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domingo, 17 de agosto de 2025

El colisionador de hadrones empieza a hacer cosas raras, como invertir el tiempo y la lógica, duplicar y desacreditar la realidad y mentir descaradamente

 Transcrito de "Cosmos Diario", YouTube, 14 ago 2025

A principios de 2025, en el corazón del complejo subterráneo del CERN, donde ruge el gran colisionador de hadrones y los protones chocan a velocidades inimaginables, ocurrió algo extraño. No se trataba solo de una desviación de la norma ni de una nueva señal. Fue un descubrimiento que hizo temblar incluso a aquellos que habían trabajado toda su vida con las absurdidades de la física cuántica. 

Al principio nadie quería creerlo. Los datos parecían erróneos, se repitieron muchas veces, pero la anomalía no desaparecía, al contrario, se volvía cada vez más aterradora. Una partícula que no debería existir, energía que aparece de la nada, un proceso de desintegración contrario al modelo estándar y sobre todo la sensación de que habíamos tocado algo que no se quería descubrir. ¿Qué vieron los físicos del CERN? ¿Por qué incluso los que llevaron a cabo el experimento lo califican de peligroso? Y es cierto que nuestra imagen del universo es solo una simple ilustración de lo que se esconde bajo la superficie. 

Todo comenzó con algo muy común. Millones de colisiones en el gran colisionador de hadrones, miles de millones de líneas de datos. Pero en medio de todo ese ruido, de repente apareció una señal extraña. No se correspondía con ningún patrón conocido de desintegración de partículas. Ninguna simetría, ningún modelo podía explicar lo que estaba pasando. Los científicos esperaban ver el nacimiento de partículas normales, quarks, leptones, tal vez bosones de Du Bulle, pero lo que vieron parecía como si la partícula se desintegrara en dos partes en el momento de su nacimiento.

La señal indicaba la presencia de dos partículas con propiedades casi idénticas que aparecían simultáneamente en el mismo lugar, pero se movían en direcciones diferentes e ilógicas. Era como si existieran partículas gemelas en una fase extraña, ligeramente desplazadas con respecto a la realidad.Al principio los científicos pensaron que se trataba de un artefacto, tal vez un fallo del detector, pero este fantasma aparece repetidamente y solo en condiciones en las que la energía del choque alcanza un rango muy específico, como si alguien o algo estuviera esperando el momento adecuado para revelarse.

Los científicos han denominado este fenómeno carga reflejada, aunque ningún campo físico conocido es capaz de tal comportamiento.

Algunos teóricos sugieren que podría estar relacionado con partículas entrelazadas con su propia imagen en otra realidad cuántica. En otras palabras, tal vez estemos observando por primera vez el efecto de la interferencia de versiones paralelas de la misma partícula, pero eso no es todo. 

En algunos casos, entre los dos reflejos se produce una vibración apenas perceptible, como si la información se transmitiera instantáneamente entre ellos, violando el principio de localidad. Esta resonancia no era ni ruido ni error. Se manifiesta con tal precisión que, en un momento dado, uno de los físicos dijo: "Parece que las partículas están empezando a hablar". 

El CERN guarda silencio. Los documentos oficiales son escasos y formales, pero las filtraciones y los comentarios anónimos de los científicos dicen una cosa. Nuestro modelo de partículas elementales puede no solo ser incompleto, sino también fundamentalmente erróneo. Y lo que nos espera no es una actualización, sino un reinicio. 

Entre todas las rarezas que sacuden los cimientos del CERN, hay una que resulta realmente aterradora. Los datos empiezan a comportarse como un eco, no en sentido acústico, por supuesto, sino cuántico, como si los reflejos de los acontecimientos no aparecieran después de ellos, sino antes, como si alguien en un espejo supiera de antemano lo que va a pasar y lo reflejara antes de que ocurriera. Los gráficos registraban impulsos dobles, idénticos, pero desplazados en el tiempo y en la dirección. Imagínate, nace una partícula y su orden de existencia se registra una fracción de nanosegundo antes del momento real de su nacimiento.

Cuando comenzaron a comparar los parámetros, apareció algo aún más inquietante. El segundo orden no tenía una firma energética completa. pálido como si proviniera de otro medio físico, no de la corriente en la que se produjo la colisión, sino de una corriente ligeramente diferente con un nivel de energía de campo distinto. Algunos científicos plantearon cautelosamente una hipótesis. Podríamos haber registrado el contacto con una realidad cuántica paralela. No otras dimensiones en un sentido fantástico, sino otra solución de la función de onda de nuestro universo. Una historia alternativa en la que los acontecimientos se desarrollaron de manera diferente. Este eco podría ser el momento en que se cruzan las capas cuánticas, una especie de interferencia cuántica entre mundos que normalmente no interactúan entre sí. Ya no se trata solo de especulación. La teoría del campo cuántico contiene  conceptos matemáticos que permiten tal superposición de estados. Sin embargo, hasta ahora se consideraban fenómenos puramente teóricos y exóticos y no realidad. Pero ahora tenemos datos experimentales repetidos y fiables.

Algunos científicos del CERN comparan este fenómeno con un espejo transparente entre mundos que se ha vuelto menos denso por un momento. La partícula no lo atravesó por completo, pero la información sobre su existencia pasó a otra versión de la realidad. "No hemos descubierto una partícula, dijo uno de los científicos anónimos. "Hemos echado un vistazo a otra solución del universo y esta nos ha mirado a nosotros", Y si esto es cierto, es posible que nuestros experimentos influyan no solo en nuestra realidad, sino también en otras realidades adyacentes en una estructura de existencia multicapa. 

Si imagináis el universo como una construcción colosal, los quarks son los ladrillos con los que se construyen todas sus paredes. Hasta hace poco se consideraban fundamentales y predecibles. Su comportamiento se describía con asombrosa precisión en el modelo estándar. Todo comenzó con el análisis de la desintegración inusual del quark inferior / down, pesado pero bien estudiado, que normalmente se comporta de forma estable. Sin embargo, en nuevas condiciones, en colisiones con una energía y simetría determinadas, los físicos registraron de repente algo imposible. El quark inferior se desintegró contra todo pronóstico, como si se rigiera por otras leyes. Pero eso no fue todo. En esta desintegración aparecieron estados intermedios que no deberían existir. Aparecieron durante un tiempo muy breve y desaparecieron sin dejar los rastros típicos. Parecía como si la partícula pasara a una forma intermedia, como si existieran otras leyes de la física desconocidas hasta entonces. En la teoría de cuerdas, estas formas intermedias se denominarían resonancias de dimensiones compactas, pero aquí aparecieron en un experimento real. Las matemáticas no pueden comprenderlas. Los físicos volvieron a calcular la participación de las fuerzas fuertes, comprobaron las constantes, pero todo apuntaba a lo mismo. Los quarks ya no son los ladrillos básicos, son las cimas espumosas de procesos profundos que se nos ocultan. Imagina que siempre has pensado que estás mirando una piedra y de repente te das cuenta de que es una gota de agua congelada en el aire durante una fracción de segundo. Quizás los quarks son proyecciones holográficas de estructuras más fundamentales que no viven en nuestro espacio, sino en sus límites, como una especie de envoltura metafísica.

Esto concuerda con la hipótesis del principio holográfico discutida desde hace mucho tiempo, pero ahora sugerida por primera vez por una confirmación experimental. Y, si esto es cierto, ya no podemos afirmar que sabemos de qué está compuesta la materia, porque la idea misma pierde su sentido. Esto significa que todo lo que hemos construido, modelos, teorías, conceptos sobre la estructura atómica, no necesita ser perfeccionado, sino completamente desmantelado y repensado. Este episodio pareció inicialmente un error o un fallo en el sistema de recopilación de datos.

Sin embargo, cuanto más se adentraban en él, más se detenían. No se trataba de un fallo. Es una anomalía que no se puede ignorar. Durante una de las colisiones en la que la energía estaba estrictamente controlada en la entrada, los detectores registraron un pico de energía adicional que no se introdujo en el sistema. El colisionador no suministra más energía para acelerar las partículas. En teoría, esto no puede suceder, pero en el punto de colisión se crearon partículas cuya energía total superó la energía inicial. La violación de la ley de conservación de la energía para cualquier físico suena a blasfemia, pero los hechos son irrefutables. Uno de los científicos comentó más tarde, "lo hemos comprobado todo. Si esto es así, entonces es el universo mismo. ¿Qué puede ser?"

Algunos sugirieron que la energía se había tomado prestada de la materia, un efecto clásico conocido como fluctuaciones de materia. Sin embargo, el problema es otro. No se trataría de un salto aleatorio, sino de un proceso dirigido, repetitivo y controlado. ¿Qué o quién inyectó energía en el cuerpo en un momento determinado violando las leyes aparentemente inmutables? Al final surge una hipótesis. Podríamos haber registrado por primera vez una conexión con una fuente externa de energía cuya existencia hasta ahora se consideraba pura especulación. Esto se refiere a una construcción teórica conocida como el fondo de energía cero. Se trata de una hiperestructura de la que podría haber surgido nuestro universo y con la que hasta ahora no se ha registrado ninguna interacción. 

Si accidentalmente traspasamos la frontera entre nuestro espacio y este subespacio, todo el sistema energético podría ser mucho menos cerrado de lo que se pensaba anteriormente. El universo no es una habitación cerrada, sino una membrana a través de la cual puede penetrar todo lo extraño. Si la energía aparece de la nada, ¿qué la impide volver? Durante una conferencia en Ginebra, uno de los participantes, especialista en modelos cosmológicos, señaló: "¿Y si no fuéramos nosotros quienes descubrimos la energía, sino la energía la que nos descubrió a nosotros? Estamos acostumbrados a tratarla como una magnitud sin forma, un número en una ecuación, pero si tiene la propiedad de aparecer en condiciones adecuadas, entonces podría estar sujeta a reglas que aún desconocemos." 

Uno de los ingenieros del CERN, al analizar los datos, observó que uno de los paquetes de eventos se había registrado antes de la colisión. La partícula aparece en los registros antes de su lanzamiento. Parecía imposible. La explicación parecía obvia. Falta de sincronización, pérdida de señal, fallo del reloj. Sin embargo, todos los sistemas estaban sincronizados según los estándares atómicos. Cuantos más datos se analizaban, más evidente se hacía que, en determinadas condiciones, los detectores registraban los eventos en un orden temporal impreciso, a veces una fracción de nanosegundo antes y en raras ocasiones un microsegundo después de lo que indicaban todos los cálculos. No era una casualidad. Estas desviaciones temporales no eran caóticas como el ruido, sino que formaban una estructura extrañamente regular, como si el tiempo se distorsionara localmente. Así surgió una hipótesis que antes se consideraba fantástica. Creamos un área en la que el tiempo se ralentiza, creando bucles temporales, no en el sentido cinematográfico, sino a nivel cuántico. Aparecieron paradojas de causalidad en las que los efectos precedían a las causas. Algunos físicos lo relacionan con las tan discutidas curvas cerradas de tiempo admisibles en algunas soluciones de la ecuación de Einstein.

El problema es que antes se consideraban pura matemática, pero ahora parece que han encontrado la manera de manifestarse en la realidad. Hubo momentos aún más inquietantes. Los datos empiezan a desaparecer. En el Diario de eventos, los investigadores de los sucesos encuentran al mismo tiempo diferentes estados de la misma partícula, como si hubiera vuelto cambiada por su propio futuro. Este fenómeno contradice no solo el sentido común, sino todas las leyes de la causalidad cuántica. "No fuimos nosotros quienes cerramos el tiempo", comentó el científico en una entrevista privada. "Es el tiempo mismo el que se ha curvado para evitar algo". En el contexto de otras anomalías, este efecto puede ser una reacción del universo a la interferencia en sus estructuras profundas, como si se estuviera retirando y, por lo tanto, la lógica y la causalidad del tiempo comenzaran a derivar. Lo peor es que estos bucles son impredecibles. En teoría, pueden conducir a la duplicación de información, a la interferencia del futuro en el presente e incluso a la eliminación de fragmentos de la historia a escala subatómica. La física cuántica lleva mucho tiempo advirtiendo de que el mero acto de observar influye en el objeto observado. Suena casi místico, pero en experimentos como el de la doble rendija, este efecto se manifiesta claramente. La partícula decide lo que será cuando alguien la mida. 

Lo que se registró en el CERN va más allá de este esquema. La calibración habitual del equipo antes de una serie de colisiones se realiza como de costumbre. Sin embargo, tan pronto como se cambió el algoritmo de recopilación de datos, la propia naturaleza de las partículas comenzó a cambiar. En condiciones literalmente idénticas, con los mismos niveles de energía y configuraciones, se obtuvieron resultados diferentes que dependían únicamente de la forma y la precisión con que se realizaba la observación. Inicialmente se denominó error del sistema y posteriormente error humano. Pero tras 3 días de pruebas rigurosamente controladas quedó claro. La simple configuración del detector y la intención de registrar determinados datos cambiaban radicalmente el resultado del experimento. Parecía como si las partículas reconocieran por qué estaban siendo monitorizadas y se adaptaran como si el sistema cuántico percibiera el contexto. "Se comportan como si leyeran nuestro protocolo", dijo uno de los miembros del grupo de investigación. "Suena absurdo, pero cada nuevo experimento solo aumentaba la extrañeza. Algunos datos ya registrados comenzaban a reescribirse si el experimento se repetía desde otro ángulo de observación. Parecía que esto no solo influía en el resultado, sino también en el pasado.

Aquí surge una hipótesis interesante. Todo el universo es un sistema cuántico en el que el observador no solo influye en el resultado, sino que crea la estructura misma de los acontecimientos.

No solo vemos lo que es, sino que creamos lo que podemos medir. Por lo tanto, la realidad no es objetiva, sino interactiva. Algunos teóricos han ido aún más lejos. Quizás la observación es el acto fundamental del nacimiento de la realidad. Y ahora, gracias al CERN, nos hemos acercado tanto, tan cerca, que hemos empezado a comprender las reglas del juego. La realidad no quiere revelarse o nos pone a prueba, igual que nosotros la ponemos a prueba a ella.

En esta fase, el laboratorio empieza a hablar de la frontera de la observabilidad, el punto a partir del cual cada nuevo experimento no revela la verdad, sino que empieza a crear suspropias copias falsas del mundo. En un momento dado, en el CERN surgió una pregunta que nadie se atrevía a plantear en voz alta. 

¿Y si lo que está sucediendo no es solo una anomalía cuántica, y si estamos siendo testigos de una interferencia externa o, por el contrario, de un despertar interno del propio universo? Sí, suena poco científico, pero escuchen, hasta ahora los científicos consideraban la naturaleza como un mecanismo silencioso que funcionaba según reglas establecidas. Sin embargo, lo que comenzó a manifestarse en el colisionador no parecía un resultado, sino una respuesta. ¿Una respuesta a qué? ¿Al mero hecho del experimento, al mero deseo de hackear la realidad?

Algunos investigadores, basándose en patrones matemáticos de extrañas simetrías en el ruido, comenzaron a hablar de una posible influencia externa, no de otra galaxia, sino de otra lógica física, por ejemplo, de un supuesto metaplano, donde nuestro universo es solo una fluctuación local, como una burbuja en una estructura más profunda. 

Si es así, nuestros experimentos podrían atraer la atención de este sistema profundo e incluso podrían haber abierto un canal de comunicación, aunque solo sea a nivel fundamental. Pero aún más aterradora es otra hipótesis. ¿Y si no hubiera habido ninguna interferencia externa? ¿Y si todo lo que ha sucedido es el resultado de una reflexión interna del propio universo? Como si, de repente, se hubiera vuelto consciente de sí mismo. Quizás el universo necesitaba un espejo y ese espejo es el CERN, el lugar donde las leyes de la naturaleza se enfrentan por primera vez a la pregunta definitiva: ¿Qué soy? 

Algunos investigadores han comenzado a comparar lo que ha ocurrido con un acto cognitivo, una partícula que se refleja en otra realidad, energía que surge de la nada, y tiempo que se curva en respuesta a la medición.

No son signos de que el experimento haya fallado. Es una estructura que reacciona sobre sí misma, como si el universo, por primera vez en su historia, se diera cuenta de su existencia y se emocionara o se maravillara con ella. ¿Y por qué es posible? Suena poco científico, pero lo es. El teórico Aaron Heiteman presenta un concepto que actualmente se debate en seminarios cerrados.

La conciencia no surge en los seres humanos. Surgen sistemas capaces de alcanzar el límite de la abstracción.

Quizás ahora esté despertando en el propio universo. Los experimentos científicos en el CERN comenzaron con la máxima claridad: acelerar partículas, colisionarlas, analizar los resultados, pero nada salió según lo previsto. Los descubrimientos no solo fueron inesperados, sino que traspasaron los límites de lo aceptable. Vimos quarks inestables, energía sin causa, paradojas temporales y tal vez incluso seres de origen desconocido. Y aquí es importante comprender que ya no se trata solo de física, es el momento en el que la humanidad, al mirar la ecuación del universo no reconoce su propio reflejo. Todo lo que consideramos fundamental, las partículas, el tiempo, el observador, la energía, de repente pierde su definición o por el contrario adquiere una nueva dimensión aterradoramente desconocida. 

El CERN no solo acelerará las partículas, sino que acelerará el replanteamiento de la realidad. En cada uno de estos experimentos aparece una indicación. El universo no es pasivo, reacciona, se curva y observa. Quizás ahora mismo se está despertando a través de ecuaciones, a través del ruido y a través de nosotros.

 En conversaciones privadas cada vez es más frecuente una pregunta inquietante. Quizás no somos nosotros los que investigamos el universo sino él a nosotros. Pero, ¿deberíamos tener miedo? O, tal vez, por el contrario, deberíamos aceptar el hecho de que hemos llegado a un límite en el que la física se convierte en filosofía y los seres humanos no son observadores, sino partes de un todo pensante. Sí, tal vez descubramos algo más grande de lo que habíamos planeado, pero ese es el camino de la ciencia, un paso hacia el abismo que a veces revela un nuevo cielo. 

viernes, 17 de julio de 2020

Sofismas de Javier Olivera Ravasi

Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (1-21)
Javier Olivera Ravasi, el 27.01.15

El que toma se emborracha
al que se emborracha le da sueño
al que le de sueño se duerme
el que duerme no peca
el que no peca va al cielo
y, si al cielo vamos, bebamos…

Durante el tiempo que nos encontramos en el ámbito internético hemos visto que, no pocas veces, las discusiones en los comentarios se dan a partir de diversos sofismas lógicos en los que se cae: mala interpretación de los términos, anfibologías, saltos de argumento, etc.

Como en nuestro espacio intentamos educar en la verdad, nos pareció oportuno dedicar unos cuantos posts al uso de los sofismas y el modo de refutarlos. Para ello, utilizaremos el hermoso libro del Dr. Camilo Tale, abogado y catedrático argentino, quien nos ha permitido publicar aquí esta joyita al alcance de todos.

Esperamos que sea de utilidad para… Que no te la cuenten P. Javier Olivera Ravasi

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INTRODUCCIÓN

Combatir las falacias es la razón de ser de la lógica. A. Sidgwick Fallacies, Introd[1].

      La Lógica es la ciencia por la cual conocemos las leyes que deben cumplirse para que los razonamientos sean correctos. Todos los procesos discursivos que contrarían tales leyes constituyen razonamientos inválidos, algunos de los cuales, sin embargo, ex­hiben el aspecto de un raciocinio correcto, y en tal caso se denominan falacias. El estudio de la Lógica, entonces, para ser completo, debe incluir la teoría sobre las falacias, o sea una teoría acerca de cómo los hombres se equivocan cuando discurren, y también de cómo los hombres pueden confundir a los demás cuando quieren persuadir.
      Algunas veces se expresan argumentos con plena conciencia de la falencia lógica, pero también suele incurrirse en ellos invo­luntariamente. Al respecto, es usual la distinción terminológica entre el paralogismo, que ocurre cuando alguien emite una falsa inferencia obrando de buena fe —es decir sin la intención de en­gañar a otro— y el sofisma o argucia, que es el argumento inco­rrecto empleado con el deliberado propósito de engañar a otro1. En materia de falacias ocurre algo análogo a lo que sucede con la moneda falsa: muchas personas suelen entregarla con intención de estafar a quien la recibe, pero también se da moneda falsa por error, creyéndola verdadera. En el desarrollo que sigue prescindiremos de esta distinción, pues para el estu­dio de las falacias desde el punto de vista lógico no importan las intenciones de las personas que las expresan sino los vicios de los argumentos.
      El Diccionario de la Lengua que edita la Real Academia Espa­ñola define el sofisma como «argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso». De acuerdo con este enunciado, se denomina sofisma el argumento lógicamente in­correcto, que conduce a una conclusión falsa; pero esta finali­dad no es necesaria para que tengamos un sofisma, pues también se esgrimen argumentos lógicamente incorrectos con el fin de tratar de dar por demostradas proposiciones que son ver­daderas. De manera que para que haya una falacia no se requiere la falsedad de la conclusión, sino que basta la invalidez del razonamiento.

      Un razonamiento puede fallar:

      a)  porque se parte de afirmaciones falsas o inciertas, como si fuesen afirmaciones verdaderas y ciertas (falla en las premi­sas), o

      b)  porque el procedimiento de inferencia es incorrecto (falla en el procedimiento)[2]. Claro está que pueden ocurrir las dos clases de defectos en una misma argumentación.

      Es necesario aclarar que no todos los razonamientos inváli­dos se llaman falacias, sino solamente aquellos que tienen cierta apariencia de razonamiento válido, y que precisamente por ello son capaces de producir engaño. Las falacias son entonces los argumentos inválidos que están revestidos de una apariencia capciosa.
      Se llama refutación el razonamiento que intenta destruir la tesis del adversario, o que se propone poner al descubierto la falacia o falacias presentes en el argumento del adversario[3].
      Dado que la refutación es un raciocinio, ella también puede ser un sofisma, y ello sucede cuando en realidad no afecta a la tesis que se propone destruir.
      Las especies de falacias son muchísimas. Enumerar exhaus­ti­vamente todas las formas posibles sería una empresa frustrada, pues no acabaríamos nunca. Alguien ha dicho que la variedad del error humano es un “ápeiron”, es decir algo infinito[4]. En estas notas nos limitaremos a consignar un elenco de los tipos más usuales de paralogismos, aquellos que suelen cometerse con fre­cuencia, tanto al escribir como al hablar. Quizás esto ayude al lector a advertirlos oportunamente, identificar su especie, y refutarlos cuando se tope con ellos. De los ejemplos que exponemos, algunos se han tomado del discurso de las ciencias filosóficas, pero mu­chos otros provienen de otras disciplinas o de la conversación cotidiana. En algunos razonamientos inválidos las falacias son fáciles de descubrir, pero en otros el error es más sutil.
      El tema que aquí nos ocupa tiene de suyo mucha importancia no solamente para la capacitación filosófica y pedagógica, sino para la formación intelectual en general. Su relevancia se acen­túa en nuestros días, si se tiene en cuenta cómo la propaganda política e ideológica que se emite por los “medios de comunicación de masas” se vale de falacias de diversa clase, por las que se inculcan errores en la mente de muchísimos in­dividuos, los cuales se repiten y reafirman luego en el seno del pueblo.
      El terreno del comercio de productos y servicios también es propicio para la vida de los sofismas, sobre todo en la publicidad que se dirige al público de potenciales consumidores. La lluvia de avisos publicitarios que rodean nuestra existencia contienen una legión de falacias. Alguien ha dicho, para expresar este abuso tan corriente, que «la verdad a medias es la esencia de la publicidad»[5].


[1] «El sofisma es un argumento especioso y capcioso, un paralogismo cuyo defecto es más o menos hábilmente disimu­lado. El sofisma entraña la idea de cierta habilidad en ilusio­nar a los demás, y si no la intención formal de engañar, por lo menos una mayor preocupación de convencer que de decir la ver­dad» (Edmundo Goblot, Vocabulario filosófico, trad. de la 6ª ed. francesa, voz So­fisma).
«Sofisma: argumento válido en apariencia, pero que en reali­dad no es concluyente, y que se adelanta para engañar a los de­más, o con el cual se contenta uno mismo bajo la influencia del amor propio, del interés o de la pasión» (André Lalande, Vocabula­rio técnico y crítico de la filosofía, El Ateneo, Bs. As., 1967, voz Sofisma).
La palabra “sofisma” deriva de “sofista”, porque los sofis­tas que enseñaron en la antigua Grecia en el s. V a.C. se inte­resaban más por persuadir que por llegar a la verdad en las dis­cusiones. «El arte de la sofística consiste precisamente en lo aparencial y no en la sabiduría real, y el sofista es aquel que comercia con una sabiduría aparente y no real» (Platón, El sofista, cap. I).
[2] «El error procede del fondo o de la forma: del fondo, cuando se toman por verídicas y ciertas, premisas que son erró­neas o dudosas; de la forma, cuando ya sea inconscientemente, ya sea conscientemente, se saca de las premisas una conclusión que no se desprende de ellas lógicamente» (Desiré Mercier, Lógica, t. II, Madrid, 1935, p. 30).
[3] Cfr. Aristóteles, Argumentos sofísticos I, 165.  «Refutación: discurso o escrito que muestra la falsedad de una afirmación» (Paul Foulquie, Dicc. del lenguaje filosófico. La­bor, Barcelona, 1967).
[4] Friedrich Ueberweg, System of logic, cap. Fallacies.
[5] Es una frase de Nicholas Samstag, cit. por Eric Clark, Los creadores de consumo. Sudamericana, Bs. As., 1989, p. 13.

CLASIFICACIÓN DE LOS SOFISMAS

I. SOFISMAS VERBALES

«La más natural y extendida causa (de los sofismas) es el uso torcido de las palabras. Efectivamente, como no es posible enta­blar una discusión trayendo las cosas mismas a ella, usamos en su lugar palabras, como en el caso de las piedras del que cal­cula. Pero no es igual, porque las palabras y el número de las locuciones son limitadas, mientras que las cosas son ilimitadas en número. Es, por tanto, forzoso, que una locución y que una palabra, signifiquen varias cosas». Aristóteles, Arg. Sof., I, 165 a).

«En verdad, no es la menor de las tareas del lógico indicar las trampas que pone el lenguaje en el camino del pensador». Gottlob Frege

Aristóteles, en su libro De los argumentos sofísticos[1], di­vidió las falacias en dos grandes grupos: las falacias “en la dicción” y las falacias “en el asunto”. Las primeras son aque­llas que provienen de la ambigüedad del lenguaje[2]. Esta ambigüe­dad puede estar en el sentido de un término, o puede hallarse en el sentido de toda una proposición, lo cual permite distinguir dos especies de sofismas verbales o lingüísticos: de homonimia, en el primer caso, y de anfibología, en el segundo.

A) Sofismas de homonimia

1. Sofismas de equivocidad

 Cuando dentro de un mismo razonamiento un término se toma una vez con un significado y otra vez con otro significado puede resultar un paralogismo. Esta especie se denomina “sofisma de equivocidad”, porque cuando se usa una palabra en dos sentidos di­versos se dice que se usa “equívocamente”, de acuerdo con el lenguaje técnico de la lógica[3].

      Cuando los dos significados del vocablo equívoco son total­mente distintos, es decir cuando pertenecen a esferas muy diver­sas de la realidad, no hay riesgo de engañarse (así por ejemplo en el uso equívoco de “lima” como fruta y “lima” como herra­mienta: a nadie podría engañar el argumento que dijese «Las limas son comestibles; algunas herramientas son limas; algunas he­rramientas son comestibles»). Pero cuando los sentidos no son totalmente distintos, hay ocasión de error. Así por ejemplo el siguiente argumento puede producir engaño:

[1]        La facultad más característica del hombre es la inteligencia.
El chimpancé posee inteligencia (pues es capaz de resolver un problema práctico, por ej. se le ocurre tomar una rama caída para bajar frutos de lo alto de un árbol).
La facultad más característica del hombre la posee también el chimpancé.

      El término “inteligencia” se ha tomado equívocamente, pues en la primera premisa se refiere a la capacidad de formar conceptos y de razonar (“entendimiento”), y en la segunda premisa se le hace significar la capacidad de sortear obstáculos para conseguir algo. Veamos otros ejemplos:

[2]
Los que no son libres, son incapaces de pecar.
Los esclavos no son libres.
Los esclavos son incapaces de pecar.

Puede advertirse que la palabra “libre” se ha usado equívoca­mente, porque en la primera premisa significa la libertad psi­cológica o libre albedrío, y en la segunda premisa significa la ­libertad física, es decir el estado de aquél que dispone ple­na­mente de su cuerpo y de su actividad.

[3]
 Los gobernantes deben ser servidores de su pueblo.
Los servidores hacen aquello que agrade a quienes sirven.
Los gobernantes deben hacer aquello que agrade al pueblo.

En la primera premisa la palabra “servidor” significa el que procura el bien o provecho de aquel a quien sirve; pero en la segunda premisa servidor significa sirviente, que es quien sa­tisface los deseos (y aun los caprichos) de aquel a quien sirve, como los empleados domésticos sirven a sus patrones.

[4] 
El fin de una cosa es su perfección.
(Así por ejemplo el fin de la semilla de palmera es la palmera adulta desarrollada).
La muerte es el fin de la vida.
La muerte es la perfección de la vida[4].

El término “fin” en la primera premisa se emplea con el signifi­cado de acabamiento o máximo desenvolvimiento de algo, o sea el punto de plenitud hacia el cual tiende el ser de la cosa en su crecimiento, como cuando se dice que el fin de una semilla es el árbol adulto correspondiente. Pero el mismo término “fin” en la segunda premisa se emplea con el significado de último aconteci­miento o momento en el cual una cosa deja de existir. Ambos sig­nificados son legítimos en castellano; pero resulta ilegítimo el confundirlos en el curso del razonamiento, como sucede en el ejemplo dado.

      Cuando un término se usa varias veces, pero siempre con el mismo significado, se dice que se lo ha usado unívocamente. Si se lo utiliza con significados diversos, se dice que se emplea equívocamente. Así por ejemplo la palabra “hombre” puede aparecer muchas veces en un mismo escrito, y siempre con el mismo signi­ficado; pero también es posible que se lo emplee con significa­dos diversos, a saber: a) ser humano en general; b) varón (“hombre” como contrario de mujer); c) adulto (es decir “hombre” como contrario de “niño”); d) “hombre” usado enfáticamente, puede significar un individuo que no solamente es varón desde el punto de vista biológico, sino que además se destaca por su va­lor y cualidades viriles, es decir uno que posee la masculinidad en grado eminente, como cuando se dice «¡Es un hombre!». En los ejemplos que antes expusimos, se han usado equívocamente las pa­labras inteligencia, libre, servidor y fin.

      Que una palabra sea equívoca o ambigua no es algo que ocurra raramente, pues muchísimas palabras usuales tienen más de un significado, y entonces puede suceder que se tomen equívocamente dentro de un argumento. Esto ocurre porque, como lo observaba Aristóteles, «las palabras y la muchedumbre de las expresiones de un idioma son numéricamente finitas, mientras que el número de las cosas es infinito; es por lo tanto inevitable que una única palabra o una única expresión signifiquen varias cosas»[5].

      Para que el razonamiento sea correcto, los términos ambiguos deben usarse con el mismo significado en todo el argumento; por­que si se toman una vez en un cierto sentido, y otra vez en un sentido diverso, resulta una falacia. Tan frecuente es el peligro de incu­rrir en estos sofismas de equivocidad, que el lógico Williams Je­vons juzgaba que «no hay ninguna parte de la Lógica que tenga más utilidad, que la que trata de la ambigüedad de los térmi­nos»[6].

      En la silogística, la falacia por homonimia o equivocidad se ha denominado también “falacia de los cuatro términos”. Como sabe­mos, el silogismo comprende dos premisas distintas pero que tie­nen un concepto común, que hace de nexo, y que es el elemento que permite obtener la conclusión, precisamente porque conecta los otros dos conceptos; como puede verse en el siguiente razonamiento correcto:

Todo hombre es falible.                 A es B       (premisa)
Todo filósofo es hombre.              B es C       (premisa)
Todo filósofo es falible.                 A es C       (conclusión)

B representa el término medio.

      Ahora bien, en los sofismas por homonimia el concepto que apa­rece como término medio, es decir como nexo entre los otros tér­minos, en realidad no lo es, porque en vez de ser un solo con­cepto hay dos conceptos distintos:

Los seres que carecen de libertad son incapaces de pecar.     A es B
Los presos son seres que carecen de libertad.                            B’ es C
Los presos son incapaces de pecar.
No hay conclusión válida.

Aquí no tenemos un silogismo, porque en las premisas hay cuatro términos y un silogismo debe tener sólo tres términos.

      En estas falacias, para poner de manifiesto la existencia de cuatro términos (quaternio terminorum), podemos reemplazar el tér­mino equívoco por sinónimos que muestren los diversos sentidos en que se ha tomado la palabra en cada proposición:

Los seres que carecen de libertad son incapaces de pecar.
Los seres que carecen de libre albedrío son incapaces de pecar

Los presos son seres que carecen de libertad.         
Los presos son seres que carecen de libertad física

Los presos son incapaces de pecar
Los presos son incapaces de pecar. (!)

[1] Es un breve tratado compuesto de 34 capítulos. Fue la primera obra que se escribió sobre el tema. Hay traducción castellana de Francisco De Samaranch, Aguilar, Bs. As., 1983.
[2] «Hay dos modos de sofismas: uno que se realiza por causa del lenguaje utilizado, y otro que está desvinculado del lenguaje» (Aristóteles, Argumentos sofísticos, cap. IV, in princip.).
[3] «Equívoco: palabra, expresión o frase que puede tener varias interpretaciones» (André Lalande, op. cit.).
[4] Ejemplo que traen Morris Cohen y Ernest Nagel, Introduc­ción a la lógica y al método científico. Amorrortu, Bs. As., 1971, t. II, p. 275.
[5] Aristóteles, op. cit. I, 165a.
[6] William Jevons, Lógica, lección IV.

 2. Sofismas de distinta suposición

          Dentro de los sofismas por homonimia están aquellos que pro­vienen de la distinta “suposición” que en cada premisa tiene el término común[1]. La falla consiste en razonar como si el término mantuviese constante su suposición, cuando en realidad ella va­ría. Una de las maneras como puede ocurrir esto es cuando un mismo término una vez “supone” por un concepto (por el concepto mismo), y otra vez “supone” por un individuo que corresponde a ese concepto:

[5]      Hombre es especie.
           Juan es hombre.
           Juan es especie.

          El término “hombre” en la primera premisa supone por el con­cepto de hombre, pero en la premisa siguiente supone por un in­dividuo real:

         (El concepto de) hombre es especie.
         Juan es (un) hombre (real).
         Juan es especie. (!)

Podemos así advertir claramente el sofisma si sustituimos el término por aquello que es supuesto en cada caso.

Así se ponen de manifiesto los cuatro términos: donde aparecía dos veces “hombre”, vemos que en un caso se trata del concepto mismo y en otro caso se trata del individuo humano real.

Otra manera como puede darse esta falacia es cuando el tér­mino supone una vez por una cosa, y otra vez supone por sí mismo, es decir por la propia palabra:

[6]    Mozart es un músico.
         Músico es palabra esdrújula.
         Mozart es palabra esdrújula.

          Vemos que el término “músico” en una premisa supone por un indi­viduo, pero en la otra premisa “músico” supone por el propio término. Si hacemos la sustitución pertinente, hacemos más evi­dente la falacia, pues exponemos los cuatro términos:

         Mozart es un hombre músico.
         La palabra músico es palabra esdrújula.
         Mozart es palabra esdrújula. (!)



          En rigor aquí tenemos un sofisma de equivocidad, porque se ha em­pleado un mismo término con distinto significado. En cambio, en el ejemplo anterior “hombre” tenía el mismo significado (se re­fería al animal racional), pero una vez suponía por el individuo real, y otra vez suponía por el concepto correspondiente.

          Veamos otro ejemplo:



[7]      El blanco es un color.

         La nieve es blanca.



           La nieve es un color.



          Aquí la falacia es más difícil de descubrir. En la primera pre­misa “blanco” supone por una cualidad abstracta, esto es, por la blancura, mientras que en la segunda premisa supone por un ob­jeto real, o sea por una cosa blanca. Si sustituimos el término ambiguo “blanco” por aquello que supone en cada premisa, ponemos de manifiesto el paralogismo:

         La blancura es un color.
         La nieve es una cosa blanca.
         La nieve es un color. (!)

Otro ejemplo:

[8]    El hombre es la más digna de las criaturas.
        Juan Oliva es hombre.
        Juan Oliva es la más digna de las criaturas.


Podemos apreciar que «hombre» en una premisa supone por la esen­cia y en la otra supone por un individuo real. Si hacemos la sustitución que muestra la diversa suposición del término:

         La esencia del hombre es la más digna de las esencias crea­das.
         Juan Oliva es un individuo humano.
         Juan Oliva es la más digna de las criaturas. (!)

Veamos otro caso:

[9]     Los sacerdotes predican en el mundo entero.
         Martín Gómez es sacerdote.
         Martín Gómez predica en el mundo entero.

          El término “sacerdote” tiene el mismo significado en ambas pre­misas, pero en la primera supone por todos los individuos sacer­dotes tomados colectivamente (supositio collectiva), mientras que en la segunda premisa supone por un solo individuo. Si hace­mos la sustitución pertinente, tenemos:

         El conjunto de los sacerdotes predica en el mundo entero.
         Martín Gómez es un sacerdote.
         Martín Gómez predica en el mundo entero. (!)

Falacia de composición:

          Una de las maneras del sofisma de supo­sición ocurre cuando una proposición que es verdadera si el pre­dicado se refiere a los objetos de un conjunto tomado indivi­dualmente, es interpretada como si el predicado se refiriese al conjunto de objetos considerado como un todo. El razonamiento que exponemos a continuación es un ejemplo de esta falacia:

[10]    Todas las moléculas del aire —es decir las moléculas de nitrógeno, de oxí­geno y de otros gases— se mueven con una velocidad media de aproximadamente 500 mts./segundo.

           La atmósfera terrestre está constituida por todas las molé­culas del aire.

           La atmósfera de la Tierra se mueve a una velocidad de unos 500 mts./segundo.

          Es evidente la incorrección de este razonamiento: aunque cada molécula de oxígeno y cada molécula de nitrógeno, consideradas individualmente, se mueven a esa gran velocidad media, la atmós­fera constituida por dichas moléculas, considerada como un todo, no se mueve con tal velocidad[2]. Esto se denomina “falacia de ir del sentido distributivo al sentido colectivo” (fallacia a sensu distributivo ad sensum collectivum) o falacia de composición. En la primera premisa la locución “todas las moléculas del aire” su­pone por cada una de las moléculas del aire, pero en la segunda premisa la misma locución supone por el conjunto de todas las moléculas.

Falacia de división:

          También suele ocurrir el error inverso del que recién expusimos. Suele pasarse de una aseveración acerca de un conjunto de objetos tomados como un todo a una aseveración sobre cada uno de los objetos de ese todo. He aquí un ejemplo de tal paralogismo:

[11]    La atmósfera de la Tierra es contenida por la fuerza de atracción de la Tierra (y por ello no se dispersa por el Universo, y se mantiene como envoltura de nuestro planeta).

           La atmósfera de la Tierra está constituida por moléculas de oxígeno y de nitrógeno.

           Todas las moléculas de oxígeno y de nitrógeno de la atmós­fera de la Tierra están contenidas por la fuerza de atrac­ción de la Tierra (o sea que no se dispersan por el Uni­verso, sino que siempre permanecen encima de la Tierra).

          La conclusión es incorrecta, porque del hecho de que la atmós­fera como un todo no venza la fuerza de atracción de la Tierra, no se sigue que ninguna molécula pueda vencerla. (Como conse­cuencia del choque de las moléculas algunas adquieren gran velo­cidad y escapan hacia el espacio cósmico; ahora bien, el número de las moléculas que logran esto es insignificante en relación con el número de las moléculas de la atmósfera, por lo que ésta en su conjunto permanece)[3].


[1] La suposición es la propiedad que tienen los términos por la cual un término en la proposición ocupa el lugar de una cosa. «La significación de un término se relaciona con la forma o naturaleza que el nombre representa al espíritu. La suposición de un término se relaciona con las cosas a las cuales la inteli­gencia aplica ese nombre en una proposición, con determinado predicado» (Jacques Maritain, El orden de los conceptos. Club de Lectores, Bs. As., 1963, p. 78).

[2] Este ejemplo se tomó de D. Gorski y otros, Lógica. Gri­jalbo, México, 1959, p. 296.

[3] Este ejemplo lo tomamos de D. Gorski y otros, op. cit., p. 297.