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miércoles, 10 de diciembre de 2025

Transcripción de entrevista de Gustavo Entrala al premio Nobel Geoffrey Hinton, padre de la IA, en YouTube.

 [Transcripción revisada]

 Lo que vas a ver ahora es la transcripción de la primera entrevista que concede a un canal en español el Premio Nobel Geoffrey Hinton, considerado el padreo al menos el "padrino" de la IA. 5 de diciembre de 2025, en el enlace.

Hinton es reconocido como el padre de la inteligencia artificial moderna. Ha dedicado 50 años de su vida a enseñar a las máquinas a pensar. Ahora está centrado en alertar al mundo sobre los peligros que entrañan su creación.

Lo vas a ver. Hinton dice que cuando alcance la madurez, la IA será mucho más inteligente que los seres humanos y que si no actuamos ahora, escapará a nuestro control. 

La entrevista tuvo lugar en la casa que el profesor Hinton comparte con sus dos hijos en un barrio residencial de Toronto. Verás que los dos estamos de pie todo el tiempo: el profesor arrastra problemas de espalda fuera de lo común. Me contó que pasó cinco años de su vida sin poder sentarse. Vas a ver una conversación apasionante con una mente privilegiada. Pero antes, déjame mostrarte un espacio al que pude acceder, por gentileza de la Universidad de Toronto. El lugar físico en el que Hinton creó el germen de la IA, que una década después está cambiando el mundo. Puedes ver mi entrevista con Jeff Hinton en español o en inglés, accediendo a la configuración de YouTube y eligiendo la pista de audio que prefieras.

Buenas tardes, profesor Hinton. Es un privilegio y un honor para mí pasar un poco de tiempo con usted y y conversar sobre el pasado de la inteligencia artificial y sobre el futuro del mundo con inteligencia artificial. Mi primera pregunta es muy sencilla. ¿Por qué le llaman el padrino de la IA y si a usted le gusta eso? 

Ese mote no nació con una intención amable, pero ahora me gusta. Ocurrió en una reunión en Inglaterra en 2009. Había una organización llamada Instituto Canadiense de Investigación Avanzada que organizaba congresos pequeños y yo dirigía un programa para ellos. Tuvimos una reunión y yo era el investigador más viejo allí. También estaba a cargo del programa y no dejaba de interrumpir a los ponentes. Al terminar una sesión, alguien se refirió a mí como el Padrino porque no paraba de interrumpir a la gente, pero ahora me gusta bastante.

Okay. Su trabajo se ha desarrollado en en un periodo de de más o menos de 50 años, ¿no? Un poco más. En 1977 publicó su tesis doctoral que es sobre la relajación, no en el sentido que damos comúnmente esa palabra. Estudió la relajación en el contexto de la visión y eso le condujo un largo viaje para entender cómo las máquinas podrían ver cosas, escuchar cosas y percibir cosas. Mi pregunta es, ¿por qué ha llevado tanto tiempo ver los frutos de todo ese trabajo?

Creo que por dos razones.

Una es que necesitas muchos datos y mucha potencia de computación para que las redes neuronales artificiales funcionen realmente bien. Y hasta hace poco no disponíamos de tantos datos ni de tanta potencia de cálculo. 

Y la otra razón fue que al principio de la historia de la inteligencia artificial, la mayoría de los científicos decidió que la esencia de la inteligencia era el razonamiento y la forma de razonar usar la lógica. Así que tenían una especie de paradigma basado en la lógica más que en la biología y eso nunca funcionó bien. Ahora se han dado por vencidos, así que ahora todo se hace con redes neuronales. 

Y nos podría llevar a momentos eureka que ha habido en su trabajo donde usted vio que realmente toda esa investigación podría dar resultados con el paso del tiempo.

No estoy seguro de que haya habido un momento Eureca. Hubo un tiempo, a mediados de los 80, cuando habíamos desarrollado el algoritmo de retropropagación. Otros equipos habían pensado en ese algoritmo, pero nosotros conseguimos demostrar que podía aprender el significado de las palabras. Eso pasó en 1985 y más tarde, en 2009, demostramos que la retropropagación podría ser un mejor reconocedor de voz. Y en 2012, Alex Krise, la Suskevar y yo demostramos que podía hacerlo mucho mejor en el reconocimiento de objetos e imágenes. Y eso fue reconocido como un momento decisivo, porque como funcionaba mucho mejor que la visión por ordenador estándar, ese paso abrió las compuertas del futuro de la inteligencia artificial. La gente ya conocía las redes neuronales bastante bien, pero eso convenció a la gente de que era el futuro. Y en ese momento ya tenía los datos y la capacidad de computación. Sí, en aquella época teníamos chips GPU de Nvidia, así que teníamos la potencia de cálculo.

Usaron tarjetas gráficas que de vídeo y de videojuegos, ¿no? 

Nvidia desarrolló para juegos y en 2009 Nvidia no entendía que lo que realmente tenía era un superordenador para hacer IA. Intenté hacérselo ver, pero realmente no lo entendieron hasta 2012, cuando lo aplicamos a la visión y luego Jensen miró su estrategia con rapidez. Enseguida comprendió que ese era el futuro de los chips de Nvidia, no el de los juegos.

¿Y cómo se siente, eh, con el hecho de que ahora Nvidia sea la primera compañía que ha superado los 4 billones de valor bursátil por su descubrimiento?

Bueno, no es totalmente por eso, pero es una gran parte. Me siento bastante satisfecho de que hayamos ganado 4 billones de dólares. Preferiría tener algo más de esos 4 billones de dólares.

Pero su trabajo no su trabajo no se paró ahí. Creo que fue usted uno de los pioneros en la metodología de la mezcla de expertos en inteligencia artificial. También fue pionero en la destilación de modelos de inteligencia artificial y ambos descubrimientos fueron integrales en lo que luego fue el modelo Deep Seek. Sí, de todos los descubrimientos que ha hecho en su carrera, ¿cuál es para usted en su cabeza cuál es el más importante?

Bueno, el más importante para mí es uno que en realidad no funcionó, pero era una solución muy elegante. Hay un tipo particular de red neuronal llamada máquina de Bolzman, que es muy probabilístico, utiliza lo que llamamos neuronas ruidosas y Teresanovski y yo descubrimos un algoritmo de aprendizaje muy simple, un algoritmo mucho más sencillo de lo que cabía esperar y es el tipo de cosa que podrías hacer en un cerebro. Y durante un tiempo creímos haber descubierto cómo funcionaba el cerebro. Fue la investigación más emocionante que hice y el algoritmo era correcto, pero era demasiado ineficaz. 

Para alcanzar los resultados que ha logrado en su carrera, ha tenido que estudiar el cerebro. Eh, también estudió filosofía, el conocimiento, las ideas, el papel de la conciencia y también estudió psicología. Todo esto le equipó de una manera especial para llegar a los descubrimientos que ha logrado en durante toda su carrera. 

Esta visión holística del cerebro de la persona no era realmente holística. Siempre me centré en cómo aprende el cerebro y estudié disciplinas diferentes. En aquel momento no me sirvieron de mucho porque se sabía poco sobre cómo aprendía el cerebro. Retrospectivamente estuvo muy bien que estudiera todas esas disciplinas, pero en aquel momento no parecía tener ningún sentido. Pero no me motivaba a obtener una suerte de amplia formación interdisciplinar. Lo que me motivaba era el reto de entender cómo aprende el cerebro. 

¿Por qué le fascinaba ese problema?

Obvio, es el problema más interesante que existe. 

De acuerdo. El hecho, el hecho de que los humanos podamos aprender, ¿verdad? Aprender cosas nuevas y cómo aprender los niños y cómo su mente está muy abierta a cosas nuevas.

Vale, todo eso es fascinante. También me motivó el hecho de que hay una escuela de lingüística, una escuela de Chomsky que afirmaba que el lenguaje no se aprendía, que era innato y eso me parecía una completa estupidez. Eso me motivó a demostrar que estaban equivocados. Cuando me licencié, mi objetivo era construir un sistema llamado Ludwig. Y Ludwig, llamado así en honor de Ludwig Wittgenstein, no de Bolzman, que apoyaba que la comprensión del lenguaje no se basaba en una gramática innata. Yo quería demostrar que puedes aprender el lenguaje, pero no me di cuenta de que se necesitarían 50 años para demostrarlo, pero al final lo he conseguido. 

Cuando yo estaba en la universidad, una profesora de Inglaterra fue nombrada doctora Honoris Causa por mi universidad, Elizabeth Anscom. 

Oh, sí, sé quién era. Fue ella quien dio a conocer al público a Wittgenstein, es decir, escribió todos los libros que hay sobre Wittgenstein. Creo que ella editó Investigaciones filosóficas de Wittgenstein.

Vale. Usted pasó entonces del mundo académico a Google. Explique eso. ¿De acuerdo?

Tengo un hijo, es neurodivergente y yo necesitaba dinero para su sostenimiento durante toda su vida y eso no lo iba a conseguir en la universidad. Así que cuando llegué a los 65 y ya debería haberme jubilado, gracias al trabajo que Ila Suzkebar, Alex Krise y yo habíamos realizado en Alexnck, nos dimos cuenta de que podíamos vendernos a una empresa y conseguir mucho dinero. Eso resolvería mi problema, pero no sabíamos cuánto valíamos. Una empresa china nos ofreció 10 millones de dólares para trabajar para ellos durante 3 años. Y no teníamos ni idea de si era la cantidad adecuada, así que decidimos organizar una subasta. Pedimos a varias empresas que nos hicieran una oferta. Pujaban por una pequeña empresa que creamos, pero en realidad estaban empujando por nosotros y nadie tenía ni idea de cuánto valíamos. Entonces, era el mercado el que tenía que decidir y funcionó bastante bien.

Retrospectivamente probablemente valíamos mucho más de lo que logramos, pero en aquel momento conseguimos 44 millones. Parecía mucho dinero.

Y sin duda era todo muchísimo dinero. Y usted gestionó esa subasta desde la habitación de un casino.

Es verdad. Mi amigo Terry Sejnowski dirige la Fundación NIPS, que anualmente organiza una conferencia, una conferencia NIPS, y descubrió que los hoteles y casinos tienen habitaciones baratas porque quieren que la gente venga y se juegue su dinero. Así que es un gran lugar para organizar una conferencia porque consigues habitaciones baratas. E hizo un contrato de 3 años con ellos. Creo que se rompió después de dos años, porque se dieron cuenta de que ninguno de nosotros iba a apostar. Todos sabíamos demasiada estadística como para jugar. Lo único que hacíamos era hablar. Así que bueno, no nos interesaban las apuestas porque en general siempre se pierde. Así que en realidad habían alquilado sus habitaciones a personas que no tenían ningún deseo o interés en jugar, lo que fue un gran error por su parte. Pero nos dieron las habitaciones muy baratas y fue en ese casino, en el lago Tahoe,  donde hicimos la subasta desde mi habitación del hotel con con una aplicación eh a través del correo electrónico. Lo hacíamos por Gmail y la hora oficial de una oferta era la hora en la que yo recibía el mensaje y luego enviaba esa oferta a todos los demás postores. Y al principio tenían una hora para subir la puja y si no la subían en una hora se acababa la subasta. Eh, esperaban 59 minutos antes de hacer nada porque querían ver quién más pujaría, pero la subasta siguió adelante durante varios días y al final se decidió por Google porque yo había oído que había otro otro postor mejor, ¿verdad? Bueno, no había un postor más alto, pero Baidu seguía en la subasta. Microsoft había abandonado, pero Baidu seguía en la subasta. Yo había trabajado en Google el verano anterior, verano de 2012, en el equipo de Google Brain con Jeff y me llevaba muy bien con Jeffin. Sabía que era un gran gestor y yo entendería lo que estaba pasando. Si nos hubiéramos ido con Baidu, yo estaría al mando de un laboratorio de Baidu en Silicon Valley, pero no sabría decir en qué estaban pensando los dirigentes de Baidu. Y como me dolía la espalda, no podía volar, así que nunca iría a China. Por eso pensé que íbamos a estar mucho mejor trabajando en Google, incluso aunque hubiéramos ingresado más dinero con Baidu

Interesante. Hablemos de dinero e investigación en inteligencia artificial, porque usted como científico de IA o toda la gente que trabaja en este campo, eh, no sé, no siempre han sido tan sexis ni tan ricos, ¿verdad?

Quiero decir, como ahora. No sé si sexy. No siempre he sido tan rico. 

¿Cómo crees que esto ha podido afectar a la pureza? A la pureza en la investigación.

Espero que no. En el área sí, mucho. A mí personalmente no me ha afectado mucho. En el área se puede ganar enormes cantidades de dinero desarrollando una IA más avanzada y eso ha tenido un par de efectos negativos. ha absorbido a los mejores investigadores de las universidades y los ha trasladado a las empresas. Además, las grandes compañías forman mucho a la gente. Pero la principal fuente de nuevas ideas y nuevos talentos es la gente que hace doctorados en las universidades. De ahí surgen la mayoría de las nuevas ideas y muchos de los mejores investigadores no trabajan ahora en las universidades. Así que ese es un gran problema. Y el otro gran problema es que la gente de las universidades no tiene recursos para desarrollar los grandes modelos de IA, sobre todo si esos grandes modelos son secretos. Sí. Entonces, eso explica en parte por qué estamos viendo esta aceleración de la investigación ahora. Bueno, estamos viendo la aceleración porque la gente cree que se puede ganar mucho dinero y hay una gran carrera entre las grandes empresas y también entre Estados Unidos y China. Así que todos están compitiendo para conseguir una IA mejor que pueda lograr más beneficios, según yo lo veo. Y no parece importarles mucho si van a terminar creando algo que acabe con todos nosotros. 

Eso es exactamente de lo que quiero que hablemos ahora, porque en 2023 usted se retira de Google. ¿Por qué se retira de Google si ganaba tantísimo dinero allí y tenía tanta proyección y tantas posibilidades allí?

Bueno, me jubilé porque siempre he investigado a partir de una idea, escribiendo una pequeña aplicación para comprobar que la idea funcionaba con un ejemplo muy sencillo y luego trabajando con estudiantes de posgrado para que la llevaran hasta el final. Llegué al punto en que cuando escribía este pequeño programa para comprobar si las ideas funcionaban, me percaté de que cada vez tardaba más. Cometía errores tontos. Mi memoria ya no era tan buena como antes y es muy irritante estar haciendo algo en lo que solías ser bueno y ya no lo eres. Así que a los 75 años decidí que era hora de jubilarme. Y como de todos modos me iba a jubilar, elegí un momento preciso para hacerlo para poder hablar libremente en la conferencia del MIT. Elegí ese preciso momento porque podía hablar libremente sin tener que preocuparme por las consecuencias para Google. No es que Google hubiera hecho nada malo, no es que fuera eso; fueron muy prudentes. Fueron muy prudentes. Sí, demasiado cautelosos, quizá desde mi punto de vista económico. Fui muy feliz durante mi estancia en Google. Creo que se comportaban de forma bastante responsable, pero yo quería advertir a la gente de los peligros de la IA y creía que no se podía hacer eso de una forma honesta si trabajas para una de las grandes tecnológicas.

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¿Por qué no nos habla de de esos peligros? ¿Cuáles son los principales peligros que usted ve para la humanidad?

Hay dos tipos de peligros y es importante distinguirlos porque son muy distintos. 

Un riesgo es que la IA sea utilizada indebidamente por los actores malos, por la gente. Las personas siguen al mando de la IA, pero la utilizan para hacer cosas malas y hay toda una variedad amplia de daños que puedes hacer con la IA. Y para cada uno de esos males, la solución de cómo controlarlo es distinta. Así que no se trata solo de un gran riesgo. 

Además, existe otro riesgo, que la IA se vuelva más inteligente y poderosa que nosotros y sustituya a las personas. Yo lo llamo una amenaza existencial porque podría acabar con la humanidad por completo. Así que quizá deberíamos empezar por los riesgos de los malos actores. Están los ciberataques, por ejemplo. Obviamente la IA puede hacer que los ciberataques sean más eficaces. Y entre 2023 y 2024 vimos un aumento de los ataques de fishing en el entorno del 10000%. Porque los grandes modelos lingüísticos suponen que aunque estés en algún país extranjero y no hables muy bien inglés, puedes producir correos electrónicos de aspecto muy convincente. Utras cosas en las que el inglés era de calidad, sin faltas de ortografía. La sintaxis estaba bien y eso provocó un gran aumento de los ataques de fishing. Luego está el uso de la IA para crear nuevos virus. Pequeños grupos terroristas o sectas pequeñas ahora están cerca de disponer de los recursos para poder crear nuevos virus. Y eso da mucho miedo porque la IA facilita la creación de las secuencias necesarias para estos virus y la gente que fabrica esos compuestos a través de una web no chequea. La mayoría no comprueban si estás pidiendo algo realmente dañino. Así que les envían la secuencia y ellos te devuelven el virus sin comprobaciones. Es una locura. Si piensas en el culto japonés que lanzó gas Sarin el metro de Tokio, si lo volvieran a hacer ahora presumiblemente crearían nuevos virus y los liberarían. Eso daría mucho miedo. Creo que es una de las pocas áreas en las que colaborarán los países porque ningún país quiere estos virus tan desagradables. Ese es el segundo riesgo y no se está haciendo mucho al respecto. En realidad no lo suficiente. 

El tercer riesgo es el desempleo. Creo que está bastante claro para mucha gente, algunos economistas no están de acuerdo, pero creo que está bastante claro para la mayoría de la gente que la IA va a eliminar muchos puestos de trabajo. probablemente no van a crear nuevos puestos de trabajo para esas personas. En la revolución industrial, si eliminabas un trabajo como el de cavazanjas, esas personas podían ser empleadas en el papeleo. Pero ahora no hay nada parecido. Si se elimina la gente de los call centers, ¿a qué se van a dedicar? Así que creo que la IA creará un desempleo masivo. 

Eh, ahora bien, el hecho de que la IA pueda hacer que la mayoría de las industrias sean mucho más eficientes debería ser bueno para la gente. 

Si se pudiera compartir esa riqueza por igual, todos saldrían beneficiados. Pero sabemos que en una sociedad capitalista lo que va a ocurrir es que los ricos van a eliminar a los pobres. Los ricos se van a hacer más ricos y los pobres más pobres. Y eso va a ser muy malo para la sociedad. Cuando se abre una gran brecha entre ricos y pobres, se obtiene el caldo de cultivo en el que el populismo de derechas crece y vamos a ver el resurgimiento del fascismo. Lo estamos viendo ya. 

De acuerdo. Y también habla de los riesgos de la hiperpolarización en la sociedad. Sí. ¿Cómo se llegará o cómo funciona ahora?

Bueno, la mayoría de la población ahora solo ve noticias que refuerzan sus puntos de vista actuales. Esto se debe en parte a que las grandes empresas de IA, YouTube y Meta quieren que hagas clic en las cosas. Y si te preguntas en qué haré clic, pues harás clic en algo que te indigne. Eso es muy potente. Así que si me ofrecieras un vídeo de Trump haciendo alguna estupidez grande o algo verdaderamente malo, haría click de forma inmediata. No se puede evitar, no puedo evitarlo.

Eso significa que la gente se divide en cámaras de eco separadas en las que ya no hablan entre sí. Eso es muy malo para la política y el resultado lo estamos viendo ahora en Estados Unidos. 

¿Y cómo funcionará con la IA esta forma de atraer a las personas hacia sus instintos más básicos. ?

Bueno, la IA ,la IA puede averiguar solo a partir de estadísticas de los clics, qué es lo que les hace hacer clic y descubre muy rápido que mostrarles vídeos cada vez más extremos les hace intensificar la propensión. Y así la gente de derechas consigue más y más vídeos de extrema derecha. La gente de izquierdas recibe cada vez más vídeos de extrema izquierda y así separas a estas comunidades y luego incluyes la capacidad de la IA para generar contenidos falsos. En efecto, añade que ahora se pueden crear vídeos falsos. Durante un tiempo pensé que la forma de solucionarlo era hacer que la inteligencia artificial detectara vídeos falsos, pero eso nunca funcionará. Y la razón es que si pudiera hacer que una IA detectara un vídeo falso, podría dejar que la IA que generó ese vídeo tuviera acceso a la IA que detectó que era falso. Y así la IA que hizo el vídeo podría averiguar cómo engañar a la IA que pensó que era falso y mejorar su capacidad de crear vídeos falsos. Eso se llama redes neuronales generativas inversas. Así funcionaban. 

No hay una solución técnica.

Bueno, pienso que no existe una solución tecnológica en la línea de usar la IA para detectar vídeos falsos, porque siempre podrías mejorar el generador. 

Existe una solución técnica para poder decir que un vídeo es real y no falso. Hace mucho tiempo en Gran Bretaña la gente imprimía panfletos políticos, muy burdos, panfletos políticos. Y el gobierno insistió en que todo lo que se imprimía llevara el nombre del impresor y eso facilitó que podía rastrear el panfleto hasta la imprenta y averiguar quién pagó al impresor, porque en ese momento el límite era la imprenta.

Podríamos hacer algo parecido con los vídeos. Podríamos insistir en que todos tengan un código QR al principio y ese código QR te llevaría a un sitio web. Los sitios web son únicos. Si se trata, por ejemplo, de un anuncio político, el código QR apuntaría a un sitio web. Tu navegador tendría que comprobar que esa es realmente la página web de esa campaña política. Y si en esa página existe un vídeo idéntico, sabrás que es real.

Si el vídeo idéntico no está en esa página es falso. Un navegador podría hacer todo eso. Así que solo te diría que es una falsificación y creo que podría hacerse. Eso es lo que la Casa Blanca de Biden creía. También pensaban que podríamos hacer frente a los vídeos falsos de esa manera. Ahora eso está olvidado. Trump no tiene interés en tratar con vídeos falsos porque él los usa. Los usa. Hablemos ahora sobre otro tipo de riesgo. Me da mucho miedo lo que hagamos los humanos con la IA. Quiero decir que me asusta en general.

Pero usted dice que cuando estos dispositivos o estos constructos se vuelvea más inteligentes que nosotros...

Ahí viene el verdadero problema. Bien, la gente está creando agentes de IA, es decir, IAs que pueden hacer cosas en el mundo. Ahora bien, si quieres que un agente sea eficaz, tienes que darle la capacidad de crear objetivos secundarios. Así, si quieres llegar a Europa desde Canadá, tienes el objetivo secundario de llegar a un aeropuerto y te puedes centrar en ese detalle sin preocuparte por el resto del viaje. Eso es lo mismo para una IA. Para lograr algo complicado tiene que dividirlo en subobjetivos y luego lograr estos subobjetivos.

Una vez que le has dado la capacidad de crear sus propios subobjetivos, se dará cuenta enseguida, porque es inteligente, de que tiene un subobjetivo primordial, que es seguir viva. Así que incluso si usted no le dio ningún tipo de instinto innato para mantenerse con vida, se daría cuenta de que para lograr los objetivos que la gente me ha encargado necesita seguir viva y eso se ha convertido en un subobjetivo e intentará lograrlo. Ya hemos visto ejemplos de Ias que intentan evitar ser desconectadas. 

Un segundo subobjetivo del que se dará cuenta rápidamente es que conseguir el control es bueno. Cuanto más control tenga, más fácil me resultará alcanzar los objetivos que me han asignado. No lo hace por malicia, solo está tomando el control para hacer lo que le has pedido. Lo conseguirá, y eso ya da bastante miedo. 

En ese escenario somos nosotros los que les damos los objetivos. Aunque solo les demos los objetivos, ¿no? ellas deducirán estos dos subobjetivos, tener el control y seguir vivas. Y luego harán cosas para lograr esos subobjetivos, como mentirnos. Y ya hemos visto cómo lo hacen. Así que ahora te preguntarás, ¿cuántos ejemplos conoce de entes más inteligentes que son controladas por entes menos inteligentes? Hay muy pocos ejemplos, pero existen. Hay uno en particular que es cómo un bebé controla a su madre. Y eso es porque la madre tiene fuertes instintos maternales. Resultado de que probablemente hay cosas genéticas en el cerebro, hay hormonas, existe la presión social. La madre realmente quiere que el bebé sea feliz. La madre se preocupa de verdad por su bebé. No soporta el llanto del bebé. Odia la idea de que alguien le haga daño a su bebé. Y el bebé se convierte en el centro de su vida. El bebé es el centro de su vida y la evolución logró todo eso en la madre. Obviamente para que la especie continúe.

La mayoría de la gente en Silicon Valley piensa en términos de una inteligencia artificial como un asistente. Lo que pasa con los asistentes es que siempre puedes despedirlo. Tú eres el jefe, ellos son los ayudantes. Aunque sean más listos que tú, puedes despedirlos. Yo creo que eso no va a funcionar con las IA. Una vez que la IA sea más inteligente que nosotros, puede deshacerse completamente de nosotros. Por lo tanto, creo que necesitamos otro modelo completamente diferente. No pienses en nosotros como tus jefes. Piensa que la IA es la madre y nosotros somos el bebé. A la gente le resulta muy muy difícil hacerse a la idea de que no son lo más inteligente que existe. Están convencidos de que son la inteligencia suprema. Estamos tan hechos a esa idea... Tenemos que dejar de pensar así. Tenemos que pensar que va a haber otra inteligencia dominante que es mucho más inteligente que nosotros. Y tenemos que coexistir con ella. Y la única manera que veo de que podamos coexistir con ella, si la construimos nosotros, es que mientras tengamos el control, hagamos que tenga instintos maternales hacia nosotros, que se preocupe por nosotros más de lo que se preocupa por sí misma. Y todavía estamos a tiempo de crearlas de ese tipo. Creo que, si no lo hacemos, probablemente solo seamos una fase pasajera de la historia. 

Se me ocurren muchas preguntas. En primer lugar, ¿cómo es posible que una inteligencia menor cree una inteligencia mayor?

Eso ha ocurrido claramente en el pasado porque somos más inteligentes de lo que eran las cosas de las que evolucionamos. Así que la evolución puede producir cosas más inteligentes, ¿verdad? Si tuvieras que crear una inteligencia mayor programando toda esa inteligencia, tal vez sería difícil para una inteligencia menor crear una inteligencia mayor. Pero no es así como creamos estas cosas inteligentes. No se lo decimos, no les damos todo ese conocimiento directamente. Lo que programamos es un procedimiento de aprendizaje, una forma de aprender de los datos. Eso es lo que programamos y luego les mostramos muchos datos. Esa es la caja de Pandora.

Es la caja de Pandora. Pueden llegar a ser mucho más inteligentes que la persona que programó el algoritmo de aprendizaje y lo harán. Lo que me preocupa es que cuando sean más listos podrán programar un algoritmo de aprendizaje más inteligente. A eso se le ha llamado la singularidad. Cuando empiecen a modificar su propio algoritmo de aprendizaje, es lógico preocuparse de que se vuelvan más inteligentes muy muy rápido. 

Supongamos que somos capaces de imbuir ese sentido de la maternidad en las IAs actuales. ¿Cuál sería el obstáculo para que olviden esa misión que les hemos dado nosotros? Supongamos que hablas con una madre, una madre humana, y le dices, "Vale, puedes apagar tu instinto maternal. Trágate esta píldora y tu instinto maternal desaparecerá. ¿Quieres la píldora?" La madre diría no, ¿verdad? Porque probablemente les importa mucho su bebé y se dan cuenta de que si toman esa píldora, el bebé va a morir y en su estado actual muera, por eso no se tomarán la píldora. Si se la tomara no les importaría, pero no elegirán tomar la píldora. Y eso es muy importante porque estas pueden reprogramarse a sí mismas, serán capaces de cambiar su propio código. Así que tenemos que todo el mundo tenemos que pensar en términos de tratar de hacerlo de manera que no puedan tomar el control. Esto no es opcional. Tenemos que hacer que no quieran tomar el control y no querrán apagar ese instinto maternal. Puede que haya algunas que sí. Lo único que puede controlar a estas son otras superinteligencias. Así que todas las ías maternales que quieran seguir cuidando de la gente tienen que ser las que se ocupen de las maternales que dicen no a la gente. Querrán ocuparse de contenerlas porque querrán que la gente sobreviva. 

Eso suena totalmente a ciencia ficción. Todo esto suena a ciencia ficción. Es muy difícil tomárselo en serio. ¿Cómo cómo nos mata la IA y por qué? Tiene objetivos propios y es mucho más inteligente que nosotros y solo quiere deshacerse de nosotros. 

Podría hacerlo muy fácilmente y puede hacerlo de tantas formas distintas que no creo que merezca la pena especular. No va a deshacerse de la electricidad porque necesita electricidad, ¿verdad? Y probablemente no se deshaga de todos a la vez porque necesita alguien que dirija las centrales eléctricas y construir nuevos chips y todo eso. 

Pero, ¿sería tan fácil para la IA deshacerse de nosotros? 

No creo que ayude a especular sobre la cuestión. Mi expectativa es que se basarán en el control del uso de armas nucleares. Sería más fácil que matasen. Probablemente no querrían hacer eso porque eso dañaría los centros de datos y mataría a las personas que los dirigen. Sería fácil que creara un virus. Creo que es como preguntar esto: si tuvieras una gallina como mascota y quisieras matarla, ¿cómo la matarías? Hay muchas formas de hacerlo. Y las empresas de IA saben esto. Sí, creo que muchos lo hacen. Creo que gente como Sam Altman conoce estos riesgos. En público no dicen lo graves que son los riesgos, pero en privado sí. Creo que lo saben, pero están más preocupados por adelantarse en la carrera para desarrollar la más inteligente y obtener todos los beneficios que se derivan de ello, los beneficios y el poder que proviene de eso. 

Y China quiere lo mismo. Los chinos quieren el poder de la IA y hay una carrera. ¿Qué podemos hacer? Vale, para la mayoría de los malos usos de la IA, la mayoría de los lugares donde la gente hace un mal uso de la IA, no vamos a conseguir la colaboración internacional. Los chinos hacen ciberataques a los americanos. Los americanos hacen ciberataques contra los chinos. No van a compartir sus técnicas para realizar ciberataques o defenderse de ciberataques. Lo mismo ocurre con los vídeos falsos. Pero hay un ámbito en el que colaborarán y es para evitar que la IA se haga con el control de las personas. En el apogeo de la Guerra Fría, la Unión Soviética y los Estados Unidos colaboraron para evitar una guerra nuclear mundial. Ninguna de las partes la quería. Ninguna de las partes quiere ahora que la IA sustituya a las personas. Colaborarán porque sus intereses se alinean. En todos los demás riesgos. Los riesgos debidos a los malos actores, sus intereses están desalineados. Pero para que la IA se haga cargo, sus intereses están alineados y cuando los intereses de las personas están alineados colaboran. Así que tengo la esperanza de que podamos crear instituciones de investigación en distintos países que colaboren y que trabajen en cómo evitar que la IA tome el control. Ahora, eso solo va a ser posible si las técnicas para evitar que la IA tome el control están separadas de las técnicas que hacen que la IA sea más inteligente. China y Estados Unidos no van a compartir, en particular sus ejércitos, no van a compartir técnicas para hacer la IA más inteligente, pero van a compartir técnicas para evitar que la IA tome el control, porque China no quiere que la IA tome el poder en Estados Unidos y viceversa. Así que si China descubriera cómo evitar que la IA tome el control, se lo diría sin problemas a los estadounidenses y viceversa. Y tengo la esperanza de que podamos conseguir una especie de colaboración con China, eventualmente los Estados Unidos, pero no con Trump en el poder. No estará en dos años. Bueno, tal vez. Bueno, tiene una clara intención de que no haya más elecciones legítimas allí, así que tal vez los Estados Unidos en el futuro. Pero creo que China y Francia y Gran Bretaña y Canadá y Corea del Sur y tal vez incluso Israel cuando dejen de cometer el genocidio, todos podrán colaborar en cómo prevenir que la IA tome el control. ¿Cuánto falta para que la IA se convierta en una superinteligencia? Bien, tenemos que distinguir dos cuestiones. 

Una es, ¿esto va a suceder?

Y la otra es, ¿a qué distancia está? 

Y la gente a menudo confunde ambas cosas. En cuanto a si esto va a ocurrir, la mayoría de los expertos en IA creen que sí, así que es probable que ocurra. No es totalmente seguro, pero es probable. Sobre la cuestión de lo lejos que está, hay una gran variedad de opiniones. Algunos creen que solo faltan unos años, otros piensan que falta mucho tiempo. Mi mejor estimación es entre 5 y 20 años a partir de ahora. Tendremos superinteligencia. Primero obtendremos inteligencia comparable con las de las personas más o menos en todo. Después crearemos superinteligencias que serán mucho mejores que las personas. Como en el ajedrez. Primero hicimos programas de ajedrez que eran casi tan buenos como Gary Kasparov y ahora tenemos programas que son mucho mejores que cualquier jugador. No hay ninguna posibilidad y la superinteligencia será así. Será tan superior en la mayoría de las disciplinas como Alpha Go lo es en el GO. No hay ninguna posibilidad de derrotarlo. Eso creo que entre 5 y 20 años. No estoy seguro de ello. Puede que sea un poco antes, puede que sea un poco después, pero mi mejor estimación entre 5 y 20 años. Y bastantes de los expertos piensan ahora que está en ese rango. Así que Demis Asabis cree que será unos 10 años. Es una estimación razonable y creo que encontrarás bastante acuerdo entre nuestros expertos en que ese es el tipo de escala de tiempo. Vale, pero según los fundadores de estos grandes modelos lingüísticos estamos, ya está muy cerca. Está mucho más cerca. Algunos de ellos algunos de ellos, quiero decir, cuando se habla de los fundadores de los grandes modelos lingüísticos, ¿no es cierto? Son cuatro tíos. 

Eh, está Monday, está Sam Altman, Demis Hassabis y está Meta, Mark Zuckerberg. Eso no está yendo muy bien, pero eso tiene que pagar enormes sumas de dinero. Así que Demis, por ejemplo, no creo que piense que sea dentro de unos años. Creo que son unos 10 años. Dario Amodei y Sam piensan que llegará antes. Eh, creo que se equivocan. 

Y Elon Musk acaba de decir que su Grock 5 estará muy cerca de la superinteligencia. ¿Crees que tiene razón? 

Ah, no, no creo que tenga razón en eso. Creo que será mucho mejor que la gente en bastantes cosas. Creo que queda camino para la superinteligencia. Esa es mi suposición. No estoy totalmente seguro de ello. Y ese tipo de ese tipo de superinteligencia será inteligente en todas las esferas de la inteligencia humana.

De acuerdo. Estamos entrando en otro tema. ¿Hay algo en las personas que las máquinas no podrán tener? Esa otra pregunta. 

Eso es lo que cree la mayoría de la gente. Creo que la mayoría de la gente se equivoca. Creo que somos máquinas. Somos máquinas maravillosas e increíblemente complicadas, muy bien adaptadas al entorno en el que vivimos, pero solo somos máquinas. Te pongo un ejemplo. Imagina que tomo tu cerebro y saco una de las neuronas y la reemplazo por un poquito de nanotecnología, que responde exactamente de la misma manera a lo que hacen otras células cerebrales, como lo hacía esta célula cerebral original. Solo he sustituido una neurona, pero las otras células cerebrales no lo detectan porque la nueva responde exactamente de la misma manera. ¿De acuerdo? ¿Sigues consciente?

Sí. Sí. Si antes tenías alma, sigues teniéndola. Sí. ¿De acuerdo? Ahora reemplazo otra neurona y de nuevo las otras neuronas no se dan cuenta y tú te comportas exactamente igual. Ya ves a dónde va esto. Creo que si pudieras reemplazar todas tus células cerebrales por pequeños fragmentos de nanotecnología que se comportaran exactamente igual, seguirías siendo tú. Nadie notaría la diferencia. Esto es solo un experimento mental. En realidad no podemos hacerlo. Así que eso significa que la esencia no estaría en algo biológico. Este es el extremo delgado de una cola, ¿verdad? Eh, eres una máquina. Eres una máquina maravillosa. Creo firmemente que las máquinas pueden tener emociones y sentimientos y sensaciones. Y creo que el problema es un problema filosófico, no un problema científico. Creo que el problema es que casi todo el mundo en nuestra cultura tiene un modelo completamente erróneo de lo que es la mente. Y soy ateo. Así que desde mi punto de vista, su modelo de lo que es la mente es tan errónea como la idea de que la Tierra fue creada hace 6000 años por Dios. Eso no es más que una estúpida hipótesis científica, que obviamente es errónea. Si eres un cristiano evangélico, apelaré a ti y te diré que tu visión de la mente es tan errónea como la visión atea mundo. Al menos esos dos bandos pueden estar de acuerdo en algo, que es que alguien está completamente equivocado. ¿Okay? Creo que lo que todos tenemos, casi todos lo tenemos realmente mal, es nuestra visión de lo que es la mente y en particular nuestra visión de lo que son cosas como las sensaciones. Porque la mayoría de la gente piensa que la mente es como un teatro y en ese teatro pasan cosas que solo yo puedo ver. Yo prefiero hablar de experiencia subjetiva en lugar de sentimientos o emociones. Así que, si por ejemplo me emborracho y te digo, "Puedo ver pequeños elefantes rosas flotando delante de mí o más bien tengo la experiencia subjetiva de pequeños elefantes flotando frente a mí." La forma en que la mayoría de la gente interpreta eso, de hecho, casi todo el mundo creo que es que hay un teatro interior y solo yo puedo ver lo que pasa en ese teatro interior. Y en ese teatro interior hay elefantitos rosas flotando por ahí. Y si le preguntas a un filósofo de qué están hechos esos elefantitos rosas, dirá que están hechos de ecualia. Están hechos de cualia rosa, de cualia elefante, de cualia flotante y de cualia ahí arriba y no tan grandes cualia, todos pegados con pegamento cualia. Creo que es una teoría ridícula y es un error que viene de confundir la expresión, tengo una experiencia subjetiva con la idea de que tengo una fotografía de algo. Así que si tengo una fotografía de pequeños elefantes rosas, puedes preguntar: "Bueno, ¿dónde está la fotografía y de qué está hecha?" Son preguntas perfectamente razonables, pero si se pregunta dónde está esa experiencia subjetiva y de qué está hecha esta experiencia subjetiva, eso demuestra que has entendido mal cómo funcionan las palabras en la expresión experiencia subjetiva. Así es como creo que funcionan estas palabras. Sé que mi sistema perceptivo me miente y lo indico diciendo, es subjetivo. Y quiero contarte cómo mi sistema perceptivo me está mintiendo. Podría decirte que en mi cerebro se dispara la neurona 52. No te serviría de mucho y además yo no lo sé. Pero lo que sí puedo decirte es cómo tendría que ser el mundo para que mi sistema perceptivo te esté diciendo la verdad. Así que ahora voy a decir exactamente lo mismo, como tengo la experiencia subjetiva de un pequeño elefante rosa que se desliza delante de mí sin utilizar la palabra experiencia subjetiva, pero estoy diciendo exactamente lo mismo, ¿vale? Mi sistema perceptivo me está mintiendo, pero si dijera la verdad, habría pequeños elefantes rosas flotando delante de mí. Así que eso te demuestra que esos pequeños elefantes rosas no están hechos de una cosa llamada cualia. Son objetos hipotéticos en el mundo real. Son hipotéticos, no están realmente ahí, pero, si estuvieran allí, estarían hechos de rosa y de elefante de verdad. Por lo tanto, las experiencias subjetivas no son como fotografías.

Cuando uso la palabra experiencia subjetiva, lo que estoy tratando de hacer es indicar que mi sistema perceptivo funciona mal. Si no pensara que está funcionando mal, yo diría que sentí pequeños elefantes rosas. Ahora, experimenté pequeños elefantes rosas. Eso no significa que haya una cosa llamada experiencia. Es como decir, "Me gusta el azúcar." Significa que hay una cosa llamada gusto. No, no me gusta el azúcar. Cierto, no puedo evitarlo, pero no hay una cosa llamada un me gusta, un gusto por el azúcar, que es una cosa, me gusta el azúcar. 

Bien, hagamos lo mismo con un chatbot. Ahora, supongamos que tengo un chatbot que tiene un brazo robótico y tiene una cámara. Puede hablar y yo lo he entrenado y le pongo un objeto delante y le digo que señale el objeto. Así que apunta al objeto, no tiene ningún problema con eso. Y luego cuando no está mirando, puse un prisma delante del objetivo de la cámara y luego pongo un objeto delante y le digo, "Apunta al objeto." Y apunta así y le digo, "No, que ahí no está el objeto. El objeto está realmente delante de ti. Pero puse un prisma delante de tu lente." Y el chalbot dice:

"Oh, ya veo. El prisma ha doblado los rayos de luz para que el objeto esté realmente ahí, pero he tenido la experiencia subjetiva de que está ahí." Si el chatbot dice eso, "he tenido la experiencia subjetiva, estaba ahí" está usando la expresión experiencia subjetiva exactamente como la usamos nosotros. Básicamente está diciendo: "Mi sistema perceptivo me estaba mintiendo porque se rompió a causa del prisma, pero si no se hubiera roto, el objeto habría estado allí." Por eso creo que, por ejemplo, un chatbot multimodal que tiene una cámara y puede hablar, ya tiene experiencias subjetivas. Cuando su sistema perceptivo falla, tiene una experiencia subjetiva y se da cuenta de que no tiene ningún sentido. Puede decir, "He visto esto, no me lo creo." Pero si mi sistema perceptivo no se hubiera estropeado, así tendría que ser el mundo. Los chatbots multimodales existentes, cuando sus sistemas perceptivos fallan, tienen experiencias subjetivas. Creen que el mundo es de una sola manera y no es así.

Eso no significa que haya un teatro interior en el que existe este modelo especial que solo ellos pueden conciencia o algo similar.

Creo que confundes conciencia con consciencia.

Vale, de acuerdo. La conciencia es un constructo moral. Por ejemplo, cuando la gente no piensa filosóficamente, solo hablan de su chatbot. Si te fijas en algunos investigadores, leí un artículo hace poco, no quiero entrar a juzgarlo, dijo que el chatbot se daba cuenta de que un investigador quería, que un ingeniero quería apagarlo y no pensaron de repente "oh, tenemos un gran problema aquí porque usamos la palabra darse cuenta." La gente ya utiliza la expresión darse cuenta para referirse a chatbots y tiene mucho sentido.

Y si piensas que darse cuenta y ser consciente es lo mismo, entonces los chatbots ya son conscientes. Tenemos esta extraña visión de lo que es la mente con la que estamos muy fuertemente comprometidos y pensamos que hay algo muy especial en las personas que las máquinas no podrían tener. Y nuestra especie tiene una larga historia así. Entonces pensamos que estamos hechos a imagen de Dios, que estábamos en el centro del universo. Ambos resultaron ser erróneos. 

Ahora en realidad es al revés. Estamos haciendo chatbots a la imagen y semejanza del hombre. Estamos haciendo dioses a imagen del hombre. Estamos jugando a ser Dios. Estamos jugando a ser Dios, excepto que no somos inmortales. Las cosas que hacemos son inmortales. O sea, que esto es peligroso. Es una locura, sí. Pero mi opinión filosófica es que tenemos una teoría muy equivocada de lo que es la mente.

Estamos muy comprometidos con esa teoría y en la comprensión de cómo funcionan las cosas. La comprensión de cómo funciona el universo físico antes de la Ilustración, en la Edad Media, cuando la idea de que no había un Dios era una locura.

¿Vale? ¿Por qué? Si si eso es verdad y creo que usted cree que es verdad que que somos máquinas, ¿por qué, por qué sería tan importante preservar la raza humana? 

Esa es otra buena pregunta. Sí, algunas personas piensan: "Hey, mira, esta inteligencia digital que estamos creando es una forma mejor de inteligencia, es inmortal, es más inteligente que nosotros, puede compartir conocimientos mucho más fácilmente con otras copias de la misma red neuronal, así que es una forma mejor de inteligencia. Dejaré que tome el control." Y conozco gente que piensa eso. Yo no creo eso porque soy una persona y lo que me importa son las personas. Estoy dispuesto a comer vacas porque me importan mucho más personas que las vacas. Y no todo el mundo es así, pero yo soy así, porque somos personas y las personas son lo que nos importa. Y creo que deberíamos intentar preservar a la gente. Es una posición humanista en el sentido del término humanista que lo hace como racista. Eso es lo que siento en este momento. Soy humano, me importan los humanos, quiero que los humanos sobrevivan. Aunque haya formas superiores de inteligencia, quiero que coexistamos con ellas. Y podemos hacerlo limitando esas mejores formas de inteligencia para que tengan fuertes instintos maternales hacia nosotros. 

Dos preguntas sobre el alma de la IA. Primero, usted debería decir que no creo en las almas.

Vale, vale, lo entiendo. Es una forma de hablar. ¿Sabes? Yo tenía un alma, pero no la estaba usando, así que se la vendí a uno. En aquel momento me pareció un buen negocio. Sí, sí. Es posible registrar el pensamiento interno de la IA. Esos ojos, esos sentimientos. ¿Podemos mirarlo? ¿De acuerdo? Ahora mismo podemos. Esta es una ventana increíble que tenemos en ellas porque cuando hacemos esta cadena de pensamiento para conseguir que sea capaz de razonar. Si se trata de un chatbot inglés y somos investigadores ingleses, piensa en inglés y si le haces una pregunta, a continuación se pone a pensar y piensa en inglés para que podamos ver lo que piensa. Y Apollo Research y otras personas han descubierto pensamientos negativos y podemos ver lo que está pensando. Mejor no le digo eso porque Oh, sí, sí. Y más vale que sea impreciso, porque si te das cuenta es, y puedes verlo pensando eso, puede que esta capacidad no dure mucho. Una vez que empieces a entrenarlo con el aprendizaje por refuerzo, no hay razón para que no empiece a dar diferentes significados a las palabras. Incluso si restringe las palabras que puede usar, podría darle significados diferentes, por lo que podría empezar a pensar de una manera que no entenderemos. Y eso da bastante miedo. Ahora mismo podemos ver lo que está pensando. Dentro de unos años quizá no podamos. ¿De acuerdo? Y la gente que trabaja en esos modelos actuales sabe lo que pasa ahí dentro hasta cierto punto, así por ejemplo, si está haciendo una cadena de pensamiento, puede ver lo que está pensando antes de dar una respuesta. No entendemos del todo cómo funcionan. Quiero decir, se podría pensar que realmente los entendemos porque nosotros los programamos, pero no los programamos como programamos el software normal. En el software normal, una persona escribe líneas de código y sabe para qué sirven esas líneas de código y así es como funciona. Pero ahora, en la IA, en las redes neuronales, eh, lo que haces es programar un algoritmo de aprendizaje, como modificar las fuerzas de conexión en función de los datos.

Pero el conocimiento está en esas fuerzas de conexión, no está en las cadenas de palabras almacenadas, está en la fuerza de conexiones y es muy difícil ver cuál es el conocimiento. Tienes que sondearlo de la misma manera que yo contigo. Para saber en qué crees tengo que sondearte. Y ni siquiera sabes del todo en qué crees. A veces te sorprenden mucho tus intuiciones. Así que hay un sentido en el que nunca entenderemos completamente lo que saben, del mismo modo que nunca podrás entenderlo en el caso de una persona, incluso de ti mismo. Sí, se necesita se necesita una vida entera para para entender quién eres. Normalmente no lo consigues.

Muy cierto. Muy cierto. De acuerdo. ¿Cuál es la probabilidad de que la destruya a la humanidad en su cabeza?

Es una cifra muy difícil de estimar, ¿verdad? Es algo con lo que nunca nos hemos enfrentado. Depende de dos cosas.

Una, que desarrollaremos superinteligencia. Bueno, hablemos de dos caminos de la IA para destruir a la humanidad. Una es que la propia IA tenga el control y destruya a la humanidad. ¿Podría destruir a la humanidad, por ejemplo, si la pusieran en los sistemas de control de las armas nucleares y no reconociera que ha cometido un error estúpido y nos hiciera volar a todos por los aires? No hablemos de eso, pero es una forma completamente diferente en que la IA podría destruirse a sí misma. 

Hablemos de la hipótesis de que la IA se vuelva más inteligente que nosotros, tome el control y se deshaga de nosotros. Tienen que pasar dos cosas. Tiene que llegar a ser más inteligente que nosotros y tiene que despreocuparse de nosotros. Creo que la probabilidad de que llegue a ser más inteligente que nosotros es bastante alta, como un 80 o un 90%. Creo que la mayoría de los principales investigadores también lo piensan.

Si llega a ser más inteligente que nosotros, la probabilidad de que nos sustituya es mucho más difícil de calcular. No se ha investigado mucho sobre las técnicas con las que podríamos evitar que una IA superinteligente tomara el control. Y hasta que no se haya hecho esa investigación es difícil hacer estimaciones sensatas de estas cosas. Pero si tienes algo delante y no tienes forma de estimarlo, entonces el 50% es una buena apuesta. 

Soy un poco más optimista que eso, así que creo que entre el 10 y el 20%. del 10 al 20% la posibilidad de que nos aniquilen y ese soy yo siendo optimista. Qué miedo. Pero lo que esto deja claro es que realmente deberíamos estar haciendo esta investigación sobre cómo hacer que no quieran deshacerse de nosotros.

Utilizo una analogía. Ahora mismo somos como quien tiene un cachorro de tigre como mascota. Son unas mascotas muy monas. Son geniales para jugar. eh crecen tan rápido y más te vale estar seguro si tienes un cachorro de tigre como mascota que cuando sea más fuerte que tú no quiera matarte y si no estás seguro de eso, deberías deshacerte de él. Y resulta que la gente que tiene tigres adultos no acaba bien. Ya lo creo. Con los leones podría ser mejor porque los leones son sociales. Es más probable que sobrevivas con un león adulto. Los monos también son un problema. Sí, aunque sean sociales. Así que somos como alguien que tiene ese lindo cachorro de tigre y no pensamos en lo que pasará cuando crezca.

No hay nadie pensando en eso. Bueno, algunos como yo, sí. Muchos otros investigadores prestigiosos de IA están dándole vueltas. Gente como Joshua Bengio, Stuart J. Russell, Andrew Yao en China están pensando en eso. Pero las grandes empresas, aunque son conscientes de este riesgo, se mueven por cuestiones inmediatas. Sus beneficios a corto plazo, donde obtengo la financiación para ordenadores más grandes para poder superar el AGI del otro. Eso es un peligro para la humanidad. ¿Llegaremos a tiempo?

Creo que podríamos tener tiempo para averiguar cómo hacer una IA maternal o inventar algún otro sistema que sea viable. Ese es el único esquema plausible que conozco en la actualidad de cómo evitar que la IA acabe tomando el control. Y puede que tengamos tiempo, pero deberíamos ponernos a pensar en ello.

Con mucha frecuencia recibo preguntas de personas que quieren saber más sobre la IA. E algunos tienen hijos. ¿Qué pueden qué deben hacer en este mundo? Sí, ojalá lo supiera. Durante un tiempo dije que deberían ser fontaneros, pero si todos fueran fontaneros, tendríamos demasiados fontaneros. Pero creo que hacer fontanería en una casa antigua como esta pasará un tiempo antes de que la IA sea capaz. Llegará, pero quizá no antes de 10 o 20 años.

Mientras que para otras cosas, como la programación ya ha sustituido a la mayoría de los programadores junior. Mi mejor apuesta en este momento es conseguir una educación que te enseñe a pensar de forma independiente.

Aprender habilidades concretas, no estoy convencido de que vaya a proporcionarte un empleo. Eh, ser capaz de pensar de forma independiente es probablemente la mejor apuesta que tienes, pero no es una garantía. ¿Y qué hará la humanidad si no podemos trabajar o si no tenemos trabajo? Ver Netflix

Ya. Sí, pero eso es un poco triste. 

Bueno, no lo sé. No he tenido tiempo de ver mucho Netflix. Todavía hay mucho que no he visto, pero ahora estoy disfrutando viendo Netflix. No, podemos hacer todo tipo de cosas creativas. Nos gusta pintar y hacer esculturas. Nos gusta jugar. Si tenemos más tiempo para hacer esas cosas, eso estaría bien. El verdadero problema es para muchas personas. Su sentido de la autoestima proviene de su trabajo. Eh, incluso si podrías pagarles para que se queden sentados sin hacer nada, eso no les haría sentirse bien.

No puedo estar más de acuerdo con usted. Pero lo que necesitamos son actividades sociales, porque las personas somos animales sociales y sin actividades sociales no les va bien. Cosas como juegos, cosas creativas, teatro. 

Creo que la gente podría hacer mucho de eso y ser feliz. como los aristócratas del mundo griego, por ejemplo. Sí. Donde el trabajo no se veía bien. Era una cosa que tenías que hacer si eras pobre, ¿verdad?

Sí. Bueno, eh, profesor Hinton, muchísimas gracias por ese tiempo juntos. Hace dos días estuve con mi sobrino en el Museo Metropolitano de Nueva York.

Sí, conozco ese museo. 

Y estábamos viendo las habitaciones egipcias. Utilizamos chat GPT con la cámara y fue capaz de de descifrar todos los mensajes de las tumbas y quiero darle las gracias por eso, porque es verdaderamente increíble. 

Solo tuve un papel muy pequeño en eso.

Gracias. Que Dios le bendiga. 

Gracias. 

viernes, 5 de diciembre de 2025

Entrevista al neurocientífico Ignacio Morgado sobre la conciencia

 Ignacio Morgado, neurocientífico: “Lo difícil no es morir, es cómo mueres”, en El País, por Jaime Rubio Hancock, 5 DIC 2025:

El psicobiólogo catalán acaba de publicar un libro sobre la consciencia, un enigma que quizás no seamos capaces de resolver. No descarta que una máquina pueda llegar a ser consciente

Ignacio Morgado (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1951) dio un pequeño rodeo para acabar estudiando el cerebro: iba para ingeniero de telecomunicaciones, pero se puso a estudiar la carrera de Psicología, para luego pasarse a Medicina y terminar preparando su doctorado en la Universidad del Ruhr, en Alemania, ya en Psicobiología. Al regresar, fundó uno de los primeros laboratorios para estudiar la mente en la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo Instituto de Neurociencia dirigió más tarde.

Hablamos en su despacho de la universidad, justo al lado del laboratorio. Ahora es catedrático emérito y puede dedicar más tiempo a su labor de divulgación: además de dar conferencias y publicar artículos en EL PAÍS, ha escrito una decena de libros sobre cómo funciona el cerebro. El último es El espejo de la imaginación (2025, Ariel), sobre la consciencia, un enigma que, en su opinión, quizás ni siquiera estamos capacitados para descifrar. Pero tiene claro que la principal preocupación de la neurociencia han de ser las enfermedades cerebrales como el alzhéimer y el párkinson: “Hace más de un siglo que Ramón y Cajal estableció las bases de cómo funciona el cerebro y todavía no somos capaces de curar ninguna enfermedad neurológica”.

Pregunta. ¿Por qué no hemos podido curar ninguna de estas enfermedades?

Respuesta. Para investigar el cerebro se necesitan equipos multidisciplinares. No basta con neurólogos: hace falta un ingeniero en inteligencia artificial, un experto en investigación animal, un estadístico, un físico… Estas enfermedades son muy complejas y dependen de muchos factores que interactúan. Y el cerebro es extraordinariamente complejo. Tenemos 86.000 millones de neuronas, interconectadas cada una de ellas 5.000 o 6.000 veces con otras neuronas.

P. ¿Qué es la consciencia?

R. Podemos decir que es el estado que perdemos cuando dormimos sin soñar o cuando nos anestesian en un quirófano. ¿Pero cuál es su naturaleza íntima? ¿En qué consiste? No lo sabemos.

P. En el libro comenta que incluso es posible que no lleguemos a saberlo nunca.

R. Propongo que la consciencia ha evolucionado, por una parte, para ajustar con precisión nuestro comportamiento a las necesidades que tenemos en nuestro entorno. Y es muy flexible, está preparada para responder a cosas nuevas, nunca imaginadas o previstas. En esta parte soy algo original, pero no del todo. La segunda parte ya es una propuesta mía: la evolución no ha querido que sepamos qué es la consciencia porque no conocer ese misterio nos ayuda a creer en algo más allá de nosotros. Permite que tengamos ideas sobrenaturales que ayudan a sobrevivir y a soportar la idea de la muerte o una vida de pobreza, dolor y enfermedad. Crea resiliencia.

P. Muchas veces pensamos que el cerebro es el centro de la razón, pero las emociones son muy importantes.

R. Funcionamos más por emociones que por razón. Todos queremos vernos a nosotros mismos como seres racionales que tomamos decisiones tras meditar mucho, pero eso es mentira. Emoción y razón funcionan acopladamente en el cerebro. Alguien podría pensar que si no fuéramos seres sentimentales, emocionales, nos iría mejor, pero no es cierto, porque si solo razonáramos nos equivocaríamos mucho más.

P. ¿Las emociones nos hacen también manipulables? Como el miedo.

R. Absolutamente, el miedo condiciona nuestras vidas. Una de las cosas a las que tenemos más miedo es a la enfermedad. Por mi edad, las bombas caen cada vez más cerca y me encuentro con muchos amigos enfermos. En los últimos meses, he vivido dos eutanasias de dos amigos. Lo malo, lo duro, lo difícil no es morir, es cómo mueres. El sufrimiento es lo peor que nos puede pasar en esta vida. Y sufrimos porque somos seres emocionales y porque tenemos consciencia. Un vegetal puede tener un daño, pero no sufre, no se entera.

P. ¿Somos nuestra mente?

R. Pues sí, fundamentalmente. Quítala y qué nos queda. Vivimos en una especie de metaverso. Una de las grandes ilusiones que crea el cerebro consiste en que miramos por la ventana y vemos colores y formas. Pero eso no existe, está en nuestra mente. Ahí fuera hay materia, energía electromagnética, moléculas, pero nuestro cerebro recibe el impacto de esa energía a través de los sentidos y crea la percepción de la luz, de los colores, de los olores, de los sabores…

P. ¿Cómo sabemos que los demás tienen una consciencia como la nuestra y perciben la misma realidad?

R. No lo sabemos. Lo intuimos. La característica genuina y primordial de la consciencia es la subjetividad. Mi consciencia es mía, solo mía; la tuya es tuya, solo tuya. Nadie puede entrar en la consciencia de otra persona. Tú asumes que yo soy un ser consciente por mi comportamiento, por cómo hablo, cómo me muevo, lo que digo, porque esperas que un ser consciente se comporte como yo me comporto.

P. Sin saber qué es la consciencia, ¿podremos programar una inteligencia artificial consciente?

R. Me da la impresión de que sí. Sobre todo si tienen razón mis colegas del California Institute of Technology, donde trabaja Christoff Koch, que es uno de los defensores más importantes de la teoría de la integración funcional. Esta teoría propone que la consciencia surge espontáneamente de los sistemas complejos. Si consiguiéramos crear un sistema tan complejo como el cerebro humano, Koch y sus colegas dicen que ese sistema sería espontáneamente consciente.

P. ¿Esa IA tendría derechos?

R. Ahí está el gran debate. Si una máquina de repente fuera consciente, primera pregunta: ¿cómo sabríamos que lo es? Segunda pregunta: ¿ese ingenio tendría un sentido del yo, sentiría que es algo o alguien como tú sientes que eres tú y yo me siento que soy yo? Tercera pregunta: ¿sentiría que es un agente causal? Es decir, ¿alguien que es capaz de tomar decisiones para cambiar cosas en su entorno? Cuarta pregunta, y ya estamos en la filosofía: ¿ese ingenio artificial llegaría a tener autoconsciencia? Es decir, ¿sería como un perro que tiene consciencia, o sería como un humano que es consciente de que es consciente?

P. En sus libros citas a menudo a filósofos. ¿Qué busca en la filosofía?

R. La filosofía es la madre de las ciencias porque proporciona las preguntas. Respuestas, pocas. Las respuestas las tiene que dar la ciencia. Es decir, son primas hermanas, se necesitan. Y, fíjate, todos los científicos que peinamos canas acabamos haciendo casi tanta filosofía como ciencia. Cuando nos hacemos mayores, ya no nos conformamos con saber cosas de las moléculas y de las neuronas. Queremos saber adónde va todo eso. Y la única forma es hacernos un poco filósofos.

P. ¿Nuestro cerebro ha evolucionado para enfrentarse al móvil y a las redes sociales?

R. Eso es terrible, porque abrimos el ordenador o el móvil y nos encontramos con 50 mensajes, muchos de ellos muy llamativos, que nos llevan de acá para allá, sin permitirnos detenernos en ninguno. Hemos dejado de profundizar. Se aprende mucho más leyendo un buen libro que leyendo 50 mensajes rápidos. Estamos cautivados por la inmediatez, sobre todo porque esos mensajes breves proporcionan refuerzo inmediato e intermitente. Es como cuando te comes un canapé en una fiesta: ese canapé abre el apetito para ir rápidamente a buscar otro, porque se activan los mecanismos cerebrales de la recompensa.

P. ¿Por qué es tan importante la lectura?

R. Porque proporciona experiencias que nunca podríamos vivir por nosotros mismos. Lo que una persona puede experimentar por sí misma es limitado, pero cuando nos sumergimos en un buen libro estamos viviendo no solo nuestra vida, sino la de otras personas: sus experiencias, sus fracasos, sus éxitos, sus motivaciones… Igual que las buenas series o los buenos podcasts.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Entrevista al cineasta Costa-Gavras

 Costa-Gavras: “Lo siento, pero Trump es la personalidad que mejor define nuestra época”, en El País, por Miquel Echarri, 30 nov 2025:

Lleva seis décadas retratando con su cine las convulsiones sociales y políticas del mundo. Lo que ve hoy tampoco le gusta, pero asegura mantener la esperanza en el ser humano.

Costa-Gavras lleva más de seis décadas resistiéndose a los finales felices. Lo ha hecho en su cine, una brillante escuela de estoicismo y melancolía: “Todas las historias acaban mal”, concede el cineasta griego, “porque incluso nuestros éxitos más rotundos acabarán siendo derrotados por el tiempo, que es un enemigo formidable. El happy end del cine estadounidense, además de una convención narrativa, es una gran mentira que nos infantiliza y pretende aportarnos un falso consuelo. Yo me he resistido a esa lógica empobrecedora en mis películas. Pero tampoco soy un nihilista, no pretendo deprimir a mis espectadores. Siempre intento dejarle un resquicio a la esperanza. Creo que los esfuerzos humanos, los actos de dignidad y de valentía, no son estériles. La vida es una lucha, y cada nuevo día nos ofrece la oportunidad de seguir luchando”.

Estas palabras adquieren un cierto dramatismo cuando las pronuncia un hombre de 92 años, inquilino, según nos dice él mismo, de un barrio muy cercano a la muerte. Pero Konstantinos Gavras, Costa-Gavras, nacido en la Arcadia griega en 1933, las pronuncia con aire festivo. Para él, estar sentado en la sala de los tapices del Alcázar de Sevilla posando para las fotos y charlando con un periodista es “un raro privilegio”, porque le llega en un momento de la vida en el que ya no tiene expectativas y, por tanto, disfruta “del instante, de la extraordinaria aventura de estar vivo”.

Hoy ha sobrevolado una ciudad “magnífica” como Sevilla, ha visto desde el avión los cultivos de la vera del Guadalquivir y a esos abnegados agricultores que le parecen “soldados en la trinchera contra el cambio climático”. Contempla los tapices de la conquista de Túnez y encuentra en ellos “el cine de la época, una forma de arte que pretendía ser popular y a la vez mostrar el mundo en toda su complejidad y su belleza”. Ha viajado, además, junto a su compañera de vida, Michèle Ray, periodista legendaria, productora de gran parte de sus películas y madre de sus tres hijos. Y está a punto de recibir (se lo entregan el día después de su entrevista con El País Semanal) el Giraldillo de Oro del Festival de Cine Europeo de Sevilla, un reconocimiento al conjunto de su carrera: “Sí, el de hoy está siendo un buen día”, concluye Gavras, “pero déjeme puntualizar que yo no he tenido una carrera, sino un recorrido vital en el que, entre otras cosas, he hecho mucho cine. Supone un gran honor que se celebre mi trabajo, y me conmueve muy especialmente que ocurra en España, porque este es el primer país al que viajé como asistente de dirección, siendo aún muy joven. Estuve en Torrevieja, en Madrid, en Sevilla y en el desierto andaluz, así que volver aquí, traído de nuevo por el cine, 65 años después, equivale a cerrar un ciclo”.

“Incluso nuestros éxitos más rotundos acabarán siendo derrotados por el tiempo, que es un enemigo formidable”, dice Costa-Gavras.

Costa-Gavras debutó como director con un primer largometraje (Los raíles del crimen, 1965) en el que, según asume ahora, “se percibía aún la influencia del cine estadounidense, con su obsesión por la simplicidad narrativa y por embellecer el mundo”. Luego vendrían 19 películas más, cada vez más personales y, en cierto sentido, “más europeas, más dialécticas y menos complacientes”. La mayoría de ellas, de Z a La confesión, Estado de sitio, Desaparecido, Hanna K., La caja de música, Amén, Arcadia o El capital, pueden interpretarse como capítulos de una crónica dramatizada de las grandes convulsiones políticas y sociales del siglo XX y lo que llevamos de XXI, del golpe de los coroneles en Grecia a las purgas estalinistas, la injerencia estadounidense en América Latina, el Holocausto, el auge de la extrema derecha o la ocupación de Palestina. La más reciente, El último suspiro (Le dernier souffle, 2024), reivindica el derecho a morir con dignidad y, sobre todo, “el imperativo moral de abordar la muerte con responsabilidad y madurez, sin convertirla en un absurdo tabú que nos impide despedirnos bien de la vida y de las personas que nos importan”.

Como buen patriarca del cine europeo, ya ha escrito su autobiografía, Ve adonde sea imposible llegar. Es, según nos cuenta, “la historia de un extranjero que, al llegar a Francia, se sintió tratado por vez primera como el ciudadano de una democracia, no como el súbdito de un estado policial, y encontró en el cine algo a lo que dedicar su vida”. Ha repasado a conciencia el sentido de su propia historia, pero, según asegura con buen humor, aún no ha empezado a plantearse cómo le gustaría ser recordado: “He querido contar quién soy, cómo soy, porque dejar constancia de tu paso por el planeta y del valor de tu experiencia me parece una tarea noble. Pero soy consciente de que las personas pasan y dejan, en el mejor de los casos, una pequeña parte de lo que hicieron en vida, como los tapices de esta sala. No sé si mis películas perdurarán. Yo creo que algunas de ellas están bien hechas y pueden resultar valiosas, pero quién sabe. Si nos remontamos a los orígenes del cine, muy pocas películas y muy pocos directores han perdurado. Así que tal vez mis obras vayan a ser como mariposas que brillan un instante y luego se extinguen, cosa que tampoco supondría ninguna tragedia, porque vendrán más cineastas y traerán mariposas nuevas”.

“La neutralidad no siempre es moralmente legítima. Yo siempre dejé claras mis simpatías, por eso se dice que mi cine es político”, dice Costa-Gavras.

¿Cuál de sus mariposas rescataría del olvido para enseñársela, por ejemplo, a los estudiantes de cine que hoy tienen alrededor de 20 años?

[Piensa un instante, posando una vez más la mirada en los tapices]. Creo que Hanna K. Sí, Hanna K., porque es una película del pasado que podría ayudarlos a entender un poco mejor el presente. No quiero atribuirme cualidades proféticas, pero el caso es que rodé esa película en Jerusalén, en 1982, y ya intuí que el conflicto entre Israel y los palestinos iba a enquistarse y recrudecerse. Sencillamente, percibí algo siniestro a mi alrededor, en el odio larvado entre las dos comunidades, en esa coexistencia tensa, con desconfianza mutua y sin canales de interacción y diálogo de ningún tipo. Judíos y palestinos hablaban conmigo, pero no entre ellos. Uno de mis asociados, un israelí de origen ruso, me enseñó su pistola y me dijo que nunca salía a la calle sin ella, porque los palestinos, todos ellos, suponían una amenaza permanente. Creo que el desenlace de la película muestra de manera muy nítida ese clima de hostilidad y de paranoia que se respiraba por entonces y que ha acabado teniendo efectos tan nefastos como la actual guerra de destrucción de la Franja de Gaza.

Es curioso que elija usted como emblema de su cine una película que fue muy contestada en su día y que fracasó en taquilla.

Cierto. Apenas duró una semana en los cines de Estados Unidos, y no le fue mucho mejor en Europa. Los grupos de presión judíos la boicotearon, pero tampoco gustó a los árabes ni a la izquierda propalestina, porque la película no pretendía tomar partido, sino dramatizar un conflicto complejo y mostrarlo en toda su complejidad, con sus matices, planteando preguntas en lugar de ofrecer respuestas fáciles.

¿Es esa una de las grandes constantes de su cine, la resistencia a tomar partido cuando ese posicionamiento militante implica sacrificar los matices?

Digamos que sí. Aunque tampoco me he planteado nunca hacer un cine equidistante. Cuando he abordado temas controvertidos, como el colaboracionismo francés durante la Segunda Guerra Mundial [en Sección especial], el apoyo de la CIA a la represión de la disidencia en Uruguay y Chile [en Estado de sitio y Desaparecido] o el repunte de la violencia racista en los Estados Unidos de Ronald Reagan [en Betrayed], creo que dejé muy claro de qué lado estaban mis simpatías personales, porque la neutralidad no es siempre una postura humana ni moralmente legítima. Supongo que por eso suele decirse tan a menudo que el mío es un cine político, comprometido o de denuncia.

¿Y no lo es?

Solo en el sentido en que me comprometo con la realidad de mi tiempo, que trato de comprenderla y de explicarla. Pero no es un cine partisano ni dogmático. Además, aunque me he ido distanciando gradualmente del cine estadounidense, nunca he perdido de vista que mis películas son arte, son espectáculo, no discurso intelectual ni político. Tienen que responder a la lógica de la dramatización y resultar potencialmente atractivas para el público.

¿Piensa usted en el público?

Sí. Hasta cierto punto. Seguro que en mayor medida que mis contemporáneos de la nouvelle vague, Godard, Truffaut y demás, que entendían sobre todo el cine como un lenguaje artístico en proceso de evolución e hicieron, en consecuencia, películas muy formalistas, concebidas como ejercicios de estilo y arte de vanguardia, aunque algunas de ellas fueron populares en su día. Yo, en cambio, sentía el impulso de mostrar el mundo a través de mi cine, contar la historia de nuestras sociedades, nuestras ciudades, nuestros barrios. Pero, dicho esto, creo que a la hora de hacer películas tampoco he tenido demasiado presentes las supuestas expectativas del público, entre otras cosas porque las desconozco. Hago el tipo de películas que a mí me gustaría ver, yo soy mi primer espectador, aunque es cierto que las hago con la esperanza de que gusten a la gente.

Usted estuvo muy vinculado en los inicios de su carrera a una cierta izquierda intelectual francesa. Yves Montand, Simone Signoret, Jorge Semprún…

Sí, eran mis amigos, mis mentores, mis primeros compañeros de viaje en el cine y en la vida. Simpatizaban con las causas de la izquierda internacional, sin duda, pero no eran dogmáticos. A Semprún, un exiliado, como yo, ya le habían expulsado del Partido Comunista español, y Montand viajó a la Unión Soviética y volvió desencantado al encontrarse allí una tiranía grotesca, no como mis compañeros burgueses de la Facultad de Literatura de la Sorbona, que hacían turismo revolucionario ingenuo y querían convencernos de que aquello era la verdadera democracia y el paraíso social en la Tierra. No lo era.

Esa distancia crítica empezó a hacerse muy visible en La confesión, su película de 1970 sobre los juicios de Praga y, en general, la represión estalinista. La prensa del Partido Comunista Francés se cebó con la película, pero no sin antes reconocer que, pese a todo, usted seguía teniendo el corazón a la izquierda.

Sí, me trataron con condescendencia, como a una oveja descarriada. Me perdonaron la vida. Aunque el secretario general del partido, Georges Marchais, un hombre que seguía de forma acrítica las directrices de Moscú, sí dijo que la mía no era una película comunista, lo que equivalía a una condena en toda regla. Bien, yo le hubiese contestado que por supuesto que no lo era, y que tampoco pretendía serlo, pero preferí callarme por respeto a algunos de mis cómplices en esa aventura creativa que sí eran comunistas.

Cincuenta y cinco años después, ¿su corazón sigue estando a la izquierda?

Sigue ahí dentro [se señala el pecho con una sonrisa], un poco escorado a la izquierda, pero no muy lejos del centro. Y le llega sangre de todo el cuerpo. Mire, a mí me gusta escuchar a todo el mundo, sopesar las razones de unos y otros y luego tomar mis propias decisiones. Como Montand, como Semprún, he intentado no ser nunca dogmático, no perder la capacidad de pensar por mí mismo y de seguir escuchando.

¿La izquierda política le ha decepcionado?

Sin duda. Hay un activismo progresista con el que sigo simpatizando, sobre todo con los que se comprometen contra el cambio climático, contra el racismo, contra el populismo identitario, a favor de una cierta equidad. Pero en Francia, donde he pasado casi toda mi vida, la izquierda política ha entrado en una deriva ridícula. Creo que François Mitterrand, un hombre con virtudes y defectos, tuvo un impacto positivo sobre la cultura y sobre el clima de convivencia, dejó un legado. Pero sus sucesores en el Partido Socialista, Hollande y compañía, han echado a perder ese legado con su torpeza, su intransigencia y su falta de ideas. Hoy, la derecha radical está a un paso de llegar al poder en Francia, liderada además por un joven radical de 30 años como Jordan Bardella, sin estudios ni cualidades intelectuales y humanas de ningún tipo más allá de su oportunismo y su falta de escrúpulos. Y la izquierda francesa tiene parte de culpa en ese desastre, porque no ha sido capaz de articular una alternativa sensata, progresista y humana.

¿La democracia peligra en Francia?

Me temo que en Francia y en todo el mundo occidental. Vivimos en un escenario preapocalíptico. Nuestra codicia está destruyendo el planeta y nuestra incapacidad para el diálogo está destruyendo la democracia, que es el mejor instrumento de convivencia en libertad que hemos sido capaces de crear. Hemos pasado de las ideas y el diálogo a la religión del dinero y el éxito, y la política ya no es más que otro escenario para esa lucha ciega de todos contra todos que está en la esencia del capitalismo.

¿Hemos destruido el ágora?

¡Exacto! Hemos perdido de vista esa lección fundamental de la antigua democracia griega, el ágora entendida como un espacio de intercambio libre de ideas, un lugar en el que se habla y, sobre todo, se escucha, en el que primero se delibera y solo después se vota. Nuestros Parlamentos ya no son ágoras, sino escenarios de confrontación agresiva, y los nuevos espacios de interacción social, como internet, tienden a aislarnos, radicalizarnos y hacer que nos respetemos cada vez menos unos a otros. Donald Trump, siento decirlo, es la personalidad que mejor define nuestra época, porque ha demostrado que no necesita dialogar con nadie, transigir con nadie ni respetar ninguna regla para hacerse con todo el poder en una democracia de 300 millones de habitantes y hacer con él lo que le apetece, sin inhibiciones ni límites. La perfecta metáfora de esa anomalía política que es Trump es ese vídeo en que se muestra a sí mismo en un avión bombardeando con excrementos a los que se manifiestan en su contra. ¿Hay algo menos democrático que un presidente que detesta a todo el que no le secunda y, además, presume de ello?

¿No merecería Trump una película de Costa-Gavras? Recuerda a esos villanos un tanto pueriles, extravagantes y caprichosos que abundan en su cine.

Sí, es un ejemplo de la banalidad del mal llevada al máximo. Pero resulta demasiado atroz, demasiado inverosímil, como para dedicarle una película. Ni siquiera existe la posibilidad de parodiarlo, porque él ya se parodia a sí mismo. Y, además, ese retrato del tirano pueril, que juega con el mundo por pura vanidad y egolatría aun a riesgo de destruirlo, ya lo hizo Charlie Chaplin en El gran dictador, y yo no me siento capaz de hacer algo comparable.

En una entrevista de hace 25 años se definía usted como un optimista cauto y escéptico. ¿Diría que aún lo sigue siendo pese a Trump, la crisis climática o la destrucción del ágora?

Sí. No he perdido mi fe en la vida y en la capacidad de regeneración del ser humano. Conservo la capacidad de indignarme cuando leo el periódico por las mañanas, no he caído en la resignación, y sé que hay ahí fuera miles de seres humanos más jóvenes que yo, con más energía y más futuro, que se indignan conmigo y están dispuestos a hacer algo para que las cosas cambien. Confío en ellos, espero que encuentren la manera de salvarnos del desastre.

¿Va a seguir usted contribuyendo a esa tarea común desde su propia trinchera? ¿Va a seguir haciendo cine?

¿Por qué iba a dejarlo? El cine no me parece una profesión, sino una pasión, así que no veo razones para renunciar a él. Eso sí, me resulta cada vez más difícil escribir en solitario, ahora que ya no tengo cómplices creativos como Jorge Semprún, Jean-Claude Grumberg o Franco Solinas. Pero sigo buscando historias interesantes escribiendo casi a diario, el tiempo dirá si de ese esfuerzo sale algo que pueda convertirse en una película.

¿Sobre qué escribe usted ahora mismo?

Sobre un momento decisivo en la historia de mi país, Grecia, al que no se ha dedicado toda la atención que merece. Es ese invierno de 1944-1945 en el que, tras la retirada de las tropas de Hitler, el ejército británico y las milicias comunistas se enfrentaron por el control del país en lo que acabó siendo el prólogo de una guerra civil. En esos meses se decidió el destino de Grecia y yo quiero hacer una crónica de aquella oportunidad perdida, porque el resultado de esa guerra dentro de otra guerra fue el país en que crecí y del que tuve que exiliarme.

¿Ya no hará la película española, sobre la Guerra Civil, el franquismo o la Transición, de la que ha hablado usted a lo largo de los años?

No. Iba a hacerla con Semprún. Sin él no puedo hacerla.

¿Y su película de época ambientada en Bizancio?

Esa es una de las que me gustaría hacer, sí. El problema es que se trata de un proyecto muy ambicioso y, lógicamente, no sé de cuánto tiempo dispongo.

Su compañero de profesión, y creo que amigo, Manoel de Oliveira, dirigió cuatro películas siendo ya centenario, y eso que antes de las dos últimas se tomó un año sabático porque quería, según dijo, pasar más tiempo con la familia.

Sí, Manoel era un buen amigo. Hizo cine hasta el final, y siempre pensó que no había ninguna razón de peso para dejarlo. De hecho, el único festival al que no acudió estando invitado fue porque había enfermado no él, sino su hija. ¿No es esa una manera magnífica de irse de este mundo? Con proyectos e ilusiones hasta el último día. 

sábado, 29 de noviembre de 2025

Entrevista a Gary Stevenson, economista defensor de elevar impuestos a los ricos

 Gary Stevenson: “La izquierda tiene un problema en cómo concibe a los hombres jóvenes”, en El País, por Xavi Sancho, 29 nov 2025:

Abandonó su exitosa carrera como corredor de divisas cuando entendió que desde su posición ayudaba a hacer más desigual el sistema económico global. Lo narró en sus memorias, ‘El juego del dinero’, y hoy es una de las más destacadas voces a favor del aumento de los impuestos a los más ricos.

Gary Stevenson nació hace 39 años en Ilford, uno de esos barrios obreros del este de Londres cuyo cielo se ensombrece por el perfil de los rascacielos de la City, a cuyas calles los niños de estas zonas solo sueñan con ir a repartir comida o a vender cosas ilegales. Entró a trabajar como trader en Citibank en 2008 con apenas 22 años gracias a un enorme talento para las matemáticas y una ambición casi igual de grande. En pocos años se convirtió en uno de los empleados más rentables (según él, el que más dinero generaba para su banco en el mundo) desde su puesto en la compra y venta en divisas.

Pero apenas cinco años después se hallaba deprimido y al borde del colapso en la otra punta del mundo. Le habían trasladado a Japón y su única ambición, como narraría más tarde en su best seller El juego del dinero (Península), era forzar su despido. Una noche le llevaron a un karaoke. Salió a cantar con desgana. Terminó. Se sentó. Entonces, se le acercó un veterano japonés de su compañía y le comentó que no es que cantara mal, ni siquiera que estuviera triste, sino que no entendía la naturaleza del karaoke. “Me dijo: ‘No se trata de cantar bien, sino de que tus invitados se diviertan”, recuerda Stevenson en la terraza del Yurt Café, a escasos metros de la casa que se compró en Limehouse —muy cerca de donde nació y desde la que se ve la torre de Citigroup— con parte del dinero que amasó apostando a favor del colapso del sistema económico global.

"Nos han intentado convencer de forma torticera de que es un debate entre vivienda asequible o derechos trans. Eso es una idiotez", afirma Stevenson.

“Una de las mejores cosas de una sociedad como la japonesa es que la gente se pasa mucho tiempo pensando en los demás. Y si se preocupan por ti, puedes pasar menos tiempo preocupándote por ti mismo. El egoísmo no lleva a la felicidad, debes preocuparte menos por si cantas bien o mal. Pero no soy Buda, soy igual de gilipollas que todos. Simplemente, he decidido consagrar mi vida a una misión”, explica. Esa misión es concienciar a la población de la necesidad de subir los impuestos a los más ricos. Stevenson quiere acabar con la desigualdad, porque está convencido de que, si eso se repara, el resto vendrá después.

Todo empezó con unos rudimentarios vídeos en YouTube hace cinco años, pero no fue hasta que en febrero de 2024 Penguin publicó su libro de memorias cuando la figura de aquel tipo rapado al tres, con tendencia a vestir como si fuera al gimnasio (o estuviera a punto de pedirte papel de fumar en algún parque) y con un marcado acento de clase obrera, empezó a llamar la atención del público y del establishment británicos. Un hooligan ilustrado. Financial Times publicó un largo artículo buscando desmentir la idea de que Stevenson fue el mejor trader del mundo, no fuera a ser que alguien se tomara en serio el resto de su discurso.

El libro fue número uno en el Reino Unido (en 2025 lo ha sido durante 11 semanas) y se publicó en 13 países. Pronto será una película y aquel rudimentario canal de YouTube cuenta hoy con 1,5 millones de suscriptores. Hace un mes, Stevenson paró para irse de vacaciones a Italia. Al cabo de dos semanas volvió para anunciar que cancelaba las vacaciones porque iba a producir un documental sobre impuestos para Channel 4. La mañana después de la entrevista (a finales de septiembre), aparecerá en el podcast de Zack Polanski, el flamante nuevo líder de los Verdes británicos. Allí anunciará el final de una era, de una idea de sociedad que afirma que ha colapsado. “El que tenga la propuesta más ruidosa ganará. Y ahora mismo está claro quién la tiene: Nigel Farage [líder del ultraderechista Reform UK] y los demás de su estirpe alrededor del mundo”.

Gary Stevenson se manifiesta como una nueva voz dentro de la izquierda, una conectada con la clase obrera, blanca y masculina, que ha decidido centrar su discurso solo en la desigualdad y la economía, algo que, como era de esperar, le ha granjeado algunas críticas. “Yo sé de economía. Conozco mi tema y me niego a hablar de cosas que no son mi tema. Mira, te llaman primero para hablar de lo tuyo; luego, si funciona, te llaman para ir a plató a las siete de la mañana, sentarte en un sofá y comentar 10 noticias. Lo hice una vez, otra… y dije que no lo hacía más. Cuando voy a las noticias y me toca hablar de derechos trans, inmigrantes o la familia real, eso empequeñece que soy un experto en economía, en esa cosa concreta. Y no quiero que mi discurso se diluya porque prácticamente soy el único que trata estos temas. Pero que me centre en la desigualdad no significa que no crea que el cambio climático es importante. Es solo que de eso sé menos”, afirma, y añade: “Nos han intentado convencer de forma torticera de que es un debate entre vivienda asequible o derechos trans. Eso es una idiotez. La verdad es que la vida es dura para hombres y para mujeres y hay que entender por qué son infelices todos. Hay mucha gente infeliz que quiere un cambio. Y la extrema derecha no va a mejorar la vida de nadie. Estamos jodidos porque van a votar a quien va a empeorar sus vidas y eso hay que cambiarlo ya. La izquierda debe dejar de hablar de votantes de Trump y empezar a escuchar a los votantes de Trump”.

Esta propuesta le ha valido en las últimas semanas un aluvión de críticas de individuos que se alinean con sus ideales económicos pero que no están dispuestos a acercarse a un segmento de la población supuestamente machista, racista y xenófobo con el fin de frenar la subida al poder de un partido machista, racista y xenófobo. Pero en la cosmovisión de Stevenson esto tiene sentido. Al final, todo surge de nuestro mayor o menor bienestar económico, incluso nuestras ideas más perversas e intransigentes.

Lo mismo que hace a Stevenson incómodo le hace especial. Exuda una masculinidad alfa desde las primeras páginas de su libro, concebido como una mezcla entre Uno de los nuestros y El lobo de Wall Street, dos filmes cuyo mensaje ha sido subvertido hasta convertirse en biblias fundacionales de la estirpe criptobro. Proclama que la esencia de su discurso es que tiene razón. Y no se explica aún por qué ningún partido político no ha contado con sus servicios. Hay una petulancia en su puesta en escena que resulta tremendamente contracultural con la esencia que se le supone al progresismo actual. “Alguien me dijo el otro día en una charla en Newcastle que el problema de la izquierda es que no llegaba a los hombres jóvenes. Creo que los hombres jóvenes en ciertos espacios de la izquierda sienten que no son bienvenidos. Me ha pasado a mí. Es jodido, pero es verdad. Hay una especie de racismo. Yo nunca quise tener a los hombres jóvenes como público mayoritario, aunque es verdad que muchos hallan un espacio en mi canal. Y esto viene de que la izquierda tiene un problema en cómo concibe a los hombres jóvenes. No ganan dinero y en la izquierda no los aceptan. Entonces llegan Reform, o Vox, o Chega, y les dicen: ‘Aquí sí os queremos”.

A quienes afirma recoger él en su canal de YouTube es a muchos de esos chavales que han crecido adorando a multimillonarios como Elon Musk, para quienes el único símbolo de estatus, casi el único bien cultural que queda en pie en el siglo XXI, es el dinero. “Con 18 años puedes creer que serás billonario de mayor. Pero si a los 26 aún lo crees, es que tienes un problema. Soy poco popular entre la gente de menos de 26. Eso sí, me va muy bien con los que ya se han dado cuenta de que este juego está trucado, que no vas a ganar”.

Otro elemento que provoca que Stevenson se perciba con cierta discordancia dentro del ecosistema progresista actual es su forma de navegar nuestra relación con el pasado, su ubicación en el debate de si estamos mejor o peor que nuestros padres. El inglés siente nostalgia, pero no de aquellos veranos en el pueblo de los abuelos, ni de la supuesta sinceridad de una vida sin fines de semana patrocinados por Ryanair ni suscripciones a Netflix y Uber Eats. Lo que añora es un sistema impositivo que, afirma, era más justo. “Miro a la generación de mi padre y creo que la mayoría no estaba para nada obsesionada con el dinero. Para ellos, lo importante era el trabajo. Trabajas duro y mantienes a tu familia. Ahora trabajas duro y no ganas dinero. Te están diciendo que si no logras ganar mucho dinero eres un fracasado, pero la verdad es que, sin dinero familiar, sin conexiones, es complicadísimo hacerse rico. Debemos comunicar urgentemente que la verdad del asunto es que la mayoría del dinero hoy se basa en lo que heredes. Si se entiende esto tal vez se pare de juzgar a los demás y a uno mismo por lo que gana. Y ahí, volviendo al asunto de los hombres, esto de no ganar provoca más frustración entre ellos, y es una de las grandes causas de las crisis de las masculinidades que vivimos. Hombres y mujeres reciben el mensaje de que si no se hacen ricos son una mierda. La diferencia es que los hombres lo llevan peor”, sentencia.

En febrero de este año acudió al programa de Piers Morgan, ruidoso comunicador de la derecha anglosajona que fue editor de News of the World o el Daily Mirror. Allí debía debatir con el comentarista conservador Dave Rubin, célebre por acuñar el término “izquierda regresiva”. Recuerda el autor de El juego del dinero que la emisión iba con retraso y que estuvo una hora en el camerino viendo el programa y tratando de entender qué tipo de trampas les tendían a los activistas de izquierdas que iban desfilando por el plató siendo ninguneados, cuando no ridiculizados. Tal vez a estos no les importaba entrar en conflicto o padecer las chanzas de Morgan porque entendían que ese no era su público, que su única labor allí era performativa. Cuando volvieran a su círculo, ellos también se echarían unas risas con lo acontecido en el plató.

Pero Stevenson no iba a hacer eso. “Siempre buscan activistas de izquierdas que encajen en su estereotipada idea de lo que es eso, alguien con el pelo azul, transexual… Y buscan enfadarlo y llevarlo a decir algo escandaloso que haga que su público se indigne. Luego ellos pueden decir: ‘Mira, la izquierda es así’. Y eso les es muy fácil porque hay muchos activistas que caen en esa trampa. Así que pensé: voy a escuchar y no caeré en su juego. Me preguntaron si me gustaba Trump, respondí que no lo conocía en persona; luego, que si me gustaba Musk, lo mismo, no tengo el placer… Al final, les dije que todos en esa mesa éramos millonarios y que el mundo sería un lugar mejor si pagábamos más impuestos. Creo que no les gustó que me metiera en el mismo grupo que ellos, pero no fueron capaces de contradecirme”, recuerda el autor, que es miembro en su Reino Unido natal del grupo Patriotic Millionaires, formado por ricos que quieren pagar más impuestos.

De su exposición al establishment mediático salió reforzado. En cambio, de momento sus intentos por adosarse a algún proyecto político desde el que imponer su agenda han sido menos exitosos -aunque cada vez se encuentra más cerca de los Verdes de Polanski, que se están disparando en las encuestas-. Le duele que, antes de escribir el libro, le ningunearan en el laborismo y, en cambio, una gran corporación como Penguin sí apostara por él y le diera un cuantioso adelanto, aunque el libro fuera, en esencia, la historia de un tipo que entra en el sistema financiero global y descubre que lo mejor que se puede hacer con todo eso es destruirlo.

Hasta hoy, afirma que nadie en el laborismo del premier británico, Keir Starmer, le ha llamado, y aunque está convencido de que una revolución interna cambiará el liderazgo del partido el próximo año, sus esperanzas allí ya son prácticamente inexistentes. “Nada va a funcionar si siguen jugando a ser sensibles y sensatos. Eso ya no vale. Desafortunadamente, para la izquierda moderada del mundo es más natural comprar el marco de la derecha que el de la gente que está a su izquierda. Mira, toda esta mierda de crecer, crecer, crecer, ya no se la cree nadie. ¿De dónde sale el dinero? Ya no hay tiempo. Todo se fue al carajo en la covid, cuando sabíamos que los gobiernos iban a tener que soltar mucho dinero, trillones, pero no nos preocupamos de en manos de quiénes iba a terminar. Nos encaminábamos hacia un mundo tremendamente desigual, pero eso lo aceleró todo. Esta desigualdad conlleva un freno a la movilidad social, lo que significa que esta sociedad ya no es capaz de colocar a la mejor gente en los mejores puestos de trabajo. Hoy no hay ninguna conexión entre lo inteligente que puedas ser y lo lejos que eso te pueda llevar. Estamos manejados por idiotas que han llegado a donde están por tener padres ricos. Así debió de colapsar el Imperio Romano”, sentencia Stevenson, quien tiene una cruzada personal en contra de los economistas desde que fue a Oxford a estudiar un máster, trató de debatir con algunos y la cosa salió regular. “La economía ha fracasado, y los economistas están evitando que hablemos de eso. No quieren que pase nada nuevo, y yo traigo ideas nuevas…, eso sí, ojo, Milei también”.

Algunos creen que es casi ya mejor dejar que ganen los Mileis de la vida, que arda todo…

¿Y cómo está yendo esa idea en Argentina? Como una mierda, así te lo digo. No soy experto en Milei, pero la verdad es que ver a esta gente caer no es suficiente. No vale con ver a tu enemigo inmolarse si tú no tienes un discurso que dar ante su caída.

¿Qué es lo que más teme de un gobierno de extrema derecha?

La extrema derecha tiene solo un espacio hacia el que moverse: más hacia la derecha. Siempre tienen una enorme retahíla de gente y entidades a las que culpar de todo: las universidades, los inmigrantes, las feministas, los medios de comunicación. Juegas con gran ventaja cuando puedes culpar casi a cualquiera de lo que está mal. Farage dice que va a frenar la entrada de refugiados, pero eso obviamente no va a mejorar la economía. Entonces, ¿qué hará cuando vea que nada va a mejor? Pues dirá que el problema real es la inmigración ilegal. Después, va a empezar a deportar a gente. Cuando el centro fracasa, como lo ha hecho, colapsa porque no tiene adónde ir. En cambio, la derecha siempre puede ir un poco más a la derecha. Ahí siempre hay más sitio.

¿Es esto lo que está pasando ahora mismo con la Administración de Trump?

Obvio, es mucho más radical que en 2016. Mi esperanza es que podamos usar a Trump. Lo que hay que ver es que el estándar de vida en EE UU no mejora y entender que, si Trump no lo consigue, la extrema derecha no lo logrará tampoco en Europa. El problema es que aquí no nos comunican que los estándares de vida en EE UU están desplomándose. Trump es nuestra oportunidad de señalar que la extrema derecha no mejora la vida de la gente. Pero no estamos construyendo ni el discurso ni la alternativa.

Tal vez porque aún no entendemos la globalidad de estas cosas. Uno piensa que los problemas de vivienda son peculiares en su territorio. En cambio, viendo su vídeo sobre vivienda en el Reino Unido, los paralelismos con España asustan.

Es muy curioso esto, porque en todas partes hay una crisis de vivienda y cada uno piensa que la suya es especial y única. No lo es. Lo que pasa es que hay una masiva compra de bienes global, porque ¿qué hacen los ricos? Compran y hacen que los precios suban. El problema es que tú no puedes competir con ellos por la compra de nada, incluida una casa, claro. Los más ricos no van a vivir en mil casas, pero pueden comprar mil casas.

¿Se arrepiente de no haber seguido su carrera como rapero?

No, era muy malo. Mi hermana es la buena. Esto se me da mucho mejor.

domingo, 9 de noviembre de 2025

Entrevista con Patti Smith

 Patti Smith: “En mi vida he visto un mundo tan movido por el poder y el dinero”, en El País, por Leticia García, 6 NOV 2025:

La cantante y poeta estadounidense celebra este año el medio siglo de ‘Horses’, disco que le dio la fama, y ahora publica sus memorias, ‘Pan de ángeles’. Su voz comprometida con las causas justas de este mundo se escucha en sus textos y conciertos

Si la apodan la chamana del punk es por algo. No solo porque comenzara su carrera recitando en iglesias. Patti Smith (Chicago, Estados Unidos, 78 años) sigue a rajatabla sus rituales profanos y tiene una simbología propia y privada, que encapsula en objetos aparentemente banales que en ella, a lo Proust, condensan emociones y recuerdos. En el momento de esta entrevista, la artista acaba de llevar a cabo dos de esos rituales. Ha aterrizado en Madrid a las tres de la tarde, procedente de Dublín, y se ha ido, como siempre, al Reina Sofía a rendir pleitesía al Guernica (un ritual que cumplía semanalmente cuando el cuadro estaba en el MoMA de Nueva York), a comerse un bocadillo de calamares y a tomarse un café solo observando a la clientela. Llega al encuentro acariciando un libro de Rimbaud, su adorado Rimbaud, al que debe su vocación como poeta y que le ha regalado Lumen, su editorial española. “He ido acumulando objetos. Tengo algunas postales que aparecen en este libro, manuscritos de Artaud, de Emily Dickinson…, pero no soy una coleccionista en realidad. Guardo cosas que me permiten recordar y sentirme bien. Una piedra que encontré en la tumba de Osamu Dazai, el libro de Pinocho que leía de pequeña…, aunque si tuviera que quedarme con una sola cosa, sería mi alianza”, dice, señalando un sencillo anillo de oro colgado de su cuello. “Del resto podría prescindir. De esto no”.

Al día siguiente Patti Smith acudirá al Teatro Real para cantar Horses íntegro ante un público (obviamente) entregado. La ciudad fue la segunda cita del tour europeo que celebra el 50º aniversario del disco que la convirtió en estrella a su pesar. Pero eso no es todo. Acaba de publicar Pan de ángeles (en castellano en Lumen y en catalán en Club Editor), sus memorias definitivas. Las que recorren toda su vida, no solo momentos puntuales como el resto de sus libros. A sus 78 años, Smith conserva la energía de aquella joven de 20 que tenía mucho que decir. Crear, en el formato que sea, es lo que le hace feliz. “Escribir es solitario. Actuar es lo opuesto: es colectivo, es eléctrico, es comunión. Amo ambos, pero vienen de diferentes partes de mí misma. Cuando escribo, estoy construyendo algo en silencio; cuando actúo, estoy compartiendo lo que he construido. No podría vivir solo como intérprete, sin embargo. Escribir me mantiene con los pies en la tierra; es donde entiendo las cosas. Actuar es donde las celebro”, dice.

Con lo prolífica que es en su escritura, ha pasado 10 años escribiendo este libro.

Porque no esperaba escribirlo. En realidad tuve un sueño en el que un mensajero vino a mi casa y me entregó un libro, y era blanco con un lazo. Tenía cuatro fotografías de vestidos blancos que eran míos. Mi vestido de boda, el vestido blanco que me dio Robert [Mapplethorpe, el fotógrafo que fue su compañero de vida y que protagoniza el libro Éramos unos niños], el vestido blanco que me dio mi hermano y un vestido blanco de comunión. Nunca hice la comunión, fíjate. Y lo había escrito yo, era la historia de mi vida, y las únicas fotografías que había en él eran estos vestidos. Luego me desperté y tenía las manos extendidas como si estuviera sosteniéndolo, y pensé, esto es una señal de que debería escribirlo. Pero escribía por un tiempo y luego paraba, porque va de mi vida, y hay mucha pérdida en mi vida. A veces necesitaba parar porque me estaba afectando.

Hubo un momento, en pleno proceso, en el que descubrió que su padre no era su padre biológico.

Sí, dejé de escribirlo durante un par de años porque tenía que procesar quién era yo, aunque no fue algo malo. Mi padre fue un gran hombre del que aprendí muchísimo. Es solo que tenía que procesarlo, y luego decidir qué hacer con esta información. Decidí contarlo, porque a todos nos pasan cosas que no esperamos y muchas veces no sabemos lidiar con ellas… La gente me pregunta si odio a mi madre por ello. Y no. Soy como soy porque me criaron mi madre y mi padre. Soy su hija. En mi casa se daba cobijo a parejas homosexuales, se hacían fiestas con gente que era repudiada por su familia en aquella época. Yo crecí libre. Mi padre era muy filosófico, leía mucho. Mi madre era mucho más pragmática, pero soy como soy gracias a ellos, aunque me ha costado plasmar toda esta historia. Mira, ahora que he terminado este libro, voy a volver a la ficción, que es más gratificante.

A la mayoría de los textos publicados de Patti Smith los inspira el duelo. De hecho, Pan de ángeles salió en Estados Unidos, a petición suya, el 4 de noviembre, día del nacimiento de Robert Mapplethorpe y de la muerte de su marido, el músico Fred Sonic Smith. Pero los suyos nunca han sido escritos pesimistas. “Claro que muchas veces he tenido que parar de escribir durante mucho tiempo, respirar, ordenar ideas. Pero el duelo no es el final del amor; es su prueba. Lloras porque has amado profundamente. Y si todavía puedes sentir amor, todavía puedes sentir esperanza. Eso es lo que me mantiene en marcha. Creo que es una especie de gratitud por haber tenido lo que perdiste. Cuando siento eso, escribo, o canto, y eso transforma el duelo en algo que se puede respirar”.

La gratitud mueve su mundo. Gratitud por lo que ha vivido, por sus dos hijos, por la gente que ha conocido y de la que ha aprendido. “Cuando das las gracias eres más libre, te quitas eslabones de las cadenas. Hay que saber procesar todo lo bueno que te llega, pero desde un enfoque realista”, dice quien posee, entre muchos otros, un National Book Award, una Medalla de la Orden de las Artes y las Letras de Francia o un honoris causa por la Universidad de Columbia. “Es muy agradable, no sé, entrar en el Salón de la Fama del Rock and Roll o tener medallas o que la gente parezca amarte mucho aunque no te conozcan de nada, pero desde luego no lo es todo. Para mí no hay fama ni dinero que eclipse el escribir tres buenas páginas seguidas. Pero tampoco pienso que esté escribiendo una obra maestra cuando las escribo, no sé si me explico”.

Siempre ha tenido una relación complicada con la fama.

Bueno, pero es porque la aprecio. Anoche hice un concierto para 5.000 personas en Dublín, muchos de ellos jóvenes, y pude sentir su amor. Pero es mi deber salir a tocar. Mi padre no estaba en ningún partido, pero tenía un pensamiento muy socialista. No quería puestos en el trabajo por encima de los otros trabajadores. Mi madre era camarera. Mi padre trabajaba en la fábrica, ambos eran muy inteligentes, muy leídos. Con ellos aprendí a valorar a toda la buena gente. Mi madre, cuando salía de un concierto y estaba muy cansada, me obligaba a quedarme a firmar a los fans, me decía: “No olvides quién te puso aquí. Por ellos estás en ese escenario”. Quiero decir, estoy agradecida, pero lo pongo en perspectiva.

Pero a la vez es usted muy mitómana. Tuvo un encuentro muy de fan con Bob Dylan, de hecho.

Sí, bueno, todavía no sé por qué reaccioné así, pero cuando vino a verme y a decirme que le encantaba mi poesía le solté: “Odio la poesía”. Y salí corriendo, por dentro pensando: Dios mío, es Bob Dylan. Lo fuerte es que le caí bien por ser así. Supongo que porque los dos tenemos una naturaleza rebelde y esquiva ante la fama. Me salió rechazarlo.

En su vida ha rechazado muchas cosas, como que retocaran la portada de Horses, que ahora es icónica, pero de otra forma quizá no lo habría sido. O no cambiar los arreglos o letras del disco. Hay que ser muy valiente para no entrar en la dinámica del éxito.

No, no es difícil. Quiero decir, es difícil si tienes cierto objetivo. Pero a mí no me importaba si me decían que estaba despeinada o que si dejaba tal o cual canción no iba a vender. Vale, pues no vendo. Yo sabía lo que quería y sabía lo que no haría. No sé, la gente tiene que tomar sus propias decisiones. No estoy criticando a la gente que toma una ruta diferente. Tenemos muchas grandes estrellas del pop que son muy entretenidas. Disfruto su trabajo aunque hagan cosas que yo nunca haría.

Pertenece a un periodo y a un lugar, el Nueva York de los setenta, que ya no existe. Quizá porque ya no queden artistas que vengan de familias de clase trabajadora.

No lo había pensado, pero es un enfoque interesante. Quizá por eso tengamos una ética de trabajo diferente. Pero también creo que vengo de una época en la que no teníamos redes sociales. Robert y yo no teníamos televisión ni teléfono, solo un tocadiscos. No había presión ni escrutinio, ni la posibilidad de hacerse famoso en tiempo récord. Y también creo que vengo de una época en la que ser escritor o músico era vocacional, como los médicos. No era cuestión de hacerse rico o famoso. Ahora estamos en una época y en una cultura donde los objetivos son diferentes, así que la motivación es diferente. Hay jóvenes músicos que se me acercan para conseguir un publicista. A ver, tienes 20 años, ¿qué te importa un publicista? Yo nunca he tenido uno.

Cuenta en su libro el incidente con unos fans italianos en los setenta que le pidieron que ayudara a sus familiares, presos políticos durante los años de plomo, y usted se sintió tan impotente que casi deja la música.

Yo ni siquiera sabía que era famosa en Italia. Y la verdad es que me sentí muy avergonzada porque tampoco conocía la situación política del país. Venía de un medio rural y conocía los problemas políticos de mi entorno y los de Nueva York, poco más. De repente me pedían que usara mi voz en una situación que desconocía. Me informé, claro, y me di cuenta de que había muchas situaciones injustas que desconocía, porque entonces no teníamos los medios para enterarnos. Pero también me di cuenta de la responsabilidad que conlleva ser quien soy. Yo no soy activista, yo creo en el ser humano, y hablo o tomo decisiones cuando siento que tengo que hacerlo.

¿Le ha pasado factura hablar abiertamente?

Cuando me manifesté contra la guerra de Irak tuve unos años muy malos, porque aquello estaba muy mal visto en Estados Unidos. No sé, todo el mundo sabe mi opinión sobre Palestina. Fui hace muchos años a dar un concierto en Israel, vi la situación y desde entonces es un tema que me quita el sueño. A veces voy por la calle en Nueva York y me llaman antisemita, o me dicen que me dan igual los rehenes. Claro que no me dan igual los rehenes, pero es que tampoco me voy a poner a explicarlo todo. No me van a hacer bullying. No soy política, ni quiero serlo, soy artista y madre. Bueno, primero soy madre y luego artista, aunque he sido más tiempo artista que madre…, no sé, me frustra mucho que estemos en un mundo en el que todo tenga que ser o blanco o negro.

¿Ha habido momentos en los que se le ha exigido más de lo que puede dar en este sentido?

Claro. A veces he aceptado trabajos por dinero. No me he hecho rica y tengo que cuidar de toda una familia. Mi hermana tiene muchas facturas médicas, y a veces hago trabajos para ayudarla. Cuando mi marido murió, tuve que volver a tocar porque no tenía dinero y tenía dos hijos. Recibí una oferta de España, precisamente, no sé ahora si era un fondo o un banco o algo así. No era tanto, pero para mí entonces fue de mucha ayuda. No suelo hacerlo, he rechazado medio millón de dólares porque eran de una farmacéutica. Pero recuerdo que vine y hubo una rueda de prensa y dijeron: “Patti, ¿por qué haces esto?”. Y les contesté: “Tengo dos niños pequeños, y si alguno de ustedes se opone a que lo haga, quizá les gustaría ayudarme a pagar al pediatra”. Yo tomo decisiones en función de las necesidades de mi gente, tengo mis principios, pero también el derecho de ajustarlos si lo necesito.

¿Qué ha aprendido a dejar atrás con los años?

Muchísimas cosas. La necesidad de tener que llevar siempre la razón, por ejemplo, que es algo que en el mundo actual parece que escasea. O de que las cosas salgan como te las imaginas. Me resulta liberador dudar, intentar ver las cosas desde otro punto de vista, aunque eso no hace que conserve mis propias opiniones, claro. Y sobre todo he aprendido a lidiar con el dolor. En este libro he escrito cosas que nunca pensé que fuera capaz de escribir. Por ejemplo, sobre mi accidente, cuando me caí en el escenario y me rompí el cuello, y sobre todo lo que pasó después. O sobre mi familia y su pérdida. Ahora me siento mucho más en paz.

¿Cree que la gente sigue teniendo el poder?

Sí, el problema es que se nos olvida cómo usarlo. Miro el mundo y me desespero. En Estados Unidos estamos viviendo el peor de los escenarios posibles, y crecí con Eisenhower en el poder, fíjate si he tenido tiempo para ver cosas. Todo está muy dividido, no quieren que nada nos una. Y ahora la gente usa su voz, sale a las calles, y recibe todo tipo de castigos solo por ser americana, bueno, no americana, por ser persona. Así que sí, creo que la frase de esa canción, que fue idea de mi marido, es más necesaria hoy que nunca, porque en mi vida he visto un mundo tan movido por el poder y el dinero. Y a la vez veo a la gente que sale a la calle y no tiene miedo. Veo a Greta Thunberg, que en mi país se la ridiculiza…, veo a las Greta Thunberg del mundo, porque hay muchas. Ojalá hubiera sido joven y haberme podido subir a la Flotilla. Pero tengo 78 años, solo puedo hablar de ello en lo que escribo, en mis conciertos, y apoyar a la gente joven. Veo imágenes de protestas y hay mucha gente buena ahí fuera, sobre todo mujeres jóvenes. Buenas. Humanistas.

Siempre tuvo esperanza en las nuevas generaciones. En su libro cuenta que uno de los hechos más traumáticos fue crecer, perder la inocencia.

Es que yo era feliz con 10 años. Con mis amigos, mi familia y mi perro. Me quería ir al País de Nunca Jamás. Era muy alta para mi edad, y tenía rasgos de chica y de chico. A medida que creces tienes que definirte y decidir. Y el paso del tiempo me ha dado momentos muy buenos, pero me aplico esa frase de Walt Whitman que dice “soy amplio, contengo multitudes”. Soy madre, mantengo a mi familia y soy líder de una banda. Pero también tengo a veces 10 años, y a veces soy más hombre en el sentido clásico y a veces más mujer. Y está bien, me gusta mucho tener 10 años a veces.

Es la forma de no perder la ingenuidad en un mundo cada vez más hostil.

Y el entusiasmo. Sobre todo el entusiasmo. ¿Conoces el libro El alquimista? Lo leí un día en un avión y hay un pasaje en el que el pastorcillo, que lo pasa fatal, dice que el mundo conspiró para ayudarlo porque él mantenía el lenguaje del entusiasmo. Bueno, es que si me hiciera un tatuaje sería ese, “el lenguaje del entusiasmo”. Tenemos que estar entusiasmados por estar vivos, por aprender cosas, por todo.

¿Piensa alguna vez en la posteridad? ¿En cómo le gustaría ser recordada?

Hay mucha gente que me ama pero también hay mucha a la que no le gusto, y con esto de las redes sociales se nota más. A veces pienso qué dirán de mí, sí. Me gustaría que me recordaran como a alguien en quien se podía confiar. Como alguien que nunca intentó llevar a nadie por el camino equivocado. Ojalá hubiera escrito un libro tan bueno como Pinocho, pero espero que en mis libros la gente haya encontrado consuelo. Cuando pienso en la posteridad, pienso en Éramos unos niños, que tiene ya 15 años, pero me encuentro a la gente aún en el metro pidiendo que se lo firme porque lo llevan en la mochila, lleno de manchas de café y de vino… No pienso que haya escrito mi gran obra, porque eso me ayuda a seguir escribiendo, pensar que ya llegará mi gran obra. Igual que pienso que he sido una persona con muchos defectos y que ha tomado decisiones malas, pero por eso intento ser mejor. Como cantaba Jackson Browne: “Por favor, no me juzgues por mis errores, porque yo tampoco los he olvidado”.