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jueves, 11 de diciembre de 2025

Drogas sin adicción curan y están prohibidas. Tabaco y alcohol legales dañan y son adictivos.

 David Erritzøe: "No hay rastro de adicción tras el uso de psicodélicos. Es más, ayudan a dejar de ser un adicto", en El Mundo, por Rebeca Yanke, 10 diciembre 2025:

El director clínico del Centro de Investigación de Psicodélicos del Imperial College de Londres pasó por Madrid para dar una conferencia sobre los retos de la salud mental y las terapias con sustancias como la psilocibina y la ketamina.

Uno ve llegar a David Erritzøe y podría pensar que es pintor, quizá profesor, puede que músico. Pero este danés es uno de los científicos más reputados del mundo en el estudio terapéutico de los psicodélicos, drogas que en los últimos años empiezan a aceptarse como medicinas en unos cuantos países del mundo.

Las permiten algunos estados de EEUU, Canadá, Alemania, República Checa, Suiza, Australia, Nueva Zelanda, Portugal, Jamaica, Brasil, Perú y Países Bajos. En este momento, hay siete ensayos clínicos en fase 3, la previa a la comercialización, de medicinas en las que el compuesto principal forma parte de la familia psicodélica. En ella, es la psilocibina -una sustancia natural presente en algunos hongos y parecida a la ayahuasca en los efectos-, una de las más empleadas, pero en el tablero participan también otras con mayor estigma, como el LSD, la ketamina o el MDMA.

Erritzøe es psiquiatra y neurocientífico e investiga sobre ello en el Centro de Investigación Psicodélica del Imperial College de Londres. Recientemente fue invitado por la Fundación Inawe a dar una conferencia en el Colegio Oficial de Médicos en Madrid, dentro de su primer congreso sobre el uso terapéutico de psicodélicos.

En un patio cercano al aula Ramón y Cajal, responde a esta entrevista mientras a su alrededor decenas de estudiantes de Psicología le observan con máximo interés porque saben que la próxima gran revolución de la psicoterapia depende de sus hallazgos. Él afirma que «los psicodélicos se han probado y demostrado eficaces en el tratamiento de depresiones profundas o trastornos como el estrés postraumático (PTSD)», pero resulta que donde mejor funcionan es ayudando a adictos a dejar de serlo.

PREGUNTA. ¿Podría explicar con sencillez cómo una droga permite a un adicto a otras drogas dejar de serlo?

RESPUESTA. Sé que pertenezco a este campo de trabajo pero no deja de sorprenderme que todo lo que rodea a este asunto sea siempre tan controvertido o difícil de interpretar. Dicho esto, ¿qué es una droga? El alcohol es droga. Los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS) son drogas. Y las ilícitas son drogas también. ¿Qué hacen al cuerpo? ¿Y qué concepto de droga es el que se ha colocado en el lado de la ilegalidad? Esto es un constructo completamente diferente, y es además arbitrario en lo relativo a los riesgos y los beneficios que otorgan. Los psicodélicos deberían haber sido clasificados en una categoría de regulación legal dado su perfil riesgo-beneficio. Pero no es lo que ha pasado. Y luego tienes drogas legales y menos estigmatizadas precisamente por ser legales o por formar parte de una cultura. Pero se ha prescrito que el grado de riesgo es más alto en los psicodélicos.

P. ¿Cómo actúan estos?

R. Los psicodélicos son drogas desafiantes y difíciles, y también interesantes en lo que se refiere al aspecto psicológico, y más seguros que otras en lo que respecta a los riesgos, porque son mucho más que casi cualquier otra droga que podamos pensar. La heroína es una experiencia en el fondo fácil, aunque podrías morir por una sobredosis; dejar directamente de respirar. La heroína puede destruir la vida de una persona pero, psicológicamente, es una experiencia sencilla. Lo mismo sucede con los estimulantes, drogas que aumentan e inflan el ego, drogas charlatanas que acarrean sin embargo dependencia y toneladas de problemas, cardiovasculares, etcétera. Los psicodélicos son un poco lo contrario, o funcionan al revés.

P. ¿Por qué son ilegales, entonces?

R. Sucedió durante un proceso de tomas de decisiones políticas y legales arbitrarias que no tenían nada que ver con la salud ni con los posibles beneficios médicos de la ciencia psicodélica. Se ha simplificado en exceso. Sólo porque alguien los haya puesto a todas en la gran olla de la ilegalidad no significa que deban ser comparadas entre ellas, porque no son iguales. Los beneficios están demostrados en el caso de compuestos como la psilocibina: hay beneficios potenciales para la salud, el desarrollo de tratamientos, el autodesarrollo, la exploración intelectual de las personas, sus propias mentes y vidas, y la comprensión de sí mismos y del mundo.

P. Entonces, ¿no causan dependencia?

R. Son herramientas muy útiles y poderosas. No debemos temerlas porque no causan adicción. Al menos los psicodélicos clásicos. Un poco diferente es la ketamina, un psicodélico atípico o no clásico, como algunos lo llamarían, o el MDMA y derivados, compuestos psicodélicos novedosos que están relacionados con los clásicos pero tienen características diferentes. Algunos de ellos tienen mayor riesgo que los clásicos. Así que todo depende de la molécula exacta de la que estemos hablando.

P. Una de las sustancias más usadas ahora es la psilocibina, ¿puede hablarnos más de ella, por favor?

R. Los psicodélicos serotonérgicos clásicos, como es la psilocibina o el LSD, son fisiológicamente muy seguros. Tienen un riesgo extremadamente bajo de formar un comportamiento dependiente. Pero son psicológicamente muy desafiantes. Por eso necesitas un colchón terapéutico y psicológico seguro a tu alrededor cuando los tomas. Mientras que las otras drogas funcionan al revés: puedes tomar un estimulante sin necesitar que ningún terapeuta lo examine. Vas a tener un gran momento, pero podrías terminar cayendo en un uso dependiente y con un fuerte impacto fisiológico en tu cerebro. Por eso me parece una locura que, sin explicar el medicamento, éste se declare ilegal. Conozco la pregunta que se harán muchas personas: '¿por qué darle a un adicto a una sustancia ilícita, otra sustancia ilícita?' Pero esto es así porque en un momento dado alguien lo consideró ilícito. No hay correlación entre riesgos y beneficios y el lugar que ocupa esta sustancia en términos de ilegalidad.

PREGUNTA. La historia nos dice que la gran época de la investigación con psicodélicos fue la década de los 60, que el presidente de Estados Unidos Richard Nixon destruye en los 70, durante su guerra contra las drogas. ¿Se ha perdido mucho tiempo?

RESPUESTA. Demasiado. Demasiado tiempo perdido en el desarrollo medicinal de ciertas drogas. Se siguió investigando un poco en animales y también algo en Suiza por parte de colegas estadounidenses, y algo también en EEUU, pero muy poco. Hasta que la investigación volvió suavemente y algunas personas, de repente, fueron autorizadas a hacer algunos estudios, y eso terminó por abrir lentamente esta nueva era o renacimiento de la ciencia psicodélica de la que ahora todos somos parte. La inactividad la genera Richard Nixon, como mencionaba, dando un final brutal a la investigación con psicodélicos. Se ha perdido un tiempo precioso. Aunque algunos dirán: «Bueno, ahora estamos mucho más preparados».

P. ¿Lo estamos?

R. Sí, desde luego. Pero la gente no era idiota en ese entonces. Hubo grandes profesionales, científicos y pacientes con las mismas historias que ahora. Es una pena tanto tiempo perdido, pero no podemos cambiar el pasado. Hay que buscar resquicios de esperanza, y la podemos encontrar por ejemplo en la evolución de la terapia de conversación. Hace 100 años era muy psicodinámica, psicoanalítica, Freud, etcétera. Luego vino un enfoque muy cognitivo, se desarrolló la terapia cognitivo-conductual y, ahora, tenemos esta tercera ola en la que se mezclan muchas cosas: mindfulness, ejercicio somático... Hay muchas terapias conversacionales en maduración que encajan bastante bien con la terapia psicodélica. Tal vez la psicoterapia ha madurado de forma espontánea, y esto brinda oportunidades a los psicodélicos. Un campo a explotar en el que ya hay muy buenas escuelas, formaciones, terapeutas clínicos con experiencia y nuevos enfoques. Todo esto puede combinarse de manera significativa y segura con los psicodélicos.

P. Usted viene también de la neurociencia y es un especialista en imagen cerebral. ¿Cómo ha evolucionado su investigación?

R. No tenemos aún el método perfecto, no entendemos completamente el cerebro, apenas estamos arañando su superficie, pero la arañamos mejor que en los 70 así que creo que podemos entender mejor lo que sucede. En todo lo que hemos publicado hasta el momento sobre imagen cerebral tras el uso de psicodélicos no hemos encontrado ningún signo de adicción. Las personas con adicciones vienen a tratarse a nuestro centro y estamos configurando dos nuevos ensayos, uno para la adicción al juego y otro para la adicción a los opiáceos, donde intentaremos tratar a estas personas con terapias de psilocibina. Hay incluso mucho trabajo publicado sobre la terapia con ketamina para la adicción al alcohol. Sé que es una paradoja tratar la adicción al alcohol con ketamina, pero lo cierto es que funciona muy bien.

P. Explique cómo lo consigue, por favor

R. La característica principal del psicodélico es la oportunidad para generar cambios, para romper ciclos y patrones de conducta y mejorar el bienestar, la resiliencia, la creación de significado... Y todo eso es muy importante para una persona que está atrapada en la adicción y realmente sufriendo. Se necesita algo transformador, y la psilocibina es un instrumento perfecto para generar esa experiencia transformadora, las personas no se vuelven adictas a ella porque no pasa por los sistemas del cerebro que hacen que las personas se vuelvan adictas.

P. ¿Qué debería suceder entre los profesionales de la salud mental para aceptar estos tratamientos?

R. Uno de los psiquiatras que trabajan conmigo en el Imperial College hace retiros en lugares donde es legal el uso de la psilocibina y tiene un perfil muy concreto e innovador: está muy informado terapéuticamente y es muy abierto y reflexivo en cuanto a la relación con los pacientes. Esto debería estar sucediendo, sucede, pero lo necesitamos a mayor escala: profesionales que sean capaces de colaborar con otros, como psicólogos y terapeutas.

P. ¿Qué función tendría cada profesional?

R. El psiquiatra puede trabajar con la ketamina o la psilocibina y el terapeuta ayudar a experimentarla y catalizarla. Juntos hacen que el espacio donde sucede la ingesta sea seguro para los pacientes. Pero la psiquiatría convencional no ha llegado aún a este nivel. No se entiende del todo bien qué es un estado alterno de la conciencia, que es lo que consiguen los psicodélicos. Y habría que tener la humildad de reconocer que un psiquiatra solo no puede solucionar las cosas. Ojalá hubiera más centros donde terapeutas y psiquiatras trabajaran juntos.

P. ¿Qué propone?

R. Me atrevo sólo a sugerir: tenemos los medicamentos, tenemos los profesionales, ¿por qué no generamos los espacios seguros en los que poder trabajar en pro de los pacientes? Hay evidencia para el tratamiento de adicciones con ketamina incluso para el TOC y, particularmente para la depresión o el PTSD.

II

Andy Mitchell. Los diez viajes del gurú de las drogas psicodélicas: "No son una puerta que todos debamos abrir", en El Mundo, por Ricardo F. Colmenero, Lucía Martín, 23/10/2024:

LSD, ayahuasca, hongos... El terapeuta experto en trastornos mentales ha probado los psicodélicos, naturales y sintéticos, que podrían usarse con fines médicos en pleno debate sobre su legalización. Lo cuenta en su nuevo ensayo. "No son una puerta que todos debamos abrir", advierte

Advertencia: lea atentamente este artículo y, en caso de duda, consulte a su médico o farmacéutico, porque vamos a hablar sobre drogas. Los psicodélicos están de moda. La literatura científica ha reabierto la caja de Pandora, y ha llegado a la conclusión de que siguen siendo un misterio. Por eso el neuropsicólogo Andy Mitchell ha decidido enfocar el asunto desde la literatura de viajes.

Acompañado de científicos, gánsteres, capitalistas de riesgo, estafadores, psiconautas y chamanes, Mitchell viaja a un laboratorio de neuroimagen, a la Amazonia colombiana, a Silicon Valley y a la cocina del sótano de un amigo para hacer de cobaya. En 10 viajes. La nueva realidad de las drogas psicodélicas (Debate), el inglés va probando la gastronomía psicodélica planetaria al tiempo que escribe todo lo que ve, lo que no significa que, necesariamente, estuviera allí.

Tras décadas de satanización y criminalización, las drogas psicodélicas intentan colarse de nuevo en la psiquiatría tradicional. La psilocibina y el MDMA quieren ser terapia. Las universidades y Wall Street quieren apuntarse. Y a pesar de la preocupación por provocar consecuencias no deseadas, sólo en Estados Unidos el valor de mercado de los hongos alucinógenos previsto para el año 2028 es de 6.400 millones de dólares, lo mismo que los alimentos para bebés, y diez veces más que las pastillas de chocolate M&M's.

Un reciente estudio publicado en New England Journal of Medicine enfatizaba los beneficios de los hongos alucinógenos para tratar la depresión. Mientras otros le imputan propiedades para tratar el estrés postraumático, el alzhéimer, los aneurismas, el dolor crónico, las enfermedades oculares, la inflamación y problemas inmunitarios. Fondos de capital riesgo han creado start-ups, como Compass Pathways y Atai Life Sciences, que compiten para desarrollar y patentar la medicación del futuro.

-¿Cree que ha sido un error la ilegalización?- preguntamos a Mitchell.

-Ha sido una mala idea. En términos de investigación hay un agujero de 30 años. A veces anuncian un descubrimiento, pero muchas propiedades ya eran sobradamente conocidas en los años 50 y 60. Había más libertad para investigar y el gobierno lo apoyaba. Y aunque ahora se están haciendo investigaciones, llegar a ensayos clínicos a gran escala en problemas de salud mental y expandirlos luego a los sistemas médicos es casi imposible. Así que la censura continúa. Pero creo que es inevitable que al final veamos algún tipo de legalización, que puede ser impulsada por la cantidad de inversión que hay ahora, porque se puede ganar mucho dinero.

-Entonces, ¿ya no generan adicción?

-Hay una disputa muy antigua sobre hasta qué punto una sustancia tiene propiedades adictivas y hasta qué punto es el entorno, la fisiología y la motivación emocional. Y el debate es irresoluble porque se puede probar en cualquier dirección. Lo que está claro es que la adicción afecta mayormente a personas de nivel socioeconómico bajo. A veces parece que los médicos lo utilizan como una forma de categorizar a los pacientes, y hay investigaciones que demuestran que si son adictos reciben una peor atención. Yo sé por mi propia experiencia que tengo más capacidad adictiva que otros. Si vuelvo a fumar un cigarrillo por primera vez en 25 años, sé que voy a querer otro 15 minutos después, y eso no es por el entorno, sino por mi fisiología individual. La mentira y la adicción son primas hermanas, y quiero ser sincero.

Las drogas, cuenta Mitchell, «te harán feliz, ecologista, valiente, liberal, inteligente, creativo, iluminado y dispuesto a enfrentarte a la muerte». Pero también «te volverán inseguro, aterrado, loco, conservador, anárquico y gamberro. Ambas experiencias son posibles, y ambas son buenas, porque estás desarrollando una tolerancia a dificultades que la vida te puede poner delante».

En su primer viaje, Mitchell recibe una superdosis de ketamina por vía intravenosa mientras le escaneaban el cerebro en una máquina de resonancia magnética. En el segundo viaje toma hongos mágicos con el padre Bede Healey, un monje católico que además era psicoanalista y psicólogo clínico, y que llevaba años padeciendo depresión. En el tercero, MDMA: «Aquél fue el episodio más terrorífico de mi vida. Pude vislumbrar distintas expresiones de la locura, imagino que no muy distintas a las de los pacientes de psicosis aguda a los que he tratado en el pasado».

-Muchos de los que han ido a un viaje psicodélico no han muerto, pero tampoco han vuelto.

-Con los psicodélicos tradicionales más potentes existe el riesgo de que puedas iniciar un proceso psicótico, y sabemos muy poco sobre los procesos psicóticos, y asumimos que las personas eventualmente regresan. Pero cuando regresan, ¿en qué sentido han cambiado? A veces pueden alterar para siempre su relación con la realidad, y eso es en parte lo bueno de los psicodélicos, que puedes romper viejos malos patrones, pero también romper los buenos.

La humanidad, a ojos de Mitchell, está emprendiendo otro «mal viaje» que le está desconectando de la realidad, y que no supone consumir nada ilegal: «Las personas pueden o no cambiar, pueden descanalizar sus mentes recurriendo a la terapia, la meditación, los paseos en la naturaleza y las drogas; mientras tanto, nuestro entorno digital hace lo contrario: es todo canalización, un canal que se hace más profundo con cada clic gracias a algoritmos diseñados para hacer que nuestros cerebros sean más predecibles, menos nuestros. La gente ha empezado a consultar ChatGPT como si un chamán pudiera consultar a un dios. Quiero descargarme qué sucederá en el futuro, cómo mejorar mi vida y que me digas quién soy. Transferimos a la IA el poder que hace 2.000 años dábamos a un chamán en Perú. En este momento está apareciendo mucho artículo sobre salud mental diciendo que los psicodélicos nos ayudarán a conectarnos con nuestra cultura y nuestro entorno. Eso es para los pueblos indígenas, convertirse en parte del universo, mientras que para Occidente es una forma de desconectar».

Mitchell también viaja a la Ibogaína, el «enteógeno más poderoso conocido por el hombre. La molécula psicoactiva más potente sobre la faz de la Tierra...», procedente de la iboga, un arbusto de la selva tropical originario de África. En una trayectoria de norte a sur que sigue con la ayahuasca, y más tarde el LSD.

-Es que a veces parece que sólo ves dibujos animados o que llevas unas gafas de realidad virtual y no acabo de cogerle el punto.

-En mi caso, pienso y leo mucho sobre Neurociencia, sobre naturaleza, sobre Filosofía, y a veces quiero tener experiencias en primera persona que me ayuden a esclarecer ciertas cosas. Siempre he tenido esa disposición, pero tengo amigos que no están interesados en este tipo de cosas y no son ni mejores ni peores. No creo que los psicodélicos sean una puerta que necesariamente todos debamos abrir, que es lo que a menudo sugiere la literatura.

"Gran parte del discurso a favor de los psicodélicos es que resolverán los problemas de la humanidad pero la humanidad no es un problema que haya que resolver", Andy Mitchell

Eso ahora, porque antes de rozar los 50, Mitchell no se había acercado a una droga psicodélica. Criado en Leeds, su primera droga fue la música, y se convirtió en cantante de una banda punk llamada Armitage Shanks, como el principal fabricante de inodoros del Reino Unido. Después estudió Literatura Inglesa en Oxford, fundó una ONG para personas sin hogar, luego otra para bandas mexicanas de Los Ángeles, y luego otra para niños discapacitados en el norte de la India. Acabó este ciclo de su vida haciéndose monje durante tres años en California. Y a los treinta y pocos años se metió de lleno en la Psicología y la Neurociencia, para regresar a la literatura.

En Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, la coca se convierte en una versión psicodélica de El libro de la selva. «Las hojas de coca aportan claridad mental, promueven la sensación de conexión con los demás y con la Madre que se necesita para los ritos de adivinación. También sirven como estimulantes para realizar trabajos agrícolas o recorrer a pie las prodigiosas distancias requeridas para el cuidado de todo el territorio. El efecto moderadamente eufórico da pie a danzas y música, que se consideran formas sociales de pago. También promueve la excitación sexual para la concepción, reduce el hambre y ofrece nutrición al mismo tiempo, ya que es rica en vitaminas, factor importante en un contexto de relativa escasez de vegetales como el de la sierra. Además, es un símbolo de reciprocidad: siempre que un hombre se encuentra con otro, se intercambian hojas en señal de respeto».

Aproximadamente el 40% de las drogas farmacéuticas occidentales proceden de plantas que llevan siendo utilizadas siglos por pueblos indígenas, lo cual no se limita a los psicodélicos, sino también a medicamentos básicos como la aspirina o el fármaco para la quimioterapia Taxol.

-¿Cree que cambiará la forma de ejercer la Medicina? ¿Qué ya no vale con tomar una pastilla tres veces al día sino que hará falta un acompañamiento tipo chamán?

-Es complicado coger una práctica que tiene milenios, sacarla de un entorno y trasplantarla a un contexto occidental moderno, donde tenemos ideas muy fijas sobre el tratamiento psiquiátrico, y lo que es la relación entre un médico y un paciente. Muchos de los paradigmas de investigación de los últimos 20 años han tenido una noción muy simplista. Tomamos un poco de algo que está ligado a una cultura y lo pegamos en nuestro modelo médico. Hay que ser humilde sobre lo que es posible dándole a alguien una pastilla cuando el resto de su entorno sigue siendo occidental. Aunque haya tenido una experiencia increíble durante cuatro horas, ¿eso va a cambiar su perspectiva a largo plazo? ¿Estamos tratando con algo que tiene que ver sólo con la neurofisiología, o con algo que tiene que ver con la naturaleza de nuestra existencia?

Sin embargo, al final del libro, Mitchell echa un jarro de agua fría sobre el futuro de la Medicina Psiquiátrica: «Nunca he conocido a un médico que considere los trastornos mentales como problemas que deban ser resueltos. Nuestra salud mental, igual que la física, es irreparable a largo plazo, del mismo modo que nuestro sufrimiento es inevitable, y cuanto más creamos en su evitabilidad, más patologizaremos nuestro fracaso».

-No parece muy optimista.

-Tal vez haya algo de escepticismo británico en la frase. Pero gran parte del discurso a favor de los psicodélicos es que resolverá los problemas de la humanidad, y la humanidad no es un problema que haya que resolver. Hay mucho discurso utópico, como si pudieran erradicar todos los problemas y descubrirnos quiénes somos. Pero ser un humano es tener cierto grado de sufrimiento, aprender a tolerarlo y aprender a digerirlo. Es todo lo que quería decir con esa frase.

III

La alucinógena historia del LSD, de los calabozos nazis y los cuarteles de la CIA a la época hippie: "Vivimos un renacimiento psicodélico", en El Mundo, Josetxu L. Piñeiro,  19/11/2024:

El periodista alemán Normal Ohler retrata en su nuevo libro el amanecer de la era psicodélica tras el fin de la II Guerra Mundial en un viaje lisérgico que conecta la ciencia, la cultura de las drogas y su uso por parte de los gobiernos: "Nadie podía estar seguro de lo que había desayunado"

Unas Navidades, el inesperado regalo que recibió la madre con Alzheimer de Norman Ohler (Zweibrücken, Alemania, 1970) fue un misterioso sobrecito azul con la S de Superman. Dentro, su hijo había puesto LSD, el psicodélico más famoso. Ohler, como periodista y escritor, ya venía documentándose sobre este tipo de drogas y conocía un estudio que reportaba cierta mejoría en casos de demencia al suministrar microdosis del alucinógeno. Lo comentó con su padre y juntos decidieron colocar el compuesto entre los paquetitos del árbol navideño. No tenían nada que perder.

El propio Ohler comparte la anécdota en Un viaje alucinógeno. Los nazis, la CIA y las drogas psicodélicas (Crítica), un trepidante ensayo donde se adentra en los episodios más negros del siglo XX para explicar cómo el LSD descarriló de su propósito medicinal inicial para convertirse en una especie de sustancia maldita vinculada a los experimentos químicos más espeluznantes de la guerra mental, un subproducto de la que se luchaba con metralletas.

"En el libro trato de responder a la pregunta que me hizo mi padre, juez jubilado, cuando le enseñé el estudio sobre el LSD y el Alzheimer. Me dijo: '¿Por qué no puedo comprarlo en una farmacia si tan útil es?' Investigué y descubrí que, más allá de los riesgos que tiene para la salud, la sustancia era ilegal más bien por razones políticas e históricas", explica el autor por Zoom desde un Berlín que amanece bañado en aguanieve.

En su ensayo, el escritor alemán nos teletransporta al laboratorio de Sandoz, la farmacéutica suiza que sintetizó el LSD en 1938; a los truculentos calabozos nazis donde se testó como suero de la verdad durante la II Guerra Mundial; y, más adelante, a las oficinas más oscuras de la CIA durante la Guerra Fría. Como en una novela de espías, la fórmula fue pasando de mano en mano. Una belicosa carrera de relevos donde, al final, todos perdieron de vista el interés médico del producto.

"Encontré evidencias de que las SS usaron psicodélicos en el campo de concentración de Dachau con prisioneros", retoma el alemán para empezar desde el principio. "A partir de ahí, me planteé si el LSD también se habría usado y encontré un documento probatorio de que en 1943 la farmacéutica suiza Sandoz envió ergotamina, un precursor del LSD, a Richard Kuhn, el nazi que lideraba el desarrollo de armas bioquímicas para el Reich. Estaba claro que a él le interesó esta sustancia y que el compuesto apareció en Dachau".

Los médicos que se metieron de todo en el XIX: "Está bien que yo lo haga porque soy científico, pero usted no debería"

Mientras los nazis lo pervertían con sus atroces experimentos, Sandoz siguió ensayando con el LSD en Suiza para desarrollar un medicamento. Los conejillos de indias fueron sus propios empleados, quienes refirieron sentirse más que felices de su existencia tras aquellos primeros viajes psicodélicos de la historia. Aquel entusiasmo postizo prometía mucho: "Pensaron que el revolucionario fármaco sería de gran ayuda tras la guerra, en un escenario de trauma y depresión para millones de personas".

Pero el destino tenía planes bien distintos: "Cuando los americanos liberaron Dachau encontraron documentos nazis sobre los experimentos que las SS habían hecho con el LSD como suero de la verdad y pensaron que para ellos también sería interesante disponer de algo similar en la Guerra Fría, que concebían también como una guerra mental. Así que presionaron a Sandoz para que no lanzara el LSD al mercado".

Los agentes americanos no querían que la sustancia cayera en manos de los comunistas y en Sandoz temían que las represalias alcanzaran a otros productos, así que los suizos no se la jugaron. Ya saben: como las irrechazables ofertas de las películas de la mafia. En ese escenario de posguerra, los estadounidenses supieron adelantarse al resto de potencias para conseguir el valioso know how. De hecho, llegaron a contratar a Kuhn como asesor a sueldo. Sí, el nazi ario de los monstruosos experimentos en Dachau.

"Le entrevistaron en 1945 y él les puso sobre la pista del LSD, así que se anticiparon a los soviéticos", refiere el entrevistado. Los yanquis se hicieron con todo el kit: los expertos, la información top secret y el producto. Embarcaron el LSD hacia Estados Unidos y allí empezó el desmadre psicodélico a la americana. Primera estación del despendole: las oficinas de la CIA.

"La CIA tenía un programa de control mental, MK ULTRA, con un tipo llamado Sidney Gottlieb al frente que había requisado el LSD en Suiza. Al volver a casa, decidió probarlo para comprender cómo actuaba la sustancia y también se la proporcionó a sus colegas, quería que le reportaran qué habían sentido con vistas a usarla como arma. Pero, además, se la dio a otros agentes sin su consentimiento. Les echaba una gota en el café por la mañana y luego los observaba: quería testar los efectos pillándolos desprevenidos. Es la época loca donde en la sede de la CIA nadie podía estar seguro de lo que había tomado en el desayuno", desarrolla Ohler.

El desenfreno psicodélico enseguida permeó hacia otros escenarios de la sociedad americana. Siguiente parada: la universidad: "El primer test con ciudadanos de a pie tuvo lugar en Harvard, lo hizo un profesor llamado Beecher que era consejero de la CIA. Básicamente continuó en Harvard los test de las SS en Dachau".

"La CIA abrió la caja de Pandora, aunque no fuera su intención"

La investigación -y con ella el ácido de propiedades alucinógenas- se propagó después por los barrios de la contracultura: "Tenían dos pisos francos, uno en Nueva York y otro en San Francisco, con cámaras y micrófonos ocultos. Los agentes invitaban a gente de la calle y les daban LSD sin consultárselo para analizar los efectos. También contrataban prostitutas para ese cometido. Todos estos anéticos experimentos se hicieron a principios de los 50".

¿Y cómo llegó la droga hasta los hippies? Como resultado de todo la anterior. Ohler pone un ejemplo: "Al escritor Ken Kesey la CIA le pagó 75 dólares por probar el LSD y... le resultó maravilloso. Publicó Alguien voló sobre el nido del cuco y, con el dinero ganado, compró un autobús, lo pintó de colorines y recorrió el país distribuyendo el psicotrópico. La CIA abrió la caja de Pandora, aunque no fuera su intención. Por eso dijo John Lennon que todo había que agradecérselo a la CIA y al ejército americano'".

Aquel tremendo jaleo fue la antesala de la ilegalización. Entre finales de los años 60 y principios de los 70, Lyndon B. Johnson y Richard Nixon metieron los psicodélicos en el mismo saco que otras drogas y lo enterraron con cadenas. Al LSD se le castigó con las prohibiciones más duras.

-¿Qué perdimos con aquellas decisiones?

- La oportunidad de investigar si el LSD es una buena opción ante la demencia y la depresión. Perdimos décadas preciosas: si se hubieran aprovechado quizá ya tendríamos un medicamento para el Alzheimer. Y la demencia es la pandemia del futuro, en realidad ya lo es, como en el caso de mi madre... Es un escándalo, necesitamos cambiar las políticas inmediatamente para que los científicos puedan investigar cómo usar el LSD y otras medicinas psicodélicas en salud mental.

Ohler también percibe brotes verdes: "En 2015, en la Universidad Johns Hopkins descubrieron que la psilocibina -un alcaloide de las setas mágicas primo hermano del LSD- era efectivo en casos de depresión severa. Antes de eso, estudiar los psicodélicos podría haber acabado con la carrera de un investigador. Pero, tras aquella publicación, se ha puesto de moda hacerlo. Vivimos un renacimiento psicodélico hacia el que miran ya muchas compañías".

-¿Qué notaron tras dar LSD a su madre?

-Mi padre y yo vemos que es muy bueno para ella tomarlo, aunque no podemos generalizar: quizá sea coincidencia y solo a ella le provoque esta reacción positiva. Notamos que es más consciente de lo que sucede a su alrededor y que habla con más fluidez, para su cerebro es como hacer yoga. Se pone de buen humor y empieza a cantar. Cuando no lo toma, está más retraída, ligeramente deprimida. Mi padre lo vio como un milagro.

Sigue lloviznando por su ventana cuando Ohler aclara que no se trata de un apologeta de las drogas: "Quiero aclarar que nadie debería recurrir al LSD sin comprenderlo. También, recordar que es ilegal y que no animo a nadie a hacer algo que pueda tener consecuencias como la cárcel. De hecho, la policía investigó a mi padre tras la publicación del libro, pero llegaron a la conclusión de que no hacía nada malo y abandonaron sus pesquisas. Es algo arriesgado, incluso desesperado. Pero como no hay otra alternativa, mi padre decidió correr el riesgo".

¿Hizo bien? ¿Hizo mal? Juzguen ustedes. Pero dentro de aquel sobrecito azul con la S de Superman había más de una sonrisa. Para el señor y la señora Ohler, y para Norman, su hijo.

miércoles, 10 de diciembre de 2025

14 dolencias mentales comparten el mismo origen genético. Dossier.

  Dossier

I

 Enfermedades mentales. El ‘parentesco molecular’ de las enfermedades mentales: 14 trastornos comparten variantes genéticas de riesgo, en El País, por Jessica Mouzo, 10 DIC 2025:

Un estudio basado en datos de ADN de un millón de personas alumbra una clave biológica para ayudar a comprender estas dolencias y mejorar el diagnóstico.

Existen unos lazos genéticos muy estrechos entre algunos trastornos psiquiátricos. Se ve en la clínica, cuando a los médicos les cuesta etiquetar una dolencia concreta o se encuentran con que un paciente con depresión desarrolla también ansiedad, por ejemplo. Las fronteras entre unas afecciones mentales y otras son, en ocasiones, confusas a pie de consulta y eso tiene una explicación a nivel molecular: hay una especie de parentesco genético, variantes de riesgo comunes entre dolencias. Un nuevo estudio, publicado este miércoles en la revista Nature y basado en el análisis de ADN de más de un millón de personas, ha ahondado en este campo y ha alumbrado ese hilo molecular que conecta una quincena de trastornos mentales.

En concreto, esta investigación internacional ha descubierto que 14 dolencias comparten, en mayor o menor medida, variantes genéticas de riesgo. Esto es, señales moleculares que predisponen a desarrollar estas afecciones mentales. Los autores identificaron, específicamente, cinco grupos de enfermedades que tienen una alta correlación genética: sucede, por ejemplo, entre esquizofrenia y trastorno bipolar; o entre ansiedad, depresión y estrés postraumático; o entre autismo y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Los hallazgos sugieren que las marcas genéticas compartidas están muy vinculadas a las primeras etapas del desarrollo cerebral y estudiarlas en profundidad podría ayudar a comprender mejor los trastornos de la mente, mejorar el diagnóstico y alentar nuevos tratamientos. Esta investigación sigue la estela de otros estudios que ya han ido alumbrando en los últimos años retazos de esos lazos genéticos entre las enfermedades del cerebro. “Se trata de ir desentrañando todas las piezas del puzle genético para hacer una medicina de precisión y predicción”, explica Antoni Ramos Quiroga, jefe de Psiquiatría del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM). El médico, que ha participado en esta y otras investigaciones del mismo campo, asegura que estudios como estos “ayudarán a redefinir los trastornos mentales, no solo en función de síntomas, sino también según variables genéticas”.

En este caso, los autores identificaron cinco categorías que conectan grupos de enfermedades mentales con un alto grado de riesgo genético compartido. Así, el “factor compulsivo” engloba la anorexia nerviosa, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y el síndrome de Tourette en el mismo grupo; el llamado “factor internalizante” aglutina depresión, ansiedad y estrés postraumático; otra categoría es la del tándem esquizofrenia y trastorno bipolar; el “factor del neurodesarrollo” contempla autismo y TDAH; y la última categoría con fuertes vínculos genéticos en común es el de las sustancias de abuso, donde se agrupan las adicciones al tabaco, el alcohol, el cannabis y los opioides. La correlación más fuerte se ve dentro de cada grupo, pero también existen señales genéticas compartidas entre dolencias ubicadas en distintas categorías.

“Por ejemplo, entre TDAH y depresión hay un porcentaje [de variantes genéticas compartidas] elevado”, ejemplifica Ramos Quiroga. Los hallazgos, insiste, coincide con “la realidad clínica” que observan en la consulta.

Estas señales genéticas compartidas, aclara Ramos Quiroga, son “factores de predisposición”. Es decir, que aumentan el riesgo. Pero recuerda que tener una de estas variables no significa que una persona vaya a desarrollar alguna de esas enfermedades.

En la construcción de trastornos mentales intervienen muchos genes, pero también el ambiente. Hay “una interacción entre factores”, recuerda el psiquiatra de Vall d’Hebron: “Hay factores desde el origen que nos predisponen, pero también hay que poner el foco en el ambiente y luchar contra las agresiones sexuales o el abuso de tóxicos, por ejemplo, [estas circunstancias elevan el riesgo de peor salud mental]”.

Primeras etapas del desarrollo cerebral

Los autores del artículo publicado en Nature deslizan que las variantes de riesgo identificadas desempeñan un papel en las primeras etapas del desarrollo cerebral. “Esto nos indica que esos factores genéticos están marcando cómo se va a desarrollar la conexión neuronal en el cerebro y puede que haya una alteración desde el inicio”, reflexiona Ramos Quiroga.

En un comentario adjunto, Abdel Abdellaoui, investigador del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Amsterdam, hace hincapié en esto también: “En todos los factores, los genes asociados muestran una expresión máxima durante el desarrollo fetal, lo que destaca la importancia de los procesos de desarrollo temprano en el riesgo psiquiátrico”.

Con todo, Ramos Quiroga pide no perder de vista la complejidad de estos trastornos y recuerda que son multifactoriales: “Si tienes una susceptibilidad y le pones otros factores que aumentan esa susceptibilidad, es peor: hay factores genéticos que te confieren más riesgo y tienen que ver con cómo se desarrolla el cerebro, pero también hay otras variables relacionadas con factores inmunológicos; y, además, el entorno también influye porque, por ejemplo, si te genera estrés, eso afecta a nivel inmunológico”, subraya.

Abdellaoui coincide y apunta a que estos trastornos psiquiátricos parecen surgir cuando “ciertas combinaciones de genes y experiencias vitales se combinan de forma desfavorable”. “Esto debería replantear las enfermedades mentales no como una biología defectuosa, sino como la desafortunada intersección de la variación natural y el estrés ambiental”, defiende.

Redefinir el diagnóstico

Abdellaoui sostiene, por otra parte, que esas variantes genéticas están agrupadas en cinco categorías “que trascienden los límites diagnósticos actuales” y plantea si estos patrones genéticos compartidos entre 14 trastornos psiquiátricos pueden hacer repensar el marco diagnóstico de las enfermedades mentales. “Pocas variantes genéticas son exclusivas de un solo diagnóstico, lo que sugiere que las categorías del Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM; la herramienta convencional para el diagnóstico de trastornos psiquiátricos) podrían ser útiles clínicamente, pero son aparentemente arbitrarias a nivel biológico”, conviene.

Francina Fonseca, jefa de Psiquiatría del Hospital del Mar de Barcelona, defiende que las clasificaciones actuales siguen sirviendo porque ayudan a los profesionales a entenderse, a hablar el mismo lenguaje. Pero asume que hay que “hacer autocrítica, ser humildes y rigurosos” e intentar afinar cada vez más los diagnósticos.

La psiquiatra matiza que esta investigación, en la que no ha participado, no tendrá una repercusión inmediata en la práctica clínica, pero sí ayudará a clasificar mejor estas enfermedades: “En salud mental no tenemos pruebas de laboratorio o de neuroimagen que nos permita hacer un diagnóstico de lo que pasa en el cerebro. Nos centramos en síntomas, que pueden estar basados en la subjetividad de quien los sufre o los interpreta. Pero para alcanzar un buen abordaje diagnóstico y terapéutico, necesitamos encontrar la alteración fisiológica, qué circuitos cerebrales están alterados”.

Ramos Quiroga concuerda con que toda esta línea de investigación “ayudará a tener una clasificación de los trastornos mentales más vinculada a factores biológicos” y añade que también abre una puerta para identificar dianas moleculares sobre las que desarrollar nuevos fármacos.

II

Salud mental. Una revisión de estudios concluye que los hijos de personas con trastornos mentales tienen mayor riesgo de sufrirlos, en El País, por Daniel Mediavilla, 15 DIC 2023:

Los autores plantean que se haga un diagnóstico precoz a los parientes de personas con dolencias psiquiátricas para aplicar medidas preventivas.

Trastornos mentales

Los factores sociales y genéticos se combinan para hacer que los trastornos mentales sean más frecuentes en algunas familias. Los hijos de personas con enfermedades mentales tienen un mayor riesgo de sufrir sus mismos trastornos y otros diferentes. Esto se debe a una combinación de factores genéticos y del entorno que favorecen la aparición de esas dolencias y que son más frecuentes en unas familias que en otras. Ahora, una revisión de 211 estudios publicada en la revista científica World Psychiatry, ha tratado de estimar este incremento de riesgo tomando datos que incluyen a tres millones de hijos con al menos un progenitor afectado y 20 millones de personas más sin diagnósticos en la familia como control.

De media, los autores calculan que alrededor de uno de cada dos hijos de personas con ansiedad, trastorno bipolar o depresión sufrirá la dolencia de sus padres u otra. Más de un tercio de los hijos de padres con alguna adicción y uno de cada seis con psicosis también tendrán algún trastorno mental. En lo que respecta al incremento de riesgo de sufrir el mismo trastorno que su padre, que el progenitor tenga déficit de atención multiplica por ocho las probabilidades de que lo padezca su vástago. En el caso del trastorno bipolar multiplica las probabilidades por cinco, y en el de las adicciones, la depresión o la ansiedad por dos. Cuando se miran los riesgos combinados, los hijos de padres con psicosis multiplican por 5,8 el riesgo de padecer esa enfermedad y por 2,6 el de sufrir alguna otra. Las dos cifras son similares para el trastorno bipolar. Los resultados presentados en esta revisión de estudios van en la línea de estudios previos realizados con gemelos. Estos individuos idénticos genéticamente comparten hasta en un 77% la psicosis, en un 76% el trastorno bipolar, en un 40% la ansiedad y en un 34% la depresión.

En una conferencia de prensa organizada por el SMC España, Joaquim Raduà, psiquiatra del Hospital Clinic-IDIBAPS y coautor del estudio, ha señalado el valor de este trabajo para “identificar un subgrupo de la población en parientes de personas con mayor riesgo para aplicar tratamientos preventivos específicos”. En el estudio se advierte que esta búsqueda de síntomas entre los hijos de afectados por estas dolencias no se aplica de forma rutinaria y es algo que debería cambiar. “Esta prevención debería ser transdiagnóstica”, ha añadido Raduà, teniendo en cuenta que tanto los factores genéticos como los ambientales parecen favorecer la aparición de trastornos diversos.

Aunque no se puede saber si unas medidas de prevención concreta han evitado el desarrollo de un trastorno en una persona determinada, los estudios de población indican que son efectivos, pero es necesario que estén individualizados. Se ha observado que las intervenciones aplicadas en la escuela, de forma general, para prevenir síntomas depresivos o de ansiedad, no son eficaces y que pueden, incluso, causar daño a algunas personas. Por este motivo, es importante, según indican los autores, identificar las personas con mayor riesgo para iniciar las intervenciones de forma precoz.

Entre las medidas que se plantean, muchas de ellas tienen que ver con evitar factores que incrementan el riesgo de que una enfermedad se desencadene, como el consumo de cannabis o de otras sustancias, la mala salud metabólica y la obesidad, que se pueden prevenir haciendo ejercicio y teniendo una alimentación adecuada. Algunos factores como la exposición a sucesos traumáticos o a la pobreza extrema o el aislamiento social también favorecen la aparición de trastornos.

Alberto Ortiz Lobo, psiquiatra del Hospital Universitario La Paz, en declaraciones a SMC España, ha sido crítico con las conclusiones del estudio. “Los resultados revelan que un 55 % de la descendencia de padres diagnosticados de cualquier trastorno mental va a desarrollar algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida, con un intervalo de confianza de nada menos que entre el 7 % y el 95 %”, apunta. En su opinión, estas cifras imprecisas no permiten “plantearse ningún consejo genético, como parecen sugerir los autores, puesto que no se ha demostrado la asociación entre diagnósticos de trastornos mentales y herencia biológica”. Para Ortiz Lobo, es más relevante actuar sobre los determinantes sociales como el maltrato infantil, los bajos niveles educativos o la pobreza.

III

Liliana Galindo, psiquiatra: “Hay un pico de psicosis en mujeres, alrededor de la menopausia, del que no se habla mucho por el estigma”, en El País, por Daniel Mediavilla, 14 OCT 2025:

La especialista en fármacos psicodélicos, de la Universidad de Cambridge, habla del potencial de estos medicamentos para tratar enfermedades mentales

Liliana Galindo (Bogotá, Colombia, 40 años) compara las terapias con sustancias psicodélicas para tratar la salud mental con una cirugía. “Es un cambio de paradigma. Antes dábamos medicación diaria, enfocada a tratar síntomas que en ocasiones causa efectos secundarios y con expectativa de tomarse por años. Este tipo de terapias requiere una inversión inicial importante, porque, además del fármaco, es necesario un terapeuta, un psiquiatra, una enfermera, que trabajen todos juntos, pero en un periodo corto, quizá de unos tres meses, para dar un tratamiento intensivo que busca ir a la causa de la enfermedad”. La experiencia de Galindo dice que el esfuerzo merece la pena. “En muchos casos hay una mejoría total”, afirma. Y cierra la analogía: “En una cirugía, se usa una anestesia para tolerar el dolor físico, el cirujano interviene y limpia la herida y después el cuerpo se cura. Aquí usamos una sustancia para abrir y tolerar el dolor emocional, ver la herida, procesarla y después la persona continúa con la mejoría, como en un postoperatorio”.

Las drogas psicodélicas están de moda en medicina, tras décadas arrinconadas por la mala fama y la ilegalidad a la que condujo su uso recreativo y su asociación a la contracultura. En 2019, se aprobó el uso de la esketamina, un análogo a la ketamina, para tratar la depresión grave, y en los últimos años han proliferado los estudios que muestran las posibilidades del MDMA, el éxtasis, frente al estrés postraumático, o la psilocibina, el principio activo de los hongos alucinógenos, para la depresión.

Galindo, que es profesora asistente en psiquiatría en la Universidad de Cambridge, psiquiatra en Cambridgeshire and Peterborough NHS Foundation Trust y fundadora del Cambridge Psychedelic Research Group, visitó hace unos días Madrid para participar en Psymposium, un foro organizado por la Fundacion Inawe, que promueve el avance científico y ético en salud mental, neurociencia e investigación psicodélica. La investigadora, que empezó su carrera en España junto a Magí Farré y Víctor Pérez-Sola, en el Hospital del Mar de Barcelona, habla de unas sustancias que suponen un cambio de paradigma en el tratamiento farmacológico de la salud mental, y en la comprensión misma de la mente, pero que también requerirán otra forma de plantear los estudios que midan su eficacia real.

Pregunta. El hecho de que muchas de estas sustancias se hayan utilizado para divertirse, ¿condiciona las expectativas que se tiene sobre ellas o las posibilidades de utilizarlas?

Respuesta. El ser humano ha utilizado sustancias como herramientas para tener diferentes estados de conciencia por miles de años. En América, muchas comunidades indígenas han utilizado sustancias psicodélicas, como la ayahuasca. Hay personas que las utilizan por motivos espirituales y otras por motivos recreativos, pero el modelo médico tiene diferencias fundamentales. Se hace de manera supervisada, con una sustancia que conoces con precisión y en una cantidad justa, porque ya sabemos que la dosis hace el veneno o, en este caso, el remedio.

P. ¿Cómo funciona?

R. En general, la persona tiene que tener tres tipos de sesiones. Unas sesiones de preparación en las cuales se conoce con un terapeuta, establecen una serie de objetivos, se conoce el pasado de esa persona, para entender el contexto y poder decidir.

También hay que dar información para saber qué hacer si el paciente siente ansiedad o si le vienen memorias que le causan mucha angustia. En estas sesiones de preparación se pueden practicar ejercicios para tranquilizarse en ese momento.

Después de estas sesiones de preparación, viene el momento en que se consume la sustancia, que tiene que ser en compañía de un terapeuta, que no puede ser uno cualquiera, sino alguien entrenado en estas intervenciones, que son bastante distintas de las de psicoterapia habitual. Aquí el terapeuta no interviene tanto como en otras sesiones convencionales, es más como un copiloto que apoya a la persona, que es quien decide por qué camino va a transitar.

En el caso, por ejemplo, del trastorno por estrés postraumático, se facilita que el paciente conecte con esas memorias traumáticas para revisitarlas y procesarlas, y eso es algo que hace la persona sola.

Y después de esa sesión vienen las sesiones de integración, que habitualmente se hacen el día después. Esas sesiones son claves, porque en los psicodélicos se ha visto que una de las razones por las que actúan es la neuroplasticidad. Pueden crear cambios a nivel inflamatorio y a nivel neuronal, e incluso de las conexiones dendríticas, y estos cambios parecen ser claves en la reconsolidación de memorias. Es importante aprovechar esa ventana de mayor neuroplasticidad después de tomar la sustancia para que la persona procese qué pasó durante las cuatro, seis o más horas, según la sustancia, que pudo durar la experiencia, para darle un sentido propio a lo que ha sucedido. En este caso, también con un terapeuta de apoyo.

P. ¿Qué es lo que hace en el cerebro estas sustancias para que tengan esos potenciales efectos beneficiosos?

R. En el caso de los empatógenos, como el MDMA, tienen estructuras que a veces son bastante similares a la de la serotonina o de la dopamina. Estos, por un lado, aumentan la serotonina, la dopamina o la noradrenalina, y producen sensaciones de bienestar, de sentir conexión. Pero también parece que producen un aumento de la oxitocina. Y esta oxitocina, que es la molécula del apego, viene a tener una acción muy importante en el reprocesamiento de las experiencias traumáticas.

Si piensas en la oxitocina, uno de los momentos en que se secreta bastante es alrededor del parto y durante la lactancia, cuando se hace todo el proceso del apego. Pero también ayuda a superar muchas de las memorias y traumas que hay en torno al parto y el nacimiento. Pueden ser traumáticas en ocasiones, pero aun así lo hacemos más de una, dos y tres veces. Hay un punto de esa reconciliación de memorias donde la oxitocina tiene un rol importante.

P. ¿Y los psicodélicos clásicos, como la psilocibina?

R. La acción específica es en uno de los receptores de serotonina, que son los 5HT2A. Esta acción serotoninérgica cambia nuestras conexiones cerebrales, se hace una especie de reset a patrones cognitivos previos.

Hay muchas enfermedades mentales en las que hay patrones cognitivos rígidos: las rumiaciones, cuando tenemos ansiedad y damos vueltas sobre lo mismo; en la depresión tenemos una idea o convicción de que algo está mal, pensamientos circulares difíciles de evitar; lo vemos también en el trastorno obsesivo compulsivo o en los trastornos de alimentación, con creencias sobre el cuerpo que son muy circulares.

Estas sustancias parecen hacer un reset en esas ideas y los cambios se ven bastante rápido, como después de sesiones con psilocibina, donde se ha visto mayor rango terapéutico. Ha mostrado mejoras muy grandes en depresiones resistentes al tratamiento, y se está viendo que incluso en TOC o en trastornos de alimentación hay evidencia preliminar que sugiere que pueden mejorar.

P. Si los psicodélicos facilitan plasticidad en el cerebro, igual que ayudan a deshacer nudos que provocan la depresión, ¿también pueden generar problemas nuevos?

R. Claro que sí, esto hay que investigarlo. Se han visto síntomas secundarios, sobre todo cuando las dosis no son supervisadas o el marco no es el adecuado. En contextos cuidados, parece seguro. Pero necesitamos entender mejor en qué dosis, para quién y cómo.

P. Ahora que los psicodélicos se empiezan a aceptar e, incluso, están de moda, a veces se ve una percepción de que son inocuos. ¿Qué riesgos hay que controlar con estas sustancias?

R. No son inocuos, pero ni los psicodélicos, ni cualquier tratamiento. Todo depende de la dosis, de quién la toma y de cómo la toma. El mayor peligro y lo que ha dado mala reputación a muchas de estas sustancias es que han existido en un mercado ilegal, donde la gente cree que toma cosas que no son. Por eso en el ámbito clínico lo primero que se monitoriza son las dosis. No hay opción de aumentar porque “se siente bien”.

Y, por supuesto, el hecho de que no todos los psicodélicos son buenos para todo y para todos, aunque tengan un potencial terapéutico muy grande.

Gran parte del enfoque de la investigación ahora es tratar de entender, de todas las sustancias que parecen tener un potencial terapéutico, qué tipo de personas se van a beneficiar y cuáles no. Hay que entender las contraindicaciones y qué personas se pueden beneficiar, por ejemplo, de una terapia con MDMA, con psilocibina o ayahuasca. Son totalmente diferentes.

Parte de la investigación es tratar de entender cómo cambia el efecto de las sustancias la historia personal, cuál es la enfermedad que estamos tratando, incluso cuál es la historia familiar, si hay otros miembros que hayan tenido enfermedades mentales o hayan tenido anteriormente reacciones adversas a sustancias de este tipo.

P. También trabaja en psicosis, en detectar con antelación las personas con riesgo de sufrirlas para evitarlas o paliar sus efectos.

R. La psicosis se refiere cuando alguien tiene cambios en su percepción de la realidad. Una persona comienza a tener una idea que se vuelve tan fuerte que, de cierta manera, nuestro cerebro trata de procesar toda la información que le llega como confirmación de esa idea, o trata de asociarla a esa idea y relacionar cosas que no están relacionadas. Y de repente es como si esa idea se robara toda la energía, toda la atención en la vida. Esa creencia comienza a ser lo más importante. Habitualmente está asociada a un miedo muy grande, lo que llamamos paranoia.

Hay diferentes contenidos: la persona puede creer que le están persiguiendo, o que tiene un poder, un superpoder, o que tiene una misión, pero de repente comienza a ver que todo está relacionado con esa idea. Ya sea: “me están persiguiendo”, “mi vecino es un alien”, la idea que sea.

Eso es lo que llamamos delirios. Aparte, otras personas pueden presentar lo que llamamos alucinaciones. Lo más frecuente es escuchar voces o cosas que no están ahí. Algunas personas también pueden ver cosas, pero es menos habitual. Además de estos cambios en la percepción y en el procesarmiento de información viene acompañada de un miedo enorme.

P. ¿Qué más se sabe?

R. En la mayoría de los casos comienza antes de los 20 y es más frecuente en los hombres. También sabemos que hay un segundo pico de psicosis de presentación que suele pasar en mujeres alrededor de cambios hormonales en la menopausia. De esto no se habla mucho y todavía hay mucho estigma, pero existe.

Lo que sabemos es que cuando las personas están presentando estos cambios, lo más importante es poder detectarlos a tiempo. Porque en ese momento hay un proceso de inflamación que está creando cambios a nivel cerebral que pueden producir, a largo plazo, cambios cognitivos o de memoria.

P. ¿Se puede intervenir?

R. A nivel mundial, el primer modelo de intervención temprana se desarrolló en Australia. La persona, durante al menos 3 años, va a ser vista muy frecuentemente, casi cada semana, por médicos, psicólogos, terapeutas ocupacionales; se trabaja con la familia, con la escuela, con el trabajo. Todo se enfoca en ayudar a que la persona vuelva a su vida como estaba antes de enfermar.

Lo que se ha visto es que, si se logra hacer este cambio en los primeros 3 años, y sobre todo, lo más importante, si la persona logra reconocer ese episodio como algo anormal, entender por qué es mejor seguir el tratamiento, detectar los síntomas tempranos de recaída (cada persona tiene los suyos), y vuelve a su funcionamiento previo, se puede prevenir a mediano o largo plazo que la enfermedad se deteriore.

Antes creíamos que no había forma de detener el progreso de las psicosis, o que necesariamente todo el mundo acabaría con mucho deterioro en un hospital mental. Ya sabemos que no es así. Pero hay que actuar temprano y trabajar mucho en tratamiento y en la educación de la persona y de la familia.

viernes, 5 de diciembre de 2025

Entrevista al neurocientífico Ignacio Morgado sobre la conciencia

 Ignacio Morgado, neurocientífico: “Lo difícil no es morir, es cómo mueres”, en El País, por Jaime Rubio Hancock, 5 DIC 2025:

El psicobiólogo catalán acaba de publicar un libro sobre la consciencia, un enigma que quizás no seamos capaces de resolver. No descarta que una máquina pueda llegar a ser consciente

Ignacio Morgado (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1951) dio un pequeño rodeo para acabar estudiando el cerebro: iba para ingeniero de telecomunicaciones, pero se puso a estudiar la carrera de Psicología, para luego pasarse a Medicina y terminar preparando su doctorado en la Universidad del Ruhr, en Alemania, ya en Psicobiología. Al regresar, fundó uno de los primeros laboratorios para estudiar la mente en la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo Instituto de Neurociencia dirigió más tarde.

Hablamos en su despacho de la universidad, justo al lado del laboratorio. Ahora es catedrático emérito y puede dedicar más tiempo a su labor de divulgación: además de dar conferencias y publicar artículos en EL PAÍS, ha escrito una decena de libros sobre cómo funciona el cerebro. El último es El espejo de la imaginación (2025, Ariel), sobre la consciencia, un enigma que, en su opinión, quizás ni siquiera estamos capacitados para descifrar. Pero tiene claro que la principal preocupación de la neurociencia han de ser las enfermedades cerebrales como el alzhéimer y el párkinson: “Hace más de un siglo que Ramón y Cajal estableció las bases de cómo funciona el cerebro y todavía no somos capaces de curar ninguna enfermedad neurológica”.

Pregunta. ¿Por qué no hemos podido curar ninguna de estas enfermedades?

Respuesta. Para investigar el cerebro se necesitan equipos multidisciplinares. No basta con neurólogos: hace falta un ingeniero en inteligencia artificial, un experto en investigación animal, un estadístico, un físico… Estas enfermedades son muy complejas y dependen de muchos factores que interactúan. Y el cerebro es extraordinariamente complejo. Tenemos 86.000 millones de neuronas, interconectadas cada una de ellas 5.000 o 6.000 veces con otras neuronas.

P. ¿Qué es la consciencia?

R. Podemos decir que es el estado que perdemos cuando dormimos sin soñar o cuando nos anestesian en un quirófano. ¿Pero cuál es su naturaleza íntima? ¿En qué consiste? No lo sabemos.

P. En el libro comenta que incluso es posible que no lleguemos a saberlo nunca.

R. Propongo que la consciencia ha evolucionado, por una parte, para ajustar con precisión nuestro comportamiento a las necesidades que tenemos en nuestro entorno. Y es muy flexible, está preparada para responder a cosas nuevas, nunca imaginadas o previstas. En esta parte soy algo original, pero no del todo. La segunda parte ya es una propuesta mía: la evolución no ha querido que sepamos qué es la consciencia porque no conocer ese misterio nos ayuda a creer en algo más allá de nosotros. Permite que tengamos ideas sobrenaturales que ayudan a sobrevivir y a soportar la idea de la muerte o una vida de pobreza, dolor y enfermedad. Crea resiliencia.

P. Muchas veces pensamos que el cerebro es el centro de la razón, pero las emociones son muy importantes.

R. Funcionamos más por emociones que por razón. Todos queremos vernos a nosotros mismos como seres racionales que tomamos decisiones tras meditar mucho, pero eso es mentira. Emoción y razón funcionan acopladamente en el cerebro. Alguien podría pensar que si no fuéramos seres sentimentales, emocionales, nos iría mejor, pero no es cierto, porque si solo razonáramos nos equivocaríamos mucho más.

P. ¿Las emociones nos hacen también manipulables? Como el miedo.

R. Absolutamente, el miedo condiciona nuestras vidas. Una de las cosas a las que tenemos más miedo es a la enfermedad. Por mi edad, las bombas caen cada vez más cerca y me encuentro con muchos amigos enfermos. En los últimos meses, he vivido dos eutanasias de dos amigos. Lo malo, lo duro, lo difícil no es morir, es cómo mueres. El sufrimiento es lo peor que nos puede pasar en esta vida. Y sufrimos porque somos seres emocionales y porque tenemos consciencia. Un vegetal puede tener un daño, pero no sufre, no se entera.

P. ¿Somos nuestra mente?

R. Pues sí, fundamentalmente. Quítala y qué nos queda. Vivimos en una especie de metaverso. Una de las grandes ilusiones que crea el cerebro consiste en que miramos por la ventana y vemos colores y formas. Pero eso no existe, está en nuestra mente. Ahí fuera hay materia, energía electromagnética, moléculas, pero nuestro cerebro recibe el impacto de esa energía a través de los sentidos y crea la percepción de la luz, de los colores, de los olores, de los sabores…

P. ¿Cómo sabemos que los demás tienen una consciencia como la nuestra y perciben la misma realidad?

R. No lo sabemos. Lo intuimos. La característica genuina y primordial de la consciencia es la subjetividad. Mi consciencia es mía, solo mía; la tuya es tuya, solo tuya. Nadie puede entrar en la consciencia de otra persona. Tú asumes que yo soy un ser consciente por mi comportamiento, por cómo hablo, cómo me muevo, lo que digo, porque esperas que un ser consciente se comporte como yo me comporto.

P. Sin saber qué es la consciencia, ¿podremos programar una inteligencia artificial consciente?

R. Me da la impresión de que sí. Sobre todo si tienen razón mis colegas del California Institute of Technology, donde trabaja Christoff Koch, que es uno de los defensores más importantes de la teoría de la integración funcional. Esta teoría propone que la consciencia surge espontáneamente de los sistemas complejos. Si consiguiéramos crear un sistema tan complejo como el cerebro humano, Koch y sus colegas dicen que ese sistema sería espontáneamente consciente.

P. ¿Esa IA tendría derechos?

R. Ahí está el gran debate. Si una máquina de repente fuera consciente, primera pregunta: ¿cómo sabríamos que lo es? Segunda pregunta: ¿ese ingenio tendría un sentido del yo, sentiría que es algo o alguien como tú sientes que eres tú y yo me siento que soy yo? Tercera pregunta: ¿sentiría que es un agente causal? Es decir, ¿alguien que es capaz de tomar decisiones para cambiar cosas en su entorno? Cuarta pregunta, y ya estamos en la filosofía: ¿ese ingenio artificial llegaría a tener autoconsciencia? Es decir, ¿sería como un perro que tiene consciencia, o sería como un humano que es consciente de que es consciente?

P. En sus libros citas a menudo a filósofos. ¿Qué busca en la filosofía?

R. La filosofía es la madre de las ciencias porque proporciona las preguntas. Respuestas, pocas. Las respuestas las tiene que dar la ciencia. Es decir, son primas hermanas, se necesitan. Y, fíjate, todos los científicos que peinamos canas acabamos haciendo casi tanta filosofía como ciencia. Cuando nos hacemos mayores, ya no nos conformamos con saber cosas de las moléculas y de las neuronas. Queremos saber adónde va todo eso. Y la única forma es hacernos un poco filósofos.

P. ¿Nuestro cerebro ha evolucionado para enfrentarse al móvil y a las redes sociales?

R. Eso es terrible, porque abrimos el ordenador o el móvil y nos encontramos con 50 mensajes, muchos de ellos muy llamativos, que nos llevan de acá para allá, sin permitirnos detenernos en ninguno. Hemos dejado de profundizar. Se aprende mucho más leyendo un buen libro que leyendo 50 mensajes rápidos. Estamos cautivados por la inmediatez, sobre todo porque esos mensajes breves proporcionan refuerzo inmediato e intermitente. Es como cuando te comes un canapé en una fiesta: ese canapé abre el apetito para ir rápidamente a buscar otro, porque se activan los mecanismos cerebrales de la recompensa.

P. ¿Por qué es tan importante la lectura?

R. Porque proporciona experiencias que nunca podríamos vivir por nosotros mismos. Lo que una persona puede experimentar por sí misma es limitado, pero cuando nos sumergimos en un buen libro estamos viviendo no solo nuestra vida, sino la de otras personas: sus experiencias, sus fracasos, sus éxitos, sus motivaciones… Igual que las buenas series o los buenos podcasts.

sábado, 29 de noviembre de 2025

Hacer hablar

  I

 Alicia nunca pudo hablar en sus seis años de vida hasta que entró en un coro y empezó a cantar: “No voy a callar nunca”, en El País, por Rafa Ruiz-Matas, Madrid - 28 NOV 2025:

Las clases en el coro ArteSí con menores vulnerables ayudaron a una niña con un trastorno del lenguaje a sobreponerse a su diagnóstico y cantar con normalidad

Nadie la había escuchado pronunciar una palabra en los seis años que tiene de vida. Llamémosla Alicia. Solo se comunicaba con su familia a través de tímidos ruidos porque sufre un trastorno del lenguaje. Durante varios meses había trabajado con los servicios de atención psicológica de la asociación Olvidados, pero la terapia no logró que superase la barrera a la que se enfrentaba. La habían incorporado desde enero de 2025 a un coro musical, ArteSí se llama, en el que trabajó junto a niños y niñas de cinco a 15 años, donde gesticulaba aunque no saliera de su boca una sílaba. Simulaba cantar, parecía vocalizar, pero nadie escuchaba su voz. Esa voz.

Hasta que llegó un día. Fue en mayo. El coro había organizado un concierto abierto al público en el que las nueve alumnas que entonces componían la agrupación podían demostrar todo lo que habían aprendido durante el curso. La encargada del coro, la violinista y profesora de Primaria Melissa Castillo, dio una frase a cada niña para que hiciera un solo y le preguntó también a Alicia si quería hacerlo, y ella asintió con la cabeza.

“Al decirme que sí, yo confié ciegamente en ella”. La maestra nunca la había escuchado cantar en los ensayos, pero no perdió la esperanza. Le dio su frase.

Llegado el momento, tal y como habían acordado, una compañera le pasó el micrófono a Alicia. Y todos escucharon su voz. Cantó “también de dolor se canta, Llorona, cuando llorar ya no se puede”.

“Cuando llegó su frase se puso a cantar ella sola”, relata Castillo emocionada. Ese verso de la canción mexicana La Llorona fueron las primeras palabras que pronunció Alicia a sus seis años de vida. Aquella interpretación musical fue un paso de gigante en el camino para superar el trastorno del lenguaje que padece. “Me gusta mucho hablar, no voy a callar nunca, nunca y nunca”, afirmó ella misma con una dicción casi perfecta un mes después de haber cantado La Llorona.

Pocas personas son conscientes de que poder comunicarse verbalmente con el resto del mundo es un privilegio, pero pronunciar una frase ordenada con sus vocales y sus consonantes puede ser un auténtico rompecabezas para personas que sufren algún trastorno del lenguaje, como le ocurre a Alicia. La profesora Castillo ya conocía su caso desde hacía meses. “Había trabajado con ella de forma individual, pero nunca la había escuchado hablar. Me pareció que podría encajar muy bien en el grupo”, recuerda. La violinista fundó el coro en julio de 2017 después de haber trabajado con menores sirios refugiados en Grecia. “De aquel viaje salió un trabajo audiovisual con niños refugiados que fue muy bonito y que nos dio pie a comenzar este proyecto estable aquí en Madrid”, relata.

La doctora en Psicología Silvia Álava señala que la música es “un excelente facilitador emocional” y que contribuye a manejar los sentimientos: “Ahí se van a desarrollar unas habilidades emocionales que pueden ser muy importantes porque se está trabajando toda esa parte de gestión y regulación de la emoción, de esos nervios y de esa ansiedad”.

Los 20 niños de entre cinco y 15 años que integran el coro ArteSí desprenden un brillo especial, una mezcla entre la seguridad de quien confía en sí mismo y la inocencia propia de la infancia. Un equilibrio perfecto que han conquistado después de meses de trabajo con la ayuda de su profesora de música. “Ha sido un proceso donde yo he visto un cambio muy grande porque al principio [los niños] llegaron con poca seguridad y, con el tiempo, se han abierto completamente a su entorno”, matiza la violinista. Y la principal protagonista de esa evolución ha sido Alicia.

A partir de ahí empezó a ir mucho más alegre a los ensayos y en la asociación percibieron que Alicia se sentía parte activa del coro. “Este curso hemos vuelto a contar con ella. En las sesiones de terapia habla, se ríe con nosotros y hace frases perfectamente formadas. Es una niña maravillosa, empática, sensible y creemos que va a superar al 100% el diagnóstico que tiene”, afirma Castillo. Álava explica que tener esa “red de apoyo” con los iguales puede ser “un factor protector” de la salud mental. “Un coro donde se puedan reunir los niños puede tener muchos efectos positivos”, agrega. Lanzarse a hablar en público o, en este caso, cantar, puede ayudar a canalizar esos nervios y esa ansiedad.

La metodología de trabajo de Melissa Castillo no se limita exclusivamente a aspectos musicales, sino que también aborda la parte cognitiva, el juego, y, en general, la artística. “Hacemos actividades de autoconocimiento, de fomentar su confianza y su sensación de pertenencia a un grupo”. En el proceso de aprendizaje también desempeñan un papel importante las familias y por ese motivo la asociación establece un contacto muy cercano con los padres de los niños y adolescentes que componen ArteSí. “Trato de darles herramientas que les permitan construir un entorno familiar más establece y que todos estén mejor”, asegura Castillo.

La historia de superación de Alicia es una muestra de lo que representa para los niños del coro ArteSí poder participar en ese proyecto de la asociación Olvidados. “Nosotros vemos continuamente que los resultados del arte llegan de una manera muy profunda a los niños”, destaca la vocal de la organización, Nereida Coig. La enseñanza que reciben los menores no solo es un aprendizaje para ellos, sino también para las personas que les dan clase, como explica Castillo: “Para mí el poder trabajar con ellas es un privilegio porque son personas que me enseñan cada día a poder avanzar”. Además del grupo musical, Olvidados también impulsa Alas, un proyecto de estimulación temprana e infantil que cuenta con apoyo psicológico, destinado a menores de familias desfavorecidas. Hoy atienden a 30 niños —de entre cuatro meses y 12 años—, con diferentes dificultades: retraso madurativo, dislexia, lenguaje pobre y/o tardío, alteraciones en la atención, impulsividad, hiperactividad, hipersensibilidad o autismo, entre otros diagnósticos.

El último capítulo de esa colaboración mutua entre los niños del coro ArteSí y la asociación ha sido versionar la canción Niño sin miedo junto a dos de sus compositores: David Santiesteban e India Martínez. “Desde que se lo comentamos a India su colaboración ha sido extraordinaria, ha sido una entrega absoluta, el proyecto le ha gustado muchísimo”, cuenta Coig. A través de esa iniciativa, la asociación busca dar a conocer el coro en Madrid y conseguir el apoyo de más artistas para grabar un futuro disco. Todo enfocado en seguir fomentando el aprendizaje y el desarrollo de niños y niñas como Alicia a través de la música.

II

Niños que tardan en hablar: la importancia de la detección temprana, en El País, por Ana M. Longo, Ourense - 8 NOV 202:

El hito de los dos años, cuando el menor es capaz de juntar dos palabras, sirve de índice de medida para ver si está adquiriendo bien el lenguaje. Observar el ritmo o estimular la comunicación desde casa son pautas que impulsan su desarrollo

Hay errores frecuentes de los adultos hacia los niños, como hablarles como lo hacen ellos, con lengua de trapo, y no aplicar el modelado.

Que el menor hable poco o tarde en empezar a expresarse genera inquietud en muchos padres. Las comparaciones con otros niños de su entorno o la sensación de que va más lento suelen alimentar la preocupación. Diversas investigaciones en España respaldan la importancia de implicar a las familias en la estimulación temprana del lenguaje. Uno de los estudios al respecto más destacados es el realizado por profesores de la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia sobre el programa Takes Two To Talk (ITTT), un modelo de intervención en el que se capacita a los padres para fomentar la comunicación de sus hijos en situaciones cotidianas. El trabajo, titulado Parent-Implemented Hanen Program It Takes Two to Talk: An Exploratory Study in Spain (Programa Hanen implementado por los padres Se necesitan dos para hablar: Un estudio exploratorio en España) y publicado en 2021, observó mejoras significativas en la comunicación social, evaluada mediante indicadores como la mirada y los gestos, de las 17 familias con hijos con retraso en el habla que participaron. Frente a las siete que tuvieron terapia dirigida por clínicos, el grupo It Takes Two to Talk, formado por 10 familias, mostró mejores resultados en comunicación social, sin diferencias en vocabulario o sintaxis. Además, no se detectaron cambios en el estrés parental y sí una mejora en la percepción de las dificultades comunicativas.

La Asociación Española de Pediatría (AEPed) identifica también la utilidad de una intervención oportuna. En su protocolo sobre trastornos del lenguaje, el habla y la comunicación, de 2022, destaca que detectar de forma temprana las señales de alerta y derivar a servicios especializados puede mejorar el pronóstico del desarrollo lingüístico en la infancia.

Miriam Escacena, educadora: “Los padres estamos tan estresados que hemos pasado a una labor más de cuidar que de educar”

Las conclusiones de ambos informes se reflejan también en las experiencias de muchos padres. Maripaz, madre de un pequeño de cuatro años, recuerda los meses de incertidumbre antes de buscar atención especializada. “Hasta casi los tres años apenas decía palabras sueltas. En el parque veía cómo los demás niños hablaban sin parar y yo me angustiaba, pensando que algo no iba bien. El pediatra nos recomendó esperar, pero yo seguía inquieta y, al final, decidimos acudir a un logopeda”, cuenta. Gracias a las sesiones y a los juegos que aprendió para hacer en casa, su hijo empezó a soltarse: “Ahora se comunica mucho mejor. Y yo también empecé a ver las cosas de otro modo: no hay que comparar con otros niños, pero tampoco quedarse de brazos cruzados cuando ves que algo no avanza. La intervención temprana nos dio tranquilidad y a él le dio confianza”.

Según el logopeda Agustín Gómez, generalmente, la comunicación nace antes de expresar las primeras palabras: “Balbucean e interactúan con los adultos”. Comenta que alrededor de los 12/15 meses producen las primeras palabras reales (“mamá”, “papá”, “agua”…), y sobre los 18/24 meses hay que tomar medidas y consultar con un profesional si el menor manifiesta pocas palabras. También recalca que es importante estar atentos a la articulación: “Debe ir mejorando entre los 30 y 36 meses. Si alrededor de los 3 años no se les entiende, también es propicio consultar un logopeda”, aconseja.

Gómez apunta algunas actividades sencillas que se pueden hacer en casa: “Como la lectura de cuentos y comentar imágenes o situaciones cotidianas, porque ayudan a estimular el habla sin presionar al menor”. Y asegura que una atención logopédica a tiempo suele traducirse en una evolución positiva y un mejor pronóstico. “Si estamos hablando de una dificultad estable (un Trastorno del Desarrollo del Lenguaje, por ejemplo), la actuación temprana es clave, ya que permite llegar antes al diagnóstico y proponer una atención más adecuada”.

Algunas señales que deberían alertar a las familias sobre dificultades en el lenguaje son: la emisión de balbuceos, la repetición de sonidos y palabras o las reacciones al propio nombre. 

Esa intervención temprana se apoya también en la madurez del cerebro infantil. La neuropsicóloga María Dolores Fernández Cros, también directora clínica del centro de psicología, logopedia y neurodesarrollo iPsike, en Madrid, afirma que el desarrollo cerebral resulta esencial en la adquisición del lenguaje. Esto es así especialmente durante los primeros años de vida, cuando el cerebro infantil pasa por un periodo de máxima plasticidad que facilita el aprendizaje.

Fernández habla de distintas áreas que intervienen en este periodo de plasticidad: motricidad fina y gruesa, percepción e integración sensorial, adquisición de capacidades atencionales y mnésicas e interacción comunicativa: “La detección temprana de problemas en la adquisición del habla marca la diferencia, porque permite aprovechar la etapa de mayor plasticidad cerebral”, asegura. Asimismo, la experta añade que ayuda a distinguir las simples alteraciones en la articulación, como ceceo, seseo o problemas con sílabas trabadas, de trastornos más amplios que afectan a la comprensión o la expresión del lenguaje.

La logopeda Isabel de la Torre Moreno aclara que las señales que deberían alertar a las familias pueden observarse en distintas áreas del desarrollo: la emisión de balbuceos, la repetición de sonidos y palabras, las reacciones al propio nombre, la ejecución de órdenes sencillas o la regresión en el lenguaje o en las habilidades ya adquiridas. También, según añade, pueden manifestarse híper o hipo sensibilidad sensorial, alteraciones en el desarrollo del juego, la atención conjunta o la intención comunicativa, así como problemas en el procesamiento visual y/o auditivo.

El papel de las familias y la escuela

En la misma línea, Antonio Clemente, logopeda y psicólogo infantil con más de tres décadas de experiencia clínica en Bilbao, explica que el hito de los dos años, cuando el pequeño es capaz de juntar dos palabras, es muy importante y sirve de índice de medida para ver si el menor está desarrollando bien el lenguaje o no. Resalta que existen errores frecuentes entre los padres: hablarles como lo hacen ellos, con “lengua de trapo” y no aplicar el modelado (técnica que consiste en repetir lo que el menor dice, pero bien articulado y ampliando la frase para ofrecer un modelo correcto). “Lo último que oye el oído del niño, su cerebro procesa”, resume el especialista.

Respecto al entorno escolar, expone que las diferencias se pueden detectar al comparar la evolución mensual de cada niño, ya que en una misma aula puede haber grandes variaciones de madurez. Según detalla Clemente, los trastornos del lenguaje afectan aproximadamente a entre un 3% y un 7% de la población infantil, estimación que basa en trabajos de referencia internacionales como los de Norbury et al. (2016), por lo que detectarlo a tiempo permite actuar y mejorar el pronóstico. El experto insiste en que los profesionales escolares deberían derivar a las familias a un logopeda para realizar una valoración y orientar la estimulación en el entorno del menor, con revisiones periódicas. “Trabajamos también con los pediatras; antes era habitual oír ‘ya hablará’, y es un consejo pésimo”, advierte.

Sobre la importancia de los gestos y la comunicación no verbal, el logopeda señala que es fundamental adecuar los gestos a los mensajes, que exista coherencia. “Los niños captan primero la entonación antes que las palabras”, indica. Y educar las emociones y en la autonomía: “Hay que responderles a lo que preguntan; así se fomenta la confianza y se desarrolla el lenguaje y un control emocional adecuado. La emoción es la entrada al aprendizaje”, describe.

jueves, 13 de noviembre de 2025

La policía española, pionera en la prevención de la autólisis

 Rastreo en internet. Las 377 muertes evitadas por Virginia, Óscar y su pionero equipo antisuicidios de la Policía Nacional, en El Mundo, por Javier Barbancho, 12 noviembre 2025:

La Policía Nacional cuenta con un grupo único en el mundo que rastrea mensajes en internet de usuarios con voluntad de autolesionarse. Sólo en dos casos no han llegado a tiempo. En uno de ellos la persona que se quitó la vida lo anunció en una publicación programada en una red social. Admiten que "hay casos extremadamente difíciles"

Los inspectores de la Policía Nacional Virginia Pérez y Óscar Amor lideran los dos grupos de la brigada que lucha contra los suicidios en internet en España. En 2018, el cuerpo para el que trabajan los puso al frente de la denominada 'Operación Fin'.

Los inspectores de la Policía Nacional Virginia Pérez y Óscar Amor lideran los dos grupos de la brigada que lucha contra los suicidios en internet en España. En 2018, el cuerpo para el que trabajan los puso al frente de la denominada 'Operación Fin'. 

Durante 2024, en España se registraron 3.846 suicidios. Son datos provisionales del Instituto Nacional de Estadística (INE). De ellos, el 73,9% fueron hombres (3.044). Esa brecha de género se ha ido ampliando desde 1980. La cifra fue un 6,6% menor que la de un año antes (2023), cuando 4.116 personas se quitaron la vida de manera voluntaria en el país.

En total, el año pasado se dieron diez casos (10,53) de autolisis al día, uno cada poco más de dos horas. Cada caso, cada nombre perdido, cada cuerpo apagado, podrían haberse evitado o, al menos, intentado. A ninguna de esas personas la mató una enfermedad incurable o un trágico accidente de tráfico. Cada uno decidió acabar consigo mismo. Las razones que llevan al ser humano a ello aún no han sido descifradas completamente, aunque se conocen varios factores.

Pida ayuda ante la conducta suicida

La mayoría de muertes por suicidio son prevenibles y evitables. No responden nunca a una única causa. Detrás de ese sufrimiento y desesperanza de la conducta suicida se entrelazan factores de tipo psicológico, familiar, social, económicos y/o culturales

Si usted o alguna persona cerca necesita ayuda emocional por ideación suicida llame al 024, si se trata de una emergencia no dude en llamar al 112.

Para combatir ese goteo silencioso de casos de autolisis en España, la Policía Nacional creó en 2018 una brigada que vigila en internet la aparición de mensajes donde los usuarios hablan abiertamente de su voluntad de acabar con su vida, o de la voluntad de terceros de llevarlo a cabo.

La alerta puede llegar de un directo en Tik Tok o en Instagram; de un foro de videojuegos; de un grupo de Whatsapp o de Telegram donde alguien ha sido testigo de un caso y lo quiere remediar, por lo que llama a la Policía...

En ese preciso instante, la velocidad de reacción de los dos grupos que conforman dicha brigada antisuicidios es determinante: hay que rastrear IPs de ordenador y de teléfono, buscar números de móvil, domicilios...

«Cualquier vía de contacto es atendida. Todos los anuncios los atendemos como reales, porque el precio a pagar es muy alto... La vida de una persona está por encima de cualquier otra cosa», explica la inspectora Virginia García, jefa de uno de los dos grupos que forman la brigada. El otro lo capitanea el inspector Óscar Amor.

En total, son 16 agentes trabajando en la denominada Operación Fin, la cual, paradójicamente, nunca concluye. Desde su creación, se han atendido 377 casos. 377 vidas que, sin la actuación policial, podrían haberse acabado.

«Insistimos en que la gente sea cauta a la hora de bromear con esto porque puede que nos movilicemos y lleguemos tarde a otro caso real por una broma, como nos ha sucedido en la última semana», subraya Virginia García.

Ambos policías mencionados encabezan la sección de redes de la Brigada Central de Investigación Tecnológica de la Unidad de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional. «Nosotros investigamos todo tipo de delitos en internet. La rama de los suicidios es un apéndice más. Se creó en 2018 por la experiencia acumulada durante años y por una necesidad evidente. Nos dimos cuenta de que, cuando detectábamos un posible caso de una persona que estaba anunciando que iba a quitarse la vida, nuestra reacción no era la más ágil ni la más adecuada. Decidimos crear un protocolo de actuación con el que poder dar respuesta a esa situación», cuenta ahora Óscar Amor.

«Hasta ese momento se estaba trabajando de forma desestructurada y aislada. Nos dimos cuenta de que era necesario agilizar el proceso de atención, tener una serie de pautas a seguir...».

El rastro de las pastillas.

Más de la mitad de las personas que se quitaron la vida en 2023 tenía restos de ansiolíticos en la sangre. Los forenses encontraron ese tipo de sustancias en los cuerpos de los fallecidos durante las autopsias de los cadáveres. Este dato no quiere decir que se suicidaran por medio de la ingesta de pastillas que ayudan a combatir la ansiedad o la depresión, pero sí que las estaban tomando y que tenían acceso a ellas.

Es por ello que el Ministerio de Sanidad trabaja en la implementación del plan de acción para la prevención del suicidio y en otro de desprescripción de benzodiacepinas, de las que España es uno de los mayores consumidores del mundo. En Alemania, por ejemplo, se venden 18 veces menos de estos fármacos por habitante, según los datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes.

Dependiendo de la letalidad del método tienen "un margen temporal mayor o menor para dar con ella y actuar", explica Óscar Amor. "En otras ocasiones no sucede así, sino que movilizamos a una patrulla y a la asistencia sanitaria, pero también hemos contactado con un familiar, y cuando se llega a donde está la persona ya se ha conseguido sacarla de ese momento oscuro», comenta. «Nuestra experiencia nos dice que el único elemento en común en todos los casos que tratamos es la desesperanza», añade el agente.

El 8 de abril de 1962, cuando rozaba los 70 años, el torero sevillano Juan Belmonte se quitó la vida. Cuenta el poeta Felipe Benítez Reyes en el prólogo a una biografía del torero, Juan Belmonte, matador de toros, que España se puso de luto y todo el mundo empezó a hacer conjeturas: «¿Hastío del vivir? -se pregunta Benítez Reyes- ¿La frustración ante un enamoramiento tardío? Quién sabe. Tal vez ni él mismo lo supiera. Tal vez nadie busque la muerte por una razón o por una sinrazón en concreto, sino que la muerte acaba imponiéndole la suya: la urgencia ante la nada, el alivio de la nada», afirma el escritor, quien concluye dejando en enigma lo sucedido con aquel torero que había bebido la gloria y se había hecho rico en las plazas", pero que acabó quitándose la vida. «Porque quién sabe lo que pasa por dentro de nadie cuando decide ser nadie».

Cuando la IA alienta al suicidio

El suicidio es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un problema de salud pública que no depende de una sola causa, sino que en él influyen múltiples factores: sociales, culturales, biológicos, psicológicos y ambientales. La persona que se suicida no quiere acabar con su vida, sino con el sufrimiento que padece, coinciden los expertos.

«Mi hija habló con ChatGPT antes de quitarse la vida» / Los padres del adolescente que se quitó la vida en EE UU demandan a ChatGPT por ayudarle a "explorar métodos de suicidio" / Un hombre se suicida después de que una IA le invitara a hacerlo

Todas las frases anteriores en cursiva son titulares de noticias reales en las que se acusa a la inteligencia artificial de motivar conductas suicidas, casos en los que las personas se quitaron la vida tras una conversación con chatbots programados con IA.

Una de ellas fue Adam Raine, estadounidense de 16 años. El adolescente se sentía solo y buscó compañía y respuestas en internet. Durante meses, mantuvo extensas conversaciones personales con ChatGPT. Lo usaba como terapeuta para sus problemas. En abril de 2025, se quitó la vida. En agosto, sus padres denunciaron a la empresa OpenAI por no haber detectado a tiempo las señales de alarma.

«El chatbot ayudó activamente a Adam a explorar métodos de suicidio y este no puso en marcha ningún protocolo de emergencia, ni siquiera cuando el adolescente verbalizó sus intenciones», señaló la familia del joven en la demanda presentada ante el Tribunal Supremo del Estado de California.

En un reportaje de The New York Times posterior al suicidio del chico, se reprodujo la conversación que Adam mantuvo con la IA. Los mensajes intercambiados demostraban que no se había reaccionado a tiempo.

Al plantear este tipo de casos a los policías españoles al frente de la brigada antisuicidios, estos explican que a ellos les llegan alertas de intentos de suicidios de todo el mundo al detectar palabras mediante el uso de determinados algoritmos. Sin embargo, sólo se atienden a las que responden a IPs españolas. Casos como el del estadounidense Adam Raine podrían haberse intentado evitar en España. En ningún otro país del mundo existe una unidad policial dedicada a localizar y auxiliar a personas que manifiestan la voluntad del suicidio a través de redes sociales, de páginas webs o de conversaciones en grupos de apps como Telegram.

Las alertas llegan por distintas vías. Puede ser un usuario que se topa con una publicación alarmante y da el aviso, o directamente las plataformas, que tienen sistemas automatizados para detectar contenidos de riesgo. También a través de la colaboración con organismos internacionales, como Interpol o Europol, cuando los indicios cruzan fronteras.

Hace cinco años, en la Navidad de 2020, una joven belga residente en España compartió en TikTok contenido en el que indicaba su intención de quitarse la vida. La División de Criminalidad Informática de la Policía griega detectó estas publicaciones y activó el protocolo de emergencia. Luego envió la alerta a través de Interpol a la Policía Nacional española. Una vez localizado el domicilio, se alertó a la Policía Local, que acudió en coordinación con servicios sanitarios. La menor fue trasladada al hospital.

«Cuando se trata de extranjeros que están en España de vacaciones o que residen aquí, actuamos de la misma manera. A veces están alojados en pisos turísticos, en zonas de costa... Cada caso es único, por eso era necesario actuar con criterios uniformes que nos fueran conduciendo a la potencial víctima», coinciden los dos agentes que se entrevistan con Crónica.

En dos casos no se pudo hacer nada

En estos siete años de vida, la brigada antisuicidios de la Policía Nacional no llegó a tiempo en dos ocasiones. Sólo dos. Aunque en una era imposible hacerlo: un hombre se suicidó en Valencia, pero lo anunció mediante una publicación programada en una red social, por lo que cuando se activó el protocolo, esa persona ya estaba muerta.

El otro caso fue en Vigo. Ocurrió en 2021. La persona que se mató llevaba una vida errante: en ocasiones vivía en una furgoneta, aunque a veces pasaba por pensiones. Se movilizó a agentes de la comisaría de la ciudad para hablar con taxistas, para mirar registros de tarjetas bancarias... Los agentes llegaron a una pensión vecina a otra donde, finalmente, encontraron el cadáver de ese varón que había despertado las alarmas de la Policía.

«Era un caso extremadamente difícil por el contexto», admite Óscar Amor. «También asumimos que es imposible llegar a todo. Hay personas que ya lo han intentado antes y que hacen todo lo posible para que nadie las encuentre en el momento de quitarse la vida».

Formar en atención personalizada.

En el año 2000, en Hungría se suicidaron 2.463 hombres (52,6 por cada 100.000 habitantes frente a los 12,6 de España) y 806 mujeres (15,9 por cada 100.000). 2O años después, en 2021, la cifra se había reducido a la mitad: la de hombres hasta 1.203, y la de mujeres hasta 358.

¿Qué se había hecho? Durante la primera década del siglo, el número de psiquiatras en Hungría había pasado de 550 a 850, las unidades de psiquiatría en el sistema de salud del país pasaron de 95 a 139, y las líneas telefónicas donde llamar si se tienen pensamientos suicidas aumentaron de 5 a 28. De manera paralela, también se formó al personal sanitario para poder identificar y gestionar estas conductas.

«Nosotros actuamos las 24 horas de los 365 días del año, hemos reducido la burocracia al mínimo para poder ofrecer auxilio urgente a personas en riesgo, pero no somos terapeutas, no tratamos de quitarle la intención suicida a nadie. Nuestra función es identificar, contactar y enviar el servicio de auxilio que requiere la persona», insiste la agente Virginia Pérez.

«Nunca vamos a realizar la función de un psiquiatra, por ejemplo. Ni estamos capacitados ni es nuestra labor. Lo nuestro es detectar un caso de intento de suicidio y luchar contra el reloj para evitarlo», apostilla Óscar Amor.

En España , el suicidio mata a casi tres veces más personas que los accidentes de tráfico, las dos causas más comunes de muerte por causas no naturales. Sin embargo, las campañas para favorecer una conducción responsable al volante son frecuentes. No tanto, en cambio, las de prevención del suicidio. Ahora se trata de corregir esta situación. Sanidad aprobó el 14 de febrero un Plan de Acción para la Prevención del Suicidio. Más allá de la rama sanitaria del proyecto, uno de los pilares en los que se sustentará será en la cooperación entre instituciones públicas, así como policía, bomberos y servicios de emergencias. En este punto, al menos, la Policía Nacional ya va por delante.

lunes, 3 de noviembre de 2025

Retórica contra las trampas saduceas

  Autorizado, transcrito y corregido de un vídeo en Youtube:

 ¿Sabías que en el antiguo Talmud se dice: "El sabio se diferencia del necio no porque conozca todas las respuestas, sino porque sabe a qué preguntas no debe responder".

Hoy hablaremos de cinco preguntas trampa que los manipuladores y mentirosos han utilizado durante miles de años para controlar a las personas. Estas preguntas suenan inofensivas, incluso amistosas, pero detrás de ellas se esconde una estrategia astuta para obtener poder sobre ti. La sabiduría judía nos enseña a reconocer estas trampas psicológicas. Y hoy te revelaré las cinco preguntas peligrosas a las que una persona sabia nunca responde directamente. La última es la más insidiosa, la que logra quebrar incluso a los más prudentes.

Pregunta número uno: "¿Por qué estás tan nervioso?"

La primera pregunta trampa suena así. ¿Por qué estás tan nervioso? o alguna de sus variantes: ¿Por qué estás tan tenso? ¿Por qué estás tan preocupado? Parece que la persona muestra interés o preocupación, ¿verdad? Pero en realidad se trata de una manipulación clásica, lo que en psicología se llama inducción emocional.

¿Dónde está la trampa? Cuando comienzas a responder, aceptas automáticamente la premisa de que realmente estás nervioso, aunque no sea cierto.

Empiezas a justificarte. "No, no estoy nervioso, solo que..." Y ya has caído en la trampa. Has cambiado el foco de la conversación para defender tu estado emocional. En el Talmud hay una historia sobre el rabino Akiba, quien dijo a su discípulo: "Cuando te acusen de algo que no hiciste, el silencio es tu escudo. Las explicaciones son una espada dirigida a tu propio pecho. ¿Qué hacer en lugar de responder? Simplemente di con calma: "estoy bien". Y devuelve la conversación al tema original, o usa la técnica del espejo: ¡Qué curioso! ¿Por qué piensas que estoy nervioso?"

Volvamos a lo que estábamos hablando. El manipulador intenta sacarte de tu equilibrio para obtener ventaja. No le des ese poder.

Pregunta número dos: "¿No confías en mí?"

La segunda pregunta peligrosa. ¿No confías en mí? Esta es una de las armas favoritas de los manipuladores emocionales. La hacen cuando estableces límites sanos o cuando pides una verificación de lo que alguien dice. ¿Dónde está la trampa? La pregunta crea un falso dilema. O confías de manera absoluta y ciega,  o eres una mala persona que no confía.

Pero en realidad la confianza y la prudencia no son opuestos. Un proverbio judío dice: "Confía en Dios, pero ata tu camello." Esto significa que tener fe está bien, pero no hay que ser ingenuo. Cuando respondes con justificaciones como: "No, sí confío en ti", ya has perdido. Empiezas a sentirte culpable por atreverte a ser razonable y cuidadoso. ¿Qué hacer en lugar de responder? Di con calma: "La confianza y la verificación no se contradicen." No se trata de desconfianza, sino de sentido común, o simplemente mi confianza no tiene nada que ver con esto. Hablemos de los hechos. Recuerda: una persona que realmente merece tu confianza nunca te presionará con esa pregunta. Comprenderá tu prudencia.

Pregunta número tres: "¿Qué me estás ocultando?"

La tercera pregunta insidiosa es: ¿qué me estás ocultando? Esta pregunta parte de una presunción de culpabilidad. Da por hecho que estás escondiendo algo y ahora debes demostrar lo contrario. ¿Dónde está la trampa? Cualquier respuesta que des sonará como una justificación. "No estoy ocultando nada" suena exactamente igual a lo que diría alguien que sí lo hace. Te coloca en una posición defensiva, aunque no hayas hecho nada malo. En el libro Mishlei (מִשְלֵי) o Proverbios de Salomón, está escrito: "El justo no necesita justificarse ante el necio, porque el necio no entenderá la verdad. Y el sabio no necesita explicaciones. El manipulador usa esta pregunta para romper tus límites personales, obtener información que no le corresponde, hacerte sentir culpable sin motivo.

¿Qué hacer en lugar de responder? Establece un límite claro. Toda persona tiene derecho a su privacidad. Eso no es lo mismo que ocultar algo. O responde con una pregunta espejo: ¿por qué piensas que estoy ocultando algo?

Las relaciones saludables se construyen sobre el respeto mutuo, no sobre el control total ni la desconfianza. Si alguien te hace esta pregunta con frecuencia, es una señal de alerta.

Tal vez el problema no sea tu falta de confianza, sino que esa persona es la que tiene algo que ocultar.

Pregunta número cuatro: "¿Crees que eres mejor que los demás? O: "¿Acaso te crees el más inteligente?

Esta pregunta suele aparecer cuando tú te niegas a hacer algo incorrecto, te mantienes fiel a tus principios o eliges tu propio camino en lugar de seguir a la multitud.

¿Dónde está la trampa? La pregunta intenta avergonzarte por tener estándares y valores. Apela al miedo a ser rechazado por el grupo para que renuncies a tus principios.

Cuando empiezas a justificarte diciendo: "No, no creo que sea mejor, solo que yo..." ya has caído en la manipulación. Estás pidiendo perdón por tener tu propia opinión y por defender tus límites. El rabino Gilel, uno de los más grandes sabios del Talmud, decía: "Si no soy yo por mí mismo, ¿quién lo será por mí? Pero, si solo soy para mí, ¿qué soy yo?" Esto significa que tienes derecho a defender tus intereses y valores, pero también a mantener la humildad y el respeto hacia los demás. ¿Qué hacer en lugar de responder? Responde con calma. No me considero mejor. Simplemente, tomo la decisión que es correcta para mí. O cada persona tiene su propio camino: respeto el tuyo, respeta el mío. No permitas que nadie te haga sentir vergüenza por vivir de acuerdo con tus principios. Quienes intentan desviarte de tu camino, a menudo lo hacen porque tu ejemplo les recuerda su propia debilidad.

Y por último, la quinta y más insidiosa pregunta: "¿No te vas a ofender si te digo la verdad, verdad?"  ¿O: "¿No te molestas si yo... ?

Esta es la más sofisticada de todas las trampas, porque se disfraza de una petición educada de permiso. ¿Dónde está la trampa? Esta pregunta crea una situación imposible. Si respondes: "No, no me ofenderé" le estás dando permiso a la otra persona para decir algo ofensivo y luego no podrás defenderte. Si respondes: "Sí, me ofenderé", parecerás una persona cerrada o demasiado sensible. En cualquier caso, pierdes. En la tradición judía existe el concepto de Lashon Hara (לשון הרע): "Lengua del mal, lengua para el mal" o "El mal hablar o lengua dañina". Los sabios enseñan que, si alguien empieza sus palabras diciendo: "No quiero hablar mal, pero puedes estar seguro de que...", lo que viene después será precisamente algo malo. Un verdadero amigo y una persona honesta no necesitan pedir permiso para ofenderte, o bien dirán lo que piensan con respeto y tacto, sin un aviso previo, o simplemente guardarán silencio.

¿Qué hacer en lugar de responder? Di: "Depende de lo que vayas a decir. Habla claro". O: "Si temes que me ofenda, quizá deberías pensar si realmente vale la pena decirlo." Esto invierte la manipulación y devuelve la responsabilidad a quien hizo la pregunta. Queridos amigos, el rabino Nahmán de Breslav decía: "Todo el mundo es un puente estrecho, y lo más importante es tener miedo. No tengas miedo de establecer límites. No tengas miedo de guardar silencio cuando una pregunta está hecha para atraparte."

La sabiduría no es solo conocimiento, también es la habilidad de protegerte de quienes quieren usar tus propias palabras contra ti. Y, recuerda: "El silencio del sabio vale más que las palabras del necio."