viernes, 1 de enero de 2010

Los sabios egipcios

Leí en un antiguo texto egipcio que el que pretende ser sabio debe preguntar no sólo al que sabe, sino al que no sabe. Esa frase y su no impostada humildad me impresionó profundamente, ya que en nuestra cultura occidental uno termina decantándose por una postura u otra, pero jamás suele quedarse entremedias, como hace con frecuencia Derrida, tan crítico como es contra el usual logocentrismo.

He procurado siempre por ello entender lo que menos entiendo y apreciar lo que no me aprecia ni me entiende, que es algo que también preconizaba Jesús en los evangelios, si recordáis, aunque algunos no recordarán ya, puesto que también las escrituras, que algunos llaman sagradas, empiezan a borrarse de los currícula académicos; también la religión forma parte de las humanidades: después de proscribir la religión se proscribirá la literatura, la filosofía y las demás disciplinas humanísticas, para dar cabida a más educación física, diseño, música, tecnología y otras ciencias que nos ayudan a entender y a servirnos de la naturaleza, pero no a entendernos a nosotros mismos y a nuestros semejantes, y mucho menos a saber cómo disfrutar de ello.

Siempre creí que las ciencias y las humanidades eran una sola cosa; Jovellanos escribió un discurso absolutamente descarriado sobre el tema, en que afirmaba la complementaridad de ambas proclamando empero su discontinuidad, y así hay quien prefiere considerarse de letras o de ciencias, quedándose enano y tullido y no precisamente a hombros de gigantes. Eso es muy cómodo, comodísimo en realidad; quien suele hacerlo suele pagar al cabo un enorme tributo en uno u otro sentido; lo realmente desasosegante es quedarse en medio, absolutamente desconcertado, uniéndolo todo, como ese incomprendido Pico della Mirandola, intentando asimilar nuestra verdadera condición entre el vértigo que da el abismo y la esperanza que da el promontorio, en el ciego y oscuro salto que dice el clásico.

Acaso lo bueno de ello, a pesar de lo duro y difícil y exigente que es, radica en que desde esa posición puede verse mucho mejor bastante más lejos. Uno se engaña quizá bastante menos que otros que tan seguros están de todo.

1 comentario:

  1. Albricias

    Ahora resulta non lo que era par. Un tercio de la humanidad cambia de año, para pasar el tiempo contando no creáis, y el susodicho se diluye, ya no entre manejas de reloj, sino en dígitos infinitos. Mi hijo comienza a entender el eterno retorno y juega a adivinanzas sin cambiar el objeto de la profecía.

    Nunca he creído en la especialización como sacerdocio del saber, lo que otros saben allí queda. Ahora bien amo a las personas de bien, ingnorantes o no. Quiero decir que ante un holocausto nuclear no sabría cómo construir un horno para el pan o una bombilla, pero sabría cómo amar.

    Aún así, en el mundo de los negocios no funciona otra cosa y es precisamente la opacidad en el saber la que genera royalties. El amor por su parte ha generado poco dinero.

    Pero avanzamos dirán, y y o pregunto ¿hay quien responda por el saber acumulado o solo podemos acudir al propietario de la patente? Quienes bombardearon Hirosima no sabían nada del núcleo y de los átomos, sin embargo obtuvieron lo que buscaban, sin letras, ni ciencias.

    Y esa es una duda que me corroe, con una estrategia ofensiva somos capaces de hacer cualquier cosa, pero ¿vale la pena arrollar a quien se ponga por delante? Decidí que no y espero mantenerme en mis trece como el Papa Luna.

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