I
Aurelio Arteta Penúltimos archisílabos El País, 13 de febrero de 2016:
Son tantos y tan graves los problemas públicos que nos acucian, que prestar atención a un fenómeno lingüístico caracterizado por alargamiento innecesario de las palabras suena a frivolidad impropia del buen ciudadano
Ya lo advirtió Horacio. Fue al elogiar en su Arte poética a quienes evitaban las “palabras ampulosas y rimbombantes”, y a las que llamó sesquipedalia verba por medir “un pie y medio” de largo. Como quizá algunos lectores recuerden, aquí las he bautizado como archisílabos y aventuré que ese gusto por el alargamiento innecesario —aunque no siempre incorrecto— responde al probable afán de sobresalir de los demás. Un gusto contagioso, sin duda.
No vayan a pensar entonces que, el silenciarlos desde hace un par de años, denote un decaimiento en el uso y abuso de estos vocablos que coleccionamos. Lo que pasa es que son tantos y tan graves los problemas públicos que nos acucian, que prestar atención a este fenómeno lingüístico suena a frivolidad impropia del buen ciudadano. Craso error. El ciudadano es antes que nada un hablante y, por alejados que parezcan, la calidad del uno dice mucho también de la calidad del otro. A la postre, ambas figuras pueden incurrir en parecido empobrecimiento o indiferencia ante el deterioro de lo común.
Al hilo de ciertos prefijos y sufijos, y ahorrándonos los centenares de torpes polisílabos recogidos en ocasiones pasadas, entremos de nuevo en materia. Por ejemplo, en aquellos que pretenden subrayar la diferencia entre un acto y su proceso de llevarlo a cabo. ¿Quién no ha oído hablar de esa desvalorización que equivale a una “devaluación”? ¿Acaso no es cierto que la autoridad se ejerce mediante actuaciones en vez de por “acciones”? Una contratación administrativa goza de mayor empaque que un mero “contrato”, dónde va a parar, y los fabricantes de automóviles se enorgullecen de exhibir sus variadas motorizaciones (o sea, sus “motores”). Si va usted para locutor, elija siempre incrementación o incremento, sea de los accidentes de tráfico o de los precios, y nunca su “aumento”. Causa perplejidad conocer que una banda musical está en ascensión, y no en “ascenso”, pero las cosas se complican cuando la “compartimentación” desemboca en el trabalenguas de la compartimentalización o el “clientelismo” engendra la clientelización.
Habrán observado asimismo que la notable afición a destacar la cualidad abstracta de las cosas lleva a menudo a sustituir la cosa misma por ese rasgo abstracto que encarna. De modo que la “equidad” de un acto equitativo acaba trocándose en equitatividad, y la “variación” deja paso a la variabilidad. Por esa misma ley no escrita, la unitariedad se impone sobre la “unidad”, lo mismo que preferimos la confortabilidad del sillón a su “confort” o el precario estado de marginalidad al de “marginación”. Una “excepción” a la regla se cita como excepcionalidad. En cuanto algún aparato cumple una “función”, el experto sentencia que posee funcionalidad. Un ilustre abogado sugiere someterse no tanto a la “letra”, sino más bien a la literalidad de la ley. Y ciertos políticos proponen ahora una ley de transitoriedad jurídica, es de suponer que para perfeccionar la mera “transición”. El “vértigo” es ocupado por la vertiginosidad, igual que la dimensionalidad arrincona a la más simple “dimensión”. Eso sí, no me pregunten por el significado de la intermodalidad, que hasta ahí no llego.
Causa perplejidad conocer que una banda musical está en ‘ascensión’ y no en “ascenso”
En el vergonzante empeño por que nuestro lenguaje cotidiano se transforme en spanglish, procuremos que lo “diferente” alcance siempre el grado de diferencial y no hagamos ascos al comunicacional ni al conversacional. Las ondas “vibratorias” de toda la vida deben bautizarse como vibracionales, en una operación parecida a la de denominar componente nutricional a lo que calificábamos de “nutritivo”. Me cuesta adjudicar sentido al novedoso reputacional, pero doy fe de que una solicitada revista femenina se refería en portada a modelos inspiracionales a falta de “inspiradores”...
Si venimos a algunos verbos afectados por esta manía de crecimiento, ahí está ese reciente uso de capturar, también de cuna inglesa, que ha desbancado a nuestro “captar” o, del mismo origen, el sumarizar con la pretensión de “resumir”. (He ahí otra “prueba” —perdón, evidencia— de colonialismo lingüístico). Cuando nos servimos en exclusiva del expansionar, confesamos haber olvidado el “expandir” o “ensanchar”; y quizá recuerden que hubo un tiempo en que decíamos “distinguir” para lo que hoy se oye siempre como diferenciar. El ambiente nos arrastra a uniformizar lo que sea, y no ya a “uniformar”. Con lo fácil que resulta “restar”, “quedar” o “dejar”, triunfa sin embargo el mayor prestigio de residualizar. Renunciemos, pues, al esfuerzo de “concebir” para suplirlo por el conceptualizar, mientras se le pide a “distender” que deje paso al más prolongado distensionar. La masiva ignorancia del latín y griego por estos lares, y con ella de tantas raíces de nuestro léxico, trae estos excelentes resultados. Ignoro si sectarizar es portarse como un sectario o cortar algo (o a alguien) en secciones, y no les digo cuánto me asusta esa nueva hornada de verbos fantasmales y horrísonos como despatologizar, fronterizar, efectivizar o desnegativizar...
A la menor dolencia, corremos a ‘medicalizarnos’ en lugar de a “medicarnos”
Participios y adjetivos tampoco se libran de estas cirugías verbales del momento. Ya sabemos que lo “concreto” o “concretado” ha pasado a ser concretizado, lo “continuo” se transforma en continuado y una situación parece mucho más “convulsa” si está convulsionada. En paralelo a nuestra práctica política, lo que antes era “regional” ha sido regionalizado y las cuentas “territoriales” dan en territorializadas. Ciertas medidas públicas no es que sean “generales”, sino que se han generalizado, lo mismo que tantos servicios privados ya no son “personales” sino incluso personalizados. La creación de empleo se ha desestacionalizado al no depender ya de la estación del año. Deseosos de atenernos al “procedimiento”, pronto llegamos a lo procedimental y acabamos dejando todo bien procedimentalizado. Y no me negarán que, a la menor dolencia, corremos a medicalizarnos en lugar de a “medicarnos” y a quedar así, más que “medicados”, medicalizados.
Los muchos adictos a los archisílabos muestran su predilección por lo determinativo, cuando están buscando lo “determinante”, así como por lo derivativo más que por el vulgar “derivado” o por una noticia excitativa en lugar de “excitante”. Uno, que no estudió filología (como ya se habrá notado), se andaría con cuidado con los limitativo, manipulativo, integrativo o investigativo por más que la Academia los bendiga. Entretanto, el pedante disfrutará archisilabeando a su antojo unos cuantos adverbios de modo. Ahí nos esperan continuadamente, por “continuamente”, o individualizadamente, por “individualmente”, entre otros.
¿Me permitirán entonces despedirme una vez más con las ideas de un viejo maestro? Pues Chesterton nos dejó dicho que “las palabras cortas han de tener un significado, pero las palabras largas a veces pueden no significar nada literalmente...”.
II
Aurelio Arteta "¡Al rico archisílabo, oiga! El gusto por alargar pomposamente las palabras sigue afectando al español" El País 16 MAR 2014
Uno piensa que los españoles no tenemos un bien más común que nuestra lengua común, el español o castellano. Despreciarlo o dejar que se malemplee y degrade nos predispone a desentendernos también de otros bienes compartidos y, por supuesto, a malentendernos entre nosotros. Cuidar las palabras permite afinar sentimientos y escoger las razones adecuadas, mientras que destrozarlas a nuestro antojo conduce a disfrazar intenciones y a trampear con menor reparo. Así que, con permiso de la Academia, volveré a referirme a esa dolencia de nuestro idioma que es la profusión de archisílabos. Ya saben, esos términos artificial y pomposamente alargados con los que pretendemos dar mayor empaque a lo dicho y ganar estatura a los ojos del otro. Aquí va la séptima entrega de esta serie iniciada hace casi veinte años.
Solo de pasada mencionemos los incubados en los círculos más pedantes del mundo publicitario y de la moda. Son esas novedosas palabras que anteponen exagerados prefijos para denotar así algo ultraexclusivo o la hiperexclusividad de un diseño, una mansión de macrolujo o una persona superpositiva. Pero lo habitual es que el grueso de los archisílabos se forme añadiendo desinencias innecesarias a un sustantivo para expresar peor lo mismo que ese sustantivo ya decía mejor y con mayor brevedad. En unos casos, el hablante se eleva a un plano de aparente abstracción que al parecer le conforta. De suerte que la ‘reflexión’ se convierte en reflexividad, el ‘gobierno’ o la ‘gobernación’ dejan paso a la gobernabilidad e incluso a la gubernamentalidad, un poema revela no tanto un tierno ‘sentimiento’ como una delicada sentimentalidad. Nuestro presidente explicó tan terne que el Banco Europeo nos concedía su multimillonario rescate sin condicionalidad alguna, esto es, ‘sin condiciones’.
Como en este país tratamos mucho más con vaporosas entidades que con ‘entes’ reales, no sufrimos una crisis de ‘empleo’, sino de empleabilidad. Ya no hay que contener el ‘gesto’, sino la gestualidad, ni despertar ‘emoción’ o ‘emotividad’, sino emocionalidad. La presencialidad suena más densa que la mera ‘presencia’, igual que el ‘óptimo’ resultado de una gestión empresarial alcanza la optimalidad. Rizando el rizo del ridículo, una revista de filosofía hablaba hace poco de contradictorialidad en lugar de ‘contradictoriedad’, lo mismo que en las peluquerías femeninas ofrecen ungüentos que dan voluminosidad —y no '’volumen’— al pelo.
Nos inclinamos hacia ciertos vocablos por su mayor largura.
Hay casos en que el estiramiento verbal parece deberse a un deseo irrefrenable de calcar usos del inglés. Aludimos entonces a una campaña promocional, que no ‘promotora’, a una actividad fundacional en lugar de ‘fundadora’ o bien a la gracia creacional del artista más que ‘creadora’ o ‘creativa’. ¿Y a que resulta hermoso el confusional, para aludir a lo ‘confuso’ o ‘confundente’? Algo que sea ‘operativo’ se califica hoy (perdón, a día de hoy) de operacional y unos intereses volicionales, por si no lo saben, designan intereses ‘volitivos’ o de la voluntad. Claro que a estas invenciones contribuye lo suyo que ese hablante ignore la raíz latina de los términos que emplea. Por eso olvida la ‘desinfección’ para escoger la desinfectación, la ‘interacción’ nada puede frente a la interactuación y por la misma tendencia se prefiere el infusionarse al ‘infundirse’. Las películas hay que versionarlas en lugar de ‘verterlas’ a otras lenguas y en un cartel publicitario pueden tropezarse con un movedor que no pasa de ser el ‘motor’ de toda la vida.
Recuerde el lector cuántas veces escucha desfasamiento por ‘desfase’, enmarcamiento por ‘enmarque’, mejoramiento por ‘mejora’ y decantamiento por ‘decantación’. El motivo más probable de inclinarnos hacia los primeros vocablos es su mayor largura frente a los segundos. Lo mismo ocurre con muchos delincuentes cuando les detienen: que son sometidos a un procesamiento judicial mejor que a un ‘proceso’. Pero ese lector puede también preguntarse por qué una empresa internacionalizada (‘internacional’) requiere un apoyo profesionalizado más que ‘profesional’ y, a ser posible, particularizado mejor que ‘particular’. El otro día me hablaron de un interés bancario anualizado, con el significado de ‘anual’, de una decisión política territorializada para decir ‘territorial’ y de una situación lingüística normalizada, o sea, ‘normal’. ¿A que en televisión las lluvias siempre son generalizadas y nunca ‘generales’? Pues eso.
La lista no se ha agotado, ¡qué va! Nunca hablen de un grupo ‘colaborador’ cuando pueden llamarlo colaborativo. Pero si quieren causar efecto profundo, atrévanse a prescindir del simple ‘capaz’ y acuñar el capacitivo, según promovía un reciente anuncio de tablets en la prensa. Hay archisílabos que alteran el sentido del sustantivo originario o incluso lo traicionan del todo. Quien rechaza reiteradamente algo que se le imputa no se aferra a la ‘negación’ de los hechos, sino que incurre nada menos que en negacionismo, de igual manera que la mera ‘oscuridad’ que rodea un crimen viene a tildarse de oscurantismo.
El ampuloso crecimiento de vocablos ofrece todavía numerosas ocasiones a nuestro afán de encampanarnos. Habrán notado que no hay autoridad que exprese hoy su ‘juicio’ sobre cualquier novedad acontecida, sino en todo caso una valoración, de modo parecido a como la ‘pena’ de una multa se torna una penalización. Ya no exigimos una ‘rentabilidad’ para nuestras inversiones, sino su rentabilización, y la financiarización está dejando corta a la ‘financiación’. ¿Qué pinta un ‘contraste’ al lado de una contrastación y cómo poner el ‘acento’ donde cabe una acentuación? En boca de una exministra el ‘presupuesto’ cobraba mayor prestancia si pasaba a denominarse presupuestación. Al paso que vamos, mucho me temo que las edificaciones acaben ganando en altura a los ‘edificios’.
Abruma tanta riqueza léxica cuando tanto escasea la conceptual.
Una ‘división’ o ‘reparto’ de algo no puede compararse con su segmentación, la defraudación oculta un delito más turbio que el ‘fraude’, como le pasa a la repudiación frente al escueto ‘repudio’. Algunos buscan la igualización antes que la ‘igualación’, no se contentan con la ‘objetivación’ cuando pueden pronunciar objetualización, aunque tampoco dejan claro si presentan proposiciones o ‘propuestas’. El perverso placer obtenido de añadir sílabas forzadas se detecta asimismo en la desregularización que equivale a la mera ‘desregulación’, en la deteriorización como ‘deterioro’ o en la sociabilización, que es como una ‘socialización’ sólo que más prolongada. Al terrible significado de ‘exterminio’ le ha salido un competidor en la exterminación. Y algún concurso televisivo debería sortear un premio entre quienes adivinen a qué viejas palabras pretenden sustituir ahora mismo engendros como expertización, titulización o mutualización.
Los nuevos verbos puestos a nuestro alcance son legión; tienen el ligero inconveniente, eso sí, de que también son inútiles por sobrantes. Entre ellos encontramos algunos tan encantadores como audializar para ‘escuchar’ música u oficializar una misa que debe de valer para el cura mucho más que ‘oficiarla’. Súmenle ustedes el nulificar para decir ‘anular’, y el ficcionalizar para ‘ficcionar’, y el provisionar para ‘proveer’, y el potencializar para ‘potenciar’, y el narrativizar para ‘narrar’ y así hasta cansarse... Pues abruma esta extraordinaria riqueza léxica cuando tanto escasea la conceptual.
¿Qué quieren que les diga? Una vez más, la razón parece estar de parte del entrañable Chesterton: “Es indudable que la prudencia es mejor que el ingenio; pero, leyendo los extraños polisílabos de los modernos libros y revistas, parece mucho más evidente que hemos perdido el ingenio y no hemos adquirido prudencia”.
Aurelio Arteta es catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad del País Vasco.
III
Aurelio Arteta, "Dilo en archisílabos. Desearía aprender dónde radica la mayor carga informativa de los términos largos", El País, 22 ABR 2012
Por fin he comprendido la razón de que los académicos de la Lengua reciban el sobrenombre de “inmortales”. Se les llama así porque por ellos no pasa el tiempo o, quizá mejor, porque en nada afecta el tiempo a quienes están destinados a la vida eterna. Les han hecho falta decenios para declarar que, además de erróneo, suena fatal eso de cargos y cargas públicos/as..., que ha invadido hasta el lenguaje de los mudos. ¿Deberán transcurrir otros cuantos decenios hasta que la Academia futura confeccione un catálogo de archisílabos que conviene desterrar del habla común?
Puestos a engrosar la colección de estas prescindibles palabras kilométricas, empecemos por el estiramiento de las que a diario se inventan las estiradas gentes de las finanzas. Los ‘frenar’, ‘desanimar’ o ‘disuadir’ se esconden hoy bajo el desincentivar y los desincentivos arrinconan a ‘frenos’ y ‘obstáculos’. Es de suponer que operacionalizar y operativizar significan volver algo operante u operativo, de suerte que operativización se acercaría a lo dicho por ese hermoso término de efectivización. A duras penas he captado que en esa jerga primarización quiere decir exportar bienes primarios, pero aún no pillo a qué se alude con el bancarizar y la bancarización.
El afán de alargar el léxico, no tanto por el placer de alargarlo como por hacerse el interesante quien lo pronuncia, se detecta en varios vocablos prestigiosos del momento. Habrán notado que lo ‘especial’ está dejando paso a lo específico, y que los ‘especialistas’ son cada vez más los especializados en esto o lo otro. Aquí y allá se introduce el ejercitamiento o la ejercitación en lugar del ‘ejercicio’, igual que el desfasaje pretende ser el ‘desfase’. Ignorante de sus presuntas diferencias, no acierto a ver qué añaden dominancia y gobernanza (o gobernancia) a ‘dominio’ y ‘gobierno’, salvo su mayor longitud y -me temo- cierta pedantería. Nos tropezamos con el transicionar porque cae en desuso el ‘transitar’, lo mismo que el reciente ostentatorio traduce el ‘ostensivo’ o el ‘ostentoso’, según, con una sílaba más. Incrédulo ante lo sostenido por un profesor del Instituto Tecnológico de Massachusets, desearía aprender dónde radica la mayor carga informativa de los términos largos sobre los más breves. Me lo tendrían que explicar argumentativamente, claro está, no ‘argumentalmente’.
No olvidaré dejar constancia de ese curioso gusto del español contemporáneo por lo abstracto. Baste anotar la emocionalidad, para referirse a la ‘emotividad’ o sencillamente a la ‘emoción’. Y nadie dudará de que la ‘potencialidad’ de algo sabe a poco comparada con su potenciabilidad.
Muchos archisílabos proceden del afán de subrayar la acción que conduce a un resultado, más que el resultado mismo. Así es como se procura la homogeneización entre cosas diversas, que sería sin más su ‘homogeneidad’; hay que facilitar la visibilización de las mujeres maltratadas, no su ‘visibilidad’. Por mucho que a la izquierda abertzale le encrespe, ha de establecerse una jerarquización entre las víctimas del terrorismo, mucho mejor que su correcta ‘jerarquía’. La espectacularización no dice más que la producción de ‘espectacularidad’ y la precarización del contrato laboral sólo indica su ‘precariedad’. La empleada de una compañía teléfonica me detalló la tarificación de mis llamadas, sin duda porque le sonaba más redondo que su ‘tarifación’. Se trata de un mecanismo del que no se libran ni las impropiamente llamadas “lenguas propias”, como lo probaría la revernacularitzaciò del valencià...
Resulta patética la rapidez con que el hablante español se ha dejado contagiar por el inglés (o por el americano) a fuerza de parir adjetivos acabados en -al. Su atractivo más probable: que tal desinencia cuenta como dos sílabas y prolonga así su pronunciación. Hasta al mismísimo ministro de Justicia se le escapó hace poco una mención de la conducta delincuencial, en lugar de ‘delictiva’. Ya no existe un hecho ‘motivador’, sino motivacional; ni un trabajo ‘aspirante’ al premio, sino aspiracional. Y, aunque no me crean, les juro que he detectado un chirriante modificacional, y un vicarial, un suposicional y con mayor frecuencia todavía otro civilizacional. Que luego se vea todo perspectivalmente, será la conclusión natural de un mimetismo tan entusiasta como necio.
Por si fuera poco, unos archisílabos se reproducen en otros afines. En la gran superficie lingüística ya pululan los monitorizar y monitorizado, pero ahora disponemos asimismo del monitorear y monitoreado, todos ellos equivalentes a ‘examinar’ o ‘evaluar’ y sus participios. Archisílabos cortos, todavía insatisfechos de su estatura, originan archisílabos más largos. Aquel posicionar, que ya se ha quedado con nosotros, engendra el reposicionar para decir ‘resituar’; otrotanto ocurre con el focalizar y la focalización, por ‘enfocar’ y ‘enfoque’, una acción que al repetirse se transforma en refocalizar y refocalización. El modesto vehicular, que entre los exquisitos suplantó a ‘transportar’ y otros, ha crecido hasta dar en vehiculizar.
¿Que por qué todo esto? “Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados, se emplean casi instintivamente palabras largas (...), como un pulpo que suelta tinta para ocultarse”. Igual que a Orwell, también a uno le parece que el estilo inflado en el uso de la lengua es producto de la falta de sinceridad de los hablantes.
Aurelio Arteta es catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad del País Vasco. Su último libro, Tantos tontos tópicos (Ariel, 2012).
IV
Aurelio Arteta, "La moda del archisílabo", en El País, 21 SEP 1995:
Como se conoce que hablar en prosa era ya muy fácil, ahora nos deleitamos con la prosa archisílaba; a ser posible, requetesilábica. ¿Ande o no ande, caballo grande?; pues, valga o no valga, palabra larga. La consigna es llenarse literalmente la boca. Ante el temor a empequeñecer, nos encampanamos en nuestros vocablos y acabamos la mar de satisfechos en la grandilocuencia. Si al desgraciado circo del chiste le crecían los enanos, en , nuestro circo verbal nos crecen a ojos vistas las palabras. Por alguna regla que al psicólogo del lenguaje le tocaría desvelar, el blablablá ya no lo parece tanto cuando se torna un blablablabla. El caso es disfrazar el vacío. De esto siempre han sabido bastante algunos miembros de la universidad y muchos zotes de la orden de fray Gerundio. Hoy, con la ayuda de los comunicadores y su parentela triunfante, la peste se ha adueñado de todos. Un hablante que se precie ha de discurrir, por lo menos, en pentasílabos. Tiene que medir sus palabras, sí, pero no para elegir la más justa, sino la más rimbombante.No es preciso rastrear tan sólo en ciertas jergas abstrusas del día (verbigracia, la pedagógica) para probar este fenómeno. En nuestro común empeño por prolongar las palabras, nada importa incluso revolver su significado. Así que escogeremos siempre ejercitar en lugar de 'ejercer', complementar por 'completar', cumplimentar por 'cumplir', señalizar por 'señalar', climatología, por 'clima' o 'tiempo', metodología por 'método', y problemática por 'problema'. En la reciente consagración universal del comentar, aun a costa de variar su sentido' ' no es lo de menos que posea una sílaba de ventaja sobre los modestos 'contar', 'decir' o 'hablar'. ¿Acaso hay alguna otra razón de más peso para preferir la ética a la 'moral' o para que tantos caigan todavía en el preveer?
Es cosa que maravilla cómo, entre gente que enferma al menor esfuerzo conceptual y desconfía por pedante de quien lo intenta; que exige ir a lo concreto y dejarse de abstracciones; que no aguanta la lectura de cuatro folios de tímido pensamiento y acusa a su autor de humillarle con su elevado lenguaje...; entre esa gente, digo, florece la abstracción ampulosa como lo más natural del mundo. Aquí hasta el más lerdo habla como un torpe metafísico en ejercicio. El existir viene a reemplazar en todas partes al 'haber', igual que la existencia suple a la 'presencia' y la inexistencia a la 'carencia' o 'ausencia'. No se diga, pues, 'intención', sino más bien intencionalidad; ni 'fin', sino finalidad; ni 'potencia' o 'capacidad', sino potencialidad; ni 'necesidad', sino necesariedad; ni -quizá- 'competividad', sino competitividad; ni 'crédito', sino credibilidad; ni 'voluntad', sino voluntariedad, ni 'gobierno' o 'gobernación', sino gobernabilidad. La más simple 'obligación' se ha convertido en obligatoriedad, el 'todo' o 'el total' en totalidad (lo mismo que 'conjunto' ha venido a parar en globalidad y hasta en globalización), la 'razón' deja paso a la racionalidad, el modesto 'rigor' se trueca en rigurosidad y la 'eficacia' en efectividad. Pero es que toda 'disfunción' es disfuncionalidad, así como la 'emoción' emotividad, y ya no hay 'peligro' sino peligrosidad. Donde estén las motivaciones que se quiten los 'motivos', no va usted a comparar, y. qué es un 'límite' al lado de una limitación y un escueto 'valor' si se lo mide con la más sonora valoración, por no mentar la valorización...
Tal vez crean unos de buena fe que las palabras, como sus rostros, se encogen y arrugan, y les conviene un estiramiento. Para otros, ésta es la fórmula segura de alzarse sobre el hablante medio y obtener un secreto prestigio. Y así, lo que comenzó como necio afán de notoriedad por parte de algunos se expande hasta el infinito gracias al mimetismo de todos los demás. De suerte que ya casi nada se 'funda', porque todo se fundamenta (y no en 'fundamento' alguno, sino en fundamentaciones); ni nada se 'distingue', sino que se diferencia (y la 'diferencia' deja su sitio a la diferenciación, lo 'diferente' o lo 'distinto' a lo diferenciado); ni nada se 'usa', pues más bien se utiliza (y hace tiempo que la utilización ha dejado al 'uso' en desuso). Puestos a 'influir', habrá que influenciar, igual que, metidos a 'conectar', lo propio es conexionar y, si se trata simplemente de 'formar', más vale, por Dios, conformar o configurar. Los más memos han logrado introducir la incidencia donde vendría a cuento el 'efecto' o 'impacto', lo incierto por lo 'falso', la potenciación por el 'impulso' o el seguimiento por el 'control'.
Claro que, en esta gozosa tarea de descoyuntar el lenguaje ordinario, a menudo mediante la agresión, cada gremio aporta además su particular cagadica. El presunto experto dispone de bula para retorcer el idioma a su antojo, ante la sumisión reverente del resto de legos. El intelectual se recrea en el vehicular frente al 'llevar' o 'transportar', en el articular frente al 'componer' o 'enlazar', y lo suyo es problematizar lo que bastaría con 'cuestionar'. No hay político que no dedique su día a posicionarse y emitir su posicionamiento, en lugar de 'pronunciarse', 'situarse' o adoptar una 'postura' o 'decisión', ni del que no se espere que sea ejemplarizante mejor que 'ejemplar'. Algunos se quejan de resultar criminalizados, que no 'incriminados', y otros se disponen a institucionalizar lo que haga falta, sin 'instituir' nada. ¿Habrá que referirse aún a la ominipresente negociación, que nunca es un 'trato' ni un 'diálogo'? Y el, ejecutivo..., ah, el ejecutivo de vario- pelaje, que ahora nos ofrece su servicio personalizado (o sea, más que 'personal'), ése es hoy un alto militar que ya no proyecta 'planes', sino que diseña estrategias. De su boca no faltará el involucrar, porque ha olvidado desde el 'abarcar' o 'incluir' hasta el 'implicar' o 'envolver', ni el sobredimensionamiento o la desestructuración de su empresa, para decir yo qué sé...
Seguramente es que vivimos tiempos en que se habla demasiado. Aquella palabra pública, antes reservada a unos pocos y sólo para ocasiones solemnes, rueda hoy incontenible en el espacio, de la publicidad política y de la comercial (esa que todo lo publicita y aun lo serializa). Quienes no han aprendido a valorarla, enseguida la encuentran trivial "y están prestos a cambiarla por la primera que se les ofrezca. La feroz competencia para captar el favor del cliente, aturdido por el guirigay, apremia por igual a políticos y mercaderes a renovar cada campaña su mercancia verbal y a dotarla del máximo poder de seducción. Y ese poder en nuestros días no se alcanza por la precisión, la eufonía o la verdad de las voces en juego, sino pura y simplemente por su largura.
Sería fácil demostrar que esa largura al reducimos en ideas, nos vuelve más cortos. Entretanto, escúchese al comentarista y se sabrá que el encuentro de fútbol finaliza, pero, que no 'termina' ni 'acaba', por lo mismo que no tiene 'final' o 'término', sino finalización; y que los goles ni se 'meten' ni se 'plasman', sino que se materializan. Para el presentador del telediario bombas y bombonas siempre explosionan y nunca 'explotan', los bancos se fusionan y jamás se 'fuden', algunos terroristas quedan reinsertados en lugar de 'reinsertos'. Portavoces y comunicados de toda laya proponen actuaciones y no 'acciones', exigen normativas a falta de 'normas' e invocan una regla mentación, que siempre es mejor q . ue un 'reglamento'. Y a ver quién es el tonto que pertenece hoy a un 'grupo' pudiendo formar parte de un colectivo, 'promueve' si está en su mano promocionar o encuentra 'sentido' a las cosas si les descubre su significación. Ya se ve que este mismo proceso de envaramiento del idioma, más que un hecho 'gene ral', es un hecho generalizado. ¿Que una lengua, al fin producto histórico y cosa viva tiene que evolucionar? Pues claro, hombre, pero no está mandado transformarla sólo a golpes de pedantería, ignorancia, pereza o memez de sus usuarios. También está escrito que, quien tenga oídos para oír, que oiga.
Aurelio Arteta es profesor de Filosofía Política de la U. del País Vasco.
V
De Wikilengua
Normalmente los archisílabos se forman con la adición de un sufijo carente de valor real, en especial:
-logía Como tipo > tipología, método > metodología
-idad/-alidad Como función > funcionalidad
-izado Como individual > individualizado, general > generalizado
-iedad Como obligación (> obligatorio) > obligatoriedad
[Modificar solo esta sección] Lista de archisílabos
Palabra Palabra «alargada» Ejemplos
potencia, potencial potencialidad
clima climatología
tiempo meteorología
lluvia precipitaciones en forma de lluvia
nieve precipitaciones en forma de nieve De cara al día de mañana tenemos que hablar de precipitaciones en forma de nieve a lo largo y ancho de la geografía española (mejor sería: Mañana nevará en toda España).
en España a lo largo y ancho de la geografía española
tipo tipología Las casas son de varias × tipologías.
tema temática El libro trata × temáticas interesantes.
registro registración
grato gratificante
lista listado El × listado de los ingredientes es... (mejor sería: la lista de los ingredientes es...)
funciones, prestaciones, caracterísitcas funcionalidades
golpeamiento golpeo
cumplir cumplimentado Tras cumplimentar el servicio militar, continuó sus estudios.
rigor rigurosidad
mucho(s) una gran cantidad de
señalar señalizar
fin finalidad
hastío hastiamiento
obligación obligatoriedad
medicación medicamentación
motivo motivación
normativa normatividad
merodeo merodeamiento
relevo relevamiento
situarse posicionarse
recibir recepcionar
crédito credibilidad
explotar explosionar
ejemplar ejemplarizante
necesidad necesariedad
todos la totalidad
fundarse fundamentarse
distinto diferenciado
uso utilización
significado significación
acción actuación
instituir institucionalizar
general generalizado
intención intencionalidad
influido influenciado
representación representabilidad
contar contabilizar
refuerzo reforzamiento
método metodología
agrario agronómico
fechas temporalización
dirigir direccionar
sabio sabiondo
intento intentona
inserción insertación
vestido vestuario
casi prácticamente
bueno importante Consiguió importantes resultados en lugar de Consiguió buenos resultados
voluntad voluntariedad La gente tiene mucha voluntariedad en lugar de La gente tiene mucha voluntad
colección coleccionable
problema
problemática
peligro peligrosidad
exceso sobredimensionamiento
gripe proceso gripal
aunque a pesar del hecho de que
si en el supuesto de que
cuando en el mismo momento en que
pronto en un futuro no muy lejano
recalcar poner el acento en
nada permite no hay nada que permita que
si si llegara a presentarse el caso de que
qué qué es lo que Dime qué es lo que piensas ~ Dime qué piensas
incompleto parcialmente completo
muy altamente
odio odiosidad
vacaciones periodo vacacional Uno de los sentido de vacaciones es ‘tiempo que dura la cesación del trabajo’.
pequeño de pequeño tamaño
grande de gran tamaño
dentro en el interior
fuera en el exterior
ebrio en estado de ebriedad
tensar tensionar
VI
Polisilabismo o sesquipedalismo: el arte de escribir… estiradamente
Palabras alargadas, estiradas como chicles.(Ilustración: Bayuela).
El lenguaje burocrático se sirve de las palabras alargadas para dar ampulosidad y rimbombancia a quien las pronuncia o escribe. Hay una tendencia en el lenguaje administrativo a estirar las palabras, porque parece que “visten más”. Así, nos podemos encontrar con problemática (problema), cumplimentar (cumplir), señalizar (señalar), territorialidad (territorial). Las pretensiones retóricas, literarias o artificialmente elegantes están de más en el lenguaje administrativo. La claridad, ¡tan necesaria!, exige palabras sencillas, de fácil e inmediata comprensión:
totalidad/todos
influenciar/influir
finalización/final
domiciliación/domicilio
tramitación/trámite
El vocabulario claro y sencillo es sustituido por voces pretenciosas y relamidas. El texto pierde transparencia y se hace farragoso. Orwell en su conocido ensayo “La política y la lengua inglesa” (1946) lo explicaba así:
La hinchazón del estilo ya es, de por sí, una especie de eufemismo. […] El gran enemigo de una lengua clara es la falta de sinceridad. Cuando se abre una brecha entre los objetivos reales que uno tenga y los objetivos que proclama, uno acude instintivamente, por así decir, a las palabras largas…
Orwell, G. (2006): Matar a un elefante y otros escritos. Madrid, Turner.
Eso sí, para definir este fenómeno se utilizan palabras finas: polisilabismo o sesquipedalismo. Esta última (del latín, sesquipedalia verba) define aquellas “palabras ampulosas, rimbombantes, de amplitud desmesurada”. No importa que no esté clara su “traducción”: sobredimensionamiento, desestructuración, modelización, emprendurismo. En muchos casos ya las hemos asumido:
conflictividad/conflicto
climatología/clima
meteorología/tiempo
proporcionalidad/proporción
accidentalidad/accidentes
complementariedad/complemento
Para Chesterton, “no importa lo que digas, mientras lo digas con palabras largas y cara larga”.
¡Menuda cara solemne se me va a poner cuando escriba supercalifragilisticoespialidoso!
Aaameeeénn.
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P.D.:
Propón una solución en los siguientes ejemplos de alargamiento léxico:
La unidad de personal ha señalizado para el día 23 de junio de 2008 la elección de plazas.
Debemos ultimizar estos acuerdos previos.
Hay que inicializar correctamente las políticas sociales en Extremadura.
Los asuntos económicos se han concretizado en un informe exhaustivo.
La metodología usada no es la correcta.
La intencionalidad de los autores no está clara.
Debemos marginalizar estos hechos.
El letrado del servicio jurídico terminó su intervención conclusionando que el hecho es constitutivo de delito.