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sábado, 24 de agosto de 2024

El castellano, Francisco Umbral.

 El castellano

Francisco Umbral (Madrid, 1935-2007)

 Ninguno de nosotros cumplimos siglo ni milenio ni nada. Quien realmente cumple mil años es el castellano, la lengua española, que ya los cumplió hace poco, con celebraciones en San Millán de la Cogolla, pero luego se han descubierto cosas posteriores, o sea anteriores, y la memoria lírica nos dice que en el año 1001, batalla de Calatañazor, "donde Almanzor perdió el tambor", ya se escucharon ayes castellanos, de modo que estamos en la fija.

Este bloque de tiempo, este paralelepípedo de palabras, esta formidable y espantosa máquina del español sí que levanta su monolito esta noche en la noche de los tiempos. Otros países van a celebrar el puro capricho, la nada, un invento, su propia alegría, pero nosotros debiéramos saber que aquí el único que cumple algo es el idioma, que ha pegado el estirón y ya se habla en medio mundo. Dentro o fuera de las instituciones, el español crece como un árbol de tiempo, se reparte como un río, como una bienhechora riada, y en Estados Unidos ya no es un idioma subalterno, sino un idioma de referencia. Mil años escribiendo castellano, y todavía nos dicen que lo hacemos bien. ¿Pues cómo lo íbamos a hacer al cabo de mil años? Académicos del tiempo, todos, el milenio nos condecora.

Una lengua de mil años es más que una pirámide de Egipto, no por la antigüedad, claro, sino por la traza que ha ido teniendo y por cómo resisten nuestros superlativos y nuestros infinitivos sin que los desgaste el tiempo ni Napoleón.

Nosotros no tenemos los jardines colgantes de Babilonia ni las columnas barrocas de Bizancio, ni los siglos de la Iglesia, levantada por Cristo entre pescadores que eran todos pequeños propietarios, pero tenemos un cimiento de monasterios, una rosa latina en cada adjetivo, una batalla de oro en cada verbo, y no me parece mal que Cataluña exija catalán a los jardineros, pues que el catalán es una variante de lo nuestro, o a la inversa, con pecados de promiscuidad que nosotros también tenemos. Los idiomas fornican entre sí, se hacen en los puertos, como los niños espurios, y luego navegan la vida con vela latina o vikinga, pero unos y otros saben que lo que importa es navegar: vivir no importa.

En cada adjetivo hay un poeta, en cada latinajo hay un santo. Pero hemos llegado realmente al siglo de Bill Gates, que es quien nace y cumple, y el muy horterilla promete suprimir todo el papel del mundo. En esta vida hay que saber elegir entre el árbol y el libro, esos dos milagros de la madera. Sólo que entre libro y libro se pueden seguir plantando árboles. El libro, como el árbol, es ejemplar único, pero la sociedad del milenio no lee libros y prefiere los árboles de navidad, tan horteras, tan cursis.

El milenio del castellano, sin que nadie lo sepa, le da sentido a una fiesta que ni siquiera es pagana, y lo único que se agasaja aquí, sin saberlo, es la literatura, de Berceo al Derecho, de las premáticas de Quevedo a los párrafos de José María Stampa en un juicio. El castellano hizo Castilla, como decía Unamuno que primero nacen las herramientas y luego su uso. No somos sino el uso que de nosotros hace una lengua vieja, bizarra y bien donada.

Publicado originalmente en el diario El Mundo. España, 31 de diciembre del 2000

domingo, 9 de junio de 2024

Glosario de técnica literaria

Tal vez el mejor glosario de técnica literaria es el de Rosalía Navarro:

Rosalía Navarro


viernes, 19 de abril de 2024

Reseña de las cartas del Petrarca

Reseña de Ignacio Peyró, "Petrarca en el eje de los mundos", Babelia, 11 de noviembre de 2023:

La traducción del Epistolario completo del poeta es una proeza filológica que revela su magnitud como fundador del Humanismo e “intelectual de los tiempos modernos”

“Su gloria había sobrevivido las edades oscuras”, escribe Georgina Masson, e incluso en el siglo XII, cuando el Capitolio no era sino “un lugar pobre, de pastoría para las cabras”, “todavía el alma de las gentes lo asociaba a ideales de libertad cívica”. En las llanuras centrales del Medievo, las Mirabilia urbis Romae —primerísima guía para peregrinos— aún se exaltaban, en efecto, al describir la colina que ejerció en tiempos antiguos como “cabeza del mundo, donde cónsules y senadores gobernaban la tierra”. Montaigne no nos sorprende al afirmar que estaba más familiarizado con los palacios capitolinos que con los de sus propios reyes. Y en octubre de 1764, un viajero inglés, sentado entre sus ruinas, “mientras los frailes descalzos cantaban vísperas en el templo de Júpiter”, sintió el arrebato de la inspiración: su nombre era Edward Gibbon y en ese mismo momento resolvió dedicarse a escribir la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano. No es de extrañar, en fin, que —de acuerdo con las evocaciones del nombre—, las revoluciones nacidas del viejo ideal republicano bautizaran como Capitolio los lugares más reverentes de su institucionalidad. A modo de gozne intelectual entre la Antigua Roma, el humanismo de un Montaigne y las luces ilustradas de Gibbon, el día de Pascua de 1341, Francesco Petrarca (Arezzo, 1304-Arquà, 1374), bajo el manto real de Roberto de Anjou, asciende al Capitolio para recibir la corona de poeta laureado.

Tales solemnidades parecen cohonestarse de modo difícil con el hombre que se definió como “amante del silencio y la soledad, enemigo del foro, desdeñoso del dinero”, y que no ignoraba que la fama “es viento, es humo, es sombra, es nada”. Haríamos mal, con todo, en atenuar en mera vanidad la preocupación por un concepto, la gloria, que, con intermitencias, lleva siéndonos incómodo desde tiempos barrocos, pero que para Petrarca tendrá una dimensión que abraza la teología, la literatura y la propia posteridad mundana. Primer renacentista, como nos recuerda Antonio Prieto, frente a la síntesis medieval de Dante, Petrarca encarna una conciencia aguda de su arte y de la responsabilidad y proyección de su labor. Pero la coronación rebosa con mucho su figura para servir a un designio intelectual más ambicioso. Celebrar una ceremonia “interrumpida”, según escribe el propio Petrarca, “a lo largo de numerosos siglos” implicaba poner en acto la voluntad visionaria, tantas veces explicitada en su obra, de volver “al puro resplandor del siglo antiguo”. Él mismo conocía como nadie la centralidad espiritual y política del lugar: había rechazado recibir el laurel, de manos del propio Roberto, en Nápoles. La coronación se alzaba así como un manifiesto visible en pro de la restauración de la cultura antigua frente a las insufiencias intelectuales y políticas —del papado en Aviñón al desgaste del paradigma escolástico— de su presente. Y rodearse de las manifestaciones del poder era no solo un modo de dignificar tal programa y hacerlo apetecible a los grandes de la tierra, encargados en última instancia de prestigiarlo: también era una ostensión de la legitimación moral y del optimismo de futuro que encarnaba su causa. Es decir, el ideal que Francisco Rico ha llamado hermosamente “el sueño del humanismo”, ese mercado común de simbolos e ideas, según definición de Gombrich, que conciliaba ley natural, lección clásica y revelación divina y que podía redirigirse, con provecho moral y gozo intelectual, “ad vitam”, hacia la vida. Un saber que, en efecto, era capaz —según Cicerón, manantial primero de Petrarca—, puertas adentro, de “embellecer los momentos felices y ofrecer refugio y consuelo en los momentos difíciles”, pero que también tenía una dimensión ulterior: “poner guía, orden y gobierno (…) en nuestra sociedad”, como escribe Guarino de Verona. Al final de sus días, en una carta a su íntimo Bocaccio, Petrarca se adjudicará con justicia el mérito de haber desempolvado “estudios olvidados durante muchos siglos”.

Cercano a los cuarenta años, sus trabajos eruditos sobre, entre otros, Tito Livio, ya le hubiesen convertido en padre del Humanismo: de hecho, al coronarse como poeta, Petrarca no olvida añadir la coletilla “e historiador”. La propia coronación puede leerse a modo de cifra de su papel como “intelectual de los tiempos modernos”, según lo define Ugo Dotti: las liturgias de ese día nos dan in nuce a un Petrarca que se hace una voz necesaria en los conflictos —y entre los poderosos— de su tiempo, con el suficiente cuajo como maître à penser como para merecer tal tributo público. Aun antes de escribir la mayor parte de su obra, en efecto, Petrarca ya postula un propósito de regeneración cultural que, escenificado en el Capitolio, iba a manifestarse en su propia obra en dos direcciones complementarias y llamadas a una gran influencia. Por una parte, el arte del poeta del Canzionere, que carga de intimidad y artificio conceptual la herencia de la lírica provenzal, y cuya retórica surtirá de un fondo de armario poético —el petrarquismo— a escritores de toda Europa durante siglos, en todo lo que va de Ronsard a Lope o la melancolía isabelina, y que incluso, en lo que tiene de dietario sentimental, va a pervivir como modelo en Umberto Saba o nuestro Unamuno. Por otra parte, las cartas, surgidas como proyecto tras inspirarse en el hallazgo de unas epístolas de Cicerón hacia 1345, y que constituirán “una suerte de autobiografía intelectual”, con rasgos efectivamente diarísticos en las Familiares, mayor énfasis memorialístico en las Cartas de Senectud —escritas a partir de 1361— y afán polémico, como clamor de justicia ante los poderes de la tierra, en las Cartas sin nombre. En su Epistolario, Petrarca aporta la nueva sensibilidad de un presente que se ilumina en el diálogo con el pasado.

Bien prologadas en cada uno de sus libros —lo cual no solo enriquece sino que orienta la lectura—, Petrarca escribe las cartas sobre la plantilla moral de Séneca y el propio Cicerón, en adición a sus propias querencias agustinianas. Es muestra de afán autoral que no haya “operación quirúrgica”, a decir del editor, “que no haya empleado” en sus textos: muchas cartas —por ejemplo, hasta el libro VI de las Familiares— son recreaciones posteriores a la datación, artificio que, por lo demás, solo habla de la firmeza de una voluntad literaria que busca ofrecer al propio Petrarca en calidad de “exemplum”, con la proyección de una intimidad intelectual como “un monumento de miles de páginas erigido a sí mismo”. Hay que añadir, no obstante, que el epistolario petrarquiano dista de ser un tratado de egocentrismos: está la enciclopedia de su época y la polémica de su tiempo, entregadas ambas en textos ágiles, que “salen al encuentro de la vida diaria”, y que lo mismo “polemizan con los aristotélicos que discurren sobre las más modestas realidades cotidianas”. Algunos pasajes han ganado una fama fundamental: la Carta nueve del segundo libro de las Familiares es una tan extraordinaria como ambigua confesión con claves interpretativas del Cancionero, en tanto que la subida al monte Ventoso o Ventoux (primera carta del libro cuarto) es por sí misma un hito en la historia de la cultura occidental. Subiera o no subiera al monte, es congruente que la excursión viniera impulsada por un noble precedente: leer sobre el ascenso de Filipo V al monte Hemo en Tesalia. Las Cartas sin nombre tendrán un punto más especiado en sus tensas invectivas contra la curia de Aviñón, los lamentos por una Roma “viuda” sin papado y los denuestos contra un gremio teológico que ha fosilizado cuanto de bueno y vivo pudiera haber en la escolástica.

Tanto en el Epistolario como en los poemas queda constancia de su magna empresa intelectual de conciliación de la herencia clásica y la evangélica

Por tradición lectora y filológica, el Petrarca en verso ha sido mucho más cercano al mundo hispánico que el Petrarca en prosa. De hecho, las cuatro mil páginas de este epistolario son más que un matiz contundente a esa imagen arraigada de Petrarca “dedicado (…) a cantar sobre Laura y suspirar de amor”. Como fuere, tanto en el Cancionero como en su Epistolario, Petrarca revela —corregirá ambos hasta el mismo final de su vida— una exigencia de autor que a su vez nos habla de un mundo interior en necesidad de expresión literaria y de un escritor sabedor de que la gloria no le espera en el lugar de la ardua filología. Asimismo, tanto en el Epistolario como en los poemas queda constancia de su magna empresa intelectual de conciliación de la herencia clásica y la evangélica. A este respecto, no es ocioso recordar, como hace el hispanista Matteo Lefèvre, cómo, frente al amor pagano de un Garcilaso, “las razones profundas” que animan su Cancionero, no en vano cerrado con un largo poema a la Virgen, “se centran en la palinodia del sentimiento amoroso”, en lo que también se ha llamado “un recorrido espiritual del pecado a la santificación”.

En su Epistolario esta voluntad de concierto es, más que evidente, fundacional: si los poemas —no muy cariñosamente titulados Rerum vulgarium fragmenta— están escritos en vernáculo, Petrarca escribe sus cartas en latín, en la consideración de que esta lengua era “vehículo apropiado de una cultura integral”. Así, desde “la ciudadela de la razón” ciceroniana, postula que “no hay que desdeñar ningún guía que nos muestre el camino de la salvación”: al mismo Cicerón lo asimila a un apóstol, y se pregunta en qué pueden dañar Platón o el propio Arpinate al estudio de la verdad. “El legado antiguo”, escribe Rico, es para Petrarca “la cultura humana que mejor acompaña las enseñanzas de la religión”. En nuestras miradas a Roma, en definitiva, hemos buscado, a lo largo del tiempo, en todo lo que va de Maquiavelo a Winckelmann o el cardenal Wiseman, extraer verdades políticas a través del estudio de las instituciones, entroncar con una idea de belleza a través del arte o —a través de la arqueología— probar verdades de una religión o, más modestamente, decorar nuestros interiores. Para Petrarca, pionero absoluto de esa mirada, la verdad de la lección antigua está en la dignidad y las posibilidades del lenguaje tanto para la intimidad como para la cosa pública.

Si las cartas de Petrarca siguen vivas no es solo por su vocación de tener por interlocutora a la posteridad, sino por transparentar un estilo intelectual gestado por los humanistas y que aún nos resulta seductor. Dotti dice que “no nos cuesta ver en ellas a Montaigne”. Como “nuevo sabio de los tiempos modernos”, lo vemos abominar de la babilónica Aviñón, disfrutar del campo en Vaucluse (“transalpina solitudo mea iocundissima”), reñir por la política que cree justa y extraer todo el consuelo de la complicidad intelectual de la amistad con los Colonna o los Bocaccio. Quedamos a deberle lo que sus cartas nos enseñan como filtrado de los clásicos, pero si las admiramos es —ante todo— por constituir uno de estos libros que, por así decirlo, son un hombre: un hombre “solo e pensoso”, vuelto a sí mismo, cuya vida se transforma en testimonio por el arte. En cualquier caso, conviene subrayar cómo el genio de Petrarca —ya visto en su faceta propagandística con ocasión de la coronación de 1341— trasciende intimidades y repercute en el ennoblecimiento de los studia humanitatis, que serán ya “elemento propio del vivir aristocrático” y, por tanto, ideal apetecible.

La traducción del Epistolario petrarquiano completo a cargo de Francisco Socas es una de esas gestas que se merece nuestra lengua: no son tan frecuentes —pienso en las obras completas de Ramón, Ortega o Chaves Nogales—, aunque Acantilado reincide ahora tras la edición de otra de las “tres coronas florentinas”, el Dante de la Comedia, en traducción de José María Micó. Por supuesto, el paginado infinito de estas cartas también representa otra de esas gestas lectoras en las que uno —de Proust a la Anatomía de la melancolía, del Port-Royal al duque de Saint-Simon— puede emplear la vida. No cabe duda de que disponer de este Epistolario ajustará a una realidad mayor nuestra mirada sobre Petrarca y su huella, como es propósito del proemio del finado Ugo Dotti. Pero es una belleza particular que aquello que nació como invitación al aprecio de la alta literatura pueda ahora entrar, sin dejar las facultades de Filología, en la biblioteca de cualquier lector que tal vez también espera “una edad más dichosa”.

Epistolario. Cartas familiares. Cartas de Senectud. Cartas sin nombre. Cartas dispersas. Francesco Petrarca. Traducción de Francisco Socas. Madrid: Acantilado, 2023, 4.336 páginas. 148 euros.

domingo, 14 de abril de 2024

Escribir la oralidad

Juárez Casanova y Noelia Ramírez, "Escribir como se habla: así es la nueva tendencia en la literatura española", en Babelia, 23 de abril de 2023:

Oralidad deliberada, anarquía ortográfica y bilingüismo sin complejos. Del éxito de Andrea Abreu al debut de Greta García, una nueva hornada de autores revienta el canon en sus ficciones

“En mi vida he tenío tres grandes aspiraciones: ser bailarina, matar a gente y tener un ano enorme donde metérmelo to”, piensa Pili, la protagonista de Solo quería bailar (Tránsito), el debut de Greta García (Sevilla, 1992), desde su celda en Alcalá de Guadaíra. “No hay mejor disfraz que una buena corbata, diu el meu pare, i com que jo ni pintallavis ni talons, potser se’m veu el llautó de tarada que xiscla, acarnissada, RAJOY, I HATE YOU MARICÓN”, reflexiona en la misma frase Alba, la apática heroína barcelonesa de Consum preferent (Anagrama), primera novela de Andrea Genovart (Barcelona, 1993), combinando castellano, catalán e inglés.

A Aída, la pequeña tinerfeña sobre la que orbita la narración en tercera persona de Leche condensada (Caballo de Troya) —”La única niña que no chinga a los niños con lo último de la Coca Cola que queda enjediondada”—, le gustan los Pokémon tipo agua y sabe, porque se lo dijo la pediatra, que “no se puede huir de la ansiedad, solo afrontarla”, como relata su autora, Aida González Rossi (Santa Cruz de Tenerife, 1995). “Puedo compartir todo contigo mi cuchilla mi desodorante mi dinero si lo necesitas (no hay prisa por devolverlo) pero sé con certeza que no he querido hablar de lo importante que no he querido resolver mis dudas por minúsculas que fueran te masturbarías conmigo mirándote?”, escribe Luis Díaz (Alcalá de Henares, 1994) en Los bloques naranjas (Caballo de Troya), descodificando las señales camufladas en la homosocialización masculina de barrio.

"Da la impresión de que escribimos como hablamos, pero todo es técnica”, Andrea Genovart

Los libros citados tienen muchos rasgos en común. No usan comas ni puntos ni mayúsculas, adoptan la lengua oral como modelo y toman prestadas expresiones en otras lenguas, ya sean cooficiales o extranjeras, de manera desacomplejada. Todos están firmados por debutantes que han asaltado las librerías con pocos meses de diferencia con una prosa frenética, caleidoscópica, anárquica y (estudiadamente) espontánea. Esta nueva hornada de autoras y autores sin aparente nexo común ha vomitado novelas que parecen escritas sin coger aire, con la voluntad de reventar el canon y una ortografía disidente, situada al margen de las reglas de la RAE. No se trata, en realidad, de un fenómeno estrictamente nuevo. “Respecto a las reglas, una vez aprendidas, procuro olvidarme”, escribió Montserrat Roig contra la “hipocresía lingüística” de un panorama que “encerraba a las palabras sin dejarlas volar” unos pocos años antes de que todos estos autores nacieran. Más de tres décadas después, los recién llegados ya no temen alejarse de la pureza léxica en sus textos, de manera mucho más tímida que sus predecesores.

ALBERT GARCÍA

En los últimos años, autores de otras generaciones ya han experimentado con la palabra hablada en sus libros. Por ejemplo, Fernando Aramburu con los verbos conjugados a la donostiarra en Patria o la reciente Hijos de la fábula, Carlos Zanón con las expresiones barcelonesas en ­Taxi y, de una manera distinta, Cristina Morales al deconstruir los usos orales del lenguaje políticamente correcto en Lectura fácil. Pero estos debutantes van más allá y derrocan barreras invisibles a sus ojos.

Están las que, como Greta García, afirman “no haber tenido apuro ninguno” al abrazarse al Êttandâ Pal Andalûh (EPA), la ortografía no oficial del castellano creada en 2018 por el colectivo del mismo nombre para adaptarse a los dialectos andaluces, un estilo al que se acogen otros artistas como Alberto Cortés en sus textos para el teatro. García empezó aplicando la EPA únicamente a los diálogos, pero decidió ampliar su uso a todo el texto de Solo quería bailar. Su idea consistía en “aportar más teatralidad, cadencia y un palabrerío sevillano” a esta tragicomedia de una bailarina con la sensación de ser la más mediocre y de haberse tragado “toíta la mierda como una buena garganta profunda” al verse condenada a 30 años de prisión por atentar contra una oficina de Hacienda.

La sevillana confiesa estar leyendo en estos momentos Leche condensada, el debut en novela de la también poeta Aida González Rossi. En el libro, la escritora retuerce el dialecto tinerfeño “porque el lenguaje es tan rico y manejable como un bote de plastilina”. Y defiende haberse grabado a fuego la norma de Elena Ferrante sobre el hecho de tener una estructura clara del texto para después embarullarlo. “Lo mío es darme una habitación propia para proceder a destrozarla”, cuenta al otro lado del teléfono.

CLAUDIO ÁLVAREZ

Orgullosa de que se la compare con Panza de burro —la novela de Andrea Abreu sobre la cultura canaria quinqui de los dos mil que se convirtió en un fenómeno editorial, se tradujo a múltiples idiomas y descubrió a los peninsulares qué significaba “estregarse” o tener una “amiga jarrapa”—, la de García Rossi es la primera novela de la etapa de Sabina Urraca como editora invitada del sello Caballo de Troya. En su programación para este año, Urraca también ha seleccionado el texto sin comas ni puntos de Luis Díaz y otro repleto de laísmos y leísmos que narra María José Hasta (Huesca, 1989) en Se te oscurece el pelo, que saldrá a la venta en mayo. Y que se lee, como defiende su autora, “como si escucharas una tonadilla y afinaras el oído para entender la letra”.

"Los fascistas del lenguaje están alrededor, pero también en nosotras mismas” Sabina Urraca

Para Urraca, limitarse a las reglas que dicta el canon da más asfixia que alivio. Todavía recuerda cuánto lloró al ver su primer texto impreso a sus 25 años, cuando una revista literaria publicó un cuento suyo que simulaba un chat de personas que hablaban sobre mascotas y que estaba escrito respetando la jerga del canal, con expresiones diversas y faltas de ortografía. “Me lo corrigieron todo. Me lo tradujeron al español de la RAE. A veces siento que con mi labor editorial de buscar y editar a personas que escriben libremente, que usan el lenguaje como juego y disfrute, y no como cárcel a la que adaptarse, estoy vengando esa faena horrible que me hicieron hace años”, reconoce.

La editora asegura que estamos rodeados de “fascistas del lenguaje” y que su influjo nos ha llegado a envenenar el cuerpo. “Hay que tener cuidado, porque está alrededor, pero también en nosotras mismas: está en la creencia, más arraigada de lo que pueda pensarse, de que el español de España —que yo me pregunto cuál es ese español, habiendo como hay tantas variantes del lenguaje en España, una por cada persona— es la verdad suprema, el kilómetro cero de las lenguas”, denuncia Urraca.

Sus protegidos no tienen miedo al sistema. “Somos una generación socializada por internet. Aunque nos haya podido influir en la forma de escribir, en mi caso necesitaba sacar el barullo de la ciudad como espacio: escribir con la sensación de que sale todo de golpe, como si abrieras un grifo y no pudieras cerrarlo”, apunta Luis Díaz, que reescribió Los bloques naranjas “hasta la extenuación”, pese a la aparente despreocupación que puede desprender el hecho de no haber incluido signos de puntuación.

ÁLEX DE LA TORRE

Andrea Genovart coincide con Díaz en la voluntad de trasladar la vorágine de toda gran urbe a sus páginas gracias al ritmo en la escritura. La catalana llega a dedicar 16 líneas a repetir la palabra “subnoRRRmals” sin descanso en Consum preferent, ganadora de los 12.000 euros del Premio Llibres Anagrama de Novel·la, que se traducirá en otoño al castellano. Genovart asegura que su novela, inspirada por Georges Perec por sus experimentos formales y también por su mirada como espectador de la ciudad moderna, es obsesiva con un estilo que parece caótico, pero es metódica hasta la obsesión. “La espontaneidad se trabaja. Tuve claro el estilo antes que la trama: este no podía ser un relato único, convencional y no interferido. Hoy en día, tenemos que atender a múltiples realidades (personales y externas, digitales y analógicas) que nos aturden con estímulos contradictorios con los que intentamos conciliar. Por eso da esa impresión de que está escrito tal como se habla, pero en realidad todo obedece a una técnica de escritura y reescritura continua”, asegura Genovart.

No todo el mundo es capaz de entenderlo así. Horas después de hacer estas declaraciones, Genovart fue tan acosada por su estilo inhabitual y su mezcla de lenguas que decidió borrar su cuenta en Twitter en plena semana de Sant Jordi. Otro tanto para los puristas de la lengua, esos que defienden, según Urraca, que se ponga en cursiva toda palabra “no escrita en el absurdo canon de la corrección”. “Esa cursiva debilita esa palabra, está indicando que es menos importante e incluso la carga de un humor no consentido”, señala la editora. Ella piensa seguir alerta contra quienes creen que el andaluz es gracioso; el canario, sexi, y el murciano, feo. “El fascismo del lenguaje está en reírse de cualquier acento de Latinoamérica o estereotipar el acento. Y, si me apuras, también hay fascismo del lenguaje en saber mucho inglés, pero ni una palabra en catalán, gallego, euskera o portugués. No es cuestión de estudiar. Es curiosidad, interés por el mundo y por la vida. No me digas que te encanta viajar si, cuando escuchas hablar en catalán, te cierras en banda”. Pero sabe que no está sola: tiene a toda una nueva generación literaria dispuesta a secundarla.

Solo quería bailar , Greta García ,Tránsito, 2023, 200 páginas, 18 euros

Leche condensada,  Aida González Rossi,  Caballo de Troya, 2023, 176 páginas, 15,90 euros

Los bloques naranjas, Luis Díaz,  Caballo de Troya, 2023, 120 páginas, 15,90 euros

Consum preferent, Andrea Genovart, Anagrama, 2023 (en catalán), 192 páginas, 17,90 euros

Se te oscurece el pelo, María José Hasta, Caballo de Troya, 2023, 184 páginas, 15,90 euros.

Las películas y series hablan idiomas, Álex Vicente

Las imágenes también se vuelven bilingües. Igual que la literatura se acerca a la oralidad usando el registro coloquial y la mezcla de idiomas, el cine y las series han emprendido un camino similar para acentuar su naturalismo. En los últimos Goya, tres de las cinco nominadas a mejor película alternaban distintas lenguas: As bestas (castellano y gallego, además de francés), Cinco lobitos (castellano y euskera) y, en menor medida, Alcarràs (catalán y castellano). Reflejaban un fenómeno de fondo en el audiovisual español: un distanciamiento respecto a un monolingüismo que suena impostado cuando una ficción transcurre en Barcelona, Bilbao o Vigo.

La llegada a los cines de 20.000 especies de abejas, que sucede en la zona fronteriza entre Bizkaia y la ciudad vascofrancesa de Bayona, confirma esta tendencia. La directora Estibaliz Urresola decidió mezclar castellano, euskera y francés. “Hacer una película en una sola lengua en este entorno no hubiera tenido sentido. La realidad que describo transita de forma natural de un idioma al otro, incluso dentro de la misma familia, sin que haya problemas de convivencia”, dice Urresola. Además, el uso del vasco era importante en la trama: la gramática del euskera, en la que no se declina el género, se adecuaba a la identidad de su personaje principal, una niña trans a la que muchos siguen tratando como un niño. En castellano, esa ambigüedad desaparecía. “En un mundo cada vez más globalizado, esos detalles aportan valor a las películas y series frente a las narraciones y los discursos hegemónicos”, opina. 

Guillem Clua, dramaturgo y director catalán, es del mismo parecer. Cuando Netflix le encargó adaptar su exitosa obra teatral Smiley, sobre la accidentada historia de amor entre dos gais barceloneses, decidió mezclar castellano y catalán, pese a que la obra original, estrenada en 2012, estuviera escrita solo en la segunda lengua. “Una ficción que tenga lugar en la Barcelona actual tiene que ser bilingüe por fuerza. Las obras que usan solo una de las dos lenguas son legítimas, pero también artificiosas”, dice Clua. Para el director, las plataformas han supuesto “un cambio de paradigma”, por la normalización de los subtítulos y por el gran número de contenidos producidos. “La oferta es tan abundante y está tan segmentada que permite que haya proyectos que no hubieran existido en un modelo enfocado al público generalista, en el que daba miedo cambiar las fórmulas de siempre. Antes se creía que usar las lenguas cooficiales restaba público. Ese cliché está superado”. Recuerda que, en sus comienzos como dialoguista de la serie El cor de la ciutat en TV3, allá por 2005, un personaje castellanoparlante despertó críticas. Pero abrió camino a otras series producidas por la televisión pública, desde Merlí y su continuación, Sapere aude — donde el personaje de María Pujalte hablaba en castellano—, hasta Drama, en las que ambas lenguas se alternan con naturalidad. Lo mismo sucedía en películas como Los días que vendrán, de Carlos Marqués-Marcet, o la reciente Suro, de Mikel Gurrea. 

Dos nuevas series producidas por Filmin apuestan por un modelo parecido. En Autodefensa, un diálogo en castellano es interrumpido por una chica cantando el Virolai, himno dedicado a la Virgen de Montserrat celebérrimo en “la catalana terra”. Y en Selftape, las hermanas Joana y Mireia Vilapuig combinan las dos lenguas sin reparos. “A diferencia de una autonómica, no tenemos ninguna obligación legislativa, ningún mandato político para maximizar el uso de la lengua minoritaria. Eso nos da más libertad para plantear obras en una mezcla de los idiomas que se hablan en España”, señala su director editorial, Jaume Ri­poll. “Cuando recibimos un proyecto, nos da igual que sea en gallego, en euskera, en catalán o en castellano. Lo que nos importa es que cada personaje hable en la lengua que le corresponda”.

miércoles, 14 de febrero de 2024

Relatividad del atraco

Pocos escritores del desastre tan interesantes como el cervantista y regeneracionista Antonio Ledesma Hernández (1856-1937), autor de una de las mejores continuaciones modernas del Don Quijote, La nueva salida del valeroso caballero don Quijote de la Mancha (1905), donde el protagonista, revivido en el siglo XX, conquista Gibraltar, logra la Unión Ibérica y consigue crear una mancomunidad con Hispanoamérica. No menos llenas de ideas se hallan sus novelas Canuto Espárrago (1903) o El diácono Dionisio, aún inédita, la trilogía de los reformadores.

En un apólogo en que unos españoles son robados por unos salteadores estadounidenses, escribe:

      Yo pregunto a MacKinley:

“Si eso en Washington pasa,

¿a esa canalla no arrasa,

prende y castiga la Ley?”

     Mas responde, y con razón, 

que "El atraco es, no te asombre,

delito, si lo hace un hombre,

y gloria, si una nación”

viernes, 1 de diciembre de 2023

Análisis de libros, portales en Internet

¿Dónde puedo encontrar crítica literaria y análisis crítico detallado de libros premiados, orientados a adultos instruidos?

Estos son algunos entre los mejores:

Crítica de libros (contiene reseñas y recensiones de libros clásicos de todas las culturas y épocas)

Revista de Libros (Contiene reseñas y recensiones de libros más actuales)

El Cultural (suplemento cultural del diario madrileño El Mundo. Contiene reseñas y recensiones de libros actuales agrupados por géneros, y además tiene secciones dedicadas a otras ramas de la cultura)

TodoLiteratura (Contiene reseñas y recensiones por géneros y temas, y además permite suscribirse a su boletín de novedades en línea)

domingo, 22 de octubre de 2023

Enciclopedia de ejemplos en Lengua y Literatura

Aquí hay un enlace muy bueno con recursos ejemplificados para la asignatura de lengua y literatura

https://www.ejemplos.co/categoria/lengua-y-literatura/





martes, 1 de agosto de 2023

Consejos a escritores de Ray Bradbury

Una hora de escritura es tónica

Bradbury abogó por una dosis diaria de escritura como una cura contra los males y las penas de la vida cotidiana, un tónico que tiene el potencial de energizar todo lo que experimentamos. En los artículos recopilados para su libro de 1990 El zen en el arte de escribir y en conferencias dadas a lo largo de su vida, compartió el poder benéfico de la palabra escrita. Porque el acto de escribir no necesita ser tratado como una tarea, ni debe ser el dominio de solo un grupo elegido.

Siga leyendo y escriba con la voz de Bradbury como guía. Que sus ideas sobre el valor de la escritura lo lleven a través de una oración, un párrafo y tal vez incluso una historia corta, pero, lo que es más importante, a través de su vida más allá de la página.

Zen en el arte de escribir — extracto del Prefacio. ¿Qué nos enseña la escritura?

Ante todo, nos recuerda que estamos vivos y que es un don y un privilegio, no un derecho. Debemos ganarnos la vida una vez que nos ha sido otorgada. La vida pide recompensas porque nos ha favorecido con animación.

Así que mientras nuestro arte no puede, como quisiéramos, salvarnos de las guerras, las privaciones, la envidia, la codicia, la vejez o la muerte, puede revitalizarnos en medio de todo.

En segundo lugar, escribir es sobrevivir. Cualquier arte, cualquier buen trabajo, por supuesto, es eso.

No escribir, para muchos de nosotros, es morir.

Debemos tomar las armas todos los días, tal vez sabiendo que la batalla no se puede ganar por completo, pero debemos luchar, aunque solo sea un combate suave. El menor esfuerzo por ganar significa, al final de cada día, una especie de victoria. Recuerda a ese pianista que decía que si no practicaba todos los días lo sabría, si no practicaba dos días, los críticos lo sabrían, después de tres días, su público lo sabría.

Una variación de esto es cierto para los escritores. No es que tu estilo, sea lo que sea, perdería forma en esos pocos días. Pero lo que pasaría es que el mundo te alcanzaría y trataría de enfermarte.

Si no escribieras todos los días, los venenos se acumularían y comenzarías a morir, o actuar como un loco, o ambas cosas.

Porque la escritura permite las recetas adecuadas de la verdad, la vida, la realidad, ya que puedes comer, beber y digerir sin hiperventilar y revolcarte como un pez muerto en tu cama.

He aprendido, en mis viajes, que si dejo pasar un día sin escribir, me inquieto. Dos días y estoy temblando. Tres y sospecho locura. Cuatro y yo bien podría ser un cerdo, sufriendo el flujo en un revolcadero. La escritura de una hora es tónica. Estoy de pie, corriendo en círculos y gritando por un par de polainas limpias.

De modo que, de una forma u otra, es de lo que se trata este libro. Tomar tu pizca de arsénico todas las mañanas para poder sobrevivir hasta el atardecer. Otro pellizco al atardecer para que sobrevivas hasta el amanecer. . .

Ahora es tu turno.

¡Que haya palabras, muchas de ellas!

Bradbury, el hombre de muchas palabras, historias, libros e ideas, ofrece algunos consejos inspiradores y prácticos para impulsar su práctica diaria de escritura. Estos son algunos de los consejos de Ray interpretados por Colin Marshall en openculture.com

Creo que eventualmente la cantidad contribuirá a la calidad. . . . La cantidad da experiencia. Sólo de la experiencia puede surgir la calidad.

Comience corto. No empiece a escribir novelas, toman demasiado tiempo, "escriba un montón de cuentos", dijo. Date tiempo para mejorar; con cada semana y mes, verás mejorar tus historias. Afirma que simplemente no es posible escribir 52 malas historias seguidas.

Simplemente escriba cualquier cosa vieja que se le venga a la cabeza. Recomendó la "asociación de palabras" para romper cualquier bloqueo creativo, ya que "no sabes lo que hay en ti hasta que lo pruebas".

Haz una lista de diez cosas que amas y diez cosas que odias. Luego escribe sobre los primeros y “mata” a los segundos, también escribiendo sobre ellos. Haz lo mismo con tus miedos.

Vive en la biblioteca. Aléjese de su computadora y expóngase a nuevos libros con frecuencia. Hay numerosos mundos por descubrir más allá de tu pantalla.

Escribir no es un asunto serio.

Escribe con alegría. Si una historia comienza a sentirse como un trabajo, deséchela y comience una que no lo haga.

Examine las historias cortas de "calidad". Sugirió leer obras de Roald Dahl, Guy de Maupassant, Nigel Kneale y John Collier. Acude a historias con metáforas; ¡Sorprendentemente, consideró que las últimas historias del New Yorker carecían de este departamento!

Lea, mucho, pero seleccione sabiamente. Lectura completa recomendada por Bradbury para la hora de acostarse: un cuento, un poema (especialmente Pope, Shakespeare y Frost) y un ensayo. Por supuesto, no cualquier ensayo. Deben provenir de una diversidad de campos, incluida la arqueología, la zoología, la biología, la filosofía, la política y la literatura.

No  te alejes de lo que eres, el material dentro de ti que te hace individual y, por lo tanto, indispensable para los demás.

Aprende de los grandes, pero sé tú mismo. Aprende de tus escritores favoritos, en lugar de imitarlos. Bradbury también imitó inicialmente a HG Wells, Jules Verne, Arthur Conan Doyle y L. Frank Baum antes de desarrollar su propio estilo único.

Enamórate de las películas. Preferiblemente viejas.

Desarrolle un fuerte sistema de apoyo. ¿Tiene amigos que se burlan de sus ambiciones literarias? El consejo de Bradbury: “Despídalos” sin demora. El objetivo es que solo una persona se acerque y te diga: "Te amo por lo que haces". O, en su defecto, estás buscando a alguien que venga y te diga: “No estás loco como dice la gente”.

Cuando la gente me pregunta de dónde saco mis ideas, me río. Qué extraño, estamos tan ocupados mirando hacia afuera, para encontrar formas y medios, que nos olvidamos de mirar hacia adentro.

Lista de raros de Javier Memba

Lista de 75 escritores raros y frikis (o, como él dice, malditos, heterodoxos y alucinados) tomada de El Mundo. Todos los entretenidos artículos correspondientes escritos por el cinéfilo periodista Javier Memba (un especialista en ello, o en el ello, para ser (im-) precisos) sobre estos autores y sus obras pueden leerse en este enlaceNo halagaron opiniones (2014), es su último libro, un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada

Louis-Ferdinand Céline (I)

Howard Phillips Lovecraft (II)

Jean Genet (III)

Yukio Mishima (IV)

Emilio Carrere (V)

Boris Vian (VI)

Algernon Blackwood (VII)

Alejandro Sawa (VIII)

François Villon (IX)

Neal Cassady (X)

Julio Verne (XI)

Arthur Machen (XII)

Marqués de Sade (XIII)

Rutebeuf (XIV)

Leopoldo María Panero (XV)

Malcolm Lowry (XVI)

Guy de Maupassant (XVII)

Eduardo Haro Ibars (XVIII)

Remigio Vega Armentero (XIX)

Andrés Carranque de Ríos (XX)

Cecco Angiolieri (XXI)

Arthur Rimbaud (XXII)

Hölderlin (XXIII)

Antonin Artaud (XXIV)

Robert Ervin Howard (XXV)

Luis Cernuda (XXVI)

Philip K. Dick (XXVII)

August Strindberg (XXVIII)

Pierre Drieu La Rochelle (XXIX)

Edgar Allan Poe (XXX)

Charles Baudelaire (XXXI)

Alfred Jarry (XXXII)

Paul Verlaine (XXXIII)

William S. Burroughs (XXXIV)

Joseph-Pétrus Borel (XXXV)

Horacio Quiroga (XXXVI)

Bram Stoker (XXXVII)

Julio Herrera y Reissig (XXXVIII)

Carson McCullers (XXXIX)

H.P. Blavatsky (XL)

Anne Radcliffe (XLI)

John Polidori (XLII)

Percy Bysshe Shelley (XLIII)

Raymond Radiguet (XLIV)

Djuna Barnes (XLV)

Chester Himes (XLVI)

Anaïs Nin (XLVII)

Flannery O'Connor (XLVIII)

Hunter Stockton Thompson (XLIX)

Jaime Gil de Biedma(L)

William Hope Hodgson (LI)

Maurice Sachs (LII)

Sheridan Le Fanu (LIII)

Charles Robert Maturin (LIV)

Mary Wollstoncraft Shelley (LV)

André Breton (LVI)

Kurt Siodmak (LVII)

Blaise Cendrards (LVIII)

H. G. Wells (LIX)

Jean Cocteau (LX)

Pierre Boulle (LXI)

Jack London (LXII)

Oscar Wilde (LXIII)

Francis Scott Fitzgerald (LXIV)

Charles Bukowski (LXV)

William Gibson (LXVI)

Thomas de Quincey (LXVII)

Dylan Thomas(LXVIII)

Paul Bowles (LXIX)

Guillaume Apollinaire (LXX)

Aphra Behn (LXXI)

Jan Potocki (LXXII)

Mijail Bakunin (LXXIII)

Samuel Butler(LXXIV)

Leo Ferré (y LXXV)

jueves, 27 de julio de 2023

El hispanista Chesterton

En un artículo de Gilbert Keith Chesterton publicado en 1933, escribió: 

«Permítaseme llamar la atención al mundo incrédulo hacia la existencia de un lugar llamado España. Ante la indiferencia de los medios de comunicación británicos por la actualidad española de principios de los años 30 decía: Estoy dispuesto a reconocer que en parte hay una explicación, es la ignorancia que hay en Inglaterra de la importancia de este precioso rincón de Europa. No es consecuencia de la antigua rivalidad marítima que se fomentó en torno a la armada. Los españoles descubrieron América; pero los ingleses aún no han descubierto a España… Porque realmente nosotros siempre hemos estado en un asombroso error acerca de ella. España ha sido campeona del progreso y de la libertad. La misma institución del Parlamento no vino de Simón de Montfort o de la Carta Magna, sino de España. Cuando el sistema feudal era casi uniforme en toda Europa, solamente España tenía una forma libre de feudalismo. Sin detenerme en otras pruebas resumo diciendo que la idea de que España fue anticuada y reaccionaria es debida a la figura popular de Don Quijote. Se cree que España produjo el último hombre que creyó en los romances extravagantes de la Edad Media. Lo cierto es que España produjo el primer hombre que se burló de ellos.

¡En una palabra, España más bien ha estado a la cabeza de todos los demás países!

Cuando se toma la historia de España en conjunto, se percibe a través de ella un espíritu cuyo verdadero y único nombre es libertad».

Gilbert Keith Chesterton (1874 – 1936). Escritor, filósofo y periodista británico

Ahora ya solo falta que los españoles descubran España...

Versión original:

Let me draw the attention of the unbelieving world to the existence of a place called Spain…

Faced with the indifference of the British media for Spanish news in the early 1930s, he said: I am willing to admit that there is an explanation in part, it is the ignorance in England of the importance of this precious corner of Europe. It is a consequence of the old maritime rivalry that was fostered around the navy. The Spanish discovered America; but the English have not yet discovered Spain… Because really we have always been in an amazing mistake about her. Spain has been a champion of progress and freedom. The very institution of Parliament did not come from Simon de Montfort or the Magna Carta, but from Spain. When the feudal system was almost uniform throughout Europe, only Spain had a free form of feudalism. Without dwelling on other evidence, I summarize by saying that the idea that Spain was outdated and reactionary is due to the popular figure of Don Quixote. Spain is believed to have produced the last man to believe in the extravagant romances of the Middle Ages. The truth is that Spain produced the first man who made fun of them.

In a word, Spain has rather been ahead of all other countries!

«When you take the history of Spain as a whole, you perceive through it a spirit whose true and only name is freedom»



sábado, 5 de junio de 2021

Entrevista a Ray Loriga

Casi le mata un tumor cerebral que le ha dejado con un parche en el ojo. Por Iñako Díaz Guerra "Acabé harto de ser Ray Loriga", El Mundo, 7 marzo 2019:

En los años 90 fue el novelista de una generación, casi una estrella del rock de las letras, pero logró acabar con el personaje y quedarse con el escritor. Ahora publica Sábado, domingo, su reencuentro con el primer Loriga.

Ray Loriga. Madrid, 1967. En los años 90 fue el novelista de una generación, casi una estrella del rock de las letras, pero logró acabar con el personaje y quedarse con el escritor. Ahora publica Sábado, domingo, su reencuentro con el primer Loriga.

'Sábado, domingo' parece una novela escrita por el Ray Loriga veinteañero. ¿Es un juego o la crisis de los 50?

Es una idea consciente. Se relaciona con Lo peor de todo, mi primera novela, que escribí hace 27 años. Hay una causa meramente personal, que espero que al lector le interese: quería ver si todavía tenía esa voz o la había perdido. Hablando de fútbol, quería ver, llevando unos zapatos puestos, si me quedaba algún regate de aquellos que alguna vez tuve o si había perdido el toque ya del todo. He hecho otras cosas en estos años con las que estoy medianamente contento, pero me apetecía ver si aquella voz todavía existía. Y, luego, hay otro motivo que tiene que ver, este sí, con la propia historia. Es una historia partida en dos voces con un lapso temporal de veintitantos años entre medias y la narración requería esa voz juvenil. No me sentía del todo bien escribiendo otra vez como ya escribí entonces, pero sí me apetecía contrastar esa voz con la actual y observar esa distancia en mí como escritor.

La adolescencia es una época que nos parece principio y fin de todo cuando la vivimos, pero tendemos a despreciar cuando maduramos. ¿Cómo ha sido volver a ella?

Sí, cuando la dejamos atrás la tratamos como un borrador de la vida, un simple bosquejo. Decía Peter Handke que el tiempo sagrado es el de la infancia. Me gusta mucho esa expresión y estoy de acuerdo. De niño, estás tomando las distancias de las cosas literalmente, como en Barrio Sésamo: lejos y cerca, blanco y negro, frío y caliente, buen y mal humor... En la adolescencia te sientes el capitán de una aventura, pero, vista unos años después, te pareces el grumete de la nada. Una sucesión de torpezas, errores e imposturas. Ese empeño en demostrar lo hombres que somos, con unas opiniones de una solidez bochornosa... Todos esos ridículos propios de la adolescencia forman un territorio que me parecía bonito volver a visitar.

El libro plantea que, por más que intentemos ignorarla, la adolescencia nos deja marcas indelebles.

Sí, porque son las primeras veces que pones a prueba tus capacidades en choque con la vida real. Empiezas a salir de la familia como círculo máximo de conocimiento y amparo y, con unas capacidades que tú crees que tienes, te empiezas a chocar con la vida, las emociones, los sentimientos y tus propias limitaciones. Lo que tú decías antes se ve hasta en las fotos: uno no siente la misma vergüenza viéndose con 5 o 6 años, que siempre pareces encantador, que viéndote con los peinados ridículos y la moda absurda que te tocó con 16. Y a mí me tocaron los 80, que era una moda especialmente jodida. Hasta la música que me fascinaba acabó por parecerme muchas veces insoportable. Quería volver a mirar todo eso sin ira y dándole su valor.

Uno de tus hijos está en plena adolescencia y el otro la pasó hace poco, ¿has notado muchas diferencias generacionales?

Distintas vías, mismos problemas. En redes están pasando las mismas cosas que antes pasaban en directo. Ellos lo llaman bullying y nosotros los llamábamos abusones, pero te pegaban las mismas hostias. Ahora muchas de esas hostias son emocionales en vez de físicas, pero igual de dolorosas. Esos vacíos a los chicos y chicas que nadie mete en su grupo de WhatsApp o acepta en Facebook, o la humillación en redes. Es la misma mierda en otro envase. No creo que la experiencia de la adolescencia haya variado en lo esencial. Y los padres, ni antes ni ahora, sabemos casi nada. En el colegio, que era nuestra cárcel, había una ley sagrada que era nunca hablar ni con los adultos. Podían pasar cosas tremendas y se normalizaban. A nadie se le ocurría entonces que pudieras ir a un psicólogo o, al menos, quejarte a un profesor o en casa. Era sálvese quien pueda. Por eso en la novela muestro cómo todo eso te hace, simultáneamente, la piel muy dura y a ti muy cínico y muy cobarde, porque con tal de que no te peguen, miras hacia otro lado. Es una etapa en la que rara vez levantas la voz contra la injusticia por muy flagrante que sea. Sólo escurres el bulto, que es a lo que íbamos al colegio. Todo eso te marca una herida en el carácter que arrastras siempre.

¿Qué herida arrastraste tú?

Me he acordado de algunas cosas al escribir. De algún chaval del colegio al que se ponía de moda reírse de él, meterle la cabeza en el váter y hacerle todo tipo de putadas. Veías que iba cayendo en una depresión profunda y tú lo más que hacías era no participar activamente en aquello, pero tampoco salías en su defensa. No eras capaz de enfrentarte a la masa, que en esa edad lo domina todo. Ahora te das cuenta de que has cometido una omisión de auxilio, que es un delito ético y legal. A esa edad eso no lo sabes, pero sí sabes que es pura cobardía.

¿Cómo lleva hacer promoción de sus libros un apologeta de la soledad como tú?

Bien... porque lo llevo haciendo 27 años. Es raro, porque es lo contrario al trabajo real, que es soledad y silencio. Se lee y se escribe así. Esto es todo lo contrario. Por un lado está bien, porque al menos me pongo de pie un rato y, ya que me paso todo el día sentado y no hago nada de ejercicio, al menos me estiro, que voy a acabar con el culo así de gordo. Son muchos viajes, muchos aeropuertos... pero lo comparas con la otra opción, que es que nadie te haga ni puto caso, y no te puedes quejar.

¿Te gusta tanto la soledad porque te permite escribir o te gusta tanto escribir porque te permite estar solo?

Pues lo pienso a veces, si es causa o efecto. Está claro que si te gusta mucho leer, ya empiezas a ser un niño más solitario. Primero, te quedas leyendo en vez de salir a jugar y, más tarde, en vez de salir por la noche. Aunque yo he salido mucho por las noches, más de lo que mi cuerpo ha aguantado, pero siempre he tenido muchos ratos de reclusión. Si no te llevas bien con la soledad es imposible ser escritor. No quiere decir que no seamos sociales, pero el 90 por ciento de tu existencia transcurre en soledad y o estás a gusto así o es imposible.

Pero cuando te fuiste a vivir a Nueva York, a finales del siglo pasado, para perderte del mundo sí fue una decisión vital y no laboral.

Sí, eso fue una decisión racional de alejarme, no tanto de los demás, sino de mi propia imagen. De pronto, llegar a una ciudad como Nueva York en la que no te conoce ni Cristo y si te quedas quieto te pisan, para mí era necesario y agradable.

Aquí llegamos al tópico, pero tópico cierto: Ray Loriga, el novelista estrella del rock. En los 90, para los jóvenes, esa era la liga en la que jugabas.

Sí, es una figura de escritor que en España no ha dado mucho. En otros países es más habitual. Hay un Martin Amis, un Irvine Welsh, un Bernard Levy... O, incluso, el escritor socialite, a lo Truman Capote. El escritor como figura pública y social en España no era muy común. Cuando yo era pequeño, estaban Cela y Umbral, que salían en la tele, pero era otra cosa. Yo me vi en una corriente generacional en la que te leías un libro mío e ibas a un concierto de Los Planetas. Esa era más mi liga que otros escritores. Fue un fenómeno extraño que la gente pudiera juntar mis libros con un disco que le gustase e, incluso, con una moda. Se creó una marea generacional, de modos de vivir. Y, desde luego, no fue un fenómeno planeado por un chaval de 22 años. Simplemente, funcionó. Con estos éxitos repentinos y generacionales siempre se habla de operaciones de márketing y tal, pero son cosas que no se pueden diseñar. Suceden por accidente, porque si fuera tan fácil todas estas empresas editoriales o discográficas lo harían cada año. El éxito no es previsible.

Han pasado casi 30 años de lo tuyo y seguimos viendo esas sospechas en fenómenos como el de Rosalía...

Salvando las distancias, porque Rosalía tiene mucho más éxito del que yo tuve nunca, pero es eso. ¿Cuántas discográficas han querido un éxito así y lo han probado con las mil de Operación Triunfo mezclando flamenco fusión, pop-rock y bases? Si miras los ingredientes, parece que todas las ensaladas son iguales, pero resulta que no todas son Rosalía. Si lo pudieran repetir, lo harían de serie y no lo consiguen.

Bien, una vez que hemos cumplido con el requisito de hablar de Rosalía, volvamos a lo que estábamos: tu huida de aquel éxito.

Acabé harto de ser aquel Ray Loriga y lo que suponía. Yo en aquella época salía mucho, tenía un hijo y quería alejarme de todo eso y volver a lo mío, que era escribir. Nunca quise ser un personaje, sólo un escritor. Me pasaba como a los humoristas, que se espera que sean graciosos todo el rato. "Oiga, que yo cobro por esto: hago mi show y cuando llego a casa igual veo una de Bergman y me deprimo". Hubo un momento en aquella época en que pasé de ser el que hace cola para entrar en las discotecas a que aparten a los demás para que tú entres. Es una sensación muy rara, y el que lo haya vivido y lo niegue es un hipócrita. No es natural ni normal. En vez de pedir las copas, te las traen sin parar a la mesa. Todo alrededor es raro y con la juventud se te puede ir la pinza. Te diviertes un mes y medio o dos, pero cuando empiezas a desbarrar tienes que frenar y recordarte que tú estabas allí para hacer literatura. Es un poco lo que siempre se dice de los futbolistas, que no están preparados para tener tanto éxito tan jóvenes. A nosotros nos salva una cosa: el dinero (risas). No ganamos esas millonadas y no te puedes dejar ir mucho, pero ellos, con tres Ferraris en el garaje y pagadas su casa y las de toda su familia, ¿cómo no se les va a ir la cabeza? Poco se les va. A mí me pones con 52 años y todo lo que ellos tienen y vuelvo a perder la cabeza. El caso es que me largué escapando de todo esto.

En estas profesiones siempre te dicen que si desapareces, es para siempre. ¿Tuviste ese miedo?

Me lo decían todos los que me rodeaban en aquella época: "Como te vayas, cuando vuelvas ya te habrá olvidado todo el mundo". No sucedió y si hubiese sucedido, pues muy bien. Al fin y al cabo me iba huyendo de aquella fama.

Eres muy futbolero, madridista en concreto. ¿Por qué el fútbol siempre está bajo sospecha en el plano cultural?

Yo he escrito de fútbol en Marca, AS, El Mundo, El País... Me encanta el deporte. El boxeo, el atletismo, la natación, hasta el curling. Soy un fanático del patinaje artístico. Debí ser de las primeras personas que hablo en los medios de este país de que había un tal Javier Fernández que era la hostia. Me miraban como si fuera un snob. Cuando vivía en Nueva York, iba al Yankee Stadium a ver béisbol con mi gorra y todo. En el periodismo deportivo se escribe muy bien. Cuando era muy joven, tuve la suerte de contactar en seguida con un núcleo de escritores muy futboleros, como Vázquez Montalbán o Javier Marías. Con Javier, que es muy amigo mío, de lo que más hablamos es de fútbol. Salimos a comprar libros y estamos todo el día con el Madrid. Tenemos otros amigos a los que no les gusta, como en cualquier profesión, pero nunca ha sido un anatema. Yo creo que es un prejuicio que se venció y volvió. No sé si es por Podemos, que todo lo que se identifica con deporte de masas es malísimo, poco intelectual... Llegaron otra vez las élites estajanovistas y empezaron a pensar que todo lo que es popular es malo, el opio del pueblo y todas esas gilipolleces. Lo que no deja de ser curioso pues ellos nacieron de un evento popular en una plaza.

domingo, 14 de marzo de 2021

Libros tristes

De Ana Belén Ruiz, argentina, en Quora:

Uno de los libros más hermosos que leí en mi vida, pero en su momento me llenó de tristeza. Leyéndolo de grande, recién pude apreciar el mensaje esperanzador, pero siempre te deja el sabor amargo por el tema que toca: la muerte: “El enigma y el Espejo” de Jostein Gaarder

Este libro trata básicamente sobre la aceptación con tranquilidad de la muerte, y cuenta la historia de una niña, Cecilia, que tiene una enfermedad grave y vive aparatada del exterior, postrada en su cama. Vive un poco amargada al ver que ya no puede hacer las cosas que hacia antes, que no se cura, y que depende de su familia todo el tiempo. En parte esta un poco enfadada con Dios, con el mundo, ya que no acepta ni concibe que este enfermar una niña tan joven, y lo paga con su familia y los que le rodean. Recibe tratamiento médico en casa y muy controlado, pero no mejora. Su familia la apoya en todo momento, y aunque siempre están pendientes de ella, son los primeros que van aceptando que va a morir.

Un día recibe la inesperada visita de Ariel, que dice ser su ángel de la guarda. Al principio se muestra escéptica, pero solo hasta que delante de ella hace cosas impensables para el ser humano. Ariel y Cecilia mantienen conversaciones durante casi todo el libro, explicándose el uno al otro lo que es ser espíritu, y los que es ser humano, los secretos de la creación y la concepción de lo que es ser un ángel y ser humano a la vista del Dios Padre. Ariel le habla también de dos mundos: el mundo terrenal, y el mundo del otro lado del espejo, el espiritual.

Y no agrego más porque vale la pena leerlo

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Schul, un médico, en Quora:

Dos libros rusos que leí últimamente

Israël Metter La quinta esquina

Vassily Grossman, Vida y destino

El primero es cortito, pero profundo y poético. Es una autobiografía. Tiene una manera de contar su vida en la Unión Soviética, además de un gran amor, como jamás había leído antes. Lo leí dos veces.

La quinta esquina es la esquina inexistente de una habitación cuadrada con la cual los interrogadores de la KGB hacían enloquecer a los prisioneros.

El segundo es considerado por los rusos el Guerra y Paz del siglo XX y retrata las aventuras de un matemático bajo Stalin y la Segunda Guerra Mundial en Rusia. Es admirable.

Lo trate de leer durante años y no le entraba hasta que cuando mi padre falleció, como ya no lograba leer literatura menor, necesite algo grande. Me devore el libro en francés y luego lo volví a leer en español. Un coloso de la literatura universal.

Bueno, a los doce años llore a moco limpio con el Principito, y sin duda hubo otros. Ah si: el libro Sans Famille  de Hector Mallot. Y creo que todos los Jack London me desgarraron.

Otro que me hizo llorar fue La Storia de Elsa Morante. Contiene la más bella descripción de un perro que jamás halla leído. También lo leí dos veces.

De Ferdinand Céline, Viaje al fondo de la noche: no es triste sino que es tan pero tan pesimista que te deja una sensación amarga. Es para mí una de las mejores novelas del siglo XX.

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Gabi Gamboa, en Quora:

Voces de Chernóbil de Svetlana Alexievich. Esta no es la historia de que pasó el fatídico 26 de abril de 1986, de eso, como lo dice la misma Svetlana, ya hay muchos otros libros. Este es el relato de después. La historia de los “sobrevivientes”. Acá, aunque se habla de la muerte (¿y cómo no hacerlo?), el protagonismo lo tienen las emociones de cada uno de los entrevistados -viudas, liquidadores, madres, niños, campesinos, ingenieros- su culpa, amor, miedo y aceptación. Su desesperanza.

“Un niño de siete años. Cáncer de tiroides. Quise distraerlo con bromas. El chico se giró cara a la pared: «Sobre todo no me diga que no me moriré. Porque sé que me voy a morir».”

Es imposible leer este libro sin que se te fracture, no el corazón, sino el alma. Cada entrevista es tan dolorosa que tienes que hacer pausas para poder soportarlo. Es una tristeza tan profunda que no lloras, es peor: sientes que te mueres un poco.

Son personas relatando como sus vidas comunes se convirtieron en tragedia. Como lo que alguna vez fue esperanza se convirtió en desgracia.

“Hubo un tiempo en que envidiaba a los héroes. A los que habían participado en los grandes acontecimientos. A los que habían vivido épocas de ruptura, momentos cruciales de la historia. Soñaba [...] Pero ahora pienso de otro modo; no quiero convertirme en historia, no quiero vivir una época histórica como la de ahora.”

Un testimonio que me ha afectado tan profundamente (más de lo que creía posible), que no estoy segura de recomendarlo. Tal vez, solo si te sientes preparado para no volver a ser el mismo.

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Memoria por correspondencia (2012), de Emma Reyes. Un libro brutal que, en forma de cartas, cuenta el drama de la narradora y su hermana en los años 1920, en una Bogotá asquerosa y clasista, en la que los niños de origen humilde eran considerados estorbos, casi meros animales. Son 23 cartas que Reyes envía a un antiguo ministro e intelectual, a quien trató cuando ella vivía en París y él era embajador en ese país.

Protectora de artistas, escritores y de cuanto colombiano varado visitaba la Ciudad Luz durante los años 50 y 60 del siglo pasado, de Emma Reyes se sabía muy poco. Era pintora, pero la crítica vanguardista no la valoraba. Eso no le impidió viajar por México y otros países latinoamericanos donde fue reconocida en cenáculos cercanos al realismo socialista y al arte muralista.

¿Cuál había sido su vida antes de ser la famosa anfitriona parisina? Las cartas lo cuentan de una manera desgarradora (no quiero adelantar más para no hacer perder el interés a los posibles lectores). Hace poco leí un comentario del libro que hicieron en Facebook dos editores ecuatorianos y que sintetiza muy bien el valor de esta obra.

El libro lo leímos con mi pareja durante tres sábados, en la tarde. Al comienzo yo leía en voz alta, pero pronto el dolor de lo que leía me alteraba emocionalmente de tal modo, que empecé a llorar. Mi novia siguió leyendo despacio, oralmente, afectada también pero con la voz firme para seguir la narración; entre tanto yo maldecía a todos los hijos de p… que le habían hecho daño a Emma y a su hermana Helena, incluida la madre de las niñas, los padrastros, monjas, cura y adultos ruines que culpaban de su desgracia a las niñas por ser hijas “naturales” (extramatrimoniales, sin padre conocido).

Es un libro crudo, que toca, que hace saltar de ira, pero que tiene en medio de la crueldad momentos breves de gran dulzura, que dan fuerza para seguir leyendo, para creer que es posible lo humano en medio de lo inhumano: que la fuerza de creer en la esperanza, la rebeldía para superar el presente en situaciones límite, salva, empuja a la libertad.

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Angela Brown, en Quora:

Watership Down (La colina de Watership) de Richard Adams.

"Hazel ha vivido mucho tiempo, mucho más de lo que los conejos viven. Una mañana fría de marzo...."

Lo leí de niña y el final me mató. Me pareció sumamente triste y me hizo sentir todo lo trágico de la transitoriedad de la vida, del mundo, de absolutamente todo. El tiempo todo lo devora, irrevocable, irremediablemente; todo se convierte en meras memorias y éstas se pierden en el olvido. En aquel momento experimenté esta mezcla de tristesa, nostalgia y melancolía por todo lo perdido en el tiempo, por lo efímero que todas las cosas. Lo recuerdo hasta hoy, y es un sentimiento que de vez en cuando vuelve, se queda un ratito y se va...

“Time is a sort of river of passing events, and strong is its current; no sooner is a thing brought to sight than it is swept by and another takes its place, and this too will be swept away.” Marco Aurelio

PD: Este libro lo leí de niña; no tengo ni idea como lo percibiría leyéndlo de adulta, igual es horrible. Pero no lo voy a saber ya que no lo volveré a leer. Otro de mis libros favoritos de niña que leí incluso varias veces por lo mucho que me gustaba fue The Call of the Wild de Jack London (también me producía nostalgia)... y este sí que lo volví a leer de adulta y ya no me hizo tanta gracia. Lo despojé de una buena parte de la magia que tenía para mí y la verdad es que me arrepiento. No debería haberlo vuelto a leer. Las memorias de la niñez deben quedarse ahí...en la memoria :)

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Juanan Nuevo, escritor, en Quora:

Hay un montón de autores cuya producción es principalmente melancólica. Por ejemplo Camus con El extranjero y El mito de Sísifo podría optar a ese título, con permiso de Faulkner (El ruido y la furia, v.gr.), Marsé (Si te dicen que caí), Houllebecq, Delibes, Cela, Rulfo, Laforet, etc. En un tono sombrío, las obras de Céline, Vonnegut o Baricco elevan el poso de tristeza a tema principal. Algunas son obras maestras, y no hemos empezado con los poetas. Si la pregunta pidiera los cinco autores de las obras más tristes tendríamos un problema a la hora de elegir.

Ahora: sólo pide el más triste y eso es fácil. Antonio Lobo Antunes y cualquiera de sus novelas. Lobo Antunes (Lisboa, 1942) sólo podía ser portugués: la idea que recorre toda su obra como tema central es la pérdida, la añoranza y la inevitabilidad de la decadencia, lo que aproximadamente define la saudade.

Este sentimiento, en el que se recrea toda la cultura de un país a la que le gusta identificarse con el tópico de disfrutar de la tristeza, es inseparable de Pessoa, sobre todo del Libro del desasosiego, pero sólo Lobo Antunes, con sus relatos de la descolonización, llenos de horrores y decadencia lo usa como principal argamasa de su creación.

Si no hablas portugués, en la traducción se pierde una buena parte del ritmo. Aún así, por ejemplo, para empezar a disfrutar de una buena dosis de tristeza, te recomiendo escuchar esto mientras lees, por ejemplo, El orden natural de las cosas.


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David Sánchez, en Quora:

No me gusta leer libros tristes, no los buscaría, pero a veces cae en mis manos un libro triste [sólo te das cuenta si un libro es triste cuando lo lees]. El que recuerdo me ocasionó más angustia y congoja fue: México bárbaro (el artículo de Wikipedia da un excelente resumen, capítulo a capítulo que es bastante recomendable).

El libro fue escrito por el periodista estadounidense John Kenneth Turner, en 1909, donde resumía su trabajo de periodismo de investigación en México. Turner había pasado tiempo en México investigando los abusos de la dictadura de Porfirio Díaz, describe como el ejército mexicano capturaba, torturaba y vendía personas para trabajar en haciendas bajo condiciones de franca esclavitud (nominalmente en México no existía la esclavitud, pero varios generales se hicieron millonarios con el tráfico de hombres y mujeres, especialmente indígenas yaqui y de otras etnias).

A veces leo cosas que pasan en México y me pregunto si de alguna manera siempre ha habido un grupo de gente desalmada que se las ha apañado para perpetuar el horror acongojante sobre el que leí en México Bárbaro. Según sé en hacia los años 1960 muchas mexicanos tenían ese libro como lectura recomendada, creo que nunca debió dejar de ser lectura recomendada, y creo que actualmente casi nadie lee ese libro ya.


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La Antología del cuento triste, elaborada por Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs: “La vida es triste. Si es verdad que en un buen cuento se concentra toda la vida, y si la vida es triste, un buen cuento será siempre un cuento triste”.

También La balada del café triste, de Carson McCullers. Un fragmento: “Ante todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda: este amante puede ser hombre, mujer, niño; en efecto, cualquier criatura humana sobre esta tierra. Pues bien, el amado también puede pertenecer a cualquier categoría. La persona más estrafalaria puede ser un estímulo para el amor. Un hombre puede ser un bisabuelo chocho y seguir amando a una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw dos décadas atrás. Un predicador puede amar a una mujer de la vida. El amado puede ser traicionero, astuto o tener malas costumbres. Sí, y el amante puede verlo tan claramente como los demás, pero sin que ello afecte en absoluto la evolución de su amor. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor turbulento, extravagante y hermoso como los lirios venenosos de la ciénaga. Un buen hombre puede ser el estímulo para un amor violento y degradado, y un loco tartamudo puede despertar en el alma de alguien un cariño tierno y sencillo. Por lo tanto, el valor y la calidad del amor están determinados únicamente por el propio amante. Por este motivo, la mayoría de nosotros preferimos amar que ser amados. Casi todo el mundo quiere ser el amante. Y la verdad a secas es que de un modo profundamente secreto, la condición de ser amado es, para muchos, intolerable. El amado teme y odia al amante, y con toda la razón. Pues el amante está tratando continuamente de desnudar al amado. El amante implora cualquier posible relación con el amado, incluso si esta experiencia sólo puede causarle dolor…


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Jaqueline Alexia Prado Prado, en Quora:

Los que en este momento se me ocurren son:

La tregua de Mario Benedetti.- trata sobre un señor de 50 años que, mediante entradas en su diario, va describiendo su vida, y nos enteramos así que perdió a su esposa hace muchos años, tiene tres hijos adultos y no le ve mucho sentido a la vida. Sin embargo, con el tiempo se enamora de una practicante en su trabajo, de 23 años, y empieza a tener muchas dudas existenciales, por su lealtad a su difunta esposa, por la diferencia de edad, por lo que pensarán sus hijos, etc. Es triste tanto en el sentido de que tiene una perspectiva de la vida muy desesperanzada, como en su final.

Del amor y otros demonios de Gabriel García Márquez.- basta decir que es una tragedia en todos sus aspectos, pero además da una mezcla y rabia saber que todos los problemas que habían pudieron haber sido evitados por una suerte diferente, circunstancias diferentes, y una mentalidad menos cerrada y paranoica por parte de algunos personajes.

1984 de George Orwell.- es un libro que, por las dimensiones que abarca, uno ya se imagina hacia qué dirección irá. Pero aun así, la historia logra matar la esperanza de una forma abrumadora, que hace que uno no pueda más que resignarse a ver cómo todo empeora.


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Luis Lozano, escritor, en Quora:

La pregunta es interesante por su finalidad. Hubo un tiempo que pensé que los buenos libros y las buenas películas tenían que ser irremediablemente tristes. Craso error.

No recuerdo un libro con residuo de tristeza, sin embargo, Ana Karenina, Crimen y Castigo, Viaje al fin de la noche, El Desbarrancadero, Bajo el volcán, Trilce, son libros que podrían entristecer al lector. Pero en muchos casos creo que depende de la circunstancia en que sean leídos, sin embargo, cualquier sugerencia hace del juico demasiado subjetivo.

Para mí es mas fácil identificar películas tristes, incluso discos. Pero remiten nuevamente a la pura experiencia personal.

Parece que todo libro “triste” guarda también una alegría, que es dejarse cautivar y sentirse movido. Si bien no todo libro bueno debiera entristecer, sí debería calar, poner en crisis (quebrar), incluso fraccionar de alegría, melancolía o enojo, no solo de tristeza, de ahí mi confusión inicial.

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Nación Prozac de Elizabeth Wurtzel es el libro más triste y angustiante que he leído en mi vida. Es una autobiografía de quien sufrió depresión y ansiedad durante su juventud en los años 90. Su autora falleció hace poco de cáncer.

"A veces desgarrador, a veces cómico, indulgente consigo mismo, consciente de sí mismo, Nación Prozac posee el candor crudo de los ensayos de Joan Didion, el irritante exhibicionismo emocional de Sylvia Plath en La campana de cristal y el humor oscuro de una canción de Bob Dylan", escribió el mismo mes Michiko Kakutani, la afamada excrítica literaria de The New York Times.

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Oswaldo Goite, Quora:

Uno que encontré muy triste fue Vidas Oscuras” de José Rafael Pocaterra. Es una historia sobre una relación amorosa entre una chica del campo, hasta cierto punto inocente e ingenua y su primo, un caraqueño aficionado a la vida disipada y la bohemia. La historia transcurre en la Caracas de finales del siglo XIX.

Por lo otro, me llama la atención que Vivian Schul traiga a colación en su respuesta un libro de Vasili Grossman. A mi me pareció particularmente triste, no el que ella señala (no lo he leído aún) sino otra obra del mismo autor: Todo fluye. Libro terrible, si, pero muy recomendado.

Acabo de terminar de leer Los perros hambrientos de Ciro Alegría. Libro conmovedor y triste donde los haya. Sin desmerecer los que ya había señalado, es menester agregarlo a la selección

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Ojo de gato de Margaret Atwood

El libro trata de uno de los temas, que considero, menos explorados en la literatura: la infancia y sus consecuencias. No me refiero a las infancias felices, alegres, sino a las infancias con la dureza y egoísmo de los niños, con su determinación y forma tan fácil de lastimar a otros niños.

Ojo de gato trata sobre una artista, Elaine, que regresa a su ciudad natal para una exhibición en una galería mientras examina su vida, y como sus inseguridades y traumas, provienen de la niñez, una época que tantos consideran como gloriosa e inocente, pero no lo es para todos.

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Karhiann González,

Anand Nagar (La ciudad de la alegría) de Dominique Lapierre.

Invita a reflexionar y recordar que tu realidad está mejor que la de otros. Muestra la vida entre chabolas de la India, el sistema de mafias, explotación humana, las influencias religiosas impregnadas de ignorancia, el amor humilde y desinteresado de un padre entre tanto infortunio.

Su veracidad lo hace rico en drama, su cruda y radical trama eriza los sentidos. Es mi favorito. Quizás no es Cisnes Salvajes o Ana Karenina de el gran Tolstói, pero es muy triste ya que persiste en la actualidad.

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Enrique Pareja, 

Yo encontré tristísimo (o, más bien, amargo y sobrecogedor) La sombra del ciprés es alargada, gran libro del grandísimo Miguel Delibes. Tiene ya unos años, y de hecho fue su primera novela: Premio Nadal en 1947, publicada en 1948.

Lo recomiendo fervientemente. No sólo por la novela en sí, sino también por la maestría, la belleza y la precisión quirúrgica con la que (como siempre) maneja Delibes el idioma castellano. No en vano, y repito, ha sido uno de los muy, muy grandes.


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El árbol generoso de Shel Silverstein. Es un libro infantil.

La verdad es que siempre lo he leído en versión original, “The Giving Tree”. Solía leérselo a mis pequeños estudiantes, pero siempre terminaba llorando, sin excepción. Los pobres niños lloraban también, no sé si por el contenido del libro o de verme llorar a mí.

Así que hace años dejé de leérselo a mis estudiantes . Lo sigo teniendo en casa y a veces lo leo con mi hijo y lloramos juntos.


Las penas del joven Werther

Eleni el triste amor de una madre, basado en una historia real dela guerra en Grecia. Lo escribió su hijo un periodista norteamericano (nacionalizado) después del terrible episodio vivido por su Madre.

El viejo y el mar de Ernest Hemingway, la historia de un pescador sin suerte que un día sale al mar y pesca un gran pez espada, después de 3 días de lucha consigue matarlo y en su regreso a la costa el pez es devorado por tiburones y finalmente regresa solo con el esqueleto.

“Arrancad las semillas, fusilad a los niños”

Unos muchachos japoneses de un reformatorio huyen durante la segunda guerra mundial a una aldea. A pesar de los horrores de la guerra tratarán de recuperar su infancia, pero al horror precede el horror y la impiedad de sus compatriotas. Me recuerda mucho a La tumba de las luciérnagas.

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Elizabeth Cerón, Profesor

Tendría que decir El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince o Johnny empuñó su fusil de Dalton Trumbo: ambos hablan tanto desde la realidad como desde la ficción de la guerra, el conflicto y sus funestas consecuencias.

También me puso a llorar mucho El gato que venía del cielo de Takashi Hiraide, pero no precisamente por lo ‘triste’ (bueno, al final sí fue tristísimo), sino por la belleza de la narración.

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Carlos Maldonado Villaverde,

Tuve que leer todas las respuestas para darme cuenta de que variaban porque nadie ha leído todos los libros. En mi limitada bibliografía, el libro más triste e impactante es la Oración del 9 de febrero, donde Alfonso Reyes habla sobre su padre, el General Bernardo Reyes.

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Mags Sutton, 

Hay una autora interesante de los anos 1880–1943. Ella era una lesbiana, muy abierto, y sufría mucho por su sexualidad en aquellos tiempos. Se llamaba Radcliffe Hall, sus libros están escrito en un Ingles muy bonito. Para mi su libro mas triste es Adams Breed, que es la vida de un camarero, desilusionado con su vida, y sufre un trastorno mental. Es el único libro que me a hecho de llorar!

Las orquídeas rojas de Shanghai, sin duda. Es un libro que me dejó triste muchos días. Se lo dejé a mi hermana y cuando lo leyó me dijo que no volviera a recomendarle un libro tan triste porque le había hecho llorar mucho….y es que su relato penetra en el alma y te encoge. No apto para personas muy sensibles.

Mortal y rosa, de Francisco Umbral, es un sobrecogedor monólogo íntimo sobre la muerte de un hijo

Ampliación del campo de batalla, de Michel Houellebecq. No lo calificaría como un libro triste sino más bien deprimente. Recuerdo que cuando lo acabé de leer sentí un vacío, como si ya nada tuviera sentido. Lo recomiendo ampliamente, tanto al libro como al autor.

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Otros propuestos:

Paula de Isabel Allende

El principito

El Diario de Ana Frank

Flores en el ático

Hachiko

Las cenizas de Ángela de Frank McCourt

Humillados y Ofendidos. F. Dostoyevski.

Leopardi

Celine

“Nudo de víboras” de François Mauriac

Mi planta de naranja lima de Vasconcelos

Marianela de Galdós

Excerpta de respuestas a para qué sirve la literatura tomadas de Quora

 ¿Sigues alguna serie de televisión? ¿Te gustan las películas? Todos esos son ejemplos de literatura.

Mucha gente cree que la literatura son sólo libros, y la verdad es que no es cierto. Ningún programa de televisión, ninguna película surge sin literatura, esto es, sin un guion escrito.

Algunas telenovelas tienen diálogos malísimos, y también algunas series de televisión. Son pésima literatura. Pero algunos son chispeantes, bien estructurados, con la lógica propia del género. Hay películas que de veras que sus diálogos son malísimos.

Pero hay joyas literarias fílmicas o televisivas que no se clasifican como tales a pesar de que su guion es genial.

Esos programas y películas nacieron del teatro, arte que llevaba ya siglos si no es que milenios de practicarse, en especial en Grecia. Hasta cierto punto es un arma de control ideológico para la cultura.

Así que la literatura está más que viva, y hoy se ha trasmutado en lo que se llama "contenido" para blogs, páginas web, Facebook, YouTube, Instagram, Quora, etc.

Algunos debates en esos sitios son verdaderas obras del arte literario: hay gente que le pone alma y corazón a sus escritos.

Esto se está extendiendo a los juegos de mesa y de video. Hace poco vi un juego de mesa muy bien escrito, poético, bien estructurado, y he encontrado ejemplos sobre todo en los juegos de rol. Éstos son buenos ejemplos de lo que podríamos llamar literatura efímera: se olvidan en el momento en que ocurren, son únicos. Es fascinante participar en ellos como entretenimiento, y si se da, como literatura filosófica. Es toda una experiencia.

Un buen blog va a tener buena literatura.

Nos olvidamos que la literatura tiene un substrato doble: la lingüística y gramática, y la retórica (que puede estudiarse lingüísticamente). Que nos puede enseñar a escribir de manera tal que persuada a nuestro lector con respecto a alguna idea, y hasta, pragmáticamente, a comprar algo. Es fundamental para la educación de los niños.

Sin la literatura simplemente nadie podría vender nada, te puede parecer increíble, pero sirve para eso, entre otras cosas. Ha formado civilizaciones enteras, les ha dado una narrativa coherente, ha sido el sustrato fundamental de las diversas religiones, es el elemento básico para nuestro avance cultural.

Además es divertido leer.

La literatura tiene una importancia enorme para la civilización. De ella depende que nos podamos comunicar siendo miembros de ella. Nos enseña idiomas, nos enseña a entender otras culturas, aun en traducciones.

De paso nos enseña historias, nos hace soñar, nos divierte, angustia, aterroriza, y nos hace vivir vidas paralelas, ilusiones sin duda. Nos vuelve más humanos y a veces más espirituales.

La literatura es el arte en sí que conforma los sueños de una civilización. Sin ella, jamás habríamos avanzado hasta donde estamos. Homero, Víctor Hugo, Cervantes, Molière, Shakespeare, por nombrar sólo a algunos, nos moldearon de alguna manera u otra y todavía podemos adquirir filosofía y sabiduría de sus escritos, después de tanto tiempo.

Sin la literatura no existiríamos ni como cultura ni como civilización. Habríamos desaparecido hace milenios

La literatura es un arte que se presenta escrito.

Primero, la escritura permite la transmisión atemporal de ideas. Permite echar un vistazo a las mentes de gente con la que no te cruzarías normalmente por la calle. Enriquecerá tu mundo interior con nuevos conocimientos y nuevos puntos de vista.

Segundo, es un arte. No sólo transmite los datos fríos y calculados como en una noticia periodística. Transmite emociones y experiencias. El conocimiento de experiencias ajenas y la posibilidad de contemplar la propia reacción ante esas experiencias. “Vivir un millón de vidas”, decía un viejo anuncio.

Tercero, es divertido. La técnica literaria permite muchos juegos, giros inesperados, sutilezas y ambigüedades que a veces, un lector poco experimentado puede pasar por alto.

De acuerdo con las respuestas que han dado los compañeros. Añado otra perspectiva del asunto, histórica. Aclaro que, por mis competencias, en un primer momento hablo del mundo occidental u oriental cercano, no de las grandes culturas asiáticas, africanas o americanas. En Occidente la literatura surge con la obra de Homero, que va a constituir la base de la cultura griega. Esta expresión de Homero como educador de Grecia, que ya se encuentra en Platón, República 10.606e, no quiere decir solamente que el sistema educativo griego se basaba en la memorización de los poemas homéricos y en el estudio de todas sus características. Para entender en profundidad lo que significa que Homero es el educador de Grecia y, con ello, de todo Occidente, hay que tener presente que los poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea, son las primeras composiciones importantes –y casi que absolutamente, salvo algunas inscripciones– escritas con el actual sistema alfabético de una letra por un fonema, lo que constituye un perfeccionamiento decisivo del silabario que los griegos habían recibido de los fenicios. Nótese que entender por primera vez la lengua escrita como una composición de un número bastante limitado de signos, veinticuatro en el caso del griego, trajo consigo una revolución de la que nos seguimos beneficiando. En primer lugar, por la facilidad de aprender a escribir y la universalidad en el leer, ya que por primera vez dejó de ser necesario conocer una lengua para leer un texto escrito en esa lengua, como ocurría con los silabarios y los ideogramas. Esto, por supuesto, no es conocer la lengua, pero sí es un primer paso decisivo hacia su aprendizaje. Más importante que ello, sin embargo, es el hecho de que a partir de esto, los griegos estuvieron en posición de comenzar a entender los hechos del mundo de un modo analítico. Les resultó ahora claro que las cosas materiales deben de estar compuestas de principios más elementales a partir de cuya composición, según ciertas reglas, se forman todas las cosas. A lo largo de la historia hubo estancamientos y desvíos de este principio comprensivo, pero nunca se perdió del todo y constituye la base del conocimiento y la investigación moderna y contemporánea. Esto al nivel de los elementos de la escritura. Pero desde la perspectiva del contenido, los poemas homéricos indicaron también una revolución decisiva. En efecto, la obra de Homero no es el simple relato de acontecimientos acaecidos, sino que en ella los acontecimientos se ponen al servicio de una idea constructiva del poema, la cólera de Aquiles en la Ilíada, el regreso de Odiseo en la Odisea. A partir de esta idea central el poeta articula el paso del tiempo, los caracteres de los personajes y los eventos acaecidos, con lo cual crea una realidad que no existía en el mundo empírico y que ayuda a entenderlo. La literatura ofrece, entonces, la primera idea verdaderamente eficaz de la comprensión del mundo mediante la construcción de un modelo interpretativo. Esta idea va a extenderse después a otras áreas del quehacer humano, como la medicina, la historia, la filosofía y la geometría, entre los griegos, y luego, con tiempo, a todas las áreas de la actividad humana, pero sigue estando viva en las grandes construcciones literarias y sigue siendo uno de los medios más poderosos de comprensión de la realidad

Si quieres una respuesta objetiva, primero habría que decir qué es la literatura, lo que ha sido un problema durante un buen tiempo. Creo que a diferencia de las ciencias, sería erróneo buscarle un objetivo pragmático a la literatura. Simplemente, como toda manifestación artística, ha de ser contemplada. En algunos casos, la contemplación de la literatura y del arte puede ampliar nuestro horizonte estético, en otros casos nuestro horizonte moral, en otros casos nuestra percepción de las condiciones socioculturales de un período y un lugar, etc., pero no existe una regla fija que nos de un propósito general, pues todo texto literario es diferente y pareciera no haber un rasgo común que los encierre a todos. Diría, sin temor a equivocarme, que sirve para el deleite.

Para nutrir el alma y la mente, despertar la imaginación, adquirir nuevas percepciones del mundo, de la vida y de los otros. La literatura es un puente entre tus pensamientos y los pensamientos de alguien más. Un instrumento para la soledad, una compañía que depende de tus elecciones y no de la sociedad. Para perderte del ruido del mundo, para extasiarte, llenarte o vaciarte, simplemente para hacerte sentir frágil y humano. Para estar contigo por un rato.

Primero y antes que nada: sirve para disfrutarla.

Además y por fortuna, sirve para expandir el horizonte de tu realidad.

La literatura, al conservar y reinventar la experiencia humana, te permite darte cuenta de todo lo que es posible vivir, porque lo que le ha sucedido a uno, le puede suceder a todos

Nietzsche en el origen de la tragedia viene a patear el tablero de Aristóteles y dice que la función de la tragedia, es decir del teatro griego que es literatura, no es disipar energías negativas, como pensaba lo catártico de la tragedia Aristóteles, sino para volver más recargado, energizado y como en lo más profundo y misterioso de la vida, está el dolor, la muerte y la contienda.

La literatura nos saca de nosotros mismos para permitirnos ver el mundo desde “los otros”.

Nos proporciona el punto de vista de otras personas sobre la realidad, lo que nos permite ampliar nuestra percepción sobre la misma y nos permite conocernos mejor a nosotros mismos

domingo, 28 de febrero de 2021

Los escritores más inteligentes

Los escritores más inteligentes según los expertos:

Johann Wolfgang von Goethe

Blaise Pascal

George Berkeley

Voltaire

Alexander Humboldt

Giacomo Leopardi

Francis Bacon

Jacobo Benigno Bossuet

Lord Byron

Thomas Chatterton

Nicolas de Condorcet

Charles Dickens

Desiderius Erasmus

Francois Fénelon

Edward Gibbon

Victor Hugo

David Hume

Michelangelo

John Stuart Mill

John Milton

Alfred de Musset

Alexander Pope

Madame de Staël

Torquato Tasso

Samuel Taylor Coleridge

Wilhelm von Humboldt

Ben Jonson

Thomas Macaulay

Robert Southey

Edmund Spenser

Lope de Vega

Pedro Calderón de la Barca

Benjamin Constant de Rebecque

Alexandre Dumas (padre)

Washington Irving

August von Kotzebue

Henry Longfellow

Pietro Metastasio

William Penn

Jean Racine

Ernest Renan

Alfred Tennyson

Christoph Martin Wieland

Joseph Addison

Pierre Bayle

Pierre Beaumarchais

Charlotte Brontë

Edmund Burke

Thomas Carlyle

Daniel Defoe

Denis Diderot

Benjamin Disraeli

Henry Fielding

Francesco Guicciardini

Francois Guizot

Heinrich Heine

Johann Gottfried Herder

Thomas Hobbes

Samuel Johnson

Friedrich Klopstock

Montesquieu

John Henry Newman

Walter Raleigh

William Robertson 

Charles Augustin Sainte-Beuve

Friedrich Schiller

Walter Scott

Richard Brinsley Sheridan

Emanuel Swedenborg

Ludwig Tieck

William Wordsworth

Vittorio Alfieri

Ludovico Ariosto

John Bunyan

François-René de Chateaubriand

Pierre Corneille

William Cowper

John Dryden

George Sand

George Eliot

Benjamín Franklin

Elizabeth Gaskell

Jacob Grimm

George Grote

Alfonso de Lamartine

Gotthold Ephraim Lessing

Molière

Madame de Sévigné

Adolphe Thiers

Honoré de Balzac

Pierre Jean de Béranger

Edward Bulwer-Lytton

Miguel de Cervantes

Ralph Waldo Emerson

Nathaniel Hawthorne

Jean de La Fontaine

Tomás Moro

William H. Prescott

Jonathan Swift

Robert Burns

Jean Jacques Rousseau

William Makepeace Thackeray

Hans Christian Andersen

Oliver Goldsmith