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domingo, 8 de septiembre de 2024

Sátira contra los novatos que se dicen escritores, por Donaciano Bueno

 DEDÍCATE A OTRA COSA (sátira de Donaciano Bueno)


Me pides tu opinión y aquí te dejo

sincera, la respuesta de un amigo,

que todo lo que escribes suena a viejo,

no salva tan siquiera ni el pellejo,

espero no me entiendas te fustigo.


Del arte de escribir no andas sobrado,

resígnate a entenderlo y no persistas,

dedícate a explorar a otras aristas

y líbrate de hundirte en el pecado,

la pluma no se aviene a los turistas.


Pues vete ya a tu hogar, ponte una copa,

relájate y enciende un cigarrillo,

y añade a tu escritura el estribillo

haciendo oídos sordos a la estopa

dejando ya por fin de ser pardillo.


Y a aquello que escribiste, ya es pasado,

pues nadie ha de leerlo, no te importe,

dedica tu energía a aquel deporte

que sepas de verdad no estás gafado,

y sea lo que más te reconforte.

lunes, 1 de julio de 2024

El humor judío

De Mauricio Bach, "Humor judío, una historia de Nueva York", en La Vanguardia, 29 de abril de 2023:

La publicación de las memorias de Mel Brooks o el rescate y reedición de las obras de Nora Ephron renueva la actualidad e interés de una forma de humor que pervive también en series y películas

Empecemos con un par de chistes. El primero: “Llevo con mucho orgullo el reloj de mi abuelo. Me lo vendió en su lecho de muerte”. El segundo: “Si un libro sobre el fracaso no se vende, ¿es un éxito?”. ¿Qué tienen en común, más allá de jugar con el absurdo y la paradoja para crear el efecto cómico? En ambos casos sus autores son judíos neoyorquinos, empezaron en el mundo de la stand-up comedy y triunfaron después en la pantalla. El primer chiste es de Woody Allen; el segundo, de Jerry Seinfeld. Ahora se publican en castellano las memorias de otro peso pesado del humor judío neoyorquino, Mel Brooks. ¡Todo sobre mí! ( Libros del Kultrum) es un libro amenísimo y repleto de anécdotas, que además ayuda a entender qué es esto del humor judío, por qué se ha desarrollado con tanta fuerza en Nueva York a lo largo del siglo XX y desde allí ha conquistado el mundo.

Vamos a los orígenes: entre el gran flujo migratorio que llegó desde Europa a EE.UU. en el siglo XIX y las primeras décadas del XX, uno de los grupos más nutridos fueron los judíos procedentes del centro y el este del continente, que huían de los pogromos y del hambre. La mayoría eran asquenazíes y trajeron con ellos un idioma –el yiddish–, una religión, unas costumbres, una gastronomía y también un sentido del humor propio. Una de sus principales características es la autoparodia y cuando esto se entremezcla con las neurosis de la gran ciudad, surgen personajes como el que ha ido perfilando Woody Allen en sus películas o el que Jerry Seinfeld cinceló en su serie televisiva. Apunto algunos otros elementos significativos de esta particular comicidad: el personaje de la madre posesiva y con mucho carácter, las familias no siempre bien avenidas, las dudas religiosas, las inseguridades vitales, la combinación de una ironía con tintes muy intelectuales y hasta metafísicos con la sal gorda propia del chiste popular…

Uno de los sectores en los que esta comunidad dejó huella es el del espectáculo y las variedades, de donde saltaron al cine y la televisión. Hay una pionera muy relevante, Fanny Brice, actriz y cantante de madre judía que triunfó a partir de la década de 1910 en las revistas musicales del empresario Florenz Ziegfeld, las Ziegfeld Follies, que son uno de los antecedentes de un género genuinamente americano: el musical de Broadway. Precisamente uno de esos musicales, Funny Girl, la inmortalizó, interpretada sobre las tablas y después en la pantalla por Barbra Streisand, que retomó al personaje en Funny Lady.

También empezaron sobre los escenarios los hermanos Marx, cuyo éxito en Broadway llegó en los años veinte y a finales de esa década dieron el salto a las películas. Por esa misma época, se constituyó otro grupo con inicios en el vodevil y posterior carrera en el cine: Los tres chiflados, menos conocidos fuera de EE.UU. y con una comicidad menos sofisticada que la de los Marx. Ambos casos ejemplifican cómo este humor conquistó Hollywood, cuyos primeros magnates, por cierto, fueron también en su mayoría descendientes de judíos procedentes de la inmigración del este y el centro de Europa.

En la posguerra, la práctica totalidad de los cómicos judíos neoyorquinos seguían un idéntico periplo iniciático. Daban sus primeros pasos en el llamado Borscht Belt (el cinturón del Borscht) en las montañas Catskill, también conocidas como los Alpes judíos. En unos años en que esta comunidad no era bien recibida en muchos hoteles, esa zona concentraba resorts de veraneo para familias judías pudientes de Nueva York. Y contaban, como parte de su oferta de ocio, con actuaciones de humoristas (este mundo está muy bien retratado en la segunda temporada de la deliciosa serie de Amazon La maravillosa señora Maisel).

En las Catskill se foguearon futuras leyendas como Sid Caesar, George Burns, Milton Berle, Don Rickles, Danny Kaye, Red Buttons, Rodney Dangerfield, Joan Rivers, Jean Carroll, Phyllis Diller, Mel Brooks, Carl Reiner, Jerry Lewis, Lenny Bruce, Woody Allen… Estos complejos estivales entraron en decadencia a partir de los años sesenta, cuando por un lado se atemperó el antisemitismo y por otro se popularizó la aviación comercial, que permitía optar por destinos más lejanos.

Tras probar que eran capaces de provocar la carcajada de los veraneantes, los cómicos daban el salto a los clubs de comedia de la ciudad y desde ahí al medio que entonces se estaba expandiendo por todo el país: la televisión. Hay un programa de gags de especial relevancia a principios de los años cincuenta: Your Show of Shows de Sid Caesar, en el que formaba pareja con Imogene Coca. El departamento de guionistas fue una cantera de humoristas judíos de Nueva York. Allí se reunían, con Mel Tolkin al mando, Carl Reiner (que también actuaba), Mel Brooks, Neil Simon y su hermano Danny, y en la última etapa un jovencísimo Woody Allen. Esta legendaria sala de guionistas inspiró a Neil Simon una de sus comedias tardías, Laughther on the 23rd floor, cuyos personajes son retratos apenas velados de las figuras reales.

Buena parte de los competidores de Caesar eran también judíos: George Burns y Gracie Allen por un lado y Jack Benny por otro tuvieron su programa televisivo de gags. Y en 1955 llegó The Phil Silvers Show, comandado por un cómico procaz procedente del vodevil al que llamaban The King of Chutzpah, una palabra de origen yiddish que quiere decir descarado, insolente.

Judíos del centro y el este de Europa llegaron a Estados Unidos huyendo de los pogromos y del hambre. Trajeron con ellos un idioma, el yiddish, una religión, costumbres, gastronomía y un sentido del humor propio.

Uno de los guionistas de Caesar, Neil Simon, se convirtió en el rey de las comedias de Broadway y sus piezas más populares tuvieron exitosas adaptaciones al cine: Descalzos en el parque, La extraña pareja, La pareja chiflada, El prisionero de la Segunda Avenida… Mirado en ocasiones por encima del hombro como un mero autor de teatro comercial, Simon manejó con eficacia los resortes de la comicidad. Abordó también sus raíces judías en obras de corte autobiográfico como Memorias de Brighton Beach o Biloxi Blues.

Otros dos guionistas del equipo, Mel Brooks y Carl Reiner, hicieron buenas migas y les divertía actuar juntos para los amigos. De esas improvisaciones humorísticas nació El hombre de 2000 años. Brooks interpretaba a un tipo que había vivido todo ese tiempo y Reiner le daba la réplica. En 1961 grabaron un disco –al que seguirían otros dos– que vendió más de un millón de ejemplares. A principios de los sesenta surgió otro dúo cómico legendario, el formado por Mike Nichols (futuro director de ¿Quién teme a Virginia Woolf? y El graduado) y Elaine May (que se inició en el teatro ambulante en yiddish).

Mel Brooks triunfó en la televisión como cocreador con Buck Henry de El superagente 86 (el del celebérrimo zapatófono) y debutó en el cine en 1967 con un auténtico hito: Los productores, con dos soberbios cómicos judíos: Zero Mostel y Gene Wilder. Mostel ya era entonces una leyenda de Broadway. Había tenido problemas de trabajo al ser investigado por el Comité de Actividades Antiamericanas por sus simpatías comunistas. Renació a lo grande en 1957 interpretando al Leopold Bloom de Joyce en Ulysses in Night­town y participó después en el histórico musical El violinista en el tejado. Wilder era un principiante con aspiraciones a actor dramático en el que Brooks descubrió una vena cómica arrolladora. Mezcla sin complejos de sofisticación y astracanada, Los productores tuvo la osadía de bromear con un chiflado autor teatral nazi y su musical sobre Hitler, por lo que recibió críticas y presiones. Brooks siguió en racha en sus siguientes películas y tuvo otro exitazo con El jovencito Frankenstein. En sus memorias cuenta la anécdota de que tuvo que comprar pañuelos para que todo el equipo se los metiera en la boca y evitar así las carcajadas en el plató porque fastidiaban las tomas.

Menos conocido por el gran público que Brooks, Carl Reiner fue otra figura muy relevante del humor americano: como actor protagonizó la gran comedia ¡Que vienen los rusos! ¡Que vienen los rusos! y alcanzó tardía fama con sus apariciones en la serie Ocean’s Eleven. Como director tiene una notable película sobre un comediante en decadencia, El cómico, con Dick Van Dyke. Su hijo Rob Reiner fue el director de una de las grandes comedias de los ochenta: Cuando Harry encontró a Sally, escrita por Norah Ephron. Hija de guionistas judíos neoyorquinos, nació en Nueva York pero creció en Los Ángeles porque sus padres fueron a trabajar a Hollywood. Después regresó a la costa este y se convirtió en una figura del periodismo. El actor principal era Billy Crys­tal, cómico judío criado en el Bronx. Y una curiosidad, si me lo permiten: la señora que en la famosísima escena del orgasmo simulado de Meg Ryan le dice al camarero que quiere que le sirvan lo mismo que está tomando ella era la actriz y cantante Estelle Lebost, madre de Rob y esposa de Carl.

En un ámbito menos comercial y confortable se movieron dos grandes humoristas subversivos que basaban sus actuaciones en la provocación. Hablamos por un lado de Lenny Bruce, cuya madre, Sally Marr, fue una relevante stand-up comedian que ejerció una enorme influencia en su hijo. Bruce, cuya carrera se desarrolló en los años cincuenta y sesenta, jugaba a provocar al público, hacía chistes impropios sobre judíos y negros y fue detenido por obscenidad en varias ocasiones. El otro, Andy Kaufman, llegó un poco más tarde, en los setenta, y llevó el humor al límite más como performer que como simple comediante. Buscaba desconcertar al espectador, que muchas veces no sabía si lo que veía era parte del espectáculo o algo estaba saliendo mal. Uno de los personajes que creó fue el casposo y repulsivo cantante Tony Clifton, que encadenaba comentarios impropios hasta provocar la reacción indignada del público.

Ambos artistas han tenido su biopic: Lenny de Bob Fosse en el caso del primero y Man in the Moon de Milos Forman el segundo. Bruce, por cierto, aparece como personaje en La maravillosa Miss Maisel, que es un retrato muy fiel del mundo de la stand-up comedy neoyorquina. La creadora, Amy Sherman-Palladino, lo conoce bien porque su padre, Don Sherman, fue un cómico criado en el Bronx que después tuvo una larga carrera actuando en cruceros.

Si hay un personaje que representa el paradigma del tema de este artículo es Woody Allen. Sus películas están plagadas de madres posesivas, hermanas ortodoxas, histriónicas reuniones familiares, pesadillas con rabinos, detalles sobre las costumbres de la comunidad… Algunas obras son especialmente significativas: Annie Hall fue la primera en que abordó su identidad judía de forma explícita, Días de radio es un emotivo retrato familiar a partir de sus recuerdos, en Broadway Danny Rose interpreta a un inepto agente de artistas de variedades, en su episodio de Historias de Nueva York trazó el retrato definitivo de la madre judía dominadora, y películas como Hannah y sus hermanas, Delitos y faltas y Desmontando a Harry rebosan de referencias.

A la misma altura, pero en el ámbito televisivo, habría que situar Seinfeld, que revolucionó en los años noventa los planteamientos clásicos y acaso adocenados de la sitcom televisiva. En palabras de sus creadores, Jerry Seinfeld y Larry David, se trataba de “un show sobre nada”, que partía de las situaciones cotidianas más anodinas para convertirlas en puro disparate. El protagonista, proveniente de la stand-up comedy, se interpretaba a sí mismo y la propuesta era neoyorquina hasta el tuétano y contenía abundantes referencias a la identidad judía de la mayoría de los personajes. En este aspecto, eran especialmente relevantes los padres de Seinfeld y de George Constanza, adjudicados a grandes cómicos históricos: Liz Sheridan, Estelle Harris, Barney Martin y, en el caso del padre de Constanza, nada menos que Jerry Stiller, padre de Ben Stiller.

Larry David creó y protagonizó después Curb Your Enthusiasm (HBO), en la que un personaje neurótico y puñetero que es una versión exagerada de él se trasladaba a Los Ángeles, donde desarrolla situaciones de un humor provocador, que puede llegar a incomodar al espectador. También son judíos neoyorquinos los creadores de otros dos hitos de la sitcom : Martha Kauffman y Daniel Crane de Friends y Chuck Lorre de The Big Bang Theory, aunque esta última está ambientada en la costa oeste.

Sin dejar el ámbito de la televisión, la ya mencionada La maravillosa señora Maisel (se acaba de estrenar la quinta y última temporada) retrata este mundo neoyorquino en la posguerra y de nuevo los padres de la protagonista y de su marido son personajes muy jugosos, interpretados por los veteranos Tony Shalhoub, Marin Hinkle, Caroline Aaron, Kevin Pollak. El cruce de ambas parejas permite mostrar dos capas muy diferentes de la comunidad judía neoyorquina. Por su parte, la recién estrenada tragicomedia Fleishman está en apuros (Disney+), protagonizada por Jesse Eisenberg, demuestra que el humor sobre el que hemos hablado aquí sigue en plena vitalidad. Por último, mencionar que el actual rey de la comedia, Judd Apatow, viene también de estos orígenes, aunque se trasladó de joven a Los Ángeles, donde triunfó primero como stand-up comedian y después como director y productor de televisión y cine. Acabaremos con una cita de las memorias de Mel Brooks: “Aunque parezca absurda, idiota y disparatada, la comedia dice mucho sobre la condición humana. Porque si puedes reír, puedes sobrevivir”.

Estampas de la ciudad judía

Georges Perec, escritor francés descendiente de judíos polacos, es autor de una de las piezas más hermosas sobre la emigración, el desarraigo y el exilio: Ellis Island, que es un libro (Seix Barral en castellano) y una película que él mismo dirigió. A Ellis Island llegaban quienes tenían el sueño de empezar una nueva vida en EE.UU. Esta pequeña isla frente a Nueva York era la puerta que daba o no acceso al paraíso soñado, porque allí se hacía la selección de quién entraba en el país y quién era rechazado. La película El sueño de Ellis (The Inmigrant) de James Gray, con Marion Cotillard y Joaquin Phoenix, es un buen retrato de esa dura realidad.

Por allí pasaron miles de judíos y muchos de los aceptados se instalaron en Nueva York, donde creció una importante comunidad. Hoy, cualquiera que visite la ciudad puede hacer una escapada al barrio de Williamsburg , poblado por ortodoxos jasídicos, y tendrá la sensación de viajar en el tiempo por sus vestimentas de otra época. Y puede pasear por el llamado Diamond District, en la calle 47 de Manhattan, una sucesión de joyerías regentadas por judíos. Es un entorno muy cinematográfico, allí se desarrollaba una escena de gran dramatismo de Marathon Man y allí arranca el thriller de los hermanos Safdie Diamantes en bruto, con Adam Sandler.

Otra muestra de la relevancia de esta cultura en la ciudad es el exitoso musical de Broadway de 1964 El violinista en el tejado, después convertido en película. Está inspirado en los cuentos del escritor humorístico ruso en yiddish Sholem Aleijem, que retrataban la vida de las comunidades judías en la Rusia de principios del siglo XX. En yiddish escribió también Isaac Bashevis Singer, polaco, hijo de rabino, que llegó a EE.UU. con treinta y pocos años huyendo de Hitler, se instaló en Nueva York, consiguió la ciudadanía en 1943 y ganó el Nobel en 1978. Su literatura se centra sobre todo en el mundo centroeuropeo del que procedía, pero traza un excelente retrato de los inmigrantes en Sombras sobre el Hudson. La comunidad neoyorquina era tan numerosa que en los años treinta se hacía teatro en yiddish (Clifford Odets estrenó Levántate y canta en esta lengua con el Group Theatre) y también cine (Edgar G. Ullmer rodó cuatro melodramas en yiddish).

Chaim Potok, escritor y rabino del Bronx, retrató el mundo de la comunidad ortodoxa en obras como Los elegidos (1967), su más célebre novela. La literatura ha dejado grandes retratos judíos de Nueva York en la obra de autores como Henry Roth, Bernard Malamud, Philip Roth, Cynthia Ozick, Norman Mailer…

También nació en Nueva York, hijo de judíos rusos inmigrantes, Ben Hetch, que después se trasladó a Chicago y a Los Ángeles, donde lo llamaban el Shakespeare de Hollywood por sus espléndidos guiones. Es también judío neoyorquino el dramaturgo Tony Kushner, que retrató la crisis del sida en la que tal vez sea la obra más importante del teatro americano contemporáneo, Ángeles en América. Desde hace tiempo es colaborador asiduo de Spielberg en los guiones de películas como Múnich y Los Fabelman. En el ámbito de la novela gráfica son muy relevantes las aportaciones de Will Eisner con Contrato con Dios y Art Spiegelman con Maus.

El humor tiene un representante histórico en S. J. Perelman, periodista y guionista de los hermanos Marx, cuyos relatos y textos periodísticos están recopilados en Perelmanía (Contra). Hay que destacar también la obra literaria de Woody Allen y los artículos cargados de ironía de Nora Ephron. También hay que mencionar a la novelista Laurie Colwin, de la que Asteroide publica un jugoso libro gastronómico: Una escritora en la cocina. Merecen destacarse los divertidísimos relatos del actor Jesse Eisenberg (El besugo me da hipo, Reservoir Books) y la novela de Taffie Brodesser-Akner Fleishman está en apuros (Umbriel). M.B.

"Estos son mis principios, y si no le gustan… tengo otros” Groucho Marx

"Si a Jesucristo lo hubieran matado hace veinte años, los niños de los colegios católicos llevarían colgadas del cuello sillas eléctricas en miniatura en lugar de cruces" Lenny Bruce

"Una cita es una experiencia que tienes con otra persona que te hace apreciar la soledad” Larry David

"No creo en una vida más allá, pero, por si acaso, me he cambiado de ropa interior” Woody Allen

"El deseo de casarse es un instinto primario de las mujeres. Seguido por otro instinto primario: el deseo de volver a estar soltera” Nora Ephron

"Mientras el mundo siga girando, te vas a sentir mareado y vas a ir cometiendo errores” Mel Brooks

"El tío que inventó la primera rueda era un idiota; el tío que inventó las otras tres era un genio” Sid Caesar

BIBLIOGRAFÍA

Mel Brooks, Todo sobre mí mismo, Libros del Kultrum

Nora Ephron, No me acuerdo de nada, Libros del Asteroide

Ensalada loca: algunas cosas sobre las mujeres, Anagrama

Taffy Brodesser-Akner, Fleishman está en apuros, Umbriel

Laurie Colwin, Una escritora en la cocina, Libros del Asteroide

Woody Allen, Gravedad cero, Alianza Editorial

domingo, 5 de mayo de 2024

Un buen artículo biográfico sobre el medievalista Ernst Robert Curtius

 


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Lara Vilà

ERNST ROBERT CURTIUS

(Thann 1886 – Roma 1956)

Hablar de Ernst Robert Curtius significa hablar de Literatura Europea y Edad Media latina, una obra que, saludada por muchos como un monumento de la medievalística de este siglo, detractada por otros a causa de la rigidez y el carácter incompleto de parte de sus bases teóricas, posee, por ese mismo carácter polémico, todos los ingredientes propios de un clásico de su género. Su tesis central, la de la continuidad de la cultura occidental –entiéndase, europea- basada en un concepto de latinidad que incluye, no sólo a las literaturas en lenguas romances, sino también a su mismo país de origen, Alemania, es el resultado de una vida dedicada al estudio de la literatura desde los más diversos frentes, ya que en la trayectoria de este intelectual alemán cabe no sólo hablar de literatura medieval y de filología sino también de literatura moderna y de crítica.

Ernst Robert Curtius nace en Alsacia durante uno de los períodos de gobierno alemán del territorio, en el seno de una familia aristocrática, vinculada a la burocracia y al mundo académico del momento. Ernst Curtius (1814-1896), abuelo de nuestro biografiado, fue uno de sus miembros más ilustres. Famoso historiador y arqueólogo, y tutor durante un breve periodo de tiempo del príncipe de Prussia, dirigió las excavaciones en Olímpia y fue el descubridor del Hermes de Praxíteles. Su obra Geschichte Griechenlands, una introducción a la cultura griega escrita para el gran público, levantó protestas entre los académicos alemanes, algo que, pasados los años, habría de sufrir su nieto por sus primeras obras. La madre de Ernst Robert era la condesa Erlach-Hindelbank, miembro de una familia patricia de Suiza, y su padre, Friedrich, además de funcionario, era el director de la Iglesia luterana en Alsacia. En sus memorias, Friedrich Curtius expresa el deseo de que Alsacia, que compartía la lengua y la cultura de dos pueblos, se convirtiera en una intermediaria entre ambos, sentimiento que heredó su hijo y que expresó en sus primeras obras. 

En 1904, Curtius estudia sánscrito y filología comparada en Berlín. Fue, sin embargo, en Estrasburgo y a través de su maestro Gustav Gröber (1844-1911) como descubrió su vocación. Éste, discípulo de Adolf Ebert (1820-1890), fue el primero entre los filólogos modernos que desarrolló de manera crítica y sistemática el concepto de literatura medieval y se interesó en demostrar la influencia de la literatura latina medieval en las incipientes literaturas en romance. Interesado también en la literatura francesa moderna y en la crítica literaria, sentía que era una especie de mediador entre Francia y Alemania cuya misión era hacer comprender la herencia francesa a Alemania. Estos intereses son el génesis de una vasta obra que no llegó a terminar, el Grundiss der romanischen Philologie, y que transmitió a su discípulo. Bajo la dirección de Gröber, Curtius publica en 1911 su tesis doctoral, una edición de una adaptación del Libro de los Reyes en francés antiguo. 

 Después de la muerte de Gröber, Curtius se aparta de las enseñanzas sobre filología y literatura medieval de éste debido a su entusiasmo por la literatura francesa moderna y dedica sus esfuerzos al periodismo, sintiéndose atraído por la Nouvelle Révue Française. Entre 1910 y 1930, la mayoría de sus escritos tratan sobre literatura francesa moderna. Sus esfuerzos como intérprete de la cultura francesa llamaron la atención del matrimonio Mayrisch, magnates industriales interesados en las relaciones europeas. Invitado a su residencia en Colpach, entabló amistad con escritores como André Gide y Jacques Rivière. Estas relaciones hicieron que fuera invitado a asistir y participar en Pontigny a las famosas décades, acompañado en una ocasión por el filósofo Max Scheler (1874-1928) donde se reunían artistas y estudiosos europeos de diversas nacionalidades. Para el entonces joven alemán, estas reuniones significaban un contacto íntimo y directo con la elite intelectual francesa.

Mis primeros trabajos trataban de literatura francesa. Lo que la poesía es puede aprenderse de la antigüedad, de España, Inglaterra, Alemania. Pero lo que es la literatura sólo puede aprenderse de Francia. [prefacio a sus Ensayos de Literatura europea, en PG, 609]

 Sus ensayos sobre literatura francesa moderna ponen ya de relieve el interés del joven Curtius por la tradición occidental. No existe contradicción entre ellos y los posteriores sobre la Edad Media, puesto que todos expresan un idéntico interés.

Mi preocupación ha sido siempre la misma: la conciencia de Europa y la tradición de Occidente. [PG, 610]

 En este periodo de juventud, además de la influencia de Gröber, es fundamental su relación con Friedrich Gundolf que le puso en contacto con el poeta Stefan George, quien ejerció una gran influencia sobre Curtius. La influencia del poeta y su círculo y las doctrinas estéticas expresadas en la NRF expresaban una preocupación común por un renacimiento espiritual, que, en el caso de Curtius, debía mucho a la propia tradición familiar.

Por las tardes leo, para mis propios fines, algunas de las cartas del abuelo de su periodo en Bonn para ser transportado a una atmósfera de hermosa pureza .... En su vida existen una armonía y una simplicidad perfectas que hoy nos está negada. Somos demasiado diferentes, hemos leído y nos hemos familiarizado con demasiadas cosas –con la sabiduría inglesa, la francesa, la moderna, incluso con la eslava y la oriental. ¿De qué manera nos ayuda todo esto a conseguir una integración de la personalidad similar a la suya? [carta escrita a su madre desde Bonn, 28 de enero de 1917, en PG, 601]

  Este ansia de renovación espiritual coexistía con un deseo de reforma en el terreno académico al que Curtius pertenecía gracias a su cargo de profesor en la universidad de Bonn desde 1914 donde daba clases sobre literatura francesa moderna, una asignatura bastante inusual en la Alemania de la época. Esta reforma académica fue impulsada en 1919 por el entonces Ministro de Cultura, Carl Heinrich Becker, que deseaba acercar a las universidades a la vida nacional y hacer que el profesorado llegara a un mayor público. Curtius se entusiasmó con el proyecto, que ponía de manifiesto, contra la crisis cultural, un deseo de síntesis, de reconciliación de las distintas nacionalidades en un ideal de comunidad internacional. Estas ideas no eran compartidas por Stefan George, y ello hizo que se negara a interceder en la publicación de la obra de Curtius Die literarischen Wegbereiter des neuen Frankreichs, el volumen que recogía algunos de sus ensayos críticos sobre literatura francesa. Poco a poco, se fue distanciando del círculo de George y de la NRF y empezó a interesarse en la literatura inglesa. La publicación de un artículo sobre el Ulises de Joyce y la traducción al alemán de The Waste Land de T.S. Eliot fueron el primer paso de la relación que mantuvo con éste último, al tiempo que cierran la etapa marcada por la “centralidad francesa” de su obra y el retorno al estudio de la Edad Media. 

Gracias a esta primera etapa, Curtius se convirtió en un intelectual europeo, entre cuyas amistades podían contarse, además de los ya citados, a Jean-Paul Sartre, Stephen Spender y Thomas Mann. Se trataba de una persona independiente que creía firmemente en una cultura común de Occidente frente los nacionalismos extremos, lo que le valió las antipatías de sus colegas que no impidieron, sin embargo, que ganara la cátedra de Literatura Romance de la Universidad de Bonn gracias a la intervención de Carl Becker, interesado en la elección de un liberal que apoyara a la república de Weimar, cargo que ocupó hasta que se retiró en 1951. Su dedicación, durante su juventud, al periodismo y a la literatura francesa moderna le valieron la oposición de sus colegas más académicos. La visión que él mismo tenía sobre su persona y su  obra estaba alejada de los círculos universitarios más ortodoxos.

Personalmente, incluso el mundo de la erudición académica no ocupa para mí la elevada posición que reclaman mis colegas. A medida que envejezco, mayor es mi sentimiento de que no pertenezco a él. (...) Quiero ser libre para bañarme en el Neckar en las animadas noches de verano o para ver a mis amigos incluso si hay miles de reuniones o de conferencias esa misma tarde (...) Para mí, el cosmos de la mente no es un museo sino un jardín por el que pasear y del que recoger los frutos. [en PG, 605]

 Sus creencias políticas estaban íntimamente relacionadas al terreno de sus intereses culturales. En el sentido estricto del término, Curtius no se sentía interesado en la política, lo que no significa que se abstuviera de hacer comentarios políticos. Más bien, lo que no le interesaban eran los partidos políticos. En una carta dirigida a su madre en 1918 desde Bonn, por ejemplo, escribe:

Aquí todo el mundo está creando partidos políticos... Naturalmente no me inclino por ninguno. Todos dicen más o menos lo mismo a través de sus usados eslóganes. Los Conservadores carecen de atractivo y no poseen ninguna libertad de espíritu, los Demócratas son estéticamente imposibles. Del Centro podrían decirse muchas cosas en su favor, pero es básicamente anti-protestante, intolerante... Por supuesto, uno debe, y así lo haré, votar por los Demócratas. Pero nunca llegaré a tener una participación plena en la política. [30 de diciembre de 1918, en PG, 603]

 Estas palabras reflejan los pensamientos de la clase a la que Curtius pertenecía y están marcadas por un sentimiento elitista del que el autor haría gala a lo largo de toda su vida y que se reflejó en todas sus obras, especialmente en Literatura Europea y Edad Media Latina. La lectura de Ortega y Gasset y su relación con éste le proporcionan una visión de la sociedad expresada en La rebelión de las masas que él considera paralela a la situación de Alemania durante la victoria del nazismo, un periodo marcado por un nacionalismo extremo y la ascensión de las masas al poder, algo que Curtius consideraba un signo de la barbarie, de la crisis que estaba sufriendo Europa. Su antipatía por los partidos políticos y por los movimientos de masas contrastan con su creencia en una aristocracia del intelecto. Estas consideraciones son la génesis del panfleto Deutscher Geist in Gefahr (1932), en el que aboga por un nuevo humanismo cuyos enemigos son tanto los movimientos de extrema izquierda como los fascismos nacionalistas. Curtius cree firmemente en una solución liberal-conservadora que debe ser llevada a cabo por las minorías intelectuales, indispensables para la democracia. Contra el nacionalismo teutónico de los nazis, recupera la figura de Carlomagno cuyo imperio representa el nexo de unión entre Alemania y Roma, el símbolo de la unidad cultural de Occidente que había entrado en decadencia durante años de crisis y que sólo el nuevo humanismo, entendido como una postura intelectual y política, podía curar. Éste es el auténtico patriotismo, declara, y Goethe es su personificación más auténtica.

 La publicación de este panfleto tuvo consecuencias negativas para Curtius. Los nazis condenaron públicamente la obra, alegando que su autor, a causa de su contacto con los judíos no había sido capaz de comprender las bases biológicas de la cultura alemana. A pesar de su carácter cultural e intelectual, los nazis consideraron que se trataba, efectivamente, de una obra política. Cuando Hitler llegó al poder en 1933 la posición de Curtius era incierta. Sin embargo, a pesar de su europeísmo nunca se sintió cómodo en otro país que no fuera Alemania y no se exilió. Tenía la creencia de que los buenos europeos y anti-nazis que no eran ni judíos ni comunistas entre la profesión docente proscrita tenían la obligación moral de quedarse en el país para llevar a cabo una resistencia sutil al nazismo desde el interior. Curtius era un hombre sospechoso para el régimen nazi. En 1944, el agente político destinado a la universidad de Bonn seguía enviando informes confidenciales sobre su persona en los que afirmaba que se trataba de un “liberal” y de un manifiesto anti-nazi. Al tiempo que intentaba mantenerse públicamente al margen de cualquier problema político tuvo un gesto que podía haberle costado su puesto y posiblemente su vida, al esconder, en colaboración con un colega, a un secretario judío en el departamento hasta el final de la guerra. 

Un testimonio único de la vida del autor durante ese periodo de resistencia lo constituye la correspondencia mantenida con Gertrud Bing (1892-1964), asistente personal de Aby Warburg en los últimos años de la vida de éste y más tarde directora del Instituto Warburg de Londres, a la que conoció en Roma en el invierno de 1928. Durante la era nazi, Curtius y su esposa conseguían pasar una temporada en el extranjero cada año, a veces tras graves dificultades. Los lugares de destino solían ser Italia, Suiza y Luxemburgo, donde Curtius sentía que podía comunicarse libremente y desde donde aumentaba el número de cartas dirigidas a Gertrud Bing, a la que solía dirigirse como “Liebste Bingine” (querida Bingine) o como “Fräulein Doctor”. 

Al igual que usted, sufro por la manera como ha empeorado la situación en Alemania y en Austria. Es como una tuerca que se aprieta cada vez más. (...) A veces, uno se siente como si su alma se hubiera debilitado y tuviera que armarse de valor para permanecer activo. Cada vez hay más amigos que emigran a los Estados Unidos –y cada vez resulta más incierto si volveremos a vernos o si podremos mantenernos en contacto. Tan hermosa como ha sido esta estancia en Mürren, esta vez, también, la idea de volver a casa es como una pesadilla. En Alemania uno siente que esta pesadilla es menor, especialmente si se dedica a investigaciones diversas en campos que no han sido nunca explorados, y, de este modo, tiene la ilusión de que sea lo que sea lo que uno está haciendo resulta de la mayor importancia para la república del conocimiento. [Agosto de 1938, en PD, 1106]

 En algunas de las cartas se vislumbra la nostalgia de Curtius por tiempos mejores, de paz, al tiempo que se lamenta amargamente por su difícil situación que le acarrea también disgustos en el terreno académico.

Desde ayer disfrutamos de una tranquilidad apacible aquí [en Luxemburgo] –y de libertad democrática. Cada vez que cruzamos la frontera respiramos de nuevo (...)  Estamos tan “socializados” que ya no podremos viajar al extranjero de nuevo.... Me resulta opresivo el hecho de estar aislado de otras tierras. Acaba de quedar vacante una cátedra de literatura francesa en Basel. Pero nadie parece pensar en mí. [Julio de 1936, en PD, 1105]

  La dificultad de su situación hace que conseguir los libros necesarios para continuar sus investigaciones se convierta en toda una odisea. Gracias a su relación con Gertrude Bing pone remedio a algunas de estas necesidades aunque, eso sí, consciente de ser espiado por agentes nazis como muy bien demuestra la siguiente misiva, enviada desde Luxemburgo:

Por favor, sea tan amable decirme en Bonn de cuanto dispongo [para comprar libros ingleses], pero, como precaución, no mencione ni libras ni peniques, sólo quilómetros. La disposición novelística de esta factura de quilómetros, la dejo a su imaginación. [en PD, 1106]

A medida que avanzan sus investigaciones sobre la Edad Media latina, los pensamientos de Curtius se vuelven cada vez más hacia la obra de Aby Warburg quien, junto a Jung y Hoffmansthal, es una de las influencias reconocidas más destacadas de Literatura Europea y Edad Media Latina. En una de las cartas expresa su deuda teórica e intelectual con él, al que dedicó, juntamente con Gröber, la que habría de ser su obra más famosa.

Cuando reflexiono sobre lo que significa Warburg para mí en este momento, no necesito ni pensar en lo que habría significado si lo hubiera conocido diez años antes. [Enero de 1935, en PD, 1105] 

A partir de 1937 vio reducida sus horas lectivas dedicadas a la literatura francesa contemporánea, que se consideraba una asignatura provocativa, y se concentró en sus estudios sobre literatura medieval latina. 

Divido mi tiempo entre largos paseos y la lectura, y la lectura entre los autores antiguos y Tauchnitz [libros de bolsillo]. Pero los antiguos resultan mucho más entretenidos. Lamento haber desperdiciado tanta energía estudiando durante décadas a los modernos. En cualquier caso, uno nunca es libre en la elección del propio camino sino que sigue a un guía espiritual más o menos ciego. [Agosto de 1938, en PD, 1106]

Alejado por la situación política de sus intereses más inmediatos, fue paradójicamente la amenaza nazi la que le hizo regresar a la filología románica y a la herencia de Gröber. Tras la guerra Curtius se sentía amargado y deprimido. Había perdido la fe en la izquierda europea y se sentía preocupado por el futuro de la civilización occidental y de la tradición humanista alemana en particular. Lentamente, a medida que reanudaba sus clases y al tiempo que las penurias, no sólo intelectuales, sufridas durante el periodo de entreguerras y la guerra quedaban atrás, recobró su confianza y decidió utilizar las investigaciones sobre literatura medieval a las que se había dedicado durante el nazismo para escribir un libro que fuera un llamamiento en favor de lo que amaba: la tradición humanística y la continuidad de la civilización europea cuyo nexo es la latinidad: Literatura Europea y Edad Media latina (1948). En ella podría decirse que culmina la trayectoria intelectual personal iniciada con sus estudios sobre literatura francesa moderna, una trayectoria siempre guiada por un europeísmo manifiesto.

Mi libro (...) nació de un espíritu preocupado por la preservación de la cultura occidental (...) Me he esforzado por poner de manifiesto su unidad en el espacio y en el tiempo, sirviéndome de métodos nuevos. En el caos espiritual de la época presente, se ha hecho necesario –y también posible- demostrar esa unidad de las tradiciones culturales de Occidente. Pero ello sólo puede realizarse partiendo de un punto de vista universal: la latinidad nos ofrece justamente ese punto de vista. El latín fue la lengua cultural de los trece siglos que median entre Virgilio y Dante. Sin ese trasfondo latino es imposible entender las literaturas vulgares de la Edad Media. [LEEML, 10]

 Curtius creía firmemente que la afirmación de la continuidad y la homogeneidad de ideas en la Edad media y en la cultura europea en general impediría que volviera repetirse la situación que vivió Alemania durante los años 30. Amaba la estabilidad cultural y la continuidad intelectual absoluta porque consideraba que la cultura era frágil y difícil de preservar, lo que explica también su aversión por la ideología.

 La Edad Media latina es el puente que une al mundo antiguo con el moderno y la retórica y el estudio histórico de la tópica llevado a cabo en Literatura Europea es el vínculo entre la expresión pagana y la cristiana. La tradición retórica era la clave de la comprensión del progreso de la vida literaria occidental, a la que estaba vinculada Alemania a través del imperio carolingio. La Cristiandad, Roma y Alemania constituyen el centro neurálgico de la totalidad de la obra (y de la vida) de Curtius. En este sentido, el propio sentido religioso del autor enlaza perfectamente con su trayectoria personal. A lo largo de su vida mantuvo una profunda fe cristiana, no ajena al entorno familiar paterno, convencido de que la religión era una señal “de una humanidad elevada, de lo heroico y de lo sagrado” [en PG, 615]. En una carta a Max Rychner expresa, en términos en parte religiosos, sus presuposiciones intelectuales:

Soy una persona extremadamente ortodoxa, y que se siente únicamente cómoda con aquello que está determinado. Me resulta suficiente reconocer, con un amor incondicional, los arquetipos predeterminados del intelecto para los que nací. [1923, en PG, 603]

Su religiosidad le acercó a personajes como Claudel, Péguy, y contribuyó en su relación con autores como Eliot, Rolland y André Gide y en el vínculo epistolar que estableció con Jean de Menasce, un dominico a quien Curtius hacía frecuentes consultas de tipo teológico, y cuya influencia en Literatura Europea ha sido pocas veces señalada. Como centro de esa relación intelectual con escritores de diversas nacionalidades hay que hablar del sentimiento de pertenecer a una pequeña comunidad de autores dotados, un sentimiento que no desapareció a pesar de las vicisitudes de aquellos años, y que le hacían creer, como expresó en una carta a Eliot, en la creación de un “directorio secreto para la política cultural occidental” [en PG, 619], que es también el producto de una generación que alcanzó la madurez en los años veinte. Incluso la afirmación de que su obra Literatura Europea no está escrita para especialistas sino para los amantes de la literatura no debe tomarse en el sentido estricto, pues para Curtius esas personas no son sino el círculo selecto de sus pares, los intelectuales. La obra es un credo que conjuga los temas fundamentales y las influencias dominantes de la vida de un alemán cosmopolita.

Entre esas influencias, una de las mayores es, sin duda, Roma, la Roma imperial cantada por Virgilio, que le hizo abandonar la poesía moderna. Aficionado a dar largos paseos y al excursionismo, Curtius convirtió a Roma en un centro de peregrinación personal ya desde su primera visita a la ciudad eterna.

¡Qué puedo decirte de Roma! Todas las capas de mi formación, sedimentadas con lentitud, han sido removidas, divididas. La esfera de mi espíritu ha sido arada y germinada de nuevo por completo. Roma me ha hecho todo esto. Todo en mí es desorden y aún no sé qué va a suceder. Puedes estar seguro de que jamás volveré a experimentar una revelación semejante, un cambio de gravedad igual. [carta a Gundolf, 1912, en AE, 125]

 Para Curtius, Roma es el símbolo de la promesa de una paz ordenada e ininterrumpida, precisamente el objeto de su vida y sus escritos. El estado intelectual ideal con el que soñaba es el frágil fruto de “una nostalgia romántica purificada por la disciplina clásica” [AE, 128]. La demostración de su herencia en occidente y su preservación es el objeto, no sólo de de Literatura Europea, sino de la totalidad de su obra. La publicación del primer capítulo en el periódico Merkur en 1947, sin embargo, no estuvo exento de polémica, algo que habría de perseguir, y persigue aún, a la obra y que preocupaba a Curtius. 

 Amante del estudio y la investigación, tras haber publicado su obra más famosa, sigue dedicándose a su trabajo incansablemente. En su cabeza hay grandes proyectos que teme no poder terminar dada su edad.

Hay muchos proyectos literarios y de investigación que me rodean como almas que desean apoderarse de un cuerpo. Trabajo sin descanso –y con pasión. Tengo dos nuevos libros en preparación. (...) Las materias de las que trato son de una especie tal que sólo yo puedo tratarlas y sólo yo puedo resolverlas. Ya tengo casi 63 años. ¿Hasta cuándo podré seguir trabajando? [carta a Gertrude Bing, 1949, en PD, 1106]

 Sus temores no resultaban infundados. Curtius no tardó muchos años en morir. A los 70 años, durante una estancia en Roma, y dejando inconclusos algunos de esos proyectos.

* * * * * *

Bibliografía sobre Ernst Robert Curtius

 ANTONELLI, Roberto,”Filologia e modernità”, Letteratura europea e Medio Evo latino, La Nuova Italia Editrice, Firenze, 1992.[RA]

CANTOR, Norman F., Inventing the Middle Ages. The Lives, Works, and Ideas of the Great Medievalists of the Twentieth Century, William Morrow and company, Inc., New york, 1991 [NC].

DÍAZ Y DÍAZ, Manuel C., “Imagen de España en E.R. Curtius”, Ernst Robert Curtius. Werk, Wirkung, Zukunftsperpectiven, Sonderdruck, Heidelberg, 1989 [DD].

DRONKE, Peter, “Curtius as medievalist and modernist”, Times Literary Suplement, October 3 (1980), pp. 1103-1106 [PD].

EVANS, Jr., Arthur R., “Ernst Robert Curtius”, On Four Modern Humanists, Arthur R. Evans, Jr. (ed.), Princeton Essays in European and Comparative Literature, Princeton University Press, princeton, New Jersey, 1970 [AE].

GODMAN, Peter, “The Ideas of Ernst Robert Curtius and the Genesis of ELLMA”, Epilogue to European Literature and the Latin Middle Ages, Princeton, 1990 [PG].

LIDA, María Rosa, “Perduración de la literatura antigua en Occidente. A propósito de Ernst Robert Curtius, Europäische Literatur und lateinisches Mittelalter”, en La tradición clásica en España, Ariel, Letras e Ideas, Barcelona, 1975. [MRL]

RUBIO TOVAR, Joaquín, “Cincuenta años de Literatura europea y Edad Media latina de E.R. Curtius (1948-1998), ¿

Bibliografía de Ernst Robert Curtius

Quatre livre des Reis (1911)

Die literarischen Wegbereiter des neuen Frankreischs (1919)

Deutscher Geist in Gefahr (1932)

Literatura europea y Edad Media latina (1948)

Gesammelte aufsätze zur Romanischen Philologie (1960)

domingo, 14 de abril de 2024

Escribir la oralidad

Juárez Casanova y Noelia Ramírez, "Escribir como se habla: así es la nueva tendencia en la literatura española", en Babelia, 23 de abril de 2023:

Oralidad deliberada, anarquía ortográfica y bilingüismo sin complejos. Del éxito de Andrea Abreu al debut de Greta García, una nueva hornada de autores revienta el canon en sus ficciones

“En mi vida he tenío tres grandes aspiraciones: ser bailarina, matar a gente y tener un ano enorme donde metérmelo to”, piensa Pili, la protagonista de Solo quería bailar (Tránsito), el debut de Greta García (Sevilla, 1992), desde su celda en Alcalá de Guadaíra. “No hay mejor disfraz que una buena corbata, diu el meu pare, i com que jo ni pintallavis ni talons, potser se’m veu el llautó de tarada que xiscla, acarnissada, RAJOY, I HATE YOU MARICÓN”, reflexiona en la misma frase Alba, la apática heroína barcelonesa de Consum preferent (Anagrama), primera novela de Andrea Genovart (Barcelona, 1993), combinando castellano, catalán e inglés.

A Aída, la pequeña tinerfeña sobre la que orbita la narración en tercera persona de Leche condensada (Caballo de Troya) —”La única niña que no chinga a los niños con lo último de la Coca Cola que queda enjediondada”—, le gustan los Pokémon tipo agua y sabe, porque se lo dijo la pediatra, que “no se puede huir de la ansiedad, solo afrontarla”, como relata su autora, Aida González Rossi (Santa Cruz de Tenerife, 1995). “Puedo compartir todo contigo mi cuchilla mi desodorante mi dinero si lo necesitas (no hay prisa por devolverlo) pero sé con certeza que no he querido hablar de lo importante que no he querido resolver mis dudas por minúsculas que fueran te masturbarías conmigo mirándote?”, escribe Luis Díaz (Alcalá de Henares, 1994) en Los bloques naranjas (Caballo de Troya), descodificando las señales camufladas en la homosocialización masculina de barrio.

"Da la impresión de que escribimos como hablamos, pero todo es técnica”, Andrea Genovart

Los libros citados tienen muchos rasgos en común. No usan comas ni puntos ni mayúsculas, adoptan la lengua oral como modelo y toman prestadas expresiones en otras lenguas, ya sean cooficiales o extranjeras, de manera desacomplejada. Todos están firmados por debutantes que han asaltado las librerías con pocos meses de diferencia con una prosa frenética, caleidoscópica, anárquica y (estudiadamente) espontánea. Esta nueva hornada de autoras y autores sin aparente nexo común ha vomitado novelas que parecen escritas sin coger aire, con la voluntad de reventar el canon y una ortografía disidente, situada al margen de las reglas de la RAE. No se trata, en realidad, de un fenómeno estrictamente nuevo. “Respecto a las reglas, una vez aprendidas, procuro olvidarme”, escribió Montserrat Roig contra la “hipocresía lingüística” de un panorama que “encerraba a las palabras sin dejarlas volar” unos pocos años antes de que todos estos autores nacieran. Más de tres décadas después, los recién llegados ya no temen alejarse de la pureza léxica en sus textos, de manera mucho más tímida que sus predecesores.

ALBERT GARCÍA

En los últimos años, autores de otras generaciones ya han experimentado con la palabra hablada en sus libros. Por ejemplo, Fernando Aramburu con los verbos conjugados a la donostiarra en Patria o la reciente Hijos de la fábula, Carlos Zanón con las expresiones barcelonesas en ­Taxi y, de una manera distinta, Cristina Morales al deconstruir los usos orales del lenguaje políticamente correcto en Lectura fácil. Pero estos debutantes van más allá y derrocan barreras invisibles a sus ojos.

Están las que, como Greta García, afirman “no haber tenido apuro ninguno” al abrazarse al Êttandâ Pal Andalûh (EPA), la ortografía no oficial del castellano creada en 2018 por el colectivo del mismo nombre para adaptarse a los dialectos andaluces, un estilo al que se acogen otros artistas como Alberto Cortés en sus textos para el teatro. García empezó aplicando la EPA únicamente a los diálogos, pero decidió ampliar su uso a todo el texto de Solo quería bailar. Su idea consistía en “aportar más teatralidad, cadencia y un palabrerío sevillano” a esta tragicomedia de una bailarina con la sensación de ser la más mediocre y de haberse tragado “toíta la mierda como una buena garganta profunda” al verse condenada a 30 años de prisión por atentar contra una oficina de Hacienda.

La sevillana confiesa estar leyendo en estos momentos Leche condensada, el debut en novela de la también poeta Aida González Rossi. En el libro, la escritora retuerce el dialecto tinerfeño “porque el lenguaje es tan rico y manejable como un bote de plastilina”. Y defiende haberse grabado a fuego la norma de Elena Ferrante sobre el hecho de tener una estructura clara del texto para después embarullarlo. “Lo mío es darme una habitación propia para proceder a destrozarla”, cuenta al otro lado del teléfono.

CLAUDIO ÁLVAREZ

Orgullosa de que se la compare con Panza de burro —la novela de Andrea Abreu sobre la cultura canaria quinqui de los dos mil que se convirtió en un fenómeno editorial, se tradujo a múltiples idiomas y descubrió a los peninsulares qué significaba “estregarse” o tener una “amiga jarrapa”—, la de García Rossi es la primera novela de la etapa de Sabina Urraca como editora invitada del sello Caballo de Troya. En su programación para este año, Urraca también ha seleccionado el texto sin comas ni puntos de Luis Díaz y otro repleto de laísmos y leísmos que narra María José Hasta (Huesca, 1989) en Se te oscurece el pelo, que saldrá a la venta en mayo. Y que se lee, como defiende su autora, “como si escucharas una tonadilla y afinaras el oído para entender la letra”.

"Los fascistas del lenguaje están alrededor, pero también en nosotras mismas” Sabina Urraca

Para Urraca, limitarse a las reglas que dicta el canon da más asfixia que alivio. Todavía recuerda cuánto lloró al ver su primer texto impreso a sus 25 años, cuando una revista literaria publicó un cuento suyo que simulaba un chat de personas que hablaban sobre mascotas y que estaba escrito respetando la jerga del canal, con expresiones diversas y faltas de ortografía. “Me lo corrigieron todo. Me lo tradujeron al español de la RAE. A veces siento que con mi labor editorial de buscar y editar a personas que escriben libremente, que usan el lenguaje como juego y disfrute, y no como cárcel a la que adaptarse, estoy vengando esa faena horrible que me hicieron hace años”, reconoce.

La editora asegura que estamos rodeados de “fascistas del lenguaje” y que su influjo nos ha llegado a envenenar el cuerpo. “Hay que tener cuidado, porque está alrededor, pero también en nosotras mismas: está en la creencia, más arraigada de lo que pueda pensarse, de que el español de España —que yo me pregunto cuál es ese español, habiendo como hay tantas variantes del lenguaje en España, una por cada persona— es la verdad suprema, el kilómetro cero de las lenguas”, denuncia Urraca.

Sus protegidos no tienen miedo al sistema. “Somos una generación socializada por internet. Aunque nos haya podido influir en la forma de escribir, en mi caso necesitaba sacar el barullo de la ciudad como espacio: escribir con la sensación de que sale todo de golpe, como si abrieras un grifo y no pudieras cerrarlo”, apunta Luis Díaz, que reescribió Los bloques naranjas “hasta la extenuación”, pese a la aparente despreocupación que puede desprender el hecho de no haber incluido signos de puntuación.

ÁLEX DE LA TORRE

Andrea Genovart coincide con Díaz en la voluntad de trasladar la vorágine de toda gran urbe a sus páginas gracias al ritmo en la escritura. La catalana llega a dedicar 16 líneas a repetir la palabra “subnoRRRmals” sin descanso en Consum preferent, ganadora de los 12.000 euros del Premio Llibres Anagrama de Novel·la, que se traducirá en otoño al castellano. Genovart asegura que su novela, inspirada por Georges Perec por sus experimentos formales y también por su mirada como espectador de la ciudad moderna, es obsesiva con un estilo que parece caótico, pero es metódica hasta la obsesión. “La espontaneidad se trabaja. Tuve claro el estilo antes que la trama: este no podía ser un relato único, convencional y no interferido. Hoy en día, tenemos que atender a múltiples realidades (personales y externas, digitales y analógicas) que nos aturden con estímulos contradictorios con los que intentamos conciliar. Por eso da esa impresión de que está escrito tal como se habla, pero en realidad todo obedece a una técnica de escritura y reescritura continua”, asegura Genovart.

No todo el mundo es capaz de entenderlo así. Horas después de hacer estas declaraciones, Genovart fue tan acosada por su estilo inhabitual y su mezcla de lenguas que decidió borrar su cuenta en Twitter en plena semana de Sant Jordi. Otro tanto para los puristas de la lengua, esos que defienden, según Urraca, que se ponga en cursiva toda palabra “no escrita en el absurdo canon de la corrección”. “Esa cursiva debilita esa palabra, está indicando que es menos importante e incluso la carga de un humor no consentido”, señala la editora. Ella piensa seguir alerta contra quienes creen que el andaluz es gracioso; el canario, sexi, y el murciano, feo. “El fascismo del lenguaje está en reírse de cualquier acento de Latinoamérica o estereotipar el acento. Y, si me apuras, también hay fascismo del lenguaje en saber mucho inglés, pero ni una palabra en catalán, gallego, euskera o portugués. No es cuestión de estudiar. Es curiosidad, interés por el mundo y por la vida. No me digas que te encanta viajar si, cuando escuchas hablar en catalán, te cierras en banda”. Pero sabe que no está sola: tiene a toda una nueva generación literaria dispuesta a secundarla.

Solo quería bailar , Greta García ,Tránsito, 2023, 200 páginas, 18 euros

Leche condensada,  Aida González Rossi,  Caballo de Troya, 2023, 176 páginas, 15,90 euros

Los bloques naranjas, Luis Díaz,  Caballo de Troya, 2023, 120 páginas, 15,90 euros

Consum preferent, Andrea Genovart, Anagrama, 2023 (en catalán), 192 páginas, 17,90 euros

Se te oscurece el pelo, María José Hasta, Caballo de Troya, 2023, 184 páginas, 15,90 euros.

Las películas y series hablan idiomas, Álex Vicente

Las imágenes también se vuelven bilingües. Igual que la literatura se acerca a la oralidad usando el registro coloquial y la mezcla de idiomas, el cine y las series han emprendido un camino similar para acentuar su naturalismo. En los últimos Goya, tres de las cinco nominadas a mejor película alternaban distintas lenguas: As bestas (castellano y gallego, además de francés), Cinco lobitos (castellano y euskera) y, en menor medida, Alcarràs (catalán y castellano). Reflejaban un fenómeno de fondo en el audiovisual español: un distanciamiento respecto a un monolingüismo que suena impostado cuando una ficción transcurre en Barcelona, Bilbao o Vigo.

La llegada a los cines de 20.000 especies de abejas, que sucede en la zona fronteriza entre Bizkaia y la ciudad vascofrancesa de Bayona, confirma esta tendencia. La directora Estibaliz Urresola decidió mezclar castellano, euskera y francés. “Hacer una película en una sola lengua en este entorno no hubiera tenido sentido. La realidad que describo transita de forma natural de un idioma al otro, incluso dentro de la misma familia, sin que haya problemas de convivencia”, dice Urresola. Además, el uso del vasco era importante en la trama: la gramática del euskera, en la que no se declina el género, se adecuaba a la identidad de su personaje principal, una niña trans a la que muchos siguen tratando como un niño. En castellano, esa ambigüedad desaparecía. “En un mundo cada vez más globalizado, esos detalles aportan valor a las películas y series frente a las narraciones y los discursos hegemónicos”, opina. 

Guillem Clua, dramaturgo y director catalán, es del mismo parecer. Cuando Netflix le encargó adaptar su exitosa obra teatral Smiley, sobre la accidentada historia de amor entre dos gais barceloneses, decidió mezclar castellano y catalán, pese a que la obra original, estrenada en 2012, estuviera escrita solo en la segunda lengua. “Una ficción que tenga lugar en la Barcelona actual tiene que ser bilingüe por fuerza. Las obras que usan solo una de las dos lenguas son legítimas, pero también artificiosas”, dice Clua. Para el director, las plataformas han supuesto “un cambio de paradigma”, por la normalización de los subtítulos y por el gran número de contenidos producidos. “La oferta es tan abundante y está tan segmentada que permite que haya proyectos que no hubieran existido en un modelo enfocado al público generalista, en el que daba miedo cambiar las fórmulas de siempre. Antes se creía que usar las lenguas cooficiales restaba público. Ese cliché está superado”. Recuerda que, en sus comienzos como dialoguista de la serie El cor de la ciutat en TV3, allá por 2005, un personaje castellanoparlante despertó críticas. Pero abrió camino a otras series producidas por la televisión pública, desde Merlí y su continuación, Sapere aude — donde el personaje de María Pujalte hablaba en castellano—, hasta Drama, en las que ambas lenguas se alternan con naturalidad. Lo mismo sucedía en películas como Los días que vendrán, de Carlos Marqués-Marcet, o la reciente Suro, de Mikel Gurrea. 

Dos nuevas series producidas por Filmin apuestan por un modelo parecido. En Autodefensa, un diálogo en castellano es interrumpido por una chica cantando el Virolai, himno dedicado a la Virgen de Montserrat celebérrimo en “la catalana terra”. Y en Selftape, las hermanas Joana y Mireia Vilapuig combinan las dos lenguas sin reparos. “A diferencia de una autonómica, no tenemos ninguna obligación legislativa, ningún mandato político para maximizar el uso de la lengua minoritaria. Eso nos da más libertad para plantear obras en una mezcla de los idiomas que se hablan en España”, señala su director editorial, Jaume Ri­poll. “Cuando recibimos un proyecto, nos da igual que sea en gallego, en euskera, en catalán o en castellano. Lo que nos importa es que cada personaje hable en la lengua que le corresponda”.

jueves, 28 de marzo de 2024

El bohemio escritor Gonzalo Torrente Malvido, que nunca pagaba la cuenta

Luis de la Cruz, "Torrente Malvido, el último bohemio de Malasaña", en Eldiario.es, 27 de enero de 2014:

Escritor irregular, pero de éxito en ocasiones, personaje ineludible de la noche e hijo de Gonzalo Torrente Ballester. El Bukowski Club fue una de las últimas casas de este bohemio presente en muchas noches del barrio.

Nació en Ferrol, volvió a su tierra – durante algún tiempo se retiró a la Galicia rural – y sus cenizas descansan en el norte. Aquí, en Madrid, se le recuerda, además de como buen literato esquivo al canon oficial, como personaje bohemio e ineludible de la noche. En 1960 quedó finalista del Premio Nadal con su primera novela, Hombres varados; en 1963 ganó el Premio Café Gijón con La raya y en 1969 el Premio Sésamo con Tiempo provisional. Obtuvo, además, un Goya por el guion de El rey pasmado y una chupa que le regaló Keith Richards.

Al torero del Bukowski, que se fue en 2011, le lloraron mucho los habituales de las noches recitadas en Malasaña. Es posible rastrear un buen número de sentidas despedidas en los blogs de los habituales del Buko. Fue especialmente amigo de un gran jefe de la escena versificada en el barrio, Carlos Salem (hasta vivió con él un tiempo), del que prologó su libro Matar y guardar la ropa.

Hijo de uno de los nombres respetados del panorama literario franquista, Gonzalo Torrente Ballester, vivió una infancia de ambiente culto y educación moral acorde a los tiempos y la posición de la familia. Cuenta Vicente Molina Foix – trasladando una anécdota que le contó Rafael Azcona – que en cierta ocasión una llamada telefónica interrumpió la velada en casa de Torrente Ballester, copa en mano, de un grupo de escritores desengañados del Movimiento (Rosales, Vivancos, Laín Entralgo, Tovar, quizá Ridruejo). Estaba presente Juan García Hortelano, a pesar de ser comunista. La llamada era del director general de Seguridad: Gonzalito era sospechoso del robo de un valioso cáliz en una iglesia. Efectivamente, el cáliz apareció (junto a un puñado de hostias) en la habitación del chico. Ante el sacrilegio, los escritores pidieron consejo a Jesús Aguirre (sacerdote, aún no casado con la duquesa de Alba), que rápidamente se plantó allí en taxi y ofreció comunión a todos excepto al rojo García Hortelano. Aquellos prohombres del régimen devolvieron el copón (sin formas) y la travesura quedó sin castigo.

Probablemente su carrera literaria y el personaje cargaron a cuestas el estigma que apea de la nómina oficial de la literatura pronto, en 1968, año de su ingreso en prisión. No entró en Carabanchel por motivos políticos, como otros de su generación, sino por una poco aclarada historia que le valió una condena por suplantación de personalidad. Al parecer también estuvo encerrado en París, junto a otro poeta e hijo de escritor, Leopoldo María Panero. En la cárcel recibió la noticia de que había ganado el Premio Sésamo con la novela Tiempo provisional.

Ejerció de figurón noctámbulo de la bohemia madrileña. Cuentan que un billete de un dólar con la efigie de El Che enrollado servía de varita para animar las noches. Los bares siempre fueron sus casas, militó en las míticas noches del Oliver en Chueca, y al final, entre otros, en el Candela en Lavapiés, o en el desaparecido Bukowski Club, en San Vicente Ferrer. Luis Antonio de Villena lo recuerda así:

“Torrente Malvido (”Malvino“ le llamaban muchos) era una leyenda de las noches turbias y sabias de  un nocherniego Madrid casi desaparecido. Se había pegado con Umbral (decían) y se llevaba de maravilla con Sandra Negrín –supuesta sobrina del doctor republicano- que era otra institución bárbara y báquica del ”Oliver“ aquel de los 70…”

La prensa da nota de que en los últimos tiempos se le pudo ver durmiendo en un banco del Paseo del Prado o en hogares de acogida. De lo del banco dijo que era una acción publicitaria contra quienes le habían ninguneado durante el centenario de su padre. A saber. Los últimos días de quienes vadean la vida al minuto suele ser arrastrada por la corriente cuando flaquean las fuerzas.

Fue biógrafo de su padre (Torrente Ballester. Mi padre o La saga fuga de GTB). Su relación con Torrente padre debió ser complicada, pero a buen seguro cercana: éste le dedicó Los gozos y las sombras (A quien más dolor me causa, escribió). Luego hizo un elogioso prólogo del libro de Malvido Doce cuentos ejemplares.

Hay gente a la que la literatura de su vida le ensombrece la de sus cuartillas. De Malvido, dicen quienes se han acercado a su literatura (catorce libros, todos descatalogados), que era un gran escritor. Su pluma bebía de la vida, y no es extraño entonces que se la bebiera él con fruición. En Doce cuentos ejemplares (1996) mezcló ambas, recreando una juerga interminable y real con Camarón, de quien fue compadre, y el cantaor Rancapino.

Fue, tal vez, el último bohemio de Malasaña. Un personaje oculto para la mayoría que quizá merezca, antes que descansar en paz, que su memoria emerja.

sábado, 13 de enero de 2024

Sobre Manuel Halcón, el novelista.

 JOSÉ VALLECILLO | VOCAL DE LA SECCIÓN DE LITERATURA DEL ATENEO

Entrevista a José Vallecillo, vocal del Ateneo de Sevilla, sobre Manuel Halcón, hecha por Luis Sánchez-Moliní y publicada en Diario de Sevilla, el 31 de octubre de 2021. "Manuel Halcón es el Miguel Delibes de Andalucía”

Profesor durante décadas en institutos y la Universidad, este investigador es el mayor conocedor de la figura del novelista sevillano Manuel Halcón

José Vallecillo (Sevilla, 1965) nos recibe en el caserón del Ateneo. Hemos quedado con él para hablar, sobre todo, de Manuel Halcón, figura a la que le ha dedicado muchas horas de investigación, con libros como ‘El novelista Manuel Halcón: biografía y personalidad’ (Universidad de Sevilla), ‘Los años sevillanos de Manuel Halcón’ (Ayuntamiento de Sevilla), ‘Manuel Halcón. Páginas sobre Sevilla’ (Real Maestranza de Caballería), y ‘La obra narrativa sobre el campo de Manuel Halcón’ (Diputación de Sevilla). Últimamente se ha encargado del cuidado de la reedición de la novela ‘Manuela’ (Athenaica). Hombre discreto y de voz baja, ha ejercido durante más de treinta años la docencia en institutos y la Facultad de Filología. Vocal de literatura del Ateneo, Vallecillo también ha trabajado sobre la curiosa y divertida figura de Don Cecilio de Triana, periodista satírico de los inicios del siglo XX al que le dedicó un libro en la Biblioteca de Temas Sevillanos. Asimismo, sus investigaciones se han extendido a la historia de la Academia Sevillana de Buenas Letras en los siglos XIX y XX y ha catalogado, ordenado y estudiado los fondos de la biblioteca de dicha institución. Actualmente está centrado en el redescubrimiento de mujeres escritoras del 27.

–Ahora el escritor Manuel Halcón está más reivindicado, pero cuando usted empezó a trabajar sobre su obra y figura estaba prácticamente olvidado. ¿Cómo surgió su interés por él?

–Terminé la carrera de Filología en junio de 1989, pero meses antes ya estaba pensando en mi tema de tesis. Había leído algunas de sus novelas, Los Dueñas, Manuela… y en mayo del 89 le propuse a don Rogelio Reyes que me dirigiese la tesis sobre algún tema relacionado con Halcón. Le encantó la idea, porque era uno de esos “sevillanos en Madrid” que había que reivindicar. Me dijo que aprovechase el verano para leer toda su obra y que después nos pondríamos en contacto con él, pero el 28 de julio Manuel Halcón murió en su domicilio del Paseo de la Castellana.

–Estas cosas no se suelen decir, pero fue un suicido.

–La versión oficial es que se le disparó un arma mientras la limpiaba. Halcón no llevaba bien su envejecimiento.

–Tuvo el gran detalle de mandar a su perro Corito a su finca El Cañuelo, en los Alcores, antes de dar el último paso. Lo contó Antonio Burgos en un artículo memorable.

–Quería que viviese en libertad, no en un piso de la Castellana. Burgos cuenta también cómo una vez se encontró a Manuel Halcón por Sevilla. Iba de traje y corbata, pero calzaba unos botos. Le dijo que lo hacía porque estaba de luto por su caballo.

–Así que nunca pudo hablar con él…

–No, pero sí pude hacerlo con su familia, con sus hijos Pío y María Dolores. Ella me decía: “Qué pena, si mi padre hubiese sabido que había un joven sevillano interesado en hacer su tesis sobre su obra…” Empecé a investigar en las bibliotecas, los archivos y las hemerotecas. Me sorprendió descubrir que no había nacido en 1903, como siempre hacía constar.

–¿Cómo lo descubrió?

–Mirando El Noticiero Sevillano topé con la esquela de su madre, la marquesa de San Gil, que había muerto en 1900, por lo que Manuel Halcón no podía haber nacido en 1903. Cuando le pregunté a su hija me contó que su padre había nacido en 1899, pero siempre ponía 1903 para que no se le asociase con la novela del siglo XIX. Su madre murió a los tres meses de tenerlo, por lo que Halcón siempre cargó con un cierto espíritu de orfandad. En la novela Los Dueñas, el niño huérfano es claramente un alter ego.

-Antes ha hablado de los ‘sevillanos en Madrid’. De dónde se sentía él.

–Sobre todo sevillano y muy vinculado a Lebrija, donde estaba su cortijo y vivió su hermana Aurora hasta que murió. A este pueblo le donó una casa. Los Dueñas es una de las grandes novelas sobre Sevilla. Siempre que podía introducía a la ciudad en sus libros. De hecho, yo publiqué una antología de las páginas sevillanas de sus novelas.

–¿Dónde vivía en Sevilla?

–Tenía un piso en Los Remedios, pero al final de sus años cada vez venía menos. Primero decía que hacía mucho frío, después que ya se había echado el calor… Se instaló en Madrid al acabar la Guerra. En aquellos primeros años madrileños escribió Recuerdos de Fernando Villalón y fue nombrado canciller de la Hispanidad, pero al poco tiempo caería en desgracia, incluso dejó de salir en los ecos de sociedad de los periódicos.

–¿Por qué?

–Por sus ideas monárquicas. Fue uno de los procuradores de las cortes franquistas que firmó el Manifiesto de los Veintisiete, un documento que pedía la restauración de la monarquía en la figura de don Juan. En 1960, sin embargo, le dieron el Premio Nacional de Literatura por Monólogo de una mujer fría.

–En la guerra estuvo completamente involucrado en el bando nacional, aunque su lealtad era hacia don Juan –a cuyo consejo privado perteneció–, no a Franco.

–De hecho, su hija María Dolores mantuvo una estrechísima relación con la familia real.

–¿Cuál era su carácter? ¿Respondía al tópico del terrateniente bajoandaluz?

–Siempre fue un hombre muy culto y sensible, característica que fue a más con el paso de los años. Hubo un momento en que se quedó como desclasado, porque a la clase alta a la que pertenecía no le agradaba como la describía. Aunque hay que decir que nunca fue un renegado, sino simplemente crítico con las cosas que no le gustaban. Por ejemplo, con el personaje que es más duro en Los Dueñas es con el marqués, que tiene mucho que ver con la figura de su padre. Sin embargo, el personaje ejemplar de esta novela es Andrés, el criado que lo cuida desde pequeño y al que él estaba muy unido. Al respecto hay una frase preciosa que dice más o menos así: “¿Cómo puede una persona conservar el calor de una mano tantos años?” La mano es la de ese criado. Jacobo Cortines, quien sí lo conoció personalmente, me dijo una vez que con el tiempo Halcón terminó pareciéndose a los personajes de sus novelas. Otro aspecto importante de su obra es que siempre se dignifica a los personajes del campo. En Manuela deja claro que no hace falta nacer en una familia noble para ser aristócrata. Manuela representa la aristocracia popular.

–¿Idealiza el campo andaluz?

–En absoluto. Como él dice, el campo pincha, pica y esclaviza. Pero cree que es algo que se renueva constantemente y da vida, algo vivificador. Es curioso, porque sin embargo no podía pasar una noche al raso en el campo. Le apabullaba la inmensidad de la bóveda celeste. Cuando empezaba a atardecer ya buscaba el cortijo o el pueblo para ponerse bajo techo.

–¿Llevaba directamente su finca de Lebrija?

–No, se la llevaba un encargado, Espiri, que es como se le conocía en Lebrija. Pero solía visitarla y siempre estaba al tanto de las principales cuestiones.

–¿Cuál cree que es la principal virtud de Manuel Halcón como novelista?

–Su capacidad de penetrar en la psicología de la mujer. En Monólogo de una mujer fría se llega a meter en la mente de Anita Peñalver, la protagonista. Este personaje es curioso para la época, porque tiene una relación con un hombre pero no se casa con él, pese a que no hay nada que se lo impida. Alguien ha dicho que este conocimiento se debía a que Halcón era un mujeriego, aunque más bien era un mujerista, amaba a la mujer como figura. En el conocimiento del alma de la mujer, Halcón está a la altura de Juan Valera, que era el escritor que más le influyó junto a Stendhal. En el caso de Manuela vemos que el personaje se define por sus actos, no por sus palabras. Yo fui profesor en Lebrija durante unos años y todavía se veían mujeres como Manuela, a las que no se les pone nada por delante cuando quieren hacer algo. Eran muy fáciles de reconocer.

–Hablando de ‘Manuela’, ¿qué le pareció en su día la adaptación cinematográfica de García-Pelayo?

–Está muy bien, pero evidentemente no podía recoger todas las historias de la novela. El mayor acierto fue la elección de la protagonista, Charo López, que está estupendamente. Hubo muchas candidatas para el papel, creo recordar que incluso Marisol.

–¿Cómo era el último Manuel Halcón?

–Después de Manuela, que se editó en 1970, ya no publicó apenas nada, sólo los Cuentos del buen ánimo, en 1979. Sí tuvo una gran actividad como miembro de la Real Academia Española, donde ingresó en 1962. Era muy amigo de Lázaro Carreter y toda una autoridad en el léxico del campo. Introdujo varias palabras de este mundo en el Diccionario de la Academia, como cosechadora–. De hecho, su discurso de ingreso se tituló Sobre el prestigio del campo andaluz y fue contestado por José María Pemán.

–También tuvo una importante vinculación con Sevilla y su ambiente cultural.

–Su papel fue fundamental, por ejemplo, en la publicación de la revista Mediodía. Es muy conocida la historia de que se deshizo de su alfiler de corbata de oro para que pudiese salir el primer número. Los Halcón eran muy desprendidos. A su hermana Aurora le decías, “qué abridor de plata tan bonito” y ella te contestaba, “pues si lo tiene usted en su mano, suyo es”.

–Hay prácticamente unanimidad en estimar que la mejor obra de Halcón es ‘Recuerdos de Fernando Villalón’, quien era su primo y uno de los mejores poetas del campo bajoandaluz que han existido.

–Esta obra tiene una gran potencia narrativa. Halcón siempre sintió profundamente el no haber estado al lado de Villalón cuando murió. Él se había ido a Suiza por motivos de salud y, cuando regresó, Villalón ya había fallecido. Siempre recordaba la última vez que se vieron en la estación de tren. Creían que el que podía morir era Manuel Halcón, pero finalmente fue al revés. Su relación era muy fuerte. Fue Halcón el que descubrió a Villalón como poeta al descubrir sus versos en una carpeta. Los ordenó y los mandó a la imprenta de San Eloy. Villalón se puso muy contento y se animó a empezar su carrera poética.

–’Recuerdos…’ es un libro hermosísimo.

–Retrata un mundo que estaba desapareciendo en esos momentos, un tipo de aristocracia, unas fincas a las que aún no habían llegado los tractores. Fíjese cómo en Manuela tienen que cambiar el puesto de los melones porque ya están construyendo la autopista.

–De alguna manera, Halcón es nuestro Lampedusa.

–En el libro Conversaciones con Manuel Halcón, de Juan de Dios Ruiz-Copete (que debería reeditarse) Halcón afirma que nadie tiene en cuenta que El gatopardo se publicó varios años después de él empezar a escribir sobre estos temas.

–¿Dejó Halcón alguna escuela literaria?

–Se dice que de alguna manera era el maestro que estaba ahí cuando surgieron los narraluces. Se le podría considerar como el inspirador. Novelas como Epitafio para un señorito, de Manuel Barrios, difícilmente se comprenderían sin Halcón.

–Sin embargo no es un autor barroco, estilo tan grato a los escritores sureños.

–Su estilo es muy conciso, muy exacto, siempre va al grano.

–¿Qué visión tenía de Sevilla?

–Muy idealizada. Hablaba mucho de la Sevilla de su infancia y juventud. Escribió muchos artículos muy críticos con la destrucción del patrimonio debido al desarrollismo. En una entrevista dijo que no quitaban la Giralda para hacer aparcamientos porque el espacio que dejaría sería exiguo.

–¿Se sintió un exiliado en Madrid?

–No, porque fue un hombre muy reconocido. Fue director de la revista Semana durante veintiséis años, antes de que se convirtiese en una publicación del corazón. Solía presumir de los pies de foto que él mismo redactaba. Tiene un libro muy curioso y difícil de encontrar que recoge todas estas fotografías comentadas. Eran textos muy ingeniosos que firmaba como H.

–De unos años aquí se ha producido una cierta recuperación de Halcón. Un ejemplo es la reciente reedición de ‘Manuela’ por Athenaica, que ha corrido a su cargo.

–Es importante que los sevillanos conozcan a un escritor como él. Manuel Halcón es el Miguel Delibes de Andalucía. Son dos obras y personalidades muy distintas, pero a las que les une el amor al campo y sus palabras.

–No me gustaría terminar la entrevista sin preguntarle por Don Cecilio de Triana, al que le dedicó un libro en la Biblioteca de Temas Sevillanos.

–Es otro personaje por descubrir. Era el abuelo de Carmen Sevilla, un periodista satírico de principios del siglo XX. Su sentido del humor es increíble. Se hizo famoso por una sección llamada Coplas de Ciego que publicaba en El Liberal y El Noticiero Sevillano. Lo criticaba todo, las Fiestas Mayores, las autoridades, las obras del tranvía, el traslado del mercado de la Encarnación, el estado de ruina en el que se encontraba Santa Catalina...

–Parece que no ha pasado el tiempo...

–Pues estamos hablando de los años veinte. Escribía en romance y, como tuvo tanto éxito, sacó un semanario satírico en el que no dejaba títere con cabeza. Muchas de sus piezas seguirían siendo aún hoy escandalosas, como cuando se mete con una determinada coronación de una virgen o con las obras del cementerio. Cuando le ponían una multa sacaba un número extraordinario para poder pagarla. Carmen Sevilla contaba que su abuelo siempre llevaba unas gafas de repuesto por si le rompían la cara. Su nombre verdadero era José Rufino. Sus textos iban acompañados de unas ilustraciones que firmaba un tal Manolo.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Análisis de libros, portales en Internet

¿Dónde puedo encontrar crítica literaria y análisis crítico detallado de libros premiados, orientados a adultos instruidos?

Estos son algunos entre los mejores:

Crítica de libros (contiene reseñas y recensiones de libros clásicos de todas las culturas y épocas)

Revista de Libros (Contiene reseñas y recensiones de libros más actuales)

El Cultural (suplemento cultural del diario madrileño El Mundo. Contiene reseñas y recensiones de libros actuales agrupados por géneros, y además tiene secciones dedicadas a otras ramas de la cultura)

TodoLiteratura (Contiene reseñas y recensiones por géneros y temas, y además permite suscribirse a su boletín de novedades en línea)

domingo, 24 de septiembre de 2023

Inédito de Pablo Neruda sobre Lorca

Neruda, en un inédito sobre Lorca: «¿Está el público desprovisto de prejuicios para admitir la homosexualidad de Federico?», en Abc de Madrid, 13/11/2017

En el texto «El último amor de Federico», que ahora ve la luz dentro de sus memorias, el Nobel chileno recuerda cómo en las tertulias que compartieron el de Fuente Vaqueros estuvo siempre acompañado por el joven Rafael Rodríguez Rapún

«Confieso que he vivido», las memorias en las que Pablo Neruda trabajó hasta poco antes de su muerte, en 1973, se publicaron sin algunos textos escritos por el Premio Nobel chileno, que han permanecido inéditos hasta ahora y que Seix Barral recupera en una edición ampliada. La obra, que sale mañana a la venta, contiene el texto «El último amor de Federico », además de un álbum fotográfico y la reproducción facsimilar de varios manuscritos del poeta.

Estas memorias debían haberse publicado como parte de la celebración de los 70 años de Neruda , en 1974, recuerda Darío Oses en el prólogo de esta nueva edición, pero su muerte, precipitada por el golpe militar en Chile, ocurrió el 23 de septiembre de 1973, por lo que el libro apareció como obra póstuma .

En una «cuidadosa» revisión de los archivos de la Fundación Pablo Neruda se produjeron varios hallazgos relacionados con sus memorias: el primero fue un cuaderno fechado en junio de 1973 con anotaciones manuscritas de Neruda sobre los temas que debía incluir en «Confieso que he vivido» y dos carpetas con escritos autobiográficos inéditos . Entre ellos, explica Oses, estaba el relativo a García Lorca , al que adjuntaba una explicación de por qué no se había publicado en su momento.

«¿Está el público suficientemente desprovisto de prejuicios para admitir la homosexualidad de Federico sin menoscabar su prestigio?», se preguntaba Neruda. En este texto que ahora ve la luz, Neruda recuerda cómo en las tertulias que compartieron, García Lorca estuvo siempre acompañado por un joven que luego se dio cuenta fue su último amor.

Era Rafael Rapún, en realidad Rafael Rodríguez Rapún , que perdió la vida en el frente de Teruel pocas semanas después de la muerte del poeta: «No quedó nada del apuesto muchachón. Sus huesos y su sangre quedaron esparcidos en fragmentos minúsculos, en manchas casi invisibles, sobre la tierra española, que se tragaba cada día millares de otros muertos anónimos».

El «tabú de lo sexual»

Para Neruda , había «una manera oscurantista de tratar el homosexualismo de Federico García Lorca », «la manera española y latinoamericana: esconder cuidadosamente esta inclinación personal de Federico. Hay mucho en esta actitud, de respeto al poeta asesinado. Pero también existe el tabú de lo sexual , la herencia eclesiástica del imperio y colonización española, la hipocresía decimonónica». Consideró una cortina de humo el que achacaran a la «singularidad erótica» de Lorca la posible causa de su muerte pues dice, fue un «repugnante» asesinato político .

Además del de García Lorca , en las carpetas se encontraron textos como «La muchacha del regreso» que, según Oses, «calzaba» en una sección de sus memorias «casi con tanta precisión como la pieza perdida de un rompecabezas».

En «Confieso que he vivido» , Neruda narra los principales episodios de su vida y las circunstancias que rodearon la creación de sus poemas y libros más famosos, además de rememorar las figuras de algunos amigos como Alberti, Miguel Hernández , Éluard, Aragon y su relación con personajes destacados de la política contemporánea.

martes, 1 de agosto de 2023

Consejos a escritores de Ray Bradbury

Una hora de escritura es tónica

Bradbury abogó por una dosis diaria de escritura como una cura contra los males y las penas de la vida cotidiana, un tónico que tiene el potencial de energizar todo lo que experimentamos. En los artículos recopilados para su libro de 1990 El zen en el arte de escribir y en conferencias dadas a lo largo de su vida, compartió el poder benéfico de la palabra escrita. Porque el acto de escribir no necesita ser tratado como una tarea, ni debe ser el dominio de solo un grupo elegido.

Siga leyendo y escriba con la voz de Bradbury como guía. Que sus ideas sobre el valor de la escritura lo lleven a través de una oración, un párrafo y tal vez incluso una historia corta, pero, lo que es más importante, a través de su vida más allá de la página.

Zen en el arte de escribir — extracto del Prefacio. ¿Qué nos enseña la escritura?

Ante todo, nos recuerda que estamos vivos y que es un don y un privilegio, no un derecho. Debemos ganarnos la vida una vez que nos ha sido otorgada. La vida pide recompensas porque nos ha favorecido con animación.

Así que mientras nuestro arte no puede, como quisiéramos, salvarnos de las guerras, las privaciones, la envidia, la codicia, la vejez o la muerte, puede revitalizarnos en medio de todo.

En segundo lugar, escribir es sobrevivir. Cualquier arte, cualquier buen trabajo, por supuesto, es eso.

No escribir, para muchos de nosotros, es morir.

Debemos tomar las armas todos los días, tal vez sabiendo que la batalla no se puede ganar por completo, pero debemos luchar, aunque solo sea un combate suave. El menor esfuerzo por ganar significa, al final de cada día, una especie de victoria. Recuerda a ese pianista que decía que si no practicaba todos los días lo sabría, si no practicaba dos días, los críticos lo sabrían, después de tres días, su público lo sabría.

Una variación de esto es cierto para los escritores. No es que tu estilo, sea lo que sea, perdería forma en esos pocos días. Pero lo que pasaría es que el mundo te alcanzaría y trataría de enfermarte.

Si no escribieras todos los días, los venenos se acumularían y comenzarías a morir, o actuar como un loco, o ambas cosas.

Porque la escritura permite las recetas adecuadas de la verdad, la vida, la realidad, ya que puedes comer, beber y digerir sin hiperventilar y revolcarte como un pez muerto en tu cama.

He aprendido, en mis viajes, que si dejo pasar un día sin escribir, me inquieto. Dos días y estoy temblando. Tres y sospecho locura. Cuatro y yo bien podría ser un cerdo, sufriendo el flujo en un revolcadero. La escritura de una hora es tónica. Estoy de pie, corriendo en círculos y gritando por un par de polainas limpias.

De modo que, de una forma u otra, es de lo que se trata este libro. Tomar tu pizca de arsénico todas las mañanas para poder sobrevivir hasta el atardecer. Otro pellizco al atardecer para que sobrevivas hasta el amanecer. . .

Ahora es tu turno.

¡Que haya palabras, muchas de ellas!

Bradbury, el hombre de muchas palabras, historias, libros e ideas, ofrece algunos consejos inspiradores y prácticos para impulsar su práctica diaria de escritura. Estos son algunos de los consejos de Ray interpretados por Colin Marshall en openculture.com

Creo que eventualmente la cantidad contribuirá a la calidad. . . . La cantidad da experiencia. Sólo de la experiencia puede surgir la calidad.

Comience corto. No empiece a escribir novelas, toman demasiado tiempo, "escriba un montón de cuentos", dijo. Date tiempo para mejorar; con cada semana y mes, verás mejorar tus historias. Afirma que simplemente no es posible escribir 52 malas historias seguidas.

Simplemente escriba cualquier cosa vieja que se le venga a la cabeza. Recomendó la "asociación de palabras" para romper cualquier bloqueo creativo, ya que "no sabes lo que hay en ti hasta que lo pruebas".

Haz una lista de diez cosas que amas y diez cosas que odias. Luego escribe sobre los primeros y “mata” a los segundos, también escribiendo sobre ellos. Haz lo mismo con tus miedos.

Vive en la biblioteca. Aléjese de su computadora y expóngase a nuevos libros con frecuencia. Hay numerosos mundos por descubrir más allá de tu pantalla.

Escribir no es un asunto serio.

Escribe con alegría. Si una historia comienza a sentirse como un trabajo, deséchela y comience una que no lo haga.

Examine las historias cortas de "calidad". Sugirió leer obras de Roald Dahl, Guy de Maupassant, Nigel Kneale y John Collier. Acude a historias con metáforas; ¡Sorprendentemente, consideró que las últimas historias del New Yorker carecían de este departamento!

Lea, mucho, pero seleccione sabiamente. Lectura completa recomendada por Bradbury para la hora de acostarse: un cuento, un poema (especialmente Pope, Shakespeare y Frost) y un ensayo. Por supuesto, no cualquier ensayo. Deben provenir de una diversidad de campos, incluida la arqueología, la zoología, la biología, la filosofía, la política y la literatura.

No  te alejes de lo que eres, el material dentro de ti que te hace individual y, por lo tanto, indispensable para los demás.

Aprende de los grandes, pero sé tú mismo. Aprende de tus escritores favoritos, en lugar de imitarlos. Bradbury también imitó inicialmente a HG Wells, Jules Verne, Arthur Conan Doyle y L. Frank Baum antes de desarrollar su propio estilo único.

Enamórate de las películas. Preferiblemente viejas.

Desarrolle un fuerte sistema de apoyo. ¿Tiene amigos que se burlan de sus ambiciones literarias? El consejo de Bradbury: “Despídalos” sin demora. El objetivo es que solo una persona se acerque y te diga: "Te amo por lo que haces". O, en su defecto, estás buscando a alguien que venga y te diga: “No estás loco como dice la gente”.

Cuando la gente me pregunta de dónde saco mis ideas, me río. Qué extraño, estamos tan ocupados mirando hacia afuera, para encontrar formas y medios, que nos olvidamos de mirar hacia adentro.

Lista de raros de Javier Memba

Lista de 75 escritores raros y frikis (o, como él dice, malditos, heterodoxos y alucinados) tomada de El Mundo. Todos los entretenidos artículos correspondientes escritos por el cinéfilo periodista Javier Memba (un especialista en ello, o en el ello, para ser (im-) precisos) sobre estos autores y sus obras pueden leerse en este enlaceNo halagaron opiniones (2014), es su último libro, un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada

Louis-Ferdinand Céline (I)

Howard Phillips Lovecraft (II)

Jean Genet (III)

Yukio Mishima (IV)

Emilio Carrere (V)

Boris Vian (VI)

Algernon Blackwood (VII)

Alejandro Sawa (VIII)

François Villon (IX)

Neal Cassady (X)

Julio Verne (XI)

Arthur Machen (XII)

Marqués de Sade (XIII)

Rutebeuf (XIV)

Leopoldo María Panero (XV)

Malcolm Lowry (XVI)

Guy de Maupassant (XVII)

Eduardo Haro Ibars (XVIII)

Remigio Vega Armentero (XIX)

Andrés Carranque de Ríos (XX)

Cecco Angiolieri (XXI)

Arthur Rimbaud (XXII)

Hölderlin (XXIII)

Antonin Artaud (XXIV)

Robert Ervin Howard (XXV)

Luis Cernuda (XXVI)

Philip K. Dick (XXVII)

August Strindberg (XXVIII)

Pierre Drieu La Rochelle (XXIX)

Edgar Allan Poe (XXX)

Charles Baudelaire (XXXI)

Alfred Jarry (XXXII)

Paul Verlaine (XXXIII)

William S. Burroughs (XXXIV)

Joseph-Pétrus Borel (XXXV)

Horacio Quiroga (XXXVI)

Bram Stoker (XXXVII)

Julio Herrera y Reissig (XXXVIII)

Carson McCullers (XXXIX)

H.P. Blavatsky (XL)

Anne Radcliffe (XLI)

John Polidori (XLII)

Percy Bysshe Shelley (XLIII)

Raymond Radiguet (XLIV)

Djuna Barnes (XLV)

Chester Himes (XLVI)

Anaïs Nin (XLVII)

Flannery O'Connor (XLVIII)

Hunter Stockton Thompson (XLIX)

Jaime Gil de Biedma(L)

William Hope Hodgson (LI)

Maurice Sachs (LII)

Sheridan Le Fanu (LIII)

Charles Robert Maturin (LIV)

Mary Wollstoncraft Shelley (LV)

André Breton (LVI)

Kurt Siodmak (LVII)

Blaise Cendrards (LVIII)

H. G. Wells (LIX)

Jean Cocteau (LX)

Pierre Boulle (LXI)

Jack London (LXII)

Oscar Wilde (LXIII)

Francis Scott Fitzgerald (LXIV)

Charles Bukowski (LXV)

William Gibson (LXVI)

Thomas de Quincey (LXVII)

Dylan Thomas(LXVIII)

Paul Bowles (LXIX)

Guillaume Apollinaire (LXX)

Aphra Behn (LXXI)

Jan Potocki (LXXII)

Mijail Bakunin (LXXIII)

Samuel Butler(LXXIV)

Leo Ferré (y LXXV)

jueves, 27 de julio de 2023

El hispanista Chesterton

En un artículo de Gilbert Keith Chesterton publicado en 1933, escribió: 

«Permítaseme llamar la atención al mundo incrédulo hacia la existencia de un lugar llamado España. Ante la indiferencia de los medios de comunicación británicos por la actualidad española de principios de los años 30 decía: Estoy dispuesto a reconocer que en parte hay una explicación, es la ignorancia que hay en Inglaterra de la importancia de este precioso rincón de Europa. No es consecuencia de la antigua rivalidad marítima que se fomentó en torno a la armada. Los españoles descubrieron América; pero los ingleses aún no han descubierto a España… Porque realmente nosotros siempre hemos estado en un asombroso error acerca de ella. España ha sido campeona del progreso y de la libertad. La misma institución del Parlamento no vino de Simón de Montfort o de la Carta Magna, sino de España. Cuando el sistema feudal era casi uniforme en toda Europa, solamente España tenía una forma libre de feudalismo. Sin detenerme en otras pruebas resumo diciendo que la idea de que España fue anticuada y reaccionaria es debida a la figura popular de Don Quijote. Se cree que España produjo el último hombre que creyó en los romances extravagantes de la Edad Media. Lo cierto es que España produjo el primer hombre que se burló de ellos.

¡En una palabra, España más bien ha estado a la cabeza de todos los demás países!

Cuando se toma la historia de España en conjunto, se percibe a través de ella un espíritu cuyo verdadero y único nombre es libertad».

Gilbert Keith Chesterton (1874 – 1936). Escritor, filósofo y periodista británico

Ahora ya solo falta que los españoles descubran España...

Versión original:

Let me draw the attention of the unbelieving world to the existence of a place called Spain…

Faced with the indifference of the British media for Spanish news in the early 1930s, he said: I am willing to admit that there is an explanation in part, it is the ignorance in England of the importance of this precious corner of Europe. It is a consequence of the old maritime rivalry that was fostered around the navy. The Spanish discovered America; but the English have not yet discovered Spain… Because really we have always been in an amazing mistake about her. Spain has been a champion of progress and freedom. The very institution of Parliament did not come from Simon de Montfort or the Magna Carta, but from Spain. When the feudal system was almost uniform throughout Europe, only Spain had a free form of feudalism. Without dwelling on other evidence, I summarize by saying that the idea that Spain was outdated and reactionary is due to the popular figure of Don Quixote. Spain is believed to have produced the last man to believe in the extravagant romances of the Middle Ages. The truth is that Spain produced the first man who made fun of them.

In a word, Spain has rather been ahead of all other countries!

«When you take the history of Spain as a whole, you perceive through it a spirit whose true and only name is freedom»