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miércoles, 19 de noviembre de 2025

El libro de poesía más largo del mundo, escrito por Raymond Queneau

 De María Delgado en Quora

¿Sabías que existe un libro que nadie podrá terminar de leer… aunque solo tiene 10 páginas?

En 1961, el escritor francés Raymond Queneau publicó lo que muchos consideran el libro más largo del mundo:

Cent mille milliards de poèmes (Cien mil billones de poemas).

A simple vista parece sencillo — solo diez páginas, cada una con un soneto.

Pero hay un truco: cada verso está impreso en tiras recortadas, que pueden combinarse con los versos correspondientes de los otros sonetos. El resultado: 10¹⁴ combinaciones posibles — ¡es decir, cien mil billones de poemas únicos! Si alguien intentara leerlos todos, necesitaría unos 200 millones de años, sin parar para dormir ni comer. Cada combinación forma un poema con ritmo, rima y sentido — y lo más fascinante es que probablemente leerías un poema que nadie ha leído antes.

Raymond Queneau, miembro fundador del grupo literario Oulipo, quiso demostrar con esta obra que la imaginación puede ser infinita cuando se combina con las matemáticas.

Un libro de solo 10 páginas… con más poesía de la que toda la humanidad podría leer en la eternidad.



miércoles, 5 de noviembre de 2025

Juan Carlos Peinado, un juez que no sabe escribir, por Álex Grijelmo

Juan Carlos Peinado, un juez que no escribe bien, en El País, por Álex Grijelmo, 5 NOV 2025:

Es difícil entender que alguien con esas carencias haya llegado a magistrado del juzgado de instrucción número 41 de Madrid.

El juez Juan Carlos Peinado no sabe escribir bien. Desconoce los usos de las mayúsculas, de la puntuación, las concordancias, la oportunidad de los gerundios, la relación entre oraciones, el hilo narrativo. El lenguaje claro no va con él.

Se hace difícil asumir que alguien que sufre esas carencias haya llegado a magistrado-juez del juzgado de instrucción número 41 de Madrid, desde el que ha encausado a un ministro y a la esposa del presidente.

La exposición de 32 folios mediante la que elevó al Supremo su acusación de falso testimonio y malversación contra Félix Bolaños, firmada el 23 de junio, es un desorden expositivo que empieza con una frase de 166 palabras nada menos (un párrafo entero: 12 anchas líneas), a la que sigue otra de 161 (el segundo párrafo completo, de 13 largos renglones).

(Esta columna suma hasta aquí 138 palabras en total, para que ustedes se hagan una idea).

El citado segundo párrafo del auto contiene siete comas de más, derramadas a voleo; en el tercero (de 6 líneas), sobran cinco. En el cuarto (de 8), seis comas… y así sucesivamente. En otra frase ¡de 26 líneas! se esparcen 21 comas incorrectas, que junto con lo intrincado de la redacción convierten la lectura en un suplicio. Comas entre sujeto y verbo, entre verbo y complemento. Comas absurdas.

Frases tan enrevesadas oscurecen las argumentaciones, incluso si se releen los párrafos para discernir entre las oraciones principales y las extensas aposiciones, con incongruencias como esta: “Se tuvo la necesidad procesal de proceder a la apertura de una pieza separada (…) derivada de la indicada apertura de pieza separada”.

Pero en los folios 8 y 9, que recuerdan la regulación del falso testimonio, la puntuación se vuelve impoluta. Eso lleva a sospechar (y a confirmar) que procede de mano ajena, por un cortapega de otras resoluciones similares. Sin embargo, en el folio 10 reaparece el lío; y después de otros tres folios impecables, en la página 15 regresa el desastre: “(…) Que ese hecho, fue negado, por dicha persona, Raúl Díaz Silva, cuando declaró, en dos ocasiones, como testigo y bajo juramento, los días 14 y 28”. (...) “Y lo que constituye el indicio principal, para que, se eleve, esta Exposición razonada, por el delito de falso testimonio en causa Judicial, además de por el delito de Malversación”.

El folio 21 recoge la declaración de un testigo, pero con 96 líneas de seguido, sin delimitar los turnos de palabra; sin rayas de diálogo ni punto y aparte alguno, casi siempre sin el signo de apertura de interrogación y a veces con él pero sin el de cierre, de modo que con frecuencia no se distingue quién inquiere y quién contesta.

Esos mismos errores se repiten en el auto que el mismo juez firmó el 23 de septiembre, donde se lee un fundamento segundo con una frase de 220 palabras en la que no soy capaz de discernir cuál es el verbo principal.

Alguien se preguntará por qué me fijo en este magistrado y no en otros. Ah, ¿hay otros que redactan igual? Más a mi favor. Porque entonces se hace aún más imprescindible que el Poder Judicial desempolve el Informe para la modernización del lenguaje jurídico (2010) y exija a todos los jueces su cumplimiento. Y que el acceso a la carrera judicial incluya pruebas por escrito que evalúen la capacidad para razonar con claridad, sobre un papel y no con respuestas orales y memorísticas que se lleva el aire. Habría venido bien interceptar a tiempo la incompetencia lingüística (termómetro de otros males) de quienes con palabras argumentan, condenan o absuelven; y cuya negligencia expositiva constituye un desprecio a los ciudadanos y da pistas acerca del caos mental con el que se supone hacen justicia.

lunes, 6 de octubre de 2025

Entrevista de Espada a Rafael Sánchez Ferlosio tres años antes de su muerte. El estilo.

 I

 Rafael Sánchez Ferlosio: "Todo es diversión. El ocio es lo único. Estoy muy desolado y cabreado", en El Mundo, entrevista con Arcadi Espada, 2 - VIII - 2016:

El autor de obras fundamentales como 'El Jarama' arremete contra casi todo. No le gusta Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez, odia los toros y a Ortega y Gasset. Pero evoca con ternura a sus dos hijos muertos. No elude hablar de su primera mujer, Carmen Martín Gaite, ni de su padre, Rafael Sánchez Mazas. Y, por supuesto, se explaya con 'su' hipotaxis. Ahora, Debate acaba de editar el segundo volumen de sus Ensayos

Por la mañana han degollado a un cura en Normandía. Por la tarde sigue el calor y ni siquiera se puede echar la culpa al Gobierno. En la mesa del comedor, un ejemplar de Gastos, disgustos y tiempo perdido, el segundo volumen de sus Ensayos que publica Debate con el afectuoso cuidado de Ignacio Echevarría. El librote recoge casi todos sus escritos de los periódicos, pero sería una desorientada canallada vincular ese origen con el título. La inaudita obra de Ferlosio se ha hecho sobre todo en los periódicos. Ya es desgracia que haya sido al modo de Ortega, su antípoda, su anticristo, hasta tal punto presente que, para una vez que sale de casa, viaja hasta Roma y compra allí con ilusión de niño una reproducción de la vera effigies de Santo Tomás de Aquino, advierte ya de regreso en Madrid, al desenrollar la efigie para enmarcarla sin tardanza, "algo que superaba cualquier límite de lo que mi simpatía por el santo habría estado dispuesta a soportar". Y era el mal aire, el parecido remoto, pero suficiente, del santo con José Ortega y Gasset; con lo que huelga decir que tuvo que ir a parar sin más ni más directamente a la basura. "Y es que hay que ser cuidadoso con los gastos, porque a veces, especialmente en los viajes, parece que andamos alegremente por ahí comprando cosas como tontos". El escritor, afectada su mácula, ve muy mal. Trata de leer con lupa y escribe con grandes trabajos, aunque con el benéfico efecto de que ha mejorado su caligrafía. Está, como siempre, furioso y desesperado con las noticias. Y la furia durará hasta que llegue su nieta Laura a la casa y la tarde se haga mansa.

RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO: Es que la niña es hasta humorista. ¡Usa el sarcasmo! ¡Tiene 11 años y usa el sarcasmo! ¡La adoro, la adoro!

ARCADI ESPADA: Vas al oculista, mañana.

FERLOSIO: ¡Vamos a ver! Me he dejado ir mucho y estoy mal.

ESPADA: ¿No puedes escribir?

FERLOSIO: Muy difícil. Aunque estoy recuperando la buena letra...

ESPADA: ¿Y dictando?

FERLOSIO: He usado amanuenses, pero era cuando tenía la escritura muy seguida. Y ahora con las desesperaciones, las enfermedades... ¡El estado del mundo me produce tal indignación, tal ira, me produce tales fobias...! Con los terrorismos y los antiterrorismos. El mundo está...

ESPADA: ¡Mondo cane!

FERLOSIO: Y luego... ¡Es que no suprimen nada...! Ni una vuelta ciclista. Todo pasa arrollando. Sobre todo las diversiones, que hay una infinidad, más que nunca. Todo es diversión. El ocio es lo único. Estoy muy cabreado y desolado. El capitalismo lo ha puesto todo a la venta. Hasta el futuro. ¡Los mercados de futuros! Y aquí este hombre, que ni quiere formar Gobierno ni dejar de formarlo. Me cabrea mucho. ¿A ti no te indigna Rajoy?

ESPADA: No es el que más me indigna. Claro que quiere formar Gobierno. Pero no le salen los números ni le facilitan que salgan. ¿Qué va a hacer? Tampoco le vamos a suplicar que deje de ganar elecciones.

FERLOSIO: Ya. Y luego este Sánchez...

ESPADA: Este me parece con más culpa, la verdad.

FERLOSIO: ¡Es un mediocre increíble! Y tiene esta señora andaluza... Parece buena señora. Pero de provincias, claro. No es más que para gobernar una provincia.

ESPADA: La actualidad te sigue poniendo a mil.

FERLOSIO: Sí, muy cabreado. Me veo muy cabreado.

ESPADA: También en eso todo lo contrario del literato. La actualidad no te ha dejado sosiego.

FERLOSIO: Sí. Tengo que vivir la actualidad. ¿Qué voy a hacer? Yo he vivido sobre todo de los periódicos.

ESPADA: ¿Y continúas?

FERLOSIO: Sí, aunque ahora no matizo. Sólo puedo ver los titulares. Cosas elementales. Así que sólo puedo decir cosas elementales sobre todo. El terrorismo, por ejemplo. La diferencia que hay entre que los hombres y los terroristas maten y los policías abatan. Esa forma del bien y del mal tan acomodaticia y tan ciega.

ESPADA: Sería una discusión interesante saber si estamos obligados a usar el mismo verbo para la acción de unos y de otros.

FERLOSIO: Un hombre no es un pájaro. Pero ya te he dicho que sólo puedo ver los titulares... Sigo pensando que esto ha de romperse por algún lado. No veo que pueda seguir funcionando por la fórmula de los negocios. Por la fórmula de capital financiero antes que por la economía real. Esto de real... se le llama a demasiadas cosas, por cierto.

ESPADA: Al socialismo también... ¿Te acuerdas del socialismo real?

FERLOSIO: Ah, el socialismo realmente existente... De socialismo realista nunca hubo nada, claro.

ESPADA: Eso del progreso. Tú has vivido una guerra civil, una guerra mundial, Auschwitz, la catástrofe del comunismo, los estragos del capitalismo, que tan frenético te ponen. Yo estoy para cumplir 60 años. Siempre he vivido en paz, digamos. ¡La paz cuenta! No es fácil sostener que el mundo vaya a peor.

FERLOSIO: Humm... El estado de guerra es muy amplio hoy. Sudamérica, el desastre de la incompetencia retórica de ese payaso de Venezuela. La incompetencia de Argentina... La abundancia de payasos en nuestro mundo. El mismo Estados Unidos. No me digas que Trump...

ESPADA: Es un caso impresionante. Trump viene detrás del presidente más preparado, más cerebral y menos demagógico que ha tenido América.

FERLOSIO: A mí me parece, sobre todo, un hombre bienintencionado. Y parece que muy de confiar. Pero ha mantenido el estado de guerra... Ha mantenido Guantánamo.

ESPADA: Más o menos ha mantenido la guerra. Selectivamente, que dice. Con el ¡abatimiento! de Bin Laden.

FERLOSIO: Pues no sé. No sé si ha sido un hombre tan capacitado como necesita el tiempo. Ahora está la señora...

ESPADA: Clinton.

FERLOSIO: Sí. Esta señora es un poco afectada, pero tuvo una buena intención con lo del seguro médico hasta que fue derrotada por las compañías de seguros. Si recuperara esta buena intención... Pero antes habrá de ganar al payaso. Y no será fácil.

ESPADA: Este segundo volumen de los Ensayos es, sobre todo, una crónica del socialismo. ¿Tampoco ha habido progreso en España?

FERLOSIO: Con ETA hubo grandes aciertos. Debido también a la deshonestidad, porque las cosas que hizo Felipe fueron gordas, en su uso de los secretos imperiales. Metió la puñalada por abajo. Metió la razón de Estado. Si aceptas el Estado, aceptas la razón de Estado. Pero claro... Esto del terrorismo, sin embargo. Este uso de la palabra victoria.

ESPADA: ¿Qué quieres decir?

FERLOSIO: Me indigna que hablen de victoria sobre los muertos. "Pero ¡conseguiremos la victoria!", dicen. Te han matado y dices que victoria. Victoria no quiere decir nada. Lo que tienes que hacer es tratar de que no te vuelvan a matar.

ESPADA: Humm... Míralo al revés. En realidad, si nosotros no ganamos es porque el terrorismo nunca puede ganar. ¿Qué es victoria para los terroristas?

FERLOSIO: Nada, claro. Una palabra puramente simbólica. Pero victoria sobre ellos también. Demasiado simbólica.

ESPADA: El nacionalismo ha evolucionado mal en España.

FERLOSIO: Esa superstición.... La palabra identidad. La odio profundamente. Identidad personal, nacional, colectiva... No es más que un fetiche. No me cabe en la cabeza. ¡Las cosas que dicen los catalanes! Ah qué cosas dicen... Se sienten mirados. Como los que entran en el Liceo. Una vez comenté ese momento del paso de la sociedad estamental a la burguesa, llevando en la cabeza dos escritos de dos burguesas catalanas, uno de Emma Cohen y otro de aquella que había sido editora... ¿Cómo se llama?

ESPADA: ¿Regás? ¿Rosa Regás?

FERLOSIO: Eso es. "Entre los que entran en el Liceo y los que aguardan hay un intercambio de miradas. Por primera vez los dos existen para el otro y cada uno de ellos puede ser el otro. Unos pueden subir y otros caer". Ahí está el paso del orden estamental al burgués.

ESPADA: No he leído eso. O no lo recuerdo

FERLOSIO: Era un comentario, ¡nada menos!, que de Hegel. Una ilustración comentando a Hegel con mi ignorancia feroz. Yo tengo unas lecturas demasiado superficiales y demasiado pobres para hablar seriamente y con competencia de muchos autores que cito. No soy un hombre culto. Yo no soy más que un ilustrado a la violeta. He leído por encima. A veces acierto y digo las cosas bien. Pero sólo eso.

ESPADA: Hace algunos años decías que eras un escritor de islitas.

FERLOSIO: No me acuerdo de eso.

ESPADA: Sí, que de pronto te empeñabas en saber mucho de algo. Pero que esos saberes no estaban conectados entre sí.

FERLOSIO: Ah, bien. Pero no es falsa modestia. El conocimiento y el volumen de estudios de algunas personas es tan superior al mío... Por ejemplo Tomás Pollán. ¡Es que sabe muchísimo!. No puedes imaginar el abismo que hay entre mi ilustración y la suya.

ESPADA: Decías sobre la superstición del nacionalismo. Una superstición muy exitosa.

FERLOSIO: También hay una razón de venganza. No se puede olvidar lo que ha pasado. En los años 60 fui a Barcelona con mi primera mujer, Carmen Martín Gaite. Sería por el Nadal, o algo así. Paseando vi una librería que tenía en el escaparate un mapa muy bonito de una región de Cataluña. Entré y le pregunté a la mujer si tenían los mapas completos, de todas las regiones. Y me contestó que no. Que los últimos los habían mandado retirar, porque los topónimos están en catalán. ¡La persecución llegó a los topónimos! Había un chiste. Creo que era un chiste, porque no creo que se llegara a tanto. El turó dels tres hereus: El cerro de los tres herederos. Y lo tradujeron, al parecer, El cerro de los muy felices, con el francés.

ESPADA: No he oído nada de eso. Ni en chiste. Pero dices venganza.

FERLOSIO: Es que prohibir el catalán hasta los topónimos, hombre, eso es increíble. El impulso de la venganza es fundamental. No es el único, pero es gordo. "Lo que han hecho con nuestra lengua no tiene nombre".

ESPADA: Y esa venganza es justa. Justas esas políticas de identidad, esa moral del pedo que es el nacionalismo a tu decir.

FERLOSIO: Justo lo diría Dios si estuviera mirando. Yo me abstengo.

ESPADA: Como decías has sido un gran lector de periódicos. ¿Están cada vez peor?

FERLOSIO: Sí, cada vez peor. He sido muy dado a los periódicos. Y he tenido ahí la gran complicidad de Demetria que se los lee de cabo a rabo. Sobre todo, El País, de cabo a rabo. Hubo un año en que dejé de leer los periódicos. En el anterior matrimonio. Un año entero.

ESPADA: ¿Por qué?

FERLOSIO: Porque la gramática me absorbía de tal manera... Aquellos años que me dediqué a los altos estudios eclesiásticos, alguno de aquellos años, hasta dejé el periódico.

ESPADA: ¿Te acuerdas de aquel libro que íbamos a hacer, con aquel título tan bonito que le pusiste, Estos últimos años...?

FERLOSIO: Me acuerdo.

ESPADA: Y que no quisiste hacer.

FERLOSIO: Y cómo vamos a hacerlo ahora, con los años que ya tengo yo.

ESPADA: ...

FERLOSIO: Ya.

ESPADA: Hubiéramos explicado bien la época de la gramática y otras épocas.

FERLOSIO: Ya.

ESPADA: Estábamos en los periódicos. Tomaste siempre la actualidad para hablar de lo intempestivo, por así decirlo. En este volumen, por ejemplo, están los grandiosos artículos sobre Rafael Ortega, una lección, incluso práctica, sobre el barroco. Y, por cierto, explica Echevarría que no has querido incluir el primero de la serie, que se titulaba El abyecto. ¿Por qué?

FERLOSIO: Le pareció mal a Demetria.

ESPADA: ¿Quién era el abyecto?

FERLOSIO: El que tiraba al ruedo papel de retrete...

ESPADA: Un entendido.

FERLOSIO: Sí, del tendido seis. Pero a Demetria le pareció mal. Decía que los artículos eran más benignos y que ése chirriaba.

ESPADA: No había leído esos artículos taurinos. Son extraordinarios. Sobre a dónde llevan. Además están escritos en muy poco tiempo, creo.

FERLOSIO: Sí. Al día siguiente... ¡Ahora he aborrecido tanto los toros...! Pero claro, odio a España, tengo que odiar los toros.

ESPADA: De lo más normal.

FERLOSIO: ¡Qué voy a hacer!

ESPADA: ¿La razón sintética de ese odio?

FERLOSIO: Sólo te puedo decir por qué cosas odio. Odio por los Sanfermines de Pamplona. Odio por las Fallas de Valencia. Odio por la Virgen del Rocío. Odio por Feria y Semana Santa de Sevilla.

ESPADA: Y por la tomatina de Buñol.

FERLOSIO: ¡Eso es sobrevenido! Pero la tomatina de Buñol, Dios mío. Y lo han hecho bien de interés cultural.

ESPADA: Pasa en todos los países.

FERLOSIO: Pero uno sólo lo siente agresivo en su país. Las cosas de la monarquía inglesa por ejemplo. Son muy agresivas. Pero nada tan agresivo como todo lo de tu país.

ESPADA: Expresiones de la identidad y del espectáculo. ¡Lo peor, ya sabes!

FERLOSIO: Desde luego.

ESPADA: En cualquier caso ese odio tuyo es españolísimo. Si habla mal de España, será español.

FERLOSIO: ¿Es un refrán?

ESPADA: Sí, no sé si lo atribuyen a alguien. Un refrán, un chiste. Espera, lo busco.

FERLOSIO: No lo había oído...

ESPADA: Este: "Oyendo hablar a un hombre, fácil es acertar dónde vio la luz del sol; si os alaba Inglaterra, será inglés, si os habla mal de Prusia, es un francés, y si habla mal de España, es español".

FERLOSIO: ¡Ja! No lo conocía.

ESPADA: Siempre he querido preguntarte sobre tu lengua... ¿Tu hipotaxis, tu gusto por la subordinación, es empeño o instinto?

FERLOSIO: Yo creo que es más bien un empeño. Es decir, una pedantería. Hubo una vez que me gustó tanto... Hubo una frase concreta, que te podía decir cuál es. Una holandesa. Una frase larga. Me gusté. Pero luego. Qué idiota te pones con lo de la hipotaxis... Tú eres tonto. ¡Si tienes unas hipotaxis ridículas! El fracaso de la hipotaxis es: "Don Alfonso VIII, bla, bla, bla, Don Alfonso VIII veníamos diciendo".

ESPADA: ¡Completo!

FERLOSIO: La claudicación más vergonzosa de la hipotaxis. ¡Y a mí me pasaba mucho! Si te metes en la hipotaxis la frase ha de doblar limpiamente el cabo de Hornos, sin meterse por el Estrecho de Magallanes.

ESPADA: ¡¡Muy bien!!

FERLOSIO: Esto es así.

ESPADA: En el nuevo librote hay dos artículos de los años 60, de Abc, que no son nada hipotácticos. Por cierto, que en el de Lope de Vega hay esa frase de que cuando un español sale simpático no hay quien lo aguante.

FERLOSIO: Es que no hay quien lo aguante.

ESPADA: Oye, y de dónde era la holandesa.

FERLOSIO: De Las Semanas del Jardín. Un texto sobre Manrique: "Así como una bola de billar impulsada por fuerza hacia delante...". No me acuerdo.

ESPADA: La busco y la leemos. Y vemos si dobla el cabo.

FERLOSIO: Esta sí lo dobla.

ESPADA: Aquí está: "Así como una bola de billar impulsada por fuerza hacia delante, pero llevando oculto en sí un efecto de rotación contrario -en relación con el plano de la mesa- al del sentido de su traslación, avanza patinando por el paño más no bien choca con la roja esfera del mingo contra el que ha sido impulsada, agotando del todo contra ella ese obligado impulso, libera espectacularmente ante los ojos la oculta y no extinguida rotación y desde el punto muerto del encuentro recelera de pronto en vivo retroceso en el sentido exactamente inverso al que avanzara, así también la palabra de Manrique, que predica esforzadamente la estima del futuro, tratando de arrastrar los corazones en el sentido del tiempo adquisitivo, al ir a dar contra el mingo del ayer cercano, el rojo mingo de un recuerdo vivo -rojo como la roja esfera del sol crepuscular- deja prevalecer de pronto la persistente rotación interna del deseo inextinguido (piaga per allentar d'arco non sana) y retrocede irresistiblemente en el sentido del tiempo consuntivo, al reencuentro, al abrazo de ese mismo ayer tan contra corazón negado y abjurado".

FERLOSIO: ¡Llegué! Tal vez el Petrarca...

ESPADA: ¡Ja! Piaga per allentar... "Aunque se afloje la cuerda del arco, la herida no cura", el viejo Petrarca recuerda a Laura. Aflojado por la edad, pero incurable...

FERLOSIO: Bueno, ahora lo desacredito. Es una tontada. Pero bueno. Aprendí que las frases han de pasar el Cabo de Hornos.

ESPADA: Pero seguiste escribiendo hipotáctico.

FERLOSIO: Pero sin exagerar.

ESPADA: Y has escrito así en los mismos periódicos. ¡Plantando tus reales hipotácticos en el reino de la parataxis, del sujeto y predicado! Con un par. Aunque combinado con el laconismo de esos aforismos tuyos. ¿Qué te lleva al pecio y qué al periodo largo?

FERLOSIO: El pecio lo determina mucho el contenido...

ESPADA: Dos maneras extremas de escribir.

FERLOSIO: Sí.

ESPADA: ¿Las anfetaminas tienen algo que ver con el uso del período largo?

FERLOSIO: Las anfetaminas tienen que ver con todo lo que yo he hecho.

ESPADA: Un estilo anfetamínico.

FERLOSIO: Eso es. Hasta el punto de que me salía escribir en endecasílabo, y lo tenía que suprimir. Cuando traduje a Víctor de Aveyron. Aún me acuerdo: "Que hasta entonces con no pequeño enojo / se había visto obligado a soportar". Dos endecasílabos. Me salían así por las anfetaminas.

ESPADA: Oye... ¿Has llevado una buena vida?

FERLOSIO: No puedo estar descontento. Hombre, he tenido desgracias grandes, pero... Dos hijos muertos, sobre todo. Un hijo pequeñito que murió a los seis meses. Eso se pasa con el tiempo. Pero claro mi hija de 27 años, Marta, fue un golpe muy terrible.

ESPADA: "Campanita de convento...".

FERLOSIO: Me sugería cosas, Marta. Me mandaba: «Pon tal cosa».

ESPADA: ¿Cuántos años tenía entonces?

FERLOSIO: A los 20 ya me ayudaba. Murió a los 27... Se hizo con aquellos amigos que la querían muchísimo. Cuatro murieron. Diego Lara. Su mujer. El hijo de aquel psiquiatra...

ESPADA: Castilla.

FERLOSIO: Castilla del Pino, eso es. Y Marta... Ella tuvo la suerte de morir la primera y no vio la muerte de los otros, que fueron muriendo uno a uno. La última, la mujer de Diego Lara, que era una muy buena traductora de alemán.

ESPADA: ¿Como se llamaba el bebé que murió?

FERLOSIO: Miguel... Y ahora con esta criatura, Laura...

ESPADA: La nieta petrarquiana.

FERLOSIO: Esta criatura es que bueno... Me tiene...

ESPADA: ¿Hay diferencias entre ser padre y abuelo?

FERLOSIO: Ninguna. La paternidad es un sentimiento único.

ESPADA: Tu padre...

FERLOSIO: Creo que fui su preferido. Creo que puedo decirlo. Y él me era muy simpático. A veces entraba en mi cuarto y me hablaba. Por ejemplo entró un día con un libro. Y me dijo desde la puerta: "¿Puedes creer que alguien haya escrito esto?: 'Gémula iridiscente'". Ortega, claro.

ESPADA: Qué ocurrencia.

FERLOSIO: Y no sobrevenida. ¡Perfectamente planeada! Las ocurrencias sobrevenidas son de otra especie. Aquello de Cervantes de El viejo celoso: "Lavar quiero a un galán las pocas barbas que tiene con una bacía llena de agua de ángeles, porque su cara es como la de un ángel pintado".

ESPADA: Maravillosa.

FERLOSIO: ¡Es una frase de una gratitud erótica, sexual, tan inmensa...! Pero eso le sobrevino a Cervantes cuando ya tenía medio entremés escrito. Tan improvisada, tan espontánea y tan maravillosa. Imposible que la pensara antes.

ESPADA: Es clásico en ti. Tú piensas escribiendo.

FERLOSIO: Sí... Pero a veces uno traza un plan para que se pueda decir esta frase que dices. Pero vaya, en este caso es imposible. Cervantes se encontró con esa frase. "Las pocas barbas que tiene". Medio imberbe el joven.

ESPADA: ¿Cuando estuviste casado con Carmen os leíais los textos uno al otro?

FERLOSIO: Sí. Yo lo que recuerdo que nos leía siempre, porque era ya mayorcita Marta, que nos leía el libro más bonito que tenía. A mí sus novelas nunca me habían gustado mucho. Pero tenía un libro que se llamaba El proceso de Macanaz.

ESPADA: Una investigación formidable.

FERLOSIO: El mejor libro que tiene. El día que leyó el final, me acuerdo... Ya los bienes de Macanaz habían sido embargados, revendidos... Y decía en las últimas líneas: "... y en punto de chocolate". Nos hizo mucha gracia que entre los apuntes del inventario estuviera el de unas onzas de chocolate de las que no había señal ninguna, y que se hiciera constar que con mucha razón los que hicieron las diligencias se lo pudieron haber comido. A Marta le hizo mucha gracia. Macanaz es su mejor libro.

ESPADA: De sus novelas me gustaba mucho Ritmo lento.

FERLOSIO: Me acuerdo, sí. Y un cuento bonito es Caperucita en Manhattan. Pero con Macanaz no se podía comparar nada.

ESPADA: ¿Tú le leías también?

FERLOSIO: Sí, también.

ESPADA: ¿El Jarama, por ejemplo?

FERLOSIO: Quizá. No me acuerdo bien si El Jarama se lo he leído a pocos... o a muchos.

ESPADA: ¡Ja, ja!

FERLOSIO: ...He escrito mucho. Tengo los armarios llenos de carpetas y de libretas.

ESPADA: No has hecho más que escribir.

FERLOSIO: Sí, gracias a las anfetaminas. Las jornadas...

ESPADA: Las jornadas.

FERLOSIO: Dos días y dos noches escribiendo sin parar. De pronto me daba cuenta de que se me clavaba una cosa de la silla, el comienzo de la pata en la nalga. ¡Tengo que cambiar de postura, tengo que cambiar de postura! Pero no podía moverme. Sólo escribir. En fin, era la época triunfante de las anfetaminas y de la mejor, la Dexedrina spansule, que era norteamericana.

ESPADA: ¿Sólo escribías gramática con las anfetaminas?

FERLOSIO: Sobre todo. Pero también otra cosa. Sin anfetaminas he escrito poco yo.

ESPADA: ¿El Jarama? ¡Ya ves que insisto en el tema tabú!

FERLOSIO: El Jarama es anterior a la buena y sistemática administración anfetamínica.

ESPADA: ¿Y luego?

FERLOSIO: He seguido escribiendo igual con anfetaminas. Con otros productos menores. Tomando unas cosas que más o menos son adelgazantes de señoras.

ESPADA: O sea que todo lo has escrito con anfetaminas.

FERLOSIO: Muy poco sin, la verdad.

ESPADA: ¿Cómo te ponía la cabeza?

FERLOSIO: Metida ahí.

ESPADA: En el asunto.

FERLOSIO: Ahí. Imbuido. Sin salir. Preso. La anfetamina ha sido una necesidad de la pereza.

ESPADA: Uf. Menos mal.

FERLOSIO: No sé.

II

Rafael Sánchez Ferlosio. Un estudioso del lenguaje metido a prosista genial, en El Mundo, por P. Unamuno, 31/07/2016:

Desde el comienzo, las pintorescas industrias y andanzas de Rafael Sánchez Ferlosio lo han acabado reduciendo para muchos a una suerte de personaje atrabiliario que, mire usted por dónde, ha escrito algunas de las novelas capitales en español del último siglo y una monumental obra ensayística que ahora se amplía para el público lector.Sánchez Ferlosio nace en 1927 en Roma, donde su padre, el cofundador de la Falange, Rafael Sánchez Mazas, trabajaba como corresponsal del diario Abc. Estudia Filología en la Universidad Complutense, donde conoce a quien será su mujer, Carmen Martín Gaite. Más tarde se integra en el Círculo Lingüístico de Madrid, en el que coincide con Agustín García Calvo. Junto a Ignacio Aldecoa, Juan Benet, Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre y la propia Martín Gaite, funda la Revista Española.

Poco antes de su matrimonio publica Industrias y andanzas de Alfanhuí, a la que sigue El Jarama, una obra fundamental de la que Ferlosio acabará abjurando. En lo que Josep Maria Castellet ve "la gran novela realista del antifranquismo", el autor parece que únicamente ha pretendido indagar en los retos del lenguaje y la escritura que le interesan en aquel momento. De manera que el éxito de su libro se le atraviesa a Ferlosio de tal manera que emprende lo que parece una espantá memorable y quizá no lo es tanto. Lo que le lleva a encerrarse en su casa durante 15 años apenas dista de su propósito confeso al crear El Jarama. "Agarré la Teoría del lenguaje, de Karl Bühler, y me sumergí en la gramática y la anfetamina...", escribió en Archipiélago. Habían bastado "el horror y la repugnancia por el grotesco papelón de literato" que se cernía sobre su cabeza para retirarse de la circulación y entregarse a jornadas enteras (hasta cuatro seguidas) de estudio y escritura a las que seguían 24 horas de sueño por agotamiento.

Si Sánchez Ferlosio es excéntrico, lo es a fuerza de ser consecuente -fiel, si se quiere- con su idea de novela, de literatura y de la vida en general, pues no es persona que se deje adocenar por modas o formulismos. El catedrático Jordi Costa lo define como un "escéptico racional" y una especie de "monje ascético" que sólo se atiene como escritor al mandato de crear la obra más perfecta posible en sí misma, sin otras consideraciones. Un hombre así, autor además de innumerables textos en prensa, es capaz de presentarse un día de 2001 en la redacción de EL MUNDO, por entonces en la calle Pradillo de Madrid, para entregar una carta al director, perfectamente ajustada a los requerimientos y la extensión previstos, en la que desmiente diversos aspectos lingüísticos de un artículo publicado en el diario. Es un hombre que no quiere que su texto tenga entidad de columna sino sólo de carta, que declina saludar al director y se va, callado y distante, por donde vino. El retiro de años de Ferlosio dio lugar a la especie de que se negaba a escribir más ficción, y es cierto que durante años no dejó de parir textos relacionados con la naturaleza del lenguaje que, según él, superaban en "200 o 300 veces lo publicado". La sequía narrativa terminó, de todos modos, con la memorable El testimonio de Yarfoz, de 1986, que casi ganó el Premio Nacional de Literatura. Ferlosio sí obtendría años más tarde el Nacional de Ensayo, por Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, el Cervantes y el Nacional de las Letras Españolas en reconocimiento de toda su carrera profesional.

jueves, 5 de junio de 2025

Malentendidos lingüísticos, Álex Grijelmo

 Malentendidos por un contexto equivocado, en El País, Álex Grijelmo, 4 jun 2025:

Los errores ocurren cuando alguien vuelca sobre un mensaje la interpretación más próxima a él, y no la del emisor.

Muchos malentendidos de las relaciones personales se deben a que las mentes lingüísticas de los hablantes viven en diferentes contextos, aunque se encuentran a un metro el uno del otro.

Si nos invitan a una cena y nos dicen que vendrán otras dos parejas y al llegar encontramos a dos hombres ya dos mujeres conversando entre sí, pensaremos que los cuatro forman dos parejas mixtas. Solo con una adecuada información contextual descubriremos que no; tal vez después de haber metido la pata tres o cuatro veces.

Esto último no se deberá a un sesgo heteropatriarcal, sino a un proceso cognitivo llamado juicio de probabilidad, que aplicamos cuando, al faltarnos el contexto real, imponemos el nuestro. Ese mecanismo falla a veces, pero al cerebro humano le sale a cuenta el pequeño margen de error: examine con detalle todas las posibilidades en cada situación, y cada rato resultaría angustioso y lento.

Si llegamos a una isla desierta y vemos tres cigüeñas rojas de una en una, creeremos que todas las cigüeñas de esa isla son rojas, aunque se trate de las únicas tres cigüeñas rojas de la isla. Ahora, una vez que somos conscientes de haber aplicado la interpretación falsa, en la siguiente ocasión similar no activaremos ese prejuicio porque lo habremos suprimido del cajón de las experiencias pertinentes.

La frase “mi hermana salió de la cafetería y se dirigió al banco” admite dos interpretaciones de “banco”. Si quien la oye o lee no dispone de más contexto, activará en su mente la experiencia más próxima o más intensa. Supongamos que ha estado hace poco en una entidad financiera. Sin remedio, imaginará que la mujer salió de la cafetería para ir a una sucursal; y solo deseará esa idea si le cambia el contexto: "Mi hermana salió de la cafetería y se dirigió al banco. Después se sentó en él y se comió unas rosquillas".

Por el contrario, si el interlocutor sabe que la hermana suele sentarse en un banco del parque, recreará esa imagen y solo la anulará en el caso de que la frase continúe de otro modo: "Mi hermana salió de la cafetería y se dirigió al banco. Allí sacó dinero, pero no pudo comer las rosquillas".

El papa Francisco incluyó en su primer mensaje en Instagram este ruego: “Rezad por mí”. Eso admitía dos sentidos: 1. “Rezad en mi favor”. 2. “Rezad en mi lugar”. La opción 1 es la más probable según nuestra experiencia, y la que aplicaremos sin dudar. Ahora, si luego nos presentan como más adecuado para el caso la opción 2, se producirán la sorpresa y el efecto chistoso, como sucedió entonces: "Ha dicho que recemos por él. Lleva dos días en Italia y ya quiere que le hagan otros el trabajo".

Con ese mecanismo de acierto o error juegan los humoristas. Pero a veces se llega a malentendidos que producen dolor, a causa de que el hablante no se expresa con claridad y el oyente confunde el mensaje en función de su memoria, sus prejuicios, sus deseos o sus miedos. Es decir, su contexto.

Por ejemplo, cuando alguien recibe un wasap que dice “No quiero perder el tiempo contigo” y lo interpreta como “No me interesas nada” y no con el sentido que le había dado el emisor de “avancemos deprisa en la relación porque lo tengo muy claro”. De ese modo, el pesimismo del receptor activa su falso presagio de rechazo.

En situaciones así, acerca de las cuales quedan ustedes advertidos con esta columna, un mismo mensaje admite dos interpretaciones opuestas pero verosímiles. Y por eso es crucial no terminar ahí la conversación, sino explicar el emisor lo ocurrido y comprender el receptor lo explicado. Y ya de paso, reírse ambos por el error. A ser posible, tras hablar de ello con calma en un banco.

jueves, 13 de febrero de 2025

P. G. Wodehouse

 Sobre uno de los autores que más me han gustado en mi carrera de lector, el sobrino eterno P. G. Wodehouse:

 "¡Gracias, P. G. Wodehouse!", en El País, 13 de febrero de 2025, por Daniel Gascón:

Hace 50 años falleció el que tal vez haya sido el mejor novelista cómico de siglo XX y un genio del lenguaje

Mañana se cumplen 50 años de la muerte de P. G. Wodehouse, quizá el mejor novelista cómico del siglo XX. Se le recuerda por el mentecato Bertie Wooster y su mayordomo Jeeves, o por el castillo de Blandings, donde el noveno conde de Emsworth se enorgullece de su cerda mientras su hermano Gally aterroriza a todo el mundo con el proyecto de escribir unas memorias. Wodehouse, nacido en 1881, era un hijo del imperio británico. Su padre era magistrado en Hong Kong. Se crio sin mucho contacto con sus padres, entre niñeras y tías (las tías son una fuente constante de terror cómico en su obra). Le encantó el internado y no pudo estudiar en Oxford por motivos financieros. Entró a trabajar en un banco; lo detestaba. Empezó a vender obras a revistas. Trabajó en Broadway y en Hollywood; sus novelas tuvieron mucho éxito. Vivió dos guerras mundiales. Su ficción recrea una Inglaterra idílica y casi invariable, con una clase privilegiada entre excéntrica y cabeza de chorlito. Uno de los episodios más controvertidos de su vida ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Residía con su mujer en Francia; los alemanes los detuvieron. Estuvo internado en Polonia. Le obligaron a hacer cinco emisiones de radio desde Berlín. No era propaganda: “Muchos jóvenes que comienzan su vida me preguntan: ‘¿Cómo se llega a ser prisionero?’ Bueno, hay varias maneras. Mi propio método fue comprar una casa de campo en el norte de Francia y esperar a que llegara el ejército alemán. Probablemente es el plan más sencillo. Tú compras la casa y el ejército alemán se encarga del resto”, decía en la primera emisión. Lo acusaron de traidor; Orwell fue uno de sus pocos defensores. Aunque fue rehabilitado, Wodehouse no volvió a su país; en 1947 se trasladó definitivamente a Estados Unidos. Escribió más de 90 novelas, además de películas, obras de teatro, relatos. Era un autor popular y un escritor de escritores: lo admiraban Auden, Waugh, Kipling. (Sobre él han escrito hace poco Jorge Freire y Daria Galateria; Anagrama ha publicado muchas de sus obras y un ómnibus.) Era tímido, generoso, meticuloso e infatigable. Inventó personajes y situaciones inolvidables, pero era sobre todo un genio del lenguaje, con un talento asombroso para los símiles: “Una vida de almuerzos había hecho que su pecho se desplomara a la entreplanta”, “Parecía una oveja con una pena secreta”, “Una tía llamaba a la otra, como dos mastodontes mugiendo en la ciénaga primigenia”. ¿Dónde empezar? ¿El código de los Wooster? ¿De acuerdo, Jeeves? Cualquier sitio es bueno: como decían Mathew Parris y Stephen Fry en una conversación sobre The Master, es difícil distinguir a Wodehouse de un rayo de sol.

domingo, 26 de enero de 2025

Cómo evitar el bloqueo del escritor

 De Álvaro García, en su Jardín mental, "Cómo Evito el Bloqueo Creativo y Dejo de Mirar la Página en Blanco. La única técnica que me ha funcionado" 15 de enero de 2025

Esa sensación de estar frente a la página en blanco y ser incapaz de escribir…

Es frustrante y, casi siempre se debe a la falta de dirección. Si con frecuencia te sientas a escribir y no sabes ni por donde empezar, tengo buenas noticias para ti: no necesitas enfrentarte a la página en blanco jamás.

Hay una forma eficiente y simple de comenzar: haz un esquema de escritura.

Al principio creía que empezar con la hoja en blanco cada mañana era la rutina de cualquier escritor, pero tras más de 150 artículos en Substack en menos de un año, diseñé un método con el que escribo más rápido y disfruto mucho más del proceso.

Comencemos.

1. Cómo hacer un esquema de escritura

Abre tu ordenador o toma una libreta. Piensa en un tema sobre el que quieras escribir. A continuación, comienza a listar todas las ideas que te vengan a la mente relacionadas con ese tema. Da igual el orden, solo escribe lo que pienses.

Una vez tengas esa lista, selecciona las ideas más interesantes.

Ahora, lo que vas a hacer es transformar cada una de esas ideas en un concepto central para un apartado de tu texto. Por ejemplo, supongamos que estás escribiendo sobre "Cómo mejorar tu productividad." Es probable que tus ideas iniciales hayan sido algo como esto: Productividad: Distracciones, tecnología, horarios, trabajo en equipo, ahorro de tiempo, agotamiento, tareas...

De esas ideas, seleccionaste las que realmente aportan valor y luego las desglosaste en acciones claras y aplicables.

Aquí te dejo un par de ejemplos de cómo hacerlo:

Cómo mejorar la productividad

“Las distracciones son un problema.”

¿Cuáles son las distracciones comunes?

¿Cómo eliminarlas?

Pasos para eliminarlas

Paso 1

A más específico, más práctico y aplicable será. Al final el esquema será algo así:

Introducción: ¿Por qué es importante la productividad?

Idea 1: Identifica tus distracciones y elimínalas.

Idea 2: Crea un horario y cíñete a él.

Idea 3: Delega tareas para trabajar en equipo.

Conclusión: Tu productividad depende de tu disciplina.

Una vez que tienes hecho tu esquema, el trabajo más difícil ya está hecho.

2. Título: Responder a un asunto o problema

Ponte en la piel de quienes te leen: ¿qué buscan en ti? ¿Qué necesitan resolver o saber? Un buen título te ayuda a aclarar el resto del texto. Evita títulos amplios y difusos, trata de acotar claramente de lo que vas a hablar.

El título delimita el asunto.

Cambia “Cómo Escribir Mejor” por “7 Técnicas Para Vencer El Bloqueo Creativo”.

Cambia “Cómo Ser Productivo” por “3 Hábitos Matutinos Que Cambiaron Mi Día”.

Cambia “Aprende a Programar” por “Guía Para Dominar Python Desde Cero”.

¿Notas la diferencia?

Un título amplio y genérico pierde fuerza porque no promete nada concreto. En cambio, un título específico responde a una pregunta o necesidad real.

Cuando alguien me dice “cómo escribir mejor”, mi primera reacción es: ¿Escribir mejor qué? ¿Libros? ¿Artículos científicos? ¿Emails? Y si es “mejor”, ¿a qué se refieren? ¿Más claridad? ¿Menos errores? Sin definición clara, quien escribe y lee terminan perdidos.

El título es la brújula, úsalo para indicar el rumbo que tu texto va a seguir.

3. Introducción: Poner en valor al texto

La introducción debe dejar claro por qué merece la pena seguir leyendo.

La realidad es que la mayoría de contenido en redes se consume rápidamente, saltando entre líneas y, con frecuencia, no tardarán ni 5 segundos en decidir si seguir viéndolo o irse. Por eso es crucial ser conciso y claro.

Presenta brevemente el asunto o problema (el bloqueo creativo, en este caso), y propón una solución aplicable (como hago aquí). Asegúrate de dejar claro por qué merece la pena tu contenido, qué valor aportas frente al millón que hay en la red.

Yo me hago estas preguntas en mi esquema de escritura.

¿Qué puedo enseñarte?

Ejemplo: “Si alguna vez te has enfrentado a la página en blanco sin saber por dónde empezar, te diré herramientas prácticas para superar ese momento.”

Ejemplo: “Voy a mostrarte cómo puedes escribir correos atractivos incluso si tienes timidez y 0 experiencia escribiendo.”

¿A quién voy a escribirle?

Ejemplo: “A una persona creativa que escribe o comunica y le interesa saber la mejor manera de hacer que sus palabras tengan un impacto.”

Ejemplo: “Personas inexpertas en el mundo de la programación informática no saben nada todavía.”

¿Por qué es valioso lo que te cuento?

Ejemplo: “Lo que digo no es teoría, son herramientas que he usado para escribir cientos de artículos y que me han ayudado en tiempo récord.”

Ejemplo: “No te voy a dar consejos genéricos, sé lo difícil que es la programación, así que hice el trabajo duro por ti y te diré solo lo importante”.

¿Por qué puedes confiar en mí?

Ejemplo: “Tras décadas escribiendo para periódicos y plataformas con audiencias enormes, he cometido todos los errores posibles antes de encontrar lo que funciona.”

Ejemplo: “Como programador autodidacta que comenzó sin saber nada, sé exactamente qué obstáculos te encontrarás y cómo evitarlos.”

Cuando tienes claras las respuestas a estas preguntas, la introducción se escribe sola. Y no te preocupes si crees que no tienes nada que aportar, la realidad es que todo el mundo tiene algo que contar, solo que no lo has puesto aún en valor.

Si la introducción es una invitación, estás dando razones para aceptar tu invitación.

4. Ideas principales: Dar valor

A estas alturas ya tenemos casi todo hecho, queda mi parte favorita.

Con tu esquema "preparado" ahora solo necesitas llenar los espacios. Comienza a escribir bajo cada idea principal como si estuvieras explicándoselo a un amigo. Habla de forma sencilla y no te preocupes por el estilo. Luego, cuando lo hayas escrito todo, podrás releerlo y ajustar la longitud, nivel de detalle y tono.

Solo asegúrate de responder de forma específica y aplicable a lo que prometiste.

5. Conclusión: Lo que no deben olvidar

Una cosa que aprendí con el tiempo es que no son siempre necesarias.

Como decía al inicio, en internet la mayoría lee a toda velocidad y no se detienen más que unos segundos antes de pasar a otro contenido. Si ya has cumplido con lo que prometiste en las ideas principales, cierra el texto. No hace falta que repitas puntos ya mencionados o hagas un resumen. Opta por la brevedad.

Si la escribes, puede ser una idea fundamental que deben recordar, una moraleja de lo que contaste o una idea para tomar la iniciativa y pasar a la acción.

Todo lo que te he contado puedes dejarlo hecho de antemano en un borrador de Substack. Luego, cada vez que vayas a escribir, haces una copia del borrador para usar tu esquema y nunca más volver a ver la horrible página en blanco.

Aquí puedes ver mi esquema para nunca bloquearme frente a la página en blanco.

3 trucos más que uso para superar el bloqueo creativo

1. Empieza por lo que sabes

Si te encuentras atascado, empieza por lo que ya tienes claro.

He escrito artículos comenzando directamente por la conclusión porque ya reflexioné sobre el tema y tenía la respuesta final, así que lo que hice fue ingeniería inversa: comencé por la conclusión y luego trabajé hacia atrás, desarrollando las ideas principales que me llevaron a esa conclusión.

Si no sabes por dónde empezar, agarra lo que sabes bien y construye desde ahí.

Un ejemplo de texto en el que me pasó eso: El brainstorming no funciona, haz esto en su lugar. Tenía claro que el brainstorming no era la forma óptima de generar ideas, esa fue mi conclusión basada en mi experiencia. La pregunta era, ¿qué hacer en su lugar?

El resto responde justo a eso.

A eso me refiero cuando digo que empieces por lo que ya sabes.

2. Muévete

Tu entorno afecta tu creatividad.

Si te atacas, cámbiate de lugar. Escribe en un parque, en una cafetería, o en una habitación distinta de tu casa. Un cambio de escenario puede hacer maravillas. Y si puedes, haz cualquier actividad que te permita desconectar un momento, como caminar. Está demostrado que pasear aumenta la creatividad.

Y lo puedo confirmar, las ideas fluyen cuando doy un paseo y dejo a mi mente volar.

3. Usa límites de tiempo

No terminamos las cosas porque no tenemos fecha para terminarlas.

Ponte un límite de tiempo realista, pero ajustado, que te empuje a terminar el borrador. Da igual si está perfecto o no, lo primero es tener algo en papel, y luego, más adelante, podrás pulirlo. Esto elimina el perfeccionismo de una vez por todas.

He usado este truco infinidad de veces.

Como ves, superar el bloqueo de la página en blanco no va de tener una chispa de inspiración, va de tener un sistema efectivo. Antes, rezaba y esperaba a que llegara la inspiración. Ahora, la inspiración llega todos los días a la misma hora.

Justo cuando me siento a escribir.

sábado, 4 de enero de 2025

El arte de la ficción (1992), libro de David Lodge

 El arte de la ficción (1992), libro de David Lodge, catedrático, narrador y humorista inglés fallecido hoy que puede ser bueno conocer para la Teoría de la literatura y los profesores de literatura moderna. Esta reseña viene de la Wikipedia anglosajona:

El arte de la ficción es un libro de crítica literaria del académico y novelista británico David Lodge. Los capítulos del libro aparecieron por primera vez en 1991-1992 como columnas semanales en The Independent on Sunday y finalmente se recopilaron en forma de libro y se publicaron en 1992. Los ensayos tal como aparecen en el libro se han ampliado en muchos casos de su formato original.

Lodge centra cada capítulo en un aspecto del arte de la ficción, que comprende unos cincuenta temas relacionados con novelas o cuentos de escritores ingleses y estadounidenses. Cada capítulo también comienza con un pasaje de la literatura clásica o moderna que Lodge siente que encarna la técnica o el tema en cuestión. Algunos de los temas que Lodge analiza son el comienzo (el primer capítulo), el autor intrusivo, la novela epistolar, el realismo mágico, la ironía, el simbolismo y la metaficción. Entre los autores que cita para ilustrar sus puntos están Jane Austen, J. D. Salinger, Henry James, Virginia Woolf, Martin Amis, F. Scott Fitzgerald e incluso él mismo. En el prefacio del libro, Lodge informa que este libro es para el lector general, pero se ha utilizado vocabulario técnico deliberadamente para educar al lector. Además, agrega que el título alternativo del libro habría sido "La retórica de la ficción" si no lo hubiera usado ya el escritor Wayne Booth.


Capítulos

Comienzo, Jane Austen Emma; ​​Ford Madox Ford, " Emma Woodhouse, guapa, inteligente y rica...".

El autor intrusivo, George Eliot, EM Forster.

Suspenso, Thomas Hardy.

El skaz adolescente, de JD Salinger.

La novela epistolar, de Michael Frayn.

Punto de vista, de Henry James.

El misterio, de Rudyard Kipling.

Nombres, David Lodge, Paul Auster.

La corriente de la conciencia, Virginia Woolf.

Monólogo interior, de James Joyce.

Desfamiliarización, Charlotte Brontë.

El sentido del lugar, Martin Amis.

Listas, F. Scott Fitzgerald.

Presentando un personaje, Christopher Isherwood.

Sorpresa, William Makepeace Thackeray, Muriel Spark, el cambio de hora.

El lector en el texto, Laurence Sterne.

El tiempo, Jane Austen, Charles Dickens.

Repetición Ernest Hemingway.

Prosa elegante, de Vladimir Nabokov.

Intertextualidad, Joseph Conrad.

La novela experimental, de Henry Green.

La novela cómica, Kingsley Amis.

Realismo mágico, de Milan Kundera.

Permanecer en la superficie, Malcolm Bradbury.

Mostrando y contando a, Henry Fielding.

Contar con diferentes voces, Fay Weldon.

Un sentido del pasado, John Fowles.

Imaginando el futuro, George Orwell.

Simbolismo, DH Lawrence.

Alegoría, de Samuel Butler.

Epifanía, de John Updike.

Coincidencia, Henry James.

El narrador poco confiable, Kazuo Ishiguro.

El exótic Graham Greene.

Capítulos, etc. Tobias Smollett, Laurence Sterne, Walter Scott, George Eliot, James Joyce.

El teléfono, de Evelyn Waugh.

Surrealismo, Leonora Carrington.

Ironía, de Arnold Bennett.

Motivación, George Eliot.

Duración, Donald Barthelme.

Implicación, William Cooper.

El título, George Gissing.

Ideas, de Anthony Burgess.

La novela de no ficción, de Thomas Carlyle.

Metaficción, John Barth.

El inquietante, Edgar Allan Poe.

Estructura narrativa, Leonard Michaels.

Aporía, Samuel Beckett.

El final de Jane Austen, William Golding.

sábado, 14 de diciembre de 2024

Rodrigo Fresán, El estilo de los elementos

 Carlos Pardo, ‘El estilo de los elementos’, de Rodrigo Fresán: una magistral autobiografía libre contra las novelas fabricadas en serie, en El País, 11 ene 2024:

El nuevo libro del escritor argentino es una gozada: está escrito a la contra y con una cierta rabia atlética, porque lo espolea aquello que coarta la libertad de su imaginación

Cuenta Scholem una anécdota sobre Walter Benjamin: cuando era estudiante se desesperaba con la mediocridad de sus profesores. Solo había una excepción. El primer día de clase, un tal Lewy se dedicó a fastidiar a cada alumno con una actuación incompetente: les preguntaba algo que él mismo no sabía responder. A la segunda clase se presentaron muy pocos alumnos. “Bien, ahora podemos comenzar”, dijo Lewy. Aquellas clases fueron un alimento espiritual para el inquieto Benjamin.

De una manera similar, ciertos novelistas practican este recurso disuasorio: expulsar a los lectores poco atentos o mecánicos. Es el método de Nabókov en Ada o el Ardor: 100 páginas de vocación decimonónica, abstrusa y tediosa, y de pronto una de las novelas más apasionantes e inventivas que uno pueda imaginar. Y este es también el método de Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) en El estilo de los elementos.

El propio título ya se presenta con la dureza de un chiste pedante. Invierte el título del clásico manual de escritura de William Strunk Jr., Los elementos del estilo (1920), una guía con recomendaciones acerca de la limpieza, la brevedad, una idea por frase, etc. Un clásico, en resumen, de los igualadores de un estilo funcional. Fresán dedica, por el contrario, las 720 páginas de su nueva novela a impugnar toda corrección y funcionalidad. Es un libro escrito contra ciertos maestros y, sobre todo, contra una época que publica novelas como quien fabrica bolsos en serie (un complemento pequeño, funcional y chic). A lo cómodo Fresán le opone lo monstruoso, y lo primero que uno encuentra en El estilo de los elementos es una profusión de citas, digresiones y metaanálisis, un emborronamiento de los perfiles de su protagonista: ¿es una autobiografía en tercera persona?

Fresán escribe contra los prestigios intelectuales y cualquier principio castrador. De ahí su ludismo y cierta soledad edípica

Quizá esta propia reseña esté copiando la táctica de Fresán, asustar al lector holgazán, pero quien haya llegado hasta aquí ya intuye que El estilo de los elementos es una verdadera gozada, un libro escrito en un estado de rara inspiración, con uno de los arranques más hermosos de toda la obra de Fresán. Escrito a la contra y con una cierta rabia atlética: lo espolea aquello que coarta la libertad de su imaginación. ¡Durante más de 700 páginas!

El estilo de los elementos también es la novela autobiográfica de alguien que aborrecería ser catalogado como escritor de autoficción. No es un Fresán factual, sino una entidad literaria. Los hechos de una vida son un elemento más de una gramática de la imaginación; y la materia ficcional es precisamente el elemento de contraste que enriquece la pobreza de los hechos.

Land, el protagonista, es hijo de editores. Sus padres quieren que sea escritor. Pero Land aborrece la idea: él quiere ser lector. En cierto sentido, toda obra literaria de cierta importancia la escribe un lector. Los lectores son “contadores de vidas ajenas”. Y Land es también un lector de sí mismo. “Yo me convertí en un ghost-writer para así no ser escritor pero sí poder ser un lector que transcribe”.

Asistimos a tres episodios de su vida: su infancia en Gran Ciudad I, su adolescencia en Gran Ciudad II, y la escritura de este antimanual en Gran Ciudad III. Dicho de otra manera, los años en que Land descubre la literatura (con la omnipresente Drácula) en un mundo coaccionado por sus padres y la intelectualidad de una probable Buenos Aires; el desarraigo adolescente en Caracas, donde Land se enamora de “Ella” (el modelo aquí es Licorice pizza); y la escritura, ya en primera persona, y en una Barcelona de tendencia, de este cacofónico y sabio manual de escritura en tanto que lectura.

Un libro escrito contra la moda, los prestigios intelectuales y cualquier principio castrador, de ahí su ludismo y cierta soledad edípica. “¡ACOMPLEJADO APUÑALÓ A PAPI Y MAMI!”, imagina, como titular, el solitario Land. Repito, porque no es un detalle insignificante: más de 700 páginas matando a los padres y a cualquiera que se entrometa en nuestro gozo lector. Y más tramas, subtramas, digresiones, citas... Y una escritura en estado de gracia.

Portada de 'El estilo de los elementos', de Rodrigo Fresán. EDITORIAL RANDOM HOUSE

El estilo de los elementos

Rodrigo Fresán

Random House, 2023

720 páginas, 25,90 euros

martes, 1 de agosto de 2023

Consejos a escritores de Ray Bradbury

Una hora de escritura es tónica

Bradbury abogó por una dosis diaria de escritura como una cura contra los males y las penas de la vida cotidiana, un tónico que tiene el potencial de energizar todo lo que experimentamos. En los artículos recopilados para su libro de 1990 El zen en el arte de escribir y en conferencias dadas a lo largo de su vida, compartió el poder benéfico de la palabra escrita. Porque el acto de escribir no necesita ser tratado como una tarea, ni debe ser el dominio de solo un grupo elegido.

Siga leyendo y escriba con la voz de Bradbury como guía. Que sus ideas sobre el valor de la escritura lo lleven a través de una oración, un párrafo y tal vez incluso una historia corta, pero, lo que es más importante, a través de su vida más allá de la página.

Zen en el arte de escribir — extracto del Prefacio. ¿Qué nos enseña la escritura?

Ante todo, nos recuerda que estamos vivos y que es un don y un privilegio, no un derecho. Debemos ganarnos la vida una vez que nos ha sido otorgada. La vida pide recompensas porque nos ha favorecido con animación.

Así que mientras nuestro arte no puede, como quisiéramos, salvarnos de las guerras, las privaciones, la envidia, la codicia, la vejez o la muerte, puede revitalizarnos en medio de todo.

En segundo lugar, escribir es sobrevivir. Cualquier arte, cualquier buen trabajo, por supuesto, es eso.

No escribir, para muchos de nosotros, es morir.

Debemos tomar las armas todos los días, tal vez sabiendo que la batalla no se puede ganar por completo, pero debemos luchar, aunque solo sea un combate suave. El menor esfuerzo por ganar significa, al final de cada día, una especie de victoria. Recuerda a ese pianista que decía que si no practicaba todos los días lo sabría, si no practicaba dos días, los críticos lo sabrían, después de tres días, su público lo sabría.

Una variación de esto es cierto para los escritores. No es que tu estilo, sea lo que sea, perdería forma en esos pocos días. Pero lo que pasaría es que el mundo te alcanzaría y trataría de enfermarte.

Si no escribieras todos los días, los venenos se acumularían y comenzarías a morir, o actuar como un loco, o ambas cosas.

Porque la escritura permite las recetas adecuadas de la verdad, la vida, la realidad, ya que puedes comer, beber y digerir sin hiperventilar y revolcarte como un pez muerto en tu cama.

He aprendido, en mis viajes, que si dejo pasar un día sin escribir, me inquieto. Dos días y estoy temblando. Tres y sospecho locura. Cuatro y yo bien podría ser un cerdo, sufriendo el flujo en un revolcadero. La escritura de una hora es tónica. Estoy de pie, corriendo en círculos y gritando por un par de polainas limpias.

De modo que, de una forma u otra, es de lo que se trata este libro. Tomar tu pizca de arsénico todas las mañanas para poder sobrevivir hasta el atardecer. Otro pellizco al atardecer para que sobrevivas hasta el amanecer. . .

Ahora es tu turno.

¡Que haya palabras, muchas de ellas!

Bradbury, el hombre de muchas palabras, historias, libros e ideas, ofrece algunos consejos inspiradores y prácticos para impulsar su práctica diaria de escritura. Estos son algunos de los consejos de Ray interpretados por Colin Marshall en openculture.com

Creo que eventualmente la cantidad contribuirá a la calidad. . . . La cantidad da experiencia. Sólo de la experiencia puede surgir la calidad.

Comience corto. No empiece a escribir novelas, toman demasiado tiempo, "escriba un montón de cuentos", dijo. Date tiempo para mejorar; con cada semana y mes, verás mejorar tus historias. Afirma que simplemente no es posible escribir 52 malas historias seguidas.

Simplemente escriba cualquier cosa vieja que se le venga a la cabeza. Recomendó la "asociación de palabras" para romper cualquier bloqueo creativo, ya que "no sabes lo que hay en ti hasta que lo pruebas".

Haz una lista de diez cosas que amas y diez cosas que odias. Luego escribe sobre los primeros y “mata” a los segundos, también escribiendo sobre ellos. Haz lo mismo con tus miedos.

Vive en la biblioteca. Aléjese de su computadora y expóngase a nuevos libros con frecuencia. Hay numerosos mundos por descubrir más allá de tu pantalla.

Escribir no es un asunto serio.

Escribe con alegría. Si una historia comienza a sentirse como un trabajo, deséchela y comience una que no lo haga.

Examine las historias cortas de "calidad". Sugirió leer obras de Roald Dahl, Guy de Maupassant, Nigel Kneale y John Collier. Acude a historias con metáforas; ¡Sorprendentemente, consideró que las últimas historias del New Yorker carecían de este departamento!

Lea, mucho, pero seleccione sabiamente. Lectura completa recomendada por Bradbury para la hora de acostarse: un cuento, un poema (especialmente Pope, Shakespeare y Frost) y un ensayo. Por supuesto, no cualquier ensayo. Deben provenir de una diversidad de campos, incluida la arqueología, la zoología, la biología, la filosofía, la política y la literatura.

No  te alejes de lo que eres, el material dentro de ti que te hace individual y, por lo tanto, indispensable para los demás.

Aprende de los grandes, pero sé tú mismo. Aprende de tus escritores favoritos, en lugar de imitarlos. Bradbury también imitó inicialmente a HG Wells, Jules Verne, Arthur Conan Doyle y L. Frank Baum antes de desarrollar su propio estilo único.

Enamórate de las películas. Preferiblemente viejas.

Desarrolle un fuerte sistema de apoyo. ¿Tiene amigos que se burlan de sus ambiciones literarias? El consejo de Bradbury: “Despídalos” sin demora. El objetivo es que solo una persona se acerque y te diga: "Te amo por lo que haces". O, en su defecto, estás buscando a alguien que venga y te diga: “No estás loco como dice la gente”.

Cuando la gente me pregunta de dónde saco mis ideas, me río. Qué extraño, estamos tan ocupados mirando hacia afuera, para encontrar formas y medios, que nos olvidamos de mirar hacia adentro.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Diccionarios en línea del cliché lingüístico

Jaime Rubio Hancock, "Este diccionario con 3.500 clichés te ayudará a no repetirte como el ajo. Hay que andarse con mil ojos en el campo de minas que es la hoja en blanco". El País, 24-XI-2017:

Para ver los diccionarios en línea, "pinchar" el enlace al artículo, y de todas formas es este

http://diccionariodelcliche.umh.es/


Es muy difícil leer un texto y no tropezar con clichés: las elecciones siempre son la fiesta de la democracia, las redes se ponen a arder en cuanto uno se despista y cada semana hay dos o tres partidos del siglo. Estas frases hechas crecen como setas, se repiten hasta la saciedad y acaban empachando al pobre lector.

José A. García Avilés, profesor en la Facultad de Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), ha agarrado este toro por los cuernos y ha reunido 3.500 clichés en un diccionario online, con el objetivo, explica, de que los futuros periodistas “sean conscientes de que el lenguaje es su herramienta de trabajo”. Lo ha elaborado con aportaciones de sus alumnos y con la colaboración del también profesor de la UMH Miguel Carvajal.

Su diccionario no se deja casi nada en el tintero, sobre todo teniendo en cuenta que desde su publicación el martes, 21 de noviembre, ha recibido aún más contribuciones de los internautas, que nunca pierden comba. La página no es solo una lista negra de expresiones, sino que también enlaza a la búsqueda en Google de cada frase, por si alguien quiere meterse en faena.

Y en unas semanas, nos cuenta, tendrá listo “un editor de textos posmoderno”, llamado Chejov, que señalará “los clichés, anglicismos y expresiones redundantes” de nuestros escritos. Al loro, porque ya no habrá excusa para meter la pata.

El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra

Como se explica en la página de este proyecto, los periodistas debemos entonar un mea culpa y asumir la cruda realidad: hemos contribuido a la difusión de estos tópicos que si no hemos leído un millón de veces, no hemos leído nunca.

Deberíamos, por tanto, hacer propósito de enmienda y recordar el consejo de George Orwell, gran escritor y mejor persona, que recomendaba no escribir ninguna frase que ya hayamos leído con anterioridad.

Según nos explica García Avilés, los tópicos periodísticos se dan sobre todo en tres ámbitos, así que estemos ojo avizor cuando los tratemos:

- Las coberturas de tragedias y accidentes. ¿Cómo son los incendios? Dantescos. ¿Qué ocurre con todas las alarmas? Se encienden. ¿Cómo son las circunstancias? Trágicas.

- Los rituales, como elecciones, aniversarios, manifestaciones. ¿Cómo son todos los días? Históricos. ¿Qué hacen las polémicas? Se desatan. ¿Qué ocurre con las reacciones? Que nunca se hacen esperar.

- Los deportes. ¿Qué acecha en la parte baja de la tabla? El fantasma del descenso. ¿Qué son los penaltis? Una lotería. ¿Qué cualidad tienen los goles marcados antes del descanso? Son psicológicos.

Como se puede apreciar -y como confirma García Avilés-, muchas de estas expresiones fueron en su momento innovaciones muy originales. Pero después de usarse miles de veces, dejan de ser una imagen innovadora y se convierten en un lugar común. Es decir, acaban siendo víctimas de su propio éxito.

Eso sí, García Avilés está acercando la herramienta a estudiantes de otras facultades y carreras, “ya que los clichés no son solo patrimonio nuestro”. En efecto, no solo hay que leerle la cartilla a los plumillas: el diccionario puede ser útil para estudiantes de Derecho o, sobre todo, de Ciencias Políticas, teniendo en cuenta el uso que hacen nuestros representantes de muchos de estos tópicos. Desde luego, nadie pondría la mano en el fuego por su originalidad.

Las dos caras de la misma moneda

No es que los clichés sean siempre un craso error. Más bien son un arma de doble filo, explica García Avilés, ya que si los usamos es porque conocemos al dedillo su significado y, por tanto, para el lector queda claro como el agua lo que estamos intentando decir.

Sin embargo, casi siempre merece la pena estrujarse las meninges y dar con una solución que no sea tan manida como estas frases que están más vistas que el TBO. Este pequeño esfuerzo llevará a que el texto se comprenda al menos igual de bien y a que el lector aplauda con las orejas. En caso contrario, corremos el riesgo de quedar a la altura del betún.

Es decir, si hay que usar un tópico, que sea de higos a brevas y no a la brava. Mejor llamar a las cosas por su nombre y limpiar de polvo y paja nuestros textos, para que brillen como una patena y podamos dejar así el pabellón bien alto. Esperemos que esta iniciativa de García Avilés no caiga en saco roto.

Pasando a la historia

Durante seis semanas, José A. García Avilés, profesor en la Facultad de Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche, hizo inventario con ayuda de sus alumnos de estas expresiones, aunque quien más contribuyó fue su madre, maestra jubilada, que le proporcionó 500 de estos clichés.

Esto le sirvió para darse cuenta de que a algunos tópicos están de rabiosa actualidad, pero otros pasan de moda y están más bien de capa caída. “Como, por ejemplo, a buenas horas mangas verdes. Merece la pena rescatar algunos de ellos y rastrear su origen para ver de qué tradiciones beben”.

Siguiendo el mismo ejemplo y según el Diccionario de dichos y frases hechas de Alberto Buitrago Jiménez, la expresión “a buenas horas mangas verdes” se remonta a finales del siglo XV, cuando los Reyes Católicos fundaron el cuerpo de cuadrilleros de la Santa Hermandad, una especie de policía rural que se hizo famosa por llegar siempre tarde. Su uniforme era una casaca con las mangas verdes.

Los clichés más habituales, explica García Avilés, vienen de campos como la religión (al fin y al cabo, doctores tiene la iglesia), las actividades del campo (porque de aquellos polvos vienen estos lodos), los juegos de azar (y deberíamos tomar cartas en este asunto), el deporte (en especial del boxeo y del fútbol, aunque eso no significa que tengamos que tirar la toalla), de la gastronomía (al pan, pan y al vino, vino), de la navegación (es evidente que urge tomar un rumbo nuevo) de la sexualidad (incluso aunque hablemos del sexo de los ángeles) y, cambiando de tercio, también de los toros.

lunes, 27 de noviembre de 2017

La descortesía en el debate electoral

Fernández García, Francisco. 2017. La descortesía en el debate electoral cara a cara. Sevilla: Editorial Universidad de Sevilla (Colección: Lingüística. Formato: rústica, 288 págs. ISBN-13: 9788447218745. Precio: 17,00 EUR)
Compra-e: https://editorial.us.es/detalle-de-libro/719749/la-descortesia-en-el-debate-electoral-cara...
Información de: Laura de la Casa Gómez <lcgomez@ujaen.es>
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Descripción
El debate electoral cara a cara es, probablemente, la máxima expresión mediática de las democracias modernas. Ante millones de espectadores, los candidatos se juegan en él buena parte de sus opciones de victoria, en una batalla dialéctica articulada en torno a dos claves esenciales: la defensa de las propias posiciones y el ataque contra las del adversario. El presente libro, desde el anclaje teórico de la (des)cortesía lingüística, se centra en la segunda de dichas vertientes del debate, la vertiente destructiva, presentando las estrategias y los mecanismos de los que se sirven los oradores para dañar la imagen del adversario ante las audiencias y tratar de alejarlo, de este modo, de la victoria electoral. Dicha exposición parte de un análisis minucioso y sistemático del cara a cara que enfrentó a Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba en la campaña previa a las elecciones generales españolas de noviembre de 2011.


Temática: Análisis del discurso, Pragmática

Índice
1. Introducción

1.1. El trabajo en su contexto investigador
1.2. El debate analizado
1.3. Convenciones de transcripción
1.4. Estructura de este libro

2. Hacia el análisis de la descortesía en el debate electoral

2.1. Consideraciones teóricas preliminares
2.2. La teoría de la gestión interrelacional
2.3. Estrategias y mecanismos
2.4. El papel del moderador y de la audiencia

3. Estrategias funcionales

3.1. Asociar al adversario con hechos (proyectos, valores, comportamientos, etc.) negativos
3.1.1. Criticar (o mostrar el fracaso de) sus ideas, acciones, etc.
3.1.2. Decirle que está equivocado, mostrar desacuerdo, contradecirle, etc.
3.1.3. Acusarlo de ignorancia, incompetencia o inacción
3.1.4. Criticar su comportamiento discursivo
3.2. Atacar la credibilidad del adversario
3.2.1. Afirmar que carece de credibilidad
3.2.2. Acusarlo de mentir (faltar a la verdad, etc.)
3.2.3. Acusarlo de ocultar la verdad o esconder intenciones aviesas
3.2.4. Tacharlo de contradictorio o incoherente, poner de relieve sus contradicciones o incoherencias
3.3. Marcar las distancias con el adversario y mostrar su inferioridad
3.3.1. Hacer manifiestas las diferencias que los separan
3.3.2. Hacer patente su aislamiento
3.3.3. Menospreciarle, mostrarle indiferencia
3.3.4. Burlarse de él, ridiculizarle
3.4. Invadir el espacio del adversario, plantearle obstáculos
3.4.1. Desvelar hechos que le incomoden
3.4.2. Hacer patentes las carencias de sus argumentos
3.4.3. Instarle a (o presionarle para) que haga (o deje de hacer) algo
3.4.4. Impedirle expresarse con fluidez

4. Mecanismos

4.1. Mecanismos explícitos
4.1.1. Locales
4.1.2. Discursivos
4.1.3. Interaccionales
4.2. Mecanismos implícitos
4.2.1. Preliterales
4.2.2. Postliterales
4.2.2.1. Por el contexto
4.2.2.2. Por la ruptura de una convención de cortesía

5. Repercusiones sociales de los actos descorteses

5.1. Ataques contra la imagen
5.1.1. Ataques contra la imagen cualitativa
5.1.2. Ataques contra la imagen identitaria
5.1.3. Ataques contra la imagen relacional
5.2 Ataques contra los derechos de socialización
5.2.1. Ataques contra los derechos de equidad
5.2.2. Ataques contra los derechos afiliativos

6. Caracterización global y perfiles diferenciales

6.1. Caracterización global del evento discursivo
6.1.1. Caracterización global desde un punto de vista estático
6.1.2. Caracterización global desde un punto de vista dinámico
6.2. Perfiles oratorios diferenciales
6.2.1. Alfredo Pérez Rubalcaba
6.2.2. Mariano Rajoy

domingo, 5 de marzo de 2017

Orwell y el estilo

Jaime Rubio Hancock "Los seis consejos de George Orwell para escribir mejor" en El País, 5-III-2017:

El lenguaje político está lleno de tópicos y vaguedades

A menudo se dice que no hay reglas para escribir bien. Pero no es cierto. Por ejemplo, ayuda tener a mano las seis normas que propuso George Orwell. Las recordaba su hijo, Richard Blair, en una entrevista que le hizo Bernardo Marín y que publicaba EL PAÍS hace unos días.

1. Nunca uses una metáfora, símil u otra frase hecha que estés acostumbrado a ver por escrito.

2. Nunca uses una palabra larga si puedes usar una corta que signifique lo mismo.

3. Si es posible eliminar una palabra, hazlo siempre.

4. Nunca uses la voz pasiva cuando puedas usar la activa.

5. Nunca uses una expresión extranjera, una palabra científica o un término de jerga si puedes pensar en una palabra equivalente en tu idioma que sea de uso común.

6. Incumple cualquiera de estas reglas antes de escribir nada que suene estúpido.

Orwell las incluyó en un ensayo titulado Politics and the English Language (La política y el idioma inglés), publicado en 1946 en la revista Horizon. El artículo criticaba sobre todo el lenguaje político, pero sus consejos se pueden aplicar a cualquier texto. Por ejemplo, The Guardian lo citaba hace unos años para criticar cómo escribimos en internet. Y también puede servir para cualquier idioma, a pesar de que el punto 4, el que se refiere a la voz pasiva, se puede aplicar con más frecuencia al inglés.

Para el autor británico, esta preocupación por el lenguaje no es ni "frívola" ni "exclusiva de los escritores profesionales". Cuando uno se libra de los malos hábitos al escribir, “puede pensar con más claridad y pensar con claridad es el primer paso hacia la regeneración de la política”.

Tópicos imprecisos

En opinión del autor británico, los problemas principales de muchos textos son dos: las imágenes trilladas y la falta de precisión. Cuando escribimos, hay que dejar que “el significado escoja a la palabra y no al revés”, afirma. Hay que hacer un esfuerzo y pensar antes de comenzar a juntar letras, para evitar así “las imágenes desgastadas o confusas, todas las frases prefabricadas, las repeticiones innecesarias, y las trampas y vaguedades”.

En los textos que critica se acumulan “metáforas moribundas”, de las que ya se ha abusado tanto que han perdido su significado. Pensemos, por ejemplo, en “arden las redes”. Otro vicio habitual, según Orwell, es el de usar términos pretenciosos con la intención “de dar un aire de imparcialidad científica a juicios sesgados”, además de “palabras que carecen casi de significado”.

Por ejemplo, términos como democracia, socialismo, libertad, que a menudo se usan con “significados diferentes que no se pueden reconciliar entre sí”. No es lo mismo leer información sobre noticias falsas en un texto del New York Times que en unas declaraciones de Donald Trump, que se ha apropiado de esta expresión, fake news, para calificar todos los titulares que no le gustan.

Paradójicamente, otra palabra que no significa lo mismo según quien la utilice es orwelliano, usada por "críticos de todos los bandos", tal y como publicaba el New York Times en un artículo que mencionaba que este texto es, junto con 1984 y Rebelión en la granja, uno de los más influyentes de Orwell.

Defender lo indefendible

Como ya hemos apuntado, a Orwell le preocupa especialmente lo mal escritos que estaban los textos políticos, algo que no podemos decir que haya cambiado mucho. Orwell pone ejemplos que suenan muy actuales, como hablar de “pacificación" cuando “se bombardean poblados indefensos desde el aire” o de “traslado de población” cuando “se despoja a millones de campesinos de sus tierras”.

“Un orador que usa esa clase de fraseología ha tomado distancia de sí mismo y se ha convertido en una máquina” que intenta “defender lo indefendible”, escribía Orwell. Lo que consigue es que “las mentiras parezcan verdaderas y el asesinato respetable”. Como recordaba Steven Pinker en The Sense of Style, esta abstracción tan vaga acaba deshumanizando.

martes, 5 de abril de 2016

El orden en los complementos

En idioma inglés hay un orden bien claro, de naturaleza semántica, que deben adoptar los adjetivos. No sé ya en lo que toca a los adverbios, esos adjetivos del verbo, pero habría que estudiarlo. Es sin duda esto del orden sintagmático una de las partes más apasionantes de la morfosintaxis, pero, que yo sepa, bien poco se ha estudiado. 

En las enumeraciones, las gramáticas fracesas como el Bon usage recomiendan un orden nemotécnico, el alfabético, para evitar también protestas o presuposiciones cuando se cita a personas (los galos siempre han sido protestones), pero, si existen varios complementos directos, por lo menos tres, creo yo que, en español al menos, el más largo debe siempre ir al final para equilibrar la frase, antes del mediano, y el más corto pegado al verbo. Es el orden que mejor entiende el cerebro, salvo cuando se disloca porque se genere alguna inconsecuencia semática, en cuyo caso es preferible seguir el orden lógico o el cronológico. Además, ese orden permite empaquetar la locución en cláusulas homogéneas de extensión y por tanto de comprensión y ritmo, facilitando el isocolon o equilibrio de las frases y una progresión proporcional y no irregular de los sintagmas, más cerca de la sonora prosa métrica o los prosimetra medievales. Uno siempre puede recurrir además a los dobletes y tripletes y a las más laboriosas bimembraciones y trimembraciones para equilibrar la prosa, pero el motivo de esta hoja volante es una observación que me ha saltado a los ojos mientras corregía un texto propio sobre la Ilustración. Yo había puesto

En lo sucesivo a los filósofos les será cada vez más difícil ignorar las contribuciones objetivas de la Ciencia.

Como bien sabían algunos prosistas latinos, Suetonio, por ejemplo, conviene desplazar ("focalizar", se diría ahora, con la terminología de las funciones informativas), en el principio de la frase, la palabra o sintagma más importante o relevante de la oración, aunque no sea sujeto, así que me dispuse a dislocar el complemento "en lo sucesivo" y lo puse con ayuda del dislocador de textos del ordenador en este lugar:

A los filósofos les será en lo sucesivo cada vez más difícil ignorar las contribuciones objetivas de la Ciencia.

Pero no sé por qué, me suena fatal en esa posición, quizá porque el sujeto "ignorar, etc." debía estar más cerca de su verbo, aunque cuenta con la ventaja de aproximar la cláusula temporal al verbo. Pero también porque lo verdaderamente importante para matizar era otro sintagma y no ese. Y creo que lo que al final escribiré será el sujeto

Ignorar las contribuciones objetivas de la Ciencia les será a los filósofos cada vez más difícil en lo sucesivo.

En español se tiene tendencia a posponer el sujeto al verbo cuando aquel no controla la acción del mismo: "explotó una bomba", "sonó un disparo" etcétera. Inversamente, se tiene tendencia a anteponer la información nueva (el "foco" o focalización lingüística) porque nuestro pensamiento es fundamentalmente analítico más que sintético.

Los intraducibles

 Cada idioma tiene su índole, cosmovisión o propia manera de ver el mundo y, junto a ella, un largo conjunto de registros individuales que enriquecen sus perspectivas. Los grandes autores no dejan solo una obra, sino un estilo ("su espada", diría Antonio Machado), como dejan su estilo también las épocas en la evolución de la humanidad.

En conjunto o individualmente, algunos autores, en sus esfuerzos por expresarse, amplían las posibilidades de la lengua y la dejan más rica y flexible. Así ocurrió, por ejemplo, en la Edad Media cuando los mesteres de clerecía, juglaría y cortesía fijaron la lengua para que Alfonso X el Sabio la civilizara y la transformara en un mecanismo mestizo apropiado para las disciplinas humanísticas o científicas o para precisar los conceptos jurídicos y describir el curso de los astros. Por último, la lengua alcanzó en este proceso de decantación el refinamiento necesario para abordar las sutilezas íntimas del arte y la sensibilidad interna y externa, y se enriqueció con los ritmos y músicas de Italia con Garcilaso y sus seguidores, así como con las simetrías y retóricas latinas de Góngora y el culteranismo, dando rienda suelta a la anquilosada sintaxis del español con el hipérbaton. La mística desborda la imaginación ampliando las posibilidades de la metáfora y el oxímoron; un Quevedo siempre audaz renueva la morfología con sus neologismos por estereotipia, introduce la aposición especificativa en el castellano y Cervantes instala ya, definitivamente, el realismo que desde su mismo principio épico caracterizó la estética del español y, como consecuencia, el casticismo y la rica oralidad popular de su expresión refranera y sanchopancesca. Así, cuando la lengua española salió del siglo XVII, ya era un ingenio aparatoso, complejo y preciso, que aún tendrá que asumir las renovaciones estilísticas del modernismo y las vanguardias, en especial la surreal, llegando a las orillas de la imaginación, como en el verso del gran capitán Aldana: "Hacia la infinidad buscando orilla".

Y en este mecanismo impresor de cientos de estilos, el autor puede asumir cualquier impronta, registro o estilo según el cual pueda ver el mundo al modo de otros que ya dejaron su huella firme en el lenguaje, e incluso también puede hacer aún lo más difícil: fraguarse un estilo más personal e independiente que enriquezca la lengua común, asumiendo una tradición cultural para expandirla. O puede tomar matices diversos que sirvan para formar un estilo nuevo compuesto de retales viejos, algo propio de la posmodernidad, tan ecléctica y erudita. Siempre, empero, la lengua española y su misma sintaxis, léxico y morfología poseerá un conjunto de registros a los que se enfrentará cualquier creador cuando se disponga a dejar huella escrita de sí, cuando se disponga a acuñar una forma en esa nube que es la lengua española, volviéndose a veces el pasticheur de muchos otros que proyectan sobre él su sombra las más veces o tomando, como yo ahora mismo, un xenismo o extranjerismo para asumir aún más contextos. Y siempre serán más perdurables aquellos que logren encontrar con precisión un registro tan específico de la máquina del idioma que se vuelva intraducible a las otras tradiciones culturales.

El panorama de los últimos años señala escasos ejemplos en ese sentido. Solo han conseguido acercarse a ello, a la intraducibilidad, Julián Ríos y Francisco Umbral. Nuestros últimos estilistas.

jueves, 18 de febrero de 2016

La primera frase

Enrique Vila-Matas, "Historia de las primeras frases" El País, 15-II-2016:

Cuando yo era joven y muy vulnerable, Héctor Bianciotti me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces. “Siempre que vayas a empezar un artículo”, me dijo, “recuerda que la primera frase es esencial, ha de incitar al lector a seguir leyendo”

Eso fue todo lo que dijo y que no he olvidado. Bianciotti tenía una página de crítica literaria en Le Nouvel Observateur y, dado que sus opiniones eran muy leídas, deduje que el gancho de sus primeras frases debía de funcionar muy bien, algo que comprobé cuando espié con asiduidad sus artículos. Pero lo que hoy más recuerdo es la página contigua a la de Bianciotti, donde otro crítico abría a veces sus textos con una sentencia inicial que provocaba que muchos le siguieran leyendo, solo por ver si retiraría al final su severa declaración de principios.

“La primera frase: he aquí al enemigo”, escribió Bernard Quiriny en la primera línea de su divertido libro L´angoisse de la première phrase, publicado hace 15 años en París, en días en los que algunos amigos se empeñaron en señalarme que muchas primeras frases de libros famosos eran flojas y, sin embargo, habían captado la atención de millones de lectores. Ponían como ejemplo En busca del tiempo perdido: “Durante mucho tiempo, me acosté temprano”. Con una frase así, decían, no se va muy lejos, máximo a la cama. También ponían de ejemplo Doble vida, de Gottfried Benn. “Hemos entrado en la era de la genealogía”, decía la primera frase de Benn, que parecía más bien la última. O me citaban Molloy, de Beckett: “Estoy en el cuarto de mi madre”.

Yo contraatacaba y explicaba que, puestos a elegir un inicio, mi preferido era el de Cyril Connolly en La tumba inquieta: “Cuantos más libros leemos, antes nos damos cuenta de que la verdadera misión de un escritor es crear una obra maestra, y que ninguna otra tarea tiene la menor importancia”. Sé de más de uno que, ante este impecable comienzo, siguió leyendo por ver si Connolly había conseguido que su propio libro fuera una obra maestra.

Hoy esa gran apertura de La tumba inquieta (Lumen) no podría en internet servir de gran “cebo”, porque todo ha cambiado y actualmente es el título del artículo –el titular si se trata de una noticia– y no la primera frase lo que importa. Existe una miserable pugna por ver quién coloca el título o titular más tramposo, aquel que nos hará pinchar hueso. Y lo que parece más alarmante: se pulsan masivamente titulares estúpidos en detrimento de otros que no son vistosos, pero que informan, por ejemplo, de que ese mismo día, tras la detección directa de ondas gravitacionales, una nueva astronomía acaba de nacer. No es poca cosa esa noticia, pero aun así los nuevos lectores prefieren el hueso bobo y sensacionalista de otras. Último gran éxito viral: “Un feto saluda a su madre desde el útero”. Los nuevos lectores pulsan el título tramposo y, una vez ya dentro, ni siquiera reparan en que la pobre primera frase, antaño tan esencial, hoy es solo pura hierba muerta en el inicio de un páramo. ¿Ya no leemos?