viernes, 17 de julio de 2020

Sofismas de Javier Olivera Ravasi

Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (1-21)
Javier Olivera Ravasi, el 27.01.15

El que toma se emborracha
al que se emborracha le da sueño
al que le de sueño se duerme
el que duerme no peca
el que no peca va al cielo
y, si al cielo vamos, bebamos…

Durante el tiempo que nos encontramos en el ámbito internético hemos visto que, no pocas veces, las discusiones en los comentarios se dan a partir de diversos sofismas lógicos en los que se cae: mala interpretación de los términos, anfibologías, saltos de argumento, etc.

Como en nuestro espacio intentamos educar en la verdad, nos pareció oportuno dedicar unos cuantos posts al uso de los sofismas y el modo de refutarlos. Para ello, utilizaremos el hermoso libro del Dr. Camilo Tale, abogado y catedrático argentino, quien nos ha permitido publicar aquí esta joyita al alcance de todos.

Esperamos que sea de utilidad para… Que no te la cuenten P. Javier Olivera Ravasi

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INTRODUCCIÓN

Combatir las falacias es la razón de ser de la lógica. A. Sidgwick Fallacies, Introd[1].

      La Lógica es la ciencia por la cual conocemos las leyes que deben cumplirse para que los razonamientos sean correctos. Todos los procesos discursivos que contrarían tales leyes constituyen razonamientos inválidos, algunos de los cuales, sin embargo, ex­hiben el aspecto de un raciocinio correcto, y en tal caso se denominan falacias. El estudio de la Lógica, entonces, para ser completo, debe incluir la teoría sobre las falacias, o sea una teoría acerca de cómo los hombres se equivocan cuando discurren, y también de cómo los hombres pueden confundir a los demás cuando quieren persuadir.
      Algunas veces se expresan argumentos con plena conciencia de la falencia lógica, pero también suele incurrirse en ellos invo­luntariamente. Al respecto, es usual la distinción terminológica entre el paralogismo, que ocurre cuando alguien emite una falsa inferencia obrando de buena fe —es decir sin la intención de en­gañar a otro— y el sofisma o argucia, que es el argumento inco­rrecto empleado con el deliberado propósito de engañar a otro1. En materia de falacias ocurre algo análogo a lo que sucede con la moneda falsa: muchas personas suelen entregarla con intención de estafar a quien la recibe, pero también se da moneda falsa por error, creyéndola verdadera. En el desarrollo que sigue prescindiremos de esta distinción, pues para el estu­dio de las falacias desde el punto de vista lógico no importan las intenciones de las personas que las expresan sino los vicios de los argumentos.
      El Diccionario de la Lengua que edita la Real Academia Espa­ñola define el sofisma como «argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso». De acuerdo con este enunciado, se denomina sofisma el argumento lógicamente in­correcto, que conduce a una conclusión falsa; pero esta finali­dad no es necesaria para que tengamos un sofisma, pues también se esgrimen argumentos lógicamente incorrectos con el fin de tratar de dar por demostradas proposiciones que son ver­daderas. De manera que para que haya una falacia no se requiere la falsedad de la conclusión, sino que basta la invalidez del razonamiento.

      Un razonamiento puede fallar:

      a)  porque se parte de afirmaciones falsas o inciertas, como si fuesen afirmaciones verdaderas y ciertas (falla en las premi­sas), o

      b)  porque el procedimiento de inferencia es incorrecto (falla en el procedimiento)[2]. Claro está que pueden ocurrir las dos clases de defectos en una misma argumentación.

      Es necesario aclarar que no todos los razonamientos inváli­dos se llaman falacias, sino solamente aquellos que tienen cierta apariencia de razonamiento válido, y que precisamente por ello son capaces de producir engaño. Las falacias son entonces los argumentos inválidos que están revestidos de una apariencia capciosa.
      Se llama refutación el razonamiento que intenta destruir la tesis del adversario, o que se propone poner al descubierto la falacia o falacias presentes en el argumento del adversario[3].
      Dado que la refutación es un raciocinio, ella también puede ser un sofisma, y ello sucede cuando en realidad no afecta a la tesis que se propone destruir.
      Las especies de falacias son muchísimas. Enumerar exhaus­ti­vamente todas las formas posibles sería una empresa frustrada, pues no acabaríamos nunca. Alguien ha dicho que la variedad del error humano es un “ápeiron”, es decir algo infinito[4]. En estas notas nos limitaremos a consignar un elenco de los tipos más usuales de paralogismos, aquellos que suelen cometerse con fre­cuencia, tanto al escribir como al hablar. Quizás esto ayude al lector a advertirlos oportunamente, identificar su especie, y refutarlos cuando se tope con ellos. De los ejemplos que exponemos, algunos se han tomado del discurso de las ciencias filosóficas, pero mu­chos otros provienen de otras disciplinas o de la conversación cotidiana. En algunos razonamientos inválidos las falacias son fáciles de descubrir, pero en otros el error es más sutil.
      El tema que aquí nos ocupa tiene de suyo mucha importancia no solamente para la capacitación filosófica y pedagógica, sino para la formación intelectual en general. Su relevancia se acen­túa en nuestros días, si se tiene en cuenta cómo la propaganda política e ideológica que se emite por los “medios de comunicación de masas” se vale de falacias de diversa clase, por las que se inculcan errores en la mente de muchísimos in­dividuos, los cuales se repiten y reafirman luego en el seno del pueblo.
      El terreno del comercio de productos y servicios también es propicio para la vida de los sofismas, sobre todo en la publicidad que se dirige al público de potenciales consumidores. La lluvia de avisos publicitarios que rodean nuestra existencia contienen una legión de falacias. Alguien ha dicho, para expresar este abuso tan corriente, que «la verdad a medias es la esencia de la publicidad»[5].


[1] «El sofisma es un argumento especioso y capcioso, un paralogismo cuyo defecto es más o menos hábilmente disimu­lado. El sofisma entraña la idea de cierta habilidad en ilusio­nar a los demás, y si no la intención formal de engañar, por lo menos una mayor preocupación de convencer que de decir la ver­dad» (Edmundo Goblot, Vocabulario filosófico, trad. de la 6ª ed. francesa, voz So­fisma).
«Sofisma: argumento válido en apariencia, pero que en reali­dad no es concluyente, y que se adelanta para engañar a los de­más, o con el cual se contenta uno mismo bajo la influencia del amor propio, del interés o de la pasión» (André Lalande, Vocabula­rio técnico y crítico de la filosofía, El Ateneo, Bs. As., 1967, voz Sofisma).
La palabra “sofisma” deriva de “sofista”, porque los sofis­tas que enseñaron en la antigua Grecia en el s. V a.C. se inte­resaban más por persuadir que por llegar a la verdad en las dis­cusiones. «El arte de la sofística consiste precisamente en lo aparencial y no en la sabiduría real, y el sofista es aquel que comercia con una sabiduría aparente y no real» (Platón, El sofista, cap. I).
[2] «El error procede del fondo o de la forma: del fondo, cuando se toman por verídicas y ciertas, premisas que son erró­neas o dudosas; de la forma, cuando ya sea inconscientemente, ya sea conscientemente, se saca de las premisas una conclusión que no se desprende de ellas lógicamente» (Desiré Mercier, Lógica, t. II, Madrid, 1935, p. 30).
[3] Cfr. Aristóteles, Argumentos sofísticos I, 165.  «Refutación: discurso o escrito que muestra la falsedad de una afirmación» (Paul Foulquie, Dicc. del lenguaje filosófico. La­bor, Barcelona, 1967).
[4] Friedrich Ueberweg, System of logic, cap. Fallacies.
[5] Es una frase de Nicholas Samstag, cit. por Eric Clark, Los creadores de consumo. Sudamericana, Bs. As., 1989, p. 13.

CLASIFICACIÓN DE LOS SOFISMAS

I. SOFISMAS VERBALES

«La más natural y extendida causa (de los sofismas) es el uso torcido de las palabras. Efectivamente, como no es posible enta­blar una discusión trayendo las cosas mismas a ella, usamos en su lugar palabras, como en el caso de las piedras del que cal­cula. Pero no es igual, porque las palabras y el número de las locuciones son limitadas, mientras que las cosas son ilimitadas en número. Es, por tanto, forzoso, que una locución y que una palabra, signifiquen varias cosas». Aristóteles, Arg. Sof., I, 165 a).

«En verdad, no es la menor de las tareas del lógico indicar las trampas que pone el lenguaje en el camino del pensador». Gottlob Frege

Aristóteles, en su libro De los argumentos sofísticos[1], di­vidió las falacias en dos grandes grupos: las falacias “en la dicción” y las falacias “en el asunto”. Las primeras son aque­llas que provienen de la ambigüedad del lenguaje[2]. Esta ambigüe­dad puede estar en el sentido de un término, o puede hallarse en el sentido de toda una proposición, lo cual permite distinguir dos especies de sofismas verbales o lingüísticos: de homonimia, en el primer caso, y de anfibología, en el segundo.

A) Sofismas de homonimia

1. Sofismas de equivocidad

 Cuando dentro de un mismo razonamiento un término se toma una vez con un significado y otra vez con otro significado puede resultar un paralogismo. Esta especie se denomina “sofisma de equivocidad”, porque cuando se usa una palabra en dos sentidos di­versos se dice que se usa “equívocamente”, de acuerdo con el lenguaje técnico de la lógica[3].

      Cuando los dos significados del vocablo equívoco son total­mente distintos, es decir cuando pertenecen a esferas muy diver­sas de la realidad, no hay riesgo de engañarse (así por ejemplo en el uso equívoco de “lima” como fruta y “lima” como herra­mienta: a nadie podría engañar el argumento que dijese «Las limas son comestibles; algunas herramientas son limas; algunas he­rramientas son comestibles»). Pero cuando los sentidos no son totalmente distintos, hay ocasión de error. Así por ejemplo el siguiente argumento puede producir engaño:

[1]        La facultad más característica del hombre es la inteligencia.
El chimpancé posee inteligencia (pues es capaz de resolver un problema práctico, por ej. se le ocurre tomar una rama caída para bajar frutos de lo alto de un árbol).
La facultad más característica del hombre la posee también el chimpancé.

      El término “inteligencia” se ha tomado equívocamente, pues en la primera premisa se refiere a la capacidad de formar conceptos y de razonar (“entendimiento”), y en la segunda premisa se le hace significar la capacidad de sortear obstáculos para conseguir algo. Veamos otros ejemplos:

[2]
Los que no son libres, son incapaces de pecar.
Los esclavos no son libres.
Los esclavos son incapaces de pecar.

Puede advertirse que la palabra “libre” se ha usado equívoca­mente, porque en la primera premisa significa la libertad psi­cológica o libre albedrío, y en la segunda premisa significa la ­libertad física, es decir el estado de aquél que dispone ple­na­mente de su cuerpo y de su actividad.

[3]
 Los gobernantes deben ser servidores de su pueblo.
Los servidores hacen aquello que agrade a quienes sirven.
Los gobernantes deben hacer aquello que agrade al pueblo.

En la primera premisa la palabra “servidor” significa el que procura el bien o provecho de aquel a quien sirve; pero en la segunda premisa servidor significa sirviente, que es quien sa­tisface los deseos (y aun los caprichos) de aquel a quien sirve, como los empleados domésticos sirven a sus patrones.

[4] 
El fin de una cosa es su perfección.
(Así por ejemplo el fin de la semilla de palmera es la palmera adulta desarrollada).
La muerte es el fin de la vida.
La muerte es la perfección de la vida[4].

El término “fin” en la primera premisa se emplea con el signifi­cado de acabamiento o máximo desenvolvimiento de algo, o sea el punto de plenitud hacia el cual tiende el ser de la cosa en su crecimiento, como cuando se dice que el fin de una semilla es el árbol adulto correspondiente. Pero el mismo término “fin” en la segunda premisa se emplea con el significado de último aconteci­miento o momento en el cual una cosa deja de existir. Ambos sig­nificados son legítimos en castellano; pero resulta ilegítimo el confundirlos en el curso del razonamiento, como sucede en el ejemplo dado.

      Cuando un término se usa varias veces, pero siempre con el mismo significado, se dice que se lo ha usado unívocamente. Si se lo utiliza con significados diversos, se dice que se emplea equívocamente. Así por ejemplo la palabra “hombre” puede aparecer muchas veces en un mismo escrito, y siempre con el mismo signi­ficado; pero también es posible que se lo emplee con significa­dos diversos, a saber: a) ser humano en general; b) varón (“hombre” como contrario de mujer); c) adulto (es decir “hombre” como contrario de “niño”); d) “hombre” usado enfáticamente, puede significar un individuo que no solamente es varón desde el punto de vista biológico, sino que además se destaca por su va­lor y cualidades viriles, es decir uno que posee la masculinidad en grado eminente, como cuando se dice «¡Es un hombre!». En los ejemplos que antes expusimos, se han usado equívocamente las pa­labras inteligencia, libre, servidor y fin.

      Que una palabra sea equívoca o ambigua no es algo que ocurra raramente, pues muchísimas palabras usuales tienen más de un significado, y entonces puede suceder que se tomen equívocamente dentro de un argumento. Esto ocurre porque, como lo observaba Aristóteles, «las palabras y la muchedumbre de las expresiones de un idioma son numéricamente finitas, mientras que el número de las cosas es infinito; es por lo tanto inevitable que una única palabra o una única expresión signifiquen varias cosas»[5].

      Para que el razonamiento sea correcto, los términos ambiguos deben usarse con el mismo significado en todo el argumento; por­que si se toman una vez en un cierto sentido, y otra vez en un sentido diverso, resulta una falacia. Tan frecuente es el peligro de incu­rrir en estos sofismas de equivocidad, que el lógico Williams Je­vons juzgaba que «no hay ninguna parte de la Lógica que tenga más utilidad, que la que trata de la ambigüedad de los térmi­nos»[6].

      En la silogística, la falacia por homonimia o equivocidad se ha denominado también “falacia de los cuatro términos”. Como sabe­mos, el silogismo comprende dos premisas distintas pero que tie­nen un concepto común, que hace de nexo, y que es el elemento que permite obtener la conclusión, precisamente porque conecta los otros dos conceptos; como puede verse en el siguiente razonamiento correcto:

Todo hombre es falible.                 A es B       (premisa)
Todo filósofo es hombre.              B es C       (premisa)
Todo filósofo es falible.                 A es C       (conclusión)

B representa el término medio.

      Ahora bien, en los sofismas por homonimia el concepto que apa­rece como término medio, es decir como nexo entre los otros tér­minos, en realidad no lo es, porque en vez de ser un solo con­cepto hay dos conceptos distintos:

Los seres que carecen de libertad son incapaces de pecar.     A es B
Los presos son seres que carecen de libertad.                            B’ es C
Los presos son incapaces de pecar.
No hay conclusión válida.

Aquí no tenemos un silogismo, porque en las premisas hay cuatro términos y un silogismo debe tener sólo tres términos.

      En estas falacias, para poner de manifiesto la existencia de cuatro términos (quaternio terminorum), podemos reemplazar el tér­mino equívoco por sinónimos que muestren los diversos sentidos en que se ha tomado la palabra en cada proposición:

Los seres que carecen de libertad son incapaces de pecar.
Los seres que carecen de libre albedrío son incapaces de pecar

Los presos son seres que carecen de libertad.         
Los presos son seres que carecen de libertad física

Los presos son incapaces de pecar
Los presos son incapaces de pecar. (!)

[1] Es un breve tratado compuesto de 34 capítulos. Fue la primera obra que se escribió sobre el tema. Hay traducción castellana de Francisco De Samaranch, Aguilar, Bs. As., 1983.
[2] «Hay dos modos de sofismas: uno que se realiza por causa del lenguaje utilizado, y otro que está desvinculado del lenguaje» (Aristóteles, Argumentos sofísticos, cap. IV, in princip.).
[3] «Equívoco: palabra, expresión o frase que puede tener varias interpretaciones» (André Lalande, op. cit.).
[4] Ejemplo que traen Morris Cohen y Ernest Nagel, Introduc­ción a la lógica y al método científico. Amorrortu, Bs. As., 1971, t. II, p. 275.
[5] Aristóteles, op. cit. I, 165a.
[6] William Jevons, Lógica, lección IV.

 2. Sofismas de distinta suposición

          Dentro de los sofismas por homonimia están aquellos que pro­vienen de la distinta “suposición” que en cada premisa tiene el término común[1]. La falla consiste en razonar como si el término mantuviese constante su suposición, cuando en realidad ella va­ría. Una de las maneras como puede ocurrir esto es cuando un mismo término una vez “supone” por un concepto (por el concepto mismo), y otra vez “supone” por un individuo que corresponde a ese concepto:

[5]      Hombre es especie.
           Juan es hombre.
           Juan es especie.

          El término “hombre” en la primera premisa supone por el con­cepto de hombre, pero en la premisa siguiente supone por un in­dividuo real:

         (El concepto de) hombre es especie.
         Juan es (un) hombre (real).
         Juan es especie. (!)

Podemos así advertir claramente el sofisma si sustituimos el término por aquello que es supuesto en cada caso.

Así se ponen de manifiesto los cuatro términos: donde aparecía dos veces “hombre”, vemos que en un caso se trata del concepto mismo y en otro caso se trata del individuo humano real.

Otra manera como puede darse esta falacia es cuando el tér­mino supone una vez por una cosa, y otra vez supone por sí mismo, es decir por la propia palabra:

[6]    Mozart es un músico.
         Músico es palabra esdrújula.
         Mozart es palabra esdrújula.

          Vemos que el término “músico” en una premisa supone por un indi­viduo, pero en la otra premisa “músico” supone por el propio término. Si hacemos la sustitución pertinente, hacemos más evi­dente la falacia, pues exponemos los cuatro términos:

         Mozart es un hombre músico.
         La palabra músico es palabra esdrújula.
         Mozart es palabra esdrújula. (!)



          En rigor aquí tenemos un sofisma de equivocidad, porque se ha em­pleado un mismo término con distinto significado. En cambio, en el ejemplo anterior “hombre” tenía el mismo significado (se re­fería al animal racional), pero una vez suponía por el individuo real, y otra vez suponía por el concepto correspondiente.

          Veamos otro ejemplo:



[7]      El blanco es un color.

         La nieve es blanca.



           La nieve es un color.



          Aquí la falacia es más difícil de descubrir. En la primera pre­misa “blanco” supone por una cualidad abstracta, esto es, por la blancura, mientras que en la segunda premisa supone por un ob­jeto real, o sea por una cosa blanca. Si sustituimos el término ambiguo “blanco” por aquello que supone en cada premisa, ponemos de manifiesto el paralogismo:

         La blancura es un color.
         La nieve es una cosa blanca.
         La nieve es un color. (!)

Otro ejemplo:

[8]    El hombre es la más digna de las criaturas.
        Juan Oliva es hombre.
        Juan Oliva es la más digna de las criaturas.


Podemos apreciar que «hombre» en una premisa supone por la esen­cia y en la otra supone por un individuo real. Si hacemos la sustitución que muestra la diversa suposición del término:

         La esencia del hombre es la más digna de las esencias crea­das.
         Juan Oliva es un individuo humano.
         Juan Oliva es la más digna de las criaturas. (!)

Veamos otro caso:

[9]     Los sacerdotes predican en el mundo entero.
         Martín Gómez es sacerdote.
         Martín Gómez predica en el mundo entero.

          El término “sacerdote” tiene el mismo significado en ambas pre­misas, pero en la primera supone por todos los individuos sacer­dotes tomados colectivamente (supositio collectiva), mientras que en la segunda premisa supone por un solo individuo. Si hace­mos la sustitución pertinente, tenemos:

         El conjunto de los sacerdotes predica en el mundo entero.
         Martín Gómez es un sacerdote.
         Martín Gómez predica en el mundo entero. (!)

Falacia de composición:

          Una de las maneras del sofisma de supo­sición ocurre cuando una proposición que es verdadera si el pre­dicado se refiere a los objetos de un conjunto tomado indivi­dualmente, es interpretada como si el predicado se refiriese al conjunto de objetos considerado como un todo. El razonamiento que exponemos a continuación es un ejemplo de esta falacia:

[10]    Todas las moléculas del aire —es decir las moléculas de nitrógeno, de oxí­geno y de otros gases— se mueven con una velocidad media de aproximadamente 500 mts./segundo.

           La atmósfera terrestre está constituida por todas las molé­culas del aire.

           La atmósfera de la Tierra se mueve a una velocidad de unos 500 mts./segundo.

          Es evidente la incorrección de este razonamiento: aunque cada molécula de oxígeno y cada molécula de nitrógeno, consideradas individualmente, se mueven a esa gran velocidad media, la atmós­fera constituida por dichas moléculas, considerada como un todo, no se mueve con tal velocidad[2]. Esto se denomina “falacia de ir del sentido distributivo al sentido colectivo” (fallacia a sensu distributivo ad sensum collectivum) o falacia de composición. En la primera premisa la locución “todas las moléculas del aire” su­pone por cada una de las moléculas del aire, pero en la segunda premisa la misma locución supone por el conjunto de todas las moléculas.

Falacia de división:

          También suele ocurrir el error inverso del que recién expusimos. Suele pasarse de una aseveración acerca de un conjunto de objetos tomados como un todo a una aseveración sobre cada uno de los objetos de ese todo. He aquí un ejemplo de tal paralogismo:

[11]    La atmósfera de la Tierra es contenida por la fuerza de atracción de la Tierra (y por ello no se dispersa por el Universo, y se mantiene como envoltura de nuestro planeta).

           La atmósfera de la Tierra está constituida por moléculas de oxígeno y de nitrógeno.

           Todas las moléculas de oxígeno y de nitrógeno de la atmós­fera de la Tierra están contenidas por la fuerza de atrac­ción de la Tierra (o sea que no se dispersan por el Uni­verso, sino que siempre permanecen encima de la Tierra).

          La conclusión es incorrecta, porque del hecho de que la atmós­fera como un todo no venza la fuerza de atracción de la Tierra, no se sigue que ninguna molécula pueda vencerla. (Como conse­cuencia del choque de las moléculas algunas adquieren gran velo­cidad y escapan hacia el espacio cósmico; ahora bien, el número de las moléculas que logran esto es insignificante en relación con el número de las moléculas de la atmósfera, por lo que ésta en su conjunto permanece)[3].


[1] La suposición es la propiedad que tienen los términos por la cual un término en la proposición ocupa el lugar de una cosa. «La significación de un término se relaciona con la forma o naturaleza que el nombre representa al espíritu. La suposición de un término se relaciona con las cosas a las cuales la inteli­gencia aplica ese nombre en una proposición, con determinado predicado» (Jacques Maritain, El orden de los conceptos. Club de Lectores, Bs. As., 1963, p. 78).

[2] Este ejemplo se tomó de D. Gorski y otros, Lógica. Gri­jalbo, México, 1959, p. 296.

[3] Este ejemplo lo tomamos de D. Gorski y otros, op. cit., p. 297.

Respuesta a la disfemia

Barbara Berkhan da algunas pautas. Por ejemplo, desviar el ataque saliendo por peteneras o los cerros de Úbeda:

Ahora que hablamos de esto, ¿te gusta el queso fresco o el añejo? El añejo no me dice nada, prefiero el fresco.

Me parece que en televisión repiten demasiado los programas.

¿Sabe usted que la lluvia en Sevilla es pura maravilla?

La respuesta tiene que ser más breve que la agresión, incluso monosilábica; si no se tienen ganas, argumentos o retórica, basta con cosas como: "¿Ah, sí?" "Ya veo". "Pues vaya" "Pues anda" "Qué pena" "No me digas".

El lenguaje ya perdido de Forges

Un vocabulario particular que ya es de todos

“Bocata”, “tocata”, “firloyo” o “tontolculo”. El humorista dominaba toda una técnica de formación de 

ÁLEX GRIJELMO, 22 FEB 2018

Antonio Fraguas, Forges, construyó un vocabulario propio que millones de españoles han hecho suyo. Y la Academia también. Por ejemplo, hoy en día se puede oír la palabra “bocata” en cualquier bar, tanto en la voz del cliente como en la del camarero, y después verificar su significado en el Diccionario, porque ahí figura desde 1983.

En esa entrada se aclara que este término se formó mediante un acortamiento de “bocadillo” y la adición del “sufijo jergal” –ata, y que equivale en el lenguaje coloquial precisamente a “bocadillo (pieza de pan abierta)”. Esta nueva función como sufijo jergal se la inventó Forges, y quizás se pueda añadir pronto a la lista de las otras cinco posibilidades y significados que el Diccionario reconoce al sufijo -ata para formar palabras nuevas en las que tal partícula se añade a una raíz (como sucede por ejemplo en “caminata” o “perorata”; además de otros términos con variación de género: “novata”, “niñato”…). Antonio Fraguas aplicó este sufijo más allá de la norma prevista, para ensancharla.

La Nueva Gramática de la Academia (2010) sí define esa aportación de Forges, aunque no lo cite como autor. Y señala que –ata es un sufijo que “construye nombres y adjetivos a partir de formas normalmente acortadas de bases nominales, adjetivales y, en menor medida, verbales”. En efecto, con esa misma construcción nacieron “sociata”, “cubata”, “tocata”...

 Un vocabulario particular que ya es de todos

FORGES

¿Añade algo “bocata” respecto a “bocadillo”? Puede que sí: el bocata es quizás más personal, más cercano; más de pandilla. Más plural que singular. Igual que el tocata respecto del tocadiscos. Y además, “bocata” ha producido ya un derivado: bocatería (o establecimiento donde se venden bocatas).

La estructura jergal le permitió además al humorista suprimir la preposición que vincula el pan con lo que va dentro. Así, por ejemplo, uno de sus personajes desesperados aparecía dispuesto a comerse “un bocata cerillas”.

Forges construyó gran parte de su vocabulario identificativo a partir de los recursos propios del idioma español (especialmente los sufijos), y también inventó términos que no tienen origen conocido. He aquí una posible clasificación de su léxico particular.

Palabras creadas por sufijación. Es decir, términos que se forman con la adición de un sufijo a la raíz. A la ya citada “bocata” se añaden “drogata”, “sociata”, “ordenata”, “cubata”, “jubilata”, “segurata”, “tocata”…

De ellas, ya han entrado en el Diccionario “cubata”, “bocata”, “drogata” y “tocata”, como alternativas coloquiales de “cubalibre”, “bocadillo”, “drogadicto” y “tocadiscos”. Sin embargo, no todas son obra de Forges, según contó él mismo a este periódico en 2014: “Bocata’ sí que lo inventé yo, y ‘tocata’ también. Pero ‘cubata’ y ‘segurata’ no”.

Más mérito aún, entonces: descubrió un camino de sufijaciones (las “sufijaciones jergales” según la Academia) que estaba inexplorado.

Y no terminaron ahí sus “forgendros” (o engendros de Forges). También acudió al sufijo latino –érrimus, que conformó en aquella lengua adjetivos superlativos como misérrimus, celebérrimus o acérrimus. El castellano adoptaría exactamente 11 de aquellos superlativos latinos (entre otros los tres citados), que consideramos cultismos y entre los que figuran también “libérrimo”, “paupérrimo” o “pulquérrimo”. Todos ellos los heredamos por tanto directamente de la lengua de Roma, y a nadie se le había ocurrido crear palabras en español con esas piezas. Hasta que Forges empezó a escribir y decir “estupendérrimo”, “tontérrimo”, “estupidérrimo” o “modernérrimo”. De momento no han llegado al Diccionario, pero quién sabe.

Forges también acudió al sufijo –amen para sus creaciones. Este morfema articula en español palabras en las que se deduce un significado colectivo de lo que menciona la raíz. Así tenemos “velamen” (conjunto de velas), “pelamen” (el conjunto del pelo) o “maderamen” (conjunto de maderas que entran en una obra). Forges identificó probablemente el sentido de abundancia y generosidad que se ocultaba en esos términos y formó por analogía palabras como “muslamen” o “porramen”. Y definió concretamente “muslamen” como “atributos femeninos determinantes”; y “porramen”, como “conjunto de porros fumados por un grupo parlamentario, necesarios para votar afirmativamente determinados proyectos de ley propios, curiosamente infumables” (El libro de los 50 años de Forges. Espasa, 2014).

Curiosamente, la primera aparición de su personaje llamado Blasillo (en el diario Informaciones, en los años setenta) incluye una palabra forgiana creada mediante sufijo. En esa viñeta, un niño le cuenta a un hombre con aspecto muy rural: “Padre, el Blasillo está diciendo malsonancias coyunturales”.

 Los jóvenes amigos Blasillo y Cosme filosofando (1984-1994)
Los jóvenes amigos Blasillo y Cosme filosofando (1984-1994) FORGES
“Malsonancia” no entrará en el Diccionario hasta 1984, mucho después de que la usara Antonio Fraguas.

Por su parte, el sufijo –oide le sirvió para formar un adjetivo (“afanoide”), que muestra una certera intuición. Ese morfema, según la Academia, “añade matiz despectivo en adjetivos derivados de otros adjetivos”; y pone como ejemplo “feminoide”. En el caso de Forges, un “afanoide” suele ser un concejal de Urbanismo.

Estos sufijos forgianos superaron todas las épocas de la obra del humorista, y también los hallamos en dibujos recientes. En ellos encontramos por ejemplo la palabra “gurtélidos”, en la que se establece una analogía con los nombres científicos que designan familias o especies animales (mustélidos, anélidos, camélidos...). En este caso, se designa una especie de bípedos asociados a la trama Gürtel.

Inglesismos. No los llamaremos “anglicismos” porque no lo son ni lo quieren ser. Antes al contrario: muchos anglicismos se usan por complejo de inferioridad (al creer que mencionar algo por su nombre en inglés es más prestigioso), y Forges se reía precisamente de eso. Hacía decir a sus personajes (a partir de los adjetivos en inglés terminados en –able; o sea: -éibol) palabras como “formidéibol” o “inaguantéibol”, además de “incrédibol”. ¿Por qué? “En mi época escolar”, explicó Fraguas, “todos estudiábamos francés. La clase media española estudiaba francés. Pero llegaron los superpijos y se pusieron a estudiar inglés. Y entonces yo le tomo el pelo de esa forma a ese estrato social, porque empezaban a decir palabras en inglés sin saber a veces ni qué estaban diciendo”.

En conversaciones familiares o de amigos, o en el lenguaje coloquial español, se suelen formar palabras así, inspiradas por Forges: “Es acojonéibol”, “esto fue impreviséibol”.

También inventó Fraguas los inglesismos “cuñading” (soportar a un cuñado) o “ejcuerning” (deporte de riesgo); y el francesismo “jilipoyuá”, de sencilla traducción para cualquier español.

Aféresis. La aféresis (del griego afaíresis, quitar) consiste en la supresión de algún sonido al principio de un vocablo. El Diccionario introdujo en 1884 los ejemplos de “norabuena” por “enhorabuena” y “Colás” por “Nicolás” (si bien en 1950 suprimió este segundo caso, quizás porque ya se entendía con el primero).

Forges captó en el habla popular esas aféresis que resultan graciosas y castizas, y en ocasiones les añadía un segundo término, fusionado: “Gensanta”, “mosanda”, “nefecto”, “sactamente”, “sodicen”, “soparece”, “sovaser”, “cachis la mar”, “gnífico”; a veces con la supresión de fonemas en el medio de la cadena de palabras: “tontolculo”.

Casi siempre se deducía un tono de sabihondez en el personaje que las pronunciaba. Pero eso no alcanzaba a la Blasa cuando decía “jomío”.

Interjecciones. El vocabulario propio de Antonio Fraguas incluyó además muchas interjecciones, algunas de las cuales podrían encajar en el capítulo anterior. Exclamaciones con aféresis son por ejemplo “¡sórdenes!” o “¡dremía!”, como también “¡vadiós!”. Y, por supuesto, “cielo santo”, que terminó en “¡losanto!”.

A ellas se unen otras populares, como “¡velay!”, una contracción de “velo ahí” que el Diccionario registra como interjección poco usada y que define así: “Úsase para dar por cierto o asegurar lo que se dice, a veces con resignación o indiferencia”.

“Velay” ya andaba por los diccionarios de principios del siglo XX, pero la Academia no la incorpora hasta 1984.

Además de aplicar su buen oído a la lengua coloquial y rural, Forges hizo pronunciar a sus dibujos exclamaciones inventadas por él, como “¡reconjoñeta!” o “¡recojonostiójonos!”.

Lenguaje popular. Algunos de los vocablos usados por Antonio Fraguas se hallaban desde hacía decenios en el habla popular, y acabaron aceptados luego por la Academia; quién sabe si con el impulso lejano del dibujante. Las palabras jergales pasaron a menudo por sus viñetas, como el muy usado “se está de buten” (“excelente, estupendo”). Él lo puso, por ejemplo, en boca de un náufrago ciertamente optimista.

El original dibujante también popularizó el elogio “maciza”, que llega al Diccionario en 1984 (“persona de carnes duras y consistentes”) después de que Forges se lo adjudicara mucho antes a las exuberantes mujeres de algunos de sus dibujos; y en ese mismo año se incorporan “maromo” (individuo, tío, fulano, novio), y además otro término del léxico forgiano: “chorbo” (“persona cuyo nombre o condición se ignoran o no se quieren decir”), de donde él formará “chorberío” –nuevamente con la técnica de la sufijación–; para definirlo, curiosamente, como “conjunto de maromos”.

Neologismos sonoros. La genialidad y la imaginación de Antonio Fraguas se plasmaron además en palabras inventadas por él, generalmente a base de combinar sonidos que bien podían sugerir lo nombrado. En esta categoría pueden encuadrarse las ya mencionadas exclamaciones “¡reconjoñeta!” y “¡recojonostiójonos!”. Y también el verbo “esnafrarse”.

El propio Fraguas contó el nacimiento de este neologismo, que la Academia no ha incorporado… aún. “La etimología de ‘esnafrarse’ es que íbamos mi amigo Antonio y yo en una bicicleta, y se nos soltó el manillar. Yo le grité: ‘¡Tírate!’, pero no se tiró. Yo me tiré, pero él se pegó una chufa contra una pared. Y entonces dije: ‘Se ha esnafrado’. Me salió así. Mucho tiempo después me enteré de que en gallego existe esnafrarse, que equivale a escarallarse. Pero mi padre, que era gallego, no hablaba nunca en gallego, y jamás le había oído esa palabra”.

Bueno, “escarallarse” tampoco está en el Diccionario de la Lengua Española, pero después de lo relatado se puede deducir bien qué significa.

Otros inventos geniales de Forges son “firloyo”, definido por él como “conjunto mecánico incomprensible”, o “firulillo”, palabra que designa un “dispositivo mecánico o electrónico, de función desconocida en el mecanismo en cuestión” (El libro de los 50 años de Forges, 2014).

La misma creatividad onomatopéyica alumbró los términos “esborcio” (construcción electrónica compleja e inadecuada), “esforciar” (romper, estropear) o “jodiente” (diente que molesta con mucho dolor).

Nombres propios. Además de los ya conocidos Blasillo, Mariano, Concha, Blasa, Romerales… Forges inventó personajes con nombre propio adaptado, mediante juegos de palabras que partían de una cierta realidad. Así, el gran portero internacional de los años ochenta Luis Miguel Arconada tuvo su personaje opuesto en Arcomanta; y el arquero Andoni Zubizarreta inspiró a su vez a Subimaleta (“el portentoso guardameta”). A los dos se les añadió el Inéfito Feliú, “esforzado atleta, primo de Subimaleta”, que siempre salía estrepitosamente derrotado. También creó Fraguas la televisión Torrenicasso (por aquel entonces, CNN+ se hallaba en Torre Picasso), en otra parodia onomástica.

Los escasos ejemplos aquí referidos (escasos en comparación con la extensión de su obra y de su vocabulario) dan idea del interés que siempre suscitó el lenguaje para el entrañable humorista.

Ese cariño por las palabras se plasmaba además en una notoria obsesión por el correcto uso del español (detestaba, por ejemplo, el galicismo “poner en valor”). Forges conocía con profundidad su lengua, y gracias a eso fue capaz de gastarle al genio del idioma unas bromas que, lejos de incomodarle por atentar contra sus viejos criterios, le habrán hecho reír a carcajada

Aldous Huxley y la "Democracia"

Aldous Huxley, en su obra El fin y los medios (1937), escribe lo siguiente:

Esencialmente, todas las nuevas morales comunista, fascista, nazi o meramente nacionalista, se parecen mucho entre sí. Todas afirman que los buenos fines justifican los medios; y para todas, los fines consisten en el triunfo de una parte de la especie humana sobre las demás. Todas justifican el uso ilimitado de la astucia y de la violencia. Todas predican la subordinación de los individuos a una oligarquía gobernante, endiosada, que denominan 'el Estado'. Todas predican las virtudes menores, como la temperancia, la prudencia, el coraje y otras; pero todas desacreditan la caridad y la inteligencia, virtudes superiores sin las cuales las virtudes menores son meros instrumentos para hacer el mal con una eficiencia cada vez mayor.... Tanto el capitalismo como el nacionalismo son frutos de la obsesión por el poder, el éxito y la posición social... Deja definitivamente atrás una Europa que, en sus propias palabras, se ha rendido a la idolatría de «divinidades locales como la nación, el partido, la clase o el caudillo endiosado», en la que las masas son «conducidas como rebaños» y «el individuo es reducido a un estado de intoxicada subhumanidad».

Abandona el cinismo que lo había caracterizado, se adentra de manera constructiva en el terreno de la teoría política y la filosofía moral y se pregunta cómo «podríamos desembarazarnos de la maldición de la obediencia pasiva, curar el vicio de la indolencia política y poner al alcance de todos las ventajas de la libertad activa y responsable».

Escritores hablando de escritores

Día del libro: Lo que los escritores piensan de otros escritores

MANUEL LLORENTE, El Mundo, 22 ABR. 2018 04:05

Cuenta Mario Vargas Llosa que la lectura de Madame Bovary, cuando tenía 23 años, le cambió la vida. En el verano de 1959 se encontraba en París con poco dinero y la promesa de una beca, pero tenía lo suficiente como para comprarse el libro de Flaubert que devoró en el hotel Wetter hasta terminarlo. Parece ser que de un tirón. Algo parecido le ocurrió a Antonio Muñoz Molina. En 2013, escribió, no tenía noticias de James Salter pero abrió Años luz y estuvo leyendo sin parar la novela hasta que al día siguiente acabó con ella. La pasión con que estos dos escritores contagian su entusiasmo por un autor o un libro es impagable. No sólo sugieren sino que te convencen de que debes leer a tal autor o tal libro con la fe de un converso. Vargas Llosa reunió en La verdad de las mentiras (Suma de letras) algunos de los títulos clave de la narrativa de los siglos XIX y XX. En 10/20 páginas persuade de la necesidad de leer Lolita (Nabokov), Sostiene Pereira (Tabucchi), El corazón de las tinieblas (Conrad), La señora Dalloway (Virginia Woolf), El extranjero (Camus), Dublineses (Joyce)... con un lenguaje claro, directo, imbatible. ¿Que alguien no tiene claro qué libro empezar? Aquí está no una sino hasta 35 posibilidades.Fernando Aramburu firmó con Las letras entornadas (Tusquets) un peculiar libro: cada jueves visitaba a un hombre anciano, casi ciego, en su ático y allí, con una botella de vino que compartían, iban hablando de Cernuda, Thomas Mann, Gabriel Celaya, Ramiro Pinilla o Mercè Rodoreda. A través de estas páginas nos enteramos también de que el primer libro que leyó Aramburu fue Lazarillo de Tormes en la "edición económica Austral" y cómo mediante el duro que le daba su abuela Juana Goicoechea fue comprándose tebeos en una librería del barrio de El Antiguo, de Roy Rogers o El Llanero Solitario y luego El gran torbellino del mundo, de Pío Baroja, Larra, Bécquer (siempre en Austral). Más tarde fue profesor en Alemania durante 24 años y con el tiempo surgiría Patria.También de San Sebastián es Fernando Savater, acérrimo defensor de los clásicos que han sido consuelo y cobijo en nuestra infancia. No ahorra adjetivos el catedrático de Filosofía y uno de los más grandes divulgadores (y no sólo) de la literatura de aventuras. En La infancia recuperada (Taurus) da buena cuenta de ello. Allí se agolpan Tolkien, Julio Verne y Emilio Salgari, pero también Richmal Crompton, Daniel Defoe y Zane Grey. Y Jack London y sir Arthur Conan Doyle. Y Karl May, del que escribe: "El lector de Karl May se encuentra en la estupenda disposición del perfecto aficionado literario a la aventura: saber que en cada página va a pasar algo y que ese algo puede ser cualquier cosa". De Savater también cabe mencionar Aquí viven leones. Viaje a las guaridas de los grandes escritores (Debate), firmado con su mujer, Sara Torres, su particular viaje por los lugares que habitaron Shakespeare, Leopardi, Agatha Christie, Valle-Inclán o Stefan Zweig. Y quien quiera lograr una brújula con la que adentrarse por los universos de todas las artes que interesan e inquietan al poeta y periodista de EL MUNDO Antonio Lucas, no hay como sumergirse en Vidas de santos (Círculo de Tiza). El "príncipe de los poetas", como le bautizó hace ya años Raúl del Pozo, ató algunos artículos publicados en este periódico por los que van y vienen su Arthur Rimbaud, Félix Francisco Casanova, Carson McCullers, Anaïs Nin, Sánchez Ferlosio y Carlos Oroza: "Era el beat de la bohemia de los cafés. El poeta que escribía prendiendo un barreno de dinamita (...), Carlos Oroza, vivía con una dieta de saimazas que nunca pagaba. Algunos días echaba el lazo a una estudiante con los dedos manchados de boli y entonces cambiaba el registro del cortado largo de leche por unas espinacas rehogadas en El Comunista".

Un sabio de las letras es/fue Vladimir Nabokov, que jamás tejió una frase que no hubiera escrito antes (ni siquiera para las entrevistas). Fruto de su trabajo como profesor en las universidades de Wellesley y Cornell (EEUU) se recogieron sus lecciones de clase en Curso de literatura rusa (Chejov, Tolstoi, Dostoyevski...) y Curso de literatura europea (Austen, Dickens, Proust, Kafka...), los dos títulos en Ediciones B. Puede que no se comulgue con todas sus ideas (sus recelos sobre el Quijote, por ejemplo), pero ahí están.La recuperación de series de artículos publicados anteriormente en prensa y luego editados en libros permite recuperar textos perdidos. Es el caso de la galería de personajes que Manuel Vicent reunió en Los últimos mohicanos (Alfaguara). Por allí desfilan, a su particular modo, Azorín, Umbral, Gómez de la Serna, González-Ruano, Vázquez Montalbán o Chaves Nogales. Javier Marías nos acerca en Vidas escritas (Debolsillo) a la obra de escritores conocidos o no tanto a través de algunas de sus peripecias vitales, otro modo de adentrarnos en los complicados y curiosos autores tan dispares como Lampedusa, Djuna Barnes, Adah Isaacs Menken, Mishima, Laurence Sterne o Faulkner ("Quiere la leyenda cursi de la literatura que William Faulkner escribiera su novela Mientras agonizo en el plazo de seis semanas y en la más precaria de las situaciones, a saber: mientras trabajaba de noche en una mina, con los folios apoyados en la carretilla volcada y alumbrándose con la mortecina linterna de su propio caso polvoriento").Hace una semanas hubo noticias (escasas) de Philip Roth, ya retirado voluntariamente de la literatura. Contaba sus numerosas lecturas, sobre todo de Historia, pero para nuestro consuelo pueden conseguirse las entrevistas que mantuvo en su momento con algunos de sus compañeros de armas más próximos (El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras, Seix Barral), muchos ya fallecidos: Primo Levi, Aharon Appelfeld, Saul Bellow, Mary McCarthy, Bruno Schulz, Malamud o Edna O'Brien.Y quien logre hallar Los hechiceros de la palabra (edciones m.r.), de Montserrat Roig, tendrá un tesoro. La escritora recopiló unas atrevidas, respetuosas y sugerentes entrevistas a personajes como Llorenç Villalonga (un encuentro inquietante), Benet (la tensión entre ellos se palpa) o Josep Pla ("sus palabras resultan fehacientes, fecundas, vivas"). El periodista Xavi Ayén aunó en el volumen La vuelta al mundo en 80 autores (librosdevanguardia) a un buen puñado de autores que fue entrevistando y que suponen todo un referente: Günter Grass, Imre Kertész, Lawrence Ferlinghetti, Wislawa Szymborska, Naguib Mahfuz, E.L. Doctorow, Haruki Murakami, Toni Morrison...Hay que tener, también, muy en cuenta el libro Hablan los escritores (Kairós), pues además de un largo encuentro (a veces en varios momentos) con el autor se incluye una introducción que siempre viene bien. Una breve lista que habla por sí sola: Ezra Pound, T.S. Eliot, Hemingway, Saul Bellow, Norman Mailer, Henry Miller, Evelyn Waugh... Y en otro volumen de la misma editorial, Conversaciones con escritores, la nómina se amplía: Robert Graves, Steinbeck, Kerouac, Burgess, Updike...La poeta Ana Maria Moix vivió aquella Barcelona irrepetible de los 60 y 70 cuando coincidieron en esa ciudad un tropel de creadores que hoy son leyenda. A algunos les engatusó para que hablaran de lo suyo y así nos dejó en herencia 24 x 24 (Península), unos encuentros fascinantes fijados con fotos de Colita: Carlos Barral, Rosa Chacel, Ángel González, su hermano Terenci, Pere Gimferrer, García Márquez, Mario Vargas Llosa y Jaime Gil de Biedma. Gracias a Ana Maria Moix sabemos cómo y por qué escribía el autor de Moralidades en 1973: "Escribo poco, sólo lo hago cuando es absolutamente necesario. A veces se me ocurre un poema y luego se me queda en una sola frase. Un poema viene cuando estoy andando, afeitándome, o hablando... No lo escribo. Intento olvidarme de él, que se vaya. A veces insiste, y vuelve a insistir. Si tanto insiste lo escribo para sacudírmelo de encima".José Manuel Caballero Bonald mantiene un vigor y una claridad de ideas asombrosos. Celebró su 90 cumpleaños (en 2016) con Examen de ingenios (Seix Barral), un centón de daguerrotipos de buena parte de la literatura en español de todo el siglo XX: Borges, Cela, García Márquez, Rulfo, Gil de Biedma, José Ángel Valente... No le tembló el pulso en sus opiniones. De 2013 es su Oficio de escritor (también en Seix Barral), en el que el autor de Entreguerras se remonta a Cervantes, Góngora, Cadalso y Quevedo. Y a Dostoievski, Mallarmé, Eliot, Onetti y Lezama Lima, de quien escribió: "Siempre asocio la imagen de Lezama a la de un docto caballero renacentista bien acomodado entre los estudios nobles, la vida contemplativa y la buena mesa". El que fuera el enfant terrible de las letras británicas de los 70/80, Martin Amis, publicó La guerra contra el cliché. Escritos sobre literatura (Anagrama), donde recoge sus textos sobre Lowry, J. G. Ballard, Updike, Lolita, Ulises, Las aventuras de Augie March o Truman Capote (además de sobre el ajedrez, el fútbol y el póker).Otros libros que deben tener su hueco: Enemigos de lo real. Escritos sobre escritores (Galaxia Gutenberg), de Vicente Molina Foix; Horas en una biblioteca (Seix Barral), de Virginia Woolf;Nuevas maneras de matar a tu madre (Lumen), de Colm Tóibín;Desde la ciudad nerviosa (Alfaguara), de Enrique Vila-Matas, o Doctor Pasavento, sobre Robert Walser, aunque toda su obra es un continuo vaivén de escritores; El amor de mi vida (Alfaguara), de Rosa Montero; Efectos personales (Anagrama), de Juan Villoro; Los abogados de la literatura (Galaxia Gutenberg), de Marcel Reich-Ranicki...Y Lecturas compulsivas (Anagrama), de Félix de Azúa, por donde desfilan Kafka, Unamuno, García Hortelano y, por supuesto, Sánchez Ferlosio y Juan Benet. En un texto sobre el autor de Nunca llegarás a nada, escribe: "Reconozco que es muy difícil prestar atención a la lectura, a cualquier lectura, dada la enormidad de entretenimientos que nos torturan todos los días, pero cada cual ha de saber lo que espera recibir a cambio de la diversión o del esfuerzo". Pues eso.Vargas Llosa sobre 'El Gran Gatsby' en 'La verdad de las mentiras"El gran Gatsby resulta la personificación del tiempo que describe, mundo fastuoso en el que coexistían el arte y el mal gusto, el honesto empresario y el rufián, la pacatería y el desenfreno y la arrolladora abundancia de una sociedad que, sin embargo, se hallaba al borde del abismo".Vladimir Nabokov sobre Tolstoi en 'Curso de literatura rusa'"Lo raro es que, de hecho, Tolstoi era bastante descuidado a la hora de tratar la idea objetiva del tiempo. Los lectores atentos han observado que en Guerra y paz hay niños que crecen demasiado deprisa o más despacio de lo debido". Somerset Maugham sobre 'Madame Bovary' en 'Diez grandes novelas y sus autores'"En términos generales, Madame Bovary da una impresión de realidad intensa, y eso se debe, a mi juicio, no sólo a que los personajes de Flaubert son sin duda verosímiles sino a que describe el detalle con extremada fidelidad". Javier Marías sobre Rilke en 'Vidas escritas'"Como buen poeta, Rilke comulgaba mucho, no sólo con los animales sino con los astros, la tierra, los árboles, los dioses, los monumentos, los cuadros, los héroes, los minerales, los muertos (sobre todo con las muertas jóvenes y enamoradas), algo menos con sus vivos semejantes".J. M. Coetzee sobre 'Don Quijote' en 'Las manos de los maestros'"El lector del Quijote nunca sabe con seguridad si el héroe de Cervantes es un loco afectado por un delirio, si, por el contrario, interpreta conscientemente un papel -viviendo su vida como una ficción- o si su mente oscila de manera impredecible entre el delirio y la conciencia". Fernando Savater sobre 'La isla del tesoro' en 'La infancia recuperada' "La narración más pura que conozco, la que reúne con perfección más singular lo iniciático y lo épico, las sombras de la violencia y lo macabro con el fulgor incomparable de la audacia victoriosa, el perfume de la aventura marinera (...) con la sutil complejidad de la primera y decisiva elección moral, en una palabra, la historia más hermosa que jamás me han contado es La isla del tesoro".Caballero Bonald sobre Camus en 'Oficio de lector' "Denostado por la derecha, zaherido por la izquierda, instalado en los cómodos extrarradios de la política -o de las políticas al uso-, Camus pactó con Camus y se impuso sus privados estatutos para poder seguir siendo ese inflexible fustigador de todo cuanto llevara implícito el germen de la lectura".Manuel Vicent sobre Umbral en 'Los últimos mohicanos'"Francisco Umbral tenía un ángel lírico, libre y violento en cada yema de los dedos con que machacaba el teclado de la Olivetti según se levantaba de la cama ese día, unas veces marxista a la violeta, otras revolucionario, liberal, fascista, lambiscón, perdulario, machista, faltón, tierno o provocador, solo a condición de que el artículo fuera una pequeña obra de arte para subirse a su alero y tirarse al vacío para suicidarse". Martin Amis sobre Mailer en 'La guerra contra el cliché'"Norman Mailer es capaz de ser pícaro, de mostrarse petulante y de escribir con prisas, pero no de imaginar una amplia trama cómica. No obstante su ironía, su ingenio y su seguridad en sí mismo, carece, en esencia, de sentido del humor: en Mailer la risa es consecuencia de la certera observación de cosas que, por así decirlo, ya son risibles de por sí". Ignacio Echevarria sobre Onetti en 'Los libros esenciales de la literatura en español'"La publicación de La vida breve en 1950 jalona un cambio de rasante en la narrativa de toda Latinoamérica y, por extensión, en la de toda la lengua castellana (...). El estilo tortuoso, sensual e hipnótico de Onetti, su profunda y sombría visión del hombre y su ironía remota alcanzan su madurez en esta novela fundacional, a la que seguirán obras maestras como El astillero y Juntacadáveres".Félix de Azúa sobre Juan Benet en 'Lecturas convulsivas'"Una prosa a la que en ocasiones se acusa de difícil o tediosa. No lo puedo comprender. Es probable que quien eso diga también se aburra leyendo la Ilíada. La prosa de Benet es un instrumento de precisión, sólido y complejo, que exige una atención especial".

Frases de Almudena Grandes

Las frases más subrayadas en los libros de Almudena Grandes

VERNE  24 OCT 2018

Almudena Grandes ha ganado el Premio Nacional de Narrativa 2018 por su novela Los pacientes del doctor García, la cuarta entregra de la saga Episodios de una Guerra Interminable. "Ha conseguido un difícil y preciso equilibrio entre lo imaginado y la lealtad a la verdad histórica”, dice el jurado sobre esta obra. Estas son las frases más subrayadas por los lectores de Kindle de este y otros libros de Almudena Grandes, datos facilitados por Amazon a petición de Verne.

Los pacientes del doctor García (2017)

- Norman Bethune lo ha conseguido. Por primera vez en la historia, una transfusión de sangre conservada en frigorífico le devuelve la vida a un desahuciado.

- Por la dureza de corazón que brotaba en el centro exacto de la mezquindad, por la mezquindad que nacía de la costumbre de la pobreza, por la pobreza que hacía duras y mezquinas a madres como la suya.

- Primero eliminaremos a los subversivos; después a sus cómplices; luego a sus simpatizantes; por último, a los indiferentes y a los tibios.

- El 21 de diciembre de 1959, Francisco Franco vuelve a ganar la guerra.

- De todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina mal. [Esta es de Jaime Gil de Biedma]

Las edades de Lulú (1989)

- No existe caída más dura que la caída de una persona soberbia, ni un estupor semejante al que un soberbio prueba al caer. Tampoco existe, o al menos yo no lo conozco, un estímulo tan feroz como el que aprieta los dientes de una soberbia despechada.

- La belleza es un monstruo, una deidad sangrienta a la que hay que aplacar con constantes sacrificios.

- Yo creo que la literatura no tiene que ver con las respuestas, sino con las preguntas. Un buen escritor no es el que intenta iluminar a la humanidad, respondiendo a las grandes cuestiones universales que angustian a sus congéneres, sino el que se hace preguntas a sí mismo y las traslada en sus libros al lector, para compartir con él quizás no lo mejor, pero sí lo más esencial que posee. Desde este punto de vista, las certezas son mucho menos valiosas que las dudas, y las contradicciones representan más un estímulo que una dificultad.

- Entonces, como tantas otras veces en mi vida, grité con los labios cerrados, grité hacia dentro y hacia el mundo al mismo tiempo, grité sin mover un solo músculo de la cara pero con los músculos del alma estrujados en un puño.

- "Feliz” es un adjetivo complicado, demasiado extraordinario. Si se repite pierde valor, en lugar de ganarlo.

Los besos en el pan (2015)

- Porque en España, hasta hace treinta años, los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin sentirse humillados, sin dejar de ser dignos ni de luchar por el futuro.

- Pero los españoles, que durante muchos siglos supimos ser pobres con dignidad, nunca habíamos sabido ser dóciles. Nunca, hasta ahora.

- Cuando se caía un trozo de pan al suelo, los adultos obligaban a los niños a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera, tanta hambre habían pasado sus familias en aquellos años en los que murieron todas esas personas queridas cuyas historias nadie quiso contarles.

- Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, ¿sabes? Pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla.

- Después, alguien nos dijo que había que olvidar, que el futuro consistía en olvidar todo lo que había ocurrido. Que para construir la democracia era imprescindible mirar hacia delante, hacer como que aquí nunca había pasado nada. Y al olvidar lo malo, los españoles olvidamos también lo bueno. No parecía importante porque, de repente, éramos guapos, éramos modernos, estábamos de moda... ¿Para qué recordar la guerra, el hambre, centenares de miles de muertos, tanta miseria?

Las tres bodas de Manolita (2014)

- Sin embargo, con el tiempo comprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento.

- La de siempre, esos carcas beatos de mierda que se creen que este país es suyo y que es natural que sus jornaleros se mueran de hambre, pero no toleran que quitemos los crucifijos de las escuelas.

- La insufrible torpeza de quienes se empeñaban en hacer llevadera la insoportable carga de la muerte.

- Como los recuerdos dolían, no recordaban. Como las lágrimas herían, no lloraban. Como los sentimientos debilitaban, no sentían.

- Porque solo los hombres cultos son libres, y en el supremo esfuerzo revolucionario que traerá consigo la emancipación de nuestros hermanos, no caben quienes han desperdiciado el privilegio de recibir educación…

El corazón helado (2007)

- El dinero, cuando no lo tienes puede serlo todo, pero cuando lo tienes no es nada, nada.

- Cada familia tiene un armario cerrado, lleno hasta arriba de pecados mortales.

- El amor no puede compararse excepto consigo mismo, y tampoco se puede deshacer, no se puede mentir, no se puede obviar mientras exista.

- No tengas miedo de las ideas, Julio, porque los hombres sin ideas no son hombres del todo.

- Solo podemos afirmar con certeza que el todo es igual a la suma de las partes cuando las partes se ignoran entre sí.

Entrevista a Félix Ovejero

FÉLIX OVEJERO:  "Se han acostumbrado a escupir sobre el resto de españoles"

30 SEP. 2017

ANTONIO HEREDIA

A Félix Ovejero (Barcelona, 1957) le desespera tener que desmontar continuamente las mentiras del nacionalismo pero no son tiempos estos para ponerse de perfil. El pensador aún cree que una izquierda anti independentista es posible en España y responsabiliza al PSOE y Podemos de transigir con el nacionalismo, la forma superlativa de xenofobia.

 ¡Qué aburrimiento esto de Cataluña!

Fíjese. Sí, ojalá pudiéramos estar hablando de poesía. Pero todo parece conducir a lo mismo. Y es obligado no ponernos de perfil. De eso iba, en el fondo, El compromiso del creador, mi penúltimo libro, de la obligación de no ignorar los retos y de mirarlos con afán de verdad.

¿Qué es lo que no se ha querido hacer aquí?

El problema en Cataluña es que nos enfrentamos a una ideología, el nacionalismo, profundamente reaccionario y que se debería combatir como el machismo o el racismo. Y no importa que lo defienda una persona o un millón. Eso no lo hace mejor. En virtud de que participamos de un rasgo étnico o cultural, tenemos unos derechos que negamos a los demás. Para empezar la condición de ciudadano. La idea de que se pueda levantar una frontera y convertir a tu conciudadano en extranjero es, se mire como se mire, una forma superlativa de xenofobia.

Hombre, si el elemento común de una identidad es la lengua entonces los cientos de millones de personas que hablamos español tendríamos una nación.

 ¡Claro! Pero piense que usted vive en Madrid y yo en Barcelona y tenemos más que ver con alguien que vive en París o en Nueva York que con un campesino del valle de Arán o de Limoncito, en Bolivia. La identidad sostenida en la lengua es una patraña incompatible con la buena ciencia. Sin olvidar, claro, que la lengua común y ampliamente mayoritaria de los catalanes es el español.

Siempre se habla de una mayoría silenciosa frente al nacionalismo. ¿Por qué no se manifiesta?

En un artículo de 1996 llamado Mentiras públicas, verdades privadas expliqué siguiendo a Timur Kuran que si estás escuchando a algo que parece que una mayoría sostiene aunque sea una patraña, o te callas o reajustas tus preferencias al gusto del grupo. Mi esperanza es que de ese 10% de discrepantes públicos pasemos al 30%. A partir de ahí el coste de la discrepancia empieza a disminuir y otros se suman para recordar que el rey está desnudo.

Usted culpa a la izquierda.

 La izquierda, por diversas circunstancias, parece arrogarse la autoridad moral para determinar si una causa es noble y ha validado el nacionalismo. No se dan cuenta que no hay ninguna diferencia conceptual entre que unos cuantos catalanes decidan que se marchan con lo que es de todos, una parte del territorio político, a que por ejemplo, los españoles decidamos no contar con Extremadura porque son más pobres. No hay nada más comunista que el territorio político en el que todo es de todos sin que nadie sea dueño en particular de nada. Es sencillamente ser ciudadano, cada uno de nosotros, sea de donde se sea.

¿Por qué la izquierda que ha abanderado la lucha contra el machismo, la igualdad de los homosexuales... se muestra tan complaciente con algo tan discriminatorio como el nacionalismo?

Eso merece un análisis más detallado. Hay una presencia importante de las élites catalanas en la constitución ideológica de la izquierda que legó el franquismo. No hay que olvidar que durante el franquismo tuvimos una situación privilegiada material y socialmente y ahí germina una cohorte que ocuparía una parte importante de los puestos de decisión. Ha facilitado la extensión de un relato falso. Por ejemplo la izquierda sostiene que la Guerra Civil fue una guerra contra el nacionalismo cuando en Andalucía o Salamanca hubo más personas represaliadas que en el País Vasco... Todos esos mitos son falsos. Y luego la persecución de la identidad. En realidad, el problema, por lo menos a partir de los 60, no era tanto publicar en catalán, como publicar a Marx. Repase premios literarios, revistas...

Ese afán de la izquierda por aferrarse a cuestiones como la identidad puede deberse a que la derecha ha ocupado las posiciones socialdemócratas.

Desde luego, pero cualquiera que acuda a la izquierda del siglo XIX y la compare con la del XX, se daría cuenta de que estaba comprometida con el racionalismo y con el progreso, es crítica con la religión y las identidades nacionales. Marx tiene en mente la idea de nación que surge de la revolución francesa como un conjunto de ciudadanos que se compromete a defender sus derechos y libertades, y desprecia las naciones sostenidas en la identidad o la etnia. La izquierda, nuestra izquierda, para ser exactos, ha buscado los peores recambios. Por cierto, que el postmodernismo allanó el camino al extender semillas irracionalistas.

 ¿Qué es una nación?

En el sentido en el que lo usan los nacionalistas es una noción analíticamente estéril y habría que abandonarla como se hizo con el flogisto. La nación es un concepto que los nacionalistas políticos ponen en circulación para hablar en nombre de ella. Los intentos de definir esa idea colapsan. ¿Qué es? Un conjunto de individuos que tienen en común una característica que es objetiva, cultural, y en ese caso es falsa empíricamente, a poco que precisemos la cultura a la que se apela; o es subjetiva, como individuos que creen que son una nación, en cuyo caso es circular. Claro, siempre es posible encontrar personas que comparten visión del mundo. Y aún más los ricos concentrados territorialmente. Pero nadie consideraría hacer un referéndum para romper la comunidad política.

La izquierda ha comprado este identitarismo.

Indudablemente. El problema más importante que tenemos es que ahora, gente como Iglesias y Colau hablan de destrozar España cuando hemos conseguido una nación de ciudadanos y de identidades múltiples (por qué es más importante que yo sea catalán que mi identidad de clase, sexual o religión). ¿Por qué volver a la idea de tribus y comunidades que en realidad son encapsulamientos? No son reales empíricamente. En Cataluña no hay más que un 33% que piensa así y que obligan a la mayoría a ahormarse a la supuesta identidad que, lo repito, es una invención.

 Lo primero que hace la izquierda no nacionalista en sus manifiestos es decir que al menos no son del PP o Ciudadanos. Como si eso fuese una tara.

Esa izquierda con la que yo me he sentido afín sufre de una alergia anti PP que no tiene ningún tipo de justificación. La izquierda debería reconocer que el mejor ejemplo de activismo fue el del PP y PSOE en el País Vasco durante los años de plomo. Eso sí que es luchar por las libertades y no lo de Colau.

 La posición de Colau es poco clara...

En Economía existe un concepto que es el coste de oportunidad (una decisión cuesta respecto a la mejor alternativa que se puede tener). Entonces el coste de oportunidad de Colau es cero porque ¿qué hacía antes de ser alcaldesa? Por eso no firma la participación del Ayuntamiento en el referéndum porque puede perderlo todo si la inhabilitan. Le recuerdo que los del PP y PSOE en el País Vasco se jugaban la vida. Por eso, lecciones de democracia al PP, ninguna.

El cordón sanitario de la izquierda existe.

Claro. El PSOE ha ido cediendo su espacio al PP y ahora lo único que le queda es el nacionalismo. ¿Cómo es posible que en España la izquierda permita que se establezcan barreras por motivos lingüísticos? No se dan cuenta que un médico de Extremadura ya no puede encontrar trabajo en un hospital de Manresa... Claro que para los catalanes nacionalistas es mejor que no venga nadie a desmontarles el chiringuito.

¿Sigue siendo de izquierdas?

Sí. En los últimos años he entablado relación con los discípulos de Gustavo Bueno y en esos chicos hay esperanza para la izquierda... Es una escuela de pensamiento vertebrado que le da sopas con hondas a la gente de la Complutense, que por cierto es malísima. No me extraña que haya salido de ahí lo que ha salido.

¿Y Pedro Sánchez?

 Es un tipo que es inane, inconsistente. Se le nota en cómo habla, en cómo petardea... Vive del eco.
 Dicen que la presencia de la Guardia Civil y la Policía Nacional aumenta el número de indepes.
Eso es ignorancia. Ha sido un juez que instruía una causa que tenía que ver con el manejo ilegal del censo. Pero la gente no está informada... ¿Acaso se han soliviantado los votantes del PP cuando la policía ha entrado en la sede del partido?

Pero la gente parece no estar contenta de que la Guardia Civil...

Lo que pasa es que se trata de reconocer una realidad que puede ser tensa. Por eso, las declaraciones de los empresarios me parecen vergonzosas. Dicen que hay que ceder en favor de gente que quiere romper una comunidad. ¿Y por qué no en favor de esa mayoría de catalanes olvidada desde hace años? Algunos políticos catalanes se han acostumbrado a escupir sistemáticamente (diciendo que los españoles son unos gandules que nos roban...) sobre el resto de españoles. Lo raro es que no me den dos hostias cuando digo que soy catalán.

Pero los catalanes parecen dispuestos a creerse las mentiras. Y el independentismo ha pasado de un 20% a un 48%...

Es propaganda. Todo empezó con las mentiras de las balanzas fiscales que ya se han desmontado en muchas ocasiones. Hay que repetir el mensaje hasta que cale y se revierta la situación.

¿Hay miedo a lo que pueda pasar mañana?

Esa clase media acostumbrada a venir a manifestarse se va a bajar del burro porque teme que las CUP se vayan a desmadrar. Ese segmento ya estaba menos presente en las últimas diadas... Luego queda esa parte que es Kale Borroka y no hay que olvidar las enseñanzas del País Vasco. Dijeron que si Otegi iba a la cárcel se armaría Troya... Y no pasó nada. Al contrario. La sensación de impunidad hubiera acobardado a los que no estaban con ETA.

¿Ha actuado bien Rajoy?

Su gran error es haber creído las palabras de tipos que decían que no iba a pasar nada. ¡Es que Pinochet estaba al lado de Allende antes de darle el golpe! ¿Cómo Soraya se ha podido tragar los cuentos que le contara esta gente?

Hay gente no independentista que defiende que se celebre un referéndum legal.

¿Y aceptar que hay una unidad de decisión legítima? Es como si dijéramos que los varones vamos a votar y que privamos a las mujeres del derecho al voto. Esas cosas son ilegítimas. No se puede votar privar de derechos a los otros. Eso es chantaje.

 Usted es fundador de Ciudadanos.

 Aquí en Cataluña son héroes morales. Sí creo que han cometidos dos errores: abandonar la socialdemocracia por un proyecto liberal inconsistente y rebajar la crítica al nacionalismo.

¿Qué ha perdido Cataluña en estos años?

Civilización, libertad... Ahora Cataluña es más paleta que antes. Después de la Guerra Civil cualquier persona podía llegar a Madrid o Barcelona e integrarse porque a nadie le importaba de dónde venía. El nacionalismo tuvo que construir una identidad asociada al mito de una visión compartida del mundo, vinculada al idioma... Es absurdo. No tienen en cuenta que han intentado construir una nación étnica sobre un cuadro social y demográfico que no responde a esas expectativas porque la mayoría habla castellano.

¿Hay hueco para otro partido de izquierdas?

En España hay un hueco a la izquierda para un partido que se atreva a decirle a Podemos que han recuperado el carlismo, las comunidades de identidad que son asfixiantes y que además defienden las religiones más reaccionarias. Un nuevo partido debería recuperar un ideario muy sencillo. Igualdad y eficacia. Y que cualquiera en España pueda acceder en su propio país a la posición que sea solo por los méritos requeridos de ese particular oficio; no por si participa de las particularidades de la tribu como es el idioma. Eso es muy difícil de construir.

Ada Colau me dijo que no era independentista.

No es nada. En el momento en el que hubo el atentado en las Ramblas te puedo decir que tanto Colau como Puigdemont estaban desbordados. ¿Qué sabían de gestionar un atentado? Y de pronto tenían que tomar decisiones de adultos y afrontar la idea de que había muertos. Los que viven en esa perpetua adolescencia creen que todo les sale gratis. El día de los atentados, Rajoy debería haber asumido el relato porque estábamos en medio de un ataque terrorista. Pero el Estado estaba acomplejado y la manifestación acabó en manos de la Asamblea Nacional Catalana.

Se habla de la sentencia del Constitucional respecto al Estatut como el origen de todo.

Eso es mentira también. Nadie quería el Estatut. El mismo mes en el que el PSOE empezó a hablar de ello, se había publicado una encuesta en la que se decía que Cataluña era la comunidad más satisfecha con su autonomía... ¡Qué pena tener que estar recordando esta basura de datos! Ahora podríamos estar hablando de poesía...

lunes, 13 de julio de 2020

El hombre que era más rico que Bill Gates

Un día, yo estaba en el aeropuerto de Nueva York. Me acerqué a un vendedor de periódicos, pues quería comprar un diario, pero, al sostenerlo en mis manos, me di cuenta de que no tenía dinero suficiente y desistí de la idea. De pronto el vendedor me dijo que lo tomara. "No hace falta que lo pagues, yo te lo doy gratis". Yo ni le había preguntado, pero él se dio cuenta, y ante su insistencia, acepté agradecido por el regalo.

Tres meses más tarde me encontré con el vendedor en el mismo aeropuerto, y de nuevo estaba sin cambio para comprar el periódico. "Puedes tomarlo. Estoy compartiendo esto de mis ganancias. Así que no te preocupes, no estaré perdiendo nada". De nuevo lo tomé y le di las gracias.

Diecinueve años después me hice rico y famoso. Cierto día, recordé al vendedor y decidí buscarlo. Después de un mes de búsqueda, finalmente lo encontré. Y cuando pude reunirme con él, le pregunté: "¿Recuerdas que una vez me diste el periódico gratis? Quiero pagar la ayuda que me ofreciste; lo que tú quieras, yo te lo cumpliré". Pero el vendedor se negó y me dio una respuesta que me dejó extrañado. "¿Usted cree que podrá igualar mi ayuda? Yo lo ayudé cuando era un  pobre vendedor de periódicos. Usted está ayudándome ahora que es el hombre más rico del mundo. ¿Cómo podrá su ayuda igualar a la mía?" Y ese día entendí que aquel hombre era más rico que yo, ya que no esperó a tener dinero para ayudarme, sino que lo hizo por bondad cuando probablemente le faltaba para llegar a fin de mes.

Otra anécdota emparentable es la que le ocurrió a Humphrey Bogart con Harry Truman. Bogart, ya cincuentón, iba a tener su primer hijo y se apostó veinte dólares con el Presidente a que sería niña. Pero fue niño. Bogart le envió un cheque de veinte dólares a Washington; pero Truman se lo devolvió endosado al neonato con una carta donde le expresaba cuánto respetaba a un hombre que recuerda sus deudas y las paga.

viernes, 10 de julio de 2020

Confinados sin contornos

Una película de terror empezaba con esta frase memorable: "¡Atención, atención! ¡Esto no es un sueño, esto no es un sueño! ¡Transmitimos desde el futuro usando su sistema nervioso como receptor!" Como es lógico, era un sueño. ¿Qué no lo es? Pero era inquietante porque lo único que nos aterra, en el fondo, es la complejidad: no entender nada de nada, no saber qué esperar de futuros posibles e imposibles. No hay hijo de vecino que no tenga siempre su plan por delante, pero no depende solo de él, sino de los sueños de quienes salgan en su sueño. Qué difícil es despertarse en un sueño dentro de otro y dentro de otro aún más grande, y así sucesivamente. ¿Quién sabía en enero que dentro de unos meses estaríamos todos con el burka puesto? Parecía un sueño descartable. Y el virus nos ha descubierto de repente el sentimiento, inédito en esta posmodernidad, de lo inseguro. Los microorganismos están ahí, como los átomos, y a veces nos recuerdan que también ellos pueden jorobar. Pero tenemos demasiado sueño como para despertar.


Quevedo escribía que los últimos años son los que pasan más rápido: se omite lo tantas veces repetido y la realidad aparece encogida y exigua: el tiempo se ha contraído y detenido como a la vera de un agujero afroafricano, la muerte. Hace unos días, sin ir más lejos, han descubierto que han muerto simultáneamente más de trescientos elefantes en Botswana, y no por caza furtiva o marfil: no saben por qué. Las imágenes son aterradoras; el colapso ecológico se acerca. Pero a la muerte ningún adjetivo le pega, pues que no tiene sustancia o ser.  Encerrarse en lo más visto, que es la propia casa, es como hacerlo dos veces, dentro y fuera del espejo esférico de Escher o del San Camilo 1936, de Cela: "El espejo no tiene marco, ni comienza ni acaba". El belga también andaba perdido en una escalera gallega sin arriba ni abajo. Como él, algunos pasamos el asedio volviéndonos locos y, junto a las primeras yerbas indultadas de las aceras, nos asoma el hambriento hombre de Atapuerca pidiendo huesos para el cocido.


Los que peor lo han pasado, además de los parados o los que padecen la pepera ley de trituración del trabajo, son los alpinistas: les ataca la claustrofobia por no poder subir otra vez a la  nariz del mundo, cubierta de sospechoso moco blancuzco, para redescubrir que hay espacio para todo, incluso para la ridícula vanidad de escalar montañas, porque todo está vacío. Mucho.

Imagínense a un opusino en su casa de clausura, rodeado como un núcleo atómico de vástagos gritones y sin ''camino'' por el que no descarriarse, cuando súbita se oye una frase más antigua que el andar a pie: "Ahora que estamos todos, vamos a rezar el rosario". Quizá es peor soportar cinco minutos de diarrea televisiva o perder las hojas del dinero ante el otoño de una crisis mundial peor que la anterior y aún mejor que la siguiente. Y sin embargo para algunos no puede compararse al monazo King Kong que produce la falta directa de chute fuckbholístico. 

Otros empero prefieren cocinar o comer manjares del espíritu, chupar autobiografías, pillar ensayos, consumir poesía o pandorgarse el cerebro en aceite, o en opio. Los más anhelan, sin embargo, llegar al tetrificado final del Doom o de las series sin fin de Netflix; oír música en You Tube y consultar el último tik tok o chismosidad del móvil; el mundo entero se ha vuelto friki y todo quisque quiere fundar una religión de bulos posveraces como el falso mesías Ron Hubbard, que prefiere hacer rosarios con dólares y ha levantado su catedral junto al Ateneo de Madrid. Mientras, Musk ha llegado del futuro de forma más barata que Michael J. Fox, y ni siquiera nos hemos enterado.


No hace falta mucho para predecir el futuro; basta con disparatar, como el logorreico y jitanjafórico Nostradamus Pórculus. Les pondré un ejemplo: en 2003 se publicó en España el libro censurado en EE. UU. de Michael Moore Estúpidos hombres blancos. Como si fuera un Isaías, está escrito en la página 105:

Respirar siendo negro: puede que se haya llegado al extremo de no aguantar más el acoso, la discriminación, el resentimiento, la sensación de no pertenecer en un país donde reina una intolerancia tan arraigada...

Muchos no pueden respirar, ni siquiera con mascarilla. Lo juro, si Michael Moore dice que las vacas son radiactivas, dejaré de tener mala leche.

(Bueno, no ha dicho que son radiactivas, sino tóxicas: poseen los aditivos disruptores endocrinos BPA y BPB, acumulables en el organismo, presuntamente cancerígenos y desde luego causantes del aumento de la infertilidad del esperma en EE. UU. y en Europa)

viernes, 3 de julio de 2020

Película mágica

"No lo recuerdo, lo sé" (Jennie, en Retrato de Jennie, de William Dieterle, 1949)

martes, 30 de junio de 2020

Artículos recientes de David Torres

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David Torres, Rebrote de cebollinos, en Público,  24 de junio de 2020

A nadie le gusta dar marcha atrás, y menos durante la desescalada, porque la marcha atrás supone no sólo perder terreno sino volver a empuñar el piolet y ponerse otra vez la mascarilla de oxígeno antes de encarar nuevamente al aire sutil de la alturas. Esta metáfora alpina con que se ha descrito la pandemia quizá resulte más precisa ahora, en medio de este lapso de indecisión, puesto que los montañeros expertos saben muy bien que el descenso suele ser el momento más peligroso en una escalada: cuando los nervios se relajan después de alcanzar la cumbre se producen más muertes y más accidentes. Lo dijo Rob Hall, una de las víctimas mortales de la multitudinaria tragedia de 1996 en el Everest: "Cualquiera puede subir a lo alto de esta montañita: el problema es regresar con vida de ella".

Ante la despreocupación y el cachondeo con que afrontamos la temporada veraniega, como si el Covid-19 fuese a tomar también vacaciones, tal vez deberíamos reflexionar un poco al ver que los contagios se extienden como la pólvora por el continente americano, los rebrotes asolan Irán y Corea del Sur y algunos países europeos -Alemania y Portugal- imponen nuevas restricciones ante la evidencia de los nuevos repuntes. Todo es muy raro con esta enfermedad, obligando a maniobras curiosas como la obligación de llevar mascarilla durante un paseo, incluso en mitad del campo, aunque no haya nadie más en kilómetros a la redonda, y la libertad de no llevarla mientras permaneces sentado en una terraza, reactivando la economía a fuerza de cañas. Es verdad que siempre existe peligro de contagio, aunque nadie acaba de explicar de modo convincente por qué el riesgo resulta mucho mayor si estás de pie y andando en lugar de quieto y sentado, rodeado de gente que tiene los irrefrenables vicios de respirar, toser y hablar a gritos a tres palmos de tu vaso.

Por lo visto, el Covid-19 es sensible al jabón, a la lejía y, sobre todo, al dinero, ya sea mediante el tacto de monedas y billetes o, mejor aun, a través del flujo de una tarjeta de crédito. Ayer, sin ir más lejos, hice mi primer viaje en tren en más de tres meses y en el asiento de al lado iba una mujer mientras el resto del vagón estaba prácticamente vacío. La distancia de seguridad entre nosotros era de unos diez centímetros, pero contábamos con la ventaja de que al virus no le gusta nada viajar en tren, lo mismo que no le convence atacar en terrazas, restaurantes y discotecas a tope de gente. El dinero siempre ha sido una armadura perfecta contra cualquier enfermedad y por eso se sabe que la siguiente oleada se va a cebar con los países tercermundistas y con los más pobres. Por eso también vamos a dejar que entren los turistas británicos forrados de billetes, a pesar de que, gracias a la peculiar estrategia preconizada por Boris Johnson, Gran Bretaña supera todavía ampliamente el millar de contagios diarios.

Hay un libro, mucho antes de Camus, que ya había hablado de todas estas cosas, de cómo hacer frente a una pandemia mortal y, sobre todo, de cómo no hacerle frente. Es el Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, que muchos lectores tienen por una crónica a pie de calle de la epidemia que azotó Londres en 1665 y 1666, causando más de cien mil víctimas, pero que en realidad se trata de una novela de no ficción montada a base de datos y registros fidedignos, ya que Defoe tenía apenas cinco años cuando sucedieron los hechos que relata y no la publicó hasta 1722. Entre los dilemas que atenazan al narrador de la novela destaca el mismo que preocupa ahora a Johnson, a Sánchez, a Trump y a cualquier mandatario con responsabilidad sobre la vida de millones de ciudadanos: elegir entre la economía y la salud, es decir, escapar de Londres dejando el negocio a la buena de Dios o encomendarse a Dios y seguir con las puertas abiertas, a ver si hay suerte y la guadaña pasa de largo. Más prodigioso aun resulta que el segundo párrafo de un libro escrito en el primer tercio del siglo XVIII diga: "En aquella época no teníamos aún diarios impresos que difundieran los rumores y noticias, y que las embelleciesen por obra de la imaginación de los hombres, como luego he visto que se hacía".

2

"El día del orgullo Rey", en Público, JUNIO 26, 2020

Resulta una curiosa coincidencia que los reyes Felipe y Letizia hayan decidido empezar su gira por la España biodiversa poco antes de la celebración del Día del Orgullo Gay, paralelismo que puede dar lugar a confusiones de todo tipo, incluyendo vistosos cruces de banderas. Quizá los expertos de la Casa Real traten de enviar un mensaje con el fin de que los monárquicos de toda la vida salgan de una vez del armario y puedan expresar en voz alta su amor por la corona. Ya se sabe lo perseguidos que están los monárquicos en este país, y la monarquía no digamos, que todos los días el desayuno trae incluida una noticia sobre la terrible conspiración contra los borbones jaleada por la fiscalía suiza y la prensa extranjera. Al fin y al cabo, no hay nada malo en creer que la jefatura del Estado viene instaurada por línea hereditaria, exclusivamente a través de genes masculinos, como creen muchos otros ciudadanos europeos, asiáticos y africanos desde que el mundo es mundo y la Tierra plana, otra creencia que últimamente también cuenta con un montón de adeptos.

En su visita a Mallorca, los reyes recibieron a diversos colectivos, empezando por el gremio hotelero, con lo que el protocolo se fue transformando en un control de daños en medio de una zona catastrófica. La idea es animar a los turistas reacios a regresar al archipiélago balear, epicentro de las vacaciones de la familia real española desde mucho tiempo atrás, aunque teniendo en cuenta el riesgo implícito en el turismo británico y la facilidad de contagio en los aviones, a lo mejor no resulta tan buena idea. En su baño de masas en el paseo del Arenal los reyes fueron a cara descubierta, sin mascarilla, para que la gente pudiera reconocerlos aunque fuese de lejos, sin confundirlos con el séquito ni los guardaespaldas, y para demostrarle al coronavirus que la corona estaba primero.

Mallorca y los reyes también aparecían, hace poco más de una semana, a toda página en el principal periódico británico, The Times, donde el corresponsal inglés definía a la familia real española como "un clan" y abría su reportaje con el cinematográfico titular "Sexo, mentiras y cuentas bancarias suizas". Los lectores ingleses podían deleitar su vista entre cacerías de elefantes, regatas con jeques árabes, cuentas multimillonarias en el extranjero, comisiones sin tributo fiscal, cuernos multinacionales y una amante de alquiler con apellido filosófico que denuncia una campaña de acoso contra ella y sus hijos llevada a cabo por los servicios secretos y azuzada por la Casa Real española. Y no salió lo del medio millón de euros de la luna de miel de Felipe y Letizia pagada en dinero negro porque la noticia saltó esta semana, una lástima.

Es imposible que los british, acostumbrados a los sosos escándalos palaciegos y los rutinarios vaivenes de la monarquía inglesa, se resistan a semejante anzuelo. No hay color. De hecho, no nos extrañaría lo más mínimo que muchos de ellos renuncien a la nacionalidad británica y reclamen la ciudadanía española en un Brexin por las bravas. Al emplear la corona española de reclamo turístico, podía aprovecharse también la figura del rey emérito, que no saben ya qué hacer con él, y utilizarlo como monumento histórico de visita obligada, al estilo del marqués de Leguineche al final de Patrimonio nacional, sentado en una sala del palacio para que los extranjeros le hagan fotos y contemplen cómo disfruta de la vida un auténtico monarca. Con mucho orgullo, qué pasa.

3

El cocodrilo, el Rey y otras cosas de no creer, Público, 10 de junio de 2020

Hay que reconocer que nos está quedando un año la mar de raro, un año apocalíptico en todos los sentidos del término, aunque también es cierto que la cosa ya venía de antiguo. Probablemente el motivo por el que muchos escritores hemos abandonado la ficción y nos dedicamos a escribir sobre la realidad es el mismo por el cual la realidad ha perdido su pátina habitual de tedio y rutina para dedicarse a escribir novelas. Hoy, por ejemplo, iba en el metro y veía a toda la gente en el vagón con la cara tapada con mascarillas, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo para ir a atracar un banco, cuando lo habitual es que el banco desvalije a la gente sin desplazamientos ni embozos ni pretextos de ningún tipo. Nos mirábamos unos a otros intentando reconocernos desde algún rincón del pasado, como concubinas perdidas en un harén subterráneo o más bien como niños jugando a indios y vaqueros en un túnel del tiempo donde no quedaba ya un solo indio.

Vivir en medio de la era del coronavirus es igual que tomar parte en una película fantástica cuyo decorado es el mundo entero, salvo para Casado, Abascal y otros conspiranocios que todavía creen que la pandemia la inventaron entre Sánchez e Iglesias en un laboratorio chino con la ayuda del lobby feminista y la intención de desestabilizar el orden mundial, dar un golpe de estado contra el capitalismo y proclamar una dictadura universal comunista con capital en Caracas. No son los únicos que lo creen, porque además hay gente que les vota. Estos días abres el periódico y te salta a los ojos la tontería más grande que te quepa imaginar, noticias del estilo de Javier Maroto diciendo que las residencias de ancianos son competencia directa del gobierno, que el 8-M era contagioso (ahí está él para demostrarlo) y que por eso se casó con su novio en diferido y dentro de un armario en Sotosalbos.

Aun así, día a día, la realidad se empeña en subir las apuestas a base de titulares completamente inverosímiles, el penúltimo de ellos, el del cocodrilo que tiene acojonado a Valladolid, con los diarios locales trasvasados a un tebeo de Tarzán y la guardia civil rastreando la confluencia del Duero y el Pisuerga. Tenía que ser precisamente en Valladolid, donde hace unos años había un alcalde, León de la Riva, que por sus comentarios machistas, homófobos y racistas, parecía haber salido de la misma charca que el cocodrilo. Entre el murciélago de Wuhan y el cocodrilo de Valladolid, la fauna del mundo entero no para de desmadrarse, ocupando portadas y saltando a las calles desde selvas, bosques, reservas naturales y documentales de la 2.

No menos inverosímil y no menos cocodrilo resulta la noticia de que la Fiscalía Anticorrupción podría iniciar diligencias para aclarar el tremendo lío fiscal del rey emérito y las acusaciones de cohecho por las comisiones del tren de alta velocidad en Arabia Saudí. Diligencias, un término muy adecuado para la justicia española, la cual, en relación a los borbones, viaja unas veces en calesa y otras en parihuelas. Han tardado lo suyo, aunque no tanto como la justicia sueca, que acaba de anunciar que próximamente va a resolver el asesinato de Olof Palme con 34 años de retraso. La globalización aplicada a la corona española viene a corroborar la velocidad de transmisión de un virus desde China: una investigación en Suiza puede terminar con un exilio en la Repúbica Dominicana. Sin embargo, conociendo el percal, lo más probable es que don Juan Carlos haga como Manolo Gómez Bur en aquella película en que, acusado de un crimen, prefería que le aplicasen un artículo de un código penal de la Edad Media: "El exilio, si pudiera ser a Zamora, es que tengo familia".

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La conjura contra los negros de América David Torres, 8 de junio de 2020

Decía Monterroso que los enanos disponen de una especie de sexto sentido que les permite reconocerse al primer golpe de vista. Algo similar sucede con los negros en los Estados Unidos, con el agravante de que, además de ellos mismos, los reconocen todos los demás. Los judíos o los armenios, por citar dos grupos étnicos de los muchos que proliferan en la tierra de las oportunidades, pueden confundirse más o menos en medio de la gran masa blanca dominante, mientras que los negros tienen el inconveniente de que, por culpa del color oscuro de su piel, no hay manera de verlos. Por algo Ralph Ellison, uno de los grandes novelistas estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX, tituló así la tragedia del afroamericano en un país hecho exclusivamente para blancos: El hombre invisible.

En un país que, en sintonía con la Revolución Francesa, enarbolaba la igualdad como una de sus señas de identidad al tiempo que establecía su hegemonía desde la esclavitud y el genocidio de pueblos enteros, el racismo siempre ha sido un tema candente. Todos los seres humanos nacen libres e iguales salvo negros, indios y demás ralea, por no hablar de las mujeres, que ésas nunca han importado un pimiento. Estos días he visto unos cuantos capítulos de La conjura contra América, la teleserie de David Simon basada en la novela homónima de Philip Roth, una ucronía que narra lo que habría podido suceder si el famoso aviador Charles Lindbergh hubiera llegado a la Casa Blanca, destronando al presidente Roosevelt. Según el mundo alternativo imaginado por Roth, las simpatías nazis de Lindbergh habrían provocado que Estados Unidos permaneciera neutral en la Segunda Guerra Mundial y la aprobación de leyes de segregación racial en todo el territorio.

De este modo, la familia judía de la ficción contempla impotente cómo la tratan a patadas en los restaurantes o la expulsan sin miramientos de un hotel en Washington. Lo que resulta verdaderamente ridículo en la ucronía de Roth, y también en la adaptación de Simon, es que la segregación racial funcionaba a toda máquina desde hacía décadas en los Estados Unidos gracias a las llamadas "leyes Jim Craw", las cuales se aplicaban con toda severidad a los ciudadanos de raza negra en los estados sureños. Más aun, fueron los legisladores nazis quienes se inspiraron en las leyes de segregación norteamericanas, como ha demostrado el historiador James Q. Whitman en Hitler’s American Model, the United States and the Making of Nazi Race Law. Ni la policía ni la justicia ni la sociedad estadounidense necesitaba la coartada de Charles Lindbergh para actuar al estilo de la Gestapo: lo que ocurre es que lo hacían exclusivamente con los negros, no con los judíos. Cómo es que un escritor tan perspicaz como Roth pasó por alto este desliz no puede achacarse sólo a un exceso de militancia sionista. Cuando Ralph Ellison hablaba del "hombre invisible", sabía bien lo que estaba diciendo.

Mucho más imaginativa, aterradora y compleja que La conjura contra América es la ucronía imaginada por Philip K. Dick en El hombre en el castillo, que acaba de conocer una adaptación televisiva bastante curiosa, aunque no alcanza ni de lejos la profundidad abisal del libro. En la novela de Dick, las potencias del Eje han ganado la Segunda Guerra Mundial y los Estados Unidos han sido divididos en dos grandes zonas de influencia: la Costa Este, bajo el dominio del Tercer Reich, y la costa Oeste, una provincia del imperio del Sol Naciente. En medio hay una especie de tierra de nadie donde, entre los grupos de resistencia de las Montañas Rocosas, descuella un movimiento negro de ideología comunista.

Lo más inquietante de todo es que, en ese mundo donde el fascismo ha triunfado, circula un libro clandestino, La langosta se ha posado, que narra una historia alternativa en la que los aliados ganaron la guerra, aunque no exactamente del modo que conocemos. Un día un anciano japonés sufre un mareo en un banco del parque y ve alzarse el puente el Golden Gate en una escalofriante realidad alternativa donde Japón ha sido derrotado. Con Dick nunca se sabe dónde la realidad pierde pie y dónde el sueño cambia a pesadilla.  En su visión de un mundo dominado por la cruz gamada, África aparece devastada por la explotación colonial, los nazis se han lanzado a la carrera espacial y la sociedad vive hechizada por la televisión, el consumismo masivo y la proliferación del plástico. ¿Da miedo, verdad?3 de junio de 2020

La novela histórica siempre me ha parecido un género de una dificultad terrible, quizá por eso no lo he cultivado más que una vez, en un libro donde a cada momento tenía que recordar que Odiseo no podía fumarse un pitillo ni Penélope ponerse a hablar por teléfono. Más difícil aun que sortear los anacronismos materiales era intentar adaptarme a los mecanismos mentales de otra época, recordando que conceptos como privacidad o pederastia no tenían mucho qué hacer en el mundo homérico. Por eso me sorprende que amigos como Alfonso Mateo-Sagasta o Javier Lorenzo se muevan tranquilamente entre espadas, jubones y castillos, como si escribieran a caballo, con peto, armadura y cota de malla. Lorenzo, por cierto, acaba de publicar El caballero verde, la historia de un noble aragonés del siglo XII que combatió en las cruzadas y que llegó a disputar una partida de ajedrez con Saladino.

En uno de los pocos consejos gratuitos que dio alguna vez, Dalí dijo a los pintores que no se esforzaran por parecer modernos, o sea, contemporáneos, que aunque pretendieran ocultarlo era lo único que nunca iban a dejar de ser. No obstante, sospecho que la facilidad con que ciertos colegas escritores se lanzan a novelar epopeyas del pasado proviene de la propia sustancia de un país que cada año que pasa retrocede décadas en un ejercicio de malabarismo histórico que evoca el pregón del alcalde en Amanece que no es poco: "Venga, todo el mundo a hacer flashback". Recordemos que aquí hemos tenido un ministro del Interior que hablaba con la Virgen y tenía al ángel de la guarda de aparcacoches, sin olvidar tampoco que uno de los sueños húmedos de Carmona, cuando postulaba a alcalde de Madrid, era recuperar las naumaquias en el lago del Retiro, nostalgia conmovedora en un socialista de pura cepa. Galdós se pone ahora mismo con los Episodios Nacionales y termina escribiendo en cuaderna vía.

Acorde con este rejuvenecimiento institucional acelerado, a nadie le sorprende que el rey Felipe VI haya convencido a la nobleza española para que regale miles de litros de leche y aceite de oliva virgen a los pobres, un verdadero alarde de generosidad que pretende dejar por los suelos esa triste miseria de la renta mínima para familias necesitadas. Es algo normal en un país que no sólo no llegó a superar el siglo XVIII por falta de luces, sino que hace todo lo posible para regresar al XIII a marchas forzadas. Lo verdaderamente extraño es que nuestro monarca no haya aprovechado para convocar un torneo medieval con pendones y juramentos de sangre para hacer el asunto más real si cabe. Real de realeza, no de realidad, claro.

Se agradece la caridad, aunque hubiera bastado con que la corona, con la generosidad que ha demostrado siempre con sus súbditos, donara una fracción de los millones depositados en las cuentas suizas donde esos malvados fiscales extranjeros no paran de revolver sólo porque no entienden las costumbres de esta peculiar familia consagrada al arte de la regata, a la amistad con tiranos árabes y a la caza del elefante. Sin embargo, Felipe VI no ha cesado de dar ejemplo en estos duros tiempos de la pandemia: ya se lavaba las manos y mantenía la distancia social mucho antes de la llegada del coronavirus. Qué habríamos hecho sin él.

5

David Torres, "Hail, estúpidos", Público, 1 de junio de 2020

La democracia es el sistema mediante el cual el pueblo español elige libremente a sus representantes del PP. Esta sucinta definición del poeta Álvaro Muñoz Robledano ha quedado obsoleta en los últimos tiempos, desde que el electorado también tiene la facultad de escoger además entre Vox y Ciudadanos. Tampoco es que haya mucha diferencia, ya que la inmensa mayoría de los líderes, de sus principios y de su ideario también provienen del PP, al menos desde Atapuerca. En España todo lo que se salga de esta amplia línea de consenso en torno al extremo centro se considera una peligrosa desviación del mecanismo democrático: comunismo, anarquismo, conjuras judeo-masónicas, homosexualidad, terrorismo islamista, hambre, miseria, Venezuela y, en definitiva, ETA.

Desde esta perspectiva tan democrática se entiende el cabreo de Iván Espinosa de los Monteros cuando Pablo Iglesias le dijo que lo que Vox pretendía era dar un golpe de estado, aunque de momento no se atrevieran a llevarlo a cabo. ¿Cómo se le ocurriría al vicepresidente decir semejante barbaridad si los únicos que pueden soltar esas burradas son los marqueses de la derecha? Expectorados una y otra vez desde el partido verde moco, los reclamos a una intervención del ejército, a la formación de un comité de emergencia nacional y a la desobediencia contra un gobierno ilegítimo y criminal, no deben ser entendidos como una vulneración del orden constitucional y de la legislación vigente, sino como una restauración del orden natural de las cosas. Legítimos son ellos, no lo que digan las urnas.

En efecto, la crispación que recorre de arriba abajo el espectro político responde única y exclusivamente al empeño de la izquierda por no resignarse a su papel de comparsa y dedicarse a aprobar medidas bolivarianas, como el ingreso mínimo vital, por ejemplo. Es un escándalo que la gente que no tiene ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca se dedique ahora a tumbarse a la bartola y disfrutar de un sueldo Nescafé sin dar un palo al agua, en lugar de morirse de hambre, como es obligación de los españoles pobres desde que el mundo es mundo. Poco importa que unos veinte países europeos ya tuvieran aprobada una renta mínima vital para los más desfavorecidos, el último de ellos, Italia, cuyo monto, 750 euros mensuales, casi duplica la española. Como anunciaba el famoso eslogan de Fraga, Spain is different, y aquí el dinero público se usa para rescatar bancos, salvar cajas de ahorros, privatizar hospitales o desprivatizar autopistas, no para que las familias hambrientas puedan salir adelante. O como dijo Andrea Fabra de los recortes a los parados: que se jodan.

Puesto que la democracia española es una máquina engrasada siempre hacia la derecha, resulta lógico que Pablo Casado se atreva a decir en público que se cumplen dos años desde que los suyos perdieron el poder por culpa de una injusta moción de censura, igualando las alianzas entre partidos democráticos a los tanques por las calles y los tricornios en mitad del hemiciclo. En esta nietzscheana transvaloración de todos los valores en que vivimos desde que a los ciudadanos les da por votar mal (varias veces seguidas, por si fuera poco), lo normal es que, desde la tribuna de oradores del congreso, una diputada del PP acuse de terrorista al padre del vicepresidente del gobierno por el delito de combatir la dictadura franquista repartiendo octavillas. En cualquier otro país de Europa ese hombre sería un héroe antifascista y un luchador por la libertad, pero en España los héroes son los torturadores con placa y las bestias al estilo de Billy el Niño: por eso les damos medallas a manos llenas.

Menos mal que Trump ha salido en tromba a defender la nueva anormalidad y condenar el antifascismo como organización terrorista, algo lógico al fin y al cabo en un país donde el Ku Klux Klan marca tendencias en moda, peluquería y artillería mental. Con un montón de ciudades sacudidas por las mayores protestas raciales y sociales de las últimas décadas, sólo al dibujo animado sentado en la Casa Blanca se le ocurriría echar gasolina a las llamas provocadas por el infame asesinato de George Floyd. Al otro lado del charco, otro incendiario profesional, Santiago Abascal, aplaude con entusiasmo este tardío alineamiento con Hitler, Franco y Mussolini antes de hacer el pino. Da un poco de vergüenza recordar que precisamente fue el antifascismo, en todas sus versiones y en todos los frentes, lo que detuvo a la mayor plaga de la humanidad en Normandía, Stalingrado, El Alamein, Okinawa y Berlín. Excepto en España, claro, porque Spain is different. No es sólo que no vayamos a salir mejores: es que vamos a retroceder a los Acuerdos de Munich y a la caída de Madrid. Hail, estúpidos.