sábado, 10 de mayo de 2025

Debate sobre el mal

 [Transcripción corregida por el bloguero de un debate moderado por Juan Manuel de Prada sobre el tema del mal, tomado de YouTube.]

 Presentación de los invitados

Nuestro primer invitado lo conocen ustedes perfectamente. Es Leopoldo [Prieto], licenciado en derecho por la universidad de Granada, licenciado en teología dogmática y doctor en filosofía por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, ordenado sacerdote en 2001, ha ejercido su ministerio pastoral y académico en Alemania, Chile e Italia. Desde 2008 es profesor en la Facultad de Filosofía de la universidad eclesiástica San Damaso. Es autor de la obra El hombre y el animal: nuevas fronteras de la antropología. Querido Leopoldo, muchísimas gracias por atender nuevamente nuestra petición. 

Gracias a vosotros. Es un placer estar aquí.

Y, si es un placer recibir a Leopoldo una vez más, pues desde luego que también lo es recibir a nuestro siguiente invitado, una persona muy, muy querida por todos nuestros espectadores. Se trata de Manuel [María] Carreira, de la Compañía de Jesús. Es licenciado en filosofía por la Universidad de Comillas y en teología por la Universidad Loyola de Chicago; doctor en física por la Universidad Católica de Washington. Ha sido profesor de astronomía en las universidades de Washington y Cleveland, y de filosofía de la naturaleza en Comillas, autor de obras como Metafísica de la materia. [Núcleos temáticos de Filosofía de la Naturaleza, Materia no viviente.] Ha sido miembro del Observatorio Astronómico Vaticano, y colaborado en proyectos como asesor de la agencia espacial de los Estados Unidos. Padre Carreira, muchísimas gracias por estar siempre dispuesto a venir a este humilde programa que se honra con su presencia.

Muchas gracias por haberme invitado de nuevo.

Es un placer siempre y un gran honor tenerlo entre nosotros, así que esta tarde lanzamos a nuestros invitados la pregunta que desde de tiempos inmemoriales ha torturado a la humanidad: si existe un Dios Todopoderoso y Providente que desea el bien de los hombres, ¿cómo es posible que permita la existencia del mal y también del sufrimiento?

Aproximación al problema del mal

Padre Carreira: una primera aproximación al problema del mal.

Tal vez la primera cosa que a mí me viene a la cabeza como un dato que nunca debemos olvidar, y es que todo ser creado es finito; por lo tanto, tiene capacidades limitadas; por lo tanto, se va a encontrar con situaciones en que esas capacidades no resuelven un problema, y eso lleva a frustración en el orden meramente material, también en el orden personal; y en el orden moral, por ejemplo, uno puede decir que es un mal un terremoto. Para quienes lo sufren, ciertamente, eso es un mal; pero podemos decir, desde el punto de vista geológico, que los terremotos son consecuencia necesaria de cómo funciona la naturaleza y, si no hubiese habido erupciones volcánicas con sus terremotos consecuentes etcétera, la Tierra no sería habitable; entonces, vemos que lo que nosotros llamamos mal en gran parte es simplemente la limitación inherente a todas a todos los procesos de la naturaleza, que dan lugar a situaciones que, desde el punto de vista humano, nos parecen negativas, nos parecen desagradables. Pero tiene que funcionar la naturaleza según sus leyes para que la Tierra sea habitable, para que nosotros podamos desarrollar incluso toda nuestra vida, y no es posible imaginar siquiera un mundo en el que nunca ocurre nada desagradable para alguien eso es una utopía que no tiene posibilidad de realizarse por eso se ha dicho algunas veces que Dios debería crear el mejor de los mundos posibles no hay tal mejor de los mundos posibles ni puede haberlo, porque en el momento en que cualquier realidad es finita tendrá sus limitaciones, y no me gustarán esos procesos en que esas limitaciones no están de acuerdo con mis preferencias. Pero la naturaleza no es omnipotente ni puede serlo; luego tenemos el capítulo más difícil, donde entra la responsabilidad humana: el mal moral podría evitarse, si uno quiere decirlo, de una manera utópica, porque como Dios debe prever lo que hará todo ser humano en toda su vida podría decidir crear solo aquellos que se han de portar bien, y entonces no habría mal mora.  Entonces uno puede preguntarse, lo han preguntado teólogos y filósofos, ¿por qué Dios permite que exista mal debido al mal uso de la libertad humana? Y ahí la respuesta, que puede parecer un tanto difícil de aceptar, pero que tiene una base lógica, es que todas las perfecciones de Dios pueden manifestarse en un mundo ideal, donde no hay sufrimiento, donde no hay mal alguno; pero no podría manifestarse su misericordia: la misericordia solo puede manifestarse donde hay miseria, y entonces Dios permite que haya miseria. No porque la quiera, sino porque deja ese posible modo de actuar a la libertad humana, y también hay miseria causada por efectos de la materia actuando según sus leyes, y eso permite que Dios manifieste su misericordia incluso de la manera más asombrosamente directa participando de nuestros males, participando de nuestros sufrimientos. Y eso es lo que nos dice precisamente la fe en la Encarnación redentora. Dios no se queda en una especie de castillo aislado, sino que viene al Mundo, participa de nuestros sufrimientos, participa incluso de la muerte, participa de las consecuencias del pecado. Y entonces manifiesta de una manera muy clara verdaderamente resplandeciente su infinita misericordia y su amor hacia nosotros.

La división del mal

Leopoldo:

Sí querría hacer alusión a una doctrina que me parece muy interesante, que está un poquito desdibujada en nuestro contexto cultural, y me parece de máximo interés porque es algo que, pensado en soledad y en conciencia, y no tanto por estímulos ambientales culturales, yo creo que se asiente la cuestión es la siguiente: la división después de definir del mal de la manera que se haga, pero la división del mal como mal moral y mal físico quizás no es la más exacta; se puede decir lo mismo llamándola mal de culpa y mal de pena, donde la culpa es el verdadero mal: es la acción mala cometida voluntaria, libremente, con conocimiento de causa y con acto de voluntad que se adhiere a este mal, y ese es el mal radical, el mal verdadero; y el mal de pena, que es lo que de ordinario se entiende por sufrimiento: aquello que nos perturba, pero sin hacernos malos. Y esto no solo no necesariamente no es un mal, sino que a veces es un bien, es un bien experimentado como tal.

Crimen y castigo

Por el mismo malvado crimen el castigo a veces es anhelado por la misma persona que se ha cargado con una culpa demasiado grave para llevar por sí misma. Es el tema, si se quiere, de la película La Misión, donde creo que se llama Rodrigo el español que esclaviza a los indios después de haber matado y haber cometido muchas bárbaras atrocidades: quiere ser castigado para, de esta manera, librarse del mal que ha cometido. Es como la historia del rey que se cuenta en Navarra, en Aralar, que comete creo que un parricidio y se impone un castigo para redimir el mal de pena, la culpa, la pena. Puede ser, lo digo así, hipotéticamente. Yo pienso que es así, en los planes misteriosos de Dios, la medicina por la que Dios a un hombre, en singular, y a una humanidad, como colectivo que se ha apartado de él, lo vuelve a acercar así, y este acercamiento, si ha sido voluntariamente consentido por las personas, tiene algo de dolor, evidentemente, pero es un acercamiento para el bien y para la vida; digo, y lo he advertido antes, que esta idea, seguramente, va a generar algo de polémica; pero yo creo que es así, y por eso me gusta llamar más al mal físico mal de pena, porque tiene propiamente este sentido en el relato del Génesis y en la andadura y marcha de la humanidad después de la comisión del pecado original. Se ve muy bien cómo Dios interviene, y Dios interviene siempre en sus planes de salvación y de misericordia con los hombres jamás para causarles un mal irreparable, sino un mal o un dolor que es bueno. Tomás de Aquino es un gran analista psicológico, y, en las Cuestiones, "Disputar de malo", lleva a cabo una descripción de este proceso de monstruificación que es interesante. La palabra no es suya ¿eh?, solo es un neologismo. ¿En qué consiste? Sí, espero que se me consienta...

Por supuesto, por supuesto.

...Para mostrar en qué consiste el dolor verdadero de aquel que se hace libremente malo, y es que, eh, lo he aludido antes, ahora lo digo un poco más detalladamente, y es lo que él llama el dolor de los damnosus: están en continua ruptura interior, de manera que lo que son, porque radical y positiva radicalmente son buenos, si no no habría dolor, están puestos en un ser como una determinación de positividad y de bondad que, sin embargo, detestan, y que contradicen constantemente con su voluntad. Es decir, que son libremente un autoinfligirse daño y dolor a lo que son por naturaleza; esto es el proceso de excisión y ruptura interior que causa, no el padecer el mal (que Dios esperamos y creemos lo utiliza en designios de salvación) y podemos argumentar racionalmente hasta un cierto momento, sino este mal que hace malo porque se comete con conocimiento y voluntad; hay una cuestión que es fundamental, y que ya está planteada por San Agustín: pretender demostrar o justificar el ateísmo por la existencia del mal no es convincente. ¿Por qué? Porque el mal, siendo efectivamente negación de una positividad, presupone una positividad previa: es deci,r que no puede darse un mal si no existe un bien unde deus deus sim malum es la pregunta que se pone San Agustín, si no recuerdo mal: ¿cómo Dios si existe el mal? Y responde: "justamente porque existe Dios, no porque lo cause".

El Dolor de los Damnosos

Puede existir el mal, es decir, solamente tenemos noción del mal porque tenemos una noción previa del bien, no solo noción, sino realidad: hay una positividad, de manera que (y esto lo han dicho muy bien algunos idealistas italianos, Giovanni Gentile en concreto), no es correcta la contraposición bien y mal sí lo que quieren decir es que la contraposición es del mal en el bien. El mal es siempre una forma parasitaria de una entidad precedente, y toda la riquísima psicología de las pasiones como aspecto (Miguel tiene este libro de antropología que te ha presentado) y, bueno, toda la antropología de las pasiones interesantísima desarrollada en la Edad Media, y que luego resuena y va dando tumbos empobrecidos, un poquito en Spinoza en suma en sus tratados de las pasiones parte de este hecho, es decir, no están de ningún modo por lo que se refiere a la acción del hombre en el mismo nivel, la acción, o para justificar las pasiones que son movimientos apetitivos de índole sensible, no están en el mismo nivel, es decir, el bien siempre precede al mal que anida, que se inserta y que parasita en este bien, si me permites, quizás. Remato ya en relación a la cuestión aludida del fundamento antropológico de la apetencia del bien y de la libertad. Yo diría que no tanto entre el bien y el mal, sino dado lo que el hombre es en el nivel ontológico, en que ha sido puesto por el Creador, y Él no se ha creado a sí mismo; de hecho, es absurdo el concepto de autocreación; tiene una manera de ser respecto de la cual hay acciones que, concordes con lo que él es, son buenas, y otras no. Y eso es lo que el hombre y es la dialéctica difícil y llena de ambigüedades. Como dijo Miguel en la primera intervención suya: hacen de la vida humana siempre realmente un riesgo y un drama, porque el hombre no es solo lo que se ve y percibimos sensorialmente. No está, sino que yo me atrevería a decir que es mucho más en el hombre lo que no se ve que lo que se ve en él. Hay un misterio profundo de realidad, que es contra el que ataca contra él, el que hiere verdaderamente esta acción libre mal cometida y que es en ese ámbito abismal de realidad que es imagen de Dios, que es criatura racional, que es espíritu, que es persona donde llega el efecto perversor, digamos así, o de perversión que esta acción libre realiza.

Yo a propósito de la libertad querría decir algunas cosas. Yo he sido muchos años profesor de filosofía moderna, y me llama positivamente la atención que la filosofía moderna, con todo respeto, por las grandes aportaciones que fundamentalmente yo diría que son de dos índoles, la concomitancia con el fenómeno de la revolución científica (parte de los filósofos modernos son científicos, y eso es una cosa el padre Carreira lo sabe mucho mejor que yo) quién va a a negar este grandísimo valor aportado por la modernidad del Occidente cristiano, y una teoría de los derechos del hombre que presuponen su dignidad, pero tiene sus deficiencias, y una de ellas es precisamente la que se refiere la libertad, de manera que al movimiento característico del humanismo del Renacimiento, de exaltación del hombre, corresponde en formulaciones teóricas una degradación, porque, o se problematiza la libertad o, caminando el tiempo, se niega. El ámbito del liberalismo es el ámbito de los autores que más abiertamente han negado la libertad. 

El libre albedrío

Entonces esto es una paradoja. Es sorprendente, pero, de hecho, la historia de las ideas ha ocurrido así a propósito de la fundamentación en la filosofía moderna de la libertad: la noción del libre albedrío es muy característica de la filosofía clásica, que presupone un fin al que se tiende con necesidad y que es el correspondiente a la naturaleza que el hombre encuentra en sí, y, por tanto, la libertad se limita a esto a partir del existencialismo. Ha sido muy criticado. La libertad se limita a la elección de los medios, eso es el libre albedrío. Pero, en cualquier caso, insistiría en esto: no tanto que el hombre es libre para elegir el bien y el mal, no, sino de aquellas acciones de las que se teje y entreteje la vida humana en su cotidianidad, como muy bien muestra la música, que muestra que el bien y el mal, con su grandeza o con su abyección, tiene algo muy cotidiano en este mundo de ruido; no completamente.

Pues en esta cotidianidad de las acciones en donde el hombre quiere ser fiel a lo que es, como decía [Antonio] Millán-Puelles brillantemente en las ideas de justificación de su libro de ética, confirma con su acción libre lo que él es, y así se hace uno se hace amigo de sí mismo, se unifica por dentro y no olvidemos a los neoplatónicos, que hacían consistir en esta unidad interior y en esta acción de unificación que llamaban genosis el proceso de Retorno a Dios de la criatura, tanto más distante de Dios tanto más desunida. San Agustín le llama la desunión, y la tierra distante de Dios que es lo que él quiere llamar la tierra del pecado. El hijo pródigo está lejos de Dios, ¿no? y en ese sentido y por eso los neoplatónicos dicen que este extremo es la materia, porque es dispersión por sí misma, es decir, y con esto concluyo. En esta unificación interior que es lo que por otro lado vemos que justamente destruye el pecado en la acción de excisión y de monstruificación, en esta unidad lograda o en esta acción que corrobora libremente lo que el hombre es sin ser libre. Porque esa naturaleza le ha sido dada. No es esta una de las claves de la vida moral, sino la clave.

El Castigo

¿Dios castiga el mal que hacemos, padre Carreira?

Dios castiga si tomas la palabra castigo como un acto individual para cada ocasión en que alguien hace también individualmente un acto malo. No es así, no ocurre así; el castigo en el caso general del comportamiento humano que va en contra de la voluntad de Dios es precisamente el que se ha apartado uno de Dios, que es la única fuente de posible felicidad eterna. Ese es el castigo, pero se lo ha hecho uno a sí mismo: ha dicho no a Dios, y Dios no fuerza la libertad humana. Entonces en eso entra ya en juego, incluso el castigo final de la condenación eterna. Dios no puede mandar a nadie al Infierno, me dicen algunos, y no los manda: se van ellos y no quieren otra cosa, porque no quieren aceptar la voluntad de Dios. Están emperrados, por así decirlo, en apartarse de Dios, y Dios respeta su libertad, y se quedan apartados de Dios en lo que es ese agujero negro donde no entra nada bueno que es la condenación; pero Dios desea que todo el que peca se arrepienta y vuelva a la intimidad con Dios y Él no está esperando, por así decirlo, una oportunidad para decirle: "Ajá, te he cazado cuando estabas pecando: pues ahora la pagas". No, no es así. Dios quiere que todos nos salvemos, pero respeta nuestra libertad, y eso es el gran problema, que es al mismo tiempo la razón de que nosotros seamos personas libres: la libertad humana tiene el gran valor positivo de que no somos robots. Somos responsables de lo que hacemos, pero tiene el peligro de que podemos usar mal esa libertad y entonces, responsablemente, nos apartamos de Dios. El hombre tiende necesariamente, por su racionalidad, a tres cosas básicas: la verdad, la belleza y el bien. 

La verdad que es conocer la realidad como es en todos sus aspectos, no que me guste o no me guste, sino conocer la realidad como de hecho es desde Dios, como fuente de existencia hasta lo más mínimo de mi vida diaria. Esa es la verdad.

La belleza es el aceptar que hay un orden, una armonía en todas esas relaciones de creador a criaturas y de las criaturas entre sí, y el bien que es buscar lo que es propio de la naturaleza, que necesariamente es la naturaleza precisamente manifestada en esas tres tendencias, todo lo que me ayuda a encontrar verdad es un bien para mí todo lo que me da la sensación de armonía, de orden es un bien para mí, es una belleza que me satisface, y todos lo apreciamos cuando vemos una obra de arte o una flor. No necesitamos que me sea útil para nada, pero me da una satisfacción propia que solamente se implica como goce de lo que es ordenado, de lo que es armónico

Y el bien que es naturalmente todo lo que está de acuerdo con la naturaleza humana como criatura finita destinada a un estado de Unión con el Creador que se puede barruntar de una manera muy imperfecta solamente por nuestras filosofías, pero que en la revelación cristiana se nos da explícitamente como el fin al cual estamos destinados.

La Caridad Sustancial

Leopoldo, Dios es sin duda alguna como lo presenta muy bien la Parábola del hijo pródigo: un Dios que San Juan define como caridad sustancial,  no es que haya algo, no. Es que todo Él es esto, o sea, un Dios que es amor. ¿Qué posición, en qué posición se encuentra cuando un hijo suyo rebelde se aleja? Está preocupado, se presenta en el Evangelio como un hombre, un hombre entrado en años que todos los días sube a la azotea a ver qué hay de aquel hijo suyo, este hijo, este hermano tuyo, este hijo mío, donde el mío cuenta mucho, porque es lo que efectivamente pone el afecto de amor,  y todos los días va y cuando le ve venir sabemos qué reacción tiene. Se sale corriendo, contraviniendo las normas de protocolo de una persona grave anciana, y se cuelga a su cuello y empieza a besarle y no le permite que abra la boca y enseguida le recompensa de lo que él no merece, mata el novillo más cebado; no está calzado, y le da el anillo, le calza, le mata el vitulum saginatum, es decir. Pero lo que me interesa es cómo esto pienso yo debe ser entendido en Dios, respecto de la penuria en la que llega a encontrarse, y esto en un Dios que es omnipotente, que es sabio y que es bueno; debemos entender lo previsto por este mismo padre: la penuria en la que se encuentra y gracias a aquella penuria este hombre entra dentro de sí y dice cuántos bienes tienen aquellos que están en casa de mi padre, y yo, que soy su hijo, aquí, lejos, cuánta necesidad padezco; pero entra dentro de sí por medio de unas circunstancias que pedagógicamente su padre ha puesto en el camino para que retorne al camino de la vida. Yo creo que esta es la manera como debemos entender esta acción divina, y no tanto por una acción de Justicia que castiga. Y es, si se quiere, incluso castigo, pero es una acción pedagógica de quien es infinitamente sabio y sobre todo infinitamente bueno: no quiere la muerte de su hijo, la muerte en el sentido fuerte de la segunda muerte, por otro lado, y esto la teologia dijo: bueno, primero hay una cosa: el padre efectivamente mira a ver si vuelve su hijo, pero no sale detrás de él; es decir, Dios deja que el hombre se aleje de él: la libertad se lo permite, y ese hijo le ha ofendido gravísimo, diciendo: "Dame la parte que hay de mi herencia". Introduce el misterio de Dios contra una suerte de deísmo que quizás invade de que en Dios hay la justicia y también la bondad. Si se quiere, la misericordia es una cosa y a mí me sorprende como hay un salmo litano en donde se alternan acciones de misericordia de Dios y acciones de justicia dura; y dice "porque es eterna su misericordia".  Bueno, es una manera también de hacer presente en el culto que Dios es misericordiosísimo también, es justo ¿no? Y esta justicia no puede dejar de tenerla aquel ser que es infinitamente perfecto: la justicia es una perfección. Dios la tiene, pero en Él la justicia no es nada distinto a la misericordia: nosotros no entendemos esto, porque eso es un misterio. Pero sabemos racionalmente que eso es así, porque Dios no sería Dios si no fuera así. Claro, claro, Dios educa al hombre y educa a los pueblos y como creador y providente se vale de causas segundas. Y esto es muy misterioso para obrar sus designios en la Historia. No quería dejar de referir el caso del justo que padece porque esto nos muestra, y ulteriormente, este aspecto misterioso de Dios, no de la manera que encontramos en Job la imagen y el símbolo del que es una persona honesta, buena, más aún, santa, y es una persona que padece de un modo especial y porque Dios lo quiere. De hecho, es un hombre sumamente agradable a Dios, y Satanás se presenta ante Dios y le pide permiso para atribular y hacerle daño, y Dios se lo permite; pero le dice: "A él y a sus hijos no les toques; lo demás tienes licencia". Este es el verdadero problema del mal, sobre todo el de el que es bueno y padece, y padece y sufre en su alma la tortura, y esto lo vemos muy bien en los místicos y en los grandes santos. Yo creo que nadie interpretó la Escritura a propósito de estos textos, Salmos, Lamentaciones, como San Juan de la Cruz, porque lo había experimentado en carne propia. Pero él experimenta cómo un Dios malo casi lo lleva al borde de la blasfemia en Job, lo que es un Dios infinitamente bueno que le está subiendo a un nivel de santidad que va a hacer posible un nivel de amistad y cercanía con Dios que solo este sufrimiento consentido por Dios para su bien, que nosotros no lo entendemos, porque es misterioso, pero atisbamos el sentido, el mismo Señor dice que el árbol que tiene frutos es el podado, es decir, al bueno. Dios lo somete a purificaciones ulteriores. Bueno. pues el justo por antonomasia es el Señor, Cristo, en quien vemos nadie más santo que él y nadie que haya sufrido más que él y en la cruz del Señor. Primero en la perversidad del mal: "Líbranos del mal, líbranos del maligno", dicen es la interpretación más adecuada: no solo Líbranos de cometer el mal, líbranos de aquel que nos engaña, que nos seduce y que nos induce con mentira al mal. Líbranos del que nos es malo, pues vemos cómo en el contexto de la Pasión es la hora de las tinieblas. En San Juan de la Cruz era de noche cuando salía: es la hora del príncipio de este mundo; pero en mí no tiene nada, y en eso se centra: estas tinieblas y esta luz del amor de Dios, que quiere unir a los hombres en la cruz, que es un contraste fortísimo como no lo puede haber más entre la perversidad del mal y la grandeza del amor redentor de Dios. Y eso es la cruz, y eso es la cruz, y como el mal es inferior al bien, el bien es su fundamento mismo ontológico: no puede triunfar por eso; el Señor, con su muerte, destruye el mal, destruye la muerte y es resucitado; de hecho, el Señor no muere solo tanto por los dolores y el mal físico que se le causa; el Evangelio dice, insiste mucho en esto, que cuando hubo llegado la hora y mientras tanto "dio el espíritu". Nadie se lo quitó, nadie le quita la vida, insiste mucho en esto, para mostrar la soberanía y la libertad que son condiciones fundamentales para que haya un acto de entrega amorosa. El Señor la entrega, es decir, en él vemos sobre todo como el Justo por antonomasia y el Santo (nadie hay más santo que la naturaleza humana de Cristo) no hablamos el Verbo en donde se reproduce agigantado el fenómeno del justo que padece y por contraste del Injusto que triunfa en el mundo. Que Dios no permita que nosotros vayamos por ese camino, porque no sería un camino bueno. 

Pregunto, no sé si esto teológicamente es ortodoxo. ¿Como consecuencia de nuestra caída la naturaleza entera también quedó dañada de alguna manera? Esto sería teológicamente ortodoxo o no, y que de alguna manera esas catástrofes son consecuencia también del pecado humano; pregunto (me parece que ha habido algunos autores que han dicho prácticamente eso) que, de no haber habido el pecado original, el hombre no sufriría tampoco por causas naturales.

Yo creo que con pecado original o sin él, si uno tropieza en una piedra, le duele, y no hay manera de evitarlo. Y el dolor en ese sentido, como reacción a algo que es dañino, es un sistema de protección del ser viviente. Rara vez se ha dado, pero se ha dado el caso de un niño o una niña en este caso, creo que era que nace sin sentido del dolor y veía una llama y iba a ver que era muy bonita y le metía el dedo y no le causaba dolor, y había que estar todo el día tras ella, porque no sentía absolutamente nada de ese efecto protector que es el que nos lleva a evitar lo dañino, pues esto parece que, en algunas maneras de hablar de cómo sería el estado original se olvida, y parece como que de alguna manera no habría ni siquiera el sentir que a uno le quema el sol si sale un día de verano al aire libre durante demasiado tiempo. Una cosa es que te queme el sol un poquito y otra cosa es que se te caiga la lava de un volcán encima; no, sí, pero hay que decir que ambas cosas son necesarias para que la Tierra sea el planeta habitable que es. Otra cosa es que yo tenga la imprudencia de poner una casa en la falda de un volcán con el optimismo de que no va a ocurrir nada, mientras yo estoy allí durante años y años eso es otra cosa, muy, muy brevemente, porque nos quedan apenas dos minutos, un minuto. San Pablo dice que la naturaleza gime de parto queriendo ser liberada de este desorden al cual la culpa original del hombre la ha conducido. O sea, que sí podría ser ortodoxo, y dicho eso está dicho en la Carta a los romanos. Si San Pablo lo dice, que la naturaleza gime, la creación gime. Esto, bueno, yo, en realidad no soy buen teólogo, pero en realidad soy más filósofo; pero es que la comisión del pecado original tiene efectos de separación con Dios, de separación de los hombres entre sí, guerras; comienza con el homicidio de Caín, la separación de las naciones y las lenguas por la torre de Babel, la separación de la naturaleza, que le es hostil; no, yo creo que se refiere sobre todo a que viviendo en la amistad con Dios todo retorna a una unidad armoniosa que este pecado ha descompuesto y ha roto; por eso el trabajo se convierte en fatigoso, la tierra digamos es esquiva en darle sus frutos al hombre. Siembra y cosecha frutos con espinas; es una manera de mostrar este no sé distanciamiento, enajenamiento que el pecado ha introducido en la naturaleza; pero está dicho.

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