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viernes, 21 de agosto de 2009

Hospital de San Juan de Dios de Ciudad Real

Copio esta novedad surgida de la reciente digitalización por Google de la Biblioteca Complutense (modernizo la ortografía):

Juan Santos (O.H.), Chronologia hospitalaria y resumen historial de la sagrada religion del glorioso patriarca san Juan de Dios, aprobada por San Pío quinto y confirmada por Sixto Quinto, Paulo Quinto, y Vrbano Octavo, Pontífices Máximos. Segunda parte. Madrid: en la imprenta de Francisco Antonio de Villadiego, 1716.

Capítulo LVI. De la fundación del Hospital y Convento del Espíritu Santo de la Ciudad de Ciudad Real.

En Pozuelo de Don Gil, cerca de Alarcos, fundó el rey D. Alonso el Sabio a esta ciudad con nombre de Villa Real por los años de mil ducientos y sesenta y dos del Nacimiento de Cristo. El rey don Juan primero de Castilla se la dio a don León quinto de Armenia, y después de su muerte la incorporó en la Corona de Castilla el rey don Juan el Segundo, y la hizo ciudad con título de muy leal, y muy noble, concediéndola muchos privilegios. Fue ciudad muy celebrada, porque estuvo asistida del Santo Tribunal de la Inquisición, y también de la Real Cancillería, que se pasó a Granada donde hoy está. La autorizan dos tribunales que hay de la Santa Hermandad vieja y nueva, que se hace en el sitio de Peralvillo, célebre y nombrado en unos y otros orbes. Pudo competir en grandeza con las mejores ciudades de la Europa, y hacerla eterna la memoria de su fábrica, porque tiene ciento y tantas torres y es capaz de que la habiten veinte mil vecinos. Hoy tiene tres parroquias, con poco más o menos de mil vecinos. Sustenta cuatro conventos de frailes y tres de monjas, tres hospitales, con un colegio que alberga y sustenta doce ancianos pobres. Es tierra muy fértil de granos, vino, aceite y de ganados, con mucho regalo de caza y pesca.

En esta Ciudad entró nuestra religión el año de mil seiscientos y cuarenta y tres a fundar, y fue una de las fundaciones famosas que tuvo en España, mas ya por la injuria y calamidad de los tiempos se asimila tanto el Hospital a la ciudad, que sólo nos acuerdan sus ruinas y atrasos lo que fue esta y lo que fue aquel. Hizose esta fundación de la manera siguiente. Diego López Tufiño, y el Licenciado Antonio de Torres Triviño fueron naturales de esta Ciudad, y habiendo pasado a Tierra firme, se avecindaron en la Villa Imperial del Potosí, adonde el Diego López Tufiño fue Receptor del Santo Tribunal de la Inquisición, y el Licenciado Antonio de Torres fue Comisario. Enfermó de muerte el Receptor Tufiño, y dejó poder al Licenciado Torres, para que testase por él, debajo de cuya disposición murió. Para su cumplimiento testó el Comisario y se dejó por universal heredero de toda la hacienda, que era mucha y muy saneada. Habían consultado los dos, viviendo el Tufiño, que en Ciudad Real su Patria se fundase un Hospital para curar enfermos pobres, y en el poder que dio cuando se moría, para que testase por él el Comisario Torres le señaló para la fabrica del Hospital cincuenta mil pesos, y algunas Memorias y Obras pías. Pasó a España el Comisario el año de mil seiscientos y cuarenta con gran cantidad de hacienda y, hallándose la Monarquía con algunas urgencias y necesidades, se echó su Majestad sobre toda o la mayor parte de esta hacienda y le dio después satisfacción en juros. Llegó a su patria ajustadas sus cuentas con el rey y trató luego de hacer la fundación del Hospital. Comunicolo con la ciudad y vino en ello, porque había muchos años que lo deseaba, y también deseaban que fuese de nuestro glorioso Padre y Patriarca San Juan de Dios.
Sacose licencia del Ordinario y escribieron al General, cuyo que entonces lo era el Padre Fray Justiniano Sánchez de Alberola. Envió luego religiosos para que se comenzase la fábrica y escogieron sitio para ella enfrente de las casas que habían sido Real Chancillería, en la huerta de Pangino, que tocaba a la Parroquia de Santa María del Prado. No hicieron reparo de que era este sitio lo peor de la Ciudad, por la humedad de las vertientes, que se estancan y no tienen curso ni salida, (que esto se ha menoscabado y perdido la grandeza que tenía) pero conociendo la destemplanza grande de este sitio, y que era más para que enfermasen más los enfermos que para que sanasen, trataron de pasarse a las casas principales de Don Gerónimo Muñoz Triviño de Loaysa. Tuvieron grandes oposiciones para pasarse, pero venciéndolas, y venciendo algunas dificultades que luego se ofrecieron (y que para conseguirlo hubo) se pasaron. A todos estos lances asistió con fu favor y dinero el Fundador, porque vivió hasta el año de mil seiscientos y cuarenta y seis, que le llevó el Señor a pagarle tan generosas fundaciones como dejó, así del Hospital, como de obras pías, que fundó muchas y muy grandes, y después de todo esto hizo heredero del remanente de su hacienda al Hospital.
Fabricáronse dos salas de Enfermería para ivierno y verano, en que se pusieron treinta camas con mucho aseo, en que se curaban cada año trecientos enfermos pobres, con asistencia y cuidado de ocho religiosos con uno sacerdote que administraba los santos sacramentos. La iglesia era algo pequeña, pero abastecida de mucha plata y ricos ornamentos, con dos riquísimas colgaduras de ivierno y de verano, o ya sirviendo en la iglesia, o ya en las enfermerías. El prior de este convento y hospital es patrón de las más obras pías que dejó el fundador, cuyo principal pasaba de sesenta y seis mil ducados, siendo las más principales gran número de capellanías fundadas en dicho hospital: dotes a doncellas pobres, escuela de leer y escribir, preceptoría de gramática y otras diversas memorias y obras pías, las más célebres y grandes de España; pero, siendo la renta de todas ellas y la que al hospital se le señaló (que era muy copiosa) afecta a los juros, con la disminución o casi total falta de estos cesaron en la mayor parte los alivios del hospital y manutención de tantas obras pías, quedando reducida toda esta máquina a una cortedad tan corta, que sólo sirve para memoria de lo que fue. Hoy tiene el hospital una famosa, grande y nueva iglesia que, aunque se comenzó el año de mil seiscientos y sesenta, tardó más de cuarenta en acabarse. Está muy adornada de efigies de mucha devoción y altares muy decentes y dedicada al Espíritu Santo como su titular y tutelar. Mantiénense doce camas de enfermos en la sala que antes servía de iglesia, pero los enfermos y los precisos religiosos que los asisten se mantienen más de limosnas que de renta, si bien todo es muy poco, por la suma pobreza de aquella tierra.

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