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viernes, 28 de agosto de 2009

Vísperas y fantasías

Las vísperas me cargan tanto el subconsciente que las paso muy negras. Entre otras cosas, la inspiración me viene a raudales y me encuentro lleno de ideas y ganas de escribir. Llevo dos noches soñando largas y complejas historias. En la pesadilla de ayer, un señor llamado Isidro Sánchez me examina con otros muchos alumnos, pero todos mis bolígrafos tienen demasiada tinta y cuando paso el brazo todo se transforma en un borrón ilegible; si pido folios no hay, y los que me dan están escritos en parte; escribo "el siglo XIX no se puede entender en España si no se comprende la figura de Juan de Dios Álvarez Mendizábal" y pienso por qué coño tengo que hablar de la desamortización; el examen no acaba nunca, pero no tengo tiempo de ponerlo todo; tengo la mesa del pupitre abarrotada con todo tipo de cosas y me siento abrumado por tantos problemas.

El segundo sueño corresponde a la noche pasada y es larguísimo; lo que recuerdo más o menos consiste en que mi mujer y yo investigamos un crimen y llegamos en coche a un pueblo donde creemos que reside el asesino; en un bar deduzco quién es y tras buscar su dirección en la guía telefónica llegamos en coche a su casa, que se encuentra en las proximidades de un puente; allí se despeña el coche en un embalse y yo salvo a mi mujer sacándola del agua, porque he tenido la precaución de abrir la puerta antes de caer. La conduzco al lugar más cercano, la residencia del asesino, una mansión que se encuentra en una hondonada inmensa parecida a la carpa invertida de un circo; allí descubrimos poco a poco que el asesino se ha refugiado en una comunidad de gente que es como él y padece una lepra o enfermedad contagiosa que transforma a la gente en criaturas deformes con dedos como gusanos. Quiero salir y no salir de ahí al mismo tiempo y ahí acaba todo.

Al ver un documental sobre eunucos, el tema me impresiona e inspira para escribir un cuento sobre un eunuco vocacional, como esas mujeres que quieren cortarse el otro pecho para evitar un segundo cáncer tras sufrir una mastectomía, por si no tuviera bastante con otro cuento que tengo a medias, El interferómetro, y esa novela que no termino a causa de los proplemas estructurales. Por otro lado, sigo con mis cábalas de descreído, coleccionando leyendas urbanas y criaturas fantásticas y personajes que casi podían serlo, como ese predicador metodista nacido en Madrid al principio del siglo XIX que terminó linchado y se aparece, según dicen, como fantasma en un lugar de Alabama, el perro negro y otras criaturas en las que no creo pero me parecen dignas de curiosidad. Mi fantasía hace horas extras. Qué cabeza tengo. Y, después de haberme pasado un mes corrigiendo la edición del teatro de Mejía, tengo que terminar la revisión de otros dos libros, entregar dos artículos y confeccionar otros dos libros. Y por supuesto, los exámenes de septiembre, los malditos exámenes de septiembre. Me siento agobiado.

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