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viernes, 19 de octubre de 2012

Sueños

Los sueños constituyen la cara oculta de la vida. En ellos ejerzo una existencia más oscura que el propio cuarto donde dormito. Y, aunque el protagonista de esas vivencias entrecortadas y miserables y yo tenemos bastante en común, somos también distintos: entre otras cosas, él ha sufrido más desgracias que yo y le sucede más raro; los cielos son como los de una radiografía y lo que le ocurre se mueve en el indeciso campo de la inseguridad y lo alérgico a la rutina. Es una versión en negativo de mí mismo: su forma, su punto de mira es igual, pero el contenido es opuesto. En mis sueños me ocurre siempre lo que nunca llegó a pasarme, pero estuvo a punto; los pueblan mis túes alternativos, me revelan los senderos no trillados, las inminencias que no llegaron a brotar, qué me habría ocurrido si no hubiera habido Razón, Providencia o Ángel de la Guarda que custodiase mi pobre alma descarriada y la llevase por los senderos que llevan a las hierbas frescas y a las fuentes tranquilas, reparando mis fuerzas y alejándome de los valles tenebrosos, universos paralelos y degradados, puro Fringe. Mi convicción en ellos se ha ratificado por eso. ¿Es que no tiene sueños positivos, sólo pesadillas? diréis; pues si los he tenido, apenas los recuerdo; sólo uno, cuando era niño, suscitado por un deseo vehemente de que algo me demostrara afecto; como no ocurrió, la irrealidad se me volvió negativa en ese instante. Y, los sueños, ya desde entonces, más negativos todavía, quizá para compensar y equilibrar el navío de la realidad, tan desagradable, y hacerla más hermosa, o menos fea. Miserias afectivas. En general, los sueños se recuerdan muy mal, porque la mayoría consiste en represiones de fondo de barco o sótano sin ventilación de lo que no queremos volver a ver o ecos de lo que alguna vez nos desilusionó. Acceder a ellos es, pues, tortuoso y tropezón, y no compensa. Por eso muchas veces altero los sueños: me siento en ellos como un director de cine que rehace la historia para convertirla en algo más comercial, en algo más soportable, podríase decir. Hago lo mismo que hago aquí, en la realidad, crear una modesta literatura que me envuelva con su manta igual que a un gusano con su capullo, hilado por un renglón interminable. O sea, actúo más como un dictador que impone la censura que como un artista que disfruta transgrediéndola. Me castro con insistencia y ya no es doloroso, sino lo mejor para los demás, esos túes que ya son yo mismo.

lunes, 16 de enero de 2012

Sueños tontos

Siempre que estoy preocupado en exceso me acometen los sueños raros. Esta noche he tenido uno sombrío, pero lo que más me ha preocupado es que parecía una producción de Hollywood. Qué horror. Estaba en un rascacielos y una continua serie de tsunamis intentaba desplomar el edificio; al principio venían todos por el mismo lado pero luego venían de los otros. La gente a mi lado procuraba adoptar la postura más correcta para resistir el arrastre de las tremendas hiperolas y ponerse en los lugares más estratégicos para evitar los desplomes de los terremotos. Yo también. Qué ridículo, ¿no? Yo creo que fue a causa de la película que no quise ver terminar, "Destino final V". Ya veis, un sueño corrientucho sobre una tontería. Qué vulgaridad.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Un sueño



Descubrí  al despertar una enorme escolopendra adherida a mi pierna derecha, que se quedaba allí enroscada bajo el pantalón de mi pijama. Llamaba a mi hija a gritos para que trajera una tijera; en vez de eso traía una cinta métrica de metal; con ella la partí en tres trozos. El bicho era negro y grande, con unas tenazas para cortar enormes y medía un palmo o casi dos decímetros. Algo me decía que aunque la había matado, sus pedazos se reproducirían, incluso creo que uno se refugió bajo mi axila. La próxima vez habría que cortarla dentro del cuerpo, donde mis tijeras no alcancen.

miércoles, 13 de julio de 2011

¿Quién es el dueño de tu sueño?

Mis sueños me dan la lata de un modo caprichoso, si no no serían sueños. A veces constan de varias entregas, espaciadas entre los meses, de forma que son como los capítulos de una saga. Por ejemplo, en el pasado soñé que mi padre estaba vivo y había tenido una amante de la que había tenido un hijo. Hoy he soñado que íbamos mi hermano y yo a conocerlos con mi padre a un pueblo de Andalucía. Entramos en un lugar que parecía al mismo tiempo una cámara acorazada y uno de esos enormes casones de pueblo de varios pisos, que funcionaba como la delegación de CC. OO. Tras pasar por varias cámaras estancas del tamaño de cuchitriles y con diversos controles, nos condujeron a un amplio salón de techo muy alto que funcionaba como un asilo de ancianos, con muy poca luz, donde estaban tomando café en grupos en varias mesas viejos de cara apenas discernible. Yo había dejado atrás a mi padre y a mi hermano, que estaba tan cabrón como siempre y tenía más estatura que yo (quizá yo me sentía del tamaño de un niño). Entonces la trama se complica con no sé qué de fotos de la guerra civil y busco a mi padre y a mi hermano para que me indiquen dónde están los que había venido a conocer. Ahí se interrumpe el sueño. Creo que no los llegaré a conocer, ya que la esencia de los sueños siempre es una frustración. En todo caso, la serie se prolongará con una entrega más... quizá.


La interpretación que doy al sueño a través de su simbología es simple: entro en la muerte y busco en ella lo que me interesa, pero no encuentro nada.


Mi subsconsciente y yo nos conocemos muy bien y apenas nos engañamos ya el uno al otro.

miércoles, 20 de octubre de 2010

La hora de la vida

En España todo el mundo callejea entre siete y ocho y media; entonces usted puede encontrarse a cualquiera, porque se anima el ritmo circadiano y no hay quien no salga para tratar con hombres, animales o plantas, porque los que quieren comprar algo apuran el cierre de los comercios y los mismos comerciantes salen de trabajar y cada cual se dirige a casa para cenar, concluida con alborozo su jornada laboral. Los hombres casados, sin embargo, no tratan con mujeres, a causa de lo que Jesús Ferrero llamó con exquisitez efecto Doppler. La amistad con mujeres más allá de las meras apariencias es muy rara; cualquiera que la haya probado sabrá que media siempre una raya intraspasable de peligro ominente. Si la relación alcanza alguna intensidad, e incluso aunque no, se construye un universo paralelo de posibilidades que nunca va a interferir en la realidad, porque, si lo hace, origina todo tipo de desastres cosmológicos; de ahí que los hombres de uno y otro sexo y las mujeres de uno y otro sexo se suelan evitar como se evitan los planetas en sus órbitas, incurriendo sin embargo en inevitables mareas y mareos; porque, además, acaba apareciendo siempre la cara oscura del astro y en ese tenebroso amanecer resulta invariablemente más fría y muerta que la esplendente. Toda aurora es efímera, porque la vida da giros -"como el mundo es redondo, el mundo rueda", decía el romántico- y lo que antes se vino arriba se viene abajo. Uno puede adoptar la actitud galaica de un Rajoy que no se moja ni en la ducha y andar confortablemente metido en su concha como un molusco bivalvo, o lamelibrianquio y pelecípodo, que decía mi profe de naturales, Pilar Manglano, que Dios guarde y en buen lugar ponga, y atravesar por las mujeres con un corazón íntegro y monocorde a paso de legionario, pero eso también rendirá factura/fractura y yermo de soledad, mustio collado, tras la intensidad de la máxima aproximación del efecto Doppler.

Pero, dejando al margen el excursus, que para eso está, refiero que he leído El Día y, fuera mentiras, venía en sus páginas un estupendo artículo de Macario Polo Usasola, llano y lleno de sentido común. Me tiene mal acostumbrado este ciudarrealeño novelista e informático profesional; todavía no le he pescado ni una sola página vacua o mal escrita... De momento, me conformo con leer todo lo suyo con muchísimo gusto por lo que dice y cómo. Aunque es colaborador, debería hacerse pagar sus columnas, que ayudan a levantar ese templo periodístico. De momento, ahí va un enlace a su blog en el mío.

Esta noche he soñado con fábulas. Debo estar mochales, porque trabajo hasta en sueños; supongo que debe ser propio de escritores eso de poner a currar a los sueños y estrujar sus nubes para sacar la lluvia concreta de la escritura, pero eso hace que te levantes fatigado para tener que ir a dar el cayo en otra cosa. Triste condición la nuestra.

lunes, 11 de octubre de 2010

Retales y recuales

Son las vísperas de algo y, como siempre, se me carga el subconsciente. Hace unos días tuve unos sueños complejos, maravillosos, creo que a consecuencia de la agradecida digestión de dos litros de té con limón, que me gustaría ahora poder recordar... Esperemos que se repitan, como suele suceder con mis sueños, algo que creo es muy común; muchos son unos auténticos obcecados y siguen rondando la nocturna luz de mis neuronas durante años.

A fin de dar mulé al gandul que llevo dentro voy a cambiar mis rutinas para oxigenar algo mis ideas; no quiero volverme un apéndice del sofá y creo que un mero cambio de posición GPS hará milagros: iré a instalarme todos los días de seis y media a siete y media más o menos al Guridi. Aprovecharé esos momentos para, con ayuda de esos cuadernos de canutillo que me gustan tanto, ordenar mis ideas y tomar notas y apuntes para mi trabajo y escritos; creo que me vendrá bien este cambio de contexto para agitar mis estrecheces. Además, ya no se fuma en ese garito tan frecuentado por los ultraicos. Para animarme, vi la película Buried... , sobre un tema de comedia ya tratado por Poe, ese genio. Lo que más me hizo gracia fue la llamada del abogado de la compañía de seguros; yo la recomendaría a cualquiera que abuse del móvil, para ver si se desengancha, pero no me animé, la verdad, y aconsejo a Zapatero que la vea, a ver si se cura, arsa pilili, de la alegría sevillana de la que goza. Hubiera preferido ver El gran Vázquez, pero su actor protagonista me causa urticaria; la mítica biografía de Manolo, de quien tantas historietas he leído, que viene a ser como el último pícaro del Siglo de Oro, merece los cinco eurazos que vale la entrada, aunque la crítica no dice ni fu ni fa. A mí me gustaba sobre todo su mendaz y autobiográfico Vázquez perpetuamente perseguido por una banda de sastres letales y tramposos, su Angelito, el bebé gitano abandonado y anarquista, siempre dando botes por el campo en su orinal, el decimonónico Abuelo Cebolleta (ya por entonces me identificaba con el XIX) y la abuelita Paz, que repartía su descomunal bondad a todo el mundo dividiendo su minúscula pensión en moneditas de diez céntimos, recibiendo en pago el desprecio universal de todo ese mundo; sin embargo, no lograba entrar en el mundo de las hermanas Gilda -he vuelto a revisar Gilda, y maravillosa película, donde se dice aquello de "el mundo es un lugar muy grande, lleno de gente muy pequeña". Vázquez, que conoció de chico a uno de los discípulos de Ramón, el absurdista Jardiel Poncela, como Fernando Fernán Gómez, otro anarquista, era tan vago que solía llevar a su agente secreto, Anacleto, de misión al desierto para así no tener que pintar tantos paisajes de fondos de viñeta... ¿Se cree que se me pasaba el ardid? Ni por un momento, tío.

Mi sexto sentido me advierte de algo y sin saber muy bien por qué, leo El Mundo. Sé que entre sus redactores hay varios ciudarrealeños, como bien me canta el archivo de periodistas que llevo para mi Historia de la literatura manchega; trae un reportaje en las páginas de economía sobre diversos manchegos del gremio de la manganza. La fuente es el informe inédito del Banco de España sobre la intervención de CCM, que descubre, como afirma el editorial, la sustracción, o "impropio manejo incontrolado", si hemos de ser políticamente correctos, de 60 millones de euritos por el miguelturreño Antoñito Barco, el hermano de Ignacio y casi ahijado de Sacomán, el balomaniaco posesor del galardonado club entrenado por Tálant, el Bárbaro, y arrimado a los bonos para ser uno de ellos ("no sigas a ningún líder...").

De qué cosas se entera uno, qué escándalos, por Dios; si yo hablara de todo lo que me cuentan... No quiero ser venenosillo, así que callaré y dejaré en paz a los reductores de cabezas, para que sigan haciendo su estéril tarea abonando la paz de los cementerios y predicando la palabra del Mercado, el Clemente, el Misericordioso. Jeffry Lane ha adaptado Women on the verge of a nervous breakdown de Amodólar y la estrena en Broadway con canciones de David Yazbek y una dirección y plantel de actores atiborrado de premios Tony... La espectación es mucha salvo aquí, en La Mancha, donde eso no cunde. Pero como yo me entero de todo lo pongo aquí.

El Tea party está recaudando una cantidad espectacular de dinero para combatir a Obama: el negro ha tocado los cigotos de la América más profunda con las dos tremendas reformas que ya lleva: la de la seguridad social y la de política energética; ahora, además, quiere sacar a los americanos del mundo árabe. El que llaman Anticristo, que extrañamente no ha sido asesinado todavía, lo va a tener crudo para poder lavar algo la deturpada conciencia del paleto americano medio.

He visto el blog de Paquito Chaves, que sigue aprendiendo cosas todavía a sus sesenta añitos de edad, por ejemplo a escribir blogs. He aquí alguien entregado a la escritura, al que más de una vez le he pedido que redacte unas memorias, pero se niega pertinazmente a ello e insiste en escribir, y bien, sus artículos y ensayos en el Lanza.

Se discute en mi casa la compra de un can como regalo navideño colectivo; Paloma prefiere un pastor alemán, o un siberiano, pero eso no se puede tener en un piso; yo quiero un amigo pequeño y lo más bastardo e hideputa posible, a más de salvado de la perrera municipal, como un nuevo Boudu sauvé des eaux, quien creo recordar perdía un perro lanudo antes de caer al agua y que lo rescatara el bouquiniste. Es la única que me gusta del muy plasta de Jean Renoir. El pedigree de los perros de raza casi siempre es fruto de consanguinidad e incesto y acaban, como las estirpes de faranones egipcios, siendo físicamente víctimas de malformaciones genómicas, como la misma Duquesa de Alba, que tiene más sangre azul que el mismo rey y es creo que veintiséis veces grande de España. Que tenga un hoyo por boca y unos pelos dignos de la Medusa, además de una jeta industrial y una piel de momia a medio resucitar no dice mucho en favor de los genes de postín, aunque hay que reconocer que la fertilidad es un carácter nobiliario muy potenciado, como cualquiera puede ver en las fotos en bolas del rey publicadas en Italia o de uno de los de la línea de sucesión, el conde Lecquio, que también fue pillado en esas, aunque esta vez por dinero.

viernes, 20 de agosto de 2010

Majfud el Suprahumano

Esta siesta, como siempre que no tomo las pastillas, se me ha despertado la creatividad y he soñado una quimera que probablemente daría para un cuento o una novela corta. Me ahorro los detalles visuales y narrativos y la resolución del enigma, pero en resumen es esto:

Majfud fue creado por medio de un consorcio árabe-ruso-chino de metanacionales por medio de ingeniería genética y teratología en el sigo XXI. Se trataba de un hombre, o más (o menos) bien una bestia superior en todos los aspectos: salud, vida e inteligencia, el único éxito entre miles y miles de intentos infructuosos de crear un ser como él; pero se les fue yendo de las manos; sus intereses derivaron hacia disciplinas que a sus padres o más bien patrocinadores no interesaban nada: la entomología, la psicología y la teología. Pronto abandonó los estudios de ingeniería y física que les interesaban principalmente, diciendo que le parecían demasiado materiales. Se liberó y le dieron caza; logró algunos seguidores que le predicaron con fanatismo e incluso llegaron a sacrificarse por él, pero al final fue muerto, al ser encontrado en el doble fondo de una de las cortinas de una catedral que fue quemada. Antes de morir, sin embargo, ocultó la obra de su vida, un regalo a la humanidad al que bautizó como el Designio, en un lugar sin nombre de la Tierra, de la Luna o de Marte. Nadie sabía cómo hallar este fabuloso tesoro, y muchas leyendas se tejieron en torno a él. Esta narración trata sobre una de ellas, la única considerada algo cierta por los especialistas, ceñida a unas pocas palabras tomadas de una de sus últimas cartas: “El mensaje de la cruz”. Majfud había conseguido diseñar una máquina ultratelepática que funcionaba a manera de un enorme interferómetro y podía derribar todas las trabas y prejuicios culturales unificando todas las mentes racionales de la especie humana bajo una misma voluntad general y unos mismos principios éticos, que jamás podrían ser ignorados, incluso por los criminales más insidiosos y degenerados, de forma que todos los seres humanos colaborasen benéficamente como insectos en busca de la felicidad general y del conocimiento. Esto, como es de suponer, puso en pie de guerra a todas las metanacionales y sus esclavos gobiernos e iglesias, pero, como si la máquina estuviera ya en funcionamiento, nada pudo impedir que todo el mundo buscase ese tesoro, el tesoro de Majfud, el Suprahumano. Y al fin lo encontraron.

jueves, 29 de julio de 2010

Pesadilla

Una extraña obsesión me ha hecho un refrito subconsciente del cuadro de la Duquesa de Alba de Goya con una de las dos (adivinad cuál) glamourosillas, alegóricas y sexys groupies de la pegadiza cinta Video killed the radio star, de The Buggles, cantado con voz de pito vocoder y castratum por el muy gafudo y eltonjoniano Trevor Horn. El resultado es un potaje que podríamos llamar pesadilla. El vídeo es este.

jueves, 18 de febrero de 2010

Sueños

Hoy he soñado que iba caminando con mi padre y unos familiares innominados a una boda o algo parecido; llegábamos a un río; mi padre se tiraba a él , pero no salía; nos asomamos a la barandilla del río -que tenía barandilla- , y nada: no emergía. Yo grité "socorro, auxilio, mi padre se ahoga", pero nadie se arrojaba a buscarlo; yo no sabía nadar; estaba oscuro; después de mucho tiempo, suficiente para que se ahogaran por lo menos dos personas, por fin algo que se veía mal -estaba oscuro- se agarró a la ribera de piedra del río, pero lejos hacia la derecha, penosamente; yo ime dirigí allí y le eché mi mano para que se agarrara, y al fin lo saqué del agua. Le dije que cómo se lanzaba a un río tan hondo; él me dijo que había dos metros de profundidad; yo le pregunté que cómo podía saberlo y a unos que pasaban en barca cuánto tenía en realidad; me dijeron que seis. A los familiares les dije: irónicamente "Muchas gracias por nada", y ahí acabó lo que recuerdo del sueño.

Mi mujer dice que cuando se sueña con un fallecido eso quiere decir que hay que rezar por él; no sé de dónde habrá sacado tal superstición.

lunes, 8 de septiembre de 2008

La oscuridad

Los niños temen la oscuridad; mis hijas también; yo les digo que lo que hay fuera entre las sombras en realidad está dentro de sus cabezas, así que no tienen que tener miedo. Que piensen en dibujos animados cuando les asalten ilusiones de monstruos y demás. O que enciendan la luz, coño.

Yo también fui un niño timorato respecto a los espectros que moran en las tinieblas. Estas se poblaban de espectros copiados de las películas de terror que veía por entonces, ayudados por el blanco y negro que por entonces se vestía en las grises pantallas y en los grises periódicos. Por ahí andaban el robot de Ultimatum a la tierra, de Robert Wise, el indio de Moby Dick, de John Huston; la acuática dama del pelo largo y el predicador de la Noche del cazador de Charles Laugton y el taxista de Historias para no dormir, de Chicho Ibáñez Serrador. Y los terroríficos Reyes Magos, además. Cocos que acobardaron mi tenebrosa infancia.

Luego me harté de consumir películas de terror y de leer manuales de criminología, de estudiar Historia de la religión, Antropología, Mitología y Filosofía, Folcklore, Literatura, Cuentos y Leyendas.

Ya no creo en estupideces y tonterías y para mí los muertos son como los muñecos de goma. Temo al dolor, como todo el mundo, pero no tanto a mi propio dolor como al que pueda causar a otros; a la muerte no le temo, porque la muerte no es nada. Yo incluso temería tener que repetir otra vez las mismas cosas sin haber aprendido nada. Temería la estupidez y la ignorancia.

Como Shakespeare, temo mi propio miedo y el de los demás. Los fantasmas que hay dentro de mi cabeza, mi propia oscuridad, mi propia estupidez. La oscuridad de fuera lo único que me hace es dormir, si no me duele la espalda, que es lo que suele ocurrir. Si apareciera en esos momentos un fantasma, le diría que me dejase en paz, que mañana tengo que levantarme y trabajar, que me deje dormir. Como el padre Feijoo, creo que no hay espectro que no se desvanezca al conjuro de una buena cachiporra. Iker Jiménez es un payaso. Lo que me da miedo de su programa es tenerlo que ver hasta el final, y sobre todo los anuncios con que lo vende.

Los escépticos deberían aprender de mí. Ni siquiera creo en los telediarios ni en los periódicos; son como las Caras de Belmez, algo improbable e imposible de demostrar, o cuya demostración, si existe, incumbe a lo meramente real y material o a esas sombras cerebrales que hay en mi cabeza de las que hablaba.

Supongo que acabaré transformado en un fantasma, porque, como no me asusto de esas cosas, cuando muera, quedaré tranformado en una de esas sombras que asustan y que no se asustan de aproximarse a seres fantásticos e irreales como los seres reales. Seré una sombra asustando dentro del cerebro de un niño. El niño asustadizo que yo era.

martes, 4 de marzo de 2008

Mear sangre

Suelo soñar con que meo sangre. Seguramente es un recuerdo de cuando padecí un cáncer de vejiga o vesical, pues la hematuria es uno de sus síntomas. Uno se ve acongojado por todo tipo de tormentos y cavilaciones incluso en sus sueños, pero a veces cuesta trabajo despertarse cuando uno revive en sus sueños cosas que le han pasado, que son verdad, y que pueden volverle a pasar. Entonces el mundo de los sueños adquiere una insólita veracidad y se vuelve pesadilla, como en Un sueño dentro de un sueño, de Poe. También uno sueña con el fracaso y con cosas más oscuras. Esto es todo un entrenamiento, pues así la realidad nunca le pilla a uno desprevenido cuando se vuelve una pesadilla. La posibilidad de cortar con todo se presenta de vez en cuando, pero resulta un acicate, todavía. Pensar en lo que supondría para los demás es un freno, porque uno conoce, ha conocido, a gente próxima que ha tomado ese tren, y no quiere ser como ellos, aunque tenga sus mismos genes; quiere demasiado a su familia, y su familia le quiere demasiado a él. Uno puede ser feliz, aunque cada día le quede menos tiempo, y, aunque no pueda serlo, le queda el consuelo de ver que ha hecho felices a los demás, o cuando menos bastante felices; eso también es una cierta felicidad. O la felicidad, simplemente, porque es algo humilde, como uno siempre ha pensado que es la verdadera felicidad: una brisa de aire entre las hojas, el ruido del agua o de los pájaros en la copa de un árbol, un pasaje bueno en una buena película, una carcajada oportuna, la risa de un niño, la sensación de volver a la infancia, el olvido, el poder llenar los pulmones de aire frío, el dejar el cuerpo atrás como un saco pesado y molestoLa conciencia de la muerte hace a la vida digna de ser vivida.

martes, 12 de febrero de 2008

Expreso de Galicia.

A las dos de la madrugada escribiendo tonterías. Típico. Me acaba de volar una idea que ya no volverá y que es el motivo de estas líneas. Típico también. Hoy soñé que un avión soltaba un vagón de ferrocarril gigantesco que me caía encima en la Plaza de San Francisco, mientras iba al Instituto. Su silueta negra crecía cada vez más rápido hasta que me desperté de golpe y del golpe. Me voy a dormir. El expreso de Galicia puede pitar todo lo que le dé la real gana. Ojalá despierte mañana, no porque tenga ganas de despertar, sino porque hay gente que aún me necesita, quizá porque todavía puedo ayudar.

lunes, 11 de febrero de 2008

Alma

Es curioso que llamen eterno a un invento que tiene una historia tan corta. Lo más probable es que el alma o vida ultraterrena no la creara Dios, sino algún griego, quizás Pitágoras, o de su época, y fue a parar más o menos platonizada al Cristianismo; los judíos mismos no tenían muy clara una existencia ultraterrena. Otras culturas pensaban sólo en una vida desleída o debilucha, o ni siquiera eso, pensaban en la muerte como el fin. Los que pensaban en la pervivencia no se engañaban tanto como para pensar en la resurrección de los cuerpos y todas esas bobadas; creían que el alma o vida era tan debilucha que no podía hacer respirar o moverse a un cuerpo humano, pero sí podía aparecer en un sueño. Gastaba poca energía: sólo necesitaba comer un día al año las ofrendas que les traían sus familiares, que el cristianismo sustituyó por las flores del Día de los Difuntos. Otras almas más celosas necesitaban merendar más a menudo, e incluso se hacían construir templos para garantizarse la pitanza y escribir libros (que es una tarea sin fin, como escribe el Eclesiastés) para presentarse en los recuerdos y en los sueños de los demás. Es curioso: no podemos conocer el espíritu ni las palabras auténticas de los antiguos, pero sí sus sueños, que fueron recopilados por un griego llamado Artemidoro en su Onirocrítica. Gracias a ellos conocemos algunas de sus obsesiones: ser crucificados, ser esclavos, etcétera. Hay mucho que decir sobre ello, y alguna vez volveré al tema.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Sueño

Hoy he tenido un sueño larguísimo, lleno de incidencias y sinuosidades; proyectaban una película francesa en una plaza con catedral parecida a la de Jaén, pero que no era la de Jaén, pues tenía cosas de la mayor de Puertollano y de San Pedro de Ciudad Real; eran los tiempos del último franquismo y la película francesa lo criticaba desde un punto de vista documental, señalando inscripciones con doble sentido satírico y demás; después aparece brevemente el Portugal de Salazar en la misma plaza y luego en ese país indefinido hay una reforma política y todo se llenaba de gente de la movida haciendo cosas graciosísimas; después aparecía una película de Luis Lucía, que no era la de Luis Lucía, sino más bien parecida a Calle mayor de Bardem, con catedral también y protagonizada por mi madre, que no era mi madre, que iba a buscar a mi padre huido en una Madrid que no era Madrid sino un Londres con algo de turco; lo encontraba de tertulia en una especie de café restaurante a las tantas de la noche, aunque la calle estaba llena, y se volvía a perder, y yo y ella lo buscaba y mi madre terminaba perdiéndose también; luego encontraba yo a mi padre en el mismo café, hacia donde había vuelto otra vez, pero ahora la desaparecida era mi madre, que encuentro pidiendo limosna vestida de monja; entonces la convenzo para volver a esa especie de Puertollano que no es Puertollano, bajando unas escaleras de enormes escalones al lado de la catedral, cuando nos encontramos en Londres bajando por algo parecido a Argüelles detrás de una procesion, con el doctor House vestido de novia al lado de mi madre, que no es mi madre sino una especie de viejecita, y yo detrás.
Sin pies, ni cabeza, ni estómago. Pero me he divertido mucho. Lástima que no se puedan grabar los sueños de uno en psicovídeo.