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domingo, 20 de septiembre de 2015

El incorrecto lenguaje de los comentaristas deportivos

Álex Grijelmo, "Comentaristas en fuera de juego", El País, 13-IX-2015:

Volvió el fútbol, y con él ese lenguaje tópico, a veces incorrecto. A veces faltón. A veces vulgar.

La Liga ha regresado, y con ella el estadio “absolutamente abarrotado”, como si existiera la opción de que estuviera a veces “abarrotado a medias”. Vuelve el Madrid a medirse al Barça, pese a que nadie ha prohibido que se mida con él, que es lo correcto. Cada partido “arranca” y sólo “arranca”, pues están castigados “empieza”, “comienza” o “se inicia”.

Los porteros no se situarán entre los palos sino “bajo palos” (y sin artículo), quizá porque “bajo palos” suena solemne como aquello de “bajo palio”. Se incursionará un delantero en “ese área” o “en el otro área”, y no en “esa área” o “la otra área”. Algún equipo marcará “en el tiempo de descuento” y no en el tiempo añadido, sin que el comentarista parezca percatarse de que un jugador puede marcar en los minutos que se suman pero no en los que se restan.

Además, el equipo que va el primero aumentará un día su ventaja y oiremos que es “más líder”; por tanto, que es “más el primero”, del mismo modo que el portero menos batido sería “más el portero”.

Y escucharemos de nuevo esas confusas concordancias verbales: “Si el Atlético ganase, se pondrá líder” (en vez de “se pondría”); o “si el Atlético gana, se pondría líder” (en vez de “se pondrá”). O sea, que no se oyen mucho las combinaciones certeras: “si ganase se pondría”, “si gana se pondrá”.

Cuando el resultado continúa inalterado en el marcador (que no “inalterable”, salvo que el partido haya terminado), dirá el narrador que “sigue valiendo el gol de Fulano”, como si se pudieran anular los goles unos minutos después de concedidos y por tanto fuese noticia que siguieran valiendo.

Curiosa costumbre del periodismo deportivo español con ese uso insistente del término “colegiado”
Un jugador cambia el balón desde la banda izquierda a la derecha, o viceversa, y alguien proclamará entonces que “ha invertido el juego”, lo que significaría atacar de repente contra la propia portería. Y nos contarán que un futbolista que se retira lesionado “cojea visiblemente”, lo cual induce a pensar que se puede cojear sin que se note.

Los árbitros serán siempre “colegiados”, aunque se trate de una competición internacional y procedan de países donde no estén organizados en un colegio. (Curiosa costumbre del periodismo deportivo español con ese uso insistente del término “colegiado”, a menudo como primera referencia. Los médicos también son colegiados, pero nadie dice “fui al colegiado y me prescribió una gastroscopia”).

En fin, volvió el fútbol; y con él, ese lenguaje tópico, a veces incorrecto, reiterativo, a veces absurdo. A veces faltón. A veces vulgar (“el Madrid ha palmao con el Rayo”, “se la ha comido el portero”). Pero también lógico, porque el fútbol es una suerte de probeta donde se reproduce la realidad entera. Y todo lo que ocurre en el fútbol sucede también en la vida. Incluido el descuido del idioma.

viernes, 24 de agosto de 2012

Hondos misterios: ¿quién ganó realmente los Tours 2001-2007?


Tomado de por ahí:

La decisión del ciclista Lance Armstrong de no defenderse ante la Agencia Antidopaje de EEUU, que le investigaba por el consumo de sustancias prohibidas y que ahora previsiblemente le quitará los siete Tour que ganó, abre un debate acerca de quiénes deberían ser declarados ganadores de esas competiciones.

Normalmente, cuando el ganador del Tour es suspendido por dopaje, el segundo clasificado es proclamado campeón. Así ocurrió cuando Andy Shleck fue declarado vencedor del la edición de 2010 tras la sanción a Contador o cuando el español Óscar Pereiro ganó el de 2006 tras el positivo por testosterona del primer clasificado, el estadounidense Floyd Landis.

En esta ocasión, casi todos los segundos clasificados de los Tours que ganó Armstrong (y en ocasiones el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto y hasta el séptimo) están salpicados también por escándalos de dopaje. Será la organización del Tour la que tendrá que decidir quién se queda en cada caso con el maillot amarillo.

Tour de 1999: El segundo clasificado fue el suizo Alex Zülle, implicado en el llamado Caso Festina y que fue detenido después de que se descubriese que su equipo tenía un sistema organizado y continuo de dopaje. Él mismo reconoció haberse dopado. El siguiente clasificado aquel año fue el español Fernando Escartín.

Tour de 2000: La edición de este año es el caso más significativo. Los siguientes clasificados fueron el alemán Jan Ullrich y el español Joseba Beloki, ambos implicados en la Operación Puerto contra el dopaje -Ullrich, de hecho, fue suspendido, algo que no ocurrió con Beloki-; el cuarto, Moreau, formaba parte del Caso Festina; el quinto, Roberto Heras, estuvo suspendido dos años por dopaje y desposeído de su victoria en la Vuelta de 2005; el sexto, Virenque, también estuvo implicado en el Caso Festina; el séptimo, Santiago Botero, figuraba en la lista de la Operación Puerto. Fernando Escartín, que terminó octavo, es el primer ciclista 'limpio'.

Tour 2001: Volvió a repetirse el podio con Ullrich y Beloki. El cuarto fue el kazajo Kivilev.

Tour 2002: Beloki fue segundo y Rumsas, que ha sido condenado por dopaje, tercero. El cuarto fue Santiago Botero y quinto, el español Igor González de Galdeano, también implicado en la Operación Puerto. El primer 'limpio' sería el sexto, el portugués José Azevedo.

Tour 2003: Ullrich volvió a ser segundo; tercero terminó Vinokourov, que posteriormente estuvo dos años suspendido por dopaje; el cuarto, Tyler Hamilton, estuvo implicado en la Operación Puerto. El quinto clasificado ese año fue el español Haimar Zubeldia.

Tour 2004: El segundo clasificado fue el alemán Andreas Klöden, que pasó por equipos salpicados por escándalos de dopaje (T-Mobile o Astana), pero nunca dio positivo a pesar de haber sido acusado.

Tour 2005: El segundo cajón del podio lo ocupó el italiano Ivan Basso, que fue suspendido por dos años por la Operación Puerto; el tercero fue Paco Mancebo, implicado en la misma operación; cuarto fue Vinokourov; quinto terminó Levi Leipheimer, que dio positivo en 1996. El sexto, Rasmussen, fue expulsado del Tour de 2007 por su propio equipo cuando iba primero tras mentir sobre sus lugares de entrenamiento y saltarse controles de dopaje. El séptimo fue Cadel Evans, que ganó la ronda de 2011.

jueves, 21 de abril de 2011

De copas con el Madrid

De Madrid al cielo / porque es notorio / que va al cielo quien sale / del Purgatorio. El Madrid gana una copa y luego la chafarra, qué torpes.  Ni siquiera una inglesa que ansía ver a la niñata Catalina vestida de blanco, esa que enseñaba el culo por la ventana de la resi de señoritas, podría soportar la curva de glucemia merengue; y precaución, que el amante de Cibeles, Atis, no Atletis, acabó sin cojones, que no descojonado, y capón del copón; le pueden robar las pelotas cuando se vuelvan a ver. Que tengan cuidado, los sincuitados. ¿Qué va a decir la Virgen de la Almudena cuando ese Cristiano Galahad, en nombre de los otros blancos e inmaculados caballeros, le traiga el Santo Grial menos chulo que un ocho tumbado? Gilipuertas.

domingo, 8 de agosto de 2010

Deporte alienante


RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO, "¡Y qué afán de ganar y ganar!", El País, 07/08/2010

La cultura en general y especializadamente la cultura de estadio ha sido siempre, de manera congénita, un instrumento de des-subjetivación política y de control social. Así ha sido en Roma desde el Panem et circenses; y sobre Grecia tenemos el testimonio, indirecto y tardío, de Luciano de Samosata -nació ya en la era cristiana, bajo el dominio del Imperio Romano-, que, en su diálogo Anacarsis o de la gimnasia, se remonta a los tiempos de Solón, al que nos pinta como hospitalario receptor y gentil acompañante de un escita, seguramente rico, Anacarsis, que baja hasta Atenas con el deseo de conocer la cultura y las instituciones de la Hélade. Hay que decir que por "gimnasia" no entiende Luciano solamente la habitual -no sé si cotidiana- de los particulares, sino también la de un estadio -con multitud de espectadores, ya se entiende-; pero en lo que dice de esto último puede haber influido, o por lo menos así lo parece, su conocimiento de los grandes estadios o los circos de la Roma imperial, pues, por añadidura, el texto menciona ya, con veinte siglos de anticipación, la mayoría de los tópicos y gratuidades racionalizadoras y moralizadoras que se reúnen en las actuales apologías del deporte, con la pintoresca coincidencia de que Solón -o más bien el Solón de Luciano de Samosata- las esgrima con la misma inclinación defensiva y encarecedora. Pero Anacarsis no se convence en absoluto por las razones de Solón, y sigue pareciéndole una total indignidad que amigos que no tienen ningún disgusto se peleen rebozados en grasa, en arena, en barro, haciéndose a veces mucho daño y luego sigan tan amigos. A mí esto me ha recordado siempre al Marqués de Bradomín, en la Sonata de estío, de Valle-Inclán, en el pasaje en que dice: "La raza sajona es la más despreciable de la tierra. Yo al ver los puñetazos pueriles y grotescos en la cubierta de la goleta, descubrí una nueva versión de la vergüenza: la vergüenza zoológica".

Que el deporte, actividad sin contenido alguno y sin más objetivo que el de la redundancia de la victoria como fin en sí mismo, haya podido transformarse en contenido principal, por no decir único, de esa mala pasión que es todo patriotismo arroja la más vidriosa sospecha sobre el patriotismo en general, incluido el solo aparentemente no lúdico; ambos, con singular indiferencia respecto de lo cruento o incruento, pertenecen al mismo pragma y tienen el mismo origen. El acreditado grupo de filólogos y antropólogos franceses sobre la cultura griega, formado en torno al gran maestro Gernet, remite dicho origen a los juegos funerarios; por ejemplo, los de las exequias de Patroclo, en la Ilíada, canto XXIII. Parece ser que a toda la subsiguiente y diversificada derivación funcional e institucional puede asignársele por clave la palabra "agón", que yo describiría como relación de competición y de controversia. Yo no he leído nada de Gernet, pero dispongo de la obra de otro miembro del grupo, Marcel Detienne, Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, que tiene precisamente a Gernet como el autor incomparablemente más citado, con hasta 45 referencias, de las cuales transcribo aquí la que me parece más idónea y autosuficiente: "En el estudio Droit et sociéte L. Gernet escribe: 'El derecho que empieza a aparecer en escena no lo hace como una técnica especial y profesional: emana, ya como tal, de la vida de los juegos; hay continuidad entre la costumbre agonística y la costumbre judicial". Lo cual apunta al hecho de que el agón se traslada de la competición deportiva a la controversia judicial, pero al fin se conserva en cuanto oposición entre dos partes: en el estadio hay una lucha de cuerpos, en el juzgado hay una de palabras. El extraordinario hallazgo de Gernet sobre el primitivo origen del derecho conforme al esquema de "partes" del agón tiene toda la importancia histórica de un modelo de derecho procesal que pervive todavía hoy: la fórmula dual de controversia entre "acusación" y "defensa" queda perpetuada en el nombre mismo fijado en el derecho: "juicio contradictorio".

No podría haber sido más que la siempre perspicaz e hiperactiva presidenta de la Comunidad de Madrid la que agarrase al vuelo la posibilidad de explotar publicitariamente la ya de por sí desaforadamente delirante explosión de victoria entre los españoles, decidiendo hacer con ella márquetin de Estado, mediante la exposición de la Copa de Oro en la Puerta del Sol, para que todos los madrileños pudiesen adorarla como si fuese el Santísimo Sacramento. Naturalmente, no podía ser más que la auténtica de oro y no una de yeso bañada en purpurina, porque esta sería tan fraudulenta a efectos de irradiar Gracia Santificante como una hostia de cartulina blanca recortada en forma de círculo, y nuestra siempre fidedigna lideresa podría tal vez dar gato por liebre en cualesquiera baratas laicidades o profanas batallitas de una vida política en estado de creciente pequeñez, pero nunca en un rito que ella misma, desde su incontestable Fe en España, desde su congénita y profunda españolez, ha querido instituir con carismática categoría sacramental. Por último, para representar al equipo triunfador, no se ha puesto una camiseta de color rojo, que es, por así decirlo, el color titular de la selección, sino que ha preferido endosar una camiseta verde y con el número 1, lo cual está, en sentido objetivo, enteramente puesto en razón, dado que eran el color y el número de Casillas, que no solo ha sido capitán del equipo, sino también uno de los grandes "héroes" de la Selección. Pero en esto tampoco puede excluirse la motivación de una arrière pensée de nuestra siempre rápida y avispada presidenta, sugerida por el azar de que Casillas sea nativo de la provincia de Madrid, en el sentido de aprovechar el dato para dejar un poco de lado a los catalanes, demasiado numerosos en la Selección y con sus propios "héroes", y sobre todo el otro capitán, aunque en África fuera de servicio, Puyol, con su gol de cabeza viniendo desde atrás, como el tebano Pelópidas en Leuctra contra los espartanos. La publicidad que buscaba nuestra siempre omnipresente hiperpresidenta quería ser central, no, en modo alguno, periférica, y solo la que, por feliz coincidencia, se le ofrecía con el castellano Casillas podía ser, para ella, verdadera publicidad de la ya descaradamente designada como "Marca España".

La explotación publicitaria que por obra del Estado y no menos por los medios de comunicación ha tenido esta famosa Victoria de España, rematada por el obsceno culto de la Puerta del Sol, en que los adoradores de la Copa de Oro recordaban a los de la procesión del Corpus de Toledo, que más que a adorar al Santísimo -cosa que puede hacerse en cualquier parte- parecen haber ido a adorar esa secular montaña labrada en oro y pedrería que es la custodia de Arfe, no puede dejar de provocar un repeluco hacia el deporte en general como el que le hizo decir a Leon Bloi: "Creo firmemente que el deporte es el medio más seguro para producir una generación de cretinos dañinos". A veces, en efecto, tan dañinos como los nazis, acerca de los cuales José Ignacio Barbero en su excelente introducción a su propia selección de distintos autores, que titula Materiales de sociología del deporte, nos da esta información: "Hitler convirtió los Juegos Olímpicos en un asunto de vital importancia para el Estado, en una oportunidad histórica para mostrar al mundo los logros del nacional-socialismo y del Tercer Reich"; y en nota a pie de página da una cita de un manual de Kurt Münch: "Todo atleta y deportista del Tercer Reich debe servir al Estado... El deporte alemán es, en el sentido total del término, político". Todos conocen las acciones y propósitos políticos, inmensamente criminales, que a continuación se perpetraron por mano de los propios seguidores de esa doctrinaria concepción de los deportes.

En fin, el patriotismo es una mala pasión, que, con la ya más arriba mencionada indiferencia ante lo cruento o lo incruento (que me parece que al menos en el fútbol hace sólo 30 años no era así) se sustenta y perpetúa en el hecho de que la Victoria, deportiva o guerrera, sea el único o máximo instrumento de autoafirmación colectiva. La mera idea de "lo colectivo" muchos la ennoblecen, porque no es personal; lo personal suele ser arbitrariamente tachado de individualismo y egoísmo; lo colectivo, en cambio, pertenece al Nosotros. Convendría, por tanto, señalar que el Nosotros no sólo en la gramática es tan persona como el Yo, sino también, por añadidura, como se ha visto en la unanimidad del Totalitarismo, muchísimo peor persona.

martes, 27 de julio de 2010

Iniesta, un ejemplo

Enrique Yunta, "Gran reserva manchega", en ABC de hoy:

El héroe de España es manchego y vive plácidamente en Cataluña sin que nadie le reproche su deje. Como otros tantos, aterrizó en Barcelona siendo un crío, presumiendo orgulloso de sus orígenes sin que ello le haya supuesto algún problema. A estas alturas ya todo el mundo sabe que hay un lugar de la Mancha cuyo nombre siempre será recordado, un pueblo llamado Fuentealbilla en el que nació una estrella eterna.

En una de sus frases redondas, Pep Guardiola definió a la perfección a Iniesta: "Es un ejemplo para las generaciones del fútbol base. No lleva pendientes, no se pinta el pelo. Tenga más o menos minutos, nunca se queja y siempre juega bien", concluyó. "Hasta el momento, no me ha llamado la atención llevar nada de eso", se defiende. Faltan Iniestas en España ya no sólo por su talento, que también, sino por su humildad, valores que le inculcaron en una casa sin estridencias alejada del lujo, hijo de padre albañil y madre para todo. Aprendió lo que cuesta ganarse la vida y cargó un coche de maletas después de despuntar en el clásico torneo de niños de verano, de Brunete a La Masía, de Albacete al paraíso.

Iniesta es un tipo corriente, tan natural en su discurso que no parece futbolista, alejado siempre de los focos, incómodo con un micrófono de por medio aunque parece que cada vez se suelta un poco más. "No me privo de ir a un sitio si me apetece, aunque me pare la gente", confiesa, consciente de que los aficionados son fundamentales en su éxito. Vive en Sant Feliu, tiene cinco perros (otro en Fuentealbilla) y está al corriente de lo que sucede lejos de los campos de fútbol ya que sigue la actualidad con detalle. Además, domina perfectamente las nuevas tecnologías, colecciona películas y series y lee con frecuencia en las concentraciones, práctica en desuso en su gremio. Es Andrés Iniesta, un español más, un joven con principios que presume de vestir "ropa normal, tipo Zara", y que no casa bien con las bebidas alcohólicas.

Sin embargo, y pese a este último detalle, siente un arraigo tan íntimo hacia su pueblo que se ha animado a crear una iniciativa empresarial para que Fuentealbilla esté en todo el mundo si es que no lo está ya. Las Bodegas Iniesta asoman en el mercado del vino y en otoño se esperan los primeros frutos. La bodega ha generado una decena de puestos de trabajos fijos (está al frente su padre) y otros eventuales, otro gesto para enamorar a un vecindario que no puede tener mejor representación.

martes, 16 de febrero de 2010

Lo que es el deporte

Kaká: "Sólo el talento no gana la Champions"

Por supuesto, la gana el dinero, millones, invertido. Hace tiempo que el fútbol dejó de ser un deporte para ser sólo un negocio, o ni siquiera eso: es un mero pretexto para hablar... o para no hablar de lo que más nos preocupa. ¿Qué es? Ah, ya caigo: el dinero. El Madrid, lleno de jugadores preciosos, que no valiosos, perderá, claro está.

domingo, 10 de febrero de 2008

Gasol

Gasol ha fichado por los Lacustres de Los Ángeles y vive Dios que ya ha empezado a hacer de las suyas, pardiez. Este chico, cuyos 2'13 parecen sacados de un lecho de Procusto o de un cuadro de El Greco, se desmelena ante los aros y encima tiene buen tiro exterior. Habrá que verlo.

miércoles, 2 de enero de 2008

El deporte bien entendido

El deporte, pseudorreligión (tiene sus propias catedrales deportivas) u opiáceo que a tantos aliena, consiste en su forma más degradada en el espectáculo sadomasoquista de una humillación; de ahí sus contenidos nacionalistas y fascistoides. Si se trata de batir marcas, o lo que llaman con anglicismo records, ¿qué pasará cuando no sea posible pasar de lo físico? ¿Mejorar genéticamente los cuerpos? ¿Inventar nuevas drogas? Hay por ahí un libro, el Guiness, que consigna marcas estrafalarias, como la mayor cantidad de bofetadas que ha sufrido una persona sin interrupción o la cantidad de espaguetti que puede uno comer y otras sandeces semejantes, tanto da de sí la necedad; sólo se baten en ese libro records de estupidez. ¡Si al menos esas panduergas ayudaran a una ONG!

El verdadero deportista compite contra sí mismo o contra la miseria moral y social; no hay nadie más heroico que el deportista que se adorna no sólo de coraje físico, sino de algo menos visible de lo que es residuo, el coraje moral; pero eso no vende, no es moderno; véase un ejemplo, el de Robert Richter. ¿Verdad que no suena? Pues fue una auténtica figura del ciclismo alemán y mundial allá por los años treinta. Y su figura no es recordada (¡buscad a ver si hay algo sobre él en Internet!) ¿Por qué? Pues porque se negó a levantar el brazo para saludar a lo nazi en su propia tierra y a llevar el maillot con la cruz gamada, pese a las temendas presiones que sufrió. Algo parecido a lo que hizo el alcalde de su pueblo, un tal Konrad Adenauer. Era entrenado por un judío al que apreciaba sinceramente; el pobre hombre tuvo que luchar contra viento y marea para sostener sus creencias y para lograr que le pudiera entrenar su amigo, siempre sin avergonzarse ni abjurar de sus principios, y señalando que los franceses, como los ingleses y los alemanes, sólo pertenecían a la raza humana; eso era tener carácter, eso era ser un auténtico deportista moral. Al final, como no podía ser menos, fue asesinado por sus compatriotas, que no podían soportar a un puro espécimen de la raza aria con ideas nada, pero que nada arias. Lo mismo cabe decir de otros prohombres como el negrata Cassius Clay o el anglosajonata Armstrong. Esa gente sabe verdaderamente lo que es sufrir y por eso posee la escala exacta que mide lo que verdaderamente importa.

El verdadero deportista es uno más en el campo, luchando en un equipo de rugby para cubrirse de barro, no de gloria, y para ser aplastado por la mole de cualquier montaña o derribado por cualquier camión con forma humana, dejándose la sangre y algunos dientes en la arcilla. Es aficionado o amateur, no profesional; es jugado, no contemplado; es, a fin de cuentas, juego; y por eso posee una dimensión cognoscitiva y moral que hace conocer al otro, al adversario, y no sólo al camarada, y notiene nada que ver con ese sucedáneo televisivo que padecemos, que no es un deporte, es un espectáculo o un negocio, pero no deporte. ¡Apuntaos al club de la lucha, aunque no exista!