sábado, 30 de mayo de 2015

Los políticos antipúblicos y el primer motor

Hay algo que a Rajoy se le da muy bien: no hacer nada. En lenguas con polaridad negativa, habría que decir simplemente "no hacer" o "hacer nada", o, en una palabra, nihilizar: dejar que la gente busque su propio beneficio y nada más. Tal vez por ello Rajoy fue usado como apagafuegos por anteriores políticos antipúblicos (el extraño lector extranjero habrá de saber que estos políticos son posibles en España). Rajoy es un amianto incapaz de contagiarse con el sufrimiento de quienes se queman: solo quiere sacarles beneficio. De ahí lo antipúblico de Rajoy, un registrador de sí mismo y su propiedad. No resuelve ningún problema y los agrava todos: exactamente igual que una guerra civil. Crispa a todo el mundo, incluso a los "suyos", que solo lo aguantan porque les deja medrar a costa de pudrir e infectar el dolor ajeno, como el resto de las bacterias que nos dan fiebre. A nivel europeo es igual: Rajoy es solo correa de transmisión de la Merkel, o su perrito faldero, qué más da, y no añade ni quita coma de lo que esta dice.

Rajoy es incapaz de limpiar la corrupción; ¿cómo podría hacerlo si tampoco limpió los hidrocarburos del Prestige? Lo dejó a otros que lo hicieran gratis por esas cosas tan estúpidas del amor a lo público. Él es así: la casa de España sin barrer y el PP con síndrome de Diógenes porque la mierda abona y hace crecer a los gusanos de su partido. Rajoy todavía cree en la fermentación, en la teoría de la generación espontánea, en el abono orgánico de lo podrido. Cree que la mugre es buena para que surjan los gusanos del crecimiento económico y la zombilandia de la macroeconomía fundada no en los emprendedores, sino en el paro y el empleo barato, fundada no en las brillantes ideas, sino en la explotación del trabajador. Porque la burguesía española es mediocre, mediocre de verdad, sin grandeza ni ingenio, como nuestras universidades o nuestra educación; es una burguesía fraguada por la explotación de tres generaciones de perdedores de una Guerra civil que han sufrido el abuso de leyes ad hoc hasta que cara a Europa se hizo la componenda de una carta otorgada monárquica. De entonces ahora han pasado otras tres generaciones engañadas hasta ahora, en que la indignación ya ha echo a algunos empezar a quitarse el miedo de encima y a llamar a las cosas por su nombre.

La cosa pública no es popular. El Partido popular es toda una contradicción, porque pretende "partir" al pueblo, y el pueblo somos todos. Lo único que quiere hacer es sacarle partido al pueblo, porque no es nada popular, y sí populista: engaña al pueblo. Empezando por sus votantes, formados en colegios privados que ponen notas según ingresos para educar a buenos ciudadanos ignorantes y sectarios que se puedan creer sus historias de ogros, lobos feroces, bolivarianos, soviets y violadores de monjas.

Rajoy, empujado por otros, porque él es inerte, pasivo, hará algo para perseverar en su ser, pero será debido a los demás, no a sí mismo. Necesita una buena patada en el culo, como Aristóteles necesitaba un primer motor.

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