domingo, 26 de febrero de 2017

El Opus Dei controla gran parte de la Justicia y de las estructuras del Estado


La orden religiosa cuenta con oficinas de información en diferentes ciudades españolas. Su objetivo: tratar de controlar la imagen que se ofrece sobre ellos. Ex integrantes aseguran que la orden fundada por Escrivá de Balaguer intenta impedir que se conozcan sus verdaderos objetivos. Sus miembros gobiernan tribunales y grandes empresas.

Cierre los ojos. Ahora piense en mujeres y hombres poderosos. Sobre todo hombres. Vuelva a abrirlos. Probablemente, entre los rostros que han desfilado por su cabeza haya al menos uno del Opus Dei. La mayoría no lo dice públicamente. No por vergüenza, sino por orden sagrada.

Casi 90 años después de su fundación, la orden religiosa más influyente de España se resiste a perder sus puestos clave en la estructura política, económica y empresarial de este país. Ya no son tan jóvenes. Quizás sean los últimos. Pero no bajan los brazos. Gracias a una férrea organización interna, siguen funcionando como uno de los lobbies más importantes del Estado.

“Controlan mucho los tribunales y las audiencias. Hay un sistema formado por abogados, notarios, jueces y fiscales que son del Opus o tienen que ver con esta organización y que hacen piña”. Quien así habla es el catedrático de antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, Jacinto Choza, quien permaneció durante 34 años dentro del grupo. Salió de allí en 1996.

No se alejó de la religión, pero sí de quienes seguían las enseñanzas de José María Escrivá de Balaguer, el mundialmente conocido sacerdote aragonés que fundó esta corriente eclesiástica en 1928. “Llegó un momento –recuerda Choza- en el que me pareció que lo que estaba viendo no era compatible con la doctrina cristiana”.

Esas mismas “incompatibilidades” han generado varias deserciones en los últimos años. De hecho, a día de hoy existen distintos ex miembros del Opus dispuestos a relatar -aunque sea en un café y sin grabadora delante- sus vivencias.

También es cierto que siguen no son pocos los que prefieren guardar silencio sobre su experiencia. “La mayoría de la gente que sale no se atreve a dar la cara. A Ana Azanza -una profesora de Jaén que realizó varias denuncias sobre este asunto- la han intentado dejar sin trabajo”, recuerda la ex numeraria -término utilizado para referirse a quienes adquieren compromiso de celibato- Carmen Charo.

En efecto, Opus Dei es sinónimo de poder, influencia y, al mismo tiempo, hermetismo. No es muy habitual que un numerario o supernumerario -el colectivo más numeroso, en el que se integran aquellas personas que están casadas- haga pública su condición como tal.

El mejor ejemplo está en las filas del PP, el partido político que más representantes opusinos acoge. Sin embargo, también hay miembros en formaciones ubicadas en la otra banda: es el caso de políticos de la antigua Convergencia Democrática de Catalunya o de Eusko Alkartasuna, ahora integrada en EH Bildu.

Se estima que, en total, hay 33.000 fieles del Opus Dei en España -a nivel planetario son 85.000-. Los medios de comunicación han especulado en varias ocasiones sobre quiénes son sus caras más conocidas -e influyentes-, algo que también han intentado revelar algunos ex integrantes. Sin embargo, se trata de una misión tan difícil como arriesgada. “Lo siento. Si su intención es dar nombres, no cuente conmigo. Ya me denunciaron por ello y no quiero volver a pasar por lo mismo”, afirmó a Público uno de sus ex miembros.

“Si tú dices que Fulanito es del Opus, te denuncian. ¿Acaso un cura o una monja se molestan si alguien dice que lo son?”, se pregunta desde un instituto de la provincia de Jaén la profesora Ana Azanza -responsable del blog Sin Miedo al Opus Dei-, quien recuerda otro caso muy significativo: en 2012, el ahora prelado –máximo representante- de esta orden, Monseñor Fernando Ocáriz, presentó una denuncia contra la página web Opus Libros -impulsada por otra ex integrante, Agustina L. de los Mozos Muñoz- debido a que había tenido la osadía de publicar su nombre en un listado de opusinos. La Agencia Española de Protección de Datos falló a favor del religioso.

Amparados en ese silencio, los integrantes de esta institución ultraconservadora de la Iglesia Católica se dedican a desarrollar las tareas propias de un grupo de presión. “Su influencia en la actualidad es mucho mayor de la que estamos dispuestos a reconocer”, afirma Azanza.

En efecto, hoy continúan en los consejos de dirección de grandes empresas, e incluso mantienen la presidencia de importantes bancos: si bien la familia Valls ya no continúa al frente del Banco Popular, Isidro Fainé -considerado “próximo” al Opus- sigue al frente de la Fundación Bancaria La Caixa. Hay más. La familia Botín, propietaria del Santander, también tiene importantes vínculos con la orden. “Es indudable que sus postulados extremos en materia religiosa pierden gas -señala la profesora-, pero en materia económica neoliberal siempre han estado ahí”.

También es posible encontrarlos en los principales ámbitos judiciales del país. Fiscales, abogados del Estado o magistrados del Tribunal Constitucional son algunos de los cargos que han alcanzado distintos juristas que se confiesan seguidores de Escrivá de Balaguer. “Hubo campañas para presentarse a oposiciones de jueces y fiscales, y consiguieron muchas plazas”, señala Charo.

Siguiendo las noticias

Hay rostros públicos, pero también anónimos. Estos últimos son los que se encargan de mantener activa la influyente red de colegios, universidades y fundaciones controladas de arriba abajo por los ultracatólicos.

Al mismo tiempo, en las distintas comunidades autónomas funciona un departamento en el que, seguramente, ahora mismo estarán leyendo este reportaje: el denominado Apostolado de la Opinión Pública (AOP), dedicado a seguir de cerca las informaciones que les afectan. “Entre otras cosas -explica Choza- tienen la misión de ir a hablar con el periodista que ha hecho alguna información sobre el Opus”.

Del mismo modo, los estrategas del Opus también dedican especial atención a los obispos, sean o no de su cuerda. “Tienen un fichero de todos los obispos, con datos sobre sus aficiones o comidas preferidas. De esa manera, cada tanto se les invita a comer, a una excursión o a un viaje”, relata Choza. “Cultivar la amistad de los obispos -remarca este ex numerario- es fundamental”.

Perdiendo masa

Si bien la red continúa activa, el lobby opusino enfrenta ahora un problema biológico: sus integrantes se van haciendo mayores y no se observa una clara línea de renovación. “Ya no entra gente, y la que entra no dura”, señala desde Vitoria Carmen Charo. “Tienen poder, pero han perdido masa -añade Azanza-. En todas las ciudades españolas, tanto en capitales como en otras ciudades medianas, conservan sus colegios, pero hay que tener en cuenta que España ya no es la que era: ese integrismo y fanatismo ya no es tan importante entre la gente”. Charo apunta en el mismo sentido: “A nivel espiritual -sostiene- son medievales”. Influyentes, pero medievales.

El fraude de la Constitución española de 1978

Karl Loewenstein (1891 - 1973) es uno de los padres del constitucionalismo moderno y nos enseñó a distinguir constituciones falsas o inspiradas por regímenes autoritarios de las constituciones verdaderas que sí regulan y orientan verdaderamente la vida de los pueblos. Sabía qué era el fascismo, porque lo vivió en Alemania y se exilió a los EE. UU. cuando Hítler llegó al poder. Con el deseo de evitar algo como eso analizó todas las constituciones históricas conocidas y distinguió entre:

*"Constituciones originarias" que realmente aportan soluciones para una sociedad innovando en las formas de resolver problemas sociales y "constituciones derivadas", que repiten esas soluciones sin añadir nada.

*"Constituciones ideológicas" que pretenden imponer una ideología más que resolver problemas sociales.

*"Constituciones programáticas", muy parecidas a las anteriores, que solo pretenden diseñar un modelo burocrático de estado que asegure puestos de poder a los ideólogos de las mismas.

Junto a esta, esboza una clasificación ontológica distinta que tiene en cuenta la mera eficacia real de la Constitución y el grado de asimilación de la misma que toma en el cuerpo social, para la cual diferencia tres tipos:

*"Constitución normativa": aquella que de hecho se cumple, y es sentida y vivida tanto por los titulares como los destinatarios del poder. Es normativa porque sus preceptos rigen y norman efectivamente el proceso político, de modo que son eficaces y se cumplen.

*"Constitución nominal": aquella cuyo texto, por falta de condiciones adecuadas o de preparación del cuerpo social, solo es nominal y no se aplica realmente. Con todo, puede tener un valor meramente educativo; es un instrumento más en el proceso de educación popular, que, con el tiempo, podría llegar a convertirse en Constitución normativa.

*"Constitución semántica", también llamada "pseudoconstitución": aquella que es aplicada, pero no tanto para regular el proceso político cuanto para formalizar y legalizar el monopolio de poder de determinados grupos sociales o económicos. Estaríamos ante un disfraz constitucional.

Loewenstein distingue solo dos sistemas políticos: autocracias y democracias y estudia en especial la "flexibilidad" de las constituciones, como con habilidad señala Tomás y Valiente. Desgraciadamente murió demasiado pronto como para poder decir algo sobre la constitución que nos rige, pero creo que atendiendo a lo que ya dijo hay algunos elementos para sostener con fuerza que la Constitución española de 1978 podría considerarse:

*Una '''constitución derivada''', ya que emana en parte de la republicana de 1931.

*Una '''constitución utilitaria''', ya que su intención principal es establecer un modelo de estado

*Una '''constitución nominal''', ya que texto, por falta de condiciones adecuadas o de preparación del cuerpo social, solo es nominal y no se aplica realmente, como se ha visto constantemente con las continuas reclamaciones al respecto de los nacionalismos. Con todo, puede tener un valor educativo; es un instrumento más en el proceso de educación popular, que, con el tiempo, podría llegar a convertirse en Constitución normativa.

*Una '''constitución semántica''', también llamada pseudoconstitución, es decir, aquella que es aplicada, pero no tanto para regular el proceso político cuanto para formalizar y legalizar el monopolio de poder de determinados grupos sociales o económicos, en este caso los procedentes del franquismo, que no se pretendía liquidar, sino llanamente adaptar. Estaríamos, pues, ante un disfraz constitucional.

Bastantes elementos apoyan esto último; por ejemplo, la Constitución aseguraba que solo estuviesen protegidos por aforamiento el presidente del Gobierno, los ministros y los diputados y senadores (lo cual ya era ciertamente enorme, comparado con otras constituciones europeas y americanas), pero es que además la ''Ley Orgánica del Poder Judicial'' incluyó en esta figura jurídica a los jueces y fiscales, a los magistrados del Tribunal Constitucional y del Tribunal de Cuentas de España, a los vocales del Consejo General del Poder Judicial, a los miembros del Consejo de Estado de España, al Defensor del Pueblo y a sus dos adjuntos. Finalmente los diversos Estatutos de Autonomía declararon aforados a los miembros de los gobiernos y parlamentos autonómicos, así como a sus respectivos defensores del pueblo. Mención aparte merece la figura de ese militar a quien llaman rey, garante de todo este ordenamiento que transforma a la constitución en una "constitución utilitaria" o "ideológica" para los poderes que vienen de la situación política anterior, ya que según el el artículo 56 de la Constitución no está sujeto a responsabilidad por lo que no puede ser juzgado por ningún tribunal.

Hay una sana tradición constitucional española; Francisco Tomás y Valiente afirmaba que estaba formada por las constituciones de 1812, 1869 y 1931 frente al constitucionalismo antidemocrático de 1837, 1845 y 1876. Ambas tradiciones han luchado a lo largo de la historia en nuestro país. Y al respecto conviene recordar aquel chiste de la época de la Transición según la cual el político dice a la multitud "o nosotros o el caos" y la multitud responde "el caos, el caos"; entonces el político afirma que "da igual, también somos nosotros". Cuando se planteó el referéndum sobre la Constitución era el caso escoger entre la Constitución o el caos; era una buena Constitución, una constitución "nominal" de valor educativo que podía servir para escoger una mejor que resolviese los problemas de España; era un buen anteproyecto para una nueva constitución que evitara precisamente la corrupción, esa lacra exagerada de la que todos los españoles de buena voluntad queremos prescindir. Pero... no nos van a dejar terminar la Transición, porque para ellos, sencillamente, la Transición ya ha terminado y cualquier otra cosa es un caos. Eso exactamente es lo que defienden los partidos del inmovilismo: PP y PSOE.

Un buen consejo

La suerte es bastante predecible. Si quieres más suerte, toma más oportunidades. Sé más activo. Exponte más a menudo. Y recuerda, Dios es bueno

jueves, 23 de febrero de 2017

Decálogo para crear al nini perfecto

El carismático juez de menores de Granada Emilio Calatayud impartió este martes una conferencia en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, invitado por la Asociación Mujeres en Igualdad de la ciudad andaluza. Además de llevarse de calle al público, de encandilar con su manera llana y directa de examinar la realidad de los chavales y de relatar los casos que pasan por sus manos, Calatayud aprovechó el momento para repasar su Decálogo para formar a un delincuente, incluido en su libro Reflexiones de un juez de menores.

Los padres, sostuvo, deberían pincharlo en su nevera y refrescarlo cada día, para no olvidarse de lo que deben evitar si no quieren que sus hijos acaben pasando por tribunales como el suyo.

Estas son sus recomendaciones que, insistió, están basadas en las experiencias que le trasladan la Guardia Civil y la Policía:

1. Dadle al menor todo cuanto desee, así crecerá convencido de que el mundo entero le debe todo.

2. Reídle todas sus groserías, tonterías y salidas de tono: así crecerá convencido de que es muy gracioso y no entenderá cuando en el colegio le llamen la atención por los mismos hechos.

3. No le déis ninguna formación espiritual: ¡ya la escogerá él cuando sea mayor!

4. Nunca le digáis que lo que hace está mal: podría adquirir complejos de culpabilidad y vivir frustrado. Primero creerá que le tienen manía y, más tarde, se convencerá de que la culpa es de la sociedad.

5. Recoged todo lo que vaya dejando tirado: así crecerá pensando que todo el mundo está a su servicio; su madre la primera.

6. Dejadle ver y leer todo: limpiad con detergente, que desinfecta, la vajilla en la que come, pero dejad que su espíritu se recree con cualquier porquería. Pronto dejará de tener criterio recto.

7. Padre y madre, discutid delante de él, así se irá acostumbrando. Y cuando la familia esté ya destrozada, lo encontrará de lo más normal, no se dará ni cuenta.

8. Dadle todo el dinero que quiera: así crecerá pensando que para disponer de dinero no hace falta trabajar, porque basta con pedir.

9. Que todos sus deseos estén satisfechos al instante: comer, beber, divertirse… ¡De otro modo podría acabar siendo un frustrado!

10. Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, las leyes… quienes la tienen tomada con él.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Entrevista con el historiador e hispanista Stanley G. Payne

César Cervera "Stanley G. Payne: «La resistencia de España es impresionante, los españoles lo han soportado todo». El historiador norteamericano publica el libro «365 momentos claves de la Historia de España», deteniéndose en los grandes hitos de siglos de un país que lo ha soportado todo y tiene un pasado «extraordinario, exótico y lleno de altibajos»", en Abc, 22/02/2017 

Los historiadores son profetas del pasado. Relatan y analizan lo que ocurrió en otro tiempo, sabiendo que ciertas pautas de la historia se repiten de forma cíclica. Stanley G. Payne acaba de publicar «365 momentos clave de la Historia de España» (Espasa) a modo de recordatorio del riesgo de caer en los mismos errores por no conocer precisamente la letra pequeña de la historia. El libro repasa brevemente los acontecimientos más destacados de España, donde política, cultura y deporte convergen en un texto dividido en los 12 meses del año. Si bien su especialidad ha sido siempre el periodo de la Segunda República y el Franquismo, este catedrático emérito de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison se atreve esta vez con una obra que se remonta hasta tiempos de Hispania y no duda en revisar los puntos más controvertidos: «Para los historiadores de izquierda del siglo XXI hay verdades inamovibles. Ven el revisionismo como algo negativo. Son los nuevos católicos españoles del siglo XVII».

–¿Desde cuándo se puede hablar de España como tal?

–En todos los países occidentales el germen empieza en la Edad Media, porque había una identidad española, pero hasta la Edad Moderno no podemos hablar de entidad política. No obstante, con los Reyes Católicos llegó esta identidad hasta cierto punto, porque la suya era una monarquía casi confederada, como en la mayoría de grandes países europeos. La diferencia es que España tuvo más dificultades que otros países para superar esta situación de gran pluralismo. Inglaterra también tuvo confederación con Escocia y Gales y de dominación en Irlanda, pero los ingleses tuvieron menos dificultades para superarlo.

–«Spain is diferent» fue un lema adquirido durante el Franquismo para vender las peculiaridades españolas como algo positivo, ¿realmente es un país diferente?

–Todos los países son diferentes, pero es verdad que Inglaterra, Rusia y España son realmente excepcionales en Europa. España es diferente por dos cosas: por la presencia de Oriente Próximo durante la era del Al Andalus y la Reconquista; y por la gran potencia que fue, la mayor, en el siglo XVI y durante un largo periodo de tiempo. No estamos hablando de un Hitler o un Napoleón, que sostuvieron la hegemonía durante unos años. No. España soportó el cetro europeo durante más de un siglo, a pesar de que Francia era un país con más potencial económico, militar y demográfico. En este sentido, la pérdida de la hegemonía estuvo acompañado del fracaso de la modernización en el país.

–Dice usted que España y Rusia comparten la peculiaridad, tal vez por cuestiones geográficas, ¿hay símiles entre ambos países?

–Muy pocos. España sí logró la democracia con la Segunda República, a pesar de sus limitaciones y deficiencias; mientras que Rusia nunca la obtuvo. Es un país más primitivo en términos políticos, menos desarrollado y más infraeuropeo. A ciertos círculos de izquierda les ha gustado esta comparación para decir que «somos países de pueblo», de gente baja, común, y que por eso iban a tener más éxito las revoluciones. Es una comparación incompleta. Aquí hubo revoluciones pero no solo protagonizadas por bolcheviques, sino que hubo otros grupos revolucionarios con mayor protagonismo. También Inglaterra es peculiar, pero allí las diferencias casi siempre son positivas; en España positivas y negativas.

–Define en su libro la historia de España como extraordinaria, exótica y llena de altibajos. ¿Cuáles son estos altibajos?

–El principal de ellos es que casi fue conquistada y borrada del mapa por otra civilización, que fueron los árabes. Los mismos españoles de la época no entendieron esa situación y tardaron mucho en iniciar la Reconquista.

–En este sentido, hay autores que cuestionan el término Reconquista como un único hecho histórico o parte de un mismo conflicto.

–Ortega y Gasset ya dijo que algo que había durado ocho siglos no se le puede llamar Reconquista, pero ¿por qué no? No depende del tiempo sino de otros factores. No cabe duda de que al final se expulsó a los extranjeros y se cambió completamente la forma de vivir de los peninsulares. Si no quieren llamarlo Reconquista me parece muy bien, ¡inventemos otro término! Pero el hecho histórico existe.

–¿Cuáles son las oportunidades perdidas en la historia de España?

–Con mayor unidad, los visigodos habrían podido rechazar a los musulmanes y la historia hubiera cambiado radicalmente. Al final del siglo XV hubo oportunidades utilizadas muy bien en cuanto a la expansión del imperio, pero aparecieron luego errores a nivel exterior y de política económica. Había mucha debilidad en las instituciones del Antiguo Régimen. Lo sorprendente es que a pesar de los grandes desastres España supo mantener la hegemonía militar durante más de un siglo.

Más tarde, con la introducción del liberalismo en Españas hubo otra oportunidad perdida, porque aquí hubo un liberalismo muy temprano, tal vez demasiado temprano, que no se supo aprovechar. Habría sido necesario mayor unidad y moderación en el liberalismo.

Otra oportunidad perdida es la Segunda República. Se logró la democracia y se perdió rápido. La sublevación del 18 de julio no fue contra la democracia sino contra la pérdida de la democracia. Lo que no quita que Franco demostrara más tarde que él no era nada democrático.

–Comenta usted que a pesar de todo el Imperio español siguió como gran potencia durante siglos, ¿cómo lo logró?

–España tenía una gran determinación, había mucha unidad entre españoles a través de una visión muy pluralista del Antiguo Régimen y había calidad militar. Por eso fue una potencia con capacidad de resistir incluso después del debilitamiento sufrido en el siglo XVII. Se mantuvo varias generaciones más y la Guerra de Sucesión sirvió para desprenderse de territorios europeos imposibles de defender. No se podía mantener un imperio tan disperso y de entidades jurídicas tan distintas.

–¿Qué es lo más celebrable que ha hecho España por la humanidad?

–El mundo le debe haber logrado la recuperación de España para la Europa cristiana durante la Reconquista. Así como la extensión de la cultura occidental en su versión española al resto del mundo a partir del Descubrimiento de América. También los primeros brotes del Derecho internacional y la derrota del imperialismo napoleónico.

–Hablando de expansión, ahora los conquistadores son calificados más bien de genocidas y el episodio de la conquista criticada duramente.

–No es solo un problema exclusivo de España. La fiebre de lo políticamente correcto está en todas partes. Hay que entender que la Conquista de América tuvo muchos beneficios para estos pueblos. En el caso de los aztecas y los incas no hay que olvidar que eran imperios opresores; lo que estaba siendo reemplazado no era nada idílico. Es un asunto muy complicado, la verdad.

–Aquí la corrección política se suma a la leyenda negra que arrastra nuestra historia.

–El origen de la leyenda negra es el relato que contaron los enemigos, los protestantes, sobre España. No es una leyenda negra totalmente falsa, porque también hubo cosas muy negativas del Imperio español. Lo peculiar es que la leyenda negra ha sido asumida ampliamente por los propios españoles. No en vano, ahora la tendencia cultural es la de que todos los países critiquen su propia historia. España es especialmente extremista en este aspecto.

–Define en la introducción del libro el siglo XIX como un tiempo de excesivos experimentos políticos.

–Ocurre que la élite española siempre ha estado más o menos al mismo nivel que la cultura occidental contemporánea, pero no tenían una sociedad civil detrás para sostener los cambios políticos. No al menos con un nivel de educación y de desarrollo social suficiente. Esta contradicción no cambió hasta 1975. Durante el franquismo se volteó la situación: entró en una situación en la que el país tenía una estructura política más postergada que su sociedad civil.

–En la historiografía española está muy mal visto el concepto de revisionismo. Tiene una connotación negativa, ¿por qué?

–La historia es un constante análisis y una sucesión de nuevas investigaciones. Para los historiadores de izquierda del siglo XXI hay una verdad inamovible, que no se puede cambiar y nadie puede cuestionar. Han adquirido la misma postura que la antigua Iglesia católica. Son los nuevos católicos españoles del siglo XVII.

–¿Qué episodios históricos corre prisa revisar por desvirtuados?

–Todo lo que ocurrió en la década de los años 30, una época muy mitificada. De hecho, está siendo revisada últimamente, como demuestra el libro de las elecciones del Frente Popular que van a publicar en unas semanas Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García. Va a ser muy revolucionario.

Además de los héroes culturales, me parece admirable Francisco de Vitoria, como precursor del Derecho internacional

–¿Cuáles son los personajes históricos que más admiración le han provocado realizando el libro?

–Hay un personaje que no ha tenido el tributo merecido: Alfonso VIII, el último gran Rey de León. Es una figura bastante desconocida. Además de los héroes culturales, me parece admirable Francisco de Vitoria, como precursor del Derecho internacional, y políticos como Cánovas del Castillo. Él fue un estadista verdaderamente grande, al que admiro mucho.

–¿Y las figuras más fatídicas, los malos?

–Algunos reyes visigodos son muy malos; así como los reyes españoles de la Edad Moderna son muy criticables. De entre los políticos más reciente el más negativo es Zapatero, que ha hecho todo lo posible para dividir a los españoles y hacer cambios destructivos e innecesarios. Fue el primer presidente socialista después de González, pero resultó ser un anti-gonzález. Felipe González fue el mejor líder socialista en la larga historia del partido.

–El libro se queda en hechos muy recientes, incluso anecdóticos, ¿qué es lo siguiente que cabe escribir de esta historia?

–Somos profetas del pasado. Es difícil saber lo que está por venir. España seguirá viviendo dentro del molde y de las instituciones de Europa. Seguirá unificada a pesar de todo lo que está ocurriendo en Cataluña, pero quién sabe... No hay una resolución fácil en este asunto. Lo explico muy bien Ortega hace casi un siglo: es un problema que hay que conllevar y soportar en los mejores términos, pero que no se puede resolver definitivamente. En cualquier caso, la resistencia de este país es impresionante. Diría Franco que el español es muy paciente y sabe perseverar, en tanto, es fácil gobernarlos como lo prueba el que hayan soportado toda clase de regímenes.

sábado, 18 de febrero de 2017

La escuela de los vicios, un montaje teatral de textos de Quevedo que parece escrito ahora mismo

A principios del siglo XVII, Francisco de Quevedo criticó en sus sátiras y discursos políticos las corruptelas de ministros, magistrados y banqueros, y modernamente se ha hecho un montaje de varias de sus obras, La escuela de los vicios, que se reestrenó en 2014 en Madrid, Toledo y otros lugares de España y el extranjero con un éxito atronador. La avaricia, codicia y corrupción están representados en sus tres personajes: un extravagante diablo cojuelo, instructor de La escuela de los vicios, que intenta cautivar a dos estudiantes que esperan obtener las titulaciones de "bachiller en mentir, licenciatura en engañar, doctor en robar y catedrático en medrar". Es la única escuela donde los alumnos cobran por aprender. El demonio se reserva al final el puesto de banquero.

El hurto es la piedra angular del gobierno: 

«Este mundo es un juego de bazas,
solo el que roba triunfa y manda»

Maltratadores

Cuando uno contempla los hechos sucedidos en Daimiel se pregunta qué habría pasado si la víctima de violencia doméstica estuviera aforada; si hubiera podido escoger un juez que realmente la defendiera y se preocupara de ella y de su hija. Pero, claro, exigir de la ley que se preocupe del débil en vez de el fuerte es pedir demasiado; incluso Guindos, a quien de seguro ya le han guardado poltrona en el consejo de un banco, está preparando otra nueva ley hipotecaria para blindar de riesgos a los pobres bancos, algo que otros llamarían abuso y ellos "garantizar el crédito".

Me da miedo esta gente, que ayuda invariablemente a los abusones. En España, como en Italia, al ver una paliza, la gente corre inmediatamente a socorrer al fuerte por si se le cae alguna dádiva; somos unos búlgaros de la hipocresía. Tenemos diez mil poderosos ladrones protegidos por las leyes de aforamiento, y sin embargo no hay dinero para que la justicia proteja a diez mil maltratadas por sus maridos. Ya lo dijo Quevedo:

Mal oficio es mentir, pero abrigado,
eso tiene de sastre la mentira,
que viste al que la dice; y aun si aspira
a puesto el mentiroso, es bien premiado

Don Quijote liberó a un muchacho del amo que lo azotaba por el simple pecado de exigirle su salario; cuando se marchó el amo lo azotó todavía más cruelmente, y al volvérselo a encontrar  en el capítulo trigésimo primero, el gañancillo andaba ya tan escaldado que le pidió que no se interesase más por él y se ocupase de sus propios asuntos. Algo así nos pasa con la justicia y aun diría que con los políticos. Lo  cuenta el hidalgo:

Estaba atado a la encina, desnudo del medio cuerpo arriba, y estábale abriendo a azotes con las riendas de una yegua un villano, que después supe que era amo suyo; y así como yo le vi le pregunté la causa de tan atroz vapulamiento; respondió el zafio que le azotaba porque era su criado, y que ciertos descuidos que tenía nacían más de ladrón que de simple; a lo cual este niño dijo: «Señor, no me azota sino porque le pido mi salario». El amo replicó no sé qué arengas y disculpas, las cuales, aunque de mí fueron oídas, no fueron admitidas. En resolución, yo le hice desatar, y tomé juramento al villano de que le llevaría consigo y le pagaría un real sobre otro, y aun sahumados. 

Andrés, que así se llamaba el jovencito sindicalista cervantino, tenía sin embargo otro antecedente literario tan manchego como él en la putilla de quince años Areúsa, que no quería servir en casa de una señora porque también aprovechaban acusaciones falsas e infundadas para no pagar, por lo cual declara en el acto noveno de La Celestina que se hizo cortesana:

Estas que sirven a señoras ni gozan deleite ni conocen los dulces premios de amor. Nunca tratan con parientes, con iguales a quien puedan hablar tú por tú, con quien digan: «¿qué cenaste?», «¿estás preñada?», «¿cuántas gallinas crías?», «llévame a merendar  a tu casa»; «muéstrame tu enamorado»; «¿cuánto ha que no te vio?», «¿cómo te va con él?», «¿quién son tus vecinas?» y otras cosas de igualdad semejantes. ¡Oh tía, y qué duro nombre y qué grave y soberbio es «señora» continuo en la boca! Por esto me vivo sobre mí desde que me sé conocer, que jamás me precié de llamarme de otra sino mía, mayormente de estas señoras que ahora se usan. Gástaste con ellas lo mejor del tiempo y con una saya rota de las que ellas desechan pagan servicio de diez años. Denostadas, maltratadas las traen, contino sojuzgadas, que hablar delante ellas no osan. Y cuando ven cerca el tiempo de la obligación de casarlas, levántanles un infundio: que se echan con el mozo o con el hijo, o pídenles celos del marido, o que meten hombres en casa, o que hurtó la taza o perdió el anillo; danles un ciento de azotes y échanlas la puerta fuera, las faldas en la cabeza, diciendo: «¡allá irás, ladrona, puta, no destruirás mi casa y honra!». Así que esperan galardón, sacan baldón; esperan salir casadas, salen amenguadas; esperan vestidos y joyas de boda, salen desnudas y denostadas. Éstos son sus premios, éstos son sus beneficios y pagos. Oblíganse a darles marido, quítanles el vestido. La mejor honra que en sus casas tienen es andar hechas callejeras, de dueña en dueña, con sus mensajes a cuestas. Nunca oyen su nombre propio de la boca de ellas, sino «puta acá», «puta acullá», «¿a dó vas, tiñosa?», «¿qué hiciste, bellaca?», «¿por qué comiste esto, golosa?», «¿cómo fregaste la sartén, puerca?», «¿por qué no limpiaste el manto, sucia?», «¿cómo dijiste esto, necia?», «¿quién perdió el plato, desaliñada?», «¿cómo faltó el paño de manos, ladrona? A tu rufián le habrás dado», «ven acá, mala mujer, ¿la gallina rellena no parece?, pues búscala presto, si no, en la primera blanca de tu paga la contaré». Y tras esto mil chapinazos y pellizcos, palos y azotes. No hay quien las sepa contentar, no quien pueda sufrirlas. Su placer es dar voces, su gloria es reñir. De lo mejor hecho menos contentamiento muestran. Por esto, madre, he querido más vivir en mi pequeña casa, exenta y señora, que no en sus ricos palacios, sojuzgada y cautiva.

El texto, en tres pasajes algo modernizado por mí para hacerlo más inteligible, está bien claro: los pobres, incluso los honrados, siempre son denigrados por los ricos para así evitar esa elemental distribución de la riqueza que consiste en pagar un salario, no en vano por eso se han hecho ricos. A las sirvientas que sirven gratis incluso por obtener un buen casamiento las terminan echando de casa con el pretexto de que seducen al hijo, que han sisado algo o sencillamente sin causa alguna. Y las cosas no cambiaron nada incluso en el siglo XIX: el tango que canta la Menegilda en la Gran vía es el heredero del discurso de Areúsa: "Pobre chica la que tiene que servir / más valiera que se llegase a morir..."

Pero un amigo que vive en Daimiel me ha contado con más detalle cuál es la versión de los hechos de Daimiel que circula en las redes sociales del pueblo: los que dicen haber conocido al presunto asesino y a la mujer que se le estaba divorciando excusan al agresor, que se había enriquecido muy honorablemente como pintor de brocha gorda y al que la mujer, dicen, le había dilapidado todo lo que había ganado con su múltiple derroche; es más, que incluso le iba a quitar la casa en que vivía y era lo único que le había quedado con el recurso de que debía pagar a ella y a su hija la parte correspondiente por el divorcio. Que el presunto asesino era un chaval tímido y educado sin antecedentes que jamás la maltrató, que ni siquiera ella lo denunció porque no podía demostrar maltrato alguno  y que la única explicación era que la situación lo desbordó, tuvo un arrebato terrible, lo que jurídica y psíquicamente llamaríamos un brote psicótico, agarró un cuchillo y mató a las dos mujeres.

Por supuesto, esta explicación no exculpa al presunto asesino, pero ¿a que ahora ustedes ya no simplifican tanto el asunto del maltrato y ahora resulta que no hay buenos puros ni malos puros, algo que es habitual en la reducción fenomenológica que hace la prensa de estos casos? La información es así de maniquea, y habría que indagar si Andrés o la meretriz Areúsa eran realmente tan inocentes como ellos se pintan. El caso es que Andrés quedó sencillamente escarmentado, y así se lo hace constar a don Alonso Quijano el Bueno:  

El fin del negocio sucedió muy al revés de lo que vuestra merced se imagina.

—¿Cómo al revés? —replicó don Quijote—. Luego ¿no te pagó el villano?

—No solo no me pagó —respondió el muchacho—, pero así como vuestra merced traspuso del bosque y quedamos solos, me volvió a atar a la mesma encina y me dio de nuevo tantos azotes, que quedé hecho un San Bartolomé desollado; y a cada azote que me daba, me decía un donaire y chufleta acerca de hacer burla de vuestra merced, que, a no sentir yo tanto dolor, me riera de lo que decía. En efecto, él me dejó tal, que hasta ahora he estado curándome en un hospital del mal que el mal villano entonces me hizo. De todo lo cual tiene vuestra merced la culpa, porque si se fuera su camino adelante y no viniera donde no le llamaban, ni se entremetiera en negocios ajenos, mi amo se contentara con darme una o dos docenas de azotes, y luego me soltara y pagara cuanto me debía

 Así que eso tendríamos que hacer y dejar al búlgaro gobierno pepepsoil que siga pagando mal a los pobres y quedándose con las plusvalías. Tendremos maltratadores y seremos maltratados un poco menos que si pidiéramos justicia inalcanzable. Y tendremos maltratadores como los padres borrachuzos y pegones de tan honorables ciudadanos como Hitler, Stalin y Franco, sagrados defensores de un orden, cualquiera que este sea.

martes, 14 de febrero de 2017

El CETA, tratado de dudosa legalidad que va contra los derechos de los europeos

Verónica Gómez, "Se vota este miércoles en el parlamento europeo. El CETA: mucha prisa por aprobar un tratado de dudosos contenidos y legalidad", en Nueva Tribuna. 13 de Febrero de 2017 

El Parlamento Europeo podría estar en vías de ratificar un acuerdo que es ilegal, además de faltar a su deber de asegurar que los tratados europeos respetan los principios fundamentales y leyes de la UE.

Una de las cuestiones más preocupantes de este tratado hace referencia al derecho de sindicación y la negociación colectiva, pues no vienen fuertemente protegidos en ningún capítulo del tratado
El CETA, o Acuerdo Económico y de Comercio Global entre Canadá y la UE, hace referencia a la creación de una zona de libre comercio e inversión entre ambas partes. Llama la atención, en un tema de tamaña envergadura, la falta absoluta de transparencia durante el procedimiento de negociación del mismo. Ya que el mandato de negociación (documento base del tratado) data de abril de 2009, pero no se desclasificó hasta diciembre de 2015. Y durante dicho procedimiento, no se abrió el acceso a los documentos relativos al tratado, más allá de las filtraciones, por lo que no conocimos el contenido del texto hasta que finalizó su negociación.

Habría que preguntarse porque no hemos sabido los ciudadanos europeos nada sobre este acuerdo hasta su finalización definitiva, y por qué hay tanto empeño, por parte de las élites políticas y económicas, en que sea votado y entre en vigor cuanto antes. Quizás la respuesta la hallemos en que una ciudadanía consciente sobre las disposiciones de tal acuerdo, nunca lo hubiese dejado prosperar. Recordemos algunos de sus contenidos más controvertidos antes de pasar al tema de su legalidad. 

LAS CLÁUSULAS 'STANDSTILL' Y 'RATCHET'

El CETA incluye la cláusula Standstill (Punto Muerto) la cual consiste en una ‘lista de negativa’ de servicios que los Estados tienen que facilitar para excluir aquellos servicios que no quieren que sean privatizados. El resto, presentes y futuros, podrían privatizarse y abrirse a la competencia de empresas extranjeras, ya sean canadiense o estadounidenses - a través de sus filiales en el país vecino. Es obvio, que una lista positiva, en la cual sólo se hubiesen enumerado los servicios que los Estados estarían dispuestos a privatizar, y dar a la competencia extranjera, habría sido mucho más restrictiva. La otra cláusula, llamada Ratchet (Trinquete), recoge una disposición que asegure, en la medida de lo posible, que aquellos servicios privatizados no vuelvan a ser rescatados para la gestión pública de los gobiernos en sus diferentes niveles (local, regional o estatal). A no ser que dichos gobiernos puedan hacer frente a un alto coste en materia de indemnización, hecho que dificulta sobremanera la remunicipalización de ciertos servicios, como la gestión del agua, por parte de los ayuntamientos.

Además, este acuerdo incluye la constitución de un Sistema de Tribunal de Inversión (ICS). Dicho sistema otorga, a las corporaciones extranjeras, el derecho a demandar a los Estados de acogida en tribunales arbitrales cada vez que aprueben una nueva ley, o normativa, que contravenga sus beneficios económicos futuros. Recordemos que además, estos tribunales se constituyen al margen de las legislaciones nacionales y de la UE, y en ellos la decisión última depende de un árbitro, con conflictos de interés, que no está obligado a contemplar el interés general, donde no existe el recurso de apelación y las indemnizaciones son millonarias y retribuidas con dinero público. Hasta la fecha, tanto profesores de derecho, como juristas y las asociaciones de jueces de Europa y Alemania, consideran que dicho sistema (ICS) no es legal bajo la ley de la UE.

DESREGULACIÓN DE LOS DERECHOS LABORALES EUROPEOS

Otra de las cuestiones más preocupantes hace referencia al derecho de sindicación y la negociación colectiva, pues no vienen fuertemente protegidos en ningún capítulo del tratado, como así lo denuncian conjuntamente el movimiento sindical canadiense y europeo. Teniendo en cuenta que Canadá no ha ratificado todos los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y que los trabajadores canadienses y europeos entrarían a competir los unos contra los otros, el CETA podría ejercer una fuerte presión hacia la desregulación de derechos laborales europeos.

Así mismo, el Comité de Empleo del Parlamento Europeo determinó en su estudio sobre el CETA, que éste pondría en peligro unos 90 millones de puestos de trabajo de pequeñas empresas europeas. Ya que en Europa, el 93% de las empresas tienen menos de 10 empleados, y éstas no podrían hacer frente a la competencia de las grandes multinacionales canadienses.

Por otro lado, en un momento en el que nuestra agricultura y ganadería sufre por operar a bajos precios, el CETA permitiría la entrada de 130.000 toneladas de carne de vacuno. Además, sería difícil asegurar que estuviesen libres de hormonas de crecimiento. Recordemos que Canadá es el tercer productor de transgénicos del mundo, y  lleva demandando, a través de la OMC, una flexibilización de la normativa de la UE sobre transgénicos que contribuya a la entrada de aquellos productos que hoy en día no están permitidos en el mercado europeo.

UN DEBATE HURTADO A LA CIUDADANÍA

Estos son sólo algunos de los contenidos más alarmantes del acuerdo. Sin embargo, se ha impedido, sistemáticamente, un debate serio sobre el CETA en el Parlamento Europeo y la inclusión de la ciudadanía en el mismo.

El Parlamento Europeo votó el noviembre pasado en contra de una moción, presentada por 92 eurodiputados, que pedía al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que examinase el CETA a la luz de la legalidad vigente en la UE. No obstante, el gobierno belga, y bajo la presión de tres de sus parlamentos regionales, se comprometió a remitir el ICS al TJUE, aunque sin fecha concreta. Así mismo, en una resolución del 2015 sobre el tratado entre la UE y los EEUU, TTIP, los eurodiputados exigieron que se respetaran las competencias de los tribunales de la UE, y de los Estados miembro.

Estas contradicciones sólo se explican en base a la gran presión que ha habido por parte del grupo popular europeo y los líderes socialdemócratas, para que los eurodiputados se abstuviesen de respaldar dicha resolución o votaran a favor de la misma. Lo que significa, que no sólo se está evitando la necesidad de comprobar la legalidad y conformidad del CETA a la luz de ley y legalidad europea; sino que además, el Parlamento Europeo podría estar en vías de ratificar un acuerdo que es ilegal, además de faltar a su deber de asegurar que los tratados europeos respetan los principios fundamentales y leyes de la UE. Por si todavía no fuera suficiente, la Conferencia de Presidentes del Parlamento Europeo tomó la decisión de que los eurodiputados que propusieron dicha moción, no pudiesen debatirla frente a sus colegas.

Sin ninguna sombra de duda, los líderes de los grupos políticos arriba mencionados han tratado de evitar el control legal en la ratificación del acuerdo CETA. Ni los Populares Europeos, ni la Alianza de Liberales y Demócratas Europeos, ni los Conservadores y Reformistas Europeos, ni la Alianza de Socialistas y Demócratas Europeos, e incluimos en esta lista al presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y al presidente del INTA, Bernd Lange, han querido que el Parlamento Europeo analizase seriamente los contenidos del CETA antes de la votación programada para el día 15 de febrero en el Parlamento Europeo.

CETA

TRIBUNAL PERMANENTE DE ARBITRAJE

Sin embargo, el CETA incluye disposiciones muy serias, como es la creación de un sistema con un tribunal permanente de arbitraje (ICS). Éste interferiría tanto con el monopolio judicial de la interpretación del derecho de los Estados y su capacidad para defender el interés público y aprobar leyes progresistas, como con la validez de los actos adoptados por sus instituciones, los acuerdos de la Unión Europea y la protección de los Derechos Humanos recogidos en los tratados internacionales.  Según la misma declaración hecha por la Asociación Europea de Magistrados contra el ICS el 9 de Noviembre de 2015: “… privaría a los tribunales de los Estados miembro de sus poderes en relación a la interpretación y aplicación de la ley de la Unión Europea y al Tribunal de sus poderes para responder, por resolución preliminar, a cuestiones referidas por esos tribunales y, consecuentemente, alteraría el carácter esencial de los poderes que los Tratados confieren a las instituciones de la Unión Europea y a los Estados miembro, los cuales son indispensables para la preservación de la auténtica naturaleza de la ley de la Unión Europea" (1).

Además, el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos requiere que los Estados velen porque los actos judiciales sean examinados por tribunales competentes e independientes, en un régimen de transparencia y rendición de cuentas.

Incluso ya sólo en su misma elaboración, el CETA y el TTIP no respetan la legalidad, puesto que según los artículos 19 y 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, los representantes políticos y gobiernos están obligados a divulgar la información necesaria y facilitar la participación pública, es decir, deben asegurar la participación pública de los interesados. De manera que gobiernos y representantes elegidos democráticamente, no tienen carta blanca para negociar, sino que deben consultar con su electorado y actuar de conformidad a sus deseos.

Como muchos juristas señalan, hay una serie de irregularidades y contradicciones, tanto en el CETA como en el TTIP, respecto al Derecho de la Unión Europea en varios campos y por diversos motivos. No obstante, atendiendo solo a la inclusión del ISDS o ICS en ambos tratados, la UE no respeta su propio ordenamiento jurídico que incorpora la obligación de mantener una política exterior basada en valores como la democracia, el Estado de Derecho, y la universalidad e indivisibilidad de los Derechos Humanos y de las libertades fundamentales.

Por todas estas razones, sería deseable un resultado negativo en la votación del Parlamento Europeo sobre el CETA, y si esta fuera positiva, exigir su posterior anulación en el Tribunal de Justicia de la UE con el objeto de salvaguardar los DDHH, sociales, económicos, culturales y medioambientales.

Verónica Gómez Calvo | Dra. en Socioeconomía | Comisión Internacional de ATTAC

(1) Versión original: http://www.iaj-uim.org/iuw/wp-content/uploads/2015/11/EAJ-report-TIPP-Court-october.pdf

lunes, 13 de febrero de 2017

Prueba de la manipulación informativa general en España

Rajoy “es elegido” y Pablo Iglesias “se hace con el control”. Esa es la "sutil" diferencia en las portadas de la prensa.

Un nuevo libro de Dionisio Cañas, La noche de Europa

Francisco Navarro, ‘La noche de Europa’ es el último libro del poeta tomellosero, Lanza, hoy:

Dionisio Cañas: 'Estamos ante una nueva agonía de Europa'

El pasado 3 de febrero se presentó en La Casa del Lector, en Madrid, el último libro de Dionisio Cañas, “La Noche de Europa”. Publicado por editorial Amargord en su colección Palabreadorxs, el acto contó con la participación de María Castrejón, David Trashumante, el editor Chema de la Quintana, Amador Palacios y el propio autor.

Charlamos con el poeta de “La Noche de Europa”, su último libro de poemas, literalmente, ya que nos desvela su intención de “dejar de escribir poemas para ser poema”. Dionisio también nos cuenta sus proyectos, el más cercano será el estreno en Paris, el 15 de febrero, de “Homing”, una pieza musical basada en un poema suyo.   

Cuando Dionisio Cañas comenzó a escribir, hace unos años, “La Noche de Europa”  «no podía sospechar que terminaría este extenso poema en Grecia, en la isla de Lesbos». Allí acudió para realizar un documental y llevar a cabo un taller de poesía con los refugiados sirios. Acompañado por «”La agonía de Europa”, de María Zambrano», escrito en 1935 y publicado en 1945. «Me parecía que estamos en una nueva agonía de Europa».

Todo el libro tiene que ver con esa doble visión de Europa, nos contó el poeta, «por un lado, una reflexión, pensando, a la vez, con María Zambrano, dialogando con ella y citándola constantemente sobre la paradoja de este continente que es capaz de hacer las más grandes maravillas y lo más siniestro. Es una parte social que mira al futuro con esperanza; después de cada noche hay un amanecer».

Pero “La Noche de Europa” también tiene una parte personal «para mí ha sido una experiencia muy importante». Después de llevar tantos años fuera de ella «volver a interesarme por Europa, ver de cerca la realidad de los refugiados e inmigrantes me ha afectado a nivel personal. Aunque yo vea la situación con cierto pesimismo, hay porción de optimismo y posibilidades de que todo se resuelva bien».  

Dionisio Cañas defiende que la poesía no puede cambiar el mundo, es el mundo quien cambia a la poesía. «Cuando se hace una poesía social —no panfletaria como se hizo alguna vez—, siempre te hacen la misma pregunta: “¿Usted cree que la poesía puede cambiar el mundo?” No, un mundo tan complejo como este es difícil de cambiar. Pero él sí te puede cambiar, a ti como poeta y a la poesía que haces. Si no hubiera estado en Lesbos, ni al tanto de las noticias de la política en Europa, seguramente no hubiese escrito el libro de esta manera».

En el manifiesto final “Maldita sea, la poesía me ha hecho un desgraciado” Dionisio anuncia que deja de escribir poemas para ser poema. «En principio esa es la intención. Llega un momento, quizás porque la realidad que nos rodea es tan confusa, tan dolorosa, que yo no puedo reflejarla más.» Por otro lado, se van a cumplir cuarenta años de la publicación de su primer libro «siento que sé demasiados trucos para hacer poesía y no quiero imitarme a mí mismo. Por ahora, a menos que haya una gran sorpresa en mi vida, no quiero seguir repitiéndome. No quiero convertir mi poesía en un ejercicio de estilo».

Por otra parte, el 15 de febrero se estrena en París, "Homing", una pieza musical basada en un poema de Dionisio Cañas sobre el tema de los refugiados y compuesta por José Manuel López López. Se trata, explicaba Dionisio de un encargo de la República Francesa «que va a ser cantado por una soprano y un barítono». Es la tercera vez que Cañas trabaja con José Manuel López «un compositor que es una maravilla». Dionisio se muestra «muy contento porque hay otra salida para la poesía, no solo publicar libros».

La humanidad siente una suerte de atracción, un deslumbramiento por el lado oscuro «eso es lo que me inquieta». Cuando en Occidente hay más cultura que nunca, una educación avanzada «en lugar de haber una evolución, en sentido positivo, de la democracia, está habiendo una involución». Se están perdiendo valores democráticos «como la libertad de expresión, o la libertad en general y estamos encerrándonos en Occidente». Eso tiene que ver con la idea de lo nocturno «empezamos a no ver claro en la noche de Europa, en la noche de la democracia en general». El ejemplo de Estados Unidos es el más palpable en este momento «pero también lo es el de Inglaterra o el éxito de la extrema derecha en Francia, Holanda o Austria». En España no tenemos extrema derecha, «pero está claro que la gente mira a lo conservador, no quieren revoluciones de ningún tipo dentro de la democracia. A mí me parecen igual de nefastas la extrema derecha y la extrema izquierda».
No obstante, uno aprecia a Dionisio optimista «sí. He aprendido del existencialismo y la filosofía que hay que caerse para levantarse. Cuanto te has caído, sacas fuerza, te levantas y, entonces, empieza un nuevo entusiasmo. Pero ahora estamos, como digo, en el punto del estancamiento, la oscuridad y el abismo. Pero quizás esa caída es necesaria para sacar fuerzas y levantarse, en ese sentido soy optimista».

Dentro de su colaboración con músicos y artistas, Dionisio Cañas anda metido en dos nuevos proyectos. «Uno va a ser para el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro». Que todavía se está definiendo y en el que van a participar «varios artista de La Mancha y del resto de España». El otro tendrá lugar en Cáceres, «se llama Cáceres Abierto, es arte público, arte relacional en el sentido de interactuar con la ciudadanía y que está en marcha. El 1 de junio de inaugura el proyecto en el que participamos artistas de toda España y ambos los dirige Jorge Díez, que fue Director General de Cultura de Castilla-La Mancha».

La falsedad de la mayoría de los premios literarios

Maribel Martín, "¿A quién sirven los premios literarios?", en El País, 13-II-2017:

Una sombra de duda se cierne desde hace años sobre los galardones comerciales. ¿Son algo más que una pura herramienta promocional?

Dolores Redondo, todo un fenómeno editorial por su Trilogía del Baztán publicada por Destino, del Grupo Planeta, ganó precisamente los 601.000 euros del Premio Planeta 2016, el mejor dotado después del Nobel, por Todo esto te daré. El grueso de los miembros del jurado que la encumbró están vinculados a la casa. Lo mismo ocurre con Care Santos, último premio Nadal por Media vida. La escritora está en el catálogo de Planeta, sello hermano de Destino, editorial que concede el premio, y la mayoría de sus valedores figuran en nómina del primer grupo editorial de España y de América Latina, casuística que se repite —autor de la casa y/o jurado mayoritariamente de la casa— en los últimos fallos del Premio Herralde de Novela, el Biblioteca Breve, el Alfaguara y otros grandes galardones comerciales españoles. Como es habitual, las dos escritoras estaban en las mediáticas cenas en las que se hace público el nombre del ganador y, como es habitual, antes de que se conociera el fallo, sus nombres circulaban por Twitter y presidían las portadas de algunos diarios ya impresos para el día siguiente.

Se habla mucho de que los premios literarios se dan a la carta en España, pero ¿hasta qué punto se puede demostrar? ¿Cómo se conceden? ¿Mantienen su vocación de descubrir talentos? Si generalmente las bases impiden declararlos desiertos, ¿está garantizada la calidad literaria? ¿Se arriesgan las editoriales a premiar un buen libro de dudoso futuro comercial tras la inversión que realizan? O dicho de otra forma, ¿cuán honestos son los galardones privados?

“Podría decirse que los premios no pactados de antemano son los modestos”, dice José Manuel Caballero Bonald, premio Cervantes 2012. “El rumor es infundado", asegura Jesús Badenes, director general de la división editorial del Grupo Planeta, que concentra un buen puñado de concursos. "Puede llegar a parecerlo porque el jurado suele valorar más la calidad de un escritor consagrado que la de un desconocido. Pero si se revisa la nómina de ganadores, ha habido de todo. Hubo incluso un año en que lo ganó un autor que había muerto [el colombiano Jesús Zárate en 1972]. Lo que sí es cierto es que desde la editorial se ejerce un patronazgo activo para que gente que pueda gustar a los lectores participe. Hasta donde sé no se ha pactado ningún galardón. Y no tiene mucho sentido que me lo pregunte”. El jurado más veterano del Planeta, Alberto Blecua, tiene otra percepción: “Se ha aducido —y probablemente con razón— que ya estaban concedidos, como denunció ya Delibes en 1979 y Marsé reiteró en 2005, cuando fue jurado del premio. Yo que lo soy desde 1988 puedo asegurar que por lo menos en dos ocasiones no lo estaban: en 1991 con El jinete polaco, de Muñoz Molina, y en El mundo, de 2007, de Juan José Millás”.

Los premios comerciales están en el ADN del sector editorial desde el lanzamiento en 1944 del Nadal en una España que aún acusaba los estragos de la guerra. Con una industria inexistente y buena parte de la intelectualidad neutralizada, el galardón puso en el mapa en sus inicios a autores como Carmen Laforet, Miguel Delibes, Ana María Matute o Rafael Sánchez Ferlosio, alentó los sueños de muchos aspirantes a escritor, despertó a los lectores en un país en el que si hoy se lee poco —el 39,4% de los españoles no abrió un libro en 2015—, entonces se leía menos, y provocó un efecto contagio en otras editoriales que, animadas por la limpieza del primer fallo —se premió en 1945 el talento de una desconocida Laforet frente a César González Ruano, amigo de varios miembros del jurado—, fueron creando concursos a su imagen y semejanza, impulsando entre todas, primero bajo la sombra de la censura, después bajo la del capitalismo, la entonces maltrecha industria editorial que hoy, afectada por la crisis, mueve 3.000 millones de euros al año.

El Planeta (1952), el Biblioteca Breve (1958), el Alfaguara (1965), el Anagrama (1973), el Herralde (1983), el Tusquets (2005)…, unos con un perfil más comercial, otros más literario, unos con vocación más española, otros más latinoamericana, han contribuido también, con interrupciones, a revelar o consolidar autores, a crear lectores, y a construir un sistema de premios sin parangón, a medio camino entre el arte, el dinero y la vida social, como subraya Ana Cabello, doctora en Filología Hispánica, en su ensayo La alquimia simbólica. Premios, literatura y mercado en España, de próxima publicación.

Su singularidad se hace evidente de partida. Primero, porque lo que distinguen los más afamados galardones españoles, siempre en concepto de anticipo de derechos de autor, a diferencia del Pulitzer y el National Book Award en EE UU o el Booker en Reino Unido, son manuscritos aún sin publicar en convocatorias abiertas a la participación con seudónimo. Segundo, porque son el centro de un ecosistema con una inflación de convocatorias —entre galardones privados, de Cajas de Ahorro, de Ayuntamientos…— que ha manchado, junto a las polémicas, la reputación de los premios españoles en el exterior y ha hecho que una obra premiada en España no puntúe más entre los editores extranjeros por el hecho de estarlo, cosa que sí ocurre a la inversa. Esa mala fama, como recuerda Fernando González-Ariza en su tesis Literatura y sociedad: el Premio Planeta, es la que le llevó a decir al humorista inglés J. M. N. Jeffries: “Hoy ya no se escriben novelas en España, tampoco se escriben artículos: se escriben premios”. La editorial Fuentetaja contabilizó en su última guía (2011/2012) 1.700 convocatorias, hoy en retroceso.

Planeta: “No se pactan premios. Sí se ejerce un patronazgo para atraer a autores del gusto del lector”

“El problema está en que la mayoría de los premios se dan a obra inédita, no a una ya consagrada por los lectores o la crítica como ocurre con los grandes premios extranjeros como el Goncourt en Francia”, dice Manuel Rodríguez Rivero, editor y crítico. “En el Goncourt [dotado con 10 euros] puede haber tejemanejes, pero el dinero siempre es fundamental para que haya corrupciones. He sido jurado en premios nacionales y en privados y mi experiencia es que en los nacionales se pueden crear grupos de presión para dárselo a un autor, pero se conspira mucho más en los privados. Y el problema es que todos terminamos pringados. Hay un cinismo de la editorial y un cinismo más retorcido por parte de los críticos y de los medios”.

Fue probablemente José Manuel Lara Hernández (1914-2003) quien mejor supo ver el potencial de los premios como herramienta de promoción para el negocio editorial en un país en el que cada vez se necesitan más argumentos para destacar títulos en las librerías entre los miles que se publican cada año (81.391 en 2016), como destaca Lola Larumbe, de la librería Alberti. Con una cuidada estrategia que combinaba expectación mediática —alentada por quinielas literarias, retransmisiones en directo de la televisión estatal y la presencia de los Reyes— y el anzuelo del dinero, situó a su Planeta en el olimpo de los premios.

La desenfrenada escalada que impulsó ha llevado al premio hasta los 601.000 euros que se embolsa hoy —antes de impuestos— el ganador del Planeta, muy por delante de los 175.000 dólares (164.000 euros) del Alfaguara, los 125.000 euros del RBA de Novela Negra, los 100.000 del Primavera de Novela, los 30.000 del Biblioteca Breve… Y esa fuerte inversión que realizan las editoriales, a la que hay que añadir, en algunos casos, el premio a los finalistas además de las giras de los premiados —que por ejemplo a Alfaguara le suponen más de 100.000 euros más—, los actos de entrega de los galardones, las invitaciones a periodistas… tenía y tiene una contrapartida. Dado que un libro raramente supera los dos años de vida, exige recuperar rápido la inversión, lo que, en ocasiones, lleva a las empresas, como apunta González-Ariza refiriéndose al Planeta, “no a buscar grandes novelas”, sino novelas “rentables”, premios para un público mayoritario que, si alguna vez hicieron de brújula, hoy es dudoso que lo hagan. “En ningún caso son una guía literaria. Incluso es posible que sean todo lo contrario”, dice Caballero Bonald. La agente literaria Antonia Kerrigan sí concede ese papel “al Premio Anagrama, que toma riesgos y busca talentos, y el Alfaguara, con la difusión de latinoamericanos desconocidos en España”.

En una época en la que los editores clásicos están a punto de extinguirse, en una época en la que los libros pueden comprarse en el supermercado pero en el que aún quedan librerías con vocación literaria, cada premio cumple más que nunca una función. En el Planeta las dimensiones comercial y literaria son igualmente importantes, subraya Badenes, en el Nadal pesa más la literaria. “Siempre hay gente que no tiene tus gustos o tus intereses. Lo que no se puede hacer es juzgar desde una misma óptica todos los premios, que, además, se han ido adaptando a la transformación socioeconómica de España”. Eso incluye las concentraciones editoriales y la decisiva irrupción de los agentes literarios, que se llevan un 15% de los anticipos de sus representados, en caída libre en la actualidad.

Es curioso revisar el catálogo de obras premiadas a lo largo de la historia. Cuando la sociedad española lo demandó, se distinguieron libros escritos desde el punto de vista de los perdedores de la guerra, de los exiliados, se abrió una ventana al erotismo… Más adelante se buscaron autores ligados a los medios, se ensayó la combinación de ganador más comercial/finalista más literario y se logró convertir al taciturno escritor en estrella.

“Todo el mundo entiende las estrategias de publicidad de Coca-Cola. El mundo editorial también tiene que facturar”, dice Javier Aparicio Maydeu, director del Máster Internacional en Edición de la Universidad Pompeu Fabra. “Entonces hay editoriales que usan sus galardones para premiar a autores suyos a los que el mercado no ha atendido o para obtener de manera legítima a un escritor de otro catálogo”. Ocurrió con Soledad Puértolas, que pasó temporalmente a Planeta tras ganar el premio en 1989 por Queda la noche. “Y lo que ganan pueden reinvertirlo en publicar a autores minoritarios y enriquecer la oferta”. “Parece que la palabra pactar es algo bajo mano, algo feo”, continúa, “cuando, en realidad, lo que hace uno [el autor o el agente literario] es buscar y lo que hace otro [el editor] es encontrar”.

Es lo que Badenes llamaba patronazgo activo y que, según afirma Rodríguez Rivero, confirman algunos autores off the record, y niegan que ocurra los editores consultados, tiene su máxima expresión “de chorizada” en lo que denunció en 1979 Miguel Delibes cuando dijo que Lara Hernández le garantizó el premio si se presentaba: “Tuve que negarme. Lara decía (…) que (…) todo era positivo: él ganaba, yo ganaba y los lectores podían encontrarse con una novela aceptable. Yo le contesté que había unos perdedores: los 150 o 200 nuevos escritores que concurren al premio y esperan ganar para iniciar su carrera”. José Manuel Lara Bosch (1946-2015) lo negó: “Mi padre le ofreció ocho millones por su próxima novela y le propuso que la presentara al Premio Planeta. Esto no quiere decir que le asegurara ser el ganador”.

Editores y agentes se necesitan para dar con un libro que ponga en marcha una maquinaria que multiplica las ventas naturales de un libro y revaloriza catálogos. “Se invita a autores y agentes a participar y hay años en los que vemos que hay escritores importantes compitiendo. Es una información confidencial y que nosotros manejamos con enorme rigor. Nuestros jurados pueden dar fe de que jamás hemos hecho presión por una obra”, dice Pilar Reyes, directora de Alfaguara, a cuyo premio se presentaron en 2016 más de 700 originales. Kerrigan lo confirma desde el otro lado de la barrera: “Si tengo un buen libro que necesita apoyo para despegar, llamo al editor y le pregunto si tiene alguna posibilidad. Si me dice ‘este año vamos mal del tipo de novelas que queremos’, lo presento. Y en los casos en los que va con seudónimo, lo que sí intento es que la persona encargada sepa quién es. La máxima trampa sería esa”.

Las obras llegan a un jurado, generalmente impar, con un representante de la editorial y una mayoría de miembros vinculados a la casa, lo que la agente Silvia Bastos ve irrelevante —“por mucho que Rosa Regàs haya ganado el Planeta no creo que la doblegue nadie”—, y Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama, normal: “Es natural que se recurra a los autores de la casa, buenos lectores, lo que no tiene por qué suponer que el voto del editor sea irrebatible”, pero esta práctica alienta suspicacias que la escritora Carme Riera, jurado en 2016 del Primavera de Novela y el Alfaguara, no acaba de despejar: “En todos los premios de los que he sido jurado hemos premiado el manuscrito que más nos ha convencido. Claro que solo escogíamos entre los finalistas, máximo 10, y que no examinamos la totalidad, en consecuencia quienes hacen la selección previa pueden tener unos gustos que no coincidan con los del jurado…”.

Marsé: “No ataco los premios indiscriminadamente. Tuve dos malas experiencias, pero claro que los hay honestos”

Es imposible que el jurado lea las cientos de obras a concurso, así que un cuerpo de lectores de las editoriales realiza una primera purga. “Si quieres premiar una determinada novela”, observa Cabello, “no tienes más que dárselo al jurado junto a las cinco peores que haya. Dentro de las que te dan, estás premiando a la mejor libremente…”.

Juan Marsé exigió cambios en esa criba en su polémico paso por el jurado del Planeta en 2004 y 2005 y pidió que se entregara al tribunal un listado de todas las obras presentadas, más allá de las finalistas, porque, dice, “al comité de lectura que hacía la selección, de una incompetencia escandalosa a juzgar por los informes que me entregaron junto con las novelas, podía escapársele alguna obra interesante”. Marsé, premio Planeta 1978 por La muchacha de las bragas de oro, dimitió en 2005 al comprobar que la editorial no hacía los cambios prometidos no sin antes dar un sonoro portazo: “El nivel de calidad media de este año no solo es bajo, es subterráneo”, declaró. En 2004 el premio fue para Lucía Etxebarria por Un milagro en equilibrio, un año después para María de la Pau Janer, que fue cuando advirtió que “los componentes del jurado, muchos de ellos vinculados laboralmente a la editorial Planeta desde hacía años, no podían evitar cierta complacencia acrítica que convenía a ciertos postulados oportunistas, meramente comerciales y literariamente vacuos. El negocio primaba sobre la literatura”, lamenta. Y añade: “No despotrico contra los premios indiscriminadamente. Tuve estas experiencias frustrantes, pero por supuesto que existen premios justos (…) He sido jurado del premio La Sonrisa Vertical y del Tusquets y puedo afirmar que se otorgan honestamente”.

En España no han trascendido condenas contra fallos de los jurados como ocurrió en 2005 en Argentina. Ricardo Piglia, su agente y Planeta Argentina fueron condenados a pagar 10.000 pesos -entonces equiparables al dólar- más intereses a Gustavo Nielsen, un autor que participó en 1997 en la edición del premio en la que ganó el escritor argentino, recientemente fallecido, por Plata Quemada. La justicia entendió que el premio (40.000 pesos) estaba pactado.

Dice Caballero Bonald, con sus mil y un galardones, que si se ha presentado a premios a lo largo de su trayectoria ha sido “por vanidad personal, estímulos económicos y coyuntura editorial, cada cosa a su tiempo”. Aparicio-Maydeu resume en dos las motivaciones de quienes, con estas reglas del juego, persisten: “Un 20% de ingenuidad y un 80% de ego”.

II

DIEZ PUNTOS DE VISTA

Editores, escritores, agentes literarios, filólogos, libreros y otros expertos en literatura suman argumentos para el debate sobre los premios comerciales en España.

Carme Riera, escritora y jurado

“Los premios van destinados al gran público y en consecuencia, a veces, lo que podemos considerar estrictamente literario pasa a un tercer plano”.

Silvia Bastos, agente literaria

“Todos los premios tienen que partir de una buena novela, es decir, que si no hay una buena novela ya puedes dar de antemano lo que quieras que no sale”.

Jesús Badenes, director general de la división editorial del grupo Planeta

“Los premios han hecho que el libro gane mucho espacio en la sociedad. José Manuel Lara Bosch siempre decía que el Premio Planeta, y citaba a su padre, lo que pretendía era crear lectores. Y era estrictamente cierto. En los primeros años había mucha gente que en todo el año solo compraba ese libro. Es cierto que un premio es una operación de marketing, sin duda ninguna, cosa que no tiene nada de deshonroso porque cualquier bien cultural que quiere llegar a un amplio público debe ser conocido”.

Pilar Reyes, directora de Alfaguara

“No creo que para dar un premio sea condición sine qua non tener que pactarlo previamente. Se puede a riesgo de que empresarialmente tengas claro que hay años en que te va a salir económicamente y años en los que no. Hay años que será más luminoso porque el autor resultó espléndido y pudo tener lectores más allá de su puro ámbito de influencia y otros en que no. Si tienes eso claro sí puedes construir un premio limpio”.

Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama

“Lo que sí me parece fundamental, y que no ha conseguido instaurarse a pesar de algunos intentos en nuestro país, es un premio importante a obra publicada. Esa es una asignatura pendiente de la que hemos hablado muchas veces los editores y que estaríamos encantados de impulsar una vez más aun con todas sus dificultades”.

Lola Larumbe, librera

“Todo lo que haga hablar de libros, de literatura y de escritores es bueno en un mundo en el que toda la información que llega no tiene nada que ver con lo literario sino con lo político, lo social, los sucesos. No podemos desdeñar la parte que tiene de marketing, la necesitamos”.

José Manuel Caballero Bonald, escritor

“Lo que prevalece a la larga es la rentabilidad comercial o el lucimiento de la entidad patrocinadora. Eso de descubrir nuevos valores viene a ser un reclamo para incautos o algo así”.

Ana Cabello, doctora en Filología Hispánica y experta en premios literarios

“Si ya es difícil encontrar una obra maestra en una década, encontrar 10 o 20 cada año para premios literarios importantes es imposible. De todas formas, las obras de arte se imponen por sí solas. El tiempo es el mejor juez”.

Manuel Rodríguez Rivero, editor y crítico literario

“No hay premios literarios importantes que se declaren desiertos, lo que sería una prueba de honradez. ¿Por qué? Porque el esfuerzo económico que realizan no lo permite. Tusquets lo hizo en su momento. También La Sonrisa Vertical y no aguantó“.

Javier Aparicio Maydeu, director del Máster Internacional en Edición de la Universidad Pompeu Fabra

“Hay una bolsa de lectores que son lectores de premios, que mucha gente menosprecia y no veo por qué. No tienen tiempo, no tienen una formación como lectores más allá de lo que les recomiendan y compran premios. Hay que mantener esa especie maravillosa”.

III

Juan Marsé, "Mi nefasta experiencia como jurado", El País, 13-II-2017:

Con motivo del reportaje de ‘Babelia’ sobre los premios literarios comerciales, Juan Marsé recuerda su dimisión como miembro del tribunal del Planeta en 2005

La experiencia vivida el año 2004 como miembro del jurado del premio Planeta fue muy negativa, muy frustrante. Advertí enseguida que el negocio editorial primaba sobre la literatura. Después de apechugar con el fallo de aquel año, una novela de Lucía Etxebarria bochornosamente inane y elogiada por casi todos, ante la actitud servil del jurado me planteé dimitir. No solo por la novela en sí, que no era peor que otras igualmente distinguidas, sino por el sospechoso empeño del jurado en otorgarle méritos que no tenía y en premiarla por esos méritos.

Poco antes del fallo del jurado, solicité una reunión con José Manuel Lara, presidente del grupo Planeta, y con el secretario del jurado, Manuel Lombardero, y les expuse las razones por las que deseaba dimitir. No me sentía cómodo, no quería hacer el papelón de florero ni de crítico exquisito. Mejor dejarlo.

Era en octubre. Lo primero que me pidió Lara fue que, dada la proximidad de la concesión del premio, reservara la noticia de mi dimisión a la prensa hasta días después de la entrega, y que, por favor, asistiera a la fiesta con los demás jurados. Fue una reunión larga y penosa, en la que Lombardero me apoyó en todo momento. Le dije a Lara que sólo seguiría si él aceptaba algunos cambios que afectaban a la fastidiosa parafernalia del premio: el primero, que me dispensaran por lo menos de la parodia de rueda de prensa en el Palau de la Música que se convocaba días antes de la concesión del premio, cuya finalidad era meramente propagandista, incluido el generoso obsequio de la editorial a los periodistas, y en la que sólo hablaba Carlos Pujol en calidad de portavoz del jurado para decir año tras año las mismas obligadas mentiras sobre la superior calidad literaria de los originales.

En la última reunión con Lara también le pedí que el jurado pudiera disponer no sólo de las cinco novelas seleccionadas para premio por el comité de lectura, a cargo de Emilio Rosales, sino un listado de todas las obras presentadas, porque al comité de lectura que hacía la selección, de una incompetencia escandalosa a juzgar por los informes que me entregaron junto con las novelas, podía escapársele alguna obra interesante.

Fue muy frustrante. Advertí enseguida que el negocio editorial primaba sobre la literatura

Sugerí a Lara que hiciera algo al respecto, ya que esos textos sobrevaloraban sin el menor criterio literario las obras finalistas y predisponían erróneamente al jurado. Recuerdo que uno de esos lectores comandados por Rosales afirmaba en su informe que la obra destinada a ser premiada al año siguiente, un tedioso artefacto de Maria de la Pau Janer, era una “novela que va a cambiar el curso de la literatura contemporánea”. No me lo invento.

Finalmente, Lara me prometió que sí, que para el premio siguiente al jurado se le proporcionaría un listado completo y él mismo formaría un comité de lectura con criterios más exigentes. También me dispensó de otras humillantes obligaciones, como tener que esperar al equipo de la televisión para desfilar con el resto del jurado la noche de la entrega del premio, después de la cena, en el escenario del pomposo evento, una ceremonia sosa y fatigosa. Es decir, yo permanecería en el jurado a cambio de una serie de condiciones: que para el premio del año siguiente, 2005, el portavoz no hablara a los medios en mi nombre y me dejara a mí decir lo que creyera conveniente sobre las obras presentadas, que no me viera obligado a desfilar ni a exhibirme en la pasarela y que pudiera votar en blanco, negando mi voto para premio a novelas que son un insulto al jurado, a las expectativas de los demás concursantes y al mismo premio.

Lara insistió en que el Planeta no podía declararse desierto, pero prometió atender mis peticiones para el año siguiente. Pensé que quizás todo podría arreglarse y decidí esperar. Pero Lara no cumplió ninguna de las promesas y Carlos Pujol anunciaba en la rueda de prensa: “Los originales recibidos este año son de un altísimo nivel literario”.

Yo no tenía el menor deseo de poner en evidencia al pobre Pujol, un hombre discreto e inteligente, pero cuando un periodista me preguntó inesperadamente —Lara me había dicho que en las ruedas de prensa previas al premio los periodistas casi nunca preguntaban nada, y me lo aseguró con media sonrisita y con esa convicción del que domina una tropa previamente domesticada— por el nivel medio, no me dio la gana de mentir y declaré: “El nivel de calidad media de este año no sólo es bajo; es subterráneo”.

Inmediatamente después de la concesión del premio, dimití. Una decisión que algunos medios tacharon de pretenciosa, incongruente y desagradecida (yo había sido premio Planeta en 1978) e incluso de ingenua, porque, según escribió cierto periodista, durante la cena del Planeta, en la mesa que él ocupó “todos sabíamos que la ganadora iba a ser Mari Pau Janer”, yo, como un panoli, en la inopia. Consideré esa nota de prensa una desvergüenza profesional, porque si el periodista en cuestión ya sabía que el premio era para Maria de la Pau Janer, es decir, que estaba amañado, ¿su obligación como periodista no era denunciarlo?

En resumen, fueron dos experiencias nefastas, que además muy poco o nada tuvieron que ver con la literatura, ya que me tocó apechugar con los ridículos engendros novelísticos pergeñados por Lucía Etxebarria y Maria de la Pau Janer. ¡No me negarán que es mala suerte! Pero conste que no me arrepiento de lo que hice. Volvería a hacerlo