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domingo, 11 de octubre de 2009

Libros

Por una de esas cosas raras, he conseguido al fin dos libros que llevo buscando desde hace tiempo a muy buen precio -entre los dos sólo he pagado cien euros-; los grandes volúmenes de Cincuenta años de poesía española (1850-1900) de Cossío, y Al derredor de la Virgen del Prado, patrona de Ciudad Real, (1914) de Rafael Ramírez de Arellano; además tengo ya apalabrado un ejemplar de los Ecos de un pensamiento libre del gran poeta masón manzanareño Antonio Rodriguez García-Vao, asesinado en Madrid, que ya tenía en fotocopias; no sé si será la primera edición o la segunda, pero poco va de una a otra; me gustaría editar sus poesías, ya que he localizado muchas que no se incluyen en esta colección, que creo reunida por su gran amigo y futuro alcalde de Madrid, el médico José Francos Rodríguez, cuyas cuatro volúmenes de autobiografía adornan mi biblioteca. Aquí transcribiré unas décimas sobre Cristóbal Colón que escribió cuando era muy joven y que no está en la colección de Francos:

¡QUÉ LOCO TAN SABIO!

Ya partió; no se le alcanza
y verle fuera delirio;
lleva en su cuerpo el martirio
y en el alma la esperanza
A medida que él avanza
va aumentando el sufrimiento;
va resistiendo el tormento,
luchando su mente a solas,
ni se cuida de las olas
ni percibe el raudo viento.

Se va en los ignotos mares
internando poco a poco
aquel genio o aquel loco
lleno de duda y pesares.
Pensamientos a millares
que inundan su fantasía
riñen batalla bravía
en su cerebro fecundo.
¿Quién contiene en calma el mundo
de ideas que Dios le envía?

¡Cómo navegan ligeros,
viento y mar desafïando,
atrevidos anhelando
ver de un mundo los linderos!
¡Qué gigantes y qué fieros
y qué soberbios se ostentan
genio y mar! Su ira acrecientan
el genio, un mundo buscando,
y un mundo, la mar negando:
su tenacidad aumentan.

La borrasca bramadora
no intimida al navegante,
que aquel corazón gigante
no encuentra valla opresora.
Aunque vacila no ignora;
mas con la duda pelea.
Aunque el rayo centellea
y ronco retumba el trueno,
firme, tranquilo, sereno,
nada perturba su idea.

En el firmamento escrito
cree ver el feliz arcano,
pues su genio soberano
profundiza el infinito.
De su gran conciencia el grito
le da firmeza y valor,
y sufre con el ardor
de los grandes corazones
las terribles maldiciones
del marino aterrador.

Porque, en peligro creyendo
sus vidas, cerca la muerte,
maldicen la infausta suerte
amenazas dirigiendo.
El ánimo decayendo
va de aquella gente osada;
creen la empresa desgraciada
y a Colon un ignorante.
Este, "paciencia, adelante"
dice con voz apagada.

Y solicita, implorando
entre dudas y agonias,
tres días sólo, tres días,
para seguir explorando.
El marinero, jurando,
pues recela de su suerte,
el viento soplando el mar
las naves surcando el mar,
Colón, sin desesperar,
aunque le cerca la muerte.

El océano proceloso
tempestad amenazando,
aquel cielo horrorizando
imponente y tenebroso;
y aquel genio portentoso
que a cielo y mar desafía,
abismos son que a porfía
quieren mostrar su fiereza;
y del genio la grandeza,
¿Cederá con cobardía?

No cedió, diganlo España
y del turbio mar las olas,
las conquistas españolas,
en aquella tierra extraña;
dígalo quien nunca engaña,
el astro siempre brillante,
ese sol siempre radiante
para mi patria esplendente,
pues sólo besó su frente
esta Nación arrogante.

Y en tan venturoso dia,
el sabio al mundo asombraba;
antes loco le llamaba,
y del loco se reía.
¡siempre igual la suerte impía!
Colón fue un genio fecundo
porque nos buscó otro mundo;
si no le hubiera encontrado,
por loco hubiera quedado,
por el loco más profundo.


Publicado en La voz de Peñaranda, núm. 152, 17-III-1881

Es una delicia leer a Cossío; contaba con una buena prosa y sabía valorar bien la poesía, como compruebo al leer sus páginas sobre el llorado Larmig. Además es una mina de datos, con todos esos índices y biografías. Incluso está enterado de la edición del Sebastián de J. Aguilar en Ciudad Real, aunque no sabía nada sobre su autor, lo que es lógico, ya que Aguilar se pasó casi toda la vida en China y Filipinas ayudando a Sinibaldo de Mas. Poco a poco me estoy construyendo una biblioteca de poetas raros del XIX muy notable. En cuanto a Ramírez de Arellano, si me está leyendo Carlos, podría ir a la página 26, donde creo que encontrará algo interesante sobre el obispo manchego que está investigando, Francisco de la Dueña y Cisneros, que lo fue de Urgel. Sospecho que algo del torralbeño párroco de Santa María, Esteban Ramón Sánchez de León, debe andar también en el archivo del Cardenal Borbón.

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