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domingo, 16 de marzo de 2025

La poesía es algo común

 ¿Quién vivo puede decir:

No eres poeta. No puedes contar tus sueños

si todo hombre cuyo espíritu no sea zoquete

tiene visiones y hablaría si hubiera amado

y fue bien educado en su lengua materna?

                John Keats, La caída de Hiperión: un sueño,  I, 11-15

sábado, 15 de marzo de 2025

Anécdotas de la enemistad entre Valle-Incán y José Echegaray

  Se recuerdan varias disputas famosas en la literatura, pero pocas tan cómicas como la que se dio entre José Echegaray y Ramón Valle-Inclán.

En 1904, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura a José Echegaray "por haber revivido las tradiciones de la dramaturgia española".

En respuesta, muchos escritores de la generación del 98 protestaron abiertamente, llegando algunos, entre los que estaba Valle-Inclán, a firmar un manifiesto.

Años más tarde, Echegaray como jurado literario negaría el premio a un cuento presentado por Ramón.

Así nació este enfrentamiento del cual aquí algunos capítulos.

Estando Valle-Inclán en su habitual tertulia de café, vio entrar al hijo de Echegaray. Alzando la voz comenzó a decir que Echegaray no tenía talento, y que estaba obesionado con la infidelidad matrimonial ya que siempre incluía en sus obras maridos cornudos y mujeres infieles.

El hijo de Echegaray, molesto, le dijo:

"¡Más respeto, que está usted hablando de mi padre!"

A lo que Valle-Inclán respondió:

"¿Está usted seguro de que es su padre?"

Tras ganar el Nobel, en Madrid, renombraron una calle José Echegaray. Para mala suerte de Valle-Inclán, en ella vivía un gran amigo suyo. Cada vez que Ramón le escribía cartas a su amigo, en la dirección ponía "calle del Viejo Idiota". ¡Y las cartas llegaban! A raíz de esto, Valle-Inclán afirmaba que Madrid tenía el mejor servicio de correos del mundo.

Valle-Inclán, no perdía oportunidad para molestar a Echegaray, y solía acudir a los estrenos de sus obras para boicotearlos.

En una ocasión, un personaje dijo:

"Es una mujer con nervios de acero bajo una piel de seda". Y Ramón gritó desde el público: "¡Eso no es una mujer, es un paraguas!"

Por último, ya en su lecho de muerte, Valle Inclán necesitaba una transfusión de sangre. Al enterarse que se había presentado como donante Echegaray, se negó a recibirla porque decía que esa sangre estaba llena de gerundios.

Echegaray se casó a los 25 años con la asturiana Ana Estrada Sánchez, que al parecer debía de ser muy bella. Cuando el rey Amadeo de Saboya abandonó el trono español (1873) y estaba en el muelle de Lisboa aguardando para subirse al barco que le llevaría de vuelta a Turín, fue abordado por unos periodistas que le hicieron una entrevista. Uno de ellos le preguntó: "¿Qué es lo que más le ha gustado de España?", y él contestó: "La catedral de Burgos y la señora de Echegaray".

miércoles, 26 de febrero de 2025

Jorge Semprúm, Monografía y antología

 La gran aventura europea de Jorge Semprún, en El País, suplemento Babelia, andrea Aguilar y Jordi Amat, 9-XII-2023. El original, con gran aportación  fotográfica, aquí.

Vida y obra se entrecruzan en este mapa del escritor y político. Desde el Madrid republicano hasta la Grecia de la dictadura, pasando por la Francia de la resistencia o el campo de concentración de Buchenwald, en sus libros y guiones dejó constancia de su intenso recorrido por el Viejo Continente y la historia del siglo XX

El 10 de diciembre se cumplen cien años del nacimiento de Jorge Semprún (Madrid, 1923-París, 2011). Su vida, marcada por el exilio de su familia en julio de 1936, tuvo dos ejes centrales: la política y la escritura, que le llevaron a trazar un extenso mapa por la Europa del siglo XX. En sus libros y guiones —escritos casi en su totalidad en francés— Semprún empleó como material literario su experiencia en la Resistencia contra los nazis y en el campo de concentración de Buchenwald, sus casi diez años en la clandestinidad como dirigente del Partido Comunista en la España franquista, su expulsión del PCE y también sus años como ministro de Cultura en el gobierno de Felipe González. Este recorrido por lugares clave en su biografía permite, a través de una selección de citas tomadas de sus trabajos literarios y cinematográficos, recordar su historia y su obra.

Madrid

Nacido el 10 de diciembre de 1923, en julio de 1936 abandonó la ciudad con su familia. No regresó hasta 1953, cuando vivió como clandestino, bajo el alias Federico Sánchez, entre otros nombres, y trabajó para el Partido Comunista Español desde Madrid hasta 1962. Su siguiente estancia en la ciudad fue como ministro de Cultura entre 1988 y 1991.

Biriatou

A finales de agosto de 1939 vio España como exiliado por primera vez desde esta pequeña localidad en la frontera. Aquí se encuentra una lápida de homenaje al escritor.

La Haya

La familia Semprún se instaló en la capital holandesa a fines de 1936, donde su padre, José María Semprún fue agregado de negocios de la embajada de la República española hasta el final de la Guerra Civil

París

Se traslada como estudiante en febrero de 1939 y en 1945 regresa. Será en esta ciudad donde mayormente viva hasta su muerte en 2011.

Borgoña

Como miembro de la Resistencia a la ocupación nazi de Francia, formó parte del grupo Jean-Marie Action, hasta ser detenido en 1943.

De Compiègne a Buchenwald

El tren de deportados partió el 27 de enero de 1944 con 1583 hombres. La mayoría, como Semprún, eran resistentes contra la ocupación nazi que habían sido detenidos. El tren llegó al campo de concentración el día 29. A los presos les correspondió la numeración que iba del 43870 al 45048. Sobrevivieron 867.

Buchenwald

Apresado e interrogado por la Gestapo, llegó al campo de concentración próximo a Weimar en 1944.

Suiza

En las inmediaciones de Locarno pasó los últimos meses de 1945, y trató por primera vez de escribir sobre su experiencia en Buchenwald.

Praga

Visitó la ciudad durante sus años en el Partido Comunista de España. En un castillo de la ciudad fue expulsado del PCE en 1964.

Bucarest

A Bucarest viajó con La Pasionaria en enero de 1956 en tren desde Praga.

Salzburgo

En 1964 recibe el Premio Formentor en esta ciudad por su primer libro 'El largo viaje', que escribió en sus años de clandestinidad.

Grecia

Guionista de 'Z' (1969), la película que le valió una nominación a los Oscar presenta de una forma ficticia los hechos que rodearon el asesinato del político demócrata griego Grigoris Lambrakis en 1963 y está basada en la novela de Vasilis Vasilicós.

Madrid

A la izquierda, placa que recuerda el domicilio de Semprún en el número 12 de la calle Alfonso XI de Madrid. A la derecha, única foto de sus años de clandestinidad en España.

A la izquierda, placa que recuerda el domicilio de Semprún en el número 12 de la calle Alfonso XI de Madrid. A la derecha, única foto de sus años de clandestinidad en España.

“Había abandonado esta calle una mañana de julio de 1936, para las vacaciones de verano. Había vuelto en 1953, paseante inquieto, a finales del mes de junio, en el curso de mi primer viaje clandestino a España: primera salida de Federico Sánchez”

(….)

“Así medio siglo después de haber abandonado el barrio del Retiro —el parque, el museo, el jardín botánico, la iglesia de San Jerónimo, las calles residenciales la tienda de Santiago Cuenllas, el hotel Gaylord’s— después de dos guerras, el exilio, Buchenwald, el comunismo, algunas mujeres, unos cuantos libros, resulta que he regresado al punto de partida”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

“El escaparate de esta mercería totalmente olvidada, emergía en la noche, y sus luces proclamaban el nombre irrisorio: La Gloria de las Medias. En el cataclismo de los años, de las guerras, de los exilios, del universo entero, la permanencia insólita, probablemente irónica, de esta mecería de barrio, con su nombre grandilocuente, era el único lazo con un pasado remoto, tal vez inasequible. Tanto más remoto cuanto que esta tienda, este nombre tan sólo había conservado la esencia inalterable y fugitiva de los días de antaño. Como si en el momento en que iba a perderme de nuevo, seguir siendo un extraño en mi propio país —¿y por qué no serlo, por otra parte?, ¿no se es por definición extraño en el mundo?, ¿no es esta extrañeza al mundo la condición misma de la emergencia de lo humano?—, como si en aquel momento mismo, la aparición de esta mercería su permanencia humilde y testaruda me permitieran no solo recuperar mi memoria, sino también, paradójicamente a primera vista, reencontrar las raíces de mi extrañeza fundamental que me constituyera como personaje de mi propia vida”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

“En este periplo imaginario, sin embargo, todo empieza y concluye ante Las meninas de Velázquez. Mi vida está ligada a esta obra fascinante, se aparta de ella y vuelve a ella sin cesar, encontrándola siempre en su camino”.

(…)

“Desde 1953, año de mi primer retorno clandestino a Madrid, me he plantado muy a menudo ante el cuadro de Velázquez, le he consagrado horas de meditación contemplativa. Diversas circunstancias han concurrido en esta predilección. Los recuerdos de infancia, sin duda. Razones menos íntimas, también, impuestas en realidad por las condiciones de la vida clandestina”.

“En los primeros tiempos, el Prado era un lugar ideal para matar el tiempo, para hacer vivir los tiempos muertos. Y en el Prado el emplazamiento de Las meninas era privilegiado.

En aquella época, la tela de Velázquez se exponía en una sala del museo que le estaba reservada. Allí se encontraba, en su sombrío fulgor, suntuosamente aislada, entenebrecida por la pátina de los siglos. La sala de Las meninas tenía una particularidad: un gran espejo a la derecha del cuadro, si se miraba de frente. Aquella superficie reflectante —y tal vez reflexiva— permitía reproducir el juego de puntos de vista que el cuadro propone de manera tan evidente como enigmática. Pero aquel espejo de la sala de Las meninas tenía otra virtud: permitía vigilar fácilmente el entorno. Sin que se hiciera nada —o mejor dicho, como si se estuviera observando el cuadro en aquel espejo, para recomponer los efectos sutiles de inversión de situaciones que aquel induce insidiosamente— podía comprobarse si alguien te había seguido”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

“En 1953, durante mi primer viaje clandestino a Madrid, había visitado a Aleixandre, gran poeta, gran personaje del exilio interior. Lo había visitado con el nombre de Grador. Había fingido ser un hispanista francés que trabajaba en una tesis sobre la poesía española del siglo XX. Buen tema de tesis, por otra parte. Vicente Aleixandre vivía en una casita de un barrio residencial de la periferia, al norte de la ciudad. Las calles llevaban nombres de árboles y flores. La suya se llamaba ‘Velintonia’ que es otro nombre, como se sabe, para la sequoya. La conversación había sido apasionante, al menos para mí”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

Calle Concepción Bahamonde, número 5

“Siempre te ha hecho gracia eso de vivir en Concepción Bahamonde: la cárcel de Ventas está ahí, a la vuelta de la esquina. Bueno, también te hacía gracia, unos años antes, vivir en la Travesía del Reloj. Bajabas a veces a la peluquería y estaba el barbero afeitando a los soldaditos de guardia en el Tribunal Especial del coronel Eymar, de la calle del Reloj. Si te llegan a coger en esa época, treinta metros escasos separaban tu diminuto ático —con azotea y vista panorámica sobre el paisaje del norte de Madrid, pero por su reverso velazqueño, o sea, por el reverso del perfil que a Velázquez se le ha ocurrido pintar —, treinta metros separaban ese domicilio clandestino del tribunal que habría de juzgarte. Luego, en Concepción Bahamonde, a finales de los años 50, lo que tenías a mano era la cárcel de Ventas”.

“Pero es la noche del 17 de junio de 1959 y has entrado en Marqués de Mondéjar, hacia Concepción Bahamonde. De pronto, al acercarte al portal del número 5 de Concepción Bahamonde, comprendes con toda claridad por qué has decidido venir a dormir aquí, a pesar de que Simón conozca este domicilio clandestino. Habías vuelto, por tanto, a esta casa de Concepción Bahamonde, número cinco, para no dejarle solo a Simón, para no abandonarle. Para que entre Simón y tú siguiese habiendo, como un secreto compartido, este lazo, este vínculo, esta relación. Y es que Simón sabe dónde estás. Conoce esta habitación, con su cama de hierro, su armario, su mesilla de noche. Conoce la habitación contigua, en la que trabajas: una mesa, una silla, la máquina de escribir, algunos libros. Conoce estas dos habitaciones diminutas, desnudas. Él ha vivido en esta casa de Concepción Bahamonde antes de que tú vivas en esta casa. Y cuando tú dejes de vivir en esta casa, Julián Grimau vivirá en esta casa”.

[Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta, 1977].

“¿Azar simbólico o guiño del destino? Como quiera que sea, el edificio en el cual estaban instalados los servicios de mi ministerio había sido construido en el solar de un antiguo circo. Durante mi infancia, allí se alzaban las instalaciones permanentes del Circo Price, que tan a menudo había frecuentado con mis hermanos. Más tarde cuando el circo fue derribado, se construyó un edificio de una modernidad relativamente sobria, no demasiado insólita en le paisaje urbano circundante. Albergaba los servicios del Banco Urquijo.

Aunque fuera objetivamente inocente, este emplazamiento no dejaba de tener su irónica significación. Podía servir de advertencia. Porque los juegos de circo y los imperativos de rentabilidad constituyen dos límites, dos obstáculos en los que pueden quebrarse las políticas culturales”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

“Eran las 12 de la noche en la entrada de la La Moncloa y yo me preguntaba en el silencio de mi fuero íntimo si Jaime Gil de Biedma, gran poeta, compañero de largos paseos e interminables conversaciones nocturnas, no se había equivocado por una vez. Había vaticinado, al final de uno de sus Poemas morales escritos bajo el franquismo, que ‘de todas las historias de la Historia / la más triste sin duda es la de España / porque termina mal…'

¿Y si la historia de España, por una vez, no terminara mal?”

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

“Por la noche, sin embargo, a veces en el frescor parsimonioso y provisional de una brisa del norte, volvía a encontrar el ambiente de antaño. Gracias a los amigos de antaño, claro está. Volvía a encontrarme con algunos de ellos para cenar, en la terraza de un restaurante que frecuentábamos desde hacía años, La Ancha. Volvía a encontrarme allí en el ambiente característico de las interminables conversaciones nocturnas: el espíritu de Madrid”.

“En La Ancha, una vida más tarde, varias muertes más tarde, alguien murmuró que sólo nos faltaba Domingo. Nos miramos y era verdad. Había sido nuestro amigo, a veces incluso el vínculo entre nosotros, la amistosa conciencia de nuestra amistad”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

Biriatou

“Pediría que me enterraran en el pequeño cementerio de Biriatou. En este lugar frontera, posible patria de apátridas, entre una y otra pertenencia —la española, que es de nacimiento, con toda la imperiosidad, arrolladora por momentos, de lo que es evidente; la francesa, que es de elección, con toda la incertidumbre, a veces angustiosa, y el apasionamiento—, en esta antigua tierra de Euskal Herria. Un lugar para que mi ausencia se perpetúe”

[Adiós, luz de veranos... Tusquets, 1998].

La Haya

Iglesia de Parkstraat

“Ocurrió, en efecto, que el sacerdote de la Parkstraat que pronunció el sermón de la misa mayor se despachó con una diatriba de inusitada violencia contra los rojos españoles, llamando a la guerra santa contra ellos, a la cruzada de la fe contra los enemigos de la Iglesia.

Mi padre no conocía lo suficiente la lengua holandesa como para entender aquella prédica guerrera en sus detalles y matices. Así y todo, captó que el cura había hablado de España y de los rojos españoles. Al concluir la misa, mientras salíamos de la iglesia, me pidió que le resumiera la encendida soflama de cura, cosa que hice con la mayor precisión posible.

Cuando concluí mi detallado resumen, mi padre se detuvo ante la reja que dejaba a la Parkstraat. Estaba lívido; su mirada traslucía desesperada ira”.

[Adiós, luz de veranos... Tusquets, 1988]

París

Boulevard Saint-Michel

“La panadera del bulevar Saint-Michel, mujer de lengua larga e ideas cortas —curvas, más bien: torcidas, quiero decir—, me había expulsado, con una frase que pretendía ser hiriente (’español del ejército derrotado’) de la comunidad de los elegidos. Mi detestable acento no sólo me había impedido obtener el panecillo o el croissant que deseaba, sino que también me había desgajado de la comunidad lingüística, que es uno de los elementos fundamentales de un vínculo social, colectivo. Tomé una decisión de inmediato. En circunstancias como ésas, no es recomendable remolonear. Disimular, darle largas al asunto con la esperanza que todo se arregle: no se arregla nunca. Así pues, acepté ser rechazado. Soy un extranjero, muy bien; seguiré siéndolo, pensé. Con todo, para que esa decisión íntima, repentina, tan apremiante como la chispa de la gracia —si me fío de los que experimentaron dicha chispa o, al menos, la convirtieron en un gratificante tema literario—, fuese realmente eficaz, mi condición de extranjero no debía ser ostensible, perceptible para cualquiera. Debía ser una virtud secreta, y para ello tenía yo que dominar la lengua francesa como un autóctono”.

[Adiós, luz de los veranos... Tusquets, 1998].

“Había en el Liceo Henri IV dos cursos de filosofía. El profesor de uno de los cursos era Maublanc, un marxista. El otro era Bertrand, un racionalista crítico”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Rue Balise-Desgoffe

“Con El hombre sin atributos, de Musil, había encontrado, en efecto, Los sonámbulos, de Hermann Broch, en la biblioteca de Édouard-Auguste Frick de la Rue Balise-Desgoffe, en París. Frick era un ginebrino erudito, rico y generoso, amigo del grupo Esprit, que nos había alojado durante varios meses a mi hermano Álvaro y a mí. Disponía de una biblioteca extraordinaria, de la cual una buena parte era en lengua alemana. Yo había ido engullendo los volúmenes por decenas”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

“En 1942, en el Café de Flore, lo que me llamó la atención fueron la silueta y el andar de Simone Kaminker. También ella se movía entre las mesas, y aquel día yo no podía distinguir su rostro. No vi realmente su rostro hasta tres años más tarde, en 1945, el verano de mi regreso, en la terraza de ese mismo café. La pequeña Kaminker había cambiado de nombre, pero su mirada no desmentía su andar altivo, danzante que creaba alrededor de su silueta espacio móviles de luz y de silencio, y que ya me habían llamado la atención la primera vez”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Rue de Vaugirard

“Es la antevíspera del 1 de mayo: el 29 de abril, por lo tanto. Por la tarde, para ser del todo exactos. Llegué en el transcurso de la tarde del 29 de abril a París, a la Rue de Vaugirard, en un convoy de la misión de repatriación del padre Rodhain”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Keystone-France / Gamma-Rapho / Getty Images

“Una breve borrasca de nieve se abatió sobre las banderas del 1 de mayo.

Yo estaba en la esquina de la Avenue Bel-Air y la Place de la Nation. Iba solo, veía desfilar la marea de manifestantes, rematada por las pancartas, las banderas rojas. Oía el rumor de los cantos antiguos.

Había vuelto. Estaba vivo”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

“Fue en el Petit Schubert del Boulevard Montparnasse donde bailé con Odile por primera vez, unos días después de mi regreso. Después de la noche en vela de Eisenach.

Estaba otra vez la trompeta de Armstrong, todas las trompetas del paraíso. Estaba la noche en vela, el alcohol, la insensata esperanza de una vida reiniciada. Estaba Odile M., que era la prima de uno de mis amigos de adolescencia. Tras una cena conversaciones, risas, una discusión confusa en casa de unos desconocidos, en la Avenue de Saxe, en torno a Albert Camus, acabamos juntándonos una pandilla en le Petit Schubert, pasada la medianoche”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

“Lees tu dirección de entonces y te pones a reír silenciosamente. Aquel apartamento en el que viviste fugazmente había sido el de André Breton. Y éste te lo traspasó, cuando se mudó a otro piso más grande en la misma casa. Era un apartamento-taller de pintor, con la amplia vidriera del estudio orientada a la luz del norte que era la luz de Montmartre, por cierto. Llegaste un día con 250.000 francos de entonces, céntimos de hoy, que era el precio del traspaso. Te abrió la puerta André Breton ue era parecidísimo al poeta André Breton, tal y como sale en las fotos, de las historias ilustradas del surrealismo. Bueno casi todos los poetas que has conocido tenían aires de poeta”.

[Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta, 1977].

“Te acordarías de tu primer encuentro con Pasionaria.

Fue en París, en 1947

¿En primavera? Tal vez, no es imposible. Crees recordar que fue uno de esos días de París, con aguacero, de que hablara César Vallejo. En todo caso, fue en el local de que disponía la dirección del partido en la avenida Kléber. El local fue clausurado en septiembre de 1950, cuando el gobierno francés prohibió las actividades del partido español en Francia y puso fuera de la ley vuestras organizaciones. Pero incluso antes de la ilegalidad, antes de que las citas con los camaradas se hicieran en un parque, a la salida de un metro, en un apartamento discreto —o en la acera de la plaza de la República, delante de los escaparates de La Toile d’Avio, cuando se tratara de los dirigentes del PSUC, que no parecían conocer en París otro lugar para encontrarse, y, de hecho, sabes de camaradas llegados de Cataluña, de forma imprevista, y con algún recado urgente, a los cuales les bastaría tomar contacto con situarse estratégicamente frente a aquel trozo de acera de la plaza de la República, a esperar que pasara, inexorablemente, acudiendo a alguna cita, alguno de los dirigentes del PSUC— incluso, decías, antes de la ilegalidad del año 50, ese nombre de Kléber ira aureolado de algo de misterio”.

[Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta, 1977].

“A nadie le agrada lo que yo pienso sobre España. Creo que ni a mí mismo me agrada. ¡La desgraciada España, la España heroica, la España del corazón sobre la razón! Se ha convertido en la conciencia lírica de la izquierda. Un mito de viejos combatientes. 14 millones de turistas viajan a España. España meca del turismo o leyenda de la guerra civil. Todo mezclado con Lorca. Yo ya estoy harto de Lorca. ¡Mujeres estériles, dramas rurales, ya estoy harto de la leyenda de España!”

[Discurso que pronuncia en su piso parisino Diego Mora, personaje protagonista de la película La guerra ha terminado (1966), dirigida por Alain Resnais con guion de Jorge Semprún].

‘La guerra ha terminado’ (1966)

Director: Alain Resnais. Guion: Jorge Semprún. Intérpretes: Yves Montand, Ingrid Thulin y Geneviève Bujold.

Borgoña

“Fue en 1943. En otoño, en la comarca de Semur-en-Auxois. En un recodo del río había una especie de presa natural que retenía el agua”.

“El alemán estaba solo, teníamos nuestras Smith and Wesson. La distancia que nos separaba de él era la correcta, lo teníamos perfectamente al alcance de nuestras armas. Se podía recuperar una moto, una metralleta.

El joven alemán se ha vuelto de espaldas, se dirige a pasos cortos hacia su motocicleta, inmóvil en el caballete.

Entonces empuño el arma con ambas manos. Apunto a la espalda del alemán, aprieto el gatillo de la Smith and Wesson. Oigo a mi lado las detonaciones del revólver de Julien, que ha disparado varias veces, él también”.

[Ejercicios de supervivencia. Tusquets, 2016].

“Julien era mi compañero de rondas en el maquis de la comarca, donde repartíamos las armas que nos habían lanzado en paracaídas por cuenta de ‘Jean-Marie Action’, la red de Henri Frager para la cual yo trabajaba. Julien conducía los coches Citroën y las motocicletas a toda velocidad por las carreteras de los departamentos de Yonne y de Côte-d’Or, y compartir con él la emoción de las carreras nocturnas era una maravilla. Con Julien les tomábamos el pelo a las patrullas de Feld. Pero Julien cayó en una trampa, se defendió como un demonio. Su última bala de la Smith and Wesson fue para sí mismo: se la disparó en la cabeza”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

“Yo había ido al Tabou con Julien. Les llevábamos a los resistentes del Tabou un suministro de explosivos plásticos con vistas a no recuerdo qué operación de sabotaje. Estábamos en el calvero del Tabou, anochecía. Yo me había sentido un poco apartado, releía un capítulo de La esperanza. Era un libro que siempre llevaba metido en la bolsa. Había acabado impregnándose del olor nauseabundo y persistente del explosivo plástico”.

[Aquel domingo. Tusquets, 1999]

Épiazy

“La casa de Irène Chiot era una antigua granja, con varias dependencias rodeando un corral herboso. Eran las doce, más o menos. La antevíspera habíamos volado un tren de municiones de la Wehrmacht, en Pointigny, y uno de los miembros de nuestro equipo desapareció. Yo fui a Laroche-Migennes, donde teníamos apoyos: escondites, buzones, un grupo de choque bien armado. Pero Georges V. seguía desaparecido. No hubo modo de restablecer el contacto con él. Algunos indicios hacían temer que lo hubieran detenido. De regreso en Épiazy, al alba, tras una noche en blanco, dormité unas horas en el cuarto que ocupaba habitualmente.

Retrato de Irène Chiot, que prestaba apoyo a la Resistencia y en cuya granja fue detenido Jorge Semprún por la Gestapo. Fue torturada en Auxerre y deportada. Murió pocos en el campo de concentración de Bergen-Belsen pocas semanas después de la liberación.

Retrato de Irène Chiot, que prestaba apoyo a la Resistencia y en cuya granja fue detenido Jorge Semprún por la Gestapo. Fue torturada en Auxerre y deportada. Murió pocos en el campo de concentración de Bergen-Belsen pocas semanas después de la liberación.

Musée de la Résistance Groupe Bayard

Eran las doce, más o menos; me desperté con la boca pastosa. Pensé en Georges V., desaparecido. Me encaminé a través del patio hacia el edificio que albergaba la cocina: necesitaba que Irène me preparara un café.

Pero, claro, nos había visitado la Gestapo”.

[Ejercicios de supervivencia. Tusquets, 2016].

Tusquets, 2016.

Auxerre

“Había descubierto mi cuerpo de nuevo, su realidad por sí misma, su opacidad, también su autonomía en la sublevación, a los diecinueve años, en Auxerre, en un chalet de la Gestapo, en el transcurso de los interrogatorios.

De repente mi cuerpo se volvía problemático, se despegaba de mí, vivía de esta separación, para sí, contra mí, en la agonía del dolor. Los esbirros de Haas, el jefe de la Gestapo local, me colgaban en el aire, con los brazos estirados hacia atrás y las manos sujetas en la espalda por unas esposas. Me sumergían la cabeza en el agua de la bañera, que ensuciaban deliberadamente con desperdicios y excrementos.”

[Ejercicios de supervivencia. Tusquets, 2016].

“Fue pocas horas después de la salida. Apenas comenzábamos a darnos cuenta de que no se trataba de una broma pesada, de que iba a ser preciso, en realidad, permanecer así días y noches, apretados, prensados, ahogados. Algunos viejos empezarían ya a gritar, enloquecidos. No lo aguantarían, se iban a morir. En verdad, tenían razón, en realidad algunos iban a morir”.

(...)

“Hay gente en el andén de la estación, y acaban de comprender que no somos un tren como cualquiera. Han debido de ver agitarse las siluetas a través de las aberturas cubiertas con alambre de espino. Hablan entre sí, señalan el tren con el dedo, parecen excitados. Hay un chaval de unos diez años, con sus padres, justo ante nuestro vagón. Escucha a sus padres, mira hacia nosotros, agacha la cabeza. Luego se va corriendo. Luego vuelve también corriendo, con una piedra enorme en la mano. Al poco se acerca a nosotros y arroja la piedra, con todas sus fuerzas, hacia la abertura cerca de donde estamos. Nos echamos hacia atrás, deprisa, la piedra rebota en los alambres, pero por poco le da en la cara al chico de Semur”.

[El largo viaje. Seix Barral, 1965 / Tusquets, 2004].

Campo de Buchenwald

“Pues el prisionero que fui yo, el número 44.904, era un joven comunista de veinte años que tuvo sus experiencias en Buchenwald durante dieciséis meses como militante de la organización secreta. Que, una vez finalizado el periodo de cuarentena en el barracón 62 del campo pequeño, trabajó en la oficina de estadística del trabajo, es decir en uno de centro de poder neurálgicos de aquella organización interna. Por supuesto yo no pertenecía a la troika dirigente del Partido Comunista de España en Buchenwald, pero como yo era el único de todos mis camaradas que dominaba el alemán, se me encomendó esa tarea de gran responsabilidad. Así conocí algunos problemas, algunas actividades y también algunos secretos de la resistencia antifascista en Buchenwald”.

[’Weimar-Buchenwald’, dicurso pronunciado en el Teatro Nacional de Weimar el 9 de abril de 1995, recogido en el volumen Pensar Europa. Tusquets, 2006].

Bloque 56, Campo pequeño

“Doblemente enclaustrada, esta parte del recinto interior estaba reservada al periodo de cuarentena de los recién llegados. Reservada a los inválidos —el bloque 56 en particular— y a todos los deportados que todavía no habían sido integrados en le sistema productivo de Buchenwald.

Me acercaba los domingos por la tarde, todas las tardes de domingo de aquel otoño, en 1944, tras la lista del mediodía, tras la sopa de fideos de los domingos. Saludaba a Nicolai, mi compañero ruso, el joven bárbaro. Charlábamos un poco. Más valía estar a buenas con él. Que él me considerara a buenas con él, mejor dicho. Era el jefe del Stubendienst, el servicio de intendencia del bloque 56. Era también uno de los cabecillas de las pandillas de adolescentes rusos, salvajes, que controlaban los tráficos y los repartos de poder en el Campo Pequeño.

Nicolai me consideraba de confianza. Me acompañaba hasta los camastros en los que se pudrían Halbwachs y Maspero”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Semisótano sala de los contagiosos

“Solo en la voz se desplegaban esas emociones demasiado fuertes, como olas de un mar de fondo que removieran la superficie de aguas aparentemente tranquilas. Era el miedo de no ser creído, sin duda. De, ni siquiera, ser oído. Pero resultaba del todo creíble. A ese superviviente del Sonderkomando de Auschwitz le oíamos perfectamente”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Plaza

“Estábamos concentrados, treinta mil hombres inmóviles, en la plaza mayor donde pasaban lista, y los de la SS habían levantado en medio los andamios para la horca. Estaba prohibido mover la cabeza, bajar la vista. Era preciso que viéramos morir a aquel compañero. Le veíamos morir”.

[El largo viaje. Seix Barral, 1965 / Tusquets, 2004].

Crematorio

“Las hice entrar por la puertecita del crematorio, que llevaba al sótano. Acaban de comprender que no era una cocina y, de repente, enmudecieron. Les enseñé los ganchos donde colgaban a los deportados, pues el sótano del crematorio también servía de sala de tortura. Les enseñé los látigos y las porras. Les enseñé los montacargas que subían los cadáveres a la planta baja, directamente delante de la hilera de hornos. Subimos a la planta baja y les enseñé los hornos. Ya no tenían nada que decir. No más risas, ni conversaciones, ruidosa pajarera: silencio. Suficientemente pesado, suficientemente espeso como para desvelar su presencia detrás de mí. Me seguían, como una masa de silencio angustiado, de repente. Sentía el peso de su silencio a mis espaldas.

Les enseñé la hilera de hornos, los cadáveres medio calcinados que habían quedado en su interior. Casi no les hablaba. Les nombraba sencillamente las cosas, sin comentarios. Después las hice salir del crematorio, al patio interior rodeado de una alta empalizada. Una vez ahí, ya no dije nada, nada en absoluto. Les dejé que vieran. Había en medio del patio, un amasijo de cadáveres que superaba con mucho los tres metros de altura. Un amasijo de esqueletos macilentos, torsionados, con ojos de espanto”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Letrinas del Campo Pequeño

“Sin embargo, pese al vaho mefítico y al olor pestilente que envolvían constantemente el edificio, las letrinas del Campo Pequeño era un lugar convivencial, una especie de refugio donde encontrarse con compatriotas, con compañeros de barrio o de maquis; un lugar donde intercambiar noticias, briznas de tabaco, recuerdos, risas, un poco de esperanza; algo de vida en suma. Las letrinas inmundas del Campo Pequeño eran un espacio de libertad: por su propia naturaleza, por los olores nauseabundos que desprendían, a los S.S. y a los Kapos les repelía acudir al edificio, que se convertía así en el sitio de Buchenwald donde el despotismo inherente al funcionamiento mismo del conjunto concentracionario se hacía sentir menos”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Casa de Goethe

“Contemplo el sol de abril sobre el césped que baja hasta el Ilm. Contemplo la casita de campo de Goethe. Oigo el susurro profuso de los pájaros a mi alrededor: la vida reiniciada, en suma. Sin embargo un sentimiento inexplicable se podera de mí: estoy contento de volver, como acaba de decir Rosenfeld. Tengo ganas de volver a Buchenwald, entre los míos, entre mis compañeros, los aparecidos que regresan de una larga ausencia mortal ”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Suiza

“Yo vivía en Solduno, aquel invierno, en las inmediaciones de Locarno. Mi hermana Maribel había alquilado una casa en el valle de la Maggia, al sol de Tesino, para que yo pudiera descansar. Y escribir también” (...)

“En Ascona, en el Tesino, un día soleado de invierno en diciembre de 1945, me encontré ante la tesitura de tener que escoger entre la escritura o la vida”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

Praga

“Me gustaría recordar brevemente a Rescheke, Busse y Bartel. Los conocí en la oficina de estadística del trabajo de Buchenwald, adonde acudían con frecuencia para discutir con el capo Willi Seifert y también con Josef Frank, uno de sus colaboradores. A Frank se lo condenó a muerte en Praga en el proceso contra Rudolf Slansky. Se le ahorcó y sus cenizas se esparcieron en una carretera abandonada y cubierta de nieve. Josef Frank, Pepikou, como le llamaban su compatriotas checos, confesó haber trabajado en Buchenwald para las SS y la Gestapo. Una declaración falsa, por supuesto, engañosa obtenida mediante tortura”.

[’Una tumba en las nubes’, discurso por la recepción del premio de los libreros alemanes en Frankfurt en 1994, recogido en Pensar Europa. Tusquets, 2006].

“En 1964 regresé a Praga con un pasaporte francés a nombre de Camille Salagnac…. Era mi último viaje con pasaporte falso. En las cercanías de Praga, en un antiguo castillo de los reyes de Bohemia, durante una larga reunión del Ejecutivo —apelación perfectamente merecida por una vez, puesto que realmente me ejecutaron— acababan de expulsarme del Partido Comunista de España”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

En el momento mismo en que Pasionaria pide la palabra, en que, alisándose un mechón de pelo blanco, rebelde, colocaba en la mesa la cuartilla que iba a leeros, en ese mismo momento, se han abierto de par en par las puertas del gran salón y han entrado varios camareros de chaquetilla blanca y guante inmaculado.

Silenciosos y diligentes, se acercan a la mesa y comienzan a retirar los ceniceros llenos de colillas, las botellas de agua mineral y de zumo de naranja medio vacías. Diligentes y silenciosos, colocan en la larga mesa ceniceros limpios, vasos limpios, botellas frescas de agua mineral, grandes garrafas de zumo de naranja.

Con un aire de desagrado y de impaciencia, Pasionaria espera que terminen para hacer uso de la palabra.

Te quedan, pues, unos instantes de respiro …

Pero Pasionaria está hablando.

Mientras andabas perdido en tu memoria, mientras evocabas una imposible conversación verídica con ella, Pasionaria ha tomado la palabra. Está leyendo la cuartilla que tenía preparada, con su espléndida voz metálica, rugosa y armoniosa. Está fulminando contra vosotros los rayos de la cólera. Está hablando en nombre del Espíritu-de-Partido, el sacrosanto Espíritu-de-Partido. Está diciendo que sois, Fernando y tú, ‘intelectuales con cabeza de chorlito”.

[Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta, 1977].

“En Praga, el último día, anduve recorriendo, con el temor angustiado de no volver a verlos nunca más, los lugares privilegiados de mi memoria de la ciudad. Así, fui a la tumba de Franz Kafka, en el nuevo cementerio judío de Strasnice. Fui a ver el cuadro de Renoir, expuesto en la Galería Nacional, en el recinto del Castillo”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

“En enero de 1968 los conservadores habían sido descartados de la dirección del partido comunista checoeslovaco. Empezaba una nueva era. El pueblo podía hablar una vez más después de años de silencio, de pasividad, de indiferencia y de desprecio. Se había hecho la prueba. El socialismo vive en la libertad de las masas como el pez vive en el agua. Pero el mismo día que llegué a Praga fui testigo de la invasión del país por 600.00 mil hombres y 6.000 tanques de los ejércitos del Pacto de Varsovia”.

[Guion de La confesión (1970)].

Director: Costa Gavras. Guion: Jorge Semprún. Basado en la autobiografía 'La confesión' de Artur London. Intérpretes: Yves Montand, Simone Signoret, Michel Vitold.

Bucarest.

“Dolores Ibárruri, que regresaba de no sé qué congreso en Berlín Este en el tren especial de la delegación rumana —aquel año, Dolores había instalado sus cuarteles de invierno en Bucarest—, iba a pasar por la estación de Praga el día siguiente mismo. Acordamos en consecuencia que yo también tomaría ese tren oficial, si los rumanos no tenían nada que objetar, para acompañar a la Pasionaria a Bucarest, exponerle durante el viaje las críticas del grupo de Carrillo y esperar su veredicto, que yo comunicaría a la vuelta al núcleo parisino del Buró Político del PCE.

Sea como fuere en el interminable viaje del tren especial de Praga a Bucarest me pasé una buena parte del tiempo con Kafka y Milena, aquel mes de enero de 1956, pocas semanas antes del que el XX Congreso del Partido Comunista Ruso empezara a desvelar, parcialmente todavía, con una prudencia dialéctica extrema, la realidad kafkiana del universo estalinista”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].

Salzburgo

“Algunas semanas más tarde, en otro castillo, esta vez en Salzburgo, que no había pertenecido a los reyes de Bohemia sino a la familia de los príncipes de Hohenlohe, se me iba a entregar el Premio Formentor de Literatura por El largo viaje. Otra vida comenzaba sin documentación falsa. Y aún no estaba seguro de no sentir nostalgia de la antigua, nostalgia al menos de la aventura y de la fraternidad de aquella otra vida”.

[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993]

“Cuando Barral me haya entregado el ejemplar español de El largo viaje, cuando sostenga el volumen en mi mano, mi vida habrá cambiado. Y uno no cambia de vida impunemente, sobre todo cuando el cambio se hace a sabiendas, con una conciencia aguda y clara del acontecimiento, del advenimiento de un porvenir distinto, en ruptura radical con el pasado, cualquiera que le sea el curso que le está reservado”

(...)

“Carlos Barral me explica la singularidad del libro que sostiene en la mano y que va a entregarme.

Resulta, en efecto, que la censura franquista ha prohibido la publicación de El largo viaje en España. (…) Barral ha encargado la realización de un ejemplar único de mi novela. El formato, la encuadernación, el número de páginas, la sobrecubierta ilustrada: todo es conforme al modelo de la futura edición mexicana. Salvo un detalle: las páginas de mi ejemplar de hoy están en blanco, vírgenes de cualquier carácter de imprenta”.

[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].

“Habíamos conversado mucho sobre los problemas políticos e históricos de Grecia, que en cierto modo, enlazaban con los de España. Costa-Gavras era un emigrado griego, Montand un emigrado italiano; había una complicidad que hizo que los proyectos se encadenaran”.

[Vivir es resistir. Tusquets, 2014].

“Cualquier coincidencia con los hechos, los muertos y los supervivientes con la realidad no es casualidad. ES VOLUNTARIA. Jorge Semprún / Costa-Gavras”.

[Nota en los créditos de Z, (1969)].

“El señor subsecretario de agricultura acaba de recordarles que para el mildiu son necesarios tres sulfatados preventivos. Al igual que el mildiu, las enfermedades ideológicas deben combatirse en forma preventiva. Estas, como el mildiu, son debidas a la acción de gérmenes mórbidos y parásitos de diversas especies. Por tanto, la pulverización de los hombres, por los medios más apropiados, es indispensable. Las escuelas, en este caso, son nuestro primer objetivo. Es allí, si ustedes me permiten la metáfora, donde los brotes jóvenes no han alcanzado los 12 o 15 centímetros. La segunda pulverización debe hacerse poco antes o poco después de la floración. Se trata, evidentemente, de la universidad, de la juventud obrera y la época del servicio militar es el mejor momento para aplicarla y salvar el árbol sagrado de la libertad nacional de la infección de este mildiu ideológico. Este año los panfletos lanzados desde aviones, hablan a nuestros campesinos de otra clase de enfermedad ideológica que comienza a hacer estragos en nuestro país”.

[Diálogo del gendarme en el guión de Z (1969)].

“Tres años de cárcel por haber retenido y difundido documentos oficiales. Al mismo tiempo los militares prohibían el pelo largo, las minifaldas, Sófocles, Tolstoi, Eurípides, romper los pasos a la rusa, hacer huelgas, Aristófanes, Ionesco, Sartre, Albee, Pinter, la libertad de prensa, la sociología, Beckett, Dostoievski, la música moderna, la música popular, las matemáticas modernas y la letra Z que en griego antiguo quiere decir está vivo”.

[Discurso final de la película Z (1969)].

Créditos

Formato y coordinación: Guiomar del Ser

Dirección de arte y diseño: Fernando Hernández

Programación: Alejandro Gallardo

Edición gráfica: Aitor Sol y Beatriz Palomo

Fotografía de apertura: Uly Martín

jueves, 6 de febrero de 2025

Entrada y salida de Andorra, por César Bruto

 De uno de los heterónimos del humorista argentino Carlos Warnes (1905-1984), César Bruto, "Entrada y salida de Andorra", en su Lo que me hubiera gustado ser a mí si no fuera lo que yo soy (1947).

Lo que menos tenía pensado era de quen mi viage iba a agarrar y visitar este paíx, pero una cosa es lo que uno se propone y otra cosa lo que le sale, como en el caso de mi primito casimirO, que resulta quen el último carnavaL agarró y se lebantó de programA en el baile del lunA paR a una prinsesA rusA que le dijo questaba esperando de un día para el otro la caída del comunismO para volber a rusiA y subir arriba del tronO y pedir que le dean la corona de briliantes de la familia, y resulta que despué quel chitrulo de mi primito bailó dos piesas con élia se dió cuenta de que le faltaba la cartera, el relog, los jemelos del púnio de la camisa de plancha, una medallita que sienpre tenía colgada del pescueso desde quera chico, los tiradores de vidro del pantalón y un anilio con el retrato en esmalte de su vieja y el cual no se lo podía sacar del dedo porquelera apretado... ¡En fin, basta la salú!

Resulta de que tuve la suerte de que al pasar ayer por la frontera deste paíx, justamente en ese momento salía para afuera del mismo un ciudadano que se iba de viage, y entonses, como quedaba un lugar bacante en el espasio del territoriO lo pude ocupar yo y entrar como pedrO por su casa. La jente que agarre y lea esto se pensará de que yo esagero, pero la pura verdá es que andorrA es un paíx tan pequenio, pero tan pequenio, que para quentre un habitante más de los que tiene se presisa que alguno se vaya, o sea que sienpre se queda con la misma cantidá de habitantes. Las cálies son chicas, pero bien estrechas, o sea que la solusión consiste en que la jente salga por turno afuera y otros se quedan adentro de las casas, porque si un día se le da la loca a todos de salir a dar una vuelta se afisiarían apretados unos en contra de los otros.

Otra cosa quel gobiernO de acá tiene que andar con cuidado es con la cosa de los nasimientos y vijilar de que no nascan ninios si antes no desaparece una persona grande, a los efectos de lo cual hay una ofisinA destadísticA que da permisos de nasimientos sienpre y cuando antes se presente una bacante en la poblasión. El día que liegué yo, presensié con mis propios ojos el caso de un matrimonio que inaguraba un nene de lo más lindo, pero que lo tuvieron que dar a crear enseguida afuera del paíx, porque adentro de andorrA no cabía. ¡Ha, lo mal questá repartida la tierrA y lo ques la injustisia humanA! ¿Qué les costaría, por egenplo, a otros paíx que tienen tantos y tanto quilómetros agarrar y darle unos metros más a andorrA para que pueda espaciarse a gusto y no verse presisada a tener que andar contando todos los día sus habitantes para ver de que no haiga uno de más y se arruine el equilibrio de la nacióN?

Un amigo que mencontré en un café chiquito de andorrA me dijo de que haora estaban estudeando un proyedto de un norteamericano, el cual consiste en haser un 2º piso al paíx, o sea lo mismo que cuando un dueño quiere agarrar y sacar más renta. El asunto de haser un paíx de 2 pisos trajo gran discusión adentro del parlamento, donde se trensaron en peleas los 3 diputados de la derechA y los 3 de la isquierdA, lo cual puede ser que se arregle como otras veses jugando un truco de 6 y se haga lo que mande el que gana. Por los planos que me mostraron, el paíx de 2 pisos tiene su lado bueno y su lado malo, ques lo que pasa con muchas cosas, y si uno lo mira por el lado bueno, bien, pero si lo mira por el lado malo, mal, o sea que lo mismo pasa con el trabajo, por egenplo, ques muy lindo en los días de pagO cuando uno va y cobra, pero es cansador a más no poder en los demás días cuando hay que ir a cinchar el lomo y lebantarse tenprano dejando las cubijas calientitas y el dulse arrulio de la linda esposa que le dise toda mimosienta: –¡Andá, quedate un rato más y despué le contás al gefe de que perdistes el ónibus y se acabó...!

La ventaja que tiene al ser chico un paíx como andorrA es de que todo el mundo agarra y se conoce y nadies puede enganiar a nadies. Los gastos del gobierno son más bien pocos, porquen toda la nasióN hay sólo 2 vijilantes, uno de día y otro de noche, o sea de que no pueden darse el lujo de andar los 2 juntos como en otras partes, porquentonses se quedaría sin vigilancia el otro turno y andarían a sus anchas los 2 ladrones que hay en el paíx y que sienpre andan sueltos, porque como son tan pocos sería propio una locura irles a costruir una cárseL especiaL para élios. Otra cosa deconomía es que no hay casA de gobiernO, sino que cada presidentE cuando lo eligen agarra y manda desde su casa lo poco que tiene que mandar. Ministerio de marinA no hay por falta de agua; ministerio de guerrA no esiste por falta de soldados; ministerio de agriculturA no hay por falta de campo; ministerio de obraS públicA no hace falta porque todo el paíx está costruído..., en fin, que tanpoco hace falta correO, porque siendo tan chico la jente agarra y se lieba las cartas a pie; tranvía hay uno solo que da la vuelta a la nasión en 20 minuto, y tamién hay un solo aparato de radio colocado en el medio de la plasA sentraL del paíx y que puede ser escuchado por todos los habitantes. Lo más que tiene andorrA son fronteraS; uno las encuentra por todas partes y apenas camina durante un rato sienpre está en peligro de salirse y meterse en la nasión de al lado, y así me pasó a mí, que salí a dar una vuelta para bajar la comida y cuando quise acordar estaba fuera y ya no me dejaron entrar más porque resulta que por el otro lado entró otro tipo y ya estaba completa otra vez la población.

Si todos los paíx fueran como este, uno la vuelta al mundO la daba en meno de 80 día como desía juliO vierneS.

domingo, 2 de febrero de 2025

Los últimos días de Patricia Highsmith

 Aquellos meses oscuros que compartí con Patricia Highsmith hace 30 años, en El País, Elena Gosálvez Blanco, New Haven (Connecticut, EE UU), 2 feb 2025:

Huraña y enferma, la autora de ‘Extraños en un tren’ pasó su último invierno encerrada en su casa de Suiza con una asistente española entonces veinteañera

Leí toda la obra de Patricia Highsmith de una sentada en otoño de 1994. Yo tenía veinte años y vivía con la autora en su casa de Tegna (Suiza) en una habitación empapelada con sus primeras ediciones en orden cronológico. Pat tenía 73 y sabía que estaba a punto de morir.

Mis recuerdos empiezan en un tranvía blanco y azul yendo a la casa de Anna y Daniel Keel en Zúrich. Anna era pintora y tuve la suerte de ser una de sus modelos desde que mi novio de entonces me la presentó a los 17 años. Su marido Daniel, cofundador y dueño de la editorial Diogenes Verlag, era brutalmente honesto, pero tenía ojos bondadosos. Sus muchas pilas de libros les valían de muebles.

En una de las “cenas interesantes” que celebraban, Dani me comentó que estaba “desesperado” buscando a alguien que hablara inglés, tuviera carné de conducir y pudiera mudarse a cuidar de un autor en su casa del Ticino. “No puedo anunciar el puesto en el periódico”, suspiró. El hombre discreto que había ocupado el cargo durante meses acababa de anunciar que no podía más y se iba a meter a monje. “Hablo inglés”, dije en inglés. Estaba a punto de volver a España para empezar tercero de carrera, pero podía recoger los libros, volver en octubre y quedarme hasta los exámenes de diciembre. Dani negó con la cabeza y me dijo que el autor era Patricia Highsmith. Yo no reaccioné. “¿Qué libros suyos has leído?”, me preguntó. “Ninguno”. Se le escapó una carcajada. Preguntaría a Pat pero, dada mi edad, no debíamos hacernos ilusiones.

Menos de una semana después, cogí el tren de Zúrich a Locarno. Patricia Highsmith había aceptado entrevistarme. En el viaje terminé El temblor de la falsificación, el primer libro suyo que leí. El hombre que había cuidado de ella me abrazó cuando vino a recogerme a la estación. “Es una autora extraordinaria...”, me dijo. “Pero no le gusta mucho la gente. Vas a notar que la molestas; no pienses que es algo que has hecho tú. Ella es así”. Me dejó en su puerta exclamando “Buena suerte”, sin bajarse del coche.

La casa brutalista, de ladrillo blanco y una sola planta, me pareció una enorme U. Highsmith la diseñó con ayuda de un arquitecto de Zúrich, Tobias Ammann, en 1988. Era la casa de sus sueños (con la que había soñado literalmente) y muy similar a la del arquitecto protagonista de su primera novela Extraños en un tren. Estaba bastante aislada, pero me gustaba el contraste de sus líneas rectas con el paisaje del valle. Aquel sábado de finales de agosto de 1994 el jardín era una maraña de malas hierbas y la fachada amarillenta había perdido su blanco original.

Patricia Highsmith abrió la puerta antes de que llamase al timbre, como si me hubiera estado espiando tras las cortinas. Llevaba un jersey de lana, unos vaqueros amplios y tenía cara de pocos amigos. Su flequillo canoso y grasiento caía sobre sus ojos. Me estrechó la mano. Sin mirarme, me ofreció cerveza o té, yo le pedí agua y desapareció hacia la cocina. En el salón había una revista literaria que nombraba a los cien mejores escritores vivos: García Márquez justo encima de Pat, que tardó más de diez minutos en volver con mi vaso de agua y su taza de café que entonces yo no sabía contenía cerveza.

“¿Te gusta Hemingway?”, me preguntó sin preámbulos. Por primera vez me miró a los ojos. Bebí un poco. No sabía nada de su vida, ni podía haberla buscado en Google en el tren en 1994. Decidí decir mi verdad por si acaso pedía argumentos. “No”, contesté como quien pone ficha en la mesa del casino. Todo al negro. Silencio.

“¡Odio a Hemingway!”, exclamó ella poniéndose de pie y caminando hacia la puerta. “¿Eso es todo?”, me preguntaba a mí misma sin atreverme a abrir la boca, aunque tenía mil preguntas sobre el trabajo, el sueldo, el horario, las fechas... Me dio las gracias y abrió la puerta para invitarme a salir. De vuelta en el Volkswagen —para sentarme tuve que coger un montón de correspondencia del asiento remitida simplemente a “Patricia Highsmith, Suiza”—, el futuro monje me dijo que sabía que la entrevista iba a durar poco, pero no tan poco. “¿Será que no le he gustado?”, le pregunté. “El próximo tren a Zúrich sale en unos quince minutos”, contestó, ignorando mi pregunta.

Estaba segura de que jamás volvería a ver a la gran dama de la novela negra que ni siquiera necesitaba dirección para recibir cartas. Pero justo antes de ir al aeropuerto para volver a Madrid donde me esperaba tercero de Filosofía en la Complutense, Daniel Keel llamó: “Esto es un milagro, Pat quiere saber cuándo puedes empezar”.

Regresé a la casa de Tegna a finales de octubre, con mi gorro negro, mis botines de tacón y un abrigo largo con vuelo, lista para mi aventura literaria. Mi cuarto era amplio y en las estanterías estaban todas las primeras ediciones de sus libros “en orden”, me explicó Pat. Le conté que solamente había leído El temblor y me había encantado. Dijo que esa era su mejor novela, así que todo lo que leyera después iba a defraudarme. No fue verdad y pronto El diario de Edith se convirtió en mi favorito. El cuarto tenía dos grandes puertas de cristal que abrían al patio frente al cual, como si fuera un espejo, estaba el cuarto de Pat en el otro palo de la U. Sus visillos estaban abiertos y podía ver su cama individual y su escritorio. Esta disposición le permitía también a ella verme a mí.

Se fue para dejarme deshacer la maleta. No sabía muy bien qué esperaba de mí. Cuando salí a esperarla al salón, se había metido en su cuarto. Podía oírla teclear la vieja máquina que usaba desde que escribió su primera novela, Extraños en un tren, durante su estancia en la colonia de escritores Yaddo. Cuando por fin salió de su cuarto para cenar puso un poco de agua a hervir y añadió un cubito de caldo. Me preguntó si yo quería. Asentí y añadió otro cubito. Esa era la cena. Se sirvió un gran tazón de cerveza oscura de una litrona que tenía en cajas fuera de la nevera.

Ahora yo era el chofer del Volkswagen polo negro. Era muy mala conductora, pero Pat no paraba de decirme lo bien que conducía probablemente porque iba despacio, lo cual, según ella, gastaba menos gasolina. Me explicó que yo iría sola una vez a la semana a comprar cubitos para la sopa, cajas de cerveza y comida para el gato que solo comía pulmones de vaca crudos. Pat llevaba bolsas de plástico en el bolso para no pagar los céntimos que costaban. Yo intentaba memorizar todo sin caer en la cuenta de que me iba a morir de hambre.

Cada cuatro o cinco días venía la cocinera con un guiso ya hecho porque no la dejaba cocinar allí. Pat apenas lo probaba cuando cada noche a las siete en punto, nos sentábamos en la penumbra a “cenar” juntas. Cada una se servía en la cocina en un bol, ella muy poco, pero traía una botella entera de cerveza a la mesa que despejábamos un poco de las montañas de correspondencia sin abrir. Yo comía despacio intentando copiar su falta de hambre y le hacía muchas preguntas que a ella le encantaba contestar. Nunca me ofreció cerveza, se sobrentendía que si quería beber debía traer mi propio alcohol. Los médicos no la dejaban beber su veneno favorito (whisky) pero en la cocina había una botella de Johnny Walker escondida que menguaba aunque ella decía que era para las visitas (que nunca venían). No debía beber y había dejado de fumar por sus problemas de salud. En teoría era un secreto, pero Anna insinuó que se trataba de cáncer.

La gata Charlotte pedía su comida en cuanto salía el sol. Pat me había explicado cómo tenía que trocear los pulmones crudos con las tijeras de cocina, los alvéolos estallando como miles de globitos. Pat escuchaba siempre las noticias de la BBC en la cama durante una hora antes de levantarse. Los días que tardaba en encender la radio me torturaba pensando que tal vez se había muerto y que me tocaría a mí encontrarla.

A veces me pedía que fuera a por el correo o salía a pasear por Tegna, donde aprovechaba para tomar un café como Dios manda en el diminuto bar, me comía un cruasán o me fumaba un cigarro, las cosas que ella solía hacer y ya no podía. En Correos siempre había algo para Pat pero los empleados me miraban mal. Supongo que sabían que Pat era lesbiana e imaginaban que una chica tan joven debía ser una amante remunerada. Yo pinta de enfermera no tenía. Entendí por qué ella jamás iba a por sus cartas. Mis paseos me valían para respirar antes de volver aquella casa opresiva y deprimente. La revista de los cien mejores escritores vivos le invitó a una celebración en París a la que por supuesto no fue: se consideraba entre los cien mejores, pero no tanto entre los “vivos”.

Anna y Dani llamaban cada domingo. Pat estaba corrigiendo las galeradas de Small G: un idilio de verano y tenía que mandarle las correcciones por fax. Cada día me pedía que mandara la misma página una y otra vez. Ella misma se refería a Small G como su última novela y parecía que quería salir por la puerta grande. Cuando la leí, unos meses después de su muerte, me impresionó cuánto sabía de la comunidad gay de Zúrich.

Pat no me dejaba llamar a mi novio y cuando él me llamaba decía que no estaba. Yo contaba con que él me podría visitar, incluso quedarse a dormir. Cuando tuve el valor de preguntar, ella me dijo que de ninguna manera. No le dejaría siquiera pisar el jardín, y si yo iba al bar del pueblo a verle, no podía faltar más de una hora. Mi novio y yo decidimos limitarnos a escribir cartas. Lo mismo ocurrió con mis padres y amigos. Las cartas tardaban unos diez días desde España, pero yo no podía ocupar la línea telefónica. No cuestioné las normas de Pat, ni la agresividad con que ella se negaba a compartirme, nadie podía interrumpir su amarga espera. Yo era sumisa, por la edad, la falta de experiencia y el miedo a que le pasara algo estando conmigo. Me obsesionaba no molestarla. Mis paseos por el pueblo se fueron acortando: me atormentaba que Pat estuviera sola, se encontrara mal o me tuviera que esperar para mandar, otra vez, la misma página corregida por fax.

Igual de aislada que ella, yo vivía leyendo sus libros y esperando la llamada de los domingos. Dani hablaba con Pat unos minutos y Anna hablaba conmigo un buen rato porque Pat se portaba mejor y no nos interrumpía. Anna notó que yo no estaba muy bien, así que vinieron de visita como habían prometido. Aparecieron con poco aviso y llegaron tarde, —”qué maleducados”, despotricaba Pat—, con un precioso ramo de dos docenas de rosas de té. Pat refunfuñó delante de ellos por haberse gastado cientos de francos en algo que no iba a tardar en morirse delante de nuestras narices.

Dani se entendía bien con Pat, tal vez porque era tan impaciente y abrasivo como ella. Llevaba décadas controlando los derechos de todas sus obras y ella, que había despedido a todos sus editores anteriores, le respetaba. Mientras despachaban los detalles de publicación de Small G, Anna vino a mi cuarto preocupada por mis ojeras y mi pérdida de peso. “Vives con alguien muy difícil que está esperando la muerte y tú le recuerdas todo lo que ya no podrá tener”, me consoló.

Pat no sabía decirle que no a Dani y les dio permiso para sacarme a cenar. Les confesé que al principio fue difícil que no me dejara recibir visitas ni llamadas, pero había logrado entender que Pat era mayor y maniática y también estaba aprendiendo mucho de ella leyendo cronológicamente sus libros, me impactaban sus antihéroes humanos e infelices, almas complicadas. Al principio me chocó tener que moverme con una linterna por la noche para no encender las luces, o que me gritara por gastar agua o gasolina… Era inexplicable para alguien con tanto dinero aquella obsesión patológica por ahorrar, pero cuando al morir donó toda su fortuna a Yaddo y otras colonias para escritores entendí que su frugalidad tenía la intención de ayudar al mayor número de autores posible. Aquella noche Anna me dijo que creía que Pat estaba enamorada de mí y yo bromee que más bien iba a intentar cometer el crimen perfecto conmigo. Cuando volví a casa, Pat me esperaba viendo la televisión visiblemente enfadada. Me había perdido el programa de crímenes semanal de la BBC que solíamos ver juntas y que le había dado muchas ideas.

Una o dos veces por semana la llevaba al hospital de Locarno para sus largos tratamientos. Leía mis deberes de Filosofía para que no me viera leer sus libros en público, porque le incomodaba ser reconocida. Entonces se podían encontrar en en la sección de “Misterio” en Estados Unidos; pero en Europa era una autora súper ventas de “literatura de verdad”. Mientras esperaba, solía irme a pasear por Locarno, que olía a castañas asadas igual que Madrid en noviembre. Pat salía sintiéndose mejor. La causa de su muerte (cáncer de pulmón) no fue pública hasta mucho después. A Pat le importaba el qué dirán y me pedía que confirmara a los médicos que no estaba bebiendo. Leí que también se había sentido muy culpable por ser homosexual, lo había ocultado y había probado relaciones con hombres, pero que en un momento dado logró aceptarse. La mujer que yo conocí había regresado a la vergüenza.

Dejé a Pat a mediados de diciembre de 1994. Le recordé mi partida durante semanas. No intentó reemplazarme, sólo me pidió que me quedara. Le expliqué que tenía que volver a hacer los exámenes y a mi casa por Navidad. No me hizo mucho caso, pensando que podía escribir nuestro destino como si fuera una novela. La noche anterior a mi marcha evitó hablarme y mirarme por completo. Con las maletas en la puerta me estrechó la mano, aunque yo esperaba un abrazo. Le pedí que me firmara un libro sobre su vida que me había regalado Dani y firmó su nombre, sin dedicatoria, ni nada personal. Estaba muy enfadada de que la abandonara como siempre habían hecho “otros”. Me dio un sobre con el dinero que me debía. Desapareció hacia su cuarto y me tuve que ir cerrando la puerta tras de mí y caminar hasta el trenecito rojo que me llevó a Locarno. No la volví a ver. En el tren soñé que nunca llegaba a casa y la policía les explicaba a mis padres que no podían encontrarme.

Al poco de irme, después de Navidad, la ingresaron. Murió el 4 de febrero de 1995 en el hospital y me alegre de no haber tenido que lidiar con los peores días. Sentí culpa y vergüenza. Dani me invitó a su funeral en marzo, justo el día que yo cumplía veintiún años, pero no quise ir. Solo regresé a Tegna ― donde ella vivió veinte años y reposan sus cenizas ― mucho después, en 2021. A Pat le hubiera horrorizado ver su pueblo lleno de chalés vacacionales y saber que su casa no es un museo sobre ella como me aseguró que sería. La tenía alquilada una familia con niños y trastos por todas partes. Desde el jardín podado a la perfección vi un cuarto de jugar y en el patio, dentro de la U, una alberca. Me alegré de que Pat no viviera para verlo. La casa de sus sueños no tenía piscina.

Elena Gosálvez Blanco dirige el programa Yale Young Global Scholars en la Universidad de Yale.

domingo, 26 de enero de 2025

Cómo evitar el bloqueo del escritor

 De Álvaro García, en su Jardín mental, "Cómo Evito el Bloqueo Creativo y Dejo de Mirar la Página en Blanco. La única técnica que me ha funcionado" 15 de enero de 2025

Esa sensación de estar frente a la página en blanco y ser incapaz de escribir…

Es frustrante y, casi siempre se debe a la falta de dirección. Si con frecuencia te sientas a escribir y no sabes ni por donde empezar, tengo buenas noticias para ti: no necesitas enfrentarte a la página en blanco jamás.

Hay una forma eficiente y simple de comenzar: haz un esquema de escritura.

Al principio creía que empezar con la hoja en blanco cada mañana era la rutina de cualquier escritor, pero tras más de 150 artículos en Substack en menos de un año, diseñé un método con el que escribo más rápido y disfruto mucho más del proceso.

Comencemos.

1. Cómo hacer un esquema de escritura

Abre tu ordenador o toma una libreta. Piensa en un tema sobre el que quieras escribir. A continuación, comienza a listar todas las ideas que te vengan a la mente relacionadas con ese tema. Da igual el orden, solo escribe lo que pienses.

Una vez tengas esa lista, selecciona las ideas más interesantes.

Ahora, lo que vas a hacer es transformar cada una de esas ideas en un concepto central para un apartado de tu texto. Por ejemplo, supongamos que estás escribiendo sobre "Cómo mejorar tu productividad." Es probable que tus ideas iniciales hayan sido algo como esto: Productividad: Distracciones, tecnología, horarios, trabajo en equipo, ahorro de tiempo, agotamiento, tareas...

De esas ideas, seleccionaste las que realmente aportan valor y luego las desglosaste en acciones claras y aplicables.

Aquí te dejo un par de ejemplos de cómo hacerlo:

Cómo mejorar la productividad

“Las distracciones son un problema.”

¿Cuáles son las distracciones comunes?

¿Cómo eliminarlas?

Pasos para eliminarlas

Paso 1

A más específico, más práctico y aplicable será. Al final el esquema será algo así:

Introducción: ¿Por qué es importante la productividad?

Idea 1: Identifica tus distracciones y elimínalas.

Idea 2: Crea un horario y cíñete a él.

Idea 3: Delega tareas para trabajar en equipo.

Conclusión: Tu productividad depende de tu disciplina.

Una vez que tienes hecho tu esquema, el trabajo más difícil ya está hecho.

2. Título: Responder a un asunto o problema

Ponte en la piel de quienes te leen: ¿qué buscan en ti? ¿Qué necesitan resolver o saber? Un buen título te ayuda a aclarar el resto del texto. Evita títulos amplios y difusos, trata de acotar claramente de lo que vas a hablar.

El título delimita el asunto.

Cambia “Cómo Escribir Mejor” por “7 Técnicas Para Vencer El Bloqueo Creativo”.

Cambia “Cómo Ser Productivo” por “3 Hábitos Matutinos Que Cambiaron Mi Día”.

Cambia “Aprende a Programar” por “Guía Para Dominar Python Desde Cero”.

¿Notas la diferencia?

Un título amplio y genérico pierde fuerza porque no promete nada concreto. En cambio, un título específico responde a una pregunta o necesidad real.

Cuando alguien me dice “cómo escribir mejor”, mi primera reacción es: ¿Escribir mejor qué? ¿Libros? ¿Artículos científicos? ¿Emails? Y si es “mejor”, ¿a qué se refieren? ¿Más claridad? ¿Menos errores? Sin definición clara, quien escribe y lee terminan perdidos.

El título es la brújula, úsalo para indicar el rumbo que tu texto va a seguir.

3. Introducción: Poner en valor al texto

La introducción debe dejar claro por qué merece la pena seguir leyendo.

La realidad es que la mayoría de contenido en redes se consume rápidamente, saltando entre líneas y, con frecuencia, no tardarán ni 5 segundos en decidir si seguir viéndolo o irse. Por eso es crucial ser conciso y claro.

Presenta brevemente el asunto o problema (el bloqueo creativo, en este caso), y propón una solución aplicable (como hago aquí). Asegúrate de dejar claro por qué merece la pena tu contenido, qué valor aportas frente al millón que hay en la red.

Yo me hago estas preguntas en mi esquema de escritura.

¿Qué puedo enseñarte?

Ejemplo: “Si alguna vez te has enfrentado a la página en blanco sin saber por dónde empezar, te diré herramientas prácticas para superar ese momento.”

Ejemplo: “Voy a mostrarte cómo puedes escribir correos atractivos incluso si tienes timidez y 0 experiencia escribiendo.”

¿A quién voy a escribirle?

Ejemplo: “A una persona creativa que escribe o comunica y le interesa saber la mejor manera de hacer que sus palabras tengan un impacto.”

Ejemplo: “Personas inexpertas en el mundo de la programación informática no saben nada todavía.”

¿Por qué es valioso lo que te cuento?

Ejemplo: “Lo que digo no es teoría, son herramientas que he usado para escribir cientos de artículos y que me han ayudado en tiempo récord.”

Ejemplo: “No te voy a dar consejos genéricos, sé lo difícil que es la programación, así que hice el trabajo duro por ti y te diré solo lo importante”.

¿Por qué puedes confiar en mí?

Ejemplo: “Tras décadas escribiendo para periódicos y plataformas con audiencias enormes, he cometido todos los errores posibles antes de encontrar lo que funciona.”

Ejemplo: “Como programador autodidacta que comenzó sin saber nada, sé exactamente qué obstáculos te encontrarás y cómo evitarlos.”

Cuando tienes claras las respuestas a estas preguntas, la introducción se escribe sola. Y no te preocupes si crees que no tienes nada que aportar, la realidad es que todo el mundo tiene algo que contar, solo que no lo has puesto aún en valor.

Si la introducción es una invitación, estás dando razones para aceptar tu invitación.

4. Ideas principales: Dar valor

A estas alturas ya tenemos casi todo hecho, queda mi parte favorita.

Con tu esquema "preparado" ahora solo necesitas llenar los espacios. Comienza a escribir bajo cada idea principal como si estuvieras explicándoselo a un amigo. Habla de forma sencilla y no te preocupes por el estilo. Luego, cuando lo hayas escrito todo, podrás releerlo y ajustar la longitud, nivel de detalle y tono.

Solo asegúrate de responder de forma específica y aplicable a lo que prometiste.

5. Conclusión: Lo que no deben olvidar

Una cosa que aprendí con el tiempo es que no son siempre necesarias.

Como decía al inicio, en internet la mayoría lee a toda velocidad y no se detienen más que unos segundos antes de pasar a otro contenido. Si ya has cumplido con lo que prometiste en las ideas principales, cierra el texto. No hace falta que repitas puntos ya mencionados o hagas un resumen. Opta por la brevedad.

Si la escribes, puede ser una idea fundamental que deben recordar, una moraleja de lo que contaste o una idea para tomar la iniciativa y pasar a la acción.

Todo lo que te he contado puedes dejarlo hecho de antemano en un borrador de Substack. Luego, cada vez que vayas a escribir, haces una copia del borrador para usar tu esquema y nunca más volver a ver la horrible página en blanco.

Aquí puedes ver mi esquema para nunca bloquearme frente a la página en blanco.

3 trucos más que uso para superar el bloqueo creativo

1. Empieza por lo que sabes

Si te encuentras atascado, empieza por lo que ya tienes claro.

He escrito artículos comenzando directamente por la conclusión porque ya reflexioné sobre el tema y tenía la respuesta final, así que lo que hice fue ingeniería inversa: comencé por la conclusión y luego trabajé hacia atrás, desarrollando las ideas principales que me llevaron a esa conclusión.

Si no sabes por dónde empezar, agarra lo que sabes bien y construye desde ahí.

Un ejemplo de texto en el que me pasó eso: El brainstorming no funciona, haz esto en su lugar. Tenía claro que el brainstorming no era la forma óptima de generar ideas, esa fue mi conclusión basada en mi experiencia. La pregunta era, ¿qué hacer en su lugar?

El resto responde justo a eso.

A eso me refiero cuando digo que empieces por lo que ya sabes.

2. Muévete

Tu entorno afecta tu creatividad.

Si te atacas, cámbiate de lugar. Escribe en un parque, en una cafetería, o en una habitación distinta de tu casa. Un cambio de escenario puede hacer maravillas. Y si puedes, haz cualquier actividad que te permita desconectar un momento, como caminar. Está demostrado que pasear aumenta la creatividad.

Y lo puedo confirmar, las ideas fluyen cuando doy un paseo y dejo a mi mente volar.

3. Usa límites de tiempo

No terminamos las cosas porque no tenemos fecha para terminarlas.

Ponte un límite de tiempo realista, pero ajustado, que te empuje a terminar el borrador. Da igual si está perfecto o no, lo primero es tener algo en papel, y luego, más adelante, podrás pulirlo. Esto elimina el perfeccionismo de una vez por todas.

He usado este truco infinidad de veces.

Como ves, superar el bloqueo de la página en blanco no va de tener una chispa de inspiración, va de tener un sistema efectivo. Antes, rezaba y esperaba a que llegara la inspiración. Ahora, la inspiración llega todos los días a la misma hora.

Justo cuando me siento a escribir.

sábado, 4 de enero de 2025

El arte de la ficción (1992), libro de David Lodge

 El arte de la ficción (1992), libro de David Lodge, catedrático, narrador y humorista inglés fallecido hoy que puede ser bueno conocer para la Teoría de la literatura y los profesores de literatura moderna. Esta reseña viene de la Wikipedia anglosajona:

El arte de la ficción es un libro de crítica literaria del académico y novelista británico David Lodge. Los capítulos del libro aparecieron por primera vez en 1991-1992 como columnas semanales en The Independent on Sunday y finalmente se recopilaron en forma de libro y se publicaron en 1992. Los ensayos tal como aparecen en el libro se han ampliado en muchos casos de su formato original.

Lodge centra cada capítulo en un aspecto del arte de la ficción, que comprende unos cincuenta temas relacionados con novelas o cuentos de escritores ingleses y estadounidenses. Cada capítulo también comienza con un pasaje de la literatura clásica o moderna que Lodge siente que encarna la técnica o el tema en cuestión. Algunos de los temas que Lodge analiza son el comienzo (el primer capítulo), el autor intrusivo, la novela epistolar, el realismo mágico, la ironía, el simbolismo y la metaficción. Entre los autores que cita para ilustrar sus puntos están Jane Austen, J. D. Salinger, Henry James, Virginia Woolf, Martin Amis, F. Scott Fitzgerald e incluso él mismo. En el prefacio del libro, Lodge informa que este libro es para el lector general, pero se ha utilizado vocabulario técnico deliberadamente para educar al lector. Además, agrega que el título alternativo del libro habría sido "La retórica de la ficción" si no lo hubiera usado ya el escritor Wayne Booth.


Capítulos

Comienzo, Jane Austen Emma; ​​Ford Madox Ford, " Emma Woodhouse, guapa, inteligente y rica...".

El autor intrusivo, George Eliot, EM Forster.

Suspenso, Thomas Hardy.

El skaz adolescente, de JD Salinger.

La novela epistolar, de Michael Frayn.

Punto de vista, de Henry James.

El misterio, de Rudyard Kipling.

Nombres, David Lodge, Paul Auster.

La corriente de la conciencia, Virginia Woolf.

Monólogo interior, de James Joyce.

Desfamiliarización, Charlotte Brontë.

El sentido del lugar, Martin Amis.

Listas, F. Scott Fitzgerald.

Presentando un personaje, Christopher Isherwood.

Sorpresa, William Makepeace Thackeray, Muriel Spark, el cambio de hora.

El lector en el texto, Laurence Sterne.

El tiempo, Jane Austen, Charles Dickens.

Repetición Ernest Hemingway.

Prosa elegante, de Vladimir Nabokov.

Intertextualidad, Joseph Conrad.

La novela experimental, de Henry Green.

La novela cómica, Kingsley Amis.

Realismo mágico, de Milan Kundera.

Permanecer en la superficie, Malcolm Bradbury.

Mostrando y contando a, Henry Fielding.

Contar con diferentes voces, Fay Weldon.

Un sentido del pasado, John Fowles.

Imaginando el futuro, George Orwell.

Simbolismo, DH Lawrence.

Alegoría, de Samuel Butler.

Epifanía, de John Updike.

Coincidencia, Henry James.

El narrador poco confiable, Kazuo Ishiguro.

El exótic Graham Greene.

Capítulos, etc. Tobias Smollett, Laurence Sterne, Walter Scott, George Eliot, James Joyce.

El teléfono, de Evelyn Waugh.

Surrealismo, Leonora Carrington.

Ironía, de Arnold Bennett.

Motivación, George Eliot.

Duración, Donald Barthelme.

Implicación, William Cooper.

El título, George Gissing.

Ideas, de Anthony Burgess.

La novela de no ficción, de Thomas Carlyle.

Metaficción, John Barth.

El inquietante, Edgar Allan Poe.

Estructura narrativa, Leonard Michaels.

Aporía, Samuel Beckett.

El final de Jane Austen, William Golding.

martes, 31 de diciembre de 2024

Cine: Burroughs, Queer, Craig y la ayahuasca, estreno

 Elsa Fernández-Santos, ‘Queer’: un formidable Daniel Craig evoca las luces y sombras de William Burroughs, en El País, 31-XII-2024:

La nueva película de Luca Guadagnino recrea a través de una fabulosa escenografía los años latinoamericanos de uno de los grandes profetas de la contracultura

Sobre el papel resultaba chocante la elección del actor británico Daniel Craig para interpretar al escritor estadounidense William S. Burroughs, figura medular de la contracultura, considerado, a su pesar, padrino de demasiadas cosas: la generación beat, el punk-rock, la experimentación con las drogas y hasta la posesión de armas. Tal vez a Craig le sobra músculo para interpretar a un yonqui como Burroughs, pero con su formidable trabajo en la adaptación de Luca Guadagnino de la novela corta Queer, el actor hace suyas las paradojas, la inseguridad y las rarezas, el humor y, en fin, el fiero hermetismo de uno de los escritores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX.

Daniel Craig: “No hubiera podido protagonizar ‘Queer’ durante los años en que hice de James Bond”

La primera novela de Burroughs, Yonqui (1953), se publicó después del episodio que marcaría su vida y su obra literaria: la muerte por un disparo en la frente de su segunda esposa, Joan Vollmer, cuando, ante de unos amigos la pareja —pasada de alcohol y drogas— decidió jugar a Guillermo Tell. Asesinato, suicidio o accidente, Burroughs escribió Queer en 1952, en las semanas de espera del juicio en México por la muerte de Vollmer. No la publicaría hasta tres décadas después, en 1985. En la introducción escrita en los ochenta, el escritor revelaba dos aspectos clave: que todo el libro pivota alrededor de un acontecimiento del que no se habla, la muerte de Vollmer, y que fue ese suceso lo que le convirtió en escritor. Según Burroughs, si Yonqui es un libro sobre la heroína, Queer lo es sobre el síndrome de abstinencia.

Artefacto autobiográfico, la novela —y la película— se centra en la atracción, cortejo y obsesión del expatriado William Lee, oscuro álter ego del escritor, con un escurridizo veterano de la Marina 16 años más joven, Eugene Allerton (inspirado en Adelbert Lewis Marker e interpretado desde un lugar pulcro y frío por Drew Starkey). Esa relación y la del escritor con su homosexualidad y sus adicciones centran una adaptación que bebe también de Las cartas del yagé, dirigidas a Allen Ginsberg (caricaturizado en la película por un Jason Schwartzman con sobrepeso) alrededor de su experiencia con la ayahuasca.

Elegir a Craig no es el único riesgo que asume Guadagnino en una película mucho más descarnada y adulta que la tenística Rivales, estrenada también este año. Si David Cronenberg apelaba al Tánger de Burroughs en su adaptación de El almuerzo desnudo (1991), el director italiano despliega en Queer una fabulosa fantasía latinoamericana. Rodada en los estudios romanos de Cinettità, toda la escenografía de la película es un espectacular artificio. Guadagnino recrea el México modernista de los años cincuenta con una paleta de postal vintage que, desde el mismo arranque, juega al fetichismo y los anacronismos, especialmente en una banda sonora que pasa de Nirvana a New Order.

Ese despliegue de decorados, vestuario y objetos subraya el dramatismo líquido de Craig, envuelto en sudor y semen. Su Burroughs no es el viejo profeta que con retranca hacía un cameo en Drugstore Cowboy (1989), de Gus Van Sant, sino un outsider herido, tocado por un oculto romanticismo, que Craig encarna con su encantadora rudeza, empapado en alcohol y opiáceos. En el viaje final en busca de los secretos de la ayahuasca (con una Lesley Manville irreconocible como chamana y el cineasta argentino Lisandro Alonso como su compañero, en medio de la selva) Guadanino propone a un Burroughs enfangado en su amor imposible. El director resuelve esa catarsis con un epílogo en forma de pesadilla surrealista cuyo giro sobre la verdad oculta de Burroughs resulta discutible.

Queer

Dirección: Luca Guadanino.

Intérpretes: Daniel Craig, Drew Starkey, Jason Schwartzman, Lesley Manville. 

Género: drama. Italia, 2024.

Duración: 135 minutos.

Estreno: 1 de enero de 2025.

sábado, 14 de diciembre de 2024

Reseñas del mejor libro por otros

 Lo mejor del año. Los títulos que este año han impactado a Leonor Watling, Iñaki Gabilondo, Henar Álvarez y otros protagonistas del año

Cineastas, artistas, músicos y algún cocinero lector desvelan los poemas, las novelas y los ensayos que les han fascinado

BABELIA WEB 14/12/24 LIBROS FAMOSOS 202

Iñaki Gabilondo

El periodista, aunque retirado de la actividad laboral, sigue con una tremenda actividad en forma de charlas, entrevistas o eventos. Como el reciente centenario de la Cadena SER

La península de las casas vacías

David Uclés

Siruela

Todo es extraordinario en este libro y en su autor. Ambos parecen haber llegado de un mundo irreal, pero nos conectan con la más dura de las realidades. Que un joven de 35 años —músico, políglota, de familia rural sin roce alguno con los libros— dedique 15 años a documentar la muerte de cuarenta de sus familiares en la Guerra Civil ya es pasmoso. Pero que con el material rigurosamente investigado no escriba una tesis o un ensayo, sino una novela de gran factura, asombra más aún. Máxime cuando el trabajo literario se sirve envuelto en una inesperada y delicadísima orfebrería de realismo mágico. Es sorprendente y emocionante, extraordinariamente bien escrito. Una sorpresa que intuyo va a terminar siendo reconocida como obra grande. Y un autor cuyo nombre conviene retener.

Leonor Watling

La actriz, uno de los grandes nombres del cine español, espera el estreno en febrero de la miniserie 'La vida breve' (Movistar Plus+), centrada en la figura de Luis I, el rey más fugaz de España.

De la vida mía

Miquel Barceló

Traducción al castellano de Nicole d’Amonville Alegría

Traducción al catalán de Emili Manzano

Galaxia Gutenberg

Pasear por este libro es casi como caminar con alguien extraordinario a quien admiras compartiendo una charla. A veces profunda, a veces absurda y a cada tanto interrumpida por observaciones del paisaje y juegos con las formas de las montañas. Una especie de autobiografía desordenada y llena de dibujos. Disfruto muchísimo de saber cómo miran el mundo maestros como Barceló. Y cuando levantas la vista de sus páginas, al menos un ratito, ves lo que te rodea de otra manera.

Carlos Franganillo

El periodista asturiano, director de los informativos de Telecinco, acaba de recibir el premio Cerecedo por su contribución al periodismo de calidad

Los mitos de la inmigración

Hein de Haas

Traducción de Juanjo Estrella González

Península

Desmonta muchos de los mitos a los que contribuimos, incluso, desde los medios de comunicación. Desmonta la imagen de la inmigración como un apocalipsis que nadie puede detener y también la idea de que va a solucionar todos los males del futuro y que va a ajustar la economía y salvar el futuro de países como España. También introduce claves interesantes de los perfiles de la gente que toma la decisión de jugarse la vida para venir a Europa. Es un buen manual para periodistas a la hora de enfrentarse a un fenómeno con tantos matices.

Antonio García

El cantante lidera la banda Arde Bogotá que ha vivido un año lleno de éxito y culmina su gira por estas fechas con conciertos en Madrid y Barcelona

Este es el núcleo

Leonardo Cano

Galaxia Gutenberg

Esta novela de ciencia ficción parte de la premisa de que, en un futuro no muy lejano, uno puede trasladar su mente al metaverso a través de un proceso en el cual un algoritmo es capaz de recrear la forma en la que piensas utilizando tus recuerdos y lo vivido. Cuenta la historia del primer hombre que puede someterse al procedimiento. Me ha gustado, primero, por la estructura: se centra casi exclusivamente en el protagonista y permite de verdad bucear en la mente del personaje, conocer sus miserias, virtudes, fracasos, “éxitos”. Y también me ha gustado por la cantidad de conflictos que plantea respecto a desarrollos tecnológicos no tan lejanos. Deja un montón de preguntas en el lector y, en realidad, eso es lo interesante de un libro.

Henar Álvarez

Periodista, cómica y escritora, acaba de estrenar el ‘late night’ ‘Al cielo con ella’ en la plataforma RTVE Play

El cielo de la selva

Elaine Vilar Madruga

Lava

Te permite entender la maternidad en todas sus versiones: quienes tienen hijos y no quieren, quienes tienen que entregarlos, quienes solo viven para protegerlos. Puedes sentir el calor de la lengua de la selva devorando a las crías. Me gustan las lecturas incómodas que a través de la ficción me remueven por dentro.

Juan Diego Botto

El actor y director, siempre comprometido con lo social, ha estrenado '14.4', una obra sobre la migración concebida con Sergio Peris-Mencheta

La fragilidad de los cuerpos

Anita Bodwin

Ediciones B

Anita Botwin nos introduce en el mundo de la esclerosis múltiple. Es una novela emocionante y honesta que con un lenguaje directo y despojado nos habla de la fragilidad del ser humano y de su inevitable corporeidad. Un bello antídoto contra la hostilidad de los tiempos.

Isaki Lacuesta

El cineasta ha logrado notoriedad con una de las películas del año: 'Segundo premio', basada (y no basada al mismo tiempo) en la banda Los Planetas

Domingo flamenco

Olivier Schrauwen

Traducción de Joana Carro y César Sánchez

Ciento tres años después del paseo de Stephen Dedalus por Dublín, el protagonista de Schrauwen ni siquiera necesita salir de casa en todo el domingo para revelarnos, como una evidencia, que el cómic es la decantación más natural para expresar las aventuras y superposiciones de un torrente de conciencia.

Laia Abril

La fotógrafa, galardonada en 2023 con el Premio Nacional de su disciplina, lleva casi un decenio embarcada en una investigación sobre la misoginia

Hun

Julia Mejnertsen

Edición en inglés

Dalpine

Este fotolibro, a cargo de una excelente editorial madrileña especializada en arte y fotografía, es un estudio profundamente personal y valiente de la fotógrafa danesa Julia Mejnertsen, que confronta las prácticas de caza de elefantes de su madre en África mientras reflexiona sobre su lugar dentro de esta historia tan íntima como incómoda. A través de sus imágenes, cuestiona temas como la raza, la identidad y las dinámicas de poder, explorando al mismo tiempo las complejidades y contradicciones de las relaciones familiares.

Diego Guerrero

El chef del restaurante DSTAgE, con dos estrellas Michelin en Madrid, es flamante Embajador para el Turismo Gastronómico de Naciones Unidas

Biografía del silencio

Pablo d’Ors

Galaxia Gutenberg

Me parece un libro con un estilo claro y reflexivo que invita a descubrir el poder del silencio a través de la meditación. Breve pero con un mensaje profundamente humano.

María Larrea

Escritora, guionista y directora de cine, narra en su novela 'Los de Bilbao nacen donde les da la gana' (Alianza Editorial) su adopción ilegal en la España de 1979

Los dos Beune

Pierre Michon

Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

Anagrama

A los seguidores de Manuel Vilas les gustará este díptico formado por dos escritos. El primero, firmado en 1996, narra la obsesión amorosa de un profesor por la estanquera del pueblo en una región de cuevas prehistóricas. El segundo, de 2023, es una historia de deseo, creación y sexo, de todo lo que hace vibrar la existencia de los hombres desde el origen de los tiempos. Una oración lírica sobre la carne como esencia de lo humano, llena de metáforas telúricas y eróticas de una densidad rara en tan escasas páginas.

Pepe Viyuela

El cómico y actor ha estado este año girando con la obra 'Encerrona', donde recupera su faceta de 'clown'.

La península de las casas vacías

David Uclés

Siruela

Portada de 'La península de las casas vacías', de David Uclés. EDITORIAL SIRUELA

Se trata de un recorrido por la Guerra Civil española cargado de poesía, de magia, de rigor y de talento. Es una novela sorprendente, extraña e inolvidable. Aporta una forma nueva de tratar uno de los episodios más trágicos de nuestra historia.

Paula Ortiz

La guionista y directora de cine ha destacado este año por 'La virgen roja', donde narra la historia de la brillante joven Hildegart Rodríguez.

En mitad de tanto fuego

Alberto Conejero

Dos Bigotes

Esta es una fabulación del mejor amigo, de la posibilidad el amor, entre tantas guerras. Un viaje en la poética de los cuerpos y las sangres, y la pasión, en medio de la violencia. Y una frase de Aquiles :”¿Quieres morder mi talón?”.

Andreu Buenafuente

El humorista, presentador y productor, fundador de El Terrat, improvisa semanalmente con Berto Romero en el programa 'Nadie sabe nada, de la Cadena SER.

El acto de crear: una manera de ser

Rick Rubin

Traducción de Victoria Simó Perales

Diana Editorial

La explicación más sensible y provechosa sobre el apasionante mundo de la creatividad.

Alauda Ruiz de Azúa

La directora ha impactado con la serie ‘Querer’ (Movistar Plus+), que explora con profundidad y mucha tensión las violaciones dentro de la pareja.

La mala costumbre

Alana S. Portero

Seix Barral

Es actual y es atemporal. Es personal y es universal. Una joya llena de delicadeza y humanidad.

Marc Giró

El deslenguado y elegante 'showman' conduce el espacio de humor y entrevistas 'Late Xou con Marc Giró' en La 2 de RTVE.

Miedo y ropa en América

Cintra Wilson

Traducción de Carlos Aguilera

Superflua

Trabajé 20 años en la revista Marie Claire. En España es muy difícil hablar de moda desde las revistas de moda. Las tenazas de la publicidad hacen que sea un campo minado para la crítica y la elucubración, para hablar de lujo y de elegancia. Por eso me resultan tan satisfactorios los libros que publica Superflua: autobiografías de gente que ha trabajado en la moda y textos de periodistas internacionales que escriben de moda con ironía, humor y muchísimo conocimiento. Cintra Wilson me encanta y Miedo y ropa en América es despiporrante. Si te interesa la moda, te chiflará. Y si no, a pesar de que nos atañe a todos porque está en todas partes, también te gustará: es un retrato buenísimo de la sociedad norteamericana y de la nuestra. Lección de buen periodismo sobre una sociedad de marcianos geniales.

Selección de los cincuenta mejores libros de 2024 por parte de El País / Babelia

 La selección de 50 libros del año en El País / Babelia, reseñados los primeros veinte, y consignados el resto: Babelia, 14 dic 2024

RESUMEN ANUAL / LIBROS

Los 50 mejores libros de 2024

El complejo retrato que Leila Guerriero pinta de una mujer superviviente de la violación y la tortura durante la dictadura militar argentina arrasa entre un jurado formado por más de cien expertos. La lista de este año, más innovadora de lo habitual, apuesta por novelas caracterizadas por el riesgo artístico

La lista deseada se parece bastante a la que ha salido de las votaciones del jurado que este año han integrado 107 expertos. Aparecen clásicos contemporáneos —como Paul Auster, Lídia Jorge, Mircea Cărtărescu o Ignacio Martínez de Pisón—, pero destaca la incorporación de voces apenas escuchadas hasta ahora como son las de David Uclés, Sara Barquinero o Nicolás Sesma.

Combo libros 2024, BABELIA 14/12/24

El jurado literario de ‘Babelia’ en 2024

Aunque la lista tiene algo de inesperado, porque no aparecen libros premiados ni tampoco lanzamientos megapromocionados, no ha sido una sorpresa que La llamada fuese elegido el mejor libro del año. Desde el primer día que pudo leerse, Leila Guerriero ha fascinado con la máquina de precisión literaria que es su retrato de Silvia Labayru. El nombre de la periodista argentina abre una lista en la que el peso de las escritoras latinoamericanas —Enriquez, Ojeda, Gainza— debe ser justamente subrayado.

1) La llamada

Leila Guerriero

Anagrama

Durante la dictadura argentina la Escuela de Mecánica de la Armada —la ESMA en Buenos Aires— fue el principal centro de detención clandestino del país. Entre 1976 y 1983 allí fueron torturadas, secuestradas y asesinadas unas 5.000 personas. Sobrevivieron menos de doscientas. Una de ellas fue Silvia Labayru, hija de una familia de militares. En 2021 Leila Guerriero (1967) vio la fotografía de esa mujer en un reportaje publicado con motivo del primer juicio por crímenes de violencia sexual cometidos en ese infierno. Habían pasado décadas sin que ella hablase con periodistas. Después Guerriero habló con ella, con respeto y obsesión, días y días y días, con ella y con decenas de personas, en calma y ante el vértigo. Porque la supervivencia, moralmente, es más compleja que la muerte: lleva la humanidad al límite.

¿Qué sucedió allí? ¿Cómo logró sobrevivir? “Bajo amenaza de muerte, consentir es resistir”, puede leerse en un texto que Labayru le hizo llegar al empezar su diálogo. Cuando a finales de 1976 la detuvieron, tenía 20 años, embarazada de cinco meses, y pertenecía al revolucionario Ejército Montonero. Estaba integrada en el Servicio de Inteligencia cuyo máximo responsable en la capital era el escritor Rodolfo Walsh, autor de Operación Masacre, el hito fundacional del periodismo narrativo latinoamericano. Al leer La llamada conmociona que esta nueva obra maestra acabe por cuadrar el círculo de la mejor no ficción literaria en lengua española.

Leila Guerriero ha llevado el periodismo a una nueva frontera, sobre todo por la construcción de un riquísimo discurso formal donde fluyen las voces que matizan testimoniando y en el que la tensión entre lo ocurrido entonces y lo relatado ahora se convierte en una lección memorable sobre la vida adulta que se salva por la lucidez y contra el autoengaño. No hay juicio. Hay hechos, versiones sobre hechos y la moral, es decir, experiencia meditada sobre el dilema fatal y ambiguo entre muerte y supervivencia en un presente puro y oscuro. Hay alta literatura. Sé que la lectura de La llamada, tan adicitiva, me acompañará para siempre. Por Jordi Amat

2) La península de las casas vacías

David Uclés

Siruela

David Uclés ha cruzado un océano de 14 años hasta dar por finalizada su tercera novela. La vocación inicial fue narrar la historia de su propia estirpe, arraigada en Jándula (trasunto del pueblo de Quesada). Sin embargo, acabó contando la de todo un país durante la Guerra Civil española, el terrible hito que truncó el futuro de lo que él gusta en llamar Iberia. Su imaginación desborda los marcos mentales en los cuales se suelen constreñir las narrativas contemporáneas, porque su mirada es imprevisible. No elude mencionar ningún episodio real bajo el tamiz de lo taumatúrgico. No rehúye siquiera vengarse con diálogos inventados de figuras que le resultan deleznables. Es la suya una escritura prodigiosa y atrevida. Incluso el narrador, que es el propio autor, interviene en los acontecimientos para dialogar con sus personajes, siempre concebidos a medio camino entre lo real y lo imposible, como por ejemplo Odisto, el hombre en torno al cual gira la historia, en homenaje a su tatarabuelo.

Todo el libro es un ejercicio apabullante de eso que hemos convenido en llamar realismo mágico y que, como decía Elena Garro, una de sus máximas exponentes, no es más —ni menos— que “la plasmación de la cosmogonía de los pueblos originarios”, de los habitantes de lugares como Jándula/Quesada, quienes, a principios del siglo XX, aún pasaban la vida ajenos a la contaminación de lo urbano, a la coerción de lo convencional y a la preponderancia de lo homogéneo. Basta con advertirles que la novela empieza con el parto de un niño muerto y el rito del luto tiñéndolo todo, incluso los árboles. No se me ocurre una imagen más profética con la que empezar a contar esa guerra que la de un árbol negro. Por Esther López Barceló.

3) Theodoros

Mircea Cărtărescu

Traducción de Marian Ochoa de Eribe

Impedimenta

Babelia 14/12/24 Libros 2024

Con Theodoros, Mircea Cărtărescu prueba que toda futurología estética es pólvora del Rey: si Italo Calvino pronosticó que la literatura del siglo XXI sería ligera y breve, rápida y visible, la del rumano es barroca, caudalosa, lenta y rebosante de oscuridades. Con el mismo estilo de lirismo estupefaciente de su trilogía Cegador y una imaginación desbocada, la novela narra la epopeya de una ambición insaciable: la de un muchacho en la corte de Valaquia, dispuesto a remedar a su idolatrado Alejandro Magno a cualquier precio. Las vicisitudes de su ascenso lo llevan de su condición de sirviente en Rumanía a la de pirata en el mar Egeo y de ahí a la Etiopía cuya monarquía pretende. Mediante un injerto de un realismo mágico opulento en el molde de la novela histórica y de aventuras de raíz decimonónica, el escritor rumano desata en Theodoros una escritura torrencialmente barroca, sembrada de digresiones, desaforada, con la que reivindicaba la jurisdicción de la novela sin límites. Por Domingo Ródenas de Moya.

4) Ropa de casa

Ignacio Martínez de Pisón

Seix Barral

Pertenece a la especie de lo indescifrable el hecho de que Ignacio Martínez de Pisón no haya desarrollado la menor propensión a la vanidad ensoberbecida ni sepa qué es la envidia literaria (ni la otra), pese a figurar desde hace 40 años en la nómina fiable de la mejor literatura de la democracia. Sus libros se leyeron primero en Anagrama y después en Seix Barral, pero esta obra tan humildemente titulada Ropa de casa habla de la primera etapa, de cuando Herralde decidió publicar a un muchacho jovencísimo con un fajo de folios bajo el brazo, de cuando el joven decidió vivir en Barcelona, de cuando era imposible no ver bebido a Carlos Barral y de cuando empezó una amistad inquebrantable con Enrique Vila-Matas mientras trasegaba con un “izquierdismo algo desmayado”.

Sin aspavientos ni retóricas autocompasivas, Martínez de Pisón enhebra los pasos de una autobiografía literaria con multitud de evocaciones familiares y personales que trasladan de forma muy fiel un modo de vivir el oficio de la escritura y la publicación de libros literarios. El magisterio paternalista que ejerció con él en privado Javier Marías (“Si te sirve de algo, yo creo que tienes mucho talento y que en principio no tiene por qué estropearse si no te dejas amilanar”), está entre las mejores cosas de este libro, con algunas transcripciones de cartas un punto señoriales de Marías y la confidencia de Pisón de haber padecido injustamente la “automática expulsión de su mundo”. La franqueza sin ínfulas reveladoras y la naturalidad del relato de su apacible prosperidad en el oficio se concentran en la que probablemente sea la mejor semblanza del libro: corresponde a su amigo Félix Romeo y nada en ella devalúa la gratitud que Pisón disemina en cada una de las páginas del libro. Por Jordi Gracia.

5) Los escorpiones

Sara Barquinero

Lumen

Tendrá su parte de verdad, sí, pero es innegable que decir hoy que quienes escribimos optamos por la forma corta o fragmentaria porque “no nos da la vida” o “no tenemos tiempo para otra cosa” se ha vuelto un lugar común. En Los escorpiones, Sara Barquinero prefiere la grandilocuencia y pasarse de las 800 páginas, al estilo de los posmodernos americanos que reconstruían, siguiendo los impactos de un partido de béisbol, el espíritu de un momento de la historia. Desfilan por sus partes el suicidio, la muerte y teorías de la conspiración; mezcla y agita una anhedonia muy generacional con el origen del fascismo o los primeros foros que brotaban cuando Internet era una jungla. La primera vez que lo leí fui incapaz de parar hasta el final de la segunda parte. Sara, Thomas, Margherita o Michaela, algunos de sus protagonistas, conducen a quien lee a abismos de deseo y muerte, futuros vampirizados, castigo, consumo y fantasmas. El libro ya ha logrado lo mejor que una obra puede conseguir: es un libro de gran ambición, pero sobre todo es el libro de una gran lectora, que retuerce el diálogo con sus referentes para reavivar otra conversación con el mundo. Por Elizabeth Duval

6) Ni una, ni grande, ni libre

Nicolás Sesma

Crítica

Nicolás Sesma, 47 años, criado en Huesca, profesor en Grenoble (Francia), pertenece a una generación de historiadores que nació después de la muerte de Franco. De la misma forma que su maestro Robert Paxton cambió la mirada sobre la relación de Francia con el fascismo, su libro Ni una, ni grande, ni libre ha contribuido a deshacer de forma rotunda muchos tópicos sobre el franquismo: la dictadura sobrevivió durante 40 años porque no se trataba de una panda de tuercebotas trasnochados, sino que Franco supo rodearse de políticos competentes. “No eran mediocres”, apuntó sobre los gerifaltes del régimen en una entrevista con Marc Bassets. “¡Ojalá lo hubieran sido!”. El principal malentendido al que se enfrenta el libro es la idea de que España fue diferente. El famoso lema acuñado por Manuel Fraga no se corresponde en absoluto con la realidad de un país integrado en las grandes tendencias de unos tiempos en los que, desde América hasta Corea del Sur o Portugal, las dictaduras era muy habituales.

Como todos los grandes libros de historia, los secundarios son tan importantes como los protagonistas, la escritura es fluida y con mucha garra y las referencias tremendamente amplias y a veces insospechadas —hay hasta un apartado dedicado al rodaje de El Cid en el capítulo en el que describe la transformación tecnocrática de la dictadura—. El ensayo acaba con la saga familiar de los Díez-Alegría, que reunía todas las tendencias de un país que buscaba un cambio definitivo y “una tierra donde poder ser libres”. Esperamos la continuación. Por Guillermo Altares

7) Baumgartner

Paul Auster

Traducción de Benito Gómez Ibáñez. Seix Barral

Traducción de Ernest Riera Arbussà (catalán). Edicions 62

La última obra publicada y quizás escrita por Paul Auster es una novela de amor y de duelo llena de vida, de inteligencia y de ternura. Es una de sus mejores novelas, y eso ya es mucho decir en el caso de este escritor milagroso. Los 40 años con su esposa, Siri Hustvedt, desde que eran jovencísimos estudiantes en Nueva York, con sus altibajos y con toda su intensidad contada o adivinada, reverbera inevitablemente en la mente de los lectores asiduos de Auster. Baumgartner es su último acto de protección y de cariño hacia ella y hacia el tiempo que pasaron juntos. El más bello y conmovedor, y de nuevo inteligente, que he leído en mucho tiempo. Como también es la mejor novela o ensayo de duelo que conozco.

Conmueve de veras el mandato de felicidad, de búsqueda del amor y de la vida para quien se queda. Sin alharacas ni sensiblería, ni mentiras piadosas, con sobriedad y hasta con humor. “¿Tarde para qué?” le pregunta el profesor al hombre que viene a leerle el contador de la luz, al principio de su soledad. No es tarde para nada, escribe al final del viaje para alejarse de ella: “Recuerda este momento, chico, acuérdate de él durante el resto de tu vida, porque nunca te ocurrirá nada más importante que lo que te está pasando ahora mismo”. Por Isabel Burdiel.

8) Misericordia

Lídia Jorge

Traducción de María Jesús Fernández

La Umbría y la Solana

No sé muy bien cómo decirlo, pero hay una ética literaria en la obra de Lidia Jorge que se aprecia en todo cuanto escribe: en el punto de vista, el tono, la sensibilidad o bien la finura de espíritu con que encara los temas más difíciles. En Misericordia, la escritora portuguesa asume la memoria cotidiana de su anciana madre, ingresada en una residencia por sus problemas de movilidad (y donde fallecería de covid en 2020 sin que su hija pudiera acompañarla), y nos ayuda a comprender que otra vida es posible en la vejez. Una vida donde se mantiene a raya el dolor y la tristeza, tan habituales en esta etapa, para concentrarse en la medida de lo posible en la felicidad de las pequeñas cosas que puede ofrecer el día. Basta con buscar la armonía en la disposición de los objetos más sencillos que rodean a la protagonista para decirse a sí misma que con ello está ordenando la tierra, el mar, el mundo.

Mejorando la disposición de un plato, de unos cubiertos o de unas flores en la mesa donde Dona Alberti, trasunto del verdadero personaje que inspira a Lidia Jorge, comparte almuerzos y cenas con otras residentes, para pensar que está mejorando la geometría del mundo: “He aprendido que el alma que se eleva, eleva el mundo. Y sé cómo, porque amasé el pan. Se trata del principio de la levadura. La agria levadura, mezclada con la harina, la transforma y la hincha. De la misma manera una buena persona tiene el poder de atemperar la fealdad del mundo gracias a la belleza”. Y con este principio combate la gran oscuridad que avanza en su interior y también en su entorno con la pandemia. En resumen, honrando la muerte de su madre, Lidia Jorge ha liberado un espacio de vida iluminador que a todos nos concierne. Por Anna Caballé.

9) Biografía de X

Catherine Lacey

Traducción de Núria Molines Galarza

Alfaguara

Ni fragmentario, ni ensayo personal-político, el cuarto libro de Catherine Lacey (Tupelo, 36 años) contradice algunas de las corrientes que triunfan hoy entre autoras de su generación. Y, sin embargo, no cabe duda de que la biografía ficticia de una artista total que imagina y escribe en su novela está escrita ahora. La distopía es el telón de fondo de esta historia con un EE UU escindido entre un norte progresista que gobernó Emma Goldman, un sur en el que se estableció un régimen teocrático y totalitario, y un oeste libertario. El país está en plena reunificación cuando se escribe la biografía, pero todo es inestable e incierto. Hay giros y guiños, humor, dolor y una fina inteligencia en la reconstrucción de la vida de X que acomete su viuda, C. M. Lucca, una periodista que lleva años abducida por la historia de amor con su magnética y misteriosa esposa.

El desconcertante duelo tras su muerte la empuja a tratar de descubrir quién era X, y cómo fue que trabajó en Berlín con Bowie, en Nueva York con Connie Converse o en Italia con la feminista Carla Longhi. El artista Larry Rivers encabeza un grupo de hombres que protestan en la puerta de los museos contra las tareas administrativas que se ven forzados a realizar, puesto que el sistema favorece que solo las mujeres produzcan obras. Capa a capa, Lacey construye un fascinante juego de espejos tan bien armado que la intriga sobre qué ocurrió y qué está inventando acompaña al lector hasta la última página. Y con su cuerpo de notas finales vuelve a sacudir el tablero. Por Andrea Aguilar

10) James

Percival Everett

Traducción de Javier Calvo

De Conatus

Si Las aventuras de Huckleberry Finn es una obra maestra y un pilar de la cultura estadounidense, James, la versión de Percival Everett, “también podría serlo”, sentencia la crítica de The New York Times. No es poco halago, incluso para un autor reconocido como Everett. La reescritura del relato de Twain, situado en los Estados Unidos prebélicos y protagonizado por Jim, el esclavo fugado que acompaña a Huck, aúna ingredientes de grandes clásicos. Es un relato de aventuras trepidante, contado en episodios breves, con grandes dosis de humor y sarcasmo y, al mismo tiempo, una narración de la huida física y existencial del enemigo blanco hacia la libertad.

A través del ejercicio del lenguaje, el pensamiento y la literatura y, casi por defecto, la violencia, James —como decide llamarse Jim— deviene libre. Hablar esclavo, esto es, de manera poco refinada y apenas inteligible, es una cuestión de supervivencia, le explica a su hija al inicio de la novela. Sabe que los blancos temen más a un esclavo que sepa hablar y leer que uno violento. Unos pocos libros, unas hojas de papel y un lápiz robados constituyen sus bienes más preciados, único refugio en su huida de los blancos, siempre al acecho, sin importar las razones. Entre los libros están obras de Locke, Voltaire y Montesquieu, a quienes James interpela en diálogos imaginarios sobre su hipócrita defensa de los derechos humanos y la esclavitud. Hacia el final, en su búsqueda desesperada de su mujer y su hija, se dirige al juez Thatcher en el inglés correcto que siempre usó con sus compañeros esclavos. Ya no repara en las consecuencias de sus acciones desde el temor, sino con la impasibilidad de un hombre libre que sabe que la batalla no ha hecho más que empezar. Por Olivia Muñoz-Rojas.

11) Un lugar soleado para gente sombría

Mariana Enriquez

Anagrama

La degradación del cuerpo, y la imposibilidad de escapar del contexto y de uno mismo son temas que atraviesan el retorno de Mariana Enriquez al relato breve. Como siempre, juega con distintos códigos para hacer emerger la oscuridad a la que giramos la cara a base de eslóganes sofisticados y artículos de opinión.

12) Chamanes eléctricos en la fiesta del sol

Mónica Ojeda

Random House

No hay manera de resumir la trama de esta novela. Unos jóvenes celebran una fiesta atávica junto a un volcán en la geografía andina. Escuchan música experimental, empiezan un viaje lisérgico. Se diluye su individualidad para convertirse en coro trágico. Cuentan la historia de Noa, una niña abandonada que encontrará a su padre y lo abandonará. Mónica Ojeda uso materiales que son habituales en cierta ficción distópica actual: lo ancestral y lo corporal, lo monstruoso y lo sublime. Pero la escritora de Ecuador huye del tópico y el panfleto y logra que Noa supere sus orígenes inmediatos para conectar con la esencia del chamanismo.

13) La última frase

Camila Cañeque

La Uña Rota

La ineficacia, lo improductivo, lo inacabado. Eran los territorios que exploraba Camila Cañeque. Un mes después de su fallecimiento, se publicó La última frase: un ensayo sobre 452 frases con las que terminan 452 libros. Uno de los lectores fascinados por este experimento fue Enrique Vila-Matas, que lo describió como “un elegante, hipnótico artefacto literario, vivamente atraído por el desenlace de las cosas: una maravillosa biblioteca de frases últimas”. También Nadal Suau conectó con su propuesta: “He aquí un canto a la tragedia del desencuentro entre el tiempo infinito y nuestra condición finita, con la literatura como mediadora destinada a un fracaso tan predecible como fascinante”.

14) Presentes

Paco Cerdà

Alfaguara

En el centro del proyecto cívico y literario de Paco Cerdà están los peones: gentes anónimas que desaparecen de la historia en minúscula porque la Historia en mayúscula los fagocita. En sus libros están los protagonistas principales, los secundarios y los que no están. En Presentes —probablemente su obra formalmente más arriesgada— la tensión se produce entre el via crucis fascista que llevó los restos de José Antonio Primo de Rivera de Alicante a El Escorial y las víctimas conocidas o desconocidas del primer franquismo. Borrados que ahora están presentes.

15) Un puñado de flechas

María Gainza

Anagrama

En este nuevo libro híbrido de la argentina María Gainza confluyen los dos vectores de su creación literaria: la escritura y la crítica de arte. Los distintos capítulos tienen extensiones diversas y no hay una única etiqueta que sirva para descibrirlo: hay crónica, ensayo, relato. A través de esa pluralidad, Gainza crea el puente entre arte y escritura y la clave de Un puñado de flechas, como señaló Laura Ferrero, es la textura de su mirada: “lo milagroso es el ingenio, el socarrón descreimiento, la infinita curiosidad, ese inagotable asombro, siempre acompañado de humor o de esas contradicciones tan honestamente manifiestas”. Así nos permite mirar donde, sin ella, no veríamos.

16) Madre de corazón atómico

Agustín Fernández Mallo

Seix Barral

Podría parecer un libro sobre Pink Floyd, pero no. Podría parecer un libro sobre una madre, y no exactamente. En la portada parece que sea una vaca, pero no lo acaba de ser. Digamos que Agustín Ferández Mallo centra esta “historia verdadera” en su padre fallecido, pero tampoco cabría leerlo como la historia de aquel veterinario que hizo un viaje a los Estados Unidos para traer en avión una veintena de vacas. Esta casi todo eso, pero sobre todo la relación íntima con todos esos hilos para tramar una magnífica indagación sobre cómo constituimos nuestra identidad a través de una memoria que opera con recuerdos y también con las ficciones que necesitamos para contarnos.

17) Golpe de gracia

Dennis Lehane

Traducción de Aurora Echevarría Pérez

Salamandra

La crítica de este libro que escribió Carlos Zanón ya era una invitación a devorarlo. “A ratos parece una tableta crujiente de chocolate, a ratos una descarada muestra de la superior solvencia y talento narrativo de su autor”. La acción se desarrolla en Boston a mediados de los setenta. El contexto son los disturbios raciales tras la medida de un juez contra la segregación racial. “Sobre ese escenario Lehane explica de forma soberbia en qué consiste el racismo, el clasismo, la ira y la rabia, mediante la mejor forma posible: la ficción”. No habla del presente norteamericano, pero, ciertamente, ayuda a entender el lado oscuro de un país automitificado para que no lográsemos contemplarlo en toda su complejidad.

18) Primavera revolucionaria

Christopher Clark

Traducción de Eva Rodríguez Halffter

Galaxia Gutenberg

¿Sentirse dentro de un proceso revolucionario? Es una de las sensaciones que puede experimentarse leyendo el ambicioso Primavera revolucionaria de Christopher Clark. El autor del clásico Sonámbulos propone otro ejercicio que rompe con las historias nacionales y conecta en clave transatlántica el clima social y los estallidos cívicos que desembocaron en procesos revolucionarios. No había una planificación conjunta, sino un nervioso cuestionamiento del antiguo régimen. Un “desorden interconectado”. Hubo revoluciones y contrarrevoluciones, claro, incertidumbre y sensación de fracaso, pero después de esa “primavera de los pueblos” muchos caminos del pasado dejaron de ser transitados.

19) Triste tigre

Neige Sinno

Traducción de la autora. Disponible en catalán con traducción de Marta Marfany

Anagrama

La valentía de testimoniar el abuso es una forma de compromiso cívico: el relato de la violación es un acto de disrupción en la normalidad para tomar conciencia de la violencia sistemática contra niñas y mujeres. En Triste tigre la autora rememora diversas escenas de su pasado infantil y adolescente sufriendo las agresiones de su padrastro, pero el valor literario del libro es su capacidad moral para trascender el testimonio. Niege Sinno reflexiona sobre identidad tras el abuso, la convivencia con ese recuerdo, las estrategias de supervivencia y, a partir de ese conocimiento autobiográfico, explora cómo la violación ha sido integrada como una forma de malestar de la cultura.

20) Un corazón furtivo. Vida de Josep Pla

Xavier Pla

Traducción de Ana Ciurans Ferrándiz, Olga García Arrabal y Francesc Ribes. También disponible el original en catalán

Destino

Josep Pla —figura nuclear de la literatura catalana de todos los tiempos, prosista clave del siglo XX español— sabía que un ángulo muerto de su obra era la intimidad. La intimidad es un tema para un moralista y él lo era. Pero la mixtificaba, la omitía, la disimulaba y la silenciaba. El principal valor de esta monumental biografía es haberla desvelado. El profesor Xavier Pla, que se ha pasado la vida estudiando al Montaigne del Empordà, ha tenido acceso a toneladas de documentación inédita y así ha modificado para siempre la percepción sobre un hombre que fascinó y que siempre se refugió de su sentimentalidad desbocada escribiendo, escribiendo, escribiendo.

21) En El Pensamiento

César Aira

Random House

22) Doppelganger

Naomi Klein

Traducción de Ana Pedrero Verge e Ignacio Villaro Gumpert

Paidós

23) El niño

Fernando Aramburu

Tusquets

24) España diversa

Eduardo Manzano Moreno

Crítica

25) Tarántula

Eduardo Halfon

Libros del Asteroide

26) El celo

Sabina Urraca

Alfaguara

27) El tiempo de los lirios

Vicente Valero

Periférica

28) El estilo de los elementos

Rodrigo Fresán

Random House

29) Las niñas del naranjel

Gabriela Cabezón Cámara

Random House

30) El abrazo

Anne Michaels

Traducción de María Eva Cruz García

Alfaguara

31) Los guapos

Esther García Llovet

Anagrama

32) Autocracia S. A.

Anne Applebaum

Traducción de Rosa Pérez Pérez

Debate

33) El jardín contra el tiempo

Olivia Laing

Traducción de Lucía Barahona

Capitan Swing

34) La alquimia del tiempo

John Banville

Traducción de Miguel Temprano García

Alfaguara

35) Sé mía

Richard Ford

Traducción de Damià Alou

Anagrama

36) Antes que nada

Martín Caparrós

Random House

37) La distancia que nos separa

Maggie O’Farrell

Traducción de Concha Cardeñoso. Libros del Asteroide

Traducción de Alexandre Gombau (catalán). L’Altra Editorial

38) Perder el juicio

Ariana Harwicz

Anagrama

39) Despacio el mundo

Ramón Andrés

Acantilado

40) Clara y confusa

Cynthia Rimsky

Anagrama

41) Atusparia

Gabriela Wiener

Random House

42) Alcaravea

Irene Reyes-Noguerol

Páginas de Espuma

43) El tiempo perdido

Clara Ramas

Arpa

44) Luciérnaga

Natalia Litvinova

Lumen

45) El volumen del tiempo I

Solvej Balle

Traduccion al castellano de Victoria Alonso. Traducción al catalán de María Rosich

Anagrama

46) Mil ojos esconde la noche

Juan Manuel de Prada

Espasa

47) No hemos venido a divertirnos

Nina Lykke

Traducción de Ana Flecha Marco

Gatopardo

48) Intermezzo

Sally Rooney

Traducción de Traducción de Inga Pellisa Díaz. Random House>

Traducción de Ferran Ràfols Gesa (catalán). Periscopi

49) Los alemanes

Sergio del Molino

Alfaguara


50) Los íntimos (Memoria del pan y las rosas)

Marta Sanz

Anagrama