miércoles, 6 de diciembre de 2017

Mapa de paraísos fiscales

La UE ya tiene su ‘lista negra’ contra el fraude: identifica 17 paraísos fiscales
Entre las jurisdicciones incluye a Corea del Sur, Panamá y Túnez. Hay otras 47 economías en una 'lista gris' con mejoras pendientes

CLAUDI PÉREZ

Bruselas 6 DIC 2017 - 11:40 CETNo está Suiza, paraíso fiscal desde principios del siglo pasado y con casi dos billones de euros de fortunas extranjeras, según cálculos de los expertos. No están Bermudas ni las islas del Canal de la Mancha, reconocidos lavaderos del dinero oscuro. Pero la UE publicó este martes su lista negra de paraísos fiscales, con 17 jurisdicciones no cooperativas y algún caso sonado como Corea del Sur o Panamá. Europa mete a 47 países más en una lista gris de Estados que, como Andorra, se comprometen a adecuar su legislación a los estándares europeos.

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El secreto bancario está intacto: solo ha muerto en las revistas mal informadas. Y los paraísos fiscales nunca han gozado de tan buena salud: la impunidad de los defraudadores es prácticamente total, según Gabriel Zucman, profesor de la London School of Economics y uno de los mayores expertos en ese asunto. Pero Europa puso su grano de arena para tratar de acabar con uno de los sumideros de los maltrechos presupuestos públicos de Occidente. Dos años después de comprometerse, la UE publicó una lista negra con 17 jurisdicciones no cooperativas, entre las que destacan Corea del Sur (una de las grandes potencias industriales del mundo) y Panamá (tristemente conocida por las revelaciones de los Panamá Papers, entre los que hay varios españoles de renombre).

El primer objetivo es señalar con el dedo, para que esos países sientan el peso del coste reputacional asociado a facilitar la evasión fiscal. Pero la inclusión en esa lista comporta otras desventajas: los países señalados no podrán recibir fondos europeos, y se estrechará la vigilancia sobre los particulares y empresas que operen en ellos. En la lista figuran —además de Corea del Sur y Panamá— Bahréin, Barbados, Emiratos Árabes, Granada, Guam, Islas Marshall, Macao, Mongolia, Namibia, Palau, Panamá, Samoa, la Samoa Americana, Santa Lucía, Trinidad y Tobago y Túnez.

Los ministros de Finanzas de la UE, además, acordaron una lista gris con 47 países adicionales, que se han comprometido a modificar sus legislaciones nacionales para adecuarlas a los estándares europeos e internacionales. Andorra está en ese grupo, junto a Marruecos, Cabo Verde, Turquía, Hong Kong, Bosnia, Serbia, Vietnam, Jamaica o Armenia.

“Esas listas son un progreso sustancial”, explicó el eurocomisario Pierre Moscovici. “Pero sigue siendo una respuesta insuficiente ante la escala de la evasión fiscal global”, admitió. “Habrían sido preferible medidas más contundentes”, abundó el vicepresidente comunitario, Valdis Dombrovskis. Los ministros no quisieron ir más lejos. En parte porque en la propia Unión no hay paraísos, pero sí limbos fiscales: Luxemburgo y Malta se opusieron a sanciones más rotundas. Irlanda y Holanda dan todo tipo de facilidades para la elusión fiscal. Y algo parecido ocurre con territorios vinculados al Reino Unido, como Bermudas, Islas Caimán o las Islas del Canal, que quedaron fuera de la lista negra en lo que se considera una victoria diplomática de Londres.

“Se trata de un paso importante”, afirmó el ministro español Luis de Guindos al acabar el Ecofin. Pero Oxfam Intermón criticó con dureza la insuficiente ambición de la UE: “Es sorprendente que en la lista negra haya solo países pequeños o economías emergentes, mientras que algunos de los paraísos fiscales más reconocidos se escapan a la lista gris”, afirmó Susana Ruiz, responsable de justicia fiscal de esa ONG. Bruselas se propone evaluar constantemente a esos países para garantizar que aprueban las reformas a las que se han comprometido.

Algo está cambiando con respecto a la permisividad de Occidente con los paraísos. Los bancos suizos han tenido que pagar multas millonarias a EE UU y se han declarado culpables por facilitar la evasión fiscal; Washington, además, dio un golpe decisivo al obligar al intercambio automático de datos, que ha forzado a Suiza y otros países a hacer un ejercicio de transparencia al que se negaron durante años. Europa va por detrás: la directiva del ahorro va en la buena dirección, pero Luxemburgo, Austria, Malta, Holanda e Irlanda bloquean medidas más ambiciosas.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Entrevistas inéditas con Lorca


Pero el poeta, asesinado en Granada al alba de la Guerra Civil, fue el hombre más entrevistado de su tiempo. Y esa voz queda en periódicos y revistas del mundo hispano. 133 están en Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas (Malpaso, 2017), preparado por Rafael Inglada con la colaboración de Víctor Fernández, y en Treinta y una entrevistas a Federico García Lorca (Entornográfico Ediciones, 2017), una reedición corregida y aumentada de las conversaciones periodísticas que le encargó a Andrés Soria Olmedo (para Aguilar) el editor Jaime Salinas, que sí escuchó la voz del poeta en casa de Pedro Salinas, su padre, poeta y amigo de Lorca.

Ya no hay nadie que pueda decir cómo era su voz. “Acaso”, dice Soria Olmedo, “jóvenes que estuvieran en La Barraca. Pero tampoco creo que haya supervivientes”.

En el libro de Malpaso hay 52 entrevistas que nunca fueron publicadas en las obras completas, cuya última edición es de 1996. En este tomo se reproducen testimonios póstumos sobre lo que se le escuchó decir al poeta asesinado fuera del formato de entrevistas. De Indro Montanelli, por ejemplo, el periodista italiano, que recoge asombrado un sueño de Lorca sobre Salvador Dalí. El más conmovedor de esos recuerdos es el que ya publicó en 1978 su amigo Rafael Martínez Nadal.

 Entrevista con el poeta en la publicación argentina 'Aconcagua', en 1933.ampliar foto
Entrevista con el poeta en la publicación argentina 'Aconcagua', en 1933.
Ahí está Lorca desgarrado y premonitorio. Días antes de partir a Granada, donde sería asesinado el 18 de agosto, Lorca fue a ver a Rafael a su casa. Tenía miedo, no quería quedarse solo en su casa de Alcalá 102, y le preguntó a la madre de Rafael qué debía hacer, si permanecer o irse de una ciudad en cuyos campos él mismo vislumbraba un porvenir lleno de muertos. Le ofrecieron casa y él simuló dudar, pero la decisión estaba tomada, iría a Granada. "Me voy a Granada y que sea lo que Dios quiera". Le dejó a Rafael todas sus cosas, para que las destruyera si le pasaba algo. Entre esas cosas estaba el manuscrito de El público, inédito hasta 1976; Lluís Pasqual hizo de esa pieza insólita una versión que pone los pelos de punta, porque en ella se oye esa última voz desgarrada de Lorca agarrándose al público, que fue su vida.

Lorca era un buen entrevistado. Dos periodistas de La mañana de León (Rafael Fernández Cabal y Francisco Pérez Herrero, 12 de agosto de 1933) lo encontraron especialmente locuaz. Hablan del compromiso político del escritor y a él se le viene lo que pasa con Rafael Alberti. “Ahí tienen ustedes el caso de Alberti, uno de nuestros mejores poetas jóvenes que, ahora, luego de su viaje a Rusia, ha vuelto comunista y ya no hace poesía, aunque él lo crea, sino mala literatura de periódico. ¡Qué es eso de artistas, de arte, de teatro proletario!... El artista, particularmente el poeta, es siempre anarquista, sin que sepa escuchar otras voces que las que afluyen dentro de sí mismo, tres fuertes voces: la voz de la muerte, con todos sus presagios; la voz del amor y la voz del arte…”.

Sería difícil hoy encontrar voces así, en público, incluso entre acérrimos adversarios de la vida literaria actual. Miren lo que dice Lorca de Valle-Inclán y de Azorín.

—¿Qué le parece Valle-Inclán como poeta?

—Detestable. Como poeta y como prosista. Salvando el Valle-Inclán de Los esperpentos, ése sí, maravilloso y genial, todo lo demás de su obra es malísimo. Como poeta, un mal discípulo de Rubén Darío, el grande. Un poco de forma, de color, de humo… pero nada más (…). Además, y esto es para indignar a cualquiera, ahora nos ha venido fascista de Italia. Algo así como para arrastrarlo de las barbas… ¡Ya tenemos otro Azorín!...

—A propósito, ¿qué nos dice usted de Azorín?

—No me hablen ustedes… Que merecía la horca por voluble. Y que como cantor de Castilla es pobre, muy pobre. (…) ¡Qué gran diferencia entre la Castilla de Azorín y la de Machado y Unamuno!... ¡Qué diferencia!”

Tanto Soria Olmedo como Inglada y Fernández destacan una entrevista insólita que se halla en ambas compilaciones, la que se hicieron mutuamente el caricaturista Luis Bagaría y Federico García Lorca para inaugurar una sección de aquel en El Sol el 10 de junio de 1936, vísperas del desastre. Bagaría hacía chistes con Miguel Mihura y aquí hablan el poeta y él, de coña y en serio, de filosofía, del ser y de la muerte. Ahí Lorca cita a sus maestros, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.

Y de Granada se habla en casi todas las entrevistas, las nuevas y las viejas. Al periodista Rodolfo Gil Benumeya le dice (La Gaceta Literaria, 15 de enero de 1931) cuando iba a irse a Nueva York "tan tranquilo". "Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de lo perseguido. Del gitano, del negro, del judío…, del morisco que todos llevamos dentro. Granada huele a misterio, a cosa que no puede ser y, sin embargo, es. Que no existe, pero influye o que influye precisamente por no existir, que pierde el cuerpo y conserva aumentado el aroma. Que se ve acorralada y trata de injertarse en todo lo que le rodea, y amenaza para ayudar a disolverla”.

No hay tema que rehúya el entrevistado Lorca. No, tampoco el de su homosexualidad. Inglada, que es especialista en Picasso pero que en el tiempo libre ha buscado horas infinitas para Lorca (y para Buñuel y la vanguardia), encuentra que en estas entrevistas, hay materia “para una especie de autobiografía” del poeta más locuaz, alegre y desgarrado del siglo XX. Víctor Fernández, lorquiano desde los 14 años, ahora periodista en La Razón, agradece a Ian Gibson que el gran especialista en Federico le aconsejara que se viera con Inglada para rendir ahora juntos (“y enfermos de Lorca”) este homenaje que reúne todas las palabras que el poeta les dijo a otros antes de irse definitivamente a Granada. Ahí ya se perdió su voz. Pero su palabra es eterna.

LA VOZ PERDIDA

Se perdió la voz de Lorca. Tacharon, por ejemplo, en Argentina, donde tanto habló, las cintas en las que fue grabada: encima pusieron cualquier cosa. Y no hay ni un registro de nada, ni del piano. ¿Y cómo debía de ser su voz? Andrés Soria Olmedo es granadino. Cree que Lorca debía tener el mismo deje de Francisco Ayala (que le entrevistó, por cierto) o de Luis Rosales. “Una voz no muy poderosa, pero entonada, sin pretensiones de engolamiento”. Así hablaba su hermano Francisco, al que sí se le puede escuchar en muchas grabaciones. “Parecida pronunciación”, dice Soria. ¿Y qué hay en lo que decía? “Alegría y tristeza”, dice Rafael Inglada, “sinceridad”. Víctor Fernández añade: “Y, a veces, se le nota mentirosillo, fantasioso”. “Era un buen entrevistado, es verdad que a veces él mismo se mejora un poquito, se quita un año, se modela algo para parecer mejor. Pero tiene opiniones radicales y era un buen sujeto para entrevistas. Aquello era un género nuevo y él lo aprovechó mucho”. La alegría de encontrar tanta entrevista nueva es, para Inglada y para Fernández, el mejor medicamento que han podido encontrar para la común enfermedad que los anima, el amor a Federico García Lorca, cuya voz ellos y Soria Olmedo han devuelto en libros distintos del papel del que viene.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Vida más allá de la vida. Entrevista con Raymond Moody

Raymond Moody: "No me da miedo la muerte, me da mucho más miedo la vida"

FRANCISCO LÓPEZ-SEIVANE

2 DIC. 2017 03:08

"Curiosamente, los 'resucitados' regresan todos diciendo que ya no pertenecen a ninguna religión".

"El resultado de mis investigaciones no supone ninguna prueba irrefutable de que haya vida después de la vida".

NOMBRE: Raymond Moody, padre de cuatro hijos, psiquiatra y licenciado en filosofía.

ES FAMOSO POR: su libro 'Vida después de la vida'.

EDAD: 73 años. Porterdale, Georgia (EEUU).

PROYECTO: ha estudiado a 1.000 personas que tuvieron experiencias 'post mortem'.

SU TESIS: "Tiendo a aceptar que puede haber algún tipo de existencia más allá de la vida".

El doctor Raymond Moody alcanzó fama mundial a principios de los 70 al publicar los resultados de su investigación sobre personas resucitadas, es decir, sobre aquellos individuos que, habiendo sido declarados clínicamente muertos, habían vuelto inexplicablemente a la vida. Lo más llamativo fue descubrir que eran muchos quienes habían vivido semejante trance. En efecto, una encuesta de la Gallup reveló que, sólo en los Estados Unidos, más de ocho millones de personas aseguraban haber muerto y resucitado, como Lázaro. Vida después de la vida, el libro en el que el doctor americano daba cuenta de los resultados de su investigación, vendio más de 15 millones de copias, pero hubo también voces que se alzaron contra lo que muchos empezaban a considerar una prueba irrefutable de que existía vida después de la vida.Raymond Moody (73), padre de cuatro hijos, dos de ellos adoptados, doctor en filosofía, psiquiatra, licenciado en Historia antigua, profesor emérito de psicología en la universidad de Carrolton (Georgia, EEUU) y de Estudios de la Consciencia en la Universidad de Nevada (Las Vegas), ha estado en Madrid el pasado fin de semana para participar en un congreso y parece tener claras dos cosas: que sus investigaciones no constituyen ninguna prueba irrefutable de que exista vida después de la vida y que los relatos de las experiencias post mortem que le hicieron los casi 1.000 resucitados que entrevistó durante su investigación no pueden ser explicadas en modo alguno desde la ciencia. Dice que no soporta a parapsicólogos, escépticos cientifistas y a los fundamentalistas religiosos.
¿Existe vida después de la vida?
Me he cansado de repetir desde el primer día que el resultado de mis investigaciones no supone ninguna prueba irrefutable de que haya vida después de la vida. Simplemente estamos ante un fenómeno, por el momento, inexplicable. Tiendo a aceptar que puede haber algún tipo de existencia más allá de la vida, pero no es más que un sentimiento personal.
¿Qué es lo que relatan los resucitados?
Casi todos hablan de lo que podríamos llamar 'memoria panorámica', una visualización de los momentos más importantes de su vida, que pasan rápidamente ante sus ojos. Después viene esa especie de túnel con la luz al fondo. Y, finalmente, el recibimiento en la luz de los seres queridos que les habían precedido en la muerte, la sensación de dicha, la ausencia de espacio o tiempo, la impresión de que todo es luz, la resistencia a abandonar ese estado y, por fin, el despertar de nuevo a la vida. Lo más significativo es que prácticamente todos cuentan la misma historia, y todos vuelven transformados. Dejan de sentir miedo ante la muerte, se muestran cooperativos y amables, se desinteresan de la religión, etc.
Algunos especialistas sostienen que lo que experimentan las personas en el trance de la muerte es resultado de ciertos procesos bioquímicos en el cerebro.
Si, eso pensaba yo también al principio, pero con el tiempo mi intelecto tuvo que admitir que muchas cosas no podían explicarse de ese modo. Cuando alguien te dice que ha estado fuera de su cuerpo y ha visto lo que ocurría en otra sala mientras le resucitaban y compruebas que lo que te dice es absolutamente exacto, te quedas perplejo. No tengo el menor interés en persuadir a nadie de que existe vida después de la muerte. Que cada uno se forme su propio criterio. Lamentablemente, no puedo explicar tampoco cómo se producen ni cómo deben ser interpretados estos fenómenos, pero no me cabe la menor duda de que son auténticos y genuinos. Y muy antiguos, no olvidemos la resurrección de Lázaro o la del propio Jesús. En la época romana ya era muy frecuente que los crucificados resucitasen, por eso sospecho que las imágenes que nos relatan los resucitados es lo que ha contribuido a crear, a lo largo de los tiempos, la idea de que existe un Más Allá en todas las religiones.
¿Podría decirse que entre la vida y la muerte existe una tierra de nadie de la que regresan los resucitados?
En el lenguaje ordinario siempre utilizamos metáforas espaciales o temporales. Nos referimos a la 'vida después de la muerte' que es una metáfora temporal, o al 'más allá', que es una metáfora espacial. Todas las palabras que empleamos implican espacio y tiempo, pero lo que estos pacientes nos relatan cuando entran en ese trance es que el tiempo y el espacio no existen tal y como lo percibimos ahora. Mi conclusión es que el fenómeno que llamamos muerte no es sino una expansión de la consciencia.
¿Dónde está situado el límite entre la vida y la muerte?
¿Quién lo sabe? Antiguamente se consideraba muerta a una persona cuando le dejaba de latir el corazón. Numerosas resurrecciones llevaron a los especialistas a afinar más, y con la aparición del electroencefalograma se determinó que la muerte clínica se producía cuando el cerebro dejaba de emitir ondas, eso que se llama encefalograma plano, pero también hay registrados muchos casos de pacientes que han resucitado tras haber dado encefalograma plano. En la actualidad, se ha impuesto una definición de la muerte que es más filosófica que científica: por muerte se entiende ahora "ese estado del que nadie regresa". En realidad, yo siempre he considerado lo que me contaban los resucitados como experiencias próximas a la muerte.
¿Es usted una persona religiosa?
No, nunca lo he sido. Curiosamente, los resucitados regresan todos diciendo que ya no pertenecen a ninguna religión. No creen que ninguna iglesia tenga la respuesta, sino que todas las grandes confesiones ven parte de la misma verdad. Yo comparto esa postura.
Su libro Vida después de la vida ha terminado convirtiéndose en la biblia de las paraciencias, ¿no cree que eso le resta credibilidad entre la comunidad científica?
En su insaciable busca de beneficios, los editores persiguen siempre el sensacionalismo. Durante muchos años, mis libros, víctimas de esa obsesión, han sido manipulados y tergiversados. Por eso me he visto obligado a sacar a la luz pública todos los pensamientos que los editores habían recortado de mis libros, sin importarles que con ello deformaban su mensaje y mancillaban mi imagen. Ha habido portadas en las que podía leerse con sonrojante falsedad: «¡Pruebas científicas de que existe vida después de la vida!». Semejante sensacionalismo tal vez ayude a vender, pero arruina la credibilidad del autor. Y mientras las editoriales se llenaban los bolsillos con las ventas, yo tenía que contestar a los críticos que me hacían las mismas objeciones que yo ya había anticipado y resuelto en los párrafos que los editores habían descartado.
¿Qué piensa, entonces, de los llamados parapsicólogos que tan entusiásticamente han comprado sus libros?
Algunos medios de comunicación han llegado incluso a catalogarme de parapsicólogo. Eso es una gravísima falsedad que no estoy dispuesto a tolerar. No son más que pseudocientíficos. No pretendo con eso tildarles de deshonestos. Yo los clasifico en la misma categoría que los rapsodas o los soñadores.
¿Le da miedo la muerte?
Oh, no, en absoluto. Me da mucho más miedo la vida.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Pintada para los muros de la patria mía

Uno lee a Séneca buscando algo a que agarrarse, y no lo halla, aunque el hombre se esfuerza de lo lindo. Quevedo lo copiaba mucho. Por ejemplo, su famoso soneto "Miré los muros de la patria mía" reelabora un pasaje de las Epístolas a Lucilio, XII:

"Doquiera que vaya, veo señales de mi vejez. Fui a mi casa de campo y me lamentaba de los gastos extraordinarios que exigía edificio tan ruinoso. El colono me dijo que no era por su negligencia, ya que él había hecho cuanto era preciso, sino que la casa era muy vieja. Esta casa de campo fue levantada bajo mi dirección: ¿qué debe suceder en mí si las piedras de mis tiempos caen ruinosas?"

Quocumque me vertiargumenta senectutis meae videoVeneram insuburbanum meum et querebar de inpensis aedificii dilabentisAit vilicus mihi non esse neglegentiae suae vitium, omnia se faceresed villam veterem esseHaec villa inter manus meas crevitquid mihi futurum estsi tam putria sunt aetatis meae saxa? 

Y así más adelante. Esa casa era tal vez la casa y señorío de las Torres de Joray que compró su madre para él en Torre de Juan Abad con todos sus ahorros, cuando su padre ya había fallecido. Menudo chasco venirse a La Mancha a lomos de su jaca Scoto (así la llamaba en un romance, por lo sutil (esto es, "delgada" o "lista") que era, ya que al teólogo de ese nombre lo llamaban "doctor Sutil") y encontrarse un castillejo que ya era una ruina entonces, imagínense ahora. Nos lo describe en el romance "Son las Torres de Joray", que no voy a copiar ahora.

En fin, que parodiando su famoso soneto, les he compuesto esta parodia que sigue la misma rima forzada y quizá les divierta un rato:
  
Miré los muros de la casa mía,
si un tiempo propios, hoy hipotecados,
de la cláusula suelo bien cargados
mientras se encoge el sueldo día a día.

Salime al campo. Vi que la sequía

convertía en desierto los sembrados;
que no había siquiera jubilados
para pagar de ninis tal cuantía.

Entré en el banco. Vi que era robada

mi cuenta a comisiones y despojos;
sobre el pobre, impuesto aún más fuerte;

mi patria por entero fraccionada

y no hallé cosa en que poner los ojos
que no marchara aun a peor suerte.

martes, 28 de noviembre de 2017

El que el premio mereció, no quien lo alcanza

Quien tenga dos dedos de frente sabrá desde luego que la inteligencia sin voluntad no es nada. Pero la voluntad no sirve de nada si no se apoya en la de los demás. Y los demás hacen gala de desvoluntad o voluntad negativa, lo que los del 98 y su maestro Ganivet en particular llamaban abulia, que es un modo de no querer ser nada, ni siquiera españoles, que ya es no ser. 

Por desgracia, esa opaca y persistente voluntad negativa daña nuestra sociedad de arriba abajo (y no de abajo arriba, como se suele creer) impidiendo la flotabilidad y el ascenso del mérito, y provoca lo que nuestro floricultor y manchego ensayista Marina denomina "el fracaso de la inteligencia", una muestra de la cual es el secular desprecio de nuestro sistema educativo hacia la excelencia y la investigación, en suma, hacia la profundidad, algo que ni siquiera se planteó el manchego de adopción Conde de Romanones cuando, el muy iluso, consiguió quitarle el hambre al depauperado profesorado en nuestro país a fines del siglo XIX y la ILE enviara a nuestros talentos a reciclarse en las universidades extranjeras, al contrario que cuando Felipe II, poco antes de que Franco y sus necios devolvieran la enseñanza a la mierda y, valga el ejemplo entre muchos, se destruyera la escuela de neurología española que había creado Cajal con tanto esfuerzo.  

La situación actual es una buena muestra de ello. Atacado por esas pesadas rémoras y lastres, el mérito se hunde en minucias y no asciende hacia los principios rectores, mientras que la mediocridad y el compadrinazgo (lo que llaman algunos "clientelismo") llevan todas las de ganar y se transforman en formas de gobierno pulposas, abúlicas, mansas e ineficaces, segregando masivas nubes de oscura corrupción e incompetencia. Por ejemplo, una constitución incorrupta como un santo de la Edad Media nos sigue rigiendo para ruina común.

Algunos aparecen deslumbrados con ese hermeneuta y filósofo neocón, auténtico flautista de los políticos que tanto están dando la lata por la América, Leo Strauss, desairado por el ascenso de la ordinariez y la grosería al estado. Cualquier cosa es mejor que el nihilismo pelado a que conduce el capitalismo, y el político se reduce a una especie de servidor, cuando no creador y alimentador, de una serie de mitos o sueños que impiden a la masa caer en ese nihilismo ciego que es el que en el fondo él profesa; el americano, en busca de su sueño, rehúye ese nihilismo del todo vale aunque sea a tiro limpio, a costa de una represión y un adoctrinamiento institucionalizados.

En Europa, la intrahistoria es un poco diferente. La juventud es más nihilista que sus mayores y estos vegetan dentro de la prisión de sus "esperanzas cortesanas" y el metal de sus "doradas rejas", que decía Alonso Fernández de Andrada:

Fabio, las esperanzas cortesanas / prisiones son do el ambicioso muere / y donde al más activo nacen canas (...) / Aquel entre los héroes es contado / que el premio mereció, no quien lo alcanza / por vanas consecuencias del estado. / Peculio propio es ya de la privanza / cuanto de Astrea fue, cuando regía / con su temida espada y su balanza./ El oro, la maldad, la tiranía / del inicuo precede y pasa al bueno, / ¿qué espera la virtud o en qué confía?

La juventud ya no espera nada. Y muchos pasan la vida estudiando interminablemente el escalafón, como los funcionarios del cuento de Unamuno, o aspirando al decanato de los viejos que van a dar al sepulcro, y en eso se pasan la vida, intentando obtener medallas de la incompetencia y del asco general. Parodiando a La Celestina, cabría decir que el que es interino desea ser fijo, y el que es fijo mejor postura, y el que mejor postura más sueldo, y el que más sueldo más aprecio, y nadie desea contenerse en los límites de su propio yo, nadie desea ser él mismo, hasta que al final solo se pide una jubilación que no sea una ruina.

Todo el mundo anda descentrado y hueco, descontento y deseando algo, nadie desea permanecer como está (salvo el que pretende huir del terror de estos tiempos, la Hipoteca, monstruo mitológico de mil cabezas que devora y consume la nómina). Se vende la primogenitura por un plato de lentejas, y por eso se es capaz de echar como un mal vómito la hidalguía, la entereza, la compostura y todas esas palabras viejas que se resumen en la tan anticuada y tan detestada dignidad del castellano viejo.

lunes, 27 de noviembre de 2017

La descortesía en el debate electoral

Fernández García, Francisco. 2017. La descortesía en el debate electoral cara a cara. Sevilla: Editorial Universidad de Sevilla (Colección: Lingüística. Formato: rústica, 288 págs. ISBN-13: 9788447218745. Precio: 17,00 EUR)
Compra-e: https://editorial.us.es/detalle-de-libro/719749/la-descortesia-en-el-debate-electoral-cara...
Información de: Laura de la Casa Gómez <lcgomez@ujaen.es>
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Descripción
El debate electoral cara a cara es, probablemente, la máxima expresión mediática de las democracias modernas. Ante millones de espectadores, los candidatos se juegan en él buena parte de sus opciones de victoria, en una batalla dialéctica articulada en torno a dos claves esenciales: la defensa de las propias posiciones y el ataque contra las del adversario. El presente libro, desde el anclaje teórico de la (des)cortesía lingüística, se centra en la segunda de dichas vertientes del debate, la vertiente destructiva, presentando las estrategias y los mecanismos de los que se sirven los oradores para dañar la imagen del adversario ante las audiencias y tratar de alejarlo, de este modo, de la victoria electoral. Dicha exposición parte de un análisis minucioso y sistemático del cara a cara que enfrentó a Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba en la campaña previa a las elecciones generales españolas de noviembre de 2011.


Temática: Análisis del discurso, Pragmática

Índice
1. Introducción

1.1. El trabajo en su contexto investigador
1.2. El debate analizado
1.3. Convenciones de transcripción
1.4. Estructura de este libro

2. Hacia el análisis de la descortesía en el debate electoral

2.1. Consideraciones teóricas preliminares
2.2. La teoría de la gestión interrelacional
2.3. Estrategias y mecanismos
2.4. El papel del moderador y de la audiencia

3. Estrategias funcionales

3.1. Asociar al adversario con hechos (proyectos, valores, comportamientos, etc.) negativos
3.1.1. Criticar (o mostrar el fracaso de) sus ideas, acciones, etc.
3.1.2. Decirle que está equivocado, mostrar desacuerdo, contradecirle, etc.
3.1.3. Acusarlo de ignorancia, incompetencia o inacción
3.1.4. Criticar su comportamiento discursivo
3.2. Atacar la credibilidad del adversario
3.2.1. Afirmar que carece de credibilidad
3.2.2. Acusarlo de mentir (faltar a la verdad, etc.)
3.2.3. Acusarlo de ocultar la verdad o esconder intenciones aviesas
3.2.4. Tacharlo de contradictorio o incoherente, poner de relieve sus contradicciones o incoherencias
3.3. Marcar las distancias con el adversario y mostrar su inferioridad
3.3.1. Hacer manifiestas las diferencias que los separan
3.3.2. Hacer patente su aislamiento
3.3.3. Menospreciarle, mostrarle indiferencia
3.3.4. Burlarse de él, ridiculizarle
3.4. Invadir el espacio del adversario, plantearle obstáculos
3.4.1. Desvelar hechos que le incomoden
3.4.2. Hacer patentes las carencias de sus argumentos
3.4.3. Instarle a (o presionarle para) que haga (o deje de hacer) algo
3.4.4. Impedirle expresarse con fluidez

4. Mecanismos

4.1. Mecanismos explícitos
4.1.1. Locales
4.1.2. Discursivos
4.1.3. Interaccionales
4.2. Mecanismos implícitos
4.2.1. Preliterales
4.2.2. Postliterales
4.2.2.1. Por el contexto
4.2.2.2. Por la ruptura de una convención de cortesía

5. Repercusiones sociales de los actos descorteses

5.1. Ataques contra la imagen
5.1.1. Ataques contra la imagen cualitativa
5.1.2. Ataques contra la imagen identitaria
5.1.3. Ataques contra la imagen relacional
5.2 Ataques contra los derechos de socialización
5.2.1. Ataques contra los derechos de equidad
5.2.2. Ataques contra los derechos afiliativos

6. Caracterización global y perfiles diferenciales

6.1. Caracterización global del evento discursivo
6.1.1. Caracterización global desde un punto de vista estático
6.1.2. Caracterización global desde un punto de vista dinámico
6.2. Perfiles oratorios diferenciales
6.2.1. Alfredo Pérez Rubalcaba
6.2.2. Mariano Rajoy

domingo, 26 de noviembre de 2017

La cultura anglosajona ya no cuenta

‘Poor devils’ Javier Marías

26 NOV 2017 

La obtusa interpretación del conflicto catalán hecha por medios y opinadores anglosajones confirma que sus países ya no cuentan intelectualmente

CONOZCO A ALGUNAS personas compungidas por la ramplona interpretación que de la crisis catalana han hecho ciertos medios y opinadores anglosajones, a ambos lados del Atlántico. Desde mi punto de vista (y miren que soy anglófilo de toda la vida, y por ello he sido tildado en España de “autor inglés traducido” y otras etiquetas más groseras), esas personas van atrasadas de información, o bien son muy lentas a la hora de sacudirse los viejos prestigios, cuando éstos ya han caído. Las voces en inglés han aparecido más autorizadas que cualesquiera otras durante décadas, y con bastante justicia. Tanto los Estados Unidos como Gran Bretaña son ricos y fuertes todavía, han tenido y tienen científicos y artistas deslumbrantes y Universidades de enorme fama; han sido serios en el mejor sentido de la palabra, escrupulosos y racionales en sus análisis; han universalizado su cultura y su historia a través del cine y las series televisivas: no sé ahora, cuando ya casi nadie sabe nada, pero hasta hace poco no había europeo que ignorara quiénes fueron el General Custer o Jesse James, mientras que éramos incapaces de decir un solo nombre de general alemán, español, italiano o francés, incluidos los de Napoleón, o de un bandolero de las mismas nacionalidades. O bueno, mucha menos gente conocía al italiano Salvatore Giuliano que a los americanos Capone, Luciano o Billy el Niño. Con lo anglosajón, pero sobre todo con lo estadounidense, hay un papanatismo propio de países colonizados, con España a la cabeza. Todo lo que se inventa o se cree descubrir en América acaba abrazándose aquí con absoluto sentido acrítico, casi con idolatría.

Un país capaz de elegir como Presidente a Trump para mí ya no cuenta, en conjunto. Tampoco uno capaz de votar alocadamente el Brexit

Desde mi punto de vista, insisto, hace tiempo que lo que desde allí nos venden es mercancía dañada o barata, con las excepciones de rigor. La mayor parte de las novelas estadounidenses son repetitivas y carentes de interés, rara es la ocasión en que abro una y no empiezo a bostezar ante sus “frescos” de una época o de una ciudad, ante sus historias de familias (disfuncionales todas, por favor), ante sus artificiales prosas pretendidamente literarias y plagadas de tics de las llamadas “escuelas de escritura”, ante su voluntariosa sumisión a lo “edificante” o a lo “transgresor”. Del cine no hablemos: hace lustros que dejó de ser un arte que ofrecía un montón de obras maestras al año para brindarnos hoy productos sin brío y sin alma, películas desganadas, rutinarias y sin convicción, remakes y secuelas sin fin. De las costumbres que hemos importado, qué decir, desde Halloween hasta el Black Friday, todo contribuye a la infantilización y el gregarismo del mundo. En cuanto a los “razonamientos”, les debemos las siete plagas de lo políticamente correcto, el abandono de toda complejidad, matiz y ambigüedad, incluso de toda duda y de todo dilema, cuando el ser humano es esencialmente complejo, ambiguo, lleno de excepcionalidades, incertidumbres y encrucijadas morales.

Pero, aparte de todo esto, que es una generalización superficial, los prestigios de los países están irremediablemente unidos a sus gobernantes, quienes, nos guste o no, influyen mucho más de lo que deberían. En este sentido, un país capaz de elegir como Presidente a Trump para mí ya no cuenta, en conjunto. Tampoco uno capaz de votar alocadamente el Brexit para medio arrepentirse cuarenta y ocho horas después y, pese a ello, carecer de valor para rectificar su atolondrada decisión; de exhibir como Premier a la incompetente y confusa Theresa May y como Ministro de Exteriores al cínico, bufonesco y dañino Boris Johnson. Países capaces de dejarse engañar por mamarrachos como Nigel Farage y Donald Trump pasan a ser inmediatamente países sin prestigio alguno, temporalmente idiotizados, dignos de lástima. No es que en España ni en Europa estemos representados por gente mucho mejor, pero al menos nuestros gobernantes no resultan grotescos (al menos hasta que ganen Berlusconi o Grillo, tal para cual). Sosos y mediocres, sí; injustos y con escasa pesquis, la mayoría; inútiles, también. Pero no grotescos ni llamativamente lerdos. Por eso, la obtusa interpretación del conflicto catalán hecha por editoriales del New York Times y el Washington Post, el Guardian y el Times, carece de la importancia que habría tenido hace sólo dos años, y no debería llevar a nadie a la compunción ni al sonrojo. Que esos diarios (y algunos escritores de brutal ignorancia e inermes ante la manipulación) no sepan detectar que el Govern de Puigdemont y Junqueras ha encabezado un golpe retrógrado y decimonónico, antidemocrático, insolidario, totalitario, a la vez elitista y aldeano, y tan denodadamente embustero como el de los brexiteros y los trumpistas, no hace sino confirmar que los países a los que pertenecen están embotados y han dejado de contar intelectualmente, ojalá que por poco tiempo. Y no es que en el mundo anglosajón no haya voces inteligentes, claro que las sigue habiendo. Pero están en retirada, avasalladas y desconcertadas por la rebelión de los tontos y su toma del poder. Cuanto hoy venga de ese mundo ha de cogerse con pinzas y ponerse en cuarentena. Porque, después del Brexit y Trump, esos países han bajado provisionalmente a la categoría de “poor devils”, como dicen en inglés.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Un gemelo dona la mitad de su piel para salvar a su hermano, que se la quemó por entero.

Silvia Ayuso, "Un quemado integral sobrevive en Francia gracias a un transplante de piel casi total de su hermano gemelo. Es la primera vez que se logra la recuperación de una persona con el 95% de su cuerpo quemado. El paciente perdió casi toda la piel al sufrir quemaduras por una explosión en una planta química". En El País, 23-XI-2017:

El hospital Saint-Louis de París ha logrado salvar la vida de un joven que sufrió quemaduras graves en el 95% de su cuerpo gracias a los injertos de piel de su hermano gemelo. Es la primera vez en el mundo que se consigue un transplante prácticamente integral, según el médico al frente del proceso, el experto en cirugía plástica y reconstructiva Maurice Mimoun.

“Es la primera vez que hacemos un transplante del 95% de la piel quemada, es un transplante casi total”, explicó el especialista a la emisora France-Info. La inusual operación fue posible gracias a que el paciente, un joven de 33 años llamado Franck, tiene un hermano gemelo monocigótico, con lo cual ambos comparten el mismo ADN y no existe el peligro de rechazo de la piel, uno de los principales riesgos en un transplante. “Un quemado integral muere porque su piel se convierte en veneno. Pero cuando supe que Franck tenía un gemelo monocigótico, el cielo se aclaró: su genética es idéntica, es como si fuera su propia piel”, explicó Mimoun. “Es como si tuviera una reserva de piel a su disposición, una piel que se podía utilizar cuando a él no le quedaba nada más”.

Me transformé en una antorcha humana, de los pies a la cabeza
Los factores favorables no quitan sin embargo mérito a un proceso largo y complicado que solo se ha revelado ahora, pese a que Franck lleva más de un año ya de recuperación. El hombre trabajaba en una planta química cuando, el 26 de septiembre de 2016, se produjo la explosión de un bidón con productos químicos. “Me transformé en una antorcha humana, de los pies a la cabeza”, relató Franck a Le Parisien. “Tenía un 1% de posibilidades de sobrevivir”, agregó. Pero su hermano Eric, continuó, se negaba a aceptar esa posibilidad y ofreció su piel para salvar a su hermano. Un proceso que también para él ha sido difícil y doloroso: los médicos tomaron progresivamente —fueron en total tres intervenciones— piel de sus pantorrillas, del cuero cabelludo y de su espalda, hasta totalizar el 50% de su cuerpo, zonas en las que el joven tendrá cicatrices de por vida.

El hecho de tener un gemelo monocigótico ha sido un factor clave —y extraordinario— en este caso, pero según dijo Mimoun a Le Figaro, el tratamiento de este paciente ha permitido realizar “observaciones extraordinarias” que podrían servirle en el futuro a otros quemados menos afortunados. Especialmente, señaló, las ventajas de un injerto precoz que permitió la recuperación de ciertas zonas.

“Nos hemos dado cuenta de que la cobertura rápida y estable de piel transformó el círculo vicioso habitual de los quemados integrales: agravamiento local (profundización de la quemadura), agravamiento del estado general en un círculo virtuoso exactamente inverso. Las zonas quemadas intermedias profundas, que se deterioran por el shock y que llevan al paciente hacia la muerte, mejoraron milagrosamente y cicatrizaron. Estas constataciones tendrán repercusiones futuras sobre el tratamiento de todos los grandes quemados”, explicó. Según Mimoun, “hemos demostrado claramente que si dispusiéramos de una piel universal, podríamos salvar a los quemados integrales mediante técnicas precisas y de reanimación. Eso nos alienta a seguir buscando en esa vía”.

La vejez, ese dolor

Cuando andaba por los treinta empecé a sentir una molestia en la espalda que me impedía dormir. Nada que media aspirina no pudiera borrar. Y así pasaron los años. Pero una noche la molestia se agigantó hasta ser un hachazo cruel y despiadado; tuve que recurrir al tramadol. No solo eso: al poco se sumó de golpe una molesta diabetes entre otros achaques y empecé a olvidar a veces lo que había hecho hacía un momento.

Comprendí que no solo mi cuerpo, mi mente se había vuelto vieja y que esto acaecía de súbito, como caer en una trampa; no es gradual, como se suele pensar. Mis largos y elaborados planes ya no tenían sentido: el futuro era ya escaso y contado. Mi horizonte se había acercado de una manera agobiante. Menos que horizonte era un muro. Que un día me cercará la garganta y me estrangulará con el ahogo de la muerte.

El horizonte se volverá esa caja de zapatos, la tumba. La lengua es muy sabia: dice que hay veinteañeros y treintañeros; pero luego cuarentones y cincuentones y al cabo sexagenarios y septuagenarios. Yo me cuento "solo" cincuenta y cinco años. Estoy a medio pudrir por los achaques. Además, acosa la soledad: la gente de tu signo o a la que aprecias ha desaparecido o no está en condiciones de ir a verte.

Un poeta posromántico español dijo aquello de que quien sabe de dolor, todo lo sabe (no es de Dante, como se suele creer). No especificó si era su propio dolor o el de los demás. Lo peor que puede hacer la empatía es agrandar el dolor. Los posrománticos intentaban resolver la contradicción imposible entre realismo y romanticismo y no pudieron. De sus muy diversas y fracasadas opciones surgieron en 1909 las Vanguardias, reinicializándolo todo. Haciendo tabla rasa pretendían olvidar lo duro que había sido no llegar a ningún sitio, la angustia final. 

Fue el momento del mentiroso y feliz interregno eduardiano, en que pudo escribir Wodehouse sus despreocupados relatos de humor inglés antes de Auchwitz y el fracaso definitivo de la optimista Ilustración de Kant, como proclamaron después los de la Escuela de Frankfurt, que para respetar la nueva y discutible ortografía llamaremos escuela de Frankfurt.

Evidentemente, los políticos no saben de dolor y por eso no saben nada. Han olvidado y olvidan el dolor antiguo y les da igual el moderno. Las guerras, civiles o no; la miseria, propia o ajena. De un funcionario se dice que funciona cuando sirve. Su labor es resolver problemas más o menos dolorosos, no crearlos. Pero la vejez va depauperando las instituciones y las va convirtiendo en a su vez en problemas cada vez más dolorosos, es más, crea nuevos problemas, largos, pesados, contenciosos dolores de espalda que empezaron siendo dolorcillos o minucias, como el nacionalismo. Para eso se sirve de los mismos mecanismos que el cáncer, que puede anunciarse a las claras o, más a menudo, ser traidor y silencioso. La Constitución española ahora es un cáncer y Rajoy una recidiva.

La narcisista juventud de ahora es igual que los políticos: se limita a disfrutar y no siente, o evade, el dolor; ni el suyo ni el de los demás. Su umbral de frustración es bajísimo. Estoy seguro de que no podrían soportar una película tan educativa como Johnny cogió su fusil. Es el tipo de cine que un adolescente considera intolerable, porque plantea todo lo que importa y reduce al joven a lo que de ninguna manera quiere ver o saber. Sin embargo, su protagonista es de verdad como ellos solo se creen: no puede hacer nada y solo quiere sentir el sol en la piel.

No hay una cuarta edad. Debemos acostumbrarnos a ser viejos, pero no vegetales. Porque no nos hacemos viejos, sino que se nos hace. No es voz media, sino pasiva: nos es hecho por la fisiología. Pero a pesar de que quizá podamos ralentizar su proceso, no lo es detenerlo: forma parte de nuestra programación genética. A cambio tenemos estos pobres consuelos: tardamos más, pero nos equivocamos menos y vemos la relatividad de las cosas. Desde las alturas de la pirámide de la población se atisba bastante más lejos que en su base. Los viejos solo pueden dar buen ejemplo porque ya no están en condiciones de darlo malo, supongo. Tiene entonces mucha validez ese refrán: "La gente joven dice lo que hace, la gente vieja lo que hizo y los tontos lo que les gustaría hacer".

Pero a nadie le gusta oír batallitas.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Películas depresoras

Deprimen profundamente y por eso pueden resultar educativas para los adolescentes demasiado optimistas, si es que pueden aguantarlas:

Johnny cogió su fusil, 1971 de Dalton Trumbo. Es algo más que una película antibelicista. Es filosófica.

La tumba de las luciérnagas / Grave Of The Fireflies, 1988, de Isao Takahata

Réquiem por un sueño / Requiem for a Dream (2000) de Darren Aronofsky

Buscando al señor Goodbar, 1977 de Richard Brooks

Funny Games, 1997, de Haneke

Donnie Darko, 2001, Richard Kelly

Siempre a tu lado. Hachiko. 2009: Lasse Hallström

La invasión de los ultracuerpos, 1978: Philip Kaufman´y la anterior de Don Siegel

El séptimo sello, 1957 de Bergman

Fresas salvajes, 1958 de Bergman

El hombre elefante, de David Lynch

La pasión de Cristo, 2004, Mel Gibson

The road, 2009, John Hillcoat 

El niño de pijamas a rayas, 2008, Mark Herman

La vida es bella, 1997 de Roberto Benigni

Mi vida sin mí, de Isabel Coixet

El campeon 1979 Franco Zeffirelli

En el nombre del padre, 1993 de Jim Sheridan

El americano, 2010, Anton Corbijn

Camino, 2008, Javier Fesser

La milla verde, de Frank Darabont

La niebla, de Frank Darabont

A. I. Inteligencia artificial, de Kubrick / Spielberg

Senderos de gloria, de Kubrick

Paris, Texas, de Wim Wenders

Seven, 1995, de David Fincher

Las cenizas de Ángela, 1999, Alan Parker

Días de vino y rosas, de Billy Wilder

Casa de arena y niebla (Vadim Perelman).

Mar adentro, de Alejandro Amenábar

Million Dollar Baby (2004), Clint Eastwood

Lilja 4-Ever (2002)

Winter Light (1962)

Dancer In The Dark (2000)

21 Gramos (2003)

La Strada (1954)

Leaving Las Vegas (1995)

Happiness (1998), Todd Solondz

"Oslo 31 de agosto" (2011), Joachim Trier

"Lilya 4-Ever" (2002) Lukas Moodysson

"A Serbian Film" (2010), Srdjan Spasojevic

"Oldboy" (2003), Chan-wook Park

"They Shoot Horses, Don’t They?" (1969)
Sydney Pollack

 "Come and See" (1985), Elem Klimov

"Threads" (1984),  Mick Jackson

"The Road" (2009), John Hillcoat

El expreso de medianoche, de Alan Parker, 1978

Los niños ya no saben leer, se ha jodido todo

Luis Alemany, "Los niños ya no saben leer. Se ha jodido todo", El País, 20 NOV. 2017

El profesor Miguel Díez Rodríguez, autor de Cómo enseñar a leer en clase. Memorias de un viejo profesor clama contra el abandono de la Lengua y la Literatura en los planes de estudios
El profesor Miguel Díez Rodríguez fue casi famoso en 1985, cuando editó Antología del cuento literario, una selección de 25 relatos entre los que leía a sus alumnos. «En las clases leía cuentos de Poe, de Rulfo... Y los chicos encantados». De aquella antología se vendieron medio millón de ejemplares. 32 años después, Díez publica Cómo enseñar a leer en clase (Reino de Cordelia) que es lo mismo pero con matices: el propósito ya no es la excelencia lectora sino la supervivencia de la literatura como una forma de conocimiento relevante en la educación.

Ya no me acuerdo de cuánta Lengua y Literatura dábamos en BUP y COU.

En primero, cinco horas semanales de Lengua. En segundo, cinco de Literatura Española. En tercero estaba la opción de Literatura Universal que eran cuatro horas. Era el mejor curso que había. Y en COU, tres horas de lengua obligatorias y la opción de Literatura Española y Latinoamericana.

¿Y después?

Después vino la LOGSE que decía que lo importante era que los niños vinieran contentos a clases. Un buenismo que inventaron psicopedagogos en un laboratorio, gente que en la vida había pisado un aula con 30 chavales. Todo lo que vino después fue horrible, todo, lo de los socialistas y lo de los del PP. Ángel Gabilondo propuso reformas que estaban bien pero no le dejaron.

¿Y qué fue de Lengua y Literatura?

Literatura se ha convertido en todo lo que odiábamos: se enseñan datos y no se lee. «Lope de Vega nació nosedónde el año tal». Y la lengua está pésimamente enfocada.El chaval aprende a hacer análisis sintácticos en cuarto de la ESO y se pasa repitiendo lo mismo dos años más. En cambio, nadie le enseña a leer. No entiende qué pone la frase que ha analizado. Se ha jodido todo. Y así quedamos como quedamos en el Informe Pisa, a la altura del betún.

Bueno...

Leer exige concentración, tranquilidad, respeto. Antes, yo le daba a mis alumnos El guardián entre el centeno y lo leían como obsesos.Cómo no iban a hacerlo, si la adolescencia está ahí, perfectamente actual. Ahora, no lo entienden, así de sencillo. Eso si no ha aparecido antes un padre que vete el libro porque hay una escena en la que Caufeld llama a unas prostitutas. Y yo pienso: debe de ser que soy un hombre muy viejo porque el que no entiende nada soy yo.

Pero se venden muchos libros para críos. Aunque estén más dirigidos al entretenimiento que a desarrollar una educación literaria...

Los niños leen. Hasta los 12 años sí que leen. Después... Yo lo entiendo, hay tantas distracciones a su alcance.

El hecho de que para algunos de nosotros sea importante la literatura no significa que lo tenga que ser para todo el mundo.

Estoy de acuerdo, se puede vivir y ser un buen ciudadano sin que la literatura te importe mucho. Pero sin leer es imposible. En España estamos en un 50% de población que no lee nunca. En Suecia, es un 30%. Y en Estados Unidos es mucho más. Luego no hay que sorprenderse si votan a Donald Trump.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Las cuatro historias inmortales de Borges en Helénika, por Ricardo

El oro de los tigres de Jorge Luis Borges se publicó en el año 1972. En este libro se incluye su breve apólogo “Los cuatro ciclos”,  en el que el argentino expresaba una adhesión absoluta por la tradición literaria griega y los mitos clásicos. He aquí el relato.

Los cuatro ciclos

Cuatro son las historias. Una, la más antigua, es la de una fuerte ciudad que cercan y defienden hombres valientes. Los defensores saben que la ciudad será entregada al hierro  y al fuego y que su batalla es inútil; el más famoso de los agresores Aquiles, sabe que su destino es morir antes de la victoria. Los siglos fueron agrandando elementos de magia. Se dijo que Helena de Troya, por la cual los ejércitos murieron, era una hermosa nube, una sombra; se dijo que el gran caballo hueco en el que se ocultaron los griegos era también una apariencia. Homero no habrá sido el primer poeta que refirió la fábula; alguien, en el siglo catorce dejó esta línea que anda por mi memoria: The borgh britened and brent to brondes and askes. Dante Gabriel Rosseti imaginaría que la suerte de Troya quedó sellada en aquel instante en que Paris arde en amor de Helena; Yeats elegirá el instante en que se confunden Leda y el cisne que era un dios.

Otra, que se vincula a la primera, es la de un regreso. El de Ulises, que, al cabo de diez años de errar por mares peligrosos y de demorarse en islas de encantamiento, vuelve a su Itaca; el de las divinidades del Norte que, una vez destruida la tierra, la ven surgir del mar, verde y lúcida, y hallan perdidas en el césped las piezas del ajedrez con que antes jugaron.

La tercera historia es la de una busca. Podemos ver en ella una variación de la forma anterior. Jasón y el Vellocino; los treinta pájaros del persa, que cruzan montañas y mares y ven la cara de su Dios, el Simurg, que es cada uno de ellos y todos. En el pasado toda empresa era venturosa. Alguien robaba, al fin, las prohibidas manzanas de oro; alguien al fin, merecía la conquista del Grial. Ahora, la busca está condenada al fracaso. El capitán Ahab da con la ballena y la ballena los deshace; los héroes de James o de Kafka sólo pueden esperar la derrota. Somos tan pobres  de valor y de fe que ya el happy-ending no es otra cosa que un halago industrial. No podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno.

La última historia es la del sacrificio de un dios. Atiis, en Frigia se mutila y mata; Odín, sacrificado a Odín. El Mismo a Sí Mismo, pende del árbol nueve noches enteras y es herido de lanza; Cristo es crucificado por los romanos.

Cuatro son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas.

La primera historia es la historia de una guerra de asedio y está narrada en la Ilíada. ¿Cuándo quedó sellado el destino fatal de Troya? ¿Tal vez cuando Laomedonte incurrió en hýbris incumpliendo su trato con Poseidón y Apolo; o bien cuando el pastor que era un príncipe le otorgó la manzana de la belleza a Afrodita? ¿Qué quiere decir el quinto verso del primer libro de la Ilíada (“y el plan de Zeus se cumplía”)? ¿A quién se llevó Paris a Troya: a Helena o a una doble fantasmal? (2) ¿Qué podían hacer los seres humanos si ya no eran más que marionetas manejadas por los dioses?

La segunda historia es continuación de la primera: terminada la guerra, los héroes  aqueos victoriosos vuelven a su patria. Regresan, pero uno de sus caudillos, Odiseo-Ulises, se pierde en el mar y vaga durante diez años hasta llegar a su casa y reencontrarse con su familia. Este es el argumento de la Odisea. ¿No somos todos acaso Ulises? ¿No nos perdemos alguna vez en mares ignotos? ¿Por qué vida no han pasado Sirenas, Circes y Calipsos? ¿Y el ánsia por llegar? ¿Y el viaje? ¿Y la espera? ¿Y el reencuentro?  ¿No es nuestra vida una Odisea?

La Ilíada y la Odisea se atribuyen (aunque con reservas) a Homero.

La tercera historia, la del viaje de Jasón y los Argonautas en busca del vellocino de oro, la escribió Apolonio de Rodas en las Argonáuticas. El viaje de Jasón y sus compañeros, de ida y vuelta, estuvo lleno de peligros y de aventuras, algunas de ellas idénticas a las de la Odisea (Escila y Caribdis, encuentro con las Sirenas). ¿Sabemos qué queremos? ¿Qué buscamos? ¿Para qué nos sirve lo que buscamos? ¿Cuándo encontraremos a nuestro Simurgh?.

Hasta aquí, Borges cita las fuentes griegas como ejemplo arquetípico de las historias literarias posibles. Pero en la cuarta… En la cuarta, la que corresponde al sacrificio de un dios, se le olvidó al argentino citar a Prometeo, el titán benefactor de la humanidad que robó el fuego a Zeus para entregárselo a los seres humanos. Por ello, Prometeo fue castigado y encadenado a una roca. Un águila la roía las entrañas de día y de noche se le regeneraban (3). Esta historia se encuentra en la tragedia de Esquilo  Prometeo encadenado. ¿Somos Zeus o Prometeo? ¿Cómo contribuimos al bien común los seres humanos? ¿Dónde queda nuestro espíritu de sacrificio?

Si a partir de estos cuatro ejemplos sólo podemos esperar variaciones, ¿se ha agotado la literatura?, ¿se han agotado los argumentos? La literatura griega está en nosotros y en nuestras vidas. Este curso la estudiaremos desde un punto de vista diferente.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Alessandro Pluchino y la democracia

Cualquiera que mire los periódicos apercibirá de inmediato que estamos gobernados por lo que solo podríamos definir como gilipollez. No hace falta ir a los EE. UU. ni a la Rusia de Putin: más o menos cualquier gobierno luce uno o varios rasgos de ese mal fundamental. Pero los griegos, que inventaron la democracia, inventaron también el procedimiento para evitarlo: poderes compartidos y elegidos en su mayoría por el simple sorteo y el destierro, que ellos llamaban ostracismo, para el que diera más la lata; hoy diríamos que para el que gastase más en publicidad.

Hace años condedieron el Ig Nobel de Gestión al matemático y estadístico investigador Alessandro Pluchino y sus colaboradores de la Universidad de Catania (Sicilia) por demostrar que ascender a trabajadores en cualquier organización al azar es el método más eficiente para mejorar los beneficios de una empresa. Esto es, que si la determinación de quién manda en empresas e instituciones la hiciese una lotería, a todos nos iría mejor.

Una demostración interesante, pero con poco futuro, me temo, ya que los poderes son todo menos eso. El poder está lleno de paranoicos, codiciosos e hijos de p. (de papá, so mal pensados), y que este procedimiento se llegara a generalizar sería para ellos (es curioso), poco democrático. Seguro que alegarían sus miedos y fobias y el peligro que sufrirían sus dineros y sus preciosas relaciones físicas y sociales: familiares, amiguetes y grupos de presión. Sólo hay que repasar la lista de dirigentes del siglo XX para comprobar cómo abundan los paranoicos (narcisistas o con manía persecutoria más o menos genocida), los codiciosos, parientes más o menos consaguíneos y los despreocupados de los demás en mayor porcentaje que entre la gente normal. En los cuadros dirigentes lo normal es la elección a dedo en el 95% de los casos. Y el famoso sociólogo Pierre Bourdieu dice más o menos lo mismo.

Pero Pluchino y sus colaboradores insisten y han ido incluso más allá: piensan, en estos tiempos que ya se van acercando a la Navidad, que la loteria es todo lo que le falta a la democracia para definirse como tal en New Strategies for Democratic Development.

Prefiero que me gobierne un grupo variopinto de mendigos tan "populista" como la madre Teresa a un aprovechado salido de un partido político tan pagado de sí mismo que lo primero que hace es subirse el sueldo. Aunque se echasen a temblar los que más tienen, ya que es estadísticamente más probable que le tocase gobernar a un pobre que a un pudiente. Pareto y Schumpeter pueden irse a tomar por retambufa.

La utopía de las bibliotecas ideales

Jordi Llovet "La utopía de las bibliotecas ideales" El País, 17-XI-2017:

La democracia diluye los dogmas y el canon cambia según las épocas y los lectores. Siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Tennyson merecía más espacio en las enciclopedias que Flaubert

Preguntarse hoy por una “biblioteca ideal” resulta casi una utopía, además de un anacronismo: este es el daño que le ha hecho a la producción literaria la mercadotecnia y la falta de un conocimiento consolidado por parte del lector común en materia de literatura.

Es posible que en la Grecia del siglo V existiera algo así como una “biblioteca ideal”, como lo atestigua la colección, perdida en buena parte pero documentada, de la biblioteca de Alejandría. Salvo en casos de pérdida irremisible de muchas obras de la antigüedad, aquella biblioteca helenística debió de poseer lo que la tradición había llegado a considerar la gran literatura en lengua griega. Sucedió lo mismo en Roma, cuyos “rollos” de escritura, aun cuando fuesen de una calidad literaria menos homogénea que la griega, demostrarían que los rétores, los gramáticos y los filósofos tuvieron claro qué era lo que podía considerarse ideal —de acuerdo con baremos religiosos, estéticos, políticos y didácticos—, y qué debía ser considerado non classicus, es decir, de poca categoría.

También en la Edad Media resultaron vigentes varios criterios, además del que concibió el de Aquino, tan aristotélico —ad pulchritudinem tria requirintur: integritas, consonantia, claritas—, para considerar qué era lo bueno, o lo ideal, y qué lo secundario, gracias a la autoridad de la compleja red de valores propia de los largos siglos tardorromanos, y luego neolatinos, basada primero en la teología cristiana, y luego en el no menos poderoso código —a partir del siglo XII—, de la sociedad caballeresca y feudal. La producción de literatura era entonces tan escasa, y se encontraba tan anclada en modelos que, directa o indirectamente, procedían del dogma cristiano, que era poco concebible la creación de poesía, teatro o épica contraria a una ideología y unos mitos que, como la realeza, se hallaban por fuerza impregnados de símbolos y argumentos predeterminados e ineludibles. Las bibliotecas medievales —dejando a un lado los clásicos conservados por las órdenes monásticas y las casas nobles— fueron casi siempre representaciones de un mundo simbólico en el que tenían un papel muy poco significativo las muestras “heréticas”, paganas o no canónicas, de expresión literaria.

Solo a partir del humanismo, o a partir de fenómenos como la invención de la imprenta, el redescubrimiento de la grandeza de las literaturas griega y latina, la consolidación de las lenguas vulgares, la labor de los traductores o el contacto frecuente entre hombres de letras de países muy diversos, solo entonces, y de un modo progresivo, la literatura proliferó de un modo extraordinario; y los marcos conceptuales, o los “campos” de lo literario se volvieron tan distintos, que surgió por vez primera, en nuestra civilización escrita, una enorme disparidad de criterios, de géneros literarios, de asuntos y de públicos lectores u oidores de lo que empezó a constituirse, con mucha entidad y cada vez mayor autonomía, el ámbito universal de lo literario.

A partir de los primeros siglos modernos, el panorama literario presentó tal variedad de formas, de recursos y de regulación estética, que ya entonces podría haberse iniciado la disputa —tan poderosa durante el siglo XVIII— acerca de lo clásico y lo moderno, lo bueno y lo malo, lo ideal y lo rechazable. Cada vez más, escribir se convirtió en un trabajo independiente de nuestra herencia clásica, y los libros, cuando ya eran propiamente los códices asequibles que seguimos usando, respondieron a criterios desgajados de todo dogmatismo, proclives a satisfacer gustos distintos, amigos de la novedad y la singularidad. No cabe duda de que los clásicos grecolatinos, o la propia Biblia, siguieron aquilatando una gran parte de las literaturas modernas y contemporáneas —véase Moby Dick, de Melville, por ejemplo, e incluso Ulysses, de Joyce—, pero esta influencia, en el seno de producciones enteramente libres, pasó a convertirse en solo una referencia de autoridad, un vestigio agradecido del acervo antiguo.

Las bibliotecas medievales fueron casi siempre representaciones de un mundo simbólico en el que tenían un papel muy poco significativo las muestras “heréticas”, paganas o no canónicas, de expresión literaria

Más varió aún el panorama cuando, en la época posterior a la Ilustración, las literaturas conocieron un despliegue de una osadía fabulosa —así las literaturas del Romanticismo—, los índices de alfabetización se multiplicaron de manera exponencial, y la lectura se convirtió en un hábito cada vez más extendido, más “democrático” y menos sujeto a cualquier forma de mitología colectiva o de dogmatismo teológico. Si todavía en los siglos renacentistas o en el Grand Siècle francés se pudo hablar de una “biblioteca ideal” o de lo que podía ser idealmente la “buena literatura”, parece claro que, entre el siglo XIX y nuestros días, la literatura rebosó por completo los márgenes de la tradición y lo “canónico”; de modo que actualmente no hay casi ninguna instancia que pueda arrogarse el derecho a establecer el listado de lo que llamaríamos “la biblioteca ideal”.

Harold Bloom presentó uno, muy famoso, en su libro El canon occidental, en el que, sin disimulo alguno, privilegiaba a la literatura inglesa, y a Shakespeare en especial, con la más absoluta tranquilidad. Una tarea así resulta siempre inútil, por cuanto existen, en nuestro continente, muchos autores y libros hoy poco leídos, pero de gran categoría, que durante un tiempo ascendieron al canon literario o cayeron de él por razones que suelen ser circunstanciales, ideológicas o partidistas. No hay más que ver la lista de los autores premiados con el Nobel de literatura para darse cuenta de que muchos de ellos subieron al Parnaso del canon literario —como pasó con el parnaso cervantino— para caer de él al cabo de pocos decenios, si no años: véase el caso de nuestros Echegaray y Benavente, o los casos de R.C Eucken (Alemania), W. Reymond (Polonia), o E.A. Karlfeldt (Suecia).

La undécima edición de The Encyclopaedia Britannica (1911, con dos volúmenes complementarios de 1920), en opinión de Borges la mejor edición de cuantas se han estampado de esta enciclopedia ejemplar, apenas sabía en esa fecha quiénes eran Flaubert, Melville o Hölderlin, pero dedicaba a Alfred Lord Tennyson, un poeta de autoridad muy relativa, doce columnas.

No hay más que ver la lista de premiados con el Nobel para darse cuenta de que muchos subieron al canon literario para caer de él al cabo de pocos decenios, si no años

Basten estos ejemplos para comprender que las listas de una “biblioteca ideal” pecan siempre de alguna arbitrariedad y suelen tener un valor epocal, refigurado con el paso de los años gracias al número de ediciones y de lectores que puede llegar a poseer un libro, por la entronización de determinados autores a cargo de la academia o de colectivos fanáticos, o por el reconocimiento tardío de ciertos valores que han pasado siglos en el desván del olvido.

La academia, y con ella los programas de enseñanza de la literatura en escuelas y universidades, serían desde hace tiempo la única garantía de conservación de un criterio estético en relación con el mercado y la difusión de productos literarios. Invisible e ineficaz, cada vez más, la autoridad de esas instancias, lo que corresponde es suponer que cada lector posee hoy su biblioteca de excelencias. Así lo apreciaba ya Paul Valéry en una entrada de sus Cahiers, bajo el epígrafe “Obras maestras”: “No es nunca el autor quien hace una obra maestra. La obra maestra se debe a los lectores, a la calidad del lector. Lector ceñido, con finura, con parsimonia, con tiempo y una ingenuidad armada [...] Solo él puede conseguir la obra maestra, exigir la particularidad, el cuidado, los efectos inagotables, el rigor, la elegancia, la perdurabilidad, la relectura de un libro”. Valéry se refería a lectores muy capaces, como él mismo, pero es posible que, en estos momentos, ni siquiera existan esos finos lectores en términos generales. Por consiguiente, quizá deberíamos suponer que, para el lector común de nuestros días, no exista mejor biblioteca ideal que aquella que él ha leído con placer y que, en el mejor de los casos, en un gesto nuevamente benedictino, conservará en su biblioteca hasta la muerte.

JORDI LLOVET es catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona