jueves, 9 de julio de 2015

El Jabato y el filólogo

Jon Juaristi, "Jabatos", en Abc, 11/07/2010

El Mundial hace aflorar imágenes ancestrales, a contrapelo de la erosión posmoderna de la identidad nacional

Tratándose de San Fermín, eran previsibles metáforas taurinas, pero brillaron por su ausencia. Después del partido, fue José Antonio Camacho el primero en referirse a los de la Roja como «jabatos». Lo hizo a continuación Del Bosque, reiteradamente, e incluso algún jugador, no recuerdo si Alonso o Ramos, definió a Puyol con el mismo término. Mi hijo Íñigo, de ocho años, terminó por preguntarme qué significaba esa palabra.

Del Bosque, de 1950, y Camacho, cinco años más joven, crecieron seguramente, como yo, leyendo las aventuras del Jabato, aquel rebelde ibero contra Roma, que crearon, en 1958 y para los tebeos de Bruguera, el guionista de El Capitán Trueno, Víctor Mora, y el dibujante Francisco Darnís. Para mitigar la relación entre ambos héroes, Mora recurrió a un seudónimo —R.Martín—, pero resultaba demasiado obvio que el Jabato se inspiraba en su antecesor medieval, nacido para el arte secuencial en 1956, y ello a pesar de las diferencias de estilo entre Darnís y el dibujante del Capitán Trueno, Ambrós (es decir, Miguel Ambrosio Zaragoza).

El Jabato, por cierto, no habría podido llamarse así en la Hispania romana. Jabato es un derivado romance del arabismo jabalí («montés»), por analogía con voces como lobato (de lobo). No sabemos cuál era el equivalente ibérico de jabato, pero podría estar emparentado con el vasco urde («puerco» o «puerco montés»), del que proceden dos variantes como nombre de persona correspondiente a jabato: Ordoño y Urco, ambos formados sobre la raíz urde con sendos sufijos diminutivos. Urco desarrolló una forma femenina románica, Urraca. Lo malo es que dichos nombres no se documentan antes de la Edad Media.

El nombre ibérico del Jabato habría podido ser Endobeles o Indíbil, como el del cabecilla ilergete que luchó contra los romanos en el Pirineo oriental. Endobeles era también el nombre del dios más popular de la antigua Iberia, cuyo significado vendría a ser «el negrísimo», y al que se representaba como un jabalí o en figura humana acompañado de un jabalí. Adorado por gentes de toda la península, se le tenía por una divinidad infernal a la que los guerreros consagraban sus armas. En lápidas de la época romana aparece bajo la forma Endobelico, un diminutivo cariñoso que delata su reducción a diosecillo familiar. Sí: Endobelico habría podido ser el nombre totémico del Jabato, pequeño dios-jabalí.

En el folclore español, jabalíes y jabatos siguieron vinculados al trasmundo hasta tiempos muy recientes. Quizá la cercanía del latín porcus y de Orcus u Orco, la divinidad romana del infierno, propició la aparición de la figura del Huerco, el gran jabalí negro que el romancero identifica con la Muerte. La temible espada de los iberos, que los romanos denominaban falcata por encontrarle semejanza con la hoz, se parece, en realidad, a un gran colmillo de jabalí. Los guerreros ibéricos se consideraban jabatos de Endobeles, como el Camborio, de García Lorca, que clavaba sobre las botas enemigas mordiscos de jabalí. Bon colp de falç o de falcata. Es curioso que esta memoria ancestral nos rebose por las orejas al conjuro del gol de un catalán o de la dentellada de un andaluz sobre la bota de Podolski, hazaña también digna de recordación.

Don Quijote demolido

Francisco Nieva, "Don Quijote demolido", en La Razón, 8-VII-2015 (lo he copiado, no está en la red):

Corren tiempos extraños. Mientras en una parte del mundo dinamitan monumentos históricos, aquí se "traduce" al castellano moderno y coloquial "El Quijote", ni más ni menos. ¿Para qué? ¿Para que lo conozcan los que apenas comprenden lo que leen? Se trata de descervantizar a Cervantes para que lo entiendan los jayanes y los brutos, dándoselo bien masticado. Siempre ha habido Quijotes para niños y ahora los habrá también para ignorantes. A propósito de esta traducción del Quijote al idioma paleto -o cateto-, me viene a las mientes la que hizo al francés Louis Viardot, que decidió escribir en un francés romance, algo arcaizante, para colorear de extrañeza y exotismo el texto cervantino. Para acometer semejante empeño se leyó completa la obra de Montaigne. Y dio en el clavo, sugestionando seriamente al lector con la sensación de estar descubriendo y comprendiendo una pretérita joya de la literatura universal. Y "El Quijote" se distingue por la constante cita al lenguaje pomposo y arcaico, varios capítulos comienzan ironizando y "pasticheando" aquel mismo lenguaje. Esta es su gracia y su atractivo singular, su vertebración artística, su juego. Nuestro atrevido traductor desnoveliza la novela y le rompe la espina dorsal, la flexibilidad de a lengua; rompe con su motivación principal, que es dar por inútiles los relatos caballerescos que en tiempos fueron inmensamente populares. Tanto, que hasta Teresa de Ahumada, nuestra doctora religiosa y mundialmente celebrada y venerada como Santa Teresa de Jesús, escribió, aun muy jovencita, una novela de caballerías. Cada gran escritor inventa o adopta su lenguaje con le mero propósito de subyugar al lector a favor de su cuento. "El Quijote" es todo un esforzado cálculo embaucador para dotar a su relato de un clima propio y singular, lo que persigue toda novela. Hasta Valle-Inclán en su "Ruedo Ibérico" se despacha con todo un capítulo en caló, el lenguaje propio de los gitanos. Recuerdo que en los años 30 del pasado siglo un gracioso escritor, Diego San José, hacía pastiches cervantinos muy celebrados por el público lector. Lo que hoy sería comparable a la implantación de Alatriste y su caballeresco proceder. Nada suponen para el ignorante estos antecedentes culturales y nunca sabrá el porqué de este magistral texto cervantino ni de su entrañable disposición estética, lírica y filosófica. Es como echar de comer margaritas a los puercos, además de brindarles una ruina literaria sin la menor eficacia, el total destrozo de una obra de arte de lo más ejemplar. 

Vicenç Navarro: "Pedro Sánchez no entiende qué está ocurriendo en España"

Vicenç Navarro, "La dirección del PSOE no entiende qué está pasando en España", en Público, 9 jul 2015:

En la sesión donde se nombraba al Sr. Pedro Sánchez candidato del PSOE a la Presidencia del gobierno español, este escogió una bandera española enorme para mostrar su gran patriotismo, compitiendo así con el Partido Popular, para ver quién es más patriota, midiendo, por lo visto, su patriotismo por la visibilidad y tamaño de los símbolos en sus congresos y encuentros a nivel del Estado español. Hoy, el PP, heredero de aquellos que interrumpieron el periodo democrático conocido como la II República con un golpe militar, gobernando España mediante uno de los regímenes dictatoriales más crueles que hayan existido en la Europa del siglo XX (por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió 10.000, según el profesor Malefakis, experto en el fascismo europeo en la Universidad de Columbia, de Nueva York),  que ha impuesto un enorme retraso económico, político, cultural y social a sus poblaciones, quiere ahora ganar las próximas elecciones legislativas presentándose como el gran defensor de la Unidad de España, contra los “rojos” y “separatistas”, enarbolando la misma  bandera y promoviendo el mismo himno que utilizaron los golpistas y sus sucesores.

Pero lo que continúa siendo paradójico es que los herederos de los socialistas republicanos (que fueron brutalmente represaliados por su compromiso con la libertad y la democracia) se hayan convertido, no ya por razones tácticas (cuando tuvieron que aceptar la Monarquía borbónica en el momento de la transición de la dictadura a la democracia), sino por convencimiento, en los máximos defensores de los mismos símbolos y del mismo himno, compitiendo por quién tiene la bandera más grande y el himno más alto. La justificación de esta práctica y de esta lealtad a tales símbolos es que la bandera borbónica y el himno (una marcha real) significan también la reconciliación reflejada en la Constitución Española, olvidando que tal Constitución se escribió en condiciones de enorme desequilibro de fuerzas que existía durante la Transición, debido al enorme dominio de aquel proceso por parte de las derechas (que controlaban el aparato del Estado además de los mayores medios de información) y a la gran debilidad de las izquierdas (que acababan de salir de la prisión, de la clandestinidad y/o del exilio).

Es imposible que tal desequilibrio de fuerzas creara una democracia homologable a las del resto de Europa. La Transición inmodélica dio paso a un producto inmodélico, con una democracia enormemente limitada y un Estado del Bienestar enormemente insuficiente, y con una Constitución que no reconoce la plurinacionalidad de España y que asigna al Ejército la misión de mantener por la fuerza la unidad de España, a través de un Estado central y radial. Los símbolos actuales representan este Estado, resultado de una Transición desequilibrada y que, en contra de la versión oficial promovida por el PP y por el PSOE, fue muy poco modélica (ver mi libro Bienestar Insuficiente, Democracia Incompleta. De lo que no se habla en este país. Editorial Anagrama, 2002).

La visión de la Constitución como producto modélico asume que la defensa de aquella Constitución, y de los símbolos borbónicos del Estado, significa la defensa de España, supuestamente reconciliada, llegando al extremo de que bajo el mandato de otro “superpatriota”, el Ministro socialista de Defensa, el Sr. José Bono, presentó a los vencedores del golpe militar (fascistas –la División Azul- que lucharon a favor de Hitler) al lado de los vencidos republicanos (que lucharon por la libertad y democracia no solo en España, sino también en Europa), presentando a ambos bandos con la misma autoridad moral, homologando los dos bandos del conflicto. Este “superpatriota”, con una bandera borbónica muy larga, fue también el que prohibió que los luchadores republicanos, que sufrieron una enorme represión debido a su lucha por los derechos y libertades, llevaran la bandera republicana en una reunión en las Cortes Españolas, presidida por el Sr. Bono. Y lo más deprimente y sorprendente es que este personaje casi fue elegido candidato a la Presidencia por el partido heredero del socialismo republicano.

Estamos viendo el fin del régimen del 78

Pero lo que es más preocupante es que la gran bandera utilizada como adorno central en la presentación del candidato del PSOE es un indicador más de que la nueva dirección del PSOE no entiende lo que está pasando en España. Las últimas elecciones municipales y autonómicas fueron un tsunami político que refleja el enorme rechazo hacia este Estado y hacia sus símbolos y que está ocurriendo a lo largo del territorio español. Y este rechazo no es solo hacia las políticas neoliberales impuestas (pues no estaban en sus programas electorales) del gobierno Zapatero primero y del gobierno Rajoy después, sino también hacia este Estado bipartidista, con una clara demanda para la redefinición de España, recuperando los valores republicanos y exigiendo la constitución de otro Estado que conjugue la justicia social con la aceptación y promoción de un Estado plurinacional, en el que el derecho a decidir englobe todas las áreas de actividad, incluyendo la relación que los distintos pueblos y naciones quieran tener voluntariamente entre ellos. Es obvio que la dirección del PSOE no ha entendido qué está ocurriendo en España. Y continua aferrada a esta visión uninacional y radial que un número creciente de la población en España no desea.

Francisco Nieva, con Podemos. Entrevista.


El dramaturgo espera con ilusión el estreno sobre las tablas de esta obra que escribió hace más de 30 años a la vez que se queja del IVA y de un público vulgarizado

Su casa parece una de las escenografías barrocas y surrealistas de sus obras. Telas naranjas, cojines, cuadros y decenas de objetos que dejan entrever el paso de los años y nos transportan a un castillo detenido en el tiempo, si no fuera por el Mac que está junto a la mesa en la que nos recibe Francisco Nieva (Valdepeñas, Ciudad Real, 1924). Apoyado con fuerza en su bastón y acompañado por su mimoso perro Tirso, la voz firme y la lúcida rebeldía que siempre ha caracterizado a uno de nuestros dramaturgos más importantes siguen siendo iguales de potentes a sus 90 años.

Nieva, quien siempre ha definido el teatro como "esa peste de la que nunca me he curado" y de la que no quiere irse "ni a tiros", escribió en 1983 Salvator Rosa o El artista. Una obra que por fin este 2015 se podrá ver sobre un escenario (a partir del 27 de febrero en el Teatro María Guerrero) dirigida por Guillermo Heras y en cuyo montaje ha participado activamente.

El derecho a la libertad de expresión es lo más importante y se le está poniendo muchísimos obstáculos. Y los pone este Gobierno.

Hablamos con Francisco Nieva de teatro, de política, decepciones y alegrías, del Cervantes y ese Cervantes con el que descubrió el teatro gracias a La Barraca de Lorca o de cómo se olvida a nuestros mejores dramaturgos. "Me indigna que no se repongan obras de Buero Vallejo, Jardiel Poncela o López Rubio", dice. Y de él. Las más de tres décadas de espera para ver este Salvator Rosa es una injusta constante en su producción. Dieron en la diana cuando Primer Acto tituló en los albores de los años setenta: "Franciso Nieva, un viejo autor nuevo". Al que echamos de menos todavía hoy, añadimos.

P: Más de 30 años de espera para ver Salvator Rosa o El artista sobre un escenario. Ya está bien.

R: Pues sí. La obra fue concebida hace casi 40 años en París. Leí un cuento de Aidan Hoffman que se llama El señor Formica, que era el nombre que Salvator Rosa se ponía en Roma para hacer de cómico de la Comedia dell’arte. Aparecen tipos muy graciosos y peculiares y me dije que ahí había una comedia muy interesante. Es algo que he pensado hasta ahora, como quien dice. Esta obra no se ha representado nunca pero, la verdad, se está haciendo muy en grande, de un modo como ahora no se hace teatro sino como se hacía hace 20 años. Se está haciendo con un esplendor y una compañía muy nutrida de 14 actores, con un decorado muy ambicioso y un estudio de trajes muy importante. Se hace por todo lo alto. No parece un teatro de crisis.

P: De crisis en medios, no sólo en temáticas.

R: Hoy se hace un teatro precisamente de crisis y se nota, pero esta obra no es así. Se ha enfocado de un modo muy diferente. Además, en esta obra también hay indirectamente muchas alusiones a la crisis, porque en definitiva es una obra sobre el poder.

P: Además de una de las obras que mejor define su concepción del arte como esa contestación frente al realismo y el dogma.

R: Sí. Es una comedia melodramática o cómico dramática. No es una comedia al uso. Es una comedia cómica y trágica a la vez. Y habla sobre el poder y la corrupción. Parece mentira hoy pero es así.
En mi habitación tengo una mesa con todos los trofeos y parece el cementerio de la Almudena

P: Aparece ya el concepto del pueblo indignado y la revolución.

R: Frente a los impuestos precisamente. En la obra es el impuesto sobre la fruta del virrey duque de Arcos el que impusó al pueblo de Napolés, capitaneado por Masianelo, a levantarse contra él. Salvator Rosa es un artista que se inmiscuye en la revolución y la interpreta a su modo pero en realidad, históricamente, nunca estuvo en Nápoles durante la revolución. Estaba en Roma metiéndose contra Borromini, que entonces cortaba el bacalo en el mundo artístico, como de actor en la Comedia dell'arte y escribiendo sátiras y canciones. Era un artista muy polifacético. Y quedó como emblema del artista prerromántico. Fue un revolucionario.

P: ¿Ve paralelismos entre su obra y la actualidad? ¿Podemos hablar de revolución?

R: En realidad todas las revoluciones se parecen porque son por el ahogamiento del pueblo sometido al dictado de los grandes, de los banqueros y del rico. En la comedia, de pronto, se produce una ruptura que tiene cierta semejanza con lo que nos ocurre ahora, que es una revuelta contra la dictadura del dinero. En la obra se pone de relieve que el poder corrompe y, además, enferma. Se vuelven locos. Locos de poder.

P: ¿Eso es lo que pasa hoy?

R: No lo sé. Puede que sí aunque no me atrevo a acusar a nadie en concreto, pero es cierto que se enteran sólo de lo suyo y no del hambre y de lo mal que lo está pasando el pueblo. Ese no enterarse es también volverse loco.

P: O ciego.

R: Sí. Ciegamente locos.

P: Usted siempre se ha definido como un hombre de izquierdas. ¿Qué le parece el mundo de hoy en el que, por un lado, nos desayunamos casi a diario con un caso de corrupción y, por otro, esos conatos de cambio? ¿Cree que hay esperanza?

R: Pues sí. Desde que se manifestó Podemos tiene toda mi simpatía y también ha infudado una esperanza sobre mí. Ya veremos, porque no hay deuda que no se pague. Hay que pagarla como sea pero se verá cómo se arregla y cómo se desenvuelven los griegos. Ellos serán para nosotros un ejemplo de hasta dónde podemos llegar.

P: Su compromiso con la libertad sigue intacto o más agudizado por lo que veo.

R: Siempre. Para mí el derecho a la libertad de expresión es lo más importante y se le está poniendo muchísimos obstaculos. Y los pone este Gobierno.

El público se ha vulgarizado mucho. Va simplemente a divertise y a la critica directa del sistema. Eso es fácil de hacer, igual que hacer gracia con unos cuantos chistes oportunistas. Eso no es literatura dramática, eso es literarura ocasional

P: ¿Por qué?

R: No lo sé. Pienso que el motivo es la ambición, el provecho del dinero. Te metes a político y ya te dicen: "aprovéchate". Es lo que con tantos años de antelación representa el gobierno de Sancho Panza en la ínsula Barataria. Cuando dice "Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano; quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo", pero no es así. Esto es un abuso. Lo que vivimos es un abuso. Y, claro, la coincidencia con la situación actual es lo que nos ha estimulado a representar Salvator Rosa.

P: Usted siempre ha descrito el teatro como una suerte de atalaya de reflexión y una peste de la que no quería irse. ¿Sigue siendo así?

R: Yo creo que el teatro produce siempre lo que los griegos llaman catarsis. Es una pequeña catarsis para el público. Si lo vive de cerca y está bien representado, sufre una catarsis. Sale transformado. Los personajes, ninguno es igual al principio que cuando termina la obra. Al pasar por la aventura de la revolución cambian físicamente y moralmente. Creo que esta obra supone una meditación suficientemente incisiva para que la gente se distraiga y lo pase bien, porque el enfoque también es cómico, el fondo es trágico pero la forma es cómica. Cuando era chico me llevaban mucho al teatro, pero me aburría muchísimo. Siempre decía "¿por qué no sé convierten en monstruos que se devoran los unos a los otros?". Más tarde, cuando comencé a escribir, empecé a mostrar monstruos que se devoran entre sí. Monstruos humanos. Es algo que ha incrementado en mí la lectura de la tragedia griega clásica.

P: Su primera obra se estrenó en los años setenta porque el Franquismo no le dejaba publicar y, mucho menos, representar. A pesar de todo siguió escribiendo pero usted no burló a la censura porque directamente no había ocasión de ello.

R: Así es como fue. Yo he escrito mucho teatro sin esperanza ninguna de estrenarlo porque durante la dictadura de Franco era imposible. Hice dos o tres recursos para rescartar de la censura Pelo de tormenta y fue imposoible. La pude estrenar como 30 años después y me procuró un gran éxito. Ha sido el gran éxito de mi vida [se estrenó en 1997 en una versión dirigida por Juan Carlos Perez de la Fuente, hoy director del Teatro Español]. Y también Nosferatu. De hecho ahora me estoy enterando de lo popular que soy en los países del Este, México o Argentina. Soy conocido allí, no sé porqué y me sorprende.

La carrera de dramaturgo es muy difícil. Esta llena de obstáculos pero los he ido salvando milagrosamente. He tenido suerte. No sé si me la merezco, pero la he tenido

P: ¿Cree entonces que el teatro le ha tratado bien?

R: Muy bien. He tenido mucho éxito y mucha suerte desde que comencé haciendo escenografías y me encargué de El zapato de raso, de Paul Claudel, que fue un encargo de Fraga a José Luis Alonso para el Teatro Nacional. Me dieron todos los medios que pedí y tuve un gran éxito. Otro grande fue Marat Sade, con Adolfo Marsillach. Fueron éxitos muy resonantes y con repercusión en el extranjero. Tanto como escenógrafo como dramaturgo he recibido muchos premios. No sé si merecidos o no, pero la verdad es que muchos. En mi habitación tengo una mesa con todos los trofeos y parece el cementerio de la Almudena.

P: ¿El Premio Cervantes llegará algún día?

R: No lo sé la verdad. Pero me importa más Cervantes. Ha sido para mí una gran revelación desde que era chico. Me llevaron a ver La Barraca de García Lorca que hacía unas representaciones de los Entremeses de Cervantes, dirigidos por Lorca. Los ví con siete u ocho años y me causaron una impresión enorme. Aquello para mí era el teatro. Me acuerdo de la guardia cuidadosa, de la puesta en escena, de los decorados de Salvador Bartolozzi -que además era el dibujante de mis cuentos de niño, de Los Cuentos de Pipo y Pipa-. Fue la primera obra que me impactó y definió verdaderamente muy vocación de forma muy temprana.

P: Cuénteme cómo fue el estreno de su primera obra, Es bueno no tener cabeza, en 1971, porque hasta entonces escribía casi para usted. 

R: No se veía nada. Cuando volví de Francia aún vivía Franco y no podía estrenar. Escribí cantidad de obras que no podían representarse porque eran reacciones tan violentas que no podían presentarse a la censura sin el peligro de que me metieran en la cárcel y me llevaran a Carabanchel. Había publicado unas cuatro comedias y se las había mandado a Buero Vallejo, que me contestó una carta entusistasta y verdaderamente magnífica, pero no tenía intención de estrenarlas. Es bueno no tener cabeza era muy comprometida, tanto que se podía tachar de pronorgrafia pero se estrenó porque hubo un insensato, Santiago Paredes, que se propuso ponerla en escena. Yo le dije que estaba loco pero insistió y, al final, me comprometí a hacerle el decorado y a aconsejarle. Finalmente fue un éxito pero intervino la policía e interrumpió a la tercera representación en la Escuela Superior de Arte Dramático cortando la función. Aquello fue una suerte porque en Primer acto se publicó un ensayo que ponía "Franciso Nieva, un viejo autor nuevo". Yo tenía toda mi obra inédita. Incluso, a punto de estrenarse La carroza de plomo candente teníamos miedo de la censura y mi productor, Antonio Redondo, recurrió a Luis María Ansón -porque había sido secretario de don Juan en Portugal- para ver cómo podía ayudarnos a hacer la obra. Vino al ensayo general y dijo: “representarla a pesar de todo. Aunque sea un desafío teneís que hacerla tal cual porque no va a pasar nada porque España ha cambiado y es una democracia nueva”. Y lo hicimos a pesar de todo. La señora Tártara fue otro gran éxito. Es una de mis mejores comedias.

P: Toda su vida ha sido una lucha para llevar al escenario sus obras.

R: La carrera de dramaturgo es muy difícil. Esta llena de obstáculos pero los he ido salvando milagrosamente. No sé por qué. He tenido suerte, creo. No sé si me la merezco, pero la he tenido.

P: Sus últimos montajes, y dirigidos por usted, que vimos fueron en 2010 Tórtola, crepúsculo y... telón y la versión de Electra. ¿Lo echa de menos?

R: Mucho. Echo de menos dirigir pero con mi edad me cansa demasiado. No me atrevo. Sigo escribiendo, por supuesto. Sobre todo, artículos. Sigo escribiendo a pesar de todo. 

P: Uno nunca se jubila de eso.

R: No. Nunca. Tengo ahí un tomo de todos los dramas que comenzó Victor Hugo después de tener todo el éxito del mundo y son comienzos de comedias y de dramas, una cantidad de esbozos y extraodinarias de propuestas.

Todas las revoluciones se parecen porque son por el ahogamiento del pueblo sometido al dictado de los grandes, de los banqueros y del rico

P: ¿Cómo ve el teatro hoy? ¿Ha cambiado mucho porque el público sigue funcionando pero el IVA es...?

R: Eso es tremendo. Es lo terrible de estos momentos, con el IVA tan alto no se puede hacer nada ambicioso. Vamos a ver si con esta obra lo conseguimos y hacemos ese teatro como se hacía hace 20 años. Pero también está cambiando el público. Se ha vulgarizado mucho. Va simplemente a divertise y a la crítica directa del sistema. Eso es fácil de hacer, igual que hacer gracia con unos cuantos chistes oportunistas. Me parece demasiado barato. Eso no es literatura dramática, eso es literarura ocasional que tiene un éxito inmediato pero no duradero.

P: También está aflorando el teatro alternativo (off) y el teatro documental o de periodismo. ¿Qué le parecen?

R: Ese teatro documental me parece muy bien y necesario a día de hoy. Estoy muy de acuerdo con eso. Me parece oportuno y necesario. Tiene que sentirse públicamente la reacción contraria, por ejemplo, a los impuestos y a los excesos a los que nos ha sometido el ministro Wert. Y también se hace teatro en un piso con dos intérpretes que, a veces, son los dueños e invitan a la gente y hacen teatro para ellos. Es un teatro amateur naturalmente, pero esa es la novedad. Esa es la supervivencia. A pesar de todo, el teatro vive.

P: Siempre resurge en las crisis como un Ave Fénix.

R: Es una reacción natural. La protesta se manifiesta así, por los medios más increíbles. Medios indirectos y oblicuos, pero oportunos en cierto sentido y que tienen la virtud de conmover y estimular al espectador y hacerle adherirse a la protesta. Es divertimento pero es guerra también. Es declarar una guerra conceptual.

P: ¿Y la novela cómo apareció en su vida?

R: Llegué a la novela como un aficionado. Me planteé hacer una novela interminable hasta el final de mi vida, pero Pedro Gimferrer se enteró y me pidió unas páginas para ver si tenía calidad. Le pareció tan bien que me dijo que había que publicarlo. Y eso fue El viaje a Pantaélica. Estuve muchísimo tiempo escribiendo la obra. Era como un desahogo, sin intención de publicar pero afortunadamente Gimferrer apareció y como llevaba Seix Barral me hizo un precontrato y ese material lo reduje a un libro, muy largo, pero que quedó bien. Una novela muy rara, postkafkiana.

P: Ha dicho muchas veces que siempre ha querido ser "un artista menor" por la libertad que tienen. ¿Lo ha conseguido?

R: Siempre lo he dicho pero no he podido ser del todo un artista menor porque en el fondo he tenido muchas ambiciones de hacer grandes comedias. Alguna vez, quizás, lo he conseguido.

Entrevista al Gran Wyoming

Natalia Marcos, "El Gran Wyoming: El pueblo español no sabe reírse de sí mismo. El presentador y humorista es la diana del nuevo 'roast' de Comedy Central", en El País, 8-VII-2015:

“Estoy preparado para esto y para más, la vida ha sido dura conmigo”. El Gran Wyoming afrontaba así la sesión en la que, el pasado martes 16 de junio, Andreu Buenafuente, Pablo Carbonell, Loles León, Arturo Valls, Falete, Yolanda Ramos, Antonio Castelo y Santiago Segura aprovecharon para decirle unas cuantas verdades a la cara regadas de sarcasmo y humor. Comedy Central eligió al presentador de El intermedio como nueva víctima de un formato, el roast, que solo se ha llevado a cabo una vez más en España, con Santiago Segura como diana. Pocas horas antes de que se grabara El roast de El Gran Wyoming, que Comedy Central emite el domingo 12 a las 22.15, entrevistamos al presentador y cómico.

Pregunta. ¿Por qué aceptó participar en el roast?

Respuesta. Estuve en el programa que hicieron a Santiago Segura y me gustó mucho. Es un programa para que la gente se ría, que me parece una causa justa.

P. Es un formato que tiene mucho de reírse de sí mismo...

R. Sí, y no estoy seguro de que todo el mundo aceptara, porque a la gente no le gusta que le digan cosas. Es un problema de autoestima, hay gente que no está equilibrada, pero a mí me da igual. En Estados Unidos son mucho más duros en los roasts, dicen unas barbaridades… Aquí metemos más humor, pero allí es demoledor. Es más parecido a Sálvame Deluxe a mala hostia.

P. ¿Por qué esas diferencias en el humor anglosajón y el español?

Un 'roast' para los políticos

El Gran Wyoming no tiene pelos en la lengua para hablar de ningún tema, pero no hay quien le pare cuando empieza a criticar a la clase política. ¿A qué político sometería el presentador de El intermedio a esa ronda de verdades a la cara que son los roasts? “No les sometería a un roast, les sometería a un banquillo normal y corriente. Un buen roast sería la Audiencia Nacional. Pero los políticos lo tienen tan bien articulado que han conformado la sala que les va a juzgar en el Supremo el caso Gürtel. Si los jueces fueran de verdad, ese sería el auténtico roast. Me encantaría estar ahí con la toga y tenerlos sentados delante de mí. Eso me encantaría”.
R. El español es uno de los pueblos con menos sentido del humor de la Tierra. La gente lo confunde con las ganas de cachondeo. Aquí se valora la fiesta y la gente se ríe y aprecia mucho la gracia. Pero no tiene sentido de humor, el pueblo español no sabe reírse de sí mismo. La gente aguanta todo tipo de presiones sociales, salariales, pero si te ríes de su padre son capaces de darte una hostia.

P. ¿De qué salud goza el humor en la televisión española?

R. No hay demasiado, y es una pena. En la televisión se ha perdido el humor y la música si no viene acompañada de un reality. Han conseguido que cuando sale música en la tele, la gente la quite. Los realities han monopolizado la televisión. Es un empeño, porque mientras estás viendo un reality no estás pensando en otra cosa. La televisión se ha convertido en el arma de destrucción masiva de neuronas más importante de la historia. Podría ser la herramienta de difusión más importante y se han empeñado en que no. Hay una serie de falsos dogmas que se han inventado para que esto sea así. Yo estoy muy orgulloso de El intermedio porque en prime time podemos llegar a entrevistar a un señor como Emilio Lledó, filósofo de 87 años, y hacer un pico de audiencia. Eso está terminantemente prohibido por los manuales de semiótica. No puedes sacar en prime time a un señor de 87 años hablando de filosofía porque la gente cuando llega a sus casas están completamente llenos de problemas y quieren relajarse. ¿Por qué? Porque son gilipollas. Ese es el teorema número uno de un programador de televisión generalista, y es completamente falso. La gente quiere saber cosas, por eso ha funcionado El intermedio, porque contamos cosas. Pero encima lo que hacen es sacar lo peor, la hez de la sociedad, y la normalizan y cotidianizan para que la gente vea que su miseria es normal. Dejan a la gente sin armas para luego darle leña.

P. ¿Por qué un informativo satírico tiene más audiencia que informativos tradicionales?

La televisión se ha convertido en el arma de destrucción masiva de neuronas más importante. Los informativos tradicionales tienen un problema: funcionan como agencias de noticias. Tienen una escaleta y pase lo que pase le dan dos minutos a cada cosa, sea un incendio en Móstoles o algo con una repercusión gigantesca. Nosotros podemos dar tiempo que necesita una noticia importante. Y con las herramientas audiovisuales que tenemos podemos poner vídeos de lo que los políticos han prometido y lo que están haciendo en realidad. Yo si dirigiera un informativo haría eso, mirar lo que dicen y lo que hacen. En eso nos quedamos bastante solos. Por eso nos nutrimos de una audiencia que no nos correspondería si tuviéramos competencia. El arranque del programa, "ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad", que no sé a quién se le ocurrió pero me parece una genialidad, es verdad.

P. ¿Cree que hay límites para el humor?

R. Sí, yo tengo unos límites. Por ejemplo, no me gusta hacer humor de los defectos físicos de una persona que tengo delante. También soy un hombre muy demonizado por no participar en las redes sociales. No participo, no quiero participar y no voy a participar. No me gusta el nombre, las redes. Me recuerda a la almadraba del atún, donde uno entra y es muy difícil salir. Estuve muy poco tiempo en las redes y entendí que no me convenía en absoluto. ¿Las redes sociales se van a convertir en la nueva Inquisición? Yo te digo que sí, porque se pueden usar para lo que te dé la gana como coartada.

P. ¿A cuál de los participantes en el roast tiene más miedo?

R. Al público, ese es el que te juzga de verdad. Si se quedan mirando con un silencio atronador, la has cagado.