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domingo, 16 de febrero de 2025

El club de los cinco, la película clásica sobre adolescentes

 "Cinco jóvenes hablando durante hora y media: cómo ‘El club de los cinco’ se convirtió en un clásico inesperado", en El País, Eva Güimil, 15 feb 2025:

Hace 40 años se estrenó una película de bajo presupuesto, rostros desconocidos y prácticamente un solo escenario que dinamitaba todo lo que la industria de Hollywood creía saber sobre el cine adolescente

Un cerebro, un atleta, una inconformista, una princesa y un criminal. Hace 40 años, cinco estudiantes que pasaron su castigo sabatino en la biblioteca del Shermer High School cambiaron el cine adolescente en 93 minutos. Más desesperanzada y menos autocomplaciente de lo que se esperaría de una cinta juvenil ochentera, ha influido de manera invaluable en a ficción que a posteriori reflejó esa franja de edad. Fue un éxito de taquilla, Bret Easton Ellis la consideró “una sesión de terapia de hora y media” y aunque funcionó bien en las pantallas de cine, fue un éxito en los videoclubs que empezaban a cambiar la manera de consumir el entretenimiento. Los adolescentes la veían en grupo, se reflejaban en uno de sus personajes y recitaban los diálogos. Como define la crítica Kaia Placa, tenía más que ver con el indie que con el cine mainstream en el que solían englobarse las películas de y para adolescentes.

El club de los cinco es la versión cinematográfica indie del sueño americano: a pesar de todos los obstáculos, se convirtió en una historia de éxito”, afirmó Placa en un largo análisis en Film Independent. “Esta película es a la vez arquetípica y subversiva, con la cantidad justa de sentimentalismo para dejar un sabor dulce en tu boca sin abrumarte. John Hughes hizo, sin grandes recursos de estudio, lo que todo cineasta sueña con hacer: un clásico”.

Ya se había hecho cine adolescente en Estados Unidos. Los jóvenes se habían enamorado de la atormentada arrogancia de James Dean en Rebelde sin causa y dos novelas de S.E.Hinton, Rebeldes y La ley de la calle, se habían adaptado con éxito. Pero lo que John Hughes ofrecía era una visión contemporánea, personajes reales con los que cualquier adolescente se podía identificar. “Hablan como nosotros”, decían los que la veían. Y hablaban como ellos porque la persona que estaba al frente no era mucho mayor que ellos. Cuando empezó a desarrollar el guion, John Hughes era un veinteañero no muy alejado de los personajes que escribía.

Hugues ya había escrito los guiones de ¡Socorro! Llegan las vacaciones uno de los grandes éxitos de Chevy Chase, y Las locas aventuras de un señor mamá, dos taquillazos (ambos de 1983) que ayudaron a que lo escucharan cuando ofreció una historia sobre un grupo de adolescentes recluidos en una biblioteca, un argumento casi teatral y más parecido a 12 hombres sin piedad (1957) que a Desmadre a la americana, la película que en 1978 había fijado el canon de las comedias adolescentes. Para demostrarles su valía como realizador hizo antes la mucho más convencional Dieciséis velas (1984), historia de una adolescente que vive inmersa en un triángulo amoroso mientras su familia, demasiado ocupada por la boda de su hermana, olvida su cumpleaños.

En ella ya había mucho de lo que definió su cine: inadaptados, amores imposibles y Molly Ringwald. Hughes tenía claro que no quería resultar paródico porque, como sentenció en Vanity Fair, “nadie se toma a sí mismo más en serio que los adolescentes”. A Universal le entusiasmó Dieciséis velas y le dio carta blanca para rodar El club de los cinco aunque no la entendían porque “no había pechos desnudos, ni escena de fiesta, ni chicos bebiendo cerveza, las cosas que pensaban que necesitaba una foto película sobre adolescentes”. Sólo cinco jóvenes hablando. Pero era barata: el presupuesto fue apenas un millón de dólares. Hughes se lo puso fácil a sí mismo: tan sólo había una localización y un vestuario, Lo importante eran los diálogos y dar con cinco actores que encajaran en los arquetipos que había diseñado. Sabía que el reparto era tan esencial que prefirió perder dinero, pero asegurarse que tenía la última palabra sobre el elenco. “Solo tengo cinco personas, así que tiene que haber alguna química interesante entre ellas. O funciona o falla por completo”, afirmó años después en una larga historia oral sobre el rodaje.

Además de Ringwald, Hughes tenía claro que quería en el reparto a Anthony Michael Hall, con quien habían trabajado en Dieciséis velas, y ¡Socorro! Llegan las vacaciones. El papel de Emilio Estévez estaba pensado como un jugador de fútbol americano, pero una vez que Estevez estuvo en el proyecto, Hughes lo convirtió en un luchador, deporte que requiere menos envergadura. El papel más complicado para el casting fue el de Bender –si alguien se pregunta si el robot deslenguado de Futurama se llama así por este personaje, la respuesta es sí–, estaba destinado a Nicolas Cage. Universal quería algún rostro famoso en la película, pero Hughes no lo consideró suficientemente atractivo. También estuvo a punto de interpretarlo John Cusack, pero lo descartaron por parecer demasiado buen chico. Cuando apareció Judd Nelson, el papel fue suyo. Era duro, pero vulnerable, tosco pero atractivo. Y peligroso, quizás demasiado: llevó el personaje tan lejos y fue tan despreciable con todo el reparto (especialmente con Ringwald) que estuvieron a punto de despedirlo varias veces.

Molly Ringwald, Ally Sheedy y la coproductora Michelle Manning se opusieron firmemente a un desnudo femenino que según ellas no aportaba nada al guión. Para ganarse las simpatías de Universal, Hughes había escrito una secuencia en la que los chicos espiaban en las duchas a una atractiva profesora de natación sincronizada, un tipo de gamberrada que ya se había visto en comedias desmadradas como Porky’s. “Es sexista y misógino”, le dijeron. Y Hughes la eliminó.

“Y estos niños a los que escupís mientras intentan cambiar sus mundos son inmunes a vuestras consultas. Pero son conscientes de lo que están pasando”. Que una cita de Changes de David Bowie de inicio a la película dejaba claro que para Hughes la música era capital. En plena eclosión de la MTV sabía que un tema principal potente era esencial y que en la adolescencia la música tiene un poder catártico. “Empecé a pensar en la música cuando todavía estaba escribiendo el guión. Quería que se sustentase en la batería y el bajo porque había relojes haciendo tic tac y emociones haciendo tic tac. Elegí a Keith Forsey como compositor porque era baterista. Keith entró y vio el ensayo, habló con los actores, y Don’t You (Forget About Me) fue lo que sacó de aquello”, declaró a la revista Premiere. Como fans de la nueva ola británica, volaron a Inglaterra para encontrar a alguien que la interpretase. “Literalmente caminábamos por las calles por la noche, diciendo: ‘Vale, ¿a quién podemos ir mañana?’. Chrissie Hynde, de The Pretenders, era su primera opción, pero estaba embarazada. Convenció a su entonces marido Jim Kerr, cantante de Simple Minds, para que lo hiciera”, explicó Michelle Manning. Si la canción se ha convertido en un himno de los ochenta no fue menos inspirador su póster, con una foto de Annie Leibovitz que ha sido tan imitada como parodiada.

Se estrenó el 15 de febrero de 1985 y debutó en el tercer puesto de la taquilla, por debajo de la imbatible Superdetective en Hollywood y Único testigo de Harrison Ford. Pero su verdadero impacto se demostró gracias al vídeo (se vendieron más de un millón de copias en Estados Unidos) y a sus reposiciones en televisión. El público la adoró y la crítica se dividió. Hubo quien señaló lo obvio: estaba llena de clichés y hay pocos lugares para la sorpresa. Si al empezar a verla nos hubieran preguntado cómo terminaría, todos habríamos dicho que la princesa se quedaría con el matón y que a medida que se quitasen las capas que definían a sus personajes sus debilidades los igualarían. Hasta sabíamos que Allyson viviría uno de esos momentos en los que una mujer guapa y con personalidad se transforma en vulgar gracias a un cambio de imagen innecesario.

La película que Entertainment Weekly considera la número uno de su lista de las cincuenta mejores películas de instituto influyó de manera invaluable no sólo a los adolescentes sino también a los creadores. Es imposible pensar en los adolescentes parlanchines de The OC (2003-2007) o de Dawson crece (1998-2003) sin el precedente de Hughes. “John Hughes fue vital para ayudarnos a todos a entender que los adolescentes no eran niños grandes y que la adolescencia está separada de la infancia”, dijo el novelista John Green cuando Rolling Stone pidió a un grupo de creadores que hablasen de la influencia de Hughes entre los que escribían para adolescentes. Diablo Cody, guionista de Juno y Young Adult, fue más allá. “Las películas de Hughes, más que influirme como cineasta, me influyeron como persona”.

El club de los cinco dio el pistoletazo de salida a un nuevo fenómeno, antes de que Charlie XCX se apropiase del término brat, los ochenta tuvieron al brat pack, el atajo de mocosos, la inspirada etiqueta que el periodista David Blum hizo uniendo a los jóvenes actores de los ochenta y el rat pack de Frank Sinatra y Dean Martin. Cuarenta años después, el actor Andrew McCarthy, protagonista junto a Ringwald de La chica de rosa (el siguiente proyecto de Hughes tras El club de los cinco y estrenada en 1986) intentó reunirse con los actores que se vieron en ese grupo a pesar de que su trayectorias tenían orígenes muy distintos, en el documental Brats: las jóvenes estrellas de los 80, recientemente estrenado en Movistar. Por él desfilan Anthony Michael Hall, Ally Sheedy, Emilio Estévez, Demi Moore o Rob Lowe. Todos llevan cuatro décadas luchando contra aquella etiqueta que a sus ojos los devaluaba, algunos con éxito como Moore y otros sin haberlo aceptado todavía, como McCarthy.

Las carreras de los protagonistas fueron dispares. Tras La chica de rosa, que Hughes escribió pero no quiso dirigir, la relación entre el creador y su musa se rompió. Sucedió lo mismo con Anthony Michael Hall, que no volvió a trabajar con el director tras La mujer explosiva. Hall sospecha que se debió al romance que ambos actores vivieron durante el rodaje de El club de los cinco y que hizo que el director se sintiese traicionado por sus pupilos, lo que llevó a que el papel de Ferris Buller en Todo en un día (1986) no fuese para él sino para Matthew Broderick. Tanto Ringwald como Hall han tenido carreras por debajo de lo que se esperaba. Ella se fue a Europa y trabajó con Godard en una extraña versión de El rey Lear junto a Woody Allen, es escritora y ha vuelto a la palestra gracias a Feud: Capote vs. The Swans. Hall terminó en producciones de serie B y capítulos televisivos, al igual que Judd Nelson, que sólo brilló en la telecomedia De repente Susan (1996-2000) al lado de Brooke Shields. Ally Sheedy tan sólo tuvo un éxito posterior, High Art, que en 1999 la hizo ganar el Independent Spirit Award a la mejor actriz. La imparable carrera de John Hugues también fue decayendo paulatinamente, más por su propio desinterés que por el de Hollywood, que lo veía como una mina de oro. Todo en un día fue un éxito incuestionable y la gigantesca Solo en casa le permitió vivir desahogadamente hasta su prematura muerte a los cincuenta y nueve años. Dejó tras de sí un puñado de películas que explican a la juventud estadounidense blanca y acomodada de los ochenta mejor que ningún tratado de sociología.

viernes, 14 de febrero de 2025

El fenómeno Eloy Moreno

 De funcionario de Castellón a vender dos millones de libros y batir el récord mundial de firmas: el huracán Eloy Moreno. En El País, Adrián Cordellat, 13 de febrero de 2025:

El autor, capaz de arrasar entre públicos de todas las edades con sus novelas y la adaptación a serie de su mayor éxito, ‘Invisible’, culmina su ascenso al batir, con 11.088 volúmenes autografiados en 12 horas, la anterior marca histórica

Son las 18:00 del sábado 8 de febrero, la tarde aún luminosa de un día de invierno casi primaveral, cuando en la madrileña plaza de Callao Anouk de Timary, jueza de Guinness World Record, certifica que el escritor Eloy Moreno (Castellón, 49 años) ha pulverizado el récord del mundo de libros firmados en 12 horas. Autografió 11.088, más de 4.000 por encima de la anterior marca —la logró en 2016 el indio Vickrant Mahajan, con 6.904 libros—. Moreno muestra a los cientos de personas que rodean la carpa donde realizó la hazaña el diploma que da fe de su gesta. Lo hace con una amplia sonrisa. Esa sonrisa que, como bien apunta la jueza, no ha abandonado su cara en las 12 horas de firma. Esa que el autor convertirá muchas veces en risa franca a lo largo de una entrevista con EL PAÍS. Y que, de alguna manera, resume una carrera fulgurante, capaz de vender millones de novelas, juveniles y para adultos, y tratar temas como el acoso escolar.

Un día antes, en unas oficinas de Penguin Random House totalmente volcadas con el evento, el autor de superventas como Invisible, Redes, Tierra o El bolígrafo de gel verde, explica a EL PAÍS la intrahistoria del récord, que se empezó a gestar en la última Feria del Libro de Madrid, tras dedicar más de 1.500 libros en 15 horas de firmas durante un fin de semana: “Las colas eran enormes, así que un poco en broma me pregunté quién tendría el récord. Empezamos a hacer cálculos y pensé que 7.000 se podrían hacer. Y aquí estamos”. El detalle de lanzarse a por el récord dice mucho de la personalidad de Moreno. “Intenté frenarlo por todos mis medios, porque es algo que no se había hecho jamás en nuestra editorial, pero Eloy consigue llevar sus metas mucho más allá y que tú también lo hagas”, afirma Melca Pérez, responsable de comunicación de la División Infantil, Juvenil y Cómic en Penguin Random House. Pero la decisión de buscar la marca histórica también explica el ascenso del escritor, uno de esos milagros editoriales que son como el cometa Halley: solo se ven una vez cada muchos años.

Eloy Moreno, ingeniero informático, se animó a escribir su primera novela, El bolígrafo de gel verde —para adultos, sobre un hombre cualquiera atrapado en su vida cotidiana—, tras ganar varios concursos literarios para aficionados. Por la mañana trabajaba como funcionario en el Ayuntamiento de Castellón. Por la tarde, escribía. Cuando tuvo el libro acabado renunció a buscar editorial. “Pensé: ‘He tardado un año y medio en escribirlo, como tenga que esperar otro año y medio a que un sello me conteste…. Al final ya se me habría olvidado el libro y la ilusión la tenía entonces, cuando acababa de terminarlo. Así que me lancé a publicarlo por mi cuenta”, rememora. Empezó a vender los ejemplares él mismo, uno a uno, en las puertas de diferentes librerías. Llegó a despachar 3.000, más que la inmensa mayoría de los libros publicados en España. El éxito de la novela, que empezó a ocupar conversaciones en redes como Facebook, llegó a una gran editorial, Espasa, que compró los derechos de El bolígrafo de gel verde y lo volvió a publicar.

El resto es historia del mercado editorial. Una tras otra empezaron a llegar las novelas Lo que encontré bajo el sofá (Espasa, 2013), El regalo (Ediciones B, 2015), Invisible (Nube de tinta, 2018), Tierra (Ediciones B, 2019), Diferente (Ediciones B, 2021), Cuando era divertido (Ediciones B, 2022) y Redes (Nube de tinta, 2024), además de varios álbumes ilustrados infantiles y libros de cuentos. Entre todos suman más de 2,5 millones de ejemplares vendidos. Moreno ha logrado crear un fenómeno pocas veces visto, una inmensa comunidad de lectores fieles que no tiene edad y que acude a sus eventos en masa desde todos los rincones de España. Por la firma en Madrid desfilaron familias completas, parejas, grupos de amigas, adultos, jóvenes, adolescentes que temblaban y lloraban mientras esperaban su turno, niños y niñas cargados con sus álbumes ilustrados.

“Muy pocos escritores pueden decir que escriben de verdad para todas las personas”, concede Laia Zamarrón, editora de Eloy Moreno. La directora literaria de Nube de Tinta destaca varios factores que explican su éxito. Por un lado, que siempre toca temas importantes y cotidianos, con los que se puede sentir identificado cualquiera. Por otro, el elemento mágico, presente en casi todas sus novelas, y la carga emocional: “Son libros que se quedan muy dentro y generan una impronta importante”. Por último, la sencillez en el estilo de Moreno. “En los libros de Eloy nunca sobra ni falta una palabra. Eloy tiene un don de escritura clara y bella. No da rodeos. Todo lo que dice es necesario e imprescindible”, apunta.

Esta última apreciación se puede aplicar al propio Moreno. Viste con sencillez —pantalón vaquero, camiseta blanca básica de manga corta, zapatillas deportivas Adidas—, transmite sencillez y en sus respuestas es directo. Sus reflexiones en voz alta son como los capítulos de sus libros: breves. La sencillez, sin embargo, podría verse también como un lastre. No le faltan críticos, lectores que apuntan a la simplicidad de su escritura, a la poca hondura de sus textos. Él no le da mayor trascendencia. Escribe, dice, lo que le gusta leer. “Me agobian los libros con capítulos muy largos y las novelas con demasiadas descripciones. Siento que es un aburrimiento y no deja lugar para la imaginación del lector”. Esa corriente explica en parte que, pese a su triunfo comercial, sea difícil encontrar una entrevista suya en los suplementos culturales. También que nadie parezca esperar su nombre en las galas de los premios más prestigiosos. “Me da absolutamente igual”, afirma. Nuevamente su risa franca. “Cuando escribo un libro pienso en que entre 12 y 100 años lo pueda leer cualquiera. Obras que en principio podrían ser para adultos, como Tierra o El regalo, se leen también en institutos. Y, sin embargo, en el caso de Invisible, que puede parecer más destinado al público juvenil, la mitad de los lectores son adultos”, asegura.

El fenómeno ‘Invisible

Invisible es el título estrella de Eloy Moreno. Esta novela, que centra su atención en el acoso escolar, ha vendido más de un millón de ejemplares —su continuación, Redes, ha superado los 130.000 tras apenas tres meses en las librerías—. “Si el poder de la lectura es transformar personas y transformar sociedades, Invisible y Redes son el mayor exponente de esto”, apunta Laia Zamarrón. Cientos de profesores de Educación Secundaria en España, convertidos en los mejores prescriptores del libro, ya recomiendan a sus alumnos la lectura de Invisible. A su modo, la novela se ha transformado en una especie de medicamento. ¿Le duele la garganta? Tómese paracetamol. ¿Tiene que hablar de bullying? Léase Invisible. “Permite abordar un tema que a un profesor seguramente le costaría hablar directamente. Y a través del libro pueden salir muchas conversaciones. Desde su publicación me ha escrito mucha gente que ha sufrido bullying para darme las gracias porque refleja lo mucho que sufren las víctimas”, señala Moreno.

La novela está conquistando ahora a miles de nuevos lectores gracias a la adaptación a miniserie, realizada por Paco Caballero y disponible en Disney+, donde lleva semanas entre lo más visto de la plataforma. El impacto se pudo apreciar en la firma de libros. Invisible fue, sin lugar a duda, el título más firmado. “La calidad de la serie es brutal. Y sé que es muy raro que un autor te diga eso. Yo creo que no conozco a ninguno”, bromea Moreno, que se involucró en el rodaje e incluso tiene un cameo a modo Alfred Hitchcock en el último capítulo.

La serie ha lanzado al estrellato a sus jóvenes protagonistas, que desataron la histeria colectiva al aparecer por sorpresa en la carpa de Callao, y ha provocado que la fama de Moreno alcance nuevas cotas. Él parece asimilarla con naturalidad. “Si esto me pasa con 20 años, igual me explota un poco la cabeza, lo mismo que si esto hubiese llegado de golpe, pero por suerte ha sido un proceso muy lento, de más de 12 años, así que no me ha afectado demasiado. Hago la misma vida de siempre con la misma gente de siempre”, reflexiona.

Tras batir el récord, se abraza con su mujer y sus dos hijas. También con el equipo de Penguin que le ha acompañado en la aventura, y con los actores y las actrices de la serie. Lo hace en mitad de un ruido ensordecedor, con cientos de personas haciendo retumbar su nombre en pleno epicentro de Madrid ante el desconcierto de los viandantes que pasean ajenos a lo que acaba de ocurrir. “Jo, qué suerte ser la hija de Eloy Moreno”, se escucha comentar a una fan. La piña familiar es la viva imagen de la felicidad. Y Eloy Moreno es la viva imagen de un hombre sencillo que, sin grandes pretensiones, ha sido capaz de enganchar a la lectura a miles y miles de personas, difuminando con su escritura las barreras de la edad.

lunes, 27 de enero de 2025

Maestros por vocación

 Carina Farreras, "Maestros por vocación", en La Vanguardia, 27 de enero de 2025:

 Destacaron con una nota brillante en la selectividad y eligieron la carrera de educación infantil o primaria por sus firmes convicciones personales en tiempos de una crisis mundial de profesores

Cinco jóvenes de brillantez académica han defendido su vocación de maestros ante la sorpresa de su entorno. Obtuvieron en junio de 2024 notas de acceso a la universidad por encima de 12,50 (sobre 14) lo que les abría las puertas a casi todos los grados que ofrecen las universidades españolas con la promesa de carreras de prestigio, viajes, posiciones de liderazgo, alta remuneración. Sin embargo, eligieron ser maestros, una profesión clásica, humilde, muy exigida, no suficientemente valorada y que, desde luego, no enriquece a quien la ejerce.

Estos cinco jóvenes, David Tostado (estudiante de primaria, 12,64 en las PAU), Paula Altet (infantil, 13,18), Marta Vera (primaria, 13,26), Gerard Ortiz (infantil y primaria, 12,85) y Lucía Vitoria (infantil y primaria, 12,84), todos estudiantes en la Universitat de Barcelona (UB), devuelven la pelota a aquellos que les cuestionan por su determinación con reflexiones sobre qué significa alcanzar el éxito personal.

“Escoges esta carrera por vocación”, define en una frase David Tostado. Etimológicamente vocación es “acción de llamar”, una llamada que da sentido trascendente a un propósito, satisfacción interior y coherencia con uno mismo.

“Yo valoro ir al trabajo feliz, estar contenta con lo que hago y volver a casa y tener cosas que explicar a mi familia que estar triste o aburrido a cambio de tener más dinero”, apunta Marta Vera. Algunos tienen padres maestros y destacan la fuerza de los vínculos: “yo he vivido en casa cómo se quiere a los alumnos” (Gerard Ortiz) y cómo “los alumnos quieren a los profesores” (Lucía Vitoria).

Marta Vera

“Si vas a trabajar cada día en algo que te gusta eres mucho más feliz que ganando mucho dinero”

Ciertamente, todos reconocen haber recibido bromas de amigos o consejos para desviarse de su opción universitaria. De todo, lo que más sorprende a Gerard –y los demás asienten es cómo los propios profesores de bachillerato los trataban de desincentivar. “No se dan cuenta, infravaloran su propio trabajo”, considera el futuro maestro.

Y, sin embargo, se preguntan, ¿qué hay más importante que educar, acompañar a “pequeñas personas” en su proceso de “construcción”? De cero a diez, califican rotundamente con un diez. ¿Qué más importante –cuestionan– que enseñar a los niños conocimientos, defender lo que es justo e inferirles fortaleza para cambiar lo que no les gusta de la sociedad? Mostrarles, como sostiene Paula Altet, que es posible convivir en un mundo con personas diversas. El respeto empieza en los primeros años. En definitiva, desean impulsarles a ser “curiosos”, “cultos”, “inconformistas”, “tolerantes con los demás” para que construyan entre todos un espacio donde convivir en paz.

Gerard Ortiz

“Nací en una casa de maestros y he visto en primera persona cómo se quiere a los alumnos”

La Unesco cifra el déficit de profesores para el 2030 en 44 millones en todo el mundo. Mayormente son docentes de secundaria. Europa no se libra y países como Francia, Italia, Alemania o Portugal, están aplicando políticas de atracción y retención de docentes ante el abandono de la profesión y la jubilación de los mayores.

En España, la docencia aún muestra músculo, según Enric Prats, vicedecano de la facultad de Educación de la UB. Aún son más los que quieren ser maestros que los que pueden acceder a la universidad. Las notas de corte a la universidad han subido (del 6,79 en 2018-2019 al 8,15 de promedio en España).

Pero el relevo generacional está a la vuelta de la esquina. Cuatro de cada diez profesores se va a jubilar en primaria en los próximos 10 años mientras que el grupo de maestros más jóvenes (menores de 40 años) representa poco más del 25% del total. Prats apunta a que la carencia podría quedar compensada por el “dramático” descenso de niños en las aulas.

En 2013 se contabilizaron 8 millones de estudiantes (INE) en España en educación obligatoria (de infantil a ESO). Desde entonces, se han perdido casi medio millón y se estima que en 2037 ya serán un millón menos. Todo puede cambiar si la natalidad se recupera y las jóvenes tienen más de dos hijos. No obstante, y teniendo en cuenta el aumento de niños de familias migrantes, los expertos no esperan este cambio de tendencia.

Por otro lado, el problema del abandono de la profesión no se da como en países vecinos. Quizás porque ésta es una profesión que, frente a otras, da estabilidad y seguridad económica, además de que preserva los horarios y las vacaciones. Los jóvenes valoran cada vez más estas facetas.

En los primeros meses de carrera, estos estudiantes ya han tejido amistades y relaciones con sus compañeros de una manera fácil porque forman parte de un grupo con un deseo común. “Somos distintos, unos extrovertidos y otros introvertidos, pero tenemos el mismo objetivo y eso lo notas, es muy fuerte”, describe David sobre su experiencia universitaria. Pero también se parecen en su faceta aplicada y constante. “Nos volcamos mucho en las actividades de clase, en hacer bien los trabajos”, explica Lucía Vitoria.

Paula Altet

“Es muy importante fomentar un buen ambiente en clase porque ese grupo es una pequeña muestra de lo que se van a encontrar en la sociedad”

Creen que el espacio de una escuela, en el que estarán en el futuro, es un lugar motivador porque hay dinamismo, vitalidad, desafíos, otros profesionales con los que colaborar y crecer. Vínculos y más vínculos. “Se trabaja con niños y se comparte mucho en los claustros, al final, es como una segunda familia”, considera Marta Vera.

Esperan despertar amor por el conocimiento, aportando “temarios contextualizados con la realidad” y generar espíritu crítico. Confían también en ser cercanos sin “coleguear”, lograr infundir autoridad sin tener que imponerla. Todo eso han reflexionado y han compartido con La Vanguardia, como la importancia de ser un modelo, insisten en la idea, un referente para los niños de la clase.

David Tostado

“Me gustaría formar en el espíritu crítico para fomentar que crezcan personas librepensadoras”

Atisban la dificultad en frenar la presión de las familias sobre las escuelas. “No puedes acomodarte a las exigencias de los 25 padres de una clase. Ellos tienen que entenderlo y confiar en tu trabajo”, afirma Paula Altet.

“A mí me gustaría cuidar sus sueños, que sean lo que quieran ser”, aspira Gerard Ortiz. “Somos importantes como maestros porque somos el inicio de todo”, sigue Paula Altet. Sin los maestros, en verdad, no existirían las otras profesiones porque todo el mundo tiene que ser enseñado en su infancia, asienten y sonríen con satisfacción por la importancia de su rol.

Lucía Vitoria

“Al saber mi nota mis amigos me insinuaron que eligiera otra carrera, pero sabían 100% que yo elegiría educación”

Estos estudiantes son los últimos que estudiarán con el plan de estudios de los grados de educación infantil y primaria. El Gobierno va a reformar el currículum para que los futuros profesionales estén formados a las necesidades y desafíos de las escuelas actuales. Está previsto que este año se publique la orden que regula el marco común de los grados que imparten las universidades españolas. En los mismos se determinará la carga lectiva de cada materia y los niveles de prácticas. Allí se verá qué y cuánto se pide que sepan los maestros para ejercer su profesión.

Enric Prats: "Un maestro tiene que leer para saber interpretar el mundo"

Catalunya

La mitad de los que quieren ir a magisterio suspende mates

La vocación por sí misma no es garantía de convertirse en un buen profesor. En cambio, una buena base académica es condición deseable para cumplir con esa función. Con esta premisa, Catalunya creó hace 11 años el Programa de Millora i Innovació en la Formació de Mestres que estableció una prueba de aptitud personal (PAP) como requisito para matricularse en las facultades de educación catalanas (ahora las privadas permiten matricular, a condición de que el estudiante se presente y apruebe durante el primer curso). Queda al margen el máster que conduce a la docencia en la etapa secundaria, incluido el bachillerato y la formación profesional, que no exige ningún filtro. En estas pruebas, que el Gobierno español quiere extender a todas las facultades, se basan en conocimientos de lengua y matemáticas de 4º de ESO ya que a las mismas pueden presentarse estudiantes de ciclos formativos que no han cursado bachillerato.

En los últimos cinco años se ha detectado una bajada importante en el desempeño de matemáticas. En el 2024 fueron aptos en esta materia cuatro de cada diez y en el 2023, solo tres de cada diez. Esto quiere decir que siete estudiantes que quería matricularse obtuvieron una puntuación inferior a 4. Se aprueban las PAP en el caso de superar un 4 en ambos exámenes y si la suma de ambos da una media de 5. En el 2024 fue apto para las PAP el 58% de los que se presentaron, algo más respecto al 2023 en que lo hizo el 55%.

Según la plataforma Unportal, en el 2024 se obtuvo una nota promedio de 4,70 en el examen de competencia lógico-matemático y un 5,07 en el de competencia comunicativa y razonamiento crítico. En el 2023, la nota del ámbito matemático fue de 3,87. Tampoco llegó a 5 en el 2020 ni en el 2021. En estos cinco años sólo se obtuvo una media superior a 5 en el 2022, con un promedio de 5,64.

Es cierto que un poco menos de la mitad de los aspirantes no superaron las PAP y no pudieron matricularse en universidades presenciales públicas (sí en las privadas u online). Por tanto, si su desempeño fue realmente bajo, arrastró hacia abajo la puntuación y descompensó las medias de los que sí aprobaron. Además de las PAP, los jóvenes deben pasar por selectividad.

Y como aún hay más estudiantes dispuestos a entrar en las facultades que plazas disponibles, las notas de corte aumentan lo que exige a los estudiantes un rendimiento medio alto. Si quieren estudiar en Catalunya el doble grado (infantil y primaria) deben tener entre un 7,99 (Rovira Virgili de Tarragona) y un 11,34 (Universitat de Barcelona) sobre 14. En infantil, las ponderaciones se encuentran a partir de 5 y en primaria, a partir de 7,45.

Las notas de corte de las universidades presenciales y públicas españolas se han situado en puntuaciones de entre 7 y 8 sobre 14, por debajo de medicina y matemáticas, pero por encima de derecho o económicas. Esto se explica porque, tras la pandemia, han mejorado los expedientes académicos de bachillerato y las pruebas de selectividad se han relajado.

Por lo demás, los estudiantes del grado de educación se encuentran entre los más aplicados de todas las carreras, según las estadísticas de Datos y Cifras 2024 (Ministerio de Ciencia y Universidades) que ofrece los datos del conjunto de universidades españolas. Destacan también los de enfermería y medicina, carreras que comparten una alta feminización y un bajo abandono. La tasa de rendimiento, los créditos que se aprueban en relación con los que se matriculan es del 94%. Los estudiantes terminan la carrera en tiempo idóneo, esto es, acaban a los cuatro años de haber empezado (en otras carreras el promedio es de 5 y 6 años) y la media de la nota al acabar es de un 7,84 en infantil y 7,77 en primaria. Sólo superan estas calificaciones las futuras enfermeras (7,88) y las igualan los futuros titulados en medicina (7,76).

Texto: Carina Farreras


martes, 21 de enero de 2025

Acoso al profesor

 "Es un linchamiento", "No sirves para nada". El infierno de los profesores en los grupos de WhatsApp de padres

Las agresiones hacia los docentes han pasado de los empujones y las collejas a un ciberacoso despiadado que incluye la suplantación de identidad en redes, viralizar fotos y memes para ridiculizarles y las falsas acusaciones

En El Confidencial, por Albert Sanchís

20/01/2025

"Mira tonto, por tu asignatura no vamos a vivir, lo haremos por matemáticas, por lenguaje y por todo lo demás, pero por gimnasia no"; “Ni su padre ni yo le vamos a castigar ni regañar por haber suspendido algo con lo que no va a llegar a ningún sitio”; "Lo que pasa es que creo que le has cogido manía". Son solo algunas frases a las que se ha enfrentado directamente Eduardo Martín (nombre ficticio, ya que prefiere no revelar su identidad) con varios padres y madres de alumnos de 1º de la ESO en servicios de mensajería instantánea. En los grupos de WhatsApp de padres, ya sin la presencia de los docentes, la cosa se pone incluso peor: insultos, amenazas, vídeos, fotos y datos del pasado de los profesores, difamaciones, memes... El ciberbullying crece a pasos agigantados en el sistema educativo, pero la atención mediática e institucional ha estado poniendo el foco en el alumnado y, poco a poco, se ha ido abandonando a otro grupo que lo sufre día a día, el profesorado. "Es un linchamiento", señalan fuentes del servicio del Defensor del Profesor. Marín relata que una tarde abrió su ordenador y a través de la aplicación de enseñanza que usan en su centro (Microsoft Teams), la madre de un alumno que había suspendido le envió alrededor de 15 mensajes de texto y varios audios. "Empezó a hablarme con una falta de respeto brutal, criticando mi manera de dar clase. Y en ese momento se te pasa por la cabeza mandarla a tomar viento, pero al final tienes que estar a la altura de tu trabajo. A las 24 horas le contesté de manera educada, pero estuve varias semanas sopesando la idea de denunciarla". En los correos electrónicos es algo que él y sus compañeros viven con frecuencia: "Recibimos todos los días mensajes desagradables y amenazas, como el del padre de un chaval que había castigado y que me decía que iba a presentarse aquí y que todo iba a arder. Nos hemos acostumbrado a que nos hablen con tono de superioridad".

El curso pasado, un total de 1.947 docentes de toda España pidieron ayuda al Defensor de Profesor, una figura creada por el sindicato ANPE en 2005. Desde entonces, sus actuaciones ascienden a 44.386. Y el 98% de los casos provienen de la enseñanza pública. En la mayoría de llamadas que la institución recibe, se menciona el uso cada vez más perverso que se le está dando a los famosos grupos de WhatsApp de los padres y de las madres, en los que muchas veces la información que se comparte trasciende y llega al propio profesor. En otras ocasiones, las familias usan las redes sociales como Instagram, X o plataformas de los propios centros para "desprestigiar" y escribir "absolutas barbaridades". "Se vierten informaciones que perjudican a los profesores porque son meras opiniones, pero que cuando se extienden se convierten en difamaciones graves. Hay familias que están utilizando esos grupos para difundir injurias y calumnias, para decir que 'mi hijo ha sufrido esto o lo otro en clase'. Incluso nos llegan casos de padres que deciden salirse de estos círculos porque se sienten avergonzados", explica a El Confidencial Guadalupe Pérez, coordinadora del Defensor del Profesor de ANPE Madrid.

"Papá, no me saques en Instagram": la exposición de tus hijos ya es un problema familiar

Albert Sanchis

El sindicato ha llegado a denunciar que un grupo de padres realizó pintadas y colgó carteles en la residencia de un docente. También lleva tiempo advirtiendo de que "nadie es anónimo en las redes". Y piden que las cosas se solucionen de otra forma, pero "no buscando la camarilla en el grupo del WhatsApp". Hace poco trascendió la condena a una madre que amenazó con arrancarle los ojos a la profesora de su hija. "También nos encontramos comentarios muy perniciosos en las fichas de Google de los propios centros. Bajo apodos y sin mencionar ningún nombre, se escriben insultos o acusaciones infundadas como que la profesora ha maltratado a su hijo o que el profesor es un acosador. El objetivo siempre es producir un daño al claustro", señala Pérez. Cuestionar la forma de explicar del docente se ha convertido en una constante. "Generalmente, las familias que hacen este tipo de comentarios no se dirigen al profesor y tampoco ponen en duda los comentarios que les hacen los hijos, es algo que pasa muchísimo en Educación Infantil. Ciertas situaciones en el aula son sobredimensionadas y no se intenta aclararlo con el profesor, sino que directamente se vierte en el grupo de WhatsApp y empieza el linchamiento", añade la docente.

El hostigamiento de los propios alumnos

El acoso digital no solo viene por parte de los progenitores, sino también de los estudiantes: "Aquí la cosa sí que se pone muy fea. A algunos profesores les hacen fotos en las aulas sin que se den cuenta para crear memes. Usan las orlas para hacer stickers que van pasándose por los grupos que tienen. Son profesionales del stalkeo y encuentran enseguida todos tus datos en la red", menciona un profesor de secundaria consultado, que relata cómo a un compañero le metieron en un grupo de WhatsApp con decenas de alumnos que empezaron a insultarle sin fisuras. "Yo he llegado a tener una alumna que me servía como confidente y que me iba chivando cosas para proteger a los afectados", cuenta. En nuestro país hay un ciberacosador por cada aula de 28 alumnos. Es lo que se desprende de una investigación de la Universidad Complutense de Madrid con la participación de 15 Consejerías de Educación, 325 centros educativos de toda España y casi 21.000 estudiantes de entre 4º de Primaria y 4º de Secundaria. Las agresiones del alumnado hacia los docentes han pasado de los empujones, el lanzamiento de objetos o alguna colleja a un ciberacoso digital despiadado que incluye la suplantación de identidad en redes sociales para ridiculizarles, viralizar fotos, vídeos o mensajes sin permiso, llamadas con amenazas para asustar, acusaciones falsas o presiones para subir las notas.

La inteligencia artificial y el auge de las redes sociales como TikTok ha impulsado esta problemática, pues la IA ya se utiliza en el 20% de los casos de ciberbullying, según la Fundación Mutua Madrileña y la Fundación ANAR. Datos que constatan esa "deriva peligrosa" de la que ya alertó la Fiscalía, cuando se pronunció sobre un incremento de la criminalidad entre menores de edad que usan medios telemáticos o Internet, fundamentalmente en casos de acoso escolar. ¿Los medios más usados? WhatsApp, Instagram y TikTok. Según el mismo informe, los insultos, los motes y las burlas hacia la persona que sufre acoso son la forma más habitual de meterse con la víctima. También la difusión de rumores y las críticas a su aspecto físico. "Es un linchamiento. Hay familias que utilizan los grupos para difundir calumnias" "Cuando nos llaman escuchamos situaciones esperpénticas, casos en los que los alumnos sacan el móvil en clase y graban a la profesora cuando está de espaldas, siempre con connotación de burla e incluso les añaden unos cuernos o cosas por el estilo. La cuestión es mofarse del profesor, molestar. Otras veces se dan situaciones más graves como falsificar el perfil de los docentes", señala Pérez. Eso ha desembocado en casos en los que a los profesores ya les da miedo entrar en clase y otros que derivan en denuncias.

Crecen las bajas por ansiedad y depresión

El informe anual del Defensor del Profesor arroja que han aumentado un 45% los casos de bajas laborales denunciados en su servicio y el porcentaje de docentes atendidos por el servicio a los que se les ha diagnosticado depresión, que alcanzó el 13,4% (frente al 12,7% del curso 2022-2023), y se mantienen muy altos los niveles de ansiedad (69,9% de los casos) y de bajas médicas (16,1%). ¿Cómo te defiendes? En este sentido, la ANPE afirma que lo que mejor que puede hacer el docente es convocar a todas las familias y dar las informaciones pertinentes. El problema es que los propios profesores no se enteran de que están siendo acribillados en grupos privados de mensajería y, cuando se empiezan a enterar el runrún, ya lleva meses produciéndose. "En la mayoría de casos siempre hay una familia, un padre o una madre que prende la mecha. Hay que tener en cuenta que las familias son muy heterogéneas, con perfiles muy diferentes. Hay algunas muy problemáticas que complican mucho nuestro trabajo, que ponen pegas a todo: si su hijo es disruptivo, la culpa es del profesor porque no sabe motivarle. Otros dicen que su hijo es muy inteligente y que se aburre en clase. Lo justifican todo".

La idea de la Fiscalía contra el odio en redes tras el asesinato de Mateo. "Es algo imposible"

Albert Sanchis

El centro no puede impedir que ningún alumno, padre o madre vaya hablando mal del docente fuera del mismo. Por lo tanto, las soluciones han de venir desde fuera del ámbito educativo. Eso ha obligado al sindicato a elaborar un decálogo para mejorar el uso de los grupos de mensajería instantánea de madres y padres dirigido a los propios progenitores. Una especie de documento de buenas prácticas para "favorecer la dignificación de la profesión docente" en estos ambientes. En él, se solicita "no ser cómplice" de actitudes de insulto o difamación y llamar al resto de participantes a tratar de "cortar este tipo de actitudes". También se les pide que no compartan las tareas que llevan los alumnos a casa o no agregar a nadie el grupo sin consultárselo previamente. "El resultado es que todo ese ciberacoso va mellando y quebrando la estabilidad emocional del profesorado, que entra en una espiral y da como resultado casos de depresión o ansiedad. Es lo que denominamos síndrome del profesor quemado. El problema es que de la situación del profesorado nunca se habla. Nosotros hemos demandado al Ministerio de Educación porque la salud mental del claustro va mermando poco a poco y algún día esto va a estallar por algún lado", concluye Pérez.

martes, 31 de diciembre de 2024

Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de en España, por Raquel Peláez

 Jordi Gracia, resñea de ‘Quiero y no puedo. Una historia de los pijos en España’: cayetanos, fachalecos y otras especies, en El País, 18 de septiembre de 2018.

La periodista Raquel Peláez traza una documentada genealogía de los pijos españoles a través de testimonios directos e indirectos hasta llegar a su vertiente actual, ultranacionalista y ultramadrileña.

¿Nacen o se hacen? ¿Se lo curran o les viene dado? ¿Les cae encima la etiqueta propinada por otros o llega como llovida del cielo? El pijerío clásico y moderno es un segmento social inequívoco, identificable, instantáneamente distinguible, pero imposible de definir con herramientas racionales porque en sus mismas designaciones —cayetanos, polloperas, fachalecos o los pijos de toda la vida— late una connotación emocional y subjetiva que rehúye el patrón fijo, como el metro de medir, la hora global o la temperatura a la que hierve el agua. Ellos hierven el agua con sus tiempos, miden la hora a su aire y las distancias no son como las de los demás, porque no van en metro, ni en bus, ni en autocar, e incluso está pésimamente mal visto desplazarse en transporte público. A lo máximo que llegan es a hacerlo en bicicleta, pero no bicicleta multiusos de tarjeta, sino las Brompton, que, oye, apenas ocupan espacio en casa cuando las pliegas si la casa tiene más de uno o dos centenares de metros.

Café y abrigos de visón para todos: cómo el socialismo de los ochenta intentó reapropiarse de los códigos de las clases altas

Quizá no sean tantos los que Raquel Peláez, subdirectora de la revista de EL PAÍS Moda, identifica con mordida demagógica “estamentos de las clases disfrutonas”, aunque existan, y la nariz tiende a sospechar que los más vistosos y visibles —no sé, desde los barrios de redes de Tamara Falcó a los de María Pombo— son grotescas caricaturas de lo que de verdad interesa a la autora, y de paso al potencial lector: cómo se urden las relaciones de clase, las afinidades de apellidos, las complicidades mosqueteras y las rutinas ociosas para que resulte inequívoca la existencia de ese segmento social aunque sea imposible definirlos de forma compacta, pero sí diacrónica y algo impresionista, volátil y literaria, que es el mejor recurso de la autora.

El impulso aspiracional, ese afán de alcanzar el paso siguiente en una imaginaria escala social, que tanto gusta a la autora de Quiero y no puedo. Una historia de los pijos en España como argumento, quizá no es propiamente el de los pijos —porque están ya aspirados—, pero sí del segmento que busca la integración en un espacio social que le fascina y nutre de sentido a la propia vida, sin tener que llegar a los extremos del Patrick Bateman de American Psycho. En resumen: dinero contante y sonante o embargado en patrimonio ingente, pero dinero, dinero, dinero, aunque casi siempre cada uno de ellos reaccione perplejo como persona “completamente inconsciente de su posición en la cima del mundo”, dice la periodista.

En este laberinto inescrutable se ha metido Raquel Peláez con gracia de estilo, confesiones directas e indirectas, inquina moderada por la empatía profesional y la buena documentación escrita y oral. No sé si es un encargo de Blackie Books, pero si no lo es, y el libro le sale de natural, ha sido una jabata para enfrentarse a semejante nido de caricaturas, deformaciones y daguerrotipos ancestrales. Pero tira con bala cuando señala el efecto socialmente corrosivo del “capitalismo patrimonial” y la noción sagrada de herencia como “instrumento de transmisión legítimo que no debe ser regulado”… para poder perpetuar y multiplicar felizmente el galope de la desigualdad de la que viven.

Los rejonazos van a diestro y siniestro, de Marta Ortega a Taburete como prototípico ejemplo del programático ‘antiwoke

Le sale mejor todo a medida que el libro se acerca al presente, y entonces crece la perspicacia y la finura, como si la periodista que anduvo 10 años en la redacción de Vanity Fair (“yo, en el fondo, era una pija que iba a un colegio concertado de curas”, aunque es nieta de un sublevado en la Asturias de 1934 y vive en régimen de alquiler, como recuerda al menos dos veces) se nutriese de la persona, y las dos (la periodista y la persona) enriqueciesen a la escritora para sacar lo mejor de su propia experiencia. Los ha visto y los ha visitado, viejos y jóvenes, cultos algunos y otros solo ricos, sin venir ella del arrabal y sin pertenecer tampoco a una familia del papel cuché o del papel moneda. La suntuosidad intuitiva de las descripciones de escenarios e indumentarias, de entornos domésticos y gestos verbales (con el modisto Givenchy o una Romanones o la filosocialista Elena Benarroch) se despliega con una gracia en la que el lector sabe ya que está en casa: en la mullida gasa del pijerío de verdad, vegetativamente conservador, despectivo por vía intravenosa hacia otras tribus (el resto del planeta), celoso de una imagen intachable según sus patrones y orgullosamente encastillado en el sentimiento de clase.

Este último es el ingrediente que más subraya Peláez en relación con los últimos tiempos y la crecida ola de pijerío ultraespañol por ultramadrileño que se siente en su hábitat mordiendo al perrosanchismo y otras formas de wokismo. La nostalgia que detecta de la Restauración por parte de los cayetanos es inducida, desde luego, pero encaja en el “pijo españolista, bon vivant” que ama la Feria y los toros, añora la casposísima y antigua elegancia y se retrotrae según ella a Alfonso XIII y su huida al exilio como “piedra de toque del pijo canónico”.

Diría que la inmensa mayoría de los potenciales lectores no van a ser ni cayetanos, ni fachalecos ni polloperas, así que casi ninguno sentirá reflejada su propia experiencia ni la de su entorno en los testimonios disfrazados que incluye al final del libro. Son gente real, pero con los nombres y los datos de identificación borrados para evitar a la jauría de las redes, y hace bien, pero es una pena. Sería formidable tener la lista de nombres, abolengos, profesiones y parentescos, y hubiese sido la bomba contar con algo más de detalle la subespecie guay del pijerío que es el pijoprogre reticente o autonegado (como yo), o izquierda caviar, es decir, “la bestia negra a la que la ultraderecha tilda de pija en cuanto puede”, y tantas veces con razón.

Los rejonazos van a menudo a diestro y siniestro, de Marta Ortega a Taburete como prototípico ejemplo del cayetano como programático antiwoke que inventó Carolina Durante y su cantante, Diego Ibáñez, en 2018 (como en los ochenta fueron los Hombres G los propaladores oficiales de la nomenclatura pijo). Desde Vanity Fair vivió Peláez la conversión de los hipsters en cayetanos, y a lomos de Instagram normalizaron “el exhibicionismo del privilegio” (o la desprejuiciada afirmación de su propia opulencia) y lo convirtieron en negocio de influencers de un nuevo star system con vocación integradora de varias estéticas hechas un muñón barroco de sincretismo neoespañolista convertido en horizonte aspiracional de quienes quieren y no pueden: “El neoliberalismo les había legitimado para estar enormemente orgullosos de su posición, el capitalismo patrimonial para querer perpetuarla y las industrias que sustentaban las redes sociales para exhibirla”. Negocio redondo: la apoteosis de la pijez.

Quiero y no puedo. Una historia de los pijos en España 

Raquel Peláez  

Blackie Books, 2024

336 páginas, 21,90 euros

sábado, 13 de enero de 2024

Un fracaso de la sociedad: los jóvenes.

Tengo 26 años, soy periodista y este 2024 volveré a ser becaria. Vivo en casa de mis padres y no tengo ahorros. Además soy consciente de que nunca seré madre, ya voy tarde. Tarde para conseguir el trabajo de mis sueños. Tarde para comprarme un piso o una casa. Tarde para cuidar un bebé. Me miro en el espejo, me quedo observando a mis amigos y amigas, y solo veo un grupo infantilizado por la vida que nos ha tocado vivir. Somos demasiado jóvenes y nos creemos que ya vamos tarde. Lo que no sabemos es que nunca llegaremos.

Ainhoa Pérez Campo, Vigo. Carta a la directora publicada en El País, 9 de enero de 2024.

Ha sido reproducida 99.700 veces desde que se publicó este 9 de enero, en solo 4 días. Con el título "vamos tarde para todo".

Luz Sánchez-Mellado, una columnista bastante buena de El País, contestó el día 11 con "Yo, boomer". Su artículo está en venta electrónica, así que no es accesible. Qué pena. Pero Duckduckgo, el buscador independiente, no utiliza filtros y censuras comerciales, y es posible rescatar el texto completo desde ahí:

Nunca fui becaria, porque jamás cobré una beca, ni de estudios ni de prácticas. Pero sí fui precaria antes de que se acuñara el término, porque durante años trabajé como la que más sin más convenio que el de “tanto haces, tanto cobras”, ni más colchón que el de mi camita de 90 en casa de mis padres. Lo normal en la época, vamos. Así hasta que, a los 25 años, ya calada y catada como los melones, firmé mi primer contrato en una categoría entonces conocida como “puta base”, y pude empezar a vivir por mi cuenta y riesgo. "Ya está otra vez con sus batallitas de privilegiada, su buen trabajo, sus buenos trienios cotizados, su adosado en la periferia y su SUV etiqueta eco con el que comerse los 60 kilómetros de casa al curro y viceversa, dirán los jóvenes." Estoy de acuerdo, pero el problema es otro. El problema es que el sueldo que entonces correspondía a los puestos de entrada a los trabajos y eso, a veces, desata una guerra generacional absurda entre los veteranos del oficio que pudimos comprarnos una casa hipotecándonos 30 años al 17%, y los colegas con quienes trabajamos codo con codo, podrían ser nuestros hijos, y no pueden ni pensar en ello.

La periodista Ainhoa Pérez escribió una carta a la directora de este diario en la que se lamenta por seguir siendo becaria a los 26 años, seguir viviendo con sus padres e ir ya “tarde” para lograr el trabajo de sus sueños, comprar un piso y ser madre. Comprendiendo su desesperanza, no comparto el tremendismo de dar por finiquitada una vida antes de empezarla. No se trata de competir por quién es más pobre, quién picó más piedra, a quién putearon más los patrones o quién tiene el futuro más negro, sino de luchar, juntos, por nuestros derechos. El otro día, pasé con mis hijas por una residencia de ancianos llamada Años Dorados y se me ocurrió bromear con ir reservando plaza. No pillaron la gracia. Así que, antes de liquidarla, ya estoy pensando pedir una hipoteca inversa del adosado para poder pagármela. Estamos todos jodidos, Ainhoa, aunque hagamos como que no va con nosotros. Al tiempo.

domingo, 22 de agosto de 2021

Los jóvenes de ahora son como los de antes

¿Por qué los padres en la antigüedad eran respetados, pero ahora son cuestionados? 

En la Antigüedad también pasaba, quizá menos; sólo hay que leer las comedias de Aristófanes, algunos de los Diálogos de Luciano o las Sátiras de Juvenal. Así lo dice San Pablo, en II.ª a Timoteo 3:1–5:

Pero debes saber que en los últimos días vendrán tiempos críticos y difíciles de soportar. Porque la gente solo se amará a sí misma; serán amantes del dinero, fanfarrones, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos y desleales, no tendrán cariño natural, no estarán dispuestos a llegar a ningún acuerdo, serán calumniadores, no tendrán autocontrol, serán feroces, no amarán lo que es bueno, serán traicioneros y testarudos, estarán llenos de orgullo, amarán los placeres en vez de a Dios y aparentarán tener devoción a Dios, pero en realidad estarán negando el poder de esa devoción. Aléjate de ellos.

lunes, 4 de junio de 2018

Entrevista al juez de menores Emilio Calatayud

Emilio Calatayud: "Me meto con Aznar porque quitó la mili". Juez de Menores de Granada

CARMEN MORALES PUISEGUR Palma

El Mundo. 3 JUN. 2018 

"Me llamaron la atención porque dije que las niñas se hacían fotos como putas. No me dio tiempo a decir que los niños se las hacen como putos.Pero se las hacen. Ahora hay que decir que se hacen fotos erótico-místicas..."

Juega en la liga de las rock stars de la magistratura. Cuando el juez de menores Emilio Calatayud llegó el pasado viernes al claustro de Sant Bonaventura de Llucmajor pasadas las cinco de la tarde, casi cien personas lo esperaban a pleno sol en el patio del lugar para escuchar su conferencia. Fuera del recinto, Calatayud apuraba su pitillo y embelesaba con sus ademanes viscerales al alcalde y su cohorte, que le rendían pleitesía como si fuese una aparición.

Lo reciben como a una estrella de rock. ¿Está acostumbrado? Déjeme decirle que en Mallorca no se sale por cualquier motivo.

Mira, es lo que hay. He caído bien gracias a las redes sociales, Youtube... Dicen de mí que soy topic trending o algo así...

Trending topic. ¿Cuál es el éxito de su mensaje? Muchos están en redes sociales y no logran su éxito.

Sinceramente, no he inventado nada. Creo que a la gente lo que le gusta es que digo lo que pienso y muchos no se atreven a ello. Soy juez de menores, eso me da cierta autoridad. También caigo bien.
Es famoso por sus sentencias. Aveces parece muy moderno y otras, muy carca. Por un lado, destaca mucho la importancia de la educación y entre sus condenas, destaca la obligación de acabar la ESO...
Ésa es la que más dicto...

Pero, ¿a veces no es muy partidario de la mano dura?

Soy partidario del término medio, ni del padre autoritario ni el padre colega. Debemos tener autoridad sobre nuestros hijos así como el maestro debe tenerla sobre los alumnos. Y lo de que todos somos iguales, pues unos más que otros. Yo no soy igual a mi hijo porque soy su padre. Y el maestro tampoco es igual al alumno, porque es su maestro.

¿Cómo se logra el término medio?

Con una vuelta al sentido común.

¿Y cómo logramos el sentido común?

En este asunto, me meto con los cuatro presidentes de gobierno de la democracia. A todos les ha faltado el sentido común. Me meto con Zapatero, que quitó el derecho de corregir a los hijos de manera razonada y moderada. Me meto con Rajoy porque los jueces de menores le pedimos modificar el Código Civil y no lo hizo. Me meto con Felipe González, que quitó los centros de internamiento de salud mental. Y me meto con Aznar porque quitó la mili...

¿Volvería a instaurarla?

Sííííí (enfatiza hasta el infinito). Cuatro o cinco meses, no como en mi época. A todos los ciudadanos y ciudadanas. Que aprendan la disciplina, el esfuerzo. Todos iguales, pelaícos. Que sepan lo que es el Estado y la patria.
Eso es mano dura, ¿no?

Suena a disciplina, autoridad, esfuerzo, a compañerismo, a igualdad. Yo era antimilitarista... Al cabo de tiempo, he visto cosas buenas. También hubo cosas malísimas en la mili, ¿eh? Emmanuel Macron lo ha copiado pero de un modo suave, porque ha puesto un mes. Yo lo ascendería a cuatro o cinco meses.

Baleares tiene una de las mayores tasas del país de menores condenados. ¿Qué lo explica?

No conozco con exactitud la problemática de Baleares. Supongo que la inmigración influye. ¿Cuál es el índice de fracaso escolar?

Un 26,5%, una de las más altas del país. Jóvenes que abandonan los estudios y empiezan a trabajar en puestos poco cualificados de la industria turística.

Una tasa de fracaso escolar similar a Andalucía, el territorio que yo conozco. Es una vergüenza. Los niños tienen que estar en la escuela. Echo de menos un pacto por la educación, una ley que dure una generación entera, no una legislatura solo. Lo fundamental, la familia y segundo, la escuela.

¿No se trata de un discurso muy conservador?¿La familia es la panacea?

La familia es la base de la sociedad.

Pero no todas las familias funcionan bien...

Por supuesto. Por eso debemos regular las familias. Cuando las feministas decían el 8-M que si las mujeres paran, se para el mundo. ¡No! No se para, ¡se acaba el mundo! Por eso, hay que cambiar la regulación de la familias. Tenemos familias que se han creado de dos familias fallidas, de padres homosexuales, monoparentales... pero es la base de todo. No conozco a ninguna de las familias anteriores que no esté ayudando a un hijo, a un nieto, a un sobrino. Luego, está la escuela. La sentencia que más dicto es condenar a los chavales a sacarse la ESO y la que más me duele. Hay mucho chaval analfabeto de 15 años. La educación es la ventana a la libertad.

La asociación Proyecto Hombre de Baleares tiene un programa de lucha de adicción contra la tecnología. En enero de 2018, contaba con 4 hikikomori -jóvenes que se aíslan en su habitación enganchados a la tecnología- en tratamiento. A uno de ellos hubo que sacarlo del cuarto por orden del juez, porque agredía a la madre cuando le cortaba Internet o entraba a la habitación. ¿Qué ocurre con la tecnología?

Hay dos delitos en ascenso entre los menores: maltrato de hijos de clase media o media-alta a sus padres. Segundo, los móviles. Delitos de amenazas, chantajes, coacciones, contenido sexual, delitos contra el honor o la intimidad. Lo digo desde hace tiempo -señala el móvil-: eso es una droga. Soy fumador y no le daría a mi hijo de dos años un cigarro. Estoy hasta las narices de ver a padres que mientras se toman la cerveza en el bar, le dan a su bebé de un año un móvil para que no moleste. Luego, el teléfono es un instrumento muy peligroso para delinquir o para ser víctima de delitos.

¿Cuál es el caso más grave que se ha encontrado?

Una niña de 12 años que se peleó con el novio, de 14. Se empareja con otro colega, que le pide una prueba de amor. La chica se hace una foto y se la envía por whatsapp. Le pide otra prueba, y la niña le envía una foto del pecho. El niño le pide una prueba de amor todavía más fuerte y la niña le envía un video masturbándose durante 6 minutos. El nuevo novio se la envía al antiguo, y éste la difunde a todo el mundo en el ciberespacio. Me llamaron la atención porque dije que las niñas se hacían fotos como putas. No me dio tiempo a decir que los niños se hacen fotos como putos. Pero se las hacen. Ahora hay que decir que se hacen fotos erótico-místicas... Pero cuando un niño cuelga una imagen, pierde el control sobre ella. Ya tenemos grabaciones de películas porno entre chavales y se están colgando.

¿Qué condenas se imponen en estos casos?

Depende, puede que libertad vigilada. El problema son las responsabilidades civiles que tienen que pagar los padres. ¡También me llamaron la atención porque dije a los padres que había que violar la intimidad de los hijos! ¡Pues claro! ¡Cómo toda la vida! En mi época se registraba la mesilla de noche o los bolsillos.

En Palma, un menor fugado de un centro de menores, entró en una casa. Violó a la dueña y luego quemó la vivienda. ¿Sirven los centros de menores?

Se ha criticado La Ley de Menores, pero funciona. El 80% de los chavales que cometen delitos no son delincuentes. Hay que ayudarlos a madurar. Otro 10% sí es carne de cañón. El otro 10% es muy trabajable, depende del momento, la oportunidad, una buena pareja.

Una amiga pierde a su hija de 4 años en un centro comercial. Cuando la niña aparece, la madre le da un abrazo y le regaña levemente. A un niño de la generación anterior, le hubiesen dado un cachete en el culo. ¿Qué opción prefiere?

Depende del momento. Pero confundir un cachete con un maltrato es una barbaridad. Yo le he dado a mis niños cachetes en el culo o una torta, no pasa nada. Rajoy le dio un cachete a su hijo en la tele.

¿Fue correcto?

Sí. Se le criticó mucho. Ahora le das una colleja a un niño en la caja de El Corte Inglés y una señora te dice que hay maltrato e incluso te pueden quitar al niño. No tenemos sentido común. Tu padre seguro que te educó de otra forma y quizás tenía menos formación que tú, pero tenía más sentido común que la generación actual. Insisto, nos han vendido la película de que somos iguales y no. El principio de autoridad es un principio fundamental de un Estado democrático y de derecho.

Tenemos un pasado de 40 años de autoridad que tampoco fue el mejor...

Y no aprendimos nada. Mira donde estamos. ¡No hemos aprendido nada! Creo que nunca se debió transferir a las autonomías la educación, la sanidad, la justicia, la seguridad... Eso tiene que llevarlo Madrid. ¿Qué ha pasado? Pues 155. ¿Por qué? Un niño malcriado al que le han dado y dado. Con los hijos, pasa lo mismo. Para ellos tenemos el 155 del Código Civil [Los hijos deben obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad]. Habrá que hacer otro 155 para la escuela.

sábado, 7 de octubre de 2017

Método comprobado y que funciona para acabar con el botellón y las drogas

Emma Young, "Islandia sabe cómo acabar con las drogas entre adolescentes, pero el resto del mundo no escucha", en El País, 7 de octubre de 2017:

En los últimos 20 años, Islandia ha reducido radicalmente el consumo de tabaco, drogas y bebidas alcohólicas entre los jóvenes. ¿Cómo lo ha conseguido y por qué otros países no siguen su ejemplo?

Falta poco para las tres de una soleada tarde de viernes, y el parque Laugardalur, cerca del centro de Reikiavik, se encuentra prácticamente desierto. Pasa algún que otro adulto empujando un carrito de bebé, pero si los jardines están rodeados de bloques de pisos y casas unifamiliares, y los críos ya han salido del colegio, ¿dónde están los niños?

En mi paseo me acompañan Gudberg Jónsson, un psicólogo islandés, y Harvey Milkman, catedrático de Psicología estadounidense que da clases en la Universidad de Reikiavik durante una parte del curso. Hace 20 años, cuenta Gudberg, los adolescentes islandeses eran de los más bebedores de Europa. “El viernes por la noche no podías caminar por las calles del centro de Reikiavik porque no te sentías seguro”, añade Milkman. “Había una multitud de adolescentes emborrachándose a la vista de todos”.

Nos acercamos a un gran edificio. “Y aquí tenemos la pista de patinaje cubierta”, dice Gudberg.

Hace un par de minutos hemos pasado por dos salas dedicadas al bádminton y al pimpón. En el parque hay también una pista de atletismo, una piscina con calefacción geotérmica y, por fin, un grupo de niños a la vista jugando con entusiasmo al fútbol en un campo artificial.

Actualmente, Islandia ocupa el primer puesto de la clasificación europea en cuanto a adolescentes con un estilo de vida saludable

En este momento no hay jóvenes pasando la tarde en el parque, explica Gudberg, porque se encuentran en las instalaciones asistiendo a clases extraescolares o en clubs de música, danza o arte. También puede ser que hayan salido con sus padres.

Actualmente, Islandia ocupa el primer puesto de la clasificación europea en cuanto a adolescentes con un estilo de vida saludable. El porcentaje de chicos de entre 15 y 16 años que habían cogido una borrachera el mes anterior se desplomó del 42% en 1998 al 5% en 2016. El porcentaje de los que habían consumido cannabis alguna vez ha pasado del 17 al 7%, y el de fumadores diarios de cigarrillos ha caído del 23% a tan solo el 3%.

El país ha conseguido cambiar la tendencia por una vía al mismo tiempo radical y empírica, pero se ha basado en gran medida en lo que se podría denominar “sentido común forzoso”. “Es el estudio más extraordinariamente intenso y profundo sobre el estrés en la vida de los adolescentes que he visto nunca”, elogia Milkman. “Estoy muy impresionado de lo bien que funciona”.

Si se adoptase en otros países, sostiene, el modelo islandés podría ser beneficioso para el bienestar psicológico y físico general de millones de jóvenes, por no hablar de las arcas de los organismos sanitarios o de la sociedad en su conjunto. Un argumento nada desdeñable.

“Estuve en el ojo del huracán de la revolución de las drogas”, cuenta Milkman mientras tomamos un té en su apartamento de Reikiavik. A principios de la década de 1970, cuando trabajaba como residente en el Hospital Psiquiátrico Bellevue de Nueva York, “el LSD ya estaba de moda, y mucha gente fumaba marihuana. Había un gran interés en por qué la gente tomaba determinadas drogas”.

La tesis doctoral de Milkman concluía que las personas elegían la heroína o las anfetaminas dependiendo de cómo quisiesen lidiar con el estrés. Los consumidores de heroína preferían insensibilizarse, mientras que los que tomaban anfetaminas preferían enfrentarse a él activamente. Cuando su trabajo se publicó, Milkman entró a formar parte de un grupo de investigadores reclutados por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos para que respondiesen a preguntas como por qué empieza la gente a consumir drogas, por qué sigue haciéndolo, cuándo alcanza el umbral del abuso, cuándo deja de consumirlas y cuándo recae.

“Cualquier chaval de la facultad podría responder a la pregunta de por qué se empieza, y es que las drogas son fáciles de conseguir y a los jóvenes les gusta el riesgo. También está el aislamiento, y quizá algo de depresión”, señala. “Pero, ¿por qué siguen consumiendo? Así que pasé a la pregunta sobre el umbral del abuso y se hizo la luz. Entonces viví mi propia versión del “¡eureka!”. Los chicos podían estar al borde de la adicción incluso antes de tomar la droga, porque la adicción estaba en la manera en que se enfrentaban a sus problemas”.

“¿Por qué no organizar un movimiento social basado en la embriaguez natural, en que la gente se coloque con la química de su cerebro –porque me parece evidente que la gente quiere cambiar su estado de conciencia– sin los efectos perjudiciales de las drogas?”

En la Universidad Estatal Metropolitana de Denver, Milkman fue fundamental para el desarrollo de la idea de que el origen de las adicciones estaba en la química cerebral. Los menores “combativos” buscaban “subidones”, y podían obtenerlos robando tapacubos, radios, y más adelante, coches, o mediante las drogas estimulantes. Por supuesto, el alcohol también altera la química cerebral. Es un sedante, pero lo primero que seda es el control del cerebro, lo cual puede suprimir las inhibiciones y, a dosis limitadas, reducir la ansiedad.

“La gente puede volverse adicta a la bebida, a los coches, al dinero, al sexo, a las calorías, a la cocaína… a cualquier cosa”, asegura Milkman. “La idea de la adicción comportamental se convirtió en nuestro distintivo”.

De esta idea nació otra. “¿Por qué no organizar un movimiento social basado en la embriaguez natural, en que la gente se coloque con la química de su cerebro –porque me parece evidente que la gente quiere cambiar su estado de conciencia– sin los efectos perjudiciales de las drogas?”

En 1992, su equipo de Denver había obtenido una subvención de 1,2 millones de dólares del Gobierno para crear el Proyecto Autodescubrimiento, que ofrecía a los adolescentes maneras naturales de embriagarse alternativas a los estupefacientes y el delito. Solicitaron a los profesores, así como a las enfermeras y los terapeutas de los centros escolares, que les enviasen alumnos, e incluyeron en el estudio a niños de 14 años que no pensaban que necesitasen tratamiento, pero que tenían problemas con las drogas o con delitos menores.

“No les dijimos que venían a una terapia, sino que les íbamos a enseñar algo que quisiesen aprender: música, danza, hip hop, arte o artes marciales”. La idea era que las diferentes clases pudiesen provocar una serie de alteraciones en su química cerebral y les proporcionasen lo que necesitaban para enfrentarse mejor a la vida. Mientras que algunos quizá deseasen una experiencia que les ayudase a reducir la ansiedad, otros podían estar en busca de emociones fuertes.

Al mismo tiempo, los participantes recibieron formación en capacidades para la vida, centrada en mejorar sus ideas sobre sí mismos y sobre su existencia, y su manera de interactuar con los demás. “El principio básico era que la educación sobre las drogas no funciona porque nadie le hace caso. Necesitamos capacidades básicas para llevar a la práctica esa información”, afirma Milkman. Les dijeron a los niños que el programa duraría tres meses. Algunos se quedaron cinco años.

En 1991, Milkman fue invitado a Islandia para hablar de su trabajo, de sus descubrimientos y de sus ideas. Se convirtió en asesor del primer centro residencial de tratamiento de drogadicciones para adolescentes del país, situado en la ciudad de Tindar. “Se diseñó a partir de la idea de ofrecer a los chicos cosas mejores que hacer”, explica. Allí conoció a Gudberg, que por entonces estudiaba Psicología y trabajaba como voluntario. Desde entonces son íntimos amigos.

Al principio, Milkman viajaba con regularidad a Islandia y daba conferencias. Estas charlas y el centro de Tindar atrajeron la atención de una joven investigadora de la Universidad de Islandia llamada Inga Dóra Sigfúsdóttir. La científica se preguntaba qué pasaría si se pudiesen utilizar alternativas sanas a las drogas y el alcohol dentro de un programa que no estuviese dirigido a tratar a niños con problemas, sino, sobre todo, a conseguir que los jóvenes dejasen de beber o de consumir drogas.

¿Has probado el alcohol alguna vez? Si es así, ¿cuándo fue la última vez que bebiste? ¿Te has emborrachado en alguna ocasión? ¿Has probado el tabaco? Si lo has hecho, ¿cuánto fumas? ¿Cuánto tiempo pasas con tus padres? ¿Tienes una relación estrecha con ellos? ¿En qué clase de actividades participas?

En 1992, los chicos y chicas de 14, 15 y 16 años de todos los centros de enseñanza de Islandia rellenaron un cuestionario con esta clase de preguntas. El proceso se repitió en 1995 y 1997.

Los resultados de la encuesta fueron alarmantes. A escala nacional, casi el 25% fumaba a diario, y más del 40% se había emborrachado el mes anterior. Pero cuando el equipo buceó a fondo en los datos, identificó con precisión qué centros tenían más problemas y cuáles menos. Su análisis puso de manifiesto claras diferencias entre las vidas de los niños que bebían, fumaban y consumían otras drogas, y las de los que no lo hacían. También reveló que había unos cuantos factores con un efecto decididamente protector: la participación, tres o cuatro veces a la semana, en actividades organizadas –en particular, deportivas–; el tiempo que pasaban con sus padres entre semana; la sensación de que en el instituto se preocupaban por ellos, y no salir por la noche.

“En aquella época había habido toda clase de iniciativas y programas para la prevención del consumo de drogas”, cuenta Inga Dóra, que fue investigadora ayudante en las encuestas. “La mayoría se basaban en la educación”. Se alertaba a los chicos de los peligros de la bebida y las drogas, pero, como Milkman había observado en Estados Unidos, los programas no daban resultado. “Queríamos proponer un enfoque diferente”.

El alcalde de Reikiavik también estaba interesado en probar algo nuevo, y muchos padres compartían su interés, añade Jón Sigfússon, compañero y hermano de Inga Dóra. Por aquel entonces, las hijas de Jón eran pequeñas, y él entró a formar parte del nuevo Centro Islandés de Investigación y Análisis social de Sigfúsdóttir en 1999, año de su fundación. “Las cosas estaban mal”, recuerda. “Era evidente que había que hacer algo”.

Utilizando los datos de la encuesta y los conocimientos fruto de diversos estudios, entre ellos el de Milkman, se introdujo poco a poco un nuevo plan nacional. Recibió el nombre de Juventud en Islandia.

Las leyes cambiaron. Se penalizó la compra de tabaco por menores de 18 años y la de alcohol por menores de 20, y se prohibió la publicidad de ambas sustancias. Se reforzaron los vínculos entre los padres y los centros de enseñanza mediante organizaciones de madres y padres que se debían crear por ley en todos los centros junto con consejos escolares con representación de los padres. Se instó a estos últimos a asistir a las charlas sobre la importancia de pasar mucho tiempo con sus hijos en lugar de dedicarles “tiempo de calidad” esporádicamente, así como a hablar con ellos de sus vidas, conocer a sus amistades, y a que se quedasen en casa por la noche.

Asimismo, se aprobó una ley que prohibía que los adolescentes de entre 13 y 16 años saliesen más tarde de las 10 en invierno y de medianoche en verano. La norma sigue vigente en la actualidad.

Casa y Escuela, el organismo nacional que agrupa a las organizaciones de madres y padres, estableció acuerdos que los padres tenían que firmar. El contenido varía dependiendo del grupo de edad, y cada organización puede decidir qué quiere incluir en ellos. Para los chicos de 13 años en adelante, los padres pueden comprometerse a cumplir todas las recomendaciones y, por ejemplo, a no permitir que sus hijos celebren fiestas sin supervisión, a no comprar bebidas alcohólicas a los menores de edad, y a estar atentos al bienestar de sus hijos.

Estos acuerdos sensibilizan a los padres, pero también ayudan a reforzar su autoridad en casa, sostiene Hrefna Sigurjónsdóttir, directora de Casa y Escuela. “Así les resulta más difícil utilizar la vieja excusa de que a los demás les dejan hacerlo”.

Se aumentó la financiación estatal de los clubs deportivos, musicales, artísticos, de danza y de otras actividades organizadas con el fin de ofrecer a los chicos otras maneras de sentirse parte de un grupo y de encontrarse a gusto que no fuesen consumiendo alcohol y drogas, y los hijos de familias con menos ingresos recibieron ayuda para participar en ellas. Por ejemplo, en Reikiavik, donde vive una tercera parte de la población del país, una Tarjeta de Ocio facilita 35.000 coronas (250 libras esterlinas) anuales por hijo para pagar las actividades recreativas.

“No les dijimos que venían a una terapia, sino que les íbamos a enseñar algo que quisiesen aprender: música, danza, hip hop, arte o artes marciales”

Un factor decisivo es que las encuestas han continuado. Cada año, casi todos los niños islandeses las rellenan. Esto significa que siempre se dispone de datos actualizados y fiables.

Entre 1997 y 2012, el porcentaje de adolescentes de 15 y 16 años que declaraban que los fines de semana pasaban tiempo con sus padres a menudo o casi siempre se duplicó ­–pasó del 23 al 46%–, y el de los que participaban en actividades deportivas organizadas al menos cuatro veces por semana subió del 24 al 42%. Al mismo tiempo, el consumo de cigarrillos, bebidas alcohólicas y cannabis en ese mismo grupo de edad cayó en picado.

“Aunque no podemos presentarlo como una relación causal –lo cual es un buen ejemplo de por qué a veces es difícil vender a los científicos los métodos de prevención primaria– la tendencia es muy clara”, observa Kristjánsson, que trabajó con los datos y actualmente forma parte de la Escuela Universitaria de Salud Pública de Virginia Occidental, en Estados Unidos. Los factores de protección han aumentado y los de riesgo han disminuido, y también el consumo de estupefacientes. Además, en Islandia lo han hecho de manera más coherente que en ningún otro país de Europa”.

El caso europeo

Jón Sigfússon se disculpa por llegar un par de minutos tarde. “Estaba con una llamada de crisis”. Prefiere no precisar dónde, pero era una de las ciudades repartidas por todo el mundo que han adoptado parcialmente las ideas de Juventud en Islandia.

Juventud en Europa, dirigida por Jón, nació en 2006 tras la presentación de los ya entonces extraordinarios datos de Islandia a una de las reuniones de Ciudades Europeas contra las Drogas, y, recuerda Sigfússon, “la gente nos preguntaba cómo lo conseguíamos”.

La participación en Juventud en Europa se hace a iniciativa de los Gobiernos nacionales, sino que corresponde a las instancias municipales. El primer año acudieron ocho municipios. A día de hoy participan 35 de 17 países, y comprenden desde zonas en las que interviene tan solo un puñado de escuelas, hasta Tarragona, en España, donde hay 4.200 adolescentes de 15 años involucrados. El método es siempre igual. Jón y su equipo hablan con las autoridades locales y diseñan un cuestionario con las mismas preguntas fundamentales que se utilizan en Islandia más unas cuantas adaptadas al sitio concreto. Por ejemplo, últimamente en algunos lugares se ha presentado un grave problema con las apuestas por Internet, y las autoridades locales quieren saber si está relacionado con otros comportamientos de riesgo.

A los dos meses de que el cuestionario se devuelva a Islandia, el equipo ya manda un informe preliminar con los resultados, además de información comparándolos con los de otras zonas participantes. “Siempre decimos que, igual que la verdura, la información tiene que ser fresca”, bromea Jón. “Si le entregas los resultados al cabo de un año, la gente te dirá que ha pasado mucho tiempo y que puede que las cosas hayan cambiado”. Además, tiene que ser local para que los centros de enseñanza, los padres y las autoridades puedan saber con exactitud qué problemas existen en qué zonas.

El equipo ha analizado 99.000 cuestionarios de sitios tan alejados entre sí como las islas Feroe, Malta y Rumanía, así como Corea del Sur y, muy recientemente, Nairobi y Guinea-Bissau. En líneas generales, los resultados muestran que, en lo que se refiere al consumo de sustancias tóxicas entre los adolescentes, los mismos factores de protección y de riesgo identificados en Islandia son válidos en todas partes. Hay algunas diferencias. En un lugar (un país “del Báltico”), la participación en deportes organizados resultó ser un factor de riesgo. Una investigación más profunda reveló que la causa era que los clubs estaba dirigidos por jóvenes exmilitares aficionados a las sustancias para aumentar la musculatura, así como a beber y a fumar. En este caso, pues, se trataba de un problema concreto, inmediato y local que había que resolver.

Aunque Jón y su equipo ofrecen asesoramiento e información sobre las iniciativas que han dado buenos resultados en Islandia, es cada comunidad la que decide qué hacer a la luz de sus resultados. A veces no hacen nada. Un país predominantemente musulmán, que el investigador prefiere no identificar, rechazó los datos porque revelaban un desagradable nivel de consumo de alcohol. En otras ciudades –como en la que dio lugar a la “llamada de crisis” de Jón– están abiertos a los datos y tienen dinero, pero Sigfússon ha observado que puede ser mucho más difícil asegurarse y mantener la financiación para las estrategias de prevención sanitaria que para los tratamientos.

Ningún otro país ha hecho cambios de tan amplio alcance como Islandia. A la pregunta de si alguno ha seguido el ejemplo de la legislación para impedir que los adolescentes salgan de noche, Jón sonríe: “Hasta Suecia se ríe y lo llama toque de queda infantil”.

A lo largo de los últimos 20 años, las tasas de consumo de alcohol y drogas entre los adolescentes han mejorado en términos generales, aunque en ningún sitio tan radicalmente como en Islandia, y las causas de los avances no siempre tienen que ver con las estrategias de fomento del bienestar de los jóvenes. En Reino Unido, por ejemplo, el hecho de que pasen más tiempo en casa relacionándose por Internet en vez de cara a cara podría ser uno de los principales motivos de la disminución del consumo de alcohol.

“Es el estudio más extraordinariamente intenso y profundo sobre el estrés en la vida de los adolescentes que he visto nunca”

Sin embargo, Kaunas, en Lituania, es un ejemplo de lo que se puede conseguir por medio de la intervención activa. Desde 2006, la ciudad ha distribuido los cuestionarios en cinco ocasiones, y las escuelas, los padres, las organizaciones sanitarias, las iglesias, la policía y los servicios sociales han aunado esfuerzos para intentar mejorar la calidad de vida de los chicos y frenar el consumo de sustancias tóxicas. Por ejemplo, los padres reciben entre ocho y nueve sesiones gratuitas de orientación parental al año, y un programa nuevo facilita financiación adicional a las instituciones públicas y a las ONG que trabajan en la mejora de la salud mental y la gestión del estrés. En 2015, la ciudad empezó a ofrecer actividades deportivas gratuitas los lunes, miércoles y viernes, y planea poner en marcha un servicio de transporte también gratuito para las familias con bajos ingresos con el fin de contribuir a que los niños que no viven cerca de las instalaciones puedan acudir.

Entre 2006 y 2014, el número de jóvenes de Kaunas de entre 15 y 16 años que declararon que se habían emborrachado en los 30 días anteriores descendió alrededor de una cuarta parte, y el de los que fumaban a diario lo hizo en más de un 30%.

Por ahora, la participación en Juventud en Europa no es sistemática, y el equipo de Islandia es pequeño. A Jón le gustaría que existiese un organismo centralizado con sus propios fondos específicos para centrarse en la expansión de la iniciativa. “Aunque llevemos 10 años dedicados a ello, no es nuestra ocupación principal a tiempo completo. Nos gustaría que alguien lo imitase y lo mantuviese en toda Europa”, afirma. “¿Y por qué quedarnos en Europa?”

El valor del deporte

Después de nuestro paseo por el parque Laugardalur, Gudberg Jónsson nos invita a volver a su casa. Fuera, en el jardín, sus dos hijos mayores –Jón Konrád, de 21 años, y Birgir Ísar, de 15–, me hablan del alcohol y el tabaco. Jón bebe alcohol, pero Birigr dice que no conoce a nadie en su instituto que bebe ni fume. También hablamos de los entrenamientos de fútbol. Birgir se entrena cinco o seis veces por semana; Jón, que estudia el primer curso de un grado en administración de empresas en la Universidad de Islandia, practica cinco veces. Los dos empezaron a jugar al fútbol como actividad extraescolar cuando tenían seis años.

“Tenemos muchos instrumentos en casa”, me cuenta luego su padre. “Hemos intentado que se aficionen a la música. Antes teníamos un caballo. A mi mujer le encanta montar, pero no funcionó. Al final eligieron el fútbol”.

¿Alguna vez les pareció que era demasiado? ¿Hubo que presionarlos para que entrenasen cuando habrían preferido hacer otra cosa? “No, nos divertía jugar al fútbol”, responde Birgir. Jón añade: “Lo probamos y nos acostumbramos, así que seguimos haciéndolo”.

Y esto no es lo único. Si bien Gudberg y su mujer Thórunn no planifican conscientemente un determinado número de horas semanales con sus tres hijos, intentan llevarlos con regularidad al cine, al teatro, a un restaurante, a hacer senderismo, a pescar y, cada septiembre, cuando en Islandia las ovejas bajan de las tierras altas, hasta a excursiones de pastoreo en familia.

Puede que Jón y Birgir sean más aficionados al fútbol de lo normal, y también que tengan más talento (a Jón le han ofrecido una beca de fútbol para la Universidad Metropolitana del Estado de Denver, y pocas semanas después de nuestro encuentro, eligieron a Birgir para jugar en la selección nacional sub-17), pero, ¿podría ser que un aumento significativo del porcentaje de chavales que participan en actividades deportivas organizadas cuatro veces por semana o más tuviese otras ventajas, además de que los chicos crezcan más sanos?

¿Puede que tenga que ver, por ejemplo, con la aplastante derrota de Inglaterra por parte de Islandia en la Eurocopa de 2016? Cuando le preguntamos, Inga Dóra Sigfúsdóttir, que fue votada Mujer del Año de Islandia 2016, responde con una sonrisa: “También están los éxitos en la música, como Of Monsters and Men [un grupo independiente de folk-pop de Reikiavik]. Son gente joven a la se ha animado a hacer actividades organizadas. Algunas personas me han dado las gracias”, reconoce con un guiño.

En los demás países, las ciudades que se han unido a Juventud en Europa informan de otros resultados beneficiosos. Por ejemplo, en Bucarest, la tasa de suicidios de adolescentes ha descendido junto con el consumo de drogas y alcohol. En Kaunas, el número de menores que cometen delitos se redujo en un tercio entre 2014 y 2015.

Como señala Inga Dóra, “los estudios nos enseñaron que teníamos que crear unas circunstancias en las cuales los menores de edad pudiesen llevar una vida saludable y no necesitasen consumir drogas porque la vida es divertida, los chicos tienen muchas cosas que hacer y cuentan con el apoyo de unos padres que pasan tiempo con ellos”.

En definitiva, los mensajes –aunque no necesariamente los métodos– son sencillos. Y cuando ve los resultados, Harvey Milkman piensa en Estados Unidos, su país. ¿Funcionaría allí también el modelo Juventud en Islandia?

¿Y Estados Unidos?

Trescientos veinticinco millones de habitantes frente a 330.000. Treinta y tres mil bandas en vez de prácticamente ninguna. Alrededor de 1,3 millones de jóvenes sin techo frente a un puñado.

Está claro que en Estados Unidos hay dificultades que en Islandia no existen, pero los datos de otras partes de Europa, incluidas ciudades como Bucarest, con graves problemas sociales y una pobreza relativa, muestran que el modelo islandés puede funcionar en culturas muy diferentes, sostiene Milkman. Y en Estados Unidos se necesita con urgencia. El consumo de alcohol en menores de edad representa el 11% del total consumido en el país, y los excesos con el alcohol provocan más de 4.300 muertes anuales entre los menores de 21 años.

Sin embargo, es difícil que en el país se ponga en marcha un programa nacional en la línea de Juventud en Islandia. Uno de los principales obstáculos es que, mientras que en este último existe un compromiso a largo plazo con el proyecto nacional, en Estados Unidos los programas de salud comunitarios suelen financiarse con subvenciones de corta duración.

Milkman ha aprendido por propia experiencia que aun cuando reciben el reconocimiento general, los mejores programas para jóvenes no siempre se amplían, o como mínimo, se mantienen. “Con el Proyecto Autodescubrimiento parecía que teníamos el mejor programa del mundo”, recuerda. “Me invitaron dos veces a la Casa Blanca; el proyecto ganó premios nacionales. Pensaba que lo reproducirían en todos los pueblos y ciudades, pero no fue así”.

Cree que la razón es que no se puede recetar un modelo genérico a todas las comunidades porque no todas tienen los mismos recursos. Cualquier iniciativa dirigida a dar a los adolescentes estadounidenses las mismas oportunidades de participar en la clase de actividades habituales en Islandia y ayudarlos así a apartarse del alcohol y otras drogas, tendrá que basarse en lo que ya existe. “Dependes de los recursos de la comunidad”, reconoce.

Su compañero Álfgeir Kristjánsson está introduciendo las ideas islandesas en Virginia Occidental. Algunos colegios e institutos del estado ya están repartiendo encuestas a los alumnos, y un coordinador comunitario ayudará a informar de los resultados a los padres y a cualquiera que pueda emplearlos para ayudar a los chicos. No obstante, admite que probablemente será difícil obtener los mismos resultados que en Islandia.

Se reforzaron los vínculos entre los padres y los centros de enseñanza mediante organizaciones de madres y padres que se debían crear por ley en todos los centros junto con consejos escolares con representación de los padres. Se instó a estos últimos a asistir a las charlas sobre la importancia de pasar mucho tiempo con sus hijos en lugar de dedicarles “tiempo de calidad” esporádicamente

La visión a corto plazo también es un obstáculo para la eficacia de las estrategias de prevención en Reino Unido, advierte Michael O’Toole, director ejecutivo de Mentor, una organización sin ánimo de lucro dedicada a reducir el consumo de drogas y alcohol entre los niños y los jóvenes. Aquí tampoco existe un programa de prevención del alcoholismo y la toxicomanía coordinado a escala nacional. En general, el asunto se deja en manos de las autoridades locales o de los centros de enseñanza, lo cual suele suponer que a los chicos solamente se les da información sobre los peligros de las drogas y el alcohol, una estrategia que O’Toole coincide en reconocer que está demostrado que no funciona.

El director de Mentor es un firme defensor del protagonismo que el modelo islandés concede a la cooperación entre los padres, las escuelas y la comunidad para ayudar a dar apoyo a los adolescentes, y a la implicación de los padres o los tutores en la vida de los jóvenes. Mejorar la atención podría ser de ayuda en muchos sentidos, insiste. Incluso cuando se trata solamente del alcohol y el tabaco, abundan los datos que demuestran que, cuanto mayor sea el niño cuando empiece a beber o a fumar, mejor será su salud a lo largo de su vida.

Pero en Reino Unido no todas las estrategias son aceptables. Los “toques de queda” infantiles es una de ellas, y las rondas de los padres por la vecindad para identificar a chavales que no cumplen las normas, seguramente otra. Asimismo, una prueba experimental llevada a cabo en Brighton por Mentor, que incluía invitar a los padres a asistir a talleres en los colegios, descubrió que era difícil lograr que participasen.

El recelo de la gente y la renuencia a comprometerse serán dificultades allá donde se proponga el método islandés, opina Milkman, y dan de lleno en la cuestión del reparto de la responsabilidad entre los Estados y los ciudadanos. “¿Cuánto control quieres que tenga el Gobierno sobre lo que pasa con tus hijos? ¿Es excesivo que se inmiscuya en cómo vive la gente?”

En Islandia, la relación entre la ciudadanía y el Estado ha permitido que un eficaz programa nacional reduzca las tasas de abuso del tabaco y el alcohol entre los adolescentes y, de paso, ha unido más a las familias y ha contribuido a que los jóvenes sean más sanos en todos los sentidos. ¿Es que ningún otro país va a decidir que estos beneficios bien merecen sus costes?

Este artículo fue publicado originalmente en inglés por Mosaic Science

Autora: Emma Young

Editor: Michael Regnier

Verificación de hechos: Lowri Daniels

Corrector: Tom Freeman

Fotografía: Dave Imms

Director de arte: Charlie Hall