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miércoles, 20 de mayo de 2020

Vicente Sabariegos

Vicente Sabariegos (Piedrabuena, 1810 - Deleitosa, 1873), fue, según el jurisconsulto Nicolás María Serrano, carlista como él, un abogado y pintor guerrillero en la I.ª, la II.ª y la III.ª guerras carlistas.

Hijo legítimo del Licenciado Don Eusebio Sabariegos, natural de Ciudad Real, y de Doña Josefa Sánchez, su mujer natural de Piedrabuena. Fue bautizado ahí. Se casó con la hija única de Manuel Adame, el Locho, en cuya partida estuvo. Anduvo en el exilio por Europa (Francia, Portugal), donde sus cuadros eran bastante solicitados, siempre según las noticias recogidas de la prensa por Serrano en su historia de las guerras carlistas. A fines de julio de 1869 levantó una partida carlista de campesinos y menestrales contra los acaparadores en las ciudades, los desamortizadores absentistas del campo, contra los usurpadores del patrimonio comunal municipal y para restablecer el poder económico de la Iglesia. Tuvo una refriega en los baños de Fuensanta contra la Guardia Civil. En la noche del 23 al 24, siendo brigadier de las tropas legitimistas y con el mando militar de La Mancha, junto con el coronel Joaquín Tercero se sublevaron en las afueras de Ciudad Real con un centenar de hombres, algunos veteranos de la primera guerra. Pero cayó en combate en Extremadura y allí está sepultado. Su nombre está escrito en el palazzo veneciano del rey que juró servir.

Así dice el DBE:

Sabariegos Sánchez, Vicente. Piedrabuena de Calatrava (Ciudad Real), 19.IV.1810 – Deleitosa (Cáceres), 6.XI.1873. Guerrillero y general carlista.

Era yerno de Manuel Adame, El locho, a cuyas órdenes se lanzó a la campaña carlista de 1833, y al que acompañó en su retirada a Portugal, donde se unieron a don Carlos. A principios de junio de 1834 su nombre aparece, con el grado de teniente coronel, en la lista de oficiales que embarcan con don Carlos hacia Inglaterra. De allí pasó al Norte, formando parte del escuadrón de la Legitimidad.

En algún momento de la campaña, y muy posiblemente debido a su participación en una de las expediciones que salieron del Norte, Sabariegos se volvió a incorporar a las partidas de su tierra natal, donde estuvo al frente del escuadrón de Tiradores de la Mancha. No aceptó el Convenio de Vergara y se retiró a Francia con las tropas de Cabrera. Tras una breve estancia en Bourges, donde residía don Carlos, Sabariegos se estableció en Portugal, desde donde penetró en España en 1848, durante la Segunda Guerra Carlista. Subordinado del brigadier Peco, este le encargó establecer la guerra en la provincia de Ciudad Real, pero herido en un encuentro tuvo que regresar pronto al país vecino. Allí residió hasta 1858, en que volvió a España, y tras la revolución de septiembre se puso a las órdenes de Carlos (VII), que le nombró mariscal de campo.

Nombrado comandante general de Ciudad Real, se sublevó en las proximidades de la capital de la provincia en la noche del 23 al 24 de julio, reuniendo inicialmente en torno a un centenar de hombres, con los que sorprendió al pequeño destacamento de la guardia civil de Picón, al que hizo prisionero, pero poco más tarde era batido en las proximidades de Piedrabuena. Derrotado y preso a mediados de agosto el general Polo, jefe del alzamiento, Sabariegos trató aún de mantenerse en campaña, pero se vio obligado a refugiarse en Portugal a principios de septiembre.
No tuvo más suerte en su intento de establecer la guerra en Extremadura en abril de 1872, coincidiendo con el gran alzamiento carlista que dio comienzo a la Tercera Guerra. Nombrado comandante general de Galicia a principios de 1873 se trasladó a su nuevo campo de operaciones, siendo derrotado nada más comenzar la campaña en la Sierra de San Mamed, por lo que optó por situarse sobre la frontera hasta que a principios de mayo lanzó a una nueva correría, ocupando Ginzo de Limia al frente de sesenta hombres, pero siendo batido el 12 en el puerto de Barrozos y obligado a refugiarse en Portugal.

En septiembre de 1873 Carlos (VII) le confirió el mando de las provincias de Ciudad Real, Toledo, Badajoz y Cáceres, y en menos de un mes consiguió reunir cuatrocientos diez jinetes y cuarenta infantes, con los que mantuvo varios encuentros favorables con las tropas liberales, consiguiendo entrar en Urda, Fernán-Caballero, Herrera del Duque y Guadalupe. El 6 de noviembre derrotó en Retamosa a una columna de ciento cincuenta guardias civiles, pero falleció en el combate, siendo enterrado en la vecina localidad de Deleitosa.

Bibl.: F. de P. Oller, Álbum de personajes carlistas con sus biografías, t. III, Barcelona, La Propaganda Catalana, 1890, págs. 120-124.

Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera

Así dice la Wikipedia:


Vicente Sabariegos Sánchez (Piedrabuena, 19 de abril de 1810 - Retamosa, 6 de noviembre de 1873) fue un militar español que intervino en las tres guerras carlistas, apoyando en todas ellas al bando carlista.

Biografía

Nació en Piedrabuena el 19 de abril de 1810.1​nota 1​ Estudió en Ciudad Real Filosofía y Bellas Artes. Contrajo matrimonio con la única hija del coronel carlista Manuel Adame Locho. Formando parte de la partida de su suegro, participó en la Primera Guerra Carlista llegando a obtener el grado de coronel mayor del Regimiento de Tiradores de la Mancha.1​ Con el citado regimiento formó parte sucesivamente de los ejércitos del Norte, de la Mancha, y de Aragón y Valencia. A pesar de la capitulación de las tropas carlistas del Norte en el Convenio de Vergara, continuó la lucha en las filas del general Ramón Cabrera con cuyos batallones se retiró a Francia en mayo de 1840.

Exiliado en Londres, frecuentó los círculos del pretendiente Carlos VI, quien al comienzo de la Segunda Guerra Carlista le ascendió a brigadier y lo nombró comandante general de la Mancha. A partir de 1847 hasta finalizar el conflicto en 1848 organizó las partidas guerrilleras en ese territorio hasta que tuvo que entrar derrotado en Portugal en 1848. Por sus méritos le fue concedida la Gran Cruz de Isabel la Católica.

En 1869 se alzó en La Mancha por el nuevo pretendiente, Carlos de Borbón y Austria-Este, pero debido al fracaso de la insurrección general, la partida se disolvió pronto, logrando escapar Sabariegos.3​ En 1872, al comienzo de la Tercera Guerra Carlista, se levantaría de nuevo, siendo nombrado por Don Carlos comandante de las provincias de Extremadura. Más tarde organizó y dirigió la rebelión en Galicia y finalmente volvió a hacerse cargo de los batallones extremeños, manchegos y andaluces. Recibió la orden del cuartel real de impedir el reclutamiento de tropas que había acordado el gobierno republicano para enviarlas a sofocar el Cantón de Cartagena y la rebelión carlista. Tras recorrer las provincias de Ciudad Real, Badajoz, y el norte de las provincias de Sevilla y de Huelva volvió al norte de Cáceres donde en un encuentro con una compañía de la Guardia Civil en las cercanías de la aldea de Retamosa, en la provincia de Cáceres, resultó muerto el 6 de octubre de 1873. Su cuerpo está enterrado en la cercana población de Deleitosa.2​ Fue sustituido en el mando por José Díez de la Cortina y Cerrato.4​

Notas

 La Ilustración Española y Americana sitúa su nacimiento en Portugal, donde habrían estado exiliados sus padres durante la Guerra de Independencia Española.2​

Referencias

 Ayuntamiento de Piedrabuena

 Martínez de Velasco, Eusebio (24 de noviembre de 1873). «El jefe carlista don Vicente Sabariegos». La Ilustración Española y Americana: 707.

 «Tradicionalismo». Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana. Tomo 63 (Espasa-Calpe). 1928. p. 474.

 B. de Artagán (1918). Príncipe heroico y soldados leales. Biblioteca de "La Bandera Regional". p. 120.

domingo, 9 de octubre de 2016

El padre Juan Mugueta, apologista de la Guerra Civil II

El padre Juan Mugueta, no sabemos si en su nombre o en nombre del Dios que decían representaba, escribió sobre "nuestra confianza en la victoria", pues ni la paz ni mucho menos la reconciliación eran algo que desearan "las reservas espirituales y materiales de la raza". En el capítulo "Separatismo catalán" cita una obra de los escritores antisemitas franceses Jérôme y Jean Tharaud, La cruel España (Cruelle Espagne, 1938) donde se relatan y comentan los primeros episodios del golpe de estado antidemocrático; al respecto comenta "no podemos creer que el clero de Barcelona secular y regular votase en masa la candidatura de la Ezquerra" p. 81, pero al cabo llega a admitir que "es lo que ha pasado a tantos separatistas de derechas, sacerdotes o laicos. Jugaban con el fuego y la llama prendió en su ropa talar, consumió sus carnes y calcinó sus huesos", p. 82. Es que "caminar de espaldas a España" los vuelve "locos e insensatos". Por supuesto, "es justo que los catalanes amen a su región con amor entrañable, pero amor que engendra odios no es amor verdadero, y el amor de los separatistas a Cataluña tenía heces de odio al resto de la nación" p. 84. Observa que el proceso nacionalista consta de varios grados: "Primero Cataluña sin España; después Cataluña contra España; por fin, Cataluña sobre España: he aquí la trayectoria que debía seguir el proceso de liberación según los soñadores del stat catalá". Le parece toda la obra del nacionalismo catalán pergeñada por comunistas, anarquistas y, especialmente, masonistas, porque le convencen al respecto las teorías que expuso Juan Tusquets en una conferencia pronunciada el día 28 de febrero de 1937 en el Teatro Principal, de San Sebastián titulada Masonería y separatismo. Contra ello propone lo siguiente: "Cataluña tendrá que articularse al mecanismo nacional con renuncia absoluta a situaciones de privilegio. Habrá de soldarse a España con soldadura autógena... se acabaron los hechos diferenciales... terminaron las archiconsideraciones para una lengua que se cansaba de gritar blasfemias contra España y hablar procazmente de su madre. Hay que raspar en ella toda glándula separatista, para que cante cuanto quiera la excelencias de su región, mas sin mengua ni desdoro, sin menosprecio ni deshonor para las otras regiones y provincias, que forman la estructura de la España unitaria, de la Patria una e indivisible, sin tirones regionales ni desviaciones centrífugas, una en la fe, en el sentir colectivo y el ideal imperialista, una en el amor a su grandeza histórica, al trabajo y a la gloria, a la integridad territorial y al prestigio internacional; una en la geografía física, psicológica y sentimental; una en la soberanía y en la expresión de esa soberanía mediante un solo órgano oficial: el habla de Cervantes", p. 89-90.

En el capítulo "Nacionalismo vasco" insiste en despotricar contra ese "delirio separatista": "Es cierto que los separatistas vascos no se unieron a las izquierdas en los últimos comicios", pero al cabo se convirtieron en "colillas de un gobierno demagogo y criminal". El estatuto vasco pecaba sobre todo de no mencionar a Dios. "Abrazáronse con petroleros y degenerados que huelen a vinazo, sangre, pólvora y mercurio, lujuria e incesto. Encuadrados en esas milicias del infierno han ido a la guerra a luchar contra los cruzados. ¡Qué horror...! Era el momento de romper ese coito inmoral con el marxismo corruptor", p. 96.

El capítulo siguiente del canónigo magistral de Ciudad Real propone todo un programa político y se titula "Misión de España en la Historia". Desde luego, "no es motorizar el mundo congestionando el planeta de locomotoras, trenes, autovías, camiones, autocares, tractores, tanques, coches de lujo, autos de línea, máquinas agrícolas e industriales de toda clase y de toda marca..." p. 103, "nuestra misión no es la mecanización del trabajo, ni la materialización y degradación de la vida, sino su elevación y espiritualización... ir por el mundo iluminando senderos, guiando pueblos, misionando tribus, formando cristiandades. Puede decirse que la historia de España es una continua cruzada a lo largo de los siglos. Cruzada contra el Visigodo, cruzada contra el Turco, cruzada contra el Indio, cruzada contra Lutero, cruzada contra Napoleón, el corsario de Europa y carcelero del Papa, cruzada contra el Liberalismo, primogénito de la revolución francesa, pues la guerra carlista tenía este carácter, ya que en ella no tanto se luchaba por la legitimidad como contra las libertades de perdición, que, escoltando a los llamados derechos del hombre, se habían filtrado a través de la frontera de España. Fue dueña de mar y tierra, cuando el sol no se ponía en sus dominios, mas no supo explotar ni la tierra ni el mar. No era este su designio... quédese eso para pueblos materialistas y mercaderes", p. 104. Un régimen democrático no es propio de una nación como la nuestra: "No podemos creer en una sociedad a la inversa donde gobierne el pueblo, que debe ser gobernado" p. 142. Por eso, en la posguerra, se propone redentores propósitos como estos: "Haremos todo sin entregarnos a los instintos salvajes, a los sentimientos de crueldad, a la sevicia superior a la de los mandarines de la India a que se entregan nuestros enemigos. Seremos humanos sin dejar de ser justos y seremos justos sin dejar de ser humanos. No olvidaremos que la flor más fragante del espiritualismo es la piedad. Nos vigilaremos a nosotros mismos para que, al clamor de la justicia vindicativa, no nos desborde ningún sentimiento anticristiano". Esta piedad, según historiadores extranjeros, consistió en 111.000 ejecuciones después de la guerra, incluidas, por supuesto, las famosas "sacas" de presos para hacer sitio en las cárceles. Todo el mundo conoce, o debería conocer, las famosas directrices de Mola escritas antes del "levantamiento" en el sentido de crear terror mediante ejecuciones indiscriminadas para "desmovilizar" al enemigo. Pero, después de la guerra, los militares que se levantaron contra el pueblo (incluyendo en él monjas, curas y demás) la máquina del terrorismo de estado siguió trabajando.

"¡Qué vergüenza! Así la civilización habíase hecho barbarie, la cultura salvajismo, el progreso receso a la caverna, la ciencia filtro envenenador, el arte plebiscito de las concupiscencias, los espectáculos cita de degradación, la democracia demagogia, la política puja de apetencias y el Parlamento exhibición de chulería. Y todo esto porque España iba haciéndose rápidamente pagana", p. 129. Por último, entre citas de Nikolái Berdiáyev, Tomás de Aquino, Francisco Suárez y José María Pemán e, increíblemente, Giacomo Leopardi o Léon Duguit (¿?), cita al primero para explicar que nos acercamos a una gloriosa y brillante nueva Edad Media: "No faltan síntomas que dan valor a la profecía. La Edad Media surgió de las ruinas de la barbarie y nuestra generación tendrá también que edificar sobre el acervo de escombros que están acumulando en todas partes los vándalos modernos... la Edad Media es la concreción de la espiritualidad", p. 112-113. 

Y eso es lo que nos dieron Franco y compañeros mártires: una gloriosa y brillante nueva Edad Media.

jueves, 7 de mayo de 2015

Carlistas manchegos emigrados a Francia


Familia Delgado. (1816 - 1842) : En 1816, Antonio Delgado, sous lieutenant espagnol réfugié, est témoin de mariage. Il habite 25 rue Couturier. Le 11 septembre 1832, Maria Lucía Delgado, 32 ans, 11 rue Dublan, Née à Valdepeñas (Ciudad Real), épouse Antoine Bonal, commis boulanger de 18 ans né à Mandailles (15). Le 22 du même mois, un lieutenant colonel réfugié de 38 ans Francisco Delgado, né à Madrid, décède au 51 allées de Tourny. En mars 1842, un autre réfugié espagnol dont on n'a pas l'âge, José Delgado, peut-être frère de Francisco, habitant 91 rue Porte-Dijeaux, est témoin de mariage. Au mois de juillet de la même année, Angela Delgado, épouse de Francisco Martinez de Velasco, habitant 8 rue du Château•Trompette, perd sa fille de 19 ans, Luisa, née à Burgos. En 1848, Ignacio Delgado, 19 rue Arnaud-Miqueu, commis négociant de 31 ans et demi, né à Maracaibo (Vénézuéla), épouse Marie Canizieux, une Bordelaise de 19 ans.

FERNANDEZ, Gregorio (1818 - 1844) : en 1818, Gregorio Francisco Fernández, veuf de 40 ans, capitaine retraité né à Vigo (Pontevedra), ayant deux enfants de Luce Rodríguez, épouse Josefa Antonia de Francisco, 28 ans, née à Villamanrique (Ciudad Real), habitant comme lui 12 petite rue de l'Intendance. Les époux ont déclaré qu'ils veulent et entendent que leurs fils Séraphin Joseph né à Niort et Louis Antoine né à Bordeaux jouissent de la qualité et des droits d'enfants légitimes. En 1827, Gregorio est témoin de mariage, puis en 1844, il marie sa fille Clémence, 18 ans et demi, née à Bordeaux, à Victor Borgoño, 25 ans, propriétaire habitant 1 rue Esprit-des-Lois, né à Santiago du Chilli, fils de l'ambassadeur du Chili en Espagne. Gregorio habite depuis 1827 rue du Jardin-Royal.

RAMOS. (1803 - 1848) : On enregistre en 1803 à l'Hôpital Saint-André, le décès de Lucía Ramos, couturière de 44 ans née à Campo de Criptana (Ciudad Real). Il faut ensuite attendre 1825 pour retrouver le nom de Ramos, Antoine, 50 ans habitant place des Capucins est témoin au mariage du domestique de León, José López. En 1839, Juan Ramos déclare le décès de Francisco Rubio, 10 ans, né à Bossost (Lérida). En 1840, Manuel Ramus (Ramos), journalier espagnol de 60 ans, époux de Marie Caberiot, décède à l'Hôpital Saint-André. En 1847, Isabel Ramos, 20 ans et demi, née à Agramunt et habitant rue du Hâ, épouse José Antonio Cots, 37 ans, négociant de Solsona (Lérida). On trouve au bas de l'acte la signature de Fernando Ramos, probablement le frère d'Isabel. L'année suivante, Antonio Ramus (Ramos), 22 ans, manoeuvre né au Val d'Aran, décède au Bouscat.

RODELLA, Josefa (1818 - 1844) : née à Villamanrique (Ciudad Real), âgée de 28 ans, elle épouse en 1818 Gregorio Fernández, 40 ans, veuf avec deux enfants, ex-capitaine né à Vigo (Pontevedra) et habitant comme elle 12 petite rue de l'Intendance. En 1844, elle marie sa fille Clémence Fernández, 18 ans et demi, au fils du ministre plénipotenciaire du Chili près la Cour d'Espagne, Víctor Borgoño, 25 ans, propriétaire né à Santiago du Chili et habitant 1 rue Esprit des Lois.

SARTE, Gabriel (1820 - 1830) : cité deux fois, il s'agit probablement du même individu malgré une erreur dans les âges. Ce portefaix né à Valdepeñas (Ciudad Real), épouse en 1820, alors âgé de 41 ans et habitant rue du Fort Lajarte, Valérie Cousseau, Bordelaise de 24 ans. Il décède en 1830, à l'âge de "60 ans" à l'Hôpital Saint-André, et est de nouveau enregistré comme portefaix né à Valdepeñas.

martes, 7 de abril de 2015

Una biografía de Valle-Inclán, premio Comillas.

Winston Manrique Sandoval, "Todas las máscaras de Valle-Inclán", en El País, 7-IV-2015:

Una desmitificadora biografía retrata al gran escritor como estratega de su propio triunfo y desmonta los tópicos de pobre, bohemio, izquierdista y genio sin vocación

Hay vidas cuyas leyendas empiezan mucho antes de nacer. La de Ramón del Valle-Inclán Peña se remonta a 150 años antes de que viniera al mundo, el 28 de octubre de 1866, en Villanueva de Arosa (Galicia), cuando se engendra la verdad que esconde su apellido, por una cuestión de herencia, que juega con la dualidad y la máscara y parece moldearlo a él. Y se confirma como una existencia de realidad y fábula a los 33 años cuando el dramaturgo, novelista, poeta y periodista inicia la falsificación de su vida para convertirla en una obra de arte, tras perder su brazo izquierdo de manera deshonrosa. Y el autor quedó en el centro de un episodio cómico que derivó en dramático y alcanzó el esperpento, como sería su existencia personal y literaria dentro del modernismo, y una de las más relevantes de España en el siglo XX.

Bruma es lo que esparce el escritor alrededor suyo, la que Manuel Alberca despeja para mostrar dónde termina el hombre y dónde empieza el personaje. Lo hace en La espada y la palabra. Vida de Valle-Inclán, XXVII Premio Comillas de biografía de la editorial Tusquets. Se ve a un escritor real y prestigioso que ambiciona triunfar y se convierte en su propio gran estratega hacia el éxito, a la vez que propicia sus tópicos, aquí desmontados, de pobre, bohemio, genio sin vocación, de izquierdas o antirreligioso. Una imagen “que lo convierten en una especie de santo laico, de quijote trasnochado o de cómico estrafalario, ridículo en suma y fuera de la realidad”, escribe el biógrafo, filólogo y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Málaga.

Casi diez años dedicó Manuel Alberca para fijar la vida del escritor y ofrecer nuevas interpretaciones de “una existencia minada de pistas falsas, que el propio Valle-Inclán hizo impenetrable, con el objetivo de levantar un relato veraz que sacara al escritor de ese limbo de irrealidad en que lo han confinado y distorsionado la leyenda”. El libro, de 764 páginas, muestra, según Alberca, a una persona “celosa de su privacidad y, en cambio, con una tendencia a la sobreexposición en público, a ser el centro de atención, como un actor al que le gusta simultanear varias máscaras”.

Con ustedes, el escritor-actor Ramón del Valle-Inclán Peña que buscó ser artífice de su propia leyenda. Y los hechos ocurridos con su brazo izquierdo, aquel fatídico 24 de julio de 1899, lo empujan a ello. Lleva ya cuatro años en Madrid donde es conocido, admirado y temido por su participación en las tertulias de los cafés, y popular en la calle por su aspecto de llamativo dandi que poco a poco se hace mefistofélico. Aquella tarde, en el Café de la Montaña, hay una discusión entre dos miembros del grupo con un duelo pendiente. Valle-Inclán espeta al periodista Manuel Bueno algo y este reacciona ofendido amenazándolo con su bastón-bengala y contera de hierro, a lo que el escritor reacciona tirándole una jarra de agua. Se desata una pelea de bastonazos por un lado y de vasos y todo lo que hay en la mesa por el otro. El escritor queda herido en la cabeza y en el brazo izquierdo. El 10 de agosto se lo amputan por una fractura en radio y cúbito que da origen a una infección.

A partir de ahí toma su carrera literaria más en serio, afirma Alberca: “En este episodio construyó un yo hiperbólico y teatral. Puso por delante el personaje para que la persona no se resintiera. Su técnica de invención consistía en tomar un elemento biográfico real y distorsionarlo con datos ficticios”. Así sale un corro de historias que aúpan a Valle-Inclán, pero la realidad es que:

No es verdad que fuera pobre, aclara Alberca: “Venía de una familia acaudalada. Vivía de traducir, de artículos de prensa, de sus libros y la representación de sus obras. Y de algunos empleos públicos. Su periodo de más estrechez fue entre 1899 y 1902, hasta que entró al diario El Imparcial”.

No es verdad que fuera bohemio: “No pasó verdaderas penurias. Trabajó en la creación y difusión de sus obras, disponía de tiempo y dinero para divertirse y tenía una red de amigos y círculos burgueses. Tras su periodo crítico alcanzó una estabilidad”.

No es verdad que fuera un genio por azar: “Fue un estratega de su gloria. Por eso viajó a Madrid. Enviaba sus libros a los periodistas y críticos; entabló buenas relaciones sociales; se ganó un lugar en los cafés. Incluso escribió a autores como Clarín para que le corrigieran y orientaran”.

No es verdad que no necesitara ayuda: “Además de su red de amigos y críticos, obtuvo prebendas del poder. Una de ellas en 1916 como catedrático de Estética en la Escuela de Pintura, grabado y escultura, y en la República”.

No es verdad que fuera de izquierdas: “Su ideología era tradicionalista y su idiosincrasia es lo que hoy sería de derechas. Su militancia carlista no era solo estética y fue activo muchos años. Llegó a decir: ‘¿Para qué más libertad?’ o ‘¿La República? Que la defiendan quienes la necesiten”.

No es verdad que fuera filocomunista: “Admiraba a Mussolini. Y dijo: ‘El fascio no es una partida de la porra, como creen en España los radical-imbeciloides, ni un régimen de extrema-derecha. Es un afán imperial de universalidad en su más vertical y horizontal sentido ecuménico”.

No es verdad que fuera antirreligioso: “Durante la I Guerra estuvo del lado de los aliados al considerar que Francia preservaba el cristianismo, mientras Alemania amenazaba con el paganismo”.

No todo fue mitografía. Demostró su valentía en 1916 al visitar en Francia el frente aliado. Estuvo cerca del enemigo y sobrevoló la zona. Quedó muy impactado. Sobre esa experiencia nunca fabuló, ni se puso de protagonista.

Como tampoco lo hizo con su vida privada. En lo amoroso se le achacan algunas amantes, tiene una hija de madre desconocida y se casa con Josefina Blanco, en 1907, con quien tendrá cuatro hijos, y se divorciará en los años 30. Y es en esa vida familiar cuando da sus mejores frutos literarios

Ramón del Valle-Inclán llegó al final de sus días con un divorcio a cuestas, con la preocupación de la educación de tres de sus hijos de quienes tiene la custodia mientras atraviesa una mala racha económica. Murió el 5 de enero de 1936, en Santiago de Compostela, mientras buscaba una solución a su cáncer. Allá, donde habían alzado vuelo sus sueños de triunfo. Donde se activó el pasado de la naturaleza acomodaticia y dual de su apellido del que no pudo escapar.

Todo empezó 150 años antes de que él naciera. A comienzos del siglo XVIII, Pablo del Valle se casó con Antonia de Inclán. Un adinerado hermano de ella, Miguel de Inclán, no tuvo descendencia y heredó en su sobrino José Antonio, con una condición: poner el apellido Inclán por delante de tal manera que este no desapareciera. Así el heredero pasó a llamarse José Antonio Inclán del Valle o Valle-Inclán, dependiendo de las circunstancias. Cuando este se casó con Juana Malvido Rey sus hijos empezaron a jugar indistintamente con los apellidos: Inclán del Valle, Valle-Inclán o Valle-Inclán Malvido. Hasta que uno de ellos, Carlos Luis, optó por Del Valle-Inclán. Después su hijo Ramón siguió la tradición hasta llegar a su hijo, el escritor Ramón del Valle-Inclán Peña, autor de obras como Femeninas, Sonata de invierno, La lámpara maravillosa, Max estrella, Luces de bohemia, Tirano banderas, Divinas palabras…

El ánimo díscolo del apellido lo persiguió, y lo que muchos creían era una invención suya era lo más auténtico, la mejor mascarada heredada de sus antepasados.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Mancha en 1845 para el viajero y escritor ruso Vasily Petrovich Potkin

Tras la pequeña ciudad de Ocaña la naturaleza ofrece cambios: estamos en La Mancha. Esta triste provincia consiste en su totalidad en llanuras de nada: sin  agua, sin colinas, sin árboles. El ojo peregrina libremente en la distancia sin encontrar nada más que tierra rojigrís y azul cielo despejado; justo al sur, como una niebla espesa, se columbra en este desierto Sierra Morena; de vez en cuando, a dos o tres horas de distancia, se contemplan aldeas fuera del camino. No hay rejas para la soledad: en los bordes de la carretera no hay siquiera arbustos o hierba. ¡No sé qué qué pueda haber en el mundo más triste que este desierto! Imagínense un silencio de muerte bajo el brillo deslumbrante de un sol flamígero que agrieta la tierra pelada. Es realmente un desierto, solo que más prosaico: sin África, sin arena de mar, sin fuerte viento. Aquí y allá, a través de aldeas tejadas de arcilla y con casas de tapial y polvoriento ladrillo, rara vez se vislumbra otra cosa que pequeñas arboledas de olivar y viña pronto sustituidas por el campo desolado y yermo. A las personas les afecta esta grave naturaleza: el habitante de La Mancha, como no tiene nada que esperar de su trabajo en ámbito tan estólido y pobre, nace vagabundo. A cada pueblo lo rodea muchedumbre de niños entrenada en la mendicidad, envueltos en harapos y casi desnudos sean pequeños o mayores. Todo es mendigar en manchegos de aspecto frágil y depauperado; la ropa más frecuente es de un pardo oscuro, siempre con un chaleco largo remendado, pantalones cortos y botas largas gastadas. 

Fuera de esto, la gente de La Mancha posee muy mala reputación: tienen fama de salteadores, rateros, estafadores, contrabandistas y, sobre todo, de matar a los viajeros solitarios, a diferencia de aquellos hidalgos arruinados y cuatreros que solo robaban y mataban por necesidad. Por cierto os digo que en la última guerra carlista casi toda la pandilla que asaltaba los caminos era de manchegos. ¡Ah! Se me olvidó decir que el vino de La Mancha en España goza de gran fama, sobre todo el viñedo cultivado en torno a la localidad de Valdepeñas. No es como la mayoría de los vinos españoles: es espeso y agradable, el único en España que se puede beber en mesa sin aguarlo. ¡Y no huele a cuero cuando se empina el codo para arriba!

     Pero la gran fama de la Mancha proviene de su inmortal Don Quijote. En este triste país nació y murió el Caballero de la Triste Figura e hizo sus famosas hazañas caballerescas; la gente todavía te muestra los lugares donde acaecieron. A pocos kilómetros de la localidad de Quintanar de la Orden me mostraron El Toboso, lugar de Dulcinea, y luego la venta donde fue nombrado caballero Don Quijote. ¡La gente común incluso cree en la existencia real de Don Quijote! Pregunté a un chico en este mismo pueblo:

-¿Has oído hablar de Don Quijote?

-Sí, señor, era un cabalero manchego muy valiente.

-¿Cuánto tiempo hace que vivió?

-Hará más de mil años.

El propietario de un ventorrillo donde paramos a tomar agua me dijo con orgullo que en su casa se quedó dormido Don Quijote.

Toda La Mancha andaba revuelta por historias sobre el robo a una diligencia hacía pocos días. Causaba escándalo no el robo en sí, algo bastante corriente, sino que los ladrones comenzaron su ataque disparando los trabucos contra los compartimentos de la diligencia. Afortunadamente la carga fue a parar toda bajo la ventana. Oímos hablar por primera vez sobre esto en Ocaña y, de repente, todos los rostros adquirieron una mirada preocupada. Como yo ya había decidido, solo por el placer de reunirme con los ladrones, pagar trescientos francos, esperaba a la diligencia no con agrado, sino como el público que espera tras un telón la nueva y emocionante obra.

   Fuera de algunos lugares de la costa y partes de las provincias del Norte y de Andalucía, en España la tierra es de carácter sombrío, duro y árido: montañas rocosas y peladas, campo desierto. Si en alguna parte de ella hay árboles, los agacha en cuclillas el calor y la sequía, pobres. Existe un silencio de muerte en medio de los campos vacíos; ni el canto de los pájaros se oye; sí hay algunas águilas y buitres que se ven por el cielo volando entre las montañas. Los ojos desolados y quemados sólo ocasionalmente se reúnen. La mayor parte son pequeñas aldeas pobres; las torres y murallas de las fortificaciones que dejaron los árabes, o las antiguas guerras intestinas, se desmoronan. La Mancha despierta una ardiente y apasionada melancolía; a veces te encuentras pastores con su manada silvestre o apoyados sobre el cayado, el trabuco o el pistolón. Lo más común son desocupados perezosos y miradas indiferentes en un camino donde uno se cruza raramente con gallinas o mulas o puestos cargados de mercancías para cuya defensa los propietarios se hallan sedentes con sus armas, o un hidalgo viajero a caballo con la escopeta y la inseparable pistola; fuera de estos raros encuentros, el mismo cálido cielo brillante y azul, la misma estepa y carretera vacías.

Sin embargo, estas mismas razones hacen cada respiro individual muy interesante; durante el verano todo este pueblo errabundo que no quiere viajar bajo el fuego se para en una venta cualquiera y esta toma un aspecto muy pintoresco y animado. Traen mulas y caballos a los establos, que suelen estar situados bajo el mismo largo umbral de la entrada. Ya he dicho que en España cada provincia tiene su propio traje ¡y aquí hay cuarenta provincias! ¿Te imaginas lo que es un baile de máscaras reunido en una posada?

martes, 27 de marzo de 2012

El pronunciamiento carlista de Talavera en 1833.


Antonio Pirala, Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y Carlista. Escrita con presencia de memorias y documentos inéditos. Madrid: Tipografía de Mellado, 1856, t. I, pp. 403-404:

PRONUNCIAMIENTO EN TALAVERA. VI.

Tan organizada estaba, mucho hacía, la insurrección carlista, que no se esperaba más que la muerte del rey para empuñar las armas.
El primero que las tomó fue don Manuel María González, en Talavera de la Reina. Esta circunstancia excita el interés hacia una persona que legó su nombre a la historia.
 Nació en la villa que inmortalizó Cervantes (el Toboso), y ayudó a sus padres a labrar la tierra.
No tenía aún cuatro lustros, cuando casó con doña Felipa Barbaza, que mejoró su situación. Liberal en 1820, fue alcaide constitucional, miliciano de caballería y afiliado en la sociedad masónica. Encausado y perseguido por sus opiniones, tuvo que acogerse al amparo de su hermano don Rufino, superintendente general de policía del reino, quien consiguió no sólo que se sobreseyese en la causa y cesase su persecución, sino que se le confiriera la administración de correos de Talavera de la Reina, adonde marchó a fines de 1823 con su mujer y cuatro hijos.
Su buena presencia, sus facciones, su genio alegre, sociable y franco (no ocultaba sus ideas, a pesar del sistema que a la sazón regía), le conquistaron las simpatías de todos y hasta llegó a verse nombrado por les realistas comandante del batallón número 15 y comandante de armas del partido, en el que se comprendía a Guadalupe.
De nobles sentimientos, nadie acudió a él en vano y sólo olvidaba su bondad, se desviaba de tan laudable propósito, cuando mediaban resentimientos de rivalidades amorosas, a cuyas aventuras era aficionado.
Así corrió dulcemente su existencia, hasta que en 1832 pasó por Talavera desterrado a Cádiz, donde murió a poco, su hermano don Rufino, consejero ya de Hacienda. Tales consejos le dio, y le hizo tales prevenciones el desterrado, que varió de carácter. Volviose triste, taciturno, y se aisló hasta de sus mejores amigos. No acostumbrados estos a verle de esta manera, empezaron a desconfiar de él y a tratarle con prevención, lo cual aumentó su disgusto, y más que todo el ver que los liberales evitaban las conversaciones políticas en su presencia reputándole afiliado al bando contrario. No se equivocaban.
Dejole su hermano don Rufino recomendado a sus amigos políticos, quienes, desde luego, contaron con él y le iniciaron en los planes de la Junta de Madrid a la cual pertenecía Maroto, que mandaba militarmente en la provincia de Toledo. Ya hemos manifestado el resultado que tuvieron y la prisión de los individuos de aquella junta. Frustrada esta tentativa, volvió González con asiduo afán a sus tareas de la administración hasta que llegó a Talavera un comisionado del gobierno que le formó causa y le condujo preso a Madrid.
El 30 de setiembre, día siguiente al de la muerte del rey, apareció como por encanto en Talavera de la Reina. Oculto, preparó la rebelión, aunque no tan secretamente que no se apercibiese la autoridad, y, al anochecer del 3 de octubre (no del 2, como dice el parte oficial), reunió González las dos compañías de realistas, única fuerza que había en la población, y la distribuyó en varios pelotones, mandados respectivamente por sus hijos don Francisco y don Manuel, bachilleres ambos en leyes, hallándose de alférez en el provincial de Toro el hijo mayor don Juan José (se pasó a las tropas carlistas: sirvió con Cabrera y en 1846 estaba en Marsella y era brigadier).
Depuso a las autoridades, hizo algunas prisiones y se apoderó de los recursos necesarios (de los 500.000 reales que había en la Administración de rentas, sólo dispuso de 60.000), y de algunos caballos y carros.
A la mañana del siguiente día, alumbró el nuevo sol el pendón de Carlos V, proclamado en la plaza por el pregonero público con alarde militar.
A las siete de la mañana marchó a Calera a reunirse con los realistas de este pueblo y con los del batallón de Monbeltrán, ya avisados; mas no acudieron estos. Desordenáronse temerosos los de Talavera, y, puesto al frente de los de Calera y con los jefes que le acompañaban, se dirigió al Puente del Arzobispo. Adversa le fue la suerte; hostilizado por la misma población con que contaba, perdió entre los prisioneros a un hijo. Conducidos a Talavera estos desgraciados, fueron condenados por una comisión militar, expresamente formada, a la última pena, y pasados por las armas, el joven don Manuel González, don Celestino Pabal, Diéguez, el cadete López Salas y el alférez don León Nieto, enrojeciendo el suelo español la sangre de hermanos inmolados en aras de la feroz discordia en la flor de su vida.
Los que siguieron a don Manuel González fueron tenazmente perseguidos por las fuerzas de Guadalupe y otros pueblos, siendo alcanzados en las inmediaciones de Villanueva de la Serena y presos por un destacamento de caballería. Conducidos también a Talavera, otro consejo les condenó a la pena que habían sufrido sus compañeros.
González no llora su suerte: se indigna contra sus amigos políticos que le han abandonado y los desprecia, pensando sólo en su hijo, por quien tanto padece y a quien trata de inspirar valor en el postrer instante. Estrechados cuando ya sus compañeros estaban de rodillas, ahoga su voz el llanto y, sin el consorcio de morir abrazados, riégase de nuevo aquel sitio con su sangre y la de otros cinco compañeros.

sábado, 8 de octubre de 2011

Dos discursos modélicos

Estos son dos ejemplos de cómo brilla el antiguo arte de la oratoria todavía, en la época moderna. Dos discursos modélicos: el del general carlista Ramón Cabrera, para cerrar para siempre las guerras civiles del XIX (eso creía él)  tras la tercera, y el de Steve Jobs, para resumir una vida. Se verá que lo que hay en sus palabras es más humanidad que retórica, al contrario de lo que, por ejemplo, podemos ver en las cuantiosas trimembraciones y enumeraciones de Castelar, que era sólo un orador de libro.


I

RAMÓN CABRERA:


A LA NACION (1875)


Españoles:

En nombre de Dios, que manda no despreciar los consejos de la prudencia, un momento, sólo un momento de serenidad, y oídme.

Yo soy el que hace cuarenta años acaudillaba en Aragón y Cataluña las huestes defensoras de la tradición, y el que más tarde las dirigió en una nueva campaña contra el poder establecido; yo el que, arrebatado de las aulas por el torbellino de la guerra, llegó a ser amado y temido como general, y no recuerdo por vanagloria lo que fui, sino para deciros con sinceridad y verdad que soy el mismo. El mismo y con el mismo anhelo de servir a mi Patria, y con la misma fe que me alentaba cuando caía herido en el campo, o cuando en hombros de mis soldados tenía que dictar órdenes entre el fuego de la acción y el de la fiebre que me devoraba.

Pues bien, yo que por destino de Dios y mi desgracia, he venido a personificar en su más alto grado de exaltación los sentimientos propios de la guerra civil, españoles, creedme, sólo el nombrar esta calamidad me aflige, porque la conozco bien y la detesto.

La guerra, sin embargo, puede ser justa cuando tiene un fin también justo, y a la vez determinado y cierto. A la muerte de Fernando VII, el fin de la lucha era hasta popular. Queríamos sostener todo aquel mundo de instituciones seculares, de costumbres piadosas y de tradiciones queridas; peleábamos porque arrebatarnos aquel modo de ser era como expulsarnos de nuestra patria católica, española y monárquica, y por eso nuestro pecho servía de escudo al sacerdote que nos bendecía y al rey cristiano que dignamente representaba nuestra causa.

En 1848, aquel mundo, que había desaparecido de la realidad, quedaba todavía en la memoria, y entonces para nosotros el fin de la guerra estaba comprendido en la sola palabra: restauración. Mas al presente, ¿quién es capaz de saber para qué serviría la dominación del carlismo? Ante esta falta absoluta de plan y de concierto, ¿quién nos dice, que aun venciendo, después de una guerra tan desastrosa, no nos encontraremos con un mezquino triunfo de palabras y con otra guerra indispensable para alcanzar el triunfo de las ideas? ¿Quién asegura que no se está diezmando la juventud y asolando el país para entronizar aquello mismo que se combate? Los que no han visto, podrán decir, ¡quién sabe! Pero los que hemos visto..... lo sabemos.

Dado el cambio transcurrido desde 1833, y la triste realidad de tantos desastres, ¿qué medidas o reformas de apremiante actualidad realizaría el carlismo en el poder? Este es el vacío que se ha querido llenar con proclamas y manifiestos que nada determinan, y este vacío es imperdonable; porque si al voluntario, lastimado en su fe y herido en su dignidad de español le basta sentir por qué se bate, a la nación le importa saber de positivo para qué es la guerra: pero saberlo de un modo tal, que antes del triunfo, antes que llegue el día de las ingratitudes, pueda decir muy alto: ¡Aquí está escrito y sellado con la sangre de mis mejores hijos!

Los excesos de la Revolución produjeron, sin embargo, tan profundo movimiento en la sociedad española, que hijos de pobre hogar y de familias acomodadas, carlistas de tradición y hasta enemigos que habían sido de nuestra bandera se lanzaron como yo algún día a pelear por Dios, por la Patria y por el Rey, sin pensar en asegurarse de que no iban inútilmente al sacrificio.

Yo los aplaudo y los admiro; los he reconocido por su abnegación; eran los mismos o de la misma raza de los que a mi lado combatieron en otro tiempo. Que la Patria les haga justicia y reconozca en ellos una gran esperanza. Dios sabe hasta dónde el afecto que les profeso me da vida y aliento para la empresa que acabo de acometer.

Pero si hace cuarenta años también yo me dejaba arrebatar por la corriente del entusiasmo, más tarde me incumbía otro deber, y lo he cumplido. Yo deseaba que el Príncipe, llamado a representar las grandes virtudes del partido, aprendiera; mas luego que aprendió que tenía derecho a la corona de España, no quiso saber más. Yo deseaba que, antes de pelear, si era preciso, conquistara pacíficamente la estimación y el aprecio de un país que al cabo no le conocía; y a la vez que el partido se reorganizara y defendiendo y formulando prácticamente sus ideas, diese prenda segura de su objeto político y de su sistema de gobierno; pero mis consejos fueron inútiles y mi proceder atribuido a menosprecio de la Patria. Para hacerme odioso en España, dijeron de mí que en la prosperidad había perdido la fe religiosa, por la que he dado tantas veces mi sangre, por la que estoy dispuesto a dar la vida; y hasta me calumniaron llamándome traidor. ¡Cómo! Traidor, sin mando alguno, sin relación siquiera ni compromiso con el Príncipe, y sobre todo ¡traidor Ramón Cabrera! Perdonad la jactancia, no hay en España quien lo crea, y el mismo Príncipe que autoriza tal superchería, es el primero en saber que no es verdad.

Mis previsiones se realizaron: la ineficacia de tanto esfuerzo, la inutilidad de tanto sacrificio, han venido a darme cumplidamente la razón; mas yo he debido callar hasta ahora y limitarme a deplorar en silencio los males de mi Patria. Triunfante la anarquía, no era ocasión de oponerme con empeño a una guerra que en parte parecía justificada; pero cuando la Revolución ha hecho un alto que parece ser duradero; cuando ciñe la corona un Príncipe que ostenta como el mas preciado de todos sus títulos el de Católico y que ha sabido demostrar que tiene conciencia de su deber y conoce la alta mision del que está llamado a ser Jefe de generales, hombres de Estado y hasta ministros del Señor; españoles, incurriríamos en una grave responsabilidad si los defensores de un pasado, no siempre justo, y los iniciadores de reformas, no siempre aceptables, malográramos esta ocasión de acudir a depositar en las gradas del trono el peso ya abrumador de nuestras discordias.

Gentes menguadas formarán hoy más empeño que nunca en avivar resentimientos; pero, ya veis, ¿quién más ofendido que yo? Pues en vano se ha procurado retraerme de prestar mi adhesión al Monarca, evocando en mi alma dolorosos recuerdos. La fe me enseña y el corazón me dice que yo, como el ser querido, a quien profanamente aluden, debo morir perdonando a mis enemigos; y yo sé, yo veo que aquel ser querido me dice desde el cielo que hago bien.

Españoles, piedad de la Nación que también es nuestra madre. Mi partido, el más perseverante, secundará bien pronto, así lo espero, mi determinación. Cada cual con sus convicciones, y a luchar noblemente al amparo de la Ley. Rechacemos de una vez para siempre la injuria que hacen a nuestra dignidad los que nos califican de ingobernables, y nosotros, conquistadores por tradición y por carácter, realicemos la mayor conquista que un pueblo pueda hacer, que es triunfar de sus propias flaquezas.

Ese día, el más brillante de nuestra historia, vendrá con la paz que anhela para España, vuestro compatriota que os abraza con toda su alma, Ramón Cabrera.

París, 11 de marzo de 1875.



II 

S. JOBS


Discuso de graduación que Steve Jobs impartió el 12 de junio de 2005 en la Universidad de Stanford. Está considerado como ejemplo de oratoria, por su estilo pero sobre todo por la carga emocional de su contenido, lleno de humildad, nada que ver con la pomposa presentación a la que recurría en el lanzamiento de cada uno de sus productos tecnológicos. En él habló de la muerte, tras haber sido diagnosticado un año antes con una rara forma de cáncer de páncreas.

"Me siento honrado de estar con vosotros hoy en esta ceremonia de graduación en una de las mejores universidades del mundo. Yo nunca me licencié. La verdad, esto es lo más cerca que he estado de una graduación universitaria.

Hoy deseo contaros tres historias de mi vida. No es gran cosa. Sólo tres historias. La primera trata de conectar puntos. Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí yendo de modo intermitente otros 18 meses más antes de abandonar los estudios. ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era una joven estudiante de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?". Ellos contestaron: "Por supuesto".

Cuando mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado en la universidad y que mi padre tampoco tenía el graduado escolar se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres le prometieron que algún día iría. A los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente elegí una casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres, de clase obrera, se fueron en la matrícula. Seis meses después yo no había sido capaz de apreciar el valor de su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y tampoco sabía si la universidad me ayudaría a deducirlo. Y ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. En ese momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es una de las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las clases obligatorias, que no me interesaban, y comencé a asistir irregularmente a las que sí consideraba interesantes.

No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el suelo de las habitaciones de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos de noche, para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayoría de cosas con las que tropecé, siguiendo mi curiosidad e intuición, resultaron ser posteriormente inestimables. Por ejemplo, en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Como había abandonado el curso y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación en el espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Era artísticamente hermoso, histórico, de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.

A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en mi vida. Diez años después, cuando estaba diseñando el primero ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, el Mac nunca habría tenido múltiples tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como Windows no hizo más que copiar a Mac, es probable que ningún PC la tuviese. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y los ordenadores personales carecerían de la maravillosa tipografía que llevan. Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.

Reitero, no podéis conectar los puntos mirando hacia el futuro; solo podéis conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tenéis que confiar en que los puntos, de alguna manera, se conectarán en vuestro futuro. Tenéis que confiar en algo, lo que sea. Nunca he abandonado esta perspectiva y es la que ha marcado la diferencia en mi vida.

La segunda historia es sobre amor y pérdida. Fui afortunado, porque descubrí pronto lo que quería hacer con mi vida. Woz y yo comenzamos Apple en el garaje de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garaje, transformándose en una compañía de dos mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más grandiosa creación -el Macintosh- un año antes y yo recién había cumplido los 30.

Luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que fundaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para dirigir la compañía conmigo. Los primeros años las cosas marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un encontronazo. Cuando ocurrió, la Dirección lo respaldó a él. De ese modo a los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda mi vida adulta. Fue devastador. Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a la generación anterior de empresarios, que había dejado caer el testimonio cuando me lo estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo echado todo a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso pensaba en alejarme del Valle del Silicio. No obstante, lentamente comencé a entender algo. Todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y decidí empezar de nuevo.

En ese entonces no lo entendí, pero ser despedido de Apple fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de tener exito fue reemplazada por la iluminación de ser un principiante otra vez. Me liberó y entré en una de las etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes cinco años, fundé una compañia llamada NeXT, otra empresa llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por ordenador, Toy Story, y ahora es el estudio de animación de más éxito a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple.

Con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No perdáis la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tenéis que encontrar lo que amáis. Y eso es tan válido para el trabajo como para el amor. El trabajo llenará gran parte de vuestras vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creéis que es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran trabajo es amar lo que se hace. Si todavía no lo habéis encontrado, seguid buscando. No os detengáis. Al igual que con los asuntos del corazón, sabréis cuando lo habéis encontrado. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así que seguid buscando. Y no os paréis.

La tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía 17 años leí una cita que decía algo parecido a "Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto". Me impresionó y en los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: "Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?" Y cada vez que la respuesta ha sido "no" varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.

Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solo aquello que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.

Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un escáner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. ¡Ni sabía lo que era el páncreas! Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los seis meses. El médico me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para morir. Significa intentar decir a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.

Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego por la tarde me hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja el páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien. Es lo más cerca que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas cuantas décadas más.

Al haber vivido esta experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era puramente un concepto intelectual: Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la muerte es muy probable que sea la mejor invención de la vida. Es su agente de cambio. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, vosotros sois lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es cierto. Vuestro tiempo tiene límite, así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona. No os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitáis que el ruido de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Y más importante todavía, tened el valor de seguir vuestro corazón e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.

Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog, una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no muy lejos de aquí, en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a finales de los 60, antes de los ordenadores personales y de la edición mediante microcomputadoras. Se editaba usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras Polaroid. Era como Google en tapas de cartulina, 35 años antes de que apareciera Google. Era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes conceptos. Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog y luego, cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía vuestra edad. En la contraportada de la última edición, había una fotografía de una carretera en medio del campo a primera hora de la mañana, similar a una en la que estaríais haciendo dedo si fuerais así de aventureros. El pie de foto decía: "Seguid hambrientos. Seguid alocados". Fue su mensaje de despedida. Siempre lo he deseado para mí. Y ahora, cuando estáis a punto de graduaros para empezar de nuevo, es lo que os deseo. Seguid hambrientos. Seguid alocados".

martes, 16 de diciembre de 2008

Las Memorias de Francisco López Romana

Estoy leyendo en la Biblioteca Virtual de Castilla La Mancha la autobiografía, que se conserva manuscrita en la Biblioteca de Ciudad Real, del escribano Francisco López Romana, un manchego de Fuente el Fresno, nacido en octubre de 1787 y fallecido después de 1835, que se puso a "tractar varios hechos de mi vida privada, por haber sido algunos raros y notables" cuando fijó su residencia en la villa de Manzanares desde diciembre de 1834. Por lo que llevo leído son las memorias de una persona normal, muy representativas de lo que era la vida de un manchego honesto y de mediana y más bien baja clase social a principios del siglo XIX, en que se vio metido en la Guerra de la Independencia y en los turbulentos años del Trienio Liberal y la Década Ominosa. Tuvo la suerte de aprender latín y las primeras letras con un médico que se hallaba hospedado en la casa familiar, pasó a un convento, no le convenció el novi ciado y, en 1806, estaba ya como ayudante del escribano de Villarrubia de los Ojos; fue como fiel de fechos a Fuente el Fresno; allí la causa que más trabajo le dio fue una denuncia a unos mozuelos que hirieron las pantorrillas del alcalde de un tiro de perdigones por haberles este prohibido cantar los mayos. En 1807 pasó a Miguelturra con el escribano Calatrava. Allí permaneció hasta junio de 1809 en que fue a Extremadura, de donde volvió en marzo de 1810 y en octubre de ese año volvió a Villarrubia. En Miguelturra estuvo a punto de ser ejecutado como afrancesado cuando intentó salvar a unos pobres caldereros franceses que iban a ser ejecutados sólo por serlo. Los mismos acalorados miguelturreños, que sabemos habrán de ser en el futuro feroces carlistas, intentaron matar al general Castaños, de lo cual da también testimonio y de cómo el alcalde Pedro Tejerina logró libertarlos antes de que los ahorcaran, aunque no se libraron ambos de una soberana y real y absolutista paliza. Menciona la leva para luchar contra los franceses y el ataque del puente de Nolaya. Fue herido y se colocó en Herrera del Duque, de donde unos líos de faldas provocaron que tuviera que marcharse y volver a Miguelturra. Ganó algún dinero especulando con ganado para carne y pudo llegar a casarse con la hija de su maestro Calatrava el 11 de diciembre de 1813; el matrimonio duró hasta la muerte de su mujer diez años después; aguantaron las exacciones de los franceses y procuraron hacerles la puñeta cuanto les fue posible.

En el primer año de casado fui con mi mujer, como es casi costumbre, a las fiestas o ferias de pueblos inmediatos, como también a Madrid, donde estuvimos 15 días el día de San Fernando 30 de mayo de 1814 que estuvo digno de verse por ser el primero que tuvo el rey Fernando 7º libre de su cautiverio de Francia en que lo tuvo Napoleón.

Volvió su mujer en cinta y a su vuelta murió su suegro de una apoplejía y fue nombrado escribano público o notario por el Duque de Híjar, para lo cual se sacó el título de Escribano de Reynos en 1816 en oposición. Narra las dificultades que tuvo derivadas de ello y cómo se proclamó la Constitución en Villarrubia de los Ojos en 1820. Y hasta ahí he leído, 37 folios de 173. Y me voy a una comida del departamento que hay hoy, con pocas ganas, porque es cara y uno no tiene presupuesto de catedrático, aunque sí más currículum.

martes, 25 de noviembre de 2008

Algo sobre El Locho

Historia pintoresca del reinado de Doña Isabel II y de la Guerra Civil, Madrid: Imprenta de V. Castelló 1846, p. 240: 

Mucho más dieron que hacer al gobierno las fuerzas carlistas organizadas por el Locho en los montes de Toledo y en la Mancha. Por lo que era mayor la importancia de estas fuerzas, creemos conveniente ante todo dar á conocer á su caudillo. Manuel Adame el Locho nació en Ciudad-Real, de padres humildes que vivían en el último estado de indigencia. A la edad de once años se dedicó á guardar cerdos, cuyo ejercicio cambió despues por el de jornalero trabajador de viñas. En esta ocupacion siguió hasta la entrada de los franceses en España, en cuya época Adame sentó plaza de soldado en un regimiento, del que se separó á poco para volver á la Mancha con objeto de hacer la guerra, sin sujetarse á la disciplina militar. En la Mancha sirvió de espia á las autoridades del gobierno legítimo: unióse luego á la partida de D. Ventura Jimenez, en la cual se distinguió por su valor audaz, encargándose al fin del mando de ella. Hecha la paz quedó con el grado de alferez y diez reales diarios de pension, que disfrutó tranquilamente hasta el año de 1821 en que buscado por los realistas se lanzó á la arena proclamando al rey absoluto. En 1823 logró reunir 1 500 caballos, con cuya fuerza recorría la Mancha cometiendo escesos abominables que le dieron una triste celebridad. Como los partidos no suelen ser escrupulosos en la concesion de recompensas á los que les sirven por buenos ó malos medios, Adame obtuvo del gobierno del rey el empleo de coronel con una pension de doce mil reales anuales. A la muerte de Fernando VII se le mandó prender, porque ya entonces se preparaba á levantar la bandera de la insurreccion; pero logró fugarse, y permaneció oculto durante algun tiempo, hasta que apareció en los montes de Toledo acaudillando las partidas que allí se formaron. Este hombre tosco y grosero, en cuya desagradable fisonomía parecia retratado su carácter sanguinario, era, pues, uno de los campeones del partido carlista; era el hombre á quien se encargaba, que invocando el sagrado nombre de la religion levantase á los pueblos contra el gobierno de la reina legítima de España. Si el partido carlista puede envanecerse de haber tenido generales como Zumalacárregui, no se envanecerá por cierto de haber contado con guerrilleros como el Locho. Tenia éste influencia y prestigio entre la gente aficionada á la vida aventurera ; de manera que no bien bajó á la Mancha, su pais natal, cuando se le unieron mas de doscientos hombres, con los que recorría casi toda la provincia, y aun se aventuraba á atacar algunos pueblos como el de Villarrubia de los Ojos, con cuya milicia urbana sostuvo un porfiado combate el dia 13 de abril. Alarmado el gobierno por las noticias que recibía sobre los progresos del Locho, hizo salir de Madrid en su persecucion una columna de tropa al mando del comandante D. Víctor Sierra ; pero cuando la columna llegó á Ciudad-Real, ya aquel cabecilla había sido alcanzado y batido en Ruidera por el comandante del 1 .º lijero D. José Bessieres que le seguía con unos 50 infantes y 60 caballos de diferentes cuerpos, inclusos 32 milicianos urbanos de caballería. Fatal fué este encuentro para el Locho, pues dejó en el campo 60 muertos, y en poder de los de la reina 10 prisioneros. Perdió ademas la fuerza moral que iba adquiriendo entre los desafectos al gobierno, y abandonado por muchos de sus compañeros, tuvo que limitar sus operaciones á vagar por los campos con una insignificante partida. Invadió á fines de abril la provincia de Córdoba por la parte que confina con el valle de la Alcudia; pero tambien allí fué rechazado con alguna pérdida, al mismo tiempo que en la Mancha era destruida otra partida carlista dirigida por Pedro Sanchez Barba el Mantecas, á quien el comandante general de la provincia D. Juan Antonio Barutell hizo fusilar en la ciudad de Almagro.

domingo, 18 de mayo de 2008

Guerras

Andrés Casinello: "Toda la vida se ha hablado con ETA, unos y otros, porque me parecería absurdo que no se hiciera. Es una obligación. La paz hay que buscarla siempre, no a cualquier precio, pero hay que buscarla. Había por ahí un folleto muy curioso de las guerras carlistas que explicaba que lo habían probado todo: a encarcelarlos, a amnistiarlos, a mantener sus graduaciones militares y esto sigue, decía. Hay que seguir probando."