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miércoles, 16 de junio de 2010

Irreal realidad

Los que se encuentran irreales en la realidad, los que viven la realidad como una mentira porque no pueden prescindirse ni dejarse ni olvidarse y son incapaces de percibir la autenticidad que forma la sustancia única y simple de la vida, suelen disolverse en una nube de alcohol o de droga, construyen sus propias ruinas para habitar en ellas como su propio fantasma su castillo o cuelgan al extremo de una cuerda o de una botella, títeres tontos y torpes de un Dios o Sinsentido o de cualquier relación social o material que ven sin ojos; todo el mundo lo hace cuando segrega su sueño, su amor, su ilusión inauténtica, su cárcel, donde son a la vez carceleros y guardianes, incluso a través de artefactos maquinales, maquinadores y maquilladores como estos llenos de cucarachas microprocesadoras de desechos espirituales o chips polipodos, de larvas de tornillo y de gusanos que segregan su hilillo de cobre sangre o la telaraña sin hilos que tienden para autocapturarse. No hay nada más estúpido que progreso sin conciencia o conciencia sin progreso; que ciencias sin humanidades y humanidades sin ciencias; que novedad sin tradición y tradición sin novedad; que hombre sin naturaleza y naturaleza sin hombre, que argamasa sin ladrillos o ladrillos sin argamasa. Un impersonal poder lo quiere desconectar y fragmentar todo, introduce la soledad, la sed y el sol en el desierto, para que las piedras se deshagan solas en arena y el barro se tesele y se fragmente en el tiempo. Introduce estructuras y subdivisiones donde sólo debía haber entrelazamiento y unidad, abre puertas y más puertas cada vez más grandes y pasillos y más pasillos cada vez más largos hasta que es imposible acceder a nada: opera abriendo rendijas, grietas, desquicios y barrancos como una descomposición, como una podre, como una corrupción, como el tiempo. En el pasado, si alguien se portaba bien en una clase se castigaba a toda la clase; hoy ni siquiera se castiga al alumno y no existe el sentido común sino el diálogo de sordos aislante y deshumanizado. Es imposible ir a lo sencillo y a lo simple de la infancia y de la juventud como lo es al árbol de cadenas y de alas enraizadas volver a su propia semilla, no a las semillas y escisiones y eslabones ajenos que engendrará como espejo de lo que fue. No hay familias ni parentescos, sino subdivisiones de gentes errantes y solitarias que van a lo suyo, que es lo nuestro en el fondo o en un fondo de tumba que no les interesa. Las relaciones humanas son como las que tenemos con los naipes, que nos muestran sólo una cara y una falsa simetría.

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