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viernes, 21 de enero de 2022

Fundamentos matemáticos de la nada

El matemático Eric Weinstein declaró que todas las matemáticas están basadas en fundamentos que se sostienen sobre suposiciones que no pueden ser probadas. ¿Puede alguien explicarme esto?

Supón que tienes una manzana y te doy otra. ¿Cuántas manzanas tienes? Las puedes contar, tienes dos manzanas.

Imagina que tienes un pavo y te doy otro. ¿Cuántos pavos tienes? Los puedes contar, tienes dos pavos.

Ahora supón que tienes el número uno y te doy otro número uno, ¿Qué número tienes? No hay un numero uno en el universo físico. Hay un pez dorado, hay un sauce, hay una nube, pero no hay tal cosa como un simple uno. No puedes tomar algunos números y contarlos de la misma manera en que juntarías tarjetas de beisbol. Pero sabemos que 1+1=2. ¿Cómo puedes demostrar esto?

Euclides, un matemático griego, dijo que dos puntos pueden ser conectados con una línea recta. ¿Cómo demuestras esta declaración? No existen los puntos en el universo, y tampoco segmentos lineales, solo cosas que se aproximan a lo que podría ser un punto o una línea recta. Todos los ángulos son congruentes (más de lo mismo). Si tienes un punto y una línea recta que no están sobre la línea original, entonces esa línea que pasa sobre ese punto deberá ser paralela a la primera línea en un plano bidimensional. Esas suposiciones son tan básicas que no pueden ser demostradas, sin embargo, son las bases de la geometría

viernes, 1 de junio de 2018

Inteligencia colectiva

Varias cabezas piensan mejor que una
ELENA SANZ, El Mundo, 30 may. 2018 01:59

Existen numerosas evidencias científicas que confirman que los colectivos son más listos que la mayoría de los individuos por separado

Año 1906. Feria de ganado en una campiña al oeste de Inglaterra. Una muchedumbre se agolpa alrededor de un colosal buey. "¡Hagan sus apuestas señores! ¡Atrévanse a adivinar a ojo de buen cubero cuánto pesa el ejemplar por sólo seis peniques!", grita alguien. Un divertido concurso rural que no hubiera tenido la menor importancia si no le hubiera dado por asomarse por allí a un estadista llamado Francis Galton, al que le encantaba analizarlo todo. Aquello despertó su curiosidad. Pidió copia de las 800 apuestas que habían hecho los agricultores y ganaderos locales. Y comprobó que, si las analizaba individualmente, había respuestas de todo tipo, algunas totalmente disparatadas, otras que no andaban demasiado lejos. Pero cuando calculaba la media de las respuestas, ¡'voilà'!, ésta coincidía casi exactamente (con un margen de error de sólo un 1%) con el peso del animal. Así fue como, en una recóndita feria de ganado, Galton llegó a una interesante conclusión: los colectivos son más listos que la mayoría de los individuos por separado. La inteligencia común supera a la de la suma de las inteligencias individuales.Ideas genialesLa teoría de Galton -que publicó la revista 'Nature'- no sólo no ha sido desmentida con el tiempo. Un siglo después, existen aún más evidencias de que en grupo pensamos mejor que solos. Incluso hay iniciativas exitosas basadas en este fenómeno, como las plataformas 'crowdsourcing', que tienen su máximo exponente en Wikipedia, o las iniciativas de co-creación e innovación abierta, que pretenden que surjan ideas geniales pensando en masa. Eso sí, en estos años hemos añadido algunos matices. El más importante de ellos es que las multitudes son más inteligentes que los individuos en muchas ocasiones pero, sobre todo, "en esas situaciones en las que hay opiniones muy diversas (no solamente 'sí' o 'no') y podemos conseguir que las personas las expresen de manera independiente", tal y como le explica a ZEN Bahador Bahrami, neurocientífico y experto en comportamiento humano del University College de Londres. En otras palabras, la inteligencia colectiva funciona mejor cuando ignoramos lo que responden los demás.Si las personas comparten información antes de contestar, empiezan a notarse los efectos de la influencia social, es decir, nuestra "tendencia a cambiar opiniones y preferencias observando lo que otros piensan", aclara Bahrami. Neurocientíficamente tiene sentido: somos animales sociales, y en cierto modo actualizamos nuestras ideas escuchando a los demás. "Nosotros mismos hemos demostrado incluso que somos más fácilmente influenciables cuanta más cantidad de materia gris tenemos en la corteza orbitofrontal lateral del cerebro", explica el investigador. Sin embargo, esta flexibilidad social no nos beneficia a la hora de resolver ciertos problemas en grupo, sino todo lo contrario.ExperimentoLa última prueba de ello la puso sobre la mesa el mes pasado un equipo de investigadores estadounidenses de la Universidad de Harvard y el Instituto de Santa Fe. En su experimento no trabajaban con bueyes sino con tarros de caramelos. Les pedían a distintos sujetos que dijeran una cifra "a ojo" de cuántas golosinas había en los botes. De esta forma, comprobaron que si a los participantes se les informaba de que otros compañeros habían propuesto cifras mucho más altas que las suyas, casi siempre modificaban su respuesta. Con un desastroso resultado, porque al "rectificar", la media se alejaba de la realidad. El cálculo era mucho más atinado cuando nadie compartía información. Dice Bahador Bahrami que también hay que tener en cuenta que la fiabilidad de la inteligencia grupal depende del tipo de problema que se aborde. "Si el asunto requiere conocimientos expertos, entonces los grupos no lo hacen tan bien; pero si la pregunta es una sobre la que cualquiera tiene alguna noción, aunque sea imperfecta, como por ejemplo '¿cuál es la altura de la Torre Eiffel?', ahí los colectivos son sin duda mucho más listos que los individuos por separado", aclara.

martes, 20 de junio de 2017

El método más eficaz para aprender Matemáticas es el Singapur

Pilar Álvarez , "El método más eficaz para enseñar matemáticas ya está en España", en El País, 19-VI-2017:

El profesor Yeap descubre a docentes españoles los secretos del modelo que ha convertido a Singapur en el 'número uno' en esta asignatura

Sujeta un triángulo de papel en la mano. Uno amarillo, similar a las decenas de triangulitos de distintos tamaños repartidos por las mesas. Yeap Ban Har, extremadamente amable y sonriente, se mueve por el aula con la figura geométrica en alto y pronunciando despacio en inglés. La premisa que deberán discutir la próxima media hora es cómo demostrar manipulando a su antojo este pedacito de papel que la suma de los ángulos de un triángulo suma 180 grados.

En cada mesa, papelitos, figuras, reglas de colores y grupos de alumnos que discuten en voz baja y ojean el ejercicio. Los 27 participantes que revisan geometría que se aprende a los 10 años son todos adultos. El señor Yeap (Ban Har es nombre y Yeap es apellido) ha viajado de Singapur a la Facultad de Económicas de la madrileña Universidad de Alcalá de Henares, ubicada en un edificio histórico en la cuna de Cervantes, para que maestros, futuros profesores y editores desaprendan las matemáticas y las aprendan de nuevo.

Su mentor durante cinco días es este hombre menudo de 49 años, que parece mucho más joven, y que recorre el mundo desde hace más de una década gracias a las matemáticas: “He estado en todos los continentes menos en la Antártida”.

Enseña el llamado método Singapur. Su país se puso las pilas con las matemáticas hace más de 30 años. En 1992 generalizaron en las escuelas —allí son todas públicas— este método para que sus alumnos afronten las mates sin miedo y ahora encabezan todos los rankings internacionales.

“Todo aprendizaje empieza de una manera concreta, luego pictórica y por último abstracta”, explica. También aplica la teoría de la espiral, que supone intentar llegar al mismo sitio por distintos caminos, sin repetir ni memorizar una única vía como hacen en las aulas de medio mundo. Hay alumnos que han cortado los ángulos y los han unido, otros los calculan con un medidor, otros los doblan… “¿Qué método es mejor? ¿Cuál peor?”, pregunta el profesor en voz alta. “Saber esto no es muy importante. Lo fundamental es que los chicos cojan el hábito de llegar a conclusiones a través de evidencias”.

¿Por qué, en general, cuestan tanto las matemáticas? “Implican razonar y pensar, y eso es algo que se salta en España. Aquí insistimos mucho en hacer cuentas aburridas y aprender las cosas sin entenderlas y de memoria. Es una inercia del sistema educativo”, razona Pedro Ramos, profesor titular de la Facultad de Educación de la Universidad e impulsor de estas jornadas, que esperan repetir anualmente en el Aula de Matemáticas Aplicadas que han creado con la editorial SM, responsable de los manuales de texto, y que el curso que viene llevarán a 20 colegios españoles.

Yeap Ban Har es una celebridad modesta: “Me llaman experto, pero cualquier profesor de Singapur puede considerarse así porque nos entrenan y lo usamos cada día”. La apuesta de Singapur fue agrupar las teorías de grandes educadores y pedagogos occidentales (Jerome Bruner, Richard Skemps, Zoltan Dienes) y convertirlo en un asunto de Estado.

Los resultados se ven en el informe TIMSS (Estudio de las Tendencias en Matemáticas y Ciencias, en sus siglas en inglés), una conocida prueba internacional de matemáticas para alumnos de 10 años. Los de Singapur, en primer puesto, obtuvieron en la última edición 618 puntos de un máximo de 625. La convención es que cada curso equivale a 59 puntos. Así que los españoles, con 505, irían dos cursos por detrás.

Ese informe también deja al descubierto la brecha de género, al menos en España, donde los alumnos varones obtienen mejores resultados. El profesor niega que sean mejores en matemáticas. “Es un mito”, dice en mitad de la clase. En su país, asegura, no hay diferencia entre alumnos y alumnas. “No hay ninguna razón para que lo hagan mejor, nada que tenga que ver con el cerebro o la biología. Es solo una cuestión de oportunidades y mentalidad”.

viernes, 3 de marzo de 2017

Un método nuevo, el Mighton, para enseñar matemáticas que mejora el rendimiento de los alumnos


Antes de doctorarse en matemáticas, a John Mighton no se le daban muy bien los números. De hecho, suspendió el examen de cálculo cuando entró a la universidad. No fue hasta unos cuantos años después, cuando ya rondaba los 30, que retomó su relación con las sumas y las restas. "Al principio pensaba que yo era el problema, pero me di cuenta de que el problema estaba en la metodología con la que se explicaban las matemáticas", recuerda. Y tan convencido estaba de su tesis que él mismo ideó y desarrolló un nuevo sistema de aprendizaje de las matemáticas, el Jump Math. Su metodología, ya implantada en seis países, es utilizada por más de 175.000 alumnos de Canadá y Estados Unidos. A España llegó en 2013 y ya cuenta con 11.000 estudiantes y una red de un millar de docentes.

"Las matemáticas son más fáciles de lo que la gente cree", sostiene mientras coge papel y boli. Y dibuja una división en un papel: 72:3. Pinta "tres amigos" con tres bolsas y pide que se repartan esas 72 "monedas" en grupos de 10 en 10. "En todos mis años dando clase no he conocido a ningún niño de cuarto curso que no sepa hacer esto. Aquí todos los niños sacan un 10, y como les ha salido bien y lo entienden, prestan atención: están despiertos, excitados y entusiasmados. Con lo cual, puedes ir aumentando los retos y llevarlos a niveles superiores a los que ellos mismos creen", explica.

Mighton, de origen canadiense y con una polifacética carrera más allá de las matemáticas —también es guionista, escritor y ha hecho sus pinitos como actor en El Indomable Will Hunting—, comenzó dando clases particulares a un grupo de niños en su casa. La mejoría en los resultados de los chavales sorprendió a sus propios profesores, que llamaron al matemático para que fuese al aula a explicar su forma de enseñar. Mighton asegura que todos los niños tienen capacidad para aprender y entender las matemáticas. "A todos les gusta resolver problemas y hacer conexiones. El problema con las matemáticas no es de los niños, es de la metodología con la que se enseña". agrega.

Su programa se basa, precisamente, en "la inutilidad de esa metodología". "En una clase puede haber diferencias de hasta tres cursos entre unos niños y otros. Y el problema es que damos esto por normal cuando no lo es. Esas verdades absolutas son las que nos hacen ser incapaces como especies de desarrollar nuestras habilidades innatas", sostiene el artífice del Jump Math.

La clave está, asegura Mighton, en ir paso a paso, en no saltarse escalones en el aprendizaje. "Hay que enseñar a dividir conceptos para que los profesores puedan explicarlos bien. El problema es que a veces nos saltamos conceptos y el niño se pierde", señala. Su metodología, adaptada a alumnos desde educación infantil hasta el segundo curso de la ESO, está dividida en pequeñas unidades que los chavales pueden asumir. "Nuestro método se basa en el descubrimiento guiado. En vez de explicarte todas las operaciones, es el niño quien va descubriendo las cosas al solucionar los retos que se le presentan. El profesor, por su parte, debe saber plantear las preguntas bien pautadas porque si te saltas algún paso, no lo consigues", explica.

El éxito del alumno es una línea estratégica para no perder su atención. "Los niños se comparan entre ellos y hacen un juicio de valor: deciden quién es el listo y quién no. Y si no soy listo y no estoy hecho para las mates, mi cerebro deja de funcionar y dejo de intentarlo", argumenta. Por ello, la metodología de Mighton controla que el niño comprenda perfectamente cada paso que da. La evaluación continua y ejercitar la práctica a través de juegos y actividades que escapen del papel el boli para estimularlos también son elementos capitales para que el sistema funcione. Un estudio elaborado por el Centro de Investigación para la Educación Científica y Matemática (CRECIM) de la Universidad Autónoma de Barcelona, concluyó que los alumnos que aplicaron la metodología Jump Math mejoraron hasta dos puntos sus calificaciones y se redujeron los suspensos.

Con todo, el método de Mighton no es el único que pulula por la atmósfera docente como una alternativa al sistema de enseñanza tradicional. Otros como el sistema Kumon o el Algoritmo ABN también han tenido gran aceptación entre familias y maestros. La diferencia entre su método y los demás, sostiene Mighton, es que Jump Math quiere "romper con ese problema de la percepción de la capacidad del alumno". "Muchos programas solo miran las mates y nosotros miramos las mates y la psicología. Hacemos una evaluación constante y continua de cómo va el alumno, no esperamos a un examen un día determinado", asevera.

sábado, 15 de octubre de 2016

Aventuras del matemático liberal ciudadrealeño José Núñez de Arenas

Hasta hace poco no se sabía nada sobre el matemático, periodista y revolucionario liberal José Núñez de Arenas, ni siquiera que era de Ciudad Real. Pero el economista de la Universidad de Málaga Luis Robles Teigeiro me ha comunicado una interesante investigación sobre esta aventurera figura de nuestra historia cultural que prolonga y complementa mis trabajos sobre sus parientes Manuel Núñez de Arenas y Fernando Camborda y sus amigos Pedro Estala y Félix Mejía, todos ellos coterráneos suyos. No poca satisfacción me ha cabido al constatar, por enésima vez, que estos personajes manchegos siguen interesando más a gente de fuera de La Mancha y del extranjero que a sus propios connaturales.

La investigación de Robles Teigeiro es muy rigurosa y documentada; se trata de una contribución de primer orden. Confirma, como ya apuntaba yo, la existencia de un importante núcleo ilustrado de escritores y pensadores de sesgo godoyista en la provincia de Ciudad Real, con raíces especialmente en la capital y en Daimiel, que irá evolucionando hacia el liberalismo.

A este grupo pertenecían el párroco de Santiago Sebastián de Almenara, quien escribía poesía y crítica literaria neoclásicas en el Semanario de Salamanca y en el Diario de Madrid bajo el sobrenombre de "Lidoro de Sirene"; el helenista y editor daimieleño Pedro Estala, un escolapio amigo de Godoy y cabeza visible de la academia matritense Pastores del Manzanares, que escribió también crítica literaria en la prensa madrileña bajo el sobrenombre de "El censor mensual"; su compañero de orden, el astrónomo y matemático ciudarrealeño Salvador Jiménez Coronado, fundador del observatorio astronómico de Madrid que se instaló en la cumbre de la Cuesta de Moyano auspiciado por Godoy y que, diputado en las Cortes de Cádiz, fue además inventor de la telegrafía óptica y traductor de Euler; el abogado, periodista y poeta satírico afrancesado y masón Fernando Leandro Camborda y Núñez, más conocido en Madrid que aquí; su tío, el naturalista ilustrado Manuel Núñez de Arenas, asiduo colaborador científico del Memorial Literario de Madrid y autor de interesantes artículos sobre vulcanismo, electricidad, enología, geología y meteorología; el abogado y revolucionario liberal Félix Mejía, de descomunal obra periodística en España y América, autor de la primera novela histórica publicada en español en el Nuevo Mundo, el Jicoténcal (Filadelfia, 1826), así como de obras biográficas esenciales sobre Fernando VII y los liberales y una interesantísima obra teatral y poética; y este citado militar, matemático, periodista y revolucionario liberal, pariente de Manuel Núñez y de Fernando Camborda, José Núñez de Arenas y Palacios (3 de julio de 1784, Ciudad Real - 1861, Murcia).

José Núñez de Arenas y Palacios tuvo una muy vistosa familia lateral descendiente de uno de sus hermanos, también ciudarrealeño, don Leoncio Núñez de Arenas. En efecto, uno de sus dos hijos fue el famoso periodista, gramático, académico de la RAE y catedrático de literatura de la Universidad Central Isaac Núñez de Arenas y de él desciende el historiador de la emigración liberal en Francia y del movimiento obrero español Manuel Núñez de Arenas. Este último era, además, biznieto de Espronceda y, por cierto, poseía el único retrato al óleo de su antepasado ciudadrealeño José Núñez, según César González-Ruano ("La obra de un erudito español en Francia", Heraldo de Madrid, 24-IV-1928); sabe Dios dónde andará ahora. En cuanto a su relevancia para nuestra historia cultural bastará solo decir que Manuel Núñez es autor de unas Notas sobre el movimiento obrero español (1916) que Tuñón de Lara amplió hasta darles el título de Historia del movimiento obrero español (1979). Otro hijo asimismo de don Leoncio fue Bernardino Núñez de Arenas, quien fue (junto a los poetas Ros de Olano, Ventura de la Vega y Espronceda) uno de los fundadores del periódico El Siglo en 1834, puntal del Romanticismo... antes de transformarse, merced a la desamortización de Mendizábal, en un rico financiero y prestamista con intereses, al igual que la reina Isabel II, en la trata de esclavos; más adelante lo veremos.

A su tío, el matemático ciudadrealeño José Núñez de Arenas, debemos la idea de fundar, junto el famoso botánico Mariano Lagasca y el escritor Pablo Mendíbil, el Ateneo Español de Londres en 1828 durante su exilio.

Pero empezaremos por el principio. José Núñez de Arenas Palacios (apellidos que todavía podemos ver en algunos comercios de la ciudad) nació en Ciudad Real en 1784; su abuelo, Juan Ángel Núñez de Arenas, fue natural de "Daymiel", como se escribía entonces. Un tal Antonio Núñez de Arenas era también párroco allí en 1739 y la historia habla de otros parientes que fueron en esta villa terratenientes y jueces o desempeñaron incluso cargos políticos en municipios constitucionales a lo largo del siglo XIX; uno de ellos, por ejemplo, en el partido de Manuel Ruiz Zorrilla (El País, 2-VIII-1889).

José  empezó siendo oficial de artillería y llegó a ser una destacada figura del partido liberal; tuvo una intensa y ajetreada vida de aventurero, casi como la de Félix Mejía, a quien sin duda conocía porque eran naturales de la misma ciudad (y aun de la misma parroquia que, por cierto, es la mía). Compartían la misma ideología y los mismos amigos, y fue un masón sobresaliente que defendió con la espada (el cañón, habría que decir) y con la pluma el régimen constitucional.

Robles Teigeiro encontró su partida de bautismo:

Yo Bartolomé Alonso, cura párroco de esta iglesia parroquial de Santiago de Ciudad Real certifico que en el libro de bautismos que dio principio en el año de 1774 dice así: En la Ciudad de Ciudad Real en cinco días del mes de Julio de año de 1784, bauticé solemnemente en ella a un niño que nació el día tres de dicho mes, hijo legítimo de D. José Núñez Cerdán y de Doña Vicente Palacios, naturales de esa referida ciudad, al cual le puse por nombre José, Trifón, Joaquín, María: son sus abuelos paternos D. Juan Ángel Núñez de Arenas, natural de la villa de Daimiel y Doña Cándida Cerdán natural de ésta; y maternos D. Alfonso Palacios natural de la villa de Manzanares y Doña Paz de Almazán natural del Campo de Criptana, fue su padrino D. Fernando Camborda, su tío, a quien advertí en su obligación y parentesco espiritual.

Un expediente de su vida militar fechado en Valencia en 1835 y digitalizado en PARES permite conocer los inicios de su carrera y su participación en la Guerra de la Independencia. El doce de febrero de 1804 ingresó como cadete en el cuerpo militar de Ingenieros Cosmógrafos del Estado auspiciado por el matemático y astrónomo ciudarrealeño Salvador Jiménez Coronado, protegido por Estala y Godoy; en su escuela, situada en el parque del Retiro junto al Observatorio y dirigida por Jiménez, alcanzó a tener entre sus profesores al famoso matemático valenciano Joseph Chaix Isniel (1766-1811), subdirector de la misma, antes de que este cuerpo fuera desbaratado y disuelto por una de las múltiples conspiraciones antiilustradas contra Godoy en ese mismo año. En 1808 se incorpora a la guerra contra Napoleón y es promovido a Subteniente del Regimiento de Ávila de infantería de línea, escapando al menos de dos cautiverios.

La primera vez fue tras la defensa de la Plaza de Madrid por diciembre de 1808, cuando fue hecho prisionero y logró fugarse robando a los enemigos un cañón de a 4 y un carro de municiones que presentó en el Ejército de Extremadura. Permaneció en él peleando en acciones generales y algunas particulares durante todo 1809, sirviendo como comisionado para construir sobre el Tajo, por orden del general Gregorio García de la Cuesta, un puente militar de pontones transportado desde Badajoz porque el de piedra de Almaraz había sido cortado en febrero; por él pasó el ejército hispano-británico hacia la batalla de Talavera. Después lo enviaron a reforzar el Ejército del Centro que se hallaba en La Mancha, y se encontró en las acciones de Santa Cruz de Mudela, Madridejos, en las tres de la Cuesta del Madero y en la larga batalla de Ocaña en noviembre, donde fue hecho prisionero de guerra por segunda vez. En 1810 volvió a fugarse en la frontera de Francia y se presentó en Valencia, donde mandó tres baterías en el asedio que sufrió en marzo del mismo año por parte del mariscal Suchet. También se halló la acción y retirada del 17 de agosto y en la del 26 de noviembre. En mayo de 1811 le comisionaron también para que habilitase el paso en el reino de Aragón de las cortaduras de Albentosa, al sureste de la provincia de Teruel, y este y otros méritos le hicieron ascender a teniente (31-III-1812) después de la caída de Valencia. Entonces lo destinaron otra vez al Ejército del Centro y se halló en su retirada (enero de 1812) desde las Cabrillas a Alicante. Después lo comisionaron otra vez para construir un puente de barcas que Robles localiza en Mahora (Albacete), sobre el Júcar. Y el general Luis de Bassecourt y el Empecinado le ordenaron asentar una batería para defender un puente, probablemente el de Auñón sobre el Tajo (provincia de Guadalajara). Marchó luego con la división del general Pedro Villacampa desde Cartagena hasta Aragón desempeñando el servicio de caballería en guerrillas; en varias acciones capturó algunos prisioneros allí y en La Mancha (febrero).

En abril se trasladó al Ejército del Norte, hallándose en las acciones de las dos Amescuas (o Amescoas) navarras (Alta y Baja), donde utilizó por primera vez cohetes explosivos contra el enemigo (el primer uso de cohetes modernos Congreve se cita en España en la toma de Badajoz entre marzo y abril de 1812, por lo que éste realizado por Núñez Arenas puede considerarse uno de los primeros). Su implicación en este invento fue incluso más allá: años después José será enviado a Londres para adquirir cohetes que serán usados en la I.ª Guerra Carlista.

Concluyó la guerra y Núñez participa en diversas intrigas y pronunciamientos del ejército liberal contra el absolutista Fernando VII, lo que lo forzó a un largo exilio. Tal vez la primera fue en 1818 cuando, siendo capitán de artillería con destino en Madrid, se unió a la rocambolesca fuga del militar y aventurero Juan van Halen, tan bien contada por Pío Baroja. Y es precisamente Juan van Halen en sus Memorias quien escribe profusamente sobre José: lo pinta como un joven idealista y entusiasta que lo ayudó a escapar y lo protegió ocultándolo mientras se curaba de las heridas de su tortura inquisitorial. 

Núñez de Arenas, uno de aquellos amigos más diligentes, proveyendo obstáculos, había tomado la precaución, bajo lícitos pretextos, de hacerse con las llaves de un piso de casa para alquilar, hacia un barrio de los más lejanos de aquel donde nos hallábamos. Allí había hecho colocar un catre de tijera y dos sillas. Beida y Polo me condujeron á este paraje, y obligados á retirarse á sus casas, donde no les era posible alarmar con ausencias nocturnas á sus familias, me dejaron solo asegurándome que Núñez vendría muy en breve para acompañarme. En efecto, un instante después se apareció Núñez que, aprovisionado de fósforo, velas y comestibles, venía á pasar conmigo la noche.

El carácter naturalmente exaltado de Núñez y la vasta materia de que podíamos tratar dio pábulo á nuestros diálogos de aquella noche, cuyo silencio solo interrumpía la tos seca que me agitaba. Tendidos entrambos sobre el mismo lecho, se paraba muchas veces á contemplar las señales de mi brazo, que, más que mi relación, le revelaban el teatro de horrores de donde yo acababa de sustraerme… Núñez de Arenas, pasando, como ya he dicho, la noche conmigo, con su natural jovialidad me había detallado una gran porción de ocurrencias, ya desagradables, ya risueñas, que yo totalmente ignoraba… 

Al instante Núñez acudió al Conde de M*** que, vigilado muy de cerca por el gobierno, rodeado de espías de alta y baja clase, evitaba ciertos roces. El Conde puso en manos de Núñez una gran suma (que luego le fue devuelta) ofreciendo uno de sus mejores caballos y todo cuanto se necesitara para mi completa libertad.

Efectuada la huida, se resolvió formar un espionaje contra los mismos inquisidores y Núñez fue desde entonces uno de los más eficaces en esta especie de contramina. Él se había propuesto no perder de vista la red que tenía tendida á los que inútilmente me buscaban. Se había asociado al efecto con un antiguo amigo suyo de su mismo temple de alma y astucia, y entrambos (cada cual por su sendero) se habían repartido el provecho de la burla. Las circunstancias le abrían campo.

El marqués *** [el autor no da el nombre, pero hace referencia al Marqués de Mataflorida], hombre de la Inquisición, había por sí y ante sí organizado una tropa de espías que él pagaba á sus propias expensas. El ama de la posada donde él hospedaba tenía dos ó tres hijas jóvenes; Núñez visitaba hacía años esta familia, que le profesaba una estimación particular; una pared sencilla separaba el dormitorio de las señoritas del aposento del marqués. Núñez había encargado eficazmente á una de ellas que vigilasen el huésped, lo escuchasen y no perdiesen instante en saber cuanto él con sus confidentes trataba, iniciándolas en cierto modo en todo lo que era necesario para que supiesen el valor de las expresiones. Las muchachas, diligentes en complacerle, habían practicado un agujero en la pared, el cual, por la parte de la habitación del marqués, quedaba cubierto por el lienzo de una de las pinturas ó cuadros que lo adornaban. Establecieron su guardia: la una relevaba á la otra y el marqués no hablaba ni solo ni acompañado sin que un apunte exacto fuera hecho y Núñez sacara sus consecuencias.

Baroja indica que ya en 1816 el ya capitán de artillería José Núñez de Arenas participó en la conspiración del Triángulo (también llamada de Ramón Vicente Richart) para asesinar a Fernando VII durante una de sus visitas al burdel de "Pepa la Malagueña", por la cual fue ejecutado y descuartizado Richart. Afirma que José había alcanzado ya una alta graduación en la Masonería y formaba parte de su Junta directiva, presidida por un abogado de fama y compuesta por diez individuos. Fracasada la conjura de Richart, se inició la de Lacy en Cataluña, también desbaratada en 1817 como la de Vidal en Valencia (1819), en la que, según van Halen, también estuvo implicado Núñez de Arenas, siendo apresado a resultas de ella. En la cárcel inquisitorial inventó un curioso sistema de comunicación:

Sembradas las cárceles de la Inquisición de una porción de personas, clasificolas el capitán general como reos de la primera época y abrió un segundo proceso en extremo complicado. Núñez Arenas y D. Mariano Beltrán de Lis fueron de los primeros capturados; á estos siguieron el conde de Almodóvar, D. Martín Serrano, D. Ramón Miralles, D. Juan Genovés y otros muchos, entre ellos algunos que por tímidos se delataron y fueron puestos como los demás en los calabozos del Santo Oficio por orden del rey. Para colocarlos á todos fue preciso habilitar las cárceles del
Palacio arzobispal, las del Temple y aun las celdas del Monasterio de Montesa. Una comisión especial de la Inquisición fue nombrada para actuar en aquel laberinto de acusaciones, revelaciones ó sospechas… 

Núñez Arenas, hombre de un talento despejado y de viva penetración, temiendo por sus propios compañeros, consiguió, á fuerza de mil recursos, organizar dentro de la cárcel una comunicación por señas y golpes que, aunque ruidosos y á veces alarmantes, llegó á poner á los más de los procesados á cubierto de una funesta contradicción. A estos esfuerzos se siguió el de la comunicación dificultosa con los parientes ó amigos de fuera, quienes, enterados del origen de donde partía la causa y los cargos que se hacían, pudieron precaverse muchos y entregarse otros á la confusa esperanza que era dable concebir en un periodo tan aglomerado de espantosas contrariedades [...] En una perpetua soledad, el silencio de aquellos corredores solo era interrumpido, ya por el ruido de los hierros, ya por el murmullo de algún autillo de fé que secretamente celebraban los inquisidores, ya oyendo clamores extraños de personas que no estaban iniciadas en el ingenioso telégrafo de Núñez Arenas.

El pronunciamiento de Riego vino a cambiar la situación y de 1820 a 1823 José Núñez de Arenas fue elegido diputado suplente a Cortes en diciembre de 1821, representando a La Mancha. Destacó en especial durante el golpe de estado que intentó dar el Rey contra la Constitución el 7 de julio de 1822 ayudado de su Guardia Real. En la Plaza Mayor la artillería, acertadamente dirigida por José, consiguió derrotar a la Guardia Real. Su amigo y coterráneo el periodista Félix Mejía reportó de primera mano los hechos en el primero de los números triples de El Zurriago, el periódico liberal que dirigía. Otro relato contemporáneo lo narra así:

No tenía más aviso la fuerza constitucional del ejército y milicia de Madrid que el dado momentos antes por el brigadier Zarco del Valle cuando, por las tres bocacalles de la Amargura, Panadería y Boteros, se presentaron á un mismo tiempo, formados en columna de ataque, los batallones de la Guardia Real rebelde, tocando las bandas de tambores un estrepitoso catacuerda y gritando los soldados ¡Viva el Rey absoluto! 

La milicia de Madrid presentaba tres columnas cerradas; cada una de estas columnas tocaba, á su frente y á corta distancia, una pieza de artillería cuyos fuegos mandaban los capitanes Bañona y Núñez Arenas y, tan pronto como los rebeldes llegaban á tocar con las puntas de sus bayonetas las bocas de los cañones, estos disparaban á metralla, y la milicia hacía sus descargas cerradas de fusilería, cediendo el frente las mitades que acababan de disparar sus armas á las descargas de las mitades que les seguían, pasando alternativamente á retaguardia unas de otras al grito imponente de ¡Viva la Constitución! y recibiendo á quemarropa las descargas de los rebeldes que, en el mismo orden de ataque, habían empeñado el combate. Era tanto el encarnizamiento, tal la mortandad en el corto espacio de aquellas tres avenidas por donde atacaron formidablemente los enemigos de la libertad de España á la heroica y bizarra milicia de Madrid, que en menos de media hora los cadáveres (tomando la expresión en el sentido más estricto y liberal) habían obstruido las calles de la Amargura, Panadería y Botero y el fuego que vomitaban las piezas de artillería se estrellaba ya contra los inmediatos promontorios de cuerpos exánimes. La Guardia Real rebelde se pronunció entonces en vergonzosa retirada, y la milicia de Madrid, al grito aterrador de ¡Viva la Constitución!, desbordó de sus posiciones con frenético furor y llevó por delante á sus contrarios por la calle del Arenal (El Clamor Público, núm. 133, 2-X-1844).

Un oficial de la Guardia Real, Teodoro Goiffeu, francés de nación, que optó por huir tras el pronunciamiento relatado, fue apresado en Buitrago y devuelto a Madrid, donde se le sometió a juicio con la acusación adicional de haber participado en la muerte de otro teniente de la guardia real llamado Landáburu, no proclive al alzamiento y en cuyo honor se dio nombre después a la Sociedad Patriótica Landaburiana. Se eligió como fiscal a José Núñez Arenas y éste consiguió la pena de muerte y la ejecución del reo. 

En un periódico absolutista (El Restaurador, 16-VIII-1823) se relata el proceso y, desde luego, no se deja en buen lugar al fiscal, al que lanzan la calumnia de afrancesamiento. Robles no se la explica, pero yo sí, porque su pariente el abogado y periodista Fernando Camborda Núñez era un afrancesado muy conocido, tanto que no ya el parentesco, sino incluso la simple amistad podía perjudicar, como perjudicó, a Félix Mejía, acusado del mismo baldón solo por haber participado en La Periodicomanía, la publicación que dirigía junto con Camborda. Incluso los ataques de la prensa a Camborda por este motivo habían obligado a este a dejar el oficio periodístico en 1822. Pero la falsa acusación contra José Núñez tendrá consecuencias ulteriores pues, ya exiliado en Londres, hizo que le resultara imposible acceder al subsidio económico que el gobierno inglés concedía a los españoles por haber peleado en la guerra común contra Napoleón.

Ni al jefe político que fue de Vitoria y antes capitán de artillería don José Núñez de Arenas, ni al valiente coronel del Regimiento Imperial Alejandro O’Donnell, ambos sujetos muy recomendables por sus servicios en el tiempo de la Constitución, quiso el Gobierno inglés admitirlos en la lista para socorrerlos en razón a que uno y otro habían sido afrancesados, sin que para hacer desistir al Gobierno de su determinación bastasen las repetidas instancias de varios jefes recomendables ni los sufragios del mimado general Mina (Memorias de la emigración de Don Juan López Pinto, p. 178).

Como se afirma aquí, José fue nombrado jefe político (gobernador civil) de Vitoria (Diario Constitucional de Barcelona, núm. 238, 26-VIII-1822) y tomó posesión el 2 de noviembre de 1822. Y acabado el Trienio Constitucional en 1823 con la invasión de la Santa Alianza, José tuvo que exiliarse. Tras pasar por Gibraltar y Tánger se estableció en Londres durante toda la Década Ominosa (1823-1833) hasta el fallecimiento de Fernando VII. 

Tampoco permaneció inactivo entonces: participó en diversas conspiraciones masónicas para reponer el régimen liberal en el seno de la sociedad secreta denominada Santa Hermandad, la cual, unida a una sociedad del mismo tipo, El Oriente Masón, formó una Junta Común Restauradora de la Libertad de la que dependía un pequeño “ejército libertador” situado en aquella plaza; la Junta se reunía diariamente en la casa del ex cónsul José Shee, quien fue el que ha transmitido la noticia; al menos participó en el desembarco liberal en Tarifa.

Según cuenta Robles, en una extensa real orden de carácter reservado enviada el 24 de noviembre por Calomarde, titular de Gracia y Justicia, a Cea Bermúdez, entonces ministro de Estado, Calomarde afirma conocer la existencia de un gobierno secreto que, apoyado en distintas «asociaciones clandestinas», tenía como objetivo alterar la tranquilidad de Europa, acabar con sus tronos y establecer un nuevo orden de cosas principalmente en España, Francia, Nápoles y Portugal. Al frente de este gobierno decía encontrarse, como Supremo Dictador, Francisco Espoz y Mina, que contaba con siete ministros (Antonio Alcalá Galiano, un tal Franco, Evaristo San Miguel, José Núñez de Arenas, Miguel López Baños, Salvador Martínez Muñoz y Francisco Díaz Morales), tres de ellos residentes, como él, en Londres y los cuatro restantes en Gibraltar. Este gobierno contaba, según el relato de Calomarde, con el apoyo de una amplia red de sociedades secretas llamadas círculos, compuestos cada uno de ellos de solo cuatro miembros, que eran los restos de la desaparecida sociedad secreta comunera. Sabía de la existencia de siete círculos en Madrid, que habían formado una «Dirección Central Peninsular en la Corte», así como de otras dos de este tipo en Cádiz y Gibraltar, la primera se ocupaba, bajo el nombre de Gades, de reunir financiación, en tanto que la segunda, llamada Calpe, se encargaba de la correspondencia con el litoral (Burtón Prida, G. (2015): "Resistencia e internacionalismo liberal en Cádiz en la segunda restauración Fernandina", Historia Contemporánea, nº 52).

El plan era desembarcar dos fuerzas que debían unirse después, una en Tarifa al mando de Valdés y otra en Almería (en la que participaba uno de los inquietos editores de El Zurriago de Félix Mejía, Benigno Morales). Ambas fracasaron, especialmente la segunda, llamada de "Los coloraos", que fue fusilada sin piedad. José Núñez Arenas escapó de la matanza al decidirse que permaneciera en el peñón para apoyar los desembarcos que fueran exitosos.

En 1828, ya definitivamente exiliado en Inglaterra, fundó José Núñez Arenas junto a Mariano La Gasca o Lagasca y Pablo Mendíbil el Ateneo Español de Londres, un centro de enseñanza cuya función era instruir a los hijos de los emigrados adecuada y gratuitamente. El autor de la idea fue el ciudadrealeño; Pablo de Mendíbil era uno de los editores de la revista londinense Ocios de Españoles Emigrados, y el ateneísta madrileño Mariano de Lagasca era uno de sus colaboradores, experto en temas de botánica, en que sus contribuciones científicas fueron, por cierto, notables. Entre los tres se pusieron en contacto a fines de 1828 con el comité inglés de ayuda, que acogió la idea de fundarlo con gran entusiasmo y logró que el Instituto de Artesanos facilitara aulas a los emigrados. El impresor Charles Wood, por su parte, se ofreció a proporcionar la biblioteca. Por fin el 16 de marzo de 1829 se pudo celebrar la ceremonia de apertura con discursos de Antonio Alcalá Galiano y de dos miembros del Comité inglés de ayuda, Smith y el famoso lingüista e hispanista John Bowring.

En el Ateneo londinense José se encargó de la enseñanza de las matemáticas y alcanzó tal notoriedad que el editor Rudolph Ackermann le encargó escribir libros de texto de la materia en español para surtir la demanda de las recién nacidas repúblicas hispanoamericanas (que no querían tener relaciones con las editoriales de la absolutista España). Así nació una serie de obras muy reimpresas no ya en el Reino Unido, sino en la propia Hispanoamérica: su Catecismo de álgebra, (Londres 1828), su Catecismo de ambas trigonometrías (Londres, 1828), su Catecismo de Geometría Elemental (1829; Palau lo atribuye equivocadamente a Urcullu), su Catecismo de geometría práctica y su Catecismo de geografia para el uso de los globos (Londres, 1829), todos ellos para Ackerman. Según los Elena Ausejo, su fuente principal son los dos primeros de los tres volúmenes de los Principios de Matemáticas (1776) de Benito Bails, una abreviación de los famosos diez de sus Elementos. Sobre las otras materias escribieron también manuales (catecismos) los emigrados liberales Joaquín Lorenzo Villanueva, José Canga Argüelles, José Urcullu y José Joaquín de Mora.

Con el fallecimiento de Fernando VII volvieron los liberales y José Núñez recuperó su carrera militar con un destino como jefe de un regimiento de artillería en Valencia. En 1835 fue nombrado gobernador de Cuenca. Se cita en la noticia de prensa que recoge su nombramiento que se había dedicado al estudio de las ciencias exactas durante su exilio de 11 años, habiendo traído además como nueva arma cohetes congreve desde Inglaterra (El Eco del Comercio, 15-XI-1835) que fueron usados en la I.ª Guerra Carlista en Villamediana (Navarra), para lo cual estuvo en Londres negociando su compra y transporte durante un año y dos meses (real orden de septiembre de 1834 para formar una comisión que viajara a Londres para comprar y conducir a la península 300 cohetes de guerra, llamados a la congreve y varias otras máquinas pertenecientes a ellos).  El encargo fue ampliado y la reina Isabel compró alrededor de 5.000 cohetes Congreve con sus respectivos armones a cambio de enviar además una «Legión Auxiliar» voluntaria inglesa como ayuda para los isabelinos en el campo de batalla. En 1835 los cohetes y la «Batería de Cohetes», propiedad de la Legión (en la que iban incluidos, al menos, dos artilleros que habían trabajado con el mismo Congreve) fueron transportados a Navarra. Fueron usados en Ojacastro (Logroño), Villamediana (Logroño), Vendejo (Santander) y otros puntos con resultados efectivos.

El 18 de noviembre de 1835 se nombró a José Núñez Arenas gobernador civil de la provincia de Cuenca hasta su cese el 11 de junio de 1836. Allí descubrió una conspiración carlista en  Tarancón (Cuenca), el lugar de nacimiento del ya fallecido famoso periodista, inquisidor y fraile jerónimo absolutista manchego Agustín de Castro, director y casi único autor de la Atalaya de La Mancha en Madrid

Varios pájaros de cuenta, bien conocidos por sus ideas, así de parte de la Alcarria, como de pueblos de la Mancha, se proponían reunirse en el castillo de Almenara y formar una facción. El gobernador civil de Cuenca Don José Nuñez Arenas tuvo noticia del plan, según parece, por un anónimo que recibió el juez de Trancón; y certificado de la existencia de la trama, ha procedido á prender á los principales motores. Una comisión ha recorrido los pueblos del Horcajo, Torrubia, la Fuente, Almendros y otros, apoderándose de muchos de los carlinos, entre los que se cuentan el guardia de Almendros y un hijo suyo. Habiendo celo y decisión en las autoridades, todas las tentativas deben sofocarse en la cuna. Los gefes político y militar de Cuenca abundan en patriotismo, y con los medios que el ministerio acaba de confiarles sabrán cumplir con el deber de mantener en paz á los buenos y aterrados á los malévolos. (El Eco del Comercio, 17-I-1836).

En ese mismo año sufrió una peligrosa enfermedad de la que se repuso sin mayores problemas y se presentó como candidato a diputado junto con su nieto, el ya citado periodista Bernardino Núñez Arenas, por Ciudad Real. El 10 de septiembre de 1836 fue nombrado jefe político de la provincia de Valladolid, cuando ya era teniente coronel de artillería. Pero en octubre de 1837 es cesado en sus funciones “por haber abandonado la ciudad el 18 de septiembre ante la amenaza de invasión por parte de la facción enemiga de Zariategui”. En su descarga escribió Contestación a lo dicho y escrito contra el gefe politico de Valladolid, Valladolid, Imprenta de Aparicio, 1837. Alcanzó el grado de coronel de artillería y se presentó en 1839 como candidato a Cortes por Ciudad Real (El Corresponsal, 27 de junio de 1839) y un mes después por Valladolid, provincia de la que ha sido jefe político (Eco del Comercio 18 de julio de 1839).

En 1840 aparece en Santander, al parecer para establecer el orden en la plaza, revuelto por una limitada desafección carlista  (El Correo Nacional, 23-IX-1840 y 9-X-1840). En 1842 es destinado a Ciudad Rodrigo (El Correo Nacional 15-III-1842); en 1844 aparece en el Estado Militar de España con el grado de brigadier. En Cartagena lleva la maestranza de artillería en 1853 (El Balear núm. 1461, 7-II-1853). Fallece en 1861 en Murcia a los setenta y nueve años de edad (La Correspondencia de España núm. 923, 24-III-1861).

Algo más añade Robles en su espléndido trabajo sobre su familia. Hijo de los mismos José Núñez y Vicenta Palacios naturales de Ciudad Real, tuvo un hermano, Leoncio, que vivió en Huete (Cuenca), donde fue un humilde funcionario de Hacienda hasta que se introdujo en la administración de Correos. Casó con María del Carmen Blanco Buzó, hija de Francisco Blanco y de Francisca Buzó, naturales de Valencia, y tuvo al menos a dos hijos ya citados: el periodista Bernardino y el catedrático de la Universidad Central Isaac, ambos nacidos en Huete. Durante el Trienio Liberal, entregó a las Cortes un informe para la reforma de Correos.

Su hijo, el periodista, escritor y financiero Bernardino, fue junto a Ros de Olano, Ventura de la Vega y Espronceda uno de los fundadores del periódico El Siglo en 1834, puntal del Romanticismo. Liberal, al menos al principio, fue miliciano nacional, pero no era honrado y fue acusado de algunas irregularidades, entre ellas cobrar mordidas. Luego se lucró con la desamortización de Mendizábal; estos méritos le valieron una exitosa carrera como funcionario de varios ministerios, en especial de Hacienda, siendo además diputado a Cortes en seis ocasiones por las circunscripciones de Ciudad Real (1840), Madrid (1844) y Toledo (1857-65).  Fue además Oficial de los Consejos de España e Indias y de Hacienda pública, Jefe superior de Administración y Consejero real de Agricultura, Industria y Comercio, Director General de Agricultura y, durante el bienio progresista (1954-1956), Director de la Escuela de Montes situada en Villaviciosa de Odón, para la que escribió Cartas sobre la existencia y conservación de los montes, (1854), vocal de la comisión para la Exposición Universal de París de 1855. Aunque se jubiló en 1861, desde 1854 cobraba una pensión por incapacidad. Escribió la novela histórica El Siglo XVI en Francia, ó, Ulina de Montpensier (1831) y participó en la revista Observatorio Pintoresco (1837) con los artículos “Fragmentos de un Delirio”, “Un Recuerdo” y “El Sueño” y en el semanario enciclopédico El Iris, dirigido por su amigo y consuegro, el famoso editor Francisco de Paula Mellado. Fue socio de la Sociedad Económica de Amigos del País y del Liceo Artístico y Literario al menos desde 1838 y anduvo también por la tertulia del café Solito y la de “El Parnasillo” en el café Príncipe. Fundó El Siglo (1834) con Espronceda, Ros de Olano y Ventura de la Vega, que logró llegar a los 14 números a pesar de la censura. Como escritor político destaca su De nuestra situación. Moderados. Exaltados. Tercer partido (1840) donde abogaba por un tercer partido entre el progresista y el moderado, tercera vía que llevó a cabo luego O’Donnell en su nuevo partido Unión Liberal ayudado por José Posada Herrera... y precisamente como un hombre de Posada se define en un medio de prensa a Bernardino en estos años: la misma definición del clientelismo. Pasados algunos años, vuelve a presentarse ya en las filas de la Unión Liberal donde estará hasta el final de su vida. Así, lo hace primero en las lecciones de 1857 por la circunscripción de Illescas, y luego en 1858, 1863 y 1865, año en que fallece. Asistieron a su funeral el general O'Donnell, los señores Posada Herrera, el diputado Goicorrotea, el catedrático Coronado y Miguel de los Santos Álvarez entre otros.En las fichas del Archivo Histórico de las Cortes consta como su única profesión "propietario", pero además fue prestamista y uno de los fundadores del Banco Español de Ultramar, empresa que nacía impulsada directamente por el grupo económico de apoyo político a las empresas de Mendizábal. También fue socio fundador de la sociedad anónima mercantil La Gran Antilla, estrechamente ligada al banco anterior  y con intereses financieros en las islas de Cuba y Puerto Rico; algunos de esos intereses consistían en la compraventa de esclavos; en esta sociedad participaba también el tío de la reina Isabel II Francisco de Paula. Se casó con Fernanda Bravo Coronado, de la que tuvo cuatro hijos, entre los que cabe destacar a Matilde Núñez Arenas Bravo, que casó con Fernando Mellado Leguey (1842 - 1912), hijo de su amigo el famoso impresor y editor Francisco de Paula Mellado, y su nieta Carmen Mellado y Núñez, que se casó con Manuel Gutiérrez Jiménez, de Ronda, cuya hermana Isabel estaba casada con Saturnino Calleja, famoso creador de la editorial Calleja. Bernardino fundó en 1843 con el famoso Francisco de Paula Mellado “La Unión Literaria”, una fundición de caracteres tipográficos de imprenta y grabados, que luego cambió de nombre.

En 1838 José y Leoncio Núñez Arenas aparecen entre los 500 socios fundadores de la Sociedad para propagar y Mejorar la Educación del Pueblo, institución liberal a la que se debió la apertura de varias escuelas de párvulos y la publicación de manuales para los maestros, a imitación de las escuelas privadas inglesas; fue al parecer, según Robles, una de las pocas iniciativas de este tipo emprendidas en esta época en España que tuvieron algún éxito. Las escuelas de párvulos —equivalente español a las infant schools británicas y las salles d´asile francesas— (SCANLON, G.M. 1988: "Liberalismo y reforma social: la Sociedad para Propagar y Mejorar la Educación del Pueblo, 1838-1850", Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 10). Don Leoncio aparece entre 1847 y 1856 como Intendente Honorario del cuerpo administrativo de la Armada y se jubiló en 1852 como administrador de rentas (PARES). Entre sus escritos puede citarse una memoria sobre los portazgos y su reforma que llegó a discutirse en las Cortes en 1839.

Isaac Núñez de Arenas Blanco (1812–1869), el segundo hijo de Leoncio Núñez Arenas y de Carmen Blanco, estudió con los jesuitas en el Colegio Imperial de Madrid o Reales Estudios de San Isidro y se licenció en derecho en Alcalá de Henares (1837). Conocemos algo mejor su vida que la de su hermano Bernardino, porque Antonio Ferrer del Río escribió una  "Necrológica de Isaac Núñez Arenas", Boletín Revista de la Universidad de Madrid, 1869, tomo 1). Ejerció como abogado, auditor de guerra, periodista y escritor. Obtuvo por oposición en 1847 la cátedra de Literatura en la Universidad Central, y por entonces se hizo amigo de Manuel Milá y Fontanals, que obtuvo la de la Universidad de Barcelona; fue miembro de la Real Academia Española de la Lengua a partir de 1863. Abandonó la cátedra en 1862 para ser magistrado en el Tribunal Supremo de Guerra y Marina. 


Colaboró en La Legalidad, El Español, Juventud Republicana, El Nuevo Régimen, El Heraldo Escolar y La Asamblea Federal. Publicó una Gramática general, escrita conforme al programa de gobierno (1847), unos Elementos filosóficos de la literatura. Esthética (¿1853?, 1855, 1858), obra de claro contenido krausista según Raúl Angulo, Conservación del idioma y medios para conseguirla (1863), unas Bases y motivos en que funda la reforma del Tratado de Justicia, para la nueva ordenanza militar (1856), varios discursos y dos traducciones, una de los tres volúmenes del Curso completo de Filosofía para la enseñanza de ampliación de Joseph Tissot (Madrid, 1846-1847), que comprende 1.º Psicología, 2.º Lógica, 3.º Gramática general, 4.º Moral y 5.º Historia de la Filosofía. De estas partes, la Gramática es la citada anteriormente, añadida por Isaac, y la Historia de la filosofía, también añadida, es de Víctor Arnau. La segunda traducción, muy reimpresa, es de la célebre novela de Edward Bulwer Lytton Los últimos días de Pompeya (1850) realizada no desde el inglés, sino desde el francés. Trabajó asimismo activamente en las comisiones del Diccionario y de Gramática de la Real Academia de la Lengua entre 1858 y 1869 y redactó numerosos artículos para el Diccionario de sinónimos. Participó además en una edición de las Comedias escogidas de Juan Ruiz de Alarcón (1863) en tres volúmenes.

Casó con Matilde Castro Irastorza, de la que tuvo dos hijos: José y Manuel, este último casado con una nieta de Espronceda e hija de Narciso de la Escosura, Luz de la Escosura y Espronceda. Manuel fue abogado y bibliotecario del Congreso de Diputados, y falleció en 1931. Por último, según dice Robles, "un hijo de Manuel y Luz fue Manuel Núñez de Arenas y de la Escosura (Madrid, 1886 – París, 1951), enseñante, historiador y activista político, fundador de la Escuela Nueva en 1910, fundador también del Partido Comunista de España, y exiliado en Francia buena parte de su vida", de quien ya he escrito.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Formas de resolver problemas comunes con procedimientos de matemático

J. López García, "Diez formas de pensar y resolver un problema matemático", en ABC 19/06/2013:

«Las matemáticas son difíciles, pero si piensas matemáticamente todo se simplifica», así se explica en el libro 'Cómo pensar como un matemático' del profesor Kevin Houston

1.Cuestiónatelo todo

Una de las cosas más bellas de las matemáticas es que todo puede ser probado. No tienes que creerte todo lo que te digan. Si alguien dice que algo es verdad, tú puedes pedirle que lo demuestre. O mejor, si realmente quieres pensar como un matemático intenta probarlo tú mismo. Tu reacción siempre debe ser dudar e intentar encontrar un contraejemplo. Aunque al final el resultado sea cierto, el esfuerzo mental te ayudará a cuestionar otras afirmaciones en el futuro.

2. Escribe con palabras tu problema

¿Cómo puede ser que ponerme a escribir puede ayudarme a ser un buen matemático? —te estarás preguntando. Las frases son los ladrillos con los que construimos nuestros argumentos. Las matemáticas manejan argumentos para elaborar las demostraciones y probar las conjeturas. ¡No se trata de que te pongas a hacer cuentas como un loco! Muchos estudiantes no creen que esto sea necesario; suelen decir: «No me he matriculado en Matemáticas para escribir ensayos», o «¡pero si ya casi tengo la solución!». Si deseas comprender las matemáticas a fondo y pensar con claridad, escribir te obligará a cuidar tus argumentos. Si no eres capaz de describirlos, quizás sea por que no has comprendido el fondo del problema.

3. ¿...Y si fuera al revés?

Los teoremas matemáticos se basan en la lógica. Son silogismos que aseguran que si A es verdad, entonces B también es verdad. Pero si damos la vuelta al argumento, estaríamos afirmando que si B es cierto, entonces A también sería cierto. Por ejemplo, si digo: «si soy español, entonces soy europeo», su inverso sería: «si soy europeo, entonces soy español». Un buen matemático, cuando está seguro de que A «es necesario» para B, siempre se preguntará si lo contrario también es cierto. En ocasiones será cierto y en otras no, como sucede en nuestro ejemplo anterior. De serlo, se dirá que B «es suficiente» para A.

4. Utiliza la reducción al absurdo

René Descartes, precursor del uso de la lógica en las matemáticas y la filosofía
Lo contrario de la afirmación anterior de «si A es verdad, entonces B es verdad», implica que «si B es falso, entonces A es falso». Bueno, pues ¡podemos estar seguros de la veracidad de esta última afirmación! Si le damos la vuelta otra vez, nos encontramos la primera afirmación y viceversa. En nuestro ejemplo, podríamos demostrar nuestra afirmación «si soy español, entonces soy europeo», por reducción al absurdo, comprobando que es cierta su contraria: «si no soy europeo, entonces no soy español». Una prueba habitual en los tests psicológicos, conocida como tarea de selección de Wason, se basa en este recurso y por cierto, los resultados entre los encuestados son bastantes pobres, ¡menos del 10% consiguen hacerlo bien!Mira aquí si tú podrías hacer el test correctamente.

5. Lleva los ejemplos al extremo

Una buena estrategia es pensar: ¿Qué sucedería si utilizo el número 0 ó el 1?, ¿Cómo se comportaría una recta o una circunferencia? ¿Y si uso un elemento trivial que siempre sea nulo? ¿Y si tomo el conjunto vacío? ¿O la secuencia 1, 1, 1, ...? Estos ejemplos te ayudarán a comprender mejor el problema.

6. Crea tu propio mundo

Un matemático crea sus propios ejemplos, algunos serán normales, otros extremos y otros serán contraejemplos. Cuando conozcas el procedimiento de resolver un tipo de problemas, intenta ir más allá y busca problemas similares que no puedan resolverse con ese método y sea necesario mejorarlo.

7 Y si supongo que...

Comprender la demostración de un teorema puede llegar a ser difícil. No suelen explicarse los pormenores que justifican todos los pasos seguidos por el autor para llegar a las conclusiones o cómo fue descubierta la clave para alcanzar la solución. Es una de las cosas más difíciles a las que se enfrentan los matemáticos. Todos los teoremas dan por ciertas unas hipótesis iniciales. Por ejemplo, el teorema de Pitágoras da por supuesto un ángulo de noventa grados dentro del triángulo. Estas presuposiciones serán usadas antes o después en el transcurso de la demostración (de lo contrario serían innecesarias). Por tanto, tienes que estar atento al momento en que se hace uso de ellas en el transcurso del desarrollo. Conociendo su estructura, no necesitarás memorizar sus conclusiones.

8. Empieza por lo más complicado

Para probar que una igualdad es cierta, es mejor comenzar por el lado más complicado de los dos, intentar simplificarlo y reducirlo hasta llegar a la expresión del otro lado de la igualdad. Intentar partir de la ecuación completa, pasando de uno a otro miembro parte de los términos, sin darte cuenta podría llevarte a repetir en círculos los mismos pasos sin llegar a resolverla.

9. ¿Qué pasaría si...?

A los buenos matemáticos les gusta preguntarse: «¿Qué pasaría si, por ejemplo, prescindo de esta hipótesis?» Haciendo este experimento, podrás entender por qué un resultado es cierto o por qué se define de esa manera un elemento de la demostración. ¡Han aparecido nuevos y más elegantes teoremas a partir de condiciones iniciales más débiles que en el original! La idea es hacerse siempre nuevas preguntas.

10. ¡Explícate!

Cuando Sir C. Zeeman fundó el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Warwick, una de sus ideas para crear una atmósfera matemática en el centro fue la instalación de pizarras en los pasillos —y no sólo dentro de las aulas—, para que unos y otros pudieran explicar el trabajo que estaban realizando, favorecer la colaboración y contrastar los resultados. En el Instituto de Ciencias Matemáticas «Isaac Newton» de Cambridge, hay pizarras en los baños y en el ascensor, ¡qué sólo recorre dos plantas! Explicar a otros tus ideas contribuye a aclararlas y puedes aprender mucho con las sugerencias que ellos puedan aportarte o encontrar errores que de otro modo no verías. Busca a alguien con quien puedas hablar de tus problemas... matemáticos.

Si se aplica la lógica a los dogmas religiosos, tienen un defecto mayor a lo equivalente en los matemáticos, los axiomas; los primeros son incuestionables, pero con los segundos siempre existe la posibilidad de que alguien pruebe lo contrario. Además hay axiomas no probados cuyas consecuencias sí pueden probarse y demostrarse. Pero todo lo construido en base a Dios no puede ser probado, ni el Cielo, ni el Infierno, ni el Pecado, ni la existencia de un alma, a no ser que tomemos en serio una serie de fenomenos todavía sin explicación racional, los llamados milagros o fenómenos paranormales. Así que, si se cuantifica y no se rebate, eso no significa que la matemática no pueda ser rebatida en algún punto: con esto la matemática cambiaría, pero no desaparecería. Por el contrario, como supone Kant, la idea de Dios no puede ser rebatida en parte ni en todo, ni en el presente ni en el futuro, ya que si se refuta o se demuestra, la religión desaparece, no puede comprobarse. De forma que, si se trata de elegir en qué creer (dogmas o axiomas), serían preferibles los axiomas. Al menos se puede comprobar lo que uno construye con ellos, o, acaso, si lanzas una moneda común un millón de veces, lo más probable es que se tiendan a igualar la cantidad de resultados obtenidos (cara o cruz) y bajo mi ciencia asumo la posibilidad de algún resultado posible en el universo de resultados. Por el contrario no existe un experimento que se funde en la existencia de Dios; es incorrecto y dañino para los hombres que las religiones generen y promuevan ideas absolutas e incuestionables tanto como lo es la existencia de una sola verdad. En cambio la ciencia se construye en base al método. La realidad es mayor a nuestras explicaciones, pero esto no implica que las respuestas a lo que desconocemos todavía y sea inexplicado sea Dios; aunque, de hecho, a lo largo de la historia la idea de Dios y las religiones haya significado algunas veces subdesarrollo, destrozo de conocimiento, limitación del cuestionamiento y por ende limitación de crear conocimiento porque el conocimiento nace de la duda, Dios ofrece respuestas que son su misma pregunta, tautologías, y no puede probarse la existencia del alma, del cielo o de algo que implique que Dios existe... por eso esta teoría es la única que se cree antes de mostrar siquiera que tiene algún fundamento en al realidad, sino más bien es la expresión del miedo a la finitud del hombre, sin olvidar que la moral solo es personal, ya que, cuando la moral nace de la religión, nace de entender lo que es beneficioso para vivir en sociedad, simplemente. Y, si la  más grande creación de Dios el hombre, y por consecuencia Vos no puede, según tú, ser probada luego entonces por qué crees que existes? Asumes existencia si la defines de alguna manera, en especial podemos encasillar la realidad percibida como prueba de la existencia.

Rajoy también tiene un problema matemático. La solución es muy sencilla, pero todavía no ha dado con ella. Dice así: "¿Cómo es posible que habiendo subido los impuestos la recaudación haya disminuido?"

Si quiere la solución que se lo curre, que para eso cobra (y no poco).



B. Russel: "No creo que Dios haya elegido a los Judíos pues no los hubiera hecho tan feos... " Godel con sus dos teoremas de incompletitud  terminó por aniquilar a la ciencia como herramineta competente en Cosmología como la usan actualmente los ignorantes. Si la ciencia (hoy en dia basada fuertemente en la matematica y sobre todo en la probabilidad... a costa de la lógica es parte de la realidad, nunca podrá explicar esa realidad misma... (corolario de uno de los teoremas de Gödel: “¡Un sistema de n dimensiones solo puede ser completamente representado por uno de n + 1 dimensiones, lo que es totalmente lógico!). Para explicar la ciencia se necesitaria una metaciencia, de por lo menos una dimensión mayor. Y algunos llaman a esa metaciencia religión o ética. Schopenhauer: “Si Dios puede pensar, también debe poder digerir, ya que el pensamiento es la funcion de un órgano llamado cerebro, como la digestión lo es del estómago”. El pensar no puede explicar la realidad porque pensar pertenece a la propia realidad; es parte de ella. Pensar es una funcion del cuerpo y la ciencia su producto. Por eso existen misterios, que por esta misma verdad son misterios. La epistemologia o la gnoseologia es el conocimiento. La metalógica o la metaciencia es la descripción de cómo se realiza ese conocimiento. Cuando se describe cómo se realiza ese conocimiento para que sea fácil de entender, es cuando se habla de metalógica o de metaciencia.... Las lógicas del conocimiento y de la creencia son distintas y los mundos posibles también (Hintikka y Kripke). El pensar no asegura ni la realidad ni el conocimiento, pero el ser humano es un ser de realidades (Zubiri). Tomemos, por ejemplo, el axioma del paralelismo, las longitudes del mundo son paralelas en el ecuador pero se cortan en los polos; las paralelas no se cortan en el plano; pero ¿qué es un plano si no sabemos qué es una recta. Pensamos que una recta es la distancia más corta entre dos puntos, pero, ¿existe? Parece que no; en la tierra es prácticamente imposible, en el espacio, donde no hay obstáculos ni gravedad), también. Pero sí se puede ir de la Tierra a la Luna dando círculos (órbitas), ya que la recta es imposible.

jueves, 25 de agosto de 2016

Problema con trampita

Un problema con trampa: resolver 60 + 60 x 0 +1


En los comentarios de LinkedIn, que ya se acercan a los 4.500, muchos han asegurado que la respuesta es 1. Parece lógico. ¿No?

60 +60 = 120

120 x 0 = 0

0 + 1 = 1

Pues no. La solución es 61 porque hay que seguir el orden correcto al hacer las operaciones: división, multiplicación, suma y resta. Así que hay que hacerlo así:

60 x 0 = 0

Y luego:

0 + 60 + 1 = 61

domingo, 24 de julio de 2016

El falso problema de la pelota y el bate de base ball

Un bate y una pelota cuestan un dólar y diez centavos. El bate cuesta un dólar más que la pelota. ¿Cuánto cuesta la pelota?

Algunos tienen la tendencia a dar sin pensar una respuesta incorrecta y afirman con mucha seguridad que la pelota cuesta diez centavos. Pero la respuesta correcta es que la pelota cuesta cinco centavos:

El bate es lo que vale la pelota +1 dólar

De lo que podemos deducir, diciendo que la pelota valga X que:

x+(x+1)=1.10 {Pelota + bate}

Ya si simplificamos y resolvemos tenemos que:

2x + 1 = 1.10

2x = 1.10 - 1 = 0.10

x  = 0.10 / 2 = 0.05 == 5 céntimos

sábado, 12 de septiembre de 2015

Entrevista al matemático Javier Fresán

Entrevista de Ángel L. Fernández Recuero a Javier Fresán: «Las metáforas están condenadas a desvirtuar teorías cuya comprensión requiere años de aprendizaje», en Jot Down, septiembre de 2015:

Javier Fresán (Pamplona, 1987) es un joven matemático, inquieto, sagaz. Ha publicado varios libros de divulgación y recibido premios y distinciones que no vamos a enumerar aquí; él tampoco le da mayor importancia. De trato fácil y cercano, se muestra presto y generoso con la curiosidad de la gente, dispuesto siempre a hablar de matemáticas —y de lo que no son matemáticas—. Nos contará, entre otras, por qué es más sencillo resolver un problema matemático que amoroso o qué es lógica matemática y qué no lo es, si acaso podemos llegar a saberlo todo o por qué se ha dicho que una máquina no puede alcanzar al hombre. Desmenuzando mitos y dimes y diretes relacionados con la ciencia y sus alrededores se nos pasó la mañana volando, como debe ser. Y ahora vamos a contárselo.

Leibniz anticipó la aritmética binaria en 1679 en un ensayo póstumo titulado Demostración matemática de la creación y ordenación del mundo. El lema de la cubierta rezaba Omnibus ex nihilo ducendis sufficit unum (para generar el todo de la nada basta el uno). ¿Cuánto hay de matemático en esta frase y cuánto de metafísico?

Lo que hay de metafísico es la forma de enunciarlo; un matemático actual nunca lo plantearía en esos términos. Es curioso, porque los matemáticos del siglo XVIII utilizaban la palabra «metafísica» para referirse a una serie de ideas y analogías vagas que, a pesar de su formulación imprecisa, representaban un papel importante en sus investigaciones: eran su guía. Por ejemplo, leyendo sus obras podemos encontrarnos con una expresión como «la metafísica del cálculo infinitesimal». Lo explica André Weil en una nota de un par de páginas, que se titula precisamente De la metafísica a las matemáticas. La frase de Leibniz podría ser metafísica en este sentido. Convertirla en matemáticas es una tarea delicada; de hecho, si no supiera que habla de la aritmética binaria, mi primer reflejo habría sido interpretarla como una construcción, muy avant la lettre, de los números naturales a partir del cero, que es el cardinal del conjunto vacío. Leibniz diseñó un medallón con ese lema, que hace unos años se transformó en otro en homenaje a Gregory Chaitin y su constante Ω.

Te voy a contar algo sobre Leibniz que a mí me gusta mucho, tenía una idea que nunca pudo llevar a cabo: la de crear una lengua universal. Uno de los milagros de las lenguas —habría que decir del cerebro— es que, a partir de unos materiales relativamente pobres, seguimos produciendo combinaciones nuevas después de que millones de hablantes hayan usando las mismas palabras durante siglos. ¿Quién no ha tenido esa sensación al leer a un gran poeta? Aun así, Leibniz soñaba con un catálogo de ideas básicas que permitiera producir todas las demás. La idea de lago, por simplificar mucho, podría ser un compuesto de agua y de quietud, que formarían parte del catálogo. Lo que me más interesa es que el sueño de Leibniz sirvió probablemente de inspiración a Gödel para lo que hoy se conoce como gödelización, un modo de codificar los enunciados de la aritmética. Gödel había estudiado con fervor a Leibniz en sus años de formación, pero es una hipótesis difícil de demostrar.

Si llamamos autológico a un adjetivo que se aplica a sí mismo (por ejemplo «corto», que es corto) y heterológico a un adjetivo que no se aplica así mismo (por ejemplo «largo», que es corto), ¿de cuál de los dos tipos sería el adjetivo «heterológico»?

(risas) ¡Quieres que caiga en la paradoja de Russell! Fíjate qué historia: principios del siglo XX, Bertrand Russell está en su casa tranquilamente estudiando la obra de Frege y encuentra una paradoja de una simplicidad incontestable que da al traste con todo el proyecto de reducir las matemáticas a la lógica: es lo que él llama «el final de las mañanas alegres y felices». Lo cuenta Russell en su biografía: se pasó semanas, meses, sentado frente a un papel en blanco intentando resolver el problema. Cuando al fin se decide a escribir a Frege, el lógico alemán está corrigiendo las pruebas del segundo volumen de Los principios de la aritmética. En lugar de derrumbarse o de odiar a Russell, reconoce el error con la honestidad intelectual que debería caracterizar a cualquier científico. Y añade una nota a pie de página explicándolo. Su historia aún tiene mucho que enseñarnos. A menudo se ve en las paradojas el desencadenante directo de una crisis de fundamentos, pero la realidad suele ser más compleja: muchas veces las paradojas surgen porque alguien ya está removiendo los fundamentos. Gracias a la paradoja de Russell, se comprendió que no se podía basar una teoría rigurosa de conjuntos en la definición intuitiva de conjunto como una colección de cosas. Si así fuera, se podría construir el conjunto de todas las cosas que verifican una cierta propiedad y, cuando esa propiedad es «no ser miembros de sí mismos», surge una contradicción (otra respuesta consistirá en decir que «ser miembros de sí mismos» no es una propiedad bien definida, porque solo se puede aplicar la pertenencia a elementos de distinto tipo). Me pregunto qué conceptos hoy en día están en la misma situación que los conjuntos a principios del siglo XX.

El fenómeno de la paradoja no solo es fascinante en las matemáticas; en el ámbito comunicativo es el fundamento de las patologías psíquicas más graves. ¿La racionalidad del pensamiento impone un límite al concepto que una persona puede tener de su relación con el cosmos?

No me veo capacitado para responder a esta pregunta. Solo puedo decirte que la experiencia nos enseña que quienes no ponen límites viven en la irracionalidad más absoluta. El día a día de un matemático despierta mucha curiosidad. Una pregunta típica de sobremesa es si es más fácil resolver un problema de matemáticas o un problema de la vida, por ejemplo, una relación amorosa complicada. ¡No hay duda! Los problemas matemáticos sabrás resolverlos o no, pero al menos están bien formulados. Darse cuenta de que hay cuestiones que escapan a este tipo de formulación forma parte de esos límites…

Gregory Bateson decía que la lógica ordinaria no encaja con el ser humano porque para las personas estar en contradicción es una regla, no una excepción. ¿Existen otros tipos de lógica que puedan explicar los procesos cognitivos que no son puramente racionales?

Me gusta la cita. A menudo, de forma coloquial, utilizamos la palabra «lógica» como sinónimo de «sentido común», por ejemplo, cuando decimos que alguien actuó «con lógica». Eso no tiene nada que ver con la lógica matemática, que se ocupa más —por llevar las cosas a un extremo— de cómo «piensa» una máquina que de cómo piensa un ser humano; esa línea de pensamiento dio lugar precisamente a las máquinas de Turing. Un obstáculo fundamental para explicar los procesos cognitivos es que esta lógica clásica admite solo dos valores de verdad: verdadero o falso. Y eso es muy restringido, sobre todo cuando se trata de tomar decisiones. En 1917 Łukasiewicz propuso una lógica trivaluada, en la que un enunciado puede ser verdadero, falso o posible. Ese primer paso se radicalizó más tarde con la lógica borrosa, en la que los valores de verdad posibles son los números reales entre 0 y 1. Hace pensar en la probabilidad, pero es muy distinta: cuando tiras una moneda al aire, el resultado no deja de ser cara o cruz, aunque no podamos predecirlo; en la lógica borrosa, sin embargo, hay que imaginar monedas que caen 25% cara y 75% cruz, por decir algo. Esta idea ha tenido aplicaciones sorprendentes: hay, por ejemplo, «lavadoras borrosas» que deciden la duración del lavado o cuánto detergente hace falta en función de un valor de suciedad. De hecho, la publicidad de una de esas lavadoras nos prevenía de que la era borrosa había llegado. Hay todavía propuestas más radicales, como la lógica cuántica, pero eso nos llevaría demasiado lejos… 

Además de escribir libros has colaborado con varios medios de comunicación como El País, Público o la revista de literatura Clarín. ¿Sientes la crisis del periodismo desde donde escribes?

No puedo no sentirla, porque fui testigo directo del hundimiento de Público. No entremos en la penosa historia de un señor que juega a ser dueño de un periódico de izquierdas y un día despide a todos sus empleados porque no puede pagarles y al día siguiente compra el periódico que él mismo ha vendido, pero esta vez sin periodistas. Yo desde luego no he vuelto a visitar la edición digital desde entonces. Quedémonos con lo bueno: era la mejor sección de ciencias que ha tenido un periódico en español en los últimos años. Yo aprendí mucho de esas colaboraciones. Sobre todo de mis rifirrafes -siempre cariñosos- con la jefa, Patricia Fernández de Lis, a propósito de si un tema tenía «percha» o no, o de si mis artículos sobre los números primos eran más difíciles de leer que los que hablaban de aceleradores de partículas; le estoy muy agradecido. Y era un placer ir al quiosco y encontrarse con artículos de Lucas Sánchez o de José María Mateos, que tantas cosas me han enseñado. No sé qué paso: ¿nunca se recuperaron de aquella gran apuesta publicitaria de los 50 céntimos? Por suerte, la web Materia está llenando ese vacío.

¿Te atreves a decir hacia dónde se dirige la prensa escrita con los nuevos cambios de paradigma?

No. Si lo supiera ¡ya estaría haciendo la prensa del futuro! (risas)

Cuando entrevistaste a Pierre Cartier para Público, él reconoció que le gustaba ser un «matemático sin fronteras para contribuir a la paz o para ayudar a los matemáticos que luchan contra los regímenes dictatoriales». ¿Cómo puede la ciencia, en este caso las matemáticas, ayudar políticamente a un país?

Esa es una muy buena pregunta. Pierre Cartier es un personaje fascinante, al que tengo la suerte de tratar a menudo. La cita procede de una conferencia que dio en la Residencia de Estudiantes de Madrid, y que yo he traducido al español: son las memorias de un matemático comprometido. Tienes que pensar que el científico ya no es ese genio solitario que, tras meses de aislamiento en su laboratorio, da al mundo una obra magnífica. El contacto con otros colegas es continuo, ya sea a través de congresos o simplemente del correo electrónico, y eso crea unas redes muy potentes. La idea de Cartier es que se pueden utilizar esas redes para ayudar a países menos desarrollados o que viven bajo dictaduras, por ejemplo ofreciendo a los estudiantes la posibilidad de hacer el doctorado en Europa. Es una pequeña ayuda, pero cambiar una vida ya es mucho.

Otro aspecto interesante de la cuestión es la impenetrabilidad del trabajo matemático. Un día de enero de 1936, Shostakovich descubre, al leer Pravda, que ha caído en desgracia: su música es «intelectualista» y el hermetismo es «un juego que podría terminar mal»; parece que el artículo lo escribió el propio Stalin. Es difícil que eso le ocurra a un matemático, aunque haya matemáticas más «intelectualistas» que otras. No es una casualidad que, en la antigua URSS, muchas personas, que en otras circunstancias se habrían dedicado a la literatura o la filosofía, encontraran un refugio en las matemáticas. Es imposible que un régimen ataque a un matemático sin la colaboración de otros matemáticos: si permanecen unidos, son invencibles. Lo cual tampoco es un gran consuelo porque, como en cualquier otra profesión, siempre habrá diez personas dispuestas a denunciarte…

¿El caso contrario fue el de André Weil?

De esa historia no sabemos mucho más que lo que él mismo nos cuenta en Memorias de aprendizaje, su espléndida biografía. Weil había decidido desertar si lo llamaban a filas. Cuando estalló la guerra estaba de vacaciones al borde de un lago en Finlandia, cerca de la frontera rusa, junto a su mujer, Éveline. Todos los días trabajaban varias horas en una barca: él en un informe para Bourbaki, ella en unas prácticas de estenotipia. No es de extrañar que los dueños del hotel en el que se alojaban los tomaran por espías (algo que, por cierto, también le ocurrió a Gödel en un pueblecito del estado de Maine). Se abrió un dossier sobre Weil en la comisaría de Helsinki y lo detuvieron. Siempre según su versión, un matemático con simpatías nazis le salvó la vida y, tras toda una serie de vicisitudes, regresó a Francia para cumplir condena por deserción. Nunca se lo perdonarían. Weil se vio obligado a hacer carrera en los Estados Unidos: primero en Chicago, luego en Princeton. Es muy triste leer ese capítulo de su correspondencia con Henri Cartan, en el que se ve cómo, pese a los esfuerzos de su fiel amigo y colaborador, una y otra vez candidatos infinitamente menos valiosos que Weil obtienen las plazas a las que él se presenta. 

Ganaste el premio Arquímedes de introducción a la ciencia cuando cursabas la carrera, lo que te permitió hacer una estancia en el CSIC. Sin embargo, has decidido desarrollar tu carrera de investigador en Francia. ¿Qué ventajas tiene la investigación matemática con respecto a España?

Creo que la idea de una «ciencia nacional» pertenece al pasado. En un mundo como el nuestro, ¿a qué país pertenecen los descubrimientos? ¿Al que los paga? ¿Al del laboratorio en el que se realizan? ¿Al que, por un azar completo, vio nacer a los científicos que los realizan? Skype o arXiv tienen muchos más derechos que cualquier país sobre un teorema escrito en colaboración. Yo cuando me pongo a pensar en un problema, no me siento español ni francés: pienso en el problema. Pero no creas que estoy esquivando la pregunta: me fui a París en un momento en el que me apetecía irme a París y pensaba que la ciudad tenía cosas que ofrecerme. Después de cinco años, todavía me sigue sorprendiendo que, en un curso sobre la Divina Comedia en el Collège de France, haya que llegar media hora antes porque, si no, te quedas sin sitio en el inmenso anfiteatro, o que cien personas hagan cola bajo la lluvia para ver la nueva copia de Il Gattopardo. Volviendo a las matemáticas, hay que decir que en geometría algebraica y teoría de números París es invencible. No solo por una tradición de más de doscientos años, sino porque es un aglomerado de universidades y centros de investigación; apenas exagero si te digo que, si te apetece hablar con alguien, solo tienes que esperar un poco: antes o después pasará por allí. Y eso no es que no ocurra en España, ¡es que no ocurre en casi ningún sitio! Dentro de poco cambiaré París por el Max Planck Institute de Bonn, y no lo hago con melancolía: es una nueva aventura. La matemática española ha avanzado espectacularmente en los últimos años: hay excelentes matemáticos trabajando en áreas muy variadas: ecuaciones en derivadas parciales, teoría de Hodge, geometría aritmética, sistemas dinámicos. Antonio y Diego Córdoba, José Ignacio Burgos, Vicente Muñoz, Ricardo Pérez Marco… Que nadie se enfade: te digo solo los primeros nombres que me vienen a la cabeza. Me da miedo que las barbaridades políticas que estamos sufriendo frenen esa evolución. Ya casi es imposible conseguir una beca de doctorado en España. ¿Qué va a pasar con la generación siguiente?

Victoria Ley nos decía cuando la entrevistamos que en España a los matemáticos les cuesta bastante participar en programas de transferencia tecnológica. ¿En Francia cuál es la situación?

Pues creo que para un matemático puro la situación es la misma.

En El sueño de la razón comentas que Kurt Gödel aparece en varias ocasiones en la tira cómica Xkcd autodenominado «un cómic web de romance, sarcasmo, matemáticas e idioma». ¿Existe una versión del Teorema de Gödel para dummies o por su naturaleza ello es imposible?

Hace un par de años, Guillermo Martínez y Gustavo Piñeiro publicaron Gödel para todos, que es uno de los mejores libros de divulgación sobre el tema que conozco. En el prólogo mencionan un ensayo de Ernesto Sábato, en el que un físico trata de explicar a un amigo qué es la relatividad. Empieza hablando de curvatura, tensores y geodésicas, pero se ve obligado a rebajar poco a poco el nivel del discurso para que su interlocutor entienda; al final solo quedan trenes y cronómetros. «¡Ahora sí entiendo la relatividad!», exclama, entusiasmado, el amigo. «Sí, pero ahora ya no es la relatividad». Lo mismo ocurre con muchas otras ramas de la física y la matemática moderna: solo gracias a las metáforas pueden llegar al gran público. Y, por bellas que sean, aunque conecten áreas distintas del cerebro, como decía Platón, las metáforas están condenadas a desvirtuar teorías cuya comprensión requiere años y años de aprendizaje. Esa es la soledad del matemático.

El teorema de Gödel constituye una feliz excepción a esta regla. Su contenido se puede explicar como un problema de equilibrio en los sistemas axiomáticos y basta un poco de paciencia para dar una idea de las grandes líneas de la demostración. Supongamos que queremos fundar una teoría partir de una serie de principios básicos: necesitamos saber cómo escogerlos, de modo que podamos demostrar el mayor número posible de enunciados. El objetivo último sería demostrar todos los enunciados verdaderos para crear una teoría completa. Podríamos pensar que más axiomas conllevan más teoremas pero no nos conviene elegir demasiados porque, si lo hacemos, corremos el riesgo de demostrar una afirmación y su negación, y eso daría lugar a una teoría llena de contradicciones; en lenguaje técnico, decimos que no es consistente. Otra de las propiedades deseadas es la recursividad, algo más difícil de explicar que la consistencia, pero que consiste esencialmente en ser capaces de distinguir, mediante un número finito de operaciones, si un enunciado cualquiera de nuestra teoría es un axioma o no. Así que consistencia, recursividad y completitud. El teorema de Gödel dice simplemente que es imposible tener las tres cosas a la vez: si una teoría es consistente y recursiva, entonces no es completa. Es decir, siempre existirán enunciados sobre cuya validad nuestros axiomas no puedan pronunciarse. 

El teorema de Gödel ha sido utilizado conceptualmente por diferentes disciplinas sociales. En sus Imposturas intelectuales Sokal y Bricmont desmontan las teorías al respecto de varios intelectuales como Kristeva, Deluze o Lacan. ¿Tiene sentido aplicar el teorema de Gödel fuera del ámbito de las matemáticas, en el ámbito de las ciencias sociales?

A mí la historia de las impostura sociales es un tema que me encanta. Es una de esas cosas que me hubiera gustado hacer a mí. La historia es que el físico Alan Sokal, cansado de ver cómo algunos popes de ciertas corrientes de las ciencias sociales utilizaban conceptos científicos con el único objetivo de apabullar al lector, decide escribir una parodia de ese tipo de literatura y enviarla a la revista de mayor impacto del área. El artículo, con un título tan improbable como Transgrediendo las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica es aceptado, y cuando, poco después, su autor revela que se trataba de una broma, estalla un gran escándalo que llega a ser portada del New York Times. El libro Imposturas intelectuales, escrito en colaboración con el también físico Jean Bricmont, es una especie de versión ampliada, que explora sistemáticamente el abuso de una serie de ideas matemáticas y físicas por parte de los filósofos que has citado.

El teorema de Gödel, tal y como es, es un enunciado que habla de las matemáticas, de la aritmética, de las teorías axiomáticas, etc. Eso hace que sea prácticamente imposible aplicarlo a cualquier cosa de forma rigurosa que no sean las propias matemáticas; nada realmente es axiomático fuera de las matemáticas, ni siquiera la física, que sería lo más cercano. Sobre él se han dicho cosas como que explica «por qué hay que momificar a Lenin y exhibirlo a los camaradas en un mausoleo». Y 15 años después del caso Sokal aun me encuentro con un crítico literario capaz de escribir «si usamos un método científico para medir poemas, parece más interesante la estratigrafía que la topología, cuyas limitaciones, incluso en el propio campo matemático, quedaron demostradas por Gödel». Esto hay que verlo de forma positiva. Es decir, es un teorema que tiene tanto éxito, es tan fuerte, lo que dice es tan interesante que gente de lo más variopinta intenta aplicarlo. Por supuesto, es muy tentador preguntarse cuáles serían sus consecuencias para las realidades que nos rodean: a mí mismo me divierte imaginar una novela como un pequeño mundo axiomático, en el que siempre habrá alguna información sobre el protagonista que seré incapaz de conocer. ¿Llegaremos a saber algún día por qué se llama Quirke el detective de Benjamin Black? Pero sé que es solo un juego.

Sin embargo, en Hasta que el álgebra nos separe narras mediante un fascinante diálogo entre Lévi-Strauss y André Weil cómo las matemáticas pueden echar un cable a la observación participante. ¿De qué manera colaboraron estos dos grandes científicos del siglo pasado?

Esta es una historia distinta, realmente apasionante. Cada uno de ellos por sí solo lo es, de hecho. El mismo André Weil, casi fusilado en la frontera, era un tipo que había viajado muchísimo, durante toda su vida, dominaba bastantes lenguas, leía a los clásicos hindúes en sánscrito y en matemáticas hizo unas contribuciones increíbles.

Durante su estancia en Brasil, Lévi-Strauss se dio cuenta de que todas las tribus que estudiaba prohibían de algún modo el incesto, aunque el grado de permisividad fuese muy variable. Eso le lleva a formular la hipótesis de que la prohibición del incesto es una especie de eslabón entre la naturaleza, con sus leyes universales, y la cultura, en la que las reglas cambian de una sociedad a otra. Para respaldar su hipótesis, se lanza a un estudio exhaustivo de las relaciones de parentesco en las tribus que conoce y en otras muchas documentadas en la literatura. Hasta que se topa con los Murngin, unos aborígenes del norte de Australia, cuyas reglas de matrimonio no consigue explicar con los métodos que había usado hasta entonces (basados esencialmente en la enumeración de todos los casos posibles). Decide pedir ayuda a un matemático, pero el primero al que lo hace, Jacques Hadamard, le responde que «en matemáticas solo hay cuatro operaciones, y el matrimonio no es una de ellas». Fin de la colaboración. Por suerte, Lévi-Strauss conoce a Weil en el exilio neoyorquino. Weil, un hombre de una curiosidad insaciable, que había viajado mucho, que lo había leído todo; enseguida se interesa por el problema, y lo resuelve usando la teoría de grupos. El resultado será un apéndice a Las estructuras elementales del parentesco, la tesis doctoral de Lévi-Strauss.

Pero date cuenta que, al contrario del uso que hacen de la matemática Lacan y compañía, la colaboración de Weil y Lévi-Strauss se produce en un marco en el que sí que es posible crear modelos axiomáticos simplificados (de ahí el «elemental» del título). Si establecemos como hipótesis, pongamos, que todos los miembros de una tribu pueden casarse y que a cada uno de ellos le corresponde un único tipo de matrimonio que depende solo de su sexo y del tipo de matrimonio de sus padres, hemos reducido el estudio a un problema de teoría de grupos. Esa fue la intuición genial de Weil. Como él mismo explica en los comentarios a sus obras completas, el reto más difícil al que se enfrenta un matemático, al abordar un problema de matemática aplicada, consiste en traducirlo a su propio lenguaje. Me pareció que una historia tan atractiva como esta era la excusa perfecta para explicar al gran público algunas ideas de la teoría de grupos. Y como me divierte explorar nuevas formas de divulgación, decidí hacerlo mediante un diálogo entre sus protagonistas.

¿El estructuralismo ha matado definitivamente en matemáticas al intuicionismo?

Yo creo que no. Quiero decir, el estructuralismo suele ser, salvo en raras excepciones, un proceso posterior al descubrimiento matemático, un modo de dar forma y de adecuar a los estándares de rigor modernos el resultado de un fenómeno inexplicable en el que se mezclan la intuición, la analogía y el análisis de ejemplos. La propia historia de Bourbaki lo confirma: históricamente, el movimiento surge tras una serie de avances extraordinarios a finales del siglo XIX y en el primer tercio del XX (la teoría de conjuntos, la topología algebraica, los espacios de Hilbert, el álgebra moderna…). Por supuesto, la disección minuciosa de estas teorías dio lugar a nuevas propiedades, pero, de algún modo, lo esencial ya estaba allí. La gran contribución de Bourbaki fue crear un lenguaje matemático universal que sirviera lo mismo para la lógica que para la geometría algebraica o la probabilidad. Cada matemático tiene su método: hay quienes abordan los problemas situándose en estructuras lo más generales posibles y quienes prefieren una solución elemental para estar seguros de que es correcta. Pero hoy en día todos somos hijos de Bourbaki.

André Weil, como tú ya has comentado, fue uno de los fundadores del grupo Bourbaki, responsables entre otras cosas de hacer que los que empezamos en la EGB en los 70 odiásemos las matemáticas (aquello de los conjuntos, los cardinales…). Cuál es la pedagogía matemática más efectiva, ¿la de la abstracción o la contextualizada históricamente?

No creo que los miembros de Bourbaki fueran responsables de esa deriva pedagógica, sino una serie de conversos que, por normal general, no eran matemáticos. Y ya se sabe que los conversos son siempre los más fanáticos. Yo tuve la suerte de que me enseñaran 2+3=5 y no que «el cardinal de la unión disjunta de un conjunto de cardinal dos y de un conjunto de cardinal tres es cinco» (risas). Los excesos de aquella época no solo tuvieron consecuencias negativas para la generación que los sufrió, sino también para todas las posteriores porque, para paliarlos, se decidió eliminar toda abstracción de la enseñanza de las matemáticas. Se prohibieron las demostraciones, y este extremo es igual de malo que el otro. Eso no quiere decir que haya que volver a una pedagogía axiomática: lo ideal sería un método casi experimental en el que los conceptos vayan apareciendo poco a poco.

En un texto muy iluminador sobre la educación matemática, Vladimir Arnold explica que, en los años 60, dio un curso de teoría de grupos a alumnos de instituto; alejándose de los detalles técnicos y sin perder nunca de vista la física, en un semestre llegó a explicar la insolubilidad por radicales de la ecuación de quinto grado. También John Conway cuenta en una entrevista reciente que no decide el tema de una charla en función de la formación del público, sino solo la forma de tratarlo: si los estudiantes son jóvenes, insiste más en las ideas que en los detalles. Sin ser tan ambiciosos, ¿cómo es posible no explicar por qué hay infinitos números primos o por qué la raíz cuadrada de dos es irracional? Son dos ejemplos de demostraciones accesibles a todo el mundo, que además permiten enseñar una técnica muy útil en el razonamiento matemático: la reducción al absurdo. Eso es lo que echo de menos en la enseñanza de las matemáticas. Te confesaré que nunca me han interesado los juegos de mesa, y creo que es porque no tengo ninguna motivación para ganar. Con las matemáticas pasa lo mismo: es difícil interesarse por un problema si lo único que te enseñan son los pasos para resolverlo, sin saber por qué ese problema es interesante o dónde surge o quién lo ha estudiado antes que tú.

Clara Grima nos decía en una entrevista que en Japón, por ejemplo, hay programas matemáticos en la televisión con audiencias muy altas. ¿A qué se debe?

No veo ninguna razón por la que un programa similar no funcionara en España. De hecho, el balance de todas mis experiencias divulgadoras es siempre el mismo: las matemáticas interesan a la gente. Si lo haces bien, puedes tener en vilo durante una hora a un público de lo más variado hablándoles de números primos o de topología. Para promocionar la colección El mundo es matemático, El País tuvo la brillante idea, que luego copió Le Monde, de colgar en su web un vídeo con un problema matemático y dar una semana a los lectores para resolverlo. Fue un éxito increíble, nadie se lo esperaba. Yo mismo participé presentando uno de los desafíos, relacionado con las matemáticas de los procesos electorales. Recibimos unas 600 soluciones, y muchos de los que nos escribían nos contaban que esperaban con ansia cada nuevo vídeo; recuerdo un lector que me escribió: «Estoy resolviendo el problema en el hospital, con mi hijo recién nacido en brazos. A ver si así se aficiona a las matemáticas». Si eso no es interés…

Pero son raros los casos en los que realmente se aprovechan todos los medios de los que disponemos. El telediario, sin ir más lejos. Tienes delante a una audiencia de millones de personas y pierdes cinco minutos con partos en autobuses, explosiones de gas y otros sucesos sin interés alguno: ¡haz que aprendan algo!, háblales de ciencia, cuéntales la Odisea. El problema es que quienes están en condiciones de poner en marcha iniciativas como esta son los mismos que han conseguido que sea posible terminar 20 años de educación con una cultura lamentable y sin haber leído un solo libro. 

En Italia son muy de jugar con las palabras, en Francia está el Oulipo… Y en España no tenemos nada…

Bueno, nos gustan los juegos de palabras también. Sí que es cierto que visto desde fuera, claro, pensamos que el Oulipo es un fenómeno de masas, y son cuatro. Lo fueron en su momento y lo siguen siendo ahora.

Arquímedes aplicó el método Diagonal para calcular El Arenario (el número de granos de arena necesarios para llenar el Universo). Ahora hay matemáticos que intentan demostrar que cualquier número puede aparecer en las cifras decimales del número Pi. ¿Qué se esconde tras estos divertimentos? ¿Son solo un juego?

Es una cuestión de gusto. Yo creo que hay problemas más interesantes que ese, porque el hecho de que π contenga, pongamos, todas las cifras del 0 al 9 con igual frecuencia no es sorprendente: lo sería que el 3 apareciese mucho más que el 7. Pero todo depende de cómo presentemos el problema. La cuestión subyacente es de una simplicidad casi provocadora: ¿qué es un número? Empecemos por un ejemplo fácil: ¿cómo definimos la raíz cuadrada de 2? Es un número que, multiplicado por sí mismo, da 2; si lo llamamos x, cumple la relación x2=2. Los números de este tipo, que son solución de ecuaciones polinomiales, se llaman algebraicos. En cuanto a π, la forma más sencilla de definirlo es como el área de un círculo de radio uno; fíjate que no tiene nada que ver. Así que podemos preguntarnos: ¿es π solución de alguna ecuación polinomial? Y la respuesta es no; esos números se llaman trascendentes. Mi amigo Juanjo Rué y yo acabamos de escribir un librito sobre ellos para la colección ¿Qué sabemos de?, editada conjuntamente por el CSIC y por Los Libros de la Catarata. En cierta medida, los números trascendentes contienen una cantidad infinita de información, en contraste con los algebraicos. Si pensamos que cualquier texto se puede codificar mediante una secuencia numérica y π las contiene todas, significa que dentro de π está el Quijote. No hay duda de que eso hace más atractivo el problema, pero no es una razón matemática para interesarse en él… 

¿Existe algún método para generar números trascendentes cuyos decimales tengan una estructura determinada?

Sabemos que tienen que existir números trascendentes porque el infinito de los números reales es mayor que el de los algebraicos. Ese mismo argumento demuestra que casi todos los números son trascendentes: en un sentido técnico, la probabilidad de que un número elegido al azar sea algebraico es cero. Sin embargo, resulta extremadamente difícil decidir si un número dado es trascendente o no, y eso tiene que ver con la pregunta «¿qué es un número?» de la que hablábamos antes. El número π es trascendente, pero hubo que esperar hasta 1882 para tener una demostración. Cuarenta años antes, Liouville había construido los primeros números trascendentes: por ejemplo, 10-1+10-2+10-6+10-24+… es un número trascendente (los exponentes son los factoriales de los números naturales). En general, cualquier sucesión acotada de enteros positivos da lugar a un número trascendente con una cierta estructura. Pero se podría decir que esos números trascendente lo son por una razón tonta: admiten muy buenas aproximaciones por números racionales y eso contradice un teorema del propio Liouville sobre los números algebraicos. Mucho más interesante sería demostrar que un número como 1+1/8+1/27+1/64+… (la suma de los inversos de los cubos de los números naturales) es trascendente. Y de eso no tenemos la menor idea.

En la conferencia que diste en la UMP comentabas que el único problema común entre los famosos 23 que propuso Hilbert y los 7 del milenio es la demostración de la hipótesis de Riemann, de la que Marcus du Santoy ha hecho un libro alucinante titulado La música de los números primos. ¿Serviría un conocimiento avanzado de la distribución de los números primos para facilitar la ingeniería inversa de los métodos criptográficos basados en RSA y curvas elípticas o no tiene nada que ver?

Ambos sistemas criptográficos están basados en la existencia de operaciones irreversibles en tiempo polinomial. Déjame que te lo explique. En el caso de RSA, se trata de la multiplicación y la factorización: es muy fácil para un ordenador multiplicar dos números primos de entre 300 y 400 dígitos cada uno, pero, conociendo solo el producto, incluso la máquina más potente del mundo tardaría millones de años en encontrar los dos factores. La criptografía de curvas elípticas es más difícil de explicar, pero el principio es el mismo: cierta operación es fácil de realizar en un sentido, pero no en sentido contrario. Como la clave pública es el resultado de esa operación, aunque alguien la intercepte, para desencriptar el mensaje tendría que revertirla. De modo que la pregunta es si existen algoritmos rápidos de factorización, y yo no conozco ningún enunciado que los relacione con la hipótesis de Riemann. Sí que existe un procedimiento de computación cuántica, el algoritmo de Schor: el día en que se construya un ordenador cuántico con suficientes qubits, el método RSA dejará de ser seguro. Pero por ahora podemos estar tranquilos: el mayor número que se ha conseguido factorizar con ese método es 21 (risas). Con eso no quiero decir que no sea un avance de extraordinaria importancia. Una vez le escuché a Juan Ignacio Cirac compararlo con el paso de las cartas al correo electrónico: por mucho que mejore el correo postal, nunca será como un e-mail; es otra dimensión.  

¿Se ha abordado la indecibilidad de encontrar la existencia de un patrón en los números primos o no ha lugar?

De hecho, existen fórmulas que generan todos los números primos. Es una consecuencia del teorema de Davis-Putnam-Robinson-Matiyasevich que establece que un subconjunto de los números naturales es recursivamente enumerable si y solo si es diofántico. «Recursivamente enumerable» significa que existe un algoritmo que imprime, suponiendo que se le deje actuar indefinidamente, todos los valores del conjunto. Los números primos lo son porque, dado un número cualquiera, se puede decidir en un número finito de pasos si es primo o no, así que lo único que tiene que hacer la máquina es ir examinando los números naturales uno a uno e imprimiendo solo aquellos que sean primos: 2, 3, 5, 7, 11… «Diofántico», por su parte, quiere decir más o menos que existe una ecuación con coeficientes enteros cuyas soluciones son exactamente los elementos del conjunto. Por ejemplo, los números pares son diofánticos, pues son las coordenadas x de las soluciones de la ecuación x-2y=0. Gracias al teorema que he mencionado, sabemos que los números primos son diofánticos, de modo que existe una fórmula que los genera todos. En los años 70 se encontró un tal polinomio, en 26 variables.

Pero eso no permite predecir cuál es el siguiente número primo a uno dado: su distribución sigue siendo un misterio. Usando otra vez los factoriales, podemos ver que existen intervalos tan grandes como queramos sin números primos. En efecto, n!+2, n!+3, …, n!+n es un intervalo de longitud n-1 sin ningún número primo, porque n!+2 es divisible por 2, n!+3 por 3, y así sucesivamente, hasta n!+n, que es divisible por n. Aun así, el matemático Yitang Zhang acaba de demostrar que existen infinitos pares de números primos separados por una cantidad menor que una cierta constante. En su artículo, Zhang establece el valor de esa constante en 70.000.000. Gracias a un proyecto de colaboración masiva online, Polymath, en un par de meses se ha conseguido reducirla a 14.950. El objetivo es llegar a 2, lo cual daría una respuesta positiva al problema de los primos gemelos. 

En psicología el modelo más utilizado de explicación de la mente humana es el que asimila los procesos cognitivos como los procesos de computación. Por otro lado, en base a la lógica difusa y las redes neuronales estamos avanzando en I.A.. En tu opinión, ¿buscamos replicar al ser humano a través de modelos o ponemos de manifiesto nuestra naturaleza con la búsqueda de los mismos?

El intento de comprender el cerebro y, en última instancia, de reproducirlo es un producto del cerebro. Virgilio llama afortunado al que conoce las causas de las cosas: no hay nada más humano que la voluntad de comprender. Y la inteligencia sigue siendo un misterio en una época que ha desvelado los secretos de tantas cosas. Por desgracia, mi conocimiento de las redes neuronales y los algoritmos genéticos es solo el de un lector interesado. Hay argumentos muy famosos contra la inteligencia artificial, pero ninguno de ellos se sostiene. Podríamos pasar horas hablando del test de Turing o de la habitación china de Searle; también el teorema de Gödel tiene reservado su papel. Los detractores de la inteligencia artificial explican, a grandes rasgos, que ninguna máquina puede emular al cerebro porque si le diéramos uno de los enunciados indecidibles cuya existencia predice el teorema, la máquina se pasaría toda la eternidad intentando demostrarlo o refutarlo, mientras que un ser humano sería capaz de ver que es indecidible. El problema es que, entre las hipótesis del teorema de Gödel, está la consistencia. y no está nada claro que demostrar la consistencia sea más fácil para un ser humano que para una máquina. De hecho, lo que a menudo se conoce como segundo teorema de Gödel afirma que la consistencia de la aritmética no se puede demostrar «sin salirse» de la aritmética.