Tomado de La perrología, (1820) poema del fraile manchego de principios del siglo XIX Nicolás del Pilar Galindo.
La igualdad es otra voz
que puede ocasionar yerros
muy grandes porque, si premian
que ha de ser igual el lego
con el que es letrado, el noble
igual al de un nacimiento
bajo y un mendigo con
el que es rico y opulento,
es un absurdo tan grande
como decir que los dedos
de la mano son iguales.
En aquel común derecho
de gentes serán iguales,
como que forman un cuerpo
con la nación o la masa,
pero en guardar los respetos
a cada cual según sea
su clase (por su empleo
por su dignidad, por nobleza
por servicios o talentos)
conforme a lo que merecen
es debido y de derecho.
¿Fuera razón que igualasen
al necio con el discreto,
con el valiente el cobarde
y el que es malo con el bueno?
De ningún modo, en ser hombres
solamente es el cotejo,
pero al fiel, al cuerdo y noble
se atenderá en todo tiempo;
y el bajo, necio y malvado
siempre serán el desprecio
de los hombres, aplicando
el castigo al que es perverso
con igualdad, es decir,
lo mismo al noble, al discreto
y rico que al mentecato,
al mendigo o al plebeyo
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