Mostrando entradas con la etiqueta Mujeres. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mujeres. Mostrar todas las entradas

sábado, 11 de octubre de 2025

Vida en un colegio mayor femenino

 I 

 Mi vida en un colegio mayor femenino y religioso: "Ya me relaciono con chicos en clase o saliendo de fiesta. Me parece más natural", en El Mundo, por Charo Lagares, 11 octubre 2025:

Han dejado sus casas y la minoría de edad. Aquí son nuevos hasta los acentos. En un colegio mayor femenino y religioso, la vida universitaria galvaniza su sentido: las estudiantes, de Palma de Mallorca a Buenos Aires, buscan la semilla de la curiosidad. En el camino encuentran una familia. Y, por norma, a sí mismas.

Algunas noches, los pasillos del Colegio Mayor Roncalli, femenino y religioso, se convierten en mosaicos. Las estudiantes imprimen fotografías y las colocan con cuidado, sin hacer ruido, sobre la madera. Toda tradición implica previsión, pero cada 12 meses se reproduce la sorpresa: tras la puerta de las fotografías convertidas en teselas biográficas está a punto de celebrarse un cumpleaños. Sus amigas se han ocupado de recolectar y componer lo que la generación a la que pertenecen debería disfrazarlas de alienígenas: un álbum físico.

Las imágenes reúnen migajas de los últimos años. Las de tercer curso han cumplido 20 y llegaron a la verja del colegio mayor aún trastabillando desde los 17, los resultados de la prueba de acceso a la universidad todavía frescos en las notificaciones, las consecuencias del mejor verano de sus vidas aún en las puntas del pelo quemado. Entre ellas, cuentan, se ha urdido una nueva red de apegos que las ubica entre la familia y la amistad. Frente a ellas desayunan, con ellas charlotean en el salón después de la cena, bajo el mismo techo duermen y aprenden a ajustar la rueca de la lavadora, junto al caballo de la otra se les aran los muslos de agujetas. Se hacen adultas con ellas.

Todas buscan lo mismo que perseguía María de Maeztu cuando en 1915 fundó la Residencia de Señoritas. Persiguen, cuenta Alejandra, de 21 años, nacida en Ciudad Real, aprender. "Mis tíos vinieron todos a colegios mayores y me lo recomendaron por las experiencias que vivieron. Me decían que lo bueno de un colegio mayor, aparte de tener la oportunidad de vivir en Madrid porque estudias aquí, es todo lo que te ofrece: las actividades, las relaciones que generas y la oportunidad de poder aprender. Se ofrecen muchas propuestas que igual en una residencia, que es más sólo para vivir, no. Y seguir aprendiendo fuera de la familia me parecía muy interesante".

A Ana, mallorquina al borde de la mayoría de edad y con el grado de Farmacia recién estrenado, le interesaba dar con un sitio en el que "hubiese más niñas que estuvieran pasando por la misma etapa que yo. Niñas que estuviesen en la universidad, que tuviesen más o menos mi edad y un poco mi estilo. Además de que, bueno, el ambiente femenino yo personalmente es en el que me siento más cómoda".

Orden y cobijo

Como en la residencia por la que pasó Elena Fortún o en la que impartió clase María Zambrano, tras las puertas del Roncalli sólo se admiten mujeres. A alguna la posibilidad de no tener que cruzarse con un chico a las siete de la mañana mientras va a desayunar con el pelo pugnando por transmutar en nido de cigüeña le supone un alivio. "Simplemente creo que voy a estar más cómoda", coinciden Alejandra y Virginia, ambas en último curso. "Hay otros momentos en los que puedes estar con chicos y creo que esto también te da una oportunidad para generar unas relaciones más fuertes entre compañeras. También pienso que cuando estás con chicos te puedes distraer con otras cosas. Hay más cotilleos. En los colegios mixtos pasan muchas cosas y aquí está bien aprender a dejar eso en otros aspectos de tu vida y centrarte en una convivencia más natural, donde puedas ser un poco tú misma. Aquí se genera un ambiente de confianza y a mí me parece un requisito superimportante para el sitio en el que vas a vivir y vas a pasar mucho tiempo".

"Nosotras somos tres hermanas y estoy acostumbrada a convivir con ellas. De hecho, hemos estado aquí las tres. Es tanta la convivencia que muchas amigas de aquí son como hermanas. Si estás mal, a quien recurres al final es a tus amigas del cole mayor. Ya me relaciono con chicos en clase, tomando algo o saliendo de fiesta. Me parece más natural". Ellos, por supuesto, pueden acceder a las instalaciones del colegio. En la pista de pádel, dos chicos juegan con dos colegialas. Hasta las 11 de la noche, el peloteo puede continuar. Después, cada mochuelo volará a su olivo.

Las benjaminas, Ana y Patricia, han llegado al salón de piedra del Roncalli también por recomendación familiar. Sus hermanas mayores inauguraron su vida universitaria tras las mismas paredes. Algunas aún lo hacen. Las ramas de una misma familia se enlazan en las casi 200 habitaciones que forman el edificio. Pero con sus colegialas de referencia no comparten apellido. Al aterrizar en Madrid, a cada estudiante se le asigna una madrina, otra residente con un par de años de experiencia como ventaja y estudios universitarios similares. A ella podrá recurrir si se atraganta con un proceso de solicitud de la facultad, si se le han extraviado unos manuales o si la nostalgia le está aguando los apuntes.

Familia a estrenar

En lugar de novatadas, prohibidas en el colegio, lo que la recién llegada recibe es una boya emocional. "Yo venía con cero expectativas, si soy sincera, pero te sorprenden porque te acogen muy bien, te arropan mucho. Después de todos los años que llevan el consejo y la directiva, saben lo que es irse de tu casa y dejar de repente a tu familia. Saben cómo ayudar a compensar. Están superpendientes. A veces te escribe a la subdirectora y te dice 'vamos a tomar un café' y tú 'ah, qué habré hecho', y era simplemente para hablar y preguntarte qué tal estás, cosas que crees que no necesitas y que luego te vienen fenomenal. Y al menos para nosotras", apuntan Alejandra y Virginia, "que hemos estado aquí mucho tiempo, muchas de las subdirectoras son casi amigas. Somos una familia. Nos tratan como iguales. Creo que este sentimiento de familia es bastante complicado conseguirlo en otras situaciones en tu vida. El nivel de profundidad de la sensación de casa que se genera aquí yo no me lo esperaba. Me da una alegría profunda, es igual que tener hermanas aunque no sean de mi carne, y pertenecer a una comunidad que no está formada sólo por tu grupo de amigas, sino también por otra gente con la que tienes la misma afinidad. Es algo que no me esperaba y que me ha encantado conocer y experimentar".

“Por todo lo que te ofrece, es más barato vivir aquí que en un piso”

Mientras María Ángeles Martín Rodríguez Ovelleiro habla, una estudiante se sienta en el reposabrazo de su sillón como si, en efecto, estuviera en casa. Ella lo está. Nació y se crio en el terreno del Roncalli. Su madre había sido la encargada de fundarlo en los años 50 y hoy ella, profesora de universidad, continúa la tarea. Supone uno de los excepcionales casos en los que la trabajadora vive en su puesto de trabajo. Marido, hijos y un dálmata que menea la cola por el vestíbulo incluidos. "Esto era un descampado. Tras la Guerra Civil se quiso reconstruir la zona universitaria y ella tuvo que pedir permiso a mi padre para solicitar un crédito y encargarse de este terreno. Era una situación muy inusual: mi madre, muy jovencita, con cuatro hijos y las uñas pintadas de rojo, al frente de un colegio".

A toda costa

A través de la Universidad de San Luis y de las relaciones que María Ángeles Rodríguez-Ovelleiro forjó con instituciones hispanoamericanas, las primeras residentes solían cruzar el Atlántico. Las hijas de algunos diplomáticos se sumaron. Nunca, presumen, se han visto obligadas a elaborar un plan de publicidad. El boca a boca ha encadenado las generaciones de estudiantes. "Yo estoy aquí como un homenaje a mi madre, que hizo una cosa espectacular. Sigue con sus labios y uñas rojas y, cuando la llamo para comentarle algo, todo le parece estupendo. ¿Septiembre? Le encanta septiembre porque se llena de niñas nuevas. Para ella, la universidad es una forma de ser. En casa podíamos, yo qué sé, ser traficantes de droga, pero había que ser universitario. Porque era una cualidad casi humana, del saber hacer, no solamente intelectual. Y para las mujeres en su época no era sencillo. La universidad para ella era algo tan virtuoso que no existía mejor cosa. Ahora lo damos por hecho, pensamos que es lo que hay que hacer, que es el trámite de una vida, cuando es y debería ser el origen del saber, de adquirir conocimientos y un saber estar en el mundo".

El resto del equipo directivo se reparte las tareas según sus dones. María organiza las conferencias. Cuida el saber. "El universitario es el que está abierto al mundo, al que todo le interesa. Vamos proponiendo temas que nos parecen que son importantes en ese momento para lograr una mirada más profunda sobre ellos. O igual sucede algo que les llama la atención, como cuando estalló la guerra de Ucrania o la expansión de la IA, y nos piden que se hable de ello". Marta, que "haría horas extra por verlas competir y superarse", se encarga de las actividades deportivas.

Todo incluido

Olena, de 21 años, refugiada por la guerra de Ucrania y becada en el colegio, es la única colegiala a la que la creación artística la seduce con más fuerza que la adrenalina. Es la que con frecuencia aparece registrada en los cursos de fotografía y teatro. Es la única que estudia Bellas Artes. El resto del alumnado, unas 180 estudiantes, se decanta por híbridos bilingües de Derecho y Administración de Empresas. Se infiltran entre ellas estudiantes de Ingeniería y Farmacia, pero la aspirante a empresaria domina las estadísticas. Cada familia paga por habitación unos 1.100 euros mensuales. Los precios, señalan desde la dirección, son "baratísimos. Nos están ahogando a tasas. Es mucho más barato vivir en un colegio mayor, por todo lo que te ofrece, que en un piso. El único requisito es que sean universitarias".

“Antes tenía actitud. Ahora, no. La convivencia te hace bajar a la tierra”

Mafalda está a punto de dejar de serlo. Va a terminar su ciclo universitario en la otra punta del mundo: en diciembre volará a Buenos Aires. Será un viaje de regreso. En ella reverbera el origen del colegio, ligado a las estudiantes hispanoamericanas. Por una cascada de recomendaciones familiares, la estudiante de Business Analytics y Relaciones Internacionales ha vivido durante los tres últimos años en el Roncalli. "Como ellos ya lo habían hecho, en mi familia me dijeron que tenía que vivir en uno. No entendía nada al principio: que si fiestas de novatos, que si capeas. Nada. Pero me dijeron: 'La vas a pasar bien, vos andá. Aunque quizás relajá un poco con lo argentino'. Yo esperaba que estuvieran como más relajadas acá, pero nada que ver: encontré a gente superintensa como yo, extrovertida, más introvertida, pero ya parte de mi grupo. También fui a un colegio de mujeres y allí había formado un grupo de amigas que no podría encontrar en otro lado. Son como mi familia. Y me pasó lo mismo acá".

Siente ahora, reconoce, cierta nostalgia por lo que no ha podido hacer. El viaje a Rusia que organizó el colegio por el centenario de la revolución, por supuesto, se lo perdió. La excursión cultural a Sicilia la ha pillado más cerca. Tras pasar por Tánger y la India, ahora el colegio, que entre semana organiza actividades de voluntariado entre las que se incluye el reparto de comida a las personas sin hogar, comienza a preparar un viaje benéfico a Inglaterra. "Creemos que es muy importante que se den cuenta del valor que tiene el otro, el valor que tiene uno mismo y el valor que tiene el tiempo cuando lo entregan".

Mafalda se lleva esa lección, unos truquitos para el perfeccionamiento de la siembra de botellas de alcohol no autorizadas en el jardín y el propósito de no poner etiquetas al resto ni a uno mismo. "Cuando llegué tenía mucha actitud. Y hoy en día, nada. Como que encuentro ese equilibrio entre el resto y yo. La convivencia te hace bajar a la tierra. Hay momentos de epifanía, como en la cena de Navidad, con todas las colegialas, con la dirección, con la gente que trabaja aquí y decís 'guau, qué flash'. En qué poco tiempo te sentís tan cómoda y tan vos misma con esta gente. Entonces te das cuenta de que estás viviendo esto y la suerte que tenés".

II

Sonia López Iglesias, experta en adolescentes: "Si un hijo nos habla mal, somos nosotros quienes tenemos que bajar las pulsaciones. Aunque nos saquen dos cabezas, ellos no son adultos", en El Mundo, Mar Muñiz, 8 octubre 2025:

A las familias nos preocupa que nuestros hijos no se suban a un coche con alguien que haya bebido, que no abusen de las pantallas, que estudien... pero no siempre pensamos en su salud mental. Esta autora ha publicado un libro que pone el foco en esta cuestión.

Sonia López Iglesias, experta en adolescentes: "Si un hijo nos habla mal, somos nosotros quienes tenemos que bajar las pulsaciones. Aunque nos saquen dos cabezas, ellos no son adultos". Lucas Raspall, experto en crianza positiva: "De niños, vienen llorando y pidiendo aúpa. Cuando a un adolescente le pasa algo, llega enfadado o echándonos la culpa, pero es lo mismo". La psicóloga Sara Tarrés destapa el penúltimo tabú de la crianza: sí, tu hijo puede caerte mal. Cristina Cuadrillero, experta en adolescentes, sobre las fiestas de graduación: "Estoy de acuerdo en reconocer el esfuerzo, pero sin florituras ni rivalidad por ver a quién le queda mejor el modelito"

La adolescencia nos trae a muchas familias por el camino de la amargura. En este penar hablamos de los dolores de cabeza que nos acarrea, de la ruptura de la armonía familiar, de "qué he hecho yo para merecer esto" y, en casos más excepcionales, soltamos un "anda, que si lo llego a saber...". Pero en estas escenas (quejas más bien) no ponemos la lupa en los objetos de nuestro desvelo, los propios adolescentes, y menos en cómo anda su estado emocional.

Hace unos años nadie hablaba de salud mental, pero ahora este tema ocupa lugares centrales del debate público. El 10 de octubre se celebra su Día Mundial y según la I Radiografía del Autocuidado de la Salud en España (ANEFP), tenemos cinco puntos débiles: el estrés, la ansiedad, las relaciones personales, el dinero y el trabajo. También, dice ese informe, los hombres y los mayores ofrecen más resistencia a ir al psicólogo que las mujeres y los jóvenes.

Siguiendo con los datos y, sobre todo, con los adolescentes, el último estudio de la OMS dice que el 15% de ellos padece alguna enfermedad mental y que el 60% ha manifestado episodios de ansiedad. Para la maestra, psicopedagoga y experta en adolescencia del Club de Malasmadres Sonia López Iglesias (Igualada, 1975), "no se trata de un asunto nuevo, sino de algo que está dejando de ser un tabú". "Pensábamos que era solo un problema sanitario, pero no, interpela a toda la sociedad. Es hora de invertir no solo en parches, sino en prevención", continúa López.

Después de escribir El privilegio de vivir con un adolescente (Destino, 2023), publica ahora Cuando la adolescencia duele (Destino), un libro que arranca con el prólogo de su hijo Xavier, de 17 años, titulado Te necesito a mi lado.

PREGUNTA. ¿A quién duele la adolescencia?

RESPUESTA. A ellos y a las familias. Es una etapa muy compleja para ambos. Los padres tienden a reaccionar ante conductas que son totalmente normales en esa etapa. Los hijos se sienten dolidos cuando los adultos no acompañamos sus necesidades, que son distintas a las de la infancia.

P. Cuando un adolescente habla mal a sus padres o les cierra la puerta en las narices, sabemos que no es nada personal, pero por eso, ¿debemos dejarlo pasar como si nada?

R. Soy docente desde hace 30 años y tanto en casa como en el instituto, dejo claro que tienen derecho a estar enfadados pero no a pagarlo conmigo. Valido tu emoción, pero no soy tu saco de boxeo. Tenemos que enseñarles desde niños que sus actos y decisiones tienen consecuencias.

P. Insistes en que las consecuencias deben ser lógicas. ¿Te refieres a proporcionadas?

R. No solo. Tiene que estar alineada también con el límite que se haya incumplido. Si ha venido sin avisar una hora más tarde, nada tiene que ver con que le quites el móvil. Lo que conviene es que el siguiente día venga una hora antes, para que entienda tu malestar. Y si lo cumple, recupera tu confianza y la hora de antes.

P. Suena bien, pero los límites nos traen de cabeza o, mejor dicho, su incumplimiento.

R. Con los adolescentes no podemos imponer límites, sino consensuarlos con con ellos. Así sera más fácil que tengan conductas adecuadas, aunque tendrán muchas desajustadas. Pero no lo hacen porque quieren, sino porque están removidos. Crecer duele. Están aprendiendo a tomar decisiones, que es algo que no han hecho nunca antes, y se equivocan, como los adultos. Además, la corteza prefrontal, que se ocupa de la organización, la organización, la regulación de impulsos, etc., está fuera de cobertura, en plena transformación, y por eso se desregulan tantas veces.

P. Y muchos adultos van (vamos) detrás...

R. No tenemos que justificar que se desregulen, pero saber por qué pasa nos sirve para no reaccionar igual y acompañar desde la calma. Como adultos tenemos que ser nosotros los que ayudemos a que ese cerebro madure, pero es difícil. Yo misma, que soy docente desde hace 30 años, hay días que no tengo la serenidad para acompañar como se debe. Nuestra misión es ocuparnos, formarnos y entender que portarse así es su forma de pedirnos ayuda, pero tampoco llenarnos de culpa.

PREGUNTA. ¿Cuáles son errores más comunes que cometemos los padres con los adolescentes?

RESPUESTA. El primero es no confiar en ellos, lo que nos lleva a sobreprotegerlos. Hay que darles estrategias y habilidades y sociales para que afronten retos, porque si no, se quedan desprotegidos precisamente. El segundo es no usar una comunicación respetuosa y afectiva. Si solo hacemos juicios de valor y soltamos el sermón él no va a mostrar interés para contar lo que le pasa: sus ilusiones, retos, problemas... Si solo le juzgamos no le dejamos experimentar y elegimos por ellos. Eso hace que cuando tengan que tomar decisiones, si no estamos a su lado se sienten desprotegidos y se frustran. Y otro error es pensar que no necesitan nuestra presencia y disponibilidad. Hay que estar, pero a una distancia prudencial; darles alas para volar y motivos para que quieran volver a nuestro nido.

P. ¿El vínculo se puede romper de modo irreversible?

R. Siempre hay una oportunidad para reestablecer vínculos. Siempre estamos a tiempo para cambiar las cosas. Pero tenemos que hacerlo los adultos. Ellos no pueden.

P. Pongamos algún ejemplo práctico. Si nos hablan sin respeto, ¿qué hacemos?

R. Como adultos tenemos que parar la conversación, porque ellos no pueden bjar la intensidad. Tenemos que poner espacio y bajar las pulsaciones. A veces nuestros hijos nos sacan dos cabezas y creemos que son adultos, pero no lo son. No podemos dejarnos llevar y contagiarnos, porque nos ponemos a su altura. En casa o en el aula, cada día tengo motivos para engancharme con un niño, pero no lo puedo hacer.

P. Más: no quieren sacar el móvil de su cuarto por la noche.

R. Antes de dar ese teléfono hay que consensuar las normas de uso y establecer horarios con y sin móvil. El teléfono lo pagas tú y si no hacen buen uso del terminal, lo puedes retirar. Pero hay que dar ejemplo, porque los adultos nos quejamos pero hacemos lo mismo. Debemos ser referentes, lo que hará que ser adolescente duela menos.

P. Otro: se niegan a recoger su cuarto.

R. Si la habitación está desordenada, una consecuencia puede ser no dejarle salir hasta que no la recoja. Pero a esta edad siempre hay que negociar. A lo mejor no quiere hacer su cama por la mañana, porque ellos no se activan temprano, como los adultos, pero sí están de acuerdo en hacerla al llegar del instituto, por ejemplo.

P. A veces los padres no tenemos tanta paciencia.

R. Y por supuesto que tenemos derecho. Por eso muchas veces es mejor que intervenga la pareja, si tenemos. No obstante, si perdemos el control debemos pedir disculpas y daremos el mejor ejemplo. Favorece el vínculo, que es la base para prevenir problemas de salud mental.

P. Los padres y madres solemos creer que fuimos adolescentes más respetuosos.

R. Nuestra adolescencia fue parecida a la suya, lo que pasa es que algunos fueron educados a través del miedo. Con una mirada de nuestro padre no decíamos ni mú. Recordar esos años nos facilita empatizar con nuestros hijos, pero mostrarles amor incondicional no quiere decir que validemos cuando se portan mal. También hay que ser conscientes de cómo nos comunicamos con ellos: nosotros les gritamos, amenazamos, sermoneamos, les faltamos el respeto también... La comunicación tiene que ser afectiva y efectiva.

P. Parece que tenemos que estar preparadísimos antes de tener un hijo. No sé si los padres de antes lo estaban, la verdad.

R. Educar es el oficio más dificil del mundo y el único en el que te dan el título antes de aprenderlo. Es una responsabilidad que tú has decidido tener y si quieres hacerlo conscientemente, debes formarte, aunque no hace falta doctorarse.

III

Graduaciones en fin de curso: manicura y peluquería para las adolescentes, vestidos de Shein, fiestas con barra libre y autocar... ¿Se nos están yendo de las manos?, Mar Muñiz, El Mundo, 17 junio 2025:

Acaba el año escolar y ya no solo quienes pasan a la universidad (o la terminan) celebran el fin de una etapa: los eventos para festejar el cierre de un ciclo académico se adelantan cada vez más y en 4º de la ESO están normalizadas. El look escogido para la ocasión merece capítulo aparte en la preparación.

Graduaciones en fin de curso: manicura y peluquería para las adolescentes, vestidos de Shein, fiestas con barra libre y autocar... ¿Se nos están yendo de las manos? ¿Hay que recoger a los adolescentes cuando salen de fiesta por la noche?: "Mis hijos creen que mi trabajo es estar a su disposición 24 horas al día con el gorrito de chófer puesto". Cómo no parecerle a tu adolescente una madre histérica y exagerada (spoiler: es difícil). Borracheras adolescentes: "Después de un coma etílico, compré un alcoholímetro. Mi hija soplaba cuando llegaba a casa".

En junio acaba el curso escolar y la redes sociales están llenas estos días de fotos y vídeos de graduaciones. No hablamos, o no solo, de ceremonias universitarias con estudiantes veinteañeros, sino de adolescentes que terminan la Secundaria (4º de la ESO) o el Bachillerato, es decir, de chavales entre los 16 y los 18 años.

Hace unas décadas, quienes terminaban su etapa en el instituto lo hacían sin recogida oficial de diploma, sin público y mucho menos sin vestido ni traje. Las fiestas de celebración consistían en quedadas casi espontáneas en la discoteca de turno y sanseacabó. Pero de aquella liturgia, muy de andar por casa, ya no queda apenas rastro. Ahora se organizan eventos de envergadura que incluyen, por lo general, ceremonias de entrega de títulos abiertas a las familias, cenas de despedida con los profesores, fiestas nocturnas para el jolgorio posterior y, ojo con esto, regalos de más o menos quilates (según presupuestos), para agasajar a la muchachada por su titulación.

La influencia de las películas y series norteamericanas, que han retratado hasta la saciedad sus famosos bailes de graduación (prom, en inglés), se queda corta con la formidable caja de resonancia que son Instagram y TikTok. La bola de nieve ha ido engordando hasta el punto de que las niñas dedican semanas (si no meses) a preparar el gran día y, para ello, lo primero es el vestido. En esos días, el trajín en las webs de fast fashion, tipo Shein, es continuo en los móviles adolescentes.

Una madre sufridora sostiene que, por lo general, las niñas que se gradúan empiezan a echar el ojo a los vestidos dos o tres meses antes. "Se agotan en seguida, porque los compran en las mismas tiendas. Hay chicas que los encargan online, pero otras van presencialmente con sus madres porque se los quieren probar. En alguna del centro de Madrid, se forman colas tremendas antes de abrir", cuenta.

Y como en cualquier evento de calado, repetir look es trágico. "Es habitual que haya un grupo de Whatsapp de las niñas de la clase. Cuando alguna elige vestido, lo sube al chat para que ninguna otra escoja el mismo", aclara esa misma madre. El resultado es que la graduación se convierte casi en un desfile uniformado, donde apenas cambian los diseños pero sí los colores. Después, los días previos del gran día, es momento del bronceado y la última puesta a punto con sesión de peluquería y manicura.

Carmen López Suárez es doctora en Educación y Pedagogía, CEO de Hijos con Éxito y autora del recién publicado Pon límites, no pantallas (Roca Editorial). Explica que tal homogeneización es esperable en la adolescencia: "En esta etapa chicas y chicos anhelan con todas sus fuerzas pertenecer al grupo, ser aceptados, reconocidos y valorados. Para pertenecer tienen que imitar". Replicar les sirve para aprender habilidades sociales y valores de grupo, por ejemplo, pero también "tiene como contrapartida una falta de reflexión crítica y una reproducción excesiva del entorno sin criterio".

Ver esta publicación en Instagram

Ante esta tendencia, ¿no es un poco exagerada tanta preparación para una graduación que, en muchos casos, no supone siquiera ni un cambio de instituto? Cristina Cuadrillero, psicóloga y creadora del blog de Instagram @miadolescenteyyo, ha vivido en primera persona estos eventos con las distintas graduaciones de sus hijas: "En general, las chicas sufren un estrés innecesario con esta cuestión. ¡Dios mío, cuando se casen..!", bromea.

Considera que, salvo para aquellas que supongan un cambio importante, como Bachillerato o la Universidad, lo adecuado es hacer un reconocimiento al esfuerzo y dar ánimos para enfrentar la nueva etapa, pero "sin florituras ni rivalidad por ver a quién le queda mejor el modelito". "Y sin esperar un luisvi como recompensa", añade, en alusión a un famoso vídeo que se viralizó hace años en el que una madre le regalaba a su hija un bolso de Louis Vuitton por sacar buenas notas.

"Me parece bien que celebren con sus compañeros el final de la ESO porque algunos no harán el Bachillerato, pero un picoteo y un baile hasta las mil me parece suficiente", sostiene. Añade Cuadrillero que se da la paradoja de las dobles celebraciones: "A veces el fiestón está organizado antes de tener las notas de los exámenes. Si suspenden, algunos chavales llegan a graduarse dos años consecutivos. ¿Tiene sentido?", protesta la psicóloga.

Carmen López también está en desacuerdo con agasajar con regalos a los chavales y propone alternativas: "Podemos ir a comer a ese restaurante que les gusta, sacar entradas para un parque de atracciones o invitarlos a lanzarse por tirolina". Además, la propia celebración de graduación puede considerarse un regalo en sí: "Las graduaciones al estilo americano me parecen un despropósito. Suponen un gasto de dinero inasumible para muchas familias y de tiempo en época de exámenes que debería dedicarse a estudiar o repasar". Y añade: Son una pasarela de moda, especialmente para las chicas, que soportan más presión estética que sus compañeros".

La influencia norteamericana

Lo que sucede aquí es reflejo de lo que acontece al otro lado del charco, aunque hay notables diferencias. Para el baile, las chicas llevan vestidos largos y los chicos, traje. Ellos, por cierto, se ocupan de pagar tanto la cena como el ramo de flores de las adolescentes que serán su pareja ese día. Martina, que tiene 18 años y acaba de llegar de EE. UU. tras terminar el Bachillerato, explica a propósito de la ceremonia de graduación: "Allí se la toman muy en serio. Hay una gran fiesta y los padres hacen a los hijos regalos muy importantes".

Su madre corrobora: "Joyas, ordenadores, un coche, viajes... A esta celebración acuden las familias al completo y muchas de ellas llevan hasta fotógrafo propio. Hay que tener en cuenta que allí es común que los hijos se vayan de casa para estudiar en la universidad. El cambio vital para ellos es mayor que aquí".

La bola de nieve de la que hablábamos antes empieza a gestarse cada vez a edades más tempranas. Una niña madrileña que a punto está de terminar 5.º de Primaria, cuenta: "Una compañera y yo ya hemos hablado con las niñas de 6.º que se gradúan ahora sobre dónde han comprado sus vestidos. Tenemos que coger ideas", afirma con seguridad.

sábado, 4 de octubre de 2025

Elena Mujina, la gimnasta más destrozada de la historia

 Yelena, Elena (o Lena) Múkhina (o Mújina). El destino más trágico en la historia de la gimnasia

Elena Vyacheslavovna Mukhina se hizo famosa de la noche a la mañana, en 1978, al ganar el Campeonato Mundial de Concurso Completo. Dos años después, sufrió una grave lesión que la dejó postrada en cama durante 26 años.

Mukhina nació el 1 de junio de 1960 en Moscú. Elena perdió a su madre a los cuatro años, quemada cuando se incendió su casa, y a su padre, a los cinco años, porque la abandonó para casarse por segunda  vez y terminó en la cárcel como responsable del incendio. Fue criada por su abuela Anna Ivanovna, una mujer muy exigente y poco afectiva. Desde pequeña, a diferencia de sus compañeros que soñaban con ser patinadores artísticos, Elena quería ser gimnasta. Y así lo consiguió: "Un día, una mujer desconocida apareció en clase. Se presentó como Antonina Pavlovna Olezhko, Maestra de Deportes. Y dijo: "Si alguien quiere unirse a la sección de gimnasia, que levante la mano". Casi grité de alegría", recordó. La excepcional motivación, talento, trabajo y tenacidad de Mukhina la consolidaron de inmediato. Sus éxitos no pasaron desapercibidos, y el Dinamo de Moscú contrató para entrenarla al renombrado Alexándr Yuriévich Eglit. Pero Eglit trabajaba en el CSKA de Moscú y no quería abandonar a sus alumnos, aunque la admitió con 14 años en el club CSKA para estudiar maestría en deportes, y en 1974 invitó a su colega Mijail o Mikhail Klimenko para que añadiera a su pupila a su propio grupo. Klimenko, quien anteriormente solo había entrenado a hombres, vio a Lena Mujina en acción y aceptó. Desde entonces toda la corta carrera de Elena Mukhina estuvo ligada a este entrenador, que reaparecerá a menudo en sus pesadillas.


La gimnasia femenina entonces había pasado a ser acrobática con las riesgosas innovaciones de Olga Kórbut. En dos años Lena logró un avance increíble, y para el verano de 1976 tuvo la oportunidad de asistir a los Juegos Olímpicos de Montreal. Su programa, de combinaciones únicas, se denominó "cósmico". Pero las autoridades temían llevarla a Canadá por la irregularidad de sus actuaciones.

Mukhina sufrió su primera lesión grave a los 15 años. En 1975, durante la Espartaquiada celebrada en Leningrado, Lena Mujina aterrizó torpemente de cabeza en un foso de espuma. Las radiografías revelaron que la caída le había desgarrado las apófisis espinosas de sus vértebras cervicales. Y aunque Lena fue hospitalizada, todos los días, tras las visitas médicas, Klimenko venía a recogerla y la llevaba al gimnasio, donde le quitaba el collarín ortopédico, tan necesario para su recuperación, y Mukhina entrenaba hasta la noche. Unos días después, notó un entumecimiento en las piernas durante el entrenamiento y una extraña sensación de debilidad que se acentuaba. 

El momento de gloria de Mukhina llegó al año siguiente. En el Campeonato de la URSS quedó segunda en el concurso completo, y compitió en el Campeonato Europeo de Atletismo Senior en Praga, donde perdió por un estrecho margen ante la reconocida gimnasta rumana Nadia Comaneci en la prueba individual y ganó tres medallas de oro en aparatos individuales, cautivando a jueces y aficionados con su excepcional técnica. Además Lena realizó ahí por primera vez el complejo elemento en las barras asimétricas que posteriormente llevó su nombre: el bucle Mukhina.

En 1977, mientras entrenaba en casa, antes del Campeonato Mundial, Mukhina se golpeó el costado con la barra inferior de las asimétricas y se le astillaron las costillas. "Sentí como si me las hubiera fracturado", dijo Lena más tarde. "Pero después, tras permanecer sentada en el tatami diez minutos, semi inconsciente, seguí entrenando en suelo y viga. Cuando las cosas se pusieron realmente mal, fui a ver a mi entrenador, pero él solo murmuró entre dientes: 'Siempre estás buscando una excusa para no hacer nada'".

En 1978, dos semanas antes de los Juegos Juveniles de la Unión Soviética, Mukhina se dislocó completamente el pulgar en las barras paralelas y se lo recolocó ella misma apretando los dientes y cerrando los ojos. Sin embargo no acabaron ahí las lesiones: en el calentamiento previo de la competición citada calculó mal su carrera (la limpieza había borrado las marcas de tiza del suelo del gimnasio), se cayó tras un salto y se golpeó la cabeza. El coreógrafo, para evitar llamar la atención de los entrenadores, le trajo sales aromáticas a escondidas y Mukhina, al bajar de cada aparato, ocultaba el algodón con las palmas de las manos.

La carrera de Mukhina culminó en 1978. Ganó el título de gimnasta más fuerte del país y posteriormente el Campeonato Mundial de Francia. Primero ganó el título por equipos y un día después se proclamó campeona general, derrotando, entre otras, a la campeona general de los Juegos Olímpicos de 1976, Nadia Comăneci. Se clasificó para la final en tres de los cuatro aparatos, y obtuvo otro conjunto completo de medallas ganando la plata en barras asimétricas y en la viga de equilibrio, y compartiendo el oro en suelo con la bicampeona olímpica Nellie Kim, de Montreal. Elena Mukhina se convirtió en la cuarta gimnasta soviética, tras Galina Shamrai, Larisa Latynina y Lyudmila Turishcheva, en proclamarse campeona mundial general.

Pero su tensión desmesurada no podía pasar desapercibida. Cuando Mukhina se cruzaba con otra gimnasta periódicamente en el gimnasio parecía desganada y lloraba a menudo. Una vez dijo que ni siquiera podía cruzar toda la avenida frente al Complejo Deportivo CSKA antes de que cambiara el semáforo; simplemente no tenía fuerzas. Mientras tanto, su programa libre en prácticamente todos los aparatos seguía siendo el más difícil del mundo.


En el otoño de 1979, Mukhina se rompió una pierna durante una exhibición en Inglaterra. Llevó una escayola seis semanas, pero, al quitársela, se descubrió que los huesos rotos se habían separado. Los reposicionaron y le volvieron a colocar la escayola, pero al día siguiente su entrenador insistió en que volviera al gimnasio a practicar con aparatos y aterrizara en los ejercicios con una sola pierna. Dos meses después de que le quitaran la escayola, ya estaba realizando todas sus rutinas.

Klimenko siempre estaba increíblemente nervioso antes de las competiciones: me acosaba”, recordó Mukhina. “Probablemente porque entendía perfectamente que su propio bienestar y su carrera dependían directamente de si yo entraba o no en la selección nacional. Yo, en cambio, era… Soy extremadamente responsable con mi entrenamiento. Hubo momentos en que, para bajar de peso, corría por la noche y luego iba al gimnasio por la mañana. Y, sin embargo, me decían constantemente que era una imbécil y que debería alegrarme de que alguien se fijara en mí y me diera una oportunidad."

Lena llegó a su último campamento de entrenamiento en Minsk a principios de julio de 1980, pero con dolor en tobillos y rodillas por sobrecarga y bursitis en la mano. El equipo de gimnasia de la URSS se preparaba para los Juegos Olímpicos y su entrenador Klimenko había viajado a Moscú un par de días (pues se rumoreaba que Mukhina podría no ser incluida en el equipo principal, y Klimenko había ido a defender a su alumna en la cima). Lena estaba trabajando de forma independiente y, durante un entrenamiento, decidió probar una combinación nueva en suelo, un salto Thomas. La idea era que, tras una voltereta y un salto muy difícil (voltereta y media, con giro de 540 grados) el aterrizaje no fuera de pie, como era usual, sino de cabeza, en voltereta. Pero el impulso de la gimnasta falló al no alcanzar la altura suficiente, y, ante las miradas del entrenador principal del equipo femenino Aman Shaniyazov, la entrenadora estatal Lidiya Ivanova y el entrenador de acrobacia (nadie más había en el gimnasio), se estrelló contra el suelo de mentón y se fracturó el cuello. Simplemente, según uno de los entrenadores, no se impulsó con la pierna lesionada durante la carrera. Pero siguió con el entrenamiento tres días, e ingresó al fin con una vértebra cervical dañada en el hospital 19 de Moscú.

Durante los primeros ocho años se sometió a varias cirugías. La primera, de columna, se realizó tan solo un día después de la lesión en Minsk; duró varias horas, pero el resultado (debido en gran medida a la demora) fue decepcionante: como su cerebro había permanecido en compresión severa mucho tiempo, Mujina quedó tetrapléjica, completamente paralizada de cuello para abajo.

En el verano de 1985, Elena fue derivada al artista circense y especialista en rehabilitación de discapacidades músculo-esqueléticas Valentin Dikul. Pero fue hospitalizada de nuevo un par de meses después por fallo de ambos riñones. Una operación posterior le desarrolló una fístula en el costado que persistió un año y medio. En cada ocasión, los médicos luchaban por sacar a Mukhina del largo coma postoperatorio; su cuerpo se negaba a luchar por la vida.

"Tras tantas cirugías, decidí que, si quería vivir, tenía que escapar de los hospitales", contó Lena. "Y me di cuenta entonces de que necesitaba cambiar radicalmente mi enfoque de la vida. Que debía dejar de envidiar a los demás y aprender a disfrutar de lo que tenía a mi alcance. De lo contrario, podría volverme loca. Me di cuenta de que los mandamientos 'no pienses mal', 'no actúes mal' y 'no tengas celos' no son solo palabras. Que existe una conexión directa entre ellos y cómo se siente una persona. Empecé a sentir estas conexiones. Y reparé en que, comparada con la capacidad de pensar, la incapacidad de moverme es algo insignificante..."

"Claro, al principio me compadecí muchísimo. Sobre todo cuando volví a casa por primera vez después de la lesión, donde había caminado y donde todo aún requería que alguien estuviera de pie. Además, casi todos los que venían a visitarme me preguntaban: "¿Piensas demandarme?".

Le dieron un pequeño departamento donde la niña fue atendida en toda su vida posterior y se hizo una mujer. Durante todo este tiempo nunca se rindió. Pero incluso algunos años después de la caída terrible solo podía sentarse en una silla, sostener una cuchara y escribir un poco. Los profesores acudían a ella, le daban conferencias y le ponían exámenes. Así logró graduarse en el Instituto de Educación Física de Moscú.

Cuando ocurre una lesión siempre surge la pregunta de quién tiene la culpa. Cuando le preguntaron a Lena qué pensaba sobre eso, respondió evasivamente: "Le enseñé a Klimenko que puedo entrenar y competir con cualquier lesión...". "Todo me había conducido a ello. No estaba preparada física ni emocionalmente. Mi lesión era de esperar; fue un accidente que se podía haber anticipado. Era inevitable. Me habían dicho más de una vez que me rompería el cuello haciendo ese elemento. Me había lastimado gravemente varias veces, pero él solo respondió que la gente como yo no se rompe el cuello".

Según una entrevista de Larisa Latynina a Mijail Klimenko, este quedó devastado por su lesión. Ya no esperaba que fuera incluida en la lista del equipo olímpico soviético y, aunque no cabía duda de que el equipo femenino soviético de gimnasia ganaría el oro en los Juegos Olímpicos de Verano, como ya había sucedido en juegos anteriores y era lo habitual, Klimenko quería que Mukhina entrenara para que él se convirtiera en "entrenador de una campeona olímpica". Y, tras estos acontecimientos, Klimenko no fue a visitarla, siguió un tiempo trabajando en el Club Deportivo Central del Ejército y después emigró a Italia. Dicen que estaba conmocionado y aterrado por lo sucedido. Elena sufrió al pensar que la había olvidado. Un amigo común intentó congraciarlos, pero él nunca se atrevió a quedar con ella en persona. Nunca más volvieron a verse.

No sabían o no querían saber entonces el precio que Elena estaba pagando por estos entrenamientos. Ni que cada vez que salía del hotel para entrenar nunca apartaba la vista de los coches que pasaban, calculando automáticamente el tiempo que tardarían en frenar si se lanzaba bajo sus ruedas. Y se fijaba en la repisa de la ventana de su habitación para calcular cómo saltaría para asegurarse. Cuando lo contó a una compañera en una conversación, esta le preguntó horrorizada por qué no había dejado antes la gimnasia.

"No sé", respondió. "Soñé que me caía varias veces. Me vi siendo sacada del pasillo y sabía que tarde o temprano sucedería. Me sentía como un animal azotado a lo largo de un pasillo interminable. Pero seguía volviendo al pasillo. Debió de ser el destino. No se puede disputar con el destino."

¿Se sintió ofendida? No en apariencia. Cuando la amiga se enteró de su muerte, recordó que una vez la llevaron a su casa y recordó sus palabras. «No hace falta que me ayuden», objetaba Lena con calma a su intento de ajustar las almohadas o acercar algo. «No debería acostumbrarme demasiado a la ayuda de los demás».

Mukhina no buscó nunca a los periodistas. Incluso un breve periodo de exposición pública, cuando el presidente del COI Juan Antonio Samaranch le entregó la Orden Olímpica, máximo galardón del movimiento olímpico (1983), fue bastante doloroso para ella en sentido físico y psíquico. Pese a sus terribles condiciones, Mukhina logró mantener la capacidad de hablar con notable calma sobre cualquier tema y llamar a las cosas por su nombre. Por tanto, todo ese descarado espectáculo de la ceremonia del premio, con visitas de periodistas y fotógrafos a su pequeño apartamento, no le gustó y, de hecho, la ofendió. Consideraba a los medios de comunicación hipócritas y ostentosos y siempre que pudo los rehuyó.

Era insoportablemente difícil describir su condición con palabras. Elena no podía estar de pie ni sentada ni sostener una cuchara; ni siquiera marcar un número de teléfono. Para poder leer algo, recurría a un truco comprobado y eficaz: pedía a alguien que fijara un papel con texto en la pared, a la altura de sus ojos. Al hablar por teléfono apoyaba la oreja en el auricular y podía hablar así por un buen rato.

Aprendió a refugiarse en sí misma en un mundo irreal para las personas sanas, donde rastreaba las cadenas de los orígenes y de la herencia. Creía sinceramente que una persona podía tener varias vidas en diferentes líneas temporales. Afirmaba ver no solo el pasado, sino también el futuro de las personas con las que interactuaba. Hablaba de ello con placer. Esta pasión (pero, ¿se puede llamar pasión cuando esencialmente se convirtió en vida?) tuvo diversas consecuencias, incluso graves, para quienes la rodeaban. Fue Mukhina quien una vez disuadió a una de sus amigas cercanas de enviar a su hijo recién nacido con una cardiopatía grave al hospital. La convenció de que el bebé simplemente no sobreviviría. Como resultado, varios años después, el niño fue sometido a cirugía, pero la familia se desintegró: el padre del niño nunca pudo perdonar ni a Mukhina ni a su esposa la llegada tardía del niño al hospital. La visión centrada en sí misma de Elena pudo malograr una vida ajena.

Como me contó una amiga cercana, el ánimo de Mukhina se deprimió notablemente al enterarse de que su antiguo entrenador había regresado a Moscú desde Italia, donde había trabajado durante muchos años. Se negó rotundamente a reunirse con Klimenko, quien seguía siendo para ella el fantasma más aterrador de su vida pasada. Lena también quedó devastada por la muerte de su abuela en la primavera de 2005. Se negó a ingresarla en una residencia de ancianos, pese a que la anciana de 90 años requería cuidados constantes; aunque ya estaba perdiendo la cabeza y sentía que se moría, le gritaba constantemente a su nieta: "¡No te dejaré. Ven conmigo!".

Mukhina también sobrevivió a esta pesadilla. Cuando Anna Ivanovna falleció, solo pidió una cosa: que, llegado el momento, bajo ninguna circunstancia la enterraran junto a su abuela. Y que no se le realizara ninguna autopsia. Que la dejaran sola. Apenas hablaba con su padre. Él mismo, todavía no anciano, solo empezó a visitar la casa tras enterarse de que Mukhina, gracias al increíble esfuerzo de muchas personas por ella, había conseguido una pensión presidencial personal. Y siguió viniendo. Por dinero...

Quizá simplemente estaba cansada de vivir. De buscar constantemente una respuesta a por qué algo, que no fuera la vida humana, podía ser tan valioso en su país. Incluso en conversaciones con sus seres más cercanos, básicamente solo dos amigos, Mukhina nunca se permitió quejarse de su destino. Aunque, pensándolo bien, qué aterrador era que la única variedad en su vida fuera una ocasional excursión en silla de ruedas al pasillo o a la cocina, con el único propósito: ver qué sucedía allí, más allá de las paredes de la habitación donde había pasado 26 años.

Elena Mukhina murió el 22 de diciembre de 2006. Se celebró un servicio conmemorativo en su honor el 27 de diciembre. Y está enterrada en el cementerio Troekurovskoye de Moscú.

Elena nunca tuvo a nadie que la protegiera. Y eso la convirtió en una víctima propicia para el cruel sistema del estado. 

Referencias

Elena Vaitsekhovskaya, "Elena Mukhina: Una tragedia de 26 años ". Sport-Express, 26 de diciembre de 2006.

Andrey Uspensky, "Mukhina's Loop ", Novaya Gazeta, núm. 38, 29 de mayo de 2003.

miércoles, 20 de agosto de 2025

Seducir a lo Maquiavelo

 Transcrito de YouTube:

 Maquiavelo documentó exactamente nueve debilidades femeninas que puedes explotar para tener a cualquier mujer comiendo de tu mano mientras la mayoría de hombres ruegan por atención, como perros hambrientos. Los que conocen estos secretos las tienen rogándoles a ellos. Son debilidades tan profundas que están grabadas en su ADN, y cuando las explotas correctamente, ellas no pueden resistirse aunque quisieran.

La primera debilidad la ves todos los días, pero no sabes cómo usarla. La novena es tan poderosa que puede hacer que una mujer deje todo por ti en menos de 30 días. Y la más peligrosa, bueno, esa te la voy a revelar al final, porque literalmente puede cambiar tu vida para siempre. 

¿Te has preguntado por qué una mujer puede pasar horas perfeccionando una foto para Instagram? La respuesta está en la primera debilidad que Maquiavelo identificó: su adicción desesperada a la validación externa. Y aquí es donde la mayoría de hombres cometen el error más grande de sus vidas. Verás. las mujeres están biológicamente programadas para buscar aprobación constante. Cada like, cada comentario, cada halago activa los mismos centros de placer en su cerebro que una droga. Es, literalmente, una adicción química. Y, cuando entiendes esto, tienes el poder de controlar su suministro.

La trampa en la que caen el 95% de los hombres es darles validación gratis, como si fuera agua del grifo. Le das like a todas sus fotos, le dices que se ve hermosa todos los días, la llenas de halagos esperando que te corresponda. Pero ahí es donde te jodiste completamente. Cuando le das validación constante, su cerebro se acostumbra. Ya no necesita esforzarse por tu atención porque la tiene garantizada. Te conviertes en ese güey que siempre está ahí, predecible y aburrido. Y las mujeres no se enamoran de lo predecible, se enamoran de lo que no pueden controlar. Aquí viene la estrategia maquiavélica que va a cambiar tu juego para siempre. Conviértete en el dealer / distribuidor de su droga favorita, pero controla las dosis. Cuando ella publique una foto buscando validación no seas el primero en dar like. Déjala esperar. Cuando te cuente un logro, no la llenes de halagos inmediatamente. Dile algo como "Qué interesante" y cambia de tema.

Esto no es "ser ojete" [ser mala persona, cobarde o uno que actúa de mala fe, con intenciones de dañar o aprovecharse de los demás; en Colombia se diría ser rabón], es ser estratégico. Estás creando escasez de algo que ella necesita desesperadamente y cuando finalmente le das esa validación que tanto busca se convierte en oro puro para ella. Un simple "fue increíble de tu parte" va a valer más que 100 comentarios de otros güey. La clave está en el timing y la intensidad. Dale validación cuando realmente se la haya ganado, cuando haya hecho algo que genuinamente admires; pero hazlo de forma inesperada, cuando menos se lo espere. Así creas lo que los psicólogos llaman refuerzo intermitente. El mismo principio que hace adictivas las máquinas tragaperras. 

Mira si realmente quieres dominar este juego y descubrir las otras ocho debilidades que pueden hacer que cualquier mujer se obsesione contigo. Lo que viene después es aún más poderoso, y solo lo comparto con los que realmente están comprometidos a cambiar su vida amorosa.

Pero ¡cuidado! porque una vez que domines esta primera debilidad, ya no hay vuelta atrás. Las mujeres van a empezar a comportarse diferente contigo Van a buscar tu atención de formas que nunca imaginaste.

Y eso nos lleva a la segunda debilidad, una que es tan sutil, que la mayoría de hombres ni siquiera saben que existe. Pero cuando la dominas, literalmente puedes hacer que una mujer no pueda sacarte de su cabeza ni un solo segundo del día. Esa segunda debilidad que te prometí es tan letal que puede hacer que una mujer se quede despierta toda la noche pensando en ti, revisando su teléfono cada 5 minutos, esperando tu mensaje.

Se llama la incertidumbre, y es el arma psicológica más poderosa que tienes a tu disposición. Aquí está la verdad brutal que nadie te dice: la predictibilidad mata la pasión más rápido que una cubeta de agua fría. Cuando una mujer sabe exactamente qué esperar de ti, cuándo vas a responder, qué vas a decir, dónde la vas a llevar, su cerebro literalmente se apaga. La rutina es el enemigo mortal de la atracción. ¿Por qué crees que las mujeres se obsesionan con los hombres que las tratan mal? No es masoquismo, es biología pura. Su cerebro femenino está diseñado para sentirse atraído hacia lo impredecible, hacia lo que no puede controlar completamente. Es un instinto de supervivencia que viene desde las cavernas. El macho que no podía predecir era el más fuerte, el más valioso, el que podía protegerla mejor. La mayoría de hombres cometen el error de volverse demasiado disponibles demasiado rápido. Responden inmediatamente, planean citas predecibles, comparten todos los detalles de su vida. Creen que siendo un libro abierto van a generar confianza; pero lo único que generan es aburrimiento mortal.

Maquiavelo lo dijo perfectamente: "Es mejor ser temido que ser amado", pero lo ideal es ser impredecible. Y aquí es donde entra la estrategia que va a revolucionar tu juego completamente.

Primero rompe tus patrones de comunicación. Si normalmente respondes en 5 minutos, a veces responde en 2 horas, sin explicación. Siempre planea cenas románticas, de repente llévala a un lugar completamente inesperado. No se trata de ser cabrón, se trata de mantener su mente trabajando, adivinando, imaginando. Segundo: controla la información que compartes. No le cuentes todos los detalles de tu día: deja huecos en tu historia. Cuando te pregunte qué hiciste ayer, no digas: "Fui al trabajo después al gym, luego vi Netflix". Di algo como: "Tuve un día interesante" y cambia de tema. Esos espacios vacíos los va a llenar su imaginación, y, créeme, su imaginación trabajará a tu favor.

Tercero: usa el poder de la ausencia estratégica. Desaparece por periodos cortos sin avisar, no cada día, pero sí de forma impredecible. Cuando regreses no expliques dónde estuviste, solo di: "Hola, hermosa." Como si nada hubiera pasado. Esa incertidumbre sobre tu tiempo y tu atención la va a volver loca. La clave aquí es el balance: no puede ser completamente impredecible porque eso se convierte en caos.

Pero tampoco puede ser completamente predecible, porque eso se convierte en aburrimiento. Necesitas esa tensión constante entre "sé que me quiere" y "pero no sé qué va a hacer después". Cuando domines esta incertidumbre, algo mágico va a empezar a pasar. Ella va a empezar a perseguirte sutilmente, te va a mandar mensajes más seguido, va a iniciar más conversaciones, va a buscar excusas para verte. Su cerebro va a interpretar tu impredecibilidad como valor alto, y las mujeres siempre persiguen lo que perciben como valioso. Pero aquí viene algo aún más poderoso, algo que combina perfectamente con la incertidumbre. Es una habilidad que muy pocos hombres tienen, pero, cuando la desarrollas, literalmente puedes leer su alma, y hacer que se sienta completamente entendida y conectada contigo. Es lo que los maestros de la seducción llaman el espejo emocional. Y, cuando lo combines con el miedo primario que todas las mujeres cargan en secreto, tendrás un poder de atracción absolutamente devastador. Ese poder devastador que te mencioné, se funda en dos debilidades que trabajan juntas como una bomba nuclear emocional.

El espejo emocional y su miedo más profundo, el miedo al reemplazo. Cuando las combinas de forma correcta, literalmente puedes hacer que una mujer sienta que eres la única persona en el mundo que realmente la entiende.

Empecemos con el espejo emocional, una técnica tan poderosa que los terapeutas cobran miles de pesos por enseñarla. Aquí está el secreto: cuando puedes nombrar exactamente lo que una mujer está sintiendo antes de que ella misma lo diga, activas una conexión neurológica que libera oxitocina directo a su torrente sanguíneo. Es como inyectarle confianza y atracción en vena. La mayoría de hombres, cuando ven a una mujer molesta, hacen una de dos pendejadas o la ignoran, esperando que se le pase, o inmediatamente tratan de arreglar el problema. Pero tú vas a hacer algo completamente diferente. Vas a convertirte en su espejo emocional perfecto. Cuando la veas callada o tensa, no le digas qué tienes como todos los demás. En lugar de eso observa su lenguaje corporal, su tono de voz, la tensión en su cara y después di algo como: "Te veo frustrada porque sientes que nadie está entendiendo lo que realmente necesitas." Boom. Su reacción va a ser inmediata. Exacto: cuando le describas exactamente lo que está sintiendo su cerebro piensa: "Este cabrón me ve, me entiende de verdad." Y esa sensación de ser vista y comprendida es más adictiva para una mujer que cualquier droga. Vas a ser el único hombre en su vida que realmente la conecta con sus emociones más profundas.

Pero aquí viene la parte más maquiavélica. Una vez que estableces esa conexión emocional profunda, vas a activar su miedo primario más poderoso, el terror absoluto al reemplazo. Toda mujer, sin excepción, carga este miedo en su ADN: la posibilidad de que otro hombre o mujer venga y le robe tu atención. Este miedo viene desde los tiempos primitivos, cuando las mujeres dependían completamente del hombre para sobrevivir. Si él las dejaba por otra, literalmente, se morían. Aunque ahora ya no sea cuestión de supervivencia física, ese instinto sigue grabado en su cerebro reptiliano, y cuando sabes cómo activarlo, sutilmente ella va a hacer todo lo posible para asegurarse de que nunca la dejes. La estrategia es simple, pero devastadora. Después de crear esa conexión emocional profunda, introduces elementos muy sutiles de competencia. No hables de otras mujeres directamente; eso es de amateur. En lugar de eso menciona casualmente que tienes planes con unos amigos, que tienes una reunión importante, que alguien te invitó a algo interesante. Cuando ella pregunte detalles, sé vago: "¡Ah! Nada importante, solo trabajo." Pero que tu lenguaje corporal y tu energía digan lo contrario. Esa incongruencia va a activar su sistema de alerta. Su cerebro va a empezar a llenar los espacios vacíos con sus propios miedos. ¿Con quién estará? ¿Habrá otras mujeres? ¿Me estará perdiendo interés? El poder real de esta técnica está en el timing.

Primero la haces sentir completamente vista y entendida con el espejo emocional; después, cuando está en su punto más vulnerable y conectada contigo, introduces la incertidumbre sobre tu disponibilidad. Es como darle la droga más pura que ha probado, y después sugerir que tal vez no siempre va a estar disponible.

Su reacción será inmediata. Va a empezar a textearte más, va a buscar más tiempo contigo. Va a hacer cosas para impresionarte que antes no hacía, no porque seas manipulativo, sino porque has activado sus instintos más profundos de asegurar lo que percibe como valioso. Hasta ahora hemos cubierto la adicción a la validación, el poder de la incertidumbre, los espejos emocionales y el miedo al reemplazo. Pero, si crees que esto es fuerte, espérate a lo que viene, porque las siguientes debilidades tocan algo aún más profundo, su necesidad desesperada de sentirse seguras con un hombre que tenga verdadera presencia masculina. Y, cuando domines esto, no solo vas a tener su atracción, vas a tener su respeto y su devoción completa. Llegamos al momento de la verdad: las debilidades que te voy a revelar ahora son tan profundas que tocan el núcleo mismo de lo que las mujeres buscan en un hombre. Son las armas que separan a los hombres comunes de los que tienen un poder magnético absolutamente irresistible.

La quinta debilidad es su necesidad desesperada de seguridad emocional. Pero aquí está el truco que el 99% de hombres no entiende. No buscan a alguien que las proteja del mundo exterior, buscan a alguien que las proteja de su propio caos emocional interno. Necesitan un hombre que sea su roca cuando ellas se convierten en huracán.

Cuando una mujer está en plena tormenta emocional, gritando, llorando, haciendo drama, tu reacción en esos primeros 30 segundos determina si te va a respetar para siempre o si te va a perder el respeto para siempre. La mayoría de hombres colapsan, se ponen nerviosos, empiezan a disculparse, tratan de calmarla con palabras desesperadas: error fatal. Aquí está lo que vas a hacer: en lugar de eso, te conviertes en la calma absoluta en medio de su tormenta. Bajas tu voz, relajas tu cuerpo, la miras directamente a los ojos y, con una presencia inquebrantable, le dices: "Entiendo que estás dolida. Estoy aquí". No más. Tu energía calmada va a ser como un imán que la tranquiliza instantáneamente. Esta contención emocional que demuestras activa algo primitivo en su cerebro.

Su instinto le dice: "Este hombre puede manejar mi peor versión sin romperse. Si puede con esto puede con cualquier cosa." Y esa sensación de seguridad con tu fortaleza emocional la hace adicta a tu presencia.

Pero aquí viene la sexta debilidad, y esta es devastadora: su sensibilidad extrema al estatus social. No hablo solo de dinero: hablo de esa aura de respeto que algunos hombres proyectan sin esfuerzo.

Esa presencia que hace que meseros, empleados, amigos, incluso extraños, inconscientemente te traten diferente. Las mujeres tienen radares superdesarrollados para detectar tu posición social Observan cómo te comportas en un restaurant, cómo hablas con el úber, cómo reaccionan otros hombres a tu presencia. Si detectan que tienes estatus bajo, su atracción se desploma. Si detectan status alto, su atracción se dispara. La clave aquí no es fingir que eres algo que no eres, es desarrollar verdadera presencia masculina.

Habla menos, pero con más peso. Camina con propósito. Nunca te disculpes por ocupar espacio. Cuando entres a un lugar hazlo como si fuera tuyo.Esa confianza silenciosa y esa presencia comandante van a hacer que ella se sienta orgullosa de estar contigo.

Y ahora viene la séptima debilidad, la más peligrosa de todas. ¿Cómo reaccionan cuando les devuelves sus propias palabras? Las mujeres dicen cosas todo el tiempo: "Odio las mentiras, La lealtad es lo más importante, No soporto que me ignoren..." Pero después actúan de forma inconsistente con sus propias declaraciones. Aquí está la estrategia que va a desarmarla completamente, y es guardar esas declaraciones en tu memoria.

Cuando ella actúe de forma contraria a lo que dijo con calma y sin agresión, regrésale sus propias palabras: "Tú me dijiste que la honestidad era lo más importante para ti. ¿Cómo encaja eso con lo que acabas de hacer?" Esa confrontación suave, pero directa, con sus propias contradicciones, va a crear una disonancia cognitiva que la va a dejar sin palabras.

Su cerebro va a entrar en pánico, porque se da cuenta de que estás prestando atención a un nivel que otros hombres no lo hacen. Y esa atención detallada a sus palabras y acciones la va a hacer sentir completamente expuesta y, paradójicamente, más atraída hacia ti.

Pero la octava debilidad es la que une todo: la escasez de verdadera energía masculina. Vivimos en una época donde la mayoría de hombres han perdido su esencia masculina. Son inseguros, buscan aprobación constante, no toman decisiones firmes. Cuando una mujer se encuentra con un hombre que genuinamente posee presencia masculina sólida es como encontrar agua en el desierto. Esta energía masculina no es agresividad ni dominancia tóxica. Es calma inquebrantable, esa capacidad de tomar decisiones sin dudar, esa presencia que dice: "Yo me hago cargo de esto sin necesidad de palabras." Cuando desarrollas esta presencia, las mujeres se sienten naturalmente atraídas porque activa su feminidad más profunda.

Y llegamos a la novena y última debilidad, la que puede hacer que una mujer deje todo por ti: tu autorrespeto inquebrantable.

Esto significa tener estándares no negociables, y la voluntad de caminar lejos de cualquier situación incluso de una mujer increíble si no respeta esos estándares. Cuando una mujer ve que tienes el poder de irte que no necesitas desesperadamente su aprobación o su presencia su respeto hacia ti se multiplica exponencialmente, porque se da cuenta de que estar contigo es un privilegio, no un derecho. Y esa realización la va a hacer valorarte de una forma que nunca has experimentado antes.

Estas son las nueve debilidades que Maquiavelo habría usado en el juego moderno del amor. Pero recuerda, con un gran poder viene una gran responsabilidad. Usa estas estrategias para crear conexiones auténticas y relaciones poderosas, no para lastimar o manipular. Porque, al final del día, el verdadero poder masculino consiste en elevarte tanto a ti como a la mujer que tienes a tu lado.

Ahí las tienes, nueve debilidades femeninas que Maquiavelo habría usado para dominar el juego moderno del amor, desde controlar su adicción a la validación hasta desarrollar un autorrespeto inquebrantable que las haga valorarte como el premio que realmente eres. Pero aquí está la verdad final. Estas no son manipulaciones baratas, son principios de atracción natural que funcionan porque respetan la psicología femenina más profunda. Cuando las aplicas con integridad, no solo consigues la mujer que quieres, te conviertes en el hombre que mereces ser.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Buenas novelas escritas por mujeres

Lara A.Serodio, "20 libros escritos por mujeres que merece la pena leer", El País, 7de octubre de 2015:

Al faro, de Virginia Woolf (1927). Más allá de lo que podemos conocer de Virginia Woolf gracias al cine, la autora merece ser leída sin miedo y sin contemplaciones debido a lo imponente de su estilo tan marcado; su obra puede y debe ser alcanzable para muchos. Al faro es un bello ejemplo del tan latente viaje por el subconsciente en la pluma Woolf pero, sobre todo, es una oda al paso del tiempo. La Parte II de Al Faro debería poder enmarcarse y admirarse como un cuadro.

Mansfield Park de Jane Austen (1814). No hay lista que se precie que no cuente con Jane Austen. A pesar de que puede resultar repetitivo, Austen sigue presente no por moda sino por mérito propio: su prosa habla directamente al presente cómo pocos se pudieron imaginar que haría un texto que el año pasado cumplió 200 años. Os animamos a que paséis por las páginas de Mansfield Park, una de las obras de la autora más controvertidas en su época.

Cómo las hermanas García perdieron su acento, de Julia Álvarez (1992). Entre temas tales como hacerse mayor y el cambio y asimilación de una nueva cultura, la narración de la autora dominico-americana vuelve a mezclar la autobiografía con la ficción, narrando cómo unas jóvenes inmigrantes se ven afectadas por la terrible sensación de pertenecer a dos culturas y a ninguna a la vez.

El amante, de Marguerite Duras (1984). De nuevo, una novela con grandes dosis de autobiografía, es la obra de mayor éxito mundial de la autora criada en la indochina francesa Marguerite Duras. Llena de tormento, destrucción y erotismo, El amante hace querer adentrarse más en la vida de su enigmática autora.

Tell me a riddle, de Tillie Olsen (1961). La historia de la propia autora es tan fascinante como su primera obra publicada, un conjunto de desgarradores relatos escrito cuando contaba con más de 50 años. De origen judío y pobre, Tillie Olsen tuvo que posponer el derecho a dedicarse a la escritura para educar a sus hijos mientras hacía malabares entre decenas de trabajos. Conocer y leer Tell me a riddle es un regalo como pocos.

El cuaderno dorado, de Doris Lessing (1962). Un libro que pide de la alta participación del lector y que parte de la premisa de cuatro cuadernos que documentan la vida de su protagonista entremezclando la narración entre sí. Antibelicista, feminista, política en cada tema de cada una de sus obras, Lessing traslada como nadie la crítica social y el conflicto cultural buscando siempre despertar la conciencia sobre la situación de la mujer en la sociedad.

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers (1940). La primera novela de su autora, escrita cuando esta tan solo contaba con 23 años, dibuja como es habitual en autoras de esta época narraciones autobiográficas. Esta novela abre una puerta al sur profundo de los Estados Unidos de la década de los 30 de la mano de un sordomudo solitario y el grupo disparatado de personajes a los que atrae.

Beloved, de Toni Morrison (1987). Esta desgarradora novela, ganadora del Pulitzer en 1988, está dedicada a todos los esclavos que murieron a causa del tratado Transatlántico, y constituyó uno de los primeras alegatos en el camino entorno a honrar el recuerdo de ese episodio de la historia afro-americana.

A girl is a half-formed thing, de Eimear McBride (2013). Pese a ser la ganadora de infinitos premios por esta, su novela debut, todavía no contamos con la traducción al castellano del texto. Tal vez tarde en llegarnos como tardó la nueva autora favorita de Irlanda en publicarla desde su escritura, 9 años. La narración, al más puro estilo Virginia Woolf y de influencias tales como Joyce o Faulkner, nos habla de las complejas relaciones familiares a través de la enfermedad de uno de sus miembros.

Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite (1992). Parece que hay un tiempo y un lugar de nuestras vidas para leer y sentirnos identificados con la narración de Martín Gaite entorno al reencuentro de dos amigas y la reconstrucción de su relación a través de cartas. De manera inequívoca, esta narración nos anima a reorganizar los rincones más caóticos de nuestra mente y trasladarlos al papel.

El cuento de la criada de Margaret Atwood (1985). Alejándose de las narraciones clásicas, y asentando un futuro alejado de la realidad a modo distópico como punto de partida, Atwood nos plantea una sociedad sin valores y donde la mujer pasa a tener únicamente un uso reproductivo. Activista política y pro-derechos humanos, la autora no deja el tema de género fuera de vista en ninguna de sus obras.

NW London de Zadie Smith (2012). Como si de la Hanif Kureishi femenina se tratase, Zadie Smith lleva desde bien joven (apenas tiene 40 años) sorprendiendo al panorama actual de las letras británicas. NW London, escrita de la manera más fresca y experimental, es su última contribución al retrato de una vasta ciudad como es la capital inglesa y de su multicultural vida urbana.

Cómo ser mujer de Caitlin Moran (2011). Caitlin Moran es un personaje en sí misma y tanto es así, que ha conseguido enganchar a millones de personas gracias a sus opiniones y vivencias. De manera nada convencional, esta crítica, columnista y ahora escritora de ficción es el epítome del movimiento feminista que, sin pelos en la lengua, ha conseguido darle una bocanada de aire fresco a temas que parecían absurdamente casi tabúes hasta el día de hoy.

La pianista de Elfriede Jelinek (1983). Aunque mundialmente reconocida por la adaptación cinematográfica que dirigió Michael Haneke y protagonizó Isabelle Hupert en 2001, esta perturbadora historia  que trata la sexualidad femenina de manera desgarradora es una de las novelas más significativas de la austríaca Elfriede Jelinek, ganadora del Nobel de Literatura en 2004.

La campana de cristal, de Sylvia Plath (1963). Denominada en ocasiones como El guardián entre el centeno femenino, la única novela publicada de la poetisa Sylvia Plath es una narración prácticamente autobiográfica sobre el descenso hacia la enfermedad mental que sufrió la autora en los años 50. Su calidad basta como mérito, aunque igualmente alcanzó la fama por el sonoro suicidio de Plath meses después de su publicación.

¿Hay alguien ahí fuera?, de Marian Keyes (2006). Erróneamente metida en el mismo saco del resto de autoras chick-lit, género que se ha visto vapuleado desde su auge a inicios de los 90, Marian Keyes no solo consigue erigirse como la reina del género, sino que lo lleva siempre un paso más allá, tratando temas para nada habituales en narraciones similares. Probablemente ¿Hay alguien ahí fuera? no sea el más famoso de su amplia bibliografía, pero es el más emotivo y el que seguro consigue convencer a los escépticos de su talento.

El buen nombre, de Jhumpa Lahiri (2003). De origen indio, esta autora traslada a las páginas de El buen nombre dos historias relacionadas con el sentimiento de verse atrapado entre dos culturas: la de una pareja India que lucha por lograrse un porvenir en América con sus consiguientes problemas de adaptación, y la de sus hijos, que pese a haber nacido estadounidenses, se ven arrastrados por su bagaje cultural.

Perdida, de Gillian Flynn (2012). Uno de los últimos superventas es, además de la sorpresa de los últimos años, un libro que rezuma calidad en cada página. Lo que en términos anglosajones se define como page-turner (un libro cuyas páginas se pasan casi como se respira), Gillian Flynn tiene el arrollador talento como para engancharnos a una narración tan bien escrita e incluso como para encargarse personalmente de la maravillosa adaptación cinematográfica que vino de la mano de David Fincher en 2014.

Cuentos completos, de Dorothy Parker (1995). Llena de su clásico humor mordaz y su sátira que tantos elogios como críticas le reportaron, esta compilación de toda su narrativa es la mejor manera de adentrarse en una autora imperdible como es Dorothy Parker. Un personaje ya en sí misma, retrato clave de cómo entender el empoderamiento de la mujer en América durante la primera parte del siglo XX.

Silas Marner de George Eliot (1861). Mary Ann Evans es el nombre que se esconde tras el pseudónimo de George Eliot, autora que, como muchas otras del siglo XIX, tuvo que hacerse servir de un nombre de hombre para poder ver su obra publicada. George Eliot aparece habitualmente en todas las listas de mejores novelas con Middlemarch, considerada una de las grandes novelas de la literatura inglesa, otra gran recomendación.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Las mujeres, ah, las mujeres.

Dice el periódico El País que el biólogo alemán y catedrático de la Universidad de Munich Josef H. Reichholf, en su nuevo libro Por qué los hombres se volvieron sedentarios, sostiene que nos volvimos agricultores hace 10.000 años para beber cerveza y embriagarnos o emborracharnos, ya que ese hecho creaba cohesión social, dando pie a la llamada revolución del Neolítico, y no con el fin prioritario de mejorar o asegurar la alimentación.

Igual iniciamos la revolución del Neolítico para soportar mejor a nuestras mujeres, ahogando nuestras penas en alcohol; las mujeres siempre han estado en el centro de los grandes avances y progresos de la Humanidad. Eso explicaría la avisada deducción del profesor y biólogo, catedrático de la Universidad de Munich, Josef H. Reichholf...