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lunes, 15 de agosto de 2016

Vicenç Navarro explica qué está pasando en EE. UU

Lo que los medios de información no dicen sobre las elecciones en EEUU, Vicenç Navarro, en Nueba Tribuna
12 de Agosto de 2016 

Sin lugar a dudas, EEUU está viviendo una situación política de enorme importancia, que puede llegar a afectar no solo a aquel país, sino también a todo el mundo, como consecuencia de la centralidad que el gobierno del Estado federal de EEUU tiene en el orden (mejor dicho, desorden) internacional. La novedad en esta situación es la existencia de un candidato a la presidencia del gobierno federal (el candidato republicano, el Sr. Donald Trump) que ha sorprendido a la estructura de poder político de EEUU y de sus aliados, por representar una sensibilidad política que tal establishment percibe como amenazante.

Es interesante señalar que hay elementos comunes y semejanzas históricas entre lo que pasó en Europa en los años treinta, con el surgimiento del nazismo y del fascismo en este continente, y lo que pasa ahora en EEUU. Ni que decir tiene que la historia nunca se repite miméticamente. Nunca lo ocurrido en el pasado se reproduce ahora en el presente de una forma idéntica. Pero tal observación no niega la posibilidad de que existan elementos parecidos y situaciones en común entre los años 30 en Europa y ahora en EEUU. Veamos los datos.

Qué pasa hoy en EEUU

En la manera como los medios de información presentan la situación política en aquel país, los candidatos aparecen en el centro de la atención mediática, tanto en las primarias de cada partido (el Demócrata y el Republicano), como ahora en la carrera hacia la presidencia de EEUU entre el candidato republicano Donald Trump y la candidata demócrata Hillary Clinton. De esta manera, la gran atención mediática se ha dirigido hacia las características personales de Donald Trump y de Hillary Clinton. Y el que, con mucho, ha atraído mayor atención mediática ha sido el primero, Donald Trump, al que se presenta como un político atípico que rompe con todos los moldes del comportamiento convencional, que le convierte en una personalidad sumamente mediática y teatral, que confronta y ridiculiza la cultura de lo "políticamente correcto", mostrando su desprecio hacia las minorías y hacia las mujeres, a las que presenta como los máximos beneficiarios de la política social federal destinada a corregir la discriminación de raza y de género existente en aquel país. Sus conferencias de prensa se convierten en shows teatrales en los que el candidato Trump, en un tono provocador y muy desafiante, se presenta como el defensor de la clase trabajadora blanca en contra del establishment político y mediático del país. La enorme atención mediática hacia este candidato refleja el interés hacia una figura fuera de lo común que clara y abiertamente se presenta como antiestablishment. Como bien dijo un dirigente de la mayor cadena televisiva de EEUU, CBS, "Trump puede que sea un desastre para EEUU, pero ha sido excelente para la industria televisiva". En realidad, por paradójico que parezca, Trump ha sido claramente promovido por las mayores compañías de televisión de EEUU. ¿Por qué? Usted, lector, no podrá entender esta paradoja leyendo la prensa, oyendo los medios radiofónicos o viendo la televisión del país, que se centran en las personalidades.

¿Por qué la aparición de Donald Trump y su éxito?

Los medios no dan respuesta a esta pregunta clave. Para responderla se necesita analizar la situación social y económica de EEUU y el gran deterioro del bienestar y calidad de vida de la clase trabajadora de este país, causado predominantemente por las políticas públicas llevadas a cabo por el gobierno federal de EEUU, tanto su rama ejecutiva (incluyendo todos los gobiernos desde los años ochenta) como su rama legislativa (la Cámara de Representantes y el Senado, ambos controlados antes por el Partido Demócrata y más tarde por el Partido Republicano). Un punto en común en todas estas políticas ha sido el inspirarse en la doctrina neoliberal, iniciada por el Sr. Ronald Reagan (y por la Sra. Margaret Thatcher en el Reino Unido) y seguida por todos los otros presidentes desde entonces: Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama.

El punto esencial de tal doctrina neoliberal ha sido el de liberalizar la economía, lo que quiere decir favorecer la movilidad de capitales e inversiones a nivel mundial, eliminando cualquier tipo de freno o regulación que pueda entenderse como proteccionista, es decir, que obstaculice dicha movilidad. Como ya he indicado en varias ocasiones, tal movilidad favorece al mundo de las grandes empresas a costa de las pequeñas y medianas empresas y también a costa de la gran mayoría de la clase trabajadora, la cual, al desplazarse sus puestos de trabajo a otros países con salarios más bajos, se queda sin trabajo. La evidencia de que el impacto de los llamados tratados de libre comercio ha sido sumamente negativo para el bienestar de la clase trabajadora es enorme. Desde que el presidente Clinton firmó el tratado de libre comercio en 1994 entre EEUU, Canadá y México (NAFTA por sus siglas en inglés), quince fábricas por día han dejado EEUU en busca de países con salarios más bajos y con menor protección social. Como consecuencia, seis millones de puestos de trabajo en el sector manufacturero han desaparecido. Un ejemplo entre miles es United Technologies Corporation (UTC), en Indiana, que pagaba a sus trabajadores 20 dólares por hora. En México, pagaba solo 3 dólares. UTC despidió en Indiana a más de mil trabajadores y se desplazó a México. Y así miles de fábricas, primordialmente del sector manufacturero, que era el centro de la clase trabajadora bien pagada. Hay que aclarar que UTC, cuando decidió desplazarse a México, no tenía pérdidas. Todo lo contrario, tenía unos beneficios considerables. Pero la dirección de la empresa consideró que los beneficios serían incluso más elevados en caso de situarse en México. En realidad, tal desplazamiento de puestos de trabajo ha sido la mayor causa de destrucción de empleo en los Estados industriales de EEUU (mucho mayor que la creada por la revolución digital o robótica). En Estados como Ohio, Michigan, Pensilvania y otros, el porcentaje de la población trabajadora en los sectores manufactureros ha descendido desde la aprobación del NAFTA de una manera muy notable (en Ohio, 300.000 puestos de trabajo en la manufactura, pasando de representar tales puestos un 24% a solo un 15%; un tanto semejante en Michigan, donde pasaron del 24% a un 16%; y así en otros Estados industriales).

El gran coste de los tratados de libre comercio para la clase trabajadora

Esta movilidad de empresas facilitada por los tratados de libre comercio ha sido devastadora para los trabajadores de la manufactura (que estaban entre los mejor pagados en EEUU). Zonas enteras de este país han pasado de estar en una buena situación económica a una situación desastrosa. Y la calidad de vida de grandes sectores de la clase trabajadora manufacturera ha sido afectada muy negativamente. En realidad, la esperanza de vida de la clase trabajadora blanca (años de vida que una persona vivirá como promedio) se ha reducido durante estos años de neoliberalismo.

Y de ahí el enorme enfado de esta clase trabajadora de EEUU con el establishment político, y muy en especial contra el establishment federal, al cual se le percibe correctamente como el instrumento de la clase corporativa (los directivos, propietarios y gestores de las grandes corporaciones o empresas que se desplazan a otros países), que se ha beneficiado enormemente de la globalización de sus empresas a costa del bienestar de sus trabajadores en EEUU.

Por cierto, estas inversiones en países con salarios bajos tampoco benefician a los trabajadores de los países "pobres" receptores de tales industrias, pues aun cuando es cierto que tales inversiones crean puestos de trabajo, también hay que darse cuenta de que destruyen muchos más puestos de trabajo en las empresas medianas y pequeñas locales, que no pueden competir con las grandes empresas procedentes de los países "ricos", pues las leyes de libre comercio siempre favorecen a estas últimas sobre las locales, a las cuales se fuerza a abandonar cualquier tipo de proteccionismo, sin el cual tales industrias locales no pueden surgir. Hay que recordar, por cierto, que todos los países hoy desarrollados fueron proteccionistas a fin de permitir su desarrollo económico. Y que incluso hoy tales países "ricos" son altamente proteccionistas. La incorporación de los países subdesarrollados en tales tratados de libre comercio, imponiéndoles la eliminación de medidas proteccionistas, los condena al subdesarrollo.

Era predecible que Trump ganara las primarias del Partido Republicano (y podría ganar las elecciones a la presidencia de EEUU)

Es en este contexto que se entiende el éxito electoral del candidato Trump. Durante las primarias del Partido Republicano, tal candidato fue el único que exigió la eliminación de los tratados de libre comercio (desde el NAFTA hasta el nuevo tratado de EEUU con los países del Pacífico), utilizando una narrativa antiestablishment (acusando al gobierno federal de facilitar tales tratados) que lo ha hecho sumamente atractivo para la clase trabajadora estadounidense. Su postura antiestablishment incluye también una crítica a otra dimensión del gobierno federal, al cual acusa de favorecer en sus políticas públicas sociales a las minorías (negros y latinos) y a las mujeres a través de sus políticas antidiscriminatorias, que se financian -según él- con los impuestos aportados por la clase trabajadora blanca. Para entender la capacidad movilizadora entre la clase trabajadora blanca de esta crítica, hay que ser consciente de que el sistema fiscal estadounidense tiene muy escasa capacidad redistributiva vertical (de las rentas superiores a las rentas inferiores). De ahí que sea percibido por las clases populares como redistributivo de tipo horizontal (por ejemplo, de la clase trabajadora blanca a la negra). Los beneficios sociales públicos en EEUU no son universales (es decir, que todo ciudadano o residente tiene derecho a ellos), sino que dependen del nivel de renta, convirtiéndose en programas de tipo asistencial para los pobres, humildes y necesitados (entre los cuales, la población negra y latina está sobrerrepresentada). De ahí que el Estado sea percibido como un Estado asistencial para con los negros (a los que se presume pobres), con programas financiados por los blancos. Y en esta percepción el Partido Demócrata es considerado como favorecedor de esta política social de tipo asistencial, no universal, orientada a facilitar la integración de las minorías y de las mujeres dentro del orden establecido, sin cuestionarlo. Y es ahí donde el lenguaje y la narrativa de Donald Trump, claramente anti políticamente correcto, empleados en un tono provocativo, se convierten en un elemento movilizador por sus características antiestablishment. Ni que decir tiene que este argumento se basa en muchos errores de percepción, tales como asumir que la mayoría de pobres en EEUU sean negros o mujeres, lo cual no es cierto. En realidad, la mayoría de pobres son blancos y hombres.

Los paralelismos entre el EEUU de hoy y la Europa de los años treinta

Para los que vivimos -como fue mi caso- nuestra juventud en dictaduras fascistas, como la liderada por el general Franco en España, nos es fácil detectar a un fascista cuando lo vemos. Pues bien, Donald Trump tiene características muy semejantes a las del fascismo europeo: un nacionalismo extremo de carácter racista y machista, que asigna al país una superioridad moral, profundamente autoritario, caudillista y antidemocrático, que alega representar al trabajador sin voz, explotado por el establishment político del país. Y su aparición como fenómeno político responde a una situación de gran cuestionamiento de la legitimidad de dicho establishment. Y es este, precisamente, el punto en común con lo que ocurrió en los años treinta en Europa.

El surgimiento del nazismo y del fascismo fue una consecuencia de la Gran Depresión. El enorme rechazo hacia el sistema capitalista por parte del mundo obrero hizo surgir movimientos contestatarios, bien de sensibilidad socialista, bien de sensibilidad comunista, que amenazaron las estructuras del poder económico y financiero de Europa. Fue en este contexto que apareció el movimiento nazi y fascista, con la intención de destruir y substituir a tales movimientos contestatarios. Y para ello utilizó lenguajes, discursos y símbolos próximos a aquellos partidos. Hay que recordar que el nazismo se autodefinió como nacionalsocialismo, utilizando argumentos que estaban enraizados en el ideario del movimiento obrero. En España, por ejemplo, los colores del partido fascista eran los colores del movimiento anarcosindicalista.

Hoy, la enorme crisis social, causada por la imposición de políticas públicas neoliberales que han afectado muy negativamente al estándar de vida de la clase trabajadora, ha generado un sector profundamente antiestablishment que han canalizado Trump y el candidato demócrata Bernie Sanders, los únicos candidatos que hablan de y a la clase trabajadora. La gran diferencia entre los dos es que mientras los grandes medios han dado gran visibilidad a Trump (que nunca ha cuestionado a la clase capitalista, proponiendo políticas tributarias claramente favorables a estas rentas superiores derivadas del capital), han silenciado a Bernie Sanders, pues su mensaje socialista entraba en claro conflicto con dicha clase capitalista. En realidad, canalizar el enfado a través de Trump era un objetivo de los medios de información, en lugar de que se hiciera a través de Sanders.

Ni que decir tiene que la clase capitalista (conocida en EEUU como la clase corporativa -the Corporate Class-) prefiere a una persona del mismo establishment, como la Sra. Clinton, que al candidato Trump, en parte debido a la imprevisibilidad de este último. Pero en este escenario el mayor "enemigo" es Sanders, al cual había que parar por todos los medios.

¿Podrá el Partido Demócrata ganar las elecciones presidenciales?

La otra gran sorpresa del año político (mayor que la del surgimiento de Trump) fue la candidatura de Bernie Sanders, un personaje independiente que decidió presentarse a las primarias del Partido Demócrata, consiguiendo ganar las primarias de aquel partido en 22 Estados (de un total de 50), recibiendo casi la mitad de todos los delegados elegidos durante las primarias del Partido Demócrata. La novedad de Sanders era que ha sido siempre un socialista, presentándose como tal desde el principio, sin ningún rubor o actitud defensiva. Y en el Senado ha sido la voz más potente en defensa de la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares. Sus propuestas económicas y sociales eran claramente socialistas, siendo elementos esenciales de su programa el incrementar el salario mínimo a 15 dólares por hora, así como la derogación de todos los tratados de libre comercio, aumentando el grado de cobertura en el aseguramiento sanitario, y enfatizando la universalidad de los derechos sociales y laborales, rompiendo así con la filosofía institucional dominante en las políticas sociales del Estado federal, que son de carácter asistencial-benéfico en lugar de universal. Ha sido también altamente crítico con la política exterior de EEUU, que fue dirigida por la Sra. Clinton como Secretaria de Estado (rango homologable al de Ministra de Asuntos Exteriores). En realidad, la candidatura de Sanders ha sido la más progresista de todas las habidas en campaña electoral desde la de Jesse Jackson Senior en 1988.

Su éxito fue la gran noticia ocultada por los grandes medios, que claramente favorecían a Hillary Clinton sobre Sanders, el cual tenía en contra no solo a la dirección y el aparato del Partido Demócrata, sino a todos los grandes medios. A pesar de ello, Sanders consiguió el apoyo del electorado por debajo de los 45 años, personas que lo apoyaron masivamente.

Las limitaciones de las políticas identitarias: el resurgimiento de la clase trabajadora frustrada

El candidato Sanders cambió la estrategia de las fuerzas progresistas de EEUU, que desde los años ochenta desenfatizaron la estrategia de movilización de las clases populares, basada en la realización de que en EEUU había una estructuras de clases, las cuales estaban ahora claramente en conflicto entre ellas. La victoria del mundo empresarial era a costa de la clase trabajadora. En lugar de estas políticas de clase, la fuerzas progresistas habían enfatizado las políticas identitarias (a favor de las minorías y de las mujeres) con el objetivo de favorecer su integración dentro del sistema político-económico dominante en EEUU. Las instituciones del gobierno federal, en respuesta a esta estrategia, consiguieron, a través de las medidas antidiscriminatorias, integrar a tales minorías y a las mujeres dentro de las instituciones de dicho sistema. La elección de un ciudadano negro para la presidencia de EEUU muestra el éxito de estas políticas antidiscriminatorias. Y un tanto semejante ocurriría en el caso de que la candidata Clinton fuera elegida presidenta. Pero esta integración en el sistema establecido no ha cambiado el nivel de vida de la mayoría de negros y mujeres en EEUU, que pertenecen a la clase trabajadora, y ello como consecuencia de que no han cambiado las relaciones de clase social en aquel país. La realización de la importancia de este hecho explica el éxito del candidato Bernie Sanders, que enfatizó el lenguaje de clases sociales, así como medidas que beneficiaran a la clase trabajadora. De ahí su apoyo entre la clase trabajadora no solo blanca, sino también de las minorías (sobre todo jóvenes y trabajadores). Su éxito muestra las enormes limitaciones de las políticas identitarias en ausencia de políticas de clase. A pesar de este éxito, el candidato Sanders no pudo sobrepasar al aparato del Partido Demócrata, que facilitó la victoria de la candidata que dio prioridad a los temas identitarios sobre los temas de clase. Ello ha permitido que ahora sea el candidato Trump el que monopolice el tema de clase, presentando a la candidata Clinton como la representante del establishment político federal del país, lo cual, considerando la biografía personal de la Sra. Clinton, es difícil de rebatir. Por otra parte, el candidato Trump, hoy apoyado por los sectores más reaccionarios de la Corporate Class, es también vulnerable por sus orígenes y prácticas (siendo sus propuestas fiscales enormemente favorables a los intereses de tal clase corporativa). Ahora bien, será difícil para la Sra. Clinton, que es percibida ampliamente como representante del establishment, poder capitalizar esta vulnerabilidad del Sr. Trump. Sin lugar a dudas, el candidato Sanders hubiera podido mostrar las falsedades del Sr. Trump más fácilmente que la Sra. Clinton. Las encuestas mostraban que Sanders ganaba a Trump por unos porcentajes mayores que la Sra. Clinton.

¿Qué pasará?  

Una vez eliminado el peligro de Sanders, el establishment político se siente más seguro con Clinton que con Trump, al cual se opone una gran amalgama de fuerzas, incluyendo progresistas, que temen la reducción de la ya escasa democracia existente en aquel país, que quedaría incluso más reducida con la victoria de Trump. Por otra parte, la victoria de la candidata Clinton fue acompañada de un giro hacia la izquierda para conseguir el apoyo de los votantes de Sanders. En realidad, si el 30% de votantes de Bernie Sanders trasladaran su apoyo a Trump en lugar de Clinton, el primero ganaría las elecciones. De ahí el movimiento hacia la izquierda de Clinton, incluyendo el aumento del salario mínimo (aunque no ha hecho suya la cifra de 15 euros por hora que pedía Sanders), la denuncia de los tratados de libre comercio (aunque no ha prometido anularlos), su distanciamiento de intervenciones que ella había promovido y que resultaron ser un desastre (como Irak y Libia), y su promesa de reducir el intervencionismo militar. Y aunque es probable que la mayoría de votantes de Sanders pase a votar a Clinton, el hecho es que no es seguro que este apoyo vaya a ser unánime o claramente mayoritario. El comportamiento de la Sra. Clinton (orientado a conseguir el apoyo de los republicanos moderados) está desalentando al electorado sanderista, cuya abstención podría dar la victoria a Trump. Por otra parte, los medios de comunicación que habían sido relativamente favorables a Trump ahora se oponen con toda intensidad a este candidato, mostrando sus grandes incoherencias y puntos débiles, lo cual está deteriorando su aceptabilidad por parte de amplios sectores de la población estadounidense. Se abren toda una serie de interrogantes que añaden una gran inestabilidad a la situación política del país. Es una lástima que los medios no informen mejor para entender qué está pasando en EEUU. 

miércoles, 20 de julio de 2016

¿Es España una democracia? por Vicenç Navarro

¿Es España una democracia?, en Nueva Tribuna
Vicenç Navarro 19 de Julio de 2016

A primera vista, esta pregunta podría parecer una provocación, pues es obvio que España tiene unas instituciones representativas y un sistema de elecciones que permite a la ciudadanía escoger a sus representantes, características indispensables para que un país pueda definirse como democrático. Pero se olvida que estas condiciones son necesarias pero no suficientes para que a un país se le pueda considerar democrático. Y no me estoy refiriendo solo a la escasa representatividad que tienen nuestros representantes (consecuencia de una ley electoral muy poco proporcional, diseñada originalmente por las fuerzas conservadoras que controlaban el Estado durante la Transición, y cuyo objetivo –como varios historiadores han reconocido– era discriminar a la clase trabajadora, la mayor cantera de los votos a opciones de izquierda), sino a otro elemento clave, que es la pluralidad de los medios de información, sin la cual la población no goza de un derecho democrático: tener el derecho a estar informado, con acceso a distintos puntos de vista que le presenten y expliquen la realidad que la rodea. En ausencia de esta pluralidad ideológica que garantice tal derecho, no hay democracia posible, pues la información sobre la cual la población decide su voto está sesgada a favor de los intereses políticos y/o económicos y financieros de aquellos que controlan los medios de información (que son también medios de persuasión).

¿Es posible la democracia en ausencia de la pluralidad de los medios?

Se me dirá que en España hay diversidad de opiniones en los medios. La Razón y El País, por ejemplo, dan versiones diferentes de lo que ocurre en el país. Y de ahí se deriva que España sea un país democrático. Ahora bien, el problema que existe en esta percepción es que, en general, ambos rotativos informan dentro de un marco común, lo cual explica que, muy frecuentemente, den la misma versión de los hechos en aspectos muy importantes de la realidad que nos rodea, o adopten posturas comunes. Así, por ejemplo, los dos periódicos (y todos los otros grandes medios de comunicación) están transmitiendo mensajes (a través de sus editoriales, de los artículos de opinión que promueven, de sus encuestas que siempre concluyen con las opiniones que cada rotativo favorece, entre otras medidas) que contienen una gran hostilidad hacia Podemos y ahora hacia Unidos Podemos (también mostrada por la gran mayoría de los principales medios de información). Y tal sesgo anti izquierdas (que también se manifestó contra IU) aparece constantemente en diferentes formas.

Una de ellas es el continuo énfasis que las únicas alternativas que tiene el PSOE en este proceso de investidura son apoyar, bien por activa o bien por pasiva (absteniéndose), al Sr. Rajoy, o enfrentarse a unas terceras elecciones, que consideran que sería un paso enormemente negativo para la democracia española. Este mensaje es transmitido por tierra, mar y aire, las veinticuatro horas del día, por la gran mayoría de los medios de información. Sin embargo, esta imagen no es cierta, como tampoco era cierta la lectura de lo que se consideró posible después de las elecciones de diciembre del 2015, cuando también hubo consenso en que las únicas alternativas posibles en el proceso de investidura eran o investir a Pedro Sánchez (tras un pacto con Ciudadanos), o convocar elecciones, alternativa ya considerada en aquel momento.

Nunca se citó que había otras alternativas posibles. Como tampoco se señaló que hay otras alternativas posibles ahora. Tanto entonces como ahora había otras alternativas en las que las izquierdas hubieran sido las fuerzas mayoritarias en la alianza que hubiera podido investir a Pedro Sánchez como presidente del gobierno. Los datos lo muestran claramente. Sumando los 90 diputados del PSOE, los 69 de Podemos y los 2 de IU, más los 6 del PNV, da 167, un número mayor que la suma del PP, 123, más Ciudadanos, 40, que da 163. Los partidos nacionalistas se hubieran abstenido, pues es conocida su animadversión hacia el PP, y con ello el Sr. Sánchez hubiera podido ser investido. Pues bien, lo que es extraordinario es que esta alternativa nunca, repito, nunca, se debatió en los medios. En realidad, la población ni siquiera fue consciente de que existía. ¿Por qué?

Cómo lo mismo ocurre ahora

Un tanto igual aparece ahora, después de las elecciones del 26-J. Sumando los escaños del PSOE, 85, con los de Unidos Podemos, 71, más los del PNV, 5, los 9 de ERC y los 8 de CDC dan suficientes escaños para que Sánchez sea investido. ¿Cómo es que esta alternativa nunca se ha considerado o se ha discutido en los medios?

En ambos años, 2015 y 2016, los números salían. Y la pregunta que cualquier demócrata debería hacerse es: ¿por qué no fue ni siquiera presentada tal alternativa? La respuesta es fácil de ver. Porque, en ambos casos, las izquierdas hubieran podido gobernar. Y ello es precisamente lo que los intereses económicos y financieros que controlan los medios de información y persuasión no querían que ocurriera, pues se oponen a que Unidos Podemos y sus confluencias tengan alguna influencia en el gobierno liderado por el candidato investido. La explicación que han dado los medios por no haber ni siquiera informado de que existía tal alternativa es que el aparato del PSOE no quería considerarla, pues no querían colaborar con los partidos nacionalistas. Pero este argumento carece de credibilidad, pues el aliado del PSOE, el PSC en Catalunya, ha gobernado en el pasado con ERC (en el tripartito en Catalunya) y también ha contado con el apoyo de CDC en las Cortes Españolas. ¿Por qué ahora dice lo que dice, y no entonces, cuando gobernó y/o colaboró con ellos? ¿No cree el lector que presentar la razón por la cual tal aparato, el del PSOE, no quería considerar esta alternativa (cuando ha contado con la colaboración de loa partidos nacionalistas en periodos anteriores) era materia que merecía la atención de los medios? En su lugar, ignoraron la noticia y prefirieron informar, errónea y maliciosamente, que Podemos era responsable de que continuáramos siendo gobernados por Rajoy después de diciembre de 2015 y también ahora.

El sesgo derechista de los medios de información

Otro indicador de la falta de diversidad de los medios en España aparece también en el conflicto que existe sobre lo que es permisible o no en los medios que ha aparecido en el enfado de El País con La Sexta. El País, que ha alcanzado un nivel de derechización desconocido en su pasado (y que ha liderado la campaña de hostilidad mediática contra Podemos), ha criticado a La Sexta por invitar a dirigentes de Podemos a sus tertulias (en programas, por ejemplo, como La Sexta Noche y Al Rojo Vivo), presentando a este canal televisivo como la cadena que ha estado polarizando el debate político del país, promoviendo el “extremismo” de Podemos. Presenta así a La Sexta como un canal de las izquierdas extremistas (ver el editorial “Una gran impostura” en El País, 05.06.16), que está promoviendo en sus tertulias, como La Sexta Noche y Al Rojo Vivo, la visión extremista de Podemos. Esta acusación muestra un comportamiento profundamente antidemocrático. El País, que sistemáticamente excluye colaboraciones de autores de izquierdas (antes de IU, y ahora de Podemos y de Unidos Podemos), acusa a otro medio de permitir que tales voces aparezcan en sus tertulias en las que, por cierto, la mayoría de tertulianos son de derechas y donde los dos tertulianos que aparecen más tiempo en uno de ellos, La Sexta Noche, son dos voces de ultraderecha (Eduardo Inda y Francisco Marhuenda). Estos personajes aparecen muchísimas veces con mayor frecuencia que las voces de Podemos. Y tal acusación aparece incluso más absurda cuando uno puede ver que en las secciones económicas de tales programas la gran mayoría de economistas son de tendencia neoliberal o socioliberal, siendo el que aparece más habitualmente el Sr. José Carlos Díez, que es el economista que El País promueve con mayor frecuencia.

Ahora bien, para El País lo que es intolerable es que personas de Podemos aparezcan en tales programas. Deberían ser vetadas, según este periódico. Es interesante remarcar que el Sr. Antonio García Ferreras, director de Al Rojo Vivo, señaló que Podemos estaba vetado en muchos medios, incluyendo hasta recientemente La Sexta, añadiendo –en tono defensivo- que “ahora damos las mismas oportunidades a Podemos que a los demás”, alardeando, además, de que en su programa es donde se entrevista con mayor dureza a dirigentes de Podemos. Cualquier persona con sensibilidad democrática puede constatar la enorme agresividad de la gran mayoría de los medios hacia las izquierdas en este país, como se ha visto y continúa viéndose en el tratamiento mediático de Unidos Podemos (“Ferreras: ‘Antes había una orden de no entrevistar a Podemos’”, entrevista en Zeleb TV, 11.07.16).

Una última observación: respuesta a José Ignacio Torreblanca, jefe de opinión de El País

Cuando terminé de escribir el artículo, leí un artículo del Sr. José Ignacio Torreblanca, titulado “Derechización” (14.07.16), en el que, tras ridiculizar a las izquierdas insultando la inteligencia del lector (atribuyendo a la izquierda comentarios de gran vulgaridad, presentándolos como representativos, sin ni siquiera citar quién está diciendo lo que él les atribuye), desmerece la observación que han hecho no solo las izquierdas, sino amplias zonas de la población española, de que El País se ha estado derechizando, atribuyendo esta percepción a un tipo de paranoia que, por lo visto, afecta a gran parte del pueblo español. Probablemente, para “probar” lo infundado de tal observación, El País se sacará de la manga en un futuro próximo una encuesta que muestre como El País es un periódico percibido como ejemplar en su compromiso con la libertad de prensa y con la democracia.

Y para rematar su artículo en el que niega tal derechización, pregunta a sus críticos que le digan cuándo ha ocurrido tal derechización, asumiendo que no le pueden contestar, pues –según él- no ha habido tal derechización. Pues invito al Sr. Torreblanca, jefe de opinión de El País, a que mire el número de colaboradores de izquierdas que han tenido a lo largo de sus cuarenta años de existencia en las páginas de Opinión, y que compare el número de cuando Joaquín Estefanía era director y cuando el Sr. Caño lo es ahora. Este cálculo ha sido hecho por estudiantes de periodismo de la UPF y la diferencia es abrumadora. Un tanto igual ocurre con el tema nacional. El País ha liderado la defensa de la uninacionalidad de España, oponiéndose (con un tono agresivo) a la visión plurinacional de ésta, identificando a aquellas voces que piden tal plurinacionalidad como defensoras de la ruptura de España, en un estilo y contenido semejantes a los de la ideología franquista.

En realidad, muchas son las causas de esta indudable derechización, pero una de ellas es su creciente dependencia de las instituciones financieras como resultado de su enorme deuda. Su apoyo a los regímenes más derechistas de América Latina bajo la batuta del Sr. Vargas Llosa es uno de los indicadores de tal dependencia. Dicha derechización ha tenido un impacto en su calidad y credibilidad, algo de lo cual el Sr. Torreblanca no parece ser consciente. Es una lástima (para ejemplos de tal limitada credibilidad, ver mi artículo “Manipulaciones y mentiras en El País”, Público, 30.12.14).

Vicenç Navarro | Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015

domingo, 3 de abril de 2016

Causas de la Gran Recesión

Vicenç Navarro, "Las ignoradas causas de la enorme crisis que estamos viviendo", en Nueva Tribuna, 2 de Abril de 2016 

Por extraño que parezca, poco se ha escrito sobre las causas reales de la enorme crisis económica y financiera que se conoce como la Gran Recesión (que para millones de españoles es la Gran Depresión), crisis que continúa existiendo. Soy consciente de que esta afirmación producirá sorpresa entre muchos lectores, pues se ha escrito muchísimo sobre esta Gran Recesión que, además, se presenta como un hecho pasado, pues se asume que ya hemos salido de ella. Pero veamos los datos. 

La Gran Recesión se ha ido gestando desde los años ochenta y está causada por la enorme concentración de la riqueza y de las rentas en la gran mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte, lo que ha estado ocurriendo a costa del descenso de la riqueza y de las rentas de la mayoría de la población, que deriva sus ingresos del mundo de trabajo. En realidad, desde los años ochenta ha habido una redistribución de las rentas con una gran transferencia de fondos de la mayoría de la población a una minoría muy reducida de esta, fenómeno que ha causado la crisis (ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual”, Le Monde Diplomatique, julio 2013).

La distribución de las rentas en la “época dorada del capitalismo” (1945-1979)

Comencemos por analizar la situación en EEUU (cuyo gobierno federal es uno de los que recoge con mayor detalle la información sobre la distribución de las rentas) y la evolución de las rentas durante el periodo 1945-2014, que dividiremos en dos periodos. El primero va desde la II Guerra Mundial hasta el año 1979-1980. Durante este periodo hubo una redistribución de las rentas, de manera que el 80% de la población (los cuatro quintiles inferiores) vio crecer año tras año sus ingresos un 2,3% anual como promedio, siendo tal crecimiento en las rentas inferiores (2,5%) mayor que en las renta superiores (2,2%). En realidad, el grupo que vio crecer menos sus rentas fue el 5% superior de la población (los súper ricos). Su tasa de crecimiento anual promedio fue de un 1,9%. Durante aquel periodo, los salarios crecieron paralelamente al crecimiento de la productividad. El país iba creciendo, pero las rentas de la mayoría de la población iban creciendo más y más rápido que las rentas superiores (ver Elise Gould, Debates on Income Inequality and Social Cohesion, Economic Policy Institute, February 2016).

La reacción neoliberal (1979-2014)

Pero a partir de los años ochenta, cuando se llevaron a cabo las políticas neoliberales iniciadas por el Presidente Reagan en EEUU y la Sra. Thatcher en el Reino Unido, y más tarde hechas suyas por la Tercera Vía en el socialismo europeo, esto cambió y se revirtió. A partir de entonces, el crecimiento de las rentas superiores, el 5% superior de la población, fue mucho más rápido (un 2%) que el de las del resto de la población. En realidad, el 40% (los dos quintiles inferiores de la población, que constituyen la clase trabajadora de EEUU) apenas vio crecer sus ingresos durante el periodo 1979-2007 (un promedio del 0,2%). Y en el periodo de la Gran Recesión (2007-2015), que no ha terminado, sufrió un descenso en sus ingresos de un 2,4%. La bajada de la capacidad adquisitiva de la gran mayoría de la población (la clase trabajadora y las clases medias de renta media y baja) ha sido muy dramática durante esta crisis. Durante este periodo, el crecimiento de los salarios ha sido muy inferior al crecimiento de la productividad. Así, mientras en el periodo 1948-1973 el crecimiento de los salarios (un 91,3% de crecimiento acumulado) fue parecido al crecimiento de la productividad (un crecimiento acumulado del 96,7%), en el periodo 1973-2014 el crecimiento de los salarios fue solo de un 9,2%, mientras que el de la productividad fue del 72,2% (los salarios son la compensación laboral por hora, y todos los datos son acumulativos para el periodo definido. Véase Understanding the Historic Divergence Between Productivity and a Typical Worker’s Pay, Economic Policy Institute, September 2015).

Las consecuencias del crecimiento de las desigualdades de renta

Las consecuencias de este crecimiento de las desigualdades de renta son muchas. A nivel humano (que es el nivel que debería ser más importante), estas desigualdades han tenido un enorme impacto en la calidad de vida, salud y bienestar de las poblaciones. La esperanza de vida (años de vida de la persona) de las personas con niveles de ingreso iguales o superiores a la media ha subido, durante el período neoliberal 1972-2001, casi siete años. En cambio, para las personas de nivel de ingresos inferior a la media (la mitad inferior de la población estadounidense), ha subido solo 1,9 años. En realidad, para las mujeres de clase trabajadora la esperanza de vida ha descendido 3 años, un descenso más que considerable.

Pero lo que es igualmente importante es que cuando analizamos el impacto de este crecimiento de las desigualdades de renta en las áreas económicas, es cuando vemos las causas de la crisis actual. La reducción de la capacidad adquisitiva de la gran mayoría de la población (al ser el crecimiento de los ingresos mucho menor, e incluso negativo) determinó una bajada muy marcada de la demanda de bienes y servicios, generando un enorme descenso del crecimiento económico, alcanzando incluso niveles negativos como hemos estado viendo en el sur de Europa, incluyendo España. La reducción de los salarios (así como la reducción del gasto público, incluyendo el social) ha sido una de las mayores causas de la Gran Recesión. La evidencia científica de ello es abrumadora y se podía ver fácilmente que las políticas de austeridad y las reformas laborales que caracterizan las políticas liberales (conocidas como neoliberales), encaminadas a reducir los salarios estaban creando un grave problema económico, como ya indiqué en mi libro Neoliberalismo y Estado del Bienestar, escrito en 1997. Hoy, por fin, incluso el último informe de la OCDE y el grupo de investigación del Fondo Monetario Internacional (FMI) han admitido el error de tales políticas, aunque los economistas neoliberales que monopolizan los espacios mediáticos en España, con chaquetas llamativas o normales, todavía no lo reconocen, aferrados a su dogma liberal.

Cómo se generó la crisis financiera

Pero este descenso de la demanda ha generado a su vez otros dos graves problemas. Uno es que la población, que veía disminuir sus ingresos, intentó mantener su nivel de vida a base de endeudarse. Tanto la población como las empresas y el Estado se endeudaron más y más, con lo cual, el capital financiero (es decir, la banca) creció considerablemente. Pero aquel descenso salarial creó otro problema: el descenso de la demanda de productos y servicios, disminuyendo con ello la rentabilidad de las inversiones en las áreas de la economía productiva, es decir, donde se producen los bienes y servicios cuyo consumo ha disminuido. De ahí que el gran capital (los súper ricos) fuera invirtiendo más y más en actividades especulativas (tales como en el sector inmobiliario) que tienen una elevada rentabilidad. Un resultado de ello es que la actividad especulativa ha ido sustituyendo la actividad productiva, apareciendo así el capitalismo del casino. De ahí que hemos visto que el capital financiero, además de crecer debido al endeudamiento de la población, también ha crecido debido al enorme desarrollo de tal actividad especulativa, puesto que las instituciones financieras se han ido especializando más y más en inversiones especulativas. Hoy tal sector (que es sumamente negativo para la economía) está hipertrofiado en la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte, y significa asimismo una enorme absorción de recursos que deberían utilizarse en la economía productiva. España, donde el sector bancario es (en relación con el PIB) uno de los más grandes de la UE-15, es un claro ejemplo de ello.

Pero además de absorber recursos que deberían haberse invertido en áreas productivas (donde se producen bienes y servicios) en el país, la expansión del capital financiero creó una enorme inestabilidad, pues toda actividad especulativa (que crea enormes burbujas, como la inmobiliaria que hemos vivido en España) conlleva un riesgo. Toda burbuja explota, con consecuencias negativas para la economía y, más importante, para el bienestar de la población, como hemos visto en España. Ahora bien, lo que es importante subrayar es que el riesgo no lo asume la banca, pues cuando está en dificultades (es decir, cuando corre el peligro de colapsar) inmediatamente viene el Estado (es decir, los ciudadanos que pagamos impuestos) y la “rescata”, con lo cual la banca nunca se arriesga, pues sabe que el Estado benefactor la salvará. Se ha creado así una complicidad banca-Estado que está en la raíz de la crisis financiera.

¿Qué es lo que debería hacerse?

A la luz de esta evidencia está muy claro qué es lo que debería hacerse, y que se resume en hacer casi lo opuesto a lo que la mayoría de gobiernos a los dos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y la UE) han estado haciendo. Las soluciones desde el punto de vista de política económica son muy fáciles de entender, aunque, por desgracia, no son fáciles de ver o de leer en los medios españoles, debido al abusivo control de estos medios por parte de los grupos económicos y financieros que han originado la crisis y se han beneficiado de ella. Es probable que usted, lector, no haya leído esta explicación en los medios porque la mayoría de ellos están influenciados, cuando no controlados, por los grupos económicos y financieros que dominan la economía de estos países. Y ello ocurre no solo en los medios privados (poseídos por grupos empresariales privados), sino también en los públicos (controlados por partidos políticos próximos, cuando no financiados, por tales grupos).

El mayor obstáculo para resolver el grave problema actual no es económico, sino político, pues el cambio propuesto implica un enfrentamiento con grupos muy poderosos: en primer lugar, nos encontramos con el enorme poder del 1% de la población de más renta (los súper ricos), al cual hay que sumar, en segundo lugar, el 10 ó el 15% de renta superior, es decir, de la clase media de renta alta, la clase media profesional, que está al servicio de aquel 1%, gestionando los aparatos de la reproducción del sistema a través de la difusión de valores, percepciones, creencias, recursos e instituciones que sostienen el dominio político y la hegemonía ideológica cultural en tales países.

Estos cambios pueden hacerse en España

Quisiera hacer aquí una reflexión, motivada por el hecho de que percibo que se está extendiendo en España una percepción que está creciendo rápidamente, incluso en círculos progresistas, de que tales cambios hoy no se pueden hacer a nivel nacional, pues se considera que la globalización económica en general y la europeización de la economía española en particular imposibilitan tales cambios, a no ser que haya un cambio a nivel mundial o, en el caso español, a nivel de la UE o al menos de la Eurozona.

Ni que decir tiene que hay elementos de tal opinión que son acertados, excepto cuando concluyen –como lo hacen a menudo- que no hay nada que hacer hasta que se cambie lo supranacional. En esta percepción, los Estados-nación han desaparecido o deberían desaparecer (algo en lo que autores como Toni Negri continúan insistiendo). El argumento de la globalización (que los conservadores y liberales -y Negri- aplauden) ignora que la economía mundial ha estado siempre globalizada. En realidad, estaba más globalizada a principios del siglo XX que ahora. Y también ignora que algunos de los países más globalizados, como los países nórdicos europeos (que son los que tienen mayores indicadores de globalización), son los que tradicionalmente han tenido salarios más altos y Estados del Bienestar más desarrollados. El conflicto Capital-Trabajo (que solía llamarse “lucha de clases”) tiene lugar predominantemente (pero no exclusivamente) a nivel de Estado-nación. Y ello continúa siendo así. En realidad, el problema no es la globalización, sino el tipo de globalización, que sistemáticamente favorece a los Estados-nación más dominantes en el área internacional o en la Eurozona. Hoy los Estados-nación juegan un papel clave en la reproducción del orden (mejor dicho, desorden) internacional. No hay empresas multinacionales. Son empresas transnacionales.

Naturalmente que se necesita llevar las estrategias de cambio a nivel global y/o a nivel de la Eurozona. Pero esta estrategia conlleva la articulación de las luchas que tienen lugar a nivel de cada Estado-nación con las luchas a nivel de las instituciones europeas, unas instituciones que –de nuevo- son controladas y hegemonizadas por los grupos económicos y financieros dominantes de los Estados-nación  como Alemania, aliados con los establishments financieros y económicos de cada país. El establishment financiero-económico español, a través del gobierno Rajoy, está consiguiendo lo que siempre ha deseado (la reducción salarial, y el desmantelamiento del Estado del Bienestar) con la inestimable ayuda del gobierno Merkel en Alemania, que representa los intereses financieros y económicos dominantes de aquel país. En contra de lo que se está diciendo, los Estados-nación juegan un papel clave en la reproducción de aquel dominio. La evidencia científica que apoya tal tesis es abrumadora. Las empresas mal llamadas multinacionales, son en realidad transnacionales, es decir, están basadas en un Estado-nación. Telefónica, prototipo de lo que se define como una multinacional, es una empresa española. El hecho de que su producción y distribución ocurra en varios países, no quiere decir que sea propiedad de varios países. En realidad, para entender el comportamiento de Telefónica, hay que entender la relación entre aquella empresa y el Estado español. Son, pues, los Estados los que continúan teniendo un gran protagonismo en la esfera mundial. Atribuir la continuidad de las políticas neoliberales por parte del Estado español a la imposibilidad de cambiarlas debido a la europeización de la economía española es hacerle el juego al argumentario de las élites dominantes en el país. Naturalmente que el sistema de gobernanza de la UE dificulta enormemente la posibilidad de cambios en cada país. No hay duda de ello. Pero que sea difícil no quiere decir que sea imposible. Hay que romper con un determinismo globalizador que está paralizando a las izquierdas, mostrando que sí que hay alternativas, tal como Juan Torres, Alberto Garzón y yo mostramos en su día, cuando escribimos el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España (2011).

martes, 5 de enero de 2016

Vicenç Navarro, Qué hay detrás la defensa de la unidad de España

Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra "Qué hay detrás de la defensa de la “unidad de España”" en Nueva Tribuna, 4 de enero de 2016: 

Este artículo hace una crítica muy fuerte de los argumentos que se están utilizando en España para defender su unidad, argumentos que están ocultando otras realidades que son ni más ni menos que los intereses de la estructura de poder reproducidos a través del Estado bipartidista, y que se consideran amenazados (como ocurrió en el año 1936) por el surgimiento de una España popular y plurinacional.

Una vez más, se está utilizando el eslogan de defender la “unidad de España” para imponer una visión uninacional de España que ha sido causa constante de tensiones en la historia de este país. En 1936, las estructuras de poder, amenazadas por las políticas públicas propuestas por el democráticamente elegido gobierno republicano del Frente Popular, estimularon un golpe militar a fin de impedir las necesarias y urgentes reformas (que hubieran afectado negativamente a sus intereses económicos y financieros), intentando justificar tal golpe con el argumento de que estaban defendiendo la unidad de España, unidad que, por cierto, nadie estaba amenazando. En contra de lo que las derechas golpistas y sus herederas han sostenido siempre, el President Companys y el gobierno de la Generalitat que él presidia no eran separatistas y no querían desunir España, sino redefinirla, exigiendo que el Estado español reflejara su plurinacionalidad, reconociendo la identidad nacional de Catalunya dentro de una federación española. En realidad, el independentismo históricamente ha sido un movimiento minoritario en Catalunya. El hecho de que, aun siendo una minoría, haya alcanzado hoy un porcentaje tan elevado se debe primordialmente a la intransigencia del Estado central (hoy gobernado por un partido que tiene sus raíces históricas en las fuerzas políticas que dominaron la dictadura que siguió al golpe militar) a reconocer la plurinacionalidad de España y la identidad de Catalunya como nación. Y es inevitable que, de persistir esta resistencia, rigidez e intransigencia, esta minoría pueda convertirse en una mayoría, abriéndose así la posibilidad de una desunión de España. Hoy, los máximos facilitadores de la desunión de España son precisamente los que justifican su intolerancia y dogmatismo bajo el eslogan de “defender la unidad de España”.

Los resultados de la Transición inmodélica

Las enormes tensiones que vive hoy España son resultado de que la mal llamada “cuestión territorial” no fuera resuelta durante la transición inmodélica, una transición que fue resultado de un enorme desequilibrio de fuerzas que existía en aquel momento entre los herederos de los vencedores y los herederos de los vencidos de la Guerra Civil. Los primeros impusieron su modelo uninacional (centrado en la capital del Reino, que tiene poco que ver con el Madrid popular), reprimiendo la visión plurinacional de España. En este sentido, los famosos artículos 2 y 8 de la Constitución fueron impuestos por la Corona y por el Ejército (ver mi artículo “Franco ganó la guerra, la postguerra y la transición”, Público, 26.11.15).

Ahora bien, estamos viendo el fin de aquel modelo de Estado uninacional. Los crecientes movimientos contestatarios hacia el Estado uninacional español que han aparecido en Catalunya, en el País Vasco, en Asturias, en Galicia, en el País Valenciano, en Cantabria, en Navarra, en las Islas Canarias y también en Madrid, entre otros, están exigiendo otro Estado que, basado en la profundización de la democracia, acepte el derecho a decidir de los distintos pueblos y naciones de España, tal como las izquierdas habían pedido durante la clandestinidad, en su lucha contra la dictadura de los vencedores de la Guerra Civil.

La redefinición de España

Es en este contexto que hay que evaluar lo que está ocurriendo estos días después de las elecciones del 20D, cuando se está maliciosamente señalando que, tal como ocurrió en 1936, la demanda de las izquierdas (excepto el PSOE) de redefinir España es, en realidad, una llamada a romperla. Es importante señalar que, aun cuando esta respuesta es predecible en las derechas españolas, caracterizadas por su limitadísima cultura democrática y por su visión centralista del poder, es incoherente y opuesta a la sostenida por el PSOE de la clandestinidad, que durante la heroica lucha de la resistencia antifascista había exigido el derecho a decidir para Catalunya y para otras naciones y pueblos de España, tal como consta en los documentos de sus congresos. Fue durante la Transición cuando el PSOE se adaptó al Estado uninacional español, pasando a formar parte de él, estableciéndose así un bipartidismo que ha gobernado las instituciones del Estado central hasta la fecha. Esta adaptación del PSOE se hizo a costa de renunciar a los principios sostenidos por sus antecesores.

El bipartidismo en el Estado español (favorecido por una ley electoral muy poco proporcional) surgió dentro de un contexto en el que las derechas continuaron siendo enormemente poderosas. Y este poder incluyó el poder de reprimir la recuperación de la memoria histórica, es decir, de la historia de este país, continuando una tergiversación que ocultaba lo que había pasado en el país, reprimiendo la otra visión de España, a la que se continuó presentando como la “anti España”, cuando en realidad esta era la España real y popular, la España plurinacional, que está emergiendo ahora de nuevo. Es importante subrayar que esta España popular y plurinacional conjugaba un compromiso con el bienestar social de la población con un respeto y apoyo a su diversidad plurinacional. No es coincidencia que el Estado uninacional que ha persistido durante el periodo 1978-2015 haya sido también un Estado con escasísima dimensión social, siendo uno de los Estados con menor gasto público social por habitante, con menor gasto público, con políticas fiscales más regresivas y con mayores desigualdades de la Unión Europea.

Ni que decir tiene que el PSOE, cuando gobernó, redujo el enorme déficit de gasto público social que heredó de la dictadura, aunque sin eliminarlo. El enorme dominio de las derechas en el aparato del Estado llamado democrático, continuador del Estado dictatorial, imposibilitó la eliminación de tal enorme déficit del gasto público social de España. Y la respuesta del gobierno PSOE a la crisis fue el inicio de las reformas laborales regresivas y de los recortes de gasto público social que el PP expandió, reformas y recortes que contribuyeron enormemente a profundizar la crisis y al gran retraso de su insignificante recuperación. De ahí su enorme pérdida de popularidad. Su inexistente autocrítica, tanto en las áreas económicas (donde el candidato Pedro Sánchez nombró como su mayor asesor económico a Jordi Sevilla, bien conocido neoliberal que aconsejó las bajadas de impuestos en la época de Zapatero, y a Larry Summers, principal ideólogo de la desregulación financiera durante el gobierno Clinton, responsable de la enorme crisis bancaria estadounidense) (ver el documental Inside Job) como en las áreas políticas (continuando con la defensa del Estado uninacional), está llevando al PSOE a una situación enormemente problemática. La defensa de la “unidad de España” es, en este contexto, la defensa del Estado bipartidista que ha gobernado la España uninacional. Cuestionar la España uninacional es debilitar al Estado bipartidista.

La defensa por parte del PSOE del Estado uninacional es la defensa del bipartidismo

Al adoptar el argumento de defender la unidad de España, el PSOE está, junto con el PP y con Ciudadanos (el partido del IBEX-35), defendiendo el Estado uninacional responsable del retraso social de España. No es por casualidad que hoy en España las fuerzas más comprometidas con los cambios en la esfera social sean también las más comprometidas en establecer una España plurinacional. Los programas electorales están ahí para el que los quiera ver. Hoy, las izquierdas auténticamente transformadoras están pidiendo una revolución social y democrática, orientada a mejorar el bienestar de las clases populares, junto con una revolución política, exigiendo una transformación radical de las mal llamadas instituciones representativas que incluya la incorporación del derecho a decidir como medida profundizadora de la deseada democracia. Son estas fuerzas políticas favorables al cambio las que están generando una enorme resistencia liderada por el Estado uninacional gobernado por el bipartidismo, que ve en esta demanda una amenaza no a la unidad de España, sino a la perpetuación de dicho bipartidismo.

El discurso del Rey: más de lo mismo

En este aspecto, el discurso del Rey fue sumamente predecible, no variando ni un ápice el discurso característico de la visión uninacional, insistiendo en la necesidad de obedecer la Constitución y las leyes, sin hacer referencia ni a las enormes crisis económicas y financieras (consecuencia de la aplicación de las políticas públicas que los gobiernos españoles han impuesto a los distintos pueblos y naciones de España) ni al deseo de cambio del Estado, centrándose, en su lugar, en el deber de los españoles de defender a la nación española, alertando de que la desobediencia a las leyes será seriamente castigada, pues (confundiendo leyes con democracia) indicó que el deber del ciudadano es obedecer las leyes, haciendo caer sobre aquellos que desobedezcan estas leyes y la Constitución (el marco de todas las normas) todo el peso del Estado. Y para remarcar esta alerta, el monarca dio su discurso desde el Palacio Real, sede del poder borbónico, remarcando el simbolismo de que se escogiera tal espacio, un espacio central en la historia del imperio español, imperio conseguido a base de las armas. De ahí que, según la Constitución, el Jefe del Estado (y nunca mejor utilizada la expresión de “Jefe del Estado”), el monarca, sea también el Jefe del Ejército.

Por lo visto, se le escapó al monarca la paradoja que significó que en su discurso se refiriera a las consecuencias negativas que había tenido para España la falta de respeto a la ley consensuada por la totalidad de la sociedad, y que lo hiciera precisamente en el lugar -sede del Poder Real- donde simbólicamente se había consumado el mayor acto de desobediencia al poder democrático que ocurrió en España en el siglo XX, cuando una minoría, en el año 1936, se había impuesto a la mayoría, bajo la presión de las armas. Fue en este lugar donde el golpista mayor, el General Franco, se declaró Generalísimo, y también fue en este lugar que se consumó la transición a la democracia cuando se estableció la Monarquía, incorporada en la Constitución en un proceso que el Rey definió como fruto de una gran generosidad, sin aclarar que tal supuesta generosidad (es decir, los que cedieron más en la Transición, que fueron las izquierdas) fue fruto de que estas no tenían ninguna otra alternativa si deseaban la democracia.

Este discurso predecible del Rey señala la dificultad de cambiar el Estado español. Hablar de diálogo, y a la vez dar tal discurso, es de una contradicción elevada que cuestiona la sinceridad de la llamada al diálogo. Parece que está orientado más a estimular la generosidad de los herederos de los vencidos, borrando el punto de inicio del debate. El enorme dominio de las fuerzas que pilotaron la Transición explica la dificultad en admitir que hay otra España, reprimida durante todos estos años, que exige una transformación política y social del país. Oponerse a esta transformación aduciendo el argumento de defensa de la “unidad de España” es, una vez más, ocultar la resistencia de estas fuerzas a perder su poder por encima de todo. Y así estamos.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Para V. Navarro son partidos neoliberales PSOE, PP, Ciudadanos, CDC, UPD.

Vicenç Navarro, "La reproducción del dogma neoliberal en el PSOE, PP, Ciudadanos, CDC y UPyD", en Nueva Tribuna, 17 de Septiembre de 2015:

Este artículo critica la orientación neolioberal que aparece en los programas económicos del PSOE, PP, Ciudadanos, CDC y UPyD. Subraya que este pensamiento neoliberal está claramente desacreditado en la mayoría de los centros académicos internacionales, mientras que continúa siendo dominante en la cultura política y mediática del país.

El público español no es plenamente consciente de que se está desarrollando un consenso (o al menos un acuerdo amplio) en la comunidad científica internacional en las áreas económicas y sociales que considera que las políticas neoliberales impuestas (y digo impuestas, pues no estaban en sus programas electorales) por los partidos gobernantes liberales en España y en Catalunya (como el PP en España y CDC en Catalunya) y otros partidos de sensibilidad conservadora-liberal que gobiernan gran parte de los países de la Eurozona han sido un desastre (y no hay otra manera de decirlo), y muy en especial un desastre para las clases populares de los países de la periferia de la Eurozona, como es España, incluyendo Catalunya. Estas políticas, promovidas por los mayores centros de decisión en la Eurozona, tales como el Banco Central Europeo, el Consejo Europeo y la Comisión Europea (todos ellos altamente influenciados por el capital financiero), han tenido un impacto sumamente negativo en el bienestar de las poblaciones.

Las reformas laborales de clara orientación liberal, que se vendieron y promocionaron a través de los medios de información (ellos mismos altamente influenciados por tal capital financiero, como resultado de su profundo endeudamiento) como necesarias para crear ocupación, consiguieron, sin embargo, lo contrario. En realidad destruyeron empleo, deteriorando los mercados de trabajo, a fin de conseguir lo que nunca explicitaron, y que era la bajada de los salarios (bajada que los partidos gobernantes creían necesaria para aumentar la competitividad de los países). En realidad, esta bajada de salarios ha creado un enorme problema de falta de demanda doméstica y nulo estímulo económico, contribuyendo a la Gran Recesión.

A esta situación de escaso, nulo o incluso de crecimiento negativo contribuyeron también los recortes del gasto público (con especial énfasis en el gasto público social), que se presentaron como necesarios para reducir el déficit público y la deuda pública del Estado. En realidad, el objetivo de la reducción del gasto público social era debilitar a las clases trabajadoras (debilitando su protección social) y también privatizar los servicios públicos y las pensiones para dar oportunidades de expansión al capital financiero (a través de las compañías de aseguramiento) y a las empresas privadas. Mientras tanto, la deuda pública no ha descendido, sino que ha aumentado, alcanzando niveles nunca vistos antes.

El drama social creado

Podría asumirse que, a la luz de estos datos, y del casi consenso alcanzado en la comunidad científica internacional, estas políticas neoliberales estarían totalmente desacreditadas y los profesionales (que en España son predominantemente los gurús economistas de gran visibilidad mediática) responsables de su promoción, estarían desacreditados. La situación, sin embargo, es la opuesta. Spain continúa siendo different. Tales políticas continúan siendo promocionadas, tanto por los partidos liberales, socioliberales y conservadores responsables de la aplicación e imposición de dichas políticas, como por los grandes medios de información del país que ellos influencian.

Por ejemplo, si ustedes leen los borradores de los programas electorales del partido socialdemócrata en España, el PSOE, y analizan sus áreas económicas, encuentran poquísima variación respecto a las políticas de austeridad que inició el gobierno Zapatero en la última etapa de su mandato, y que más tarde fueron continuadas y expandidas por el Partido Popular. Vemos todavía el mismo apego a la corrección del déficit, sin ninguna variación del nefasto cambio constitucional que fuerza al Estado a anteponer el pago de los intereses de la deuda por encima de todo lo demás, escribiendo en piedra, además, el Pacto Fiscal que condena a los Estados a no poder endeudarse. Imagínese usted qué pasaría si a las familias de España se les prohibiera endeudarse. Esto es lo que se ha estado proponiendo. Se le prohíbe al Estado invertir en el futuro del país. Son medidas que responden a proyectos ideológicos (en contra del sector público) que no tienen ninguna base científica.

El continuismo en el PSOE aparece también en su extraordinaria arrogancia e imposibilidad de ejercer una autocrítica. De ahí que haya una continuidad directa en la línea política de sus anteriores asesores y los de ahora. En realidad, el jefe de su equipo económico asesor, Jordi Sevilla, es el mismo economista que asesoró a Zapatero y se hizo famoso con su libro De nuevo socialismo en el que escribía “¿Quién a estas alturas pide que se aumente el gasto público?”. Y ello lo escribía en el país que tiene menor gasto público de la UE-15 (ver artículo “El fracaso del socialismo liberal”, Público, 23.08.13). Como consecuencia, solo una de cada diez personas adultas en España, incluyendo Catalunya, trabaja en el Estado del Bienestar. Si fuera uno de cada cinco como en Suecia, se eliminaría gran parte del desempleo. Y por si fuera poco, Pedro Sánchez acaba de fichar a la persona que desreguló el mercado financiero en EEUU, contribuyendo a le enorme crisis financiera del mundo occidental, el Sr. Lawrence Summers, que fue Secretario del Tesoro, es decir, Ministro de Hacienda del gobierno Clinton, y que es considerado en Estados Unidos como uno de los mayores responsables del colapso del sistema financiero en aquel país (ver el excelente artículo de Juan Torres, “Las malas compañías del PSOE”, Público, 08.09.15).

En realidad, el programa del PSOE está, en el abanico de la socialdemocracia europea, a la derecha de la mayoría y en las antípodas del nuevo Partido Laborista que, por fin, ha abandonado el blairismo, que continúa presente en el PSOE. Sería de desear que hubiera una revuelta de las bases de tal partido, hecho que es difícil que ocurra debido al enorme control del aparato sobre este partido.

Esta ideología aparece también en el PP y en Ciudadanos, y también en el partido liberal gobernante en la Generalitat de Catalunya, CDC, partido que ha tenido que camuflar su visión política detrás de una coalición electoral, Junts pel Sí, que se centra exclusivamente en la estrategia de mantenerse en el poder a base de ocultar su liberalismo detrás de su llamada a la independencia para Catalunya. No hay plena consciencia de que los mayores medios de información de la Generalitat de Catalunya (abusivamente manipulados por el partido liberal CDC) han estado promoviendo, no solo el independentismo, sino también el neoliberalismo, justificando unas veces, y ocultando otras, el enorme daño que las políticas del partido gobernante han causado en las clases populares de Catalunya.

Una situación casi idéntica está ocurriendo en el PP y en CDC, y también en Ciudadanos, cuyo asesor económico es el profesor Luis Garicano, uno de los fundadores del blog ultraliberal Nada es gratis, financiado durante mucho tiempo por Fedea, el think tank del IBEX-35, la gran banca y las grandes empresas que dominan el país. Nos encontramos, pues, con que, una vez más, el dominio de las derechas explica en estancamiento del pensamiento económico dominante en Catalunya y en el resto de España. Es un indicador del enorme poder que tiene el gran capital en España y en Catalunya (IBEX-35) que el pensamiento económico dominante esté todavía estancado en un dogma cuya aplicación ha sido tan desastrosa para el bienestar de las clases populares de los distintos pueblos y naciones en España.

domingo, 13 de septiembre de 2015

La desigualdad impulsa el auge de las izquierdas en Europa

Vicenç Navarro, "La reactivación de las izquierdas a nivel mundial", Nueva Tribuna, 11 de Septiembre de 2015:

La enorme crisis del sistema capitalista occidental, desconocida por su intensidad desde principios del siglo XX, cuando ocurrió la Gran Depresión, explica las revueltas y movilizaciones contra las políticas públicas (de clara sensibilidad neoliberal) que se han ido imponiendo en la mayoría de los países a los dos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y la Unión Europea), por parte de partidos gobernantes de tradiciones conservadoras, liberales y también socialdemócratas. Lo que ha ido ocurriendo en España, con el abandono de las políticas redistributivas y la adopción de tales políticas por parte del PSOE, como reformas laborales encaminadas a reducir los salarios, así como privatizaciones de los servicios públicos y desregulaciones de los sectores económicos y financieros, es idéntico a lo que ha ido ocurriendo en el resto de Europa, donde los partidos conservadores y liberales han impuesto políticas muy similares. La única diferencia ha sido la intensidad en la aplicación de tales políticas en respuesta a la crisis financiera y económica, pero por lo general, han sido prácticamente idénticas.

Estas políticas se han ido implantando bajo el supuesto de que eran las únicas posibles, aunque era obvio que ello no era cierto. El Sr. Zapatero, en lugar de congelar las pensiones para conseguir 1.500 millones de euros (con los cuales disminuir el déficit público), podía haber conseguido incluso más dinero revirtiendo la bajada del impuesto de patrimonio (consiguiendo 2.100 millones de euros). Un tanto igual con el Sr. Rajoy, que en lugar de recortar 6.000 millones de euros a la sanidad pública podría haber revertido la bajada del impuesto de sociedades a las grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros al año –que representan solo el 0,12% de todas las empresas-, consiguiendo prácticamente la misma cantidad de dinero.

La misma falsedad aparecía con el argumento de que la globalización económica imposibilitaba la existencia de salarios elevados o el mantenimiento de sistemas de protección social extensos (que supuestamente hacían la economía menos competitiva), cuando se veía que algunos de los países más globalizados en el mundo (como consecuencia de su pequeño tamaño), como Suecia, Noruega o Dinamarca, tenían Estados del Bienestar muy desarrollados, y los salarios altos.

El enfado, no solo de la población, sino de las bases y militancias de los partidos gobernantes socialdemócratas

La aplicación de tales políticas ha generado el surgimiento de grandes protestas y movilizaciones, y muy en particular entre las clases populares, que han sido las más afectadas negativamente por las crisis económicas y financieras generadas por las políticas públicas impuestas por tales partidos. Es lógico que los más afectados por estas protestas hayan sido los partidos que tradicionalmente se consideraban los instrumentos políticos de tales clases, como han sido históricamente los partidos socialdemócratas en Europa o el Partido Demócrata en EEUU. En Europa, el apoyo electoral a dichos partidos socialdemócratas ha descendido espectacularmente, como también ha descendido su militancia y capacidad de convocatoria ciudadana. En prácticamente todos los países que han estado gobernados por partidos socialdemócratas, su apoyo electoral y su número de militantes ha descendido de una manera muy marcada. En EEUU un fenómeno semejante también ha ocurrido, tanto en la pérdida de apoyo electoral como en el número de personas que se identifican como miembros del Partido Demócrata. En aquel país, EEUU, no existe la militancia tal como se entiende en Europa entre las personas registradas como demócratas, pues la conexión de los dos partidos mayoritarios con la ciudadanía es escasa, limitándose única y casi exclusivamente al ejercicio del voto en las primarias dentro de cada partido.

La expresión política de este enfado

La respuesta varía desde la aparición de nuevos movimientos, como Podemos o las Mareas (entre otros) en España, o la rebeldía de las bases de tales partidos, como está ocurriendo en los partidos anglosajones, tales como en el Partido Laborista británico, el partido socialdemócrata canadiense (Nuevo Partido Democrático - NDP) y el Partido Demócrata en EEUU.

En España es más conocido el caso británico, con el crecimiento tan veloz e inesperado de las posibilidades de victoria del Sr. Jeremy Corbyn (inesperado por el aparato del partido y por el establishment político mediático del país, pero predecible para aquellos que hemos estado analizando la evolución de la Tercera Vía iniciada por Blair y –en contra de lo que se escribe- su fracaso electoral), que ha hecho entrar en pánico a la dirección blairista del Partido Laborista, y sobre el cual he escrito recientemente (“Qué está pasando en el Partido Laborista del Reino Unido”, Público, 25.08.15). Valga aquí indicar que sus propuestas económicas (ridiculizadas por los medios del establishment) tienen mucho de sentido común. Sus propuestas, por ejemplo, de que el Banco de Inglaterra ayude al Estado a favorecer las inversiones públicas en vivienda social, energía, transporte y proyectos digitales, han sido vistas con buenos ojos por muchos expertos internacionales, e incluso por el senior editor del Financial Times, el Sr. Martin Wolf (Ellen Brown, “Quantitative Easing for People: Jeremy Corbyn’s Radical Proposal”, CounterPunch, Sept. 3, 2015).

El caso menos conocido en España es el del partido socialdemócrata canadiense, el NDP, donde ha habido una rebelión masiva en contra de la dirección blairista de tal partido, que estaba llevándole de derrota en derrota. Un elemento clave de esta rebelión fueron los sindicatos, que dijeron Basta ya y que se aliaron con las fuerzas rebeldes dentro de aquel partido. El nuevo dirigente, Thomas Mulcair, no se ha amedrentado frente a la hostilidad del establishment. El NDP ganó las elecciones en Alberta, una de las provincias más importantes en Canadá y, según las encuestas, es el que tiene mayor apoyo electoral de cara a las elecciones al gobierno federal de aquel país, el próximo 19 de octubre.

En EEUU, el caso Sanders, el senador explícitamente socialista, ha sido otra sorpresa y choque para el establishment político y mediático en aquel país. Ya he escrito sobre él en un artículo anterior (“El sesgo conservador y neoliberal de los medios de comunicación”, Público, 27.08.15). Pero, además de subrayar que continúa creciendo su apoyo popular (con actos que llegan a movilizar a miles de personas –en Wisconsin, en el último mitin electoral, llegó a convocar a 10.000 personas-), es también importante subrayar que el candidato Sanders es plenamente consciente (y así lo dice repetidamente) de que su elección como Presidente –en el caso de que ocurriera- cambiaría poco EEUU a no ser que hubiera un movimiento político social con clara vocación transformadora, dispuesta a realizar un cambio radical, observación que han hecho los otros dos dirigentes. Sanders lo ha dicho muy claro: “independientemente de quien salga elegido como Presidente de EEUU, la realidad es que esta persona podrá hacer muy poca cosa. Y os preguntareis, ¿por qué? Y la respuesta es fácil der ver. El poder de la Corporate America (la clase empresarial dueña y/o gestora de las grandes corporaciones, o lo que ahora se llama el 1%), el poder de Wall Street, el poder de los grandes donantes de dinero a las campañas es tal, que ningún Presidente puede enfrentarse a ellos. La elección que estamos viviendo, por lo tanto, no es para elegirme a mí o a quien sea Presidente. Lo más importante es crear un movimiento ciudadano que salga de las bases de los grupos y asociaciones hartos de la falta de democracia en este país (lo que en inglés se llama los grassroots) que se movilice para transformar radicalmente este país. Y ahí está el reto que tenemos”.

Ni que decir tiene que Sanders, Corbyn y Mulcair llevan toda la razón. El caso Obama es un claro ejemplo de ello. Fue Obama el que, con su eslogan “Yes, we can” -“sí, nosotros podemos”–, que originalmente fue el grito movilizador de los sindicatos hispánicos (chicanos en California y México) que querían transmitir el mensaje de que cuando los trabajadores se movilizan pueden mover montañas –como elegir un negro como Presidente de EEUU-, consiguió ser elegido. Pero el movimiento que puso a un negro de Presidente de EEUU no continuó. En realidad, la adaptación del candidato Obama (y lo que pasó a ser el Presidente Obama) a la Corporate America, a Wall Street y a los grandes donantes de dinero al Partido Demócrata fue casi absoluta, y el movimiento desapareció.

La relevancia para España (incluyendo Catalunya)

La relevancia de lo dicho para España es clara y transparente. No hay duda de que existe hoy un enfado general de la población de los distintos pueblos y naciones de España hacia el estado de cosas  en el país, iniciado por el excelente movimiento 15-M (al cual dedico mi último libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Editorial Anagrama). Este movimiento de rechazo se presenta de miles de maneras. Y la aparición de nuevos movimientos políticos, así como la renovación de otros partidos políticos, han dado lugar a un tsunami que se manifestó en las últimas elecciones municipales y autonómicas. Sería muy de desear (y a este fin deberían dedicarse la mayoría de los esfuerzos) que las próximas elecciones generales sirvieran no solo para elegir el Presidente que España necesita, sino también, y sobre todo, para ayudar a establecer un movimiento con vocación transformadora, movimiento que por definición fuera muy variado y se expresara de distintas maneras, que pueda no solo ganar electoralmente, sino también transformar el país. Yo soy optimista, porque creo que está ocurriendo

domingo, 30 de agosto de 2015

La selección de cobertura informativa revela el sesgo conservador y neoliberal de los medios de comunicación

Vicenç Navarro, "El sesgo conservador y neoliberal de los medios de comunicación", en Nueva Tribuna, 27 de agosto de 2015:

Uno de los problemas mayores que tienen las democracias occidentales ha sido la gran concentración de la riqueza y de las rentas en estos países en manos de sectores muy minoritarios de la población y que ejercen una enorme influencia en las instituciones representativas y en los mayores medios de tales países, con el consiguiente deterioro de la calidad democrática en estas sociedades. Consecuencia de ello es que la información a la cual tiene acceso la ciudadanía es, por lo general, muy sesgada además de deficiente.

Muchos estudios científicos han mostrado de una manera muy convincente y contundente de que a mayor desigualdad en una sociedad, (con mayor concentración de la riqueza y de las rentas) menor es la calidad democrática de sus instituciones, y más limitada y sesgada es la información que la ciudadanía recibe a través de los mayores medios de información.

Uno de los ejemplos de ello es la cobertura mediática de las elecciones al Congreso y a la Presidencia de EE.UU. Debido a la gran importancia que hoy juega EE.UU. en la vida económica, financiera y política de todo el mundo occidental, es comprensivo que estas elecciones pasen a ser noticia en los mayores medios de información, no solo del propio EE.UU., sino también de todos los países llamados democráticos, incluyendo España. Pero esta cobertura mediática tiene, por lo general, un sesgo muy marcado a favor de unos candidatos a costa de otros. Un caso muy presente es la presentación mediática de dos de los candidatos a la Presidencia de EE.UU. más llamativos existentes hoy en la vida política estadounidense. Uno es el Senador socialista Bernie Sanders (el único socialista del Senado) que está atrayendo una gran atención popular movilizando a la población y consiguiendo grandes multitudes en sus actos políticos, nunca vistos en aquel país desde tiempos de Franklin Roosevelt. En realidad, le han llamado el nuevo Franklin Roosevelt por su discurso anti-establishment financiero y económico, que según él, controla las instituciones políticas del país. Habla como ningún otro político ha hablado en los últimos años. Sus propuestas encajan en la tradición socialdemócrata de orientación escandinava, enfatizando la enorme explotación que existe en aquel país por una minoría sobre la mayoría de las clases populares, centrada en la clase trabajadora (referida erróneamente y comúnmente en la narrativa mediática como la “clase media”). Y lo que es bastante único y nuevo es que se presenta, sin ningún rubor o tono defensivo, como socialista. Es interesante señalar que lo mismo hace en su estado de Vermont, de donde ha sido senador por muchos años, a pesar de ser un estado de orientación, en general, conservadora. Lo que parece paradójico es que es un estado que había sido conservador antes de que le votara a él.

El otro candidato a la Presidencia de EE.UU. es el Republicano Donald Trump, que es la otra figura que se presenta también como anti-establishment, crítico del aparato y del establishment del Partido Republicano. Donald Trump es un superbillonario que ha hecho una enorme fortuna con sus negocios especulativos sobre temas inmobiliarios, comprando a políticos para conseguir prebendas, de lo cual hace gala. Es una persona de la ultraderecha representativa del sector empresarial inmobiliario corrupto hasta la médula, que le encanta ridiculizar lo que él considera como “la opresión en la narrativa oficial del país de lo políticamente correcto”, menospreciando a todos los sectores (desde las mujeres a los afroamericanos e hispanos) que han sido discriminados en aquel país. Es también profundamente contrario a los sindicatos, siendo parte de su fortuna (originada en sectores turísticos como Las Vegas) consecuencia de una superexplotación de sus trabajadores, muchos de ellos, inmigrantes. En realidad, han sido estos inmigrantes (víctimas de su explotación) los que han contribuido en gran manera a aumentar su riqueza proveniente de Las Vegas. Hoy, uno de los conflictos mayores de aquella parte del país es el de los trabajadores de las empresas Trump que quieren sindicalizarse (véase Michelle Chen “No Surprise: Trump Is a Union Buster at His Own Hotel”). Pues bien, Donald Trump, con su hipocresía extrema, ha hecho tema central de su campaña expulsar a todos los inmigrantes (que se consideran ilegales) de EE.UU., y también retirar la nacionalidad automática a cualquier persona nacida en suelo estadounidense, negando la nacionalidad a los hijos de los inmigrantes ilegales.

La cobertura mediática de Trump vs Sanders en EE.UU. y en España.

Los dos candidatos han tenido un gran éxito en este periodo de la carrera electoral. Trump ha superado su apoyo popular (desde el 1 de julio) de un 6% a un 22% ahora, un crecimiento muy notable. Pero el apoyo actual es mayor por Sanders (25% desde el 1 de julio), habiendo también crecido notablemente desde aquella fecha (de un 12’7% a un 25%). En realidad, el crecimiento de Sanders es incluso mayor, pues según las encuestas del primer estado que realiza la elección, New Hampshire, Sanders está incluso por encima de Hillary Clinton, y a nivel nacional, Sanders está también por encima de Trump. Y lo que es muy importante es que en el caso de Trump, en el público estadounidense despierta mucha mayor oposición popular que Sanders. En realidad, Sanders es uno de los políticos que despierta menor negatividad en la población.

Parecería, en base a estos datos, que Sanders tendría que tener igual cobertura mediática, sino incluso mayor, que Trump, y sin embargo, los medios están dando mucha mayor cobertura a Trump que a Sanders. Así, la revista Fair (que analiza críticamente el sesgo conservador y neoliberal de los medios estadounidenses) indica que en los tres mayores canales de televisión estadounidense, ABC, CBS y NBC, por cada seis veces que aparece Trump, Sanders aparece solo una vez. El más sesgado a favor de Trump era, además de la ultraconservadora Fox, la CNN. En los mayores rotativos del país – The New York Times, The Washington Post, Wall Street Journal, Los Angeles Times, USA Today – Trump es citado sistemáticamente de tres a cinco veces más frecuentemente que Sanders. Este sesgo es incluso más acentuado en España, donde los mayores medios de comunicación han dado gran cobertura a Trump y muy poca (en la mayoría, nada) atención a Sanders. ¿Por qué?

Por qué unos reciben mayor cobertura que otros.

La respuesta a esta pregunta es obvia. Trump no amenaza a la distribución de poder económico y financiero de EE.UU. Sanders sí. Y de ahí el sesgo. Y a más concentración de la riqueza y de las rentas en un país, mayor es el sesgo conservador y neoliberal de los mayores medios de información de la realidad que nos rodea. En España hemos visto situaciones muy semejantes (e incluso peores) de gran hostilidad hacia políticos que cuestionan y denuncian las enormes desigualdades en España (la segunda más alta después de EE.UU.), como han sido los dirigentes de Podemos o de IU (Izquierda Unida), presentando en cambio reportajes favorables a aquellos políticos que ni siquiera hablan del tema, como, por ejemplo, los dirigentes de Ciudadanos. Sería de una enorme importancia que, en España, hubieran revistas como Fair que señalaran el sesgo sistemático de los medios en la cobertura de la vida política del país.