viernes, 10 de mayo de 2019

Usted diga lo que quiera

El modo de razonar de los políticos,  meramente retórico, esto es, inconclusivo, con razones que ni atan ni desatan o bernardinas que solo declaran actitud, siempre me ha parecido un mero traslado de la manera de "pensar" antidialéctica tan típica de muchos españoles: la teológica, la fanática, que mira más a la convicción o a la fe que a la razón o a la esperanza, esto es, al futuro de todos. Una liturgia maligna, como decía hace poco el buen Manolo Valero; en ella solo valen las premisas, no las conclusiones. Por eso siempre es subjetiva, narcisista... y estúpida.

Un gran crítico de lo que fue y continúa siendo España fue José Cadalso, quien escribió al respecto: "No sé por que se ha escrito tanto sobre la Teología. Esta facultad trata de Dios. Dios es incomprehensible. Ergo es inútil la Teología". A los españoles siempre nos ha parecido mejor la fe medieval que la lógica del renacimiento. Aun ahora, cuando Abascal, primero de su lista electoral de reyes godos, se va a Covadonga, no sé a qué; seguramente a comerse una mariscada, como hacen los treintaytresmileuristas como él. Eso da para criar mucha barba a lo Jomeini, pues no hay más Abascal que Abascal, y Smith es su profeta; que le estén saliendo disidentes al Frente Popular de Judea era de esperar; no todo el mundo es de la misma fe wahabista. 

Al respecto me acuerdo de que se discutía en la I.ª República la libertad de cultos, algo que tanto ha costado traer a la España fanática. Don Emilio Castelar pronunció entonces su famoso discurso en el que hizo célebre su frase de "Grande es Dios en el Sinaí... pero es más grande el humilde Dios del Calvario" y enumeraba todas las razones de la soberbia que han hecho miserable al catolicismo en España; entre ellas decía que había estado en Roma y allí había visto, al lado de los frescos de Miguel Ángel, otro con la Matanza de San Bartolomé donde el rey francés ofrecía al Papa la cabeza de Coligny;  le contestó el canónigo Manterola a la manera típicamente española; haciéndose el sordo y negándole el pan y la sal:

-El señor Castelar nos dijo que había estado en Roma y yo, francamente, creo que el señor Castelar nunca ha estado en Roma.

Don Emilio le interrumpió:

-Sí: el año pasado por ahora.

Manterola insistió:

-Digo que no creo yo que el señor Castelar haya estado nunca en Roma. El señor Castelar fue a Roma, el señor Castelar debió de dormir en Roma porque se duerme en todas partes y es necesario dormir. Y el señor Castelar ha vuelto de Roma a España sin haber estado en Roma. La inteligencia fecunda del señor Castelar, la imaginación brillante del señor Castelar, el corazón generoso del señor Castelar nunca han estado en Roma.

O sea, razones a la española o el modo teológico de pensar que hizo nacer la palabra tiquismiquis: "Usted diga lo que quiera, que yo haré lo que me dé la gana". Como ahora, en que ni siquiera hay algo tan dialéctico y abierto como una república.

viernes, 12 de abril de 2019

La procesión electoral

Vox dice tener sentido común, pero lo que quiere de verdad es privatizar todo lo común. Por un lado dicen que la emigración sobrecarga la Seguridad Social, pero por otro que la Seguridad Social es una carga y hay que reducirla a una especie de dispensador automático de tiritas, de forma que el beneficio gordo del negocio sanitario vaya a sus bolsillos al estilo Esperanza Aguirre, o incluso al estilo desamortización de Mendizábal, pero del Estado, que quieren reducir prácticamente a una raspa como la de El viejo y el mar. Su líder, un cara de ayatolá Jomeini sin turbante negro (no desciende del Profeta, sino de Paca la Culona), es solo un mediocre guardián de la revolución con barbas de hipócrita.  Dice incluso que la izquierda sustituye la lucha de clases por la de sexos, como en las comedias de Howard Hawks, y cuando  se les demuestra su error con razones y estadísticas, "ya se verá", responden, escaqueándose con el temor que siente siempre un mentiroso a toda conclusión o silogismo. Son unos pollos sin cabeza que trabajan solo con emociones, y de las de orden más bajo y menos altruista; aunque los demás vayan casi de la misma guisa y camisa.

Hemos oído que a algunas de nuestras ancianas las maltratan en los asilos, que otras se suicidan porque no encuentran plaza en un asilo o padecen enfermedades y dolores incurables, que hay niños que torturan a otros causando también suicidios, y al visigodo Abascal le da igual, porque eso se arregla todo con arriba España, privatizarlo todo y subir los impuestos precisamente a ellos, a los que no tienen dinero sino para pagar la comida y poco más. Abascal quiere acuñar su propia moneda, con su efigie. Los otros dos terrores de la derecha, casi lo mismo.  Por eso Abascal es un Caifás, un saduceo vendido a los mercaderes del templo.

Uno ve al charcutero y señorito Pablito (que nunca clavó un clavito) Casado también invulnerable al dolor y a la desgracia de los que no tienen nada y les quitan hasta lo que pueden tener, esperanza. Hace unos trabajos de máster más delgados que los que me entregan mis alumnos repetidores y ni siquiera deja que se los miren. Qué feliz es este hombre consigo mismo; yo creo que lo único que necesita es un metro extensible para comprobar que ha crecido más todavía; y ¡cómo se envuelve en la bandera! Recuerda a Jordi Pujol diciendo que Cataluña y él son la misma cosa o al Exorcista leyéndole el ritual romano a Pedro Sánchez. Pero lo que ha hecho su partido en realidad es tirar a la basura todo el fondo de las pensiones y el estado del bienestar, y adelgazar la clase media más que ningún otro en toda Europa. Tanta vileza, mentira y traición solo caben en un Judas Iscariote, pues solo un judío tan falso como él podía vivir en un entorno tan porcino y con tanto chorizo, y venderse por treinta dineros a la banca.

Sánchez no dice una palabra más alta que otra y espera pacientemente que la marea lo aúpe a lo más alto. Está hecho todo un Barrabás, todo el mundo está dispuesto a perdonarle cualquier cosa y en efecto veo que la gente prefiere el silencio y el comedimiento de Sánchez a las gilipolleces y extremismos gritones de otras izquierdas y de Casado y Abascal; pero como está dispuesto a negar más de tres veces a Iglesias, no sé si podría hacer de San Pedro Sánchez. En cuanto a Rivera, que se lava las manos de cualquier cosa que no sea su propio beneficio y va de comparsa con quien le dé más sinecuras y preseas, por más que digan que posee algo de humanidad e integridad, haría un buen Pilatos.

Empero, en esta procesión también hay un Cristo, y a mí me parece que es Iglesias, no por el apellido, sino porque Cristo era un melenudo que no se recogía las greñas. Hay que ver cómo lo ha fustigado hasta sangrar la policía patriótica de la pepeidad.

martes, 2 de abril de 2019

Inutilidad de discutir con los que no usan la mollera

TECETIPOS
Manual (realista) para sobrevivir a los ultras en redes
GERARDO TECÉ, en Público, 31 DE MARZO DE 2019

Fue hace un par de días. Acababa de compartir, desde mi cuenta de Twitter, una información de los amigos de Maldito Bulo en la que explicaban cómo unas supuestas imágenes –muy compartidas en redes sociales– de unos jóvenes rumanos jactándose de haber venido a España para robar con impunidad, correspondían en realidad al videoclip grabado hace diecisiete años por un grupo de música ruso.

Como nunca tiro papeles al suelo por la calle y siempre intento decir buenos días cuando me cruzo con algún vecino en el portal, pensé que también sería buena idea desmentir bulos racistas como pequeña contribución a la sociedad en la que vivo. Menudo ingenuo. Al cabo de unos segundos de la publicación de mi tuit compartiendo el desmentido al bulo llegaban las primeras respuestas. Todas en la misma dirección. Un tipo con la bandera de España en su foto de usuario pasaba olímpicamente del desmentido y me acusaba de defender la inmigración masiva porque, al parecer, alguien me paga por ello. Estuve muy tentado de responderle con datos: me llevo 15 céntimos por cada kilo de extranjero que llega a España. Después de tener escrita la respuesta, decidí no arriesgarme a publicarla por si Eduardo Inda andaba merodeando en busca de un titular para el día siguiente. Otro usuario, en este caso con la foto de un personaje de dibujos animados, me respondía con un collage de imágenes que demostraban claramente que Podemos es una tapadera para que violadores, etarras y traficantes de droga tomen el control del país. Mientras terminaba de reponerme del patatús y aún sin entender qué tenía todo aquello que ver con el vídeo de los rumanos, una pareja de usuarios se coordinaba como guardias civiles de tráfico, en mi muro de Twitter. Mientras uno de ellos me respondía al desmentido racista pidiéndome explicaciones por la tesis de Pedro Sánchez, el otro le daba la razón y subía la apuesta involucrándome en la hipoteca de “la mansión” de Pablo Iglesias. Como si no tuviera yo suficiente con pagar el alquiler de mi piso.

Fue entonces cuando me di cuenta –reconozco que me ha costado–. No merece la pena perder un segundo de vida en esto. Por muy importante que sea el asunto a tratar. Por muy de la misma especie que sea quien está al otro lado de la pantalla. No compensa. Como una plaga de cotorras verdes, los ultras han llenado de mierda y estupidez un espacio público como las redes quitándole la única utilidad que tenían: el debate, el buen ambiente. Los ultras no debaten y de buen ambiente ni hablamos. Los ultras son carteles con patas en los que en lugar de poner “Compro oro”, se lee “Vendo odio”. No hay debate posible con quien tiene como único oficio cagar en cada esquina. Ni en las redes sociales ni en otros espacios. La semana pasada, cuando por televisión le preguntaban a Ortega Smith, uno de los cabecillas del movimiento ultra, por una exclusiva de los compañeros de La Marea –en su partido había un neonazi condenado por una brutal agresión que le dejó secuelas a un profesor universitario en el pasado–, el cabecilla, que en un principio reaccionó diciendo no saber nada del asunto, se lo pensó un instante y decidió que sí sabía: eso es una fake news de un panfleto izquierdista, despachó el asunto sonriendo a cámara porque mandar a fusilar ya no se lleva. Es imposible hablar sobre la realidad con alguien a quien la realidad no le importa un carajo. Tiene el mismo sentido que hablar sobre la burbuja inmobiliaria con un ladrillo recién encementado. 

Estos meses que han pasado desde la puesta de largo institucional del fascismo hasta hoy me han dejado agotado. Tengo la conciencia tranquila. A pesar de los insultos diarios, lo he intentado. Sin ningún resultado, eso sí. Durante las semanas posteriores a la llegada de la extrema derecha al Parlamento de Andalucía, me puse en contacto con varios de los cabecillas del Sindicato Vertical Ultra-Sección Redes Sociales. Mi propósito era hacer un artículo basado en un debate entre personas de varias tendencias políticas con una pequeña trampa, había que usar para el debate fuentes que aportaran datos reales. La respuesta más habitual por parte de los ultras al ofrecimiento fue que me fuera de España, seguida muy de cerca por que me muriera. En la tercera posición del pódium, una tercera variable: “qué poco os queda para que se os acabe el cuento”. Más allá de insultos o amenazas ni uno solo aceptó participar.

Los medios de comunicación que gastan un mínimo sentido de la responsabilidad andan sumergidos en el mismo dilema. ¿Qué hacer ante la invasión real de cotorras verdes que todo lo ensucian? El consejo editorial de este medio, CTXT, decidió a principios de esta misma semana no hacerles el juego. En el debate interno que tuvimos yo tuve grandes dudas. No hablar de lo que sucede no es la solución nunca, pero el hecho es que lo que sucede es un ruido fachoso/infantil que impide el debate adulto. Esto provoca una situación de excepción que te obliga a aislar el ruido, por muy real que sea. 

Es exactamente el mismo dilema que cada día vivimos quienes estamos en redes sociales. Nos sabemos de memoria la teoría de que los ultras se alimentan del juego de la provocación y el desprecio a la realidad, pero qué difícil se hace mirar para otro lado y callar cuando tienes a un maleducado delante. Si los ignoramos, ¿estamos dejando de combatir la mala educación? Puede que sí, pero quizá no haya otra alternativa si queremos que el nivel de ruido baje. ¿Y si el no combatirlos los hace crecer? Pues que así sea. Si España decide darles poder a las cotorras verdes que todo lo cagan, será que eso es lo que España merece.

Por mi parte, no me queda otra, me agarraré al humor para sobrevivir a esto. El humor es el único refugio seguro que nos queda ante los maleducados. He tomado una decisión drástica que pienso aplicar hasta las últimas consecuencias. De ahora en adelante mi única respuesta cada vez que una cotorra venga a mi muro de Twitter a cagar sobre las mujeres maltratadas, los inmigrantes, la convivencia o la libertad, será una foto de Franco dibujando con sus manos un corazón cuqui. Si no puedes convencerlos, si no puedes ni entablar diálogo, al menos, confúndelos un poco

jueves, 28 de marzo de 2019

Internet. La ceremonia de la confusión.

Los medios de expresión que requerían el introspectivo esfuerzo de abstraer han sido sustituidos por otros más extrovertidos, caracterizados por su visibilidad y ostensibilidad. Una llamada blogosfera nos rodea y nos apresa en una red cuya extensión, como la del desierto, simula un espejismo de ficticia e inencontrable libertad.

Existe una frase anónima que hace pensar: "La informática es estupenda para solucionar problemas que no teníamos antes de la informática". Podría ser que haya generado más dificultades y complicaciones de las que soluciona, al menos en los ámbitos no tecnológicos que son los que más debían importar a las personas. Creo yo que la generación del mayo californiano-francés o del 68, al darse cuenta de que no podía cambiar el mundo, creó otro no necesariamente mejor: la Internet. Una forma viscosa, lisérgica y obscena de interconectarse por mil maneras y modos diferentes y de reciclarlo todo en una mierda común. De anecdótico origen militar, pasó a ser civil e incluso incivil: una jungla vietnamita anarcoide y terrorista de donde está proscrita toda ética, no solo en la red profunda: el anonimato bajo un mote o nick hace posible el fenómeno de los trolls o energúmenos, de los haters u hostiles, de los lurkers o pasotas de las listas de correo, de los posicionadores, de los viralizadores y de los hackers o bandoleros informáticos.

Dentro de lo llamado genéricamente posmoderno (hipstérico o alejandrino,  si queremos negarnos a reciclar vocablos) la informática lo mancha todo con su viscosa y alucinada interconexión; se trata de la orgía de todo lo diverso, que no por ello es menos divertida... y agotadora: exige un tiempo que se arranca a la vida. Es una manifestación de lo que el psicólogo y comunicólogo de Palo Alto (en el mismo meollo de Silicon valley) Paul Watzlawick llamaba El arte de amargarse la vida (1989): razonamientos que no concluyen, sino cuyo mero propósito es no concluir; como las discusiones televisivas, que nunca llegan a acuerdo, solución  o término: el único propósito es mantener la conexión, el canal, generar relaciones de dependencia, "fidelización", drogadicción u obsolescencia programada. No hay que ir muy allá si vemos que individuos como Jobs, Wozniak, Gates y Zuckerberg padecían diversas patologías del comportamiento humano y problemas de espectro autista para relacionarse con personas que no fueran de su "esfera", tan plana y unidimensional que parece puro Marcuse. Watzlawick afirmaba que "es imposible no comunicarse, ya que todo comportamiento es una forma de comunicación" y, puesto que no existe forma contraria al comportamiento (un «no comportamiento» o incluso «anticomportamiento»), tampoco existe la «no comunicación».

De ahí deriva el problema que padecemos actualmente y sobre todo en Internet: una sobreinformación y una actitud tan abierta que nos deja en una pelada y perniciosa pelotez; estamos demasiado comunicados y de muy diversas maneras: no hay forma de aislarse y de ser un yo, no hay forma de pensar individualmente: nos dejamos llevar por la corriente colectiva, se nos quita tiempo para no hacer nada, esto es, para ser unos mismos, que es lo más importante que podemos ser, y es precisamente porque conectados no hacemos nada; algo que, paradójicamente, nos aísla en ese mundo unidimensional que es la pantalla. Internet nos disuelve en atomización y fragmentarismo. Si para el siglo XIX y buena parte del XX la patología mental más frecuente era la histeria a causa de la represión, en nuestra época la falta de represión, el carácter demasiado abierto de toda comunicación expande tanto el rostro y la identidad que la rompe y fractura; genera un narcisismo hueco y maligno; una falsa interactividad; en cuestiones políticas, incluso un nazisismo intolerante que es en realidad el reflejo de esa pérdida de yo, de sustancia identitaria. Las verdades han dejado de ser apofánticas (en lógica, las que afirman o niegan algo) para ser simplemente retóricas; ya no existe lo verdadero o lo falso, sino lo absurdo, puesto que el carácter demasiado abierto de los razonamientos impide llegar a conclusiones. Como dijo Berlusconi,  un político nacido de la comunicación, el espectáculo y la  corrupción, "la verdad no cambia nada". Ya había señalado el comunicólogo Jean François Revel que "la más importante de las fuerzas que mueven el mundo es la mentira". Yo matizaría un poco más esa palabra: es el absurdo, lo que no es ni verdadero ni falso. Un dicho cualquiera de Berlusconi, Trump, Salvini, Putin, Duterte, Abascal o cualquiera de las plagas de políticos nazisistas que padecemos es eso. En la teoría de los infortunios de John Langshaw Austin se sostiene que existen dos tipos de enunciados: los constatativos, que son verdaderos o falsos,  porque son comprobables, y los realizativos, que son aquellos que no son ni una cosa ni otra, porque solo poseen "intención"; en cierta forma, son siempre autorreflexivos. Narcisistas. No es de extrañar que ya no se pague por la información, sino por la publicidad, y que los canales de pago de televisión que antes se anunciaban sin publicidad ahora la ofrezcan, pero cobrando lo mismo. La red es gratuita porque la costeamos dejando vender nuestros datos a compañías de publicidad y mercadotectnia / marketing. La prensa ya no se sostiene económicamente, y por eso se encuentra por entero mediatizada /mercadizada por la publicidad y las subvenciones que la mantienen; pero por eso mismo ha dejado de ser información para ser publicidad o lo que Gramsci llamaba hegemonía cultural del capitalismo. De ahí que toda la prensa se redacte con anteojeras y tapones en los oídos y siempre mire hacia el lado que le conviene al dinero. Es un sesgo cognitivo general, una censura que se confunde con lo que llamamos impropiamente "información" y solo es conformista conformación.

Quien defiende su privacidad y no se comunica ni tiene presencia en la red es mirado como la estatua de Don Tancredo: mal. Tarde o temprano recibirá cornadas. El móvil es patógeno y provoca comportamientos como la nomofobia y que los niños accedan al porno o puedan ser excomulgados de grupos de afinidad por sus rasgos de "propiedad". Los críos están demasiado socializados, demasiado abiertos como para poder ser unos mismos. Malcriados, en suma. La gente duerme con el móvil porque hasta dormir se ha vuelto un acto social; incluso ¿confían? el cuidado de los hijos a la tecnología. La misma palabra móvil sugiere algo lábil, inasentado, que no tiene esencia, estabilidad ni continuidad. Resulta curioso que los hijos de los magnates de Internet se eduquen alejados de esta nubosa lacra, pues que la odian, y que ya se oiga (cada vez más fuerte, porque estamos distraídos con estas cosas) a los hijos quejándose de la "ausencia" de sus padres cuando los encuentran encadenados a ellos (a los móviles, me refiero). Y eso cuando se trata de hijos que no nos imitan habitando su propia burbuja de información fatua y prescindible, una Nube tan alta como la de Heidi. Una información que nunca se queda, que no deja poso, que no sirve para construir. Junto a esto está la llamada infoxicación: el carácter meramente cuantitativo de la información en Internet impide jerarquizar y clasificar debidamente lo importante y lo sustancial en la misma, casi siempre relacionado con el individuo precisamente. Por no hablar de la deturpación de la ortografía y de la sustitución del elaborado mensaje escrito por el impreciso y desmadejado mensaje oral.

En semántica formal, un predicado es una expresión que define a un subconjunto de un conjunto, pero un predicado es un significado, es decir, no es un individuo. Lo individual, lo subjetivo, en tanto que sustancia es, precisamente, lo único que no puede ser predicado: y en Internet, mucho menos. En efecto, Watzlawick  afirma que toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación, de tal manera que el último clasifica al primero, y es por tanto, una metacomunicación. En Internet eso significa que el anonimato y la distancia son esenciales en esta nueva manera de relacionarse, al parecer, "humanamente". Esto provoca una estética alienante, cosificadora y narcisista porque es acumulativa y carece de centro. La patología de los instagramers que suman ingentes copias de imágenes propias o parecidas, como en un laberinto de espejos. Uno se define en tanto que influencer de otro: el infierno son los demás, que decía Sartre en A puerta cerrada. Esto es lo que genera una gran soledad: el fenómeno de los poseídos por un tipo de fobia social que los japoneses denominan otakus e hikikomoris: jóvenes aislados en sus habitaciones que se niegan a salir y envejecen en ellas, enganchados a la tecnología, pero distanciados de las familias que viven a su lado.

La palabra más larga de cualquier idioma conocido

La palabra más larga de cualquier idioma conocido es un plato de cocina griego  concebido para complacer los gustos de cualquiera (sobre los que no hay nada escrito) y es obra de Aristófanes:

λοπαδο­τεμαχο­σελαχο­γαλεο­κρανιο­λειψανο­δριμ­υπο­τριμματο­σιλφιο­καραϐο­μελιτο­κατακεχυ­μενο­κιχλ­επι­κοσσυφο­φαττο­περιστερ­αλεκτρυον­οπτε­κεφαλλιο­κιγκλο­πελειο­λαγῳο­σιραιο­ϐαφη­τραγανο­πτερυγών.

Lopadotemajoselajogaleokranioleipsanodrimipotrimmatosilfiokarabomelitokatakejimenokijlepikossifofatoperisteralektrionoptekefaliokinklopeleiolagoiosiraiobafetraganopterigón

Está mencionado en los versos 1169 a 1175 de su comedia Las asambleístas (392 a. C.) . El plato es un fricasé compuesto de 17 ingredientes amargos y dulces, como los sesos, la miel, el vinagre, el pescado y los pepinos:

rodajas de pescado
pescado de la subclase de los elasmobranquios (tiburón o raya).
escualiformes (pez con forma de escualo) fermentado, o cabeza de pequeño tiburón
silfio, aparentemente un tipo de ferula
cangrejo de mar (karabo), alguna clase de braquiuro, escaroboideo o crustáceo
miel (meli) fluida
lábrido (pez colorido), zorzal (ave) o tordo (ave).
mirlo (ave) o algún pescado de mar, como guarnición
paloma torcaz
paloma bravía (peristera)
gallo rojo
cabeza (kefa) asada de zampullín común (ave acuática).
liebre (lagós), que podría tratarse tanto de un género de ave como de una liebre de mar
vino nuevo hervido (sirai)
frutas o alimentos crudos
alas, aletas de pez

jueves, 14 de marzo de 2019

Sentido común

Marian Rojas Estapé: "Hemos sustituido el sentido de la vida por pantallas, porno y alcohol"

IÑAKO DÍAZ-GUERRA  El Mundo, 14 MAR. 2019 02:10

MARIAN ROJAS ESTAPÉ. Madrid, 1983.Psiquiatra. Escribió Cómo hacer que te pasen cosas buenas para utilizarlo como apoyo en sus terapias, pero se ha convertido en el libro más vendido en España en lo que va de 2019. Medicina o autoayuda, ésa es la cuestión.

¿Qué dice de España que el libro más vendido de lo que va de año sea uno titulado 'Cómo hacer que te pasen cosas buenas'?

En el fondo me preocupa. Nunca jamás me lo imaginé. Me gustaría mandar el mensaje optimista de que no estamos tan mal como sociedad, pero la realidad es que hay un vacío. La felicidad depende del sentido que cada uno le da la vida, de tener un proyecto vital, un propósito por el que vivir, lo que los japoneses llaman el ikigai. Somos una sociedad que ha perdido el sentido de la vida. Lo hemos sustituido por otras cosas: sensaciones, redes sociales, pantallas, pornografía, alcohol... Ese es el problema y es un problema grave. Sobrevivimos, pero no vivimos. Hemos dejado de hacernos preguntas.

¿Cuál es tu pregunta más habitual a los pacientes?

Si hay vida después de la muerte. Hay que hacerse esa pregunta porque la muerte es la puerta de la filosofía.

¿Sirve realmente para algo un libro así?

Todos los días recibo agradecimientos de lectores diciéndome que sí, que tras leerlo su vida es mejor. Eso me emociona, porque mi objetivo como médico es ayudar a los demás y he descubierto que puedo hacerlo a través de un libro, que es algo que nunca imaginé. Mi finalidad era que me sirviese de apoyo para terapias y conferencias, nada más. Cuando se publicó, acababa de dar a luz y no pude hacer promoción y, de repente, se empezó a vender y vender y vender... No sabíamos a qué se debía. La única explicación es el boca a boca y yo soy la primera sorprendida. La clave del éxito de este libro es que la gente se siente muy identificada y porque les habla sobre sus errores de forma muy delicada y sin juzgar al lector. Todos hemos pasado momentos en nuestra vida de los que no nos sentimos orgullosos o lo hemos pasado muy mal y no hemos entendido por qué. Ese es el quid del libro: entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida. Yo no quería hacer un libro de autoayuda de sonríe y ser feliz, sino un libro de neurociencia que explique cómo funciona tu cerebro ante determinados estímulos y cómo manejarlo. Manda un mensaje optimista cogido de Ramón y Cajal: "Todos podemos ser escultores de nuestro cerebro".

¿Todo esto es medicina o pseudociencia?

Tu cerebro y tus emociones te enferman y te curan; y si conoces cómo funcionan, tú eres capaz de curarte o enfermarte. El poder de la mente es brutal. Uno de los problemas de la medicina occidental, que no tiene la medicina oriental, es que no estudia el interior de las personas, desprecia la meditación... En la medicina occidental estamos acostumbrados a tratar el síntoma y no a la persona; eso es poner parches. Hay que buscar el origen. Yo no vengo a negar el dolor y el sufrimiento, porque existen y son ingredientes de la vida que bien integrados en ella nos hacen ser mejores, pero sí a intentar explicar cómo gestionarlos.

¿Crees en eso que se ha dado en llamar terapias alternativas?

No. Son peligrosísimas. Lo que sucede es que es muy complicado marcar una línea entre lo que es medicina y lo que no lo es, porque al final todos estamos deseando que nos den la receta fácil para ponernos bien y no sufrir. Da igual que te digan que son unas gotas o unos rituales. Nuestro cerebro es capaz de engancharse a lo que sea con tal de pensar que no va a sufrir y eso está dando lugar a casos dramáticos de gente que decide no tratarse enfermedades muy graves pese a que la medicina podría ayudarle. Eso es un riesgo y un error, pero es cierto que el cuerpo nos va mandando señales de alerta antes de enfermar gravemente y eso también hay que estudiarlo. Cuando una persona lleva enferma dos años, encadenando diferentes síntomas, el cuerpo le está avisando de algo grave. La ansiedad es a la mente lo que la fiebre es al cuerpo. Ambas te avisan de que algo no va bien. ¿Qué sucede? Que cuando ya tienes tu enfermedad gravísima y tu diagnóstico terrible, te tienes que poner en manos de los médicos y dejarte de tonterías. Pero en todo ese recorrido previo, hay muchos momentos en que te pueden ayudar desde otras perspectivas, a veces, menos convencionales. El problema de la sociedad occidental es que nos cuesta mucho parar y conectar con nuestro interior.

¿Y a qué lo achacas?

Todo en nuestra sociedad actual se enfoca a solucionar problemas rápidamente, resolver conflictos, las pantallas, las redes sociales... Cuando paras, tu organismo se siente mal. La cronopatía, que es la incapacidad de frenar, es una de las actitudes que nos enferman hoy en día. Llegas al fin de semana deseando que sea lunes, porque no sabes qué hacer con el tiempo libre. Hemos perdido el equilibrio entre el modo supervivencia y el modo calma, que deben compensarse. Y no estamos diseñados para vivir constantemente en ese modo supervivencia, eso te enferma. Hay una hormona, el cortisol, que se activa para afrontar el estrés, la alarma o la supervivencia. Pone en marcha el mecanismo de lucha o huida. Y si en vez de actuar en casos excepcionales, lo estamos generando permanentemente, como sucede hoy en día, la mente y el cuerpo acaban por no diferenciar los problemas reales de los imaginarios. El 90 por ciento de las cosan que nos preocupan jamás suceden, pero nuestro cuerpo y nuestra mente las viven como si fueran reales. Sentimos que todo es una amenaza. Te pasas todo el día alerta y el sistema inmunológico está tan pendiente de eso que no presta la atención que requieren otras partes del cuerpo. Y se paga.

¿Qué nos ha convertido en esos seres permanentemente preocupados?

Lo achaco a cuatro factores. La cronopatía, de la que ya hemos hablado. Luego, la necesidad patológica de controlarlo todo, incluido el futuro, lo que es imposible. La felicidad consiste en vivir instalado en el presente habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión al futuro. Si vives enganchado al pasado, eres depresivo. Si vives angustiado por el futuro, eres un ansioso. La felicidad consiste en conectar con el presente y eso requiere saber que la felicidad no es lo que te pasa, sino cómo lo interpretas. La tercera es el perfeccionismo, la sociedad occidental está obsesionada con una perfección que no existe y te condena a la insatisfacción. Y la cuarta es la pantalla, que te envía alertas permanentes. Los programadores han buscado nuestro punto más vulnerable, que es la validación social, y lo han atacado.

¿Es posible la felicidad real en el mundo virtual?

No, es imposible. El mundo virtual genera gratificación instantánea, chispazos de dopamina que te dan instantes de placer, pero provocan un bajón, un síndrome de abstinencia. La felicidad está en conectar con las personas en el tú a tú, en la vida real.

¿No es la felicidad un lujo burgués, un anhelo de quien ya tiene lo básico cubierto?

Totalmente. Todo el mundo quiere ser feliz y me parece bien, es una buena aspiración. Pero tienes que saber que es un estado que no se alcanza de un modo permanente, que requiere un equilibrio entre tus aspiraciones y lo que has logrado, y esas expectativas deben ser moderadas. La felicidad consiste en disfrutar los instantes buenos que tienen todos los días sabiendo que no van a evitar los momentos malos. Yo aprendí mucho haciendo labor social en Camboya, en el Bronx... Ahí ves que el sufrimiento tiene un valor. Cuando todo te va bien, te olvidas de la gente que sufre. Necesitas haber sufrido para empatizar con quien los demás. La sociedad actual quiere fingir que el sufrimiento no existe, no queremos que nadie nos cuente penas porque es muy exigente acompañar a una persona que sufre. Eso es la compasión: te entiendo y te ayudo. Es un grado superior a la empatía y es muy cansada, es de seres superiores. Pero hoy vivimos tan rápido que fingimos que empatizamos, pero sólo hasta un punto en que no nos exija nada.

¿Un mundo feliz sería un mundo mejor?

No, sería peor. El dolor es necesario y ha sido un motor artístico, filosófico y emocional de la humanidad. Lo que pasa es que depende de cómo definas la felicidad: si es ausencia de dolor y una vida perfecta, eso no existe en la Tierra. Además, la gente tiende a olvidarse de los demás cuando todo le va bien. Es una pena, porque el mundo sí sería mejor si nuestra felicidad nos hiciera más compasivos, pero no es lo habitual.

En el libro acabas por proponer el amor como solución para todo. ¿Eres una romántica en tiempos cínicos?

Lo que marca la vida es el amor a las personas, no sólo a las parejas. Es lo más importante en esta vida y el único antídoto para el sufrimiento. Es la respuesta a todo. No hay nada en la historia que sane y proteja tanto como el amor. Hay un estudio importantísimo de Harvard que demuestra que el parámetro que más condiciona que le gente envejezca sana y feliz es el amor. La soledad mata, sentirse solo mata a la altura del tabaco. No es que yo te diga que el amor sana como una cosa del Romanticismo del siglo XVIII, te estoy hablando de que está científicamente demostrado que es así. Me da pena que a las cosas básicas que sabemos haya que darles una base científica para que la gente se las crea. Pero sí, hay que volver al amor. Y esto es medicina, no pseudociencia. Lo que pasa es que vivimos en una sociedad en la que lo que se rompe lo tiramos, en vez de arreglarlo. También el amor. En eso tendríamos mucho que aprender de la sociedad de nuestros padres y abuelos.

¿Te parecen un problema las redes sociales para ligar?

El amor de usar y tirar está haciendo muchísimo daño a la gente. En España se separa una pareja cada cuatro minutos. Y quitando la muerte, por lo que más sufre uno en esta vida es por amor. Hay que volver a querer, no hay nada como sentirse querido. Yo ahora trabajo principalmente con adolescentes y la gente joven hoy en día conecta mejor con una pantalla que con una persona. No le pidas a un chaval que se lleve a una chica a tomar unas tapas y ligar con ella en un bar porque no sabe hacerlo. Se agobia, de hecho. Tengo un paciente que veía inaudito invitar a salir a una chica porque no podía saber cómo iba a acabar la cosa. Sólo entienden ir a tiro hecho, se ha perdido la posibilidad del rechazo.

Convertir el móvil en el enemigo parece una batalla anacrónica... y perdida.

El problema es que cogemos el dispositivo en dos momentos: cuando te aburres y cuando estás estresado. Tu cerebro se va modulando a medida que vas haciendo cosas con él. Si te pones ahora a tocar el piano, en un par de semanas tu cerebro ha aumentado su grosor en las zonas de los dedos y de la música. Si lo dejas, vuelve a como estaba. Esto es clave: el cerebro se adapta a tus hábitos. Y si tú, ante el aburrimiento o el estrés, coges el teléfono, no generas mecanismos para hacerles frente. Y eso provoca un drama que estamos viendo actualmente en la juventud: la cero tolerancia a la frustración. Es un componente clave de la vida que no se desarrolla debido a las pantallas. Planteas tu identidad adolescente respecto a las redes sociales, creemos que la gente te quiere o no por unos likes... La búsqueda de la identidad, que se desarrolla en la adolescencia, queda completamente en manos ajenas e invisibles, eres vulnerable. La vida virtual genera felicidad a golpe de clics, pero no felicidad estructural. Es todo un bluff y tu cerebro lo sabe, pero es adictivo. De hecho, la medicación para tratar la adicción a las redes sociales es muy similar a la de la cocaína. Es terrible

martes, 12 de marzo de 2019

Humanistas manchegos

Humanismo y humanistas en Castilla-la Mancha (I)
ÓSCAR GONZÁLEZ PALENCIA / ANTONIO ILLÁN ILLÁN
Abc de Toledo, 14/12/2010

El Humanismo, como cambio de mentalidad que albergaba un pensamiento en trance de averiguación de la esencia del hombre, de la dignidad de su naturaleza, hallada en la Antigüedad clásica y, muy particularmente, en el estudio de sus lenguas, tiene su origen en la Italia de finales del siglo XIV
Francesco Petrarca fue el primero en vaticinar un tiempo en que «Almas bellas y amigas de virtud/ poseerán el mundo y después veremos que se hace/todo de oro y lleno de obras antiguas». Este ideario estableció una filiación estrecha entre el soldado poeta, arquetipo del Renacimiento, y su correlato humanístico, el humanista canciller o consejero áulico. Esta corriente, propagada hacia España, supuso el sedimento desde el que retoñarían los estudios lingüísticos que tuvieron, en lo que hoy es nuestra región, singular fortuna, como tratamos de esbozar en «Castilla-La Mancha, tierra de gramáticos». Completamos esa visión panorámica de los estudios lingüísticos en lengua vernácula con otro panorama, necesariamente apretado, del Humanismo en lo que hoy es Castilla-La Mancha.
Humanismo y humanistas en Castilla-la Mancha (I)
Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645)
La estimación de Antonio de Nebrija, discípulo de Lorenzo Valla, como heraldo del Humanismo italiano en España tiene antecedentes que es necesario mencionar. De justicia es situar al aragonés Juan Fernández de Heredia (1310?-1396) como agente primero de la entrada de un Humanismo germinal en nuestro país. Heredia, que había visitado Rodas, fue el primero en solicitar una traducción a una lengua romance (el aragonés), de Tucídides y de Plutarco, como fuentes básicas que irrigaran un proyecto de historia universal similar al que había impulsado Alfonso X El Sabio un siglo antes. El de Heredia era un anhelo enciclopédico, muy medieval, que tendía al libro del saber total: la summa. La mayor parte de la obra manuscrita de Heredia iría a manos del guadalajareño nacido en Carrión de los Condes Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana (1398-1458), a quien podemos estimar el antecedente inmediato el Humanismo castellano. Sin embargo, al menos tan importante como la obra de Heredia había sido para don Iñigo López de Mendoza el magisterio de su tío Fernán Pérez de Guzmán (1370-1460), discípulo, a su vez, del burgalés Alonso García de Cartagena (1384-1456), al que podemos considerar el primer humanista castellano. Establecidos, pues, los rasgos del nuevo paradigma social, político y cultural, no tardarían en surgir, en la corte de Juan II figuras como la del conquense Diego de Valera (1412-1488), militar, viajero, servidor del rey e historiador.

Con todo, fue el periodo comprendido entre 1469 y 1516, el correspondiente al reinado de Isabel y Fernando, el que sirvió para asentar, de manera definitiva el Humanismo en España. En su extensión, desempeñaron un papel esencial los centros de enseñanza y las imprentas. Entre los primeros, conviene citar colegios para la formación del clero, que bien pudieron haber derivado en universidades, como el de San Antonio de Portaceli en Sigüenza (1477) o Santa Catalina en Toledo (1485). Tal derivación no se produciría porque el gran proyecto cultural centralizado de este periodo es la Universidad Complutense, fundada (año de 1499), en Alcalá de Henares, por el Arzobispo de Toledo Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), por cuyos auspicios se compondría la Biblia Políglota Complutense, proyecto que supondría un extraordinario impulso a la filología bíblica. Y es en esta atmósfera de reforma religioso-cultural en la que brotan nombres como el de Alonso Ortiz (Villarrobledo, Albacete, 1455-h. 1503) canónigo de la Catedral de Toledo con amplios conocimientos en hebreo, griego, latín y árabe, o el de Diego Ramírez de Fuenleal, también llamado de Villaescusa, por haber nacido en Villaescusa de Haro (Cuenca, 1459–1537), que obtuvo la cátedra de Retórica en 1480, en Salamanca, en porfía con Nebrija, quien un año después publicaría sus Introductiones latinae. Entre los discípulos aventajados de Nebrija, destacó Hernando Alonso de Herrera (Talavera de la Reina, Toledo; c. 1460-Salamanca; c. 1527), Profesor de retórica y gramática en Alcalá y Salamanca que elogió al maestro si bien no dudó en discrepar de él en ciertas consideraciones gramaticales. Al selecto círculo que Cisneros convocó en torno al proyecto de la Biblia Políglota perteneció Juan de Vergara (1492-1557), secretario particular del Arzobispo primado. Como helenista, destacó su hermano, Francisco de Vergara (¿? -1545), catedrático de griego en la Universidad de Alcalá, donde sustituyó a su maestro, Hernán Núñez de Guzmán.

El reinado de Carlos I

La convulsión producida por el conflicto con de los comuneros marcó la primera fase de este periodo, en cuyo seno emergieron importantes figuras del humanismo. Tal es el caso de Luisa Sigea de Velasco, (Tarancón, Cuenca, 1522–1560), hija de un criado de María Pacheco, esposa, por su parte, del comunero Juan de Padilla. En este tiempo, el humanismo estaba ya sólidamente implantado en España, merced a aportaciones como la de Juan Pérez (Toledo, 1512-1545), profesor de retórica en la Universidad de Alcalá, que mereció los elogios de Andrea Navagiero por su fina prosa y su dominio estilístico del verso, ambos en latín. El afán panfilológico crecía con Alejo Venegas del Busto (Camarena, Toledo, 1497 o 1498-1562), que desplegó una extensa y fructífera labor como escritor de creación y también como lexicógrafo y ortógrafo. De la misma manera, se afianzaba la virtud filantrópica que conducía a un número creciente de humanistas por el camino de la medicina, como hizo Luis de Lucena (Guadalajara 1491-1552), que destacó, además, como epigrafista y arqueólogo. Sin embargo, el signo diferencial del reinado de Carlos I fue el erasmismo, doctrina surgida al amparo de Erasmo de Rótterdam, que pugnó por una religiosidad más íntima y sentida, y que penetró en España por los poros que efímeramente dejó abiertos el reformismo cisneriano. Cabeza visible del erasmismo español fue Alfonso de Valdés (Cuenca, 1490–1532) que fue secretario de Cartas Latinas de Carlos I, y que compartió inquietudes ideológicas e intelectuales con su hermano Juan, también conquense, de natalicio poco definido (finales del XV o principios del XVI), con fama de «muy educado y docto en artes liberales», según juicio del mismísimo Erasmo, en cuyo cenáculo debemos situar, igualmente, a Juan Maldonado (Bonilla, Cuenca, 1485-1554), discípulo de Nebrija, que mantuvo fluida e interesantísima correspondencia con el pensador holandés. A medio camino entre el aperturismo de la primera mitad del XVI y un tiempo de cerrazón que se avecinaba se encuentra Tomás García Martínez, más conocido como, Santo Tomás de Villanueva (nacido en Fuenllana y criado en Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1488-1555), confesor de Carlos I.

El reinado de Felipe II

En efecto, la unidad religiosa como signo de homogeneización del vastísimo imperio tuvo su trasunto cultural en un ascetismo generalizado en el pensamiento y en las artes. La observancia estricta del dogma rubricada con el Concilio de Trento (1545-1563) no se ahormaba al talante crítico y antropocéntrico del humanismo, rasgos que fueron definitorios de la indómita personalidad de Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527–1591), uno de los más brillantes poetas y humanistas de la llamada Escuela Salmantina que no renunció a los textos hebreos de la Biblia, por más que la Vulgata latina fuera ya en su tiempo el texto canónico, ni se sustrajo a trasplantar los moldes rítmicos de las paganas odas de Horacio. Sin embargo, no fue el suyo un caso aislado, sino uno de los muchos nombres brillantes que el humanismo dio en el periodo correspondiente a la segunda mitad del siglo XVI en lo que hoy es Castilla-La Mancha. Perteneciente, como él a la Escuela de Salamanca, Pedro Chacón (Toledo, 1526-1581), fue matemático, teólogo y catedrático de griego en la Universidad de Salamanca, cuya historia publicó en 1569. Otro nombre señero es el de Alvar Gómez de Castro (Santa Olalla, Toledo, 1515-1580), catedrático de Griego, gran epigrafista y coautor de una muy documentada biografía en latín del Cardenal Cisneros. Al arquetipo de hombre de letras, hombre de armas se ciñó Bernardino de Mendoza (Guadalajara, c. 1540–1604), escritor de fina pluma y aguerrido servidor del Duque de Alba en diversas campañas. De perfil más ascético y contemplativo fue Blas Ortiz, (Villarrobledo, Albacete, 1485-1552), autor de una biografía de Adriano VI durante su Pontificado y de la primera guía histórico- artística sobre la Catedral de Toledo. Como historiador destacó igualmente Pedro de Alcocer, (Toledo), autor de una Historia o descripción de la imperial ciudad de Toledo. Y como historiador de la Iglesia, alcanzó renombre Pedro de Ribadeneyra (Toledo, 1526-1611), escritor en latín que tradujo muchas de sus propias obras al castellano. La fe católica tornada en providencialismo como ideario político dio figuras como Fray Juan de Estrada de la Magdalena, (Ciudad Real ¿? -1570), impresor del primer libro editado en el Nuevo Mundo. Una personalidad afín es atribuible a Francisco Cervantes de Salazar (Toledo, 1514?-1575), que, tras estudiar en Salamanca, viajó a México para extender el apostolado evangélico y llegó a ser rector de su Universidad y canónigo de su catedral. Ese mismo cometido del proselitismo del Evangelio llevó a Fray Juan Cobo (Alcázar de San Juan, Ciudad Real 1546?-1591), a predicar en China donde tradujo al chino algunas obras de Séneca y el Catecismo. Iluminado por el ascetismo, pero afincado en España permaneció Cipriano Suárez (Ocaña, Toledo, 1524-1593), que cursó Humanidades antes de tomar los hábitos de la Compañía de Jesús, desde la que enseñó durante siete años Humanidades y veinte, Sagrada Escritura, labor para la que estaba especialmente dotado.

A ellos debemos sumar el nombre del toledano Francisco de Fuensalida, nacido en la segunda mitad del siglo XVI, escritor ascético y clérigo secular que dio clases de latín en Ávila y fue capellán de Don Pedro de Ávila, Marqués de las Navas; y el de Gabriel Vázquez de Belmonte (Villaescusa de Haro, Cuenca ca.1549 - 1604) jesuita, teólogo muy docto, que ganó reputación como uno de los hombres más sabios de su tiempo. La de Fernando de Mena (Socuéllamos, Ciudad Real ca. 1520–1585) es la semblanza del médico humanista, que prestó su energía intelectual a interpretar a Galeno y tradujo la Historia de Teágenes y Cariclea de Heliodoro. A ese mismo perfil responde al del albaceteño Miguel Sabuco Álvarez, autor de Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos, la cual mejora la vida y salud humana, obra también atribuida a su hija, Oliva Sabuco de Nantes Barrera, que recibió el magisterio del Alcaraceño Pedro Simón Abril (Alcaraz, Albacete 1530-1595), acaso el más grande de los humanistas castellano-manchegos del XVI, autor de gramáticas latinas y griegas, y de manuales en romance, producto de su interés por la didáctica de las disciplinas humanísticas. Fama como latinista y preceptor especialista en esta disciplina se granjeó también el cifontino Melchor de la Cerda (Cifuentes, Guadalajara, ca. 1550). La extensísima y brillante nómina de humanistas castellano-manchegos del XVI se completa con la figura de otro ayo de príncipes, García Loaysa y Girón (Talavera de la Reina, Toledo, 1542-¿?) que recibió una esmeradísima educación y que, por sus muchos conocimientos, fue traído a la Corte por Felipe II, que le responsabilizó de la formación del príncipe heredero. Destacó su tentativa de conciliar aristotelismo y platonismo a la manera de León Hebreo o Fox Morcillo…

El siglo XVII

La idea del desengaño barroco, tan propia de este tiempo, se ajustaba muy bien a la vida contemplativa que exigía, como actitud, cierta concepción del humanismo. Tal vez por ello, el siglo XVII vio nacer a importantísimos humanistas castellano-manchegos. Por su altura intelectual y la relevancia y eco de su obra, citaremos, en primer lugar, a Bartolomé Ximénez Patón (Almedina, Ciudad Real,1569-1640), ya traído por nosotros a estas mismas páginas. Ximénez Patón fue autor del más importante manual de retórica de la época, Mercurius Trimegistus, sive de triplici eloquentia (1621). Su predicamento se proyectó sobre autores como Fernando de Ballesteros y Saavedra Muñoz y Torres (Villahermosa, Ciudad Real, 1576-1657) que trabó amistad no solo con Jiménez Patón, sino también con Pedro Simón Abril y con Francisco de Quevedo, con quien mantuvo una activa correspondencia epistolar. Le debemos obras en que se trasluce una extraordinaria erudición, como sus Observaciones a la Lengua Castellana y De la Elocuencia Española. Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645) desplegó una importante actividad como traductor de autores en griego (Anacreonte, pseudo Focílides y Plutarco), en latín (Marcial, Persio y Juvenal) y textos en hebreo (Lamentaciones de Jeremías). Entrañable amigo de Quevedo, al que asistió hasta su muerte y del que fue editor póstumo, persona con acusada inclinación a las letras desde su infancia y discípulo de Ximénez Patón fue Gonzalo Navarro Castellanos (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1616-¿? ); su profunda formación propició que se le encomendara la educación del Marqués de Villena. El siglo XVII acogerá aún un extraordinario interés por la paremiología, tan afecta a los erasmistas de la centuria anterior; en esa corriente de «filosofía popular», destaca el valdepeñero Jerónimo Martín Caro y Cejudo (Valdepeñas, Ciudad Real, 1630-1712), seguidor de las ideas gramaticales de El Brocense, comentador de Nebrija y, sobre todo, compilador de un conjunto de Refranes, y modos de hablar castellanos, con latinos que les corresponden, juntamente con la glossa, y explicación de los que tienen necesidad de ella... A esta misma corriente que induce a los humanistas a la compilación de adagios al modo de Erasmo pertenece el ocaniense Luis Galindo ( ), a quien debemos Las Sentencias filosóficas y verdades morales que otros llaman proverbios y adagios castellanos, obra inédita, cuyo manuscrito comprende diez volúmenes contenidos en la Biblioteca Nacional de Madrid. Cerramos la nómina de humanistas castellano-manchegos del XVII con el nombre de Pedro Bermudo (La Puebla de Montalbán, Toledo, 1610-¿?) jesuita que, en sintonía con otros intentos como el de Atanasius Kircher, Gerhard Vossius o Jhon Wilkins, en 1653 llevó a cabo el primer intento de elaborar en España una lengua universal artificial.

Los 296 campos de concentración de Franco


(Para leer el reportaje con fotos, pinchad el enlace superior)

El "holocausto ideológico" de Franco: 296 campos de concentración por los que pasaron casi un millón de españoles

El periodista e investigador Carlos Hernández publica este jueves 'Los campos de concentración de Franco', un exhaustivo estudio del sistema represivo creado por los golpistas del 17-18 de julio de 1936. 

Franco sabía del genocidio judío y ordenó salvar sólo a los españoles "indudables"

"Perded la esperanza. Solo saldréis de aquí por la chimenea del crematorio"

MADRID 11/03/2019 23:13 Actualizado: 11/03/2019 23:13 ALEJANDRO TORRÚS

En la España de Franco no hubo cámaras de gas. Tampoco se ideó una 'solución final' para acabar con los judíos o con los gitanos. No. La España de Franco tampoco ideó un plan para invadir a los países vecinos ni vistió de rayas a sus prisioneros. Franco no era Hitler. Pero había similitudes. En la España de Franco lo que hubo fue un "verdadero holocausto ideológico". "Una solución final contra quienes pensaban de forma diferente". 

Así lo expresa el periodista Carlos Hernández de Miguel que este jueves publica Los campos de concentración de Franco (Ediciones B), una investigación de tres años en los que al autor documenta y explica, como nunca antes hasta la fecha, el sistema represivo y de concentración creado por los golpistas del 17-18 de julio de 1936 y que pervivió, aunque en una versión suavizada en algunos aspectos, "hasta después de la muerte del tirano en noviembre de 1975". 

Y es que para los golpistas, la Guerra Civil tuvo en muchos aspectos poco de guerra y mucho de depuración ideológica. Así, los campos de concentración franquistas nacieron apenas 24 horas después del golpe de Estado como parte de un "plan preconcebido por los sublevados" con el objetivo de "sembrar el terror y eliminar al adversario político". El propio general Franco dejó dicho que en una guerra como la que vivía España era preferible "una ocupación sistemática de territorio, acompañada por una limpieza necesaria" que una rápida victoria militar "que deje al país infectado de adversarios".

Así, la idea que más se repetía era la de "limpieza". "Limpiad esta tierra de las hordas sin Patria y sin Dios", diría José María Pemán, intelectual y propagandista de los sublevados. El general Mola, en sus directrices previas al golpe, pidió "eliminar los elementos izquierdistas: comunistas, anarquistas, sindicalistas, masones....". El objetivo también lo señaló el general navarro: "El exterminio de los enemigos de España". El oficial de prensa de Franco, Gonzalo de Aguilera, de hecho, puso número a esa "limpieza". Según sus cálculos, había que "matar, matar y matar" hasta "terminar con un tercio de la población masculina de España". 

El primer paso para ejecutar esta limpieza fue la creación de campos de concentración. Durante los primeros meses de guerra, cada comandante militar de cada provincia y cada general al mando de una unidad fueron abriendo campos en el territorio de su influencia. Solo a partir de julio de 1937, con la creación de la Inspección General de los Campos de Concentración de Prisioneros (ICCP) por parte de Franco se comenzó a "centralizar la gestión". El impacto de esta orden de Franco, sin embargo, fue limitada. Cada general quería hacer y deshacer en sus respectivos campos de concentración. En ellos, no había prisioneros de guerra. No. Había "forajidos", "hordas de delincuentes" y "animales". El franquismo había negado a sus enemigos hasta los derechos de la Convención de Ginebra. 

¿Pero cuántos campos de concentración hubo en la España de Franco? Hay dos respuestas a esta pregunta. La primera respuesta la aporta Carlos Hernández, autor también de la obra Los españoles de Mauthausen: "Solo hubo uno y se llamaba España. La nación entera, a medida que fue siendo conquistado su territorio por las tropas rebeldes, se fue convirtiendo en un gigantesco recinto de concentración. Un recinto en el que, inicialmente, todos sus internos eran culpables".

"La nación entera, a medida que fue siendo conquistado su territorio por las tropas rebeldes, se fue convirtiendo en un gigantesco recinto concentracionario"

La segunda respuesta la aporta el mismo autor con su investigación exhaustiva de los últimos tres años: 296 campos de concentración repartidos por todo el Estado con Andalucía y la Comunidad Valenciana a la cabeza de este ránking de la infamia. El primero de ellos, de hecho, se abrió apenas 48 horas después del golpe de Estado del 17-18 de julio en Zeluán, a unos 25 kilómetros al sur de Melilla, en el antiguo protectorado de Marruecos, donde comenzó el golpe. 

También, el campo de fútbol del Viejo Chamartín, donde jugaba el Madrid, se convirtió en un campo de concentración. Y el Stadium Metropolitano, donde disputaba sus partidos hasta 1966 el Club Atlético de Madrid. Las plazas de toros de la mayoría de localidades del país, como la de Las Ventas (Madrid), la de Alicante, la de la Manzanera en Logroño o la de Baza, en Granada, fueron convertidas en campos de concentración. Igualmente muchos edificios religiosos también fueron utilizados con este fin. ¿Ejemplos? El Monasterio de San Salvador en Celorio (Asturias), el Monasterio de la Merced en Huete (Cuenca), el de la Caridad, en Ciudad Rodrigo (Salamanca) o el de San Clodio, en Ourense, hoy convertido en un hotel & spa.  

Por todos estos pasaron circularon entre 700.000 y un millón de españoles, según ha estimado el autor de la obra. ¿Y cuántos murieron en ellos? Así responde Hernández de Miguel: "El número de víctimas directas supera con creces los 10.000 y el de indirectas es incalculable si tenemos en cuenta que los campos fueron lugar de tránsito para miles y miles de hombres y mujeres que acabarían frente a pelotones de fusilamiento o en cárceles que especialmente en los primeros años de la dictadura fueron verdaderos centros de exterminio". 

"Exterminio también porque los cautivos apenas recibían comida y no disponían de las más mínimas condiciones higiénicas ni sanitarias. En lugares como Albatera (Alicante), la plaza de toros de Teruel o el campo de fútbol del Viejo Chamartín, en el que jugaba el Real Madrid, hubo miles de hombres y centenares de mujeres muriéndose literalmente de hambre. En Orduña (Vizcaya), Medina de Rioseco (Valladolid), Isla Saltés (Huelva) o San Marcos (León) perecían de tifus exantemático, pulmonías y tuberculosis", cuenta el libro. 

El primer objetivo de estos campos, además de infundir el terror a toda la población, era clasificar a los cautivos. Para ello, crearon una suerte de tres categorías: "asesinos y forajidos o enemigos de la patria española", que debían ser fusilados o condenados a largas penas; los "bellacos engañados", que podían ser "reeducados mediante el sometimiento, la humillación, el miedo y los trabajos forzados"; y, por último, los "simples hermanos", considerados 'afectos' al Movimiento y que eran liberados o incorporados a las filas del Ejército franquista.

Los fusilamientos, de hecho, se produjeron sin ningún tipo de control durante los primeros meses. Después, se fueron organizando los juicios sumarísimos donde se condenaba a muerte a 20 o 30 presos a la vez. Pero, además, de ser el escenario de una "selección ideológica" y de "lugar de exterminio", los campos sirvieron como lugar de "reeducación". "Franco apostó por eliminar a los irrecuperables y tratar de sanar al resto mediante el sometimiento, la humillación, la propaganda y el lavado de cerebro". ¿Cómo funcionaba esta reeducación?

"Los cautivos eran sometidos a un proceso de deshumanización"

"Los cautivos eran sometidos a un proceso de deshumanización. Despojados de sus pertenencias más personales, la mayor parte de las veces eran rapados al cero e incorporados a una masa impersonal que se movía a toque de corneta y a golpe de porra. Las condiciones infrahumanas en el campo les degradaban psicológicamente desde el primer momento", escribe Carlos Hernández. 

En estas condiciones, los presos eran obligados a formar un mínimo de tres veces al día, cantar el Cara al sol y otros himnos franquistas y rendir honores a la bandera rojigualda haciendo el saludo fascista a la romana. Asimismo, la ICCP ordenó que en los campos se impartieran diariamente dos horas diarias de charlas de adoctrinamiento con temas como Errores del marxismo, Los fines del judaísmo, la masonería y el marxismo o El concepto de España imperial. 

"La Iglesia jugó un papel fundamental en esta tarea 'reeducativa'. En los campos de concentración se reflejó claramente la identificación absoluta de métodos y objetivos entre esta institución, los golpistas y la posterior dictadura. A diferencia de lo que ocurría con la figura del médico, la del capellán nunca se echó de menos en estos recintos. Generalmente con el mayor de los ardores, los sacerdotes lanzaban agresivos y amenazantes sermones a los prisioneros y ejercían de profesores en las clases patrióticas", relata Carlos Hernández. 

La libertad que no llega

Prisioneros del campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos) trabajando en la construcción de una carretera cercana.- BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA
Prisioneros del campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos) trabajando en la construcción de una carretera cercana.- BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA
El 1 de abril de 1939, hace ahora casi 80 años, Franco dio por concluida la Guerra Civil con aquel mensaje radiofónico de "cautivo y desarmado el Ejército rojo han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares". Sin embargo, la paz no llegó. En ese preciso momento, el número de españoles en campos de concentración superaba "holgadamente" el medio millón, según los cálculos de Hernández. Muchos otros continuaban presos, pero ahora en batallones de trabajadores. 

En noviembre de 1939, de hecho, Franco ordenó cerrar la práctica totalidad de los campos de concentración. De la noche a la mañana numerosos recintos pasaron a depender de la Dirección General de Prisiones o de otras instituciones. En algunos de ellos se evacuó a quienes no habían sido juzgados y solo permanecieron los internos que cumplían condena. En otros establecimientos, por el contrario, solo se procedió al cambio de denominación oficial.

Los ciudadanos que consiguieron abandonar el campo de concentración con vida tampoco alcanzaron la libertad definitiva y real. Cientos de miles de hombres y mujeres siguieron siendo prisioneros durante décadas en las localidades en las que residieron.

"Un buen porcentaje de ellos volvieron a ser detenidos, encarcelados o fusilados tras ser sometidos a nuevos procesos judiciales. Quienes estaban en edad militar tuvieron que hacer la 'mili de Franco', iniciando un nuevo período de cautiverio y trabajo esclavo. Todos, casi sin excepción, permanecieron para siempre vigilados y marginados social y económicamente: los empleos y los nuevos negocios fueron solo para quienes habían combatido en las filas del Ejército vencedor", concluye Carlos Hernández. La guerra había terminado. Ahora comenzaba una vida de pobreza y miseria.

jueves, 7 de marzo de 2019

La purga

Cada vez que veo a Santiago Abascal tengo una extraña sensación como de vómito y purgante. Se abren los Cielos y una Vox me dice: "Dios bendiga a nuestros nuevos franquistas fundadores, y a España, una nación renacida".  Y eso de "Santiago (Abascal) y cierra España". Como un capitán Pedo que, al mando de la Cruzada del Valle de los Caídos y demás zombis, quisiera dejarnos sin moros, que los paice morondanga. Incluso sin catalañistas, el nene, al que quemarán como ninot en las Fallas, ya que quiere Inquisición. Que le llaman nene porque su marcial e infantil apostura le atrae los encantos de pedófilos como Sánchez Dragó y presuntos como el de Lleida, de cuyo abrasivo afecto intenta despegotearse ("quita, quita, no me porculices, que tú eres ex illis"), y no precisamente los de violadores de sepulturas. Es un nene estaláctico que chupa de alguna estalacteta. 

¡Evoé! Sin duda Santiago Matamoros Abascal ha salido de alguna cavidad, y no precisamente de la nada platónica del honesto y torturado Ortega Lara. Canastos, tal vez incluso de Atapuerca o de la Quinta del Sordo. Hay algo profundamente inmoral en lo que dice y sobre todo en lo que no dice; Abascal no puede gobernar, es más, no debe gobernar, ni solo ni en compañía de otros, porque esa compañía sería complicidad, si es que no me he confundido de película.

Cuando se estaba cocinando la Revolución Francesa, no precisamente una tortilla, Goethe escribió sus Epigramas venecianos (1796). Es lo que deberían leer todos los políticos, y no a Maquiavelo:

Todos los apóstoles de la libertad me resultaron siempre abominables;
al final lo que buscaban era obrar a su antojo.
Si quieres liberar a muchos atrévete a servir a muchos.
¿Quieres saber qué tan peligroso es? ¡Inténtalo!

Goethe citaba a Jesucristo, pero mal; "mande a muchos el que sepa servir a muchos" (Mc, X, 34-35) es lo que decía el Nazareno, un rey que sabía que para gobernar es más necesaria la ética que la política; desde luego era peligroso, se puede saber, pero no se puede poder, ya que el poder es en sí mismo maldad, y por ello acabó como acabó sin ni siquiera intentarlo; lo más peligroso que hizo fue atacar a la Banca a las puertas del Templo (solo los bancos eran capaces de sacar de quicio a Jesucristo). Ningún político sería capaz de hacer tal cosa hoy en día. La Banca ha aprendido la lección y ahora sigue cerca de los templos... pero a cierta distancia: deja su lugar a los mendigos, para disimular. 

"Dime, ¿no actuamos bien? Debemos engañar a la chusma.
Mira qué torpe y salvaje es, mira qué estúpida se muestra".
Te parece torpe y estúpida porque la están engañando.
Sean honestos y la chusma, créanme, será humana y sensata.

Esto es, el ejemplo lo tienen que dar los de arriba, no los de abajo. Las leyes deben ser más duras con el poderoso. Justo al revés de lo que ocurre; es increíble la ternura, el amor, el afecto sin límites que la justicia prodiga a sus amados y afectos aforados. Es la ética la que garantiza la efectividad de las leyes y no al revés. Pero las leyes que tenemos no garantizan la ética. Ese es el problema fundamental: la justicia no garantiza que se haga lo correcto. La psicología social ha probado (y experimentalmente, ad nauseam, por dar solo un nombre, Daniel Batson) que el altruismo es ingénito y natural en la especie humana de forma individual y son otros factores los que tuercen su alcance; y así es que todavía se siga practicando una política no altruista.

Se dice que los reyes quieren el bien y los demagogos también;
y sin embargo los individuos como nosotros se equivocan.
Jamás consiguen las masas querer algo por sí mismas, ya lo sabemos.
Pero el que sepa querer por todos, que lo demuestre.

Es verdad, con todo, que Goethe dijo "prefiero la injusticia al desorden", y por eso, aunque admiraba lo que estaba ocurriendo, escribió lo siguiente:

Que los grandes reflexionen sobre el triste destino de Francia;
empero, los pequeños deberían reflexionar más todavía.
Los grandes sucumbieron, pero ¿quién protegió a las masas
de las masas? Las masas se convirtieron en tiranos de las masas.

Las artes de la mentira que tanto cultivan los políticos triunfan porque la gente no está acostumbrada a lidiar con ellas, ya que son más honestas. Los que sabemos algo de comunicación sabemos que existen dos tipos de predicados: los apofánticos y los retóricos. Los apofánticos intentan llegar a conclusiones, y solo pueden llegar a ser verdaderos o falsos. Pero hay una tercera categoría más allá de la verdad o de la falsedad, que es el absurdo. Y los predicados retóricos son sencillamente absurdos, porque no pretenden llegar a conclusiones, sino solo marcar actitud o intención. Hay tres palancas que mueven la opinión: la razón, la pasión u odio y el modelo o amor (logos, pathos, ethos) Los predicados apofánticos siempre llegan a un acuerdo o conclusión razonable, los retóricos solo pretenden exhibir narcisistamente una opinión, mostrar una postura. Que más que marcisismo es nazisismo, narcimismo o narcinismo. Y eso es lo propio de los debates televisivos: mostrar odios o seducción, pero no mostrar razones, buenas o malas, ni llegar a conclusiones, cuanto más a acuerdos. Los debates no apofánticos tendrían que estar prohibidos, pero por desgracia la televisión, la radio y la prensa no persigue llegar a conclusiones porque eso cierra el negocio; son los retóricos los que mueven más el voto, los que generan más venta. La razón aburre, no es espectáculo. Según los sociólogos, el espectáculo es lo que mueve al ochenta por ciento de la sociedad. Malos políticos tenemos cuando no son nada apofánticos; la sociedad debería de encontrar formas de purgarse de ellos; pero la sociedad ama la retórica.

Frédéric Martel. Un sociólogo que explica la homosexualidad en la Iglesia

ENTREVISTA Frédéric Martel

"En la Iglesia, los que tratan de ocultar su homosexualidad son los homófobos"

IRENE HDEZ. VELASCO

Jueves, 7 marzo 2019 - 09:08

El escritor publica 'Sodoma. Poder y escándalo en el Vaticano'. "La homosexualidad en el Vaticano no es una singularidad sino un sistema... Y España es la quintaesencia del sistema", dice

Edad: 51 años. Carrera: Es doctor en Sociología, periodista y Caballero de la Orden de las Artes y de las Letras de Francia. Por qué lo entrevistamos: Después de una investigación de cuatro años en el Vaticano y en 30 países, de hablar con unos 40 cardenales y cientos de obispos y sacerdotes, publica 'Sodoma', un ensayo de 635 páginas sobre la homosexualidad en la Santa Sede y en la Iglesia, que sale a la venta en España el próximo 14 de marzo. Qué otras obras tiene: Es autor en total de 10 libros, entre los que destacan 'Cultura Mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas' y 'Smart', una investigación sobre internet. Libro de cabecera: 'Una temporada en el infierno' ('Une saison en enfer', en francés), de Rimbaud. Película preferida: 'Diario de un cura rural' ('Le Journal d'un curé de campagne'), de Bresson. Su proyecto vital: "Soy un escritor, así que espero seguir escribiendo libros y teniendo lectores"

En el Antiguo Testamento, Sodoma era una ciudad de gente perversa y depravada que había cometido un pecado gravísimo e imperdonable: el de la homosexualidad. Por ese motivo Dios la destruyó, arrasándola con fuego y azufre.

No es casual que el nuevo libro del sociólogo, escritor y periodista francés Frédéric Martel (Châteaurenard, 1967) lleve por título Sodoma: Poder y escándalo en el Vaticano. Se trata de un colosal ensayo de 635 páginas fruto de cuatro años de investigación (durante los cuales ha pasado una semana al mes en Roma y ha viajado a 30 países) que no sólo revela la presencia mayoritaria de homosexuales en el clero, la jerarquía de la Iglesia católica y, sobre todo, en el Vaticano, hasta el punto de estructurar esa institución y de definirla. Además, Sodoma denuncia cómo muchos de los cardenales más homófobos y tradicionalistas que arremeten contra los gays lo hacen para intentar ocultar así su propia homosexualidad.

Sodoma salió a la venta la semana pasada en una veintena de países y ya es número uno de ventas en Francia, Suiza, Holanda, Bélgica, Portugal... «El libro le está llegando a la gente, creo que porque les confirma lo que ya sospechaban», señala Martel. En España se publicará el próximo 14 de marzo de la mano de Roca Editorial.

PREGUNTA.- La homosexualidad, según su investigación, está muy extendida en el Vaticano y albergaría una de las mayores comunidades gays del mundo. Pero, tradicionalmente, la Iglesia ha mantenido posiciones muy críticas hacia la homosexualidad. ¿Cómo se explica?

RESPUESTA.- Es complejo pero hay una serie de elementos que lo explican. En los años 50, 60 y 70, incluso antes y probablemente después, cuando alguien era gay en una pequeña localidad de España, Italia, Portugal, Francia o cualquier otro lugar y descubría que había algo equivocado en su sexualidad -y digo equivocado porque así se entendía en aquella época-, cuando descubría que no le atraían las chicas, que no quería casarse, que la gente hacía burlas sobre él, ese alguien en muchas ocasiones decidía hacerse sacerdote. Es muy simple: como cura vives rodeado de hombres, no tienes que casarte, puedes vestir como te dé la gana, la gente que se burlaba de ti ahora te considera un santo... Esta forma de funcionar es una regla sociológica. Lo que acabo de describirle es la vida de cientos de miles sacerdotes en España, Italia, Portugal, en todos lados. Algunos ni siquiera estaban seguros de ser gays, simplemente no entendían lo que les pasaba pero sabían que había algo equivocado en ellos. Y otros eran homófilos, no les gustaban las chicas pero tampoco mantenían relaciones sexuales con hombres. Para todos ellos convertirse en cura era la solución.

P.- Entonces, ¿la homosexualidad en la Iglesia en general y en el Vaticano en particular no es una excepción sino algo mayoritario, un sistema, un patrón sociológico?

R.- Exacto. La homosexualidad es algo masivo. No es un accidente, no se trata de que haya ovejas negras, no hay un lobby gay. Hay una clarísima mayoría gay.

P.- Denuncia que muchos homosexuales en el Vaticano viven una doble vida, una vida secreta...

R.- Hay muchos tipos de situaciones. Por un lado hay homófilos: no mantienen relaciones sexuales pero tienen una psicología homosexual, una cultura homosexual, un modelo de pensamiento y de comportamiento homosexuales. Luego están los homosexuales propiamente dichos, pero algunos no son activos y tratan de corregirse, se flagelan, se autocastigan, se odian a sí mismos. Tenemos también a homosexuales con un amante regular, lo ocultan pero asumen que en privado pueden mantener relaciones. Y también hay gente con muchos amantes, gente que incluso recurre a la prostitución masculina, que participa en fiestas con sexo y drogas. Pero mi libro no trata sobre los extremos, no se centra en la prostitución y en las fiestas con sexo y drogas, aunque eso forme parte del panorama. Mi libro se ocupa fundamentalmente de la sexualidad común de la mayoría de la gente en el Vaticano y en cualquier lugar de la Iglesia. Y es una mayoría silenciosa. Yo no creo que en el Vaticano todo el mundo practique sexo, creo que es un lugar con muchos homófilos, muchos homosexuales y gente que incluso no sabe lo que es, que tiene problemas con su sexualidad.

P.- ¿Sin la homosexualidad no se entiende a la Iglesia católica?

R.- No, no se entiende. No pretendo con este libro hacer outing (hacer pública la homosexualidad de una persona sin su consentimiento) ni sacar del armario a nadie. Este libro no trata de si este cardenal, aquel obispo o ese sacerdote son gays. Lo que me interesaba era explicar que la homosexualidad configura un sistema y que es algo que tiene una gigantesca influencia en la Iglesia, en su doctrina, en su organización y funcionamiento. La homosexualidad explica muchas cosas, explica la doctrina de la Iglesia sobre el celibato, el condón, la castidad...

P.- Y exactamente, ¿cómo explica eso la homosexualidad?

R.- Los sacerdotes y cardenales que con más agresividad defienden el celibato, los que con más agresividad defienden la prohibición de que las mujeres sean ordenadas sacerdotes, lo hacen porque quieren que la Iglesia siga siendo una cosa sólo de hombres, quieren evitar a toda costa que los sacerdotes se puedan casar. Y lo hacen porque son gays. Detrás de la guerra contra el Papa Francisco también se encuentra la homosexualidad. Se encuentra incluso en el ocultamiento de los abusos sexuales contra menores perpetrados por sacerdotes.

P.- ¿En qué sentido?

R.- Obviamente, no hay ninguna relación entre homosexualidad y abusos sexuales, ninguna. De hecho, la mayoría de los abusos sexuales que se cometen en el mundo son heterosexuales y tienen como víctimas a mujeres. Eso está claro. Pero en la Iglesia hay una particularidad. El 85% de los abusos sexuales en la Iglesia, si no más, son cometidos por sacerdotes contra hombres adultos, la mayoría de ellos seminaristas, o contra menores de edad. En la Iglesia, los abusos sexuales son abusos homosexuales. Hay muchos y complejos motivos para explicarlo. Lo primero, muchos de los casos están relacionados con una homosexualidad no asumida, lo que conlleva una vida esquizofrénica, una doble vida. El problema no es la homosexualidad, el problema es la mentira, esa doble vida.

En segundo lugar, en la Iglesia hay una muy arraigada y profunda cultura del secreto respecto a la sexualidad, mejor dicho a la homosexualidad, de la mayoría de los obispos, curas y cardenales. Y esa cultura del secreto ha sido utilizada por los abusadores para ser protegidos por el sistema, aunque el sistema no fuera creado para proteger eso. Y, en tercer lugar, muchos obispos que han encubierto abusos sexuales, yo diría que la gran mayoría, son gays, y han protegido al abusador para protegerse a sí mismos, por miedo a que su homosexualidad saliera a la luz, por miedo a ser chantajeados, al escándalo, a los medios...

P.- El cardenal Pell, número tres y responsable de finanzas del Vaticano hasta su destitución el pasado domingo, ingresó hace días en prisión tras ser declarado culpable de cinco delitos de abuso sexuales sobre dos menores. Sale en su libro...

R.- He conocido en persona a George Pell, le he entrevistado en Roma para mi libro y, sí, sale en él. Pell es un enemigo del Papa Francisco, cuando me reuní con él estuvo todo el tiempo criticándole por su visión progresista sobre la moralidad. Atacaba al Papa por considerarlo demasiado gay friendly, muy pro-gay. Pero probablemente Pell es homosexual y, atendiendo a lo que ha dicho la Justicia, es un abusador de menores. Pell representa la esquizofrenia que hay en la Iglesia, la doble vida, la hipocresía, el conservadurismo, los homófobos que atacan al Papa por su apertura hacia los gays cuando ellos mismos son gays y, en el caso de Pell, abusador de niños. Porque hay muchos así.

P.- ¿Por ejemplo?

R.- McCarrick, el cardenal de Washington, es el mismo caso, y también está Luigi Ventura, el nuncio en París, de quien se descubrió hace una semana que podría haber agredido sexualmente a dos hombres adultos, que está ahora siendo investigado por la Justicia francesa y que es conocido por su homofobia. Y probablemente, cuando fue nuncio en Chile encubrió algunos casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes. MacCarrick, Pell y Ventura representan la esquizofrenia del sistema. En la Iglesia hay una regla muy sencilla: cuanto más homófobo es alguien, cuanto más ultraconservador es, más homosexual resulta ser.

P.- Usted cita, por ejemplo, a los cardenales españoles Antonio Cañizares y Antonio Rocuo Valera como pertenecientes al ala más conservadora y tradicionalista...

R.- No sé nada de la vida del cardenal Cañizares o del cardenal Rouco Varela. Pero lo que le puedo decir es que cuando alguien está obsesionado por la cuestión gay, en general hay algo detrás. E insisto: no estoy hablando en particular de ellos. Pero la mayoría de los cardenales que he conocido que son claramente heterosexuales no están en contra de los gays, al revés, por lo general se muestran amigables hacia los gays, no están obsesionados. Y lo contrario: cuando alguien de la Iglesia está obsesionado con la homosexualidad tenemos buenos motivos para pensar que ese alguien es homosexual y que trata de ocultarlo con sus críticas feroces hacia los gays.

P.- ¿También en la batalla contra el Papa Francisco que libran los sectores ultraconservadores se encuentra la cuestión homosexual?

R.- Le diré que al principio yo no era muy fan del Papa Francisco. Soy el típico laico francés, no soy católico, deje de serlo cuando tenía 12 años. El Papa es argentino, es jesuita, es peronista y un día está a favor de los gays y al día siguiente en contra, así que al principio no me gustaba mucho. Pero cuando empecé a hacer mi investigación, para la cual pasé una semana al mes en Roma durante cuatro años y viajé a 30 países, poco a poco empecé a darme cuenta de que había algo extraño en los ataques al Papa por parte de los cardenales ultraconservadores. Me di cuenta de que mentían, de que atacaban al Papa por ser amigable hacia los gays cuando ellos son lo que Francisco llama «los rígidos con una doble vida», cardenales esquizofrénicos, hipócritas, con una vida secreta. El Papa está en medio de una guerra promovida por cardenales de la ultra-derecha que tienen como objetivo echarle, sacarle de la Iglesia. Son cardenales muy homófobos y al mismo tiempo gays. Ahora que lo he entendido soy un gran admirador de Francisco.

P.- Entre los 30 países a los que ha viajado para llevar a cabo esta investigación se encuentra España. ¿Qué ha encontrado?

R.- He viajado mucho por España, cuatro o cinco veces. Empecé a hacer mi investigación en el Vaticano, pero luego viajé a varios países, España incluida. Mi objetivo era constatar si la homosexualidad era algo limitado al Vaticano o si estaba en todos los países, en todos los episcopados. Me sorprendió encontrar exactamente el mismo patrón en todos lados. Especialmente en España. Creo que, después de Roma en Italia, España es el país más interesante. España es la quintaesencia del sistema. Todo lo que encontré en Roma descubrí que existía exactamente igual en España, en la conferencia episcopal española, en Francia, en Estados Unidos, en Chile, en Argentina, en Colombia, en México... Y fue eso lo que me hizo ver que la homosexualidad en el Vaticano no es una singularidad, sino un sistema.

P.- Sostiene que cuanto más se asciende en la jerarquía católica más numerosos son los gays. Dice incluso que tres de los últimos cinco Papas eran homófilos...

R.- Bueno, en realidad eso no lo digo yo, es algo que me dijo un arzobispo. Como tampoco soy yo el que dice que el 80% de la gente en el Vaticano es gay, es lo que me dijo un sacerdote.

P.- Pero usted se hace eco de esas afirmaciones...

R.- Sí. Me hago eco de eso porque son cosas que me dijeron personas que saben de lo que están hablando. Yo no doy esas cifras por descontadas, pero creo son valiosas porque proceden de personas que conocen bien la situación. Yo no discuto de cifras, no discuto de nombres. Mi libro no va de hacer outing, yo no saco a nadie del armario, excepto a personas que llevan mucho tiempo muertas, cuya homosexualidad ha sido desvelada por medios de comunicación o que han cometido abusos sexuales y han sido condenados por ello. Insisto: yo no hago outing. Lo interesante no es la vida de este o aquel sacerdote, sino el sistema. Yo no hago outing con sacerdotes, obispos o cardenales, yo hago outing con el Vaticano.

P.- Pero usted sí dice que cuanto más se sube en el escalafón de la Iglesia más homosexuales hay, ¿no?

R.- Sí, esa es una afirmación mía. De nuevo, se trata de una cuestión sociológica. La Iglesia atrae a los gays y a las personas que tienen problemas con su sexualidad y los promociona dentro del sistema. Los sacerdotes identifican a los seminaristas, los obispos identifican a sacerdotes , los cardenales identifican a obispos... Y así, según se va subiendo en la jerarquía cada vez hay más gays. Yo no creo que el Vaticano sea un lugar en el que todo el mundo practique sexo, creo que es un lugar con muchos homófilos, muchos homosexuales y gente que incluso no sabe lo que es, que tiene problemas con su sexualidad.

P.- Si no pretende hacer outing, ¿qué pretende con este libro?

R.- Yo soy gay, abiertamente gay, y no tengo ningún problema en que haya sacerdotes, obispos o cardenales gays, para nada. Mi libro no denuncia o critica la homosexualidad, denuncia la hipocresía. Además, el que la Iglesia sea un sistema homosexual en el que la mayoría de la gente es gay es algo que tiene consecuencias en la moral, la doctrina y la organización de esa institución y la guerra que se está viviendo en este pontificado. Ese es mi único objetivo. La Iglesia está atrapada, se encuentra en un callejón sin salida, está muriendo porque no dice la verdad. Yo estoy a favor de la verdad y creo que mi búsqueda de la verdad es de alguna manera parecida a la búsqueda de la verdad del Papa Francisco.

P.- ¿Tenía que ser un periodista francés, no católico y gay como es usted el que hiciera esta investigación?

R.- Los vaticanistas, los periodistas que cubren el Vaticano, están bien informados sobre la homosexualidad en la Santa Sede. Hablé con varios de ellos y me lo confirmaron, lo sabían todo. Pero también me dijeron que si lo publicaban su carrera se acabaría. Ese es también el motivo por el que un libro como el mío no se había hecho antes. Y siento mucho decirlo, pero un periodista heterosexual tampoco tiene los códigos para entender el sistema, para comprender la red. Es por eso por lo que este libro lo he hecho yo: un francés, sociólogo , periodista -pero no vaticanista- y gay. Tan simple como eso.

P.- Si la homosexualidad mayoritaria es el secreto mejor guardado de la Iglesia y del Vaticano, ¿cómo se las ha apañado para hablar con 40 cardenales y cientos de obispos y sacerdotes?

R.- Bueno, en eso consiste mi trabajo, y llevo mucho tiempo realizando investigaciones como esta. Mi primera técnica de investigación es volver. Nunca acepto un 'no' como respuesta, si me dicen 'no' vuelvo una y otra vez. Además, he contado con 27 sacerdotes o laicos gays que viven y trabajan dentro de Vaticano y que han sido mi principal fuente, que sabían lo que estaba haciendo y que me han ayudado en mi investigación. A través de ellos, y trabajando cuatro años en esta investigación, poco a poco he conseguido tener más acceso a sacerdotes y a cardenales. Es lo que se llama periodismo de inmersión: uno se sumerge en una realidad y describe lo que ve. Y eso es lo que yo he hecho. Pero nunca he mentido respecto a mi nombre, nunca he mentido sobre el hecho de que soy periodista, escritor y sociólogo, nunca he engañado a la hora de hacer una entrevista, siempre he respetado a quienes han aceptado hablar conmigo manteniendo el anonimato y sin que les grabara.

P.- Su libro ha sido muy criticado por la mayoría de los vaticanistas cuando lo presentó en Roma...

R.- Bueno conozco también muchos vaticanistas como Marco Politi o Gianluigi Nuzzi que han hecho reseñas positivas de mi libro. Otros, es verdad, lo han criticado. El libro está creando un debate internacional. Mire: yo he escrito un libro y habrá a quien le guste y a quien no, quien lo adore y quien lo odie. Yo no tengo una agenda política, un objetivo. Mi objetivo no es cambiar la Iglesia, mi objetivo era hacer una investigación y escribirla en forma de libro. Una vez hecho eso los católicos, los vaticanistas, la Iglesia, los sacerdotes, el que quiera, puede usar o no el libro para cambiar la Iglesia. Pero ese no es mi trabajo.

P.- ¿Ha recibido reacciones a su libro del Vaticano o de alguno de los cardenales con los que habló durante su investigación?

R.- Oficialmente el Vaticano no ha reaccionado, y yo tampoco la esperaba. Lo que le puedo decir es que hasta ahora nadie me ha señalado ningún error en el libro ni nada que no le guste. Probablemente ocurrirá, pero por ahora no ha sucedido.