber que en cada página va a pasar algo y que ese algo puede ser cualquier cosa". De Savater también cabe mencionar Aquí viven leones. Viaje a las guaridas de los grandes escritores (Debate), firmado con su mujer, Sara Torres, su particular viaje por los lugares que habitaron Shakespeare, Leopardi, Agatha Christie, Valle-Inclán o Stefan Zweig. Y quien quiera lograr una brújula con la que adentrarse por los universos de todas las artes que interesan e inquietan al poeta y periodista de EL MUNDO Antonio Lucas, no hay como sumergirse en Vidas de santos (Círculo de Tiza). El "príncipe de los poetas", como le bautizó hace ya años Raúl del Pozo, ató algunos artículos publicados en este periódico por los que van y vienen su Arthur Rimbaud, Félix Francisco Casanova, Carson McCullers, Anaïs Nin, Sánchez Ferlosio y Carlos Oroza: "Era el beat de la bohemia de los cafés. El poeta que escribía prendiendo un barreno de dinamita (...), Carlos Oroza, vivía con una dieta de saimazas que nunca pagaba. Algunos días echaba el lazo a una estudiante con los dedos manchados de boli y entonces cambiaba el registro del cortado largo de leche por unas espinacas rehogadas en El Comunista".

Un sabio de las letras es/fue Vladimir Nabokov, que jamás tejió una frase que no hubiera escrito antes (ni siquiera para las entrevistas). Fruto de su trabajo como profesor en las universidades de Wellesley y Cornell (EEUU) se recogieron sus lecciones de clase en Curso de literatura rusa (Chejov, Tolstoi, Dostoyevski...) y Curso de literatura europea (Austen, Dickens, Proust, Kafka...), los dos títulos en Ediciones B. Puede que no se comulgue con todas sus ideas (sus recelos sobre el Quijote, por ejemplo), pero ahí están.La recuperación de series de artículos publicados anteriormente en prensa y luego editados en libros permite recuperar textos perdidos. Es el caso de la galería de personajes que Manuel Vicent reunió en Los últimos mohicanos (Alfaguara). Por allí desfilan, a su particular modo, Azorín, Umbral, Gómez de la Serna, González-Ruano, Vázquez Montalbán o Chaves Nogales. Javier Marías nos acerca en Vidas escritas (Debolsillo) a la obra de escritores conocidos o no tanto a través de algunas de sus peripecias vitales, otro modo de adentrarnos en los complicados y curiosos autores tan dispares como Lampedusa, Djuna Barnes, Adah Isaacs Menken, Mishima, Laurence Sterne o Faulkner ("Quiere la leyenda cursi de la literatura que William Faulkner escribiera su novela Mientras agonizo en el plazo de seis semanas y en la más precaria de las situaciones, a saber: mientras trabajaba de noche en una mina, con los folios apoyados en la carretilla volcada y alumbrándose con la mortecina linterna de su propio caso polvoriento").Hace una semanas hubo noticias (escasas) de Philip Roth, ya retirado voluntariamente de la literatura. Contaba sus numerosas lecturas, sobre todo de Historia, pero para nuestro consuelo pueden conseguirse las entrevistas que mantuvo en su momento con algunos de sus compañeros de armas más próximos (El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras, Seix Barral), muchos ya fallecidos: Primo Levi, Aharon Appelfeld, Saul Bellow, Mary McCarthy, Bruno Schulz, Malamud o Edna O'Brien.Y quien logre hallar Los hechiceros de la palabra (edciones m.r.), de Montserrat Roig, tendrá un tesoro. La escritora recopiló unas atrevidas, respetuosas y sugerentes entrevistas a personajes como Llorenç Villalonga (un encuentro inquietante), Benet (la tensión entre ellos se palpa) o Josep Pla ("sus palabras resultan fehacientes, fecundas, vivas"). El periodista Xavi Ayén aunó en el volumen La vuelta al mundo en 80 autores (librosdevanguardia) a un buen puñado de autores que fue entrevistando y que suponen todo un referente: Günter Grass, Imre Kertész, Lawrence Ferlinghetti, Wislawa Szymborska, Naguib Mahfuz, E.L. Doctorow, Haruki Murakami, Toni Morrison...Hay que tener, también, muy en cuenta el libro Hablan los escritores (Kairós), pues además de un largo encuentro (a veces en varios momentos) con el autor se incluye una introducción que siempre viene bien. Una breve lista que habla por sí sola: Ezra Pound, T.S. Eliot, Hemingway, Saul Bellow, Norman Mailer, Henry Miller, Evelyn Waugh... Y en otro volumen de la misma editorial, Conversaciones con escritores, la nómina se amplía: Robert Graves, Steinbeck, Kerouac, Burgess, Updike...La poeta Ana Maria Moix vivió aquella Barcelona irrepetible de los 60 y 70 cuando coincidieron en esa ciudad un tropel de creadores que hoy son leyenda. A algunos les engatusó para que hablaran de lo suyo y así nos dejó en herencia 24 x 24 (Península), unos encuentros fascinantes fijados con fotos de Colita: Carlos Barral, Rosa Chacel, Ángel González, su hermano Terenci, Pere Gimferrer, García Márquez, Mario Vargas Llosa y Jaime Gil de Biedma. Gracias a Ana Maria Moix sabemos cómo y por qué escribía el autor de Moralidades en 1973: "Escribo poco, sólo lo hago cuando es absolutamente necesario. A veces se me ocurre un poema y luego se me queda en una sola frase. Un poema viene cuando estoy andando, afeitándome, o hablando... No lo escribo. Intento olvidarme de él, que se vaya. A veces insiste, y vuelve a insistir. Si tanto insiste lo escribo para sacudírmelo de encima".José Manuel Caballero Bonald mantiene un vigor y una claridad de ideas asombrosos. Celebró su 90 cumpleaños (en 2016) con Examen de ingenios (Seix Barral), un centón de daguerrotipos de buena parte de la literatura en español de todo el siglo XX: Borges, Cela, García Márquez, Rulfo, Gil de Biedma, José Ángel Valente... No le tembló el pulso en sus opiniones. De 2013 es su Oficio de escritor (también en Seix Barral), en el que el autor de Entreguerras se remonta a Cervantes, Góngora, Cadalso y Quevedo. Y a Dostoievski, Mallarmé, Eliot, Onetti y Lezama Lima, de quien escribió: "Siempre asocio la imagen de Lezama a la de un docto caballero renacentista bien acomodado entre los estudios nobles, la vida contemplativa y la buena mesa". El que fuera el enfant terrible de las letras británicas de los 70/80, Martin Amis, publicó La guerra contra el cliché. Escritos sobre literatura (Anagrama), donde recoge sus textos sobre Lowry, J. G. Ballard, Updike, Lolita, Ulises, Las aventuras de Augie March o Truman Capote (además de sobre el ajedrez, el fútbol y el póker).Otros libros que deben tener su hueco: Enemigos de lo real. Escritos sobre escritores (Galaxia Gutenberg), de Vicente Molina Foix; Horas en una biblioteca (Seix Barral), de Virginia Woolf;Nuevas maneras de matar a tu madre (Lumen), de Colm Tóibín;Desde la ciudad nerviosa (Alfaguara), de Enrique Vila-Matas, o Doctor Pasavento, sobre Robert Walser, aunque toda su obra es un continuo vaivén de escritores; El amor de mi vida (Alfaguara), de Rosa Montero; Efectos personales (Anagrama), de Juan Villoro; Los abogados de la literatura (Galaxia Gutenberg), de Marcel Reich-Ranicki...Y Lecturas compulsivas (Anagrama), de Félix de Azúa, por donde desfilan Kafka, Unamuno, García Hortelano y, por supuesto, Sánchez Ferlosio y Juan Benet. En un texto sobre el autor de Nunca llegarás a nada, escribe: "Reconozco que es muy difícil prestar atención a la lectura, a cualquier lectura, dada la enormidad de entretenimientos que nos torturan todos los días, pero cada cual ha de saber lo que espera recibir a cambio de la diversión o del esfuerzo". Pues eso.Vargas Llosa sobre 'El Gran Gatsby' en 'La verdad de las mentiras"El gran Gatsby resulta la personificación del tiempo que describe, mundo fastuoso en el que coexistían el arte y el mal gusto, el honesto empresario y el rufián, la pacatería y el desenfreno y la arrolladora abundancia de una sociedad que, sin embargo, se hallaba al borde del abismo".Vladimir Nabokov sobre Tolstoi en 'Curso de literatura rusa'"Lo raro es que, de hecho, Tolstoi era bastante descuidado a la hora de tratar la idea objetiva del tiempo. Los lectores atentos han observado que en Guerra y paz hay niños que crecen demasiado deprisa o más despacio de lo debido". Somerset Maugham sobre 'Madame Bovary' en 'Diez grandes novelas y sus autores'"En términos generales, Madame Bovary da una impresión de realidad intensa, y eso se debe, a mi juicio, no sólo a que los personajes de Flaubert son sin duda verosímiles sino a que describe el detalle con extremada fidelidad". Javier Marías sobre Rilke en 'Vidas escritas'"Como buen poeta, Rilke comulgaba mucho, no sólo con los animales sino con los astros, la tierra, los árboles, los dioses, los monumentos, los cuadros, los héroes, los minerales, los muertos (sobre todo con las muertas jóvenes y enamoradas), algo menos con sus vivos semejantes".J. M. Coetzee sobre 'Don Quijote' en 'Las manos de los maestros'"El lector del Quijote nunca sabe con seguridad si el héroe de Cervantes es un loco afectado por un delirio, si, por el contrario, interpreta conscientemente un papel -viviendo su vida como una ficción- o si su mente oscila de manera impredecible entre el delirio y la conciencia". Fernando Savater sobre 'La isla del tesoro' en 'La infancia recuperada' "La narración más pura que conozco, la que reúne con perfección más singular lo iniciático y lo épico, las sombras de la violencia y lo macabro con el fulgor incomparable de la audacia victoriosa, el perfume de la aventura marinera (...) con la sutil complejidad de la primera y decisiva elección moral, en una palabra, la historia más hermosa que jamás me han contado es La isla del tesoro".Caballero Bonald sobre Camus en 'Oficio de lector' "Denostado por la derecha, zaherido por la izquierda, instalado en los cómodos extrarradios de la política -o de las políticas al uso-, Camus pactó con Camus y se impuso sus privados estatutos para poder seguir siendo ese inflexible fustigador de todo cuanto llevara implícito el germen de la lectura".Manuel Vicent sobre Umbral en 'Los últimos mohicanos'"Francisco Umbral tenía un ángel lírico, libre y violento en cada yema de los dedos con que machacaba el teclado de la Olivetti según se levantaba de la cama ese día, unas veces marxista a la violeta, otras revolucionario, liberal, fascista, lambiscón, perdulario, machista, faltón, tierno o provocador, solo a condición de que el artículo fuera una pequeña obra de arte para subirse a su alero y tirarse al vacío para suicidarse". Martin Amis sobre Mailer en 'La guerra contra el cliché'"Norman Mailer es capaz de ser pícaro, de mostrarse petulante y de escribir con prisas, pero no de imaginar una amplia trama cómica. No obstante su ironía, su ingenio y su seguridad en sí mismo, carece, en esencia, de sentido del humor: en Mailer la risa es consecuencia de la certera observación de cosas que, por así decirlo, ya son risibles de por sí". Ignacio Echevarria sobre Onetti en 'Los libros esenciales de la literatura en español'"La publicación de La vida breve en 1950 jalona un cambio de rasante en la narrativa de toda Latinoamérica y, por extensión, en la de toda la lengua castellana (...). El estilo tortuoso, sensual e hipnótico de Onetti, su profunda y sombría visión del hombre y su ironía remota alcanzan su madurez en esta novela fundacional, a la que seguirán obras maestras como El astillero y Juntacadáveres".Félix de Azúa sobre Juan Benet en 'Lecturas convulsivas'"Una prosa a la que en ocasiones se acusa de difícil o tediosa. No lo puedo comprender. Es probable que quien eso diga también se aburra leyendo la Ilíada. La prosa de Benet es un instrumento de precisión, sólido y complejo, que exige una atención especial".

jueves, 1 de marzo de 2018

Bibliotecas didácticas y para profesores y alumnos



https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/bibliotecas-on-line-docentes/17634.html

lunes, 20 de noviembre de 2017

Los niños ya no saben leer, se ha jodido todo

Luis Alemany, "Los niños ya no saben leer. Se ha jodido todo", El País, 20 NOV. 2017

El profesor Miguel Díez Rodríguez, autor de Cómo enseñar a leer en clase. Memorias de un viejo profesor clama contra el abandono de la Lengua y la Literatura en los planes de estudios
El profesor Miguel Díez Rodríguez fue casi famoso en 1985, cuando editó Antología del cuento literario, una selección de 25 relatos entre los que leía a sus alumnos. «En las clases leía cuentos de Poe, de Rulfo... Y los chicos encantados». De aquella antología se vendieron medio millón de ejemplares. 32 años después, Díez publica Cómo enseñar a leer en clase (Reino de Cordelia) que es lo mismo pero con matices: el propósito ya no es la excelencia lectora sino la supervivencia de la literatura como una forma de conocimiento relevante en la educación.

Ya no me acuerdo de cuánta Lengua y Literatura dábamos en BUP y COU.

En primero, cinco horas semanales de Lengua. En segundo, cinco de Literatura Española. En tercero estaba la opción de Literatura Universal que eran cuatro horas. Era el mejor curso que había. Y en COU, tres horas de lengua obligatorias y la opción de Literatura Española y Latinoamericana.

¿Y después?

Después vino la LOGSE que decía que lo importante era que los niños vinieran contentos a clases. Un buenismo que inventaron psicopedagogos en un laboratorio, gente que en la vida había pisado un aula con 30 chavales. Todo lo que vino después fue horrible, todo, lo de los socialistas y lo de los del PP. Ángel Gabilondo propuso reformas que estaban bien pero no le dejaron.

¿Y qué fue de Lengua y Literatura?

Literatura se ha convertido en todo lo que odiábamos: se enseñan datos y no se lee. «Lope de Vega nació nosedónde el año tal». Y la lengua está pésimamente enfocada.El chaval aprende a hacer análisis sintácticos en cuarto de la ESO y se pasa repitiendo lo mismo dos años más. En cambio, nadie le enseña a leer. No entiende qué pone la frase que ha analizado. Se ha jodido todo. Y así quedamos como quedamos en el Informe Pisa, a la altura del betún.

Bueno...

Leer exige concentración, tranquilidad, respeto. Antes, yo le daba a mis alumnos El guardián entre el centeno y lo leían como obsesos.Cómo no iban a hacerlo, si la adolescencia está ahí, perfectamente actual. Ahora, no lo entienden, así de sencillo. Eso si no ha aparecido antes un padre que vete el libro porque hay una escena en la que Caufeld llama a unas prostitutas. Y yo pienso: debe de ser que soy un hombre muy viejo porque el que no entiende nada soy yo.

Pero se venden muchos libros para críos. Aunque estén más dirigidos al entretenimiento que a desarrollar una educación literaria...

Los niños leen. Hasta los 12 años sí que leen. Después... Yo lo entiendo, hay tantas distracciones a su alcance.

El hecho de que para algunos de nosotros sea importante la literatura no significa que lo tenga que ser para todo el mundo.

Estoy de acuerdo, se puede vivir y ser un buen ciudadano sin que la literatura te importe mucho. Pero sin leer es imposible. En España estamos en un 50% de población que no lee nunca. En Suecia, es un 30%. Y en Estados Unidos es mucho más. Luego no hay que sorprenderse si votan a Donald Trump.

sábado, 18 de noviembre de 2017

La utopía de las bibliotecas ideales

Jordi Llovet "La utopía de las bibliotecas ideales" El País, 17-XI-2017:

La democracia diluye los dogmas y el canon cambia según las épocas y los lectores. Siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Tennyson merecía más espacio en las enciclopedias que Flaubert

Preguntarse hoy por una “biblioteca ideal” resulta casi una utopía, además de un anacronismo: este es el daño que le ha hecho a la producción literaria la mercadotecnia y la falta de un conocimiento consolidado por parte del lector común en materia de literatura.

Es posible que en la Grecia del siglo V existiera algo así como una “biblioteca ideal”, como lo atestigua la colección, perdida en buena parte pero documentada, de la biblioteca de Alejandría. Salvo en casos de pérdida irremisible de muchas obras de la antigüedad, aquella biblioteca helenística debió de poseer lo que la tradición había llegado a considerar la gran literatura en lengua griega. Sucedió lo mismo en Roma, cuyos “rollos” de escritura, aun cuando fuesen de una calidad literaria menos homogénea que la griega, demostrarían que los rétores, los gramáticos y los filósofos tuvieron claro qué era lo que podía considerarse ideal —de acuerdo con baremos religiosos, estéticos, políticos y didácticos—, y qué debía ser considerado non classicus, es decir, de poca categoría.

También en la Edad Media resultaron vigentes varios criterios, además del que concibió el de Aquino, tan aristotélico —ad pulchritudinem tria requirintur: integritas, consonantia, claritas—, para considerar qué era lo bueno, o lo ideal, y qué lo secundario, gracias a la autoridad de la compleja red de valores propia de los largos siglos tardorromanos, y luego neolatinos, basada primero en la teología cristiana, y luego en el no menos poderoso código —a partir del siglo XII—, de la sociedad caballeresca y feudal. La producción de literatura era entonces tan escasa, y se encontraba tan anclada en modelos que, directa o indirectamente, procedían del dogma cristiano, que era poco concebible la creación de poesía, teatro o épica contraria a una ideología y unos mitos que, como la realeza, se hallaban por fuerza impregnados de símbolos y argumentos predeterminados e ineludibles. Las bibliotecas medievales —dejando a un lado los clásicos conservados por las órdenes monásticas y las casas nobles— fueron casi siempre representaciones de un mundo simbólico en el que tenían un papel muy poco significativo las muestras “heréticas”, paganas o no canónicas, de expresión literaria.

Solo a partir del humanismo, o a partir de fenómenos como la invención de la imprenta, el redescubrimiento de la grandeza de las literaturas griega y latina, la consolidación de las lenguas vulgares, la labor de los traductores o el contacto frecuente entre hombres de letras de países muy diversos, solo entonces, y de un modo progresivo, la literatura proliferó de un modo extraordinario; y los marcos conceptuales, o los “campos” de lo literario se volvieron tan distintos, que surgió por vez primera, en nuestra civilización escrita, una enorme disparidad de criterios, de géneros literarios, de asuntos y de públicos lectores u oidores de lo que empezó a constituirse, con mucha entidad y cada vez mayor autonomía, el ámbito universal de lo literario.

A partir de los primeros siglos modernos, el panorama literario presentó tal variedad de formas, de recursos y de regulación estética, que ya entonces podría haberse iniciado la disputa —tan poderosa durante el siglo XVIII— acerca de lo clásico y lo moderno, lo bueno y lo malo, lo ideal y lo rechazable. Cada vez más, escribir se convirtió en un trabajo independiente de nuestra herencia clásica, y los libros, cuando ya eran propiamente los códices asequibles que seguimos usando, respondieron a criterios desgajados de todo dogmatismo, proclives a satisfacer gustos distintos, amigos de la novedad y la singularidad. No cabe duda de que los clásicos grecolatinos, o la propia Biblia, siguieron aquilatando una gran parte de las literaturas modernas y contemporáneas —véase Moby Dick, de Melville, por ejemplo, e incluso Ulysses, de Joyce—, pero esta influencia, en el seno de producciones enteramente libres, pasó a convertirse en solo una referencia de autoridad, un vestigio agradecido del acervo antiguo.

Las bibliotecas medievales fueron casi siempre representaciones de un mundo simbólico en el que tenían un papel muy poco significativo las muestras “heréticas”, paganas o no canónicas, de expresión literaria

Más varió aún el panorama cuando, en la época posterior a la Ilustración, las literaturas conocieron un despliegue de una osadía fabulosa —así las literaturas del Romanticismo—, los índices de alfabetización se multiplicaron de manera exponencial, y la lectura se convirtió en un hábito cada vez más extendido, más “democrático” y menos sujeto a cualquier forma de mitología colectiva o de dogmatismo teológico. Si todavía en los siglos renacentistas o en el Grand Siècle francés se pudo hablar de una “biblioteca ideal” o de lo que podía ser idealmente la “buena literatura”, parece claro que, entre el siglo XIX y nuestros días, la literatura rebosó por completo los márgenes de la tradición y lo “canónico”; de modo que actualmente no hay casi ninguna instancia que pueda arrogarse el derecho a establecer el listado de lo que llamaríamos “la biblioteca ideal”.

Harold Bloom presentó uno, muy famoso, en su libro El canon occidental, en el que, sin disimulo alguno, privilegiaba a la literatura inglesa, y a Shakespeare en especial, con la más absoluta tranquilidad. Una tarea así resulta siempre inútil, por cuanto existen, en nuestro continente, muchos autores y libros hoy poco leídos, pero de gran categoría, que durante un tiempo ascendieron al canon literario o cayeron de él por razones que suelen ser circunstanciales, ideológicas o partidistas. No hay más que ver la lista de los autores premiados con el Nobel de literatura para darse cuenta de que muchos de ellos subieron al Parnaso del canon literario —como pasó con el parnaso cervantino— para caer de él al cabo de pocos decenios, si no años: véase el caso de nuestros Echegaray y Benavente, o los casos de R.C Eucken (Alemania), W. Reymond (Polonia), o E.A. Karlfeldt (Suecia).

La undécima edición de The Encyclopaedia Britannica (1911, con dos volúmenes complementarios de 1920), en opinión de Borges la mejor edición de cuantas se han estampado de esta enciclopedia ejemplar, apenas sabía en esa fecha quiénes eran Flaubert, Melville o Hölderlin, pero dedicaba a Alfred Lord Tennyson, un poeta de autoridad muy relativa, doce columnas.

No hay más que ver la lista de premiados con el Nobel para darse cuenta de que muchos subieron al canon literario para caer de él al cabo de pocos decenios, si no años

Basten estos ejemplos para comprender que las listas de una “biblioteca ideal” pecan siempre de alguna arbitrariedad y suelen tener un valor epocal, refigurado con el paso de los años gracias al número de ediciones y de lectores que puede llegar a poseer un libro, por la entronización de determinados autores a cargo de la academia o de colectivos fanáticos, o por el reconocimiento tardío de ciertos valores que han pasado siglos en el desván del olvido.

La academia, y con ella los programas de enseñanza de la literatura en escuelas y universidades, serían desde hace tiempo la única garantía de conservación de un criterio estético en relación con el mercado y la difusión de productos literarios. Invisible e ineficaz, cada vez más, la autoridad de esas instancias, lo que corresponde es suponer que cada lector posee hoy su biblioteca de excelencias. Así lo apreciaba ya Paul Valéry en una entrada de sus Cahiers, bajo el epígrafe “Obras maestras”: “No es nunca el autor quien hace una obra maestra. La obra maestra se debe a los lectores, a la calidad del lector. Lector ceñido, con finura, con parsimonia, con tiempo y una ingenuidad armada [...] Solo él puede conseguir la obra maestra, exigir la particularidad, el cuidado, los efectos inagotables, el rigor, la elegancia, la perdurabilidad, la relectura de un libro”. Valéry se refería a lectores muy capaces, como él mismo, pero es posible que, en estos momentos, ni siquiera existan esos finos lectores en términos generales. Por consiguiente, quizá deberíamos suponer que, para el lector común de nuestros días, no exista mejor biblioteca ideal que aquella que él ha leído con placer y que, en el mejor de los casos, en un gesto nuevamente benedictino, conservará en su biblioteca hasta la muerte.

JORDI LLOVET es catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona

martes, 24 de octubre de 2017

Libros para algo

Borja Hermoso “El profesor que triunfa en la universidad es el burócrata" El ensayista Nuccio Ordine aspira a ofrecer pistas para quienes el dinero no lo es todo con su nuevo libro, 'Clásicos para la vida' El País, 24 OCT 2017 

A bordo de un impecable look de ejecutivo -traje azul oscuro, camisa blanca y corbata roja- rematado por unas aparatosas botas deportivas color arena viaja Nuccio Ordine (Diamante, Italia, 1958). Estamos ante un ciudadano, un profesor y un ensayista que se ha empeñado en resistir. Resistir, desde la defensa de las humanidades y la enseñanza de los clásicos, a la inercia inexorable de la consabida deriva mercantilista.

Por eso Ordine se indigna contra la transformación de las universidades como templos del saber en factorías de nuevos profesionales perfectamente diseñados para el mercado. Por eso clama contra la derrota del pensamiento frente al dinero, y del corto frente al largo plazo, y por eso lo cuenta en libros-manifiesto de lectura apasionante. Fue el caso de La utilidad de lo inútil (traducido ya a 20 idiomas en 30 países), un verdadero fenómeno editorial consistente en la reivindicación furiosa de las inútiles humanidades -más necesarias que nunca, sostiene- frente a los saberes útiles, con la ayuda de un buen puñado de filósofos y escritores de todas las épocas.

Y es el caso de su nuevo libro, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal, en el que el profesor de la Universidad de Calabria, lejos de pretender establecer un canon literario-filosófico, solo aspira a ofrecer pistas, balizas a navegantes para quienes, definitivamente, el dinero no lo es todo. También están Einstein, Thomas Mann y Montaigne. Tanto La utilidad de lo inútil como Clásicos para la vida están editados en castellano por Acantilado, y en catalán por Quaderns Crema. Ordine estuvo ayer en Barcelona para hablar de su nuevo ensayo y para inaugurar, junto al compositor y violagambista Jordi Savall, un nuevo ciclo de Conversaciones en La Pedrera.

Las grandes obras literarias y filosóficas no deberían ser leídas para aprobar un examen sino para, en primer lugar, experimentar placer y, en segundo, mejorar como personas. Ese es el punto de partida para este experto en el Renacimiento y en la vida y la obra de Giordano Bruno. Pero Nuccio Ordine no es un ingenuo y sabe que la batalla está perdida de antemano. "El poder nunca ha querido gente cultivada, así es más fácil hacerle creer cosas. Cuando no eres una persona cultivada, no tienes capacidad crítica. Maquiavelo decía que la humanidad se divide entre los que saben y los que no saben. El que sabe tiene siempre una posición dominante. El segundo es un esclavo del otro", ha explicado este lunes en una conversación con este diario.

Considera Ordine que el presente en lo que a la educación y la cultura se refiere es un espejo del pensamiento único y de la desidia, cuando no la consciente negación de la enseñanza. Así lo argumenta: "Cada vez más, en los institutos y en las universidades el profesor que triunfa es el profesor burócrata, ese que se dedica a redactar informes sin parar y que frecuenta todos los consejos. Paradójicamente, el profesor que se dedica a hacer de profesor se ha convertido en algo marginal dentro del sistema. Esto es gravísimo". ¿Su propuesta?: "La universidad y la escuela deben volver al espíritu para el que fueron fundadas. La palabra escuela viene del griego skolé, que significa 'tiempo libre', 'ocio'. significa que no debes hacer algo porque te sientes presionado por una exigencia práctica, sino por ti, para mejorar".

Para combatir ese fatalismo, en los últimos 15 años Ordine ha leído ante sus alumnos un gran número de pasajes de obras de escritores o pensadores no necesariamente ligadas al temario que tocaba. Desde Borges hasta Pessoa y desde Maquiavelo hasta Cervantes, pasando por Goëthe, Saint-Exupéry, Ludovico Ariosto, Montesquieu, Homero, Hipócrates o Stefan Zweig entre otras decenas de nombres, los ha relacionado con cuestiones de actualidad. Así ha demostrado lo que perseguía: que los clásicos no solo ofrecen placer. También ofrecen soluciones.

Casi todo es, para él, una cuestión de disyuntiva entre el corto y el largo plazo. Eso afecta a la praxis política. Eso afecta a la educación. Eso afecta al compromiso o no de quienes disponen del dinero a la hora de ayudar a crear mejores generaciones de ciudadanos. "El mercado te exige hoy una cosa que en seis ya no es válida. Eso impide ver las cosas a largo plazo. Las profesiones y los oficios nacen y desaparecen a toda velocidad. Pero en la enseñanza y el aprendizaje en profundidad, los plazos son de 20 o 25 años. ¿Y cómo vas a aplicarle a la enseñanza una lógica de mercado si a los 25 años absolutamente todo habrá cambiado?". Pero queda, asegura, un resquicio de esperanza: "Hay algo que ni todo el dinero del mundo puede comprar: el saber. Eso es fruto de un esfuerzo que solo tú puedes hacer, y ahí nadie puede sustituirte".

Pone a Nietschze y su elogio de la lentitud en el aprendizaje como uno de los modelos a seguir. Y subraya que, mientras los sistemas de educación occidentales avanzan a toda velocidad hacia otro modelo, el consistente en factorías de robots humanos utilísimos, incultísimos y autoconvencidísimos de su excelencia, un país tan hipertecnológico y tan cibernético como Corea del Sur intensifica sus inversiones en educación humanística. "¿Sabe usted que hace cosa de un año la Unesco organizó una especie de campeonatos mundiales de filosofía y que los dos primeros clasificados fueron dos surcoreanos?", pregunta Nuccio Ordine.

"CHOCANDO PARED CONTRA PARED, TODOS PERDERÁN: CATALUÑA Y ESPAÑA"

Nuccio Ordine visitaba Barcelona y la pregunta no se hizo esperar. Una periodista le inquirió acerca de qué autor clásico recomendaría para entender lo que está pasando en Cataluña. El profesor italiano no se anduvo con rodeos: "Chocando pared contra pared todos saldrán perdiendo, Cataluña y España. El pueblo catalán, de gran apertura, tiene que pensar en una Europa unida y en hacer desaparecer las barreras entre Cataluña, España, Italia, Francia. para estar orgullosos de nuestra cultura tenemos que estar orgullosos de Europa". Y acabó así: "Homero no es griego, es de todos. Cervantes no es español, es patrimonio de todos. Y Ausiàs March no es valenciano, es de todos".

La utilidad de lo inútil
NUCCIO ORDINE
2013

SINOPSIS

CHRISTIAN GÁLVEZ para LIBROTEA: "Imprescindible como fuente de inspiración. Este manifiesto resalta la importancia de la curiosidad, esa necesidad innata de saber, frente al único objetivo de generar beneficios desplazando la realización personal."

ANA MILÁN para LIBROTEA: "Bastan 171 páginas para entender que no todo lo que nos nutre tiene un fin económico. Que el alma y el espíritu se nutren a menudo de luces y sombras que no son tangibles más que en el interior."


El oxímoron evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración. La paradójica 'utilidad' a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. [...] Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espiritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante 'homo sapiens' pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad. NUCCIO ORDINE "Algunos impenitentes agradecemos a Nuccio Ordine su manifiesto La utilidad de lo inútil en el que repasa las opiniones de filósofos y escritores sobre la importancia de seguir tutelando en escuelas y universidades ese afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico en el que tradicionalmente se ha basado la dignitas hominis". Fernando Savater "Un libro necesario… una guía en esta vida adentellada por la crisis, por el ansia de eficiencia, por las quiebras". Roberto Saviano "En medio de este panorama, resulta oportuno que Nuccio Ordine haya publicado un libro en que alaba los saberes tradicionalmente considerados “inútiles” y que llegue, incluso, a darles la vuelta a los conceptos, considerando que los saberes humanísticos son más útiles que los supuestos saberes económicos". Jordi Llovet, El País

jueves, 15 de junio de 2017

Crisis editorial

"La merecida crisis editorial", en El País, 15/06/2017, por Andrés Lomeña, doctor en sociología y colaborador de Common Action Forum (para ver los enlaces, pinchar en el título)

Lamentaciones de una industria que hace mucho por el negocio y poco por la cultura.

Primera tirada

Las grandes editoriales se quejan de lo poco que leemos. Y será verdad, pero fíjense también en lo que pretenden vendernos... y en lo que han despreciado.

Apoyo abierta y descaradamente un modesto proyecto editorial que nos traerá una colección de cuentos en homenaje a Ray Bradbury. Ojalá el crowdfunding tenga un éxito apabullante.

En esa colección hay historias cortas de Neil Gaiman (el creador de American Gods, ahora convertida en serie de televisión), de Joe Hill (el hijo de Stephen King) y de muchos otros novelistas de primera categoría. ¿Por qué las grandes editoriales han dejado escapar semejante antología? Parece que por la misma razón que dejaron morir a autores como Ballard. Es inconcebible que escritores de la talla de Melville o Trollope aún tengan obras inéditas en español.

La lista de novelistas condenados al olvido es interminable. Un gigante del género fantástico como Richard Matheson (el autor de Soy leyenda) ya no importa demasiado, por mucho que nos transporte a otros reinos. En realidad, ya hay pocos que ostenten un gran capital literario como para mantenerse en la industria por sus obras. Si los ingresos no acompañan, su trayectoria quedará cercenada.

Tapa dura, el formato preferido de algunos caradura.

La industria editorial es un negocio que se cansó de esperar. No quiere retornos lentos de la inversión, sino grandes lanzamientos que lo peten. Y si a una editorial de las grandes le falta un trocito del pastel, afloja cuarenta milloncejos de nada (como ha hecho Random House con Ediciones B) y se vuelve más competitiva.

Que conste que estas concentraciones empresariales me ponen. Hasta creo que pueden traer algo bueno, aunque normalmente empobrecen los sellos editoriales. Demuestren que me equivoco y escribiré otro artículo pidiendo perdón, o si lo prefieren me crucificaré como en He aquí el hombre, una novela corta descatalogada (luego se quejarán de la piratería).

La industria editorial ha hecho mucho por el negocio y podría hacer mucho más por la cultura. Si se lo proponen, puede que no solo compremos más libros, sino que además los leamos.

El día de las editoriales

Tengo traducida una novela inédita de Michael Moorcock. Regalo la traducción. Han leído bien, la doy sin cobrar nada. No es la primera vez que hago tal cosa. Me arriesgo, eso sí, a que los traductores me peguen una paliza o a que ese gremio me denuncie por tirar los precios sin garantizar los máximos estándares de calidad.

Me puse en contacto con varias editoriales y ninguna, de momento, ha manifestado el menor interés por comprobar si la traducción es buena o no. Una buena novela tiene dificultades para ver la luz porque las grandes editoriales se han enrocado en un circuito que comprende gigantescas agencias literarias, autores extranjeros que vienen recomendados y un sistema perverso de cazatalentos, anticipos, pujas y contrataciones millonarias.

Alguno se preguntará si Moorcock es tan buen autor como para merecer estar en las librerías. Pasee por alguna y ante la avalancha de banalidades se convencerá de que cualquier escritorzuelo merece estar en los escaparates. Es ridículo que autores consagrados no lo consigan porque algunos editores hayan decidido que ser rentables no es suficiente.

Tsundoku

El arte de comprar libros y dejarlos amontonados sin leerlos se conoce como tsundoku. Esa palabra también hace referencia al guion de un cortometraje que escribí sobre las mentiras de la industria editorial.

Espero que de aquí a un año el homenaje a Ray Bradbury, la novela inédita de Michael Moorcock y el cortometraje Tsundoku sean realidades.

La industria editorial ha hecho mucho por el negocio y podría hacer mucho más por la cultura. Si se lo proponen, puede que no solo compremos más libros, sino que además los leamos.

Estimados editores, hagan un esfuerzo para que el título de este artículo pierda todo su sentido.

martes, 30 de mayo de 2017

Varios escritores y artistas narran qué libros les introdujeron al hábito lector

¿Por qué leer? La primera vez de los creadores, en El Cultural, 26/05/2017:

Hoy arranca la 76ª Feria de Libro de Madrid, compuesta este año por 367 casetas -una menos que en 2016- y 488 expositores -ocho más que el año pasado-. Coincide en los medios con el recién estrenado Plan de Fomento de la Lectura. Por esta razón nos preguntamos si sirve de algo invitar a leer desde los márgenes de una biblioteca. Los creadores -cineastas, artistas, escritores- nos cuentan cómo y cuándo empezaron ellos a leer, y por qué merece la pena hacerlo. Luis Mateo Díez, además, se remonta en un artículo a su infancia de niño curioso, o lo que es lo mismo, de niño lector.

Inculcar el placer de la lentitud

Luis Landero. Escritor

Me enganché a la lectura con las novelas del Oeste y las Mil mejores poesías de la lengua castellana. De las novelas me encantaba la posibilidad de habitar en otro mundo durante unas horas, y de la poesía, la magia de las palabras y del ritmo, o lo que es lo mismo: la belleza. 
Para fomentarla propondía que las clases de Literatura, y muchas de las de Lengua, se dediquen mayormente a leer y a comentar lo leído. Que se trate de inculcar en los niños y jóvenes el placer de la lentitud. Que se les enseñe a distinguir entre lo que es cultura y lo que es mero entretenimiento. Que la sociedad haga suyos algunos de los valores propios de la escuela, y que los lleve a la práctica. 

Leer a los clásicos en voz alta

Javier Gomá. Filósofo

Recuerdo como mi primer libro los comentarios de San Juan de la Cruz a sus propios poemas, “Noche oscura”, “Cántico espiritual” y “Llama de amor viva”. Produjeron en mi alma adolescente, tierna e inflamable, un incendio que dura hasta hoy. Es posible que el incendio se hubiera declarado de todas maneras y que aquella lectura simplemente fuera una ocasión más o menos azarosa. Pero esa lectura fue el desencadenante.

Propongo la lectura en público, por un actor sensible y experto, con voz educada y bella, de textos clásicos que resistan esta prueba de la oralidad. Cuando funciona, el amor que genera se extiende tan rápido como la electricidad. 

El peligro de la imposición

Israel Elejalde. Actor

No recuerdo muy bien si el primer libro que leí fue Momo de Michael Ende o El hobbit de Tolkien. Lo que sí recuerdo es que leí los dos de un tirón y a partir de ahí decidí leer toda la obra de ambos autores. Debía tener ocho o nueve años. Me gustaría saber cuál es la razón de que la gente se aburra leyendo. Si lo supiera sería maravilloso para poder cambiarlo. Me cuesta entender que la gente se aleje de la lectura. Estoy convencido de que es fundamental transmitir ese hábito desde pequeños, y creo que los padres tienen tanta responsabilidad como los profesores. Si los padres tiene el hábito de la lectura, normalmente los hijos también leen. Elegir bien cuales son los primeros acercamientos es central para que no arraigue esa sensación de que leer es algo pesado y arduo. Creo que obligar a un chaval de 13 o 14 años a leer un clásico puede ser contraproducente.

Si alguien al que respetas te habla de un libro...

Antoni Muntadas. Artista

Recuerdo un atlas de geografía. Me creó interés por lo desconocido, los viajes. A mi juicio, la recomendación de un lector es el inicio de una cadena de posibles lectores. Ocurre con el cine, la exposiciones...que alguien que respetas sus opiniones y que te diga vale la pena que lo leas, que lo veas, que lo escuches... es un posible inicio. En los 70 los reading groups (¿grupos de lectura?) eran formas de intercambiar o profundizar en la lecturas ...pero eso ya es otra cosa. 

Hablar de los libros que leemos

José Antonio Marina. Filósofo

Cuando era niño, librarnos del aburrimiento era lo que nos llevaba a la lectura. Recuerdo que devoraba las novelas de colecciones populares como El coyote, Marcial Lafuente Estefanía...

Para fomentar la lectura me parece imprescindible reconocer que la lectura es una actividad difícil y lenta, que compite con medios potentes y rápidos como el cine, o los videojuegos. Un gran obstáculo muy frecuente son los problemas de comprensión lectora, que hacen más costosa aun la lectura. En cada edad el fomento de la lectura debe hacerse de diferente manera. La familia juega un papel importante, pero no obvio. Ver a los padres leer puede producir gusto por la lectura (para imitarles) o rechazo (porque es una competidora). La solución es que los padres lean pero que sobre todo hablen de lo que leen. También es útil leer cuentos a los niños, pero eso no basta. El niño debe comprender que lo que le divierte tanto está en las misteriosas líneas del libro.

¿Cómo puede alguien no querer leer?

Fernando Savater. Escritor

Me es imposible responder, porque por más que retrocedo en mis recuerdos no encuentro ninguna época en mi vida en que no prefiriese la lectura a cualquier otra cosa. Cuando aún no sabía leer, me aprendìa de memoria los cuentos que me leía mi madre. Después los tebeos, las aventuras de Tarzán, los cuentos de Poe, La isla del tesoro, el padre Brown, Guillermo Brown, Sherlock Holmes, Salgari... Todo me gustaba, todo me enganchaba. Fue la lectura la que me enganchó a la vida, no al revés.

No imagino cómo alguien puede no querer leer. Sé que tener una madre como la mía ayuda mucho, pero no sé si abundan ahora. De todas formas, creo que lo importante es ayudar desde el principio al que quiere leer, no empeñarse en que lea el que no quiere.

Pasión por los robinsones

Luis Gordillo. Artista

Mi padre tenía una colección muy bella y muy clásica de Julio Verne que devoré. Pero sobre todo tuve pasión por los robinsones: hay muchos más de lo que parece. Incluso hay robinsones vascos. Yo creo que esta pasión estaba relacionada con mi carácter introvertido.

Conozco muy bien a jóvenes inteligentes, entre 18 y 30 años, que no han leído más de 4 o 5 libros en lo que llevan de vida, exceptuando los de sus estudios. Estamos asistiendo a cambios muy profundos de la sociedad en general: ¿no será éste uno de ellos? Tampoco leen periódicos. Habría que prohibir el cine, la TV, los iphones, los juegos electrónicos, internet, etc., etc. y eso no lo veo probable.

Contra la crueldad y la ignorancia

Judith Jáuregui. Pianista

Uno de mis primeros libros fue Matilda de Roald Dahl. Me enganchó la historia de esa niña que se enfrentaba a la crueldad e ignorancia de su mundo con la fuerza de sus superpoderes, mucha personalidad e ingenio, ¡era una auténtica heroína. La clave es potenciar la lectura desde la infancia, desde la adolescencia, dejando que cada uno encuentre sus gustos, sin juzgar. Tanto prejuicio no hace más que alejarla. Como todo en la vida, la virtud está en el equilibrio: es necesaria una lectura profunda e introspectiva pero también es positiva una lectura meramente lúdica. 

Soy capaz de hacer adictos con la Ilíada

Javier Cercas. Escritor

No recuerdo el primer libro que leí, porque no me recuerdo sin leer. Pero sólo he leído una vez Miguel Strogoff, de niño, y tengo la impresión de haberla leído anteayer.

Propongo simplemente que se les den a los niños buenos libros, adecuados a su edad. No quisiera pecar de vanidoso, pero me creo capaz de convertir en adictos a la lectura a chavales de 15 años con una buena versión en prosa de la Ilíada; el único peligro es que, a partir de entonces, el 95% de las novelas les parezcan exasperantemente lentas.

Curiosidad ligada a la creatividad

Concha Jerez. Artista

Mis padres me fomentaron el interés por la lectura. Cuando comencé Ciencias Políticas en 1959, el Ateneo se convirtió en mi segunda casa. En esa biblioteca se produjo mi verdadero enganche a la literatura. Leía todo tipo de libros, incluidos muchos prohibidos por el franquismo. La lectura está ligada a la curiosidad, como parte importante en la búsqueda del Conocimiento. Esa curiosidad, si no se tiene de forma innata, se puede generar mediante la creatividad, que permita el juego de acercamiento a los libros, que plantee cuestiones sobre sus contenidos, que induzca a la búsqueda de las riquezas ocultas en su interior, que ayude a descubrir los mundos imaginarios que contienen, que transmita el placer que genera la palabra bien escrita. 

Más que libros, hubo personajes

Manuel Gutiérrez Aragón. Director de cine

Leí los primeros libros, con conciencia de leer, en medio de la fiebre y la enfermedad. Nunca me he curado, ni me he querido curar de aquella fiebre. No hay un primer libro: hay unos personajes, una historia que es como un sueño… A ese periodo pertenece La isla del tesoro y las historias de Celia y Cuchifritín. Hay un libro que me hizo pensar que los libros estaban escritos por otro, por una persona que vivía en el mismo mundo que yo. Fue el Quijote. Leí o al menos revolví las páginas del Quijote a edad temprana. Y guardo un buen recuerdo de aquellos maestros que me ofrecieron la ocasión de hacerlo. 

Prohibir la lectura, a ver si así...

Antonio Orejudo. Escritor

Recuerdo la colección de Los Cinco, de Enid Blyton. Los leí, pero nunca fui consciente de que leía. Fue una experiencia preliteraria. Lo más parecido a sumergirme en un videojuego. A la lectura me enganché de adolescente, con Hermann Hesse, Cortázar y Benedetti.

Para fomentar la lectura, lo mejor sería prohibirla. Sé que suena a boutade, pero no se me ocurre otro modo de despertar la curiosidad. Hay una medida menos radical, pero no sé si tan eficaz: que los maestros lean a los niños en clase. Que elijan historias adecuadas, con una cierta intriga, e interrumpan la lectura en lo más interesante. 

Nadie lleva nunca un libro en la mano

Isaki Lacuesta. Director de cine

La primera novela que leí fue Los piratas del Halifax, en la misma edición que mi padre leyó de niño. En la portada, un pirata aferrado salta al abordaje hacia nosotros, directo a por el lector: las palabras del libro te asaltaban igual. Yo empecé a leer porque veía que mis padres disfrutaban leyendo. Todo lo demás, palabrería. Siempre habrá quien se aburra con cualquier placer extremo. Eso no es problema de los profesores. Si los padres nos pasamos el día con el móvil y no existe ni un referente social al que nuestros hijos vean leyendo en público (nadie lleva libros en las películas, ni en la tele, ni en la publicidad), no echemos la culpa a la escasísima lectura obligatoria: me obligaron a leer a Foix y aún lo agradezco.

Contra la visión academicista

Sara Mesa. Escritora

Lo primero que leí con verdadero placer fue Mortadelo y Filemón. Ahí adquirí vocabulario, el hábito de la lectura y la adicción por la relectura… y de ahí pasé a los libros.

Las lecturas escolares son un desastre. Se enseña historia de la literatura, no literatura en sí. Predomina una visión academicista y obsoleta, y los profesores tienen poco margen porque hay que cumplir los programas. Los chicos vinculan la lectura con la obligación escolar, cuando en realidad debería ser justo lo contrario. 

Para leer, primero hay que escuchar

Alicia Martín. Artista

Me viene a la memoria Rayuela de Cortázar. Tendría unos quince años. Recuerdo el vértigo que sentí al ver que la misma historia se podía contar de maneras distintas. No creo que los “almacenes de libros” fomenten la lectura. La condición humana se ha caracterizado siempre por la necesidad de contar y escuchar historias. El origen del gusto por la lectura está en hablar y escuchar, en incentivar la curiosidad. Lo urgente hoy es que aprendamos a escuchar. 

¿Cuándo leer el Quijote? Todavía no

Juan Soto Ivars. Escritor

El libro que me enganchó fue Hambre, de Knut Hamsun. Primero fue su prosa y sus hallazgos. Hamsun fue doscientos días al colegio y ganó el Nobel. En su vejez se dejó hipnotizar por los nazis. Quedó maldito, y con razón. Pero su gravísimo error político me enseñó que hay que separar la obra del autor. Que debemos defender la obra incluso de los crímenes de su autor.

La lectura está mal planteada en la escuela. Deberían enganchar a los niños a la lectura, y no hacerles comulgar con las ruedas de molino del Quijote a una edad en la que es vital que el niño se vea reflejado en la vivencia lectora. La enseñanza debería, primero, enganchar y después enseñar las joyas, cuando el alumno ya sepa que el libro puede ser más alucinante que la PlayStation. 

Tú te lo pierdes

Ernesto Caballero. Director y autor de teatro

El primer libro que me fascinó fue Viaje al centro de la tierra. Ese viaje a lo desconocido dispara las ensoñaciones del lector y recuerda la Divina Comedia. De fondo se percibe una pátina de verosimilitud del Verne visionario. No soy muy partidario de la imposición. Defiendo más bien el placer individual. Si un niño no quiere leer, hay que dejarle claro que él se lo pierde. La clave está en hacerle sentir que su renuncia a la lectura le aleja de un gran placer y de una oportunidad de ser más feliz. Si, además,esos personajes de los realitis que se pasan el día tumbados alguna vez salieran leyendo un libro... 

Que los libros te hablen

Eduardo Chapero Jackson. Director de cine

Recuerdo The History of Luminous Motion de Scott Bradfield. Lo leí con 18, había sido lector antes, pero esta novela me habló como si hubiese una gramática del alma. A la lectura hay que enganchar mediante la identificación emocional, eso que de repente te habla a ti y que expresaba las cosas que no sabías cómo decir. Es entonces cuando la semilla ya está plantada para descubrir la aventura del lenguaje. Recuerdo una profesora americana de literatura que una mañana sin decir una palabra nos puso en clase la canción Killing an Arab de The Cure para comenzar a presentarnos la lectura de La nausea de Sartre. Nos conquistó. Eso sí lo entendíamos, eso sí nos hablaba a nosotros. 

Visibilizar la lectura como algo divertido

Dolores Redondo. Escritora

Los cuentos me introdujeron a la lectura. El puntito de crueldad aleccionadora y la posibilidad de transitar entre dos mundos en los que todo podía ocurrir, sigue siendo la base de las historias que me gustan. En cuanto al fomento de la lectura, algunos educadores ya han dado un paso en la dirección adecuada dejando que sean los niños quienes propongan lecturas escolares. Debemos invertir en campañas de visibilización de la lectura como algo cotidiano, divertido, social y accesible. Eso además acotaría la piratería. 

El niño raro que lee

Guillermo Heras. Director de teatro

Me inicié con las lecturas de los grandes autores de aventuras: Verne, Salgari. Y también estoy muy orgulloso de la lectura apasionada que hacía de El capitán Trueno. Ya un poco después me impresionó La busca de Baroja. Los malos métodos educativos en mi generación hicieron mucho daño. En mi bachillerato no recuerdo un solo maestro que nos introdujera en el placer de la lectura. De hecho yo era un “niño raro” por lo mucho que me gustaba leer. Y no podemos olvidar que gran parte de la literatura atractiva estaba fuera de cualquier opción de lectura por culpa de la censura. Desconozco qué selección de obras se hace hoy, pero imagino que seguirá habiendo demasiada canonización y más para un tiempo en que la cultura audiovisual o el cómic debe ser preferente en las mentes juveniles. De cualquier manera estoy en contra de cualquier cosa obligatoria. 

Rastros de lectura, niveles de complejidad

Cristina Lucas. Artista

Recuerdo La cabeza del dragón de Valle Inclán. Lo leí a los seis o siete años, y para mí era solo un cuento de dragones y caballeros. Cuando llegué al instituto, me enteré de que mi hermano lo estaba estudiando cuando me lo regaló y de que la obra tenía muchos aspectos críticos. Es bonito descubrir esos rastros y entender que la literatura tiene niveles de complejidad que dependen del lector. 

La narrativa se consume hoy más en formato audiovisual. Las series y documentales han desplazado, al menos en parte, al libro. Eso no quiere decir que sean excluyentes, pero satisfacen la misma necesidad de historias y desde hace poco es posible consumirlas sin estar sujeto a los horarios del cine o de la televisión. Funcionan como un libro en ese sentido, lo abres cuando quieres. 

A favor de ciertas lecturas obligatorias

Borja Cobeaga. Director de cine

Recuerdo El retrato de Dorian Gray de Wilde. Conocía la historia porque me la había contado mi madre. Me enganchó por lo siniestro del asunto, que para un chaval que entra en la pubertad esas cosas oscuras resultan fascinantes. Leer no es algo pasivo como ver una película. Creo que también pasa que cada lector es diferente y que tiene sus propias lecturas.

A lo mejor alguien se engancharía a un thriller de LeCarré pero jamás debería leer a Foster Wallace. Por otro lado, creo que las lecturas obligatorias deben existir. No sé si funcionan, pero eso no significa que no haya libros que deban ser lectura obligada en las escuelas. 

Curiosidad, asombro por lo desconocido

Manuel Martín Cuenca. Director de cine

Recuerdo los libros de Enid Blyton. La aventura, el misterio, la identificación con los protagonistas. Supongo que pensaba: de mayor quiero ser como ellos.

Los que se aburren con la literatura es porque no han leído nunca o porque no han leído sobre lo que les apasionan, o porque no tienen pasión, que también es posible. Creemos que el mundo lo mueve la pasión, pero en realidad lo mueve la indiferencia. Para mucha gente asomarse por la ventana y mirar da pereza. Supongo que te tienen que enseñar de pequeño. O quizás la curiosidad y el asombro por lo desconocido vengan en el ADN. 

Inculcar el amor a los libros

Juan Pérez Floristán. Pianista

Lo primero que me enganchó de verdad a la lectura fue Astérix y Obélix y Mortadelo y Filemón, que leía obsesivamente (¡aún sigo devorándolos!).

Tengo claro que no hay que impartir Lengua y Literatura desde una perspectiva historicista, es decir, partiendo del presupuesto de que para empezar a leer hay que empezar por los fundamentos de la literatura e ir “de atrás para adelante”. El Conde Lucanor y La Celestina les quitaron las ganas de leer a demasiados compañeros míos. Lo importante es inculcar el amor a la lectura y no imponer estas lecturas tan áridas a un chaval de 14 años. 

Súbditos de lo inmediato

Ramón Andrés. Escritor

No tengo el recuerdo exacto de una primera lectura, pero me ha quedado, de mis primeros años, la fuerte impresión que me causaban los mundos de Verne y la grandeza de los héroes de la Ilíada, de la que tenía una versión abreviada y con viñetas. Yo tendría unos siete años.

Creo que se ha perdido el sentido de la espera. Hoy, todo es inmediato. La lectura es un proceso, un camino a veces intrincado. Leer exige tiempo, y es algo que, en general, no se está dispuesto a emplear. Este tiempo de pensar, aburre a muchos porque no procura una satisfacción instantánea. Somos súbditos de la inmediatez, que, por naturaleza, es lo contrario de la literatura. Y una cosa más: lo que no es visual carece hoy de valor. 

En el presente

Cristina Garrido. Artista

Comenzó a interesarme leer con los libros de Roald Dahl. Supongo que porque no trataba a los niños de manera infantil como otro tipo de cuentos. Pero recuerdo que los que me engancharon verdaderamente, como buena millennial, fueron los libros de la serie Pesadillas, que leía sin parar. Recuerdo que me gustaban sus portadas, que tenían relieve y brillaban en la oscuridad.

Pienso que las escuelas no fomentan que los jóvenes descubran lo que les interesa ni les orienta. A veces las lecturas obligatorias llegan demasiado pronto como para poder entender nada de las obras. Tampoco se buscan maneras de relacionar esas obras con el presente; hacerlas contemporáneas para que el alumno sienta que puede relacionarse con ellas.

Lectura menos reflexiva, probablemente peor

Félix Sabroso. Cineasta

Seguramente lo que más me impactó de joven fueron los relatos de Carver. Esa literatura abierta que permitía despertar al imaginario. No solo me invitaban a leer más. Me invitaban a escribir. Agradezco haber leído en mi formación libros que quizá no leería ahora. Creo que se han cambiado los hábitos de acercamiento a la ficción, creo que vivimos una época donde Internet, los móviles nos hacen leer de otra manera. Más breve, menos reflexiva, probablemente peor, seguro, pero me esfuerzo en no ser negativo y me trato de adaptar a este tiempo para que también será mí tiempo. Por ejemplo valoro mucho la condensación expresiva y permito que una simple foto de Instagram, o el acercamiento a un relator un poema a través de la red me acerque a un autor o dispare igualmente mi imaginario. 

domingo, 21 de mayo de 2017

Entrevista a Félix de Azúa

Entrevista de Elena Hevia a "Félix de Azúa: "Todos sabemos que eso del futuro se acabó", El Periódico de Cataluña, 21-V-2017:

Queda avisado que en esta entrevista con el autor de 'Diario de un hombre humillado' no se hablará de política ni de resentimientos ni siquiera de nostalgias de cuando a Barcelona le quedaba aún un largo recorrido hacia el iceberg y la comparaba al Titanic

Hace seis años que el barcelonés Félix de Azúa se fue a Madrid, creó una familia cuando le tocaba ser abuelo y desde allí no ha hecho más que dar bocinazos contra sus tirios y troyanos particulares. Se le puede querer y puede molestar, mucho: especialmente porque la moderación no va con él a la hora de explicar Catalunya en la capital española. Donde no hay discusión posible es en su excelencia lectora, que acaba de servir en el libro 'Nuevas lecturas compulsivas' (Círculo de tiza) y que como su título indica es la continuación de un volumen que el autor publicó en 1998 en Anagrama. Y pueden haber pasado años, pero su pasión por la literatura sigue teniendo el mismo ímpetu y rigor. Los textos aparecieron en varios medios digitales y analógicos, EL PERIÓDICO incluido.

Usted publicó dos autobiografías un tanto sesgadas y especiales. ¿Este libro que da cuenta de sus lecturas podría ser complementario de aquellas?

Yo más bien lo veo como un libro de autoayuda. Leer bien es algo muy difícil, en contra de lo que se cree. La gente piensa que se trata de coger un libro y de que este te guste o no. Para leer bien hay que aprender, y es difícil porque hay muy pocos maestros. Yo los he tenido muy buenos.

¿Como quiénes?

Bueno, los máximos fueron Juan Benet, Rafael Sánchez Ferlosio, Agustín García Calvo y Juan García Hortelano. Yo no tenía ninguna pretensión, simplemente les decía: "¿Qué tengo que leer?". Si sugerías Teophile Gautier, el maestro decía: "Mejor Proust". El maestro te evita perder tiempo. Luego, cuando ya has aprendido, puedes perderlo y leer novelas policíacas estupendas. Se trata de saber ver qué es lo perdurable y admirable. Eso es aprender.

¿Constata que ahora hay menos maestros?

Sí, pero por una razón muy comprensible: ahora la presencia física se hace muy difícil. Antes estábamos todos mezclados. A los 20 años, gente como Molina Foix, Javier Marías, Fernando Savater o yo mismo íbamos a casa de esos maestros, 20 años mayores que nosotros y nos bebíamos su whisky. Ahora eso es imposible, los chavales utilizan maestros electrónicos que, de momento, se han revelado bastante incompetentes.

En Amazon es un algoritmo el que te recomienda las lecturas.

Pues yo me sigo quedando con aquella librería en la que el librero conocía bien tus gustos y te abría nuevos caminos. Las recomendaciones de internet me hacen reír. Si te ha gustado Proust te gustará Balzac. Por supuesto, pero qué descubrimiento es ese.

Lo que nunca te ofrecerá un programa informático es emoción. Aquí no ha tratado de ser académico.

He procurado condensar mi propio entusiasmo a ver si lo contagio un poco. Y claro, no es académico porque la universidad te enseña lo que un libro es pero jamás su significado profundo. Enseñar esa figura es la tarea de toda una vida.

Ahí están Henry James, George Orwell, T. S. Eliot, Montaigne. ¿Son una especie de canon? 

Le aviso que las listas son uno de los principales ganchos en internet. No pretendía hacer un canon. Hay libros que me gustan mucho y no me atrevo a hablar de ellos. Me dan miedo.

¿Cómo cuáles? 

La Biblia, por ejemplo. Es una lectura fundamental que los escritores anglosajones cultivan muchísimo y se les nota. Nosotros no la tenemos. Yo suelo leer la Biblia protestante española en la versión de Casiodoro de Reina. Es maravillosa. Castellano del siglo XVI. Es como si Cervantes la hubiera traducido.

Habla de inocular el virus de la lectura. Pero ¿cómo hacerlo cuando las nuevas generaciones solo parecen interesadas por la velocidad? ¿Cómo seducirlas? 

Me gustaría creer que dentro de cinco o 10 años las cosas habrán cambiado, porque los aparatos que ahora tenemos nos parecerán rudimentarios y toscos. Quizá las tabletas parezcan libros de verdad con un tacto similar y se podrán pasar páginas. Pero hoy por hoy la lectura es una lucha perdida aunque el libro sigue siendo indestructible.

Suele decirse que lectores, los buenos lectores, nunca han sido mayoría. 

Supongo que Paco Rico nos diría ahora cuánta gente leyó el 'Quijote' en su momento. Muy poca, seguro. Así que si ahora volvemos a las cifras del siglo XVII tampoco pasa nada. El otro día leí un artículo sobre la feria del libro que decía que los autores literarios que más venden alcanzan cifras de 80.000 o 100.000 ejemplares, pero que alguien llamado Leónidas Prepucio, o algo así, un bloguero y presunto poeta, vendió 125.000. Contra eso no se puede luchar, hay que dejarlo donde está y nosotros seguir como si nada en nuestro reducto de aficionados. Con la literatura eterna.

¿Eterna? 

Eterna quiere decir que uno se conmueve exactamente igual con la 'Antígona' de Sófocles que con la última película de George Clooney.

Eterna y nos prepara para la mortalidad

Claro, yo suelo decir que leer es ser partícipe del mundo de los muertos. Vivimos en un presente perpetuo. Esta actualidad no nos permite trasladarnos al pasado, solo muy rara vez, en series de televisión como 'Juego de tronos'.

Un pasado desvirtuado. 

Eso es. Tampoco hay futuro. Todos sabemos que el futuro se acabó.

"Estamos en un fin de era, como el paso del paleolítico al neolítico. Nos parece que somos muy modernos pero es al revés"

¿Es esa la característica de nuestra época?

Claro. Mis abuelos eran muy creyentes, como todo el mundo en aquella época. Los creyentes tenían como futuro nada menos que la eternidad, lo que supone una gran diferencia con este momento. En el presente tenemos lo que nos rodea, ese gran follón ruidoso con las elecciones en Francia o la última de Esperanza Aguirre. Y luego, están los muertos. Que están ahí quietos y no molestan a nadie. Y cuando uno lee a Sófocles, Shakespeare, Dickens o Proust lo que hace es llamar a la tumba: "Toc, toc". "¿Quién es?". "Un lector". "Ah, pase, pase".

Es una idea sobrecogedora. 

Tendría que dar esperanzas.

¿Y se podrán trasmitir al futuro?

Yo creo que sí. Tengo una niña de 5 años. No la obligo a leer en absoluto. Le encantan las tablets y la televisión. Pero si tú le lees un libro y le dices: "Entonces el mago saltó por encima del horizonte" y le explicas lo que es el horizonte, ella deja de ser un sujeto pasivo porque en la lectura se puede preguntar e intervenir.

La idea de que estamos en un fin de época está en el centro de nuestro discurso. ¿Deberíamos revisarlo? 

Pues yo voy más allá. Este no es un fin de época. Es un fin de era. Un cambio de era es una cosa brutal. Ha habido muy pocos

¿Me explica la diferencia? 

Un fin de época es el paso del románico al gótico, un cambio tremendo. Pero un cambio de era es más sustancial. El cambio de era más fundamental en el género humano es el paso del paleolítico al neolítico. El paso de las tribus cazadoras nómadas con dioses orgánicos como el río o el árbol al neolítico con sociedades agrarias establecidas que construyen ciudades e intentan cosas tan fundamentales como la paternidad, porque los hijos antes no eran de nadie. Otro cambio es el paso del paganismo al cristianismo.

¿Y ahora qué somos, hombres de las cavernas, o seres más evolucionados? 

Pues yo diría que lo primero. Estamos entrando en una era, la era digital, en la que somos primitivos. Nos parece que somos muy modernos pero es al revés. Esto es algo que le decía a mis alumnos cuando daba clases. Se enfadaban y abrían la boca cuando les decía que ahora la vida es peor que en la Edad Media.

Bueno, yo ahí también abro la boca. 

A ver, hoy hay cosas muy buenas, por supuesto. Como los analgésicos que eliminan el dolor. Pero la vida en las aldeas era más sosegada y mucho más sabia.

Para los campesinos trabajando de sol a sol quizá no

Sí, claro, pero con lo que se deben comparar es con los cinco millones de refugiados que en la actualidad malviven en los campos. Si miras a los miserables, mira a los de ahora. En la Edad Media podíamos levantar catedrales como Chartres financiadas por todos, por los pobres y los ricos, para reunirse allí.

¿No vale la Sagrada Familia?

Esa es otra historia (ríe). Nos la construyen los turistas, nosotros somos incapaces de construir nada colectivo.