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lunes, 13 de julio de 2020

El hombre que era más rico que Bill Gates

Un día, yo estaba en el aeropuerto de Nueva York. Me acerqué a un vendedor de periódicos, pues quería comprar un diario, pero, al sostenerlo en mis manos, me di cuenta de que no tenía dinero suficiente y desistí de la idea. De pronto el vendedor me dijo que lo tomara. "No hace falta que lo pagues, yo te lo doy gratis". Yo ni le había preguntado, pero él se dio cuenta, y ante su insistencia, acepté agradecido por el regalo.

Tres meses más tarde me encontré con el vendedor en el mismo aeropuerto, y de nuevo estaba sin cambio para comprar el periódico. "Puedes tomarlo. Estoy compartiendo esto de mis ganancias. Así que no te preocupes, no estaré perdiendo nada". De nuevo lo tomé y le di las gracias.

Diecinueve años después me hice rico y famoso. Cierto día, recordé al vendedor y decidí buscarlo. Después de un mes de búsqueda, finalmente lo encontré. Y cuando pude reunirme con él, le pregunté: "¿Recuerdas que una vez me diste el periódico gratis? Quiero pagar la ayuda que me ofreciste; lo que tú quieras, yo te lo cumpliré". Pero el vendedor se negó y me dio una respuesta que me dejó extrañado. "¿Usted cree que podrá igualar mi ayuda? Yo lo ayudé cuando era un  pobre vendedor de periódicos. Usted está ayudándome ahora que es el hombre más rico del mundo. ¿Cómo podrá su ayuda igualar a la mía?" Y ese día entendí que aquel hombre era más rico que yo, ya que no esperó a tener dinero para ayudarme, sino que lo hizo por bondad cuando probablemente le faltaba para llegar a fin de mes.

Otra anécdota emparentable es la que le ocurrió a Humphrey Bogart con Harry Truman. Bogart, ya cincuentón, iba a tener su primer hijo y se apostó veinte dólares con el Presidente a que sería niña. Pero fue niño. Bogart le envió un cheque de veinte dólares a Washington; pero Truman se lo devolvió endosado al neonato con una carta donde le expresaba cuánto respetaba a un hombre que recuerda sus deudas y las paga.

viernes, 10 de mayo de 2019

Usted diga lo que quiera

El modo de razonar de los políticos,  meramente retórico, esto es, inconclusivo, con razones que ni atan ni desatan o bernardinas que solo declaran actitud, siempre me ha parecido un mero traslado de la manera de "pensar" antidialéctica tan típica de muchos españoles: la teológica, la fanática, que mira más a la convicción o a la fe que a la razón o a la esperanza, esto es, al futuro de todos. Una liturgia maligna, como decía hace poco el buen Manolo Valero; en ella solo valen las premisas, no las conclusiones. Por eso siempre es subjetiva, narcisista... y estúpida.

Un gran crítico de lo que fue y continúa siendo España fue José Cadalso, quien escribió al respecto: "No sé por que se ha escrito tanto sobre la Teología. Esta facultad trata de Dios. Dios es incomprehensible. Ergo es inútil la Teología". A los españoles siempre nos ha parecido mejor la fe medieval que la lógica del renacimiento. Aun ahora, cuando Abascal, primero de su lista electoral de reyes godos, se va a Covadonga, no sé a qué; seguramente a comerse una mariscada, como hacen los treintaytresmileuristas como él. Eso da para criar mucha barba a lo Jomeini, pues no hay más Abascal que Abascal, y Smith es su profeta; que le estén saliendo disidentes al Frente Popular de Judea era de esperar; no todo el mundo es de la misma fe wahabista. 

Al respecto me acuerdo de que se discutía en la I.ª República la libertad de cultos, algo que tanto ha costado traer a la España fanática. Don Emilio Castelar pronunció entonces su famoso discurso en el que hizo célebre su frase de "Grande es Dios en el Sinaí... pero es más grande el humilde Dios del Calvario" y enumeraba todas las razones de la soberbia que han hecho miserable al catolicismo en España; entre ellas decía que había estado en Roma y allí había visto, al lado de los frescos de Miguel Ángel, otro con la Matanza de San Bartolomé donde el rey francés ofrecía al Papa la cabeza de Coligny;  le contestó el canónigo Manterola a la manera típicamente española; haciéndose el sordo y negándole el pan y la sal:

-El señor Castelar nos dijo que había estado en Roma y yo, francamente, creo que el señor Castelar nunca ha estado en Roma.

Don Emilio le interrumpió:

-Sí: el año pasado por ahora.

Manterola insistió:

-Digo que no creo yo que el señor Castelar haya estado nunca en Roma. El señor Castelar fue a Roma, el señor Castelar debió de dormir en Roma porque se duerme en todas partes y es necesario dormir. Y el señor Castelar ha vuelto de Roma a España sin haber estado en Roma. La inteligencia fecunda del señor Castelar, la imaginación brillante del señor Castelar, el corazón generoso del señor Castelar nunca han estado en Roma.

O sea, razones a la española o el modo teológico de pensar que hizo nacer la palabra tiquismiquis: "Usted diga lo que quiera, que yo haré lo que me dé la gana". Como ahora, en que ni siquiera hay algo tan dialéctico y abierto como una república.

martes, 14 de noviembre de 2017

"Desde lo alto, dios se complace cuando ve a un buen maestro" (La versión Browning)

La carta de Albert Camus dando las gracias a su maestro de primaria después de ganar el Nobel

"Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, nada de esto hubiese sucedido"

EMILIO SÁNCHEZ HIDALGO  13 NOV 2017 

Albert Camus (1913 Argelia) es uno de los escritores más importantes del siglo XX. Es un referente de la literatura en francés, con decenas de novelas, obras teatrales y ensayos. Es posible que El extranjero (1942) o La peste (1947) nunca hubiesen sido escritos si el autor no hubiese coincidido con el señor Germain cuando era un niño. Era su profesor en primaria, al que mandó una carta cuando recibió el Nobel de Literatura. La misiva ha sido recuperada en redes sociales por @literlandweb1.

La carta también fue muy difundida en Twitter en enero de 2016, entre otras ocasiones. Es nomal: una misiva como esa es el mejor reconocimiento que puede obtener un profesor. Esta es la transcripción de la carta, que Camus envió a su profesor el 19 de noviembre de 1957

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, nada de esto hubiese sucedido. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Le abrazo con todo mi corazón.

Albert Camus.

La carta de Camus a Louis Germain fue difundida 35 años después de su muerte, con la publicación de su obra póstuma El último hombre (1995). Camus falleció en un accidente de tráfico sin terminarla en 1960. Entonces no contaba con demasiado apoyo de las élites francesas, que rechazaban su posición moderada ante la guerra entre Francia y Argelia. De ahí que su familia declinase publicarla, pero cambiaron de opinión tres décadas después, ya que "tendría un valor extraordinario para aquellos interesados en su vida", según su hija.

Se trata de una obra autobiográfica, en la que Camus explica su vida en Argelia cuando aún era una provincia francesa. Allí conoció al señor Germain, "del que se sabe muy poco más allá del retrato que se incluye en el libro", explica Chicago Tribune en una reseña que dedicó al libro. "En la historia de la literatura, pocos profesores han tenido tanto efecto en un alumno", añade.

"Germain no solo estimuló la mente de Camus y le dio clases extraescolares. Además, convenció a su madre para que intentase obtener una beca para que acudiese al instituto. Germain fue el primero de una serie de sustitutos del padre -fallecido cuando era un niño- y mentores intelectuales", indica The New York Times sobre la relación del autor con el profesor en el artículo que dedicaron al libro en 1995. En El primer hombre, Camus también destaca el papel en su vida de su profesor de instituto.

Manuel Vincent contaba en 2012 más detalles sobre la relación entre el profesor y el autor en EL PAÍS: "Aquel maestro de primaria se había empeñado en que un alumno lleno de talento, que se llamaba Albert Camus, estudiara el bachillerato; lo había preparado a conciencia. El maestro le acompañó en tranvía al examen de ingreso, esperó el resultado sentado en un banco en la plaza del instituto y luego se desvivió para que le concedieran una beca".

Germain contestó a la carta de Camus en 1959, en una misiva que también fue difundida con la publicación de El primer hombre. “Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo [...] Tu celebridad no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo el mismo Camus”, dice Germain en su carta, que puedes leer íntegra aquí. El agradecimiento de alumnos a profesores es un clásico de internet.

martes, 23 de mayo de 2017

Los perjuicios que causa la honradez en el periodismo si denuncia corrupción en los bancos

César G. Calero, "Santiago Pinetta, el héroe del periodismo que acabó de mendigo", en El Mundo, 22-V-2017:

En la estación Carlos Gardel del metro de Buenos Aires, con la frente marchita y la mente todavía luminosa, Santiago Pinetta, de 83 años, se acerca la mano a unos ojos afectados por cataratas para ver bien el billete que le acaba de dar un pasajero. Dos minutos después, una joven le ofrece un cafecito en un vaso de plástico. "La solidaridad de la gente es impresionante", comenta antes de relatar cómo cambió su vida tras la divulgación en 1994 de uno de los mayores escándalos de corrupción de Argentina: el caso IBM-Banco Nación. Una revelación que le costó cuatro atentados y una progresiva marginación profesional que le arrojó a la indigencia. Con una carrera periodística brillante en los principales medios de comunicación argentinos, a Pinetta le cambió la vida el descubrimiento de las irregularidades en la licitación realizada por el Banco Nación (la principal entidad financiera pública del país) para informatizar sus más de 500 sucursales. La multinacional IBM logró un jugoso contrato de 250 millones de dólares gracias, según la investigación de Pinetta, a las coimas (sobornos) millonarias que entregó a altos cargos del banco y a funcionarios del gobierno del peronista Carlos Menem. Pinetta fue avisado de los chanchullos en la concesión por una fuente interna del Banco Nación. Con todos los detalles a punto para armar su "noticia bomba", el reportero escribió un libro, La nación robada, que ninguna editorial quiso publicar. Tuvo que recaudar fondos entre sus amigos para que una imprenta modesta sacara a luz el libro. Ningún medio importante lo reseñó. Curiosamente, la mancha negra de la corrupción sólo obtuvo espacio en una revista llamada Humor. El periodista puso sus pruebas en manos de la Justicia y con el paso de los años varios funcionarios fueron procesados por fraude y condenados a penas reducidas. Ninguno de los implicados pisó nunca una cárcel. La Justicia recuperó sólo una pequeña parte de los 37 millones de dólares pagados en sobornos. Quien no levantaría cabeza nunca más fue el héroe de la historia."Los sicarios de IBM me hicieron cuatro atentados después de mis denuncias. Me dieron palizas, me atropelló un taxi y hasta me grabaron en el cuerpo las siglas IBM con un estilete", cuenta Pinetta a EL MUNDO en el pasillo de la estación Carlos Gardel, en el tanguero barrio del Abasto porteño.Hasta que se topó con el escándalo de IBM, Pinetta había vivido bien del periodismo. Viajó como enviado especial a medio mundo, publicó algunas exclusivas y escribió varios libros. Su suerte cambió en 1994 tras la publicación de La nación robada: "Los colegas no me daban trabajo; tuve que hipotecar un hermoso departamento para salir adelante. Luego sufrí un accidente cerebro vascular". Sin trabajo y a las puertas de la jubilación, Pinetta entró en un agujero negro del que todavía no ha logrado salir. Vive en un pequeño estudio en Buenos Aires que le alquila uno de sus nueve hijos vivos, y por las tardes se deja caer unas horas por el metro para extender la mano y llevarse unos pesos a casa. La exigua pensión de 6.000 pesos (unos 350 euros) no le alcanza para llegar a fin de mes. Sólo el gasto en medicamentos (padece una enfermedad coronaria, artrosis y cataratas) se lleva buena parte del presupuesto.

La Casa Rosada movió los hilos para despojarlo de los aportes a la Seguridad Social que había realizado durante años. Su futuro también estaba hipotecado.

Sus revelaciones no cayeron nada bien en los círculos de poder. La corrupción en el gobierno de Menem era moneda corriente. La Casa Rosada -denuncia Pinetta- movió los hilos para despojarlo de los aportes a la Seguridad Social que había realizado durante años. Su futuro también estaba hipotecado.

Hijo de un reconocido periodista y de una poetisa, Santiago Pinetta recibió de sus padres una educación exquisita. "La cultura que me dieron mis padres fue extraordinaria", comenta. Y se lanza a recitar extractos del Ricardo III de Shakespeare. "Hoy en día hemos perdido los valores de la educación y la cultura. Y sigue habiendo corrupción", se lamenta. A sus 83 años, Pinetta es consciente de que le queda poco tiempo para revertir su situación. Pese a los sinsabores que ha sufrido en las últimas dos décadas, asegura que no se arrepiente de haber revelado el escándalo de IBM-Banco Nación. "Gracias a mi investigación se salvó el banco más importante de Argentina. Yo sabía que cuando presentara el libro, aparecerían los sicarios de IBM. El propio fiscal encargado de la denuncia me dijo que no siguiera adelante, pero nunca me rendí. Con el tiempo, no me quedó más remedio que pedir la ayuda de la gente".

Hace unas semanas Pinetta fue "resucitado" públicamente al aparecer en un reportaje de televisión. Su caso volvió a ocupar algún espacio en los medios de comunicación. Tal vez por ello -cuenta el octogenario reportero- recibió hace unos días la llamada del actual presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, nombrado recientemente por el gobierno conservador de Mauricio Macri: "Espero que me den alguna compensación para que pueda vivir con dignidad". A finales de marzo recibió un homenaje en el Congreso por parte de los periodistas parlamentarios. En el metro de Carlos Gardel no hay nadie que le aplauda o le entregue diplomas. Muchos transeúntes apenas se fijan en ese viejo enjuto que mendiga unos pesos. Una sombra con un pasado de novela: "Estuve en el bombardeo de la Plaza de Mayo en el 55, en Indochina, en Hiroshima y Nagasaki... Todo para llegar a este triste final. Pero todavía tengo esperanzas. Soy príncipe y mendigo".

sábado, 11 de junio de 2016

El único texto claro que escribió Jacques Lacan

Un insólito arranque de sinceridad: «Nuestra práctica es una estafa, fanfarronear, hacer pestañear a la gente, deslumbrarla con palabras rebuscadas». 

martes, 10 de noviembre de 2015

Más epigramas


1. Cuando André Glucksmann tenía 4 años, su familia logró escapar de un vagón de tren que debía conducirles a un campo de concentración. Su madre se puso a gritar a los demás detenidos lo que les esperaba, hasta que los agentes la apartaron y sacaron a la familia del vagón. “Ese día aprendí la primera lección de mi existencia: que la insolencia y la verdad sirven para algo”.

2. Fernando Savater, citando La educación sentimental de Flaubert: "Era tan corupto que pagaría por venderse"

3. Decía Borges que "habría que inventar un juego en que nadie ganara". Creo yo que la vida es ese juego.

4. Los probemas que cierto señor tiene con otros señores derivan de que él es muy gilipollas y mucho gilipollas y los otros son muy catalanes y mucho catalanes. Se ve que ambos son rácanos en gastar... sensatez / seny. "El orgullo más barato es el orgullo nacional, que delata en quien lo siente la falta de cualidades individuales de las que pudiera enorgullecerse" (J. W. von Goethe)

5. La gente es tan ingenua como ignorante; ya no hay intimidad: hablan y hablan todo el tiempo por móvil cuando es facilísimo saber qué dicen; está al alcance de cualquiera "pinchar" sus frecuencias; si quiere saber qué dicen sus vecinos de todo el edificio, ya sabe. 

sábado, 3 de octubre de 2015

Anécdota sobre Cortázar y la censura franquista

Ugné Karvelis, la segunda mujer de Julio Cortázar, contó en una entrevisa que Rayuela  nunca se publicó en España durante el franquismo, pero, casi al final del régimen, Jaime Salinas, director de la editorial Alfaguara, había negociado con la censura de forma que le dijeron que podría hacerse si suprimía la frase "Dios, el pajarito mandón". Pero Julio dijo que no y Rayuela quedó sin publicar hasta después de la muerte de Franco.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Una anécdota desconocida de Borges

María Kodama, esposa de Borges, ha contado en un documental que un día estaba el escritor sentado en el vestíbulo del hotel Palace de Madrid esperando a que lo vinieran a recoger para la cena. Un joven se acercó, se arrodilló delante de él, le tomó las manos y le dijo: "Maestro, yo lo admiro. He leído toda su obra." Y Borges, ciego, le preguntó: ¿Y usted quién es, señor? El joven contestó: Mick Jagger. Era el líder de los Rolling Stones

Cuando hay tantos analfabetos admiran a Mick Jagger es curioso comprobar a qué tipo de personas admira Mick Jagger.

lunes, 31 de agosto de 2015

Recuerdos sobre Gabriel García Maroto, José Castillejo y Lorenzo Luzuriaga de Francisco Ayala

Francisco Ayala, Recuerdos y olvidos I. Del Paraíso al destierro. Madrid: Alianza, 1982:

I

Sobre el solanero Gabriel García Maroto, pp. 86-87:

"Por desdicha, el día que yo acudí, el único que fui a la tertulia de Pombo, esa crueldad reventó en forma casi insufrible. Entre los infelices o tontos que servían de ordinario pasto a las facecias ramonianas, figuraba una especie de mendigo apodado Pirandello, quien, a canmbio de un café con media tostada pagado a última hora, se avenía a hacer el bufón hasta haberse ganado tan magro refrigerio. Según parece, el sábado anterior (la tertulia era sabatina) Pirandello no había comparecido, y al pedírsele cuentas de su ausancia dijo que había estado hospitalizado. ¿De qué padecía? Insuficiencia mitral. "Pirandello padece de insuficiencia mental", vociferó Ramón, temeroso de que el asunto derivase hacia lo serio. Pero aquel pobre diablo estaba de veras muy malo, pues ahí mismo le vino un vómito de sangre. Ramón, pálido coo un muerto, empezó a gritar: "¡Las mulillas, que traigan las mulillas!", aludiendo a que en la corrida arrastran al toro. Pero nadie se reía; no era caso de broma. A mí la escena me desagradó tanto que resolví no volver más a Pombo. Poco después, el pintor Gabriel García Maroto, un hombre extraño, loquísimo, que editaba unos almanaques literarios donde insertaba artículos descriptivos de las diversas tertulias madrileñas, me pidió que me encargara de una, por qué no la de Pombo. Me puse a ello y relaté la escena que había presenciado allí. Nunca más, desde esas fechas remotas, he vuelto a ver el almanaque, pero no debe ser inencontrable (después de escrito esto, Andrés Amorós me ha procurado una fotocopia). Seguro estoy de que Gómez de la Serna me tomó miedo -era hombre aprensivo y cobarde-, sospechando quién sabe qué oscura hostilidad de parte mía. No se imaginaría ni por un momento la gran admiración que antes, después y siempre he sentido hacia su obra, por muy insoportable que su trato personal me resultara..."

II

Sobre el ciudadrealeño José Castillejo, pp. 107:

"En la facultad de Derecho enseñaba Romano don José Castillejo, maestro excelente, que a lo mejor nos ponía como caso imaginario: "Curcio, patricio romano, deja su bicicleta junto al predio..." (él mismo, Castillejo, acudía a la universidad en bicicleta, cosa que por entonces parecía extravagante.) Este don José fue uno de los hombres que más eficaz y abnegadamente contribuyeron a la famosa "europeización" de España, pensionando como secretario y factótum de la Junta para Ampliación de Estudios en el Extranjero a generaciones sucesivas de graduados. En su calidad de profesor era muy exigente con los alumnos; pero empezaba por exigirse a sí mismo, y de ese modo su actuación docente resultaba irreprochable"

III

Sobre el pedagogo valdepeñero Lorenzo Luzuriaga, pp. 96-98:

"Entre los habituales contertulios de la Revista de Occidente recuerdo con particular simpatía al doctor Sacristán, psiquiatra distinguido y hombre de cortesía e ingenio muy agradables; al eminente físico don Blas Cabrera que, impertérrito en sus convicciones cientifistas, no rechazaba su profundo desdén hacia la literatura y filosofía; a Lorenzo Luzuriaga, el pedagogo, quien, corriendo el tiempo, había de editar conmigo en Buenos Aires la revista Realidad; a Antonio Marichalar, a José Tudela [...] Manuel García Morente [...] debió de vivir aquellos años alucinado por el miedo, pues cuando llegué exiliado a la Argentina donde él me había precedido y dictaba cátedra en la Universidad de Tucumán, hablando yo con el decano de Filosofía de a de Buenos Aires, Coriolano Alberini, un italiano a quien conocía yo de antes, me contó algo a propósito de Morente que me dejó bastante asombrado. Morente le había narrado escenas de espanto inconcebilbes. Salía él (le había dicho) de la zona republicana hacia Francia en compañía de un colega, provistos ambos del pasaporte oficial expedido por el Ministerio de Estado, cuando en una parada del tren cerca ya de la fontera una patrulla de desalmados milicianos les exigió el cuño de su organización para dejarles salir adelante; y como su compañero se insolentara con ellos, ahí mismo le hicieron descender del tren y cavar una fosa donde lo sepultaron después de haberlo fusilado. "Me extraña" -dije a Alberini- "pero si Morente se lo ha contado, todo puede ser". Al día siguiente, comentando yo con Lorenzo Luzuriaga lo que Alberini me había referido, dio Luzuriaga un respingo y empezó a soltar palabrotas de indignación. Yo no entendía bien por qué. Agotados los expletivos, exclamó: "¡Pero hombre! ¡Qué tupé! Si ese supuesto fusilado soy yo; si era yo quien salía de España con Morente; y, en efecto, íbamos juntos en el tren cuando unos facinerosos de la FAI, a quienes mandé a la mierda, me hicieron salir del vagón para ir a discutir el asunto con el jefe de la patrulla. Pero ahí terminó todo, y seguí el viaje hasta Francia." ¡Lo que puede el miedo, Señor mío! Quizá en la imaginación aterrorizada del pobre Morente se quedara pintada la escena de terror que por un rato temió, y con tal fuerza, que lo anticipado se sobrepuso a la realidad comprobada luego, pues creer que mintiera deliberadamente se me hace duro.

domingo, 3 de mayo de 2015

Los siete tipos de españoles según Baroja

Fermín Gassol Peco, "Pío Baroja, hoy", de Miciudadreal (2 mayo, 2015):

“Dar ejemplo no es la mejor forma de influir sobre los demás, es la única manera de hacerlo” (Albert Einstein). El escritor donostiarra y el científico alemán, coetáneos, se conocieron con ocasión de la visita que este último realizó a España, pero a buen seguro que no hablaron de esto.

Pertenecían a dos mundos tan distintos como son la novela y la física, si bien estos dos geniales autores se hubieran puesto fácilmente de acuerdo sobre la frase de Einstein porque es cierto que nadie convence más sino aquel que vive lo que predica. Pues bien, como genios que fueron en las disciplinas que ejercieron por vocación, Baroja fue un médico sin ella, tenían el mismo pensamiento sobre el saber.

Einstein se fue de España pero nuestro novelista vasco se quedó en ella recorriéndola de manera generosa. Cuentan las crónicas que un buen día a principios de siglo, Baroja apareció en una tertulia que existía en el nuevo café de Levante en la madrileña calle Arenal, una tertulia a la que asistían autores e intelectuales, ahora sí, de la talla de Valle Inclán, Unamuno, Zuloaga, Penagos, Pérez Galdós…en fin, una maravilla de contertulios. Esa tarde de mayo apareció después de uno de sus múltiples viajes por nuestra piel de toro el hipercrítico Baroja mientras la tertulia charlaba sobre las distintas clases que había de españoles; fue entonces cuando a modo de un Moisés sin sus tablas pero con la experiencia vivida, soltó lo siguiente: 

Verdad es que en España hay siete clases de españoles sí, como los siete pecados capitales. A saber:

Los que no saben
Los que no quieren saber
Los que odian el saber
Los que sufren por no saber
Los que aparentan que saben
Los que triunfan sin saber
Los que viven gracias a que los demás no saben.

Dicen los presentes que Unamuno y Benito Pérez Galdós aplaudieron a Baroja. Sobre todo por el último punto, el que dice “los que viven gracias a que los demás no saben”. Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.

Han pasado cien años largos y hoy podemos analizar cómo les ha ido a estas siete clases de españoles, si ha variado algo esta especie de “heptágono filosófico barojiano”.

Veamos, de todas ellas creo que su número se ha visto reducido a dos o tres, con distinto peso y por otras causas. Ha desaparecido del mapa el grupo de “los que sufren por no saber” y es que uno de los avances sociales sin discusión en este siglo pasado ha sido el hecho de que quien desea saber, acaba sabiendo.

Como consecuencia de esto, aquellos que no saben es porque, o no quieren saber u odian saber. Estamos hablando sobre todo de una parte importante de la juventud que teniendo posibilidades de aprender, decide tirar por la calle de la falta de interés por la cultura. Y una rama muy peligrosa de esta clase de ignorantes es aquella que componen los que creen saber haciendo bueno el dicho de que la ignorancia es muy atrevida. Y por último siguen estando aquellos que triunfan sin saber y aquellos que triunfan gracias a que los demás no saben. Pío Baroja se refería entonces a los políticos en una España inculta. La pregunta surge: ¿En qué grado se encuentran actualmente? Seguramente que con suertes muy distintas, pero hoy de “aquel que no quiere saber” a “los que viven y triunfan porque los demás no saben” solamente sigue habiendo un solo paso, un desgraciado y grave paso…hacia el abismo de la incultura.

domingo, 11 de enero de 2015

Un satírico llamado mahatma Gandhi

ANÉCDOTA DE GANDHI

Cuando estudiaba Derecho en el University College de Londres, un profesor racista de apellido Peters tomó a Gandhi ojeriza (en pedante, animadversión), pero el alumno Gandhi nunca bajó la cabeza y, como eran muy comunes sus encuentros, saltaban chispas de alta tensión.

Un día, el profesor Peters almorzaba en el comedor de la Universidad y el alumno vino con su bandeja y se sentó al lado del profesor.

El profesor, altanero, le dijo:

-Señor Gandhi, usted no entiende... Un puerco y un águila jamás se sientan a comer juntos.

A lo que contesta Gandhi:

-Esté usted tranquilo, profesor... Me voy volando.

Y se cambió de mesa.

El señor Peters, amarillo de rabia, decidió vengarse en el siguiente examen, pero el alumno indio respondió con brillantez a todas las cuestiones.

Entonces Peters le hizo la siguiente pregunta:

-Señor Gandhi: si Vd. camina por una calle y topa con una bolsa abandonada y dentro de ella hallara sabiduría y mucho dinero y solo pudiera elegir una de esas dos cosas, ¿qué escogería?

Gandhi responde sin titubear:

-Por supuesto que con el dinero, profesor.

El profesor Peters, sonriendo, le dice:

-Yo, en su lugar, hubiera cogido la sabiduría, ¿no le parece?

Y  Gandhi repuso:

-Cada uno toma aquello de lo que carece, profesor.

El doctor Peters, histérico ya, escribió en la hoja de un examen: ¡Idiota!

Y lo devolvió al joven Gandhi.

Gandhi tomó su examen. Al cabo de unos minutos, se dirigió al profesor y le dijo:

-Señor Peters, usted ha firmado la hoja, pero se ha olvidado de la nota.

viernes, 16 de agosto de 2013

Ojos que lloran

Los ojos del Guadiana vuelven a llorar, porque cuando el río suena, mierda lleva, y los políticos manchegos, ya se sabe, se han pasado de rosca. La Tribuna y Lanza, perródicos del populismo pepoíta, compiten tanto que llevan el mismo artículo de Charo Zarzalejos, eso es caer bajo, porque de sus suplementos de feria, mejor ni hablar. Pero no hay peor noticia que el abnegado obrero de Copy-servic cierre el local porque padece cervicalgia difusa y tendinitis por calcificación del hombro, pobrecillo: ¿qué haremos sin nuestro mejor editor de camisetas? Porque editoriales editoriales, de esas que trabajan con escritores y papel, pocas, al menos por aquí.

Son cosas de que se entera uno cuando deja su válvula de molusco y pasea por ahí con ojos y oídos entreabiertos. Mis perros, Tiquis y Miquis, tiemblan como azogados por los cohetazos y morterazos de la Virgen de Agosto y mi mujer me avisa de que me han timado como a un chino del Domund haciéndome pagar siete euros por un velón que me venderían por dos en cualquier chino exmaoísta. Pero le reprocho, panocho, que no se ponga de ejemplo cuando le han dado más sablazos que tiene una baraja española. O el ruido de sables de que avisa Gibraltar, que tiene nombre de ara sagrada y solo es un trapezoide cubierto de titis, ni siquiera un pan de azúcar. Inocente es uno, pero la vela, que he puesto a mis padres, luce magnífica con la llama de una azucena sin abrir, con su gótica clave indecisa y titilante. Este cirio durará lo menos tres días, no es como los interminables que lucen los periódicos, toda una Santa Compaña manchega de zombis corruptos alérgicos a la muerte como lo son a la honradez. Y las políticas, finas y seguras, procurando todas que no se mueva, que no se note y que no traspase (la corrupción, se entiende).

Saben los lingüistas, Ullmann, por ejemplo, que los verdaderos sinónimos son escasos, porque casi ninguno satisface todos los contextos. Pero a los políticos se les olvida con mucha frecuencia, acaso porque ninguno sirve para nada y son tan intercambiables como idimitibles. El senador Camilo José Cela tuvo ocasión de demostrarlo cuando dormitaba apaciblemente como un Homero en su escaño, allá por los primeros años de la transición sin fin (Woody Allen decía que la Eternidad se hacía muy larga, sobre todo hacia el final). El Presidente de la cámara lo despertó con la siguiente recriminación: "Su señoría estaba durmiendo", a lo que replicó el galaico: "No, señoría, estaba dormido. ""Es lo mismo", replicó. "Nada de eso", esgrimía Cela, "no es lo mismo estar jodiendo que estar jodido". Algo parecido aparece en La legión invencible, de John Ford, cuando un sargento irlandés pasa revista a la tropa pidiendo que cuiden su léxico y alguien le advierte desde las filas: "¡Y la gramática!"

Hay verbos más susceptibles de pasiva que de activa. No es lo mismo tener seis millones de parados que seis millones de detenidos. La segunda palabra tiene algo por delante que corta, pega y manda. En el siglo XIX usaban denominaciones como cesante o desempleado, que suenan más humanas y menos a engranaje mecánico. Porque esta mecanización  de las palabras refleja la bajada de temperatura viva de la sociedad: el paro es una tragedia vital e incluso, en la filosofía de Marx, el trabajo es ni más ni menos que el sentido de la vida: no tiene otro. Hoy el trabajo es un formulario en una cola de impresión, a miles de kilómetros de un sentimiento.

El cesante, pues, en especial el joven que ni siquiera sabe para qué le han educado, estarían desviviendo su vida en las condiciones inauténticas, indignas e inhumanas que causarían revolución. El parado/detenido se transformaría en lo que Camus llamaba un homme revolté, un hombre revuelto o airado, un signo de sufrimiento e ira que se quiere compartir y transmitir. Pero los más jóvenes están tan acojonados que ni siquiera fríen en la sartén, porque no han salido del huevo. 

Pero claro, el poder tiene claro que esas filosofías, la marxista y la existencial, al fin y al cabo humanismos, no les van, y se inventan otra filosofía que reduce algo tan complejo como la polis a un mercado de individuos insolidarios. Y lo reducen y banalizan todo a la plana apariencia de su ideología de consumo y sus tres valores principales: vulgaridad, fachada y fragmentariedad. A esos reduccionismos incompletos los llaman en el psicoanálisis pulsiones de muerte. No voy a decir que un parado es un zombie, pero casi. El capitalismo tiene algo de incompleto, evitador y asesino. Nadie sabe de dónde podría venir la caritativa "mano invisible" de Adam Smith; lo más posible es que no ayude, sino que te estrangule o se haga una paja. El capitalismo lo degrada todo, su único defecto es que produce demasiada basura, incluso basura humana: gente que, en sí misma, es basura. Transforma las relaciones humanas en relaciones de consumo, fragmentarias, vulgares y de fachada. Hombres y mujeres de usar y tirar, como la ropa de Zara.

A mí siempre me ha parecido que algo había de extraño en la sinonimia parado / detenido. El vocablo parado tiene más cauce, porque no es culpable de nada; el vocablo detenido, sin duda, tiene un problema; para él la estructura del mundo es injusta; es o debería ser un revolté o revoltoso, un revuelto contra ella. Para la derecha todos los parados son, o debieran ser, unos parados bien encerraditos y con su culpa dentro; ellos prefieren los activos a los movidos; los activos sacan dinero y recaudan riqueza; los movidos dan problemas sindicales y exigen justicia.

El término detenido choca contra un obstáculo muy gordo que pasa en medio de un silencio ominoso, que dicen los novelistas. ¿Qué obstáculo es ese que crece como una montaña y amenaza con alcanzar las alturas del K-2, esa cumbre laboriosa de subir e imposible de bajar? Desde luego no es el parto de los montes: detiene a seis millones de personas, más que toda Dinamarca. Esa enorme montaña está hecha de activos asiáticos mal retribuidos. Y ni siquiera es una sola: es una cordillera tan grande como el Himalaya: indios, chinos, coreanos... incluso Brasil y México, nos están comiendo vivos sin que defendamos con una gran muralla de proteccionismo nuestras economías más o menos equilibradas. Esa gran muralla los obligaría a redistribuir sus costos en bienestar común y más derechos humanos para esa clase media que ellos están construyendo y la parte menos nuestra de nos-otros estamos destruyendo. Pero todo da igual: sie nicht zürucktreten, ils ne demmisionnent point, they do not resign: a ver si entienden idiomas que no entienden y dimite alguno por esa cosa tan anticuada llamada honor o esa tan desacreditada llamada vergüenza, que es más o menos lo mismo.

domingo, 29 de enero de 2012

Anécdotas

Anécdotas célebres, tomadas de Periodista Digital:


El filósofo francés, Ernest Renan andaba con los preparativos de su próximo viaje a Palestina, cuando un buen amigo le advirtió de los peligros del lugar:

- Cuidado, Ernest: hay muchos bandidos por allí. Creo que deberías llevar contigo un fusil, por si acaso.
- ¿Para qué? ¡Los bandidos me lo robarían!

****

El poeta francés Paul Valéry era una persona bastante desgarbada y no le prestaba una atención especial a su imagen. Cierto día, se le acercó una joven que le dijo:

- Su aspecto no hace pensar para nada que usted sea un elegido por las musas
- Tiene usted razón, señorita -replicó en voz baja y con tono misterioso- Es que yo soy de la poesía secreta

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Conocido era el desprecio que sentía Diógenes de Sínope por las convenciones sociales. Tanto, que eso lo llevó a vivir dentro de un tonel tumbado.

En cierta ocasión, uno de sus discípulos le preguntó:

- Maestro, dinos ¿a qué hora se debe poner uno a comer?
- Depende: si eres rico, puedes comer cuando quieras; y, si eres pobre, siempre que puedas

***

El filósofo y matemático británico Bertrand Russell fue invitado a dar una conferencia sobre política en un club de mujeres conservadoras. Por el discurso izquierdista de Bertrand, las damas comenzaron a arrojarle todo cuanto caía en sus manos. Y para evitar males mayores y rescatar al filósofo de un descalabro, un guardia intentó apaciguar con palabras a la masa enfurecida:

- ¡Señoras, que es un gran matemático!- exclamó.-¡Que es un gran filósofo!- insistió, sin ningún éxito, hasta que gritó:
- ¡Que su hermano es conde!

La calma volvió a la sala y Bertrand pudo salvar el pellejo.

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Voltaire paseaba junto a un amigo por la calle cuando se cruzaron con una procesión precedida por un Cristo crucificado, motivo por el cual el filósofo se quitó el sombrero en señal de respeto.

- Os creía incrédulo en materia de religión- le dijo su acompañante, sorprendido por el gesto
- Y lo soy- matizó Voltaire -Aunque Cristo y yo nos saludamos, no nos hablamos.

***

Se cuenta que el filósofo Ludwig Wittgenstein se encontraba en la estación de Cambridge esperando el tren con una colega. Y mientras esperaban se enfrascaron en una discusión tan profunda que no se dieron cuenta de la salida del tren. Al ver que el tren comenzaba a alejarse, Wittgenstein echó a correr en su persecución y su colega en pos de él. Wittgenstein consiguió subirse al tren, pero no así su colega. Al ver su cara de desconsuelo, un mozo que estaba en el andén le dijo:

- No se preocupe, dentro de diez minutos sale otro.
- Ud. no lo entiende- le contestó ella -él había venido a despedirme.-

***

Cierto día, un rico ateniense encargó a Sócrates la educación de su hijo. El filósofo le pidió por aquel trabajo quinientas dracmas, pero al hombre le pareció un precio excesivo.

- Por ese dinero puedo comprarme un asno.
- Tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos.

***

Tras oír que Platón definía al hombre como "Un animal de dos patas sin plumas", el sintético "bípedo implume", el filósofo Diógenes le envió a su academia un gallo desplumado comentando: - Aquí está el hombre de Platón.

Platón tuvo que añadir a su definición: "... Y con uñas anchas y planas"

***

Desde 1687 a 1690, Isaac Newton fue miembro del Parlamento británico en representación de la Universidad de Cambridge. Durante el tiempo que ostentó el cargo solo pidió la palabra en una ocasión y fue para decir lo siguiente:


- Propongo cerrar esa ventana porque aquí hace un frío considerable.

***

En cierta ocasión Bertrand Russell estaba especulando sobre enunciados condicionales del tipo: "Si llueve, las calles estarán mojadas" y afirmaba que de un enunciado falso se puede deducir cualquier cosa. Alguien que le escuchaba le interrumpió con la siguiente pregunta:

- "¿Quiere usted decir que, si 2 + 2 = 5, es usted el Papa?".

Russell contestó afirmativamente, y procedió a demostrarlo de la siguiente manera :

- "Supongamos que 2 + 2 = 5; así que estará de acuerdo en que, si restamos 2 de cada lado de la igualdad obtendremos 2 = 3. Invirtiendo esa igualdad y restando 1 de cada lado, da 2 = 1. Y, como el Papa y yo somos dos personas y 2 = 1 entonces el Papa y yo somos uno, y por tanto yo soy el Papa"

sábado, 7 de enero de 2012

El negro


El negro
ROSA MONTERO, El País, 17/05/2005

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

viernes, 20 de mayo de 2011

Presentado el libro Estudios sobre el vino

Llegué un poquito tarde, con mi mujer y mi suegra, y por eso tuvimos que estar de pie todo el tiempo, menos mi suegra, que está muy mayor; por lo menos conseguimos un asiento para ella. Todo ocurrió muy bien, en especial la interpretación de los alumnos del cuarteto de cuerda; me pasé toda la noche tarareando una de las piezas, la americana, que era sumamente pegadiza. Qué bien tocan esos chicos. Como estaba muy cansado, no fui al vino que se ofrecía después. Entre los asistentes, hablé con Juan Roberto Gillman, que ha tenido un año horroroso el pobre; uno lo suponía felizmente jubilado, pero me enteré de que habían enfermado casi todos los hermanos de su mujer Rocío, aunque lo van superando, y él mismo ha terminado sin vesícula; encima es de Lorca y el terremoto le ha afectado como es de suponer; también hay problemas con las indemnizaciones. Lo bueno de estas cosas es que ya sólo pueden ir a mejor; tal y como dice Francis Bret Harte, lo único que sabemos de la suerte es que debe cambiar.

lunes, 25 de abril de 2011

"Protesto que, si me fusilaron, no me acuerdo de semejante cosa", un inédito de Félix Mejía.


Un articulito inédito de Félix Mejía. Alude al famoso periodista  moderado Andrés Borrego

Señores redactores de El Eco del Comercio:

Muy señores míos:


Espero  merecer de Vds. el favor de que tenga lugar en su periódico el siguiente artículo, del cual remito con esta fecha una copia exacta al señor Borrego, redactor de El Español.
           
Señor Borrego: los diablos tentaban al santo anacoreta del cochino y otros diablos tan diablos y tan tentadores como aquellos diablos, con tantas uñas y con tantos rabos, tentaron a Vd. también cuando, en su número de 1.º de marzo corriente, impugnando un artículo del periódico La Libertad, se tomó Vd. la de lanzar (sin venir a cuento) una alusión al periódico titulado El Zurriago que en unión con don Benigno Morales redactaba yo en los años 1820 al 23, a la par que escribía también en El Constitucional de la tarde y en El Eco de Padilla. Acaso llegó Vd. a imaginarse que, por mi situación apática y ajena al presente a las contiendas políticas, podría pasar desapercibida dicha alusión, y se ha engañado miserablemente porque, cuando me considero asistido de la razón y de la justicia, soy como la muerte que a nadie perdona, y como el dios Término, que ni a Júpiter quiso ceder.

Se permitió Vd. decir en su referido artículo: “Tenga entendido el público que se trata de resucitar la época de El Zurriago y sepa desconcertar con su indignación repecto a los autores de tan odiosa trama y con su simpatía hacia los órganos legítimos de la opinión, la crisis de un nuevo género a que conspiran a conducirnos los que no pueden dominar sin hollar las libertades de la nación, sin extaviar la opinión de los buenos para arrancar del miedo lo que les niega la razón y la conciencia del  país.”             .

            De todo el cúmulo de palabrotas que se comprenden en el periodo  inserto, que encierra conceptos harto metafísicos, se descubre que la opinión de Vd. respecto a El Zurriago y a sus redactores está en perfecta armonía con la que intentaron en vano generalizar, cuando se publicaba dicho periódico, los serviles de aquella época, los que se titulaban moderados, que eran peores que los serviles, los egoístas partidarios del poder despótico, los magnates que vivían en placeres sin trabajar y a costa del sudor del pobre y los escritores vendidos al poder que se alimentaban con el pan de la ignominia, como Vd. no debe ignorar. Toda esta cáfila de bichos de mal agüero se empeñó entonces en abrumar a los redactores de El Zurriago con las más groseras calumnias y con las más negras imposturas. Decían de continuo que estábamos pagados por la Santa Alianza, por el Rey y por el Embajador de Francia; pero escupían al cielo y les caía la saliva en la cara, porque todos los hombres de sentido común hallaban desmentidas las tales calumnias al considerar que estabamos haciendo la guerra más esforzada a los mismos por quienes se decía que éramos pagados, y no era creíble que los tales pagadores alimentasen viboreznos para que les royesen las entrañas… al vernos marchar por la revolución rodeados de puñales… al contemplarnos rodando de calabozo en calabozo… al verme sentenciado a dos años de prisión en las Peñas de San Pedro por Poncio Pineda… al mirarme sufriendo una prisión de dos meses en la cárcel pública y otra de cinco meses en mi casa con un alguacil de vista a mi costa… al mirarnos pobres y saqueados por las frecuentes multas y pago de costas procesales… al vernos escribir al mismo tiempo nuestro osado papel con el cadalso en hombros, pero diciendo la verdad toda entera al pueblo español… al escuchar nuestras diarias filípicas en las tribunas populares contra tantos y tantos pícaros empeñados en destruir el edificio social…

            Los patriotas por tanto nos escuchaban como a oráculos y las calumnias fueron despreciadas y los calumniadores merecieron el anatema universal. Nuestra opinión se incrementó cuando nos vieron denunciar con tres días de anticipación la insurrección de los guardias, que se pronunicaron a la voz de “¡Viva el rey absoluto y mueran los redactores de El Zurriago…!” cuando nos vieron pelear contra los mismos guardias en el memorable día del 7 de julio, en el cual vencieron los libres y se perdió la libertad, porque en vez de justicia hubo pasteles, intrigas, picardías e impunidad que detalladamente denunciamos a la opinión pública en nuestro periódico y ahí están los señores Martínez de la Rosa, Galiano, Burgos y otros muchos bien informados de estos hechos que atestiguarán esta verdad que pasará indestructible hasta la última generación.

            ¿Y callaron, sin embargo, los calumniadores? No, señor Borrego; ni callaron entonces ni se avergozaron ni callarán ni se avergonzarán jamás, porque nadie puede dar lo que no tiene y porque los partidarios del poder despótico son como los diablos que nunca se arrepienten.   

            ¡Que inhumanidad, señor Borrego! Me vieron salir de Cádiz confinado a las Islas Canarias por un golpe despótico del gobierno cuando estaba para expirar la libertad  en 1823, y vieron marchar a mi compañero Morales para unirse a las fuerzas que comandaba el inmortal Riego… Me vieron confinado en la isla del Hierro… Vieron salir de Cádiz apenas se entronizó el despotismo una fragata que debía traerme a la Península bajo partida de registro a sufrir la última pena…Vieron marcharse al Hierro a  25 soldados en mi busca… que milagrosamente pude fugarme de aquella isla… que los patriotas que contribuyeron a mi evasión sufrieron muchos meses de prisión en el castillo de Paso Alto y fueron arruinados en sus fortunas… Me vieron emigrar en la mayor miseria a los Estados Unidos del Norte de América, en cuyo país no conocía el idioma… Que allí continué trabajando a favor de la libertad de mi patria y de la de todos los hombres, escribiendo la tragedia titulada Rafael del Riego o la España en cadenas, con otras varias obras… Vieron también morir en un cadalso en Almería a mi compañero Morales… Me vieron sentenciado a muerte en rebeldía en esta corte… Y sin consideración ni miramiento a mis servicios ni a mi decisión por la santa causa de la libertad ni a las mil y mil suertes que he sufrido en 20 años de emigración… todavía hubo, señor Borrego, quien me calumniase… quien me mordiese con diente canino. ¡Esto es creíble! El señor don Joaquín María Ferrer, y Dios le perdone, como yo le perdono, tuvo la bondad de decir ante la respetabilidad del Senado que había yo marchado a Caracas a hacer una revolución y allí me habían fusilado.

            En cuanto a mi viaje a Carracas [sic], juro a Dios y a la Cruz y a la Veracruz que jamás he estado en Carracas [sic] ni en parte alguna de aquella república. Y en cuanto al fusilamiento, ruego a Vd, señor Borrego, que no crea Vd. lo que dijo el señor Ferrer, si no se le presenta una plena justificación del fusilamiento y en este caso sí crea Vd. que fue fusilado, y no será extraño que yo también lo crea y me persuada que por una extraordinaria metempsicosis he vuelto a España en cuerpo y alma a desmentir respetuosamente al señor Ferrer; pero, por ahora, protesto cuantas veces sean necesarias  por derecho que, si me fusilaron, no me acuerdo de semejante cosa.

            Materia es esta, señor Borrego, sobre la cual podían escribirse algunos tomos en folio, incluyendo en ellos la vida y milagros de muchos bribones con quien he peleado en la arena periodística; pero acaso se acerca el día en que aparezca de nuevo El Zurriago y entonces hablaremos más despacio y nos oirán los sordos. Concluyo por ahora rogando a Vd. me tenga en su santa gracia que se deje de alusiones a mi dormido Zurriago y pelillos a la mar.

            Con la mayor consideración y afecto saluda a Vd. respetuosísimamente su más humilde servidor q. b. s. m. Madrid 6 de marzo de 1846. Félix Megía.

jueves, 14 de abril de 2011

El tonto del pueblo



Un cuento tradicional arreglado a los tiempos modernos por menda. Por cierto que este tonto del pueblo me recuerda a Nick Corey, el protagonista de 1280 almas, de Jim Thompson.

Se cuenta que, en un poblado del interior del Brasil, un grupo de personas se divertía con el tonto del pueblo, llamado Lázaro. Era un pobre infeliz, de poca sal en la mollera, que vivía de pequeñas chapuzas y recados y vestía mal, casi como un pordiosero. Siempre traía  una cara de despiste descomunal. Diariamente los muchachos y hasta los hombres de las tabernas llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una grande de cuatrocientos reales y otra más pequeña de dos mil. El tonto siempre escogía la mayor y menos valiosa, lo que era motivo de risas y chanzas para todos.

Cierto día, uno de los miembros del grupo le llamó y le preguntó si todavía no había notado que la moneda mayor valía menos.

- Usted es una buena persona, así que se lo voy a decir. Claro que lo sé; yo soy tonto, pero no tan imbécil. La grande vale cinco veces menos, pero el día que elija la otra el jueguito se acabará y no se volverá a repetir, de forma que no ganaría una vez y otra mi moneda. Y le ruego que no lo cuente, por favor -y guiñó un ojo, dicho lo cual, añadió el tonto, que sabía latín: "Stultorum infinitus est numerus"; es un placer para un hombre que se sabe tonto aparentar que no se sabe tonto delante de un tonto que se sabe listo -.

Y desapareció entre las sombras.

jueves, 3 de marzo de 2011

Patitos intrépidos






Tommaso Koch, "Tras la pista de los patos (de goma) náufragos" El País, Madrid - 01/03/2011

Un periodista estadounidense reconstruye en un libro la aventura de 29.000 juguetes que se cayeron de un carguero en el océano y flotaron durante años.- Su destino sirvió a los oceanógrafos para estudiar las corrientes marinas.

Probablemente, al principio tuvieron miedo. Una cosa es una bañera. Otra, el océano. Pero finalmente debieron de cogerle gusto, dado que algunos siguen dando vueltas por el globo 19 años después. Ahora, los 28.800 patos amarillos (la mayoría), castores rojos, ranas verdes y tortugas azules de plástico que en 1992 cayeron de un barco que navegaba por el Pacífico, hasta podrían volver a encontrar a sus antiguos amigos. Ni que fuera Perdidos. El periodista estadounidense Donovan Hohn ha reconstruido, en su primer libro Moby Duck (que se puede adquirir en Amazon) trayectos y destinos de la mayoría de los juguetes y de otros objetos que flotaron por el mar, en una mezcla de ternura, picos sonrientes, corrientes oceánicas y polución. "Tenía que ser un trabajo corto. Me ha costado, sin embargo, cinco años y viajes por todo el planeta", cuenta el autor por teléfono desde Nueva York.

El 10 de enero de 1992 una tormenta sorprendió, cerca de las Islas Aleutianas, a un carguero que cruzaba el océano Pacífico desde Hong Kong al estado de Washington. 12 contenedores cayeron por la borda, uno se abrió y llenó el mar de miles de juguetes producidos por la compañía china First Years Inc. Los animalitos se dispersaron, presas de las corrientes oceánicas. Un naufragio conmovedor, que una compañía de coches aprovechó años después para un vídeo publicitario. Pero desde el principio el asunto cogió también otro camino, más serio.

Varios oceanógrafos se dieron cuenta de que los patos que tocaban tierra solían desembarcar en determinadas zonas. Hasta llegaron a realizar un mapa que se basaba en las corrientes y reconstruía los trayectos de navegación de los patitos. El oceanógrafo y cazador de juguetes náufragos Curtis Ebbesmeyer encontró el punto exacto en el que el container se había caído. Y, según contó a The Independent, aprovechó los movimientos de los juguetes para estudiar el giro oceánico (una gran corriente constante y circular) del Pacífico Norte, entre Japón, Alaska e Islas Aleutianas, descubriendo por primera vez que un objeto tarda tres años en completar el ciclo.

En 2005 Hohn, fascinado por esta aventura, empezó a tirar del hilo. Su investigación le llevó a contactar con Ebbesmeyer, del que recibió una sorprendente respuesta: "No puede cazar a los patos por teléfono. Tiene que salir de casa y buscar", como publicó The New York Times. Hohn le tomó la palabra. "Primero fui a China, a la fábrica donde construyeron los patos", explica. Y luego empezó a recorrer los sitios del mapa. Escocia, Hawai, incluso cogió un crucero para viajar por el mar Ártico. Una larga ruta con un imprevisto agradecido: "En una playa escondida y desierta, en Alaska, encontré a un castor de plástico, escondido bajo un árbol. No contaba con que a lo largo de mi ruta hallaría a uno de los animalitos".

El castor, que en un tiempo fue rojo y ahora es más bien blanco, está en su casa. Pero, ¿cómo puede estar seguro de que sea uno de los miembros de la flota de juguetes? "Por la marca, el color, el material. Hay pruebas ciertas. En cambio, después de los primeros hallazgos se desató un entusiasmo por el que todo el mundo decía que había encontrado uno de los animalitos famosos".

La mayoría de los patos han acabado en las playas del mapa, tras un viaje largo y peligroso. Según Hohn, "la imagen más encantadora de todo esto es la de un minúsculo pato amarillo que desafía en solitario al océano salvaje". Muchos le han ganado el pulso a la naturaleza, a costa de perder su color original y están a salvo, en casas de coleccionistas o cazadores casuales. Centenares de juguetes, sin embargo, se han deteriorado y han acabado hechos pedazos. Pero "debe de haber cientos que todavía están flotando", sostiene Hohn. Y cuenta: "Varias veces me he imaginado estar tumbado en la playa y de repente ver aparecer en el horizonte un patito amarillo". Ese patito sería hoy 19 años más viejo y tendría el pico sonriente de quien ha sobrevivido al océano.

Una armada de objetos

Los patos no están solos. Uno de los objetivos del libro Moby Duck es llamar la atención sobre el problema de los objetos que se caen de los barcos y acaban dañando al medioambiente y al mar, degradándose o hundiéndose a lo largo de los años. Las cifras, según Hohn, son significativas: "Hay cientos de containers y en consecuencia miles de objetos que acaban en el océano cada año. Una cifra exacta es imposible dado que las compañías de transporte marítimo no están interesadas en contabilizarlo. A menudo estos incidentes pasan desapercibidos. En mis búsquedas me he encontrado con estimaciones de más de 10.000 objetos al año".

Un caso ejemplar se dio en 1998, cuando un carguero perdió en el Pacífico 407 contenedores. "Contenían de todo: bicicletas, teléfonos inalámbricos, ropa. Las consecuencias para el medioambiente son muy dañinas", sostiene Hohn. El daño proviene también de tierra, de los objetos abandonados en el mar. "Los más frecuentes son botellas, juguetes y zapatos".

lunes, 9 de agosto de 2010

Una historia de fantasmas


No soy amigo de consejas de fantasmas, a pesar del gran número de historias que conozco y del interés que siento por ellas. Las colecciono, en especial aquellas de origen más o menos hispánico, y hasta en alguna ocasión abrigué el proyecto de escribir una colección de cuentos o leyendas de fantasmas hispánicos. Uno de los más curiosos es el de Guillermo o William (Bill) Sketoe, un madrileño nacido en 1818 que emigró a los Estados Unidos de América y luchó en el bando confederado durante la Guerra de Secesión. El apellido no debe llamar a error, porque lo tomó de su madre, Anna; su padre, Juan, era español; William era tan piadoso que llegó a hacerse ministro metodista en Newton, una ciudad del condado de Dale en el estado de Alabama donde vivía. Aunque destacó en los tres años en que estuvo luchando con los confederados, su mujer, Sarah Clemens Sketoe, enfermó gravemente, y como empeoró y no tenían parientes próximos que se encargasen de sus exigentes cuidados, tuvo que pagar a un hombre para que ocupara su lugar en el ejército, algo muy caro para alguien tan pobre como Sketoe, pues costaba unos mil dólares de los de entonces; los consiguió, sin embargo, y volvió al pueblecito de Newton, que en aquellos entonces rondaba los dos mil habitantes, como en la actualidad. Su esposa mejoró notablemente gracias a su diligencia, y eso empezó a desatar las habladurías en el pueblo, desconfiado de su condición de extranjero. 

El 3 de diciembre de 1864, cuando volvía de comprar una medicina para su esposa, los miembros de la Guardia Local lo rodearon para lincharlo, como traidor y desertor, porque no se creyeron esta historia; le concedieron su último deseo, que fue rezar; pero, como en vez de rogar por su propia alma, el muy metodista suplicó perdón para las de los que lo iban a colgar, porque no sabían lo que hacían, estos se apresuraron indignados a concluir la faena; y como Sketoe era un hombre fornido y corpulento, tuvieron que cavar bajo él un foso para que, ya que no podría romperse el cuello cayendo de más alto, al menos pudiera ahogarse completamente con la cuerda de cáñamo, y así murió.

Pero la historia no termina aquí. El agujero que cavaron nunca había manera de llenarlo; al día siguiente aparecía limpio. Es más, todos los personajillos que habían participado en el linchamiento fueron cayendo como moscas y de muertes no naturales; uno murió incluso cuando iba a caballo, golpeado por una rama de roble, la misma especie que el árbol en que fue ahorcado Sketoe. El agujero permanecía siempre hondo y sin llenarse, denunciando la brutalidad de los culpables, a pesar de todos los intentos que se hicieron. Hoy sigue encontrándose debajo de una autopista que se construyó en los alrededores de Newton. Sketoe está enterrado en el cementerio local, del que constituye una de las tumbas más famosas.

viernes, 30 de julio de 2010

Una anécdota de Unamuno

La cuenta en sus memorias, La rueda de mi fortuna (Madrid: Aguilar, 1958) el gran escritor Felipe Sassone, que se halla un tanto olvidado a causa de no ser ni peruano, ni italiano, ni español, aunque al cabo terminó sintiéndose lo último; acaso se le olvidó también porque a cualquier gacetero que lo infamase lo iba a buscar con el puño arremangado, con lo que muchos se curaban en salud sin acordarse de su nombre; aunque amabilísimo con sus amigos, tenía más mala leche que el propio Emilio Bobadilla, y ya es decir. Sassone se hallaba leyendo en el Ateneo un libro de tauromaquia, y al verle Unamuno le reprochó que no tenía sentido leer esas cosas si no iba a ser torero.

-El saber no ocupa lugar, don Miguel.

Le dijo, a lo que el filósofo, abriendo los brazos amargamente, respondió:

-¡Claro que no! ¡Lo que ocupa es tiempo! ¡Y muchísimo!

Uno no puede ya malgastar tiempo o entretenerse en acumular saberes generales, sino solo específicos; y, además, en el pequeño jardín volteriano de lo que más entiende; se corta las alas para no volar lejos y desventurarse y angustiarse más. El libro de Sassone está primorosamente escrito, con una sintaxis equilibrada y castiza de primer orden, abundante en intertextualidades, y a veces asoma entre líneas el brillo de alguna identidad estilísica (la abundancia de paronomasias, por ejemplo, la feliz expresividad léxica ("el rostro del pobre Antonio, todo cacarañado de viruelas"). Hay bohemia, sensibilidad, anécdotas como la que he transcrito, vida, pasión, sentimiento, inteligencia y corazón. Lo más parecido son las memorias de Insúa, que también son robustas y están bien escritas, en un tono muy parecido, pero Sassone es mejor que él manejando la lengua, es un estilista nato. Otros escritores poseen una prosa que envejece mal, como Felipe Trigo, pero estos dos están tan limpios e interesantes como el primer día. Sassone pasa por Lima y Antofagasta, por Madrid, Barcelona, Málaga y Cádiz, por Florencia, Bolonia y Nápoles, por Buenos Aires, México y La Habana, por París, y deslumbra cuando narra la muerte súbita de su mujer, de la que saca una gran conclusión: cuando el dolor culmina, no quita la vida, sino que la cambia. El dolor es el mejor educador o maestro, y, como suele suceder, ha sido recompensado con cicuta de injusta mala fama, aunque nos hace renacer como el Fénix. O cuando describe las correrías con sus amigos, como el mariquita Jacinto Benavente o el vivales Enrique López Alarcón; el primero lo introdujo en el teatro, con el segundo anduvo por el mundo periodístico; a Rubén Darío lo desnuda después de un banquete pantagruélico y lo acuesta. De todos los países saca alguna seguidilla, cuarteta, cancioncilla o tarantella graciosa, y exhibe un buen oído único.

Corazones partidos
yo no los quiero,
cuando yo doy el mío
lo doy entero.

Si a tu ventana llega
una paloma,
trátala con cariño,
que es mi persona.

Com'acqua a la fontana
che non se secca,
l'amore é na catena
che non se spezza.

Un corazón de madera
me voy a mandar hacer
que no sienta ni padezca
ni sepa lo que es querer.
¡Ay, negrito del alma,
qué vamos a hacer!

Cuando el probe está queriendo
salta el rico y lo atraviesa;
sale el probe puerta ajuera
maldisiendo su pobresa.

Pero también versos sentenciosos de Manuel y Antonio Machado, y epigramas en latín, francés o italiano de todo tipo:

Ci git Piron, que ne fut rien,
pas même academitien.

O el epigrama de Ricardo Palma:

Forma usted líneas de medida iguales
y luego en fila las coloca juntas
poniendo consonantes en las puntas.
-¿Y en el medio? -En el medio, ése es el cuento,
¡hay que poner talento!

En el capítulo XXXI se hace un pastiche del "Donoso escrutinio" que, de haberlo recordado, habría ido a parar a mi artículo sobre pastiches de ese famoso capítulo. En esta ocasión se trata de un baúl que ha de llenar para un viaje a España, y el propio autor hace con su criado una selección de obras que se llevará y declara su homenaje a Cervantes.