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miércoles, 9 de noviembre de 2016

Otro Coloquio entre Monos y Una

Μέλλοντα ταύτα 
(Sófocles, Antígona)

Se ve venir el final de muchas cosas, por lo que uno se replantea hacerlas y así las va abandonando sin conseguir nada. ¿Para qué? Con ello ese final se acercaría aún más. Y ese final, suponiendo que lo haya en la tarea inacabable, no es un logro ni una meta, es una extinción. 

Me está pasando: todos los días veo crecer en mí ese final, su vacío me ocupa cada vez más espacio y más memoria incluso, pues me cuesta muchísimo trabajo recordar los buenos momentos que tuve, que los hubo, sin duda, aunque ahora no puedo reunirlos: ahora ni siquiera podría recordarlos todos juntos ni en sucesión; solo de vez en cuando vislumbro alguno. Y el resto es oscuridad, desorden, ruido inútil. Lo que justifica mi vida se halla sin duda fracturado y disperso, y necesitaría muchísima meditación y tranquilidad para poderlo ir reuniendo y recomponiéndolo en algún lugar que para mí es imposible encontrar. Si lo hiciera, tal vez, podría reconstituirme y durar un poco más.

Porque lo que hay en lo que hay, lo que tengo, son pocos motivos, ningún entusiasmo, mucho aburrimiento, bastante mala salud y apenas energía. Todo parece repetirse como si no encontrara un fin. Es desagradable.

El mundo parece el cadáver de otro anterior cuya alma se ha ido. Y se ha formado sumando en su materia los cadáveres de los que se fueron. Probablemente todo lo que haya hecho será también parte de esa cosa muerta.

Por supuesto, están todos a quienes de alguna forma he ayudado, pero ya uno no puede seguir haciéndolo si ha perdido la gasolina, si ve que nadie le ayuda a uno a conseguir... ¿qué?

lunes, 15 de febrero de 2016

Solsticio de Invierno

La hora más oscura es aquella antes del alba; también es la más fría. Y esta noche es la más larga del año. Adecuada para acostarse en un mar de las estrellas, para hundirse en un no color en luna nueva. La tiniebla está poblada de parásitos mentales, invadida por los insectos que revuelan perdidos por las laberínticos pasadizos del cerebro, por el bizantino palacio de espejos de la imaginación. Caras que cambian de cara, cometas que pasan, nevizca de chispas y tizones apagados. Somos ceniza y la ceniza se pierde en la ceniza y en la sed.

lunes, 23 de marzo de 2015

Nada de nada

Entre un momento y el siguiente hay un terrible punto de indistinción; un abismo que resiste al cálculo, como quiere Bécquer. A los griegos les aterrorizaba su irracionalidad. Porque del hecho se sigue que es imposible conocer todos los aspectos, todo el sentido de la existencia. El principio de indeterminación no hizo sino confirmarlo a comienzos del siglo XX: somos imprecisos e inciertos más allá de toda duda, valga la paradoja. Resulta que hay un enigma que es imposible descifrar: el enigma de por qué hay enigmas. Los hay porque está fuera de nuestra capacidad resolverlos y, con ello, resolver el enigma de nuestra propia existencia. Somos un mero deseo que no encuentra cumplimiento; el deseo todo lo aleja y hace inalcanzable: mayor que el amor es el deseo de amor, mayor que la vida es el deseo de vivir. De repente todo queda entre paréntesis, sometido a una interdicción fenomenológica y descubrimos que esa reducción deja lo esencial fuera mismo de la pregunta, que la pregunta es errónea. El terremoto de la insuficiencia humana, de su inválido papel en la existencia abre unas grietas enormes entre los números primos, certificando que el desorden es el elemento más abundante del universo y que, además, crece, inflado por el paso del tiempo y el segundo principio de la termodinámica, la entropía. La perfección en que quieren creer las religiones, las ideologías, las utopías, el amor mismo, desfallece, enflaquece y se trasforma en mera necedad; las líneas rectas se alejan, se pierden, se vuelven borrosas e indefinidas y terminan por no dibujar nada; todo es más complejo de lo que podemos pensar e incluso de lo que podemos sospechar y nuestra ignorancia se vuelve una carga tan insufrible como la vida misma. En ese vacío inicuo, infame, incluso el mejor científico se vuelve solo un ignorante prodigiosamente bien informado; cuanto más sabe, más ignora y mayores fórmulas, instrumentos y ayudantes necesita para saber. 

Y lo único que hemos llegado a saber es que nunca podremos saber sino solo una minúscula parte de lo real. Nuestra visión de la realidad es incompleta, parcial: la materia y la energía que hacen la vida visible son solo un porcentaje ínfimo del todo; hay otra materia y energía oscuras que abundan más y por tanto son más reales y existentes que nosotros mismos, quienes solo podemos percibir un exiguo porcentaje de sus efectos y a escala gigantesca, macroscópica; pues esa macrorrealidad incluso se permite el lujo de ignorarnos y apenas interactúa con nosotros, meros fantasmas de partículas tan impalpables como los neutrinos. El universo es solo el universo observable. Y para la verdadera realidad solo somos eso, fantasmas escritos sobre la superficie del mundo, un haz de informaciones que la muerte dispersará como una pompa en el océano de espuma cuántica; ya lo afirmaba el Budismo y lo han certificado la ciencia y la filosofía.

En esta desolación solo nos tenemos unos a otros y por ello hemos podido rebajar como especie el volumen de nuestra ignorancia; incluso nuestra relación permite compartir o ampliar la información formando parejas, familias, grupos, sociedades, naciones, culturas; pero, aunque creemos que podemos producir o destruir la información que nos hace, en realidad solo podemos aumentarla o reducirla en una escasísima escala. La cada vez más alta marea de datos que es el ciberespacio es engañosa; solo una parte mínima es cierta y aunque podemos enviar nuestra poco esencial información al futuro con el arte, la ciencia o el amor, ahí se acaba todo; la maraña disolverá nuestro estúpido ego hasta hacerlo irreconocible y fundirlo con la materia caótica a niveles incomprensibles.

Aunque nos hagamos una idea o simulación de la realidad grande que nos margina o contiene como la forma contiene a la materia, el destino que espera a nuestro pobre ego y a la pobre imagen que ofrecen por ejemplo estas palabras es el de tal fusión con el desorden: seremos reducidos todo lo más a un recuerdo, una sombra, un sueño incierto en mitad de la noche, la silueta recortada en una fotografía amarillenta, incolora, arrugada; a un fotograma en movimiento o a las palabras malinterpretadas y confusas que forman el personaje de un libro o un drama de marionetas que penden torpemente de los cordajes de arterias del corazón movido por el sentimiento o de los nervios que mueve el cerebro; ni siquiera podemos esperar que los elementos que nos forman reconfiguren un Heráclito en el río o un Leopardi que mire al infinito. La vanidad más insolente terminará por ser tan ridícula como todo lo demás y solo seremos nada de nada, como en la famosa canción de Cecilia, esa Cecilia que, sin embargo, todavía recordamos.

viernes, 13 de marzo de 2015

Miedo

Miedo no a morir, sino s a morir sin haber pagado todas las hipotecas y facturas 

Miedo a que mi mujer, mis hijos, mis animales no lleguen a ser felices

Miedo a morir sin haber llegado a escribir todo lo que quiero escribir.

Miedo a haberme equivocado

Miedo a haberme equivocado incluso habiendo querido hacerlo bien

Miedo a dejarlo todo por cansancio

Miedo a tener que vivir otra vez 

Miedo a no poder morir nunca

Miedo a empezar otra vez

Miedo a vivir otra vez sin haber aprendido nada.

Miedo de que lo que he aprendido no sea suficiente

Miedo al dolor, al cansancio, al aburrimiento

Miedo a no haber vivido

Miedo a haberme mentido

Miedo a cansarme de ser humano

Miedo a la estupidez

Miedo al mal

miércoles, 18 de febrero de 2015

La contracción de la memoria

El paso del tiempo es lo único que ocurre. Es inevitable que nuestro soporte físico se reduzca y, con él, la capacidad de contener memoria, de retener la realidad. Sí, como las últimas teorías científicas afirman, somos información y nada más, la pérdida progresiva de la misma que supone la vejez nos vuelve esquemáticos y esencialistas, nos bate en retirada y empobrece el mundo al mismo tiempo que nos empobrece a nosotros.

Me explico: nuestra memoria empieza a volverse convergente, a hacer de dos recuerdos parecidos uno solo; no advierte las diferencias y se vuelve tozuda. Y los más grave: la información termina por disgregarse y aniquila el yo transformándonos en instrumentos de autodemolición: somos el fantasma que habita el castillo de su propia ruina. Los recuerdos se vacían de contenido hasta que nosotros mismos somos un recuerdo para nosotros mismos. El tiempo nos hace empalidecer sobre la superfice del mundo.


miércoles, 8 de octubre de 2014

El paro mental

¿Qué nos aflige tanto en la quietud? Debe ser un monstruo, ya que lo rehuimos mirando a otro lado. Es como el espejo que sirve para mirarse el espíritu. A algunos no les gusta lo que ven. La quietud sirve a los demasiado activos para recomponerse, pero los que llevan mucho tiempo en ella la aborrecen porque les descompone alejando la vida. Ahora muchos se ven en la tesitura porque la economía les ha puesto en ella y miran ese espejo oscuro con zozobra. Porque, o se vuelven locos, o ridículos para su orgullo, o vegetan ante el televisor en un sueño que hace perder el tiempo o nos transforma en monstruos sin saberlo. No saben vivir la vida al pormenor, de forna minimalista.

La quietud es buena como etapa o vacación, pero no como residencia, ni siquiera para la vejez. Se transforma en una residencia en la tierra, como la de Pablo Neruda. En ella uno se pudre dando a luz en la negrura gusanos que se comen las flores. Cierto que puede ser curativa: puede usarse revolviendo por dentro para buscar el recuerdo enterrado que uno necesita para agregar a la hucha de momentos felices (es necesaria para alimentar la batería energética de la resistencia vital), puede poner orden en la confusión espiritual que produce la experiencia desordenada, puede crear arte o regenerar la identidad; pero cuando se lleva mucho tiempo en ella uno siente la necesidad de vomitarse a sí mismo o la caquexia nos hará consumirnos, porque tenemos la convicción, generada por la sociedad, de que hay que gastarse. O proyectamos algo de nuestra "actividad" espiritual -uno nunca para, ni siquiera en reposo, y siempre nos guardamos las palabras, sentimientos e ideas basuras que no podemos expeler- o se quedará dentro reciclándose interminablemente en nuestros sueños, ahora vueltos pesadillas.

Pero este ejercicio es tan penoso que siempre nos devuelve a nuestro propio yo. Si nos queremos expulsar nos damos cuenta de que tenemos que enajenarnos por otro con algo tan discutible como el amor, o descubrimos que no estamos parados, sino detenidos por los contornos. En ellos encontramos gente que nos tiene atados de pies y manos o que construye muros de ladrillo, de papel, de indiferencia, de dinero y hasta de palabras. Sí, de palabras. Uno sale y se vuelve a sí mismo cuando no encuentra forma de ir más allá; cuando no encuentra ni siquiera espacio, distancia geométrica para "dejarse y olvidarse" como quería San Juan de la Cruz. Hay gente incluso tan cerrada que prefiere cerrar del todo y largarse de este mundo a ninguna parte, o a otra, si la hubiera, porque todo lo más lo único que ha conseguido es comunicarse con una pobretona lata de sardinas llamada móvil que se está cargando los actos sociales y todo tipo antiguo de comunicación multicanal, o una lata algo más grande llamada ordenador personal; y vaya si es personal.

A las mujeres les gustan más los móviles que a los hombres, que siempre han sido más inclinados a las proyecciones corporales que lingüísticas, porque así es más fácil mentir y evitar la comunicación cara a cara. Puedes no contestar o esconder lo que dices sin que te delate una mirada o un gesto. O puedes procastinar afectos y gentes que importan o que deberían importar. Puedes también tener a la gente esclava de lo que dices y esperando instrucciones, como si la gente fuera un robot, quitándole iniciativas o atándola con lazo largo. No dejas espacio a libertad alguna, ni siquiera de palabra, pues nada importa, sobre todo tú.

El día se vacía de alternativas. Todo está regulado desde el sumidero del móvil. Los niños y las niñas se acuestan con él al lado. Antes lo hacían con un libro o con un osito de peluche, o con un padre al lado que les contaba algo de su infancia, un cuento o una fábula.

Los niños del futuro estarán solos aunque se rodeen de gente.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Entropía y ubi sunt?

Conviene de cuando en vez contemplar allí donde los ojos vuelven de vacío, "hacia la infinidad buscando orilla", como decía el capitán Francisco de Aldana, anagrama de La Nada, antes de perderse en el desierto con el rey don Sebastián. "Entró al desierto sin cerrar la puerta", diría Gerardo Diego. Es preciso ser sensible a la muerte para poder sentir la belleza de la vida: carga las pilas. Pero nosotros vamos por ahí llenos de vacía indolencia, creyéndonos sin destino, en medio de un oscuro Egeo entretejido de islas consteladas y archipiélagos de estrellas, cuando vemos súbitamente el fanal faro que con su guiño advierte de los dientes del arrecife, que puede ser una enfermedad propia o la pérdida de un pariente o amigo. Entonces con ese golpe sentimos que lo único que tenemos que perder es todo y es la vida. 

Y sin embargo, más que pasar el tiempo, pasamos del tiempo, con lo que nos sobrepasa: nos aburrimos y aburramos como si la vida no fuese algo mejor; y con nuestra sustancia, que es el tiempo, hacemos pajaritas de papel o de palabras, hacemos arte o incluso el amor, pero todo son burbujas de un barco que se hundirá lenta y fatalmente como un Titánic rajado lateralmente por la hoja de cuchillo de un iceberg; Heidegger comparaba la fuerza persistente del tiempo con la de la gravedad; lo dijo el Dante: e cade cuomo un corpo morto cade; al centro de todo lo que somos caería toda nuestra galaxia de giro enloquecido, a un agujero negro, un maëlstrom ciego que nos engulle como se zampa un espaguetti.

Muchos andan descalzos por el filo de esa navaja buscando drogas del riesgo para sentir que existe realmente esa cosa incolora, inodora, insípida, sin forma ni significado que es la vida, hecha con hidrógeno y oxígeno, como los ríos, o un poco más. Otros intentan darle letra a esa música, como yo mismo y otros que escriben. Pero nada hay tan vulgar o repetido como un segundo de tiempo: cada uno se parece al otro siguiente como un grano de arena a su gemelo en ese desierto árido que es existir o consistir todos los días; nada puede hacerse con ese puñado de fugaces instantes de arena sino un montoncito, apenas una pirámide, que, después de todo, solo es una tumba, una duna cristalizada. Nada nuevo hay bajo el sol, dijo, dice, dirá el Eclesiastés. Y yo lo repetiré, otra vez, pues la verdad es lo único que no puede repetirse: solo una vez es todo verdadero, ha dicho, dice, dirá Feuerbach. Pero la verdad se descompone en tiempo, el universo se enfría como un cadáver: "Desatando se va la tierra unida", escribía Góngora en un ocaso que él llamaría crepúsculo; y Quevedo, que terminó por apreciar al poeta cordobés: "Devanan sol y luna noche y día / del mundo la robusta vida". Y Giacomo Leopardi, que envidiaba a los muertos como si ya hubiese habido una guerra atómica en el siglo XIX (solo había habido la invasión napoleónica de Europa, primero de los grandes trastornos mundiales), escribe en su Palinodia al marqués Gino Capponi:

La natura, crudel fanciullo invitto, / il suo capriccio adempie, e senza posa / distruggendo e formando si trastulla

"La naturaleza, cruel niño insolente, / su capricho realiza y sin descanso / destruyendo y formando se entretiene". Y en esa cadena evolutiva,  "el tiempo que nos hizo, nos deshace", prolonga, repite y sentencia Octavio Paz. Nadie es sino un somos: cada grano de arena y de tiempo es un yo, una conciencia, un bit de información que se va disolviendo y disgregando con la erosión de lo que los científicos llaman principio de entropía y los humanistas tópico del ubi sunt?, presentes sucesiones de difunto o negro luto de los rastrojos quemados por Miguel Hernández en su elegía legendaria.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Desde algún lugar del frente

Amor mío, aún resuenan los gritos de los heridos en la última escaramuza. Perdona la letra: me tiembla el pulso y no tenemos suficiente keroseno para todas las bujías. Algunos han partido esta mañana con rumbo desconocido. Con tanta y sucesiva reforma educativa los docentes estamos perdiendo, hemos perdido ya toda esperanza de ganar la guerra. Un aliado ha traído periódicos de fuera: la prensa extranjera declara inminente la derrota, pero aquí lo único que plantean ante los resultados es planificar una y otra vez la misma pachanguera ofensiva. Como al profesor chiflado de la película, su lugar de Calvario se le ha convertido en un reformatorio. De los tanques, la tarima  y los nidos de ametralladoras hemos pasado a la trinchera y las alambradas. Si se hace sin dinero, mal vamos; peor, si se prescinde de los criterios de los propios soldados profesionales y ya es el colmo si, además, se masifica y aglutina tanto que se nos trata como carne de cañón; se nos saca toda energía cargándonos de horas de batalla y clases atestadas de alumnos cada vez más reacios y resabiados, que también son palabras que empiezan con re-. Lo único que se nos pide ya es disciplina, pero no son raras ya la neurosis de guerra ni los casos de cobardía ante el enemigo, con el que a veces se confraterniza, porque hemos descubierto con sorpresa que tenemos con él más cosas en común que con los amigos, por ejemplo, la misma falta de futuro. Ni siquiera compensa la misma cochina paga, que no responde a estas miserias ni sobrecargas: algunos profesores ya no saben, entre tanto e indiscriminado bombardeo legislativo, ni siquiera la asignatura que van a impartir el año siguiente o dónde les tocará desembarcar el año próximo. Es más, perdón, es menos: se les quita mucha de la que tienen y podrían tener y no se les promete que lo anterior vaya a volver. La guerra ya es más larga que la de los treinta años y hay sospechas de que lo único para lo que sirve es para que se lucren y repartan el pastel los altos mandos de ambos bandos. Los veteranos esconden el culo en sus oscuros agujeros entre ratas y mandan a los bisoños al frente con un hola y adiós, rascándose sus viejas cicatrices de guerra; prefieren un insulto a una condecoración y cambiarían esta con gusto por un permiso indefinido. Es lo que hay.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Contornos

Engolosina la palabraja; incluso pensube titular así, no anó, un prójimo libro de osepía, que es poesía pero en revuelto, mexplico, un todo inorganicero. La quiero así porque una presunta crítica literaria me dijo que mi primer mugido lírico carecía de unidad. Eso de ser divisible, nada atómico y sí anatómico, de no ser uno, anónimo pronombre habitual al escomienzo de mis escrituras, se me quedó, porque el criticio matemático de un primer librato de poesía quema que es una barbaridad, una melenidad de mal pelaje, sobre todo a vacas como yo, que pretendieron decir mu, no mucho y sin fin, como hacen todas; yo me quedaré en los confines y los andurriales, esto es, en los contornos y andenes y afueras de todo y de la unidad, con los locos, los muertos, los enfermos, los chabolistas, los chatarreros, los almacenes, los árboles en familia o en ringlera, las estaciones, los caminos, las aradas y los depósitos de agua, el que ni siquiera es uno, el excluido/exclusivo, el sin cara japonés, el donnadie sin don.

jueves, 25 de octubre de 2012

Nada de nada

Nada hay que decir, que agregar al mundo. Solamente una vez es todo verdadero y todo lo demás es subrayarlo, borrarlo o alterarlo por la monotonía y el cansancio. A ciertas edades todo "empieza" a repetirse, si es que tal verbo, auxiliar, vicario, ancilar, sirve para algo... para algo que no sea emprender lo que no tiene fin.

Esta recurrencia tiene sus efectos: uno se difumina y disgrega como un tóner de fotocopia, se hace polvo de tiempo o arena que pasa, una polilla o conciencia que va deshaciendo su hogar poco a poco ayudada por las embestidas de demolición de cada segundo, de cada latido, de cada día, de cada noche.

¿Qué cabe esperar? Nada de una sociedad que se gobierna con mentiras, nada de quien ha olvidado, si alguna vez lo supo, qué era quién.

lunes, 8 de octubre de 2012

Fatigas

Gran parte de mi desánimo (y no poca de mi parálisis) nace de la desproporción entre lo que deseo hacer, realmente gigantesco, y lo que realmente puedopodré y me dejarán hacer. Unamuno decía que el saber no ocupaba lugar, sino muchísimo tiempo; Bergman, al borde de los años de su tortuosa vida, que para poder poner en marcha un proyecto un viejo necesita el entusiasmo y la energía de los otros más jóvenes. Sin querer compararme, qué desvarío, con esos titanes de la creación, he de confirmar que les sobra la razón; que tienen la de un santo y que el desaliento me cunde no ya por las taras de la vejez, sino también por la triste circunstancia de que no veo publicar lo más importante que he hecho por dificultades de largo referimiento (si no fuera largo, no serían dificultades). Le ocurre hasta a las hormigas como yo: en mi caso, una tesis que resume más de diez años de tediosas y laberínticas investigaciones, cuya publicación, que muchos desean, incluso este cura, aunque no se esfuerce ya lo más mínimo en conseguirla, se ha demorado demasiado tiempo. Hay, además, que ganarse el pan con el sudor del espíritu, que debe ser algo similar a la depresión; pero ahora el pan está por las nubes y exige, según el gallego providencial, mucho más sudor todavía y del peor retribuido. Eso de exigir no está mal, pero la gente quiere, siempre ha querido, que las exigencias sean mutuas, recíprocas; los líderes deberían saberlo. Entre tanto agobio, ni siquiera sé si podré echar un cuarto a espadas al libro que celebra el cincuentenario del Instituto en que trabajo. No quiero ni debo escribir más, porque mi caro y sufrido curro me reclama y los garbanzos deben primar sobre toda otra consideración.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Ineditismo

Con frecuencia un autor se queda a medio retratar por el tiempo, como si hubiera muerto con retraso y su fantasma nos visitara para puntalizar su imagen. Ha pasado con el arquitectónico y cerebralístico Valéry, al que le han descubierto recientemente nada menos que centena y media de ardientes poemas amorosos de viejo verde; su mellizo, el atiplado y stripticio JRJ, también dejó testado que publicaran su refragmentario archivo de roturas y destrozos pasados los añicos y algo parecido ocurre con el más polimorfón de todos, Pessoa, al que le están sacando ristras de libros como en una matanza del cerdo o si estuviera eternamente de parto, múltiple de padres como era. Y por ahí andan los abortos inéditos, más o menos humanoides, de Canetti y Kafka, esperando los desentierren, para bien de los no muertos. Cosas del morirse sin concluir.

El principito, de Maquiavelo

¿Nadie ha reparado en esta lectura paralela que propongo, implícita en el fondo del libro? Se trata de leer El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, como si fuese un contralibro de El príncipe, de Niccolò Machiavelli. Leído de esa forma, el libro tiene un sentido, una pureza y una amargura que tiran de espaldas. Si lo esencial es invisible a los ojos, el innominado príncipe de Maquiavelo insiste en que la apariencia es lo esencial.

miércoles, 4 de julio de 2012

Voluntad

"Mi voluntad se ha muerto una noche de luna, escribió M. M., en que era muy hermoso no pensar ni querer"; a mí me pasa lo contrario: soy incapaz de manejar mi propia voluntad, ni siquiera para darle la extrema unción. Me lleva donde ella quiere y siempre hay un rescoldo irremisible que la niega resentido. No me controlo: padezco una especie de tensa disociación entre mi yo activo y exterior y mi yo pasivo e interior; incluso desconozco cuál es la marioneta y quién el que la mueve. A muchos esa agonía les entristece toda la vida; yo he aprendido a soportarla, a sobrellevarla, a ignorarla, a disculparla e incluso a sacarle algún fruto a pesar de sus barrabasadas. Porque esa tensión en el alma hace vibrar sus cuerdas, y de esa vibración se puede sacar algo de arte o de conocimiento. Y malditos sean el arte y el conocimiento, que no me dejan en paz; si al menos sirvieran para algo... ¿Me podrían emancipar? ¿Cómo emancipar a una marioneta o a un marionetista de su otra criatura? Creo, además, que tengo dos marionetistas, el cerebro, con sus nervios-cuerda, y el corazón, con sus capilares-cuerda. Como bien sabía Goethe, la historia del teatrillo son formas de una sed/red que no hay modo de calmar; él proponía la acción, pero ya sabemos, lo sabemos desde Schopenhauer, que al final de la acción sólo hay cansancio, y el cansancio es sólo otra forma del dolor que pretendemos evitar. Resulta así que del aburrimiento, que es el dolor del alma, pasamos al dolor del cuerpo, que es el cansancio; supongo que el aburrimiento está al comienzo de la obra y en su salida, dentro y fuera del escenario; el cansancio está sólo en el mismo escenario. El zigzag de la pasión es el del electroencefalograma: beber el agua de Tántalo, subir la piedra de Sísifo, peregrinar de la diástole a la sístole de la vida.

martes, 19 de junio de 2012

Inutilidad

Uno, pronombre a la cabeza de larga serie de otros, se considera laboriosamente inútil. Se ve del todo interrumpido, desfondado y descargado, incluso con polaridad negativa en lo igualmente negativo que repele. Sus piezas interiores, dislocadas por una especie de mortal arritmia, han dejado de unirse y funcionar; debe tener algo roto, una rueda desdentada o muelle flojo que impide que el movimiento pase de lugar en lugar, como Mario de plataforma en plataforma. No da la hora y se quedó a medias, tan parado como detenido, en algún estólido momento entre un segundo y otro. No hubo agujas que pasasen más allá, apenas un leve latido entre las lindes de un indeciso y autoidéntico segundo. En suma, se encuentra como el hueco interior de la estatua, aislado en una epidermis férrea de huevo cósmico de que no sabe ni puede emerger.

Ya solamente trata de escribir su describir.

viernes, 21 de octubre de 2011

Otra vez será ¿qué?

Hace mucho que no escribeo ni borrajo este bobo blog, pero a menudo me sorprendo pinchando nótulas mentales para reportar vanas obsesiones y observaciones, desde la compacotilla que forma la pelusa callejera de noviembre (colillas, plumas de paloma, cáscara de pipas, algodón de papel degradado por la lluvia, restos de envoltorios escapados a la escoba, hojarasca otoñera, mosquitimuertas, chuche rancio, etc.), a las mylfas  (mothers you'd like to fuck, Molina Foix dixit muy mentesuciadamente) cuyas grupas acumulan vistosonas en los alerrebaños del San José para ver salir a sus biencesareadas nínfulas de uniformal uniformidad (a los ricos les gusta estar todos uniformales; la gente de uniforme, lumpen toda, de ser vil, servil, servidora de ser vicio, viciosa de ser servil, servidora de quien no sirve, Satanás, curas, militares, es cuanta declara (es un decir) todas las guerras civiles que patean los cojones del alma).

domingo, 4 de septiembre de 2011

El bosón de Higgs y el nombre de la Rosa.

Por lo que dicen de él, cualquiera añadiría que el bosón de Higgs es el mismísimo Dios, tanto se esconde y tanto trabajo da elucidar su existencia real o ficticia con todas las cábalas teológicas y fórmulas que pergeña la Física cuántica, que rodea el misterio insondable de jerarquías de ángeles-partículas que dan vueltas y más vueltas en torno a su creador, emitiendo luces y otras radiaciones, formando dantescas rosas atómicas rotas de tacto y rebosando ondas de pálido pétalo electromagnético, tal y como dice MM:



En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color


O como RMR:


Quién, si yo gritara, me oiría desde los órdenes celestes?
Y aun si algún ángel repentino
me estrechara contra su corazón, me anularía
su más fuerte existir, que la belleza
no es sino el grado de lo terrible que soportamos todavía.

lunes, 15 de agosto de 2011

Conato de entalpía.

Cuando Carrasco no toma del frasco (pastillas de freno Muñoz hermanos), suéltansele en estampía las fieras y selváticas y rugientes neuronas y él, que drogado aparece nomal, sin drogar aparece anomal,  surnormal,  retormal, simalsano, nobueno, salido de un violento y pútrido cuadro de Koskoshka a las rosas llenas hasta los dientes. Querría dejarse del todo lo además, abrirse en brazos ríos de tinta de espino, palabras que le corren como líneas de fuego de un hormiguero arañazando de dentro. Pero descubre ser un asesino rompecabezas de ventanas por los que trocean el mundo a navajazos de partes y fronteras, tempestades de larvados tornillos, puntas cabezamosca y gusanos de tuerca, redes eléctricas de pústulas y caminos de cerezas bifurcadas y venas de agua partida y cieno floreado y grita tan pálido que no junta los añicos hurtados de su rapiña, picados con águilas sus huecos de sexo hueco herido con las estrías de sus plúmbeos y trígeos feraces océanos de archipiélago estelado.

jueves, 14 de abril de 2011

La rosa rota de tacto, y su origen.

No la toques más, que así es la rosa, escribió JRJ, quien luego abrevió: así es la rosa en su sin fin obra en obra. Seguía enredando la rosa del Dante el lujoso vorticista Ezra Pound con su rosa es una rosa es una rosa, cuando esa flor, que no es la azul de los románticos, crece en tierras ignoradas / no tiene aroma, ni forma, ni color, como quería Manuel Machado, sino nombre, según Eco y otros ecos, ecos, ecos. Quiero decir que al muy orna-mental y parnasiano nobel Sully-Prudhomme le decían, en broma, (era un frío ingeniero de metal eiffel que se dio a la lírica) que de tan delicado y fino no había que tocarlo, que se rompía, que se quebraba, como si le hubiera caído encima una lluvia de nitrógeno líquido de esas que hay en Titán. Qué otoño de las rosas, que inmortalidad de rosa llorando bajo la lluvia. Pensando en esas cosas pensó JRJ en él (lo cual se le daba muy bien al hombre isla, incluso en Puerto Rico, donde lo fue dos veces)  porque, aunque luego le dio por la lírica de las ingles o inglesa, antes estuvo comido de mal francés, antes, o sea, de su strip-tease con braguitas de inocencia y demás encajes, puesto que ya dijo liliumque non tactum el bueno de Marcial, V, 37, en su epigrama a una niña muerta, que ya es morir, como escribió Poe.

puella senibus dulcior mihi cycnis,
agna Galaesi mollior Phalantini,
concha Lucrini delicatior stagni,
cui nec lapillos praeferas Erythraeos
nec modo politum pecudis Indicae dentem
niuesque primas liliumque non tactum,
quae crine uicit Baetici gregis uellus
Rhenique nodos aureamque nitellam,
fragrauit ore quod rosarium Paesti,
quod Atticarum prima mella cerarum,
quod sucinorum rapta de manu glaeba,
cui comparatus indecens erat pauo,
inamabilis sciurus et frequens phoenix.

Niña a mí más dulce que la más blanda oveja del Galeso falantino, que la más delicada concha del pantano Lucrino y a quien no antepondrías ni las piedras eritreas, ni el recién pulido diente del animal índico, ni las nieves primeras ni el lirio intocado, ni la que venció con su pelo al vellón del rebaño bético y a las trenzas del Rin y a la áurea comadreja y perfumó con su boca lo que el rosal de Pestum o las primeras mieles de las ceras áticas o lo que un pedazo de ámbar arrebatado de la mano; a ella comparado era indecente el pavo real, indeseable la ardilla y frecuente el Fénix.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

Velis nolis

Las vísperas de lo indeseable son, siempre, abono para crear lo que realmente uno quiere. La angustia es el fermento de la pasión. Siempre ha sido así en mí como supongo en otros y, ahora, no lo es menos. Con esa energía se me infla el subconsciente, me olvido de tomar las pastillas y sueño con jeroglíficos peregrinos. Hoy, por ejemplo, contemplé dormido que una serie de niños se hallaba presa en los cajones de una especie de hipercubo asiático, hueco y teselado como un mahjong en tres dimensiones de casillas casi rectangulares, sin cielo. Cada cajón estaba cubierto por un kanji extraño que funcionaba como asa y algunos contenían un muchacho escondido que no quería salir. La función de ese hipercubo era tortularlos, no sé cómo; la tortura no podía ser rechazada: los que no salían de los cajones morían. Unos chicos consiguieron evadirse a través de un cajón vacío, pero lo único que consiguieron fue entrar en otro hipercubo infernal mucho mayor, más difícil y japonés. Supongo que era una especie de metáfora de los exámenes de Septiembre, o de la Selectividad. Si es así, como metáfora es una mierda.

Me desperté en la noche y miré las fantásticas siluetas negras de las sombras dando vueltas sobre mi cruz de San Benito, sin poder entrar. Me sentía como un San Lorenzo sobre la parrilla de la cama, como una fea colección de músculos, grasa y piel colgante sobre el asta de hueso puro de mi esqueleto. En un rincón de mi pecho la cabeza de un perro soltaba sus ladridos como latidos. Sentía pesar la carne, la piel, las sobras y asaduras sobre mis huesos y ansiaba reducirme sólo a un pensamiento puro, a un espìritu sin esas sobras de materia pesada, de materia oscura, de cuerpo.

Existe una jerarquía creciente de gente indeseable: el ausente, el oscuro, el antipático, el desagradable, el difícil y el imposible. Hay una jerarquía inversa, pero es menos frecuente. En el fondo esa jerarquía es un círculo. Es esta una retahíla que también aparece en un pasaje de las Meditaciones de Marco Aurelio. Cada vez más el profesor tiene que ir de un lado a otro de esa escala, presionado por una voluntad u otra que no es la suya, lo cual es antipedagógico; pero es porque los niños, que ya en su mayoría son niñatos, son antipedagógicos también y previamente antimotivados, como también los padres y los modelos de ambos, los políticos sin sombra alguna de conciencia. Pero hay excepciones, claro, cada vez más excepcionales. Es lo que hay que decir, ¿no es así?

Las habrá, claro, también aquí.