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sábado, 12 de abril de 2025

Entrevista a la historietista Purita Campos

 Purita Campos: «Estar en Bruguera era extenuante, te pagaban muy poco y te hacían trabajar mucho», en JotDown, por Fran G. Matute

Ya lo dijo Javier Pérez Andújar en su célebre pregón de la Mercè: Purita Campos (Barcelona, 1937) ha dibujado «las historias más leídas en todo nuestro mundo», aquellas que narraban la vida de una adolescente llamada Patty en el Londres de principios de los setenta, y que pronto se convirtieron en un éxito internacional.

Patty’s World comenzó a publicarse en España en 1974 con el nombre de Esther y su mundo, una serie que sigue hoy vigente gracias a las numerosas reediciones y a una inteligente actualización del personaje, ya en su cuarentena. En sus años de esplendor, la serie llegó a vender cuatrocientos mil ejemplares semanales, una cifra impensable para cualquier publicación de hoy día.

Al margen de su labor como dibujante de cómic, Purita Campos fue también una pionera del diseño de moda en la Barcelona de la gauche divine. Creadora incansable, con su trabajo ha hecho feliz a muchas lectoras (y lectores) en todo el mundo, que aún hoy la siguen recordando desde el cariño. El mismo que desde aquí le profesamos, agradeciéndole el tiempo (y, nos consta también, el esfuerzo) dedicado para la realización de esta entrevista. Sirva la misma como sincero homenaje a su figura.

¿Escuchaste el último pregón de la Mercè, a cargo del escritor Javier Pérez Andújar?

No, porque hace ya dos años que vivo en Madrid y estoy un tanto desapegada de la vida de allí, pero sí que lo leí al día siguiente en el periódico. Y me hizo mucha ilusión que me nombrara.

Pérez Andújar hizo de paso una reivindicación de las mujeres que trabajaron en el mundo de la historieta.

Me pareció muy pertinente esa reivindicación porque nosotras trabajamos mucho entonces, y me da la sensación de que hoy día le importamos un pito a la gente [risas].

¿Cuándo empiezas a interesarte por el dibujo?

El dibujo es algo que me atraía desde pequeña. De todos modos, yo siempre me he sentido muy atraída por el mundo del arte, de la farándula, eso de cantar y bailar… Cuando venía gente a casa mis padres siempre me decían: «Canta aquello, canta lo otro». Al principio me daba mucha vergüenza, aunque fueran amigos o familiares, pero después ya me ponía y cantaba y bailaba, y todos: «¡Oh, qué bien lo hace!» [risas].

Lo primero que estudié fue en la Lonja, la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, donde hice todos los cursos. Después hice Bellas Artes. También quise ser actriz y fui al Instituto del Teatro. Me salió un papel, ¿eh? Uno pequeñito, nada del otro mundo. Pero lo de ser actriz lo tuve que dejar porque, claro, si trabajabas en el teatro solías volver muy tarde a casa y mis padres no me dejaron continuar con aquello.

¿Te gustaban los cómics de pequeña?

Claro. Me gustaba mucho Hugo Pratt, era un favorito mío. ¿Sabes que lo conocí en un salón del cómic? Era muy bueno, un clásico. Estaba allí firmando, yo también, y… ¿puedo decir la verdad? Fue un estúpido conmigo [risas]. Me acerqué toda ilusionada, y le dije: «¡Hugo Pratt!». Y me respondió: «Io non sono Hugo Pratt», y se largó. Se ve que se pensaba que yo era una fan, que lo era, pero también era una autora que estaba allí firmando con él. Yo eso no lo hubiera hecho nunca, que me venga una chica o un chico todo ilusionado… Fue un imbécil. Eso no se hace.

¿En qué momento entras en contacto con el mundo de la historieta?

Yo nunca quise ser dibujante de cómics, no lo había pensado nunca. Quería hacer otras cosas, tenía otras ideas, quería dedicarme a la moda. Mi madre era modista y gracias a ella aprendí el oficio. Hacía unos modelos muy bonitos, tenía mucha imaginación para hacer modelos y lo mío era la moda. Pero mi hermano conocía a Manolo Vázquez —vamos, lo conoció en un bar—, y este se enteró de que yo dibujaba, y le dijo: «Dile a tu hermana que se pase mañana por la editorial y que pregunte por mí. Le atenderemos». Entonces me fui al día siguiente con mis modelitos de moda, con lo que yo tenía hecho, me presenté en la editorial Bruguera y les dije que venía en nombre de Manolo Vázquez, que había quedado con él. Y Víctor Mora, que fue quien me recibió, me dijo: «¡Pero si Manolo Vázquez no viene por aquí nunca!» [risas].

Vázquez siempre tuvo fama de vago.

Mucho, mucho. Era una cosa increíble. Yo me presenté allí sin saber nada. Entonces Víctor Mora, cuando vio los dibujos, que ya digo eran de moda, me dijo: «Si quieres puedes pasar mañana mismo y vas haciendo cosas». Y al día siguiente ya empecé a hacer allí dibujitos, poca cosa, nada importante.

Empezaste a trabajar en Bruguera a finales de los años cincuenta, siendo muy joven. ¿Cómo era trabajar allí? 

Estar en Bruguera era extenuante, te pagaban muy poco y te hacían trabajar mucho. Lo que pasa es que los dibujantes somos muy buenas personas y nos conformamos con poco [risas]. Todos nos quejábamos de lo mal que pagaban, pero es lo que había.

En tus comienzos participaste en revistas femeninas como Dalia, Sissi, Blanca o Celia.

Sí, revistas que eran una chorrada, la verdad [risas]. Ahora que las recuerdo… Pero es lo que había entonces. Era otra época, y la diferencia con ahora es enorme. En ese aspecto hemos mejorado mucho.

También colaboraste en la revista Can Can, donde coincidieron todos los grandes de la historieta: Peñarroya, Conti, Cifré, Escobar… ¿Los llegaste a conocer?

Sí, claro, los conocí a todos. Ahora no sé qué ha sido de ellos, me imagino que habrán muerto, ¿no? Han pasado tantos años… Escobar era muy serio. Me acuerdo también de Víctor Mora, claro, y de Armonía Rodríguez, que era su mujer. Allí trabajaba mucha gente, y había gente muy buena.

Y luego estaba Vázquez. Te cuento una anécdota suya: a Vázquez lo metieron en la cárcel, no me acuerdo por qué pero sería seguramente por no pagar a alguien, así que seguro que lo encerraron con razón. Entonces en la editorial le llevaban el trabajo a la celda, para que lo hiciera allí, para que terminara allí las viñetas [risas]. Ibáñez también estaba. Él es muy bueno, y su fama es merecida, pero Vázquez era mejor. Vázquez era el mejor de todos. Ibáñez era muy formal, una persona estupenda a quien le tengo mucho cariño. Era muy trabajador, siempre estaba trabajando.

Muchos le han criticado que trabajara tanto, porque ponía en evidencia a los demás.

Sí, sí. Era increíble. Además era muy rápido, iba a cien por hora. No sé si ahora será millonario, puede que sí. Su mujer creo que le lleva la comida a la mesa de dibujo. Pues mira, me parece muy bien, porque yo creo que para él eso no es trabajar. A mí también me gusta mucho estar aquí sentada dibujando, pero bueno, de vez en cuando hay que hacer otras cosas, ver la tele, salir, ir al cine…

Ibáñez también se ha quejado mucho del trato en Bruguera. Por ejemplo, que nunca recibió royalties por sus creaciones.

Ni yo, yo nunca vi un duro por ese concepto. Y luego además se quedaban con los originales, no los devolvían. Y es una pena, porque entonces no se le daba ningún valor a los dibujos, pero ahora, con el tiempo, digo yo que una cosa que se hizo hace cuarenta años algo valdrá, ¿no?

En 1971 te cambia la vida: te contratan para dibujar una historieta británica llamada Patty’s World. ¿Cómo es que se fijaron en ti?

Todo fue por mediación de la editorial Bruguera. Me contactaron a través de una agencia llamada Creaciones Editoriales, que estaba en Inglaterra y la dirigía Luis Llorente. Me dijeron que iba a empezar a dibujar para una historieta británica y, la verdad, aquello me hizo mucha ilusión. Pensé que a lo mejor así iba a tener trabajo fijo para por lo menos un año o así, y me duró la cosa veinte [risas]. Veinte años haciendo Patty’s World. De hecho, cuando Bruguera quebró, yo seguí haciendo el personaje a través de la agencia de Luis Llorente.

¿Trabajabas desde España o desde Reino Unido?

Estuve en Londres una temporada, sí. Pero la mayoría del tiempo lo pasé en España.

¿Te mandaban los guiones traducidos?

No, los mandaban sin traducir. Y aquí los traducían en la agencia. Mi hijo Paco también tradujo muchos, y así se ganaba unas pesetillas.

Me imagino que conociste a Philip Douglas, el guionista de la serie.

Sí, claro que lo conocí. Era muy majo. Tengo por ahí algunas fotos con él, en Londres, que nos hicimos en casa de Luis Llorente. Era muy tímido. Pero las personas cuando saben mucho a veces son tímidas, y luego hay otras que no saben nada y van por ahí… Eso suele pasar, y Philip Douglas era así, un sabio tímido.

¿Te sorprendía que un hombre pudiera captar con tanta sutileza el mundo de una adolescente?

Claro que me sorprendía, y se lo pregunté. Y él me confesó que todas las ideas se las daba su mujer [risas]. Es verdad, ¿eh? Todas. Él imaginaba las situaciones y tal, pero todas las ideas eran de su mujer, de cuando era pequeña, de las cosas que le habían pasado y tal. Y fíjate.

¿Tuvo la serie éxito desde sus inicios?

Sí, tuvo bastante éxito desde el comienzo. Si no, no se habrían planteado traducirlo a otras lenguas. El guion es que tenía mucha gracia, a mí me gustaba mucho.

Tengo entendido que en Reino Unido se publicó al principio en blanco y negro.

Sí, es verdad, pero es que entonces se publicaba poco en color. En Reino Unido se publicaba dentro de una revista que se llamaba Princess Tina. Yo los mandaba sin colorear, y cuando ya se empezó a publicar en color en Reino Unido lo coloreaban ellos allí. Yo los estuve coloreando una temporada, y se notaba, quedaban más bonitos, pero no era lo habitual.

No sé si me queda por ahí algún dibujo original… [se pone a buscar en su archivador]. He trabajado tanto, he hecho tantos originales que no podría guardarlos todos. De todas formas, la mayoría están destruidos. Yo he podido recuperar muy pocos. Menudos desgraciados… Mira [nos enseña un retrato original de Esther fechado en 1978]: ese gorrito no se lo he podido poner yo porque es horroroso [risas]. Se lo pondrían allí en Londres.

Patty’s World llega a España en 1974, publicado dentro de la revista Lily, con el nombre de Esther y su mundo. ¿No era una historieta demasiado moderna para lo que se estaba cociendo por aquí?

Sí, y precisamente por eso tuvo éxito. A ver, en Inglaterra también era un personaje moderno, pero es que aquí, al pensarse que era una revista para niñas, la censura no se dio cuenta de que la historieta llevaba dentro más cosas.

¿No tuviste ningún problema con la censura?

Sí, bueno, alguna cosa tuve que retocar. Me decían que Esther iba muy escotada, que si la faldita era muy corta… Tonterías.

Es que dibujabas a Esther muy sexy.

Sí, claro, pero era también muy recatada. Juanito, su novio, también era muy guapo, y salían juntos y tal y cual, y pasaban cosas, lógicamente. Rita, su amiga, también era muy guapa.

Doreen, en cambio, no era muy guapa.

No. Doreen era envidiosa, gorda y mala [risas].

Te cebaste un poco con ese personaje, ¿no crees?

¡Fue muy divertido! Como era muy envidiosa pensé: «La haré gorda». Y le puse gafas [risas]. Oye, yo también llevo gafas, ¿eh? Pero bueno, era otra cosa.

Esther y su mundo era una historieta que leían muchos hombres a escondidas.

A mí eso me lo han confesado muchos hombres, que la leían a escondidas, en el baño. Le cogían la revista a sus hermanas, y se escondían porque no querían que se supiese que la estaban leyendo. Esto me lo han dicho en los salones del cómic, cuando he estado allí firmando. Es que el guión de Esther tenía mucho interés. No era un guion de nenas, no. Había interés de verdad en las historias. El mundo adolescente estaba enmarcado dentro de ciertos dramas familiares, tenía mucha enjundia.

Por el éxito tan brutal que tuvo, ¿crees que de alguna forma ese personaje supuso un patrón de comportamiento para las jóvenes españolas?

Tanto como un patrón de comportamiento no sé, pero sí que se produjo una gran identificación con los personajes. Me escribían muchas cartas a la editorial, cartas de lectoras que me contaban que tenían una amiga que era como Doreen, que le había hecho lo mismo que salía en tal historieta… La verdad es que fue una época muy bonita.

El otro día me contaron una anécdota terrible: la de una amiga a la que su madre le recortaba aquellas viñetas que consideraba inapropiadas para su edad.

Madre mía, cómo vivíamos entonces. Pero si Esther era de lo más… [risas].

¿Por qué aquí se llamó Esther y no Patty?

Porque al señor director de Bruguera le gustaba el nombre de Esther y no hubo más que hacer. En aquella época mandaba todo el mundo menos el que tenía que mandar. Patty era un nombre estupendo. Era un nombre inglés, vale, pero se podría haber llamado «Pati», por ejemplo. Pues no: «Esther».

¿Tenías en cuenta a la hora de realizar el dibujo que el personaje era británico?

Sí, lo tenía muy en cuenta. Por eso gustaba tanto en Inglaterra, porque el dibujo captaba muy bien sus modas. Antes de empezar fuimos allí, hicimos fotos de todo. Mi marido se trajo un montón de regalos para el niño: coches de bombero, taxis, cabinas telefónicas, que luego utilizaba yo para hacer los dibujos. Estaba todo muy bien ambientado. En Inglaterra nunca se dieron cuenta que el dibujo lo hacía una española.

He visto que tienes ahí un cuadro enorme con Esther y sus amigas cruzando el paso de cebra de Abbey Road.

Ese es un dibujo especial que no salió en ninguna historieta. Se hicieron algunos pósteres con él. De hecho tengo uno hecho en tela puesto encima del cabecero de mi cama. Ese que ves ahí es el original. Yo he sido muy fan de los Beatles. A mí la música me ha gustado siempre muchísimo. Mi favorito era Ray Charles. A Ray Charles lo he visto en directo dos veces. En Barcelona. Estaba en primera fila. ¡Qué bueno! Era genial. Iba mucho al Jamboree a ver los conciertos, porque para mí el jazz ha sido una cosa muy importante. Allí vi a Quincy Jones. Charlie Parker me encantaba. También Miles Davis, al que he visto en directo. Me llevaba a mi hijo a ver esos conciertos, fíjate. A veces me pongo música para dibujar, a veces. Elvis también me gusta mucho. ¿A quién no le gusta Elvis? Es que pones a Elvis y vuelas.

¿Cuáles dirías que han sido tus principales influencias?

Yo he admirado a muchos dibujantes, como Badía Camps o Jesús Blasco, pero no creo que hayan sido una influencia en mi obra. Antes había unos dibujantes muy buenos. Yo les copiaba cuando era más joven, me encantaba imitar sus dibujos.

¿Te inspiraste en algún rostro famoso para crear a Esther?

No, realmente no. Los dibujantes nos hacemos un poco a nosotros mismos, pero lo hacemos sin querer. No es que yo me mirase y dijese: «Me voy a dibujar». También tenía a mi hermana por ahí, que tiene diez años menos que yo, y seguro que cogí algo de ella, y cosas de mi familia. Pero de una forma inconsciente. Ibáñez, por ejemplo, se hace mucho él. El Rompetechos es él. Lo ha dicho muchas veces.

El éxito de la serie en todo el mundo fue tremendo. He leído que en España hubo tiradas semanales de entre trescientos y cuatrocientos mil ejemplares.

Se vendió como rosquillas, y yo no vi ni un duro. ¡Qué cara tenían esos señores!

Vendías más que Ibáñez.

Sí, es verdad, pero Ibáñez ahora sigue vendiendo, él se ha mantenido mejor. ¿Sabes lo que pasa? Que los tebeos a los niños se los compraban sus padres. En concreto, el padre. El padre era quien decidía al final lo que se leía en casa y, claro, el padre no compraba Esther y su mundo a las niñas. Las niñas se lo tenían que comprar luego con su dinero, con su paga, o se lo tenía que comprar la madre, que no era una cosa tan habitual. Entonces es lógico que a la larga Ibáñez vendiera más de Mortadelo que yo de Esther.

En 1988 la serie de Esther se cancela. ¿Por qué?

Bruguera quebró en 1986, pero yo seguí publicando la serie un año más, por lo menos, en la revista Pecosa, de la editorial MC. Pero también quebró esta editorial, y ya pensé que tras casi veinte años lo mismo había que dedicarse a otra cosa.

¿Y a qué te dedicaste?

Cuando acabó la serie monté un estudio en el paseo de San Gervasio de Barcelona, donde estuve dando clases de dibujo y pintura. Y fíjate qué cosas, Juan Bruguera vivía al lado, pero yo no lo sabía. Y al final me hice muy amiga de él, porque, claro, venía, me explicaba sus cosas, sus batallitas de lo que había pasado con la editorial y todo esto. Entonces ya no era mi jefe, éramos solo dos conocidos.

También te dedicaste al diseño de ropa.

Sí, pero eso fue al principio, antes de hacer Patty’s World. Yo empecé en el mundo de la moda muy joven, haciendo figurines, editados en papel y tal. Mi madre era modista y yo de pequeña, cuando salía del colegio, me iba a trabajar a su taller. Allí planchaba o hacía cualquier cosa. Así aprendí el oficio, a cortar patrones y cosas así.

Y lo que hice con el tiempo fue abrir una tienda en el paseo de Gracia donde vendía mis propios diseños. Te hablo del año 1967 o 1968, y tuve entonces muchos clientes de la gauche divine: Margit Kocsis, por ejemplo, la modelo que iba desnuda a caballo en el anuncio aquél; Leopoldo Pomés, el fotógrafo de Barcelona, que era vecino del paseo de San Gervasio, venía también mucho. Yo hacía entonces unos diseños muy parecidos a los que luego haría Paco Rabanne, con cueros unidos por diferentes arandelas de hierro, y cosas así. Se me ocurrió, por ejemplo, hacer un conjunto que no estuviera cosido, que estuviera todo unido con tachuelas. Tenía unas maquinas que me lo hacían, me hacían agujeritos en la tela como los que llevan los cinturones, y luego lo unía todo con anillas, por aquí por los laterales del traje. Era una cosa muy punky antes de que lo llamáramos así. Me encantaba inventarme aquellas cosas. Tita Cervera, que entonces era la mujer de Lex Barker, el que hizo de Tarzán, venía mucho a comprar a la tienda.

Siempre quise vender por toda España lo que yo hacía, porque tenía mucho éxito, y además lo hacía a un precio muy rebajado, con telas que no eran muy caras. Al final esta idea que siempre tuve la llevó a la práctica Amancio Ortega. Él ha hecho lo que yo quería hacer. Mi madre, me acuerdo, me decía entonces: «No, no. La moda hay que hacerla para sitios muy elegantes, que es donde está el dinero». Y yo le decía: «No, mamá. Hay que hacerla para todo el mundo, para que vaya todo el mundo elegante, pero que no sea caro. Hay que utilizar un material bueno pero que sea más barato». ¡Tenía la misma idea que Amancio Ortega! Y cuando vi que él la llevaba a la práctica me dio una rabia… [risas].

Toda esta pasión por la moda se refleja mucho en tus dibujos.

Claro, claro. Lo que no me dejaron hacer en la realidad lo metí ya en la historieta.

Por ejemplo, en Jana, otro de tus personajes más recordados, se notaba mucho la influencia de la moda.

Es que era una modelo. Era un personaje con mucho glamur. Jana era pelirroja, muy seductora. El guion de esa historieta era de un holandés llamado Andres Brandt. Yo iba entonces de vez en cuando a Holanda para hablar con él. Antes viajaba mucho: iba a Londres, a Bélgica… Ahora no, ahora estoy siempre aquí metida.

Tras el éxito de Esther y su mundo llegaron otras creaciones tuyas, como la citada Jana o Gina. ¿No eran todas un poco un intento por replicar el éxito de Patty’s World?

Sí, es verdad. Se llamaban además todas muy parecidas, porque Jana en Holanda se llamaba Tina. Yo misma las confundo ya. Tina, Gina… luego recuerdo que hice a la Dulce Carolina, que era una niña, una tira cómica. Creo que tengo por ahí los originales. La llamé así, Sweet Caroline, como la canción de Neil Diamond [la canta].

Gina fue un personaje creado a medias con tu marido, Paco Ortega. ¿Cómo se lleva eso de trabajar codo a codo con tu pareja?

Bien, porque él es muy bueno. Yo no tanto [risas]. Trabajábamos aquí en casa, cada uno con su mesa. Paco hacía el guion, en un folio. Lo que nosotros llamábamos el guionet, que era un poco la distribución de la historieta en forma de sketches, por así decirlo. Cuando ya tenía eso listo cogía las páginas, hacía la distribución de las viñetas y pasaba a lápiz todas las figuras, los fondos, las cosas más técnicas como los coches y tal. Eso lo hacía Paco, y yo luego pasaba todo a tinta, con pincel, y hacía también las caras y los vestidos de los personajes. Si luego yo quería hacer una viñeta más grande, pues borraba lo que había dibujado mi marido a lápiz, o lo ampliaba. Se trabajaba así muy bien.

En aquella época era muy común que los dibujantes o guionistas utilizaran un seudónimo anglosajón. Tu marido, de hecho, firmó Gina como Frank Elliott. Tú sin embargo siempre has firmado con tu nombre.

Sí, yo he firmado siempre con mi nombre, bien como Purita Campos o como P.C. Pero no era ninguna reivindicación de ningún tipo. Es que empecé a firmar así y ya no me lo iba a quitar. Los que firmaban con esos seudónimos lo hacían para quedar un poco en el anonimato, y así poder luego enterarse de lo que decían sobre ti, porque poca gente sabía quién estaba detrás de esos nombres [risas].

Hiciste una de las primeras versiones ilustradas de Heidi.

Mira, ahí la tengo [nos enseña un ejemplar antiguo]. La hice en 1973, para la colección Historias de Color. Mi versión es anterior a la del cómic manga, ¿eh? Además, yo nunca entendí que ellos la hicieran pequeña, morena y con el pelo corto. Si era suiza, la niña tendría que ser alta, rubia y con el pelo largo, ¿no? Como la dibujé yo. El manga es horroroso. No me gusta nada. Algunos están bien, los ves y dices: «Este sabía dibujar». Pero normalmente el manga está muy mal dibujado [risas].

¿Qué nos puedes contar de ese trabajo de restauración que has estado haciendo de las viñetas originales de Esther y su mundo?

Cuando Glénat decidió rescatar la serie de Esther y su mundo se dieron cuenta de que no había material original, no había tampoco fotolitos. El material se supone que lo tenía que tener la editorial inglesa, pero no se sabe bien si lo destruyeron o lo vendieron en un mercado secundario. Entonces para reeditar la obra lo que hubo que hacer es encontrar toda la publicación en papel y fotocopiarla en color. No sé ahora muy bien cómo fue la técnica, pero el caso es que pasaron el papel del cómic original a una hoja de cartón, como de cartulina, y sobre esas versiones yo hice el trabajo de restauración, por así llamarlo, porque había viñetas que no tenían la calidad suficiente.

Tengo que decir que Glénat se portó muy bien conmigo. Me pagó ese trabajo y a parte los derechos, cosa que Bruguera no había hecho nunca. Glénat apostó mucho por esa reedición, hasta el punto de que fueron los únicos que reconocieron el derecho moral que yo tenía sobre Esther y su mundo. Contrato no tenía, porque nunca firmé nada, así que registramos el personaje a mi nombre, como si fuera una marca, y cuando firmamos con Glénat tuvimos que contactar con los herederos de la editorial inglesa que publicó en su día Patty’s World, cuyos derechos los tiene ahora Time Warner. Ellos nos dijeron que no podíamos publicar nada sin su consentimiento, que ni se nos ocurriera. Nosotros, claro, tan pequeños, no nos planteamos litigar contra Time Warner, pero Glénat dijo que sí, que ellos querían publicar la serie en cualquier caso. Así que en el contrato que firmamos con ellos hay una cláusula en la que asumen el riesgo en caso de que Time Warner demande la edición.

Eso fue en 2006, cuando vuelve Esther al cómic, de la mano de Carlos Portela, con una tirada de doscientos mil ejemplares, una cifra de locura para los tiempos que corren.

Sí, sí. Glénat apostó muy fuerte por esta recuperación. Eso hay que agradecérselo a Joan Navarro, su director.

¿Cómo aparece Portela en tu vida?

Carlos Portela era uno de esos chiquillos que te decía antes que leían Esther y su mundo a escondidas. Lo conocí en el Salón del Cómic de A Coruña. Él era el subdirector, y me invitó. Allí me reencontré con las fans de Esther que ya habían crecido. Me sorprendió mucho ver las colas que tenía. Yo había perdido el contacto con mis lectoras porque tras el cierre de Bruguera, como te he contado, me dediqué a otras cosas. E incluso durante la época de mayor fama de Esther tampoco había tantas ferias del libros, ni salones del cómic, como ahora, ni se hacía el marketing así, organizando firmas. Se vendían trescientos mil ejemplares de la revista Lily, pero no existía luego ese fenómeno del contacto con el autor. Y ya digo, en aquel salón del cómic me reencontré con mis fans de toda la vida, que ya eran mayores, y al ver el éxito de mi convocatoria surgió la idea de recuperar al personaje. Y buscando al guionista perfecto, a través de Antonio Martín, dieron con Carlos Portela. Desde el primer momento hubo mucho feeling entre nosotros, y así es como Carlos se ha convertido en el guionista de las nuevas aventuras de Esther.

De nuevo un hombre narrando la vida de Esther.

Pues es verdad, no lo había pensado, pero ahora sí te puedo decir que es Carlos quien ha escrito las historias, no su mujer [risas].

De todos modos, Carlos ya no está por Esther, porque lo han contratado en la tele y ahora escribe los guiones de Velvet, la serie. Cuando lo conocí tenía una ilusión tremenda por recuperar a Esther, pero ahora lo llamo y no me coge el teléfono [risas]. Lo digo de broma, ¿eh? Carlos sigue muy metido, ha escrito luego dos novelas sobre el personaje: Esther cumple cuarenta y La elección de Esther, que salió el año pasado.

¿Por qué se opta por la novela como formato para seguir narrando las historias de Esther?

Eso fue una idea que tuvo Belén Bermejo, la editora de Espasa. Ella vio ahí un mercado y se aproximó a Carlos y a mí, y nos lo propuso. Entonces Carlos, dentro de la planificación que tiene de Esther, porque él ya lo tiene todo en la cabeza, el desarrollo de los personajes y tal, el cómo van a acabar las historias en el cómic, vio que había como una especie de huecos en los que se podían desarrollar otro tipo de historias, y de ahí surgen las dos novelas que se han escrito. Digamos que son complementarias a los nuevos cómics.

Tras haber vendido millones de historietas, ver como tu principal creación sigue vigente y haber recibido la Medalla de Oro de las Bellas Artes, ¿te sientes reconocida?

Sí, en cierto modo, sí. Es normal, el tiempo pasa, salen nuevas historias, pero es lógico que algo que ha tenido mucho éxito se valore ahora de otra forma. Creo que las historias de Esther no han envejecido, creo que se pueden leer ahora y no se ven anticuadas. Y por eso creo que han aguantado el paso del tiempo.

Mira, tengo por ahí un retrato con la reina de España. Cuando me vio Letizia, salió corriendo y me abrazó, porque ella había sido una de mis lectoras de pequeña. Fue muy cariñosa. Y el rey también, ¿eh? Bueno, entonces era el príncipe. Él es muy amable también. Muy majos los dos. Y hace poco me llamó el exalcalde de A Coruña, Paco Vázquez, para pedirme un dibujo de Esther para su hija, que ya es mayor, ¿eh? Debe ser de tu edad, pero bueno. Se ve que todavía gusta, sí.

Si hasta te han puesto una calle en Getafe.

Es verdad. Pero la crisis acabó con la calle. Al alcalde de Getafe le gustaba mucho Esther y su mundo e hizo una feria del cómic y me invitó. Y como había que ampliar una zona urbana a las nuevas calles les puso el nombre de dibujantes de cómic: Jan, Carlos Giménez… no recuerdo de quién más. Pero con la crisis aquella zona creo que no se ha terminado. Es una calle inexistente en la que solo existe la placa [risas].

Tengo entendido que Vázquez te dijo una vez que no te tendrías que haber metido a dibujante, que te hubiera ido mejor en un burdel.

Es cierto. En aquella época yo era muy mona, la verdad, no estaba mal, y Vázquez pretendía así lanzarme un piropo, fíjate. Siempre he sido muy tímida, y en aquel momento no supe qué decirle, pero ahora le podría decir que se equivocaba. Que claramente se equivocó [risas].

domingo, 28 de julio de 2024

James Hall sobre la arrogancia patricia de Kenneth Clark

James Hall, Kenneth Clark: ¿snob arrogante o salvador del arte?,  16 de mayo de 2014:

Clark, famoso por la serie de televisión Civilization, ha sido acusado durante mucho tiempo de arrogancia patricia. Pero también fue un brillante creador de palabras cuyos libros cambiaron las reglas del juego, sostiene James Hall.

Los italianos llaman a los grandes autores del siglo XIV Dante, Petrarca y Boccaccio i tre coronati – los tres laureados coronados. En Gran Bretaña, durante el tercio medio del siglo XX, la historia del arte tuvo sus propios tre coronati en las formidables figuras de Nikolaus Pevsner , Ernst Gombrich y Kenneth Clark. Lo que los hizo destacar de sus contemporáneos, tanto aquí como en el extranjero, no fue solo su extraordinaria erudición y su prolífica producción, sino una elocuencia y una habilidad divulgadora que los convirtió en figuras públicas. Se convirtieron en sujetos de biografías, y muchos de sus libros siguen impresos. Pevsner, como autor de la histórica serie Buildings of Britain, se podía encontrar en innumerables guanteras de automóviles; Gombrich escribió el libro de arte más vendido de todos los tiempos, The Story of Art ; y Clark fue el creador de varias series de televisión pioneras que se transmitieron internacionalmente, la más famosa de las cuales fue Civilisation (1969).

De los tres, la reputación de Clark es la que más necesita ser rescatada. Dos personas son las más responsables de su eclipse: John Berger y el hijo de Clark, Alan Berger . La brillante serie de televisión y el libro de Berger Ways of Seeing (1972) arrojaron un guante marxista-feminista letal a la visión olímpica del mundo de Clark. Clark es el único historiador del arte que aparece nombrado, y se le cita y critica dos veces. Su descripción del retrato de Gainsborough del señor y la señora Andrews en su finca en Landscape into Art (1949) como "encantador" y "rousseauniano" es denunciada: "No son una pareja en la naturaleza como Rousseau imaginó la naturaleza. Son terratenientes y su actitud de propiedad hacia lo que los rodea es visible en su postura y sus expresiones". Berger sabía bien que Clark, gracias a una importante riqueza heredada (la fortuna familiar provenía del algodón de Paisley), había vivido desde 1955 en el castillo de Saltwood, en Kent, rodeado de un foso y una gran colección de arte que incluía viejos maestros e impresionistas.

Berger también criticó The Nude: a study of ideal art (1956), el libro más extenso e intelectualmente ambicioso de Clark: "Kenneth Clark sostiene que estar desnudo es simplemente estar sin ropa, mientras que el desnudo es una forma de arte". Si bien Berger admite que el desnudo "siempre está convencionalizado", insiste en que "también se relaciona con la sexualidad vivida". El desnudo femenino está subordinado al "espectador-propietario masculino... los hombres actúan y las mujeres aparecen". La civilización terminó con Clark en su estudio de Saltwood acariciando un desnudo reclinado de Henry Moore (también poseía La bañista rubia de Renoir ).

Si resulta difícil no considerar a Clark a través de unas gafas con el tinte de Berger, es aún más difícil no borrar la "sexualidad vivida" de su hijo, el diputado Alan Clark, depredador sexual, amante de Thatcher y bebedor, cuyos diarios sibaritas vendieron más que los libros de arte de su padre y que se enorgullecía de ser la antítesis bárbara de Lord Clark de Civilization (esta personalidad pícara era también una rebelión contra la timidez y el distanciamiento emocional de Clark padre). Cuando, en 1997, Alan Clark vendió a la National Gallery la serena y austera naturaleza muerta de Zurbarán de su padre, Una taza de agua y una rosa (c. 1630), mi admiración por el discernimiento de Clark padre (y la envidia por sus profundos bolsillos) se vio perturbada por un pensamiento extraviado: ¿Clark hijo se deshizo de ella porque su sobriedad lo irritaba?

En muchos sentidos, Kenneth Clark se convirtió en víctima de su meteórico éxito, aunque lo que no debe descartarse es su arrogancia patricia, que a muchos les resultó exasperante. Tras haber ido a Oxford a estudiar historia en 1922, entró en los círculos artísticos en torno a Charlie Bell, el encargado del Ashmolean , y se sumergió en la magnífica colección de dibujos de antiguos maestros del museo. Bell fue un aficionado pionero de la arquitectura victoriana y propuso el tema del primer libro de Clark, The Gothic Revival (1928), publicado cuando tenía sólo 25 años. A pesar de arremeter contra "estos monstruos, estos restos feos varados en el lodazal del gusto victoriano", Clark también admiraba ciertos edificios neogóticos y, por lo tanto, se convirtió en un catalizador para la reevaluación de la arquitectura victoriana. En 1931 sucedió a Bell en el Ashmolean y, tras haber sido formado por el experto Bernard Berenson y el crítico de arte de Bloomsbury Roger Fry, dos años más tarde se convirtió, a los 29 años, en el director más joven de la National Gallery. Durante la guerra, fue una figura heroica por su patrocinio de artistas británicos y, especialmente, por las exposiciones y conciertos en la National Gallery; después de la guerra se convirtió en presidente del Arts Council y de la Independent Television Authority (un organismo regulador comercial), además de ser un prolífico autor, conferenciante trotamundos y consumado presentador de televisión. De sus sucesores como directores de museo, sólo Neil MacGregor –el segundo director más joven de la National Gallery y ahora responsable del Museo Británico– tiene el mismo celo proselitista y el mismo perfil público.

Libros como Landscape into Art y The Nude son ahora objeto de burlas con regocijo, pero en su época fueron estudios innovadores que cartografiaron y sintetizaron vastos campos por primera vez. The Nude revivió por sí solo el interés por la escultura antigua y su influencia en el arte y la cultura occidentales después de un siglo de abandono inducido por Ruskin. La posterior moda de los estudios del Grand Tour y el estudio estándar de Francis Haskell y Nicholas Penny, Taste and the Antique (1981), son inconcebibles sin él ( en una reseña por lo demás positiva, Gombrich criticó a Haskell y Penny por no mencionar The Nude ). Ahora hay estanterías llenas de libros sobre la desnudez en el arte, todos ellos utilizando The Nude como trampolín y chivo expiatorio, y la desnudez ha sido un componente clave del arte reciente.

Civilization , un producto de su séptima década, no ha sido tan bien conservado, a pesar de los altos valores de producción de su director Michael Gill . Está empañado por una charlatanería descuidada y conexiones vagas, pero la aguda conciencia de Clark sobre la fragilidad de las culturas –ya sea la de los vikingos, los francos o los nazis– inspira respeto: “En algún momento del siglo IX, uno podría haber mirado hacia el Sena y haber visto la proa de un barco vikingo subiendo por el río. Contemplada hoy en el Museo Británico es una poderosa obra de arte; pero para la madre de una familia que intenta establecerse en su pequeña cabaña, habría parecido menos agradable –tan amenazante para su civilización como el periscopio de un submarino nuclear”. No habría aprobado la actual exposición del Museo Británico, Viking , en la que los traficantes de esclavos asesinos en masa se reinventan como comerciantes libres emprendedores. Sus opiniones sobre la vivienda parecen proféticas: "Si tuviera que decir qué dice la verdad sobre la sociedad, si un discurso de un ministro de la vivienda o los edificios construidos en su época, me creería los edificios". A pesar de su hostilidad hacia el marxismo (sobre todo cuando se aplica al arte), las secciones sobre la trata de esclavos, la revolución industrial y la pobreza siguen siendo acusaciones poderosas y conmovedoras. Tal vez lo más chocante de Civilization sea el estado de los dientes de Clark.

Los críticos de Clark han lamentado su eurocentrismo, su mecenazgo de los neorrománticos Nash , Piper, Sutherland y Moore (pero no Bacon), y su aversión por la abstracción purista ( los relieves de Ben Nicholson , que no obstante coleccionó, eran menos "símbolos cósmicos" que "piezas de decoración de buen gusto"). Pero la condescendencia de la posteridad es desproporcionada, y no sólo porque "sólo un subastador puede admirar de manera igual e imparcial todas las escuelas de arte" (Oscar Wilde). En retrospectiva, Clark tenía razón sobre el purismo: era un callejón sin salida, por más magnífico que fuera a veces. El camino de Mondrian hacia la abstracción es apasionante; una vez que llega allí, su arte se vuelve secamente académico y repetitivo. En 1935, Clark publicó un ensayo pesimista en el Listener titulado "El futuro de la pintura" , en el que sostenía que un nuevo estilo viable "sólo puede surgir de un nuevo interés en la temática... Necesitamos un nuevo mito en el que los símbolos sean inherentemente pictóricos". Jackson Pollock es un buen ejemplo de ello: anhelaba infundir al arte abstracto un contenido profundo y, en el momento de su prematura muerte, había vuelto a la semifiguración. En el arte y la teoría posteriores a 1960, el impureza (temática consciente e inconsciente) está de moda.

Una de las innovaciones más radicales y menos comentadas de Clark fue su obsesión por los detalles. Mientras era director de la National Gallery, publicó el primer libro de "detalles", que todavía se sigue imprimiendo: Cien detalles de cuadros de la National Gallery (1938). Aunque parece una novela de pacotilla divertida, es su libro más influyente. Clark quería animar a los espectadores a mirar las obras de arte con más atención y a ver las imágenes de una forma nueva. Yuxtaponía detalles de cuadros de distintos artistas, a menudo de diferentes períodos, invitando a sus lectores a comparar y contrastar. Su interés por los detalles se vio fomentado por su conocimiento de las técnicas de investigación del psicoanálisis.

El impacto del libro de Clark fue inmediato. En diciembre de 1938, WH Auden escribió su célebre poema "Musée des Beaux Arts" durante una estancia en Bruselas. Seguramente tenía Cien detalles en su escritorio o en su mente. El poema es una ampliación perfecta de la tesis de Clark: explora las entidades importantes que a veces se encuentran en los márgenes o en el fondo de las obras de arte, y la indiferencia humana ante los grandes acontecimientos. Se puede leer el poema de Auden haciendo notas a pie de página sobre los detalles relevantes del libro de Clark:

Sobre el sufrimiento nunca se equivocaron

los viejos maestros: cuán bien comprendían

su posición humana: cómo tiene lugar

mientras alguien más está comiendo, o abriendo una ventana, o, no más, caminando lentamente;

cómo, cuando los ancianos esperan reverentes, apasionados

el milagroso nacimiento, siempre debe haber

niños que no lo querían en especial, patinando

en un estanque al borde del bosque:

nunca olvidaron

que, incluso el terrible martirio, debe seguir su curso;

de todos modos, en un rincón, algún lugar desordenado

hay donde los perros continúan con su vida perruna

y el caballo del torturador

rasguña su inocente trasero en un árbol.

El poema de Auden concluye con una meditación sobre el paisaje idílico de Bruegel en el que un pequeño Ícaro se estrella en el mar: "Cómo todo se aleja / tranquilamente del desastre".

Clark termina con un detalle del pequeño crucifijo que se esconde en medio de un encantador paisaje lleno de animales en  La visión de San Eustaquio de Pisanello (c1438-42). No hay comentarios: deja que la imagen trágica y fácil de pasar por alto hable por sí sola.

Paradójicamente, Berger explotó detalles en Ways of Seeing y los historiadores del arte de hoy están embriagados por ellos – ninguno más que el historiador del arte social TJ Clark (sin parentesco), cuyo breve libro The Sight of Death (2006) presenta 70 detalles delirantes de dos pinturas de  Poussin . La fascinante exposición que actualmente se exhibe en la National Gallery, Building the Picture , casi podría estar dedicada al ex director, ya que se centra en la arquitectura que se encuentra en el fondo de las pinturas renacentistas. La comisaria, Amanda Lillie, explica cómo el foco se centra en lo que generalmente se considera un detalle menor: "Los edificios en las pinturas se han visto con demasiada frecuencia como fondo o como rellenos de espacios que desempeñan un papel pasivo o, en el mejor de los casos, de apoyo, apuntalando las figuras que transmiten el mensaje principal del cuadro. Al mirar de nuevo los edificios dentro de las pinturas, tratándolos como protagonistas activos, queda claro que desempeñaron una serie de papeles cruciales". Expone un Beccafumi cuya arquitectura fantástica fue enfocada por Clark.

Por encima de todo, tal vez, Clark fue un brillante creador de palabras, el escritor de arte más seductor desde Ruskin y Pater , a quienes admiraba profundamente. Hoy, cuando la mayoría de los historiadores del arte escriben con tanta desgana como los abogados y los contables, semejante entusiasmo es muy necesario. Su escritura se aprecia en su máxima expresión inquisitiva y evocativa en su clásico libro de 1939 sobre Leonardo, que sigue siendo la mejor introducción a su arte (la reimpresión tiene un excelente prefacio de Martin Kemp ). Clark se había consolidado como el principal estudioso de Leonardo del mundo en 1935, cuando se publicó su gran catálogo en tres volúmenes de los dibujos de Leonardo en la Colección Real.

Su influyente interpretación de las cabezas grotescas de Leonardo es un tour de force: en lugar de un pasatiempo frívolo, como a menudo se suponía, Clark las convirtió en algo central para el arte y la vida de Leonardo. Clark siempre estuvo fascinado por las polaridades, especialmente entre lo feo y lo ideal, y esto apuntaló su notoria distinción entre lo desnudo y lo desnudo. Heredó esta preocupación de los escritores decadentes de finales del siglo XIX y de Freud. En Oxford, en la década de 1920, alternaba entre el estudio de los "restos feos" de la arquitectura neogótica y los suntuosos bocetos del Ashmolean de Rafael y Miguel Ángel. El vaivén de lo monstruoso a lo supremamente bello fue el equivalente histórico del arte de El retrato de Dorian Gray de Wilde , donde la belleza eterna de Dorian contrasta con su retrato desintegrado.

Pero Leonardo fue la mayor encarnación de estas polaridades. Tras señalar que le encantaba dibujar monstruos, Clark observó: "Mezclados con su motivo de curiosidad había otros, más profundos: los motivos que llevaron a los hombres a esculpir gárgolas en las catedrales góticas. Las gárgolas eran el complemento de los santos; las caricaturas de Leonardo eran complementarias a su incansable búsqueda de la belleza ideal. Y las gárgolas eran la expresión de todas las pasiones, las fuerzas animales, los gruñidos y gemidos de Calibán que quedan en la naturaleza humana cuando lo divino se ha desvanecido". El hijo de Clark, Alan, se encargaría de encarnar los "gruñidos y gemidos de Calibán", dejando los papeles divinos a su padre.

Clark creía además que el hombre grotesco de Leonardo con "nariz y barbilla de cascanueces" era la contraparte del "joven epiceno", y estos tipos se pueden encontrar apenas modificados en todas las etapas de la carrera de Leonardo: "Estos son, de hecho, los dos jeroglíficos de la mente inconsciente de Leonardo, las dos imágenes que su mano creó cuando su atención divagaba, y como tales tienen una importancia para nosotros que la frecuente pobreza de su ejecución no debería disfrazar. Viriles y afeminados, simbolizan los dos lados de la naturaleza de Leonardo... Incluso en sus creaciones más conscientes, incluso en La Última Cena , siguen siendo, por así decirlo, la armadura alrededor de la cual se crean sus tipos".

Tal vez sea hora de que los gruñidos críticos de Caliban den paso a una evaluación más justa.

James Hall es el autor de El autorretrato: una historia cultural (Thames & Hudson).

sábado, 2 de septiembre de 2023

El pintor Ressendi

Hay una buena monografía en Youtube de Antonio García Villarán y un artículo del Abc sobre el gran pintor Baldomero Romero Ressendi:

Félix Machuca, "Baldomero Romero Ressendi: La vida loca", Abc de Sevilla, 21/09/2019:

Nunca mentía en sus retratos, le gustaba el flamenco y se volvía loco con las flamencas

De Valle dijo Primo de Rivera que era un insigne artista y un extravagante ciudadano. Al pintor alcalareño Baldomero Romero Ressendi la frase se le queda corta. Porque no hay ninguna que pueda encerrar tanta genialidad, extravagancia, bohemia, malditismo y rebeldía para definir algo tan indefinible como fue el carácter de aquel genial artista. Para muchos el mejor pintor que dio la Sevilla del siglo pasado. Para otros un colaboracionista con el régimen de Franco que le hizo disfrutar del patronazgo del general gallego. En esto, como en todos los blasones que te pinta la envidia, no hay un solo color que sea sincero. Porque, entre la leyenda urbana y la realidad, se cuenta que Romero Ressendi abandonó tras un siroco de los suyos la obra pictórica que se le habría encargado para Cuelgamuros. Y también me asegura un afamado pintor actual que, por otro arrebato marca de la casa, dejó a medio terminar un retrato del señor de los pantanos.

«Fue un pintor inclasificable pero entraba de lleno en el planeta de los extravagantes, rebeldes, malditos, bohemios y geniales»

No se casaba con nadie aunque le imputan 19 hijos, tantos como aquellos patriarcas bíblicos que fundaron sagas antediluvianas. A este genial pintor sevillano solo lo definen sus actos y sus caprichos. Puestos a enumerarlos digamos que odiaba pintar marinas y paisajes, nunca mentía en sus retratos, le gustaba el flamenco y se volvía loco con las flamencas. En la mesilla de noche tenía un libro de anatomía que estudiaba continuamente, hacia yoga, coleccionaba piedras y fósiles, le gustaba limpiar a diario las cincuenta jaulas de pájaros que tenía en su casa, entraba a pintar en el estudio a las siete de la mañana y salía a las doce, montaba a caballo y cuando iba a Casa Carreras a comprar pinturas volvía tres días después…Brilla con esplendor en ese panteón de geniales ilustres locales como aquel poeta, ganadero y estrellero que quiso crear toros con los ojos verdes…

«Le encargaron pintar los murales de Cuelgamuros pero no los hizo por no vestirse como le exigían. Los bocetos se guardaron en una cocina de Olivares»

Su cuadro «Los borrachos» huele a vino gordo y cabezudo. «El Cristo yacente» es un brutal alegato a la barbarie de los hombres y al verlo nos duele la sangre derramada. En el retrato del «Papa Negro» nos intimida la pose soberbia del rey de la saga Bienvenida. Y un boceto genial de Balenciaga nos sigue pareciendo el retrato que le pinta a la marquesa de Saltillo.

En «Las Tentaciones de San Jerónimo» no podemos estar más de acuerdo con el cardenal Segura: el buen ermitaño sucumbió al placer de la carne de hembra como refleja el éxtasis de su rostro. Otra cosa es que eso fuera motivo para excomulgar al artista. Que no me lo imagino con el sueño perdido y el alma encogida al conocer la noticia. Dormía poco Ressendi porque se bebió la vida a cada minuto. El anticuario Julio Morales guarda con emoción un dibujo rápido, trazado a la velocidad de vértigo con la que interpretaba el mundo, donde se ve a un tipo con un sombrero con forma de botella. Sus mensajes llevaban siempre la etiqueta negra de los buenos alambiques. Y entre el vino, los flamencos, las flamencas, los delirios de sus personajes y la extravagancia de su rebeldía creó el expresionismo meridional, en una tierra donde las paredes de las casas bien estaban reservadas para los cánones clásicos y los angelitos de mofletes rosados. El arco del triunfo de Ressendi tuvo que tener la amplitud del que se hizo levantar Adriano en Atenas. Porque por allí se pasaba una parada militar si hacía falta. Me cuentan los que accedieron a su círculo mágico que un general de aviación de la época le abrió estudio en el cuartel general de la segunda región aérea, donde se daban cita los artistas más considerados de entonces.

«El cardenal Segura lo excomulgó tras reflexionar sobre el cuadro “Las tentaciones de San Jerónimo” donde el eremita sucumbe al pecado carnal»

Allí pintaban, charlaban, cantaban y le cambiaban el paso a Jhonny Walker al grito de viva la vida loca en oposición al viva la muerte de los centauros del desierto. Antonio Morales, restaurador y anticuario, vio cómo el mercado de obras del genial pintor se convertía en una guerra de copistas. Algunos fueron tan torpes que trataron de falsificar lo que era auténtico, como aquel cuadro donde la firma de Ressendi iba oculta tras el marco y el copista imitó su rúbrica de forma tosca y torpe. El cuadro se titulaba «Mujeres». Tantas tuvo y gozó que, al final de su vida, el caballo viejo, lento y cansado, se echó en manos de soledad. Ella fue su última compañera. Una soledad infinita en la calle melancolía de Madrid donde murió, a los 55 años, de una enfermedad incurable: Ressendi.

El Club Los Leones le encargó a Juan Valdés que se hiciera cargo de trasladar el cadáver. Una serie de complicaciones burocráticas obligaron a Juan a poner tan delicado asunto en manos de un próspero industrial de Los Remedios que se dedicaba a la compra venta de coches y que tenía una colección notable de cuadros del finado. Un hijo de Romero Ressendi le agradeció a Valdés sus desvelos y le regaló la pata de un rinoceronte que utilizaba el pintor a modo de reposa pinceles en su estudio. Solo en la pata de una bestia podían descansar los rojos atormentados de un pintor tan brutal…

lunes, 7 de agosto de 2023

David Nebreda. Qué horror.

El horroroso autofotógrafo esquizofrénico David Nebreda. Es nuestro Zdzisław Beksiński, pero minimalista, por no decir anoréxico. Si quieren hacerse ricos, compren ahora que están a tiempo antes de que muera algunos de los escasísimos álbumes de su obra, si es que pueden hallarlos: luego será imposible. Declaró: “No leo, no veo la televisión, no escucho música, no tengo ordenador, ni conexión a Internet. Paso la mayor parte de mi tiempo en la cama”. Y "la sangre me constituye. Los excrementos me manifiestan. El dolor (la renuncia) demuestra. El silencio justifica. La comida no tranquiliza. La madre no mantiene. El orden, la luz y los tiempos delimitan". Antaño dibujaba con su sangre. También hizo un autorretrato de su ojo del culo y otro cubierto de su propia mierda. Es licenciado en Bellas Artes, y nació en 1952. Desde los diecinueve años está diagnosticado con esquizofrenia paranoide crónica irreversible y no toma mediación alguna. El arte es su única terapia. Su familia es un hermano al que no ve hace años y sus padres están ambos aquejados ambos de trastornos mentales, lo han llevado a un contexto de refugio solitario en Madrid en un cuchitril de dos habitaciones.  Se somete a una rutina diaria insoportable para los neurotípicos como nosotros que consiste en ayuno, flagelación, cortes sangrantes, pinchazos, cocido de piel, quemaduras de diverso tipo, embadurnamiento del cuerpo con sus propios excrementos y otros fluidos corporales, prácticas de agotamiento físico como caminar incansablemente por el pasillo y largos periodos de reclusión y silencio absoluto. YouTube lo tiene medio censurado, sus libros, publicados por otros, son inencontrables, por ejemplo el álbum de sus fotos que le editaron en Salamanca. Hay una tesis de psiquiatría aquí sobre él: El arte abyecto de David Negreda. También un trabajo de David González Carpio Alcaraz (2019). Aproximaciones al mártir contemporáneo.  La ascesis de David Nebreda. Revista Sonda: Investigación en Artes y Letras, nº 8, pp. 57-66. Y Una entrevista:

Aquí.

No apto para estómagos delicados. Resulta extraño que con los extremos tormentos que se inflige todavía esté vivo. Ya debe tener setenta años. Esto dice la Wikipedia de él:

David Nebreda (n. en Madrid el 1 de agosto de 1952) es un fotógrafo español.

Vida

Licenciado en Bellas Artes. A la corta edad de 19 años los médicos le diagnosticaron esquizofrenia. Vive encerrado en un piso de Madrid con apenas dos habitaciones donde ha realizado la totalidad de su obra fotográfica, sin tomar medicación, sin comunicación con el exterior, sin radio, prensa, libros ni televisión. Vegetariano desde los 20 años, practica la abstinencia sexual, y se somete a severos ayunos que le mantienen un estado de delgadez extrema.

Obra

Sus imágenes llegaron a las manos del galerista Renos Xippas quien le dedicó una exposición en su galería de París, fue allí donde Léo Scheer descubrió su obra, impresionado por su fuerza decidió hacerse editor para poder divulgar su obra. Ha publicado ya dos libros de fotos. Autodidacta dentro de la fotografía, sorprende por su sabia utilización de la técnica, el dominio de la luz y los claroscuros de sus fotografías, no manipula el positivado aunque si utiliza la doble exposición.

Su obra es casi desconocida en España, en Francia ha sido promocionada por gente de la categoría del antes citado Léo Sheer, filósofo crítico y uno de los promotores de Canal + Francia, e incluso ha sido objeto de un artículo de Jean Baudrillard.

El único referente cercano a su obra puede ser la del artista Joel-Peter Witkin, aunque este busca sus modelos en personas ajenas o en cadáveres, no como Nebreda, que basa todo su trabajo en su propia persona.

sábado, 8 de julio de 2023

Los últimos días del ilustrador decadente Audrey Beardsley

Últimos días del ilustrador inglés Audrey Beardsley

Traducción automática repasada.

Murió: Hotel Cosmopolitain, Menton, Francia, 16 de marzo de 1898, temprano en la mañana.

El último día de Beardsley, como las semanas anteriores, transcurrió en un estupor de morfina. El artista sufría la etapa terminal de la tuberculosis. La enfermedad, contraída cuando tenía seis años, le había permitido algunos años de remisión, pero desde 1896 hasta su muerte a los 25 años, minó su ya espectral constitución y lo convirtió en un inválido total. Durante esos dos últimos años, sin embargo, ilustró numerosas obras, incluida Rape of the Lock de Alexander Pope. Cuando murió, Beardsley estaba trabajando desesperadamente para terminar algunas letras ornamentadas para una edición de Volpone de Ben Jonson. Aunque era miembro de la camarilla homosexual que incluía a Oscar Wilde y los estetas ingleses, Beardsley era básicamente heterosexual, aunque quizás su única pareja femenina había sido su adorada hermana mayor, Mabel (quien también pudo haber dado a luz a su hijo abortado). Algunos biógrafos sugieren que la celebrada caída de Wilde y la repulsión pública que la siguió pueden haber precipitado la enfermedad final de Beardsley. En marzo de 1897, después de convertirse al catolicismo romano, él y su madre viajaron a París. Los médicos desaconsejaron pasar el invierno en la ciudad, por lo que en noviembre se fueron al sur de Francia. Allí, devastado por los escalofríos y la debilidad, Beardsley se fue a la cama y nunca salió de su habitación después de una hemorragia pulmonar grave el 26 de enero. Los pensamientos de religión y culpa por el erotismo franco de su trabajo anterior lo perseguían, y pasó horas leyendo sobre las vidas de los santos católicos romanos. Nueve días antes de morir, escribió una nota a su editor de Londres con el título "Jesús es nuestro Señor y Juez". La nota decía: "Te imploro que destruyas todas las copias de Lysistrata... Por todo lo que es sagrado: todos los dibujos obscenos". (Sin embargo, dado que el libro ya había sido publicado, la posteridad no se vio privada de estas ilustraciones tan originales y abiertamente sugerentes.) Incapaz de manejar el delicado trabajo de pluma para Volpone, recurrió al lápiz. Temprano en la mañana del 16 de marzo, cuando su madre y Mabel estaban fuera de la habitación, el artista aparentemente trató de dibujar, porque cuando Ellen Beardsley regresó, su hijo estaba muerto y su bolígrafo de oro favorito, ya sea tirado o dejado caer sobre el suelo, estaba erguido como una flecha. El New York Times del 2 de abril de 1898 reconoció condescendientemente su originalidad, pero profetizó que "una era venidera se preguntará por qué hubo un breve interés en el trabajo de Beardsley. Fue una moda pasajera, una pequeña señal de decadencia y nada más".

viernes, 26 de mayo de 2023

El rostro de Diego de Almagro, una frase hecha y un pintor griego.

Cuando el conquistador español Diego de Almagro se presentó ante el emperador Carlos I, comentó entre lamentos que "el negocio de defender los intereses de la Corona le había costado un ojo de la cara". Y es que para él fue literalmente así.

Durante una expedición que organizó con Francisco Pizarro para hacerse con los territorios del suroccidente de Panamá, el conquistador perdió un ojo a consecuencia de una flecha disparada por un indígena en el asalto del Fortín del Cacique de las Piedras (septiembre de 1524), quedando tuerto para siempre. El descubridor de Chile dio tanta importancia a este hecho, que pronto la frase se difundió entre los soldados para designar una tarea peligrosa o algo muy complejo, manteniendo este mismo significado hasta nuestros días.

Siempre que se representa a Almagro en las artes es de lado: se evita el parche de su ojo imitando a Apeles, el famoso pintor de Alejandro Magno, también tuerto, que lo pintaba de perfil para, sin mentir ni adularlo, presentarle la mejor cara, mientras que otros pintores eran tan fieles a la verdad que mostraban su desagradable parche y otros eran tan halagüeños y lisonjeros que lo pintaban con los dos ojos sanos.

Este es gato, como decía Cervantes.

lunes, 1 de junio de 2020

Pintores perturbadores

Grandes pintores perturbadores, discípulos de Goya, creadores de auténticas pesadillas:

Vladimir Chebakov
Louise Bourgeois
Mireia Donat Melús
Akejsandra Waliszewska
Francisco Toledo
Santiago Caruso
Alfred Kubin
Ken Currie
Mark Ryden

Y uno que es todo lo contrario:

viernes, 9 de diciembre de 2016

Otra wiki mía, El Greco en la literatura universal

Otra de mis contribuciones a la Wikipedia (que me hacen perder unos días que para otros son de asueto) fue el resumen de un imponente capítulo de un libro de Leonardo Romero Tobar (cuya biografía también escribí para la Wikipedia) sobre el influjo de nuestro y no nuestro manchego Greco en la literatura, hasta que me cansé y lo dejé en unos puntos suspensivos. Copio aquí el texto:

El influjo de la figura y de la obra del Greco en la literatura española y universal es, sin duda, formidable. El extensísimo capítulo que dedica Rafael Alarcón Sierra al estudio de este influjo en el primer volumen de Temas literarios hispánicos (Zaragoza: Universidad de Zaragoza, 2013, p. 111 y ss.) ni siquiera agota el tema. Si Goya es descubierto por los románticos y Velázquez es considerado un maestro por los pintores del naturalismo y del impresionismo, El Greco es visto como "un precedente de simbolistas, modernistas, cubistas, futuristas o expresionistas, y como ocurre con los anteriores, fuente inagotable de inspiración y estudio [...] en la plástica, la literatura y la historia del arte, donde se crea una nueva categoría para poder explicar su obra, anticlásica y antinaturalista: el manierismo".

En el siglo XVI destacan los elogios tributados por poetas Hortensio Félix Paravicino, Luis de Góngora, Cristóbal de Mesa, José Delitala y Castelví; en el XVII, los de los poetas Giambattista Marino y Manuel de Faria y Sousa, así como los de los cronistas fray José de Sigüenza y fray Juan de Santa María y los de los tratadistas de pintura Francisco Pacheco y Jusepe Martínez; en el siglo XVIII, los de los críticos Antonio Palomino, Antonio Ponz, Gregorio Mayáns y Siscar y Juan Agustín Ceán Bermúdez y, en el siglo XIX, Eugenio Llaguno. Cuando se abrió la Galería española en el Louvre en 1838 había nueve obras del Greco, y Eugène Delacroix poseía una copia del Expolio. Millet adquirió un Santo Domingo y un San Ildefonso. Charles Baudelaire admiraba La dama de armiño (que Théophile Gautier comparó con La Gioconda y hoy algunos consideran que es de Sofonisba Anguissola); Champfleury pensó escribir una obra sobre el pintor y Gautier alabó sus cuadros en su Voyage en Espagne, donde declara que en sus obras reina "una energía depravada, una potencia enfermiza, que delatan al gran pintor y al loco genial". En Inglaterra William Stirling-Maxwell reivindicaba la primera época del Greco en sus Annals of the Artists of Spain, 1848, III vols. Son innumerables los viajeros extranjeros que se detienen ante sus obras y las comentan, mientras que los españoles, en general, lo olvidan o repiten los tópicos dieciochescos sobre el autor, y aunque Larra o Bécquer lo citan de pasada, es con gran incomprensión, aunque este último había proyectado un escrito, "La locura del genio", que iba a ser un ensayo sobre el pintor, según su amigo Rodríguez Correa. Sí lo aprecia el novelista histórico Ramón López Soler en el prólogo a su novela Los bandos de Castilla. 

Pero críticos como Pedro de Madrazo empiezan a revalorizar su obra en 1880 como un precedente muy importante de la llamada Escuela española, aunque hasta 1910 todavía aparece adscrito a la Escuela veneciana y hasta 1920 no tuvo sala propia. En Francia, Paul Lefort (1869) lo incluye en la Escuela española y es uno de los ídolos del círculo de Edouard Manet (Zacharie Astruc, Millet, Degas). Paul Cézanne hizo una copia de La dama de armiño y Toulouse Lautrec pintará su Retrato de Romain Coolus a la manera del Greco. Y el alemán Carl Justi (1888) lo considera también uno de los precedentes de la Escuela española. El pintor estadounidense John Singer Sargent poseía una de las versiones de San Martín y el mendigo. Los escritores del decadentismo transforman al Greco en uno de sus fetiches. El protagonista de A contrapelo (1884) de Huysmans decora su dormitorio exclusivamente con cuadros del Greco. Théodore de Wyzewa, teórico del simbolismo, considera al Greco un pintor de imágenes oníricas, el más original del siglo XVI (1891). Posteriormente el decadentista Jean Lorrain sigue esa inspiración al describirlo en su novela Monsieur de Bougrelon (1897).

Las exposiciones europeas y españolas se suceden desde la londinense de 1901 (Exposición de arte español en el Guildhall) hasta el tricentenario de 1914: Madrid, 1902; París, 1908; Madrid, 1910; Colonia, 1912. En 1906 la revista francesa Les Arts le dedica un número monográfico. El IIº Marqués de Vega-Inclán inaugura en Toledo la Casa-museo del Greco en 1910. Su cotización es ya tan alta que hace que se vendan varios grecos de colecciones particulares españolas que van a parar al extranjero. A principios del XX lo recuperan plenamente los pintores modernistas catalanes: Santiago Rusiñol (quien transfiere su entusiasmo a los simbolistas belgas Émile Verhaeren y Théo van Rysselberghe), Raimon Casellas, Miquel Utrillo, Ramón Casas, Ramón Pichot o Aleix Clapés, así como otros artistas cercanos, como Ignacio Zuloaga (que contagia su entusiasmo por el cretense a Maurice Barrès, quien escribe El Greco o el secreto de Toledo, y a Rainer María Rilke, quien dedica un poema a su Asunción en Ronda, 1913) y Darío de Regoyos. La visita nocturna y entre cirios que hace Zuloaga al Entierro del señor de Orgaz es recogida en el capítulo XXVIII de Camino de perfección (pasión mística), de Pío Baroja, y también tiene palabras para el pintor Azorín en La voluntad y en otras obras y artículos. Picasso tiene en cuenta la Visión del Apocalipsis en su Les demoiselles d'Avignon. El interés por el candiota alcanza también a Julio Romero de Torres, José Gutiérrez Solana, Isidro Nonell, Joaquín Sorolla y un largo etcétera. Emilia Pardo Bazán escribirá en La Vanguardia una "Carta al Greco". Los escritores de la Institución Libre de Enseñanza difunden su admiración por el Greco, en especial Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío, este último por su El Greco (1908). Es importante la presencia del Greco en la Toledo que retrata Benito Pérez Galdós en su novela Ángel Guerra y es frecuente en su novelística la comparación de sus personajes con retratos del Greco. Así también Aureliano de Beruete, Jacinto Octavio Picón, Martín Rico, Francisco Alcántara o Francisco Navarro Ledesma. Eugenio d'Ors dedica espacio al Greco en su famoso libro Tres horas en el Museo del Prado y en Poussin y el Greco (1922). Amado Nervo escribe uno de sus mejores cuentos inspirándose en un cuadro suyo, Un sueño (1907). Julius Meier-Graefe le dedica Spanische Reise (1910) y August L. Mayer El Greco (1911). Somerset Maugham lo describe con admiración a través del personaje principal y el capítulo 88.º de su novela Servidumbre humana, 1915; en su ensayo Don Fernando, 1935, atempera su admiración y adivina como origen de su arte una presunta homosexualidad, como hace por cierto Ernest Hemingway en el capítulo XVII de Muerte en la tarde (1932) y Jean Cocteau en su Le Greco (1943).

Kandinsky, Franz Marc (quien elaboró bajo su influjo Agonía en el jardín), lo consideraron protoexpresionista. Tal como declara Romero Tobar, la producción tardía del pintor cretense impresionó a August Macke, Paul Klee, Max Oppenheimer, Egon Schiele, Oskar Kokoschka, Ludwig Meidner, Jacob Steinhardt, Kees van Dongen, Adriaan Korteveg o Max Beckmann. Hugo Kehrer le dedicó su Die Kunst des Greco (1914) y por fin el historiador del arte austriaco Max Dvorak lo definió como el máximo representante de la categoría estética del manierismo. Ramón María del Valle-Inclán, tras una conferencia porteña de 1910, le dedica el capítulo "El quietismo estético" de su La lámpara maravillosa. Miguel de Unamuno dedica al candiota varios poemas de su Cancionero y le dedica un apasionado artículo en 1914. Juan Ramón Jiménez le dedica varios aforismos. El crítico "Juan de la Encina" (1920) opone a José de Ribera y al Greco como "los dos extremos del carácter del arte español": la fuerza y la espiritualidad, la llama petrificada y la llama viva, que completa con el nombre de Goya. En ese mismo año de 1920 su popularidad hace que el ballet sueco de Jean Börlin estrene en París El Greco, con música de Désiré-Émile Inghelbrecht y escenografía de Moveau; también en ese año Félix Urabayen publica su novela Toledo: piedad, donde le consagra un capítulo en que especula con su posible origen judío, teoría adelantada por Barrès y que retomarán Ramón Gómez de la Serna -El Greco (el visionario de la pintura)- y Gregorio Marañón (Elogio y nostalgia de Toledo, solo en la 2.ª ed. de 1951, y El Greco y Toledo, 1956, donde sostiene además que se inspiró en los locos del famoso Manicomio de Toledo para sus Apóstoles), entre otros. Y en los primeros capítulos de Don Amor volvió a Toledo (1936) critica la venta de los grecos de Illescas y el robo de algunos de sus cuadros de Santo Domingo el Antiguo. Luis Fernández Ardavín recrea la historia de uno de sus retratos en su drama en verso más famoso, La dama del armiño (1921), luego llevado al cine por su hermano Eusebio Fernández Ardavín en 1947. Jean Cassou escribe Le Gréco (1931). Juan de la Encina imprime su El Greco en 1944. En el exilio, Arturo Serrano Plaja, tras haber protegido algunos de sus cuadros durante la guerra, escribe su El Greco (1945). Y escriben también sobre él Miguel Hernández, Valbuena Prat, Juan Alberto de los Cármenes, Enrique Lafuente Ferrari, Ramón Gaya, Camón Aznar, José García Nieto, Luis Felipe Vivanco, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Concha Zardoya, Fina de Calderón, Carlos Murciano, León Felipe, Manrique de Lara, Blanca Andreu, Hilario Barrero, Pablo García Baena, Diego Jesús Jiménez, José Luis Puerto, Louis Bourne, José María Gómez, Luis Javier Moreno, José Luis Rey, Jorge del Arco, José Ángel Valente... Destacan los Siete sonetos al Greco de Ezequiel González Mas (1944), la Conjugación lírica del Greco (1958) de Juan Antonio Villacañas y El entierro del conde de Orgaz (2000) de Félix del Valle Díaz. Por demás, Jesús Fernández Santos ganó el premio Ateneo de Sevilla con su novela histórica El Griego (1985).

Fuera de España, y aparte de los ya citados, Ezra Pound cita al Greco en sus Notas de arte y Francis Scott Fitzgerald al final de su El gran Gatsby (1925). Paul Claudel, Paul Morand, Aldous Huxley se ocuparon del candiota, y el alemán Stefan Andres le dedica su novela El Greco pinta al Gran Inquisidor, en la que el cardenal Fernando Niño de Guevara aparece como metáfora de la opresión nazi. un aficionado al Greco es uno de los personajes de L'Espoir (1938), de André Malraux y otro personaje se ocupa en Madrid de la protección de los grecos venidos desde Toledo. En uno de los ensayos de su Las voces del silencio (1951), reseñado por Alejo Carpentier, Malraux interpreta al pintor. El ya citado Ernest Hemingway consideraba Vista de Toledo el mejor cuadro de todo el Metropolitan museum de Nueva York y le dedica un pasaje en Por quién doblan las campanas. Nikos Kazantzakis, Donald Braider, Jean Louis Schefer...

viernes, 11 de noviembre de 2016

Dos poemas-poéticas de Francisco Nieva


I


El teatro es vida alucinada e intensa.
No es el mundo, ni manifestación a la luz del sol,
ni comunicación a voces de la realidad práctica.
Es una ceremonia ilegal,
un crimen gustoso e impune.
Es alteración y disfraz:
Actores y público llevan antifaces,
maquillajes,
llevan distintos trajes…
o van desnudos.
Nadie se conoce, todos son distintos,
todos son “los otros”,
todos son intérpretes del aquelarre.
El teatro es tentación siempre renovada,
cántico, lloro, arrepentimiento, complacencia y martirio.
Es el gran cercado orgiástico y sin evasión;
es el otro mundo, la otra vida,
el más allá de nuestra conciencia.
Es medicina secreta,
hechicería,
alquimia del espíritu,

jubiloso furor sin tregua.


II

El arte es sinónimo de pobreza
es solo un soplo tan memorable como pestilente.
El arte se detiene en los destierros
y en los rincones donde la muerte está latiendo muerta.
El arte tiene constantes augurios de pasado
y es algo estúpido
y no puede moverse de su centro
tan incierto como la terrena verdad.
Al arte le horroriza consolar
porque no sabe ser piadoso.
Tampoco sabe ser del tiempo
y no agradece que se le rescate.
Es ilusión pensar que el arte ama lo humano,
es un taponador de abismos lógicos y totales respuestas,
un animador de malas intenciones.
Nunca es alegre, como sucede con el amor más duro y fuerte
Pero es un seductor oscuro,
siempre ausente,
siempre necesitado y mal amigo.
Digo que el arte es pobre,
no tiene orgullo ni humildad
ni deseo alguno de prosperar en las conciencias.
Su mal ejemplo es el propio confín.
¿No es, pues, absurdo decir que es inocente?

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Quien tache al arte sabrá lo primordial
y gozará de paz, al fin.
Me vale.

Francisco Nieva

domingo, 21 de agosto de 2016

sábado, 21 de mayo de 2016

Las ilustraciones de Gregorio Prieto para los Sonetos de Shakespeare y el Instituto Británico de Madrid

Tenemos pocos manchegos en el 27, todos más bien artistas: el valdepeñero Gregorio Prieto, el albaceteño Juan Ramírez de Lucas, a quien van destinados los Sonetos del amor oscuro de Lorca (sus primeros amores, Valdivieso, Aladrén, Dalí y Rapún ya estaban lejanos) y el solanero Gabriel García Maroto. Y releyendo los Sonetos de Shakespeare en una magnífica edición bilingüe de Antonio Rivero Taravillo (2008) con motivo del cuarto centenario de su muerte he reparado en que Prieto dedicó una serie de 14 ilustraciones a sus Sonetos cuando estaba en Inglaterra pasando las vacaciones en Oxford con Luis Cernuda. Es un trabajo muy desconocido y muy valioso, porque solo hizo una tirada de quince ejemplares numerados. Él solía hacer tiradas más amplias. Por ejemplo, en mis paredes cuelga la primera copia de una serie de 125, igualmente numerada, que hizo por entonces también a un par de musculosos remeros de la Universidad (la temática marinera es muy tópica en la iconografía homoerótica de la pintura y la poesía y en la de Gregorio Prieto en particular); este cuadro fue un regalo de boda que le hizo a mi mujer un erudito profesor de arte. Del mismo origen es uno de los escasos grabados del tercero de la lista, Gabriel García Maroto, desaparecidos casi todos durante la Guerra Civil. Despabilada mi curiosidad por estos regalos, me agencié también uno de los libros de poesía de este Maroto, más conocido como pintor y crítico y por haber costeado la impresión de la segunda obra de Federico García Lorca, el Libro de poemas de 1921. Hay que anotar, por demás, que, como consigna Ian Gibson en su biografía, ambos amigos volvieron a encontrarse en Nueva York en 1929, así que muy probablemente intercambiaron una correspondencia hoy perdida. 

El hecho de que los Sonetos de Shakespeare sean homoeróticos en su mayor parte (también hay 28 dedicados a la famosa dama morena que tocaba la espineta), como los sonetos del famoso escultor / pintor Miguel Ángel, más desconocidos, tiene que ver también en esa elección. Utilizó para la impresión la misma cubierta de los Sonetos de 1609 y las ilustraciones fueron realizadas entre 1941 y 1943. Están datadas en Stratford, Oxford, Cambridge y Londres.

Es muy posible que la inspiración partiera de otro poeta homosexual del 27 (hubo muchos: Lorca, Aleixandre, Prados), el melancólico Luis Cernuda. El poeta sevillano escribió a Nieves Mathews en el verano de 1944, cuando ya dormía su pasión por el famoso Serafín madrileño y sobre todo por otro joven inglés de ojos azules, que "no leo nada, salvo recordar tal o cual verso o fragmento poético que concuerde con mi estado espiritual. Y aun así hay poesía, como ciertos Sonetos de Shakespeare, que no quiero recordar porque me duelen casi físicamente: tanto y tan bien presentan para mí mi propia vida".

En la literatura manchega Shakespeare ha influido poco. Más bien a la inversa: Cervantes tuvo que ver en el Cimbelino (por la novela intercalada de El curioso impertinente) y en el perdido y apenas reconstruido Cardenio de Shakespeare y Fletcher. Pero hay una sola excepción: el poeta y director dramático Julián Martín Albo, de La Solana, cuyo poemario Los poemas para un dios (1989) personaliza los aclamados Sonetos del Cisne del Avon. También hizo un formidable montaje de El mercader de Venecia hace años.

Pero la información de Antonio Rivero Taravillo parece por lo menos incompleta. Me ha bastado una sencilla investigación para verificar que es cierto que hubo una edición con 17 grabados (Shakespeare's Sonnets, London: Alex. Reid & Lefevre  Ltd., 1943) pero hubo otra edición posterior numerada, The Sonnets of William Shakespeare, London, Grey Wall Press, 1948, que incluye ya 38. Es más, la inspiración shakespeariana siguió obrando en su mano y en 1977 ya tenía al menos 65 dibujos, como testimonia un anuncio de la galería Rembrandt de Alicante de esa fecha. En la actualidad se vende cada una por entre dos y cinco mil euros. Los motivos son los habituales en Prieto; cabezas coronadas o rodeadas por guirnaldas de flores, parejas unidas, pájaros, composiciones de cabelleras enredadas y frecuentes manchas de monocromadas o policromadas aisladas.



Gregorio Prieto estuvo siempre muy vinculado al Instituto Británico de Madrid y fue amigo de quien lo dirigió entre 1940 y 1954, el hispanista irlandés y cervantista (tradujo al inglés el Quijote) Walter Starkie, un hombre muy culto y simpatizante del fascismo. Gregorio Prieto no olvidaba su periodo inglés e hizo colecciones de dibujos sobre estudiantes y jardines ingleses, así como sobre el Paraíso perdido de John Milton, quizá porque tenían buen mercado en Inglaterra. 

Tal como escribí ya en 2009, Starkie fue uno de los fundadores del Centro Internacional de Estudios Fascistas (CINEF) y escribió A Survey of Fascism (1928).  Es más, durante los años 1930 fue un apologista de Mussolini, a quien entrevistó en 1927. En general fue influido por el húngaro Odon Por y reinterpretó a su manera al republicano Maquiavelo y al poeta y místico irlandés George William Russell. Viajó a Abisinia en 1935 y allí trabajó en favor de la campaña italiana del fascismo. Y se opuso al antifascismo del presidente irlandés Eamon de Valera, ese de quien tan mal habla en sus amenísimas autobiografías Frank McCourt.


Pero lo que debe importarnos de Starkie, quien, a pesar de fascista, no era nada racista y estaba enamorado de la cultura gitana, es que viajó también por España como un nuevo George Borrow, a quien tanto se parece o imita, y sobre todo por La Mancha en compañía de su violín, escribiendo entre otros un importante libro de viajes sobre La Mancha: Adventures with a Fiddle in Barbary, Andalusia and La Mancha (1936), traducida por Antonio Espina como Don Gitano (1944).

lunes, 18 de enero de 2016

Paco Carrión, pintor de Ciudad Real

De Colectivo Kokoro, Planura de tinta, "El Retorno de la Bohemia", en Miciudadreal, 18 de enero de 2016 (Para ver los cuadros, pinchar el enlace).

Hace quince años, el arte de esta ciudad se quedaba algo cojo;  un joven prometedor de aproximadamente treinta años cogía sus bártulos (nunca mejor dicho) y marchaba hacia la ciudad condal, decepcionado con las pocas posibilidades y las muchas limitaciones que  su propia tierra le ofrecía.

Y en Barcelona se instalaba,  y allí ha  pasado estos últimos tres lustros, dando forma y perfeccionando tanto su obra pictórica como el resto de sus facetas artísticas, que son muchas y variadas.

Ciudad Real desde entonces ha cambiado lo suficiente para que, por fin, se haya desgastado la rancia pátina que impedía dibujar y colorear algo nuevo sobre el lienzo en blanco que resulta ser la cultura culiparda. Y tras pasar doscientas lunas fuera, aquel joven prometedor que se llevó sus pinceles a la vera del Mediterráneo, ha regresado a la ocre meseta manchega, ha vuelto a cruzar la puerta de Toledo para instalarse de nuevo en su ciudad natal, pero lo ha hecho coronado con los laureles de la experiencia y la profesionalidad.

Envuelto por el mundo del arte desde que es consciente de sí mismo, Paco ha demostrado ser un creador bastante versátil; su vasta producción artística, que abarca desde la pintura hasta la música, pasando por el teatro o el cómic, oscila entre lo fantástico y lo real, siempre pretendiendo llevar al espectador a otra dimensión donde los monos cuentan con un C. I.  de 160 y donde los astronautas caminan solitarios y tristes, enfundados en sus complicados trajes, por desiertos escenarios apocalípticos.

Pero independientemente del amplio poliedro de facetas artísticas que Paco Carrión domine, son el dibujo y la pintura las dos armas con las que mejor se expresan sus manos de gigante.

Gran fan, desde niño, de la ciencia ficción y del cómic, siempre ha soñado con seguir la estela de los grandes maestros que le han inspirado: WilEisner, Alex Raymond, el dibujante catalán  Josep Maria Beà o el genial Moebius (con quien llega a coincidir en la revista La Cruda) son algunas de sus influencias y han dejado un evidente poso en su particular estilo gráfico, en el que también se puede apreciar su admiración por clásicos como Goya, Velázquez y Dalí, o por la corriente hiperrealista, más concretamente por nuestro paisano Antonio López Villaseñor, con quien comparte también una gran tendencia hacia los paisajes, personajes y conceptos más crudos y descarnados.

En su pintura observamos cómo paisajes reales, a veces de aspecto impresionista, o escenas cósmicas se conjugan con personajes fantásticos como robots, elementos oníricos y retratos de virtuosa ejecución.

Ha realizado gran diversidad de trabajos como el diseño de robots, armas y vehículos futuristas para largometrajes como Eva, Bruc. El desafío o el western futurista Young Ones. También se ha ocupado desde el diseño de habitaciones y vestuario para cine y publicidad, la creación de storyboards, fondos de mapping, decorados para publicidad e incluso animación en 2D. Algunos de sus diseños robóticos tienen la calidad y el detalle de un proyecto de ingeniería. Además, durante su paso por Barcelona fundó la compañía de teatro “La Droguería Teatro”, donde se encargó tanto de la música como de la escenografía. Es, por lo tanto, imprescindible reconocerle a Paco no solo la genialidad y calidad que rezuma su abundante obra, sino también el papel de embajador de la singularidad y del arte manchego que, inconsciente e inevitablemente, ha representado durante todos estos años de exilio.

Es quizás el reconocido escritor Francisco Chaves,  amigo personal de Paco y con quien ha colaborado en varias ocasiones, quien mejor ha sabido retratarlo con palabras. Enlazamos aquí un artículo de su blog, que además de servirnos como apoyo para escribir este modesto texto nos ha ayudado a ponerle título y nos sirve como introducción para una modesta entrevista que le hemos hecho al gran Paco.


ENTREVISTA

1 – Háblame de tus inicios y de cómo y cuándo decidiste dedicarte a esto.

Mi primer recuerdo es dibujando toros, panteras y leones en sitios inadecuados por toda la casa. Tenía 3 años. Es casi innecesario decir que desde que recuerdo yo quería ser pintor. Mi formación comenzó a los 7 años con Purificación Adán, pintora paciente y generosa que me enseñó los fundamentos del dibujo y la pintura, cuando yo salía del colegio. Del mismo modo compaginé el Bachillerato con la Escuela de Artes y Oficios. Fue la época del primer intento de hacer un fanzine en Ciudad Real. Cuentos, poesías, artículos, ilustración y cómics. Surreal Ciudad nunca vio la luz, pero aquel proyecto fallido y lleno de ilusión a mí personalmente me marcó mucho, afianzó mis ganas de seguir en esta senda y ramificó mis intereses. Así, con 14 años me dije: Definitivamente quiero ser pintor y dibujante de cómics y vivir de ello.

2 – ¿Crees que es importante tener estilo propio para dedicarse profesionalmente al grafismo y la ilustración?

Para mí es básico e imprescindible, pero no absolutamente necesario. Sobre todo porque hay muchísimos ilustradores, pintores y dibujantes que viven de esta profesión y sus obras serian intercambiables. Pero indudablemente tener un estilo propio reconocible es lo que marca la diferencia. No es fácil, evidentemente. Es como crear una marca distintiva. Pero ha de ser una marca sincera, limpia, abierta a la evolución y no a la repetición. A veces se confunde la repetición con el estilo propio. El estilo tiene más que ver con la verdad. Y, justamente por eso, la repetición frustra la evolución, porque no escucha nuestra necesidad interior. Solo reitera una fórmula que funcionó, y justo por repetirla le quita el valor que tuvo. ¡Cuidado con la repetición! Y no olvidemos que casi siempre es el estilo el que te encuentra, con lo que no es bueno obsesionarse.

3 – Háblame de cómo ha evolucionado tu estilo a lo largo de tu trayectoria profesional.

La evolución ha sido constante y a todos los niveles, desde el cromático al temático. Pero, antes, una pequeña aclaración: desde nuestra infancia somos esponjas que asimilan influencias e inevitablemente vamos acumulando experiencia y horas de excelencia en nuestro oficio. Y esa es la base de la evolución. Es decir, la evolución es un hecho natural e inevitable. Lo que quiero decir es que nunca le he prestado demasiada atención a la evolución porque he estado ocupado dibujando y pintando. Pero ahora, con la perspectiva del tiempo, puedo decir que toda mi obra se ha ido enriqueciendo y que en definitiva se ha hecho mejor, porque el resultado está cada vez más cerca de lo que pienso. Sé mejor cómo contar las cosas y cómo pintarlas, ilustrarlas e iluminarlas. Mis temáticas se han complejizado, al igual que el color, la dicción, el trazo y la pincelada. Digamos que cada día soy más preciso y tengo mis herramientas (mi cerebro, mis manos, mis ojos) mejor entrenadas.

4 – ¿Tienes predilección por alguna técnica, soporte o medios concretos?

En pintura me decanto por el óleo sobre tabla, o sobre tabla entelada. Para dibujar lo que mas disfruto y uso es un pincel y un bote de tinta india negra. Para la plumilla es mejor una tinta menos espesa. Para colorear, tintas de colores y acuarela. Esto es con lo que estoy más cómodo; pero a lo largo de mi vida he tenido trabajos tan dispares que cada uno de ellos ha requerido una técnica, un soporte y una forma de hacer distintos.

5 – ¿Cómo te las apañas para ser tan prolífico? ¿Usas algún método ultraeficaz para gestionar y conjugar (sin volverse loco) tiempos de trabajo y momentos de “mala vida”?

No se cómo me las apaño. Pero te contaré una anécdota. Hubo un día en que estuve trabajando en una productora desde las diez de la mañana a las doce y media de la noche: dibujando y diseñando sin parar. Acabé esa jornada realmente hecho polvo. Bien, cuando llegué a mi casa una hora después, me puse a garabatear en un rincón de un papel y, sin darme cuenta, estuve otras 3 horas dibujando y gasté un boli bic. Me relajé de tanto dibujar dibujando.

A la segunda cuestión te diré que no he encontrado métodos para compaginar los momentos de trabajo con la “mala vida” que no supongan esfuerzo y cierta disciplina. Supongo que solo hay uno: llevar una «buena vida». Cosa complicada si eliges la bohemia como camino vital. La clave está en la «mala buena vida».

6 – ¿Que cosas y proyectos te preocupan o te tienen abducido en la actualidad?

Mi objetivo a corto plazo es publicar Los archivos artrodésicos. Es una mezcla de diario ilustrado, libro de viajes y metacómic. Son dos tomos de unas 250 páginas cada uno, y espero que el primer tomo esté en vuestras manos en pocos meses. Otro de los proyectos es exponer la ingente cantidad de obra tras 15 años en Barcelona. Seleccionar la obra y diseñar las exposiciones es otra de las cosas que más me ocupan las neuronas. Aparte de estas dos cosas de carácter más personal e individual, los proyectos junto al Colectivo gráfico Kokoro son otras de las cosas que más tengo en mente. Todos los proyectos son propuestas interesantes tanto para el ilustrador como para el espectador. Y siempre intentando salir de la zona de confort y ofrecer, en la medida de lo posible, arte de riesgo, con soportes no convencionales, pero no por ello menos válidos. Uno, a corto-medio plazo, es una revista que recupere el espíritu de las extintas revistas de cómics de los ochenta.

7 – ¿Donde prefieres encontrarte una obra tuya; en la pared de un museo (cuadro / academia) o en la estantería de un adolescente (cómic/underground)?

En ambos estoy cómodo. Me gusta que mi obra la disfrute el máximo de gente, indistintamente de su condición económica, cultura, raza o etc… También me gustaría ver mis cómics en un museo, porque conozco al menos a dos adolescentes que tienen cuadros míos en sus habitaciones. Lo importante de un Museo es que no se convierta en la fría y elitista nevera en que a veces lo quieren convertir. Pero eso ya es otro tema y otro negocio.

8 – Por orden de importancia en tu vida y en tu obra nómbrame tres discos, tres libros, tres cómics y tres películas.

Es la típica pregunta que a veces cuesta años responder. No sé si por orden de importancia, pero son estos:

Discos:

Siroco de Paco de Lucia. Tubular bells de Mike Oldfield.  Hot rats de Frank Zappa.

Libros:

Saga Dune de Frank Herbert. Saga Fundaciones de Isaac Asimov. Endymión de Dan Simmons

Cómics:

Spirit de WillEisner. Mundo Mutante de Richard Corben. El Garaje hermético de Jerry Cornelius, de Moebius.

Películas:

Los olvidados de Luis Buñuel. 2001 una odisea del espacio de Stanley Kubrick. F de fraude de Orson Welles.

9 – ¿Encuentras esperanza y motivación suficiente en esta Ciudad Real, tan cambiada, al haber regresado tras quince años  de tu marcha?

Sin lugar a dudas. Además nunca he estado completamente desvinculado con la ciudad que me vio nacer, con lo que he podido seguir esta transformación y es evidente que quince años han dado para muchos cambios a nivel cultural y de infraestructuras para las Artes, pero no es sino el principio de hasta dónde puede llegar esta ciudad.

10 – ¿Qué le dirías o aconsejarías a esos chavales jóvenes que empiezan o quieren empezar y dedicarse profesionalmente a este mundo?

Que amen profundamente lo que hacen. Que lo defiendan. Que nunca tiren la toalla. Que no dejen de luchar. Que dibujen todos los días. Que nunca se quiebren. Que intenten ser flexibles como el junco ante el huracán, porque este mundo puede ser incluso cruel. También muy placentero y con muchas recompensas; pero es un camino de trabajo duro y dedicación. Dicho esto, lo más importante es vivir con plenitud y sin traicionarse a sí mismo. Somos como somos, y hay que aceptar nuestra luz, pero también nuestra oscuridad. Nuestra obra y nuestro entorno nos lo agradecerán.

emblema-colectivo-kokoroIrene Hervás/Marino Muñoz
Planura de tinta –  Colectivo Kokoro
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